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Historiadela Psicologa Juridicaeb Amricay Europa
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Mercedes Novo
University of Santiago de Compostela
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All content following this page was uploaded by Ramon Arce on 14 April 2018.
Francisca Fariña1
Ramón Arce2
Dolores Seijo3
1
Universidad de Vigo.
2
Universidade de Santiago de Compostela.
3
Universidad de Granada.
Introducción
Desde siempre ha existido un interés por parte de los filósofos, muchos de ellos
precursores de la Psicología, por el mundo legal, dedicando parte de su producción literaria a
este ámbito. En este sentido, Gudjosson y Haward (1983) afirman que la Psicología Forense
permaneció, durante algunos siglos, latente al servicio de los tribunales; y que su
reconocimiento no tuvo lugar hasta haber adquirido un estatus independiente como disciplina,
diferenciada, por ejemplo, de la medicina forense. Otros autores (v. gr., Garzón, 1989; Kury,
1997; y Reichel, 1910) consideran que hasta el siglo XVIII no se configura la Psicología
Jurídica, coincidiendo con el inicio del debate sobre la relevancia del conocimiento psicológico
para la fundamentación legal y la praxis judicial. La obra del alemán Eckartshausen (1791)
“Sobre la necesidad de conocimientos psicológicos para juzgar los delitos” es una prueba de
ello. También a finales de siglo se escriben obras relacionadas con aspectos psicológicos de la
delincuencia (v.g., Muench, 1799; Schaumann, 1792). Pero no se produce un claro
reconocimiento de que la Psicología es importante para el mundo legal hasta llegado el siglo
XIX. Justamente, podemos significar la publicación de Hoffbauer (1808) “La psicología en sus
principales aplicaciones a la administración de justicia”. Igualmente, otros autores
contribuyeron a formar los cimientos de esta área; así, en 1835, Friedrich edita el “Manual
sistemático de la psicología judicial” en el que se defiende el hecho de que para llevar a cabo
una práctica judicial adecuada se precisa de los conocimientos de la Psicología. Más tarde,
Zitelman (1879) en su manual “El error y la relación jurídica: una investigación jurídica-
psicológica” expone la constante utilización de conceptos psicológicos en el ámbito jurídico,
aspecto que legitima que la psicología se inmiscuya en el mundo legal.
Por su parte, Freud explicó, en 1906, a los jueces de Viena las aportaciones de la
Psicología a la Ley; centrándose, especialmente, en que la técnica de asociación de palabras
podría establecer un nuevo método de investigación para Edmundo legal. Igualmente, planteó
una analogía entre la labor del terapeuta y lo que la justicia busca (Brigham, 1999; Ogloff,
2000; Tapp, 1976). Asimismo, un discípulo suyo, Jung (1875-1961), es citado como pionero de
la disciplina por su obra “Die psychologische diagnose des tabestands” (Lösel, 1992). En
cuanto a Stumpf, éste se suele significar por haber fundado en 1889 el laboratorio de Munich,
y que posteriormente transformó en el Instituto de Psicología General y Aplicada; el cual
estaba formado por varios departamentos, entre ellos el de psicología militar (Gondra, 1997).
Del mismo modo, el mítico Watson (1913) defendió la incorporación de trabajos psicológicos
relevantes al mundo legal. La aportación de Luria a la psicología jurídica viene representada
por un estudio que llevó a cabo en 1932, con el objeto de determinar si podía diferenciarse
objetivamente la culpabilidad y la inocencia en personas acusadas de cometer un delito. Para
ello trabajó con delincuentes recién arrestados y previamente a ser interrogados por la policía
(Ogloff, 2000).
