SKYHOOK BASKETBALL MAGAZINE #6

entrevista
k at s i k a r i s

djordjevic
EL ÚLTIMO GENIO YUGOSLAVO
2

SKYHOOK
 Editorial

sager strong
Si recorremos la historia de la literatura, el cine o el teatro, nos
encontraremos que está repleta de obras mediocres que de repente arrojan
a un personaje secundario cuyo carisma las salva, contra todo pronóstico,
de las llamas del olvido. Alguien que, por razones que no terminas de
comprender, sientes de la familia, como si siempre hubiese estado ahí.
Una figura que aunque no sea parte fundamental del espectáculo, lo
embellece, lo hace propio.
La NBA está lejos de ser una obra mediocre, pero en su constelación de
estrellas también orbitan estos secundarios de lujo, imprescindibles para
que la función brille igual de bien. Uno de ellos era sin duda el periodista
y locutor Craig Sager.
A Sager nos lo hemos encontrado durante años en los grandes
acontecimientos del deporte norteamericano. Tenis, béisbol, fútbol
americano, Juegos Olímpicos... Si había una gran cita deportiva, Sager
estaría cerca, pegado a un micrófono y dispuesto a escuchar lo que
tenga que decir una gran estrella. Protagonista de una inmensa carrera
de cuarenta y dos años en la que, por supuesto, no faltó la NBA, fue el
comentarista a pie de pista más famoso de todos los que pululan por las
canchas de la mejor liga del planeta, lo que propició el manifiesto cariño
de algunos de los principales astros de la liga, como Kevin Garnett,
Shaquille O’Neal o Stephen Curry.
Pero el envoltorio deportivo de Sager quedó en un segundo plano
cuando en 2014 anunció que padecía leucemia. A partir de entonces, sus
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singulares y estrambóticas chaquetas, marca de la casa, se convirtieron
en un símbolo de apoyo al hombre y a la lucha. Una lucha contra una
enfermedad que colocó un pesado reloj de arena sobre el periodista,
recordándole -a él y a nosotros- lo efímero de nuestro tiempo y la
importancia de afrontar los retos con una personalidad positiva y
luchadora.
Durante todos estos meses no han sido pocos los momentos emotivos
que se han ido sucediendo, aunque sin duda es inevitable destacar la
maravillosa relación de amor y odio que gestó junto con Popovich.
Diálogos repletos de esa socarronería que tanto gusta al coach de
los Spurs. “Cómo puedes ser tan profesional vistiendo esa chaqueta”,
aderezado con mensajes de esos que llegan al alma en los peores días de
Sager: “Te estamos esperando, quiero verte aquí. Prometo que seré bueno”
y similares se fueron sucediendo durante meses.
La lucha de Sager terminó el pasado 15 de diciembre cuando falleció
en Atlanta a los sesenta y cinco años. Desde 2015 era público que su
enfermedad era irreversible, pese a los continuos intentos de hacerla
remitir -su hijo Craig Jr. había sido su dondante de médula-, algo que le
permitió volver a ponerse delante de la cámara la temporada pasada.
Las muestras de cariño por parte de la comunidad NBA no se
hicieron esperar, con homenajes por parte de entrenadores, jugadores
o compañeros de la profesión, que aludían a Craig través de coloridas
chaquetas y horteras corbatas, mientras nos recordaban la batalla de un
hombre por poner color a la vida incluso en los momentos más grises.

Descansa en paz, Craig.

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 #6
COORDINACIÓN
JOSE A. HERNÁNDEZ GÁLVEZ
EMILIO SÁNCHEZ - BOLEA ALCARAZ
MAQUETACIÓN Y DISEÑO

skyhook
JOSE A. HERNÁNDEZ GÁLVEZ
JACOBO LEÓN CALVIÑO
PORTADA
@NBA
IMPRESIÓN
PIXARTPRINTING
EDITA
Editado en Murcia por
SKYHOOK MAGAZINE (2017)
ISSN
Nº DEPÓSITO LEGAL
MU 817-2016
WWW.SKYHOOK.ES
Enviamos un afectuoso saludo a los pacientes
empleados de la cafetería del Hotel Nelva, que
no nos miraron mal ni un momento pese a
atrincheranos casi dos horas con Fotis Katsikaris
y sólo consumir dos cafés y una Coca-Cola Zero.

SKYHOOK
Momentos con encanto por ÁNGEL LÓPEZ FERNÁNDEZ
Unos, dos, tres… ¡olé!

Decir que Pau Gasol es uno de los jugadores más respetados de la NBA a
estas alturas es una obviedad. Un respeto que empezó a ganarse hace quince
años. A sus espaldas, dos anillos, cinco All-Stars y ser uno de los cuatro únicos
jugadores en la historia de la NBA con al menos 19.500 puntos, 10.000 rebotes,
3.500 asistencias y 1.800 tapones acumulados durante la temporada regular,
junto a Kareem Abdul-Jabbar, Tim Duncan y Kevin Garnett. Hoy damos
recuerdo al día en que empezó a forjarse ese respeto.
Cuando Pau Gasol llegó a la NBA, las comparaciones con Kevin Garnett
-salvando las distancias, evidentes por aquel entonces- eran frecuentes debido,
mayormente, a la altura y movilidad del jugador español. Curiosamente,
Garnett era uno de esos jugadores a los que Gasol idolatraba por encima del
resto, uno de esos que durante muchos años habían decorado las paredes de su
habitación.
Las comparaciones entre ambos jugadores no le habían hecho ninguna
gracia a la lengua más larga de la liga, y Big Ticket se apresuró a dejar claro
al rookie cuál era su lugar en la mejor liga del mundo, dándole una calurosa
bienvenida en forma de aplauso en la cara mientras Pau guardaba silencio. Por
el momento.
El 6 de diciembre de ese mismo año, Grizzlies (equipo al que los Hawks
habían traspasado a Gasol a cambio del veterano Shareef Abdur-Rahim) y
Timberwolves se enfrentaban por segunda vez en la temporada. Garnett, con
una canasta a la media vuelta ponía el 52-76 en el marcador a falta de cuatro
5
minutos para acabar el tercer cuarto. “Garnett tiene algo con Gasol, ¿no?No sé
qué es pero se le nota, porque cuando anota Gasol él se la juega a la jugada
siguiente”, comentaba Antoni Daimiel sin adivinar que esas palabras se iban a
convertir en el prólogo de una jugada para la historia.
Pau recibe el balón cerca de la línea de fondo bien defendido por Garnett. El
español le pasa el balón a Buford mientras sale de la zona para ganar la posición
y algo de espacio. El balón vuelve a manos de Pau, que se gira y encara al de los
Wolves. Empieza el baile. “Ahí tenemos ese uno contra uno con Kevin Garnett”.
El ala pívot esconde el balón ante la pegajosa defensa de Garnett. “Ahí tienen
a Gasol, con ganas de jugársela”. Gasol pivota sobre su pie derecho y con una
rapidez inusual en un jugador de su envergadura bota el balón hacia la línea de
fondo. KG quiere reaccionar pero ya es demasiado tarde. Pau vuela por encima
de Garnett, aguanta las envestidas de Gary Trent y Nesterovic, que acuden a la
ayuda, y acaba colgado del aro. “Brrrrrrrr...¡Espectacular, Daimiel!¡Jugón!”. La
narración de Andrés Montes pone los pelos de punta.
Pau suelta el aro, mira fijamente a su ídolo, le choca el hombro, y se lleva
el dedo a la oreja. Kevin, con el gesto alicaído y la mirada perdida, asume su
derrota. La imagen de Wally Szczerbiak en la banda nos hace conscientes de
la barbaridad que acabamos de ver. Los comentaristas de la televisión de
Minnesota se rinden al español con un inolvidable: “Unos, dos, tres...¡Olé!¡Olé!”.
Los más de doce mil espectadores que esa noche llenan The Pyramid no pueden
dejar de aplaudir.
Hace unos años, al ser preguntado por el español, Kevin Garnett respondía lo
siguiente: “Pau Gasol es uno de los mejores pívots del mundo”. Respeto. Por fin
se cerraba el círculo.
Recordad esta fecha: 6 de diciembre de 2001, el día que empezó todo.

SKYHOOK
 Cinco Inicial
26
Hay lugares que tienen
una magia especial, que
recuerdan gestas, gritos,
decepciones. Son los

10 templos perdidos de las

canchas españolas. ¿Un
viaje a la nostalgia?
34
Un recorrido por la carrera Tyus Edney y ese Zalgiris
de uno de los grandes Kaunas a camino entre
mitos del baloncesto dos siglos cambiaron
Europeo. Desde su muchas cosas del
época en Partizan hasta baloncesto del Viejo
su trayectoria como Continiente a base de un
entrenador. Djordjevic. baloncesto atractivo y
desvergonzado.

38
6 Cuando a Paco Olmos las
cosas no le marcharon
bien en España, buscó en
su diccionario y encontró
una palabra señalada en
negrita: trabajo, trabajo y
más trabajo.

44 50
Hubo un tiempo para los Tony Allen no es un tipo
innovadores, y Joe Fulks normal. Extravagante, a
fue sin duda uno de los veces polémico, su forma
más destacados de su de cambiar partidos
tiempo. Recordamos al desde la defensa ya es
hombre que reinventó el parte de la historia de la
juego. NBA.

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 60
Probablemente no te

55 diste cuenta, pero el

pasado junio el tiempo
se detuvo un instante. 64
Lo que pudo ser y no fue. Y cambió la historia
Hubo una vez un trío de de unas finales para En plana lucha racial,
novatos que amenazaron siempre. hubo un equipo que
con dominar la liga decidió acabar con todos
juntos. El destino quiso los complejos y apostar
que lo hicieran cada uno por la igualdad, el deporte
por separado. y el futuro. Y la apuesta,
claro, fue ganadora.

80
¿Quién diablos es Bob
Huggins y por qué su
figura es verenada en
West Virginia? Viaje a 7
una de esas historias
NCAA con un trasfondo
maravilloso.

66 88
Charlar casi dos horas Quinta entrega de la
con Fotis Katsikaris da saga del club de Álamo.
para mucho. Uno de Tras la retirada de David
los mejores técnicos Robinson, el surgimiento
europeos de su de un nueva asociación
generación al habla. va a alargar el éxito de
Momento para escuchar. una franquicia...

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 SASHA
DJORDJEVIC
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 Genio desde
la cuna
E
Texto de Emilio Sánchez-Bolea @sanchezbolea
scribir sobre Sasha Djordjevic es algo que,
como mínimo, produce respeto. Casi ese
mismo al que uno se refiere cuando le dan
miedo los animales pero lo exterioriza con
un artificioso “me dan respeto”. La historia
que edifica su leyenda es tal que bien es
cierto que intimida dada su magnitud, tan grande como
el deseo que existía por dedicar un número de nuestra
revista a uno de los últimos genios yugoslavos que tanta
huella dejó en nuestro país y el Viejo Continente. Y
que sigue dejando, claro, aunque ahora de una manera
diferente.
Llegado al mundo como Aleksandar Djordjevic el
26 de agosto de 1967, la formación del próximo gran
base europeo tendría lugar, como la de tantos otros
baloncestistas serbios de postín, en las categorías
inferiores del Radnicki, de donde pretende saltar,
una vez se acerca el profesionalismo, al Estrella Roja,
recogiendo así las semillas que su padre Bratislav había
ido dejando por el camino, en dos de los clubes en
que entrenó. A decir verdad, todo el Radnicki pasaba
ser parte del Estrella Roja debido a los problemas
económicos de la entidad, pero eso no indicaba que todo
fuese a ser como antes.
De hecho, algo se torció. Poco importó ser hijo de
‘Bata’ Djordjevic, pues no convenció a los dirigentes
del Estrella Roja, que descartaron su incorporación por
una supuesta falta de nivel que, lícita o no, ‘obligaba’ a
Sasha cambiar franjas rojiblancas por el blanco y negro
partisano. El gran rival de la ciudad, una de las mayores
enemistades deportivas de Europa, acogía a un descarte
en edad juvenil que iba a cambiar el curso de la historia
del kosarka yugoslavo y del baloncesto continental. El
presente presenciaba ignorante el drástico cambio de
rumbo que acababa de dar su futuro.
Sin embargo, merece la historia mencionar que el
joven Sasha no cambiaba de barrio despechado por el
rechazo, y es que, a pesar de ser hijo del entrenador del
Estrella Roja, su corazón era más bien blanquinegro
por la influencia de su abuelo y aquellos 59 puntos con
que Simonovic ajusticia al Estrella Roja, que quedarían
grabados a fuego en su retina.
Era 1983, Djordjevic tenía 16 años, pelazo y un futuro
por delante en el que pocos parecían creer más que
él. Pocos, pero sí algunos, y ese es el caso de Borsilav
Dzakovic, quien le brinda la oportunidad de entrar en
dinámica con el primer equipo del KK Partizán desde su
misma llegada, con minutos de calidad ya en su segunda
temporada, aún siendo un barbilampiño menor de edad,
ahora bajo las órdenes de Zoran Slavnic, el mismo ídolo
con quien jugueteaba unos contra uno cuando ‘Moka’
había estado bajo las órdenes de papá Djordjevic en
Estrella Roja tiempo atrás. Un Slavnic que años después
de su retiro como entrenador volvía a la palestra para
analizar, a su manera, el problema de la Croacia actual
con un somero “no pueden ganar porque no tienen
hijos de puta”. Hijos de puta que antes sí tenían, como
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Drazen Petrovic, o de los que ahora Serbia gozaba y el
resto sufría, como Milos Teodosic y, cómo no, Sasha
Djordjevic.
Es poco conocido, pero la historia del baloncesto
estuvo cerca de volver a cambiar por el futuro de
un jugador aún ignorante de aquello que estaba
construyendo. Abierto el paso por algunos pioneros
como Kresimir Cosic –tal vez el mejor ejemplo en este
caso-, que había triunfado en la mormona Brigham
Young, la NCAA comenzaba a posicionarse como una
opción interesante para los jóvenes yugoslavos. No eran
pocos quienes se mostraban reticentes, y los argumentos
eran los que uno se puede imaginar tratándose de
Estados Unidos: poco rigor táctico, descuido por la
técnica individual, mucho músculo pero poco cerebro…
Pero aquello del gran sueño americano y una educación
universitaria en el país que hacía girar el mundo era
altamente tentador. Tanto, que Sasha Djordjevic llegó
a tener comprado un billete de avión que finalmente
no emplearía, como contaba a Juanan Hinojo, autor de
‘Sueños Robados’.
Su nombre empezaba a sonar fuerte entre las
fronteras yugoslavas, pero poco se conocía de aquel
base por el que ya más de uno se tiraba de los pelos
en el seno de Estrella Roja. Nos situamos en Bormio,
una pequeña de la Lombardia italiana que en el verano
de 1987 acogía el Mundial Juvenil de baloncesto.
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 Estados Unidos, como siempre, partía como favorita, riendas del equipo como primer entrenador.
pero una selección de jóvenes talentos yugoslavos Una plantilla en apariencia debilitada que pondría a
parecía preparada para su asalto al trono después de prueba el material de que estaban hechos los Djordjevic,
cuatro años de trabajo liderados por Svetislav Pesic, “el Danilovic, Rebraca y compañía. Pero, ¿hasta qué punto?
primero que tuvo huevos a presionar a toda a la pista. La trágica Guerra de los Balcanes había estallado ese
Y, además, haciéndolo también contra los americanos. mismo verano de 1991 –el mismo en que Yugoslavia
Eso te hacía crearte una sensación de superioridad”, a conquistaba el Eurobasket de Roma-, y pocas semanas
palabras del propio Djordjevic. Aunque por siempre antes del comienzo de la Copa de Europa, la FIBA
será recordado aquel escenario por el 11/12 en triple de prohibió al Partizán y otros clubes yugoslavos jugar en
Toni Kukoc ante Estados Unidos en el enfrentamiento su cancha debido al clima de inseguridad en la nación,
entre ambas selecciones antes de la final –donde también con tan solo seis días de margen para encontrar refugio
vencería la escuadra balcánica-, una vez llegado el en otro país. Milenko Savovic, que conocía España
momento de subir al escalafón más alto del
podio no era la pantera rosa quien recogía
honores en representación de su país, sino
Sasha Djordjevic. El genio de un campeón
estaba presente desde el que, para muchos,
era el primer momento. Aunque todo se había
venido gestando años antes. “¿Si pensábamos
que podíamos ganar a los americanos? (…)
Mira, no íbamos a perder”.
Después de años aguardando desde un
segundo plano su momento para dar al
Partizán el salto en competitividad que tanto
acusaba, estrellándose continuamente en las
semifinales de liga. Cambios en el banquillo
–llegada de Dusko Vujosevic- y en la plantilla,
reforzada con los lustrosos Vlade Divac y
Zarko Paspalj, la conquista de la ansiada
liga yugoslava de 1987. Superado el ogro
Petrovic, no se cantaría la misma victoria en
los años venideros ante la Jugoplastika de Split.
Volviendo a Sasha, su significativo aumento
12 de minutos llegaba en 1988, aunque en gran
parte por una circunstancia externa, como
la mili de Zeljko Obradovic, con quien cada
vez alcanzaba mayor equidad en la cantidad
de minutos disputados en cada partido, que
ahora recaen en su práctica totalidad sobre
su –por entonces- poderoso tronco inferior.
Eso sí, dos años más tarde –y una Copa Korac
con mítico pique con Petrovic por en medio-
es él quien encuentra forzado paréntesis en
su carrera baloncestística en beneficio de un
reclutamiento militar del que nulo provecho
iba a sacar el día de mañana.
Terminado el servicio militar, un Djordjevic que debido a su paso por Granada, inició gestiones y logró
no tocaba balón con regularidad en un año tuvo la que José Quintana –actual presidente del Baloncesto
oportunidad de enrolarse en los Celtics de Larry Bird y Fuenlabrada y por entonces alcalde socialista de la
compañía. Pero ese es otro capítulo. localidad- cediese el recién estrenado pabellón Fernando
Martín para acoger los partidos del Partizán en la
El Partizán de Fuenlabrada localidad del sur de Madrid, aún sin baloncesto de
primer nivel. También llegarían a España el Slobdna
A pesar de los brotes verdes de pocos años Dalmacija –A Coruña- y la Cibona de Zagreb –Puerto
atrás, Partizán parecía destinado a la penúltima Real-.
reconstrucción. Divac había dejado Europa por los Desde el primer momento saltó la chispa que generó
Lakers, Paspalj acudía la llamada de Ioannidis y su una fantástica química entre los jugadores serbios –y
Olympiakos –todavía con k- y otros nombres de peso el croata Ivo Nakic, único no serbio de la plantilla- y
también habían abandonado la disciplina belgradense. los ciudadanos fuenlabreños, que llenaron el Fernando
Por si fuera poco, su compañero en la posición de base, Martín en cada uno de los siete partidos que allí
Obradovic, debía asumir por petición expresa de su disputaría el Partizán. Aprendiendo español a base de
vicepresidente y leyenda Serbia, Dragan Kicanovic, las talones de bingo, la comunión llegó a tal punto que

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en el partido de la fase de grupos frente al Joventut de
Badalona –preludio de la final que estaba por llegar-, la
grada local apoyó fervientemente a los partisanos, para
sorpresa de equipos local y visitante. Partido ganado
–¿era un aviso?- también por un punto, 76-75, con dos
tiros libres de Zoran Stevanovic a falta de escasos tres
segundos para el final del partido. Antes, el Partizán
ya se había enfrentado como local a otro equipo
español, el Estudiantes, en el único partido en que no
saldrían victoriosos de Fuenlabrada, pero los ánimos
eran mayoritariamente para los madrileños, ya que la
cercanía facilitaba la congregación de fieles dementes,
así como otros locales que, hasta la fundación del
actual Baloncesto Fuenlabrada, tenían otros colores que

“Jugábamos
sentir.
“Jugábamos al baloncesto. Así era como defendíamos
nuestro país”. No era otra la manera de Sasha
Djordjevic de luchar que manteniendo vivas las

al baloncesto.
esperanzas deportivas de un pueblo que entendía el
baloncesto como única religión unificadora entre su
multiculturalidad. El aislamiento del conflicto bélico era
físico para los jugadores del Partizán, pero sus mentes

Así era como

y corazones seguían en Yugoslavia, donde cada uno de
ellos mantenía familiares y amigos de los que podían no
saber nada por siempre a la mañana siguiente sin previo
aviso.

defendíamos
Para la eliminatoria de cuartos de final, al mejor
de tres partidos, el ‘Partizán de Fuenlabrada’ recibía
permiso de la FIBA para volver a Belgrado a disputar la
eliminatoria por la Final Four en su emblemático Pionir.

nuestro país”. 13
Antes, despedida fuenlabreña con paliza por 99-65 ante
la Aris de un irreconocible Giannakis -3/12 en tiros de
campo- con 29 puntos de Danilovic y 16 de Djordjevic.
Sasha y los suyos estaban de vuelta a casa, con sus
familias y amigos, pero con Fuenlabrada en su corazón
–y parte de ella en la grada del Pionir-.
La renovada energía partisana y el empujón de jugar
ante el que sí era su público hizo deshacerse fácil en
el primer partido de la Virtus de Bolonia (78-65) –
eliminatoria al mejor de tres, jugando el primero en casa
del débil y los dos siguientes en la del fuerte-. Cederían
en Italia una vez, pero no dos, ganando el tercer y
decisorio partido de la serie 65-69, con cuarenta minutos
en pista de un Sasha Djordjevic insustituible durante
todo el partido, no sólo en los momentos calientes, y en
plenitud física. Aquel equipo de veinteañeros que había
sido empujado a refugiarse lejos de un país –el suyo- en
guerra y con el que nadie contaba se había colado en la
Final Four de Estambul, hito festejado como un título en
sí mismo.
Aquel Partizán de Belgrado gestado en Fuenlabrada
no dejaba de sorprender. La favorita Philips de Milán era
quien caía en semifinales con un partido sensacional de
Djordjevic, que otra vez es exprimido por Obradovic los
cuarenta minutos del partido para firmar 21 puntos para
el recuerdo en una clase maestra de cómo controlar un
partido pese a lo precoz de su carrera y su ímpetu por la
canasta.
En la final por la Copa de Europa, aquella que nadie
podía creer que aquel grupo estuviese disputando,
el ya conocido Montigalá Joventut, con quien había
protagonizado dos duelos de interés hasta el final,

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14

Autor: Adrián Martínez

@mcgradry

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cayendo por tres puntos en Badalona y ganando de
manera agónica en el partido de Fuenlabrada.
Un lanzamiento para la historia
A Sasha Djordjevic aún le quedaba toda su carrera
por escribir, pero aquel día la historia grabaría su
nombre para siempre entre los momentos más
memorables del baloncesto desde su invención.
Como los precedentes, aquel duelo en que uno de los
dos equipos ganaría la primera Copa de Europa de su
palmarés había transcurrido con igualdad y emoción.
Un toma y daca constante con los sentimientos a flor
de piel. Era un día para los grandes, y Djordjevic y
Danilovic lo sentían como suyo. Por bando verdinegro,
también Harold Pressley, Villacampa o Tomás Jofresa.
Con algo más de una posesión por delante, Jofresa
amasa la bola mientras transcurre el tiempo para dejar el
menor de los segundos posibles a su rival. El marcador
está empate. 68-68. En sus manos, la gloria o, en caso de
no encontrar objetivo, toda una prórroga por delante.
Con 15 segundos que caían a plomo del reloj, Jofresa
inicia el uno contra uno. Rebasa a Djordjevic –esa
defensa, ¿eh, Aíto?-, toma el centro de la zona, lanza
y, después de unos instantes de indecisión entre aro y
tablero, el balón decide entrar. 70-68. 8 segundos.
Pero entonces, Morales.
Juanan Morales, pívot del Joventut, está situado justo
debajo de la canasta en el momento en que el balón
lanzado por Jofresa decide entrar. Detrás suya –es decir,
más lejos de la línea de fondo para el saque-, Slavisa
Koprivica. Morales, en una acción totalmente ingenua y
como acto reflejo, coge el balón que le cae de las manos y
lo deposita en las manos de Koprivica, que rápidamente
pone un pie tras línea de fondo para sacar y pasar el
balón fugazmente a Djordjevic, ligeramente adelantado
a su derecha. Obcecado, Sasha sale como una exhalación
hacia campo rival. Había poco tiempo para pensar y
menos para ejecutar. Siguiéndole, Jofresa. A diferencia
de él, no intenta rebasarle. Simplemente llega al punto
desde donde quiere lanzar, en posición de 56 grados,
ejecuta una parada en un tiempo prodigiosa, se propulsa
para saltar de manera increíble –sus pies se sitúan por
encima de las rodillas de Jofresa- y, en el punto álgido
del salto, lanzar el balón.
“Toda la vida soñé con un momento como ese.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno… Cayéndome hacia
atrás y encestando”. Pero no se tiró hacia atrás. Fue
un lanzamiento perfecto, con el tronco superior y sus
hombros perfectamente encuadrados. Por supuesto,
entró. Al Joventut no le dio tiempo a intentar nada y, con
un 70-71 para la posteridad, aquel equipo de refugiados
serbios en Fuenlabrada que rondaban los veinte años de
edad, con un técnico debutante, habían sido campeones
de Europa. Djordjevic la había metido. Misericordioso
destino, la historia guardaría con piedad otra bala para
el Joventut.
Las reacciones inmediatas fueron las esperadas de
cualquier campeonato que culmina. Pero un abrazo fue
más especial que los demás. El de Predrag Danilovic,
con quien no se dirigió apenas la palabra en toda la
temporada. Aquel día metieron juntos 48 de los 71
puntos de su equipo. Ya saben, la victoria lo cura todo.
Djordjevic había anotado tal vez el tiro más significativo
de la historia del baloncesto, en un contexto que nadie
cabría ni imaginar.
- “Hola, papá”. – “Hijo mío….”. No hacían falta
palabras en la primera conversación telefónica entre
Aleksandar y Bratislav después de la primera Copa de
Europa del Partizán de Belgrado. Parecía que vendrían
más. Pero fue la única. Y nada indica que las vitrinas
vayan a acoger nuevos huéspedes próximamente.
Italia vio al mejor Djordjevic
Una vez logrado éxito de semejante magnitud a tal
precoz momento, era difícil que el destino mantuviese
a Danilovic y Djordjevic en el Partizán. Italia, que a
principios de los 90 acogía la probablemente mejor liga
doméstica de Europa y donde competían los clubes más
pudientes, echaba sus redes sobre la pareja. Pero por
separado. El alero iría a Bolonia, y el base, a Milán.
En Italia fue donde se vio al mejor Sasha Djordjevic,
en plenitud de facultades físicas al tiempo que con un
grado de madurez y conocimiento del juego que le
convertía en una bestia del baloncesto. Su instinto no
sólo seguía afinado como siempre, ahora contaba con
la capacidad para leer y reaccionar antes de la propia
situación del juego. Sus piernas penetraban en la zona
como cuchillo caliente en mantequilla, y su mejora
en el lanzamiento exterior le había convertido en el
base más completo y con mayor capacidad ofensiva
del continente. En Milán, con un ritmo de juego muy
veloz bajo la dirección de Mike D’Antoni, Djordjevic se
sintió a las mil maravillas. Como más tarde en Bolonia,
donde coincide por vez primera con un joven Sergio
Scariolo y toma mayor interés por el baloncesto desde el
15
banquillo.
Infame paso por la NBA después, ocho partidos que
colmaron su paciencia fueron los que permitieron su
entrada en España, un país muy importante en su vida
–tanto, que en 2003 consiguió la nacionalidad española-.
Aunque poco conocido es que, cuando le pide a su
agente la gestión del regreso a Europa, el club español
que más rápido se mueve es el Baloncesto Fuenlabrada
–ah, Fuenlabrada, allá donde gestó la Copa de Europa
del Partizán-, que ese mismo año ha comprado la plaza
ACB del Peñas Recreativas de Huesca y lucha por no
descender. Podía haber sido un buen lugar donde
relanzar su carrera, ya que con la temporada empezada
raro era el grande que no tenía bien cubierta la posición
de base. Allí habría sido entrenado por Martín Fariñas,
aunque a estas alturas de la historia resulta más
llamativo que su entrenador asistente habría sido Óscar
Quintana, con aún su trayectoria ACB por iniciar.
Pero Barcelona anduvo rápido antes de la decisión
final, y para allá que fue un Djordjevic que aleccionaría
a Navarro y Gasol a collejas si les pillaba fumando. Más
tarde a Madrid, donde coincidió con un Raül López al
que aconsejó quedarse en Europa en vez de ir a la NBA,
pero el de Vic desobedeció. Por eso y más se siente ahora
Sasha Djordjevic representado en Sergio Llull.
SKYHOOK
16

Texto de Jos

SKYHOOK
 madurez en España:
ángel y demonio
Fotografía: ACBPhoto
se Antonio Hernández Gálvez @jahernandez85
P
arecía un diablo que
había aterrizado de
otra galaxia. Y en cierta
forma lo era. En 1997
la NBA todavía seguía
considerándose un
mundo aparte, y cualquier elemento
que portara en su currículo el viejo
logo de Jerry West adquiría una
relevancia especial. Aunque fuera
un viejo conocido como Aleksandar
Djordjevic.
Hace veinte años que Sasha
aterrizó en Barcelona, y todavía
permanece en la memoria el súbito
impacto que ofreció. En su club,
en la competición, en los rivales...
Aquel Barcelona de Aíto estaba a
punto de descabalgar en su eterno
sueño de la corona europea, y
en la liga ACB las cosas no iban
mejor. Con el equipo clasificado en
novena posición, Aíto decidió que
era el momento de aprovechar la
oportunidad y devolver al genio al
lugar que le correspondía, tras los
meses efímeros de banquillo que
padecía en Portland.
Y sin embargo, el entrenador
madrileño no fue el primero en
tentar a Djordjevic en su aventura
española. Al sur de Madrid el
Baloncesto Fuenlabrada temía
con que su primera aventura en la
ACB acabara en desastre, y cuando
estaba claro que el yugoslavo no
continuaría en la liga americana
por mucho más tiempo, decidieron
lanzarse a por él. Al fin y al
cabo, el razonamiento no era tan
disparatado. Djordjevic conocía de
primera mano el nuevo pabellón
Fernando Martín tras su experiencia
un lustro atrás en lo que después
se conocería como el Partizán de
Fuenlabrada, y el club madrileño
jugaría esa carta -y 50 millones
de pesetas por lo que restaba de
temporada- para asaltar la banca por
un jugador de la élite europea.
Pero aquel sueño se acabó
justo cuando entró en escena el
Barcelona. El equipo vivía en una
permanente tempestad, con un
jugador importante cortado hace
escasas fechas - Andrei Fetissov, el
primer nuevo Kukoc de los muchos
que llegarían- y con problemas en la
posición de base, en la que el recién
fichado Rafa Jofresa no terminaba
de carburar. Aíto, en un movimiento
que se reveló extraño para lo que era
y sería su carrera y filosofía, aceptó
en aquella ocasión el camino más
fácil y sacó el talonario para fichar a
la estrella.
Y realmente, aquello resultó.
El Barça cambió radicalmente su
rumbo y llegó a la Copa del Rey de
17
León con un Djordjevic inmaculado.
Aquel equipo timorato no había
vuelto a perder desde que aquel
genio, rapado e insolente, había
tomado el timón del barco.
Ese partido de cuartos de final
de la Copa del Rey de 1997 entre
el Real Madrid y el Barcelona es
para muchos una de las mejores
eliminatorias de la historia de la
competición. Vendido por la prensa
del momento como un duelo entre
las grandes estrellas de cada equipo
-Djordjevic y Bodiroga-, y sazonado
con dos entrenadores de carácter
en la banda -Aíto y Obradovic-
realmente aquel partido ofrecía
una constelación de estrellas pocas
veces vista en la ACB. Para darnos
cuenta del calibre del asunto, el
quinteto del Barça contaba con tipos
como Karnisovas, Esteller o Mustaf
ejerciendo de gregarios, mientras en
el Real Madrid Arlauckas o Herreros
no eran la referencia principal de
su equipo. Y sin embargo, y pese
al polvo galáctico concentrado,
SKYHOOK
 Djordjevic fue el que acaparó todas las miradas en el
momento crucial. Pese a no estar demasiado acertado
en la primera parte, salvó al Barcelona del precipicio
con un sensacional triple a poco más un minuto para
el final, y tres tiros libres en la jugada siguiente, que
contribuyeron a llevar a la prórroga un partido que
se teñía irremediablemente de blanco. Aquel partido

Su relación con de cuartos tuvo otra prolongación más, y en ambas

resultó decisivo Sasha, que dejaría una jugada para el
recuerdo cuando engañó con una finta a Antúnez para

