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Jenna Jacob

The Doms of Genesis 6.5

SIN CITY
SUBMISSION

(A Doms of Genesis Novella)


STAFF
*
Traducción

Corrección Edición y Diseño


ARGUMENTO
*
Para Quinn MacKinnon, jugar con el cuerpo de Ava
Gibbs es fácil. Jugar con la mente de su hermosa sumisa
necesitará mucha más paciencia y creatividad. Apostando
por un futuro, él planea poner a prueba sus límites,
deleitándose con la oportunidad de presionarla más fuerte
que nunca.
Con un reto sexy tras otro, Quinn empuja a Ava a un
viaje sensual y extraordinario. En una batalla de
voluntades, libra una guerra por su corazón.
¿Podrá persuadir a esta mujer de voluntad fuerte para
lograr su rendición y convertirla en la sumisa de sus
sueños?

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PORTADA ORIGINAL
*

2
CAPITULO 1
*
Ava Gibbs se bajó del silencioso taxi solo para
encontrarse con una ola de conmoción. El tiempo era
dinero, un hecho que asimiló al ver la ráfaga de valets1 y
conductores de taxi, transportando equipaje como si fueran
baldes de agua dirigidos a apagar un incendio. Ava lo sabía
todo de los incendios. No había podido extinguir la llama
que rugía en ella desde hacía más de una semana. Un
hambre ardiente que su jefe, Quinn MacKinnon, director
ejecutivo y presidente de Producciones Fusión (líder de la
industria de promoción de conciertos) había encendido
cuando la invitó, o más bien le ordenó que lo acompañara
para divertirse una noche en Las Vegas.
Ava no era ni ingenua ni estúpida. Salir con tu jefe era,
a falta de un término mejor, un cliché y a veces estaba
destinado a terminar en desastre. Pero Quinn era más que
su jefe y amante… era su Amo. Un hecho que ellos
mantenían en completo secreto. Incluso los otros miembros
del Génesis (el calabozo privado de BDSM donde se
encontraban) no sabían que vivían juntos y mucho menos
que cumplían sus pervertidos deseos a puerta cerrada.

1 Valet o mozo es el personal que se ocupa de atender a los viajeros y sus


equipajes en los hoteles, también se les llama “Botones” (siempre en plural).

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A veces ella extrañaba a sus amigas del club, pero era
un pequeño precio por pagar. La alegría pura que
encontraba con Quinn no tenía comparación. Incluso
después de estar juntos por tres años, con solo verlo, le
cosquilleaba todo por dentro, y estaba más que preparada
para volverlo a mirar, sin mencionar que querría hacer que
la follara bestialmente.
El taxista se aclaró la garganta, sacando a Ava de sus
pensamientos. Le dio al conductor su propina, y sacó su
maleta del vehículo para dirigirse al hotel. Al entrar al lobby
del Nyte (el resort más nuevo y exclusivo de Las Vegas) una
sonrisa conocedora curvó las esquinas de su boca.
Aunque esperaba un hotel elegante y extravagante,
verse rodeada de una esfera de cristal en cascada y oro
brillante le quitó el aliento. Quinn no escatimaba cuando se
trataba de indulgencia; el sexy escocés de metro noventa y
cuatro de estatura, con su espeso cabello rubio medio y
unos ojos intoxicantemente verdes, disfrutaba mimándola.
Ava no se quejaba para nada.
Deslizándose más adentro en el vestíbulo, sintió su
emoción surgir mucho más. En cuestión de minutos, estaría
envuelta en los fuertes brazos de Quinn otra vez. Una parte
de ella se sentía como una ridícula colegiala. Él solo había
estado lejos de su propiedad al norte de Chicago durante
cinco días. Quinn había venido a Las Vegas para supervisar
el inicio de la gira de Splatter… un grupo de jóvenes
músicos talentosos que regularmente ponía al mundo del

