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Mensual 19

Satisfacción y fin de análisis


Pascale Leray

« El espejismo de la verdad, del cual sólo la mentira puede esperarse


(es eso que se llama la resistencia en términos corteses)
no tiene otro término sino la satisfacción que marca el final del análisis.
Dar esta satisfacción siendo la urgencia aquello que preside el análisis,
interroguemos cómo alguien puede consagrarse a satisfacer esos casos de emergencia. »

De este extracto corto del «Prefacio a la edición inglesa del Séminario XI » de


Jacques Lacan 1, subrayo esta cuestión del final de análisis que no sabría advenir sin un
afrontamiento con el espejismo de la verdad. La satisfacción ligada a esta concepción del
final, implica que sea basculada la relación del analizante a la verdad, hasta el punto que
se cumpla para él un cambio de estatuto de ésta. Me apoyaré en la experiencia del pase
para intentar aclarar esta articulación entre la verdad mentirosa y final de análisis.
En su «Proposición del 9 de octubre de 1967 », Lacan nos advierte: « nosotros no
tenemos la elección sino de afrontar la verdad o ridiculizar nuestro saber. » 2
Afrontar la verdad, es la condición para que el saber salido de la cura, sea saber
analítico, es decir a la altura de acceder a lo real, del cual Lacan nos dice que entonces « él
lo determina » este real « tanto como al saber de la ciencia » 3
Que uno pudiese confrontarse con el espejismo de la verdad de haber podido
hacer la prueba de su dimensión de engaño, es en primer lugar haber podido deshacerse
de su seducción por el sentido que ella instila, sin anular sin embargo su función que
permanece central en la experiencia analítica.
En los efectos conmovedores de su cura, el analizante hará la experiencia de un
cambio en su relación al saber. Una de las novedades es que ese saber sea finalmente
ligado a una verdad no-toda, no pudiendo pasar toda al decir. Este anudamiento particular
entre verdad y saber, propia del discurso del analista, implica entonces la aminoración de
esta verdad.
En su seminario Aun, Lacan nos dice esto: « En este registro de la verdad, cuando
se entra en ella, no salimos más de eso. Para aminorar la verdad como lo merece, hay que
haber entrado en el discurso analítico. Lo que el discurso analítico desaloja pone la verdad
en su sitio, pero no la quebranta. Ella es reducida, pero indispensable. »4
Nos queda entonces esclarecer cómo esta operación de reducción de la verdad
hace que ésta, pasando del espejismo al medio-decir, adviene finalmente a otra
dimensión, aquella que se conecta a una función lógica que hace sitio a un saber. Un saber
en tanto que verdad adviene, pero también un saber sobre la verdad puede deducirse.
Partiré de un punto inesperado en el testimonio de una pasante, que recibí en
tanto que pasadora. Esta pasante relata el acontecimiento que en su ínfima contingencia
conduce a un tal efecto que el da inicio al final de su cura y provoca la demanda de hacer
el pase.
Este acontecimiento reside en la aparición de dos enunciados contradictorios que
súbitamente que se abrieron paso en ella a la salida de una sesión en un momento de
confrontación con la ausencia inhabitual de su analista.
Estos dos enunciados que tocaban directamente la cuestión de la transferencia
súbitamente suscitaron un movimiento en su manera de recibir la manifestación de la
verdad.
Una primera frase enuncia el amor de transferencia y la impotencia del sujeto: « la
persona más importante de mi vida, no puedo hacer nada por ella ».
La segunda frase consiste en una suerte de desmentida de la primera: « esto no es
verdad que es la persona más importante de mi vida ».
En ambos casos, tenemos que hacer a la verdad. Ésta dice en primer lugar algo de
verdad, el amor de transferencia. Luego lo refuta con un « esto no es verdad ». Así la
verdad trabaja sinuosamente en una suerte de torsión que podría insinuar que en el « no
es verdad» del segundo enunciado, se desprende un « tú dices la verdad» del primero,
«Tú dices hasta qué punto con esa verdad tú te engañas ».
Quedarse allí no habría permitido a la analizante salir de las redes de la seducción
de la verdad, aquella que se acoge como inconsciente. En efecto con el enunciado de la
contradicción sobre el amor de transferencia, podríamos finalmente no tener que
vérnoslas sino con la verdad que se despliega en su doble faz de verdadero y falso.
Pero justamente el efecto producido por la analizante para esta contradicción fue
de un otro orden. A continuación del « no es verdad», dice haber tenido una seria
vacilación, en la cual no adviene ninguna tergiversación, ninguna angustia, sino donde sólo
la contradicción la pone en contacto directo con el engaño alojado en la dimensión del
