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Investigación joven
con perspectiva de
género III
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Edición y coordinación:
Edita: Instituto de Estudios de Género, Universidad Carlos III de Madrid. 2018
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http://hdl.handle.net/10016/27831
ISBN: 978-84-16829-28-6
La responsabilidad de las opiniones emitidas en este documento corresponde exclusivamente de
los/as autores/as. El Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de
Madrid no se identifica necesariamente con sus opiniones. Instituto Universitario de Estudios de
Género, Universidad Carlos III de Madrid. 2018
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Libro de Actas del III Congreso Internacional de Estudios de Género,
Perspectivas y Retos de Futuro: Jóvenes Investigadores (Getafe, 13, 14
y 15 de junio de 2018)
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EDITORIAL .......................................................................................... 8
Interdisciplinariedad y sororidad: Dos pilares fundamentales para el desarrollo de
los estudios de género en España ............................................................................ 8
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VOZ, GÉNERO Y PODER: LA CONSTRUCCIÓN DE LA VOZ DESDE LOS
ASPECTOS PERFORMATIVOS DEL GÉNERO
RESUMEN:
La voz ha sido asociada desde la tradición occidental al discurso de la razón, de modo que su
análisis desde una concepción más material y corpórea ha quedado en un segundo plano. Frente
a lecturas esencialistas, este artículo pretende poner el foco en la construcción de la voz desde
el plano de la socialización y en el modo en que estos actos de voz contribuyen a conformar la
jerarquía social. Asimismo, se aborda también la mediación tecnológica de la voz y su repercusión
en la autopercepción de la voz.
1. Introducción
La voz humana plantea una encrucijada donde se conjugan elementos tan dispares como
relacionados. La individualidad de quien la encarna y la comunidad con quien la comparte, su
gestación interna y su proyección externa, su intangibilidad y materialidad, la vida efímera de sus
mensajes y la posibilidad de condensarlos eternamente, su unicidad y multiplicidad, la anatomía
que la estructura y la performance que la moldea. La voz cuestiona los límites del cuerpo y
formula interesantes interrogantes en términos de cómo opera el poder en esta dimensión a la
que no se ha prestado tanta atención, al menos, en esta línea.
A partir de aspectos como la calidad de la voz y el uso que a esta le damos, se observa que en
la Antigüedad ambas líneas quedaron limitadas a la rúbrica general del género. La voz aguda va
ligada a la locuacidad que caracteriza a una persona que se desvía del ideal masculino de
autocontrol. Eran las mujeres, los catamitas, los eunucos y andróginos quienes entraban en esta
categoría. Sus sonidos eran concebidos como negativos, resultaban incómodos para los hombres.
Aristóteles llegó a asociar la voz más grave de los hombres al peso de los testículos. Durante el
periodo helenístico y romano, a los hombres se les recomendaban ejercicios vocales para curar
dolencias físicas y psicológicas, pues se daba por hecho que esto aliviaba la congestión en la
cabeza y también el daño que estos se hacían durante la práctica vocal diaria por emitir sonidos
agudos y gritos. Estas cuestiones trascienden la Antigüedad para verse reflejadas también en
nuestros días a partir de categorías similares. Como ejemplo de ello tenemos el entrenamiento
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de voz al que se sometió Margaret Thatcher para conseguir un sonido menos estridente y agudo
que pudiera beneficiarle en su carrera política (Carson, 1995).
La metafísica occidental contempla dos ideas en torno a la voz. Por un lado, la concibe como una
garantía de verdad en términos de presencia, identidad y agencia que implica tener una voz. Por
otro, el sonido y los aspectos materiales de la voz quedan separados y subordinados al mensaje.
La concepción moderna de la voz como idealización de la racionalidad viene acompañada de la
noción de una voz interna que queda relegada a la vida emocional. Este posicionamiento se
relaciona con la práctica psicoanalítica, que se centra en encontrar esa voz interior a través de la
terapia desde la palabra, haciendo uso de lo corpóreo, de la voz material, para acceder a la voz
interior (Weidman, 2014). En esta línea, Adriana Cavarero realiza una crítica a la filosofía
occidental por separar el logos (como discurso de la razón) de su voz, convirtiéndolo en una
contemplación abstracta e inaudible (Thomaidis, 2013).
Este artículo parte de una tesis en construcción, por lo que se plantea más como proyecto que
como producto con resultados. A continuación se exponen los avances en la revisión bibliográfica,
que constituyen el boceto de la estructura que vertebrará el mencionado proceso, así como la
propuesta metodológica para abordarlo.