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rock de rodillas. Pero solo unas pocas horas después de que
él se hubiera ido, Ava sintió que su concentración se había
ido. Su modo sumiso de concentrarse en su Amo por
instinto se gestó dentro de ella.
Abriéndose paso entre la gente por el vestíbulo, siguió
las instrucciones de Quinn y se acercó al mostrador
marcado con VIP. Un hombre de cabello rubio oscuro con
labios pueriles y ojos grises como peltre le dio la bienvenida.
Dando una ojeada a su piocha, le brindó una sonrisa a
Wesley Tate, el supervisor.
“¿Cómo puedo ayudarla hoy, bella dama?” Preguntó
Wesley.
Su tono parecía lleno de orgullo gay.
“Me voy a reunir con uno de sus huéspedes… Quinn
MacKinnon. Me pidió que le buscara primero para darle la
impresión de mi pulgar.”
[¿Me pidió? Mi culo. Más bien me lo ordenó.]2 pensó
con un resoplido interno.
Wesley se enderezó, inclinó la cabeza y la analizó con la
mirada.
“No me diga. Déjeme adivinar.” dijo él golpeteándose los
labios fruncidos con el dedo.
“¿Adivinar qué?” preguntó, sintiéndose totalmente
confundida.
“Qué artista es, por supuesto.”

2 Pensamiento, no expresado en voz alta. Se destacan en negrita y cursiva


durante todo el relato.

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“Oh, no. Yo…”
Por el amor de Dios, no le digas que trabajas para
Quinn. Pensará que eres una vil caza fortunas.
“Oh, no soy cantante. Solo una buena amiga del Sr.
MacKinnon.”
“Claro que lo eres, cariño. ¿Por qué más pasarías la
noche con él en nuestra mejor suite? Qué suerte tienes,
chica.” susurró Wesley con un guiño conspiratorio antes de
que una sonrisa conocedora le curvara los labios.
Rápidamente guió su pulgar hacia el centro del escáner
antes de señalarle el vestíbulo con la cabeza.
“El elevador está a tu derecha. Carlos llevará tu
equipaje.”
“Está bien. Solo tengo una…”
“Ah, ah. No. No. No. No acepto un no como respuesta.”
La interrumpió Wesley con un meneo de su dedo. “Ninguna
invitada del Sr. MacKinnon lleva su propio equipaje. Me
enorgullezco de asegurarme que los huéspedes especiales y
sus invitados reciban un servicio de cinco estrellas y si
necesitas algo, llama a recepción y pide hablar conmigo
directamente.”
“Gracias, Wesley. Me aseguraré de ello.”
El entusiasmo del supervisor era adorable. Ava le sonrió
rápidamente antes de dar la vuelta y seguir al joven botones
latino al elevador.
Carlos se puso en servicio con su uniforme entallado
mientras subían en silencio. Se fijó en sus manos,

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firmemente apretadas detrás de su espalda y ocultas bajo
un par de impecables guantes blancos. Lo encontró irónico.
Tanto el trabajo de ella como el de Carlos era servir.
Aunque estaban en lados opuestos del espectro y
algunos podrían asumir sus roles como domésticos y
degradantes, Ava encontraba consuelo y satisfacción
mimando a Quinn y arrodillándose a sus pies.
Servir a su Amo la completaba, y ser adorada y amada
por él era la guinda de la tarta en su vida feliz. Le importaba
un comino aquellos que no asimilaban el concepto del
intercambio de poder.
A medida que el elevador subía piso a piso, un revoloteo
de ansiedad bullía en el vientre de Ava, abriendo agujeros
en su autoconfianza. Durante su última conversación con
Quinn, él le había dejado muy claro que pretendía empujar
sus límites como sumisa en este viaje a Las Vegas.
Respirando profundamente, miró de nuevo a Carlos
rezando porque cuando se enfrentara a las tareas de Quinn,
pudiera hacer acopio de la misma determinación que
demostraba el botones.
Cuando el elevador se detuvo las mariposas se elevaron
y cayeron en picado mientras el metal pulido de las puertas
se abría. Colocando su pulgar en el panel, Ava cuadró los
hombros, buscó a su sumisa pacifica dentro de sí y entró a
la suite.
Sus ojos se abrieron de par en par mientras observaba
el esplendor a su alrededor. Su lujoso entorno parecía más

