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In ic ia c ió n al
V O C A B U LA R IO D EL
A N Á L IS IS H IS T Ó R IC O

Crítica
PU EBLO S, NACIO NES, ESTADOS
Hemos estudiado la división de la sociedad — ^mejor di­
cho, de las sociedades— en grupos sociales cohesionados por
las relaciones de función y de subordinación, cuya forma más
característica es la división en clases.
Pero el conjunto de la humanidad se divide igualmente
en grupos yuxtapuestos en el espacio, grupos estructurados
socialmente y con frecuencia organizados políticamente, cuyo
origen, existencia, transformaciones y conflictos constituyen
a menudo, más incluso que la misma historia social, el fondo
de la historiografía clásica.
No dudamos en subrayar la vacilación, la confusión y las
fluctuaciones del vocabulario y de los conceptos en torno a
esta división espacial de la humanidad: razas y etnias, clanes
y tribus, comunidades y ciudades, pueblos y nacionalidades,
reinos e imperios, naciones y estados: he aquí una serie de
palabras familiares cuyo contenido, en principio, conoce todo
el mundo, pero cuyas definiciones sociológicas, sin embargo,
son a menudo inexistentes o controvertidas, mientras que los
historiadores, los periodistas y, con más motivo, el lenguaje
corriente las emplean fácilmente sin preocuparse por la pre­
cisión, dan a entender que algunos términos son sinónimos
cuando no lo son, y los utilizan de forma anacrónica por poco
que se descuiden.
Como ejemplo citaré el título de un libro conocido de
Raymond Aron, Paix et guerre entre les nations, que, desde
las primeras páginas, define la guerra como una forma de
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conflicto entre los estados. O bien el título de una colección Antes de pasar a los términos importantes (en particular,
histórica, excelente por otra parte, «Historia de las relacio­ el de nación) quisiera sugerir algunas reflexiones prelimina­
nes internacionales» en la que hay volúmenes dedicados a la res, preparatorias, sobre dos nociones íntimamente ligadas a
edad media europea, época en que la voz nación (y, por lo la existencia histórica de los grupos: la noción de frontera y
tanto, la palabra «internacional») no puede emplearse en el la de guerra.
sentido actual.
Pero ante todo me complace citar, como prueba de esta
desorientación semántica sobre las nociones de grupos huma­ L a FRONTERA
nos, las frases de una comunicación presentada al congreso
de Oslo, en 1929, por un historiador polaco, encargado pre­ Frontera es actualmente una palabra, y un hecho, perfec­
cisamente de esclarecer los orígenes de la noción de «naciona­ tamente definido desde el punto de vista jurídico; en el Sieg­
lidad»: «Los Estados o países, y por ende las naciones respec­ fried de Giraudoux se encuentran fragmentos placenteros so­
tivas, no llevan más que los nombres de sus provincias prin­ bre la noción de «línea ideal», y una película de Charlie Cha­
cipales», y «se trata de saber cuál era la función de la con­ plin termina con una secuencia extraordinaria en la que Char-
ciencia nacional, del sentimiento nacional, de la solidaridad lot, perseguido por las policías de dos estados, se arriesga a
nacional que abarcaba al conjunto de una sociedad, en toda caminar sobre la «línea ideal» que separa México de los E s­
la extensión del Estado futuro al que pertenecerá». tados Unidos. Estas fronteras de estados tienen un sentido
Es evidente dónde se encuentra la confusión: se da por muy neto: a uno y otro lado no son válidas las mismas mo­
sentada una solidaridad, una conciencia que existía antes, nedas, el derecho y la policía no son los mismos, ni lo son
pero en lugar de buscar por qué, se proyecta esa solidaridad tampoco las lenguas oficiales; hay aduanas y pasaportes. Y, sin
en el marco de un estado existente, mientras parece admitirse, embargo, sabemos bien que las lenguas populares no respetan
por la utilización de la palabra «pertenecerá», que la naciona­ los límites de las lenguas oficiales, ni en Flandes, ni en Alsa-
lidad no se confunde con el estado — hecho innegable, puesto cia, ni en Cataluña, ni en el País Vasco, y ello basta para mos­
que gran parte de la historia contemporánea está compuesta trar que estado, nación, nacionalidad (o etnia), lengua, fol­
por la reacción de las «minorías nacionales» contra el Estado klore, etc., no coinciden exactamente con las fronteras jurí­
al que sienten «extranjero»— dicas. Las fronteras políticas actuales, que separan estados,
Existen, pues, una serie de términos y de nociones sobre son consecuencia de tratados, que a decir verdad son más
los que merece la pena reflexionar, tanto más cuanto que qui­ «interestatales» que «internacionales». Y, sin embargo, estas
zá son precisamente los más familiares. fronteras son un producto de la historia que no se hace com­
pletamente al azar.
1. Algunas de mis investigaciones sobre estas fluctuaciones del voca­ Cuando los hombres ocupan la tierra de forma muy laxa,
bulario histórico respecto a los grupos están condensadas en mi obra Ca­ sus agrupaciones tienen fronteras mal definidas; las tribus
taluña en la España Moderna (Barcelona, 1978), tomo I, prefacio, epig. 5
«Historia y sociología ante el fenómeno nación», pp. 36-49. Cf. en la misma nómadas de Africa o de Asia saben perfectamente los límites
obra, pp. 96-102 y (sobre la noción de «frontera») pp. 112-116. de sus terrenos de paso, pero se trata de una zona y no de
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trazados lineales; en la antigüedad o en la edad media, las norte colonizada por europeos y las tribus indias progresiva­
comunidades campesinas, los señoríos, las pequeñas ciudades mente eliminadas.
fortificadas conocían los límites de su territorio inmediato y Vemos así cómo la historia permite la crítica de una no­
en caso de necesidad acogían a las poblaciones en el recinto ción de «frontera» que el siglo xix había elevado al rango de
de sus murallas. Pero amplios espacios forestales o pedrego­ tabú; inmediatamente después de 1871, un «incidente de
sos eran apropiados de forma muy vaga; y lo mismo sucedía frontera» entre Francia y Alemania creaba una auténtica at­
con pertenencias más elevadas; las fronteras entre los terri­ mósfera de guerra. En el siglo xx, en circunstancias políticas
torios pertenecientes al señor tal o al soberano cual se ex­ particulares, la noción se hizo aún quizá más rígida (materia­
presaban a menudo con la fórmula: «hasta tal castillo» o lización del «telón de acero»); pero observemos que esto su­
«tal ciudad», indicación militar pero que muestra bien el cede a menudo entre dos partes de una «nación» reconocida
carácter no lineal de la división política. Tal tierra o tal per­ (Alemania, Corea). Sin embargo, en otras circunstancias, la
sona dependía de otra por el vínculo personal, por el derecho guerra se instala de tal forma que la noción jurídica de fron­
privado, de ahí los innumerables enclaves, complicaciones y tera pierde toda significación práctica (próximo oriente, In­
anomalías que el mundo feudal ha dejado en herencia al dochina). La «frontera» como símbolo de la división del
mundo moderno. La noción de «fronteras naturales», y por mundo en grupos es, pues, por su misma evolución, un testi­
ello entendemos las que han separado mejor los grupos hu­ monio interesante sobre el sentido — jamás eterno y cons­
manos y conservado su originalidad (lengua, costumbres) po­ tante— de esta división.
drían ser, como por definición, las «fronteras demográficas»:
me refiero con ello a las zonas despobladas o muy poco po­
bladas, montañas muy altas, desiertos, pantanos, bosques den­ L a GUERRA
sos, etc. Nunca se produce un corte tajante. Pero es intere­
sante seguir, para comprender mejor algunas divisiones más La noción de guerra merecería reflexiones análogas. Des­
profundas que los hechos políticos, los caracteres del pobla- graciadamente, el agudo interés que suscita el estudio de las
miento en las diversas épocas, los contrastes entre los «de­ divisiones de los grupos humanos y del sentido de esta divi­
siertos-frontera» y los «núcleos» o «polos» de poblamiento sión obedece al hecho de que los grupos humanos luchan entre
denso. En el espacio, las estructuras étnicas se explican mu­ sí. Durante mucho tiempo se ha considerado que estas luchas
chas veces por las estructuras demográficas. de grupos constituían el fondo de la historia. Marx ha demos­
Observemos que a menudo la zona-frontera casi desér­ trado que las luchas de clases tienen en realidad un sentido
tica es una consecuencia del enfrentamiento de larga dura­ más profundo, puesto que traducen las estructuras sociales y
ción entre dos mundos humanos con diferencias en cuanto al sus contradicciones, y por lo mismo hacen evolucionar las
nivel y al tipo de civilización: «limes» antiguo entre mundo sociedades. Es cierto que en los períodos históricos en que
romano y mundo bárbaro, «marcas» y «fronteras» entre mun­ las posibilidades de crecimiento global eran muy débiles, las
do musulmán y mundo cristiano en la España de la edad me­ luchas de grupo tendían a hacer crecer a unos grupos a ex­
dia, «frontera» móvil entre los pioneros de la América del pensas de otros, más que a multiplicar sus posibilidades téc­
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nicas de producción, y los techos de desarrollo que se obte­ de clases de guerreros se justifica por la guerra. Rara vez se
nían así permanecían muy bajos, excepto para algunas mino­ piensa en explicar la existencia de la guerra por la presencia
rías y durante un breve período de tiempo. de clases dirigentes cuyas posibilidades de enriquecimiento
De hecho, no hay una separación tajante entre luchas de están limitadas dentro del marco en que gobiernan y que an­
grupos y luchas de clases, ni entre luchas armadas y relacio­ sian extender con las armas sus riquezas y su autoridad.
nes pacíficas (emigraciones, comercio, etc.), puesto que la his­ Ahora bien, esto corresponde a un hábito adquirido des­
toria es la combinación de todos estos tipos de relaciones. de hace tiempo por la historiografía: las fuentes — crónicas o
Por esto, la polemología (ciencia de las guerras) tiene un documentos literarios— , al ocuparse de las luchas de grupos,
interés auténtico, pero corre el peligro de encerrar únicamente exaltan los sentimientos de solidaridad de intereses, de temor,
en «fórmulas» de «estrategia» la historia clásica de las gue­ de instinto de defensa, y también de gloria y de avidez como
rras, o de estudiar la guerra como elemento en la formación si de los de toda una colectividad se tratase; esto nos habitúa
de las sociedades, sin haberse preguntado antes: ¿por qué a pensar en Micenas, Troya, Atenas, Esparta o Roma como
existen grupos humanos separados?; ¿por qué se hacen la bloques cuyos reyes, guerreros o instituciones militares tienen
guerra? la misión de defender. De la misma manera que decimos hoy
Tomo el ejemplo de dos obras colectivas muy interesantes: «Francia», «América», etc., sin distinguir entre los dirigentes
Problèmes de la guerre en Grèce (bajo la dirección de J . P. y una masa de la que no digo a priori que no tenga ninguna
Vernant), Problèmes de la guerre à Rome (bajo la dirección razón para sentirse solidaria, pero sobre la que no tengo tam­
de J, P. Brisson), Estas obras tratan o bien de la organización poco el derecho de afirmar a priori que constituya una indi­
técnica militar (falange, hoplitas, legión, carros, trirremes, vidualidad dotada de voluntad, de conciencia clara de sus in­
fortificaciones...), o bien de las formas sociales relacionadas tereses y de intereses identificados con los de sus dirigentes.
con la existencia de las guerras (la función guerrera en la En resumen, uno de los peligros que amenazan al historiador
mitología, el guerrero homérico, la función política de los es el de aceptar como un dato la «ciudad», el «reino», el «im­
ejércitos, el proletariado en la legión romana, el orden ecues­ perio», etc., marcos de una «sociedad global» sobre la que se
tre y el ejército, etc.). Sólo algunos artículos se plantean la plantean todo tipo de cuestiones excepto la de su existencia.
cuestión: ¿por qué las ciudades griegas se hacían la guerra? Y esta existencia depende a la vez de la distribución espacial
Y hay que decir que la respuesta no es nada satisfactoria; se de los hombres en el momento observado, del grado de com­
nos responde «porque no eran capaces de abastecerse»; es plejidad alcanzado por la organización social, y de la conciencia
un argumento; pero si se hubieran entendido para intercam­ que tienen las diversas clases, en el seno de esa organización,
biar sus productos, la misma explicación hubiese sido válida sobre las relaciones posibles entre los grupos próximos o leja­
para esa actitud pacífica. nos, parecidos o diferentes (ciudades griegas o naciones mo­
Lo que no se nos dice, o no de forma suficiente, es: 1) ¿a dernas entre ellas; Roma-bárbaros o Europa-África global­
qué obedece esta estructura espacial en ciudades, en cinda­ mente).
