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Devocional de hoy

Sabado 15 DE enero de 2022


EL GRANDIOSO PODER DE SU PRESENCIA
Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con
él aquel día; porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón
Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a
Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al
Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. (Juan 1:39-42)

Me pregunto, qué fue lo que atrajo los pies de Andrés para seguirlo camino
de su hogar. ¿Fue sólo ansias de ver la calle y la casa donde Él moraba y
permanecer más cerca de Él por un día?...O ¿sintió una extraña atracción
poderosa que le indujo a dejar atrás su barca en la bahía; cuando, sin
prestar atención al paso de las horas ni preocuparse por lo que otros
pudieran decir, hizo su morada con Él por ese día breve?
¿Quizá sintió un contentamiento santo, después de las horas que pasó en
esa presencia hermosa? Lo cierto es que, desde ese momento en adelante,
estaba resuelto a pescar hombres; porque se fue de su lado y al instante,
¡le trajo a su hermano!
Nunca pudo ser el mismo, después del contacto de ese día maravilloso.
Nunca jamás pudo volver a jugar con la llama de la pasión, o albergar
orgullo u odio, o alcanzar fama, o darle a la avaricia un lugar permanente.
Más bien pienso que le oyeron decir o que pensó: “Algo en Él hizo que mi
orgullo se quemara y apaciguó mi odio y lo transformó en el amor del
Señor... Después del contacto sanador de aquel día, ¡tengo que traer a
Simón para que pase un día semejante!”
Y desde entonces, cuando los hombres pasaban por su lado, se daban
cuenta de algún extraño y nuevo encanto, algún milagro misterioso e
inexplicable. Entonces, en un susurro lleno de reverencia decian: “¡Andrés
ha cambiado mucho desde aquel día!”
¡Oh! Maravilloso Salvador! Que entiendes lo que dicen los pecadores:
Concédeme venir bajo tu influencia encantadora, porque si no, he de
quedarme endurecido, sin amor, manchado por el pecado, sin la huella de
un día como ése!”
De igual manera, si nuestra vida llegara a conocerse por la marca sagrada
que Él dijo que todos los hombres conocerían, habría más personas que,
como el mendigo ciego, vendrían a Él para poder recibir la vista, y que
también lo adorarían.

Ora: Señor, permíteme caminar de Tu lado y experimentar Tu presencia


transformadora y sanadora. Que cada día moldees mi corazón y mi espíritu
a la forma de aquel que ha decido seguirte con disciplina y servirte con
fidelidad, en el nombre de Jesús, Amén.

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