Aíto casi siempre

clavar un triple fundamental. Djordjevic llevaba un
mes en España, pero ya no había ni un solo aficionado
al baloncesto en nuestro país que no lo conociese tras
aquel mítico partido.

fue tensa, Dos gallos en el mismo corral

con un punto
Aquella Copa no fue para el Barcelona, apeado tras
caer derrotado ante el Cáceres de José Antonio Paraíso
y Michael Ansley, presos del cansancio de los cuartos y
un evidente exceso de confianza. Pero tampoco importó

culminante. demasiado. El objetivo de aquel grupo era romper una

maldición y levantar de una vez la maldita y ansiada
Euroliga. León era solo una estación del camino,

la final four en
mientras que Roma era la tierra prometida. La meta
para que el Barcelona y Aíto García Reneses habían
contratado a Sasha Djordjevic.
Y a la meta se llegó. El Barcelona recondujo el errático

roma de 1997 primer tramo de la competición y alcanzó los octavos

de final ante el débil Alba de Berlín, que apenas puso
oposición. Bien distinto fue el cruce de cuartos ante el

18 en la que rivers
poderoso Teamsystem de Bolonia, una lujosa escuadra
comandada por el escolta Carlton Myers. Los italianos,
conocedores a la perfección del juego del base yugoslavo,
propusieron un ritmo bajo de juego en el primer

pasa por encima partido y una defensa rayando la violencia que atascó al
Barcelona. El primer partido se quedaba en Italia.
El segundo asalto en el Palau se convirtió en todo

de sasha.
un drama, con un Barcelona malgastando los veinte
puntos de ventaja con los que llegó al descanso
para acabar esquivando la prórroga de milagro –los
árbitros anularon un palmeo aparentemente legal al
nacionalizado italiano Gay-. Ese, en el que Djordjevic
ofreció un gran nivel, a la postre decidió la eliminatoria,
ya que en el tercero los italianos prácticamente ni
comparecieron, en gran parte gracias a la fabulosa
defensa que Esteller practicó a Myers y que colapsó el
ataque boloñés. La gran cita había llegado. Roma era
real.
El ASVEL francés no parecía un gran nombre para
unas semifinales europeas, y aunque el partido no se
rompió en ningún momento, el Barcelona dio una clara
sensación de superioridad durante los cuarenta minutos.
Djordjevic estuvo a su nivel esperado -17 puntos- y
cumplieron el trámite. Demasiado sencillo para ser real.
Demasiadas malas experiencias como para creer en la
suerte. Ni con aquel genio yugoslavo se podría romper la
maldición. En la final esperaba Olympiakos.
Aquel partido de Olympiakos remitía inevitablemente
al que hace un año había perdido el Barcelona ante
otro equipo griego, el PAO, con el famoso tapón a
Montero y la consiguiente traumatización de toda

SKYHOOK
una generación culé. La etiqueta de equipo perdedor
pesaba más que nunca y pronto se haría patente. Los
viejos fantasmas se reencarnaron esta vez en la figura de
David Rivers. El base del Olympiakos destrozó al equipo
catalán tornando el sueño en una pesadilla demasiado
reconocible, y Djordjevic vivió una de sus peores noches
como profesional. Superado y anulado – anotaría solo
6 puntos- , acabaría exorcizando demonios delante de
un micrófono, culpando de la debacle a Reneses y su
planteamiento de juego. Tres meses después, Aíto, -pese
a ganarle la ACB al Madrid con el factor cancha en
contra-, ya no era primer entrenador del Barcelona.
Pero la pesadilla no concluyó en Roma. La sigui¬ente
temporada las cosas irían a peor para Djorjevic. Tras
conquistar el oro con Yugoslavia, el jugador bajó su
tensión competitiva, en parte por una autogestión
evidente –ya contaba con treinta años- y en parte por
su particular relación con los entrenadores de aquel
curso 97-98 –Comas no pudo ni con el entorno ni con
los jugadores, y Manolo Flores era simplemente una
figura de transición-. El equipo cayó rápidamente en
la Euroliga ante el CSKA de Moscú, y en la ACB sería
arrasado por el Taugrés (3-0) en semifinales. De repente,
y como una especie de déjà vu baloncestístico, Aíto
firmaba su vuelta al banquillo azulgrana. Justo un año
después de la famosa rajada de Sasha.
El tercer capítulo del yugoslavo en el Barcelona
no tuvo un buen presagio. El base era operado de la
rodilla derecha, una intervención que puso en peligro
su participación en el Mundial de Grecia, y que
condicionaría el resto de su carrera.
El objetivo de aquella temporada con el Barcelona
era sensiblemente inferior a la de las dos primeras.
Fuera de la Euroliga, ganar la Korac y recuperar el
dominio doméstico eran los desafíos de un equipo que
había contratado a Nacho Rodríguez y a la flamante
estrella serbia Milan Gurovic. Además, comenzaban
a asomar la cabeza dos jóvenes jugadores que irían
cobrando protagonismo en las siguientes temporadas
del club catalán: Juan Carlos Navarro y Pau Gasol,
que impresionaría a Djordjevic con su agilidad y
coordinación –“es lo más parecido a Kukoc que he
visto”-. El yugoslavo, convertido ya en un veterano,
acogería en su regazo a ambos juveniles tal y como
reconocería años después “Cuando le veía fumando
con Navarro –a Gasol-, les daba algunas collejas y les
decía que allá ellos si querían echar al traste su carrera
deportiva por una tontería”.
La temporada marchó razonablemente bien, sobre
todo tras levantar el trofeo europeo en una remontada
épica ante Estudiantes, con un Palau embrujado y un
Djordjevic sensacional -18 puntos- que dieron lustre a
un título aparentemente menor. En la ACB, la temprana
caída del Real Madrid allanó el terreno a un Barcelona
que no perdió un solo encuentro en las series por el
título y que acabaría levantando el trofeo de campeón
tras derrotar al sorprendente Caja San Fernando en
Sevilla, por 56 a 60. Aquel 25 de mayo de 1999 Sasha
Djordjevic jugó su último partido con el Barcelona.
Un puente aéreo con sabor a venganza
La venganza de Aíto García Reneses llegó tarde,
pero no falló a su cita. Unas negociaciones destinadas
al fracaso, y unas tibias declaraciones del entrenador
madrileño -“necesitamos un base más alto”- es todo lo
que quedó de testimonio de aquellos meses. El ídolo
del Pa¬lau había desaparecido de la noche a la mañana,
enterrado por el enésimo proyecto en busca del cetro
europeo, y el nombre de Djordjevic quedó relegado a un
segundo plano. Al menos hasta el mes de septiembre.
El 20 de septiembre de 1999 el Real Madrid dio
un giro radical a su recién comenzada temporada
anunciando la contratación del yugoslavo. Si bien las
negociaciones se habían iniciado mucho antes, hasta que
Djordjevic no aceptó una importante reducción de sus
emolumentos –y descartó totalmente la opción NBA- la
posibilidad de ver a Sasha de blanco parecía imposible.
Sin embargo, una conversación con Scariolo, entonces
técnico del Madrid, y con el que había coincidido en
su periplo italiano, terminó de cerrar el acuerdo. La
ven¬ganza estaba en marcha.
La noticia tuvo un alcance de impacto. Aunque
era una opinión reconocida que el base estaba en
claro declive, seguía siendo un jugador muy querido
en Barcelona, y parte del entorno entró en pánico al
conocerse la contratación del jugador. Aíto tuvo que
sacar de nuevo el látigo en rueda de prensa: “A mucha
gente en el entorno barcelonista le gusta destacar a
aquellos jugadores ausentes, a los que nos están más que
a los que están, como ya ocurrió en otros casos similares
en el pasado”. El morbo de ver a Djordjevic vestido
con la camiseta del gran rival fue una de las imágenes
de aquella temporada, pero desde luego no la más
impactante.
19
El pico más alto de aquella temporada 1999-2000
pasaría a la historia de la liga ACB, y sucedió segundos
después de que el Real Madrid conquistara el título
en el quinto encuentro, disputado en el Palau, y el
yugoslavo retornara a la pista una vez acabado el choque
para levantar el dedo índice justo encima del escudo
barcelonista, instantes antes de que su excompañero
Nacho Rodríguez le sacara a empujones de allí, lo que
fue el prólogo de una tremenda trifulca y el final de una
amistad. Años después Djordjevic sigue insistiendo en
el error que cometió Rodríguez al empujarle, ya que el
base -siempre según su versión- hizo lo mismo cuando
ganó su primera liga en la cancha del Real Madrid.
Sin embargo, nadie ha visto una imagen de aquello,
mientras que sus saltos sobre el escudo blaugrana, en un
claro mensaje envenado a su extécnico, son patrimonio
histórico de la memoria cualquier aficionado.
Ese quinto partido fue el canto de cisne de la carrera
de Sasha, que vería cómo cada vez su cuerpo le señalaba
con más insistencia el final del camino. Aquellos
dos años más en el Real Madrid, oscurecidos por la
ex¬plosión de Pau Gasol y la incapacidad de los blancos
por competir de una forma real, nos dejó el progresivo
desvanecimiento de una estrella que intentó transmitir
parte de su juego al prometedor base Raül López,
llamado a sucederle en el club blanco antes de volar
hacía la NBA.
SKYHOOK
 “Good job, Sasha,
good job”
Texto de Jose Antonio Hernández Gálvez | Imágenes de NBA

A
quel era el partido número cinco de
Aleksandar Djordjevic en la NBA. Y
esas palabras de ánimo que recibía del
cuerpo técnico, de sus compañeros, le
estaban sacando de quicio. A él, un tipo
acostumbrado a levantar títulos, a ser
la estrella de su equipo, el foco de todas las miradas,
aquella noche en el McNichols Sports Arena de Denver
le estaban dado la enhorabuena por haber tocado un par
de veces la bola durante los míseros cuatro minutos de
juego de los que dispuso.
No pudo aguantar ni un día más. Aquella noche
llamó a su agente y no se anduvo con rodeos: “Si hay
20 una posibilidad de volver a Europa, nos vamos”. Pocas
semanas después estaba entrenado en Barcelona bajo las
órdenes de Aíto García Reneses.
Djordjevic llegó a los Portland Trail Blazers el verano
de 1996, después de prácticamente un lustro demostran-
do en Partizán y en Italia que era el mejor base de Eu-
ropa. Durante años había sido tentado con dar el salto,
y el espejo de su excompañero Predrag Danilovic, con
una carrera NBA plenamente asentada en Miami Heat,
casi había mudado el reto en obligación, como si dar el
salto fuera el único camino para un jugador que parecía
quedarse sin retos en el Viejo Continente.
Ese verano de 1996 fue el episodio final de una
relación, la del yugoslavo con la NBA, que había comen-
zado mucho antes, en las ligas de verano de los Boston
Celtics de 1990. Por aquella época la franquicia de Mas-
sachusetts ya tenía claro que el brillo de los años ochenta
se apagaba y tocaría, una vez más, reinventarse. Mientras
Larry Bird y compañía apuraban su últimos coletazos
de gloria, en las oficinas de los verdes se amontonaban
cintas de vídeo VHS recopilando minutos de juego de
las mejores estrellas europeas de comienzos de la déca-
da. El éxito que había supuesto la contratación de Vlade
Divac por parte de los Lakers demostraba que muchos
de aquellos amateurs tenían el talento para jugar entre
profesionales, en lo que era la constatación de un hecho
que cada día se hacía más palpable: las fronteras habían
caído.
La decisión que pudo cambiarlo todo

SKYHOOK
 Aquel verano de 1990 Sasha estaba muy lejos de su
mejor momento. Un año en el férreo servicio militar yu-
goslavo de principios de los noventa no parece la mejor
forma de romper una barrera como la de un base blanco
y europeo en la NBA, y el jugador lo acusó durante esas
semanas. Si ya fue una sorpresa el ofrecimiento de los
Celtics, aún más fueron los minutos con los que contó
durante aquellos días, aunque su juego no fuese, ni de
lejos, del nivel que Djordjevic podía ofrecer.
El yugoslavo se quedó fuera como último descarte
-finalmente la plaza sería para un jugador con más ex-
periencia en la NBA, Charles Smith- y Djorjevic volvería
a Europa. Queda la incógnita de qué papel podría haber
desarrollado el base en aquel equipo en declive, que
prácticamente se dedicó a despedir a mitos durante las
siguientes temporadas y a comenzar una inacabable
travesía por el desierto.
El siguiente tren de la NBA para Djordjevic pasaría
seis años después. Tras rechazar cada verano ofertas para
volver a probar en la liga americana, tras los Juegos de
Atlanta en los que consiguió una plata con Yugoslavia
al base se le abrieron dos vías muy claras para efectuar
su desembarco de una vez por todas. Por un lado tenía
la oferta de los Atlanta Hawks, entrenados por Lenny
Wilkens, que había hablado muy bien del yugoslavo
tras los Juegos -Wilkens era el seleccionador USA en
aquellos Juegos- y que recomendó personalmente su
fichaje.
La otra opción era quizá la que más interesó en un
primer momento a Djordjevic: los Portland Trail Blaz-
ers. El motivo de esa supuesta preferencia era la posib-
ilidad real de disponer de minutos como segundo base,
algo que parece ser le prometió el entrenador de los
Blazers, P. J. Carlesimo, en la entrevista que tuvo con el
jugador durante los Juegos. En ella le aseguró que sería
el primer recambio en la rotación para Kenny Anderson,
el base titular que habían contratado los Blazers como
agente libre unas semanas antes.
Lo que probablemente Carlesimo nunca contó a
Sasha es que su plan era que Anderson jugara casi 38
minutos por noche aquel año. Además, ese rol de primer
suplente nunca fue real, cuando en la mayoría de las oc-
asiones era el correcto Aaron McKie el que entraba antes
en la rotación gracias a su perfil más defensivo. Con este
panorama, y tras jugar sólo ocho partidos durante el
tramo inicial de la temporada, Djordjevic pidió la baja
a la franquicia y regresó a Europa, donde además de un
sueldo netamente superior -en los Blazers cobraba el
21
salario mínimo, unos 247.000 dólares, mientras en Bar-
celona superaría los tres millones-, pronto recuperaría el
estatus de estrella, tal y como demostraría en la Copa del
Rey celebrada en León, donde fue clave para derrotar al
Real Madrid 115-110 en uno de los mejores partidos de
la historia de este torneo.
Ese fue el final de la experiencia NBA de Djordjevic,
que nunca quiso saber nada de una tercera oportunidad,
y que dejaría -además de unos tristes promedios de 3’1
puntos y 0’6 asistencias en ocho partidos- la pregunta
sobre si su historia en la mejor liga del planeta hubiese
sido distinta de aceptar la oferta de los Hawks y Lenny
Wilkens, alguien que conocía mucho mejor la capacidad
de un jugador que pocos días después de volver a Euro-
pa era protagonista de un artículo en el New York Times
titulado “La NBA pierde a la gran estrella serbia”.
SKYHOOK
22

SKYHOOK
 La leyenda
continúa
en el
banquillo
Texto de Emilio Sánchez-Bolea @sanchezbolea
¿Superará el Sasha Djordjevic entrenador a su
pasado como jugador? La pregunta está en el aire.
Y la resolución, en marcha.
Con el paso de los años, el genial base de
Belgrado había perdido la frescura de sus
penetraciones de antaño en favor de una amplia
carta de tiro desde la larga distancia. Sus piernas
flaqueaban como para seguir siendo el mismo
jugador eléctrico y potente que se aventuraba a
la pintura como animal descarriado, así que la
reinvención y supervivencia pasaban por afinar
la muñeca desde fuera y, sobre todo, jugar más
con el cerebro que con los pulmones. Parecía así
obligatorio que, si había cambiado acrobacias en la
zona por lanzamientos desde más allá del arco, el
siguiente paso debía seguir siendo alejarse del aro,
pero esta vez de manera lateral.
Sin embargo, y aunque parecía destinado a
los banquillos porque era imposible imaginar
desmedida pasión por el baloncesto sin dar ese
paso natural, no deja de ser curioso que, quien
ahora instruye como maestro a la nueva gran
generación de jugadores serbios y trata de hacer
grande al Bayern de Múnich, no fuese el jugador
más entrenable del mundo. Un “cabrón sin
maldad”, como se define en la relación que tenía
con sus entrenadores como jugador, no todos
a quienes tocó la tarea de dirigir a uno de los
jugadores con mayor genio de Europa salieron bien
parados.
En España es sobre todo conocido su cisma
con Aíto, quien decide prescindir del yugoslavo
después de conseguir su segunda liga ACB en
común en tres temporadas amparado en que el
Barça necesitaba “un base más alto” –su recambio
es Anthony Goldwire, de mismos 1’88 metros de
altura-. Era una época en que Aíto no consentía
el más mínimo conato de insubordinación de sus
jugadores, y los menos sumisos como Djordjevic
no necesitaban de mucho para entrar en rebeldía.
Su reivindicativa venganza, un año después con
la histórica imagen de dedos índices en alto en el
centro del Palau, con la camiseta del Real Madrid,
mientras Nacho Rodríguez le echa a empujones.
Uno cuestionaba su defensa, el otro su rigor táctico.
Eran cosas suyas.
A Barcelona llegó de la NBA, donde tampoco
fue muy allá su relación con P.J. Carlesimo,
entrenador de los Blazers, quien le había prometido
ser segundo base y una cantidad de al menos
quince minutos por partido. Tras ocho encuentros
con rol residual, Djordjevic no tuvo paciencia para
más.
Pero especialmente tensa fue su relación con
Dusan Ivkovic, envuelta en rumores de veto en
la selección yugoslava que venían de tiempo y
enredos atrás con su padre y demás figuras del
baloncesto balcánico de por medio, como un
Drazen Petrovic con el que se las tuvo más que
tiesas a finales de los 80, especialmente en la final
de la Korac de 1989-. La relación con Ivkovic en
los últimos años resulta divertida, con multitud
de pullas, y no exenta de morbo, habiendo llevado
hoy Djordjevic a Serbia al respeto internacional
que Ivkovic sólo atinó a arañar para volver a perder
rápidamente.
La transición a entrenador
Uno de los entrenadores con quien sí congenió
Djordjevic fue el italiano Sergio Scariolo, quien le
convence de volver a unir sus caminos en el Real
Madrid después de ser descartado por Aíto en
Barcelona para sustituir a Keith Jennings. Antes, ya
23
habían coincidido por primera vez en la Fortitudo
de Bolonia de manera previa al impasse NBA,
cuando un Sasha en edad madura –estuvo allí de
los 27 a los 29 años- empieza a sentir el gusanillo
de ser entrenador, atraído por el magnetismo de su
joven entrenador, sólo seis años mayor que él y con
quien había logrado empatizar pese al escepticismo
inicial.
Sería en Bolonia donde Djordjevic sentía la
llamada de la naturaleza –no era el primer gran
competidor yugoslavo en pasar de la pista al
banquillo y su padre había sido entrenador-, pero
es en Madrid donde Scariolo le tomará como una
especie de jugador-entrenador auxiliar, ampliando
la formación del serbio para el reto que le esperaba
después de colgar las botas, algo que ya debía llegar
más pronto que tarde.
Una vez acabada oficialmente su carrera
como jugador de baloncesto, a los 38 años y unas
limitaciones físicas que –ahora sí- limitaban
su capacidad defensiva y hasta la de atarse las
cordoneras, Sasha cambiaba de manera casi
inmediata pantalones cortos y coderas por traje y
pizarra. Lo hacía en Milán, un club donde había
militado hacía más de diez años atrás, entonces
equipado por Philips y que ahora vestía de
Armani.
SKYHOOK
 La oportunidad cogía por sorpresa al mundo del
baloncesto y, aunque sea difícil escucharle reconocerlo,
en parte a él también. Su gran ambición era tomar
los mandos de la selección de su país, en pleno y
prometedor relevo generacional, y ya se había postulado
para ello. Pero el baloncesto de clubes es diferente al de
selecciones.
Era la temporada 2006/07, el equipo que hacía año y
medio había dejado en la final de la Lega italiana hacía
el ridículo por Europa bajo la directriz de Lino Lardo y,
prácticamente perdidas las opciones de acceder al Top
16, poco había que perder. El único deber milanés era
recuperar el orgullo propio y la ilusión de su afición.
Para recuperar el orgullo perdido era necesario carácter,
y para sentir la ilusión había que partir de la pasión por
el baloncesto. La decisión, un win-win de manual: Sasha
Djordjevic. Técnico debutante, nada que perder en una
temporada que ya era decepcionante y expectación
desatada.
En Milán duraría esa media temporada y otra más,
alcanzando semifinales de Coppa y Lega italianas, pero
no alzando título en ninguna, por lo que ahí acaba su
primera experiencia como entrenador de un equipo
al que había devuelto amor propio pero al que faltaba
algo más que coraje en los momentos delicados. Tras un
tiempo apartado de los banquillos sería de nuevo Italia
quien le diese una segunda oportunidad, y en 2011
acepta el desafío de dirigir a una Benetton de Treviso
venida a menos y de donde salía Jasmin Repesa, de
vuelta a la Cibona de Zagreb.
Sin embargo, la suerte sigue sin estar de su lado, pues
en Treviso quedaba poco baloncesto que ver, al igual que
en más de media Italia, y antes de que estalle el desastre
24 y el club se recicle como una asociación de baloncesto
juvenil, Djordjevic recibe la invitación de George
Karl para unirse al staff técnico de Denver Nuggets y
enriquecer su formación con las rutinas de trabajo NBA.
Un gran entrenador estaba en construcción y ya andaba
en el radar de los más grandes.
Llamada a filas en Serbia
Cuando le fue propuesto el puesto, la misión estaba
clara: hacer grande a Serbia de nuevo sin desfallecer
a medio camino, como le había pasado a Ivkovic. Al
igual que a su sucesor, a sus manos llegaba la enésima
hornada de jóvenes talentos serbios en que estaban
depositadas las esperanzas de todo un pueblo devoto del
baloncesto.
Ivkovic había destapado los brotes verdes apreciados
en 2009, cuando una Serbia de sólo 22’5 años de edad
media se colgaba la medalla de plata en el Eurobasket
de Polonia. Parecían de vuelta y por mucho tiempo,
tanto que era como si en el Mundial de Turquía 2010
retrocediésemos veinte años atrás en el tiempo con
aquel triple desde diez metros de Milos Teodosic que
cercenaba a España para mandarnos a casa en los otrora
malditos cuartos de final. Y de paso, retirar a Garbajosa
del combinado nacional. Debieron avanzar hasta otro
partido por el oro, pero una canasta del turco Kerem
Tunçeri que no debió valer –pisó fuera antes de anotar-
les privó de ello, no rascando tampoco el bronce en una
SKYHOOK
derrota clara ante Lituania.
A la decepción mundialista le seguiría el ridículo del
Eurobasket de 2011 –octavo puesto-, no entrando ni
tan si quiera el Preolímpico y diciendo así adiós a toda
posibilidad de volver a los Juegos Olímpicos en 2012,
cita que a la que ya faltaron en 2008. Eso en Serbia pesa.
Y mucho. Por si no había quedado claro que el modelo
vigente estaba obsoleto, el Eurobasket 2013 daba más
pistas. Después de finalizar y primera y segunda fase
como primera clasificada de sus respectivos grupos,
estrépito en forma de venganza española. 60-90 en
cuartos de final y fuera de la lucha por las medallas.
Dusan Ivkovic era un entrenador que siempre
había sabido reciclarse baloncestísticamente a todo
aquello que el juego precisaba. Posiblemente el mejor
entrenador europeo a la hora de preparar un partido,
donde no había sabido adaptarse a los tiempos que
corren es en sus métodos disciplinarios. En los 80 estaba
más que aceptado que un entrenador dirigiese con mano
de hierro y tiranía a unos jugadores que no necesitan
preguntarse el por qué de nada que saliese de boca de
su entrenador. Pero eso ya no es así. A los jóvenes del
siglo XXI es preciso hacerles creer en tu palabra, y esa
empatía era carente en el veterano entrenador serbio.
Lo que de inicio era respeto y obediencia se había
convertido en pereza y hastío. Ahora creen en Sasha
y, sobre todo, en ellos mismos, uno de los principales
objetivos del actual seleccionador.
Así pues, lo buscado en el perfil del nuevo
seleccionador estaba claro. Debía devolver carácter
y orgullo al país de águila bicéfala, empatizar con los
jóvenes al tiempo que mantenerse en lo alto de la cadena
de mando y, sobre todo, transmitir. Sasha Djordjevic era
perfecto. La generación que caía a su cargo había crecido
idolatrando a uno de los mejores bases de la historia
de Europa y que iban a creer ciegamente en él desde el
mismo primer momento.
Ahora, Djordjevic vive su gran sueño. Es el
seleccionador absoluto de su país, Serbia, a quien ha
devuelto a la primera línea de combinados nacionales
con un método muy propio, obteniendo por el trayecto
el respeto internacional que como entrenador se le
resistía.
Subcampeón dos veces ante Estados Unidos,
primero en el Mundial de España 2014 y después en
los Juegos de Río 2016, en ambos torneos entró en las
eliminatorias por el título como último clasificado de
su grupo de primera fase. En el Mundial se desharía
sorprendentemente de la invicta Grecia primero y
luego de la favorita Francia para llegar a la final, y en los
Juegos acabaría primero con su hermana Croacia –que
parecía llegar en mucho mejor estado de forma- y luego
de manera contundente con Australia (61-87), que antes
había despertado el aplauso de propios y extraños por
un espectacular juego que ahora era asfixiado: 14 puntos
en la primera parte y partido sentenciado cuando once
días antes el mismo equipo oceánico le había ganado
metiendo 95 puntos. “Defensivamente el mejor partido
de Serbia en nuestra historia”. Djordjevic no sólo era un
motivador, también un estratega. Siempre de menos a
más.
Entre los grandes méritos de Sasha Djordjevic se
encuentran no sólo los resultados, que son si acaso el
fruto del trabajo realizado, sino también el crecimiento
de un jugador muy especial que parecía estancado:
Milos Teodosic. El último gran icono serbio venía
siendo conocido por su difícil carácter y tendencia a
la disolución cuando el balón más quemaba. Tampoco
era el mejor compañero y la etiqueta de líder siempre
le había venido grande. Bajo la guía de uno de sus
grandes ídolos, todo cambiaría. Líder indiscutible de
la generación serbia que sí parece haber llegado para
quedarse, es él quien ahora mantiene unido al grupo y
juega las bolas calientes. Pero, sobre todo, ha dado ese
gran paso adelante que le ha hecho saltar de buen a gran
jugador, de perdedor a ganador. En Moscú no pueden
estar más agradecidos a Sasha.
Otro de los grandes beneficiados por el acuno del
seleccionador fue Miroslav Raduljica. Presente en la
plata de 2009, no volvería a vestir la camiseta serbia
hasta la marcha de Ivkovic como seleccionador.
Despechado por no haber contado con él para el
Mundial de 2010, mandó a paseo su convocatoria de
2011 alegando tener que recuperarse de sus lesiones,
por consejo de su club, Efes. Ivkovic respondería que ese
desplante no podía ser aceptado sin un informe médico
por parte de la federación que avalase la necesidad
de su descanso. Raduljica acabaría diciendo que no
volvería al equipo nacional mientras Ivkovic estuviese
al frente, y éste lo mismo pero desde su posición de
seleccionador.
Siete pies más propio del baloncesto antiguo –si
salvamos la barba hípster y los tatuajes-, corpulento
y de movimiento de espaldas al aro, Raduljica, como
pívot que es, tardó más en madurar que el resto. Se vio
seducido por el interés de un grande como el Efes a
temprana edad, que se hartaría de cederle de un lado
a otro hasta un prematuro salto a la NBA que, para
sorpresa de nadie, no saldría bien. Con mal cartel en
Europa y sin nivel para NBA, China sería su destino
en 2014, de donde Djordjevic le rescataría para dar a
conocer al baloncesto FIBA un nuevo gran pívot en
el Mundial de España, asentado hoy como jugador de
Euroliga.
Eso sí, no todos los precoces talentos serbios han
salido bien parados. Que se lo digan a Vladimir Micov,
que en el verano de 2014 contaba con 29 años –tercer
jugador de más edad de la plantilla- y era jugador del
CSKA de Moscú. Osó discutir a gritos con Djordjevic en
pleno partido de preparación para el Mundial, y éste le
echó del partido y de la convocatoria. Y no ha vuelto.
Cuando llegó al cargo de seleccionador serbio, los
más desconfiados dudaban de su poco bagaje como
entrenador, pero lo cierto es que Djordjevic había
pasado por muchos de los grandes maestros de Europa:
Obradovic, Cosic, Pesic, D’Antoni, Scariolo… También
Ivkovic. Y Aíto. “Los entrenadores están todos locos,
menos yo”, decía a El Mundo hace dos años.
A por el éxito en baloncesto de clubes
Actual entrenador del Bayern de Múnich, en
Alemania ha encontrado la tranquilidad necesaria para
desarrollar un proyecto con la paciencia y mimbres
necesarios. Fuera de la esnobista Euroliga de hoy día,
Djordjevic tiene la misión de devolver más pronto que
tarde la ambiciosa sección de baloncesto emanada del
histórico club de fútbol, que hace poco más de cinco
años decidió apostar fuerte por eso del balón naranja
y la canasta. Su llegada a Múnich no fue casualidad:
el general manager del club es Marko Pesic, hijo de
Svetislav, uno de sus maestros y de quien toma el relevo
en el banquillo alemán.
Firme candidato a ganar la EuroCup, ha tenido
que dar un paso atrás para dar dos adelante en su
carrera como entrenador. Hasta la cosmopolita ciudad
alemana llegó procedente del más laureado club griego,
el Panathinaikos, con el honor de dirigir la última
temporada como profesional de Dimitris Diamantidis.
Sin embargo, no salió bien. Después de ser barrido
en los cuartos de final de acceso a la Final Four por el
Baskonia, el presidente con complejo de decapitador
Giannakopoulos.
Antes de llegar al club ateniense, su caché se había
disparado después de la exitosa medalla de plata de
2014. Rápidamente, fue objeto de rumor para todo
grande de Europa en el que hubiese un entrenador
mínimamente en entredicho. Los dos que más sonaron,
Real Madrid y Olympiacos, cotilleos que él mismo se
encargó de aplacar “porque soy una persona seria y no
quería crear molestias”. Entre sus deseos estaba saltar a
un grande, momento que no vio claro hasta la llamada
de Panathinaikos. El último verano también sonó para
el Barcelona –habría tenido su aquel-, pero la nueva
directiva blaugrana se decantó por Bartzokas.
Entre sus más ambiciosos deseos como entrenador se
encuentra el de dirigir en España, aspiración que deberá
posponerse, parece, al menos unos cuantos años más, ya
que la ACB –de manera justa o no, pero sí impopular-
25
impide entrenar a un equipo de la máxima competición
española al mismo que ser seleccionador nacional, y su
contrato como seleccionador serbio se extiende hasta
2019.
Copiar de uno es plagio; de dos, investigación
Sasha Djordjevic tiene clara su filosofía como
entrenador. Su mayor obsesión es hacer creer a los
jugadores en sí mismos y en él, ya que sin esa confianza
es imposible progresar y alcanzar objetivos, aplicar un
estilo de juego adaptado a los jugadores de que dispone,
morder en defensa y ser vertical en ataque.
Y copiar. Copiar de los mejores. No se corta en
reconocerlo, porque tampoco es ninguna vergüenza.
“Para competir con los mejores hay que copiar a los
mejores”, le contaba a Gigantes del Basket. “Copiar el
modelo español” para así acercarse a España y Francia,
las más potentes selecciones de los últimos años en
Europa. Un trabajo que, decía, no venía caído del cielo
y se remontaba al juego del Madrid de Corbalán o el
Barça de Epi. Sin embargo, él no ha tenido que esperar
veinte años. Serbia es ahora candidata a medalla de toda
competición en que participe. El gen ganador de Sasha
Djordjevic.
El kosarka está de vuelta.
SKYHOOK
 Los templos
perdidos de la
ACB
26

SKYHOOK
 Si en nuestro anterior número nos
dejábamos invadir por la nostalgia para
recordar esos templos perdidos de la
NBA que tantas noches de histórico
baloncesto albergaron antes de pasar a
mejor vida, en esta ocasión no cruzamos
ningún océano ni hacemos la maleta.
Porque en nuestro país también hay
santuarios de culto que añorar.