delas, en pequeñas monarquías?; 2) ¿a qué se debe, en cada Vemos cuáles serían los principales problemas de una
una de estas unidades, la división en clases? La existencia «polemología»: origen y naturaleza de los grupos y de los
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conflictos, evolución de los tipos de grupos y de los tipos de naciones complejas de rasgos raciales casi siempre mestizos,
conflictos, relaciones entre conflictos de grupos y conflictos de conquistas técnicas más o menos avanzadas, de herencias
de clases, entre luchas externas y estructuras internas de las lingüísticas más o menos diferenciadas, de estructuras psico-
agrupaciones. Pero aquí nos plantearemos tan sólo las cues­ sociológicas coherentes pero con lógicas internas muy diver­
tiones de vocabulario. sas; esas mismas culturas no son necesariamente los marcos
característicos de la vida cotidiana — pueblo, comunidades__
o de la vida política (ciudades, señoríos, estados); no son ta­
R azas e h is t o r ia
les «culturas» o tales «áreas culturales» las que luchan entre
sí; 2) y, sin embargo, las ignorancias y las oposiciones que
Es evidente que existe en la humanidad un primer tipo pueden llegar a considerar al «extranjero» como un «báríja-
de división, físicamente sensible y, por ello, psicológicamente ro», un «salvaje» — casi como un no-humano— se manifies­
importante: la de las grandes razas — negros, amarillos, blan­ tan tanto de poblado a poblado en las sociedades primitivas
cos— y de sus subdivisiones, que en algunos casos se agrupan (y en toda vida rural queda algo de ello) como en contextos
de forma masiva (indios de América, etc.). tan inmensos como las luchas entre la Cristiandad y el Islam,
Son tales los horrores que en fecha reciente ha introdu­ entre europeos e indios de América, etc.
cido en la práctica el «racismo», que parece indecente, in­ Las divisiones raciales, lingüísticas y culturales son, pues,
cluso para condenarla, someter la noción de «raza» a la crí­ realidades tangibles que, combinadas con el instinto de grupo
tica histórica. Claude Lévi-Strauss, en su texto Race et his­ y de desconfianza hacia lo «extranjero», constituyen factores
toire, que le fue encargado en 1952 por la UNESCO, parte de la división humana y son el terreno para las psicologías de
de los siguientes principios: la genética moderna niega la guerra. Sabemos que los odios de raza y los odios de religión
noción puramente biológica de raza; en todo caso, ninguna son todavía hoy fuentes de conflictos en el seno de socieda­
propiedad psicológica en particular se vincula a las razas; y des muy evolucionadas, Estados Unidos o Irlanda. Pero sa­
por encima de todo, lo absurdo y peligroso del racismo es­ bemos también que estos conflictos son más complejos; el
triba en que presupone inferioridades y superioridades, y no problema negro en los Estados Unidos es tan social como
simples diversidades y diferencias. De hecho, el racismo no racial; el problema irlandés es tan etnopolítico como religio­
es más que un caso particular de la desconfianza y el despre­ so. De hecho, las guerras propiamente dichas y los «movimien­
cio instintivos que resienten los hombres hacia aquellos que tos nacionales» contra las dominaciones políticas extranjeras
son exteriores a su grupo; racismo y xenofobia se separan tan son de otra naturaleza. La división en «naciones» tiene poco
sólo por matices y grados, y esta última se agudiza únicamente que ver con la existencia de las razas. Y es así, en primer lu­
cuando los signos materiales (rasgos físicos, lengua) permi­ gar, por la sencilla razón de que actualmente ningún grupo
ten distinguir mejor los grupos. humano importante es racialmente homogéneo. Los proble­
De ahí podemos deducir varias conclusiones histórica­ mas de raza y de mestizaje en diversos grados han estado más
mente útiles: 1) de hecho, el mundo no se divide en grupos imbricados, desde hace dos siglos, con problemas de jerar­
de «razas», sino en una multiplicidad de «culturas», combi­ quía y explotación sociales (América latina, sociedades coIo-
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niales), que con problemas de diplomacia y de guerra. «R a­ ...e l individuo se concibe como el último eslabón de
zas y clases» es un problema existente. «Razas y guerras» lo una genealogía, la sociedad como una yuxtaposición de li­
es mucho menos. La noción de «raza» es uno de los compo­ najes ...
nentes de la de «grupos étnicos» pero todavía existe dife­ ... como es obvio, la leyenda originaria no tiene en sí
rencia entre un «grupo étnico» y una «nación». misma ningún ^ndamento; puesto que las tribus resultan
de la coagulación de elementos diversos, mucho más que
de la fecundidad de los antepasados reconocidos. Sin em­
L o s GRUPOS ELEM EN TALES: DE LA FAM ILIA A LA TRIBU bargo, tal imagen está lejos de ser únicamente una repre­
sentación mental, una leyenda para niños, un producto fol­
La «etnografía» describe los grupos de hombres, y pos­ klórico. Dibuja, en efecto, los niveles de los estratos que
dividen la sociedad ...
teriormente la «etnología» intenta sistematizar y formalizar
Estos mitos sobre los orígenes son la proyección inte­
sus caracteres. En «etnos» hay la idea de un origen común,
lectual de las estructuras sociales y éstas no tienen nada de
o de rasgos comunes (algo que, en cambio, no está en «de­ legendario y aparecen en todos los aspectos de la vida del
mos», grupo político) (cf, Benveniste, Le vocabulaire des ins­ grupo; tanto en la distribución de la tierra como en la mor­
titutions indoeuropéennes, t, I, p, 90). Grecia y Roma tienen fología del hábitat o en la práctica religiosa o jurídica.
una concepción de los grupos que proceden de la familia y Dejemos la leyenda y observemos a los actores: un pri­
que forman círculos concéntricos; en Grecia: genos, fratra, mer tipo social lo proporcionan los bereberes marroquíes
filé; en Roma: gens, curia, tribus {ibid., p. 257). Del tema del Anti-Atlas, estudiados por Robert Montagne. La uni­
«weik-woiko» derivan, en griego, «oikos» (casa) y, en latín, dad social más pequeña es el hogar, la familia. Es la unidad
«vicus» (burgo o barrio), palabras en las que el sentido se más viva y contribuye a formar grupos sociales más amplios;
ha deslizado desde la designación de un grupo humano al de en primer lugar, los caseríos, que reúnen 20 o 30 hogares.
Cuatro o cinco caseríos constituyen a su vez un jem’aat.
su hábitat.
La reunión de varios jem’aat forma la unidad política, la
Pero veamos otros ejemplos.
tribu. El gobierno de ésta es el anfaliz, reunión de notables,
De Le Maghreb avant la prise d’Alger, de Lucette Va- de los hombres de confianza de cada pueblo. En lo esencial,
lensi (1969), recordemos el párrafo siguiente: el horizonte del individuo se limita a la tribu. En su inte­
rior tomara esposa, resolverá sus problemas jurídicos o cum­
Escuchemos la historia de los Uled Sidi el Hani, insta­ plirá con sus deberes religiosos.
lados en la región de Cairuán: el fundador de la tribu vino Pero dado que la sociedad está compuesta por una jmx-
de Marruecos, de la Seguia el Hamra: tuvo seis hijos y cada taposición de tribus, éstas no son totalmente extrañas entre
uno de ellos dio origen a las seis fracciones actuales. Ca­ SI. Entre ellas se establecen relaciones de alianza o de
da una constituye un duar en torno a la tumba del antepa­ oposición: se forma parte del mismo leff o soff. Es cierto
sado. La historia de los Uled Sidi Tlil, tunecinos igual­ que esos sistemas de alianza funcionan sobre todo en caso
mente, es muy parecida; Sidi Tlil, descendiente de uno de de conflicto. Pero no únicamente. Algunas grandes pere­
los primeros califas, es el padre de cuatro hijos, cuya des­ grinaciones a la ermita de un santo patrón desbordan el
cendencia constituyen las cuatro fracciones actuales ... marco tribal y reúnen a varias tribus confederadas
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Así es la yuxtaposición de las «sociedades segmentarias», ciones nacionales y políticas de la Europa occidental de las
tribales. Allí donde perviven como comunidades vivas se ma­ que dependemos nosotros. Sobre este punto podemos intro­
nifiestan en el paisaje. Por ejemplo, las comunidades indias ducir algunas observaciones útiles;
de los Andes («ayllus»). «Desde Sillanayok’ se ven tres ayllus: 1) Hay toda una ideología de la patria como valor mo­
Pichk’achuri, K ’ayau, Chaupi. Tres torres, tres plazas, tres ral supremo que tiene un origen romano y que, a través de
barrios... “ Un pueblo indio” , dicen los viajeros al llegar a esta la «cultura clásica», triunfó en los países de lengua romance
cumbre» (J. M. Arguedas, Yawar fiesta, «Pueblo indio»). después del Renacimiento — Francia, España, Italia— . Los
Entre estas formaciones elementales, los conflictos, las poetas de la Pléyade intentan calcar un mito histórico fran­
guerras no existen necesariamente. Debemos constatar que cés sobre el modelo de la Eneida. «Francia, madre de las ar­
hay sociedades sin guerra para evitar dar al fenómeno un cer­ tes, de las armas y de las leyes...» Corneille da, con Horace,
tificado de necesidad. Sin embargo, en el caso de la sociedad el prototipo de la tragedia patriótica. Y la Revolución adopta
griega, según J. P. Vernant {'Problèmes de la guerre dans todo el vocabulario de los discursos de Tito Livio. Mousnier
la Grèce ancienne), la guerra está en todas partes: en el voca­ demostró un día, en un coloquio, que los clichés estilísticos
bulario, en los ritos (combates ficticios), en el derecho (soli­ de la «Marsellesa» se encontraban todos en ciertos textos del
daridades familiares de las «vendettas»); es una relación «na­ siglo XVI. Ello no significa que la «nación» francesa tuviera
tural» entre «ciudades», una vez éstas han establecido un ya en el siglo xvi todos los matices que la Revolución da a
sistema judicial para los conflictos interiores. esta palabra. En cambio, sí significa que las tradiciones cul­
turales, la educación de los colegios, el vocabulario aprendido
en la escuela, juegan un papel importante en la elaboración
L o s IM PERIOS. E l LEGADO DE ROMA ideológica de una conciencia de grupo.
2) Las grandes regiones de Europa occidental que han
Sin embargo, lo más corriente es que por encima de las constituido el marco moderno de las naciones-estado unifica­
divisiones tribales elementales se constituyan unidades polí­ das y centralizadas habían tenido, antes de la disgregación
ticas muy amplias a las que designamos — por simple como­ feudal, una cierta unidad, una cierta personalidad, en el inte­
didad— con el nombre de imperios, siendo los más caracte­ rior del imperio romano en su mejor período de organización.
rísticos los que son a la vez monárquicos y teocráticos y cuyo En consecuencia, existe una proyección de las realidades polí­
soberano es simultáneamente rey, sacerdote y dios: Egipto, ticas modernas sobre nuestras representaciones históricas. E]
Asiria, China, Japón, imperio incaico, etc. Pero el paso «de historiador francés Camille Jullian dice, refiriéndose a la C a­
los clanes a los imperios» (título de la obra de Moret y Davy lia; «no dudo en pronunciar la palabra “ nación” ...» Y el fi­
sobre Egipto, en la colección « L ’évolution de l’humanité») lólogo español Menéndez Pidal ve en el «mapa cultural» de
es un proceso complejo que interesa a la vez al etnólogo y al la Hispania romana una perfecta prefiguración de la España
historiador. del Siglo de Oro. En Venecia escuché cómo un niño de diez
La formación y la disolución del imperio romano nos años demostraba, con un manual, que «Italia» había domina­
afectan más de cerca puesto que de allí surgieron las forma­ do Europa.
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Pero a la vista de lo que sucedió tras la desaparición del leyes y determinado las diferenciaciones lingüísticas, por una
poder militar y político romano cabe pensar que su penetra­ conciencia de la existencia de «nacionalidades», menos vin­
ción en las profundidades de las sociedades dominadas y de culadas a la tierra (se ha hablado de «nacionalidades ambu­
sus estructuras tribales no era mucho mayor que la realizada lantes»), pero más a los orígenes lejanos (godos, vándalos,
en nuestros días por las dominaciones coloniales europeas en normandos...) y a las particularidades lingüísticas.
