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Actitudes Sociales Hacia la Delincuencia: su relación con la Formación Académica, el

Autoritarismo, la Victimización y el Miedo al Delito.

Según Martín y Rodríguez (1989), existe en Psicología Social una larga tradición de estudios
sobre las explicaciones causales que la gente da a los acontecimientos de su entorno. Muchas de
las explicaciones complejas o ingenuas, generan, después de múltiples pruebas, auténticas
teorías científicas como la de Sternberg y cols en 1981; otras, por el contrario, proceden de la
divulgación de los conocimientos obtenidos en las distintas ramas de la ciencia y el pensamiento
social. Estos autores afirman que las actitudes y creencias que tiene la gente sobre la delincuencia
no escapan a esta dinámica.
Las investigaciones sobre actitudes hacia la delincuencia se han centrado en las creencias
sobre casados, la liberación sexual, entre otros. Estos comportamientos son generalmente
rotulados por la sociedad (grupo o población) como comportamientos, conformistas, tolerados,
desviados o comportamientos delictivos. Cada uno de estos comportamientos generará actitudes
y reacciones en la población sobre el objeto específico actitudinal. Por ejemplo, un
comportamiento castigado por la ley penal como el soborno puede ser un comportamiento
rotulado como desviado o delictivo frente al cual surgirá una actitud dada, posiblemente diferente
a que si la evaluación (actitud) fuera dirigida a otro comportamiento como por ejemplo aquellos
que se encuentran en discusión por ética social como el uso de drogas leves o el aborto. La
evaluación (actitudes) que se genera en la población de un objeto actitudinal confluye en la
representación social del objeto de actitud.
Siguiendo a Miralles (1982), la representación social está medida por la fuerza de la actitud y
por el tipo de reacción. En cuanto a la fuerza de la actitud, con relación al comportamiento
desviado, ésta puede ser medida por la aceptación (aceptación total, aceptación moderada,
indiferencia) o el rechazo (desaprobación total, desaprobación moderada). Y el tipo de reacción
puede ser punitivo y/o no punitivo. El tipo de reacción punitivo puede ser de tipo social
(reprimenda frente a otros, execración del autor, ostracismo, despido del trabajo, expropiación
de bienes, reparación de daños, entre otros) o de tipo legal (castigo corporal, intervención policial
y/o judicial, sentencia condenatoria a prisión y pena de muerte).
Quizá una variable que influye en la actitud de la gente hacia los comportamientos desviados
sea el grado en que se percibe que su comportamiento causa daño a los demás. En esta línea,
Martín y Rodríguez (1990) encontraron en su estudio con una muestra de 272 varones
procedentes de tres grupos sociales diferentes: delincuentes institucionalizados, profesionales del
sistema penal y sujetos no vinculados (90, 90 y 92, respectivamente), que el espacio perceptivo
de los tres grupos era semejante, ellos consideraban como dimensiones más salientes la
gravedad, la responsabilidad del agresor y la intencionalidad del hecho. La diferencia básica
estaba en que los delincuentes tenían en cuenta una dimensión de atenuantes, mientras los
profesionales y los sujetos no vinculados al sistema penal se centraban más en el protagonismo
de la víctima. En cuanto a la contribución específica de cada dimensión a la varianza explicada,
los profesionales y el grupo de personas no vinculadas al sistema penal coincidieron respecto a
la dimensión de gravedad, protagonismo de la víctima y responsabilidad, aunque diferían respecto
a la intencionalidad, más importante para los profesionales. Los delincuentes, por su parte, siguen
la pauta del grupo de personas no vinculadas al sistema penal, aunque concedieron mucha más
importancia a la gravedad y menos importancia a la responsabilidad e intencionalidad. La última
dimensión de atenuantes se equiparó a la de protagonismo de la víctima en los otros dos grupos.
Y en cuanto a la percepción de diferentes tipos de delitos, los tres grupos distinguieron los delitos
contra la propiedad, de los delitos contra las personas y la honestidad, a la hora de evaluarlos.
Los tres grupos consideraron los delitos contra la propiedad menos graves pero más intencionales
que los otros dos. En el grupo de personas no vinculadas con el sistema penal se percibió,
además, un menor protagonismo de la víctima en este tipo de delitos.
En cuanto a las creencias acerca de las causas de la delincuencia, Delgado (1992) realizó una
revisión de las teorías científicas que, recogidas desde la criminología, han intentado explicar las
causas de la delincuencia. El primer grupo de ellas contempla las explicaciones de tipo individual.
Un segundo grupo, el más amplio, hace hincapié en las explicaciones sociológicas. El tercero,
engloba las teorías neoclásicas con las de control social y enlaza con el derecho penal y la política
criminal.
Con relación a estas teorías, varios estudios se han centrado en estudiar el grado en que los
sujetos se identifican con algunas de estas creencias causales, cuáles rechazan, analizar qué
diferencias pueden darse entre diferentes grupos sociales a la hora de explicar las causas de la
criminalidad y que variables pueden ser responsables de estas variaciones intergrupales (Delgado,
1992; Ortet- Fabregat y Perez, 1990, Martín y Rodríguez, 1989; Loza, 1993).