Esta dualidad existente en torno a la voz se sustenta en una separación entre aquello que parece
considerarse más “humano” por estar aparentemente vinculado en exclusiva al interior, frente a
la materialidad que rodea a la propia voz en su vertiente externa. Sin embargo, el cuerpo puede
ser concebido “como ensamblaje o articulación precaria e inestable, como práctica reiterada e
internalizada, como ese espacio de continua producción de interioridad y exterioridad, nunca
ajena a múltiples alianzas, movilizaciones y relaciones con objetos diversos” (Romero Bachiller,
2006, p.153).
La voz se encuentra necesariamente asociada al cuerpo, es más, la propia voz es cuerpo. No se
trata de una extensión ajena a nuestros límites únicamente porque esta se cristalice y se haga
perceptible en nuestro entorno cuando emerge en formato sonoro. Siempre hay algo de cuerpo
en la voz, aunque la estemos escuchando aparentemente desencarnada. Prueba de ello es el
impacto que puede generar escuchar la voz grabada de una persona fallecida que conocemos,
pues en dicha articulación está presente su anatomía viva en un pasado. Si una persona corpórea
existente no es real hasta que no es imaginada socialmente, sucedería también que aquellas
personas que no tienen realidad corpórea, como los muertos, los personajes de ficción, las ideas
de dios o similares, podrían afectar más a nuestros pensamientos y conducta que otras personas
vivas. Por lo tanto, estas voces también están presentes y son partícipes de algún modo en la
esfera social (Cooley, 1902).
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Ningún cuerpo es singular, pues al no desprenderse de las prácticas que lo sostienen, la realidad
es múltiple (Mol, 2002). La voz, en tanto que también es cuerpo, tampoco. A pesar de la aparente
paradoja, se podría afirmar que la voz es única frente a los supuestos dualistas comentados
anteriormente y que, al mismo tiempo, la voz es múltiple al ser manipulada entre una práctica y
otra. Nuestra voz como tal continúa siendo la misma, pero está sujeta a continuas modulaciones
en cuanto a la performance asociada: el modo en que la proyectamos, la situación y agencia de
nuestra voz, nuestra posición en un proceso de comunicación, el estado de nuestra voz, etc.
Asimismo, las voces son materiales en el sentido de que estas producen acciones corporales a
través del entrenamiento de los cuerpos. El concepto de práctica vocal sirve de ayuda para abrir
este aspecto de la materialidad de la voz porque esto nos requiere considerar qué es lo que
hacemos con el cuerpo, pero también con el espacio y la tecnología, para producir la voz. Las
técnicas vocales incluyen el conocimiento corporal y requieren entrenamiento para producir un
sonido particular: la “coreografía interna” envuelta en la configuración del tracto vocal cada vez
que un cantante canta o una persona habla (Eidsheim, 2009, Poynton, 1999;; citado en Weidman,
2014).
Por lo tanto, se observa que en cualquier proceso vocal el cuerpo está implicado en su totalidad.
Cuando escuchamos una voz humana, la mencionada “coreografía interna” es el origen del
resultado que nos llega, si bien el hecho de que esta pueda estar mediada por la tecnología tiene
una implicación en cuanto al modo de conceptualizar la voz y el poder de la misma. La relación
entre la voz, el cuerpo, y los objetos que la articulan y tienen una repercusión en la misma es
evidente. Las tecnologías de la voz superan el carácter perecedero de la misma y permiten su
reproducción, amplificación y difusión en serie de un modo aparentemente desencarnado. Esto
nos devuelve la necesidad de “prestar atención a lo no humano en la medida en que nos reenvía
a lo humano” (Domínguez Rubio, 2008, p.64).