Textos: Jacobo León @jalekal

27

SKYHOOK
 Ausíàs March
28 Inauguración: 1972
Cierre: 1992
Equipo: Joventut
D
os décadas expresamente dedicado a dar
cobijo al primer equipo del Joventut de
Badalona, tiempo durante el cual el club
catalán exhibió hasta ocho nombres
diferentes fruto de diversos patrocinios.
Veinte años que, precisamente,
coincidieron con la época dorada del Joventut y su asalto
SKYHOOK
al trono del baloncesto europeo. El Ausiàs March, con
capacidad para 5.000 espectadores, vivió en sus adentros
los dos primeros títulos continentales de la Penya –las
Copas Korac de 1981 y 1990-, así como el estreno
nacional como campeón de Liga ACB en 1991 (repetiría
en 1992, ya en el Pabellón Olímpico de Badalona) y
Supercopa (1985 y 1986).
La contemporánea fundación, en 1973, de su Escola
de Bàsquet puso los cimientos de un equipo que se
convirtió en la gran alternativa a Real Madrid y F.C.
Barcelona, en competición doméstica, y en uno de los
conjuntos más temidos del continente durante la década
de los 80 e inicio de los 90.
El excelso trabajo con la cantera, considerada una de
las mejores de Europa, fue uno de los principales pilares
sobre los que se sostuvieron sus éxitos, dando como
resultado la irrupción de estrellas de renombre mundial
del calibre de José Antonio Montero, Josep María
Margall, Jordi Villacampa o los hermanos Jofresa.
Actualmente, y renombrado como Pabellón de los
Países Catalanes, cumple una función más humilde
como sede de partidos de equipos amateurs y torneos
regionales de diversas categorías.
En 1992 ofreció uno de sus últimos grandes servicios
cuando acogió la competición de boxeo durante la
celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, único
evento de semejante magnitud que ha albergado el
Estado español.
Raimundo Saporta

I
naugurado bajo el nombre de Pabellón de la
Ciudad Deportiva de Madrid, el equipo más
laureado del baloncesto español recibió este Inauguración: 1966 29
‘pequeño’ regalo con motivo del día de Reyes de
1966 tras un desembolso inicial de 25 millones de
pesetas.
Si bien el Real Madrid no pudo celebrar el estreno
de su nueva cancha con victoria –cayó derrotado ante
la mítica Varese de los años 60 en el recién inaugurado
Torneo de Navidad-, a lo largo de sus casi cuatro
décadas de vida fue testigo de los más de 50 títulos Cierre: 2004
conquistados por el club blanco, incluidas seis Copas
de Europa, 17 campeonatos de Liga y diez de Copa del
Rey.
Por su parqué pasaron una dilatada representación
de las grandes estrellas de la historia del baloncesto
europeo, tales como Drazen Petrovic, Arvydas Sabonis,
Drazen Dalipagic, Emiliano Rodríguez, Juan Antonio
Corbalán, Fernando Martín…
Equipo: Real Madrid
Después de treinta años de servicios, fue renombrado
en 1999 como Pabellón Raimundo Saporta en honor
a una de las personalidades más importantes no solo
de la historia del Real Madrid, sino del baloncesto
del Viejo Continente, e incluso mundial, como en el cual el Real Madrid pasaría, de forma temporal,
impulsor de diversas competiciones como la liga a disputar sus partidos como local en el Palacio de
española de baloncesto, la Copa de Europa y la Copa Vistalegre.
Intercontinental. Más de una década ha pasado desde entonces, pero
Apenas cinco años más tarde, en 2004, sería la memoria del Raimundo Saporta, templo madridista
derribado para dar comienzo a la construcción de la por antonomasia, continúa igual de latente que el primer
actual Ciudad Deportiva de Valdebebas, momento día.

SKYHOOK
 TEXTO DE JACOBO LEÓN

Centro Insular Deportes

Su inauguración data del año 1988, coincidiendo con

30 Inauguración: 1988 la promoción por segunda vez a la ACB del conjunto

insular, quien ese mismo año había dejado atrás su
denominativo ‘Claret Las Palmas’ para dar paso al C.B.
Gran Canaria contemporáneo. Casa que compartió
durante muchos años con otros clubes deportivos
de primera línea a nivel nacional como el C.B. Islas
Canarias o el C.V. Calvo Sotelo.
El inicio de los años 90 fue bastante complicado con

Cierre: 2014 un descenso y tres temporadas consecutivas en Segunda

División, pero un nuevo ascenso en 1995 marcó el
inicio de un progreso y mejoría que se ha mantenido
paulatinamente hasta la actualidad.
Los Greg Stewart, Gonzalo Martínez, John Morton
Jr., Marcus Norris, Jim Moran, Jaycee Carroll y Sitapha
Savané han sido los encargados de elevar el baloncesto
canario a una nueva dimensión que ha tenido, hasta el
Equipo: Gran Canaria momento, su culminación en la Supercopa de España
conquistada en Vitoria este pasado mes de septiembre
ante el F.C. Barcelona.
Después de casi 20 años de ininterrumpido y fiel
servicio, el CID cerró sus puertas en 2014 dando paso al
moderno Gran Canaria Arena, actual sede del Herbalife

S
us 5.200 localidades presenciaron la evolución
y el establecimiento del C.B. Gran Canaria
como un equipo habitual en Copa del Rey y
Playoffs por el título ACB, así como su ascenso
a potencia emergente y muy a tener en cuenta
dentro del baloncesto europeo.
Gran Canaria.
Historia reciente de nuestro baloncesto, el Centro
Insular de Deportes es ahora el recinto principal de
entrenamiento y juego de los equipos Club Voleibol JAV
Olímpico, Club Colegio Arenas de Fútbol Sala, Basket
Pintadera de categoría junior femenina autonómica y el
Teldeportivo de Fútbol Sala Femenino.

SKYHOOK
Palacio de los deportes
de Barcelona

S
u construcción supuso una auténtica revolu-
ción para un deporte cuyas instalaciones en
España estaban todavía en pañales. Inauguración: 1955 31
Diseñado por el distinguido arquitecto
Josep Soteras e inaugurado en 1955 con
motivo de la celebración de los Juegos del
Mediterráneo de dicho verano –saldado con doce
medallas de oro para el representativo español-, la
modernidad de sus instalaciones lo convirtieron en
uno de los pabellones más vanguardistas de todo el
continente. Fin de uso: 1971
Durante 16 años acogió los partidos de las distintas
secciones deportivas del F.C. Barcelona: baloncesto,
balonmano y hockey. El primer título nacional de liga
del club catalán llegaría cuatro años después de su
inauguración (1959), a lo cual siguieron dos décadas de
auténtica sequía en cuanto a resultados y con vivencias
totalmente inverosímiles.
En 1961, el presidente Enric Llaudet decide disolver
Equipo: Barcelona
la sección de baloncesto. La ira y la presión de los
aficionados provocaron la reconsideración, recuperando
el equipo en 1964. Sin embargo, el panorama con el dando comienzo a una etapa de transición que serviría
que se encontró el F.C. Barcelona fue desolador: una para que el equipo recuperara la gloria perdida apenas
reducción de 14 a 8 equipos que provocó su descenso unos años después.
a Segunda División y la pérdida de su hegemonía en Mientras, el Palacio de los Deportes de Barcelona fue
Cataluña en favor de Joventut y los históricos Aismalíbar perdiendo importancia deportiva paulatinamente hasta
de Montcada, Picadero y Orillo Verde Sabadell. el punto de transformarse, a día de hoy, en un recinto
La llegada de la década de los años 70 resultó idónea polivalente que acoge eventos de música, teatro y danza
para lavar la imagen del club y hacer borrón y cuenta tras haber visto reducida gran parte de su capacidad (de
nueva. El equipo se mudaría al Palau Blaugrana en 1971, 6.500 localidades a su actual aforo de 1.850).

SKYHOOK
 TEXTO DE JACOBO LEÓN
Antonio Magariños
32 Inauguración: 1970
Fin de uso: 1989
Equipo: Estudiantes
S
us muros de hormigón albergan más de cuatro
décadas de historia de uno de los clubes con
mayor tradición del baloncesto español, cuna
de una de las canteras más prolíficas de toda
Europa.
Inaugurado en octubre de 1970, su nombre
hace referencia al primer presidente del club y gran
impulsor del C.B. Estudiantes, equipo constituido en la
década de los 40 por un grupo de alumnos del Instituto
Ramiro de Maeztu, centro escolar donde el mismo
SKYHOOK
protagonista ejercía como profesor de latín.
El histórico base Juan Martínez Arroyo, quien
defendió la camiseta de la selección española absoluta
en hasta 70 ocasiones, fue el autor de la primera
canasta oficial de un recinto por el que pasarían ilustres
del baloncesto español como Antonio Díaz-Miguel,
Nacho Azofra, Fernando Martín, Aíto García Reneses,
Carlos Jiménez, Alberto Herreros o Felipe Reyes, entre
incontables jugadores más.
La cada vez más frecuente participación del
Estudiantes en competiciones europeas obligó a la
directiva a buscar un emplazamiento de mayores
prestaciones y modernidades, ‘abandonando’ el pabellón
en 1989.
Aun así, el Magariños, que siguió albergando partidos
de índole continental de manera esporádica hasta
2008, continúa manteniendo su estatus de santuario
estudiantil y sus instalaciones acogen los partidos de
las categorías inferiores y del equipo de Liga Femenina,
además de los entrenamientos del primer equipo.
Como anécdota cabe destacar que, en la primera
campaña liguera que se disputó en el Magariños,
Gonzalo Sagi-Vela consiguió ser el primer jugador
estudiantil, y también el único hasta la fecha, en alcanzar
el trofeo de máximo anotador de la competición
doméstica. Edwin Jackson, con más de 20 puntos
por partido y con una ventaja holgada sobre sus más
próximos perseguidores, se postula para recoger
el testigo casi 50 años después, aunque en distinto
escenario.
Foto: Fundación Estudiantes
Palacio de Deportes de
Zaragoza

C
una del baloncesto maño a nivel nacional
durante la década de los 80, periodo de
máximo esplendor del C.B. Zaragoza y Inauguración: 1977 33
que ha sido heredado en la actualidad por
el Basket Zaragoza, levantado en 2002.
Con un aforo aproximado de
2.300 localidades, la capital de Aragón vio nacer
este emblemático pabellón a finales de los años 70,
albergando ya en sus inicios la Copa del Rey de 1978,
con título final para el F.C. Barcelona ante el eterno rival,
el Real Madrid. Fin de uso: 1991
Apenas tres años después, los problemas económicos
del C.N. Helios obligaron a la directiva a separar los
caminos y crear el C.B. Zaragoza. Durante los diez años
en los que ‘El Huevo’, como era conocido por la afición,
fue sede de los partidos del club aragonés, ilustres de los
banquillos como Pepe Laso, Manuel Comas o Ranko
Zeravica dirigieron a un equipo capaz de conquistar
dos Copas del Rey (1984 y 1990) y alcanzar la final
Equipo: CAI Zaragoza
de la Recopa de Europa de 1991, cayendo en el duelo
definitivo por el título ante el PAOK de Salónica, además
de firmar cuatro apariciones casi consecutivas en las
semifinales de la Copa Korac. como Mark Davis, José Luis Llorente, Kevin Magee,
Sería ese mismo año en el que se confirmaría el salto Leon Wood, Piculín Ortiz o los hermanos Arcega
al Pabellón Príncipe Felipe, actual casa del Tecnyconta siguen grabados a fuego en la nostálgica memoria de los
Zaragoza, el cual podía dar cabida a casi 10.000 aficionados más veteranos de la región aragonesa.
aficionados más que su predecesor, en un cambio acorde Tras albergar las Copas del Rey de 1978 y 1984, así
al salto cualitativo dado por el equipo. como ser sede del Mundial de 1986, el Palacio cumple
Pese a su ‘abandono’, las mágicas noches ahora con funciones más modestas como recinto
protagonizadas por históricos de nuestro baloncesto deportivo polivalente.

SKYHOOK
34

SKYHOOK
tyus edney
y zalgiris kaunas
la génesis del nuevo baloncesto europeo
Texto de Adolfo Romero @dopo4 | Imágenes de ZALGIRIS KAUNAS
M
únich, 22 de abril de 1999.
El baloncesto estaba en deuda.
No con un jugador. No con un
equipo. El baloncesto estaba en
deuda con sí mismo. El desastre
europeo en los años 90 era un secreto a voces. La FIBA
se desesperaba en la búsqueda por dinamizar el juego,
que se había anclado en el baloncesto rácano y aburrido
que promovió y perfeccionó Bozidar Maljkovic en
Limoges.
Urgía un cambio. Urgía una corriente nueva, un
rescate desesperado para el aficionado. Y para las propias
instituciones, que veían cómo el afán competitivo
mataba al deporte. Ganar es el fin de toda competición,
sin duda alguna. Pero tampoco era necesario herir
sentimientos al conseguirlo.
Aquel 22 de abril de 1999 todo cambió. Entró aire
fresco. Se confirmó el cambio. Se abrieron puertas
que dieron paso a una nueva era. Un efecto 2000 por
adelantado, la semilla de una revolución que lideró
un americano que a duras penas alcanzaba el metro
ochenta.
BSU Pavillion en Boise, Idaho. 19 de marzo de 1995.
Marzo jamás conoció tal locura como la de aquella
35
noche. UCLA llevaba una temporada prácticamente
inmaculada, con tan solo una derrota ante Oregon el 5
de enero de aquel año. UCLA tenía la oportunidad de
alzarse con el título veinte años después del último que
había logrado la famosa universidad californiana.
Aquella segunda ronda ante Missouri se convirtió
en una auténtica pesadilla. Nada salía, y a cada nuevo
paso dado, obtenía una rápida respuesta. Al descanso,
Missouri contaba con ocho puntos de ventaja, y el
miedo se apoderaba de UCLA, que sabía que no merecía
terminar la temporada en segunda ronda. Tiraron de
orgullo y talento para remontar, e incluso se colocaron
con un punto de ventaja a falta de unos pocos segundos.
Sin embargo, Julian Winfield tuvo la gloria en su mano,
anotando una canasta demasiado fácil que colocaba a
Missouri con ventaja, 74 a 73, cuando restaban menos
de cinco segundos.
UCLA contaba con 4’8 segundos y pedía tiempo
muerto. Ed O’Bannon gritaba en el banquillo. “Give me
the ball! Give me the ball!”, repetía. Sin embargo, Jim
Harrick optó por otro plan. Mandó callar a O’Bannon,
permaneció pensativo durante unos segundos y se
dirigió a su menudo base. Tyus Edney era el elegido.
“Tienes que correr la cancha en cuatro segundos, ¿lo
sabes? ¿Eres capaz?”, preguntó.
Edney asintió y asumió la responsabilidad. Lo habían
entrenado, aunque pareciera mentira. Era uno de los
SKYHOOK
 ejercicios favoritos de Harrick, y lo repetían en cada Sacramento. 1996.
sesión. 4’8 segundos y la eternidad en las manos de un
pequeño base. Mas el tamaño no era un problema. Más Edney lo había conseguido. Se había hecho sitio en
bien era una clara ventaja. Edney era una bala, ágil y la NBA, en unos Kings donde disputaba más de 30
capaz de colarse por cualquier recoveco. Y eso hizo. minutos de media. A pesar de su tamaño, sus números
Tomó el balón y salió como una exhalación hacia le avalaban, con 10’8 puntos y 6’1 asistencias. Su
el aro. Su entrenador le pidió que lanzara él e iba a velocidad era casi insalvable y su talento estaba fuera de
hacerlo. Botó, pasó el balón por detrás de la espalda para toda duda. Edney era un base de futuro, un jugador al
dejar atrás a su defensor y fue a comerse el mundo. No que ver y respetar. Al que disfrutar. Poco a poco.
erró. Era algo impensable para Edney, californiano de Sin embargo, ese mismo año todo cambió. Pasó de
nacimiento. Era su momento y lo aprovechó. indiscutible a ver sus minutos caer de forma drástica.
Edney anotó sobre la bocina para colocar el 75 a 74 Edney ya no disfrutaba de la misma manera. De los 60
definitivo. UCLA avanzaba de ronda gracias a su base partidos de titular en su año rookie, a solo 20. De sus
senior, que salía a hombros del BSU Pavillion. Logró más de 30 minutos por noche, a 19’7. Y Edney no dudó.
lo imposible y UCLA Si no confiaban en
avanzó rondas sin él, pondría rumbo
problemas. El título a otro equipo. Y eso
de la NCAA volvía sucedió en el verano
a UCLA veinte años de 1997.
después. Tyus Edney
buscaba minutos
en la franquicia
Múnich, 22 de abril más laureada de la
de 1999. Zalgiris-Kinder. historia de la NBA.
Primera parte. Boston se convertía
en su nuevo hogar,
El baloncesto aunque tampoco
vivía su proceso de encontraría el
regeneración en esta camino. Algo
misma noche. El ocurría, algo fallaba.
Zalgiris de Kazlauskas Sabía que podía ser
se había propuesto decisivo, sabía que
romper esquemas lo merecía.
36 y llegaba a la final
después de masacrar
Pero la NBA
iba a cambiar. No
al Olympiacos en la había acuerdo entre
semifinal, con una jugadores y liga,
dupla Edney-Bowie y el parón parecía
que no tenía rival. inevitable. Edney
En la final esperaban tendría que salir
Messina y su Kinder, del país a buscarse
capitaneada por la vida, como otros
un Danilovic bien tantos. Era 1998, y
secundado por Jiri Zidek llamaba
Rigaudeau. a su puerta. Sin
contrato tras su
La primera mitad fallido intento de
no tuvo más nombre triunfar en los
que el de los lituanos. Celtics y con la
Los de Kazlauskas incertidumbre del
sorprendieron a una Kinder con mucho más nombre lockout en la NBA.
y talento, sobre el papel. Bowie, pletórico, anotaba sin Kaunas. El destino no era el ideal, sobre todo para
parar, con Stombergas demostrando su talento jugada un californiano. Pero Edney no iba a echarse atrás. El
tras jugada. Pero... ¿y Edney? El base americano era Zalgiris estaba a punto de cambiar para siempre.
el centro del juego lituano, aunque en los primeros
veinte minutos pasara desapercibido. Sumaba alguna Kaunas. Invierno de 1998.
asistencia, recuperaba algún balón, estaba muy atento al
rebote. Mas no era la daga en ataque que esperaban los “Help! Help!”, gritaba el joven Edney. El base
italianos. americano aporreaba la puerta de su vecino, en busca
de ayuda para calentarse. La temperatura en el exterior
era insoportable, y la caldera del piso de Edney se había
roto. No era la primera vez que sucedía. De hecho, se

SKYHOOK
estaba convirtiendo en una desagradable costumbre.
Las cosas en la pista, sin embargo, iban mucho mejor.
El Zalgiris imponía un ritmo inusual para el baloncesto
europeo de los años noventa. Defensa aguerrida, rebote
y transición, liderados por un Edney en estado de
gracia.
Y es que sin Edney nada era igual. Desde luego que
el Zalgiris tenía una plantilla digna de mención, con
Anthony Bowie y Stombergas compartiendo línea
exterior y con el inmenso Zukauskas en la zona. Con
ellos y la aportación de algunos secundarios de lujo,
como Mindaugas Zukauskas (que no era hermano de
Eurelijus), Jiri Zidek, Masiulis o Adomaitis. Kazlauskas
había formado un bloque sólido y talentoso, con la
intención de ofrecer un estilo opuesto al basket control
que nació a raíz de la exaltación defensiva de Maljkovic
en Limoges.
El año anterior, de la mano de Stombergas, ya habían
logrado la Recopa de Europa, en una magnífica final
ante el Stefanel Milano de Gentile y Sigalas. Stombergas
anotó 35 puntos en aquella noche, dando al Zalgiris su
primer título continental, algo que ni el propio Sabonis
pudo conseguir. El camino estaba marcado, y se supo
mantener la columna vertebral de la plantilla. Todo
ello junto a los fichajes de Edney y Bowie para toda la
temporada, algo distinto en relación a otros equipos
europeos que sólo pudieron contar con sus NBA hasta
que finalizó el lockout.
El camino del triunfo estaba marcado. Kazlauskas
sabía qué hacer y cómo hacerlo. Solo era necesario
encajar a los dos nuevos americanos, que no tardaron
demasiado en demostrar su potencial. Sobre todo
Edney.
Porque Edney ya dejó claro lo que era capaz de hacer.
En Kaunas, sin ir más lejos, poco después de debutar,
ya hizo diabluras. Ante el Pau Orthez en Euroliga
rememoró su canasta ante Missouri, aunque esta vez con
un espectacular triple en carrera que daba la victoria
a los lituanos por 70 a 67. Sus números se situaban
entorno a los 15 puntos por partido, y además era el
segundo máximo asistente de la competición europea,
solo por detrás de Petar Naumoski.
El Zalgiris vencía partido tras partido (solo cuatro
derrotas en las dos primeras fases y líderes de su grupo)
y el rumor de Sabonis volviendo a Europa si el lockout
no finalizaba cogía peso. Al final, el Zar volvió a los
Blazers. Pero la historia del Zalgiris no quedó ahí.
Múnich aguardaba la sorpresa final. Zalgiris llegaba
como la cenicienta a la Final Four, y en las semifinales
dejó claro que iban a por todas. Arrasó a Olympiacos
por 87 a 71, destrozando el mito del basket control de
un plumazo. Edney aportó 13 puntos y 6 asistencias,
controló el ritmo del partido y dejó claro que había
ido a Alemania para alzarse campeón. No estuvo solo,
por supuesto, y Bowie contribuyó con 19 puntos,
mientras que Adomaitis y Stombergas sumaron 15 y 10
respectivamente. La final continental aguardaba.
Múnich, 22 de abril de 1999. Zalgiris-Kinder. Segunda
parte.
Todo estaba controlado. Los quince puntos de ventaja
al descanso parecían demasiados hasta para una Kinder
repleta de talento. Los lituanos pusieron la máxima
diferencia en 19 puntos gracias a cuatro tantos seguidos
de Edney, ante una Kinder Bologna no podía amoldarse
al ritmo impuesto por los de Kazlauskas.
Rigaudeau, el talento francés por antonomasia, sufría
ante el pequeño Edney. Messina tenía que cambiar algo.
Y optó por el tiro exterior. Si no podían correr, el triple
era su única esperanza.
Y lo fue por momentos. Con Rigaudeau pletórico
(5/7 en triples) todo es más sencillo. Danilovic cedía el
testigo al francés, que acabaría con 27 puntos. Radoslav
Nesterovic (o como era conocido en esa época, Radoslav
Makris ) era el más regular en el equipo italiano, que
recortaba poco a poco la diferencia del marcador.
El ritmo frenético del Zalgiris tornó en caos y malas
decisiones, permitiendo que la Kinder se colocara
a tan solo cinco puntos, después de dos pérdidas de
Zidek y Bowie. Con 72 a 77 tras canasta de Rigaudeau,
la remontada parecía consolidarse y la afición italiana
enloquecía. Después de un partido donde se habían
enfrentado al vendaval lituano y se habían estrellado
ante el vistoso juego que desplegaban, la Virtus Bologna
seguía con vida.
Stombergas pedía un aclarado, después de casi perder
el balón. Todo salía mal en el ataque lituano, pero hubo
un pequeño resquicio. Una ayuda demasiado larga que
dejaba a Bowie solo para que anotara un triple que daba
aire y dejaba el partido visto para sentencia con 72 a
80 en el marcador. Un palmeo de Bowie en el siguiente
balón del equipo italiano daba con un robo de Edney,
que sentenciaría el encuentro anotando un tiro libre.
Los últimos treinta segundos del encuentro fueron
una fiesta. La bocina sonaba, al fin, y Tyus Edney
se lanzaba al parquet, visiblemente emocionado. Su
37
redención, su confirmación como estrella europea tras
serlo en UCLA. 14 puntos, 6 rebotes y 6 asistencias en
la final como registro numérico. El título y el MVP de
la final, en su palmarés. Ser el jugador que marcó el
ritmo del nuevo baloncesto en Europa, en la memoria
colectiva.
Epílogo.
18 años después de la gesta, el Zalgiris no ha vuelto a
levantar título europeo alguno. Edney se confirmó como
uno de los grandes hombres del inicio del siglo XXI en
el baloncesto europeo, pero tampoco levantó el cetro
de nuevo. La comunión Edney-Kaunas fue irrepetible y
lo seguirá siendo. Porque no fueron solo campeones de
Euroliga. Fueron un modelo a seguir, como lo fue otrora
el Limoges.
Edney y el Zalgiris fueron el equipo del fin de década
gris del baloncesto europeo. Firmaron la anotación más
alta en una final desde 1988. Once años tuvieron que
pasar para que un equipo lograra más de 80 puntos en
la final de la máxima competición europea. Recortaron
un segundo a la posesión media de sus rivales en la
Final Four. Marcaron el camino. Edney y el Zalgiris
fueron uno. Fueron la luz al final del túnel. La génesis
del nuevo baloncesto europeo.
SKYHOOK
 PACO OLMOs
no se quedó sentado en el sofá
Reportaje de Daniel Mérida @baloncestero
Badalona, 22 de enero de 2012. El gran partido de
Nik Caner-Medley y Rafa Martínez no fue suficiente
para que Valencia Basket consiguiese un triunfo en
38 Badalona. Esa derrota dejaba a los taronjas fuera de la
Copa del Rey y significaba el fin a la segunda etapa de
Paco Olmos en el banquillo valenciano sólo seis meses
después de su fichaje. Desde aquel momento hasta la
actualidad han pasado algo más de cinco años y el coach
español se ha consolidado como una referencia en los
banquillos al otro lado del Océano Atlántico tras su paso
por las ligas de Puerto Rico y México y por la selección
boricua, y durante estos días se producirá su debut en la
Liga de las Américas, la máxima competición de clubes
de Latinoamérica.
En aquella 2012/13 no era común ver a entrenadores
españoles dirigiendo fuera de nuestras fronteras
y Paco Olmos, junto a otros grandes currículums
como Gustavo Aranzana o Sergio Valdeolmillos,
aterrizó en Latinoamérica para seguir con su carrera
en los banquillos. “Sentado en el sofá no te llegan las
oportunidades de trabajar. La vida me ha dado un giro
de 180 grados. En España las ofertas eran cada vez
peores”, explicaba Paco Olmos en una entrevista… y así
fue.
Año 1: Un nuevo inicio en Puerto Rico
La nueva casa de Paco Olmos a partir de aquel mes
de enero de 2013 fue Cangrejeros de Santurce, que
volvían a la actividad después de varios años fuera de la
competición. Con Angelo Medina al mando del equipo,
era mucha la expectación en la vuelta de la franquicia
SKYHOOK
capitalina, con un pasado exitoso de ocho títulos del
BSN y otros seis subcampeonatos en su haber, con
jugadores como Carlos Arroyo, JJ Barea, Larry Ayuso o
Ricky Sánchez habiendo defendido esa camiseta.
La ilusión del equipo era alta, aunque el plantel
del equipo con el que iniciaron esa temporada no era
especialmente de relumbrón, al menos en cuanto a
nombres. Aun así, la pretemporada pintaba ilusionante
y se esperaba seguir en misma dinámica, pero en el
debut liguero no era posible arrancar un triunfo ante
los Caciques de Denis Clemente. De los tres primeros
partidos sólo se pudo ganar el tercero ante Vaqueros
de Bayamón. A partir de ahí vino el gran despegue de
Cangrejeros para sumar ocho triunfos al hilo en apenas
once días con Alex Galindo y Leon Williams llevando la
ofensiva del equipo y sobreponiéndose a la celeridad y
compresión del BSN, al más puro estilo NBA.
El dominicano Edgar Sosa y Ricky Sánchez estaban
ya en el equipo y David Jackson sería la siguiente
incorporación. La afición de Santurce empezaba a
ilusionarse y esto no había hecho nada más que empezar
cuando llegaba otra nueva racha del equipo de Paco
Olmos. La primera quincena de mayo fue otro camino
triunfal, con siete triunfos consecutivos, justo antes de
arrancar una gira de visitante de siete partidos fuera de
San Juan. El equipo ya estaba encaramado en la parte
alta, pero la lesión de Leon Williams era difícil de paliar,
y ni Frank Elegar ni el ex-ACB Will McDonald pudieron
cubrir ese vacío.
Los capitalinos concluyeron cuartos con balance de
20-16, mismo que tercero y quinto y a tres triunfos del
líder Leones de Ponce. La eliminatoria de la primera
fase de los playoffs frente a Mets de Guaynabo, donde
Cangrejeros se reforzó con Diego Ciorciari, se planteaba
como la más igualada de las cuatro, y la serie no
decepcionó. El equipo de Carlos Mario Rivera tenía un
gran plantel con jugadores como Larry Ayuso, Jumaine
Jones o Daniel Santiago y los dos equipos regalaron siete
partidos para el recuerdo, todos con triunfo local. El
séptimo acabó con triunfo cangrejero por 92-83 con un
gran duelo entre David Jackson y Larry Ayuso.
La semifinal elevaba un poco más el nivel con el
campeón de la fase regular, Leones de Ponce, como
rival de la serie. Ike Diogu y Mike Harris formaban
la mejor pareja de importados del torneo, a la que se
añadían piezas como Carlos Rivera, Mike Rosario y
“Guayito” Santiago. La serie arrancó con sorpresa y el
triunfo de Cangrejeros en Ponce por 74-76 y, pese a la
competitividad que mostró el equipo de Paco Olmos,
las siguientes cuatro victorias cayeron del lado de
Leones por un margen corto, pero que igualmente dio la
clasificación a la final tras el quinto partido. “Lo hemos
buscado hasta el final, y ahora toca asimilar la decepción
de la derrota, pero también el orgullo de un equipo que
lo puso todo a través de toda la temporada para volver a
ser importante en la liga de Puerto Rico”, explicaba Paco
Olmos tras ese quinto partido.
El salto a la selección
Sólo pasaron dos días de la eliminación en semifinales
y la sorpresa saltó en forma de nombramiento.
Carlos Beltrán nombraba a Paco Olmos como nuevo
seleccionador de Puerto Rico. La sonrisa del valenciano
le delataba en su presentación, la ilusión de aquel
entrenador de 43 años ante este reto era grande y Carlos
Beltrán le emulaba con la seguridad de haber tomado la
decisión correcta.
“Esto es un reto que uno asume con la seguridad de
que se puede hacer bien”, afirmaba con convencimiento
Olmos durante su presentación. “El talento existe,
nadie lo puede poner en duda. Hay que tener un juego
colectivo, un juego donde todo el mundo se sienta
partícipe. Generar solidaridad.”
El FIBA Américas 2013 de Caracas con la
clasificación al Mundial 2014 esperaba sólo unas pocas
semanas después, pero el primer paso fue la Copa
Tuto Marchand, que volvía a reunir un año más a las
mejores selecciones de Latinoamérica en un torneo en
homenaje al histórico dirigente. El 12 elegido por Paco
Olmos arrancó para debutar con la selección de Puerto
Rico lo formaban JJ Barea, Carlos Arroyo, Larry Ayuso,
Renaldo Balkman, Ricky Sánchez, Alex Galindo, Andrés
Rodríguez, John Holland, Ramón Clemente, Ángel
Álamo, Richard Chaney y Luis Villafañe y las victorias
ante Canadá, República Dominicana, Brasil y Argentina
hacían que Puerto Rico levantase el título con un
balance invicto y exhibiese un concepto de equipo del
que no había dispuesto en torneos anteriores.
Cuatro días después de la final de la Tuto Marchand,
arrancaba el FIBA Américas 2013 en el Poliedro de
Caracas con cuatro plazas en juego para el Mundial
2014. Un gran Renaldo Balkman liquidó a Brasil (72-
65), el acierto exterior de Carlos Arroyo y Larry Ayuso
dio el triunfo ante Canadá (67-83), victoria fácil ante
Uruguay (93-69) y un triunfo muy peleado ante Jamaica
(82-88) fue el inmaculado balance de la primera fase.
En la segunda, un bonito duelo entre Renaldo
Balkman y Luis Scola protagonizó el triunfo de Puerto
Rico ante Argentina (80-94), pero el dominicano Jack
Michael Martínez frenó a los boricuas con 21 puntos
y 11 rebotes y les asestó su primera derrota del torneo
(84-99), un emocionante duelo ante la anfitriona
Venezuela que se decantó en la prórroga en uno de los
mejores encuentros de las últimas ediciones del torneo
(85-86) y una derrota ante México donde los de Sergio
Valdeolmillos hicieron valer su rigor defensivo para
cerrar la fase (59-66) fue el balance del equipo de Paco
Olmos, que terminó en el segundo puesto con 5 victorias
y 2 derrotas, clasificándose para España 2014 junto a
México, Argentina y República Dominicana, a quien
superaba en la semifinal por 67-79 y más facilidades de
las esperadas.
El siguiente y último paso en este preolímpico era
México, un equipo que paralelamente había sufrido una
transformación similar a Puerto Rico de la mano del
español Sergio Valdeolmillos y también lucía esa imagen
colectiva. Igualdad, emoción o paridad son varios de
los calificativos que podrían definir a aquella final entre
aztecas y boricuas. Arroyo y Barea comandaban a los
isleños en la primera parte ante un México mucho más
ofensivo que en presentaciones anteriores de este mismo
torneo, mientras que Jovan Harris y Alex Galindo se
erigieron como protagonistas en los últimos minutos,
siendo el mayagüezano en un final épico el que tuvo
la oportunidad, sólo desde la esquina, para voltear el
marcador en el último segundo. Sin embargo, el balón
no quiso entrar y el título se fue para México con un
marcador de 79-81, quedando Puerto Rico con meritoria
medalla de plata en la primera temporada bajo mando
de Olmos.
39
Año 2: De sorpresa a realidad
Después de lo que había supuesto el aterrizaje de Paco
Olmos en Puerto Rico durante su primera temporada,
no había ningún tipo de margen para la duda ni la
sorpresa. Tras su eliminación en semifinales, el equipo
de Santurce se presentaba al BSN 2014 como un equipo
candidato con refuerzos y altas expectativas. En apenas
unos días, los capitalinos presentaron a tres criollos
de primer nivel: Javier Mojica, Andrés Rodríguez
y Daniel Santiago, que además iba a compatibilizar
labores de asistente. Más tarde, junto a la continuidad
de hombres clave como David Jackson, Ricky Sánchez
y Leon Williams, se sumaron Christian Dalmau y el
fichaje estrella Pete Mickeal, que llegó con la temporada
arrancada.
El primer triunfo tuvo que esperar hasta el cuarto
encuentro del torneo en casa ante San Germán, con
gran actuación de Williams, Dalmau, Mojica y Mickeal.
Aunque consiguieron encadenar cuatro triunfos en casa,
los de San Juan no terminaban de encontrar regularidad
y alternaron victorias y derrotas. Además, los problemas
físicos de Pete Mickeal no le permitían ser la referencia
ofensiva esperada y el equipo decidió cambiarlo por
James Nunnally y más tarde por David Jackson, que
venía de ser MVP del NBB brasileño.
SKYHOOK
 Afición y prensa empezaban a impacientarse y a se ha caracterizado por tener buenos equipos e,
mostrar sus dudas, pero Angelo Medina se mostraba independientemente del coach que estuviese, el equipo
firme en su intención. “No hay cambio por el momento. siempre iba. En este caso, la incertidumbre era más
En mi historial he cambiado muy poco de dirigentes. porque Paco no conocía la liga, pero el equipo se
Hay que tener paciencia. Los dirigentes son parte hizo con jugadores de alto nivel que en su mayoría se
responsables pero con jugadores probados, tienen que adaptaban al estilo que Paco quería implantar. Se hizo
hacer su trabajo también. Por el momento, no hay una buena preparación, que eso es algo que aprendí de
cambio”. Paco y que se lo tengo que reconocer: es un tremendo
Tres victorias en los siguientes cuatro partidos en casa preparador de los equipos en la pretemporada. La buena
le servían para mejorar el récord de triunfos y calmar mezcla de nativos e importados permitió al equipo ser
los ánimos en el Roberto Clemente, especialmente la candidato en 2013 y luego en 2014 un año de solidificar,
última de ellas ante Ponce, su verdugo de 2013. Que que tuvimos algunas fallas pero también estuvimos
la temporada fue de menos a más queda claro con el
cierre de la fase regular con cinco triunfos de los últimos
siete y un mes de junio que conquistaron una mayoría
de partidos de visitante para tornar la tensión en
optimismo para playoffs.
Los de Olmos, con tres victorias menos que
Capitanes, se enfrentaban como sextos a Brujos
de Guayama en la primera fase, con ilustres como
Al Thornton, Gregory Vargas o P.J. Ramos. Una
eliminatoria totalmente sorpresiva, ya que se esperaba
una serie al séptimo partido, pero que fue más rápida de
lo esperado. Brujos aprovechó el arranque en casa para
sumar el primer triunfo al mando del “Súper Ratón”
Vargas, pero su racha quedó ahí y los cuatro siguientes
cayeron del lado capitalino, volviendo a hacer gala de
ese juego de conjunto que tan buenos resultados le había
dado en la temporada anterior.
El azar volvía a poner a Leones de Ponce como
rival de Santurce en las semifinales y la sensación
era de presión y a la vez venganza por la eliminación
en la temporada anterior. Junto a Harris y Diogu, la
40 incorporación de Ángel Daniel Vassallo hacía de los
ponceños un equipo temible. Los cinco primeros
partidos se resolvieron por corto margen a favor de los
equipos locales y el sexto partido decantó la serie del
lado de Ponce por segunda temporada consecutiva. Con
27 puntos de Vassallo y 14 puntos Rosario en el último
cuarto, los Leones asaltaron Santurce y se hicieron con
la serie. Días más tarde, los de Nelson Colón se llevarían
el título.
Uno de los hombres de confianza de Paco Olmos
en sus inicios en Santurce fue su entrenador asistente
Rolando Hourruitiner, exjugador internacional con 15
temporadas en el BSN y seis títulos de Liga con Ponce
y Santurce, y cuenta a Skyhook cómo fueron esas dos
temporadas que compartió con el valenciano.
“Fue una gran experiencia. Cuando vuelve Santurce
del receso, Angelo Medina tuvo varias recomendaciones
de coaches, se movió y firmó a Paco. Cuando lo cerca. Tuvimos situaciones que no nos beneficiaron,
cerró, me dijo que quería a alguien de experiencia, pero no son excusas, porque son parte del deporte”.
que conociera la liga y que le conociera a él para que
estuviera con Paco. Me gustó la idea. Yo estaba con mis El Mundial de la ilusión
negocios fuera del baloncesto, pero Santurce fue muy
importante en mi carrera y tengo una gran relación con Todo el trabajo del año anterior y el salto de calidad
Angelo Medina, así que acepté. Me hacía ilusión trabajar que había conseguido la selección de Puerto Rico se
con alguien nuevo en Puerto Rico que traía una filosofía ponía a prueba en aquel verano de 2014. El equipo
diferente a lo que se acostumbra aquí y un poquito más elegido por Paco Olmos presentó muchas novedades
parecido a la forma en que yo veo el juego”. con respecto al verano anterior, reservando algunos
“Los buenos resultados de esos dos años no fueron jugadores para la cita mundialista y realizando varias
una sorpresa para todos, porque Angelo siempre pruebas con otros que buscaban un hueco entre los