Por ejemplo, Martín y Rodríguez (1989) realizaron una investigación sobre la explicación
ingenua del delito en policías, jueces y funcionarios de prisiones (90 en total con una media de
edades de 35, 30 y 42, respectivamente), encontrando como resultados que el grupo de menor
edad puntuó más alto en cuestiones donde se alude a la influencia negativa de la cárcel, el
ambiente que rodea la infancia del delincuente y la deficiente preparación para desempeñar un
trabajo. Los que tienen un mayor nivel educativo prefirieron como explicaciones de la
delincuencia, desencadenantes situacionales y los trastornos mentales. Los de menor nivel
educativo, se inclinaron por razones que conjugan una socialización deficiente y cierto
determinismo biológico. Los funcionarios de prisión apoyaban en gran medida las explicaciones
de fuerza del destino, deficiente autocontrol, trastorno mental y socialización deficiente; mientras
los otros dos grupos -jueces y policías- las rechazaron. Con respecto a las variables actitudinales
no se encontraron diferencias significativas entre los 3 grupos en dogmatismo. Los sujetos con
puntuaciones altas en esta dimensión aludían a la importancia que tiene el tiempo libre y el uso
de drogas para explicar el delito. Los individuos más dogmáticos consideraron que el delincuente
es producto de la propia naturaleza humana y de factores innatos.
En autoritarismo se encontraron diferencias significativas en los tres grupos aunque el análisis
posterior sólo confirmó diferencias entre el grupo de funcionarios de prisiones y los jueces. Los
primeros tenían actitudes más autoritarias que los otros. Los más autoritarios recurrían a la
existencia de un instinto delictivo, mientras que los no autoritarios piensan que la delincuencia se
debe a trastornos mentales.
En conclusión, las personas más dogmáticas, autoritarias, con menos confianza en la gente,
menos años de estudio y/o alta autoestima se inclinaron por causas que culpabilizan al individuo,
ya sea por características personales (biológicas) o conductuales (consumo de drogas). Las
personas más jóvenes, con más años de estudio, éticamente relativistas y/o idealistas, con mayor
confianza en la gente y/o con baja autoestima asignaron más importancia al ambiente que rodea
al individuo, a la sociedad o a otros factores externos como la enfermedad.
Como muestran este tipo de estudios, el posicionamiento laboral del sujeto con relación al
problema de la delincuencia puede influir en la manera que se percibe al delincuente y al
comportamiento criminal, pero quizá en estos resultados influyan de forma latente otras variables
como la formación educativa, habitualmente más baja en las escalas del personal penitenciario y
policial. Respecto a la formación, Ortet y Pérez (1989) estudiaron las actitudes hacia la
delincuencia en estudiantes de psicología y medicina. El resultado general mostró que los
estudiantes universitarios tenían actitudes positivas respecto a la rehabilitación social mediante
medidas de asistencia socioeducativa y respecto al régimen abierto. Sin embargo, las actitudes
fueron más favorables en los estudiantes de psicología que en los de medicina, pero éstos, al
mismo tiempo, puntuaron más alto en una medida de conservadurismo.
Otros estudios afirman que la cultura académica puede interactuar con otras variables como
el contexto social de cada país y su cultura nacional (Pfeffer, Cole y Dada, 1996; Ruíz, 2000, Na
y Loftus, 1998).
Por otra parte, el estilo atribucional acerca de las causas de la delincuencia puede tener
consecuencias con relación a las políticas de reinserción social de las personas con experiencias
de encarcelamiento. En este sentido, el estudio de Gutiérrez y Sintais (1995) se centra en explorar
las relaciones entre creencias sobre las causas de la delincuencia y actitudes hacia la contratación
laboral de personas exreclusas. Los autores afirmaron que los reclusos y exreclusos forman un
grupo estigmatizado, es decir, son sujetos contemplados por los individuos de su entorno como
diferentes por lo que son objeto de actitudes de rechazo. En este marco, los autores elaboraron
la Escala de Actitud hacia la Integración Laboral de Reclusos, para evaluar la actitud de los
empresarios hacia la integración laboral de ellos. Los resultados mostraron que otras dimensiones
son especialmente relevantes en la determinación de la actitud de los empresarios hacia la
integración laboral de los reclusos: una de ellas se refirió a la percepción de repercusiones
negativas de tal integración para la empresa, y la otra hizo referencia a las creencias respecto a
las medidas de tratamiento y prevención de la delincuencia. El análisis de la influencia del tipo de
empresa sobre la actitud reveló que la percepción de repercusiones negativas de la integración
laboral de reclusos era mayor en las empresas de ámbito más extendido (nacionales y
multinacionales) que en las de ámbito reducido (local, provincial y autonómico); y que la actitud
de las empresas industriales era menos punitiva y expresaba una menor tendencia a tomar
medidas de tratamiento y prevención de la delincuencia que la correspondiente a las empresas
de servicios. En consecuencia, los resultados mostraron que el factor determinante de las
diferencias en actitud hacia la integración laboral de reclusos, entre empresas de diferente