amor. No se trata aquí para ella de denegar el amor de transferencia. Lo que va a ser aquí
sorprendente y determinante es que la contradicción ponga de manifiesto brutalmente la
función de este amor. Esta función del amor de transferencia siendo velada porque al
principio del desconocimiento de su papel en la relación del sujeto a su castración y esto
no había cesado de actualizarse en la transferencia.
El pequeño paso sin precedente que se produce allí, y que pasa por no prestar
atención al sentido de esta contradicción, propulsa entonces la verdad como un medio,
aquel de hacer el lugar donde como nos lo dice Lacan « se denuncia ese saber » .5 Allí se
sitúa el acto que hace que el analizante confrontado con la hiancia que se abre, decide
hacer el pase, y ella me dirá en el dispositivo del pase esto: « el no es verdad, eso abrió un
lugar vacío para la verdad ».
En el momento de este final de cura, el efecto de la verdad hace aparecer de una
parte una separación no colmable por ningún sentido y por otra parte, en una
precipitación, da lugar a un nuevo enunciado que tiene un carácter de certeza; es aquel
que la hace soltar su falso ser, aquel por el cual se desvela la gramática pulsional
acorralando el objeto que ella se hacía ser para el analista en la transferencia: « no habré
sido aquella que lo ha salvado».
Se produce con ello un sujeto dividido por la verdad que se refiere a la causa en
tanto que real, real que finalmente da a esta verdad un valor de función deductiva. Un
saber en el lugar de la verdad adviene cuando tal relámpago de la verdad reenvía lo real
por su filo cortante.
El efecto de división del sujeto por lo que lo causa es entonces máximo. Lo que se
devela pone el saber y la verdad en una relación muy estrecha, porque entonces él
comparte con ella esa condición de ser tributaria del no-todo del Otro. Del no-todo decir
de la verdad articulada al no-todo sabiendo del saber de ese Otro tachado.
A propósito de esta función de la barra, Lacan en el Seminario El Sinthome nos dice
que: es aquella que « colocada atravesando el gran Otro dice que no hay Otro que
respondería como partenaire » 6. « No ser aquella que lo ha salvado», firma la caída de la
garantía del Otro, en lo que lo hace imposible como partenaire. Es esta dimensión de lo
im-posible que hace la abertura de esta separación, aquella que hace que lo real no puede
confundirse con la verdad. Esta separación es ética y conlleva consecuencias para el
analizante: es imposible ser aquella que, como partenaire, aportaría la garantía del Otro.
Este saber agujerado no adviene sino por el efecto de una verdad que el acto
analítico reduce a un punto de subversión, aquel que permite la destitución de ese Otro
como lugar donde se elaboraba el saber.
El saber cambia de estatuto, se hace hallazgo que corta la impotencia o la
esperanza de la verdad investigadora. Así él no es vano, y su valor se sostiene
independientemente de aquel que lo enuncia. Hay como ese enunciados que son saber sin
sujeto, pero no sin haber sido producidos por el efecto de una verdad destituyente. Esto
pasa entonces por un decir que dice lo más fundamental de la alienación del sujeto al
Otro.
De la relación de la verdad no-toda con lo real, Lacan nos dice en su Seminario El
reverso del psicoanálisis esto: « Allí dónde el saber hace función de verdad, estamos
condenados a no poder, sobre este punto de la relación del saber con la la verdad,
denunciar sea lo que sea de un medio decir » y un poco más lejos: « si decimos algo en ese
campo va tener allí otra partida que de ese decir incluso, se volverá absolutamente
irreductible, completamente oscuro» 7. Tocamos me parece, el límite de la verdad que
puede alcanzarse en una cura, cuando la analizante consiente a ese límite y que entonces
puede hacer de esta verdad lenguajera entonces mentirosa, la leña que hace sitio al saber
que produce lo real. Saber que no va sin una pérdida, aquella del ser de goce del
analizante, y esta pérdida supone el acto que sólo el deseo del analista puede sostener si
quiere lograr alojar ese otro saber, que del saber en lo real conoce.
La experiencia del pase ofrece la posibilidad de testimoniar entonces de la verdad
mentirosa, pero es a condición de que, aunque estén ligados, saber y verdad no se
confundan para el pasante, ni para el pasador por otra parte.
El deseo del analista impide su amalgama y mantiene la separación entre lo que
devuelve la verdad lenguajera y lo que del saber fracasa en nombrar lo imposible.
Eso supone que la cura hubiera podido revelar ese saber la verdad « como
hermana de goce », o sea esta satisfacción ligada a eso de lo cual es portador el sentido,
ese goce-sentido, sustituto a la relación imposible.