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un apartamento extravagante que una habitación de hotel.
El decorado de suaves tonos crema y ricos tonos tierra hizo
poco por calmar la energía nerviosa que punzaba dentro de
ella.
A medida que atravesaba la entrada de mármol veteado,
los prismas del candelabro de cristal sobre su cabeza
bailaron a sus pies. ¿Era todo este entorno
pecaminosamente esplendido un mensaje en sí? ¿Quinn
esperaba una muestra igualmente asombrosa de su
sumisión? La ansiedad de Ava se empezó a salir de control.
Necesitaba verlo… tocarlo, sentir su formidable dominación,
calmante y tranquilizadora de modo tangible.
Pasando por la sala y los muebles de diseñador, Ava
respiró temblorosamente.
“¿Quinn?” llamó, estremeciéndose ante el sonido de la
desesperación en su voz.
Pero él no respondió.
Semiconsciente de que Carlos la seguía, Ava se detuvo y
se dio la vuelta. Tras darle su propina y agradecerle, tomó la
manija de su maleta mientras lo veía salir de la suite.
“¿Quinn? ¿Estás aquí?” llamó una vez más, pero de
nuevo, no hubo respuesta.
Un rastro de su colonia de almizcle y ámbar le cosquilleó
en la nariz, y Ava siguió el olor hasta un par de puertas
labradas. Al abrirlas, descubrió otra habitación
exquisitamente decorada. Una enorme cama con dosel llamó
su atención junto con una rosa, un antifaz y una nota

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encima del colchón. Mirando el papel, reconoció de
inmediato los trazos familiares de la letra de Quinn.
Mirando rápidamente los gruesos balaustres de roble
hundirse en la alfombra, una pequeña ola de decepción
revoloteó a través de ella. Esperaba encontrar alguna clase
de ataduras pegadas a los postes de la cama.
A Ava le encantaba cuando Quinn la ataba. Estar a su
merced, atada bajo su suave soga de seda, siempre era un
premio. Él era un Amo del Shibari… las ataduras de soga
japonesa. Cada vez que él presionaba las mechas de nudos
entre sus pliegues, Ava se elevaba directo hacia el
subespacio. Y Quinn siempre la enviaba más alto al jalar la
soga que se metía entre sus nalgas….provocándola y
jugando con su cercano orgasmo.
Por supuesto, su voz ronca y suave como el whisky
flotando sobre su piel, prohibiéndole correrse, solo elevaba
mucho más su depravación sexual. Un estremecimiento de
necesidad y hambre onduló hacia arriba y abajo en su
columna.
Conteniendo un gemido, Ava se sentó en el borde del
colchón y acercó la rosa hacia su nariz. Inhalando su dulce
fragancia, tomó la nota y comenzó a leer.

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Mi dulce princesa:
Quítate la ropa, acuéstate en la cama, y llévate hasta el borde del
orgasmo. Sé que querrás correrte, pero no tienes permiso… ese premio solo
me pertenece a mí.
Cuando termines, ve al baño y prepárate.
Cuando estés en la bañera vuelve a llevarte al borde, pensando en mí
lamiendo y chupando tu dulce y húmedo coño.
No te corras.
Regresa a la cama lista para servirme…desnuda, con los ojos vendados
y boca arriba con las piernas bien abiertas. Juega con tu lindo e hinchado
clítoris una última vez, pero recuerda…no tienes permiso de correrte.
Espero encontrarte retorciéndote, rogando y casi perdiendo la cabeza de
necesidad, pero me esperarás, princesa. Espera en ese dichoso estado
suspendido hasta que escuches mi voz.
Tengo preparados increíbles placeres para ti.
Ve. Prepárate para mí, mi suculenta zorra. Pronto estaré allí.
Con todo mi amor,
Q.

Las manos de Ava temblaban de anticipación mientras


colocaba la nota en la mesita de noche. Trazando los dedos
sobre el suave antifaz de satín, no pudo esperar a comenzar.
Saltando de la cama, rápidamente desempacó su maleta. No
tenía idea de cuándo volvería Quinn, pero no iba a perder el

