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Apostar por el debido proceso

Editorial de Gestión. Queda flotando en el aire saber si el Congreso estará a la altura de las
circunstancias y si podrá actuar de la manera en que se espera
ACTUACIÓN CONSTITUCIONAL. El país enfrenta una situación sin precedentes en los últimos
setenta años, pues se ha planteado una denuncia constitucional contra un presidente en
función. La fiscal Patricia Benavides considera que cuentan con los elementos de convicción
necesarios para probar la tesis fiscal que involucra a Pedro Castillo en los delitos de
pertenencia a una organización criminal, tráfico de influencias y colusión, y por ello el pedido
para finalmente poder iniciar un juicio penal contra el mandatario.
Frente a la denuncia, Castillo de manera directa y también a través de algunos ministros ha
vuelto a usar la carta de la victimización, en lugar de contestar de manera clara a los indicios
planteados, y ha presentado una acción de amparo para detener las investigaciones en su
contra. Además, actuó mal al negar el ingreso a la prensa nacional a la conferencia
convocada en Palacio.
Los críticos al accionar de Benavides se preguntan si es válido plantear una denuncia
constitucional contra un presidente o si bastan los indicios para plantear la denuncia. Ante
ello, la respuesta es afirmativa, la denuncia constitucional es una figura establecida en la
Constitución y, por lo tanto, forma parte de las reglas existentes. Además, la Fiscalía siempre
basa su planteamiento en hipótesis e indicios que le ayudan a armar su argumentación. Estos
indicios son llevados a juicio donde el juez evalúa si los indicios tienen peso probatorio o no,
pero eso es una etapa posterior.
La pregunta importante es si la denuncia presentada cumple con los requisitos establecidos
en la Constitución para que el Parlamento le dé trámite a esta solicitud, y esa será la labor a
la que los congresistas deberán abocarse en las próximas semanas. Para ello, el Poder
Legislativo debe dar todas las garantías jurídicas necesarias a los involucrados, y a pesar de
tratarse de un juicio político, no se pueden saltar los procedimientos establecidos. Así, es
necesario descartar cualquier intento por acelerar la discusión del tema en el pleno. Hace
bien la parlamentaria Lady Camones, presidenta de la Subcomisión de Acusaciones
Constitucionales, en evitar dar plazos certeros de cuánto tiempo les tomará evaluar la
solicitud fiscal y sus miembros deben evitar adelantar opinión.
Sin embargo, dada la información que forma parte de la denuncia y que involucra
directamente a varios parlamentarios, queda flotando en el aire saber si el Congreso estará a
la altura de las circunstancias y si podrá actuar de la manera en que se espera. Mientras este
pedido sigue su proceso, la Fiscalía y el Congreso deben continuar su labor recordando que
sus acciones deben decir más que sus palabras.
Contradicción interna
Editorial de Gestión, Si existía alguna duda o cuestionamiento, ¿no era mejor discutirlo al
interior del Gabinete?
INVERSIONES. Cuando el presidente Pedro Castillo señala que se busca deslegitimar al
Gobierno o afectar la gobernabilidad no debería mirar solo hacia el Congreso o a sus
opositores políticos, quizás sería más eficiente estar atento a lo que sucede dentro de su
Gabinete, pues las contradicciones que allí se generan son las que perjudican al país.
Una muestra de ello es lo que está sucediendo en el caso de la mina Quellaveco. Hace unas
semanas el Ministerio de Energía y Minas (Minem) anunció el otorgamiento de la autorización
para la operación comercial de dicho proyecto y destacó que se trata no solo de la mayor
inversión minera en el Perú, sino que en esta nueva etapa generará 2,500 empleos y que podría
generar un crecimiento de aproximadamente 15% en la producción de cobre nacional.
Sin embargo, pocos días después, esta buena noticia fue empañada con un comunicado del
Ministerio de Agricultura (Midagri), el cual informaba la conformación de una mesa técnica
que evaluaría la licencia para el uso de agua, que posee la mina Quellaveco, decisión que se
tomó luego de que la titular de Agricultura, Patricia Ocampo, y el asesor presidencial Alberto
Mendieta se reunieran con autoridades y legisladores de la provincia de Islay.
Si existía alguna duda o cuestionamiento, ¿no era mejor discutirlo al interior del Gabinete o en
una reunión entre la ministra de Agricultura y la de Energía y Minas? ¿No existe coordinación
al interior del Gabinete? ¿Por qué el presidente Castillo no se ha pronunciado?
La ministra de Energía y Minas, Alessandra Herrera, ha tenido que salir a aclarar que la mina
cuenta con todas las autorizaciones que están previstas en el marco jurisdiccional vigente para
su desarrollo y que no ha faltado ningún tipo de socialización (ver página 12). Sin embargo,
estas contradicciones al interior del Gobierno generan desconfianza e inestabilidad, factores
que perjudican el intento que algunos ministros, como el de Economía o la del Minem, están
realizando para tratar de sacar adelante algunos de los grandes proyectos de inversión
pendientes.
El BCR ha advertido que de paralizarse el proyecto Quellaveco, el crecimiento del PBI caería
de 3% a 2.7% este año, y si la economía no crece tampoco lo harán los empleos y, por
consiguiente, el país no podrá recuperarse. Herrera ha insistido en que su principal trabajo es
el desarrollo de la actividad minera y el posicionamiento de la misma, pero este tipo de
decisiones es una mala señal para generar un buen clima de inversiones.
Responsabilidades compartidas
Editorial de Gestión. Hubiese sido importante que el Gobierno presentara
evidencias de cuán beneficiosos fueron los contactos generados.