ámbito, era la percepción de las posibles repercusiones negativas de tal actuación. En cambio, si
se diferencia a las empresas en función del sector económico al que pertenecen, se encuentra
que la actitud se fundamenta ante todo en las dimensiones más generales de punitividad, de
tratamiento y prevención de la delincuencia. Además, los empresarios más jóvenes manifestaban
una tendencia menos favorable a tomar medidas de tratamiento y prevención de la delincuencia
que los empresarios de mayor edad. Los resultados de este estudio indicaron que los empresarios
jóvenes son más conservadores que los de mayor edad. Sin embargo, estos resultados no son
consistentes con los de Ortet y Pérez (1989), quienes encontraron en una muestra de estudiantes
universitarios, actitudes positivas respecto a la rehabilitación social mediante medidas de
asistencia socioeducativa y respecto al régimen abierto.
Otros estudios se han centrado en analizar las características atribuidas a los delincuentes –
es decir, estereotipos sobre delincuentes-. Por ejemplo, en la investigación de Martín y Rodríguez
(1987), se encontró que los adjetivos más utilizados por los profesionales y por el grupo control
eran de carácter negativo mientras que los más utilizados por los delincuentes, eran de carácter
positivo. En este estudio los profesionales poseían un estereotipo más uniforme y desfavorable
que los sujetos del grupo control. El hecho de haber sido víctima de un delito llevó también a
mantener un estereotipo más desfavorable en los profesionales.
Como se mencionó anteriormente, la investigación sobre actitudes hacia la delincuencia puede
tomar como objeto de análisis formas específicas de criminalidad / desviación social.
Con relación a la violencia, Vélez y Mcalister (1998) encontraron que hay actitudes sociales
que pueden ser responsables de las variaciones culturales en las tasas de la violencia. Otros
estudios hacen comparaciones entre países de las actitudes hacia las armas de fuego,
pertenencia étnica y clase social (Mauser, 1990; Arthur y Case, 1994). Otros enfatizan en variables
como el género, el cual se asocia con diferencias en la percepción y actitudes de la criminalidad
(Andreu, Peña y Martín, 1999).
Muchas investigaciones se han enfocado en el estudio de las actitudes hacia un delito
específico, por ejemplo Meliá, Sospedra, Ramón y Molina (1992) realizaron un estudio sobre el
escalamiento de la gravedad de delitos contra la mujer en una muestra de 236 estudiantes de
psicología; como resultados se encontró que los sujetos consideraban la violación como el delito
de mayor gravedad hacia la mujer, incluso más grave que los delitos contra la vida. La escala de
delitos puso de manifiesto la confusión acerca de la valoración y penalización de los delitos contra
la mujer, hay discrepancia entre la consideración social de la gravedad de los delitos y la
consideración otorgada a los mismos a nivel legal.
En esta misma línea, Muir, Lonsway y Payne (1997) afirmaron que a mayor aceptación de los
mitos de violación, mayor incidencia de asaltos sexuales. Con base en esta hipótesis, realizaron
un estudio con una muestra de 316 estudiantes de una universidad escocesa y 780 de una
universidad norteamericana, encontrando que los hombres participantes tenían una mayor
aceptación del mito de la violación que las mujeres participantes, y los estudiantes
norteamericanos exhibieron puntajes más altos que los estudiantes escoceses. Este estudio puede
ser entendido como sustento de la teoría cultural de la violación, de esta forma la mitología de la
violación es utilizada para negar o justificar la agresión sexual, altas tazas de asalto sexual dentro
de una cultura particular tenderán a ser asociadas con una mayor aceptación del mito de
violación. Pascual, Pulido, Arcos y Garrido (1989) también han realizado estudios acerca del mito
de la violación, otros estudios por su parte, se han enfocado en un tipo de infracción criminal
distinto como el fraude fiscal (Salgado, 1998).
Por lo referido hasta aquí, las actitudes hacia la delincuencia abarcan una amplia variedad de
temas, como las creencias sobre las causas del delito, estereotipos sobre delincuentes,
dimensiones evaluativas del acto delincuencial (por ejemplo, gravedad del hecho, grado de
violencia, entre otras). Por otra parte, estas actitudes pueden ser influidas por factores de diversa
naturaleza: características de personalidad (autoritarismo, conservadurismo, idealismo),
experiencias de victimización, el nivel cultural, las características del puesto laboral, etc. En
ocasiones resulta difícil delimitar la importancia aislada de cada uno de estos factores, ya que en
la práctica suelen darse varios de ellos simultáneamente. Por ejemplo, las personas que en prisión
desarrollan tareas de vigilancia y custodia al mismo tiempo tienen un nivel de formación inferior
a los que desempeñan cargos administrativos o de tratamiento. Por otra parte, las personas de
estatus social alto tienden a tener un nivel académico más elevado que en otros estratos sociales,
y, en Estados Unidos de América, la proporción de razas por estrato social es asimétrica: mayor
proporción de personas de raza blanca que de color o hispanos se ubican en posiciones de alto
estatus social. En este contexto se hacen necesarios estudios donde se permita conocer mejor el
papel de las distintas variables que pueden asociarse con las actitudes hacia la delincuencia.

