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MATRIMONIO
1
2
«La unión matrimonial del hombre y la
mujer es indisoluble: Dios mismo la
estableció: “lo que Dios unió, que no lo
separe el hombre” (Mt 19,6)» (Catecismo
de la Iglesia Católica, 1614).
3
AUTOR:
Manuel de Jesús Celestino Reyes
Plaza de Cayma 200, Cayma – Arequipa
Perú – 2022
4
INTRODUCCIÓN
1
Familiaris consortio 66.
5
grupos reducidos: no más de diez parejas de novios. De manera que
las charlas sean casi personalizadas, para que los novios puedan
participar activamente en los diálogos y se evite todo anonimato. Por
lo demás, de acuerdo al promedio de matrimonios que se celebran
mensualmente, las charlas se podrán impartir uno o dos meses antes
de la celebración de la boda. Por ejemplo: en enero se prepara a los
novios que se casarían en febrero y marzo; en marzo se prepara a
los novios que se casarían en abril y mayo, y así sucesivamente.
6
TEMA I
PRESENTACIÓN / ACOGIDA
7
1. Objetivos de la preparación
8
describir la situación de la familia en el mundo de hoy y presentar el
plan de Dios sobre el matrimonio y la familia, recordando su misión
originaria, el Santo Padre sostuvo que «los cambios que han
sobrevenido en casi todas las sociedades modernas exigen que no sólo
la familia, sino también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el
esfuerzo de preparar convenientemente a los jóvenes para las
responsabilidades de su futuro». Y a continuación explica:
2
Juan Pablo II. Carta encíclica Familiaris consortio. Vaticano, 22 -11- 1981, 66.
9
familiar, orientada a conducir a los niños a descubrirse a sí mismos
como seres dotados de una rica y compleja psicología y de una
personalidad particular con sus fuerzas y debilidades». Por su parte,
la preparación próxima «comporta —desde la edad oportuna y con
una adecuada catequesis, como en un camino catecumenal— una
preparación más específica para los sacramentos, como un nuevo
descubrimiento». Y en este sentido, Juan Pablo II añade que «esta
nueva catequesis de cuantos se preparan al matrimonio cristiano es
absolutamente necesaria, a fin de que el sacramento sea celebrado y
vivido con las debidas disposiciones morales y espirituales».
3
Ibíd.
10
40 años desde que Juan Pablo II pronunciara esas palabras tan llenas
de verdad, y siguen siendo desconocidas en muchos cristianos dentro
de la misma Iglesia. En consecuencia, a la luz de la definición de estos
tres momentos, que forman como un trípode básico e imprescindible
para forjar matrimonios indisolubles y familias estables, podemos
sopesar las fortalezas y oportunidades, así como las debilidades y
amenazas que experimentan tantísimas familias en nuestros días.
4
DCe, 1.
11
él. Ese amor sobreabundante de Dios se nos ha revelado de manera
plena en la persona de Jesucristo, Su enviado, Eterno como el Padre,
pero nacido de la Virgen María al llegar la plenitud de los tiempos
(Gal 4, 4), el cual se hizo hombre y vivió entre los hombres, murió en
la cruz para salvarnos de la esclavitud del pecado, resucitó al tercer
día y subió al cielo; y desde allí nos envía el Espíritu Santo para el
perdón de los pecados y para hacernos sus testigos en el mundo.
12
Matrimonio, al igual que el sacerdocio (el Orden sacerdotal) es una
vocación. La vocación es una llamada, y Dios los ha llamado al
Matrimonio, a un servicio peculiar en bien de la Iglesia y del mundo.
Decíamos: Dios llama a Abrahán y le dice: «Sal de tu tierra, de tu
patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. De ti haré
una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú
una bendición»5. Abrahán, que estaba en Ur de Caldea, en Babilonia
(hoy Irak) –nos dice el texto sagrado– era anciano y su esposa estéril.
Sin embargo, puesto que “para Dios nada es imposible”, Abrahán se
fía de aquella palabra y se pone en camino dejándose guiar por Dios.
Pasados algunos años, nos dirá el texto bíblico, Dios le reitera la
promesa asegurándole que su descendencia será tan numerosa como
las estrellas del cielo y como las arenas de las playas marinas6.
5
Ibíd. 12, 1-2.
6
Ibíd. 18, 1-2.
7
Gén 21, 1ss.
13
Pero tan pronto Abrahán tiene consigo a Isaac, se olvida de Dios.
Entonces Dios le pide que se lo sacrifique en el monte que Él le
indicará, y Abrahán obedece8. Y dice la Carta a los Hebreos que «por
la fe, Abrahán, sometido a la prueba, ofreció a Isaac como ofrenda.
Él, que había recibido las promesas, ofrecía a su hijo único, respecto
del cual se le había dicho: Por Isaac tendrás descendencia. Pensaba
que poderoso era Dios aun para resucitarlo de entre los muertos. Por
eso lo recobró como figura»9.
8
Gén 22, 1ss.
9
Heb 11, 17-19.
10
Gén 24, 1ss.
11
Gén 25, 19ss.
12
Gén 25, 29s.
14
Rebeca envía a Jacob a casa de su hermano Labán. Allí Jacob se hará
muy rico: se casa con las dos hijas de Labán (sus dos primas) Lía y
Raquel, y tendrá 12 hijos de ellas dos y de las criadas de ambas: a
estos hijos se les llamará las doce tribus de Israel13. De la tribu de
Judá descienden los reyes: David, Salomón, etc., y José, el esposo de
la Virgen María, era descendiente de la estirpe de David. José, aunque
no sea el padre biológico de Jesús, tuvo el privilegiado que introducir
a Jesús en la dinastía davídica, y con ello daba cumplimiento a las
profecías de que el Mesías sería llamado hijo de David.
13
Gén 35, 23-26.
15
nos libera de la esclavitud del pecado y nos introduce a vivir una vida
nueva, una vida de gracia y santidad, anticipo del cielo.
14
Gál 4, 4.
15
CEC, 460: San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 19, 1.
16
Padre si no se tiene a la Iglesia por madre»16. En efecto, la Iglesia es
madre de todos los que, por la fe y el bautismo, somos regenerados y
hechos hijos de Dios, miembros de Cristo y templos del Espíritu
Santo. Esto explica por qué un vínculo indefectible une a Jesucristo
con la Iglesia, de manera que «la Iglesia no tiene otra luz que la de
Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia,
comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol»17.
16
De catholica Ecclesiae unitate, 6.
17
CEC, 748.
17
18
TEMA II
EL MATRIMONIO EN LA SAGRADA ESCRITURA
18
Catecismo de la Iglesia Católica, 1602.