El siglo XX se inicia con aportaciones de gran interés, tanto desde el mundo del
Derecho como desde la Psicología. A los trabajos ya citados podemos añadir algunos otros,
como por ejemplo los escritos de: Fiore (1904) “Manual de psicología jurídica”, Sommer (1904)
“Psicología criminal y psicopatología jurídico penal”, Lombroso (1906) “La Psicología del
testimonio en los procesos penales”, Lombroso (1911) “Crímenes causas y sus remedios” y, en
Latinoamérica, el libro de “Criminología” de José Ingenieros. Esta obra supuso una importante
aportación a la Psicología Jurídica, aunque es menos reseñada en los tratados sobre el tema,
no por falta de relevancia, sino simplemente por haber surgido al sur de los Estados Unidos,
concretamente en Argentina, y en lengua española. Pese a que este país fue precursor en
esta área, “como reconocen especialistas de la talla de Pierre Bouzat y Pinatel, fue Argentina
el primer país donde se produce la publicación de un libro de Criminología Clínica y el primero
que cuenta con la publicación de una revista especializada en lengua castellana en esta área
de conocimiento” (Lupiáñez, 2002). La significación de Ingenieros y de su obra queda reflejada
en el hecho de que en 1905, el mentado libro, ya se había traducido total o parcialmente a
diferentes idiomas: inglés, francés, portugués e italiano. En cuanto a las publicaciones
periódicas, Argentina también ha sido pionera en el área. Así el 1 de Enero de 1873 se crea la
Revista Criminal; 20 años más tarde, la revista Criminología Moderna; y, en 1902, Archivos
Criminológicos. Asimismo, en este país, en 1889, se constituye la primera sociedad para el
estudio científico del delincuente, la Sociedad de Antropología Jurídica. Ésta se concibió para
estudiar la personalidad criminal, establecer el grado de peligrosidad y responsabilidad del
delincuente; y para promover reformas de las leyes penales, en Argentina (Olmo, 1987;
Lupiáñez, 2002). La Sociedad de Antropología Jurídica a pesar de haber surgido con grandes
pretensiones, desgraciadamente tan sólo tuvo un año de vida. A todo lo señalado debemos
añadir, que ya en 1889, contaban en Buenos Aires con el Servicio de Antropometría de la
Policía. De este modo, Argentina inicia el siglo XX con una trayectoria excelente, que permite,
en 1900, crear la Clínica de Psiquiatría Forense, que dio más tarde lugar a la Clínica
Psiquiatrica y Criminológica, y engrandecerse, en 1903, con un Laboratorio de Psicología
Experimental. En 1906, se pone en marcha la Oficina de Psicología y Antropometría, a la que,
posteriormente, José Ingenieros le imprimió el carácter de Instituto de Criminología. Debemos
subrayar que éste es el primer “Gabinete específico creado en Latinoamérica, y algunos
autores consideran que fue el primero en el mundo, ya que el de Vervaeck en Bélgica fue
creado en 1908” (Lupiáñez, 2002, p. 628).
Bien entrado el primer cuarto de siglo, en 1922, en Alemania, tiene lugar el primer
testimonio en el ámbito civil, a cargo del profesor de Psicología Karl Marbe (1869-1953) de la
Universidad de Wurzburg. Marbe participó, como testigo experto, en un caso de descarrilamiento
de un tren, informando de los efectos del alcohol sobre los tiempos de reacción. De igual forma,
testificó en juicios penales sobre la credibilidad de los niños testigos. Concretamente, en algunos
juicios contra profesores acusados de abusar sexualmente de sus alumnas, en los que convenció
al jurado de que las declaraciones de las menores eran inciertas; logrando, de esta forma,
exonerar a los acusados (Bartol y Bartol, 1999). También colaboró en la emergencia de la
Psicología Jurídica con una profusa investigación sobre psicología del testimonio (p.e., Marbe,
1913a, 1913b), defendiendo, entre otras cuestiones, al igual que el ya reseñado Stern, la validez
de la testificación de menores. En esta línea afirma “creo tener que rechazar la opinión de algunos
autores, que piensan que uno no debe condenar a nadie solamente basándose en las
declaraciones de un niño” (Marbe, 1913a, p. 39), asimismo, exigió la presencia de psicólogos para
la evaluación individual en casos judiciales (Fabian, 2001).
Las siguientes dos décadas se han tomado como las menos productivas en el
progreso de esta disciplina. No obstante, el mundo legal continuó mostrando interés por las
aportaciones de la Psicología y contribuyendo a la literatura sobre el tema. Así, Burtt (1931)
publicó “Legal Psychology”, que es considerado el primer libro de texto en el área; Cairns
(1935) editó “Law and the Social Sciences” en donde plantea un debate teórico de inesperada
vigencia en la actualidad (Ogloff, 2000). Garzón (1990) considera que el descenso de las
contribuciones psicológicas pudo estar motivado por la diversificación de la psicología en
nuevos campos de trabajo, así como por la etapa de reflexión interna que vivía la Psicología.
Por contra, el mundo del Derecho, que también se hallaba inmerso en la batalla que
enfrentaba a los defensores del formalismo legal y aquellos que participaban del realismo
legal, experimentó un gran desarrollo con un número importante de publicaciones,
reforzándose, de igual modo, el área de la Psicología Jurídica. El movimiento del realismo
legal utilizó el Psicoanálisis y el Conductismo para basar la tesis principal de su teoría, a saber:
lo que cuenta no es la ley, sino su interpretación y aplicación, lo que supone un seguir mirando
a la Psicología. En este sentido, Robinson (1935) defiende la conveniencia de la psicología
conductista para la práctica jurídica. Por su parte, Frank (1930, 1948) indicaba la
trascendencia de que los decisores judiciales se psicoanalizaran, ya que consideraba que
factores inconscientes pueden afectar a la toma de decisiones. Si bien, los seguidores del
realismo legal recurren al saber psicológico principalmente con dos objetivos. El primero de
ellos para “traducir los conceptos abstractos de las leyes a términos empíricos: al lenguaje de
los hechos. Las leyes abstractas y genéricas deben ser trasladadas a conceptos
operacionales. En segundo lugar, en el sentido de que tal conocimiento proporciona conceptos
y técnicas que permiten poner de manifiesto la realidad psicológica y social de las decisiones
judiciales” (Garzón, 1990, p. 32). Todo ello supuso un “psicologismo jurídico” (Loh, 1981),
teniendo lugar una fase de silencio para la Psicología (Bartol y Bartol, 1999).
