— ¡Saquen una hoja y cuenten sobre alguien de su familia!
Alguien que conviva con ustedes — pidió la maestra en una fría mañana de escuela. Carola, amaba a sus padres, adoraba a su perro, pero sin dudarlo inmediatamente comenzó a escribir sobre él.
“Mi hermano es un Superhéroe.” Inició. “Víctor es muy famoso en
el pueblo, y todos los tratan con mucho cariño, pero a la hora de la verdad, no lo tienen muy en cuenta para muchas cosas. Los niños suponen que él no querrá jugar con ellos, los adultos creen que él no los comprenderá. Todo esto a Víctor le molesta mucho, por eso cuando usa sus anteojos se transforma en mi mejor superhéroe. En realidad, él es muy tranquilo. Con su mirada relajada me acompaña, con su traviesa sonrisa me apaña. Pero cuando comienza el día y se coloca sus anteojos, nada en este mundo lo puede vencer. Se recarga de muchos superpoderes. Cuando jugamos con amigos, se mantiene lejos porque su vista aumenta, es perfecta y precisa -dice que es para cuidarnos de estar bien-. Cuando jugamos con la pelota, él prefiere acompañarnos desde afuera porque nos cuida de poder jugar tranquilos -para que ningún otro niño nos moleste-. Cuando hacemos carreritas, él lo hace a mi lado para cuidarme de no caer, lo hace sonriendo pero yo sé que está concentrado en mí. Cuando termina cada partida, él siempre acompaña a quienes perdieron, pues, su empatía es mucho más elevada en comparación con los demás. ¡Todos amamos a Víctor! Mi hermano es un superhéroe. Tanto que las personas lo miran con compasión para que, con sus superpoderes, los ayude a ser mejores. Mi hermano siente que la gente lo observa con algo de rareza y desconfianza, pues, él sabe que ellos no comprenden como con tantos monstruos detrás, que le hablan y molestan constantemente, él logra vencerlos y ser un niño feliz.”
— Gracias Carola, dijo la Maestra, hoy nos enseñaste que vivís