POLÍTICA EXTERIOR. Nuevamente el Congreso actúa de manera inadecuada confundiendo su
deber de fiscalización con una forma torpe de interferir en las labores del presidente. Los
parlamentarios no consiguen ponerse de acuerdo para pedir explicaciones a la congresista
Digna Calle, pero sí logran negarle un viaje a Europa a Pedro Castillo, olvidando que esta
decisión afecta más la imagen del Poder Legislativo que la del mandatario y que finalmente
perjudica las relaciones internacionales del país.
Es la segunda vez que Castillo no recibe autorización para salir del país, y más allá de las
diferencias políticas existentes no se debe olvidar que quien dirige la política exterior es el
presidente de la República. Esta decisión no solo ha sido criticada por el Gabinete ministerial
sino también por el representante del Perú ante la Organización de Estados Americanos,
Harold Forsyth.
Pero si bien el Congreso se equivocó, no ha sido el único responsable de lo sucedido. Esta
responsabilidad también es compartida por el Ejecutivo. Primero por la Cancillería, pues
antes de que los parlamentarios pusieran a votación la autorización del viaje no se informó
de manera adecuada su importancia, algo que sí hizo el canciller, César Landa, luego de que
la negativa fuera dada: hay “agendas previstas con el fondo de alimentación de Naciones
Unidas para fortalecer la lucha contra la inseguridad alimentaria”, dijo Landa luego de la
negativa, pero hubiese sido importante que todas estas explicaciones se dieran antes.
Sin embargo, también el presidente Castillo es responsable de esta negativa. Siendo el líder
de la política exterior peruana no se han mostrado evidencias de lo obtenido para el país en
los viajes anteriores. Más allá de las críticas que puedan existir respecto a los discursos
desplegados ante las Naciones Unidas o en las reuniones ante empresarios extranjeros,
hubiese sido importante que el Gobierno presentara evidencias de cuán beneficiosos fueron
para el país los contactos generados por el mandatario y su equipo durante estos viajes.
Es evidente que el presidente de un país no viaja para hacer turismo, lo hace para generar
contactos y lograr apoyo en diversos sectores para conseguir mejoras significativas en su
país, ya sea a nivel de nuevas inversiones, colaboración en materia social o tecnológica,
acuerdos bilaterales, etcétera, pero si no puede presentar resultados concretos es poco lo
que puede exigir.
Todos los poderes del Estado deben recordar que, en el exterior, el Perú se presenta como
un Estado, más allá de quién ocupe la Presidencia en ese momento, y lo importante es
trabajar para mantener una buena imagen.
Posibles escenarios para la legislación laboral de gobernar Pedro
Castillo
Los sindicatos de trabajadores podrían interceder en la política de Estado y en la elección de
ministros, como sucedió en el caso de Bolivia, y que se emitan normativas menos flexibles.
La Asamblea Constituyente fue al 2021 lo que la legislación laboral es al 2022.
La amenaza latente a la actividad empresarial en el Perú tuvo incluso un nombre propio:
Betssy Chávez, la censurada exministra de Trabajo que la semana pasada se recicló como
ministra de Cultura, dejándonos a un inexperto escudero en su antigua cartera, casi como
una señal de su desprecio. Ya no tememos por un cambio del modelo económico -que se
preserva, por la fuerza de la costumbre o la ineficacia de sus opositores, hoy en el Gobierno-,
pero sí por el ahorcamiento de una normativa cada vez más draconiana, que nos acerca sin
respiro a la estabilidad absoluta del trabajador.
Son 197 proyectos de ley relacionados con asuntos laborales los que han sido presentados
por el Congreso en lo que va de este gobierno. Treinta de ellos ya son leyes, como destacó
Gestión en su edición del viernes. Listos para llegar al pleno están -entre otros exabruptos- la
eliminación de la tercerización laboral, el incremento de los límites de despido para los
sindicalistas -que ahora requeriría de una aprobación judicial-, la incorporación del horario
de refrigerio del trabajador como parte de la jornada laboral y el otorgamiento de una CTS a
los trabajadores CAS. A los trabajadores -así, y a este paso- nadie los podrá tocar: ni cambiar
sus condiciones de trabajo ni despedir.
No hay CEO que sueñe con botar a mansalva. Ese es el mito de una izquierda radical que
ignora el funcionamiento de la empresa. No hay rentabilidad ni futuro sin un talento que lo
haga posible, pero se requiere del mejor. Y aquello -tan simple- no es posible sin una
selección natural y permanente, y un alineamiento de la productividad y sus costos.
La severidad de la legislación laboral ahoga más a las empresas chicas de nuestro lánguido
sector formal, que no pueden darse el lujo de elevar sus costos por decreto ni de pagar
montos imposibles para despedir a aquellos que ya no le aportan valor, sea por falta de
capacidades o simple negligencia. Es un sinsentido -y un desaliento- en un país donde solo
uno de cada cuatro trabajadores es formal.
El presidente le pide confianza a los empresarios y los llama a invertir, y dice, y repite, que les
da las condiciones para hacerlo. Cómo así, si no respeta mínimamente las reglas de juego.
Sus ministros de Trabajo no concertan y, cada vez que pueden, intentan saltarse al Consejo
Nacional de Trabajo e imponer una agenda que se resume en un incremento de la
burocracia, el proteccionismo y la sanción, los costos laborales y de despido, y en un
conjunto de amenazas cada vez más duras de reposición. La consecuencia será la
precarización de un mercado laboral ya precario: un golpe para los decisores de negocios, sí,
pero sobre todo para el desarrollo del país.

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