África, por ejemplo. Las pequeñas circunscripciones adminis­ 2) De esta forma las «naciones» se asimilan a las len­
trativas romanas — los pagi— se calcaron sobre los territorios guas («linguae seu nationes», escribe santo Tomás). En las
de las tribus; y los «condados» feudales se calcaron a menu­ Universidades, los estudiantes se agrupan en «naciones», se­
do sobre los pagi. gún su lengua. Por otra parte, surgen en seguida los «estereo­
Así, pues, el mundo feudal de Europa occidental se fun­ tipos nacionales» que caracterizarán, a lo largo de la historia,
da sobre una triple herencia, en cuya reconstitución invirtió la forma caricaturesca con que cada pueblo ve a los extran­
un largo período: la de las lejanas estructuras tribales, la de jeros:
las hordas «bárbaras» del norte y del sur (germanos y árabes)
que sobrepusieron sus propias estructuras y costumbres a las «Los ingleses unos borrachos provistos de cola, los fran­
viejas realidades de la tierra, y finalmente la de los recuerdos ceses orgullosos y afeminados, los alemanes brutos y diso­
(o nostalgias) de la sobrestructura política romana. lutos, los normandos presumidos y fanfarrones, los del Poi-
tou traidores y aventureros, los borgoñones vulgares y es­
túpidos, los bretones inconstantes y fútiles, los lombardos
L o s PRINCIPIOS DE AGRUPAMIENTO EN E L PERÍODO FEUDAL avaros, viciosos y miedosos, los romanos sediciosos y calum­
niadores, los sicilianos tiránicos y crueles, los de Brabante
Las relaciones feudales propiamente dichas son esencial­ sanguinarios, incendiarios y bandidos, los flamencos pródi­
mente «personales» y la noción de estado se pierde; el senti­ gos, glotones, blandos como la mantequilla y holgazanes ...
tras lo cual, después de los insultos, se pasaba a menudo a
miento de «pertenencia» se refiere a la persona del señor
los golpes» (Jacques de Vitry, citado por Le Goff, Civili-
(«somos del señor tal...»). Sin embargo, la comunidad rural, sation de VOccident médiéval, p. 343).
y muy pronto las «comunas» urbanas, constituidas a menudo
contra los poderes feudales, representan fuertes solidaridades. El texto muestra que la noción de nacionalidad se vincu­
Pero cabe preguntarse qué es lo que, en esa atomización, pre­ la en este caso a una comunidad psicológica reconocida, pero
para, por una parte, la conciencia de comunidades más am­ no identificada con uno de los grandes conjuntos políticos que
plias y, por otra parte, el renacimiento de estados definidos existen actualmente; se tiene la impresión de que cada una
territorialmente y políticamente fuertes. de las unidades intermedias que hoy en día llamamos «pro­
Pueden distinguirse varias corrientes: vincias» o «regiones» hubiera podido originar un estado polí­
1) La unidad política del imperio romano y la «territo­ tico: por otra parte, son muchas las que en un momento de­
rialidad» de las divisiones étnicas más antiguas se sustituye, terminado han apuntado hacia este destino (estado borgoñón,
con la llegada de las hordas bárbaras que han impuesto sus Sicilia, etc.). Confróntense en diversas colecciones las histo­
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P U E B L O S, NACIO NES, ESTADOS 161
rias de las provincias francesas, a menudo bien hechas, o,
para estudios más amplios, el Franche-Comté sous Philip- bla del «país» (noción popular; horizontes familiares, senti­
pe I I de Luden Febvre, o mi Catalogne dans l’Espagne tno- miento de pertenencia, lengua común); el escriba eclesiástico
derne. En este último caso yo he insistido sobre la precocidad traduce al latín y pone «patria»; los traductores actuales es­
del aparato de estado y del «patriotismo lingüístico» (en el criben «patria», con lo que se corre el riesgo de atribuir a
cronista Ramón Muntaner). Juana de Arco un vocabulario y unos sentimientos muy dis­
3) A pesar de estas tendencias, la edad media occidental tintos de los suyos, más sabios y más modernos. De la misma
se caracteriza, sobre todo entre los clérigos intelectuales, por manera, en una presentación bilingüe del Journal des États
una condena de esas divisiones en nombre de la unidad de Genéraux de 1484, de Jean Masselin, se encuentra, en la
la «Cristiandad», cuyos símbolos son la Iglesia y el latín. traducción francesa, la expresión; «Estas son las ventajas que
Se sueña con rehacer tal unidad contra los cismáticos (Bizan- obtiene la nación con la ayuda aportada por los grandes al
cio), contra los infieles (el Islam) y contra los paganos (los rey»; pero el texto en latín dice; «attulit has utilitates regno
eslavos, Africa, el Gran Khan); y el sueño dura desde las procerum ad regem accessus»; así, donde los coetáneos decían
Cruzadas hasta Cristóbal Colón. «reino», el traductor transcribe «nación». Es un abuso grave.
4) Frente a la autoridad espiritual (el Papa), otros que­ El mismo traductor escribe; «enviar embajadores a Italia, a
rrían rehacer la unidad política del Imperio (Sacro Imperio Alemania, a España», cuando el texto dice; «in ItsMas... Ger-
romano de nacionalidad germánica). Sabemos que los «esta­ maniízj, Hispanií7j», lo que proyecta demasiado lejos en el
dos» — formas políticas forjadas a la vez a partir de solida­ pasado nuestra visión de una Alemania, una Italia, una Espa­
ña; la edad media veía varias.
ridades y a través de conflictos— se realizarán en marcos que
serán a la vez más pequeños que el imperio y más grandes
que las nacionalidades provinciales. Como siempre, lo harán
utilizando elementos de origen y de naturaleza diversos; a) la E l n a c im ie n to d e l e s t a d o m o d e rn o
Y su s r e l a c i o n e s c o n e l fe n ó m e n o n a c ió n
soberanía restringida, de naturaleza feudal, b) el aspecto sa­
grado de la «realeza» (consagración, reyes taumaturgos), c) el
aspecto romano del derecho, de la ley («legistas»). Observe­ En el período llamado «moderno», transición entre la
mos, sin embargo, que las solidaridades en torno a un «rey» edad media en que la estructura feudal caracteriza la sociedad,
se manifiestan particularmente cuando los súbditos se sienten y el período llamado «contemporáneo» en que triunfa el ca­
de la misma «naturaleza» que el rey; en «naturaleza», como pitalismo industrial, se precisan dos fenómenos — que no
en «nación», encontramos de nuevo la idea de «nacimiento», carecen de relación entre sí— : el ascenso del capitalismo co­
es decir, de un origen común (como en los mitos tribales de mercial en la economía y el fortalecimiento del estado en al­
Africa del norte). gunos territorios europeos que pasan sucesivamente a primer
Pero hay que andarse con mucho cuidado con el vocabu­ plano debido al crecimiento económico de los tiempos mo­
lario y con las traducciones-abusivas de los antiguos términos; dernos; España y Portugal, Francia, Inglaterra, Países Bajos,
por ejemplo, durante el proceso de Juana de Arco, Juana ha­ con la afirmación progresiva de las solidaridades «nacionales».
Estado-nación y Renacimiento. Hemos indicado ya de qué
162 IN ICIA CIÓ N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, N ACIO NES, ESTADOS 163
manera los modelos antiguos, y especialmente el romano, El «mercantilismo» no es la teoría sino la justificación
ofrecían a la Francia del siglo xvi (Maquiavelo hubiese que­ intelectual de una práctica: el estado se asimila al príncipe,
rido poder decir a «Italia») un vocabulario, una literatura, y la nación al estado. La palabra «nación» no se pronuncia
una concepción jurídica (escuelas de derecho escrito), pero al todavía con un nuevo sentido, o rara vez. Pero se insiste mu­
mismo tiempo le inspiraban el deseo de expresarse en su pro­ cho sobre la solidaridad de intereses entre los súbditos de un
pia lengua {Défense et Illustration de la Langue française de príncipe, y entre el príncipe y los súbditos. Podemos seguir
Du Bellay, «Ordonnance» de Villers-Cotterets, que obligaba el paso de la concepción económica «mercantilismo» («acre­
a redactar en francés los documentos públicos); la lengua se centar», «aumentar» la riqueza del grupo defendiéndose y
convertía en el signo de la unidad política, tras haberlo sido en caso de necesidad mostrándose agresivo frente a intereses
de una vaga comunidad de «nación». extranjeros) a la concepción política ya «nacionalista» (antes
Estado-nación y Reforma. La Reforma iba en el mismo de hora) a través de una serie de escritos farragosos pero lle­
sentido. La religión abandonaba el latín a favor de las lenguas nos de sentido: en el caso de España, en los «arbitristas» (si­
Uamadas hasta entonces «vulgares». Lu tero es considerado glos XVI y X V II ) que lloran la decadencia de su país (ellos
tradicionalmente como uno de los grandes antepasados de la dicen «nuestra España») y proponen soluciones; en el caso
«nación» alemana. Sin embargo, en Alemania, este signo tar­ de Europa central, en los «cameralistas», consejeros de los
dará mucho en coincidir con un estado. Pero el principio príncipes, donde se encuentran fórmulas como «Österreich
«cuius regio, eius religió» reforzará la idea de que los súb­ über alles, wann es nur will» («Austria por encima de todo,
ditos de un mismo príncipe deben formar una comunidad en el caso de que ella quiera»); y finalmente, en el caso de
uniforme. Inglaterra, en el siglo xvii, en los teóricos como Thomas
Estado-nación y economía: el mercantilismo. Uno de los Mun {La riqueza de Inglaterra por el comercio exterior)-, este
principales símbolos — y quizás el más eficaz— de la unidad último, en su prefacio, recomienda a su hijo la piedad, y
del estado moderno es la unificación de las monedas, que en después
Francia se realizó contra las monedas señoriales existentes,
a principios del siglo xvi. la Política, es decir, cómo amar y servir a la Patria, instru­
De hecho se había practicado una «política económica» yéndote en los deberes y conducta de varias profesiones,
nada razonada pero espontáneamente elaborada en Francia que a veces dirigen, a veces ejecutan los negocios de la re­
bajo Luis X I (1461-1483), en España bajo los Reyes Católi­ pública; en la cual, algunas cosas tienden especialmente a
cos (1469-1479 hasta 1505-1516), en Portugal bajo la dinas­ conservarla y otras a engrandecerla ... y en primer lugar ex­
tía de Avis, en Inglaterra bajo los Tudor. Control de las pondré algo acerca del comerciante, porque éste debe ser
minas, miles de reglamentos industriales, privilegios a la ma­ el agente principal de esa gran empresa.
rina, son muchas las tendencias comunes de los jóvenes «es­
tados», que de esta manera refuerzan y unifican los intereses El siglo XVII demuestra ya que una burguesía mercantil
sobre el territorio que gobiernan, los cuales, por otra parte, puede asumir políticamente la responsabilidad de un estado,
son su primera fuente de inspiración. y levantar a toda una población contra un poder extranjero:
164 INICIA CIÓ N AL v o c a b u l a r i o H IS T Ó R IC O PUEBLOS, NACIONES, ESTADOS 165
esta es la historia de las «Provincias Unidas» o Países Bajos que, en realidad, la comunidad nacional y el sistema de esta­
protestantes, que se liberan, tras una larga lucha, de la solje- do creados por la Revolución francesa pasaban a las manos
ranía española. Es evidente que no se trata de la primera de una nueva clase social y no a las de todo el pueblo. Sin
manifestación de un «sentimiento nacional» que se lanza efi­ embargo, los campesinos franceses, liberados de las numerosas
cazmente contra un poder extranjero (cf. Francia, guerra de cargas feudales y fiscales, y beneficiarios muchos de ellos de
los Cien Años), pero es la primera guerra nacional que culmi­ la redistribución de la propiedad, habían sentido muy pro­
na con la formación de un estado nacional. fundamente que la amenaza extranjera era, al mismo tiempo,
El segundo ejemplo es, por así decirlo, inverso, pero con­ una amenaza sobre sus conquistas sociales. En 1814 tuvieron
firma la misma correlación. Es el de Francia en el siglo xviii: mucho miedo de que la derrota de Francia pudiera propiciar
la burguesía enriquecida, la nobleza levantisca, la élite inte­ un retorno de los nobles y de sus derechos. Así se constituyó,
lectual de la Francia «de las luces» del reinado de Luis XV, durante la Revolución francesa, una asimilación entre defensa
son fácilmente «cosmopolitas», anglófilos, mientras los am­ de la Patria y defensa de la Revolución, entre la idea de
bientes provinciales, incluso populares, son fácilmente parti­ «nación» y la idea de gobierno salidos de «la voluntad del
cularistas, recuerdan las antiguas «libertades», las antiguas pueblo». Ello explica que, durante el siglo xix, no siempre,
«naciones» (Bearn, Comté, Provenza...); se trata de manifes­ pero en la mayoría de los casos, la idea «nacional» sea una
taciones de descontento, de oposición al sistema político. Pero idea ligada a las nociones de libertad e igualdad, una idea
de repente, en vísperas de 1789, la palabra «patriota» toma popular, sospechosa para los conservadores, para los hombres
el significado de «amigo del bien público», y la palabra «na­ del antiguo régimen.
ción» el del conjunto de los súbditos por oposición a la mo­
narquía o a las pequeñas minorías privilegiadas. La Revolu­
ción crea de entrada la «Asamblea nacional», la «Guardia E l s i g l o x ix ; l a f a s e « n a c i o n a l i t a r i a »
nacional»; Bailly contesta al enviado del rey: «La Nación
reunida no puede recibir órdenes»; y cuando la invasión ex­ En efecto, durante y después de la Revolución francesa,
tranjera amenaza las conquistas de la Revolución, la batalla un doble movimiento sacudió a Europa y, dentro de ciertos
de Valmy se gana al grito de «¡Viva la Nación!». límites, al mundo: Francia, tras haberse defendido de una
Donde se demuestra la intuición de Voltaire, que había reacción política impuesta desde el exterior, invade militar­
escrito; «Un republicano se siente siempre más ligado a su mente gran parte de Europa e introduce allí reformas social­
patria que un súbdito, puesto que se ama más el bien propio mente progresivas; pero la opresión militar que impone pro­
que el del amo». voca una lucha a menudo ambigua, porque sus impulsores
Está claro que no dejaba de ser una ilusión, por parte son simultáneamente: 1) los partidarios del antiguo régimen,
del hombre del pueblo, del sans-culotte de 1793, creer que 2) las capas sociales que tienen interés en oponer a los fran­
había conquistado realmente la patria francesa como un «bien» ceses sus propios principios, 3) los combatientes populares
suyo. Los sistemas censitarios, la administración napoleónica, espontáneos que a sus razones cotidianas de odiar al invasor
todo el juego del régimen económico, mostrarán a las claras suman a veces un sentimiento religioso, tradicionalista, comu­
166 IN ICIA CIÓ N A L v o c a b u l a r i o H IS T Ó R IC O
P U E B L O S, N ACIO NES, ESTADOS 167
nitario, antiliberal, y a veces un sentimiento revolucionario. miten entender las relaciones entre las posiciones de rlac»
Sobre estos diversos puntos se pueden consultar las co­ y la idea de «nación» surgida en 1789.