La mediación tecnológica permite que escuchemos nuestra voz, de modo que nos devuelve una
proyección externa que difiere de la que estamos habituadxs a escuchar desde nuestro propio
cuerpo al producirla. Este fenómeno y sus consecuencias en el oyente, que es consciente en ese
momento de cómo lxs demás perciben el sonido de su voz, entronca con la aportación de Freud
“a partir de un estudio semántico del adjetivo alemán heimlich y de su antónimo unheimlich, que
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hay un sentido negativo cercano al antónimo que se vincula ya al término positivo de heimlich,
“familiar”, que significaría también “secreto”, “oculto”, “tenebroso”, “disimulado”. Así, en la
palabra heimlich misma, lo familiar y lo íntimo se convierten en su contrario, alcanzando el sentido
opuesto de ‘inquietante extrañeza’ que contiene unheimlich” (Kristeva, 1988, p.359). Por lo tanto,
“cuando escuchamos nuestra propia voz registrada y reproducida, la sensación de extrañeza que
nos invade a pesar de la familiaridad de que se trata de nuestra propia voz responde a esta
inquietante extrañeza. Parece tratarse de otra voz, una voz alterada, desprendida de nostrxs
mismxs” (Poizat, 2008, p.89).
Los cambios en la voz tienen una justificación a nivel fisiológico. No obstante, se realiza una
diferenciación en este sentido que puede resultar clave para entender el proceso de construcción
de la voz a nivel social. Por un lado, se encuentran las características anatómicas asociadas a la
calidad de la voz, es decir, aquellos parámetros donde cada persona se encuentra cómoda según
su anatomía. Por otro, los ajustes de calidad de la voz, que hacen referencia a dónde colocamos
la voz según ese rango en el que esta puede moverse por sus rasgos anatómicos. Las personas
posicionan sus voces en base a aspectos performativos (Ehrick, 2015).
Esta diferenciación en el modo de construir nuestras voces plantea una serie de interrogantes en
cuanto al proceso de colocar la voz dentro de nuestras posibilidades. ¿Cómo se construyen las
voces? ¿A qué mecanismos de identificación responde la manera en que se construyen? ¿Qué
dinámicas de poder envuelven estos mecanismos de identificación? ¿Cómo media la tecnología
en este proceso? ¿Cuál es la repercusión que tiene escuchar la propia voz grabada? ¿Qué voces
son aptas y cuáles no en el espacio público? ¿Qué anclaje supone la voz en cuanto a la
subjetividad?
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Suponen una interiorización de la estructura social, al igual que configuran las estructuras a partir
de las que el sujeto produce pensamientos, percepciones y acciones. "Es aquello por lo que la
institución encuentra su plena realización: la virtud de la incorporación, que explota la capacidad
del cuerpo de tomarse en serio la magia performativa de lo social” (Bourdieu, 1980, p.96).
De hecho, el sentido práctico que conforma los dispositivos internalizados del habitus se encarna
y vive a través de la denominada hexis corporal, que funciona como una “mitología política
realizada, incorporada, convertida en disposición permanente, de manera duradera de
mantenerse, de hablar, de caminar, y, por ello, de sentir y de pensar. (…) Se realiza en la manera
de mantenerse, de llevar el cuerpo, de comportarse (…)” (Bourdieu, 1980, p.119).
Para Bourdieu, esta magia performativa se asienta en la sociedad y no reside en las palabras,
que solo constituirían elementos de mediación para movilizar rituales socialmente reconocidos y
autorizados. Se mantienen con ello dos esferas separadas, la del ámbito lingüístico y el ámbito
de lo social. Butler cuestiona esta separación para afirmar que los actos de habla no solo
representan prácticas sociales, sino que son prácticas sociales en sí mismas (Romero Bachiller,
2005). Las palabras constituyen la realidad a partir de la reiteración de la norma, de modo que a
través de ello la propia palabra repercute en su instrumento de difusión, la voz, que como cuerpo
se construye también desde esta realidad performativa. La voz se contempla como una práctica
social donde las esferas del ámbito lingüístico y el ámbito de lo social se conciben como
necesariamente una, que al mismo tiempo contribuyen a conformar la realidad performativa e
incorporan esas prácticas performativas a su propia coreografía.
La performatividad de la voz opera en cuanto al género, de modo que las voces son interpretadas
dentro de las categorías de hombre y mujer, con la consecuente desviación que implica que estas
no concuerden con el género con el que la persona es leída. ¿Cuál es el límite en el que un tono
de voz cruza la barrera de una clasificación a la otra? ¿Qué modelos sostienen y producen
performativamente dicha división y desde dónde se ven reforzados? ¿En qué ámbitos se penaliza
más la voz que no responde a las expectativas de género? ¿Cómo se han construido las voces en
relación al género y otras categorías sociales a nivel histórico y cultural?