SKYHOOK
doce. Devon Collier, Alexander Franklin, Carlos Rivera,
Filiberto Rivera, Carlos López, Alejandro Carmona,
Javier Mojica, Mike Rosario y Matt López fueron las
caras nuevas que acompañaron a JJ Barea, Luis Villafañe
y Ramón Clemente.
Islas Vírgenes, Bahamas, El Salvador y el anfitrión
México fueron los rivales en la primera fase del torneo
celebrado en la ciudad de Nayarit, lugar de nacimiento
de Gustavo Ayón. Los boricuas no tuvieron problemas
para sacar los triunfos en los tres primeros partidos con
JJ Barea y Mike Rosario a la cabeza, pero luego cayeron
ante los de la Tri en el encuentro que cerró la fase de
grupos.
Puerto Rico venció en semifinales a República
Dominicana, un equipo quisqueyano muy renovado
con respecto al del Preolímpico y también con
muchas estrellas reservadas para el viaje mundialista.
Para la final, un nuevo tropezón con la México de
Valdeolmillos, y nueva medalla de plata.
Tras el Centrobasket llegaba el Mundial: Carlos
Arroyo, JJ Barea, Carlos Rivera, David Huertas, Alex
Galindo, Ángel Vassallo, Alexander Franklin, Renaldo
Balkman, Ricky Sánchez, Daniel Santiago, Ramón
Clemente y Jorge Bryan Díaz; los doce elegidos.
El 30 de agosto arrancó la cita mundialista en la
calurosa Sevilla y el primer mal trago para los boricuas
llegó demasiado pronto. Argentina fue un rodillo en el
primer cuarto y dejó muy tocado a Puerto Rico ya desde
el inicio. JJ Barea estuvo muy sólo en el acierto ofensivo
y la primera victoria se fue para los de Julio Lamas por
75-98. Sin tiempo para reflexionar y con apenas 24 horas
de diferencia, el segundo e inesperado mazazo llegó ante
Senegal, que ganó en el terreno físico. La derrota por
82-75 no fue lo peor, sino la pérdida por lesión tanto de
Danny Vassallo como Carlos Arroyo, que forzó para el
partido ante los africanos y terminó por romperse.
41
Con posibilidades matemáticas de clasificación
y sin perder la esperanza, la siguiente oportunidad
de inaugurar el casillero de victorias era Grecia. Los
boricuas estuvieron en el partido hasta el descanso,
pero el acierto de Nikos Zisis y la aparición de Giannis
Antetokounmpo fueron más que el gran partido de
Renaldo Balkman y JJ Barea y se llevaron el triunfo
por 79-90. Cuando todo parecía perdido, balsámica
victoria por 73-77 ante la correosa Filipinas para dejarlo
todo en juego para la última jornada ante Croacia. Sin
embargo, el equipo de Jasmin Repesa no dio opciones
a los caribeños con un letal Bojan Bogdanovic, con
SKYHOOK
 un contundente 103-82. “Faltó claramente tiempo de
trabajo”, analizó Paco Olmos tras el Mundial. “Nos faltó
mucha profundidad de equipo, mucha experiencia en
competiciones internacionales y no se pudo conseguir el
objetivo. Tengo la conciencia tranquila porque se hizo lo
máximo”.
Duras eran las críticas que recibía Paco Olmos
a través de las redes sociales, durante y después del
Mundial. El valenciano rechazó la invitación a un
programa de radio que había sido muy crítico con él,
valorando términos más allá de los deportivos. “El que
me busque a mal nunca me encontrará. Me educaron en
los valores del respeto y la honestidad bajo la máxima
responsabilidad”, se explicaba el coach en su Twitter
personal.
Tristemente, poco más de un mes después Paco
Olmos presentó su dimisión como seleccionador de
Puerto Rico. “Me he dejado el alma y el sueño por llevar
adelante el proyecto de la selección. Cuando acepté el
cargo sabía dónde me metía”, explicaba en una carta
pública. “Entendía que aceptar el puesto era dejarme la
vida por intentar satisfacer a un pueblo que siente como
pocos el mundo el baloncesto, y más si va unido a los
intereses de la nación”.
Paco Olmos dejaba la selección boricua con un
balance oficial de 16-8. “Paco trajo lo que hacía falta en
ese momento, con un poco más de estructura y un poco
más de disciplina táctica a la realidad del baloncesto
caribeño”, nos cuenta Rolando Hourruitiner. “En los
últimos años nos hacía falta algo más que eso y nos
trajo detalles que ayudaron a que el equipo recobrara
algún tipo de credibilidad. Estuvimos a un tiro de Álex
Galindo desde la esquina de ganar el oro en Venezuela.
42 Definitivamente, creo que fue una buena oportunidad
tanto para él como para los jugadores de ver otro tipo de
coaching. Siempre es bueno cambiar de vez en cuando la
filosofía y cómo se trabaja y esa incursión vino bien para
Paco y para el programa nacional”.
Año 3: Último en Santurce
Tras la decepción del Mundial y los intentos de
Medina por vender la franquicia, parecía que la etapa
de Olmos en Puerto Rico tocaba fin. Sin embargo,
el afamado empresario no encontró las condiciones
necesarias para la venta a Arturo Luciano, no optó
por el receso para esa temporada y volvió a contar
con Paco para el banquillo. Fue la pretemporada
más corta de todas, sin apenas preparación y sin casi
posibilidad de reforzar el equipo con tiempo, pero fue
el mejor arranque con Paco Olmos como entrenador:
seis victorias en los ocho primeros partidos con los
refuerzos de Brian Conklin, Douglas Mills y Jordan
Glynn. Sin embargo, la gran novedad llegaría desde
Turquía. Los problemas económicos del Galatasaray
facilitaron la salida de Carlos Arroyo y su posterior
fichaje por Cangrejeros. “Creo que es muy bueno para el
BSN recuperar un líder natural como es Carlos Arroyo”,
explicaba Paco Olmos tras conocerse su fichaje.
Y tanto que Carlos Arroyo fue un fichaje de impacto y
un líder natural. El salto de calidad que dio Cangrejeros
con el de Fajardo fue más que considerable y con las
SKYHOOK
incorporaciones de Kevin Hamilton y Leon Williams,
San Juan volvía a ser una fiesta de baloncesto y su equipo
protagonizaba la mejor de sus tres temporadas de este
ciclo, un segundo puesto con récord de 29-15.
Los playoffs arrancaban con un déjà vu. Mets de
Guaynabo, el primer rival de Paco Olmos en una serie
de postemporada en el BSN, volvía a cruzarse en el
camino… pero con resultado muy diferente, pasando los
de San Juan a semifinales tras imponerse 4-1. El déjà vu
no quedó ahí y Leones se volvió a cruzar en semifinales.
Una lesión de Carlos Arroyo en el tercer partido dejó
cojos a los de Santurce, y la eliminación llegaba en el
sexto partido.
Año 4: Jefes, Atenienses y Vaqueros
Torreón, en el estado mexicano de Coahuila, era la
sede de Jefes de Fuerza Lagunera, un nuevo equipo que
volvía a la LNBP y que había elegido al Paco Olmos
como entrenador.
Paco tiró de gente de confianza para ese nuevo
proyecto como Javier Mojica o, empezada la temporada,
el español Pedro Carrillo como asistente. Ilusión
y trabajo nunca faltó en el equipo de Jefes, pero el
equipo no tenía la suficiente estabilidad ni económica
ni organizativa, y eso pasó factura a los resultados
deportivos. El equipo terminó la fase regular con 17
triunfos y 23 derrotas, descalificado con la desquita de
21 puntos por impagos.
“Cuando decidí venir a México quería conocer este
baloncesto y ver si los éxitos del equipo nacional iban
unidos a la profesionalización de liga”, nos cuenta el
valenciano. “Llegamos a poner al equipo tercero o
cuarto cuando luego al final se demostró que no había
estructura deportiva ni económica para sostener en la
temporada. Quedé muy contento en todo lo deportivo
que pasó con Jefes”.
De vuelta a Puerto Rico, el valenciano se convirtió en
entrenador de Atenienses de Manatí. Casualmente, del
dueño Felo Rivera, muy crítico con Paco Olmos tras la
eliminación del Mundial, y que había intentado ficharle
en numerosas ocasiones.
El equipo de Manatí se reforzó con diversos nombres
de peso, sin embargo, el periplo del español duró apenas
tres semanas, ya que dimitió de su cargo con un balance
de 2-6 tras tres derrotas consecutivas, la última en el
Roberto Clemente, su casa durante tres temporadas.
Pero el mismo día de la dimisión del valenciano, Iván
Flores fue despedido en Vaqueros de Bayamón y un
día más tarde Olmos era presentado por el equipo del
Rancho.
Llegaba a un equipo construido para ser contender,
con figuras como Francisco García, P.J. Ramos o Jeleel
Akindele. Los de Bayamón terminaron así líderes de la
fase regular con 21 victorias y 15 derrotas.
Piratas de Quebradillas esperaba en playoffs. Y
aunque se llevaron el primero de la serie, Vaqueros se
llevó los cuatro siguientes para volver a semifinales, la
“ronda maldita” de Paco Olmos. Tocaba Santeros de
Aguada, nuevamente tropezando en el primero para
ganar después. Jeleel Akindele en el quinto y Jorge
Sanabria en el sexto ceraban el primer billete del ex-
taronja a la final contra el todopoderoso Capitanes.
El nigeriano ex Fuenlabrada sería uno de los grandes
protagonistas del arranque de la serie, liderando el
triunfo de Vaqueros en el primero y con una pelea con
Walter Hodge en el segundo, donde un gran cierre
con Renaldo Balkman sirvió para empatar la serie. 2-1
para Vaqueros, de nuevo el 2-2, todo hasta ahora con
victorias locales. En el quinto, aquellos dos tiros libres de
David Huertas rompieron esa hegemonía de los locales y
dieron a Arecibo un triunfo más anímico que deportivo.
Los 12.000 espectadores que acudieron al Petaca Iguina
hacían presagiar que la final iba a acabar en el sexto
partido y así fue. Hasta seis de los Capitanes estuvieron
en dobles figuras y esa labor colectiva de los arecibeños
fue más que el gran partido de Andy Panko y Ramos. El
sueño volvía a esfumarse.
Año 5: El líder de Monterrey
Anuar Ganem, presidente del equipo mexicano de
Fuerza Regia de Monterrey y de la Liga, sumó grandes
piezas para el equipo durante este verano, sobre todo en
el banquillo con Paco Olmos.
¡21! Fueron las victorias consecutivas para los de
Paco en esta LNBP mexicana. El partido número 22 fue
contra Soles de Mexicali, equipo entrenado precisamente
por el español Alejandro Martínez, ex de C.B. Canarias,
y que hasta el año pasado dirigía el también paisano Iván
Déniz.
El siguiente paso del equipo es la Liga de las
Américas, la máxima competición de clubes de
Latinoamérica. “Es una competición que he seguido
desde que estoy en México y Puerto Rico”, nos explicaba
Paco Olmos días antes de su debut. “Es un torneo
que me ilusiona a mí y que ilusiona al equipo. Es una
competición de ámbito mundial, aunque sea para el
mundo latino. El hecho de jugar como locales también
nos hace ilusionarnos y pensar en ser campeones de
grupo”.
Desde aquel 22 de enero de 2012 han pasado ya cinco
años hasta el día de hoy y la gran pregunta que hay que
hacer a Paco Olmos para cerrar es clara: ¿te alegras
de no haberte quedado sentado en el sofá? “Es una
realidad. En aquella época apenas había entrenadores
españoles de ACB que hubieran salido al exterior”,
cuenta Paco. “Se dio esa situación y creo que tuve mucha
fortuna de entrar en la estructura de Angelo Medina. A
partir de ahí, han ido pasando temporadas, hemos ido
consiguiendo objetivos y hemos llevado a los equipos
más arriba de cuando llegamos. La distancia con la
familia se hace difícil, pero en la situación profesional,
estoy agradecido de poder haber entrenado en equipos
más importantes y ahora damos un paso más y estamos
preparados para ganar títulos”.
Relación de imágenes
Página 42: Prensa BSN.
Página 44 y 45: Paco Olmos en un tiempo muerto con
Jefes (La Afición/Milenio).
Página 47: Andy Panko y Paco Olmos (Fuerza
Regia).
43
SKYHOOK
44

SKYHOOK
JOE FULKS
UNA HISTORIA DE GLORIA Y TRAGEDIA
Texto: José Luis Martín @jolumarco41

E
chando la vista atrás en el tiempo, hacia
finales de la década de los 40, el baloncesto
profesional distaba mucho de lo que es
hoy en día. Escasa repercusión mediática,
sueldos bastante pobres, anotaciones
bajas y un juego rudimentario eran las
características de un deporte que luchaba por hacerse
45
un hueco dentro de las preferencias del público
estadounidense, muy fan del béisbol o el boxeo. De
aquella época, George Mikan es considerado por la
gran mayoría el primer gran dominador del juego, pero
hubo otros jugadores, olvidados la gran mayoría, que
permitieron que el baloncesto lograse sobrevivir en
aquellos difíciles años 40 hasta la creación de la NBA.
Uno de esos jugadores fue Joe Fulks, apodado “Jumpin’
Joe” o “El Babe Ruth del baloncesto” debido a la peculiar
forma que tenía de lanzar a canasta, saltando en el aire,
girando o cambiándose el balón de una mano a otra,
cuando la norma instaurada era el lanzamiento estático
a dos manos. Su plasticidad y su amplio rango de tiro
eran algo que nadie había visto hasta entonces sobre una
cancha. Él fue uno de esos revolucionarios que logró
aportar un ingrediente innovador al juego, haciendo ver
que los patrones de la época necesitaban renovarse para
hacer atractivo el juego al aficionado.
Considerado por muchos el padre del baloncesto
moderno, había venido al mundo en los albores de los
años 20 en Birmingham, una pequeña localidad en
el Estado de Kentucky. Criado en la granja familiar,
durante sus primeros años disfrutaba con la caza y la
pesca, hasta que a los 8 años el baloncesto irrumpió en
su vida. Fue la primera vez que vio jugar al equipo del
instituto, quedándose asombrado ante el descubrimiento
de un juego desconocido para él. Tal fue la pasión que

SKYHOOK
 generó el baloncesto en él que se colaba en la cancha
del instituto cuando todo el mundo se había ido para
lanzar pequeñas latas de conserva al aro. En casa se las
apañaba rellenando un calcetín con papel higiénico
o serrín que hacía las veces de balón, hasta que el
entrenador del equipo colegial descubrió a aquel niño y

Los fans de le regaló un viejo balón usado. De familia muy humilde

y con un padre alcohólico, el carácter del joven Joe se

los Warriors fue tornando cada vez más tímido y hosco, sufriendo
incluso la picadura de una viuda negra que cerca estuvo

alucinaban con
de acabar con su vida. Lanzar aquella pelota a un
viejo aro destartalado se convirtió en su refugio de las

su interminable
dificultades cotidianas.
Forjando su talento en las calles, Fulks encontró

surtido de
hueco en el equipo del Instituto Marshall County, donde
ya empezó a desarrollar su lanzamiento en suspensión,

lanzamientos.
algo que chocaba con las ideas de su entrenador. A los
17 años se vio forzado a mudarse junto a su familia a
la localidad de Kuttawa, cuando las autoridades locales
finalizaron la construcción de una presa cercana que
daría lugar al lago Kentucky. Aquella vieja localidad de
Birmingham, de apenas 300 habitantes, yace sumergida
hoy en día bajo las aguas del principal lago al este del río
Mississippi. Fue en Kuttawa donde comenzó a hacerse
famoso por aquella forma tan peculiar de lanzar que le
permitía destacar en anotación. Las decisiones rápidas
no eran comunes entonces, con todos los entrenadores
apostando por un lanzamiento parado a dos manos y
con un juego excesivamente lento. Fulks rompió esa
norma, destacando por encima de todos los demás.
Rompió todos los récords anotadores en la historia
del Estado de Kentucky, lo que le valió para conseguir
una beca para la Universidad de Murray State. En
46 aquellos dos años universitarios Fulks promedió 13’2
puntos en los 47 partidos que disputó, cifra bastante
alta para el promedio de aquella época, y fue nombrado
All-American en 1943. Además de su lanzamiento en
suspensión, era capaz de anotar con ambas manos,
siendo muy difícil de defender para unos rivales que
no concebían la posibilidad de que alguien pudiese ser
ambidiestro en aquella época.

Con la decadencia Su salto al profesionalismo, sin embargo, debió

esperar unos años más, ya que decidió alistarse en

y la llegada de los Marines para servir en el Pacífico durante la II

Guerra Mundial. Fulks combatió en Iwo Jima y Guam,

los nuevos ídolos manteniéndose en forma viajando por todo el país como
miembro del All-Star Leatherneck, un equipo con los

–Arizin-, los mejores militares, antes de regresar a casa en 1946. Para

entonces, la recién creada BAA estaba compitiendo

problemas con el con la NBL por conseguir los mejores jugadores y

la mayor publicidad posible, dentro de un ambiente

alcohol se hicieron caótico del que Fulks formó parte. El más avispado
de los propietarios de aquellos equipos fue Eddie

más serios y Gottlieb, figura importantísima en los primeros años

del baloncesto profesional. Propietario y entrenador

evidentes. de los Philadelphia Warriors, había oído hablar de

Fulks durante su periodo militar y pensó en él como
la pieza principal sobre la que edificar el proyecto
de los Warriors en la incipiente BAA. Le ofreció un
contrato por 5.000 dólares, cantidad muy importante
por entonces, pero debió aumentarla hasta 8.000 más
un coche ante las exigencias del jugador. El propio

SKYHOOK
Fulks recordaría años después cómo le decía a su esposa temporada en la BAA, promediando ambos 28’3 y 26
“esto es genial, me van a pagar por hacer lo que más me puntos respectivamente. Con unos Warriors muy lejos
gusta”. de su mejor nivel, lo mejor de la temporada llegaría el
Gottlieb supo desde el primer día que había empleado 10 de febrero de 1949, cuando Fulks endosó 63 puntos
bien su dinero pues Fulks sería el mejor jugador de la a los Indianapolis Jets, en respuesta a los 48 que Mikan
liga, alcanzando la categoría de estrella en el área de había logrado once días antes. Fulks anotó 27 de 56
Philadelphia, donde una canción y un sandwich llevaban tiros, estableciendo un récord de anotación individual
su nombre, y a lo largo de todo el país. Aquella primera que duró hasta 1959, cuando Elgin Baylor anotó 64 ante
temporada fue el máximo anotador con 23’2 puntos por los Celtics. Hasta cinco jugadores diferentes de los Jets
partido, una cifra descomunal
para una época en la que
los equipos (incluidos los
Warriors) promediaban
unos 60 por partido. Ningún
compañero suyo logró llegar
a los 10 puntos por partido y
el segundo máximo anotador
del campeonato, Bob Feerick,
solo llegó a promediar 16’8
puntos. Anotó más de 30
puntos en una docena de
partidos, destacando los 41
que endosó a los Huskies de
Toronto. De haber existido
el galardón de MVP, hubiese
sido suyo sin ninguna duda.
“Joe fue uno de los pioneros
del juego”, declaró un Gottlieb
que señalaba, “tenía el mayor
surtido de lanzamientos que
he visto en el baloncesto”. “Los
fans adoraban la novedad de
su lanzamiento”, recordaba su
compañero de equipo Howie
Dallmar, que decía que “como
47
soltaba el balón por detrás de
su cabeza, el lanzamiento era
imposible de taponar”.
A pesar de no conseguir el
mejor récord de la liga, que fue
para los Capitols de Auerbach,
los Warriors consiguieron
35 victorias y alcanzaron las Finales ante los Chicago fueron incapaces de detener tal avalancha de puntos.
Stags. Fulks anotaría 37 puntos en el primer partido (21 Tras ello, Fulks haría tres buenas temporadas en
de ellos en el último cuarto), 26 en el tercero y 21 en el los Warriors, pero nunca más volvería a alcanzar los
cuarto, llegando al quinto partido con ventaja para los 20 puntos de media. Con los Lakers dominando el
Warriors 3-1. Los 8.221 espectadores que abarrotaban campeonato y con una nueva estrella en su equipo, Paul
el viejo pabellón de Philadelphia vieron un partido Arizin, quedó relegado a un segundo plano, dejando de
muy igualado, decantado finalmente del lado de los lado su forma física. Eso y sus problemas con el alcohol,
Warriors gracias a los 34 puntos de Fulks. Celebrando conocidos por todos los que le rodeaban y que él trataba
el campeonato logrado en el vestuario, Fulks fue de esconder. Aun así, le dio tiempo a participar en las
preguntado cuándo iba a regresar a su Kentucky natal, a dos primeras ediciones del All-Star Game, antes de sus
lo que respondió “tan pronto como pueda, debería haber dos últimas temporadas en activo, cuando ya su mente
plantado mis patatas hace dos semanas”. estaba muy lejos del juego. Era un asiduo bebedor desde
La siguiente temporada promediaría 22’1 puntos, el su época adolescente, cuando rellenaba sus refrescos de
mejor de la competición, aunque el máximo anotador Coca-Cola con whisky, y se alejaba de todo el bullicio
fue Max Zaslofsky, ya que se contabilizaba el total de Philadelphia para refugiarse en su Kentucky natal en
de puntos y no el promedio. Los Warriors volvieron compañía de la cerveza. “Joe amaba la cerveza”, declaró
a disputar las Finales pero esta vez sucumbieron en años después su compañero en los Warriors Ernie Beck.
seis partidos ante los Baltimore Bullets. En su tercera “Gottlieb se encargaba de buscarle para asegurarse
temporada fue el único capaz de poder jugar de tú a que no estaba fuera antes de un partido, pero Joe solía
tú frente a George Mikan, quien disputaba su primera ocultar un paquete de cervezas en el armario. Tomaba

SKYHOOK
 Prácticamente
unas cuantas antes de jugar y nunca entendí cómo podía
hacerlo”.

olvidado, a
Tras su retirada regresó a casa, donde gozó de
diferentes empleos, incluyendo uno como ojeador de

su funeral no
los Warriors hasta mediados de los sesenta, al mismo
tiempo que su fama iba cayendo en el olvido. Había

acudió ningún
conseguido un empleo en la prisión de Old Eddyville
y mantenía una turbia relación con Roberta Bannister,

representante de
una atractiva viuda cuyo hijo, Greg, no veía con agrado
su romance con Fulks. Una noche, el 20 de marzo

la NBA o de los
de 1976, después del trabajo, Fulks pidió a Greg que
le ayudase a reparar su coche averiado, a lo que el

Warriors
joven muchacho accedió, previo pago de una botella
de vodka. Los dos estuvieron sentados hablando y
bebiendo hasta que la conversación fue derivando en
una discusión a gritos hacia las tres de la madrugada.
Mientras Fulks se sentaba en la cama, ebrio, tratando de
quitarse los zapatos, Greg, de 22 años de edad, salía en
dirección hacia su coche para abrir el maletero donde
guardaba su escopeta recortada. Volvió con ella a la casa,
encontrando a Fulks sentado en la cama, aún con los
pantalones y la camisa puestos, y le gritó: “¡Vete a casa!”.
Cuando la esposa y la madre de Greg se vestían para
ver qué sucedía ya era tarde. El disparo que atravesó
el cuello de Fulks resonó en la vivienda, reventando la
arteria carótida e hiriéndole de muerte. Tenía 54 años.
La noticia del fallecimiento del que en su día había
sido el mejor jugador del país apenas tuvo excesiva
repercusión. Fue enterrado tras una sencilla ceremonia
en el pequeño cementerio de la localidad de Briensburg,
donde no acudió ningún representante de la NBA
o de los Warriors, campeones el año anterior. Tan
solo unos pequeños párrafos aparecieron en algunos
48 periódicos locales, pero las causas reales de su muerte
no se conocieron hasta más de dos décadas después.
En todos aquellos años sus antiguos compañeros creían
que había tenido un accidente de coche, un infarto o
que se había suicidado. Fue un final inmerecido para un
jugador de su importancia. De hecho, no fue incluido
entre los 50 mejores jugadores de la historia en 1996, a
pesar de haber sido elegido miembro del Hall of Fame
en 1978. “Después de los partidos fuera de casa solíamos
ir a algún bar local a tomar unas cervezas y Joe siempre
estaba con nosotros”, contaba su ex-compañero Walt
Davis. “No conocía nadie a quien no le gustase Joe
Fulks”.
El hombre que fue el principal foco de atención en los
albores de la NBA es hoy un completo desconocido para

“No conocía nadie a

la gran mayoría de los aficionados al baloncesto. Con
apenas un puñado de pequeños vídeos suyos en internet,

quien no le gustase
nunca alcanzó la fama de jugadores como Mikan,
Schayes o Cousy y quedó relegado al olvido como

Joe Fulks”.
muchos contemporáneos de su época, caso de Neil
Johnston, Bob Davies, Jim Pollard o Bobby Wanzer. Fue

- Walt Davis
la forma en que lanzaba lo que le hizo diferente y ayudó
a que el baloncesto empezara a gozar de popularidad en
los barrios de Philadelphia, ciudad donde el béisbol era
el deporte dominante. “Jumpin´Joe” fue uno de aquellos
primeros pioneros que prendieron la mecha de lo que
posteriormente sería el baloncesto moderno.