municaciones de un coloquio celebrado en Bruselas en 1968, Pero aquí cabe introducir otro matiz: la noción alemana
en el Instituto de Sociología, sobre el tema Occupants et oc- de nacionalidad que exaltaron entonces las obras de Herder
cupés, 1794-18U. y Fichte no correspondía en absoluto a la noción francesa
Este libro muestra los vínculos (o las contradicciones) de «voluntad general» claramente expresada en una especie
entre las reacciones de grupo y las reacciones de clase frente de contrato, sino por el contrario a un vago sentimiento de
a las invasiones francesas, primero revolucionaria y después pertenencia a un «pueblo» — el Volksgeist— , herencia de
napoleónica. A niveles muy distintos, vemos cómo se alian la raza, de la lengua, de la historia, fundamento de una «co­
al ocupante francés o cómo se coaligan en contra de él grupos munidad» {Gemeinschaft) y no de una sociedad {Gesell­
burgueses en busca de un nuevo poder social, políticos re­ schaft), dirá más tarde el filósofo Tönnies. Este aspecto román­
formistas, fuerzas del antiguo régimen, «guerrillas» popula­ tico de los valores nacionales jugará, por otra parte, un pa­
res que en según qué ocasiones recuerdan a los ejércitos revo­ pel importante en el siglo xix (y no sólo en Alemania) con la
lucionarios y en según cuáles a la Vendée. Subrayaré dos aparición de los «nacionalismos» que deificarán a la comu­
ejemplos: nidad.
En Vrusia, hombres como Stein, Hardenberg, Gneisenau Segundo ejemplo: España. En la lucha contra Napoleón,
vieron con extrema claridad que era posible hacer volver con­ el conflicto es especialmente complejo y contradictorio; Na­
tra Napoleón y contra Francia los principios mismos de su poleón aparece ante los ojos de algunos tradicionalistas como
revolución; iniciaron reformas «desde arriba» («von oben»), el Anticristo ateo, pero algunos conservadores habían creído
contra la servidumbre, contra los derechos indirectos; los bur­ ver en él al restaurador de la religión y del orden; algunos
gueses deseaban (como escribe uno de ellos al rey en 1807) reformadores de la España del siglo xviii pensaban que Na­
que «todos los ciudadanos y habitantes del Estado deben poleón modernizaría España como habían deseado los minis­
poder aspirar por igual a los mismos derechos, deben ser úni­ tros del «despotismo ilustrado»; pero los espíritus más revolu­
camente los miembros de un gran todo, y no deben hacer cionarios veían en él al confiscador de las hbertades de 1789.
valer más ventajas que las adquiridas por conocimientos más Finalmente, los «colaboracionistas» — los afrancesados— fue­
elevados y por el mérito propio y verdadero». ron pocos; unas Cortes, en Cádiz, votaron unas leyes muy di­
Pero los nobles rurales prusianos eran muy conscientes rectamente inspiradas en la Revolución francesa; pero entre
del peligro de una tal concepción del «todo» nacional. Uno los guerrilleros campesinos, la gran mayoría luchaba por la
de ellos exclamaba: «Nation, das klingt jakobinisch», «N a­ tradición, la religión, las costumbres comunitarias poco com­
ción, esto suena a jacobino». Y otro, el chambelán Von Reck, patibles con el liberalismo económico; cuando regresó el rey
«hubiera preferido perder otras tres batallas de Auerstaedt exiliado fue aclamado a la vez por ese pueblo tradicionalista
antes que aceptar el edicto del 9 de octubre de 1807 que y por la aristocracia del antiguo régimen; al suprimir la obra
abolió la servidumbre y el privilegio de la nobleza sobre la de las Cortes, desterró de España toda «revolución burguesa».
propiedad de la tierra». Son este tipo de frases las que per­ El resultado, un siglo más tarde, será esta curiosa paradoja:
168 IN ICIA CIÓ N A L VO CABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, NACIO NES, ESTADOS 169
España, que, entre 1808 y 1814, había dado pruebas de una los héroes de la Independencia (culto a Bolívar) parecen haber
unidad y de un vigor nacional excepcionales, verá cómo unas sido tanto más violentos en las ideologías políticas hispano­
regiones nostálgicas de la revolución burguesa (Cataluña, País americanas cuanto más estrechas eran las bases de las comu­
Vasco) se despegan de una de las «naciones» más antiguas de nidades (el culto de la «patria» se convirtió en una incum­
Europa. Las viejas «nacionalidades provinciales» resucitarán bencia de las «clases políticas» e intelectuales, sin poder pe­
y querrán transformarse en «estados». netrar ampliamente en las masas aisladas, desde el punto de
Podemos relacionar esta historia con el caso de las «na­ vista étnico y lingüístico, y analfabetas).
ciones» de la América española: unas minorías, aristocráticas La Europa del siglo X IX está dominada, históricamente,
o burguesas, aprovecharon, en las diversas unidades adminis­ por el «problema de las nacionalidades». El tema es bien co­
trativas del imperio americano español, el episodio napoleó­ nocido. ¿Como podemos definir mejor esos términos, «na­
nico para declararse independientes e imponer la independen­ cionalidad», «nación»}
cia con las armas, a imitación de los Estados Unidos y con el Como ya hemos dicho, la idea de «nación», ligada a los
apoyo inglés. Cabe subrayar que no consiguieron, a pesar del principios de la Revolución francesa (en particular al de la
deseo y del genio de Bolívar, una «nación hispanoamericana» «voluntad nacional»), es una idea «progresista» para los hom­
única; como en el caso actual de las colonias liberadas de Áfri­ bres del siglo XIX. La expresión «nacionalitaria» podría ser
ca negra, calcaron sus fronteras sobre las divisiones adminis­ adecuada para calificar esta dominante, por otra parte más
trativas coloniales existentes. Y la causa estriba en que el per­ sentimental que teórica. El «derecho de los pueblos a dispo­
sonal político que perseguía un poder concreto, no podía ner de sí mismos» forma parte del bagaje ideológico «de iz­
conseguirlo dentro de marcos excesivamente amplios. En quierdas», incluso del anarquizante. Por el contrario, las po­
cuánto a las capas populares, hacía siglos que estaban explo­ tencias del antiguo régimen y los temperamentos autoritarios
tadas a la vez por la aristocracia criolla y por la administra­ se inquietan ante los trastornos revolucionarios que implica­
ción colonial española. Según los momentos, según las ven­ rían una remodelación de Europa según el «principio de las
tajas que se les otorgaron (y que fueron muy escasas), o las nacionalidades». La Inglaterra liberal o el «nacionalitario»
represiones que les alcanzaron, las masas populares tomaron Napoleón III no apoyan sino dentro de ciertos límites los
parte en el movimiento de independencia — México— , no se avances de la liberación, que han coincidido siempre con las
movieron (Perú), o combatieron al lado de los españoles («lla­ grandes crisis revolucionarias (1830, 1848).
neros» de Venezuela). De hecho, era difícil que las masas Grosso modo, las clases dirigentes son bastante favora­
indias y negras se sintieran parte integrante de una comuni­ bles a las nacionalidades que sacuden el yugo turco (Grecia,
dad con unas minorías que a menudo las rechazaban. Habrá Bulgaria, etc.), muestran a la vez admiración y preocupación
que esperar hasta muy tarde (1868 en Cuba, a menudo hasta ante la marcha de la unidad italiana y de la unidad alemana
el siglo xx) para que los movimientos de masas se incorpo­ y, finalmente, no se atreven, o casi, a apoyar a las naciona­
ren a unos nacionalismos justificados por otros imperialismos lidades que podrían amenazar a las grandes potencias rusa,
extranjeros. Y, sin embargo, es curioso observar que el nacio­ prusiana y austríaca, y se distancian en particular de Polonia,
nalismo, el patriotismo, la exaltación hasta el fetichismo de que afectaría a las tres a la vez. Pero a los republicanos, a los
170 IN ICIA CIÓ N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, NACIO NES, ESTADOS 171
revolucionarios, intelectuales u obreros, les gusta gritar nes de Alemania, si dejamos aparte los vínculos industria­
«¡viva Polonia!». les. A medida que aquí se han ido fundando grandes socie­
En los casos de Alemania e Italia son a la vez clases y dades, a medida que los intereses materiales se han ido
regiones particularmente activas las que toman la iniciativa haciendo más variados, toda la política ha tomado un cariz
de la unidad: Prusia y Piamonte. Nada se parece tanto a la más realista. Han sido los intereses de la industria los que
coalición de políticos, intelectuales y hombres de negocios han dado a la forma vacía del Zollverein su contenido mate­
que, después de 1945, intentan crear el mercado europeo y, rial. Si Alemania no hubiera entrado en la vida industrial,
a ser posible, la Europa supranacional, como la coalición del aún no habríamos superado la fase lamentable de la divisióri
interior.»
mismo tipo que, entre los años 1820 y 1870, trabajó en pro
de la unidad alemana. El mercado común alemán se creó bajo
la forma de Unión aduanera, el Zollverein. Renán, en su in­ Algunos años antes, Friedrich List había expuesto la teo­
tento de subrayar los caracteres intelectuales y morales del ría del «sistema nacional de economía»; veamos algunos frag­
mentos;
factor «nación», escribió un día: «una nación no es un ZoU-
verein»; pero el poeta popular alemán Von Fallersleben, para
Pero entre el individuo y el género humano existe la
subrayar, por el contrario, el papel del Zollverein, dijo en
nación, con su lenguaje popular y su literatura, con su ori­
unos graciosos versos que el jabón, las cerillas y otras mercan­
gen y su historia propios, con sus costumbres y sus hábitos,
cías sin importancia habían hecho más por la patria alema­ sus leyes y sus instituciones, con sus pretensiones a la exis­
na que todos los teóricos. tencia, a la independencia, al progreso, a la duración, y con
Vale la pena conocer algunos textos característicos de la su territorio separado; asociación que se ha convertido, por
vinculación entre idea nacional e idea industrial; la solidaridad de las inteligencias y de los intereses, en un
En el Congreso de los economistas alemanes de 1862; todo existente por si mismo, que reconoce en su seno la
autoridad de la ley, pero que mantiene su libertad natural
«Ya es hora de que los industriales alemanes actúen en frente a las demás sociedades parecidas, y que, por consi­
el sentido de la resurrección nacional de la patria, hacia la guiente, en el estado actual del mundo, sólo puede mante­
que convergen hoy en día todas las fuerzas, a fin de que ner su independencia a través de sus propias fuerzas y de
el trabajo nacional llegue a ser reconocido en todos los ga­ sus recursos particulares.
binetes y en todas las cámaras, en toda la prensa y entre
el pueblo como uno de los pilares básicos de nuestra vida Y también:
nacional. Su propio interés y el interés de la patria son, en
último término, idénticos.» «La Escuela (librecambista) ha llegado a resultados tan
«Incumbe a la industria, a medida que crece, una signi­ absurdos porque, a despecho de los nombres que ha dado
ficación política en el seno de una nación que intenta pasar a su ciencia, ha excluido por completo de ella la politica
del estado de confederación {Staatenbund) al estado fede­ ignorando totalmente la nacionalidad, y sin tener en cuenta
rativo (Bundesstaat) de carácter nacional. Pocos son los vín­ para nada los efectos de la guerra sobre el comercio entre
culos económicos que traban entre ellas las diversas regio­ distintas naciones.»
172 INICIA CIÓ N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, NACIO NES, ESTADOS 173
«El poderío político no sólo garantiza a la nación el cre­ mo término, le fue perjudicial. Lo mismo podría decirse del
cimiento de su prosperidad mediante el comercio exterior Japón. Estos dos casos han hecho decir al economista ame­
y las colonias; le asegura, además, la posesión de esta pros­
ricano Rostow que el nacionalismo ha sido un gran factor
peridad y de su existencia nacional, que es infinitamente
más importante que la riqueza material; a través de la Ley en el «despegue» económico capitalista {take off). La propo­
de Navegación, Inglaterra se ha convertido en una potencia sición podría invertirse: el nacionalismo burgués nace del
política, y mediante esta potencia política ha sido capaz de «despegue» (cf. los textos de List). Digamos que ambos fe­
extender su superioridad manufacturera sobre todos los pue­ nómenos están estrechamente ligados.
blos. Pero Polonia ha sido borrada de la lista de las nacio­
nes por no poseer una burguesía vigorosa que sólo hubiera E l a p o g e o d e l o s « n a c io n a lism o s» y l a a p a r ic ió n
podido surgir con una industria manufacturera.»