Hay que añadir que las voces con género y racializadas han jugado un papel muy importante en
la producción de la cultura occidental como un vehículo para presentar la práctica vocal
inarticulada. En las formas artísticas que abarcan desde la literatura a la ópera, incluyendo las
películas clásicas de Hollywood, las mujeres o las voces negras son escenificadas repetidamente
como voces excesivas pero sin poder, que están representadas y controladas por la autoridad
masculina o de las voces blancas (Weidman, 2014).
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Cuando las categorías sociales, como el género y la raza, tienen asociado un timbre vocal
determinado que se identifica como inherente a los individuos, estas funcionan como prácticas
que controlan el acceso a posiciones sociales y beneficios sociales relacionados. El timbre vocal
es el sonido del acto de voz habitual que ha formado el cuerpo físico, no es algo esencial e
inherente al cuerpo. Tanto este como la voz están conformados por el entrenamiento de prácticas
inconscientes y conscientes que funcionan como repositorios de actitudes culturales hacia el
género, la clase, la raza y la sexualidad (Eidsheim, 2009). En el análisis de la performatividad de
la voz habría que añadir también categorías como el capacitismo o el edadismo, de modo que
ciertos discursos cuentan con menor reconocimiento precisamente por el tipo de voz que los
articula y sus características. Otra cuestión interesante a tratar son las voces sordas, pues las
personas que integran este colectivo son calificadas en muchas ocasiones de sordomudas,
aunque sí tienen voz. Por último, entrarían también elementos como la diversidad de acentos que
puede existir, incluso aunque constituyan el único anclaje con el origen, y cómo se asimila un
supuesto acento “neutro” y a qué mecanismos responde.
Dado que “ciertos cuerpos son reconocidos como marcados” (Romero Bachiller, 2006, p.181),
encontramos cómo esto se traslada también a la voz y a sus lecturas, lo cual contribuye a reforzar
el carácter material de la misma y la necesidad de un análisis que contribuya a desentrañar cómo
operan estas voces “marcadas” y “no-marcadas” (“naturales”) en el escenario social.
2. Hipótesis iniciales
Las hipótesis iniciales de la investigación que se plantea en este artículo son las siguientes:
H1: La interpretación occidental de la voz responde a una construcción social esencialista
que tiene su origen la Antigüedad y se prolonga hasta la actualidad.
H3: La asociación entre un timbre vocal y una serie de categorías sociales asociadas,
como el género, la raza, la clase y la orientación sexo-afectiva funcionan como prácticas
de control de acceso a determinadas posiciones y beneficios sociales.
H4: La voz es material en tanto que produce acciones corporales, una “coreografía
interna”, que se pone en práctica a través del entrenamiento de los cuerpos para producir
determinados sonidos.
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H5: La mediación tecnológica de la voz, que posibilita su reproducción, amplificación y
difusión, da lugar a nuevas formas de subjetividad según la estética de la voz con la que
operan.
3. Metodología
Encontramos entonces que el lenguaje constituye un elemento de poder, performa la realidad en
que nos movemos. “La performatividad no es un acto único, sino una repetición y un ritual que
consigue su efecto a través de su naturalización en el contexto de un cuerpo, entendido, hasta
cierto punto, como una duración temporal sostenida culturalmente (Butler, 1990, p.17). Si
trasladamos la práctica discursiva a su articulación desde el cuerpo, encontramos que hay puntos,
como el género, en que ambos elementos se dan la mano, si bien el concebirlo desde nuestros
discursos aprendidos como un rasgo “interno” de nosotrxs mismxs nos lleva a anticipar y producir
determinados actos corporales (Butler, 1990). Dentro de esos actos corporales, la voz es un
elemento de análisis sobre el que reflexionar en torno al modo en que se construyen estas
prácticas, desde una perspectiva crítica con que los timbres de voz son exclusivamente inherentes
al cuerpo y a partir de una distinción entre la calidad de la voz y el uso que a esta le damos
(Eidsheim, 2009).