SKYHOOK
 49

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50

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tony allen
oda al antihéroe
Artículo de Miki Rodríguez @rodriguezgil6 Fotos: NBA
51

SKYHOOK
 E
l Doctor Jekyll y Mr. Hyde. El orden y el
desorden. El cielo y el infierno. El amor y el
odio. El bien y el mal. El blanco y el negro.
El ser humano tiende a separar
categóricamente todo cuanto tiene
a su alcance en grupos opuestos. El
organigrama mental de nuestra raza respira aliviado
cuando clasificamos las ideas. Nos gusta encasillar a los
conocidos, tener los libros en diferentes estanterías en
función de su escritor o su procedencia y los elepés en
orden según grupos, estilos o épocas.
O nos place más la playa o lo hace la montaña. O
eres más de vino o de cerveza. O te gusta el mar o eres
acérrimo defensor de la piscina. Paradigmáticamente, o
eres blanco o eres negro.
Pero es justo en este instante cuando entra en escena
un concepto denominado imperfección. Lo imperfecto
es impuro, es defectuoso e inclasificable y rompe los
moldes. Remitámonos a los hechos: hay libros que
no sabes en qué estantería ubicar, hay música cuyo
género no puedes definir y paisajes que mezclan playa
y montaña. Incluso piscinas saladas. Y negros que son
medio blancos, o blancos que son más bien negros.
Si un jugador de baloncesto promedia apenas 8
tantos y 3 rebotes por partido con un 28% desde el
triple no pensaríamos que podría llevar ya 12 campañas
en la élite. Es cuanto menos extraño que siga teniendo
contratos de más de 5 millones de dólares por año. Y,
extendiendo el concepto, no encaja con que haya sido
constantemente elogiado por leyendas de la talla de
Kobe Bryant o Paul Pierce, entre otros.
El baloncesto evoluciona: la nueva hornada de
hombres altos ahora puede botar el balón, consigue
52 hacer reversos y pasar con tacto el balón. Los más
pequeños machacan el aro, atacan de espaldas al
poste bajo, atrapan hasta dobles cifras de rebotes y
ponen unos cuantos tapones. El especialista defensivo
ahora consigue tirar de tres o quizás tener muy buen
porcentaje desde dentro de la pintura.
Pero por suerte más que por desgracia para Tony
Allen no sirven los modelos.
Es posible que Allen sea el último especialista
defensivo puro de la historia del baloncesto moderno.
Es posible, además, que sea el jugador en activo con más
importancia para sus compañeros con las peores cifras
estadísticas. Desde que en 2010 los Memphis Grizzlies
incorporaran simultáneamente a Tony Allen y Shane
Battier a sus filas, el concepto de franquicia cambió
radicalmente. El Grit and Grind surge entonces como
respuesta necesaria a la plenitud creativa imperante en
el Oeste americano. Se plantea la destrucción no sólo
como arma con capacidad para derrocar a la ofensiva
de franquicias campeonas bien definidas como Lakers,
Spurs, Mavericks o Thunder, sino para hacer renacer una
corriente destronada alguna década atrás con el ocaso de
los Bad Boys de Detroit.
Los Grizzlies fueron esa campaña el equipo con más
robos de la NBA y al mismo tiempo, con más anotación
dentro de la zona. Y ganaron el primer partido de
Playoffs de su historia. También su primera serie (4-2
a San Antonio Spurs). Y desde esa campaña hasta la
actual, acumulan un balance de 290 triunfos por 186

SKYHOOK
derrotas, lo que supone más de un 60% de victorias, algo
impensable en una franquicia hasta la fecha perdedora.
Incluso llegaron a las finales del Oeste tras dejar en
el camino a Oklahoma City Thunder y Los Angeles
Clippers. Y trascendiendo más allá de lo puramente
estadístico, se convirtieron, hasta hoy, en uno de los
equipos más singulares del otro lado del charco.
Drafteado en 2004 en con el pick número 25, Allen
tuvo apenas un año más tarde complicaciones con la
justicia tras un tiroteo en un restaurante en Chicago,
caso por el que estuvo dos días en prisión. Estos
problemas extradeportivos, unidos a los de dentro de
la cancha en forma de lesiones de rodilla, fueron los
causantes directos de su ausencia en más de 80 partidos
durante su segundo y tercer curso baloncestístico. A
pesar de ello, la carrera deportiva de Tony Allen iría
paradójicamente a dar buen fruto.
Es en las Finales de 2010 donde nace a efectos
prácticos la leyenda de Tony Allen en un papel de
antihéroe - o lo que los entendidos del baloncesto
llaman escolta suplente puramente defensivo- tan
perfectamente llevado a cabo que no podría haber sido
interpretado por muchas estrellas de Hollywood. “No
importa cuál sea el nombre del contrario, voy a hacerme
fuerte en defensa y voy a intentar ser lo mejor posible en
ello, pensé. Y desde entonces no he mirado atrás. […]
Paul Pierce me dijo que si podía defenderle día a día en
los entrenamientos, podría defender a cualquiera”. Con
la mentalización del entonces entrenador principal de
Boston Celtics, Doc Rivers, para ser el antídoto contra
la serpiente negra, Allen consiguió que Kobe Bryant
bajara del 46% en tiros de campo durante la temporada
regular al 40% en las Finales. Hizo también que bajara
su porcentaje en triples y media de asistencias. También
que subieran sus pérdidas de balón.
No cabe entonces duda del por qué la Mambra Negra
otorgó el título honorífico a Tony Allen de “mejor
defensor a quien jamás me haya enfrentado” justo tras
retirarse. Analizando la sentencia con la misma cálida
frialdad con la que Allen destroza los planes rivales
cada noche, que uno de los mejores jugadores de la
historia de este deporte cuyo palmarés ocuparía varias
páginas de los antiguos teletextos diga que “Allen es el
jugador con quien más problemas he tenido siempre
individualmente”, eriza la piel. Ni el propio antídoto
contra todo lo viviente que supuso ser Shane Battier, ni
el agresivo Ron Artest, ni el maléfico Bruce Bowen, ni
la computadora Gary Payton, ni Su Santísima Majestad
con el 23 a la espalda, ni los más recientes King James o
Kawhi Leonard. Ninguno de ellos. Sino el hombre de los
8 puntos y 3 rebotes por partido.
Tampoco está de más saber que, por ejemplo, en
53
la temporada 2014/15, Tony Allen fue escogido en el
primer equipo defensivo y de entre los 5 seleccionados
(Chris Paul, DeAndre Jordan, Kawhi Leonard y
Draymond Green), fue el que más porcentaje de tiros
de campo disminuyó en sus oponentes, obteniendo los
hombres que fueron defendido por Allen un ridículo
37% de acierto en contraposición al casi 44% en tiros
de campo de esos jugadores a lo largo de la temporada.
Prueba inequívoca de la importancia del escolta es que
los Memphis Grizzlies perdieron 7 de los 11 partidos
en los que Allen no pudo jugar. Además, fue el líder en
porcentaje efectivo de robos en toda la liga (valor que
demuestra la cantidad de pérdidas del rival cuando el
jugador oponente está en pista).
Podríamos continuar hasta el fin de los días con
una retahíla de datos que demuestran la desolación
sin balón y sin piedad provocada por Tony Allen en la
última década. Pero qué pena tan frecuente es reducir el
baloncesto a números.
No es de extrañar que, extasiados por la admiración
al antihéroe, la ciudad del blues y al mismo tiempo la
urbe más importante de Tennessee haya nombrado a
Allen como uno de sus personajes más queridos, hasta el
punto de querer incluso colocar una réplica de su cabeza
en el archiconocido Mt. Rushmore, rebautizado por los
fieles del Grit and Grind como “Mt. Grizzmore”.
SKYHOOK
 Una vez llegados a este punto podríamos afirmar con
más seguridad que dudas que la figura del “Grindfather”
es, cuanto menos, peculiar. Esta teoría queda reforzada,
además de por sus momentos en la pista de absurda
genialidad, como solicitar a gritos ser ingresado en el
primer equipo defensivo a cada robo o buena defensa
(el “First Team All Defense!” que hizo popular en la
semifinales del Oeste en 2015 contra Golden State
Warriors), por las anécdotas que tan bien reflejan la
seguramente desequilibrada cabeza tanto de Tony Allen
como de muchos más jugadores de baloncesto.
“Es único, un personaje especial”, decía su compañero
y nuestro compatriota Marc Gasol en una entrevista
con Zach Lowe, uno de los periodistas más conocidos
de la ESPN: “lo más loco que jamás le he visto hacer
es intentar taponar un tiro con una toalla. Nos
pitaron una técnica en Playoffs contra Derek Fisher
y los Thunder. […] Entiendo cómo se siente, y el alto
contenido emocional que posee. Está muy metido en el
juego. A veces se mete en la pista incluso sin saberlo.”
Declaraciones que podrían referirse a un afanado
cuarentón en una liga provincial pero que lo hacen
para hablar de un icónico jugador de la mejor liga del
universo.
“No quiero que me metas una canasta: tú no puedes
meterme una canasta” es lo que oyen el resto de
jugadores de Memphis antes de cada entrenamiento.
“Hola, vengo a jugar al baloncesto… en el campo
defensivo” es lo que oyen los árbitros que pitan a
Memphis antes de cada partido. Todo el mundo conoce
a Tony Allen, aunque nadie quisiera hacerlo. Su método
de juego es, como su personalidad, excéntrica. “Los
equipos tienen un objetivo: darle a mi hombre la bola.
54 Por eso, si estudio sus sistemas, puedo esquivar los
obstáculos y mantenerme con él, obligándole a hacer
algo que no ha practicado antes. Mis antenas están
conectadas todo el rato.” Los analistas del baloncesto
americano describen el estilo de juego de Allen con
términos bélicos y probablemente agresivos. Y lo hacen
con acierto.
Hay quien dice que el talento es como la clase
social: o se tiene desde el biberón, o no. Pero justo lo
contrario ocurre con la disciplina y la mentalidad. Algo
así debió pensar Allen al inicio de su carrera. Lucha,
garra, concentración o motivación son descriptores del
juego de demasiados deportistas. La unicidad de Tony
Allen nos lleva a aplicarle los siguientes descriptivos:
anticipación defensiva, inteligencia espacial, instinto
destructor, verbalización emocional y estoicidad en
el trabajo físico diario para llegar a lograr los mejores
desplazamientos defensivos de la liga tras haber
sobrepasado una rotura de ligamento cruzado anterior
hace ya una década.
Una característica más que distingue a Tony Allen
del resto de los especialistas defensivos mortales es la
individualización de la técnica defensiva. Cuando el
“Grindfather” se enfrenta a cada estrella de la liga utiliza
una táctica única. En los múltiples enfrentamientos
con Kevin Durant, así como con otros aleros altos de la
liga como LeBron James, Paul Pierce o Vince Carter, le
hemos visto sobre todo anticipar la recepción al poste
bajo. La defensa del hombre por delante es una de las
SKYHOOK
especialidades de Allen, acostumbrado a defender a
baloncestistas mayores que él (1,97 m). En este sistema
defensivo se procura evitar que el hombre alto reciba el
balón en posiciones cercanas a canasta y utilice su mayor
estatura para generar desventajas. Marc Gasol es el pilar
defensivo interior de los Grizzlies y supone la otra pata
para la mesa de esta situación, colocándose detrás del
jugador preparado para la ayuda en caso de que el pase
vaya por encima.
Justo lo contrario realiza Allen cuando se enfrenta
a un jugador que no suele ir al poste bajo, como el
caso de Kobe Bryant, Klay Thompson o Jimmy Butler:
defenderles de cara y decantarles un lado, donde contará
con la ayuda del entramado defensivo del equipo. Otra
de las virtudes destacables de Allen es la de nunca
perder la tensión defensiva en la línea de pase, teniendo
la capacidad de volver rápidamente de la posición de
ayuda cuando el balón está en lado contrario, condición
que le lleva a robar balones en primera línea que
conducen a un contraataque de 1 contra 0 y por tanto a
canastas sin esfuerzo ofensivo.
Superando a las anteriores, la mayor virtud de Allen
es la de mantenerse increíblemente pegado al hombre de
balón y pese a ello, evitar que el atacante consiga ventaja.
Raras veces los bloqueadores obtienen ventaja con Allen:
es como un gusano que siempre encuentra hueco para
pasar. Utilizar las manos aunque no posea el balón –
ocasión que afortunadamente es frecuente- y no tener
miedo sino deseo por el suelo y por el contacto físico
son otras de las cartas que juega cada noche.
Tony Allen es un revolucionario. Tanto, que ha sido
capaz en sí mismo de mutar el concepto clásico de
defensa, hasta la fecha definido como evitar recibir una
canasta. Para Allen la defensa es ofensiva, es agresiva,
es peligrosa: es ataque. En baloncesto el que tiene la
bola ataca, excepto si eres defendido por Tony Allen.
Porque entonces tienes que defenderte de los ataques de
sus manos, de la rapidez de sus pies, de la inteligencia
espacial que le hace estar más orientado que incluso los
cámaras de televisión y, en suma, de la trampa defensiva
que su equipo construye con él como cabecilla.
Afirmaba en un entrenamiento un miembro del
staff de entrenamiento de los Grizzlies que “la fuerza
y el acondicionamiento defensivo de Tony Allen son
increíbles por su movilidad lateral. No hay nadie
que le supere en este escalón. Es un tipo diferente de
deportista. Podría haber jugado a cualquier deporte.”
Por suerte, Allen escogió el de introducir la pelota en el
aro. O mejor dicho, el de evitar que otros lo hicieran.
En todas las películas existe un villano. Es más,
existe en casi todos los capítulos de la vida. Un ser
ruin e infame para el espectador cuya misión es
matar al héroe. La cuestión es que, en este caso, ese
miserable es carismático. Es idolatrado, reconocido y,
afortunadamente, inevitable.
Tony Allen es esa perfecta imperfección. Ese concepto
inclasificable. Ese gris que abraza al blanco y al negro.
“Ese extraño elemento”, que decían los pioneros con
pajarita y gafas de culo de vaso. Ese héroe que dada su
incapacidad de construir el bien, lo demuele con rabia y
con alevosía. Pero, eso sí, con una sonrisa perenne en su
rostro. Para hacer que los suyos sonrían igual.
Otrora los componentes del trío con más talento ofensivo que amenazaba con dominar la liga
a corto plazo, hoy día rivales. Durant, Westbrook y Harden compiten, a base de animalada
por noche, por alzarse con el MVP de la presente temporada desde diferentes franquicias.

ONCE
BROTHERS
Texto de Jacobo Correa @ JacoCorrea

55

SKYHOOK
 E
scribo estas líneas el día
primero de 2017. La
resaca baloncestística
Tres jugadores en sigue taladrando mi
56 plena madurez, cabeza cuando ya ha
oscurecido. Anoche,
ajenos a los cotillones, cenas en
compitiendo a la vez familia y fiestas exclusivas, Russell
Westbrook firmaba su enésimo
por el anillo, el MVP y triple doble antes del descanso del
partido que enfrentaba a sus Thun-
con muchas cuentas der con los Clippers y James Harden
se convertía en el primer jugador
pendientes por en la historia en realizar tal hazaña
(el triple doble) sumando más de 50
resolver. puntos, 15 rebotes y 15 asistencias
en una incalificable actuación. Justo
24 horas antes, en la noche del 30
de diciembre, Kevin Durant alcanz-
aba también dobles figuras en tres
apartados estadísticos distintos. No
es casualidad. Este trío de balon-
cestistas está protagonizando una
temporada de ensueño. A día de hoy
son, a pesar de que Kawhi Leonard,
LeBron James o Giannis Antetok-
ounmpo quieran hacernos dudar al
respecto, los tres máximos candida-
tos al premio de MVP de la tempo-
rada. Y todo esto no tendría nada de
especial, si no fuera porque no hace
tanto compartían entrenamientos y
rutinas.
SKYHOOK
En febrero de 2011 los Thunder
pensaron que podrían sacar tajada
por un prometedor Jeff Green, y
le enviaron junto a Nenad Krstic,
una elección de primera ronda del
Draft de 2012 y dinero a Boston a
cambio de Kendrick Perkins y Nate
Robinson, esperando que el primero
les diera mayor presencia en la
pintura, y que ambos contagiaran
a un grupo muy joven del espíritu
ganador necesario para dar el
siguiente paso. La salida de Green
también provocaba cambios en
el mecanismo del equipo, puesto
que Serge Ibaka pasaría a formar
pareja interior con el recién llegado
y, a su vez, Harden quedaría como
principal referente de la segunda
unidad.
Un más que discutible
intercambio a la larga que, sin
embargo, a corto plazo aplacó
el escepticismo producido por
la adquisición del gigante de los
Celtics. Formando pareja interior
con Ibaka, Perkins liberaba a este
de gran parte del trabajo sucio e
imponía respeto, más por físico
que por calidad, bajo los aros de
los chicos de Scott Brooks. La
nueva pócima les dio para superar
dos rondas de Playoffs, donde ya
el terceto Durant – Westbrook
– Harden acaparaba casi todo el
juego ofensivo, antes de caer en
Finales de Conferencia ante unos
Dallas Mavericks que a la postre se
harían con el anillo venciendo a los
todopoderosos Miami Heat del Big
Three formado por James, Wade y
Bosh. Por su parte, Robinson tuvo
un papel residual, participando solo
en siete encuentros antes de hacer
las maletas a final de curso.
La hoja de ruta había quedado
marcada, y cuatro muchachos de
menos de veintitrés años lideraban
un proyecto con visos de dominar
la liga en los años venideros. En
la 2011/12, Westbrook, Durant e
Ibaka salían cada noche a la pista
en el cinco inicial, mientras que
Harden se convertía en el mejor
sexto hombre de la competición,
formando parte del quinteto
en los momentos decisivos si el
partido de turno estaba aún en
el alero. Solo los eternos Spurs y
unos brillantes Bulls ganaron más
partidos en regular season que los
muchachos de Oklahoma. Tras
deshacerse de Mavericks, Lakers y
Spurs –a quienes ganaron cuatro
partidos consecutivos tras empezar
con un 0-2 adverso-, estaban en el
último peldaño de una escalera que
conducía directamente al cielo.
Pero entonces, la debacle
Miami Heat no tuvo piedad de
los inexpertos Thuder y, liderados
por un monstruoso LeBron James,
arrasaron en la final. Kevin Durant
parecía una isla en medio de un
desierto, firmando unos números
épicos en una serie imposible.
Westbrook acompañaba a base de
carácter, pero se licuaba desde el
triple y en ocasiones en una errática
toma de decisiones. Aunque el
gran señalado –con razón- sería
la tercera pata de la mesa: James
Harden. Durante aquellas Finales
se rumoreó que eran habituales
sus salidas nocturnas por South
Beach, y brotaron dudas respecto
a su mentalidad. Tal vez por ello,
acabado el curso, llegada la hora de
sentarse a negociar una renovación,
las diferencias económicas se
hicieron insalvables. Rob Pellinka,
agente de Harden, no cedió ni un
ápice en una actitud reforzada
por la astronómica renovación
que los Thunder habían acordado
con el también incipiente Ibaka a
razón de 49 millones de dólares
más incentivos por las próximas
cuatro temporadas –a entrar en
vigor en 2013-. Así, Sam Presti, GM
de Oklahoma City, no tuvo más que
escuchar que escuchar a Daryl Morey,
su homólogo en Houston Rockets. El
barco, lleno de marineros a quienes
no gustó el traspaso de uno de sus
57
lugartenientes, quedaba en manos del
binomio Durant – Westbrook.
En 2013 la lesión de Russell
Westbrook sesgó las esperanzas de
Oklahoma City en Playoffs, tras
haber logrado el mejor récord en el
Oeste; pero para el siguiente año, la
progresión de Serge Ibaka, unida a la
aparición de Reggie Jackson -quien
hacía de Harden en la temporada
2013/14-, suplió con nota la baja de
Russ, volviendo a colocarles como
aspirantes a todo. Pero se dieron de
bruces contra los mejores San Antonio
Spurs de siempre y un triple de
Manu Ginóbili en el momento clave.
2015 parecía el año definitivo. Kevin
Durant estaba en el cénit de su carrera
(MVP en 2014). Sin embargo, el
infortunio físico del alero fue una losa
demasiado pesada en una conferencia
en la que la pelea era salvaje, pese a
los brutales esfuerzos de Westbrook
por sacar a flote la nave, y no hubo
postemporada. Armados hasta los
dientes, con unos Steven Adams y
Enes Kanter que complementaban a
SKYHOOK
 Serge Ibaka y forzaban la salida de
Kendrick Perkins y, por encima de
todo, con la frescura en el banquillo
de un nuevo técnico, Billy Donovan,
los Thunder resurgieron cual ave
fénix y sembraron el terror en los
Playoffs. Justo cuando parecían
imbatibles, en la serie final de la
Conferencia Oeste, con un 3-1
a su favor ante los omnipotentes
Warriors del 73-9, se diluyeron
cual azucarillo en té hirviendo. Tan
incomprensible como frustrante.
Desenlace: salida de Kevin Durant
en busca de la gloria en otra parte.
Cada uno por su cuenta
Westbrook se quedó solo. Atrás
quedaban las palabras en las que
Durant se mostraba orgulloso de
pertenecer a la franquicia y sus
intenciones manifiestas de no jugar
para otro equipo. Atrás las alabanzas
al otro pilar de la plantilla, al que
llamó hermano con lágrimas en los
ojos cuando recibió su premio como
mejor jugador de la NBA. Atrás
una historia de amor que no podía
acabar bien. KD anunciaba su fichaje
por la sensación del momento, el
grupo de moda: los chicos de la
58
JUEGOS OLÍMPICOS 2012
La última reunión del trío fue en los JJOO de Londres
2012, antes de la marcha de Harden rumbo a los Rockets.
Desde entonces, este es el único marco posible para
que se vuelva a reunir una de las tripletas exteriores
más talentosas que ha dado la NBA en toda su historia.
SKYHOOK
Bahía de Oakland.
A todo esto, lejos de Oklahoma
City, James Harden seguía creciendo.
En su primer año en los Rockets sus
números se dispararon, y se unió
a sus antiguos compañeros en el
evento que reconoce a los mejores
de la primera parte de la campaña:
el All-Star Game. Con un nuevo
colectivo más bien justo de talento
alcanzaría los Playoffs. La directiva
texana, en su segunda temporada,
añadiría a Dwight Howard al plantel,
buscando la históricamente exitosa
combinación exterior superior –
interior dominante. La mezcla, a la
larga, resultó como agua y aceite.
Con todo, lograrían plantarse en
unas Finales de Conferencia, antes
del desastre final en 2016. La vuelta
de tuerca en Houston llegó con la
incorporación de otrora exitoso
Mike D’Antoni, técnico que había
perdido prestigio tras sus tropiezos
en Nueva York y Los Ángeles. Daryl
Money anduvo hábil. Su fracaso tal
vez no se debiera al propio técnico,
sino a su empeño en jugar de una
manera determinada con las piezas
incorrectas. Como espejo, los Suns
liderados por Steve Nash. Solución,
buscar mimbres con facilidad para el
tiro. Eric Gordon y Ryan Anderson
para abrir el campo y dar libertad
absoluta a la Barba. La fórmula se
tornó exitosa.
En los Warriors, Durant se unió
al niño bonito de la NBA, Stephen
Curry, ganador de los dos últimos
premios de MVP, y a una pléyade de
baloncestistas de nivel superior: Klay
Thompson, Draymon Green, Andre
Iguodala… Poco tardó en demostrar
que no era uno más. Pese a los
comentarios de pretemporada en los
que Thompson, marcando terreno,
se mostraba reacio a renunciar
a sus tiros, o el convencimiento
generalizado de que Curry es el
buque insignia de los Warriors, la
lógica terminó por imponerse: Kevin
Durant se hace su espacio hasta
estar a la par que los dos principales
anotadores del equipo en número
de tiros, superando a ambos en
efectividad, y mostrando un hambre
superior al de sus compañeros.
Arribó en la Bahía para ganar el
anillo, lo demás no le sirve.
Solo, Russell Westbrook se
embarcó en una cruzada. Firmó
la renovación con los Thunder y
se ganó los pocos corazones que
aún se mostraban insensibles en el
Chesapeake Energy Arena. Cada
noche se lanza a tumba abierta sin
medir energías, ni riesgos. Sobre
sus hombros, una urbe entera que
se resiste a sentirse pequeña. Se
dice que la ciudad es un destino
poco apetecible para los agentes
libres. El base procura invertir esa
creencia manteniendo a su grupo en
la élite. Triples-dobles a mansalva
y un balance esperanzador. Nadie,
desde Oscar Robertson, terminaba
diciembre promediando dobles
dígitos en tres categorías estadísticas
diferentes. Palabras mayores.
A por el MVP
La primera línea de la parrilla
por la carrera hacia el MVP de
la temporada está copada por
tres jugadores en plena madurez.
Justo en ese punto en el que el
conocimiento del juego adquiere
una nueva dimensión y el físico
toca techo. Los detractores tienen
a lo que agarrarse. Harden y su
tendencia a dejarse llevar en defensa,
sin valorar que todo el ataque de
su equipo nace en él: a cierre de
edición, lidera la competición en
asistencias por partido. Westbrook
y las pérdidas de balón (apartado
en el que Harden también aparece
destacado) o excesivos lanzamientos,
sin pararse a pensar en la figura
de aquel Kobe Bryant de la era
post Shaquille O’Neal en Lakers, James Harden pronto
donde con una mano en la cara
seguía siendo mejor opción que se convirtió en el
otros compañeros liberados, y su
paralelismo. Durant y la comodidad mejor sexto hombre de
de estar en el equipo con más
potenciales all-stars, sin comprender la competición.
el mérito que tiene destacar más
que ellos. Los dos primeros son el Un papel que se le
motor de sus escuadras. Sin ellos no
hay camino, y todo lo que generan quedaba más pequeño
es el sustento de sus aspiraciones. El
tercero parece de golpe clave en el conforme se le
engranaje de la maquinaria Warrior,
propensa a griparse si falla el ‘35’. espesaba su barba.
Nadie sabe cómo hubiesen
evolucionado aquellos Thunder de
2012, cuando un final anticipado
cortó un alumbramiento que de
haberse culminado probablemente
hoy tiranizaría la NBA. Porque,
aunque el mejor jugador del mundo
resida en Ohio, nadie es tan bueno
como un equipo al completo. Y si
en ese equipo coinciden tres de los
cinco o seis mejores jugadores del
planeta, detener su ascenso iría más
allá de la épica. Posiblemente aquel
59
verano, Sam Presti, sin saberlo, nos
privó de un conjunto legendario. Y
al nivel al que se muestran hoy, sí
resultaría creíble aquello que una
vez salió por boca de LeBron: “not
one, not two, not three…”. Claro
que no deja de ser una hipótesis. No
sabemos si el crecimiento hubiera
sido conjunto, o tan exagerado como
el que hemos apreciado.
Por el contrario, lo que ganamos,
es una batalla heroica por sobresalir
del resto. Una carrera hacia el
MVP de la temporada. Cuyos
protagonistas, hace apenas un lustro,
compartían vestuario, siendo casi
unos imberbes (Harden incluido)
con el universo esperándoles. Pero
apenas eran unos veinteañeros
faltos de maduración. Las malas
decisiones (no siempre propias),
nos arrebataron el éxtasis colectivo.
Disfrutemos pues, por separado,
de los genios. Que aquí se viene a
pasarlo bien.
SKYHOOK
60