Por otra parte, desde la perspectiva aplicada, en Estados Unidos tiene lugar un
avance significativo representado por la sentencia del juez Bazelon del año 1962, en el caso
Jenkins versus U.S. Los psicólogos y psiquiatras no coincidían en el diagnóstico de la
enfermedad mental de Yenkins, y el juez Bazelon admite la cualificación del psicólogo para
realizar un dictamen de enfermedad mental (Garrido, 1994). A pesar que el juez Bazelon no ha
sostenido una postura positiva sobre el papel de los psicólogos, así, en 1973, se mostraba
escéptico con el trabajo de los psicólogos penitenciarios, que posteriormente comentaremos.
Como señala Garzón (1990), en esta época se produce un distanciamiento de la Psicología
Forense de la Psiquiatría Forense, al centrarse más en el estudio psicológico (imputabilidad,
personalidad, alteraciones emocionales, etc.) que en la investigación patológica del
comportamiento; al mismo tiempo que sostenían puntos de vista más amplios que los que
mantenían los psicométricos (Bartol y Bartol, 1999). De esta forma, Toch (1961, 1969) publicó
uno de los primeros libros de Psicología Criminal, mencionados previamente. Todo ello
conlleva a que se comience a requerir, con relativa frecuencia, informes psicológicos en los
tribunales de justicia. Igualmente, en esta década, se inicia la Psicología Penitenciaria; si bien,
salvo contadas excepciones, la labor de los psicólogos se limitaba más a la clasificación que al
tratamiento, pero sirve de base para la fundación de la Psicología Penitenciaria (Bartol y
Bartol, 1999). Otro acontecimiento referenciado es la creación, en 1968, de una plaza de
psicólogo, en el departamento de policía de los Angeles; hasta ese momento, los profesionales
de la psicología únicamente, de forma puntual, asesoraban al sistema policial.
Un evento que merece ser destacado es la Conferencia del Lake Wales, celebrada
en 1973, en Florida. Era la primera vez que un congreso se centraba específicamente en el
campo de la Psicología y la Justicia Penal (Roesch, 1995). En ella, psicólogos y juristas
debatieron sobre el papel de la psicología en el ámbito penal. Dando lugar a enfrentamientos
dialécticos de gran trascendencia, como el debate entre el juez Bazelon con Koran y Brown. El
primero, como ya hemos mentado, se mostraba escéptico sobre la praxis de los psicólogos
penitenciarios, así no consideraba adecuadas las herramientas psicológicas que se utilizaban
en la evaluación (p.e., el Test Rorschach o el Bender-Gestalt) y la eficacia de las técnicas
psicológicas de(Alfaro, 1997). intervención, por entenderlas inapropiadas para la mayoría de
los reclusos. Asumía que el problema era social y no psicológico, planteando que gran parte
de los reclusos no padecen ninguna enfermedad, simplemente se trata de personas pobres
que delinquen para obtener lo que otros ya gozan. Por su parte, Koran y Brown, sin contradecir
a Bazelon, en el sentido de que era preciso un cambio social para resolver el problema
delictivo, argumentaron que también era imprescindible el tratamiento individual. Se estableció,
en aquellos debates, la necesidad de un sistema de prevención del delito, que aunase la
intervención social y psicológica. Afortunadamente estas fructíferas discusiones fueron
editadas por Brodsky (1973), en su obra Psychologist in the criminal justice system. Ésta, entre
otras fuentes, fue utilizada por Rappaport (1977) para escribir uno de los primeros libros de
Psicología Comunitaria en el que se incluía un capítulo sobre el sistema legal. Tan sólo un año
antes Monahan (1976) había publicado Community Mental Health and the Criminal Justice
System, en él se dedicaba una parte importante a la prevención de la violencia y el delito.
Por otra parte, la investigación en los años ochenta se dirigió esencialmente a tres
áreas: testimonio de expertos, testigos, y jurado. En este sentido, Roesch (1990) afirmaba que
durante los 12 primeros años de la revista Law and Human Behavior, un tercio de los artículos
publicados se incluían en esas tres áreas, aún cuando en 1986, Saks, en aquel entonces
editor de la revista, invitaba a los investigadores a ampliar las áreas de trabajo. Igualmente,
Melton (1987) denunciaba que son limitados los tópicos que se estudian en Psicología
Jurídica, pese al potencial que el área presenta. En la misma línea, Munné (1987) señalaba
que la Psicología Jurídica del ámbito anglosajón, durante los años ochenta, se había centrado
excesivamente en el análisis del jurado, principalmente en los procesos de deliberación y toma
de decisiones, además denunciaba la sobrecriminalización de la psicología jurídica, al
ocuparse en demasía de los aspectos penales, desatendiendo otros aspectos del derecho.
Comentarios finales
Referencias