Una vez definido el marco de partida, añadir que la metodología utilizada será cualitativa, cuyo
principal objetivo consistirá en reconstruir las subjetividades a partir de las distintas voces y sus
performances. Frente a la alternativa cuantitativa, esta opción se presenta más acertada para
recoger la subjetividad de cada experiencia en torno al proceso de socialización con la voz como
anclaje, de modo que trasciende un enfoque puramente fisiológico que se ciña exclusivamente a
la parte anatómica que comprende el proceso de la voz. Para construir y desentrañar esta realidad
social, esta investigación se plantea desde la experiencia encarnada de la autora de no contar
con una voz que responda a la feminidad esperada en un cuerpo leído como mujer. Se sitúa, por
lo tanto, a la par de la de los actantes, de manera que “no buscamos parcialidad porque sí, sino
por las conexiones y aperturas inesperadas que los conocimientos situados hacen posibles, la
única manera de encontrar una visión más amplia es estar en algún sitio en particular” (Haraway,
1991). Allí donde relato y vida se reconcilian, con historias que se narran y también se viven
imaginariamente (Ricouer, 2006), nuestro proyecto no pretende sacar conclusiones certeras
sobre las voces en sí, sino sobre cómo percibimos, narramos y ponemos en práctica las
coreografías asociadas a las mismas y qué repercusión tienen en la esfera social.
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La primera herramienta metodológica que se empleará serán los itinerarios de voces, adaptación
de los itinerarios corporales (Esteban, 2008) al objetivo de esta investigación. Entendiendo la voz
como una parte del cuerpo, se ha decidido denominarlos de este modo porque estos estarán
limitados a que cada persona realice un recorrido por su voz y sus matices en diálogo con las
interpretaciones que le devuelve la esfera de lo social, así como las aportaciones y análisis que a
su vez dicha persona realiza en torno a las otras voces y sus lecturas.
“El cuerpo no es un objeto de estudio más ni un mero signo, símbolo, significado, o espejo y
mediador de la cultura, sino el objeto central de la investigación: un cuerpo huérfano
epistemológicamente, prisionero de un dispositivo de dominación (citando a Foucault) pero al
mismo tiempo libre del mismo, un cuerpo agente, sujeto” (Esteban, 2008, p.137).
Esta herramienta permitirá realizar un acercamiento a distintas experiencias encarnadas en torno
a la voz que posibilitarán realizar el análisis en torno a cuestiones de género, raza, clase,
orientación sexo-afectiva, diversidad funcional, acento y edad.
3.2. Etnografía
La etnografía es el procedimiento por el cual entendemos “un conjunto de métodos que implican
un contacto social sostenido y directo con los agentes y de ricas formas de registrar por escrito,
referir, recabar o representar al menos parcialmente en sus propios términos la irreductibilidad
de la experiencia humana” (Willis y Trondman, 2002, p.394). La etnografía se presenta como un
mecanismo muy útil para poder analizar los discursos de la población estudiada, ya que estos se
producen desde la naturalidad de un contexto familiar, donde la única labor será mantener una
actitud de observadorxs, dejar a lxs actores/actrices representar y plasmar sus vivencias para
extraer las conclusiones. Al tratarse de un contexto compartido entre iguales, lxs actores/actrices
sociales no tienen la sensación de ser el foco de atención, no se genera una expectativa en torno
a los discursos que articulan.
En esta investigación la herramienta etnográfica contemplará distintos espacios, entre los que se
podrían citar diversos coros de voces, entornos laborales que se basen en el uso de la voz
(teleoperadores, dobladores, etc.), asistencia a contextos en los que se trabaje la voz para
analizar las pautas y procedimiento (medios de comunicación, cursos de modulación, etc.), así
como ámbitos sanitarios donde se trate la voz y su rehabilitación.
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cultural (etno)” (Ellis, 2004;; Holman Jones, 2005, citado en Ellis, Adams, Bochner, 2015, p.250).
La experiencia encarnada de la que se parte en esta investigación, desde una vivencia personal
atravesada desde la infancia por una voz no reconocida dentro de los cánones de la feminidad,
posibilita esta tercera línea de análisis a partir del registro de la propia subjetividad en torno a la
voz, ya que “la autoetnografía es uno de los enfoques que reconoce y da lugar a la subjetividad,
la emocionalidad y la influencia del investigador en su trabajo, en lugar de ocultar estas cuestiones
o pretender que no existen (Ellis et al. 2015, p. 252).
3.4. Talleres
Otra de las herramientas que se utilizarán serán los talleres, como representación de los
elementos de conexión entre el discurso de los participantes y el de la propia experiencia personal
(Cruces, 2012).
El planteamiento de los talleres sería a partir de personas con elementos en común en sus
performances de voz, de modo que pueda construirse un discurso colectivo a partir de las
vivencias. Podría añadirse a los mismos una parte experimental en la cual lxs participantes
interpretarían distintas voces grabadas o las asociarían a distintas emociones, de modo que
pudiese enriquecerse la cartografía de voces.