SKYHOOK
cuando
el
tiempo 61

se
detiene
Texto de Germán Coronel @Gersace_

SKYHOOK
 S
olo los superhombres tienen la cualidad de
hacer del calor hielo. No hay nada que ruja
más que un pabellón enfurecido, clamando
por la victoria de los suyos, llevándolos en
volandas. Y no hay nadie que les haga callar
sin necesidad de una palabra o de dedo índice
posado en los labios como lo hace LeBron James. Para
muchos, es el principal motivo para dormir tarde. Para
otros, la excusa para seguir pensando que Michael Jor-
dan no queda tan lejos. Odiado o amado, Bron es Bron.
No se explica su grandeza sin contenido multimedia de
por medio. Las palabras se le quedan tan atrás como los
detractores.
que pudo ser y no fue, la carta de retorno del hijo
pródigo en Sports Illustrated y de nuevo, fallo. Nunca
levantarse fue tan fácil. Porque parece acostumbrado
al incesante ritmo de la guerra de trincheras. Guarda
provisiones, se prepara para ganar y, en caso de no
conseguirlo, repite el proceso. No es que solo entienda
la victoria, sino que es lo único que entra en sus planes.
Lo suyo no es resiliencia, sino supervivencia. El contexto
le obligó a aceptar la derrota como posibilidad, pero no
cambiaría la ambiciosa intención del hoy veintitrés. Caer
es el primer paso para seguir adelante. Porque perder no
es un motivo para dejar de ganar. En sí mismo, LeBron
es una oda al espíritu competitivo.
Por encima de todo, siempre hubo una palabra:
instinto. Rápidamente lo asociamos con el feroz
animal que en la selva corre tras su futurible presa sin
miramientos. Ambos avanzan a toda prisa. Uno por
temor, otro por hambre. La de James nunca se sacia. La
comparación con otros grandes de todos los tiempos es
inevitable, pero no corre por sus venas. Hace tiempo que
62 lo naturalizó y vive con ello, sin necesidad de recordar
su estatus. Porque, si bien la discusión de su talla quedó
tiempo atrás obsoleta, mantiene la obsesión por seguir
marcando la pared al medirse. Entrar en los libros es
parte de su rutina. Como para ti cepillarte los dientes.
“Soy LeBron James, de Akron, Ohio. (...) Ni siquiera
debería estar aquí.” Era 2013 y ya lo tenía claro. No ha
habido un solo regalo en su carrera. Conoce de dónde
viene, sabe quién es y quién fue. El estatus alcanzado le
permite disfrutarlo, pero tenía una deuda pendiente.
Antes de cerrar el círculo, todo peligró. La ventaja
3-1 se disfrutaba desde la Bahía y animó un debate con
solo un argumento para contraponerse frente a mil y
uno para votar por el sí. ¿Merecería, aún cayendo, el
MVP el hijo pródigo? En la discusión se percibía la
“Si JR no hubiera estado allí, la habría machacado.
estaba a punto de morir. Pero le doy todos mis resp
había sido disparado. Me río de ello todo el tiempo
menciones todo el día de fans hablando siempre de
SKYHOOK
dimensión de esas cuatro noches sin soltar la cuerda.
Más aún se avivó cuando logró cambiar las tornas. Las
circunstancias explican una reflexión cuya existencia no
podemos probar, pero sí imaginar. De nuevo en casa,
con un proyecto a medida y ante un rival de históricas
proporciones. No era un posible reconocimiento
individual. Era una manera de dar un sitio en la historia
a alguien que lo busca incesantemente.
No fue necesario. Por sí mismo se hizo ese hueco.
En el último hito de nuestro superhombre se resumen
todos los logros intangibles últimamente cosechados.
Ningún número es capaz de hablar más que los propios
hechos. La valía de una sola acción puede expresarse con
miles de adjetivos y en decenas de idiomas diferentes.
Hay sensaciones que, sin saber por qué, simplemente se
comparten. La única barrera la imponen los colores. La
picadura de la Víbora Russell te exime de la apreciación
de su belleza. En menos de un segundo, solo hubo un
grupo de personas en todo el planeta que no se llevara
las manos a la cabeza síntoma de la incredulidad sino
de la cólera: los seguidores de los Warriors. De la nada,
alguien se elevó, tomando un cariz semideístico, y
cambió el guion. Llevaba haciéndolo más de 6 partidos,
este último golpe fue el más significativo jamás visto
por su parte. El ensordecedor rugir de un león que no
paró de hacerlo. Poner punto y final a una batalla de 48
minutos con aún 2 por jugarse.
A partir de ahí, tomó nombre y se hizo un hueco
en la memoria del colectivo que guarda relación con
el mundo de la canasta. Ya estaban ‘The Shot’ o ‘The
Dunk’, ahora también ‘The Block’. Un golpe al tablero
que habló por sí mismo. Con el sonido de la bocina
final las lágrimas hicieron valorar el tapón que hoy sigue
haciendo eco en nuestra mente. Punto y final a 7 noches
que sin pasión no pueden entenderse.
Un simple impulso sirvió a LeBron para definirse.
Oakland estaba en llamas, también él, pero en distinto
sentido. Su forma de arder conlleva responsabilidad y
compromiso. Responsabilidad por los suyos, por no
dejarlos caer. Compromiso consigo, por ser alguien para
siempre. Los ojos del alero reflejaban tales ascuas. Otra
vez no. Como cabeza de león debía hacerlo, a cualquier
precio. Simplemente era la última oportunidad para
despejar toda duda. El modo perfecto de imponerse
como emperador. Sus tierras ya se extienden por todo el
país yanqui y la vecina Canadá. El fuego de la conquista.
El doctorado cum laude, en el mayor escaparate
existente, en superar todo obstáculo. Clutch time,
 espectáculo y punto de inflexión. Momento definitorio
para alguien con demasiados ángeles y demonios
postrados sobre sus hombros, gritando al oído.
Desde casa y sin pagar un duro, asistimos a una
master class de liderazgo con el mejor profesor posible.
Cargó con una pesada mochila a sus espaldas que le
hizo marcar las diferencias. No solo fue la cabeza visible,
también el cuerpo ejecutor. Se pringó de barro como
cualquier otro y el resultado fue la mejor actuación
individual en cuanto a estadística que se recuerda en
unas finales de la NBA. Se liberó de presión acaparando
obligaciones. El tapón que dijo adiós a la detracción no
fue ni más ni menos que la mejor muestra posible de
guía por el ejemplo.
André robó meses atrás la ocasión de LBJ para firmar
la paz en su Cleveland natal. Un año después solo fue
parte de nuestro memoria por un acto involuntario.
¿Quién podía imaginarlo? Un rectificado ya le había
librado de JR y el contrincante más cercano pisaba el
perímetro. El aro se había cerrado pero parecía dirigido
a abrirlo sin posibilidad de freno. Anotar costaba la vida
y LeBron estaba dispuesto a arriesgarla por evitarlo.
Comenzó la carrera a 27 metros de la meta. Recorrió
18 en 2,7 segundos. Iggy sacaba una ventaja de más de
2 metros cuando pisó la pintura. A 32 kilómetros por
hora, la potencia propulsó una galopada que inició el
corazón. A 3,5 metros de altura encontró el balón. Se
elevó 90 centímetros y le bastó para tocar el cielo.
“¡OH!” y tras ello resignación. Salió de la nada para
poner la cabeza en el aro y la palma contra el tablero.
Hacerse leyenda a golpe y porrazo. Entrar en el edén
con una agresividad feroz. Entró a formar parte del club
de los beatificados por asalto. Cuentan que a Tyronn
Lue solo le fue necesaria una frase para activar en el
cerebro de su indiscutible estrella la última alarma.
Lo que hacía sobraba para dejarnos boquiabiertos,
pero apenas era suficiente para volver a la gloria. “¡TU
LEGADO ESTÁ EN LA LÍNEA!” Exigía excelencia a la
brillantez. El sobresaliente se quedaba corto, el mínimo
era la matrícula de honor. Porque era posible. Porque
LeBron James puede alcanzar tales cotas. Años y años
escribiéndose sobre él. Viéndole jugar. Admirándole
u odiándole hasta puntos enfermizos. Millones de
personas con las miradas concentradas en la misma
figura. Lo cierto es que nadie conoce sus límites.
Poco después, Kyrie Irving encontró el modo de
poner su sello. Lo hizo aunando descaro y talento. Las
cualidades de alguien que vive pegado al balón. El niño
. Bueno, no sé si la hubiera machacado porque
petos. Cuando lo taponó, pensé que alguien
o. La gente intenta reírse de mí, sigo recibiendo
el tapón.” Dijo Iguodala a ESPN.
travieso al que nadie puede regañar por su especial
genio. Da valor a lo estético y no hubo mejor forma de
demostrarlo que con la puntilla. Es parte de la élite. Más
que un escudero. Clausuró la más fiera de las contiendas
desde la belleza de lo trascendental. Él también estaba
allí y no como telonero.
Sin embargo, nadie puede arrebatar al Rey el
momento del año. Nadie podría dejar sin premio el
instante en el que el hombre desafió a la ciencia para
salir victorioso. No hay manera de despojar a quien se
adueñó de ello sin pedir permiso.
La relación de tal acción con los hechos no puede
pasarse por alto. Existe una conexión indirecta entre
‘The Block’ y todo lo que le precedió. Más que un punto
de inflexión, fue una definición. De siete noches de
altibajos. El exceso de confianza de Iguodala, el fervor
de la batalla, el surgir de una fuerza superior... Un
anillo disputado con mil historias tras de sí. Un instante
que puso a medio mundo al borde de un ataque de
nervios.
La carga de valor simbólico se plantó ante nosotros
con una rapidez pasmosa. Del equipo que resurgió de
sus cenizas salió el Ave Fénix que haría de gigante a
sobrepasar. De la necesidad de un golpe sobre la mesa
se dio el manotazo más determinante de los últimos
años. De unos minutos de carácter bélico a la última
y letal ráfaga. Fue capaz de hacer que la temperatura
del infierno llegara al bajo cero. Puso sobre el fuego
una capa de hielo. Todos en pie, con una mueca
indescriptible, tratando de procesar lo que acababan de
ver. Se habían convertido en testigos.
Solo los superhombres tienen la cualidad de parar
el tiempo. No hay nada que mantenga más el silencio
que un pabellón acallado por la dureza de la realidad.
Y no hay nadie que provoque tal realidad rozando la
63
perfección que LeBron James. Para muchos, se coronó
con un salto de casi 100 centímetros. Para otros, lo
había hecho tiempo atrás. Confirmado o históricamente
apreciado, Bron es Bron. No se explican los hechos
sin conocer su grandeza. El presente se le queda tan
pequeño como lo hizo su pasado. Vive anclado en la
eternidad.
SKYHOOK
 to n e g ro
e r qu i n te
El prim
de l a N B A
Texto de Ju an F. Escuder
E
n diciembre de 1964 el ala-pívot céltico
Tom Heinsohn sufrió una pequeña lesión
que le mantuvo apartado del equipo duran-
te 16 partidos. Esta circunstancia no pasaría
de ser una mera anécdota en el transcur-
so de una temporada si no fuera porque
indirectamente contribuyó a dar un paso decisivo en la
definitiva destrucción de las barreras de la integración
racial en el baloncesto americano. En efecto, Heinsohn
era el último jugador blanco del quinteto titular de los
Boston Celtics. Con su salida y la consiguiente irrupción
del ala-pívot Willie Naulls como sustituto natural, el
primer quinteto enteramente negro de la historia del ba-
loncesto profesional tomaba cuerpo. El cuarteto restante
64 lo componían los hombres de perímetro, Sam Jones y
K.C. Jones, como alero jugaba Tom “Satch” Sanders y
como pívot el imprescindible Bill Russell. 16 partidos
aguantó la mítica formacion hasta que Heinsohn re-
gresó. La tendencia hacia el reconocimiento de la superi-
oridad atlética negra había cristalizado de esta forma
como pudo haber sucedido en otra franquicia algunos
meses antes o algunos después. Red Auerbach se llevó
el reconocimiento por haber sido capaz de romper una
nueva barrera, un reconocimiento que nunca tomó muy
seriamente porque, de una manera u otra, tan solo había
puesto en liza a sus mejores jugadores, no le importaba
para nada su religión, credo, opinión política ni, por
supuesto, el color de su piel.
Catorce años antes se había dado, sin embargo, el
paso más complicado, es decir, la selección del primer
jugador negro en el Draft, y no mucho más tarde la
llegada del primer entrenador. En 1950, un año después
de la creación oficial de la liga con las siglas NBA, no
era infrecuente ver a jugadores negros participando
junto a blancos en campeonatos universitarios, incluso
equipos enteramente negros principalmente en las
escuelas del Sur, pero profesionalmente hablando solo
en los Harlem Globetrotters (curiosamente el equipo
se fundó en Chicago, no en Nueva York) se daba esa
circunstancia. Por eso, cuando el 25 de abril de 1950,
durante la ceremonia del Draft en Chicago, Walter
Brown pronunció el nombre de Charles Cooper, se
SKYHOOK
SKYHOOK
o @jfescuder
o | Fotografía d
e NBA
produjo una considerable conmoción en las altas esferas
de la NBA. Charles “Chuck” Cooper tenía la piel no tan
oscura como algunos de su raza, pero se trataba de un
jugador negro en toda regla. Alguien en la sala se dirigió
a Brown:
- Walter, ¿te has fijado que es un hombre de color?
- Me importa una mierda si es negro, a rayas o con
puntos. Los Boston Celtics eligen en segunda ronda a
Charles Cooper, de la universidad de Duquesne.
Pero las sorpresas no habían terminado ahí. En la
novena ronda los Washington Capitols elegían a otro
jugador negro, Earl Lloyd. Y en este caso no había lugar
a la duda, su universidad de procedencia, West Virginia
State, era una institución enteramente para negros. De
hecho, no fue Cooper sino Lloyd el primer jugador no
blanco en disputar un minuto en un partido oficial de
la NBA, el 31 de octubre de 1950 cuando Washington
visitó la cancha de los Rochester Royals. La andadura
inicial de Lloyd se prolongó tan solo durante siete
partidos, ya que fue llamado a las filas del ejército, pero
en su primer encuentro fue el mejor reboteador con 10
rechaces, y de vuelta a la competición en 1952, ya con
los Syracuse Nationals, ganó un anillo en 1955.
No obstante, el reconocimiento hacia el progreso
social no llegó plenamente hasta la consagración de la
primera superestrella afroamericana, Bill Russell. Bill
llegó cuando otros 21 jugadores de su misma raza le
habían precedido, pero quién se acuerda de Lloyd o
Cooper, jugadores de corta andadura e importancia
minúscula en cuanto a sus conquistas deportivas. Casi
nadie. Pero hablar de Russell son palabras mayores, a
pesar de que, como sus antecesores, tuvo que soportar
condiciones sonrojantes, y protagonizó muy a su
pesar historias de intolerancia racial rayando en lo
vejatorio, circunstancia por otra parte muy normal en
aquella época, en la cual empezaban a aparecer figuras
emblemáticas de la lucha por los derechos civiles como
Malcolm X, Martin Luther King o Rosa Parks.
Cuando apareció una figura (Bill Russell) que
ejecutaba como nadie antes -y escasos jugadores
después- el concepto de defensa y juego en equipo,

- Walter, ¿te has fijado que es un
hombre de color?
- Me importa una mierda si es negro, a
rayas o con puntos. Los Boston Celtics
eligen en segunda ronda a Charles
Cooper, de la universidad de Duquesne.
EL PRIMER QUINTETO NEGRO DE LA NBA
la faz de la NBA sufrió una metamorfosis completa.
Es curioso cómo los principales avances en el juego
global del baloncesto estuvieron protagonizados por
una minoría negra. Primero Russell, más tarde la
irrupción del precursor de Jordan, Elgin Baylor. Baylor
consiguió algo muy importante, que el estilo de juego
rico en imaginación, talento y capacidad física, es decir,
la trasposición de un carácter jordaniano mezclado
con el toque Globie, ya no fuese considerado un tabú.
Con el tiempo, los Boston Celtics fueron incorporando
jugadores negros a buen ritmo: Sam Jones, K. C.
Jones, Bennie Swain, Tom Sanders, Willie Naulls,
John Thompson, Wayne Embry… hasta propiciar el
suceso que explicábamos al principio. La aparición del
primer quinteto enteramente negro de la historia era
únicamente cuestión de tiempo.
El tiempo ha transformado a la NBA en una
competición donde las características de la raza negra
imperan sobre la blanca. A comienzos de 2017 resulta
muy complicado encontrar una verdadera superestrella
blanca en la liga, y si confeccionamos una lista de los
diez mejores jugadores de todos los tiempos casi seguro
que todos coincidiríamos en un único especimen
blanco; Larry Bird. Un tema genético, diría la mayoría.
El baloncesto no fue inventado para una u otra raza,
pero la evolución le ha colocado donde se encuentra.
Incluso el viejo tabú blanco-inteligencia y negro-
capacidad atlética se ha roto en ambos sentidos. La
NBA simplemente vive esta realidad.
65
Plantilla de los Boston Celtics 1963-1964
SKYHOOK
SKYHOOK
 Justo una semana antes
de anunciarse oficialmente
su vuelta al banquillo
de UCAM Murcia, Fotis
Katsikaris nos concede su
única entrevista desde el
pasado verano. Conciencia
tranquila, mirada limpia y
unos valores que le han
llevado a ser reconocido
como entrenador de primer
orden europeo. Desde
el instante inicial nos
66 recibe simpático, incluso
bromista, para crear un
clima de confianza que
convierte una entrevista en
una charla en la que uno
imparte y dos aprenden.
De baloncesto y vida.

“El dinero no es mi prio

SKYHOOK
 Fotis Katsikaris
Baloncesto de honestidad

Texto de Emilio Sánchez-Bolea @sanchezbolea

Fotografía de portada: ACB Photo / B. Pérez
Fotografías entrevista: Miki Rodríguez

¿Sin equipo por decisión personal o por no llegar la oferta que te

gustaría?

Un entrenador tiene que estar preparado para cualquier cosa que le pueda
suceder. La oferta de Lokomotiv me genera ilusión por poder competir en
las dos competiciones y, sobre todo, crear un proyecto. Soy un entrenador
de proyectos, y la idea era formar uno nuevo en un equipo con muchos
cambios e invertir mi trabajo, como siempre he hecho en todos los clubes en
que he estado. Desafortunadamente, no ha salido bien porque no ha habido
la paciencia suficiente. Fueron sólo ocho partidos oficiales, y hasta encontrar
la química en un equipo nuevo, conocer a los jugadores y aunar todo, nos
encontramos con malos resultados. Pero sí, me gustaría trabajar, me gustaría
estar en un banquillo lo antes posible.

¿Qué pasó? Lo vuestro parecía que iba para largo, con un contrato por
67
tres años.

Me baso mucho en la relación química que se puede crear, y parece que

no estábamos en la misma línea el presidente y yo, ya desde el primer mes.
Él quería volver a la Euroliga, y es fácil decirlo, pero hay mucho trabajo
detrás que no se puede hacer con tanto nerviosismo.

Tienes 49 años, y llevas 19 entrenando. ¿Tenías muy claro que querías

ser entrenador?

Siempre. Esa pasión me la han transmitido la experiencia y la suerte

de haber tenido como entrenador a Kresimir Cosic, una leyenda. Es él
quien me cambió. Primero como jugador, porque yo fui un petardo que
sólo miraba la canasta, y me transformó en un jugador con mucha cabeza,
lectura de juego y pensando en lo que un debía hacer para mi equipo. Me
cambió totalmente el chip y me hizo ver el baloncesto desde otro ángulo.
En Atenas tardaba casi una hora en llegar desde mi casa al pabellón de
AEK, y me la pasaba entera pensando en el entrenamiento: errores de la
sesión anterior, qué hacer para mejorar… Tenía 22 o 23 años, que lo normal
es disfrutar y simplemente pensar en jugar, entrenar y ya está. Y Cosic

oridad”
me cambió completamente. Me enseñó también a ser mejor compañero,
que es lo mejor que un jugador puede conseguir. Tener respeto dentro del
vestuario, igual sin tanto reconocimiento de cara al público, pero conseguir
que estén todos unidos, es la clave para conseguir los objetivos.

Al comentar ese cambio de jugador me has recordado al trabajo que,

supongo, pretenderías hacer el año pasado con Campazzo.

SKYHOOK
 Por supuesto, porque cuando te pasa a ti luego lo
ves mucho más fácil. Cuando ves a un jugador con
características como las de Facundo –o como Aaron
Jackson en Bilbao-, sin quitar lo bueno que tiene, ves
que con ese talento tan especial puede hacer muchas
más cosas para que su equipo gane. No quitar o limitar
su juego, sino que por las virtudes que tiene, podrá estar
preparado para que si en un partido ha de meter 30
puntos para ganar, lo hará. O en otros partidos críticos,
como ante Estudiantes el año pasado, será capaz de dar
15 asistencias. Convertirle en un jugador polivalente.
Tiene el talento, tiene el carácter y, aunque sea impulsivo
y eso a veces le supera, es su naturaleza.
¿Te has sentido identificado con algún jugador que
hayas entrenado?
le decía que no, me podía echar. Hablé con su ayudante
de confianza y le dije que lo que yo quería era entrenar.
Le gustó que dijera las cosas a la cara, porque yo no iba
a ser feliz siendo el delegado, así que Ivkovic vino un día
que estábamos trabajando con los jóvenes en verano a
Atenas para hablar conmigo y le dije: “Coach, yo quiero
ser entrenador”. Sin hacer la pelota ni diciéndole que
quería aprender de él. Directamente. Al final logramos
tener una relación muy buena, pese a que no es nada
fácil estar con él por lo exigente que es. Pero aprendí
muchísimo, sobre todo a manejar la euforia y a gestionar
las crisis. Tuve la suerte de hacer, digamos, todos mis
cursos universitarios y de formación con Ivkovic, y
luego ponerlo en práctica con Sakota, que me daba
tanta libertad que le estoy muy agradecido. Esos dos
entrenadores me han preparado mejor que nadie.

Hay uno, al que conozco muy

bien porque además le he reclutado
yo y he estado con él desde muy
joven en AEK: Nikos Zisis. No sé si
soy muy objetivo, porque he pasado
mucho tiempo con él trabajando
individualmente, pero era un jugador
muy anotador en categorías inferiores
que supo ver mucho más allá de ser un
goleador. Siempre piensa primero en
el equipo, y es por eso por lo que ha
triunfado y está triunfando.

INICIOS COMO ENTRENADOR

Tu primera etapa como

68 entrenador jefe llega después de
haber sido asistente de Politis,
Ivkovic y Sakota, y de haber vivido la
época con más títulos del AEK –dos
Copas de Grecia, una Liga y una
Saporta-. Te toca una etapa tal vez de
transición, ¿verdad?

Aunque no aparezca en mi
currículum, en mi primer año no
estaba Politis, sino mi amigo y
excompañero Giorgos Kalafatakis, que
llegaba desde Iraklio para sustituir a
Ioannidis, con quien no terminó de
salir bien el tema. Después de Politis
tuve a Ivkovic, que ya sabéis lo que
significa en el baloncesto griego y
europeo. Yo era muy joven y le tenía
un respeto total, y aprendí mucho de
él. Cuando llegó, él tenía un asistente
y un preparador físico desde hacía
muchos años. Me acuerdo cuando él
estaba con Obradovic y la selección
yugoslava en el Eurobasket de Francia
’99, que me llamó y me dijo: “Tú eres
muy educado, eres guapo, tal y cual…
De basket no necesitamos tanto, pero
sí un buen delegado”. Menuda noche
pasé, toda sufriendo, pensando que si

SKYHOOK
 Aunque antes de esta puesta en práctica, el presidente
del AEK me dijo, después de Ivkovic y antes de Sakota,
que podía coger el equipo como principal. Pero le dije
que no estaba preparado. Puedes sacarte una licencia de
piloto y en unos meses llevar un Jumbo desde Atenas
hasta Nueva York, pero si a la vuelta hace mal tiempo, lo
más probable es que te estrelles.

Y después de tomar las riendas en el AEK, al

incipiente Dynamo de San Petersburgo. Nace un
“Cosic me cambió
año antes de tu llegada, estás allí un año, y entra en
bancarrota. completamente
Antes de esto, en AEK habíamos estado reclutando
con Ivkovic todos los jóvenes de proyección que había
en Grecia: Bourousis, Zisis, Dikoudis, Kakiouzis… Era
como jugador y
un grupo que a día de hoy podía haber ocupado el lugar
de Olympiacos, pero desafortunadamente el proyecto se
cae al perder el presidente el interés por el baloncesto. El
como compañero”
club queda en manos de uno de sus hijos, que hace cosas
que no me gustan y, quedándome otro año de contrato,
decidí dimitir a mediados de julio de 2005, cuando casi
todos los equipos tenían entrenador. Creo que fue la
primera decisión dura de mi carrera. Tenía a mi familia,
estaba en casa, con un contrato muy bueno, jugando
Euroliga… Pero todo se cayó en una reunión. No era
sólo una cuestión de química. Si un cristal se rompe no
lo puedes arreglar, tienes que comprar uno nuevo.
Ahí tuve la suerte de que una semana después, David
Blatt, que era el entrenador de Dynamo, alcanza un
acuerdo con la Benetton, y deciden llamarme. Me toca
otra vez una decisión fuerte, porque mi familia se viene
al completo conmigo. Hacemos un año muy bueno y en
mi familia nos mantenemos unidos. Y nos fuimos sin
pensar en la posibilidad de que me podían echar, fuimos
69
para triunfar, sin miedo. Y eso me ha ayudado mucho,
me ha dado confianza en mi trabajo y me ha hecho creer
que lo puedo conseguir, sin tener dudas.

¿Qué pasa en Rusia? Desde fuera se ve mucho

dinero pero pabellones vacíos, proyectos que se
estrellan…

Los rusos son diferentes. Son ganadores, pero quieren

demostrar que tienen poder a base de dinero. En esa
“Si me quedaba un
época, para ir para allá tenían que pagar un 30% por
encima de tu valor y te daban una parte por adelantado.
Pero no tienen la paciencia suficiente, es difícil trabajar
día más en Aris, era
allí. Salvo en CSKA, donde sí se pueden hacer proyectos,
su mentalidad es de “si metemos tanto o cuánto dinero
somos favoritos y tenemos que ganar, y si no ganamos,
un problema”
echamos al entrenador”. Si superas esa prueba luego
puedes entrenar en cualquier sitio. Pero como jugador
es distinto, los jugadores lo disfrutan mucho porque
lo único que tienen que hacer es jugar, cobrar y nada
más.

Carlos Cabezas y Raül López comentaban que

tenían chófer a cualquier hora del día para lo que
quisieran.
Y lo del chófer no es algo extravagante, es normal
para ellos. No dejan conducir a los extranjeros en

SKYHOOK
 Rusia por muchas razones: conducen muy a lo loco,
las condiciones climatológicas… En Kuban sí te dejan,
pero en Moscú y San Petersburgo no. Pero no es algo
tan bueno, porque al final tu vida puede depender de
un borracho, y no es broma, eh. Yo en San Petersburgo
cambié tres conductores.

VALENCIA BASKET

“Es difícil trabajar Cambio radical al pasar de Rusia a España para

entrenar en Valencia Basket, uno de los banquillos

en Rusia, no tienen más calientes de la ACB.

Sí, es verdad que se creó esa fama con los

paciencia” entrenadores. Tenía a Juan Roig por detrás, con la

seguridad que da en el tema económico, habían pasado
grandes jugadores, ganaron una ULEB, llegaron a
una final ACB… Querían ser otra vez muy pronto
candidatos a ganar la liga, pero sin saber la manera de
cómo crear la base para hacerlo. Pero para mí entrar en
ACB era un sueño, Johnny Rogers y Víctor Sendra me
conceden esa oportunidad, y diría que el balance final es
bueno.

Allí entrenaste a Víctor Claver, que parece que no

termina de ser el jugador que queremos en España.
¿Le falta algo o somos injustos con él?

Las dos cosas. Cuando entró en el equipo lo

hizo a los 18 años y desde el mismo momento con
responsabilidades. Jugamos en playoffs contra el Real
Madrid y le puse a jugar de 4, con la prensa de Valencia
machacándome porque decían que es un 3, pero como
70 4 tiene unos números espectaculares y es una posición
en la que para él es más fácil entrar en el juego colectivo.
En aquel momento debía mejorar en el poste bajo y
eso luego emplearlo como 3. Lo que tiene que hacer
Víctor es quitar todo lo negativo que pasa por su cabeza.
Puede ser importante en cualquier equipo, pero se le
mira como a una estrella o, el gran error, pensando la
pasta que nos gastamos en este u otro fichaje… Influyen
muchos factores.

Da la impresión de que le viene bien el segundo

plano, y por eso tal vez ha rendido tan bien en Rusia,
sin tanta presión.

Las expectativas que había sobre él no le deberían

preocupar. El año pasado en Kuban estaban Delaney,
Randolph, Singleton y luego él. Y le vino muy bien.
(…) Cabrón, me has hecho daño con Claver. Sí, porque
cuando jugamos contra ellos en el Eurobasket Pau mete
27, Mirotic 18… Pero es Víctor quien cambia el partido.
Teníamos problemas para defender los bloqueos directos
con Chacho y Llull, puse a Antetokounmpo a defender
a estos y Spanoulis se quedaba con Claver. Tenía que
arriesgar y eso nos hizo mucho daño.

Avanzando en tu carrera, llegas a un Aris de

Salónica del que dimites a media temporada diciendo
que has llegado en el momento equivocado y que
no has sabido cómo motivar a los jugadores. Es un

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 71

SKYHOOK
 ejercicio de honestidad muy difícil de ver en un
entrenador.

En el caso de Kuban también soy honesto, y no

quiero echar la culpa al presidente, porque seguro que
cometemos errores todos. Es raro de ver porque a los
entrenadores se nos ve muy egoístas, parece que si

“Lo de Bilbao decimos públicamente que nos hemos equivocado la

gente lo va a ver como una debilidad. En ese caso me
entró pánico. Salí de Valencia en noviembre, no encontré

era algo más equipo, pasó el verano y tampoco… El presidente de

Aris me llama después de perder una eliminatoria de
acceso a Euroliga. Había una plantilla buena y conocida

que baloncesto, incluso en España, con Kakiouzis, Hatzivrettas, Betts,

Dikoudis… Estaba de vuelta, pero mentalmente era
como si no estuviese por el ansia que tenía por coger un

quedará para la equipo, así que no estaba al 100%. Veía que no podía,
llegaba un momento en que jugábamos bien en EuroCup
y mal en liga, con gente con quien ya había estado. Pero

historia” no encontramos un mismo feeling todos juntos, y el 6 de

enero dije que no podía ayudar más. Si me quedaba un
día más, era un problema.
Lo que pasa en Grecia, y todavía lo creen, es que yo
dejé el Aris por Bilbao. Pero eso surgió en cuestión de
tres o cuatro días y, de verdad, fue casualidad. Un sábado
jugábamos nosotros, la noche que dimití, y ese mismo
sábado perdía Bilbao con Txus Vidorreta en Valladolid.
Y Gorka Arrinda y José Cobelo me llamaron.

BILBAO BASKET

La mejor etapa de tu carrera, que llega después de

dos decepciones como Valencia y Aris.
72 Lo que pasa en Valencia te duele, porque no puedes
acabar lo que estás trabajando. Era la sexta jornada, el
récord que teníamos era 3-3, no 0-6 o 1-5, y cuando
empiezas una temporada te reúnes con los responsables,
hablas de los objetivos y trabajas para ello, pero si la
temporada acaba tan pronto para ti, ¿cómo vas a valorar
tu trabajo? Lo mismo con Aris, pero con la diferencia
de que yo era muy consciente de que no podía ayudar

“Uno debe tomar al equipo, y estuve ahí exactamente 100 días. Pasado
eso, salí de allí mucho más fuerte y preparado para un
equipo que estaba hundido psicológicamente como

decisiones por Bilbao.

Bilbao está en descenso cuando tú llegas, pero

su personalidad, ganáis 12 de 17 partidos en ACB y os metéis en la

Final Four de la EuroCup. ¿Qué química tan especial
surge entre ti, club y afición?

no por sus Esa suerte que tuve espero tenerla en muchos clubes,
pero aquello es irrepetible. Todo se basó en una relación

necesidades” muy honesta entre club, equipo, afición y yo. Fue algo
espectacular. Cuando estuve mal en el Aris, lo dejo y
vuelvo a Atenas, me encuentro a la prensa y no puedo ni
respirar. En mi casa, en mi país. Y lo contrario en Bilbao,
un respiro tan profundo, tan puro…

¿Es Bilbao el ambiente más ‘griego’ que has visto

aquí en España? Pabellón lleno, mucho carácter, un

SKYHOOK
modo de vida algo distinto…

Sí, seguramente, pero en Bilbao cuando pierdes no te

abuchean como en Grecia (risas). Pero sí, en cuanto a
animar, empujar, apretar al rival y a los árbitros, sí que es
muy parecido.

Hablamos en nuestro anterior número con Paco

Vázquez, que guarda un recuerdo muy especial de
aquel grupo.
“Ivkovic me quería
Aquello era algo más que baloncesto, como que
te tenías que superar siempre a ti mismo, cada día y
de delegado, pero le
dentro de un grupo. Y eso es lo máximo que te puede
pasar como entrenador, porque era algo de todos, hasta
el utillero. Era una cuestión de cada uno de nosotros,
dije que quería ser
querer superarnos respecto al día anterior, y no hablo
sólo de partidos. ¿Sabes eso de que “el cielo es nuestro
límite”, “no tenemos techo” y demás? Nosotros eso lo
entrenador”
hemos vivido de verdad.

Aquel año que os metéis en la Final de la ACB

después de eliminar a Valencia Basket y Real Madrid,
ambas eliminatorias con el factor cancha en contra.
Mucho carácter.

No sólo eso. Antes, perdemos contra Fuenlabrada

en casa faltando cinco jornadas de liga y nos quedamos
fuera de playoffs. Ahí es cuando yo creo que nace todo.
Coincidimos en un restaurante –ya tarde- Gorka,
Cobelo y yo con Mumbrú y Hervelle, que estaban ya allí.
Parecía que ya no íbamos a hacer nada y existía miedo
a fracasar, pero vamos partido a partido, ganamos los
cinco y quedamos sextos. 73
Unos cuartos de final espectaculares contra el
CSKA, a quien casi empatáis en Bilbao la eliminatoria
de acceso a la Final Four siendo un equipo
debutante.

Hicimos una Euroliga espectacular. Perdimos por

16 en Madrid, necesitábamos ganarles en la vuelta por
más para pasar al Top 8, y ganamos por 24. Pero de las
dos palizas en Rusia me fui muy enfadado, porque fue
como en una pelea de boxeo en la que te pegan y tú no
“La NBA es un
reaccionas. Respetábamos tanto al CSKA que estábamos
atenazados. Terminamos de allí un viernes a la una
de la madrugada y luego el domingo por la mañana
sueño. Y lo estoy
jugábamos en Sevilla. Teníamos que emplear todo el
sábado en llegar a Madrid, y de ahí en tren hasta Sevilla,
a donde llegamos a las nueve de la noche, y es cuando
buscando”
se ve cómo está el equipo. Tuvimos una reunión muy
significativa, hablándonos entre nosotros, mirándonos a
las caras, y diciendo que les íbamos a pegar, que no iban
a pasar por Bilbao así como así. Ganamos por 13 y luego
en el cuarto partido lo de los árbitros de verdad que fue
increíble, pero perdimos por dos puntos y con tiro para
empatar de Aaron.
Disfrutamos y lo aprovechamos todos muchísimo.
Siempre le digo a los jugadores, de cualquier equipo en
que he estado, que si piensas cada día en mejorar, ser
positivo, mirar por el equipo, ser buen compañero…

SKYHOOK
74

SKYHOOK
Al final, sin querer y sin buscarlo, te beneficia mucho.
Además, el último año estábamos con problemas
económicos, tenía yo que mantener el equipo –y gracias
a los chicos, la verdad- sin cobrar durante seis meses, y
nos plantamos en una final de EuroCup. Lo que quiero
decir es que éramos un ejemplo. Un equipo que va a
quedar en la historia.
SELECCIÓN RUSA
Y acabada esa etapa, te toca tu particular pesadilla
como seleccionador de Rusia.
Llega una oferta de Rusia que, igual, es para mis
bisnietos. Y un proyecto muy grande por parte de
la federación rusa. Ahí me siento que estoy a punto
de tocar el cielo, en mi mejor momento profesional
como entrenador. Pero otra vez, por cómo soy yo, no.
No podía aceptar algo que empieza una semana antes
de la concentración, con la dimisión del presidente –
Alexander Krasnenkov-, harto de presiones internas.
Yo ahí podía taparme oídos y ojos para cobrar, mirando
por mi familia y mi futuro. Pero no puedo funcionar así,
dimití y lo dejé todo, aun estando a finales de julio y sin
equipo.
Se han leído muchas barbaridades de aquello. Una
lucha de egos en la federación rusa que te tiene a ti
como chivo expiatorio.
Sí, empiezan con que si no queremos un entrenador
extranjero, que debe ser ruso… Dimito porque,
hablando con la presidenta en funciones –Julia
Anikeeva- por teléfono, me dice que un entrenador
asistente mío que se iba a encargar del scouting ha
dimitido. Yo, ni idea de qué estaba pasando. Le digo
que quiero este otro, pero me dice que tiene que ser
Vasily Karasev, pero yo no quiero porque es padre
de un jugador –Sergey-, es sólo un año lo que tiene
de experiencia y no quiero otro primer entrenador,
quiero uno para el scouting, y él no puede hacer eso.
Terminamos de hablar y me llega un mensaje al teléfono
con el anuncio oficial, hasta con declaraciones suyas
diciendo lo orgulloso que estaba y las ganas que tenía
de trabajar. Así que yo no podía seguir con eso. Me
manipularon.
¿Hablaste con los jugadores de todo aquello?
Sí. Uno de los más importantes y un gran profesional
como Sergey Monia me pidió perdón y disculpas en
representación del grupo. Y todos me escribían con un
mismo mensaje: no queremos que pienses que todos
los rusos somos así. Monia fue especialmente duro
hablando de todo esto ante la prensa en Rusia, pero allí
los periodistas guardan silencio.
Después de dimitir dijiste que cualquier entrenador
con honestidad habría hecho lo mismo. ¿Esa
honestidad puede ser contraproducente para tu
carrera?
Tomamos buenas decisiones con instinto, lógicas,
intereses… ¿Es esta una profesión normal? Si lo
piensas, no. Porque no depende de mí, depende de ti:
si no metes un tiro libre, si se te escapa el balón… Y
también podemos un ganar un título con mil errores
míos porque vas y metes 30 puntos. Por tanto, pienso
que cada uno debe tomar la decisión según cómo es
su personalidad, no sólo por las necesidades que tiene.
Porque yo también tengo dos hijos, no es que esté solo,
sea súper rico y no me importe nada. Pero no puedo.
Tengo al dinero aquí –abajo- y a Fotis aquí –arriba-.
El dinero no es mi prioridad. He rechazado ofertas de
equipos muy buenos, de Euroliga, por no sentir feeling
con la gente con la que me siento, y todo el mundo me
dice que si estoy tonto. Y en parte tienen razón, porque
por romántico o lo que sea, me quedo un año fuera, o
me pasa algo como lo de Kuban. Pero me siento muy
bien conmigo mismo.
Después de esa fallida etapa en Rusia, uno de los
nombres a los que se te liga mucho es el Real Madrid,
en un momento en el que Laso está muy discutido.
¿Problemas de ese feeling del que hablas?
Algún día voy a escribir un libro. Creo que va a
ser interesante. Divertido e interesante. Y creo que
vamos a abrir un capítulo muy grande, no del tema del
Madrid, sino de los clubes que buscan un entrenador
de un perfil, o un entrenador de moda. Cuando digo
de moda, hablo de que hacen una temporada buena.
Cada verano hay hot names de entrenadores, ¿por qué?
Porque hacen una buena temporada, pero hace dos
años parece que no eran buenos. O al contrario. Pero
un club que tiene una filosofía no puede tener una lista
con todos los entrenadores que hay, en plan “vamos a
75
por Phil Jackson, y si no, a por Doc Rivers, y si no, a por
el siguiente”. Tienes que saber primero como club qué
baloncesto quieres jugar, conocer a ese entrenador que te
interesa, ver cuál es la línea de trabajo que vais a seguir
juntos, el perfil de los jugadores, etc. Con el Madrid
hubo contactos, pero hablar de esto pasados los años…
El verano pasado también se me ligaba a varios clubes,
pero es algo que no puedes controlar.
UCAM MURCIA
Sorprende que para continuar tu carrera elijas un
sitio como Murcia, que realmente nunca había hecho
nada importante.
Hablé con Alejandro Gómez y José Miguel Garrido,
aparte de que les conocía de unos años antes porque
habíamos coincidido en varios eventos, y me cayeron
muy bien, como personas primero, y luego hablando de
basket. Y puedo decir que no me da ninguna vergüenza
venir a Murcia. Además, yo estaba con la selección
griega y ellos no tenían problema, con el riesgo que
supone llegar más tarde a la pretemporada. Seguimos
hablando y me gustó mucho el reto de dar ese salto del
que tan cerca se quedaban, y eso requería un esfuerzo
tremendo. Sorprendió a mucha gente, cada uno con su
interpretación: que no tenía equipo, que quería volver a
SKYHOOK
 España… Pero ha sido un año que he disfrutado mucho,
¿y sabes qué es lo que la gente no entiende? Que desde
el mismo día en que yo era oficialmente entrenador
de UCAM Murcia teníamos un cartel: favoritos para
los playoffs. En uno de los equipos de media tabla, que
nunca en su historia se había clasificado. Y no puedes
fallar. Eso pesa. A mí personalmente no, porque ya lo
sabía y me gustó el reto.