1. Ensayo.

Nuestro servicio de asesoría Psicológica busca Orientar a nuestros pacientes a encontrar las
causas, lo que mantiene y predispone todos esos problemas personales que afectan nuestra salud
mental . busca que el paciente aprenda y fortalezca habilidades y herramientas que permitan
tomar decisiones adecuadas en mejora de su calidad de vida. Nuestro servicio busca lograr la
empatía necesaria con nuestros pacientes para lograr una buena confianza con el y que de esta
manera se logre una eficaz asesoría, así como una optima relación paciente-psicólogo; esto va
a permitir la mejor relación posible entre ambos y facilitar que el psicólogo le pueda ayudar a
identificar soluciones asertivas. Se busca encaminar a los pacientes a resolver la manera de
enfocar los problemas y encontrar herramientas para prevenir las dificultades a corto, medio y
largo plazo; encontrando respuestas adaptativas ante las distintas situaciones relacionadas con
nuestros problemas. Una de las problemáticas de salud pública más compleja , es la que esta
relacionada con nuestra salud mental . Lograr que ésta alcance los niveles deseables para una
buena convivencia, para una mejor calidad de vida , para recuperar la alegría y el deseo de vivir
y vivir en buenas condiciones es una tarea constante de nuestra institución y de los profesionales
que ofrecemos servicios terapéuticos. Para ello, nuestra participación es inmediata para evitar
problemáticas cada vez más graves.