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tiempo y decepcionarlo. Ganarse sus premios era más
divertido que encontrarse con sus castigos.
Después de quitarse la ropa, se colocó en medio de la
cama. Mientras pasaba sus manos sobre su piel cálida y
anhelante, se le puso la piel de gallina. Colocando sus
manos sobre sus pechos, Ava jugó con sus pezones. Jaló y
pellizcó la piel apretada con sus dedos mientras un suspiro
de dicha se le salía de los labios. Mientras jalaba sus orbes
pesados, cintas de placer se arrastraron por su espalda, y se
acumularon bajo su clítoris en una llamada urgente.
“Piedad, Quinn.” gruñó. “Estás pidiendo lo imposible.
¿Cómo se supone que debo evitar terminar?”
Ava sabía que necesitaría cada gota de su auto control
para evitar lanzarse al dulce abismo. Quinn también lo
sabía, por eso sus recordatorios de no correrse.
Bajando los dedos al destino asignado, el calor húmedo
de su coño subió por su mano. Y cuando su frio índice
encontró sus pliegues ardientes, los músculos del estómago
de Ava se apretaron y ondularon mientras jadeaba.
Frotando pequeños círculos sobre su clítoris, cerró los ojos.
Imaginándose a Quinn, visualizó sus dedos, lengua y labios
atormentando su piel palpitante. Frotando fervientemente
su nudo sensible, Ava hundió dos dedos en su apretado
centro. Se arqueó, gimió y se quejó mientras se retorcía en
una lujuriosa danza bajo sus propios dedos en movimiento.

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Llegando rápido fuerte al pico, se cernió sobre el
precipicio. Posando como una bailarina en puntas, Ava
ansió hacer una pirueta hacia la incitante dicha.
Afortunadamente, la idea de desafiar a Quinn lanzó una
ola de pánico sobre ella. Con un gruñido de frustración, dejó
caer las manos y apretó el suave algodón del edredón con
los puños. Gotas de sudor le adornaron las cejas. Su pecho
se elevaba mientras luchaba por recobrar el aliento y rodar
lejos del borde del desastre.
A Ava no le fue mejor en la bañera. A medida que su
necesidad de correrse crecía, igualmente crecía su
irritación. Negarse a la agitada exigencia que la
bombardeaba era más fácil con Quinn a su lado. No tenía
problemas al contenerse mientras miraba esos sexis ojos
verdes, la arruga entre sus cejas fuertes, y su tono ronco
advirtiéndole que no se corriera. Pero sola en la bañera sin
su presencia dominante, Ava luchaba por contener su
liberación mientras un hueco vacío y sombrío la cubría.
Necesitaba que Quinn estuviera allí para guiarla a raves
de esta batalla sobrecogedora de auto control. Pero estaba
sola, lo cual hacía que una pizca de resentimiento se
arrastrara en su interior. ¿Por qué encontraba esta tarea
tan malditamente desalentadora? Entonces, como un rayo
de luz, le llegó. La dominación confabuladora de Quinn y su
libido demasiado entusiasta tenían la culpa.

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“Ese pequeño bribón.” se quejó en voz alta. “No me ha
dejado correrme en más de tres semanas. Quinn, perverso y
ladino.
Y… ¿por qué apenas hasta ahora Ava se daba cuenta de
que había pasado tanto tiempo sin un orgasmo?
“Porque Quinn es un Amo malditamente bueno, por
eso.” se rió.
Él también la había mantenido contenta en su forma
sumisa al otorgarle calurosos elogios mientras ella saciaba
sus deseos. Para ese momento, no sentía necesidad de tener
su propio placer cuando satisfacía el de Quinn.
Con una consciencia recién encontrada, vació la bañera
y salió de ella. Tomando una toalla gruesa y acolchada, Ava
pasó la lujosa tela sobre su piel, estremeciéndose al sentir
sus nervios hipersensibles irritarse. Palmeando la humedad
en su monte, temía que pudiera terminar detonando como
un cohete de Cabo Cañaveral si el material tocase su
clítoris. Cuando terminó de secarse, Ava volvió a la
habitación.
Haciendo acopio de coraje, retiró el cubrecama y se
desplomó sobre el colchón. Colocándose el antifaz antes de
acomodarse en las sabanas frías, dejó que sus piernas
esbeltas colgaran de un lado de la cama. Lo último que
quería hacer era volverse a tocar. No estaba convencida de
tener suficiente auto disciplina para evitar caer en el borde
esta vez.
Su mano cayó sobre su monte.