“Fui a Murcia con mi Pero a algunos jugadores sí podía pesarle ese cartel,
porque coges un equipo que el año anterior se había

piel, mi corazón… quedado a punto y contigo siguen nueve de esos

jugadores.

Todo” Claro, porque vienen de hacer ya una gran

temporada, pero en esta partes de que tienes que
estar sí o sí. ¿Por qué? Porque tú eres un entrenador
con currículum, se mantiene en bloque de jugadores,
etc. Pero no puedo estar desde el primer día en la
pretemporada, vuelvo de la selección con un grupo que
está entrenando, pero con una mentalidad diferente,
y aprender lo que queremos hacer y conocer a mis
jugadores para sacarles rendimiento, lleva tiempo.
Pero no lo teníamos. Uno de los objetivos era entrar
en la Copa del Rey, pero por uno o dos partidos y otra
tontería no entramos, y nos encontramos con que si esto
es un fracaso, que si tal…

¿Te sorprende precisamente eso, que la gente se

pueda echar encima pese a que nunca se había entrado
en Copa ni playoffs?

Para nada, de verdad. Lo que me sorprendió

76 positivamente fue la reacción del público, con mucha
paciencia conmigo a pesar de que perder es culpa del
entrenador, y con mi equipo. Y cada vez teníamos
más apoyo, sin conseguir buenos resultados. Eso creo
que es la clave. A mí la afición me ha apoyado y me
ha arropado tanto que les estoy muy agradecido, igual
con el equipo, que no jugaba nada nervioso en Murcia.
Cuando empezamos la liga nos toca un calendario muy
complicado, con los equipos de Euroliga en las primeras
jornadas, pero no bajamos los brazos, y después de

“La defensa es como cada derrota la gente tenía más argumentos para poder
hablar de algunos jugadores o del grupo en general, pero
apoyaba. Es un año que yo he disfrutado mucho y en

el banco, y el ataque que he aprendido mucho también. Trabajamos cada día

con estos jugadores, como Antelo -y lo digo en su favor
porque ya sabemos cómo es-, que le cuesta mucho soltar

como la bolsa” el balón y dar ese pase extra a la esquina, pero al acabar
la temporada es algo que tiene en su repertorio. Y no
me quedo con uno solo, sino que todos estos jugadores,
dentro del proceso de jugar como equipo y en colectivo,
van mejorando.

Hay jugadores a los que sacas mucho rendimiento:

Antelo, Facu, Radovic…

Radovic llegó nervioso por querer dar un paso

adelante. Pero cogido el ritmo, en la competencia que
había entre él y Antelo por el mismo puesto, se ayudaron
mutuamente los dos, y eso nos hizo crecer mucho

SKYHOOK
equipo. Luego de otros como Scott Wood, con quien
trabajamos mucho individualmente porque yo creo que
en esta liga debía jugar de 2, podíamos haber obtenido
mejor resultado, pero entra también el factor de cómo es
cada uno.
Entre medias te toca gestionar la difícil papeleta
de la salida de Lima y la entrada de Faverani casi
al mismo tiempo, dos jugadores que son muy
distintos.
Era una dificultad con la que trabajamos ya desde
el principio, aunque a mí me hubiera gustado que
Lima se quedara, y a veces era pesado con la dirección
deportiva porque jamás me relajo, nunca disfruto,
siempre estoy pidiendo más cosas. Lo hablábamos con
Alejandro y José Miguel, que en muy pocos momentos
hemos estado relajados, tomando un café y disfrutando,
porque siempre estábamos pensando en cómo mejorar
–también es la manera de crecer-. Era muy difícil,
porque Faverani estaba en proceso de recuperación,
Lishchuk tenía problemas… El cambio también llega en
el momento en que parece que estamos pillando cómo
defender los bloqueos directos, saltando con Lima,
y otra vez tienes que adaptarte a una nueva manera
defensiva, esperando atrás y buscando cómo tapar tus
debilidades.
Pero el equipo estaba ahí, con todas las carencias que
podíamos tener y la regularidad que nos faltaba a veces,
estábamos compitiendo. Y además, éramos un equipo
del que todos los entrenadores se quejaban. Era muy
curioso, porque llegaba en las previas, no después. Pero
si vamos jugador por jugador del año pasado, aparte
de Facu –que no es un jugador que pegue pero es muy
pegajoso- y Rojas, ¿quién más? Lishchuk era fuerte
pero muy noble. ¿Wood? ¿Benite? Pero no me disgustó,
porque si nos veían así es porque nos tenían respeto y
que nosotros teníamos una identidad como equipo.
¿Esa identidad o esa dureza mental era uno de tus
grandes retos? Al principio de la temporada pedías
al grupo que se quitara complejos de encima, que el
parqué y las canastas son iguales en todos sitios.
Eso fue lo más difícil. Porque no es que no me
escucharan o que no me oían. Igual no lo creían. ¿Cuál
es mi trabajo? Convencerles. Vamos a probar eso, como
mínimo vamos a perder menos balones. Pero por favor,
lo que no quiero es salir a una cancha blanditos, que nos
pasen volando por encima. A mí me duele mucho eso,
porque al final acaba el partido y estás pensando “podía
haber hecho eso”, “podía haber intentado aquello”, y así
es como peor te puedes ir de un partido. Sí que puedes
salir a por todas y que te pasen por encima igual, pero
que sea luchando y dando todo lo que tenía cada uno.
¿No meter? Bien. ¿Cometer errores? Bien. ¿Pero ser
blando, sin sangre y estar deseando que acabe el partido?
Da igual contra quien sea, siempre te tocará contra
algún equipo que tenga un pedazo de entrenador, una
estrella que no hay quien la pare, un tirador que no falla
77
SKYHOOK
 ninguna, etc. Pero cuando después de jugar contra ti se
van pensando “qué pesados son estos cabrones”, tú te has
creado una identidad.
Es lo que hicimos en Bilbao. Había partidos que
jugábamos fatal, pero podíamos llegar a los dos últimos
minutos del partido con opciones que si no hubiésemos
forjado esa identidad no habríamos tenido. Y hemos
ganado partidos sólo por eso.
El año pasado se ve a otro UCAM Murcia en los
partidos apretados, sobre todo en la segunda vuelta,
y parece definido que en ese tipo de finales juegan
juntos Cabezas de 1 y Campazzo de 2. ¿Fue este un
aspecto muy clave en la mejora final?
Fíjate la diferencia entre mis dos últimos equipos,
la paciencia que había en Murcia y la prisa que tenían
en Kuban. Y yo sé que me he equivocado con algunos
jugadores. Cuando digo que los jugadores tienen que
conocerme, también tengo yo que conocerles a ellos. En
Murcia llegó un momento en la segunda vuelta que vi
que los momentos más críticos tenía que jugarlos con
los dos bases en la cancha. En la primera vuelta no. ¿Por
qué? Porque no les había conocido tanto. En Kuban no
Fue muy tensa y bonita la manera de acabar.
Perdiendo en casa contra Manresa y por la manera
de como perdimos en Santiago contra Obradoiro,
pudimos pensar que habíamos tirado la temporada,
con todo el trabajo que habíamos hecho, y todos
estábamos muy decepcionados. Pero ni ahí, ni luego
entrando en playoffs, ni después de jugar contra el Real
Madrid, pasaba por mi cabeza seguir o no. Apenas tenía
tiempo de pensar, porque tenía que salir muy rápido
al Preolímpico con la selección, no tuve muchos días
en Murcia para quedar con la gente y no tenían claro
lo que querían hacer –y muchos pensaban que tenía
un contrato más largo, no por sólo un año-, así que fui
agente libre. Yo esperaba que un equipo como Murcia,
que iba a jugar dos competiciones, hiciese un esfuerzo,
aunque no sé cómo quedaron mis palabras, porque me
han dicho que al presidente no le gustaron.
Hace no mucho dijo que no volverías a entrenar a
UCAM Murcia mientras él fuese el presidente.
Ya, pero lo que quiero decir es que ni el club tenía
claro de qué presupuesto dispondría, qué equipo hacer,
los cambios, etc. Creo que también se iba a partir con

El dinero no es lo más importante

• Rechazó ser entrenador principal de AEK dos años antes de serlo por no sentirse
78 preparado.
• Dimitió del club de sus amores por desavenencias con la directiva sin tener otro equipo.
• A pesar de que le dieron plenos poderes para modificar la plantilla, dimitió como
entrenador de Aris por sentir que no podía ayudar más.
• Pasó seis meses sin cobrar en Bilbao y metió al equipo en la final de EuroCup.
• Tras medio año como seleccionador ruso, dimitió por ser víctima de una lucha de egos en
la federación sin cobrar nada del astronómico salario que firmó.
• Ha rechazado ofertas de grandes de Euroliga por no sentir feeling con la directiva.
he tenido la oportunidad de hacerlo, y repito que yo el mismo presupuesto, y si no me equivoco ahora es
me he equivocado, ahora están jugando de maravilla de menos. Cuando hablé con Alejandro Gómez le dije
y ganando partidos, pero me hubiera gustado tener que, para yo seguir y hacer algo en EuroCup, tenía que
tiempo para conocerles. Yo no digo que sea perfecto y haber un proyecto de verdad, hacer un esfuerzo por
que lo sepa todo, estoy hablando de algo que llega con mejorar la fisionomía del equipo y mantener el nivel en
el día a día. El año pasado al principio vi que tenía a las dos competiciones, que no es nada fácil. Sin hablar
mi base, mi tirador, mi especialista defensivo… Podías de dinero, ni del mío ni del equipo. No hubo noticias,
ganar partidos así, pero al final tienes que probarlo todo. tampoco una vez acabado el Preolímpico, así que no
Y además, cuando pierdes es cuando te salen las ideas, entramos en una negociación.
cuando tienes que morder, probar cosas… Si pierdes
siempre de la misma manera tienes que cambiar algo, Desde que mismo termina la liga se comienza
y fue así como llegamos hasta el esquema ideal para a ligar tu nombre a grandes de aquí. Se habla
nosotros. especialmente de Baskonia y Barcelona, así que
Murcia también te sirve a ti para revalorizarte como
¿Cuándo sabes que no sigues en Murcia? entrenador. Digo esto porque el hecho de llegar a un
club de menor entidad no es algo a lo que se atrevan

SKYHOOK
muchos entrenadores de primer nivel, pero a ti te
refuerza.

Pero si yo fuese a Murcia con la mentalidad de

recuperar mi nombre en ACB y pensando sólo en eso,
fracasaría. Seguro. Y yo cuando digo que sí a Murcia,
voy con todo: mi piel, mi corazón… Todo. Me gustó lo
que me contaron y vine. No busqué aprovecharme de
Murcia porque así luego podría estar mejor, ni estuve
pensando en acabar bien la temporada para después
esto o lo otro. Si hubiese pensando eso habría salido mal
todo, y lo digo por experiencia.

Antes de dejar Murcia. El verano de 2015, antes

de incorporarte al equipo, estás con la selección,
pero antes de eso estás como entrenador asistente de
Indiana Pacers en la Summer League de la NBA. Y
“Papaloukas,
más de diez años antes has sido scout internacional
para Boston Celtics. ¿Hay un sueño NBA? Diamantidis y
Hay un sueño, la verdad es que sí, y si mañana tengo
la oportunidad de ir allí, iré. Spanoulis son
Da la impresión de que igual que hace veinte años
se abren las fronteras para los jugadores, ahora lo
hacen para los entrenadores.
el mejor trío de
Claro. Y es normal, porque los americanos son
listos. Cada vez hay más jugadores internacionales,
Europa”
y así para ellos es imprescindible ahora tener un
entrenador internacional, y si es europeo, mejor. ¿Cuál
es el problema a veces? Que hay muchos entrenadores
para los que es muy difícil dejar su estatus económico
y profesional en Europa e ir allí con otras condiciones,
y tienen miedo. Estamos hablando de que es cerrar un
79
ciclo, porque aquello es otro mundo, y empezar una
nueva etapa desde cero en Estados Unidos. Porque sí
que hay entrenadores europeos, pero no de los que han
entrenado a altísimo nivel en Europa –salvando casos
en los últimos años como los de Messina en Spurs,
Spahija en Hawks o Chris Fleming en Nets, aunque
él es americano-. De ese tipo de entrenadores hay un
hueco.

El mismo verano de la selección de Rusia tuve una

oferta para ser primer entrenador de los Vipers en la
NBDL, el filial de Houston Rockets. Lo pensé mucho,
pero al final dije que no. Entrar en D-League no era algo
que quería, aunque también es una puerta como la que
ha tomado Jordi Fernández -asistente en los Nuggets-, y
que también está muy bien como camino para entrar en
la NBA. Es un sueño. Y lo estoy buscando.

SELECCIÓN GRIEGA

Cambiando futuro por presente, ¿cómo ves a la

selección griega en esta nueva etapa?

Es complicado hablar de la selección. Son horas y

horas de trabajo y por algunas cosillas no puedes sacar
conclusiones. Es una combinación de mucho. Fue una
experiencia muy bonita para mí y de la que estoy muy

SKYHOOK
 orgulloso. Pero la conclusión que saco es que ni te hace
mejor entrenador, ni te hace peor entrenador, porque
son muchas las cosas que pueden pasar en un torneo.
Lo primero, es que no sabes desde el principio quién
va a estar disponible. Luego, que la suerte influye en los
sorteos de grupos y los cruces. Hay muchos factores
implicados, por eso digo que o eres un entrenador
experto que ha estado muchos años con la misma
selección, o no es un torneo lo que te hace mejor o peor
entrenador.
Tengo un récord de 14-3, tres derrotas que nos
dolieron mucho porque fueron en los cruces, y contra
qué equipos: primero Serbia, que llega a la final del
Mundial contra Estados Unidos; luego España, que gana

“Un torneo de el Eurobasket; y luego Croacia, que gana en la final del

Preolímpico a la favorita Italia para ir a los Juegos. Pero
no hablo de mala suerte. Lo mejor que saco es sin duda

selecciones no te la entrada de Antetokounmpo.

¿Le ves como la próxima superestrella europea,

hace mejor ni peor como Nowitzki o Gasol?

Sí, seguro que va a ser uno de esos grandes jugadores,

entrenador” sobre todo por su carácter. No es sólo su juego. Es un

chico que la primera vez que le tuve tenía 20 años y
parecía que tenía 30. Es muy trabajador, muy analítico
en sí mismo, muy serio, pendiente de todo el mundo,
siempre centrado… No es un niño, y no hace con 22
años las tonterías que debería hacer, se comporta como
un profesional veterano.

¿Debe Grecia renunciar a su clásico basket-control

en favor de un juego más dinámico y con cabida a
80 la improvisación para que los nuevos jugadores se
sientan más cómodos?

Sin ninguna duda. Y la idea de la federación cuando

me ficharon era esa, combinar y con el tiempo pasar
de un baloncesto clásico ultra griego a un juego más
dinámico porque yo había estado en la ACB, que es una
liga mucho más rápido que la griega. Y creo que, sobre
todo en el Mundial de 2014, jugamos un baloncesto muy
bueno. Según los expertos de Grecia, la selección nunca
había jugado un baloncesto de ese tipo porque estaba
acostumbrada a llevar los partidos a marcadores de 60
puntos, pero para ser efectivo y ganar se necesitaba un
cambio. Pero están obsesionados con ganar una medalla,
y eso creo que no hace ningún bien, porque todas las
que hemos ganado han sido sin ir de favoritos.
Hemos tenido grandes jugadores, algo más de
una década en la que hemos tenido el mejor trío
de jugadores de siempre en el baloncesto europeo
-Papaloukas, Diamantidis y Spanoulis- haciendo
un juego brutal y diferente, pero en el sentido de
un baloncesto listo, pensativo. Tenemos a todos los
periodistas en Grecia diciendo que si el baloncesto
pensativo nuestro de siempre y tal, pero no. Eran esos
tres jugadores. Sí que es verdad que por lo general los
griegos entienden muy bien el juego, y creo que ese es el
mayor talento que tiene nuestro jugador, saber ubicarse
muy bien en la cancha, entender el tema táctico, oler
rápido y reaccionar también rápido. Con estos tres que

SKYHOOK
digo jugábamos un baloncesto yoyó, con mucho control
del balón. Pero ahora ha entrado Antetokounmpo, que
es un caballo, y tal y cómo evoluciona el baloncesto
hacia lo físico y la velocidad, lo que nos falta son
tiradores, y ni en lo que hay ahora ni en lo que viene
encontramos lanzadores puros. Kostas Vasileiadis es el
último.
Y a Antetokounmpo hay que rodearle de tiradores
que le generen espacio.
Ahí está el debate interno en la selección. ¿Qué rol
puede tener Giannis en la selección si no tiene tiradores?
¿Jugar de falso base como en Milwaukee? Vale, sí, pero
cuando penetra y se le cierran todos, necesita tener
alguien abierto a quien pasar y que vaya a meter. Es muy
fácil jugar contra nosotros así, desde que sube el balón
te puedes ver a todo el equipo cerrado en la zona, y así
nos cuesta encontrar espacios también para pívots como
Bourousis.
¿Te sientes identificado con el tópico griego de
entrenador defensivo y controlador?
No. El tema de la defensa se asocia demasiado a
cómo va el marcador. A veces partidos de 60 puntos son
consecuencia de que, simplemente, se están fallando
tiros abiertos o bandejas fáciles. Y otras veces, te
encuentras partidos de más de 80 puntos que tienen
defensas espectaculares pero en los que entra todo por
talento de gente como Llull. Cuando hablo de defensa
no soy dogmático pidiendo que nos metan menos de 60
puntos. Digo que es lo primero. Para mí, la defensa es
como el banco, donde tienes tu dinero con seguridad;
y el ataque es como la bolsa, donde apuestas por algo
y ganas o pierdes. Son los principios que veo en la
defensa y el ataque, pero lo que a mí me gusta es el buen
baloncesto, que sea polivalente. Y quiero decir, que no
sea “vamos a 100 puntos”, porque si pasa algo en un
partido que no va como queríamos, yo quiero que mi
equipo sepa jugar y ganar ese propio partido.
Me gusta como filosofía, y jugando lo que quiero es
que movamos mucho el balón pero siendo verticales,
porque en baloncesto no se gana jugando lateral. Y
pase extra. Siempre doy mucho crédito a un pase extra,
porque hay buenos tiros, pero hay mejores, y si tienes
un buen tiro pero puedes encontrar con un pase a tu
compañero que está mejor situado, ahí generas muchas
cosas. Por eso dije antes lo de Antelo, porque tenía
buenos tiros, pero si tienes a Scott Wood allí en la
esquina… Un pase extra te hace feliz a ti, al compañero
y a todo el equipo.
Y de mi equipo quiero sobre todo que tenga corazón.
No quiero un equipo blando, sin olor y sin color. No
puedo entrenar un equipo así. Por lo demás, considero
que me adapto a los jugadores y no tengo, por ejemplo,
sólo un tipo de defensa –y no hablo de individual o
zona-. Soy flexible pero eso a veces no es muy bueno,
porque hay jugadores a los que nos les gustan los
cambios, y si están acostumbrados a defender el bloqueo
directo con flash siempre pero les dices que vamos a
saltar cuando el del balón sea Calathes –por ejemplo-,
para ellos es demasiado.
81
SKYHOOK
 TAKE ME HOME, COUNTRY ROADS.
LA REDENCIÓN DE BOB HUGGINS
Texto de José Díaz @ zaid5X5 | Fotografías de SportingNews.com
Country roads, take me home
to the place I belong
West Virginia, mountain
mamma
H
take me home, country roads
abré de reconocer
(aunque me
avergüence) que
hasta hace unos
pocos años no
tenía ni la menor
idea de que existiera un estado
82 norteamericano apellidado West
Virginia. Sabía, cómo no, de la
existencia de Virginia, a secas, y
pensaba que West Virginia sería
tan solo un apéndice, una comarca
como otra cualquiera (la Occidental,
concretamente), como si dijéramos
North Virginia o East Virginia
pongamos por caso. Hoy ya sé bien
que es un territorio plenamente
independiente, no desde ayer o
anteayer sino desde hace siglo y
medio ya que se escindió de la
Virginia original en 1863, Guerra
de Secesión mediante. Hoy sé
también que todo ese accidentado
territorio está en plena cordillera
de los Apalaches, que lo habitan
apenas 1.800.000 almas, que su
modesta capital es Charleston
y que sus principales ciudades
son Huntington, Parkersburg
y Morgantown, localidad esta
última que cuenta con menos de
30.000 habitantes censados pero
que duplica su población durante
el curso escolar por encontrarse
allí la principal universidad del
Estado: WVU o lo que viene siendo
SKYHOOK
lo mismo, la Universidad de West
Virginia.
En resumidas cuentas, que allí
West Virginia vendría a ser como
aquí Soria. Dos territorios que
además tienen algo en común, más
allá de su modestia: su tortuosa
orografía y la nobleza de sus gentes.
Ambos tuvieron quien se acordara
de ellos, quien les compusiera y
les cantara: si aquí, más de medio
siglo después de Machado, Gabinete
Caligari inmortalizó aquel Voy
camino Soria, tú hacia dónde vas,
allí me encuentro en la gloria que no
sentí jamás, al otro lado del charco
hubo un meloso (y ya tristemente
desaparecido, tiempo ha) baladista
country que muchos años atrás
pidió a los caminos de su tierra que
le devolvieran a aquellas montañas
a las que pertenecía: country roads,
take me home, to the place I belong.
Todo un himno, no porque lo diga
yo sino porque así lo dijo también el
gobernador de ese Estado en 2014,
convirtiendo la mítica composición
de John Denver en himno oficial del
Estado de West Virginia. En Soria ya
están tardando.
**********
En Morgantown, West Virginia,
nació en 1953 un niño apellidado
Huggins a quien sus padres
pomposamente bautizaron como
Robert Edward, demasiado nombre
para luego acabar llamándole
simplemente Bob. Bob mostró desde
temprano unas magníficas aptitudes
para la cosa ésta de meter canastas
y de posibilitar que las metieran
los demás, primero en su estado
natal y luego en el de Ohio, al que
se hubo de mudar con su familia. Y
precisamente en Ohio empezó su
carrera universitaria, pero se ve que
no era feliz y tras su año freshman
decidió pedir el transfer. ¿Adivinan
dónde? Efectivamente, a su
Morgantown natal, a su universidad
de West Virginia. Allí cursó tres
años magníficos que le sirvieron
para graduarse y para ganarse una
merecida reputación como director
de juego eficaz, intenso y trabajador.
Suficiente para dejar huella en el
campus, insuficiente para hacerse un
hueco en la NBA.
Estaba escrito que aquel crío que
llevaba el baloncesto entero en su
cabeza tendría que acabar siendo
entrenador, puede que ya lo fuera sin
él saberlo cuando aún jugaba. Tras
una breve etapa como asistente en
la propia West Virginia sus caminos
volvieron de nuevo a bifurcarse en
dirección a Ohio: asistente en Ohio
State y entrenador-jefe en la modesta
Walsh de la NAIA en Akron (su
primer y exitosísimo trabajo como
head-coach, con apenas 27 años) y
finalmente en los prestigiosísimos
Bearcats de Cincinnati, donde
aterrizó en 1989. Ahí fue donde yo
le conocí… aunque eso fue casi diez
años después.
Demasiado tarde, en cualquier
caso. Habré de reconocer (aunque
me avergüence, y ya van dos
vergüenzas en este artículo)
que hubo un tiempo en que no
soportaba a Bob Huggins. La
ignorancia es lo que tiene. Me
incorporé de forma asidua a la
NCAA hacia finales del siglo pasado.
Ni qué decir tiene que para entonces
Huggins tenía ya bien labrada una
sólida reputación como técnico
jefe en Cincinnati, con incluso
una Final Four en su currículum.
Pero a mí todo eso me dio igual.
Ni lo sabía entonces ni hice nada
tampoco por intentar averiguarlo.
Me despreocupé de su fantástico
pasado y me quedé con su presente,
un presente que empezaba a dejar
mucho que desear. El Huggins que
yo conocí a finales del segundo
milenio era un Huggins de chaqueta
y corbata al que se le rebosaba el
cuello y parecían siempre a punto
de reventársele las venas. Un tipo
manifiestamente pasado de vueltas y
arrebatado de ira que me recordó de
inmediato a aquel otro histriónico
técnico griego que hizo historia
(pero de la mala) en el Olympiacos
de los noventa, aquel insoportable
Ioannis Ioannidis. Obviamente,
Huggins era o había sido muchísimo
más que eso, pero en aquel entonces
yo aún no estaba preparado para
verlo. Me quedé con la cáscara y me
olvidé de todo lo demás.
Su estilo de juego tampoco
ayudaba, claro. Es decir, no me
83
ayudaba a mí que siempre fui muy
especialito para estas cosas, muy
de fundamentos y poco de físicos,
muy de (lo que yo entiendo por)
baloncesto bien jugado y poco del
baloncesto de apisonadora que
practicaban aquellos Bearcats. Y
es que no se sabe si fue antes el
huevo o la gallina, no se sabe si los
especímenes más desarrollados del
insti empezaron a acudir a Cinci
porque Huggins preparaba mejor
para la NBA, o si más bien fue que
Huggins preparaba mejor para la
NBA porque tuvo la habilidad de
hacerse con los especímenes más
desarrollados del high school. Sea
como fuere, los Bearcats de aquellos
años parecían más un equipo
profesional que uno universitario,
SKYHOOK
 con criaturas tales como aquel
devastador Kenyon Martin (también
propenso a pasarse de vueltas a
poco que se las buscaran). O como
aquel DerMarr Johnson que se dejó
después media carrera (y casi media
vida) en un accidente, o como los
bases Kenny Satterfield y Steve
Logan (subcampeón del mundo
en Lisboa 99), o como aquel viejo
conocido de tantas otras batallas
posteriores (pero éstas mucho más
cercanas) llamado Pete Mickeal.
Jugaban por encima del aro, aunque
algunos echáramos de menos algo
más de baloncesto por debajo. Cosas
mías, ya se lo dije.
Claro está, si al menos sus
resultados me hubiesen epatado
habría visto las cosas de otra
manera. En aquellos años
Cincinnati se especializó en llegar
magníficamente situado al Torneo
Final (fruto de sus no menos
magníficas temporadas regulares),
para luego meter la pata a las
primeras de cambio en cuanto
empezaba el Madness. Así casi
todos los años, aunque no estará
de más recordar que en el 2000
(cuando eran favoritos a casi todo)
la rotura de pierna de Martin tal
vez tuvo algo que ver. Por tanto,
84 yo que me había perdido todo lo
bueno de noviembre a febrero,
tan sólo veía la cagada de marzo,
y ni qué decir tiene que a partir
de ahí sacaba mis (precipitadas)
conclusiones; tanto más cuando esas
caídas no eran simples caídas sino
auténticos desmoronamientos que
acababan siempre con Bob Huggins
desquiciado y desahogando su
cólera contra todo aquél que se le
pusiera por delante, así fuera árbitro
(preferentemente), jugador propio
o extraño, periodista o ser humano
en general. Recuerdo bien una de
aquellas ocasiones en la que ni
siquiera llegó al final, fue expulsado
mucho antes de que acabara el
partido y además no se fue solo,
con él se fue también (igualmente
expulsado, en un hecho del que
yo no recuerdo precedentes) el
narrador de radio de la universidad,
que imaginen cómo se pondría
y qué lindezas soltaría desde su
púlpito mediático para merecer
también semejante decisión.
Cincinnati parecía en aquellos días
una universidad al borde de un
SKYHOOK
ataque de nervios. Y lo de al borde
es sólo una expresión.
O acaso aquel arrebato
permanente de Bob Huggins fuera
sólo un síntoma, sólo la cara visible
de un iceberg a punto de reventar.
Anoten que en septiembre de
2002 sufrió un terrible infarto,
un fortísimo ataque al corazón
que sin embargo no le impidió
reincorporarse al trabajo apenas
dos semanas después y firmar una
temporada como tantas otras,
tan buena en su principio como
estrepitosa en su final. Anoten
que en 2004 fue arrestado por
(como dicen allí) conducir bajo la
influencia (precioso eufemismo),
escándalo éste que se sumó a algún
que otro desplante protagonizado
por no pocas de sus criaturas,
siempre mucho más dotadas en el
plano atlético que en el académico,
no digamos ya en el meramente
conductual. Sumen dos más dos y
el resultado fue que en el verano de
2005 la gerencia de la universidad
optó por revocar aquella cláusula
que le garantizaba la renovación
automática temporada tras
temporada. O dicho de otra manera,
que le puso de patitas en la calle.
Nada que no se viera venir.
Me olvidé de él como me suelo
olvidar de tantos otros, tanto más
en aquellos años en que mi relación
con la NCAA no era aún tan fluida
como habría podido desear. Supe
que tras tomarse un curso sabático
aterrizó en Kansas State, college
muy venido a menos que gracias
a su mera presencia irrumpió en
el mercado de reclutamientos cual
elefante en cacharrería, llevándose
al huerto a Bill Walker y hasta al
afamadísimo Michael Beasley… a
quien no llegó a entrenar, porque
apenas un año después se cruzó en
su camino otra universidad. Y esta
vez no se trataba de una universidad
cualquiera sino de probablemente
la única a la que jamás podría decir
que no: West Virginia, su casa, su
alma máter. Acababan de ver partir
a su coach John Beilein en dirección
a Michigan, y a la hora de buscarle
un sustituto se fueron a acordar de
aquel chico de la casa que tanto éxito
había tenido (y tan estrepitosamente
había acabado) en Cincinnati, justo
ése que parecía andar pidiendo a
gritos un lugar donde rehacer su
carrera, tal vez su vida. Y puestos
a rehacerla, dónde mejor que allá
donde empezó. Country roads, take
me home, to the place I belong.
**********
El Bob Huggins que redescubrí
en West Virginia apenas nada tenía
que ver con aquel otro del que
había echado pestes en Cincinnati.
Habían pasado demasiados años
(apenas un lustro, pero que debió
hacerse eterno), demasiados sitios,
demasiadas circunstancias como
para que aquella vida siguiera siendo
la misma. Afortunadamente. Éste
ya no era un Huggins de chaqueta
y corbata estrangulándole el cuello,
sino un Huggins de chándal. En los
circunspectos banquillos NCAA
no rigen los estrictos códigos
indumentarios de la NBA, pero aún
así no resulta nada fácil ver a sus
técnicos abandonar el sempiterno
traje y sustituirlo siquiera por
un socorrido jersey a la manera
de Bobby Knight. Y sin embargo
Huggy Bear se reinsertó en chándal,
no sé si por propia elección, por
prescripción facultativa o por ambas
cosas. Fuera por lo que fuese, sirvió
como primera prueba de que aquél
era otro Huggins. Un Huggins cuyo
temperamento volcánico siempre
iba a estar ahí (hay cosas que no se
pueden cambiar, tanto más a ciertas
edades) pero que por primera vez
parecía ser capaz de domesticarlo,
de tomarse el baloncesto y tal vez la
vida de otra manera. Un Huggins
mucho menos abrasivo y muchísimo
más humano, y sin dejar por ello de
ser un grandísimo entrenador, más
bien todo lo contrario. No íbamos a
tardar en comprobarlo.
De alguna manera la temporada
2009/10 marcó un antes y un
después. Probablemente en su
carrera, con toda seguridad en
mi forma de verla. West Virginia
acababa de aterrizar apenas dos años
antes en la Big East, una Big East
plagada de equipos como Syracuse,
Louisville, UConn, Notre Dame
o Pittsburg que muy poco tenía
que ver con la de ahora. Aquellos
dos primeros años se les habían
hecho muy cuesta arriba a los
Mountaineers, pero en este tercero
las cosas iban a cambiar, y de qué
manera. No tenía precisamente
un plantillón Huggins (las vacas
gordas en materia de reclutamiento
se habían quedado en Cincinnati o
Kansas State para nunca más volver),
sí un equipo mínimamente aseado
sin más presuntas estrellas que
Devin Ebanks y el extraordinario
escolta Da’Sean Butler. Y sólo con
eso ya le bastó para mantenerse
invicto todo noviembre y diciembre,
sólo con eso se plantó a comienzos
de marzo en el Madison Square
Garden y allí fue ganando a
Cincinnati (sí, esa Cincinnati), Notre
Dame y finalmente a Georgetown
para cerrar así una temporada
regular de 27-6 con su flamante
título de la Big East. Cómo olvidar
aquel postpartido, aquella entrevista
a un Bob Huggins casi al borde de
las lágrimas mientras a su alrededor
sus convecinos desplazados a
Nueva York para la ocasión (y que
a esas alturas habían invadido ya
la pista) entonaban todos a coro
con sus brazos entrelazados aquel
viejo himno, qué otro habría de ser:
country roads, take me home, to the
place I belong…
Pareció el final pero fue sólo el
principio. Una vez en el Madness
aquellos Mountaineers dieron buena
cuenta de Morgan State, Missouri
y Washington para plantarse en
la Final Regional ante Kentucky.
85
Pareció que allí acabaría la historia,
cómo no habría de ser así ante
aquellos imponentes Wildcats
caliparianos de John Wall, Eric
Bledsoe y DeMarcus Cousins. Un
Cousins que en un momento dado
del partido decidió hacer honor a
su bien ganada fama de tocapelotas,
pero esta vez en sentido literal,
tocándoselas sin ningún recato
a Butler (vamos, que le hizo un
Valderrama). Fue el único consuelo
que le quedó, porque en todo lo
demás fue más bien West Virginia la
que pasó por encima de una caótica
Kentucky, haciendo gala de un arma
secreta tan simple como efectiva:
jugar (muy bien) al baloncesto.
Final Four, más corte de redes, más
lágrimas, más locura colectiva, más
country roads take me home… y
yo que en mi fuero interno (y acaso
también en el externo) daba ya la
vuelta como a un calcetín a todas
aquellas precipitadas conclusiones
sobre Huggins sacadas diez años
atrás, cuando creía yo saber todas las
SKYHOOK
 respuestas y en realidad sólo tenía
preguntas. Cuando sabía yo de esto
aún menos que ahora, incluso.
Cantaba Sabina que el destino
cruel y canalla primero te da
champán y después cazalla, y por
si nos quedara alguna duda íbamos
a poder comprobarlo en aquella
misma Final Four. Era una fiesta,
tenía que ser una fiesta, aunque
se produjera la previsible derrota
ante la plenipotenciaria Duke
nunca dejaría de ser una fiesta
para estos Mountaineers, bastante
habían hecho ya con estar allí. La
eliminación estaba en el guión pero
la lesión de Da’Sean Butler no, ni
por asomo. Resultaba terrible ver a
aquel chaval desmadejado sobre la
cancha con la rodilla hecha puré,
absolutamente desconsolado al
saber que aquella maldita Final
Four acababa de echar por tierra la
mitad de su carrera justo cuando
había empezado a dispararse en las
previsiones pre-Draft. Y a su vera
Huggins, abrazado a él, llorando
con él, consolando lo inconsolable,
entendiendo una vez más (ya
había pasado un trance similar con
Kenyon Martin, diez años atrás) que
ahora ya ni el partido ni la Final ni el
título importaban acaso, que ahora
86 ya no había otra cosa sobre aquel
parquet que no fuera el estado físico
y anímico de su jugador.
West Virginia perdió con claridad
aquella semifinal, primer paso de
Duke en su camino hacia aquel
título que conseguiría dos días
después ante los (aún mucho más
sorprendentes) Bulldogs de Butler.
En cuanto al otro Butler (Da’Sean
Butler, también es casualidad),
huelga decir que sus sueños NBA
se desvanecieron en ese mismo
momento para nunca más volver.
Pero tras una dura convalecencia
logró al menos rehacer su carrera, se
hizo un nombre en Europa y a día
de hoy defiende con brillantez los
colores del Ratiopharm Ulm alemán.
No es lo que soñó antes de aquella
fatídica noche, pero probablemente
es mucho más de lo que temió
después.
**********
Un día, pongamos que dos o
tres años más tarde, pongamos
que Huggins se paró a pensar y
SKYHOOK
decidió que algo tenía que hacer.
West Virginia había abandonado
la Big East original (ya en riesgo
de extinción por aquel entonces)
en dirección a la Big 12, nada
menos: Kansas, Texas, Baylor, las
Oklahomas, Iowa State… palabras
mayores. Ése era un hecho objetivo,
y otro no menos objetivo era que
en West Virginia Huggins ya no
reclutaba como en Cincinnati. Quizá
porque ya no fuera visto como el
pasaporte inmediato a la NBA que
parecía ser antaño, o quizá porque a
un chico del Bronx (por ejemplo) le
puedes convencer para jugar en una
populosa urbe como Cincinnati pero
es mucho más difícil llevártelo a un
lugar ignoto de la América profunda
como Morgantown. Piénsese que en
aquellos días su principal estrella era
el base (llegado vía transfer) Juwan
Staten, que entonces nos parecía la
quintaesencia de lo que debe ser un
base y al que muchos imaginábamos
ganándose luego la vida en cualquier
franquicia, pero que a día de hoy
se la gana con más pena que gloria
en el Salon Vilpas Vikings de la
liga finlandesa. Y si así está Staten
imaginen los demás. Si quieres
seguir ganando pero no tienes ya
los jugadores para poder hacerlo, y
por si fuera poco resulta que vas a
tener rivales más duros que nunca,
pues está claro que algo tendrás que
hacer. Ya, pero ¿qué?
Defender más y mejor que nadie,
defender incluso donde no defiende
nadie, recuperar más balones que
nadie. Que los contrarios vivan su
duelo ante los Mountaineers como
un verdadero infierno, así en su casa
como (aún más si cabe) cuando
visiten Morgantown. Que tengan
pesadillas con ellos, que visualicen
una y otra vez a esos cinco moscones
de azul y amarillo cerrándoles la
puerta, cruzándose en su camino,
metiéndoles la mano, robándoles la
bola en cuanto se descuiden. Que
interioricen que enfrentarse a West
Virginia nunca es, nunca puede ser,
un partido más.
No fue algo que sucediera de la
noche a la mañana, sino más bien el
fruto de un largo proceso. Un año
entero, tal vez más, incorporando
mecanismos, estableciendo
dinámicas, automatizando
movimientos. Si vosotros dos os
quedáis entorpeciendo la salida
del balón tendrá que haber aquí
un tercero para cortar la previsible
línea de pase, y a su vez un cuarto
que encime al poste repetidor que
nos pondrán seguro en media pista,
y un quinto que… Elucubraciones
mías, obviamente la realidad es
infinitamente más compleja. Pero
que sea compleja no significa que
no pueda llevarse a cabo, a las
pruebas me remito. Pudo costar un
año, tal vez dos, pero un día resultó
que West Virginia se nos había
convertido en Press Virginia. Nadie
defiende como los Mountaineers,
en el sentido literal de la expresión:
no es ya que lo hagan mejor que
nadie, es que nadie es capaz de llevar
la presión en toda la pista tan lejos
como la llevan ellos. Y no digamos
ya con los resultados de ellos.
Y todo esto, ¿con quién? Jevon
Carter, Tarik Phillip, Daxter Miles,
Esa Ahmad, Nathan Adrian, Elijah
Macon, Mountaineers todos ellos a
día de hoy. Guarden esa lista si así
lo desean y recupérenla dentro de
(pongamos) cinco años, búsquenlos
entonces a ver si encuentran alguno
no ya en NBA sino en alguna liga
europea de relumbrón. Lo cual
obviamente no les resta mérito sino
más bien todo lo contrario. Este
año West Virginia volverá a ganar
un montón de partidos, volverá a
triunfar en canchas insospechadas
y ante rivales con plantillones muy
superiores, volverá a amargarle
la vida a todo aquel que se terice,
volverá a pelear por los títulos de
la Big 12 aunque luego los acabe
ganando como casi siempre Kansas.
Volverá a poner a la modesta
Morgantown en el mapa, volverá
a hacer soñar a sus habitantes y no
digamos ya a sus estudiantes. Como
el año pasado, o como el anterior.
Como siempre.
Hace algunas semanas Bob
Huggins alcanzó las 800 victorias,
uno de esos logros sólo al alcance
de los elegidos. Pero un logro que
a él tampoco pareció importarle lo
más mínimo, más allá de la lógica
inyección de ego. A él a estas alturas
le importan mucho más otras
cosas: le importa saberse querido,
quizás uno de los entrenadores más
queridos por sus jugadores que
encontrarse puedan. Ya sé que esto
es un tópico que suele aplicarse a
casi cualquier coach universitario,
pero en pocos casos será más
cierto que en el de Bob Huggins. Le
importa ganar, cómo no habría de
importarle; pero ya no de cualquier
manera, no a cualquier precio. Le
importa hacerlo rodeado por su
gente, amigos de infancia, colegas de
siempre con quienes tomarse de vez
en cuando unas cervezas y charlar
87
hasta las tantas de baloncesto, de la
vida. Le importa sentirse vivo (él
que vio tan de cerca el otro lado,
que reconoce que volvió a nacer no
una sino dos veces en aquel aciago
septiembre de 2002), le importa
calzarse su sempiterno chándal azul
marino y salir ahí cada mañana,
tarde o noche a hacer lo que le
gusta, como le gusta, con quien le
gusta y (sobre todo) donde le gusta:
Morgantown, West Virginia, el
lugar al que siempre perteneció. El
lugar de su redención, el hogar al
que un día los extraños caminos del
baloncesto le permitieron (al fin)
volver.
SKYHOOK
 LA DINASTÍA DE LOS HOMBRES DE NEGRO
CAPÍTULO V: LOS ALBORES DEL ‘BIG THREE’
Texto de Iván Ruiz@Elguaje50 | Fotografías de NBA
Continuamos la historia de
nuestra dinastía en el verano previo
al comienzo de la temporada
2003/04, pero antes de continuar,
vamos a plantearnos dos cuestiones
muy lógicas y relevantes: ¿Qué es
una dinastía? y ¿desde cuándo se
puede decir que los Spurs lo son?
El diccionario de la Real Academia
Española define la palabra “dinastía”
de la siguiente forma: “Familia en
cuyos individuos se perpetúa el poder
88 o la influencia política, económica,
cultural, etc.”. Con esta explicación
nos resulta bastante sencillo, por
asociación de ideas, identificar a
una franquicia de la NBA con una
dinastía, caso de que haya ejercido
un dominio continuo durante un
tiempo prolongado. ¿Alguien duda
del dominio de los Spurs en seis años
de historia que llevamos contados?
Bien, datos reveladores. Desde que
Popovich tuviera plenos poderes en
la franquicia tejana, y obviando el
final de temporada 1996/97 en que
se tankeó descaradamente, el balance
de victorias y derrotas del equipo
es de 322 a favor y 138 en contra,
lo que supone un porcentaje de
victorias del 70%. A este demoledor
dato le podemos añadir el bagaje
de postemporada que asciende a
47 victorias y 29 derrotas, lo que
representa un nada despreciable
61’8% de efectividad. A estos dos
datos se le han de sumar los premios
individuales acontecidos por entre
medias y por supuesto dos títulos de
campeón absoluto. Cuestiones más
que resueltas.
SKYHOOK
Temporada 2003/04: La vida sin
El Almirante
Seguimos nuestro relato en la
pretemporada del año 2003, que iba
a estar muy marcada por la ausencia
de David Robinson. Preparar una
temporada sin “El Almirante” le
planteaba a Gregg Popovich serios
problemas, pues el tremendo vacío
generado por la marcha del 50 de los
Spurs iba a repercutir tanto dentro
como fuera de la cancha. Siendo uno
de los mejores pívots de las últimas
décadas y el mejor jugador (hasta
la fecha) que se había enfundado
la elástica negra y plata, suplir su
talento en la pista era una misión
poco menos que imposible. Por otra
parte, el papel de líder moral que el
jugador había venido desempeñando
durante estos años era totalmente
irremplazable. Aunque a estas alturas
eran ya pocos (por no decir ninguno)
los que suponían que Duncan iba a
superar con creces en números al
Almirante, Duncan no era un líder al
uso. Abnegado, obediente, trabajador
y humilde, Timmy era un diamante
de proporciones colosales, pero aún
no destacaba precisamente por su
carácter. La cabeza de Pops tenía
esos dos problemas en la lista de
tareas urgentes, así que las soluciones
no podían tardar en llegar.
Fue un verano de bastantes
cambios, en el que además de
Robinson, abandonaron el equipo
Steve Smith (Hornets), Danny
Ferry (retirado) y Stephen Jackson
(Hawks). En cuanto a las nuevas
la dinastia de los hombres de negro

