Está en la página 1de 1

¿Me lo dices en serio?

Eso era lo que Nora repetía cada noche, alzando la vista al cielo y admirando su luz y color. Su amado, Enzo, había
fallecido precipitadamente, dejando a su paso sufrimiento, su corazón roto y un cielo rebosante de estrellas como único alivio.
Cada anochecer, Nora se tumbaba en la verde hierba, aguardando a que los astros parpadearan como réplica a su tormento. Fantaseaba con
que Enzo, desde algún lugar divino, manejaba las hebras del firmamento para enviarle muestras de su amor interminable. Las constelaciones
deslumbraban cuando ella murmuraba su apodo favorito para él: ‘mon étoile’, que significa mi estrella. Pero una noche, algo cambió.
El cielo resistió en las tinieblas, sin un atisbo de luz. Nora tuvo una extraña sensación. ¿Habría sido, la noche anterior, la última en la que
había sido amada por Enzo? ¿Se habría acabado para siempre? Atormentada, trató de volverlo a ver en los ojos de los cometas sofocados.
Pero solo obtuvo una silenciosa nada por parte del firmamento, antes partícipe de su pasión. Lloró hasta que no tuvo más lágrimas que
derramar, pensando en cómo su amante había partido sin dejar rastro en el cosmos. O tal vez, solo tal vez, las estrellas también sollozaban
ante su marcha. Desde aquel momento, Nora visita ese lugar durante todos las noches, buscando en el cielo que su amante le devuelva la
mirada, pero eso no ocurre.

También podría gustarte