Nuestra salud mental entendida como una calidad de vida es un asunto que nos compromete a
participar en la prestación de los servicios, aquí se encuentran variadas herramientas de trabajo,
modalidades de ayuda, desde presenciales, por internet, medio telefónico y domiciliario esto nos
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estrategias y aplicaciones inmediatas, para todas nuestras dificultades de tal manera que
ayudemos a prevenir y a intervenir trastornos emocionales y psicológicos. En nuestra actualidad
, la exigencia de ofrecer servicios y asesorías psicológicas nos ha llevado, a plantear formas de
intervención breves y rápidas con el propósito de atender un mayor porcentaje de las
problemáticas que se incrementan día a día. En determinado momento de la vida, todos los
seres humanos, vivimos situaciones que llevan a enfrentar un estado de crisis emocional, la cual
de no ser resuelta adecuadamente, nos pondría en riesgo de padecer problemas psicológicos.
No debemos descuidar nuestras vida interior; entrar en crisis es estar en un estado temporal de
trastorno y desorganización, caracterizado principalmente por una incapacidad para manejar
(emocional y cognitivamente) situaciones difíciles, Una persona que atraviesa por un estado de
crisis se encuentra en dificultad para continuar el curso de su vida. No importa qué tipo de crisis
sea, la situación es emocionalmente significativo e implica un cambio radical en su vida. Una
persona enfrenta un problema ante el cual sus habilidades, así como sus mecanismos de defensa
usuales no funcionan. El problema supera la capacidad de resolución y por lo mismo se encuentra
en desequilibrio. Como resultado de todo esto la persona experimenta una mayor tensión y
ansiedad, lo cual la inhabilita aún más para encontrar una solución.

Nuestra intervención ofrece una ayuda inmediata para aquellas personas que atraviesan por una
crisis y necesitan recuperar su estado emocional.
Nuestro objetivo es dar apoyo ayudando a la persona en el preciso momento en que ésta lo
requiere o solicita. No restemos importancia a nuestra salud mental debemos romper con el mito
“los Psicólogos son para los locos” “yo soy mi propio Psicólogo”. Nuestra tranquilidad debe ser
nuestra prioridad no coloquemos barreras ni obstáculos para no asumir nuestros problemas
emocionales, dejarlos avanzar es una mala decisión que puede traernos consecuencias
desagradables o caer en trastornos que de haber acudido a tiempo los hubiéramos evitado.

3.

Buenas tardes, mi nombre es María Claudia Rodríguez Rojas, soy Psicóloga especialista en la
parte clínica; acabo de leer tu correo y estoy segura que aquí vas a encntrar respuesta a tus
necesidades. Lo primero que quiero que sepas es que no eres la única persona que esta pasando
por esta situación, muchas personas al igual que tu están viviendo situaciones similares a la tuya,
lo importante es que sepas que tu eres quien puede dar fin a esta situación. De ti depende lograr
los cambios que sean necesarios para recuperar tu tranquilidad y tu bienestar. Nadie tiene
derecho a faltarnos al respeto como lo hace tu esposo y su hija, tu no debes permitir
comportamientos por parte de el que afecten tu integridad, tu esposo es quien esta cometiendo
el error de involucrar a su hija en tu relación, es totalmente inadecuado que tu salgas de tu cuarto
o de tu casa para que ella se quede, es tu hogar lo que debe estar primero, tu error esta en
permitirlo, en el momento que permites todas estas situaciones te conviertes en una persona
sumisa, y eso es falta de asertividad, recuerda que ser asertivo es respetarme a mi mismo y
respetar a los demás, en este caso no te estas respetando porque el quedarte callada y aceptar
las decisiones de tu esposo te hacen sentir frustrada, pierdes tu autoestima, la seguridad en ti
misma, te guardas las cosas y es por eso que tu estado de animo se ve afectado. Recuerda que
yo puedo vivir una situación difícil, la que sea, pero de ella no depende mi estado de animo, mi
animo depende de lo que yo piense y de lo que yo haga con respecto a esa situación. Debes
mantener tu pensamiento en positivo, repite frases como yo puedo, yo voy a terminar con esta
situación, voy a salir adelante, voy a hacer lo que tenga que a hacer para ser feliz, no tengas
miedo. Rompe con los pensamientos negativos en este momento no te sirven, es verdad que
todos distorsionamos es decir que tenemos pensamientos negativos pero la tarea es evitarlos al
máximo. Recupera tu seguridad tomando decisiones, quiérete, valórate, colócate metas y
empieza a cumplirlas, aumenta tu actividad. Ya diste el primer paso en solicitar ayuda y eso es
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hijos, finanzas.) para que evalúes que tan satisfecha estas con tu relación eso te permitirá
reflexionar y tomar una decisión mas apropiada , también te envió unas lecturas que te permitirán
trabajar en asertividad y en solución de problemas. me alegra que hallas buscado la ayuda, te
repito es el primer paso y ya lo hiciste, sigue adelante y no olvides que aquí estamos para
ayudarte. Gracias por escribirnos y por permitir brindarte nuestra asesoría.

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