19
Ritual del Matrimonio, versión castellana. Noviembre de 1994.
19
y de su “misterio”, de su institución y del sentido que Dios le
dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo
largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas
del pecado y de su renovación “en el Señor” (1 Co 7,39) todo
ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la
Iglesia (cf. Ef 5,31-32)20.
20
Catecismo de la Iglesia Católica, 1605.
21
Deus Caritas est, 6.
20
eres, Dios de nuestros padres, y bendito tu Nombre por los
siglos de los siglos. Que te bendigan el cielo y todas tus
creaturas por los siglos. Tú creaste a Adán y, como ayuda y
apoyo, creaste a su mujer, Eva; de los dos nació la raza
humana. Tú dijiste: “No está bien que el hombre esté solo, voy
a hacerle alguien como él, que le ayude”. Si yo me caso con esta
prima mía, no busco satisfacer mi pasión, sino que procedo
lealmente. Dígnate apiadarte de ella y de mí y haznos llegar
juntos a la vejez». Los dos dijeron: «Amén, amén». (Tb 8, 4 - 8).
21
las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad
a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a
sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el
baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela
resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha y arruga ni
cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar
los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que
ama a su mujer se ama a sí mismo. (Ef 5, 21-28).
22
Dios es amor (1 Jn 4, 8) y vive en sí mismo un misterio de
comunión personal de amor. Creándola a su imagen y
conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la
humanidad del hombre y de la mujer la vocación y
consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y
de la comunión (GS, 12). El amor es por tanto la vocación
fundamental e innata de todo ser humano22.
22
Familiaris consortio, 11.
23
Francisco, Audiencia general. Miércoles 22 -4- 2015.
23
Así pues, afirmar que «el hombre y la mujer están hechos “el uno
para el otro”», no significa «que Dios los haya hecho “a medias” e
“incompletos”». En efecto, con esta referencialidad sólo se quiere
expresar que es Dios quien «los ha creado para una comunión de
personas, en la que cada uno puede ser “ayuda” para el otro porque
son a la vez iguales en cuanto personas (“hueso de mis huesos...”) y
complementarios en cuanto masculino y femenino»24. En
consecuencia, la semejanza con Dios se da en la unidad del hombre y
la mujer, en su reciprocidad complementaria, no de forma individual.
2. Vínculo indisoluble
24
Catecismo de la Iglesia Católica, 372.
24
la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de
repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (cf.
Mt 19,8); la unión matrimonial del hombre y la mujer es
indisoluble: Dios mismo la estableció: “lo que Dios unió, que no
lo separe el hombre” (Mt 19,6)25.
25
CEC, 1614.
26
Familiaris consortio, 13.
25
entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida». Y
al mismo tiempo añade que «el matrimonio agrega a todo ello una
exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de
compartir y construir juntos toda la existencia»27.
27
Amoris laetitia, 123.
26
TEMA III
EL AMOR CONYUGAL, SIGNO DE LA UNIÓN ENTRE
CRISTO Y LA IGLESIA
27
Pues, «el Misterio Pascual de la cruz y de la resurrección de Cristo
está en el centro de la Buena Nueva que los Apóstoles, y la Iglesia a
continuación de ellos, deben anunciar al mundo»28.
28
CEC 571
29
CEC 654
30
CEC 731
28
culmina una primera etapa en la obra de la redención, pero también
inicia otra con los Apóstoles ya que Jesucristo «no sólo los envió a
predicar el Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo de Dios,
con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la
muerte, y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la
obra de salvación que proclamaban»31. Además en este día ocurre otro
evento transcendental: la manifestación de la Iglesia al mundo y que
a partir de este momento comienza el tiempo de la Iglesia. «Podemos
decir, por tanto, que la Iglesia comienza con la bajada del Espíritu
Santo y el que el Espíritu Santo entra en una comunidad que ora, que
se mantiene unida y cuyo centro son María y los apóstoles» 32. Por
tanto:
31
SC 2
32
JOSEPH RATZINGER, El camino pascual, BAC, Madrid 20062, 149.
29
pascual de Cristo en la celebración de la liturgia
"sacramental" de la Iglesia»33.
33
CEC 1076
34
Cf. CIC 840.
30
virtud de Dios mismo, en efecto, por eso los sacramentos son
considerados canales privilegiados de la gracia.
35
FC 13
31
externo de un sentimiento pasajero, sino que el sacramento del
matrimonio «es un don para la santificación y la salvación de los
esposos», por lo que resulta que «el matrimonio es una vocación, en
cuanto que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor
conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia» 36.
36
Amoris Laetitia, 72.
37
FC 11
38
CEC 1604
32
humana al amor: el Matrimonio y la Virginidad»39. Entonces, ¿qué
quiere decir el amor abarque todo el cuerpo humano? En el caso de
los esposos, cuando el hombre y la mujer se dan mutuamente entre sí,
este acto no es algo puramente biológico, sino que este acto «afecta al
núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal»40. Es decir, que el
amor entre los esposos incluye la donación total, pues así amo Cristo
a la humanidad y se entregó por ella, para reconciliar al hombre con
Dios (cf. 2 Co 5,19-20): esta obra de restablecimiento de la comunión
de Dios con el hombre y del hombre con el hombre. Pues el amor
conyugal, se puede describir como el amor de Dios a su pueblo
escogido, Israel.
39
FC 13
40
FC 11
33
Por tanto, el amor conyugal si no es asumido desde y en el amor
de Dios, y si tampoco no es regido y enriquecido «por la virtud
redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia» que conducen
eficazmente a los cónyuges a Dios41, queda susceptible ante cualquier
posibilidad de separación, pues su amor está llamado a anclarse en
Dios.
41
Cf. GS 48
34
TEMA IV
EL MATRIMONIO, UNA VOCACION AL AMOR Y AL
SERVICIO
42
S. AGUSTÍN, In oh. Evang. Trac. 9, n. 10: Pl 35, 1463.
35
Por eso el bien de los cónyuges (su mutua ayuda y perfeccionamiento)
y el bien de los hijos (su procreación y educación) se extienden, en el
matrimonio cristiano, a la realización plena de su dignidad cristiana
como hijos de Dios la vocación matrimonial, como toda vocación
divina, es gracia y —a la vez y por eso mismo compromiso moral-,
don y tarea: elección eterna de Dios y propuesta amorosa que Dios
hace a nuestra libertad43.
43
Familiaris consortio, 56.
44
Cf. FC, 57.
45
Cf. FC, 51-44.
46
Cf. FC, 58.