D EL « i m p e r i a l i s m o » : CRISIS Y CONTROVERSIAS
«El comercio exterior sólo puede ser importante allí
EN 1905-1913
donde la industria nacional ha llegado a un alto grado de
desarrollo...»
Entre 1871 y 1914, la ideología «nacionalitaria» del si­
«En una época en que la actividad y la mecánica ejercen
una influencia tan importante sobre la marcha de la guerra, glo XIX se transforma rápidamente en «nacionalismo», enten­
en que todas las operaciones militares dependen hasta un diéndose con eUo una doctrina que considera la nación como
tal punto de la situación del tesoro público, en que la de­ el hecho fundamental y la finalidad suprema, a cuyo interés
fensa del país está más o menos asegurada según si la masa el individuo debe subordinarse e incluso sacrificarse y ante
del país es rica o pobre, enérgica o sumida en la apatía, el cual, en principio, deben desaparecer los intereses de grupo
según si sus simpatías se vuelcan sin reservas hacia la pa­ y los intereses de clase. Esta fórmula exaltada se predica tan­
tria o se orientan en parte hacia el extranjero, según si es to entre los grupos nacionales que aspiran a la independen­
posible armar a más o menos soldados, en una época así, cia — es decir, al estado— como entre las antiguas naciones-
más que nunca, las manufacturas deben ser consideradas estado o recientemente unificadas: Inglaterra imbuida de su
desde un punto de vista político.»
superioridad, Francia humillada por su derrota de 1870, Es­
paña humillada por la suya de 1898, Italia poco satisfecha
Aquí se proclama, pues, la vinculación entre industria,
del papel que se le reserva, Alemania convencida de su des­
burguesía y nación. Se dirá que la unidad alemana se consi­ tino mundial.
guió también a través de las victorias militares, bajo la direc­
Es, en verdad, el momento en que, una vez constituidos y
ción de Bismarck y de un estado mayor de vieja aristocracia.
saturados los mercados nacionales, las rivalidades se mani­
No es contradictorio. Y en ello estriba la originalidad de la
fiestan de pronto con más brutalidad en el reparto comercial
potencia alemana. En lugar de combatirse, las dos clases diri­
y colonial del mundo; es el fenómeno del imperialismo, pro­
gentes (antiguas clases feudales y nueva burguesía) se repar­
clamado y bautizado por los teóricos de la expansión, Cham­
tieron el trabajo. La eficacia fue grande. Pero el autoritarismo
berlain, Roosevelt, Guillermo II, Jules Ferry en Francia,
y la altivez militares, la «refeudalización» de la sociedad, con­
Rosa Luxemburg, Lenin. Pero tanto esta palabra como este
firieron al nacionalismo alemán una agresividad que, en últi­ fenómeno merecerán una próxima lección.
174 IN ICIA CIÓ N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, N ACIO NES, ESTADOS 175
De momento, detengámonos un poco más sobre los he­ Y lo mismo cabe decir de la ideología universitaria. E incluso
chos nación y nacionalismo que, precisamente, fueron viva­ la teoría sociológica (Durkheim). Si Péguy, en vísperas de
mente discutidos y quedaron finalmente mejor definidos ^ en 1914, pasa del socialismo al nacionalismo, no debemos creer
el curso de las tensiones y controversias que precedieron al que Jaurés, a pesar de su internacionalismo y de sus esfuerzos
estallido de 1914, contra la guerra, niegue la existencia del hecho nacional o la
El caso francés es, en principio, bien conocido, pero no necesidad de la «defensa nacional». Su libro L ’Armée nou-
siempre está bien analizado. Con razón se ha subrayado el velle (1911) intenta elaborar la teoría de una «nación arma­
viraje, especialmente sensible tras el affaire Dreyfus, que da», que reclute sus oficiales entre las capas populares (o me­
convierte la exaltación de la nación, de la patria, del ejército, dias); según él, el socialismo debe mostrarse
en una actitud «de derechas», no sólo conservadora sino tam­
bién vinculada a las nostalgias monárquicas (Maurras) o dic­ dispuesto a asegurar el pleno funcionamiento de un sistema
tatoriales. Tal es, en efecto, el «nacionalismo» proclamado armado verdaderamente popular y defensivo ... será enton­
(«nacionalismo integral», dice Acción francesa),® También es ces cuando podrá desafiar la calumnia puesto que se darán
en él, junto con la fuerza acumulada de la patria histórica,
cierto que en esos años 1890-1913, el movimiento obrero re­
la fuerza ideal de la patria nueva, la humanidad del trabajo
volucionario (anarquismo, sindicalismo, algunas corrientes del y del derecho.
socialismo) se caracteriza no sólo por su internacionalismo,
sino por un antimilitarismo e incluso un antipatriotismo vio­ Jaurés abriga incluso la esperanza de convencer a los ofi­
lentos; por otra parte, con el affaire Dreyfus, y debido al ca­ ciales mediante la eficacia de un ejército «organizado sin nin­
rácter antirrepublicano de los nacionalismos, los partidos de guna preocupación de clase o de casta, sin otra preocupación
izquierda, incluso los no revolucionarios, desconfían de las que la de la defensa nacional propiamente dicha».
«ligas patrióticas» y de los cuerpos de oficiales. El problema consiste en saber si, en una sociedad de cla­
Sin embargo, es más importante tener en cuenta (sobre ses, un ejército puede organizarse sin estas «preocupaciones».
todo para entender el impulso unánime de 1914) que tanto Veremos cómo Lenin subordinaba la noción de «pueblo ar­
la doctrina oficial de la República como la masa de los fran­ mado» a la de revolución.
ceses conservan, procedente del siglo xix, la noción de pa­
triotismo como deber sagrado, vinculado a la tradición repu­
blicana, a los principios de 1789, etc. Toda la educación im­ L a s CONTROVERSIAS EN TORNO AL PROBLEMA NACIÓN-
partida por la escuela pública estaba orientada en este sentido,* REVOLUCIÓN EN E u r o p a c e n t r a l y o r ie n t a l

2. Cf. en el Congreso de las Ciencias Históricas de Viena (1965), el


A diferencia de Europa occidental, constituida en sólidos
comunicado del profesor Kohn y su larga discusión en las Actas del estados-naciones, núcleos de los imperialismos mundiales, sin
Congreso. graves problemas de minorías nacionales (excepto en Irlan­
3. Cf. Le nationalisme français, de Girardet.
4. Cf. los dos libros divertidos e instructivos de Gaston Bonheur:
da), y en donde las luchas de clase no llegan a minar los po­
Qut a cassé le vase de Soissons? y La République nous appelle. tentes nacionalismos de hecho, la Europa central y oriental
176 IN ICIA CIÓ N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O
P U E B L O S, NACIO NES, ESTADOS 177
está organizada en imperios multinacionales de naturaleza y
origen diversos: imperio turco, imperio austro-húngaro, im­ M a r x ism o y c u e st ió n n a c io n a l
perio ruso. Las pretensiones de estos imperios no son las
mismas en política internacional, pero los tres están desga­ Dado que Marx y Engels insistieron, sobre todo, en el
rrados por movimientos internos de carácter nacional, que papel histórico motor de las luchas de clases, no expusieron
tienden a independencias de grupo (polacos, checos, croatas, una teoría explícita sobre los problemas nacionales; ello no
albaneses, etc.).
significa que hayan descuidado esos problemas y gracias a sus
En estos territorios, el autoritarismo del estado está li­ tomas de posición sobre numerosos aspectos de la política
gado, al mismo tiempo, a la supremacía de un grupo nacional de su tiempo ha sido posible deducir sus concepciones esen­
y a una estructura de clase retrasada respecto al desarrollo ciales sobre la existencia de grupos y sus conflictos (tesis de
moderno: autocracias, restos de feudalismo. Los movimien­ S. Frank Bloom, Columbia, 1941). Dado que para ellos lo
tos nacionales internos que se enfrentan con la supremacía esencial era la solidaridad internacional del proletariado, enfo­
del grupo dominante pueden quedar englobados o hien por caban las cuestiones nacionales sobre todo como factores po­
unas clases dirigentes más evolucionadas, más ligadas a inte­ sibles de desarrollo economico, en tanto que condicionantes
reses de tipo burgués, o bien por las aspiraciones agrarias u de la formación y de las capacidades de lucha de las clases
obreras, por capas socialmente (y no sólo políticamente) revo­ obreras. Sus análisis se centraban sobre la junción progresiva
lucionarias. El problema, pues, se plantea de la manera si­ o reaccionaria de un determinado tipo de estado, o marco
guiente: ¿de qué forma se combinarán, en un momento dado, económico, a propiciar o combatir desde el punto de vista
en torno a los «movimientos nacionales», las formas de revo­ de la futura revolución. Por ejemplo, consideraban que la in­
lución burguesa propias del siglo xix y las tentativas revolu­ dependencia de Polonia, la parte más avanzada del imperio
cionarias que implican al campesinado y al proletariado? Las ruso desde el punto de vista material, debilitaría a este im­
diversas corrientes de pensamiento y de táctica revoluciona­ perio aristocratico y crearía en el este de Europa un foco de
ria, en sus intentos de responder a esta cuestión, han multi­
capitalismo industrial y de posible toma de conciencia revo­
plicado las controversias. ¿Deben apoyarse los movimientos
lucionaria. Y esta posición favorable a la independencia pola­
nacionales? ¿Hay que aliarse con los partidos nacionales bur­ ca coincidía con el entusiasmo tradicional y popular suscitado
gueses? ¿Cómo evitar las contaminaciones ideológicas o sen­ por las sublevaciones patrióticas de los polacos.
timentales, pequeño-burguesas o «chauvinistas»?
En el período a que nos referimos, 1905-1913, que arran­
Los más célebres participantes en esta controversia fue­ ca de la crisis rusa de la guerra ruso-japonesa y de la primera
ron Rosa Luxemburg, Otto Bauer (con Karl Renner), Lenin
revolución, y que prepara la crisis balcánica de la que saldrá
y Stalin. Su papel histórico posterior justifica un estudio serio
la guerra de 1914, el problema de las nacionalidades en el
de sus posiciones. Debe tenerse en cuenta que es muy proba­ este y en el centro de Europa se agudiza.
ble que su situación en Europa central y oriental les haya La controversia Rosa Luxemburg-Lenin se centra, implí­
hecho subestimar el carácter masivo de los bloques psicoló­ citamente, en Polonia, y, explícitamente, en el problema del
gicos nacionales constituidos en occidente. derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. Rosa Lu-
178 IN ICIA CIO N A L VOCABULARIO H IS T O R IC O
P U E B L O S, n a c i o n e s , ESTADOS 179
xemburg, que había estudiado el desarrollo industrial de Po­ cierta autonomía favorecerá sus mercados y su desarrollo. En
lonia (éste fue el tema de su tesis en 1898), no cree que cambio, los movimientos de minoría nacional tienen todavía
ese desarrollo sea muy importante; sobre este punto revisa, un papel revolucionario a desempeñar en el imperio ruso,
pues, los esquemas de Marx. Convencida de que el desarrollo aunque sólo sea como base de la resistencia psicológica a la
del capitalismo se hará cada vez más dentro del marco de los autoridad centralizadora. También se pronuncia a favor del
estados muy grandes («estados de rapiña»), no cree que la in­ derecho absoluto de las minorías nacionales a proclamarse in­
dependencia de Polonia pueda ser una consigna útil a la revo­ dependientes. Pero añade inmediatamente que el derecho al
lución, dado que la burguesía polaca carece ya de objetivos divorcio no implica la obligación de divorciarse. Así, pues, la
«nacionales», y prefiere el mercado ruso y el autoritarismo utilización de la reivindicación nacional por parte de los mo­
ruso a la independencia. En resumen, la fase de «burguesía vimientos revolucionarios es una cuestión de táctica. Pero
nacional» y de «revolución burguesa» habría quedado supe­ los principios son los siguientes:
rada. Si el proletariado, en nombre de la nación polaca, era
capaz de vencer a los tres grandes estados (Alemania, Rusia, En el curso de su desarrollo el capitalismo se enfrenta
Austria), no había razón alguna para que colocase de nuevo a con dos tendencias históricas en lo que a la cuestión nacio­
Polonia en la situación de nación burguesa, reorganizando nal respecta. La primera consiste en el despertar de la vida
con ello el marco de su propia opresión. nacional y de los movimientos nacionales, la lucha contra
«E l estado nacional y el nacionalismo son estuches vacíos toda opresión nacional, la creación de estados nacionales.
en los que cada época y las relaciones de clases en cada país La segunda, en la multiplicación de las relaciones de todo
vuelcan su contenido material particular.» tipo entre las naciones, en la destrucción de las barreras
Notemos que la fórmula habla de «estado» (forma polí­ nacionales y la creación de la unidad internacional del ca­
tica) y de «nacionalismo» (ideología política), pero que la pital, de la vida económica en general, de la política, de la
ciencia, etc.
