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El derecho a la revolución.

Las escolásticas:

El derecho de rebelión, derecho de revolución o derecho a la resistencia es un derecho reconocido


frente a gobernantes de origen ilegitimo no democrático.

Desde el siglo XVI, especialmente con la Reforma protestante, el derecho de resistencia no sólo va a
tener una connotación religiosa profunda para defender los intereses de la comunidad reformada,
especialmente en el contexto de las monarquías católicas, sino también servirá de base a la legislación
de los derechos fundamentales. Uno de los más destacados teóricos del derecho de resistencia
reformado Calvinista de aquella época fue el jurista alemán J. Althusius A partir de ese momento el
derecho de resistencia servirá de norma para enfrentar el poder de las autoridades civiles. Con la
revolución francesa será constitucionalizado como uno de los derechos inalienables, imprescriptible y
naturales de la Declaración de 1789 hasta el constitucionalismo contemporáneo.

Los teólogos reconocieron en forma amplia el derecho de insurrección, el que más tarde fue
incorporado al derecho de la Iglesia Católica: el Derecho Canónico. Decían los Escolásticos, que el
hombre tiene la obligación de cautelar el orden natural de las cosas que ha sido impuesto por la
voluntad del Creador. Todo acto encaminado a perturbar el equilibrio de la Sociedad, debe ser
“resistido” por medio de la violencia. Los hombres poseen un derecho divino para lograr que se
mantenga ese equilibrio. Entendían por “equilibrio” el normal desarrollo del orden de Dios, y a la
Insurrección la llamaban: Resistencia a la opresión.

Los Teólogos afirmaban que el derecho a la insurrección era un derecho natural, es decir un derecho
inmutable, fiel fiscalizador de los actos terrenales. Esa calidad dada por ellos al derecho en estudio,
justifica plenamente los actos o hechos que se ejecuten, encaminados a proteger el ordenamiento
divino. Aquí pues, hallamos el origen de la legitimidad del derecho objeto de esta Tesis.

Los Escolásticos fundamentaron filosóficamente el derecho de resistencia a la opresión o de


insurrección, en principios de origen divino que rigen a la humanidad, y a los que deben obedecer tanto
gobernantes como gobernados. El “equilibrio cósmico” es la suprema ordenación de la vida racional y de
la vida del hombre en sociedad”. La ordenación, es decir la forma de convivencia con sus leyes
específicas, señala obligaciones v derechos que el hombre (creado a imagen y semejanza de Dios) debe
cumplir o ejercitar según los casos. Entre los derechos a ejercitar, se encuentra el de resistencia a la
opresión o derecho de insurrección tal como se le conoce en día, el cual atendiendo como se dijo antes,
a su carácter natural, ha nacido con el individuo, y por consiguiente ha existido en todas las épocas de la
historia. Existe por una parte, el derecho de resistir a aquéllos actos que rompen el equilibrio del
cosmos, en cuanto es fruto de la ordenación divina; por otra, ese derecho no es sino el deber de
obediencia al Hacedor Supremo, y deber de acatar sus leyes y mandatos. Distinguieron los Padres de la
Iglesia, tres clases de resistencia a la opresión: PASIVA, DEFENSIVA y AGRESIVA o ACTIVA.

Resistencia a la opresión, PASIVA. Se trata de un derecho legítimo a la luz de las disposiciones de la Ley
divina, que siempre ha sido reconocido en favor de los hombres, y que en consecuencia es un derecho
natural inherente a la calidad misma del individuo. Fue estudiada en forma especial por Santo Tomás de
Aquino en su magistral obra: La Suma Teológica.
RESISTENCIA OFENSIVA: Aparte de las especies de resistencia aceptadas por los Escolásticos, el
tratadista francés León Duguit, nos trae esta clase de resistencia, que consiste según él, en “oponer la
violencia a la violencia cuando el soberano quiera ejecutar una ley injusta que se ha dictado, o se quiere
realizar en contravención a las leyes vigentes.

RESISTENCIA DEFENSIVA: Todo ciudadano posee por naturaleza el derecho de repeler en forma violenta
los actos de autoridad que se estimen contrarios a los principios legales vigentes. El gobernante tiene el
deber de ajustar sus actuaciones de gobierno, a las normas divinas, en lo que respecta al orden público,
y a las medidas de interés general, y en caso que ese soberano vulnere esos principios emanados de
Dios, sus súbditos no tienen obligación de acatar sus disposiciones; antes bien, tienen el deber ineludible
de rechazar por la fuerza aquéllos actos que arbitrariamente les trata de imponer. Esta resistencia
llamada lógicamente defensiva, no es otra cosa –dentro de los principios filosóficos de los Escolásticos-
que un medio de mantener el equilibrio cósmico.

RESISTENCIA AGRESIVA O ACTIVA: Esta forma de resistencia la limitan los Teólogos a casos extremos,
cuando ya no existen medios de solucionar los problemas en forma que satisfagan a Dios y a los
hombres. Es decir, se ejercitará toda vez que las resistencias: Pasiva, Defensiva y Ofensiva, no den
resultado, para reestructurar el orden de cosas violado por el poder temporal del soberano.