36
realmente una vida libre que se nos dona gratuitamente en Cristo. Con
su Espíritu podemos de verdad darnos, darnos todos los días.
47
HV 9
37
se conviertan en un solo corazón y en una sola alma y
juntos alcancen su perfección humana.
38
duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen
sobremanera al bien de los propios padres»48.
48
Hv 9 y Conc. Vat. II, Const. Past. Gaudium et spes, n. 50.
39
Es un amor fiel y exclusivo hasta la muerte. Así lo conciben
el esposo y la esposa el día en que asumen libremente y con
plena conciencia el compromiso del vínculo matrimonial...
El testimonio de numerosos matrimonios a través de los
siglos demuestra que la fidelidad no sólo es connatural al
matrimonio, sino también manantial de felicidad profunda y
duradera.
Es, por fin, un amor fecundo que no se agota en la comunión
entre los esposos, sino que está destinado a prolongarse
suscitando nuevas vidas. 'El matrimonio y el amor conyugal
están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y
educación de los hijos. Los hijos son, sin duda, el don más
excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien
de los propios padres' (GS 50) (HV 9).
3. Paternidad responsable
Paternidad
41
El hijo no es un fruto de pensamientos o planes (solo), ni de un
voluntarismo o decisión personal (solo), ni un fruto de la pasión
(solo), ni es un “producto” solo humano.
Responsable
49
P. Fernando Fabó, LC NOTAS PARA LAS CLASES DE TEOLOGIA MORAL
ESPECIAL MORAL SEXUAL MATRIMONIAL, 2016
42
matrimonio contiene en sí la fecundidad en la generación de los hijos,
que es la mayor de las bendiciones divinas (cf. Gn 1,26-28)50.
50
Cf. GS, 50; FC, 28.
43
Esto de que la mujer queda impura no es una cosa negativa para
la mujer, no va contra la mujer sino a favor suyo. Es una defensa de
la mujer cuando ésta no está ni anímica ni físicamente dispuesta para
tener el acto conyugal; y en este sentido durante cada mes hay un
periodo de continencia en los esposos que en cierta manera ayuda a
renovar los lazos de amor esponsales. Siguiendo la tradición judeo-
cristiana, Revelación de Dios para el mundo, cuando los esposos,
iluminados por la voluntad de Dios, sienten la necesidad de espaciar
un nuevo nacimiento, por ‘motivos graves’, se puede hacer uso del
acto conyugal en periodos infecundos.
51
Cf. JUAN PABLO II. La teología del cuerpo, Audiencia general, miércoles, 3 de
octubre de 1984.
44
nuclearización de las familias, impuesta por la industrialización y el
urbanismo y realizada además dentro de una sociedad dominada por
el espejismo del consumo, ha utilizado astutamente la seducción
individualista del idilio romántico,
52
Cf. HV, 9.
45
corresponde a la íntima verdad del amor que los une. Con estas
preguntas la Iglesia recuerda a los nuevos esposos que, ellos están
frente a la potencia creadora de Dios. Están llamados a ser padres, o
sea, a cooperar con el Creador al poder dar la vida.
46
abstenerse durante algún tiempo del acto sexual, debe hacerse de
mutuo acuerdo, y que sea para rezar y nunca por tiempos
excesivamente largos.
47
“Pues fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre
vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de
poderla resistir con éxito”, 1 Cor 10,13.
53
Cfr. Gaudium et Spes, n 49, 2o.
48
para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser
mismo del hombre y de la mujer.54
54
HV 12
49
ser humano. Hombre y mujer se encuentra precisamente en la relación
entre personas.
50
TEMA V
CASARSE EN EL SEÑOR
51
“Dios es amor (1 Jn 4,8) y vive en sí mismo un misterio de
comunión personal de amor. Creándola a su imagen y
conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la
humanidad del hombre y de la mujer la vocación y
consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y
de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e
innata de todo ser humano”55.
55
JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio sobre la Misión de
la Familia Cristiana en el Mundo Actual, 11.
56
BENEDICTO XVI, Discurso en la Apertura de la Asamblea Eclesial de diócesis
de Roma, 06 de junio de 2005, en: PABLO BLANCO (ed.), Benedicto XVI habla
sobre La Familia, PALABRA, Madrid 2013, 53.
57
BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est sobre el Amor Cristiano, 6.
52
profundizaremos en dos criterios importantes que pueden darnos aún
más luces para estar seguros de que en esta aventura no estamos solos,
tenemos la gracia de Dios: los ministros del matrimonio y los efectos
de éste.
53
la futura familia.”58. En este sentido, los novios, al darse el
consentimiento matrimonial hacen posible la donación total del uno
al otro y es precisamente en esta entrega de uno mismo que se
encuentra plenamente a sí mismo (cf. GS 24). Además, “el único
‘lugar’ que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir,
el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el
hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor,
querida por Dios mismo, que sólo bajo esta luz manifiesta su
verdadero significado.”59. Asimismo, es importante que recordemos
que este consentimiento tiene algunas características fundamentales:
ser verdadero, libre y deliberado, de presente (no basta un
consentimiento de futuro), mutuo y simultáneo, y con una
manifestación externa y legítima60. Ahora bien, sería una negligencia
no tomar en cuenta el papel importantísimo del Espíritu Santo, quien
por la gracia que infunde en nuestros corazones nos capacita para
amar verdaderamente. Dirá San Juan Pablo II en su Carta a las
Familias: “Sin esta ‘efusión’ sería verdaderamente difícil comprender
todo esto y cumplirlo como vocación del hombre”61.
58
JUAN PABLO II, Carta Gratisimam Sane a las Familias, 11-12.
59
JUAN PABLO II, FC 9.
60
cf. CELESTINO REYES, Sacramento del Matrimonio, p. 29.
61
JUAN PABLO II, Carta Gratisimam Sane a las Familias, 16.
54
con “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt 19, 6).
Estos dos pasajes engloban una realidad más elevada y nos remiten a
la comunión de Dios con el hombre, más concretamente en la Alianza
de Dios con su Pueblo. Para entenderlo mejor, tomemos especial
atención a la Historia del Pueblo de Israel. En ella, Dios sale a su
encuentro, hace con él una alianza, se mantiene fiel a pesar de las
infidelidades de los israelitas y, finalmente, en la plenitud de los
tiempos, cumple definitivamente esta comunión de amor con los
hombres en Jesucristo, quien nos ama “hasta el extremo” y se entrega
por completo en la cruz manifestando así el amor esponsal que tiene
por su Iglesia y uniéndola a sí como su cuerpo62. Esta realidad la
expresa Benedicto XVI en su carta encíclica Deus Caritas Est: “A la
imagen del Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo.