nación — como fenómeno histórico— no está definida. Vere­
Estas dos tendencias constituyen la ley universal del
mos cómo Stalin utilizará de nuevo esta fórmula, pero en un capitalismo. La primera domina al principio de su desarro­
sentido muy distinto, llo, la segunda caracteriza al capitalismo ya maduro y que
Lenin, en 1913 {Notas críticas sobre la cuestión nacio­ va hacia su transformación en una sociedad socialista. El
nal), ataca la subestimación del fenómeno nacional hecha por programa nacional de los marxistas tiene en cuenta ambas
Rosa Luxemburg, y también su programa meticulosamente tendencias, defendiendo, en primer lugar, la igualdad de las
detallado (elaborado en 1908-1909) sobre las «autonomías» naciones y de las lenguas, la oposición a privilegios de cual­
parciales que debería reivindicar Polonia (transportes, carre­ quier tipo a este respecto (propugnando también el derecho
teras de interés «regional», etc,), y sobre las circunscripcio­ de las naciones a la autodeterminación, de lo que hablare­
nes regionales que deberían reivindicar o no tales autonomías. mos más adelante); defendiendo, en segundo lugar, el prin­
Lenin piensa que las circunscripciones que allí se estudian son cipio del internacionalismo proletario y de la lucha intransi­
gente contra el contagio por parte del proletariado del na­
de origen burocrático o feudal y que el capitalismo es perfec­ cionalismo burgués, por muy refinado que sea.
tamente capaz de descubrir por sí mismo en qué sectores una
180 INICIA CIO N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, NACIO NES, ESTADOS 181
Parecen distinciones sutiles. Pero su sentido se aclara en En contra de Rosa Luxemburg, que ya no cree en el
los otros aspectos de la polémica. Lenin admite tanto la ra­ carácter revolucionario de los movimientos nacionales (y que
zón como la justicia de la reivindicación de las libertades na­ intenta definir, para el caso de Polonia, un «autonomismo»),
cionales; pero teme que se las convierta en un objetivo su­ en contra de Otto Bauer, que intenta definir los valores «cul­
premo, en un fin en sí mismo, especialmente a través de la turales», ideales, del hecho nacional, Lenin concede una «le­
idealización de unos valores «culturales»: «E l programa de la gitimidad histórica» (y es ésta una noción muy importante)
“ autonomía nacional cultural” ... erige al nacionalismo bur­ a este hecho nacional. Pero su utilización debe ser defensiva
gués en algo absoluto, en obra maestra de la creación, olvidan­ (contra la opresión), negativa (ejercerse más en contra que a
do la violencia, las injusticias, etc.». favor de alguna cosa). Nos encontramos ante una táctica y
Existe, pues, una «línea de demarcación a menudo muy unos principios. Pero (otro artículo de 1913: «Del derecho
tenue» entre la lucha nacional de contenido revolucionario y de los pueblos a la autodeterminación»)
el «nacionalismo» con el que, incluso siendo «el más justo»,
el más «puro», el más fino y el más «civilizado», el marxis­ al analizar una cuestión social, la teoría marxista exige ex­
mo es, a los ojos de Lenin, irreconciliable. He aquí los adje­ presamente que la situemos en un marco histórico deter­
tivos y los términos que emplea: minado ...
Por consiguiente, si lo que queremos, sin jugar con defi­
El principio de la nacionalidad es históricamente ineluc­
niciones jurídicas, ni «inventar» nociones abstractas, sino
table en la sociedad burguesa y, teniendo en cuenta esta so­
ciedad, el marxista reconoce plenamente la legitimidad his­ analizando las condiciones histérico-económicas de los mo­
vimientos nacionales, es comprender en qué consiste la li­
tórica de los movimientos nacionales. Pero para que este
bre determinación de las naciones, llegaremos sin falta a
reconocimiento no se convierta en una apología del naciona­
esta conclusión: por autodeterminación de las naciones se
lismo, debe limitarse muy estrictamente al contenido pro­
entiende su separación en tanto que Estado de las colecti­
gresivo de estos movimientos ... El despertar de las masas
vidades nacionales extranjeras, se entiende la formación de
al salir del sopor feudal es progresivo, como lo es también
Estados nacionales independientes.
su lucha contra toda opresión nacional, en pro de la sobe­
ranía del pueblo, de la soberanía de la nación. De ahí que
para el marxismo sea un deber absoluto él defender los as­ Es decir, que no hay «movimiento nacional» si no se da
pectos democráticos más decididos y más consecuentes en la exigencia de un estado por parte del grupo que se siente
todos los aspectos del problema nacional. Se trata de una nación; «autonomía», «autonomía nacional cultural», son
tarea bàsicamente negativa. El proletariado no puede avan­ compromisos carentes de sentido. Todos estos textos son de
zar más en su apoyo al nacionalismo, puesto que, más ade­ un gran interés desde el punto de vista de los problemas plan­
lante, se inicia la acción «positiva» de la burguesía que pre­ teados en Europa central y oriental y de los diversos enfoques
tende reforzar el nacionalismo ... ¿Lucha contra todo yugo que les dieron los socialistas marxistas de los años 1905-
nacional? Desde luego. ¿Lucha por todo desarrollo nacional,
por la «cultura nacional» en general? Desde luego que no...*
subrayados son míos. Con ello he querido llamar la atención sobre aspec­
* Tanto en esta cita como en las siguientes, salvo excepciones, los tos esenciales.
182 IN ICIA CIÓ N A L VO CABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, NACIO NES, ESTADOS 183
1913, futuros responsables de los acontecimientos de la gue­ nuevo a los judíos en el sitio en que estaban, y no por culpa
rra y de la postguerra. de ellos, en aquellos puntos en que sufrían una mayor opre­
Sin embargo, no es mucha la luz que arrojan sobre el fe­ sión: una «casta» ( = grupo cerrado) y no una nación (aquí
nómeno-nación como fenómeno sociológico; no explican por vemos la distinción de Lenin entre ambos términos); en efec­
qué la ascensión de la burguesía y las aspiraciones revolucio­ to, en la organización socialdemócrata, el Bund se caracteri­
narias del proletariado deben apoyarse (o pueden no apo­ zaba como judío y no por necesidad de la organización terri­
yarse) en solidaridades globales más amplias que ellos mis­ torial. Lenin argumentaba que se trataba de un retorno al
mos. Otto Bauer, socialista austríaco, intentó contestar a pasado, adoptado con entusiasmo por los medios más vincu­
esta pregunta {La cuestión de las nacionalidades y la social^ lados ya sea al viejo pasado religioso, o bien a los ambientes
democracia, 1907): según él, la nación es una especie de judíos burgueses, y que oponía esta concepción a la función
unidad orgánica, con existencia propia, constituida por to­
de progreso asumida por numerosos judíos en las sociedades
dos los hombres que tienen en común un destino histórico,
occidentales.
lo que les confiere una creciente comunidad de carácter («auf
En 1913, en un artículo famoso («El marxismo y la cues­
Schicksalsgemeinschaft erwachsende Charaktergemeinschaft»).
tión nacional»), Stalin dio una definición muy distinta de la
Es curioso constatar que esta noción de «comunidad de des­
«nación», que unía a la vez los criterios objetivos-subjetivos
tino» reaparecerá (con matices providenciales, es cierto) en
similares a los de Bauer, los criterios históricos similares a
el nacionalismo español de José Antonio Primo de Rivera.
Para Bauer, los proletarios han sido despojados, por el pro­ los de Marx y Lenin, y los criterios políticos v tácticos; como
ceso general de alienación económica, de toda participación en el caso de los artículos de Lenin, se trataba de una polé­
en estas comunidades de patria-, el socialismo debe devolver­ mica contra Bauer y el Bund, pero hay que hacer constar
les esta participación y asegurar con ello la diversidad desea­ que ya en 1904 había esbozado lo esencial de la teoría en un
ble del mundo. Mientras tanto, deben reclamar la «autono­ primer artículo («Cómo entiende la socialdemocracia el pro­
mia cultural extraterritorial», es decir, que los italianos en blema nacional»), cuando Stalin acababa de cumplir los 25
Austria, los croatas o los checos y, finalmente, los judíos, in­ años. El interés de la teoría de la nación así formulada ra­
cluso cuando no constituyen una masa definida territorial­ dica no sólo en el hecho de tener por autor al hombre que
mente, deben tener sus libertades y sus organismos culturales se encargó del problema de las nacionalidades desde los pri­
(lengua, periódicos, escuelas, teatros, etc.). Recalquemos que meros días de la revolución rusa de octubre de 1917 y que
esta concepción implicaba, en la organización política, la exis­ creó, consiguientemente, la estructuración nacional de la
tencia de secciones particulares del partido socialdemócrata URSS, sino también en el de ser la única definición sociohis-
en las diversas nacionalidades, especialmente en el caso de tórica de la nación.
los judíos, organizados en el Bund (Alianza socialdemócrata La definición propiamente dicha es conocida y, demasia­
judía). do a menudo, es la única conocida; se la ha tachado de «dog­
Como hemos visto, Lenin reprochó a Bauer este particu­ mática», de «pedagógica», se han discutido sus términos; su
larismo que, a su parecer, corría el riesgo de colocar de mérito consiste en condensar en tres líneas casi todas las
184 IN ICIA CIÓ N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O
pu eblo s, n a c io n e s , ESTADOS 185
aportaciones de Bauer, sin añadirle la peligrosa palabra «des­
niegan, organizan, exaltan, etc. la colectividad de larga du­
tino». ración.
«La nación es una comunidad estable, históricamente
Basta considerar la sarta de malentendidos revelada por
constituida, de lengua, de territorio, de vida económica y de
los debates de los historiadores desde el Congreso de Cien­
formación psíquica, que se traduce en una comunidad de
cias históricas de 1927 hasta el de 1965 en Viena (cf. las
cultura.»
Actas de estos Congresos), para apreciar las definiciones que
Sin embargo, esta definición no debe separarse de otras
acabamos de citar, tanto por su nitidez como por su flexibi­
dos afirmaciones: «La nación es una categoría histórica, y es lidad.
una categoría histórica de una época determinada, la del ca­
Para mostrar la importancia de las sugerencias sobre el
pitalismo ascendente».
relevo de las clases sociales como motores posibles y sucesi­
Finalmente, la última fórmula, similar a la de Rosa Lu­
vos del hecho histórico nacional, recordaré tres fórmulas que,
xemburg, pero que evita los dos escollos (confundir nación
por otra parte, desgraciadamente, son más unos programas
y estado nacional, cuestión nacional y nacionalismo, y el ha­ que unas realizaciones:
blar de «estuche vacío», cuando se trata de una realidad asu­
a) una de Lenin: «Sería interesante seguir, por ejemplo,
mida sucesivamente por otras realidades): «L a cuestión na­
los avatares del nacionalismo polaco que, antaño señorial, se
cional, en las diversas épocas, sirve intereses distintos, ad­
convirtió en burgués y después en campesino» (nota a «Del
quiere matices varios, en función de la clase que los plantea derecho de las naciones...»);
y del momento en que los plantea».
b) la segunda de Halvdan Koht, historiador noruego,
Es la confunción de las tres fórmulas lo que constituye un
que, de 1910 a 1950, apoyándose en particular en sus estu­
instrumento de primer orden para el análisis histórico.
dios sobre la edad media escandinava, no ha cesado de repe­
Tienen la ventaja de basarse en la distinción, esencial
tir: «la ascensión sucesiva de las clases sociales es uno de los
para el historiador, de los diferentes ritmos del tiempo histó­
factores mas importantes en la formación de una sociedad
rico: 1 ) la nación ha surgido de h e c h o s de muy larga du­ nacional»;
ración, lingüísticos, psíquicos, culturales, territoriales (por
c) la tercera de Ernest Labrousse que, en el congreso de
ejemplo, «desiertos-frontera»); 2 ) la nación, como f e n ó m e ­
Viena de 1965, como presidente de la comisión encargada
n o histórico, pertenece al orden de fenómenos de duración
de estudiar «la función de las masas populares en los movi­
media: la ascensión del modo de producción capitalista, con
mientos de independencia nacional», llegó a la conclusión
su preludio mercantil (siglos xv-xvii: Portugal, España, Fran­
de que se da siempre una combinación entre el sentimiento
cia, Inglaterra, Provincias Unidas), y su plenitud en el capi­
nacional y los sentimientos de clase; pero hay veces en que
talismo industrial (cf. los textos de List); 3) los movimientos
los dos sentimientos se suman, y veces en que se excluyen;
y acontecimientos, hechos de corta duración, son los que
de todas formas, no pueden analizarse por separado.
vinculan a la existencia del grupo, a la «cuestión nacional»,
He aquí, a continuación, algunos ejemplos de aplicación
los intereses de las clases que, generalmente de forma suce­ de estas sugerencias.
siva (aunque a veces coincidan), defienden, atacan, invocan,
186 IN ICIA CIÓ N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, N ACIO NES, ESTADOS 187

Este modo particular de constitución de los estados sólo


1. Una síntesis sobre la noción de «movimiento nacional» podía realizarse en las condiciones del feudalismo aún por
liquidar, en las condiciones de un capitalismo débilmente
Citemos para empezar, como síntesis excepcionalmente desarrollado, cuando las nacionalidades relegadas a un se­
rica, las páginas en que Stalin examina el problema de los gundo término aún no habían tenido tiempo de consolidarse
«movimientos nacionales»: económicamente para convertirse en estados.