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[Él es tu Amo y tú eres su esclava. Puedes hacerlo.
Además, él prefiere saber que lo intentaste y fallaste en
vez de saber que te rendiste.] Le rogó la voz en su cabeza.
Decidida a no fallarle a él ni a ella misma, Ava abrió las
piernas antes de meter un tembloroso dedo en su hoyo.
Abriendo la piel fruncida, comenzó lentamente a trazar
círculos en su coño apretado y palpitante. Con el cerebro ya
saturado con endorfinas y dopamina, Ava no se deslizó
lánguidamente hacia el firmamento… se catapultó como
una estrella fugaz.
En cuestión de segundos, estaba jadeando y
retorciéndose y luchando por oír el clic de la puerta… más
que desesperada porque Quinn llegara y la salvara… le
diera permiso de saciar la demanda que se aferraba a su
interior. Aferrándose solo a su voluntad, los sonidos que Ava
pudo oír fueron sus propios jadeos y sus gemidos patéticos.
“Oh, Dios…Oh, Dios.” cantaba sin aliento, lanzando la
cabeza de un lado a otro. “Por favor, Quinn. ¿Dónde diablos
estás? Yo… no puedo contenerme.”
Sin aviso, una suave briza sopló sobre sus jugos
calientes y resbaladizos que salían de su centro. Era casi
como si alguien hubiera desplazado el aire a su alrededor.
[Quinn. Gracias al cielo.]
Aun tocando su clítoris, Ava se las arregló para dejar de
moverse. Contuvo el aliento, esperando a que le diera
permiso. Pero cuando no hubo respuesta, se preguntó si su
mente le estaba jugando una mala pasada. No, incluso con

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la recalcitrante demanda que crecía dentro de ella, la
intuición le dijo a Ava que no estaba sola. El aire se sentía
pesado, como si pesara con un aura humana. Pero si fuera
Quinn, él la hubiera tocado o hubiera dicho algo para hacer
notar su presencia.
El miedo gélido, la golpeó. El aire se detuvo en sus
pulmones, y luchó con el instinto de quitarse el antifaz. No,
no podía permitir que su voluntad minara su sumisión.
“¿Amo?” preguntó con un susurro cubierto de miedo.
Su pregunta no tuvo respuesta. El corazón de Ava
martilleó contra sus costillas. Tomó aire profundamente,
buscando la pista de la costosa colonia de Quinn, pero solo
la esencia de su pesada excitación prevalecía acida y fuerte
en el aire. Convencida de que estaba siendo observada, su
mente nadó con imágenes desconcertantes.
¿Será que algún maniático homicida violó la seguridad?
¿Algún desviado estaba mirándola expuesta y dándose
placer? ¿O Carlos había regresado por alguna razón
desconocida, demasiado avergonzado de decir algo? ¿Habría
ordenado Quinn servicio a la habitación antes de que él
llegara?
La idea de que un extraño la observara dando ese show
provocativo la aterraba, pero la imagen de un hombre
acariciándose la polla mientras la veía masturbarse hizo que
más líquido resbaladizo le mojara la mano. Ava tragó
apretadamente. Dios, ¿qué le pasaba? Una ola de disgusto
se elevó dentro de ella, e inconscientemente buscó el antifaz.

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Cuando sus dedos tocaron el satín, se libró una guerra
entre la mujer y la sumisa.
“¿Amo?” preguntó una vez más, con el terror en la voz.
Silencio.
La necesidad ardorosa en su interior fue reemplazada
ahora por un miedo frío y absoluto. Pero Ava no estaba
dispuesta a fallarle a Quinn o sucumbir al terror que la
atenazaba por dentro.
Con una respiración entrecortada, elevó la barbilla.
“¿Quién está ahí?” exigió desafiante. “Conteste. Si eres
tú, Quinn… di algo. Lo que sea… por favor.”
Su fachada de valentía se desmoronó y su voz se
quebró.
A través del sonido ensordecedor del martilleo de su
corazón en sus oídos, Ava oyó el susurro de un movimiento.
Conteniéndose, oyó atentamente, pero el revoloteo apenas
perceptible no se repitió. Aun así, la sensación penetrante
de que había otra persona en la habitación pesaba mucho
más fuerte en el aire y los miedos de Ava se pusieron en
órbita.