El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte
en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo
de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano.”63
62
cf. JUAN PABLO II, FC 9.
63
BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est sobre el Amor Cristiano, 11.
55
pues somos miembros de su Cuerpo” (Ef 5, 21). Pero esta unidad es
completa, si bien está implicada la complementariedad física de
hombre y mujer, nos llama a ser totalmente uno: “el amor conyugal
comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la
persona – reclamo del cuerpo y de instinto, fuerza del sentimiento y
de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad –; mira a una
unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola
carne, conduce a no hacer más que un solo corazón y una sola alma”64
Es precisamente esta la razón por la cual este vínculo ha de ser
exclusivo e indisoluble, ya que no podemos entregarnos de manera
total si no es a una sola persona y de manera permanente. Ponernos
en el supuesto de una “entrega total” sólo por un tiempo sería una
contradicción. Al mismo tiempo, el vínculo matrimonial es signo del
amor de Cristo por su Iglesia, este amor es fiel e indisoluble. Por otra
parte, esta indisolubilidad implica, por un lado, la obediencia al
mandato divino “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”
(Mt 19, 6) y, al mismo tiempo, la garantía no sólo para el bien común
(como vimos en el punto anterior) sino para el bien de los hijos y la
futura familia. No obstante, es importante resaltar que, así como en el
punto anterior no se puede prescindir de la asistencia del Espíritu
Santo, aquí también podemos observar su acción unificadora: “El don
del Espíritu Santo es mandamiento de vida para los esposos cristianos
64
JUAN PABLO II, FC 11.
56
y al mismo tiempo impulso estimulante, a fin de que cada día
progresen hacia una unión cada vez más rica entre ellos, a todos los
niveles – del cuerpo, del carácter, del corazón, de la inteligencia y
voluntad del alma”65.
65
JUAN PABLO II, FC 15.
57
Los efectos propios del sacramento del matrimonio los describe
el Catecismo en los numerales 1638 al 1642. Estos son, el vínculo
matrimonial y la gracia del sacramento del Matrimonio. El primero
consiste en que del consentimiento dado por los esposos “nace, aún
ante la sociedad, una institución confirmada por la ley divina” (GS
48, 1), este vínculo, como dijimos antes, es indisoluble y es “asumido
en el amor divino (Ibid. 48, 2). El segundo efecto, la gracia del
sacramento, implica que “en su modo y estado de vida, (los cónyuges
cristianos) tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios” (LG11). Es
decir, es la gracia de estado por medio de la cual perfeccionan y
fortalecen su unión en el amor. Los esposos están llamados a
santificarse juntos, es por ello que “el don de Jesucristo no se agota
en la celebración del sacramento del matrimonio, sino que acompaña
a los cónyuges a lo largo de toda su existencia”66.
66
JUAN PABLO II, FC 45.
58
que, bendecidos por el Señor de la Alianza, se prometen fidelidad
hasta la muerte en el amor abierto a la vida. Para ellos, el centro y el
corazón de la familia es el Señor, que les acompaña en su unión y les
apoya en su misión de educar a los hijos hacia la edad madura.”67
67
BENEDICTO XVI, Discurso a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para
la Familia, 13 de mayo de 2006, en: JOSÉ GASCO CASESNOVES (ed.), El Papa
con las familias, BAC, Madrid 2006, 42.
59
60
TEMA VI
LA FIDELIDAD CONYUGAL
68
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n.1383.
61
la familia participe unida de la Eucaristía, porque es la fuente misma
del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico
representa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, en cuanto
sellada con la sangre de la cruz. Y en este sacrificio de la Nueva
Alianza los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la que brota su
alianza conyugal. La Eucaristía es manantial de caridad. Y en el don
eucarístico de la caridad la familia cristiana halla el fundamento de su
«comunión», ya que la Eucaristía hace de los diversos miembros de
la comunidad familiar un único cuerpo.69
69
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, sobre la misión
de la familia en el mundo actual, 57.
70
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n.2834.
62
de Jesús, las varias formas de culto a la Virgen Santísima, la bendición
de la mesa y las expresiones de la religiosidad popular. 71 Conviene
finalmente que la familia, que es como un santuario doméstico dentro
de la Iglesia, no sólo ore en común, sino que además lo haga recitando
algunas partes de la Liturgia de las Horas, cuando resulte oportuno,
con lo que se sentirá más insertada en la Iglesia.72
71
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, sobre la misión
de la familia en el mundo actual, 61.
72
Cf. Ordenación General a la Liturgia de las Horas, n.27.
73
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica nn.2366 – 2368.
74
Cf. PABLO VI, Carta Encíclica Humanae Vitae sobre la regulación de la natalidad,
12.
63
los esposos de donarse el uno al otro, al punto de hacerse una sola
carne, signo del amor de Cristo por su Iglesia, que dio la vida por ella.
2.1. Adulterio
75
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n.2336.
64
El adulterio es una injusticia porque el que lo comete falta a sus
compromisos, lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo
matrimonial y atenta contra la institución del matrimonio.
Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que
necesitan la unión estable de los padres.76
2.2. Divorcio
76
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica nn.2380-2381.
77
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica nn.2384-2385.
65
2.3. Poligamia
2.4. Incesto
78
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, sobre la misión
de la familia en el mundo actual, 19; CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral
Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual 47, 2.
66
escandalosamente contra la integridad física y moral de los jóvenes,
y por ser una violación de la responsabilidad educativa.79
3. Sinceridad y confianza
79
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica nn.2388-2389.
80
Amoris Laetitia, 115.
67
4. La participación de la Eucaristía y la Penitencia
81
CONCILIO VATICANO II, Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada
Liturgia, 78.
82
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, 57.
68
perdón mutuo dentro de la familia cristiana que tanta parte tienen en
la vida cotidiana, hallan su momento sacramental específico en la
Penitencia. Así escribía Pablo VI: «Y si el pecado les sorprendiese
todavía, no se desanimen, sino que recurran con humilde
perseverancia a la misericordia de Dios, que se concede en el
Sacramento de la Penitencia»83. La celebración de este sacramento
adquiere un significado particular para la vida familiar, en efecto,
mientras mediante la fe descubren cómo el pecado contradice no sólo
la alianza con Dios, sino también la alianza de los cónyuges y la
comunión de la familia, los esposos y los miembros de la familia son
alentados al encuentro con Dios, el cual, infundiendo su amor más
fuerte que el pecado, reconstruye y lleva a la perfección la alianza
conyugal y la comunión familiar.84
83
PABLO VI, Carta Encíclica Humanae Vitae sobre la regulación de la natalidad,
25.