La escolástica fue la corriente dominante en la filosofía medieval Su objetivo principal era el de


demostrar, mediante un razonamiento lógico formal, la autenticidad de los dogmas cristianos. La
filosofía debía desempeñar un papel auxiliar en la realización de este objetivo; por eso, la tesis de que
“la filosofía es la sirvienta de la teología” fue el principio básico de la escolástica. Esta trataba de utilizar
también para la fundamentación de los dogmas cristianos, las teorías de los pensadores antiguos,
particularmente las de Aristóteles, que, a partir del siglo XIII, llega a ser una autoridad inapelable en la
filosofía y en la ciencia. De esa manera, la escolástica medieval intentaba colocar un fundamento
filosófico debajo de todo el edificio de la fe.

La teoría escolástica recibió su más clara expresión en la filosofía de Tomás de Aquino, cuyo punto de
partida es la afirmación relativa a la subordinación de la nación a la fe. En su filosofía trata de apoyarse
en Aristóteles, a cuya teoría de la forma y materia da una interpretación eclesiástica, reaccionaria.

La denominación "escolástica" procede del latín scholasticus, el que enseña o estudia en la escuela. El
término que, desde el Renacimiento, se aplica al pensamiento filosófico que se desarrolló a lo largo de la
Edad Media en todo el ámbito conocido de la cristiandad, pero no ha de circunscribirse históricamente
al occidente cristiano, puesto que, además de la cristiana, existen también, con iguales derechos, una
Escolástica árabe y una Escolástica judía, que se comunican entre sí; en realidad, el trasvase de
conocimientos e influencias se da más bien de las dos últimas a la primera (de las Escolásticas árabe y
judía se trata en las entradas filosofía árabe y filosofía judía).
Por otra parte, aunque la Escolástica aquí considerada se refiera únicamente a la desarrollada, en el
período mencionado, en el occidente cristiano, ha de tenerse en cuenta que, durante el mismo período
de tiempo, se desarrolla en oriente la denominada filosofía bizantina

La teología y el pensamiento europeo:

La religión —la doctrina de la Iglesia católica— fue la ideología dominante de la Europa occidental
medieval. Sobre sus dogmas se construyen también las teorías políticas de ese período. El cristianismo
utilizo el monopolio en esta época para influenciar todos los aspectos de la sociedad. “El dogma de la
iglesia era al mismo tiempo axioma político, y los textos sagrados tenían fuerza de ley en todos los
tribunales. Aun después de crearse el oficio independiente de los juristas, la jurisprudencia permaneció
bajo la tutela de la teología. La Iglesia presentaba la síntesis y confirmación más generales del régimen
feudal existente. La religión cristiana fue utilizada ampliamente en el Medievo para justificar la
explotación feudal, propagar el oscurantismo y fundamentar la arbitrariedad y la violencia.

A partir de la segunda mitad del siglo X, apoyándose en su poderío cada vez más acrecentado, la Iglesia
católica romana dirige sus esfuerzos a suprimir la dependencia del clero con respecto al poder secular, a
subordinar toda la sociedad a aquél, y a establecer la autoridad papal ilimitada, tanto en los asuntos
eclesiásticos como en los seglares. Anteriormente, la clase sacerdotal católica romana, para justificar su
pretensión a la supremacía, invocaba el hecho de haber sido fundado el obispado romano, según decían,
por el propio apóstol Pedro, al que Cristo, fundador mitológico de la religión cristiana, habría dicho: “Tú
eres Pedro (en griego, roca, piedra), y sobre esta piedra crearé mi Iglesia, y las mentiras del infierno no
la vencerán.” Pero, con el correr del tiempo, este “argumento” resultó insuficiente, y los papas
comienzan a recurrir a otro, sin tener escrúpulos en valerse de documentos apócrifos.

Las invocaciones históricas sirvieron de fundamentación para el ulterior desarrollo de teorías relativas al
dominio de la Iglesia sobre el Estado secular, de “la luz sobre el reino de las tinieblas”, teorías expuestas
en el sistema filosófico de Agustín. Se formula, al mismo tiempo, la teoría de “las dos espadas”, es decir,
según ellos, que Cristo habría entregado dos espadas al soberano eclesiástico, quien, a su vez, entrega
una al soberano secular, por lo cual aquél tiene supremacía sobre éste. En la teoría referente a las llaves,
recibidas por el apóstol Pedro, y con las que éste cierra y abre el cielo, se expresan las pretensiones
papales al derecho de deponer a los emperadores, por cuanto los papas se consideraban, al principio,
como sucesores de ese apóstol. La idea de la supremacía del poder papal halló clara expresión en las
Actas del papa Gregorio VII, en las que se proclama que sólo el obispo de Roma es ecuménico, y puede
destituir y nombrar a todos los obispos, promulgar estatutos, instituir jerarquías. Es el único en el
mundo que se denomina Papa y derroca a los emperadores. Ningún concilio puede llegar a ser
ecuménico sin su permiso, ni ningún libro reconocido como canónico. Nadie puede abolir sus
resoluciones, salvo él mismo. Nadie es juez para él. Puede liberar a los súbditos de sus juramentos a los
soberanos.

A partir del siglo XI surgieron las heregias que mostraban El descontento por las normas existentes y,
sobre todo, por el dominio de la Iglesia católica adquiere amplias proporciones y recibe su expresión
ideológica, principalmente, en diversas teorías religiosas, contrarias a sus dogmas, las llamadas herejías.

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