Eso aplaza la cuestión de la satisfacción que marca el final del análisis. Esta
satisfacción tiene por condición la efectuación del corte entre saber y goce. Reposa en lo
que Lacan sostiene de la función de lo escrito en el psicoanálisis. Sin el escrito, no hay
dicho que pudiese hacer corte realmente. En su seminario Aun, Lacan nos lo martilla: « en
el discurso analítico, se trata sólo de ello, de lo que se lee, de lo que se lee más allá de lo
que usted incitó al sujeto a decir » 8. Con el inconsciente como escrito, escrito que bordea
el límite de lo que puede soportar lo real, el lugar es desprendido a la verdad como
haciendo parte ligada con la función de la letra.
En su texto « Esta verdad nueva que desarregla » Albert Nguyên nos dice: « la
verdad corresponde también a la letra. La verdad nueva de la que habla Lacan se deduce
de la letra. La letra da acceso al goce cuya economía desde entonces puede ser
examinada» 9. Esto me retorna a la experiencia. En el dispositivo del pase, la pasante a la
cual hago referencia ha sido conducida a testimoniar a su manera de un acto de leer
algunos de sus enunciados, particularmente los últimos. Si vuelvo hacia ellos es porque de
haber podido ser leídos, desprendieron algo singular, viniendo a cernir lo imposible a
escribir de la estructura.
Para esta analizante, la verdad cambia de estatuto cuando el amor de
transferencia es tocado en su función, pero también en tanto que ocultando
enmascarándole lo que puede haber allí de real en el amor.
Reconociendo amar aquel amor, la pasante no puede más continuar ignorando el
goce incluido en la transferencia. Y allí, era lo que quedaba de una demanda de ser que
caía.
El amor de transferencia le permitía ignorar lo que quedaba aun de esta demanda
de ser a través de lo que este « ser amado » debía aun al fantasma. Incluso si la analizante
había podido extraer mucho antes el objeto que hacia funcionar su fantasma.
Pero eso no es todo. En la transferencia no hay sino la dimensión de engaño que
enmascara el goce tomado en ese amor. Se aloja allí también la parte de real con la cual el
sujeto tiene que ver. En el caso de esta pasante, si al término de su cura es con el amor de
transferencia que ella resiste a eso, es precisamente en la puesta a prueba de éste, por lo
que la verdad desprende eso que hay de más real en el amor, que ella encuentra la salida
de su cura.
El punto de real alcanzado, es que el amor engaña recubriendo la hiancia que es
aquella que determina el sujeto y su deseo.
Poder reconocer lo real de la castración en juego en el amor de transferencia habrá
permitido voltear este amor, revelarlo en su vuelta pulsional, esclarecerlo también en su
función de nudo sinthomatico.
La consecuencia allí es que la demanda de ser se detiene. El corte que se realiza en
tanto que inconsciente, es entonces el nuevo punto de apoyo del sujeto en su deseo.
Lo que se queda como sinthomatico en el amor corre a cargo del sujeto y sometido
desde entonces a la ética de ese nuevo deseo.
El fin de un análisis es otra cosa que de deshacerse del amor de transferencia
reconociéndole su valor engañoso. Concebirlo así participaría más bien de una denegación
y alimentaría la idea que habría que liquidarlo. Es en el corazón de la experiencia analítica,
y como tal debe encontrar su transformación a partir de la verdad que le toca y del
vaciamiento que lo alcanza. Allí es el punto donde el analizante puede separarse de su
analista.
Para esta pasante, el final de la cura está ligado al momento inédito, donde la
verdad surge no manifestando cualquier vuelta de lo reprimido, sino apuntando a algo de
nunca venido al decir, que se enuncia como tal: « no habré sido aquella que lo ha
salvado».
Ese decir que implica la castración puede ser contemplado como el resultado de
una lectura, aquella que, de haber podido leer los dos enunciados contradictorios sobre el
amor de transferencia más allá de lo que daban a entender, podría haber producido un
real. El pase posiblemente pudo dar a conocer algunos trozos.

NOTAS:

1 - Lacan J., « Prologo a la edición inglesa del Séminaire XI », Otros Escritos, Seuil, París, 2001, p. 252.
2 - Lacan J., « Proposición del 9 de octubre de 1967 », Otros Escritos, op. cit ., p. 252.
3 - Lacan J., " Nota italiana ", Otros Escritos, op. cit ., p. 310.
4 - Lacan J., El Seminario Livre XX, Aun, Seuil, París, 1975, p. 98.
5 - Lacan J., " Nota italiana ", op. cit ., p. 310.
6 - Lacan J., El Séminaire XXIII, Sinthome, Seuil, París, p. 127.
7 - Lacan J., El Seminario Livre XVII, El reverso del psicoanálisis, Seuil, París, p. 125.
8 - Lacan J., El Seminario Livre XX, op. cit ., p. 29.
9 - Nguyên A ., « Esta verdad nueva que desarregla », En-Je n ° 2, p. 97/98.

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