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Momentos de la oración

1- Oración preparatoria (EE 46)

me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo


que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y
realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad
de Dios.
2-
2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que
contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el
pasaje que quiero contemplar: Sabiduría 9, 1-12.
3-“La composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-
crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4- Formular la petición (EE 104)

La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace


simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo. demandar lo que quiero;
será aquí demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para
que más le ame y le siga.
“Vergüenza y confusión de sí mismo”
Es un ponernos en la presencia de Dios, como el publicano en el templo,
sabiéndonos pecadores y cuánto Dios nos abraza con ternura y amor.
Al ejercicio de hoy, entraremos en la presencia de Dios, como nos lo pide
Ignacio en esta primera semana, en el reconocimiento de su grandeza, de
su bondad, de su misericordia y ternura, con temor y temblor desde
nuestra condición pecadora como el publicano en el templo: decirle y
decirnos a nosotros mismos soy pecador, sin animarme a levantar la mirada, pero
al mismo tiempo sintiéndonos abrazados por la misericordia del Padre. Esto es
tener, como dice Ignacio, “verguenza y confusión de sí mismo”, que no es
esconderse. Por el contrario, es darse a conocer como uno es -
transparencia- y como uno está con la consciencia de saberse herido por el
pecado, pero abrazado por el amor de Dios que es capaz -de restaurarnos-
de mucho más de lo que el pecado ha hecho.
5- Reflectir para sacar algún provecho: significa dejarme mirar por la escena,
como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es
dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las
mociones que se me dan.
Una máxima de san Ignacio que iremos aprendiendo: “no el mucha hablar harta y
satisface el alma sino el gustar interiormente las cosas de Dios”.
En la oración puede convenir escoger una frase que más “interesantemente” (EE 2)
sintamos y repetirla pausadamente, para “sentir y gustar” esa “mirada del Señor”
sobre nosotros, cuando comenzamos a hacer oración.
Pero San Ignacio no dice solamente que consideremos la mirada del Señor, sino
que añade que hagamos “una reverencia o humillación” (EE 75).
Puede ayudarnos, para suscitar en nosotros esa actitud reverente, algún
texto, como podría ser el de Exodo 3, descalzándose ante la presencia del
Señor. Entrar en la presencia de Dios que todo lo sabe, que con su mirada
amorosa penetra lo más hondo de nuestro ser.
6- Coloquio: es una conversación a partir de lo que he vivido en la
contemplación. No me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o
simplemente disfrutar de lo que se me ha dado. Es más un gozar de la presencia de
Dios y escucharlo.
7- Examen de la oración: me pregunto cómo me fue. Las preguntas no hay que
hacérselas a la cabeza sino a las imágenes. Y desde ahí puedo hacerme preguntas
como éstas: ¿Cómo es esta imagen? ¿De qué está construida? ¿Qué hay y qué no
hay en la imagen? ¿Qué es lo que la imaginación se resiste a construir? ¿Por qué
será que Dios quiera que me detenga en esta imagen o en esta palabra y no en las
otras? ¿Por qué yo u otra de las personas están presentes o ausentes en la
imagen?.
Hay que hacerle preguntas a la imagen, a la sensación o a la palabra que ha
resonado más en mi oración. Por eso a un buen contemplador le bastarán pocas
imágenes. Es importante saberse ubicar bien en la contemplación: dónde estoy en
ella y qué se me dice a mí en particular. Tal vez difiere de lo que se les dijo a los
personajes de la Palabra. Me quedará la labor de interpretar ese signo y a la luz de
Dios no me costará hacerlo.

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