SKYHOOK
89

capitulo v
 caras, mientras todo el mundo
esperaba algún golpe de efecto de
grandes proporciones, de los ocho
jugadores que aterrizaron en San
Antonio solo podemos destacar a
Robert ‘Big Shot’ Horry, a un joven
Hedo Turkoglu y a Rado Nesterovic,
siendo este último el que tenía la
papeleta más difícil de todas, dado su
predecesor. Nesterovic era un siete
pies que procedía de hacer unos años
discretos en Minnesota y Turkoglu
un prometedor y polivalente alero,
mientras que Robert Horry ya era
por aquel entonces un auténtico
“señor de los anillos” con cinco en su
poder.
Comenzaba la temporada regular
marcada por la llegada de una joven
y prometedora hornada de rookies
entre los que destacaba un chico
de Akron (Ohio) que bajo el apodo
de “el elegido”, estaba llamado a ser
el mismísimo sucesor de Michael
Jordan, o eso decían todos. En
tal ilustre promoción destacaban
también nombres como Carmelo
Anthony, Dwayne Wade o Chris
Bosh, entre otros. Scottie Pippen
regresaba a los Bulls mientras
que Karl Malone y Gary Payton
accedían a rebajar sustancialmente
sus honorarios con tal de sumarse a
90 O’Neal y Bryant en un nuevo asalto
al anillo. La temporada prometía.
Los miedos iniciales por la
ausencia de Robinson pronto se
materializaron en un mal arranque
de temporada de los Spurs, que
perdieron 10 de sus 19 primeros
partidos. Pero pronto regresó la
normalidad y el equipo encadenó 13
victorias consecutivas, amparados en
las virtudes de su tridente ofensivo
Duncan – Parker – Ginóbili. El
argentino había adquirido mucho
más protagonismo ofensivo, incluso
cuando más de la mitad de los
partidos que disputó los comenzó
en el banquillo. Manu estaba
desarrollando la cualidad de ser
el hombre clave partiendo desde
la suplencia, teniendo la cualidad
de cambiar las inercias de los
partidos en cuanto tocaba el parqué.
Nesterovic ayudaba en defensa sin
molestar demasiado a Duncan en
ataque y aprovechando bien sus
oportunidades de tiro durante los
casi 29 minutos por partido de los
que dispuso. A finales de diciembre
ya eran líderes de división.
SKYHOOK
El big three de los Spurs lideró
al equipo en cuanto a números y
lo aupó al segundo puesto de la
clasificación, solo por detrás de los
Timberwolves de Garnett, Sprewell
y Cassell, que parecían el enemigo a
batir en una supuesta final. Fue un
año de diferencias abismales entre
el Oeste y el Este, en el que todos los
equipos de la división Medio Oeste
estuvieron por encima del 50% de
victorias en fase regular, sin embargo
Utah (última de grupo) no se clasificó
para Playoffs por primera vez desde
1983. Era el último año de existencia
de la división, pues al año siguiente
se cambiaría al formato actual de tres
divisiones por conferencia.
Con 57 victorias y 25 derrotas,
los Spurs afrontaban los Playoffs
con gran optimismo después de
haber vencido en los once últimos
encuentros de la fase regular. En
el punto de mira de la escopeta
tejana aparecía el primer enemigo,
los Memphis Grizzlies de Pau
Gasol. El equipo de Tennessee se
había clasificado por primera vez
en sus ocho años de historia para
las eliminatorias con 50 victorias
y 32 derrotas, comandados por
un Pau que tiraba del carro como
acostumbraría a hacer en su
carrera. Pero como era de suponer,
la superioridad manifiesta de los
hombres de negro borró del mapa
de un plumazo las esperanzas de los
Grizzlies. Un contundente 4 a 0 a
favor de los Spurs daba por concluida
la primera ronda.
El siguiente escollo en el asalto
hacia el título volvía a ser por
enésima vez el muro púrpura y oro de
Los Ángeles, solo que esta vez habían
traído refuerzos. Payton, Bryant,
Malone y O’Neal asustan a cualquiera
aunque el quinto jugador sea una
abuelita, pero nuestros amigos no se
iban a amilanar tan fácilmente. Los
dos primeros encuentros se fueron
del lado de los Spurs, que parecían
tener estudiado al rival hasta su
sombra y realizaron un milimétrico
ejercicio de minimización de daños.
Intentar frenar a O’Neal y Bryant era
perder tiempo y esfuerzo, pero sin
embargo Gary Payton solo fue capaz
de dar cinco asistencias en estos dos
encuentros. Karl Malone con 40 años
tenía bastante más músculo que
fondo y le resultó difícil defender al
joven Duncan en el poste y, aún más,
perseguir a Horry y Turkoglu cuando
jugaban abiertos. Ginóbili volvió
loca a la defensa, especialmente en el
segundo partido, aportando mucha
velocidad y versatilidad en ataque,
tanto encarando el aro como creando
juego. El 2-0 para los Spurs ponía la
eliminatoria muy de cara.
Con la serie trasladada a Los
Ángeles, las tornas cambiaban
repentinamente, y San Antonio
recibía un severo correctivo por
parte de los anfitriones en una
noche aciaga tanto en ataque como
en defensa. Esta vez sí brillaron
los cuatro all-star de los Lakers,
que dieron alas a los suyos en un
momento difícil. En el siguiente
encuentro volvían a obtener las
victoria los locales, apoyados en
una monumental actuación de Kobe
Bryant (42 puntos) perfectamente
respaldado por O’Neal (28 puntos
y 14 rebotes). El factor local y las
actuaciones individuales propiciaron
el empate de la serie antes de llevarla
de vuelta a Texas. El planteamiento
de los Spurs era más que correcto,
pero como dijo Felipe II: “Yo no
envié mis barcos a luchar contra los
elementos”, y es que en un momento
de inspiración, tanto O’Neal como
Bryant eran capaces de desquiciar al
más pintado.
El quinto partido de la serie
marcaría no solo el punto de
inflexión de la eliminatoria, sino
también un hito en la historia de los
finales sobre la bocina. Después de
un confuso y enmarañado partido
de poder a poder en el que el
nerviosismo y el agarrotamiento se
tradujeron en un escaso marcador,
se llegó a los últimos 24 segundos
con San Antonio un punto arriba
(71-70) y posesión angelina. El balón
recae rápidamente en Bryant (cómo
no), que negocia bien la salida de
un bloqueo puesto por Malone en
el poste alto y enchufa un tiro fácil
a seis metros que daba la vuelta
al marcador. 11’5 segundos en el
marcador y tiempo muerto de San
Antonio. Ginóbili sacaba de banda y
recibe Duncan al poste alto cubierto
de cerca por Shaq, dirigiéndose el
argentino rápidamente hacia a ellos
para dejar enganchado a su par
(Bryant) en un bloqueo indirecto
pero es él quien se desequilibra y
no puede continuar hacia canasta.
Duncan, en vista de los escasos tres
segundos que quedaban, comienza
a botar para hacerse hueco ante un
Shaq que no se despega de él. Aun
así, Timmy lanzaba una suspensión
desde casi 7 metros cayéndose hacia
atrás totalmente desequilibrado y
por encima de Shaq y Malone, quien
acudía a la ayuda. El tiro entró y nos
dejó en la retina uno de los tiros más
memorables de Duncan, que, muy
a su pesar, no sería definitivo en ese
encuentro. Con cuatro décimas en
el reloj y Bryant perseguido por dos
hombres, Payton sacaba de banda
y le daba el balón a Derek Fisher,
que se levantaba según recibía y
conseguía lo imposible. El balón
entró y los jugadores angelinos
la dinastia de los hombres de negro
corrían hacia el vestuario mientras
los Spurs miraban incrédulos al
videomarcador para ver la repetición
de tan inverosímil lanzamiento. De
un 2-0 la eliminatoria había pasado
a un 2-3 en contra y se dirigía a un
sexto partido en Los Ángeles que no
tuvo ninguna ciencia. Con Parker,
Bowen y Nesterovic desaparecidos
en combate, y los ánimos por los
suelos, los Lakers disfrutaron de un
paseo triunfal ante su público.
El año finalizaba con la sensación
de haber podido hacer más,
incrementada en gran medida por
el golpe moral del quinto partido.
Pero ya sabemos que Gregg
91
Popovich no es de excusas y sí de
soluciones. El tridente funcionaba
pero el equipo penalizaba en
defensa en los momentos claves y
eso era preocupante. Los Lakers se
estrellarían estrepitosamente en las
finales de la NBA contra los nuevos
Bad Boys de Detroit, pero eso es otra
historia…
Temporada 2004/05: Refuerzos
en pos de un anillo
Para intentar paliar las teóricas
carencias del roster tejano, en
el verano previo al inicio de la
temporada 2004/05 se realiza la
capitulo v
contratación clave de Brent Barry, un
escolta con gran tiro exterior, buena
visión de juego y amplia experiencia
en la liga. Glenn Robinson llegaría en
abril como agente libre para reforzar
el perímetro, pero su rendimiento
iba a ser una incógnita pues sus
dos últimos años habían estado
marcados por las lesiones. A mitad
de temporada también recalaría en
SKYHOOK
 San Antonio el pívot trotamundos
Nazr Mohammed, con la intención
de sumar centímetros e intimidación
a la zona.
Daba así inicio el curso
baloncestístico (que diría el añorado
Montes) 2004/05, en el que los
Charlotte Bobcats se convertían en
el equipo número 30 de la NBA, que
estrenaba formato de seis divisiones.
O’Neal había abandonado los Lakers
movido por las continuas disputas
con su compañero Bryant, que
también se quedaba sin Phil Jackson.
La franquicia dorada pagó caro el
error y no entró en Playoffs
por quinta vez en su historia.
La temporada para los Spurs
transcurrió según lo previsto
y se alzaron con la segunda
posición de la Conferencia
Oeste (59-23) por detrás de
los renovados y sorprendentes
Suns de Phoenix, que con
Mike D’Antoni a cargo de
las operaciones y Steve
Nash dirigiendo la orquesta
ganaron 33 partidos más que
el año anterior. El big three
de los Spurs volvía a ser el
corazón estadístico del equipo
pero algo estaba cambiando.
Los jugadores titulares
92 habían ido experimentando
una disminución progresiva
de su carga de minutos
en pista desde hacía unos
años, circunstancia que se
hizo mucho más evidente
en el presente año. Como
dato significativo, decir
que hasta once jugadores
disfrutaron de más de 17
minutos en pista por partido, y
hasta catorce jugadores si ponemos
el límite en la decena de minutos.
La antigua obsesión de Popovich de
sobrecargar a una rotación corta de
jugadores con muchos minutos se
había ido desvaneciendo en favor
de una búsqueda continua de un
banquillo con profundidad y rodaje.
El embrión del concepto final del
equipo comenzaba a gestarse poco a
poco.
Con Duncan cerrando la
zona ayudado por Nesterovic y
Mohammed, Parker y Ginóbili se
dedicaron a imprimir velocidad a
los contraataques, desarrollando un
baloncesto ofensivamente agresivo
y poco especulativo. Barry, Brown,
SKYHOOK
Bowen, Horry y Udrih se aplicaron
en defensa a la vez que daban forma
a un más que fiable perímetro
que lanzaba con un aceptable
éxito. Los minutos de Duncan
disminuyeron sensiblemente así
como sus números, pero el equipo
daba una sensación de profundidad
de banquillo muy grande, tarea
que figuraba de las primeras en la
lista de cosas pendientes de Gregg
Popovich. Tampoco le importó
demasiado perder 8 de los últimos
17 partidos de la fase regular, pues
la computadora seguía sumando
variables a la ecuación destinada a
obtener la fórmula campeona. Una
plantilla con todos sus jugadores
rodados y los de la rotación principal
en buen estado físico eran variables
muy interesantes. Comenzaban los
Playoffs.
El primer enfrentamiento de
las eliminatorias era contra los
Denver Nuggets de Marcus Camby,
Kenyon Martin, Andre Miller y, por
supuesto, Carmelo Anthony. Contra
todo pronóstico, los de Colorado se
alzaron con la victoria en el primer
partido disputado en el fortín tejano,
apoyados en un fantástico partido
de Miller en ataque y una no menos
fabulosa actuación de Camby en
defensa. El cerco interior de Camby
y Martin provocó que los Spurs
acabaran con porcentajes muy malos
de acierto en el tiro. Por dar un dato,
Parker y Duncan lanzaron 39 veces
para anotar 13 canastas. Los Nuggets
desplegaron un baloncesto físico y
dinámico que cogió por sorpresa a
los pupilos de Pops.
El resto de la serie la historia
sería completamente diferente.
Brent Barry comenzó a salir de
titular y el perímetro se agilizó
así como la defensa sobre Miller.
Con la circulación exterior de San
Antonio revitalizada, la defensa de
los Nuggets no tuvo más
remedio que abrirse dejando
espacio a un Duncan que
desplegaba todo su arsenal.
En el cuarto partido esa
circunstancia se magnificó y
Timmy les endosó 39 puntos
además de capturar 14
rebotes. La defensa de Denver
se desdibujó totalmente
y comenzaron a acusar el
problema de faltas ante la
incapacidad de reaccionar.
Carmelo y sus Nuggets eran
la primera víctima.
En segunda ronda
aguardaban los Seattle
SuperSonis de Ray Allen, que
perderían los dos primeros
partidos en el AT&T como
todo el mundo esperaba. El
quinteto de los Spurs, con
Barry y Robinson como
titulares, se mostraba muy
agresivo de cara al aro y la
segunda unidad dispuso de
muchos minutos, muy bien
aprovechados. El reparto de
tiempo en pista volvió a ser una de
las claves de la victoria, sin embargo,
el exceso de confianza unido al
factor cancha y a la recuperación
de Ray Allen, consiguieron empatar
la serie después de que los Sonics
se llevaran los dos partidos de
Seattle. El esperado ajuste de Pops
se materializó en la inclusión de
Ginóbili en el cinco titular, sacándole
de su cómoda posición de sexto
hombre iniciadas las hostilidades.
El argentino respondió a la llamada
de socorro y firmó una de sus
actuaciones más memorables con 39
puntos con 10 de 15 en tiros de dos
y 4 de 6 en triples. Pero aun después
de semejante golpe de autoridad, los
Spurs sufrirían más de la cuenta para
vencer por dos puntos en el sexto
partido en Seattle con una canasta
salvadora de Tim Duncan a falta de
pocos segundos.
En final de conferencia les
aguardaba el equipo revelación de
la temporada, los Suns de Mike
D’Antoni. A pesar de las excelentes
actuaciones de Stoudemire y Nash,
el concepto de jugar con cuatro
pequeños rodeando a Stoudemire
habría estado bien siempre que su
rotación no se hubiese limitado a
siete jugadores la mayor parte de los
partidos y, sobre todo, si su 4 abierto
(Shawn Marion) hubiese significado
una amenaza exterior para la defensa
de los Spurs -obviamente un 14’3%
en tiros exteriores permite a los
defensores flotar bastante-. La idea de
lo hoy en día conocido como ‘small
ball’ hubiese podido funcionar, pero
no contra los Spurs en Playoffs. Los
Suns abandonaron el sueño dorado
creado alrededor de su año perfecto
y se fueron de su nube a su casa con
un 4-1 bajo el brazo. Duncan, Parker
y Ginóbili (ya titular) realizaron
una serie extraordinaria. Los Spurs
alcanzaban de nuevo las tan ansiadas
Finales.
Desde 1987 no se encontraban en
unas series finales los dos campeones
anteriores, así que Spurs y Pistons
se disponían a hacer historia de
nuevo. Los nuevos Bad Boys no
iban a ser presa fácil de doblegar,
pues su ya famoso juego duro y
muy físico les había llevado a dos
Finales consecutivas. Ansia previa al
combate.
Los dos primeros partidos en
San Antonio fueron dos fotocopias,
con los Wallace (Rasheed y Ben)
cerrándose tanto sobre su principal
preocupación (Duncan) que dejaron
al perímetro sin ayudas. Ginóbili
y Parker marearon a la defensa,
mientras que Horry, jugando
minutos como 4 abierto, hacía que
a los Wallace se les acumularan los
problemas. La excesiva mentalización
defensiva de los interiores de Detroit
provocó una notable pérdida de
aportación ofensiva por parte de los
mismos, lo que se tradujo en dos
serios correctivos infringidos por
San Antonio. Los Pistons anotaron
únicamente 72 puntos de media en
los dos primeros encuentros.
En el tercer partido y con todo
de cara, los titulares de San Antonio
jugaron muchos minutos y lo
pagaron. En los últimos minutos
del partido y visiblemente cansados,
los Spurs perdieron varios balones
y encajaron un parcial en el último
cuarto que los colocaba 12 abajo.
Perdieron el partido por 79 a 96
siendo la primera vez en unas
Finales que el equipo tejano recibía
90 puntos en contra. Hasta siete
jugadores de Detroit anotaron en
dobles dígitos en el cuarto partido
que ganaron con autoridad ante
unos tocados Spurs que no parecían
reaccionar, la serie se empataba a
2.
En el quinto partido y después de
una ajustadísima prórroga, entró en
la dinastia de los hombres de negro
escena para hacer honor a su apodo
un Robert ‘Big Shot’ Horry entrado
en trance, que finalizó una excelente
actuación individual sentenciando el
partido con un lanzamiento a cinco
segundos para el final que remontaba
una desventaja de dos puntos, ponía
el 95-96 definitivo y daba por cerrada
su exhibición de 21 puntos, 18 de
ellos entre último cuarto y prórroga.
Ese extraño elemento llamado
Robert Horry -como decía el querido
Montes- había aparecido en el mejor
momento posible. Rasheed Wallace
recibió duras críticas por la deficiente
defensa sobre Horry que les había
costado el partido, pero se justificaba
93
alegando estar muy pendiente de
Duncan. Quizás la redención fuese
la principal motivación para Wallace
que encabezó la remontada de los
Pistons a base de defensa férrea y
un 47% de acierto desde la línea de
3. Las series se iban a un séptimo y
emocionante partido por primera
vez desde hacía once años.
El partido definitivo fue tenso,
atascado y muy igualado durante
los tres primeros cuartos, pero en el
último periodo, Duncan y Ginóbili
pisaron el acelerador con la ayuda
de Horry y cogieron una leve ventaja
que consiguieron mantener hasta
el final. Hasta siete jugadores de
capitulo v
los Spurs disputaron más de 22
minutos de juego para llevarse a
casa su segundo título en tres años
y el tercero en siete. Tim Duncan
ganaba su tercer MVP de las Finales
en su tercera serie final disputada y
ganada, y Robert Horry se convertía
en el segundo jugador en ganar
un campeonato con tres equipos
diferentes.
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