84
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, sobre la misión
de la familia en el mundo actual, 58.
69
70
TEMA VII
EL DIÁLOGO CONYUGAL
85
PAPA FRANCISCO, Amoris Laetitia 136.
71
- Desarrollar el hábito de dar importancia real al otro. Se
trata de valorar su persona, de reconocer que tiene derecho a existir,
a pensar de manera autónoma y a ser feliz. Nunca hay que restarle
importancia a lo que diga o reclame, aunque sea necesario expresar el
propio punto de vista. Para ello hay que tratar de ponerse en su lugar
e interpretar el fondo de su corazón, detectar lo que le apasiona, y
tomar esa pasión como punto de partida para profundizar en el
diálogo.
- Amplitud mental, para no encerrarse con obsesión en unas
pocas ideas, y flexibilidad para poder modificar o completar las
propias opiniones. La unidad a la que hay que aspirar no es
uniformidad, sino una «unidad en la diversidad». Con el fin de
enriquecer el bien común. Es importante la capacidad de expresar lo
que uno siente sin lastimar; utilizar un lenguaje y un modo de hablar
que pueda ser más fácilmente aceptado o tolerado por el otro, aunque
el contenido sea exigente; plantear los propios reclamos, pero sin
descargar la ira como forma de venganza, y evitar un lenguaje
moralizante que sólo busque agredir, ironizar, culpar o herir.
72
escucha poco, apenas prestamos atención a lo que dicen los demás, y
de esta manera olvidamos que la atenta y amable escucha es la base
del genuino diálogo. Para lograr el dialogo hay que saber equilibrar
entre el saber escuchar y saber hablar.
El diálogo genera armonía, respeto y sinceridad y de esta
manera posibilita la convivencia pacífica, pero existe un riego con una
actitud nociva, la «incontinencia verbal» de las personas que siempre
hablan y nunca escuchan, una actitud que consiste en no escuchar y
sólo hablar, hablar por vicio, sin atender por dónde va la conversación
e interrumpiendo no pocas veces la palabra del otro.
Saber escuchar, hoy, es más importante que saber hablar. Exige
dominio de uno mismo. Es un arte y un gesto de sabiduría. Escuchar
es una actitud difícil, ya que implica atención al otro, un esfuerzo por
captar su mensaje y al mismo tiempo la comprensión del mismo. Los
que solo hablan sin escuchar obstaculizan el diálogo y se hunden en
un monólogo egoísta y fastidioso que no conduce a nada. Por eso es
necesario que los esposos aprendan a escuchar, escuchar mucho y
hablar lo necesario. Si tu como esposo o esposa escuchas atentamente,
siempre aprenderás y nunca te arrepentirás de ello. Escuchar quiere
decir recibir del otro, después de haberle dado lo mejor de uno mismo:
la atención afectuosa.
73
No hay nada peor en un matrimonio que un cónyuge que no sabe
escuchar, solo habla. Y cuando parece que está escuchando, en
realidad está tomando un respiro para intervenir de nuevo, sin
importarle nada lo que pueda decir su consorte. Saber escuchar
paciente e inteligentemente es un arte e implica un gesto de gran
sabiduría.
74
Todo lo anterior nos ayudaría a definir la confianza conyugal
como “la esperanza firme en el cónyuge, que proporciona ánimo,
aliento, vigor
y tranquilidad para que puedan seguir construyendo juntos una
relación matrimonial plena”.
c. Comunión de bienes
86
Cf. Ef 5,25
75
la adversidad, perseveren fieles en cuerpo y alma 87, permaneciendo
ajenos a todo adulterio y divorcio.88 Y de esta manera pueden
experimentar la comunión de bienes, que implica la abundancia y la
precariedad, muestra y signo de esta entrega y comunión se da en la
entrega de las arras en la liturgia del sacramento del matrimonio.
87
Cf. GS 48 y 50
88
Cf. GS 49
89
Papa Francisco, Amoris Laetitia, 102.
76
d. Tres palabras necesarias: permiso, gracias, perdón
77
- Perdón: Es una palabra muy difícil, pero también muy
necesaria; sobretodo cuando se piensa que el decirla nos hace
vulnerables y débiles; si es que falta, pequeñas grietas se engrandecen
—aún sin quererlo– hasta convertirse en fosas profundas, como el
rencor y los resentimientos, si es que se quiere evitar esta infección,
tenemos que ejercitarnos en la práctica de pedir perdón. Un perdón
que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la
debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona90
90
Cf. Papa Francisco, Amoris Laetitia, 105-108.
78
TEMA VIII
LA FAMILIA, IGLESIA DOMESTICA
79
“familia de Dios”91, que es la Iglesia y la familia es la “iglesia
doméstica”, la iglesia en miniatura, porque existe un profundo vínculo
entre la Iglesia y la familia, de modo que la familia sea, a su manera,
una imagen viva y una representación histórica del misterio mismo
de la Iglesia.92
91
Puebla 238
92
Juan Pablo II, Familiaris Consortio 49
93
Juan Pablo II, Familiaris Consortio 13
80
Pero esto no debería quedar allí, como un misterio oculto. Si, es
cierto que al amarnos y vivir juntos compartiendo cada momento de
nuestra vida, entramos en el misterio de amor y la vida de Cristo, se
debería actualizar en nuestras vidas, pues lo que no se expresa no se
vive plenamente. Si no lo hacemos, estamos dejando, egoístamente,
de compartir la dimensión más profunda de nuestra vida matrimonial.
A muchos matrimonios se les hace difícil compartir la vida diaria (el
respeto, la generosidad, la fidelidad), precisamente porque el hombre
por naturaleza es egoísta, y es en ayuda de nuestro egoísmo, donde
Dios por la gracia del matrimonio, capacita a los esposos para llevar
adelante el matrimonio, en sus solas fuerzas es imposible.
94
CEC 1603
95
CEC 1605
81
cooperadores del amor de Dios Creador y en la educación de nuevas
vidas. «Mediante la transmisión de la vida, los esposos realizan la
bendición original del Creador y transmiten la imagen divina de
persona a persona, a lo largo de la historia [...] De ahí deriva la
grandeza y la dignidad, y también la responsabilidad de la
paternidad y maternidad humanas»96. En efecto, para los esposos el
acto conyugal les proporciona la gracia que los une y les ayuda a
superar las dificultades de la vida familiar. «Las familias numerosas
son una auténtica riqueza para la comunidad eclesial, y su testimonio
de vida puede ser de mucha ayuda para otros esposos y para los que
van a contraer matrimonio»97.
