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Lacan - El Obsesivo y Su Deseo
Lacan - El Obsesivo y Su Deseo
El obsesivo y su deseo
A partir de la formula “el deseo es el deseo del Otro”, para Lacan la razón de
porque su deseo es evanescente ha de buscarse en una dificultad en su relación
con el otro en tanto que este es el lugar donde significante ordena el deseo.
El deseo es el deseo del Otro. El sujeto tiene que vehiculizar su deseo a partir del
pasaje por el deseo del Otro, solo por ese pasaje puede aparecer su deseo. Para
acceder al deseo el sujeto debe pasar por la castración, es decir, debe atravesar
el complejo de Edipo. No tiene objeto, es metonímico, se desplaza de un objeto a
otro. Está representado por un significante: el falo que designa lo que el Otro
desea.
Las estructuras son diferentes según se haga hincapié en: la satisfacción del
deseo (H) y dependencia respecto del Otro en el acceso al deseo (N O).
En el NO el problema del deseo del Otro se presenta de una forma del todo
diferente. La NO está caracterizada por sostener el deseo en términos de un
deseo imposible. La forma en que el NO va a hacer de lo imposible un objeto de
deseo es a partir del recurso a la demanda del Otro. La demanda se presenta en
el NO como un pedido insistente imposibilitando que el Otro responda con su
deseo, ya que lo anula. Por lo tanto el NO con su modo de formular la demanda,
que es de exigencia, produce una destrucción del Otro, anula con su demanda al
Otro y así destruye el deseo del Otro y su propio deseo. Así es que el rasgo
estructural del deseo del NO es la evanescencia, ya que su deseo se diluye, se
desvanece, debido a que cuanto más se acerca al objeto que desea menos lo
desea, cuando obtiene lo que quiere ya no tiene valor.
Otra relación que el obsesivo plantea ante su deseo es ponerse en una relación de
absoluta dependencia con el Otro, a quien le va a pedir permiso. El obsesivo esta
siempre pidiendo permiso, se busca otro que le prohíba o autorice y se forja asi un
deseo imposible de cumplir. El obsesivo reduce el deseo a la demanda, se busca
a otro que le pida, que le ordene, de esa forma otro que pide es otro que no desea
y justamente esta solución de reducir el deseo a la demanda es para evitar el
deseo del Otro que genera angustia.
No hay demanda sin otro, el sujeto necesita los significantes del Otro para
formularla y necesita de las respuestas del Otro para satisfacer las necesidades
que expresa en la demanda. Hay una dependencia del Otro para disponer de los
significantes de la demanda y para satisfacer las necesidades. El sujeto depende
de la voluntad del Otro, porque el Otro puede responder a la demanda
satisfaciéndola o frustrándola, por ello es necesario para el sujeto que ese otro lo
ame.
No hay demanda sin Otro, tampoco hay deseo sin Otro. El deseo es el deseo del
Otro. El Otro es el lugar a quien se dirige a demanda y es el lugar donde el deseo
encuentra una formulación posible. El deseo surge y se organiza a partir de la
relación del sujeto con el Otro. El deseo debe pasar por los desfiladeros del
significante. El Otro es el intermediario para que el sujeto acceda a su deseo.
El deseo tiene una estructura significante y está hecho de una paradoja porque no
hay ningún objeto que le venga demasiado bien, porque el único objeto de deseo
primario ha sido perdido (el pecho materno), este deseo primario permite que se
inicie la búsqueda para buscar otros objetos que nunca van a ser iguales a aquel.
El deseo circula por la cadena invistiendo diferentes objetos, pero lo que se
encuentra nunca es aquel que se perdió. Por ello el deseo es metonímico por
estructura y se vá desplazando a objetos variables y contingentes.
Lacan habla de los fantasmas de la oblatividad de ciertos NO, dar al Otro lo que se
supone que el Otro quiere. Se quiere taponar el deseo del Otro construyéndose
otro completo, entero, otro que autorice o prohíba. En esta línea se inscribe la
hazaña obsesiva. La hazaña es una solución al problema del deseo, solución que
se sitúa en el plano de la relación con el semejante y tiene que ver con un
comportamiento.
La hazaña tiene que ver con la fortaleza del yo que quiere obturar los signos del
deseo del Otro, porque el deseo angustia, porque implica enfrentarse al peligro de
la castración.