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Pensamiento crítico en la era de la IA generativa
En la era de la inteligencia artificial generativa el pensamiento crítico es una competencia escasa pero
esencial a cuyo desarrollo deberían contribuir todas las personas e instituciones que de verdad les preocupe
el futuro de nuestra sociedad.
Umberto Eco decía que “demasiada información es ninguna información” (Troppe informazioni, nessuna
informazione). Es un hecho, la era digital nos ha sumergido en una avalancha de información que, a menudo,
nos lleva a consumir contenidos de manera superficial sin analizar críticamente su calidad y veracidad.
Llevamos más de dos décadas expuestos a más información de la que podemos manejar. Cuando en 1999 el
experto en innovación Alfons Cornella acuñó el término “infoxicación”, con el que quería reflejar la “angustia
de la información” que un número creciente de personas empezaban a sufrir por aquel entonces ante la
imposibilidad de absorber toda la información que recibían, este experto advertía: “Por mucha tecnología
que definamos o que construyamos en los próximos años para resolver este problema del exceso de
información, probablemente no resolveremos este problema, porque la información se multiplicará de
manera mucho más rápida que la capacidad que tenemos de generar tecnología para manejar este flujo de
información en exceso”.
La cultura de la inmediatez que nos rodea tampoco favorece que analicemos la información que recibimos
con calma y mirada crítica. La conectividad resultado de los avances en las telecomunicaciones, las redes
sociales, y la posibilidad de acceder a información en tiempo real han creado una expectativa de gratificación
inmediata y una demanda por respuestas rápidas. Es cierto que la capacidad de obtener información y
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respuestas rápidas que nos proporcionan los avances tecnológicos puede ser útil y beneficiosa en ciertas
situaciones. Sin embargo, también puede conducir a decisiones impulsivas, superficialidad en el
pensamiento, falta de reflexión y escasa atención a los detalles.
Somos víctimas, además, de los “filtros burbuja” de los que Eli Pariser hablaba en 2011 en su libro The Filter
Bubble. Los algoritmos de personalización en línea limitan la exposición de los usuarios a diferentes puntos
de vista y a información nueva o contradictoria. En lugar de ofrecer una visión amplia y diversa del mundo,
estos algoritmos tienden a mostrarnos contenidos que refuerzan nuestras creencias y preferencias
existentes. Estos algoritmos analizan nuestro comportamiento de navegación, nuestras interacciones en
línea, nuestras preferencias y otros datos para determinar qué contenidos mostrarnos. Esto puede hacer
que la experiencia en línea sea más cómoda y entretenida, pero también pueden limitar nuestra exposición a
perspectivas y opiniones diferentes, lo que, según Pariser, puede llevar a la polarización y a la formación de
“cámaras de eco”, donde los usuarios únicamente consumen contenido que reafirma sus propias ideologías
y creencias, aislados de opiniones contrarias a las suyas. En consecuencia, las personas podemos volvernos
menos tolerantes y más reacias a considerar otras opiniones o a cambiar de parecer. Además, las burbujas
de filtro pueden dificultar la identificación de desinformación y noticias falsas, ya que las personas estamos
expuestas principalmente a información que confirma nuestras creencias, independientemente de su
veracidad.
No es ninguna casualidad que en 2016 “posverdad” fuese candidata a palabra del año de la Fundeu, ni que
ese mismo año el diccionario de Oxford concediese esa distinción al término inglés equivalente, post-truth.
Las elecciones de estas dos instituciones reflejaban la sensación que muchas personas teníamos entonces de
que estábamos entrando en una época donde los hechos objetivos y la verdad empezaban a tener menos
influencia en la formación de la opinión pública que las emociones, las creencias personales y las narrativas
apelativas; y donde los argumentos basados en hechos y datos podían ser fácilmente desplazados por
opiniones y afirmaciones que resonaban emocionalmente con las personas, incluso si no tenían fundamento
en la realidad.
Desde entonces las cosas no han ido a mejor. La avalancha de información no deja de crecer, estamos más
conectados, los algoritmos se han perfeccionado, es más fácil generar contenidos y más difícil distinguir qué
es verdadero y qué es falso, sufrimos un déficit de atención generalizado y cada día tenemos evidencias de
que la opinión pública cada vez es más fácil de manipular.
Ante esta situación, necesitamos reivindicar el pensamiento crítico como una competencia esencial
para el mundo actual, pero sobre todo para el futuro. De hecho, el desarrollo de esta competencia
debería ser una prioridad para cualquier persona o institución a la que de verdad le importe el futuro de
nuestra sociedad y el bienestar de las generaciones venideras. Una sociedad que valora y fomenta el
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pensamiento crítico está más abierta al cambio y es más capaz de generar soluciones creativas a problemas
complejos, puede detectar señales de advertencia tempranas y tomar medidas preventivas, es más inclusiva
y abierta a diversas perspectivas y enfoques, más capaz de resolver conflictos y trabajar de manera
cooperativa, más propensa a valorar la educación y a invertir en el desarrollo de habilidades y
conocimientos. Además, las decisiones políticas, económicas y sociales tienden a ser más sólidas, más
basadas en evidencias, y todo eso aumenta la resiliencia colectiva. Por el contrario, una sociedad donde no
hay pensamiento crítico es una sociedad autocomplaciente, manipulable, condenada a la
decadencia. ¿Acaso ese es el futuro que deseamos?