La maternidad, ya desde los inicios de la vida cristiana, implica
una apertura especial hacia la nueva persona; en el concebir y dar a
luz el hijo, la mujer «se realiza en plenitud a través del don sincero
de sí» La maternidad está impregnada al ser de la mujer. El creador
concede a los padres el don de un hijo. Por parte de la mujer, este
hecho está unido de modo especial a «un don sincero de sí»98.
96
Directorio de pastoral familiar de la Iglesia en España (2003) 167
97
Directorio de pastoral familiar de la Iglesia en España (2003) 174
98
Carta a las mujeres 18
82
responsabilidad de formador y educador de sus hijos; la madre se
carga todo el peso; los hijos necesitan del padre y de la madre.
99
Juan Pablo II, Carta a las familias 8
83
La paternidad inicia desde la concepción de la nueva vida en el
seno de la mujer. El padre aprende la paternidad de la maternidad de
la mujer, le acompaña durante todo el tiempo de gestación, la sostiene
emocional y afectivamente, hasta que llegue el momento del parto.
Será la madre la que presenta el padre al niño. Al ir madurando el niño
va identificando la figura del padre, el padre tiene la misión de romper
progresivamente el cordón umbilical del hijo con la madre, de hacerle
pasar de una situación infantil a la edad adulta.
100
Juan Pablo II, Familiaris Consortio 36
84
necesita también la colaboración de las demás fuerzas educativas101,
tanto de la Iglesia (parroquias, escuelas y colegios, comunidades y
movimientos juveniles) como del Estado (instituciones fiscales de
enseñanza).
101
Juan Pablo II, Familiaris Consortio 40
102
CEC 2222
103
Gaudium et Spes 3
85
bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto
más precioso del amor.104
104
Juan Pablo II, Familiaris Consortio 36
105
Apostolicam actuositatem 11
86
La familia es la escuela de oración, porque será dentro de la vida
familiar donde los hijos aprenderán a relacionarse con Dios, viendo
como sus padres se relacionan con Dios, viendo como Dios sostiene
el matrimonio de sus padres, «Madres, ¿enseñáis a vuestros niños las
oraciones del cristiano?106 Cuando una familia está pasando por un
momento de crisis, aparece esta frase típica: “Hace tiempo que se
acabó el diálogo entre nosotros”, es imposible que la familia subsista
sin dialogo, sin diálogo, no puede haber comunión de vida y amor
entre los hombres. Y tampoco entre los hombres y Dios. Por eso la
familia cristiana no tiene que descuidar este dialogo co Dios, este
dialogo se llama oración. Al perder este dialogo con Dios, que es
quien sostiene el matrimonio, nos da la alegría, Dios se nos va
volviendo lejano, y deja de ser una fuente de vida, de motivaciones y
de fuerzas para nosotros. La oración supone tanto escucharlo como
responderle. Escucharlo es lo primero y más difícil, es un milagro
tener el oído abierto, nuestro interior está lleno de ruidos. Por eso, si
no sabemos hacer silencio en nuestro interior, no le escuchamos.
Como iglesia doméstica, la familia es una comunidad, llamada a ser
una comunidad de oración.
106
Juan Pablo II, Familiaris Consortio 60
87
La “oración familiar” sólo será posible en los hogares donde los
padres hayan asumido con seriedad el deber de transmitir la fe a sus
hijos, y la oracion nos introduce en el seno de la trinidad a toda la
familia; para los hijos, la experiencia de haber aprendido a orar junto
a ellos, cala profundamente en el corazón, dejando huellas; Juan Pablo
II propone a las familias la lectura en común de la Palabra de Dios, el
rezo del rosario y, como un medio privilegiado para alimentar la
comunión de amor de la familia y para desarrollar la espiritualidad
conyugal y familiar107, la devoción a la Virgen María.
107
Juan Pablo II, Familiaris Consortio 61
108
Juan Pablo II, Familiaris Consortio 53
88
vivir igual, que no es una utopía, que se puede realizar también en su
matrimonio.
109
Benedicto XVI, Ángelus, 8 octubre de 2006
110
Papa Juan Pablo II, Castel Gandolfo 28 diciembre 1986
89
90
TEMA IX
LA SANTIFICACIÓN DEL MATRIMONIO
91
culto a Dios (Cf. SC 59). El Matrimonio cristiano no es una
excepción. La voluntad de Dios es que todo Matrimonio sea santo y,
en su misión como padres de familia, lleven a sus hijos a la santidad.
Y, ¿de dónde viene la fuente y medio original de santificación propia
de los cónyuges? Del mismo Sacramento del Matrimonio. El
sacramento del Matrimonio presupone y especifica la gracia
santificadora.111 En el vínculo matrimonial, los cónyuges reciben la
gracia sacramental para cumplir la voluntad de Dios, haciendo de
ellos una sola carne (Cf. Mt 19, 5; Gn 2, 24). Frente a la crisis familiar
por la que la sociedad esta pasando hoy en día, la Iglesia renueva el
llamado a llevar el Evangelio de Jesucristo, de poder responder, a la
luz del Espíritu Santo, a los acontecimientos de la historia
defendiendo la verdad y la dignidad de la persona humana.112
111
Cf. JUAN PABLO II, Familiaris Consortio, n. 56.
112
Cf. JUAN PABLO II, Familiaris Consortio, n. 4.
92
sociales, nacionales e internacionales,113 a caminar juntos al
encuentro con Jesucristo, a llegar a los ambientes donde los clérigos
no pueden llegar y ser así sal, luz y fermento en el ambiente donde
viven (Cf. Mt 5, 13-14), santificando el orden temporal.
113
Cf. JUAN PABLO II, Carta a las familias, n. 13.
114
Cf. JUAN PABLO II, Carta a las familias, n. 16.
93
justicia se da en la familia a través del respeto de cada miembro de la
familia, estableciendo relaciones humanas en armonía con una
rectitud de pensamiento en favor del más débil de la familia como son
los abuelos o algún familiar con discapacidad física (Cf. CEC 1807).
La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la
firmeza y la constancia en la búsqueda del bien (Cf. CEC 1808). Las
dificultades se irán presentando a lo largo de la comunión como
esposos y también en el crecimiento de los hijos. La templanza es la
virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el
equilibrio en el uso de los bienes creados (Cf. CEC 1809). Dentro de
esta virtud, se hace presente el combate de los cónyuges frente a la
castidad y por parte del esposo, evitar todo tipo de interés egoísta en
contra de la mujer.115
115
Cf. JUAN PABLO II, Familiaris Consortio, n. 24.