Pero el capitalismo empieza a desarrollarse también en
La nación no es simplemente una categoría histórica, los estados de Europa oriental. El comercio y las vías de
sino una categoría histórica de una época determinada, la comunicación se desarrollan, surgen las grandes ciudades.
época del capitalismo ascendente. El proceso de liquidación Las naciones se consolidan económicamente. El capitalismo,
del feudalismo y de desarrollo del capitalismo es, al mismo al irrumpir en la vida tranquila de las naciones relegadas,
tiempo, el proceso de constitución de los hombres en na­ las agita y las pone en movimiento. El desarrollo de la pren­
ciones. Así ocurre, por ejemplo, en Europa occidental. In­ sa y del teatro, la actividad del Reichsrat (Austria) y de la
gleses, franceses, alemanes, italianos, etc. se han constitui­ Duma (Rusia) contribuyen a reforzar los «sentimientos na­
do en naciones simultáneamente a la marcha victoriosa del cionales». La intelligentsia que se ha formado se imbuye de
capitalismo que triunfaba sobre la fragmentación feudal. la «idea nacional» y actúa en la misma dirección.
Pero la formación de las naciones significaba, simultá­ Pero las naciones relegadas, que han despertado a una
neamente, su transformación en estados nacionales indepen­ vida propia, no se constituyen ya en estados nacionales in­
dientes. Las naciones inglesa, francesa, y otras son, al mis­ dependientes: topan en su camino con la resistencia vigo­
mo tiempo, los estados inglés, francés, etc. Irlanda, que rosa de las capas dirigentes de las naciones dominantes, si­
permaneció al margen de ese proceso, no altera para nada tuadas desde mucho tiempo atrás en la cúspide del estado.
la visión de conjunto. ¡Demasiado tarde!
Las cosas son algo distintas en Europa oriental. Mien­ Así es cómo se constituyen en naciones los checos, los
tras en occidente las naciones han evolucionado en estados, polacos, etc., en Austria; los croatas, etc., en Hungría; los
en oriente se han constituido estados multinacionales, com­ letones, lituanos, ucranianos, georgianos, armenios, etc., en
puestos por varias nacionalidades. Tal es el caso de Aus- Rusia. (Lo que en Europa occidental era una excepción —Ir­
tria-Hungría o de Rusia. En Austria, los alemanes han de­ landa—, se ha convertido en oriente en la regla.)
mostrado ser los más evolucionados en el plano político; En occidente. Irlanda ha respondido al régimen de ex­
así, son ellos los que se han encargado de agrupar a las cepción mediante un movimiento nacional. En oriente las
nacionalidades austríacas en un estado. En Hungría, los ma­ naciones que despiertan iban a contestar igual.
giares, núcleo de las nacionalidades húngaras, han demos­ Así se formaron las condiciones que llevaron a la lucha
trado ser los más aptos para organizarse en un estado; y a las jóvenes naciones del este europeo.
también en este caso son ellos los unificadores de Hungría. La lucha se inició y se encendió, a decir verdad, no en­
En Rusia, el papel de unificadores de las nacionalidades ha tre las naciones en su conjunto, sino entre las clases domi­
sido asumido por los grandes-rusos, que estaban encabeza­ nantes de las naciones dirigentes y de las naciones relega­
dos por la fuerte burocracia militar de la nobleza, organiza­ das. Generalmente, la lucha se lleva a cabo o bien por"^la
da e históricamente constituida ... pequeña burguesía ciudadana de la nación oprimida contra
188 INICIA CIÓ N A L VOCABULARIO H IS T Ó R IC O P U E B L O S, NACIONES, ESTADOS 189
la gran burguesía de la nación dominante (checos y alema­ ción oprimida se pone en movimiento de forma natural.
nes); o por la burguesía rural de la nación oprimida contra Apela a «su pueblo» y empieza a invocar la «patria» a gran­
los grandes propietarios terratenientes de la nación domi­ des gritos, haciendo pasar su causa por la de todo el pueblo.
nante (los ucranianos en Polonia); o bien por toda la bur­ Recluta por sí misma un ejército entre sus «compatriotas»
guesía «nacional» de las naciones oprimidas contra la no­ en interés de «la patria». Y el «pueblo» no siempre perma­
bleza reinante de la nación dominante (Polonia, Lituania, nece indiferente a esta llamada, se agrupa en torno a su
Ucrania, en Rusia). bandera: también a él le alcanza la represión de arriba y
La burguesía desempeña el papel principal. eso provoca su descontento.
El mercado: he aquí la cuestión esencial para la joven Así empieza el movimiento nacional.
burguesía. Colocar sus mercancías y salir victoriosa de la La fuerza de este movimiento nacional está en función
competencia con la burguesía de otra nacionalidad, tal es su del grado de participación en dicho movimiento de amplias
objetivo. De ahí viene su deseo de asegurarse su mercado capas de la nación: proletariado, campesinado.
«propio», «nacional». El mercado es la primera escuela don­ Que el proletariado estreche filas bajo la bandera del
de la burguesía aprende el nacionalismo. nacionalismo burgués depende del grado de desarrollo de
Vero las cosas, generalmente, no se limitan al mercado. las contradicciones de clase, de la conciencia y de la orga­
Pronto entra en liza la burocracia semífeudal, semiburgue- nización del proletariado. El proletariado consciente posee
sa, de la nación dominante, con sus métodos del puño y de una bandera propia y no tiene necesidad de formar bajo la
la defensa expresa. La burguesía de una nación dominante, bandera de la burguesía.
pequeña o grande, poco importa al caso, tiene la posibili­ Por lo que a los campesinos respecta, su participación
dad de liquidar a su competidor de forma «más rápida» y en el movimiento nacional depende ante todo del carácter
«más definitiva». Las «fuerzas» se agrupan y empiezan a de la represión. Si la represión afecta los intereses de la
utilizarse toda una serie de medidas restrictivas contra la «tierra», como fue el caso de Irlanda, las grandes masas de
burguesía «alógena», medidas que degeneran en represión. campesinos forman inmediatamente bajo la bandera del mo­
De la esfera económica la lucha se traslada a la esfera polí­ vimiento nacional ...
tica. Sobre la cabeza del «competidor» caen duramente la Según estos factores el movimiento nacional o bien toma
restricción de la libertad de desplazamiento, las trabas al un carácter masivo, ganando cada vez más terreno (Irlanda,
uso de la lengua, las restricciones de los derechos electora­ Galitzia), o bien se transforma en una serie de pequeñas
les, la reducción del número de las escuelas, las trabas para escaramuzas y degenera en escándalo y en lucha en torno a
la práctica de la religión, etc. Cierto es que medidas de los rótulos de las tiendas (algunas pequeñas ciudades de
ese tipo no sólo sirven a los intereses de las clases burgue­ Bohemia).
sas, sino también a los objetivos específicos, objetivos, de De las consideraciones anteriores se desprende netamente
casta, por así decirlo, de la burocracia reinante. Pero desde que la lucha nacional en las condiciones del capitalismo as­
el punto de vista de los resultados ello no tiene ninguna cendente es una lucha de las clases burguesas entre ellas.
importancia: en estos casos las clases burguesas y la buro­ En algunos casos, la burguesía consigue arrastrar al prole­
cracia se entienden a la perfección, tanto si sc trata de Aus- tariado al movimiento nacional, y la lucha nacional adquiere
tria-Hungría, como de Rusia, o de cualquier otro estado. entonces, en apariencia, un carácter «popular general», pero
Presionada por todos los lados, la burguesía de la na­ sólo en apariencia. En su esencia se trata siempre de una
190 INICIACIO N AL VOCABULARIO H IST Ó R IC O P U E B L O S, NACIO NES, ESTADOS 191
lucha burguesa, beneficiosa y deseable básicamente para la Es lo que diferencia esencialmente la política del pro­
burguesía. letariado consciente de la política de la burguesía, la cual,
Pero de ello no se deduce en modo alguno que el pro­ en cambio, intenta profundizar y amplificar la lucha nacio­
letariado no deba luchar contra la política de opresión de nal, proseguir y acentuar el movimiento nacional.
las nacionalidades.
Las restricciones a la libertad de desplazamiento, la
privación de los derechos electorales, las trabas al uso de
la lengua, la reducción del número de escuelas y otras me­ 2. Europa occidental desde principios del siglo X X :
didas represivas afectan a los obreros tanto como a la bur­ un caso original: España
guesía o más ...
Ahora bien, la política de represión nacionalista tiene Como es evidente, el análisis de Stalin, igual que los an­
también otra faceta peligrosa para la causa del proletariado. teriores, se inspira en los problemas de Europa central y
Aparta la atención de grandes capas de la población de las oriental. El único factor que no pone suficientemente de re­
cuestiones sociales, de los problemas de luchas de clase, en­ lieve (y, sin embargo, en 1913, tenía una importancia capital)
focándola hacia las cuestiones «nacionales», los problemas
es la superioridad masiva, en Europa occidental, sobre todo en
«comunes» al proletariado y a la burguesía. Y esto crea un
terreno favorable para predicar la mentira de la «armonía Francia y Alemania, de los sentimientos de grupo sobre los
de los intereses», para diluir los del proletariado, para ava­ sentimientos de clase (1914).
sallar moralmente a los obreros. Así se levanta una seria En el ámbito de Europa occidental he estudiado un caso
barrera contra la obra de unificación de los obreros de todas menos conocido, pero original: el caso de España, uno de los
las nacionalidades. primeros estados-nación constituidos en Europa, y cuya cohe­
Pero la política de represión no termina aquí. Del «sis­ sión, en la «guerra de independencia» antinapoleónica, pare­
tema» de opresión pasa a menudo al «sistema» de excita­ cía haberse afirmado espectacularmente. Pero la pérdida de
ción de unas naciones contra otras, al «sistema» de las ma­ las colonias y el fracaso de la revolución política, que mantu­
sacres y de los pogroms ... vo el poder, cuando menos parcialmente, en manos de las
Así, los obreros luchan y seguirán luchando contra la clases aristocráticas y terratenientes, hicieron de la España
política de opresión de las naciones bajo todas sus formas,
del siglo XIX no un país «subdesarrollado», pero sí desigual­
desde las más refinadas hasta las más brutales, así como con­
tra la política de excitación bajo todas sus formas. mente desarrollado, en el que únicamente el País Vasco y
... Los deberes de la socialdemocracia, que defiende los sobre todo Cataluña llegaron a desarrollar una industria de
intereses del proletariado, y los derechos de la nación cons­ modelo europeo. Los industriales catalanes, que producían
tituida por diversas clases son dos cosas distintas. bienes de consumo corrientes (textiles), concibieron el pro­
Al luchar por el derecho de las naciones a disponer de blema nacional español exactamente como List. Uno de sus
sí mismas la socialdemocracia se asigna como objetivo el agentes ha escrito: «el proteccionismo es la patria». Y los
de terminar con la política de opresión de la nación, hacerla propagandistas catalanes del «trabajo nacional», del «merca­
inviable, y también minar la lucha de las naciones, suavi­ do nacional», no perdonaron jamás a la España central y me­
zarla, reducirla al mínimo. ridional, agraria y pobre, la debilidad de su poder adquisitivo;
192 INICIA CIÓ N A L VO CABULARIO H IS T Ó R IC O
P U E B L O S, N ACIO NES, ESTADOS 193
Los pueblos que fíen su suerte al trabajo dirigido con Esto lleva a reclamar para la «nación catalana» resucitada
inteligencia, y a las economías, crean capitales y aumentan
«la posesión de todos los elementos de un cuerpo nacional,
su prosperidad; los pueblos indolentes, holgazanes, que fían
incluido el estado propio para dirigirlos».
tan sólo en el producto del trabajo, en los capitales y en el
oro de otras naciones, estos pueblos encuentran el justo Y, sin embargo, fueron muchas las veces en que los dipu­
castigo en su pobreza, decadencia y ruina. La España no tados catalanes en las Cortes españolas habían precisado cla­
necesita ni pan extranjero, ni ropa extranjera, ni capitales ramente que esa exigencia «nacional» catalana se debía sólo
extranjeros. Todo esto se crea con el trabajo... [Güell, a los fracasos y a los rechazos infligidos por Madrid y en
1866 ]. Madrid: por ejemplo, el diputado Salmerón, en 1907, inten­
tó esbozar una definición de la «nación» — de la nación bur­
Los dirigentes de Madrid, aristócratas, generales o polí­ guesa, se sobreentiende— :
ticos liberales, representaban a las clases no industriales. No
entendieron el lenguaje del «nacionalismo económico». Fue Si en el proceso de la Historia las naciones se funden,
entonces cuando los dirigentes catalanes empezaron a añorar las naciones se forman, las naciones se deforman, mientras
un pasado lejano, pero en términos de mercado, lo cual es exista una propia unidad personal propiamente irreductible
muy significativo: «E l mercado español es más restringido en la convivencia social, allí está el germen de una vida na­
que el que había sido capaz de conquistar Cataluña en la cional, que si^ no sabéis incorporar en más amplio curso y
época de su autonomía», cuando era, «bajo un gobierno pro­ dirigir por más amplio cauce, clamará por su existencia per­
pio, una de las primeras potencias marítimas y mercantiles sonal y perturbará la vida del conjunto al cual se la retenga
unida. La Historia es esa; contra la Historia no valen argu­
de Europa» (Prat de la Riba, La nacionalitat catalana).
mentos; puede la Historia enderezarse, pero ¿sabéis cómo
Y también:
se endereza, señores diputados? No sólo con más altas
ideas: con superiores obras.