Un estudio de la terminología asociada a los especialistas médicos de la voz, de modo que se
pudiese comprender cuáles son los diagnósticos que se realizan desde el saber biomédico en
torno a la voz.
Por un último, un análisis del lenguaje en cuanto al uso metafórico que la voz tiene en distintas
expresiones de uso común: un hilo de voz, a voz en grito, a voz en cuello, llevar la voz cantante,
la voz de la conciencia, voz de ultratumba, voz del pueblo, voces blancas, etc.
4. Resultados
Este artículo plantea el proyecto de investigación de una tesis en proceso de elaboración, por lo
que todavía no cuenta con los resultados definitivos, los cuales se obtendrán a partir aplicación
de la metodología de abordaje comentada en el apartado anterior.
No obstante, a partir del marco teórico planteado a modo de revisión bibliográfica se puede
afirmar que la concepción metafísica occidental en torno a la voz entra en un dualismo que da
prioridad a la voz entendida como discurso de la razón (logos), frente a su lectura desde la
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materialidad de la voz concebida como cuerpo. Asimismo, el timbre de voz cuenta con un
esencialismo asociado al propio cuerpo que tiene su origen en la Antigüedad, según el cual se
presuponen voces asociadas a determinados cuerpos sin contemplar la dimensión performativa
que la voz tiene asociada y la variabilidad que una misma voz puede contemplar en según qué
contexto y situación. Por último, se observa cómo el desarrollo tecnológico apunta a la mediación
tecnológica de la voz como un interesante campo de estudio en el que ampliar el análisis en torno
a la performatividad de la voz y la autopercepción de la misma.
5. Conclusiones
Este artículo pretende abordar el estudio de la voz desde una perspectiva que trasciende el plano
fisiológico para analizar cuál es su construcción social. En estas líneas se ha esbozado el marco
teórico que servirá como punto de partida, así como las hipótesis iniciales y la metodología de
abordaje para completar el estudio.
Se observa la necesidad de aproximarse al estudio de la voz desde una perspectiva que contemple
y ponga de manifiesto la materialidad de la misma, de modo que no sea un enfoque únicamente
centrado en entender la voz como una cuestión interior y necesariamente atravesada por la razón,
sino también la coreografía corporal que se pone en funcionamiento para producirla, desde un
planteamiento que conciba la voz como cuerpo y no como un elemento ajeno al mismo. Este
análisis de la voz pretende señalar el esencialismo que gira en torno a ella en múltiples ocasiones,
cuando se habla, por ejemplo, de “voces negras” o clasificaciones en torno a las voces en torno
a rígidos marcos de género, cuya consecuencia puede ser que caigan dentro de la sospecha si
no se adecúan a dichos moldes.
Este escenario se ve amplificado cada vez más debido al desarrollo tecnológico que ha posibilitado
la mediación tecnológica de la voz, permitiendo que esta se grabe, se amplifique o se difunda.
Esto posibilita un escenario de análisis en torno a cómo percibimos nuestra propia voz al
escucharla. Si bien sí escuchamos nuestra voz, la grabación de la misma nos devuelve la
percepción de cómo lxs demás la escuchan, pues nosotrxs mismxs siempre la escuchamos desde
nuestra corporeidad. Por ello, escucharla como elemento externo implica una sensación de
extrañamiento e incluso de juicio externo al entrar a valorarla según las categorías y percepciones
sociales. El ámbito tecnológico se perfila como un contexto donde se precisa continuar el análisis,
ya que el desarrollo en la fabricación de robots y, en consecuencia, la creación de las voces que
se les adjudican, constituye una realidad. Se trata de hechos en apariencia inocentes que
esconden en múltiples ocasiones la reproducción de la sexualización de lo femenino o
determinados roles de género.
Las categorizaciones en torno a la voz tienen una repercusión en la jerarquía social y posibilitan
o impiden el acceso a determinados espacios o beneficios. Prueba de ello puede ser analizar el
panorama laboral y observar cómo existen varios ámbitos en los que la voz tiene esta carga:
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teleoperadoras en determinados campos a las que se les exige un determinado timbre de voz
femenino, periodistas que tienen que limar su acento hasta lograr uno “neutro”, músicxs a los
que se les presupone mayores habilidades en ciertos estilos por una cuestión racial, etc.
Esta investigación parte de la propia experiencia encarnada para analizar estas cuestiones y poner
de relieve la performatividad de la voz y sus repercusiones en el escenario social.
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