94
34).116 La Eucaristía es el sacramento de la familia, donde la familia
reza junto a la comunidad cristiana y donde nos hacemos uno con
Cristo, donde se nos hace presente de que Cristo murió por nosotros
y resucito por nuestra salvación. El sacrificio eucarístico representa la
alianza de amor de Cristo con la Iglesia, sellada por la sangre su
cruz.117 Por eso, debido a que la Eucaristía crea comunión, la familia
va junta a la Eucaristía, no van separados ni se deja al alguien atrás.
Es en la celebración de la Eucaristía donde la familia se santifica. Por
la esperanza aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como
felicidad nuestra (Cf. CEC 1817), recordando con amor a nuestros
familiares difuntos y rezando por ellos. Por último, la caridad, virtud
por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo
como a nosotros mismos por amor a Dios (Cf. CEC 1822). A través
de la caridad, la familia cristiana vive la acogida, el respeto, el servicio
a cada hombre, considerando su dignidad de hijo de Dios. Pero, esta
caridad va más allá de nuestros hermanos en la fe, va dirigida a todo
hombre que sufre, que es débil, descubriendo en ellos el rostro de
Cristo.118
El papa Francisco nos enseña que las virtudes humanas son parte
de la vida matrimonial, como muestras de santidad. A ejemplo de San
116
Cf. JUAN PABLO II, Carta a las familias, n. 18.
117
Cf. JUAN PABLO II, Familiaris Consortio, n. 57.
118
Cf. JUAN PABLO II, Familiaris Consortio, n. 64.
95
Francisco de Asís que decía que la cordialidad es manifestación de la
caridad, el papa Francisco nos recuerda las tres palabras claves para
el matrimonio dirigidas a numerosas parejas de recién casados en
Cracovia: “permiso”, “gracias”, “perdón” (29.07.2016). En cuanto al
permiso, siempre preguntar al cónyuge “¿qué te parece? ¿te parece
que hagamos esto? Nunca atropellar. Dar las gracias, agradecerse
mutuamente, ya que esta relación sacramental se mantiene con este
sentimiento de gratitud. Y la tercera palabra es perdón. Nos recuerda
el papa que es una palabra muy difícil de pronunciar y en la vida
siempre habrá alguna equivocación. Saber reconocer los errores es un
acto de santidad. Para terminar, en cuanto al ejercicio de las virtudes
humanas, tomamos como nuestras las palabras del Santo Padre: que
los esposos nunca terminen el día sin hacer la paz. Nunca terminen
el día sin reconciliarse. Ese es el camino a la verdadera santidad,
reconocer que somos débiles y que en nuestra debilidad Dios nos ha
amado profundamente y les quiere dar un sacramento que los llevará
cada día a morir por el otro, considerando al otros como superiores a
ti, no buscando tu propio interés sino el de los demás, a imagen de
Jesucristo (Cf. Flp 2, 3).
96
TEMA X
LA LITURGIA DE LA CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO
119
Como sí lo hay en el sacramento del bautismo y de la confirmación. Cf.
CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO, cc. 851, 2°; 855; 872; 874; 877 § 1. También
cc. 892; 893; 895. A partir de aquí se cita con la sigla CIC con el canon y número
correspondiente, en el cuerpo del texto.
120
Cf. JUAN RAMÓN PINAL MOYA (Dir.), Nos casamos: Por la Iglesia. La acogida.
Preparación próxima para el sacramento del matrimonio, tomo I, Edicep,
Valencia 2004, 83.
121
J. R. PINAL, o.c., tomo I, 60.
97
recomienda que los testigos sean personas que no estén ligadas de
cerca con cualquier de los contrayentes, o sea que no sean familiares,
para que puedan testimoniar con más libertad.
98
con los requisitos establecidos a similar del padrino de bautismo (cf.
CIC c. § 1); y capaces de llevar adelante su tarea, aferrados
firmemente de la cruz de Cristo. Por este motivo, los padrinos no
asumen un compromiso meramente social; sino fundamentalmente se
responsabilizan del buen caminar de los nuevos esposos, y son como
garantes más cercanos que acompañan la vida matrimonial de sus
ahijados.
2. Espiritualidad conyugal
2.1. Fundamento espiritual del matrimonio
99
como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo
cabeza de la Iglesia […] el que ama a su mujer se ama a sí mismo.
Porque nadie aborrece jamás su propia carne; antes bien, la alimenta
y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos
miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su
madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una carne. Gran
misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia» (cf. Ef 5, 21-
32).
Éste texto alude al libro del Génesis donde Dios mismo bendice
el matrimonio, luego de haber creado al hombre, a su imagen y
semejanza: «después les bendijo Dios con estas palabras: sed
fecundos y multiplicaos, henchid la tierra» (Gn 1, 28). De manera que
el matrimonio recibe la bendición de Dios desde sus principios y
encuentra su raíz en Él. Igualmente no podemos ignorar el texto del
evangelista Mateo, donde Jesús responde a la pregunta malévola de
los fariseos sobre el divorcio: «lo que Dios unió no lo separe el
hombre» (Mt 19,6); sin embargo, en nuestros días, el hombre pretende
separar esa unión que hizo Dios. El papa san Juan Pablo II denunciaba
este hecho:
100
esto hemos de reaccionar. Los cristianos y los hombres de buena
voluntad tienen el deber de sostener a las familias en
dificultades, facilitándoles los medios espirituales y materiales
para salir de las situaciones, frecuentemente trágicas»122
122
JUAN PABLO II, La familia está al servicio de la caridad, la caridad está al
servicio de la familia, Mensaje a la familias para la cuaresma de 1994, n. 5.
123
G. FLÓREZ, o.c., 232.
101
que salva»;124 porque, el matrimonio cristiano cumple su función
sacerdotal en santificar el mundo, comenzando desde la transmisión
de la fe en el hogar (cf. CIC 835 § 5).
Además «la imagen de las bodas – tanto la del Caná como las
bodas del Cordero - expresan con gran precisión y colorido el sentido
que tiene la llegada del reino, la presencia de Jesús en medio de los
hombres, la etapa última y definitiva de la historia de la salvación que
alcanza su plenitud en la persona de Jesús, el Dios encarnado (en el
que se unen la naturaleza divina), y que se consumará al final de los
tiempos con la incorporación a la Iglesia cuerpo de Cristo con la
124
NUEVO DICCIONARIO DE ESPIRITUALIDAD, Paulinas, Madrid 1983,543. En:
ATILANO ALÁIZ, La familia cristiana. Iglesia doméstica, Edibesa, Madrid 2002,
233.
125
LAMBERTO DE ECHEVERRÍA, ¿Qué es el matrimonio? Imágenes de la fe.
Familia de cara al siglo XXI, n° 33, PPC, Madrid 1974, 3.