Ahora verá el pueblo catalán, especialmente esa parte Pensadlo bien; si en vez de nuestro desastre colonial
del pueblo catalán que cree haber cumplido su deber con España hubiera vencido, si su poder colonial hubiese arrai­
sólo cuidar de sus negocios, ahora verá si es urgente y de gado, si hubiese hecho repercutir en la vida interna de la
absoluta necesidad que Cataluña tenga el gobierno de sus nación el más amplio desarrollo económico, si se hubiera
intereses interiores y que influya en la dirección de los sentido ufano y orgulloso el español de pertenecer a esta
exteriores a proporción de sus fuerzas. Ahora verá si nos nación o a este Estado, como queráis, ¿se habría determi­
asistía la razón cuando le llamábamos a abrigarse bajo nues­ nado, sobre las bases que luego apuntaré, este movimiento
tra bandera, diciendo que no era bastante el dominar en de protesta en Cataluña, del cual ha nacido, en definitiva,
talleres y almacenes, mientras otros dominaban en asambleas, Solidaridad Catalana? Tengo por cierto que no; aUí se han
ministerios y oficinas ... Ahora verá cuán peligroso es para juntado una serie de condiciones, y la eficiente es el senti­
su prosperidad el actual desequilibrio que existe entre nua miento de su personalidad- pero ésa no habría bastado con­
tra fuerza económica y nuestra nulidad política dentro at tra las otras ...
España. [Prat de la Riba, Manifiesto de 1898 (Unió Cata ... Si España prospera, si crea elementos de riqueza si
lanista).] Uega a abrir mercados en el mundo, si llega a hacer que su
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actividad se incorpore a la actividad mundial, no lo dudéis,
Luchas entre clases dirigentes. Exigencias burguesas: el
el órgano que encuentre creado ése será el que utilizará, y
mercado, el estado. Nos encontramos ante todos los factores
no habrá nadie que, con olvido del apremiante consejo de
su conveniencia económica, vaya a pretender ninguna res­ e la síntesis de Stalin. Y no olvidemos tampoco otro de
tauración particularista cuando tiene un órgano de carácter esos factores, el recurso de los dirigentes burgueses a «su
universal que le sirve en el mercado del mundo. [Discurso pueblo», en caso de crisis:
de Salmerón en las Cortes, 18-VI-1907.]
A la noticia del paso del señor Bosch y Labrús, para
eso Tarrasa en masa trasladóse a la estación para saludar
Sería imposible definir mejor la exigencia económica y el al defensor del Trabajo Nacional, de nuestra amenazada
mercado como «escuelas de nacionalismo» para la burguesía, industria, del pan que falta ya al obrero. Unos 5.000 de
ni las «personalidades» colectivas subyacentes no como datos estos quisieron asociarse al testimonio de agradecimiento
fundamentales sino como instrumentos, ni la búsqueda (frus­ que estos fabricantes han demostrado al señor Bosch, salu­
trada en el caso de España) de un marco suficientemente am­ dándole con entusiasmo ... Presidente Instituto Industrial.
plio para un mercado mundial. Diez años más tarde, otro dipu­ V a n c ells.

tado, Cambó, dirigente de un regionalismo que se estaba trans­


formando en nacionalismo, expresaba el otro aspecto de la Este telegrama muestra la invocación de los «intereses
frustración, el aspecto político: comunes» en pro de una «industria nacional» por parte de la
patronal y de los obreros (2.500 de los cuales, como recono­
Somos los regionalistas catalanes un caso único en la cía mas adelante el mismo telegrama citado, estaban entonces
flora política española, quizás en la flora política de Europa; sin empleo). No todos los obreros catalanes escucharon esa
nos pasamos la vida combatiendo a los gobiernos y haciendo llamada: anarquistas y sindicalistas denunciaron como «bur­
oposición a los gobiernos; pero yo tengo que deciros, seño­ gueses» a los «nacionalismos» de todo tipo.
res diputados, y permitidme que en este momento de since­ Sin embargo, la exaltación constante de las solidaridades
ridad no tenga la hipocresía de la modestia, que nosotros «catalanas» contra el centralismo madrileño, demasiado poco
somos un grupo de hombres de gobierno, que hemos naci­ atento a los intereses de la industria, acabó creando un am­
do para gobernar, que nos hemos preparado para gobernar,
biente masivo de oposición común, en el que terminaron
que en la esfera de acción donde hemos gobernado hemos
demostrado aptitudes para gobernar y, no obstante, seño­ yuxtaponiéndose las protestas de clase y las protestas de gru­
res diputados, estamos condenados a ser hombres constan­ po. A partir de este momento podemos hablar de «catalanis­
temente de oposición ... mo» popular, pequeño burgués, intelectual, campesino y en
Una de las manifestaciones, señores diputados, del pro­ parte (según el momento), obrero. Y es interesante entonces
blema catalán, del carácter nacionalista de este problema, ver a la burguesía, creadora del «movimiento nacional»,
es el apartamiento más que secular de Cataluña de toda asustarse ante este aspecto popular de la oposición catalanista’
acción de gobierno en España ... Pedimos la soberanía ... y buscar en Madrid, en los instrumentos de estado, las garan­
[Discurso de Cambó en las Cortes, 7 y 8-VI-1916.] tías contra una eventual revolución. Tal es la historia de los
anos 1917-1936: revoluciones, golpes de estado, guerra civil.
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plican el relativo éxito masivo de unas ideologías que inicial­
3. Los problemas «nacionales» de entre-guerras mente habían seducido a los medios dirigentes autoritarios y
expansionistas, al menos como medio que esperaban con­
1) La URSS crea un tipo muy particular de relaciones trolar.
entre las numerosas «nacionalidades» que alberga; sería fá­ 3) En los países vencedores en 1918, fieles a las formas
cil ver en ello una síntesis de las sugerencias lanzadas a lo liberales del estado, y en los estados pequeños o nuevos some­
largo de la polémica Luxemburg-Lenin-Bauer-Stalin, en el sen­ tidos a la influencia de los grandes, pudo observarse un viraje
tido de que el marco de desarrollo de las fuerzas productivas instructivo de las relaciones entre conciencia de clase y con­
se concibe como el más amplio conjunto territorial, y de que ciencia nacional: en una primera fase, nacionalismo orgulloso
la clase dominante — el proletariado— es la que domina el de los medios dirigentes y de los «ex-combatientes», mientras
estado centralizado mientras se deja a las «nacionalidades» las minorías revolucionarias volvían al antinacionalismo y al
una amplia «autonomía cultural»; lengua, enseñanza, etc.; antimilitarismo; más adelante, después de 1934, y sobre todo
pero se conserva un recelo y, en caso de necesidad, se produ­ de 1936, resurgir del «patriotismo popular» y antifascista,
cen reacciones violentas ante cualquier sospecha de retorno mientras se producía una conversión masiva de los antiguos
a un «nacionalismo burgués» que reclamara el estado. Otto nacionalistas al «neopacifismo» preparando Munich y la «co­
Bauer ha podido decir, con ironía admirativa, que la URSS laboración».
había realizado la «autonomía cultural» que Lenin y Stalin 4) Durante la guerra de 1939-1945, las diversas formas
le habían acusado a él de preconizar (le reprochaban que lo de «resistencia» plantearon problemas que recordaban a la
hiciera en el seno del capitalismo). vez los de la resistencia antinapoleónica y los que había ex­
2) En occidente el nacionalismo se convierte, en las puesto Rosa Luxemburg: ¿qué clase, una vez conseguida una
crisis de la postguerra, en una doctrina — no una «teoría»— victoria «nacional», se declararía responsable de la «nación»?
que predica la unidad de la nación por encima de las clases, Con escasas excepciones, la respuesta dependió sobre todo
de los intereses y, eventualmente, de las minorías étnicas. de la zona de influencia de las «grandes potencias».
Su principio es la raza — nazismo— o la historia («imperio»
fascista, «destino» falangista); su promesa económica es la
autarquía, herencia mercantilista-proteccionista, y la expan­ 4. Los problemas «nacionales» después de 194ß
sión, nostalgia de los imperialismos frustrados. La lucha de
clases que se niega en el interior (mientras se practica con No son menos fundamentales históricamente que antes,
brutalidad) se traslada al plano internacional «contra el co­ puesto que ahora afectan a:
munismo» (pacto anti-Comintern). Se elabora así, entre 1922 1) Las relaciones entre la URSS y los restantes países
y 1939, una nueva combinación entre luchas de grupos y socialistas.
luchas de clases. Humillaciones nacionales, crisis monetarias, 2) La edificación de una Europa a la que se dedican unos
miedo a la proletarización por parte de las clases medias y esfuerzos sorprendentemente parecidos a los que cimentaron
campesinas, paro después de 1929, son los factores que ex­ el Zollverein, pero que choca con la resistencia de todo tipo
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de intereses creados históricamente en el interior de los mar­ nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses son con­
cos «nacionales», y que carece en su base de los hechos de tradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido inca­
larga duración — lengua, cultura, etc.— que habían moldea­ paz de enfrentarse a éste, paralizada por el miedo a la re­
do las comunidades nacionales. En el polo inverso de la «su- volución social y asustada por el clamor de las masas ex­
pranacionalidad», vemos despertar conciencias de «etnias» plotadas. (Segunda declaración de La Habana, 1961.)
que habían sido rechazadas por los grandes marcos nacionales.
La burguesía, que sigue en la escuela del «mercado», busca En otros análisis se pone de relieve que el carácter inter­
marcos supranacionales. Pero ¿sobre qué infraestructuras va nacional de los vínculos financieros resta cada vez más sen­
a crearlos? tido al término «burguesía nacional». En el sentido inverso,
3) El hecho nuevo de la segunda mitad del siglo xx es surgen controversias teóricas. (A. Emmanuel y Ch. Bettel-
la liberación de los pueblos colonizados. Las relaciones etnias- heim plantean el problema: si a partir de ahora la explotación
naciones-estados-clases se imbrican aquí de forma aún más de los países subdesarroUados se debe a unos mecanismos
compleja que las esbozadas anteriormente en el caso de epi­ meramente económicos y se basa en los salarios elevados de
sodios más clásicos. Como sucedió con la independencia de los países desarrollados, la contradicción esencial podría darse
América latina, se forman estados sobre estructuras nacio­ entre países y no entre clases; en un caso así, en los dos tipos
nales inconsistentes; a la inversa, unas luchas que han durado de países se sentirían con mayor viveza las solidaridades na­
varias decenas de años, como en Vietnam o en China, han cionales que los antagonismos de clase. Tal interpretación
vinculado íntimamente el proceso de la independencia na­ parece poco aceptable para el marxismo.) Pero en cada si­
cional con el de la revolución social, especialmente a través tuación histórica concreta es importante observar con detalle
de la fusión del ejército y de las masas populares. Lo cual como se manifiestan esas solidaridades; como siempre, los
no impide que en numerosas ocasiones, y todavía hoy, el mo­ sentimientos de clase y los sentimientos de grupo, ¿«suman»
vimiento revolucionario y el movimiento nacional dependan o «restan»?
aún de las actitudes recíprocas (tolerancias, exclusiones, uti­ 4) Quizá valdría la pena, en el caso de la historia de la
lizaciones, etc.) de las capas muy numerosas que constituyen segunda mitad del siglo xx, reconsiderar con cuidado las indi­
tanto la burguesía como el campesinado. En América latina, caciones de Lenin sobre la simultaneidad de las dos «tenden­
aimque eventualmente haya grupos militares o políticos (pe­ cias históricas»: una tiende a la creación de estados naciona­
ronismo en Argentina, gobierno de Velasco Alvarado en Perú) les y la otra a la proliferación de los vínculos internacionales:
que enarbolen la bandera del nacionalismo, resulta cada vez ambas tendencias valen tanto en el seno del socialismo como
más remota la esperanza de que las «burguesías nacionales» en el seno del capitalismo. Pero mientras la burguesía mira
sigan la vía de las burguesías europeas del siglo xix; cada vez más por encima de las fronteras nacionales y sacri­
fica con una facilidad creciente sus rivalidades imperialistas
En las actuales condiciones históricas de América Latina, a la solidaridad imperialista en general, las revoluciones po­
la burguesía nacional no puede encabezar la lucha antifeu­ pulares niás eficaces son las que se vinculan a la resistencia
dal y antiimperialista. La experiencia demuestra que en antiimperialista de los grupos nacionales; la «nación», la «pa-
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tria», el ejército se convierten en hechos masivos y no en


instrumentos en manos de unas minorías. Parece como si
nos halláramos ante un nuevo «relevo» en la disposición a asu­
mir las realidades nacionales de larga duración por parte de
una clase social.
Es claro que no hemos ofrecido sino esquemas puramente
indicativos. Nuestra intención ha sido simplemente la de in­
tentar situar, detrás del vocabulario que estábamos manejando, CAPITALISM O
unos problemas históricos concretos.

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