Este principio también es aplicable al mundo empresarial. Para una empresa, el pensamiento crítico es
esencial para lograr adaptarse a las cambiantes condiciones del mercado y del entorno. Si sus líderes y
empleados emplean el pensamiento crítico, la empresa tendrá una mayor capacidad de analizar situaciones
complejas, identificar riesgos y oportunidades, y tomar decisiones mejor fundamentadas. Además, el
pensamiento crítico impulsa la innovación, ya que quienes piensan de manera crítica es más fácil que
cuestionen el statu quo y planteen soluciones alternativas.
Ahora, en un escenario donde la integración de soluciones de inteligencia artificial en nuestras vidas está
llegando a un punto de no retorno, la necesidad de contar con personas con pensamiento crítico se vuelve
todavía mayor, y más urgente.
A medida que las empresas integran soluciones de IA en más procesos, es esencial que sus personas sean
capaces de interpretar y analizar correctamente los resultados generados por estas tecnologías. El
pensamiento crítico les puede ayudar a evaluar la calidad y relevancia de la información que les
proporcionan los algoritmos, identificar posibles errores o sesgos y tomar decisiones informadas en función
de estos análisis. También les ayudará a determinar si las soluciones de IA se están utilizando de manera
ética y responsable, y si están teniendo en cuenta los posibles impactos negativos en las personas y la
sociedad. Por otro lado, aunque la IA puede automatizar muchas tareas, los profesionales deben utilizar el
pensamiento crítico para identificar las áreas en las
que la IA puede ser más efectiva y las áreas en las
que un juicio humano sigue siendo necesario, o
cuando menos aconsejable. De la misma manera
que también puede ayudarles a evaluar mejor
posibles riesgos en materia de seguridad y
privacidad derivados de la utilización de estas
herramientas y a tomar decisiones adecuadas para
proteger a la empresa y sus partes interesadas.
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Tengamos en cuenta, además, que en unos entornos laborales en los que constantemente vamos a recibir
recomendaciones de los algoritmos sobre cómo actuar frente a los problemas o situaciones a las que nos
enfrentamos en nuestro trabajo, es fácil que seamos víctimas del llamado efecto Dunning-Kruger, según el
cual las personas con habilidades limitadas en un área tienden a sobreestimar su competencia en dicha área
mientras que las personas altamente competentes pueden subestimar su habilidad. Este fenómeno puede
tener implicaciones significativas en el ámbito laboral, afectando la toma de decisiones, la comunicación y la
gestión del desempeño. Aquí, el pensamiento crítico puede ayudarnos a tomar conciencia de nuestro
verdadero nivel de conciencia y nuestras limitaciones, aparte de favorecer la humildad intelectual y la
orientación al aprendizaje continuo.
En segundo lugar, por mucho que ahora tengamos toda la información del mundo a un clic de distancia, en
un entorno en cambio constante la formación continua es esencial para mantenernos al día de las
novedades de nuestro campo de especialidad. Necesitamos estar al tanto de las últimas tendencias,
desarrollar nuevas habilidades y mejorar nuestra capacidad para abordar desafíos en el trabajo. Estos
conocimientos nos ayudarán a detectar si esa recomendación que nos hace el algoritmo “suena raro” y por
tanto, más vale que la tomemos con prudencia. La formación continua puede tomar diversas formas, como
la participación en cursos, seminarios, talleres, programas de mentoría, la lectura de libros o el aprendizaje
en línea. Pero también aprendemos cuando colaboramos o intercambiamos ideas con otras personas.
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En este sentido, es necesario que hagamos un esfuerzo por abrir nuestra perspectiva más allá de nuestro
ámbito de especialidad, tal como propone David Epstein en su libro Range. Epstein argumenta que las
personas que tienen una amplia gama de conocimientos y habilidades en diferentes áreas suelen ser más
exitosas en la resolución de problemas y en la adaptación a diferentes situaciones, ya que son capaces de
conectar ideas y conceptos de diversas disciplinas, y esto les permite innovar y encontrar soluciones
creativas a problemas complejos. Por esto también es bueno relacionarnos con personas con puntos de vista
distintos a los nuestros, colaborar, exponernos deliberadamente a experiencias diversas, meternos en los
sitios “que no toca”. De esta manera nos resultará más fácil plantear nuevas hipótesis y generar soluciones
creativas ante problemas complejos que nunca se nos habían planteado.
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