102
humanidad redimida, la realidad humana del matrimonio, aparece
como una nueva forma de vida que busca el seguimiento de Cristo a
través del amor consagrado a los valores del Reino».126 Esta doctrina
es asumida y propagada por San Pablo, cuando habla del matrimonio
como el gran misterio, del cual ya mencionamos más arriba.
126
GONZALO FLÓREZ, Matrimonio y familia, BAC, Madrid 2013, 102-103.
127
Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, n.1604. En adelante citamos en el
cuerpo del texto con la sigla CEC y el número correspondiente.
103
día tanta gente perdida en los afectos. Estamos rodeados de
analfabetos sentimentales, gente que carece de una preparación básica
en este tema».128
128
ENRIQUE ROJAS, El amor: la gran oportunidad, Planeta, Madrid, 2011, 17.
129
ANTONIO SICARI, Breve catequesis sobre el matrimonio, Encuentro, Madrid
1995, 51.
104
firme. De aquí se desprende otro tema sobre las amenazas que pululan
contra la familia, en especial contra la familia cristiana.
130
Cf. PRAENOTANDA del ritual del matrimonio, n. 13. En: CONFERENCIA
EPISCOPAL ESPAÑOLA, Ritual del matrimonio, libros litúrgicos. Conferencia
Episcopal Española, Madrid 2009. En adelante citaremos en el cuerpo del texto
con la denominación: praenotanda y el número correspondiente. Cf. CIC, c.
1063.
105
relieva que los cónyuges manifiesten el misterio de la unidad y del
amor fecundo entre Cristo y la Iglesia y participen del mismo; 4)
con la ayuda proporcionada a los casados, para que ellos,
observando y protegiendo fielmente la alianza conyugal, alcancen
una vida familiar cada día más santa y más plena» (praenotanda
nº. 14).
131
L. DE ECHEVERRÍA, o.c., 3.
106
gracia “se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en
la acogida y educación de los hijos” (LG 11; cf. LG 41)» (CEC 1641).
132
J. R. PINAL, o.c., tomo I, 80.
107
ser por sí misma, digna y fructuosa” (FC 67). Por tanto, conviene que
los futuros esposos se dispongan en la celebración de su matrimonio
recibiendo el sacramento de la penitencia» (CEC 1622).
4. Liturgia de la celebración
4.1. Consideraciones generales
108
intercambian la promesa conyugal, y si ellos mismos vivieran lo que
dicen, tal vez deberían decir algo así:
133
A. SICARI, o.c., 52.
109
la santificación de los cónyuges y de los hijos; el consentimiento de
los contrayentes, que pide y recibe el que legítimamente asiste al
matrimonio, aquella venerable oración en la que se invoca la
bendición de Dios sobre la esposa y el esposo; y, finalmente, la
comunión eucarística de ambos esposos y de los demás presentes con
la cual se nutre sobre todo su caridad y se elevan a la comunión con
el Señor y con el prójimo» (praenotanda n. 35).
134
Cf. J. R. PINAL, o.c., Celebración del sacramento del matrimonio. Oraciones
litúrgicas, tomo IV, 15.
110
nupcial”) y se colocan de pie ante los asientos o bancos preparados
para ellos en un lugar visible. Entonces el celebrante se dirige a la
sede. Una vez acomodada toda la asamblea y hecho el debido
silencio, el celebrante saluda a los esposos y a la comunidad
haciéndoles saber que la Iglesia comparte su alegría,
preocupaciones y esperanzas.
135
J. R. PINAL, o.c., tomo IV, 17.
136
Cf. J. R. PINAL, o.c., tomo IV, 15.
111
deberían tener siempre una cercanía asidua con la Palabra de Dios, de
manera que no se reduzca a la ceremonia en sí, sino se prolongue en
toda su vida como familia. Al respecto, parece actual y oportuno, lo
que decía san Juan Crisóstomo a sus fieles, desde el pulpito de
Constantinopla:
El rito del matrimonio que incluye una monición que trae el ritual
del matrimonio, seguido por los escrutinios donde se puede usar
cualquiera de las fórmulas que propone el ritual, luego se continúa
con el consentimiento mutuo de los esposos que el sacerdote asistente
requiere y recibe; aquí conviene detenernos, porque el esposo recibe
a la esposa y se entrega a ella e igualmente lo hace ella, mientras se
137
HOMILÍA 33 in Joannem, PL 59, 186. En: A. ALÁIZ, o.c., 46.
112
,manifiestan el consentimiento mutuo: «yo, N., te recibo a ti, N., como
esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en
la adversidad…»,138 de igual modo dice la esposa al esposo; así como
Cristo se entrega por nosotros, pues dice el señor: «Éste mi cuerpo
que se entrega por vosotros» (Lc 22,19), de manera que el matrimonio
encuentra una perfecta sintonía con la Eucaristía y encuentra en ella
su fuente más cercana.
138
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Ritual del matrimonio, libros
litúrgicos. Conferencia Episcopal Española, Madrid 2009, 35.
139
Cf. J. R. PINAL, o.c., tomo IV, 15.
113
consentimiento (CIC c. 1057 §1). Si esta libertad falta, el matrimonio
es inválido» (CEC 1629).
140
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, o.c., 41.
141
J. R. PINAL, o.c., tomo IV, 37.
114
original, ni por el diluvio, luego se prosigue con invocación del
Espíritu Santo sobre los esposos para que los santifique y leguen a
una feliz ancianidad.142 De aquí se puede hacer una hermosa
catequesis, para que los contrayentes conozcan el sentido profundo de
esta oración y vivan plenamente este momento.
142
Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, o.c., 42-43.
143
J. R. PINAL, o.c., tomo IV, 42.
115
116
ÍNDICE GENERAL
1. Presentación / acogida
- ¿Por qué desean casarse?
- Objetivos de la preparación
- Por qué y para qué la preparación al matrimonio
- Secularización, consumismo, relativismo, hedonismo, ideología de género
- ¿Qué es el cristianismo? ¿Quién es Dios para ti? / Kerygma
5. Casarse en el Señor
- El consentimiento matrimonial.
117
- Unidad e indisolubilidad del matrimonio
- Los Ministros del matrimonio
- Los efectos propios de este sacramento
6. La fidelidad conyugal
- Sacralidad de los tres altares
- Los pecados que atentan contra el matrimonio
- Sinceridad y confianza
- La participación frecuente de la Eucaristía y la penitencia
7. El diálogo conyugal
- Los tres elementos de la comunicación
- El arte de saber escuchar y fomentar lo positivo
- Comunión de bienes
- Tres palabras necesarias: permiso, gracias, perdón
118