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CAPiTULO 2
*
Quinn estaba de pie al borde de la cama, deleitándose
ante la vista de su hermosa sumisa. Ava poseía su corazón,
mente, cuerpo y alma. Verla luchar tan dulcemente lo llenó
de un orgullo total. Su pecho se elevó y un nudo de emoción
se le atoró en la garganta. Una parte de él quería hablar…
quitarle el pánico y el caos que emanaba de ella en potentes
olas. Pero otra parte no quería romper el hechizo. La
determinación de ella por complacerlo era una visión erótica
e intoxicante. Una vista que alimentaba su dominación, tal
como una cena de doce platos.
Con la mirada fija en su coño rosado e hinchado, Quinn
se lamió inconscientemente los labios mientras miraba el
néctar brillante y picante que se deslizaba por los dedos
ocupados de ella. Era más que asombrosa. Incluso su
palpitante erección estuvo de acuerdo cuando saltó contra
el cierre de su pantalón, ansiosa por hundirse entre sus
pliegues resbaladizos y suculentos. Presionar más allá del
arco incitante de sus labios y meterse en su garganta lisa y
suave.
Cristo, era tan hermosa, en cuerpo y alma.
Una sonrisa le curvó los labios cuando ella lo llamó
desafiante, pero rápidamente se desvaneció cuando se le

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quebró la voz. Ava había comenzado a desmoronarse…
sucumbiendo a sus propios miedos ante el silencio ahogado
de Quinn.
“Por favor… quien sea que esté aquí en esta habitación
conmigo… diga algo.” rogó ella en un gemido desesperado.
Ava era fuerte y él saboreó la tenacidad y su valor. Era
solo parte de lo que hacía de su sumisión un regalo tan
crudo y único. Y bebió de cada gota que ella le entregó a
voluntad, como un whisky bien añejo.
Mientras se acercaba más a ese coño brillante, su
fragancia intoxicante llenó sus sentidos. A Quinn se le hizo
agua la boca y se alcanzó a marear. Cada célula de su
cuerpo ansiaba plantar sus labios sobre ese monte recién
depilado y lamer cada gota de su néctar caliente y picante.
Follarla con la lengua hasta hacerla perder el sentido antes
de clavarse hasta las bolas en ese coño perverso hasta que
ambos estuvieran saciados e inconscientes. En vez de eso,
apretó los dientes y soltó un suave aliento sobre su sexo
mojado.
“Oh, Dios.” gritó ella en un gemido de derrota. “Tengo
miedo.”
El corazón de Quinn chisporroteó mientras veía a Ava
acurrucarse en posición fetal, y esconder el rostro bajo sus
brazos… escondiéndose de la vergüenza y los miedos que la
consumían. El sonido de sus sollozos lo llenó de un potente
sentido de dominación.

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Sus lágrimas eran su máximo tesoro. Un regalo que
codiciaba más que cuando ella se arrodillaba a sus pies.
Cuando Ava se despojaba del caparazón y abría su alma
sumisa de semejante manera, lo llenaba de la esperanza que
todos los aspectos de ese estilo de vida pudieran ser
logrados con su atractiva esclava.
Quinn sabía que era hora de rescatar a su amor.
Inclinándose, la tomó por la nuca y la enderezó antes de
enredar un puño en su cabello suave y marrón. Ava gritó,
luchando y peleando mientras él guiaba firmemente su
rostro hacia su entrepierna. Obligándola a sentir su olor,
Quinn presionó su nariz fuertemente contra su pantalón y
polla endurecida. Después de dar el primer respiro, Ava se
relajó de inmediato y rodeó su cadera con los brazos,
empuñando su pantalón en un agarre mortal de salvación.
“Oh, Quinn.” murmuró. “Gracias a Dios eres tú. Tenía
tanto miedo.”
Su cálido aliento se filtró por el material de su pantalón
y él contuvo un gruñido.
“¿Qué?” tronó.
Con un puño lleno de cabello sedoso, la forzó a inclinar
la cabeza hacia arriba. Sonrió ante la perfecta ‘O’ de sus
labios y el antifaz que bloqueaba su visión.
“Amo.” susurró Ava. “Pensé que eras…”
“¿Tienes permiso para hablar?” ladró Quinn.
Dando un paso atrás, lamentó quitarle su polo a tierra,
pero le había dado una probada de su consuelo y no podía

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arriesgarse a darle más. Echando su mano libre hacia atrás,
le dio dos fuertes palmadas en la parte interna de sus
suaves muslos.
Quinn apretó la mandíbula mientras Ava saltaba y daba
un jadeo de sorpresa. Incluso el mínimo toque de su piel
desataba el caos en su control. Solo había comenzado a
guiarla en su camino, y ya ansiaba echar por la borda sus
planes y saciar sus palpitantes deseos. Pero no podía. Había
mucho en juego. Si no cimentaba su relación Amo/Sumisa
aquí y ahora, Quinn temía que ella pudiera deslizársele por
entre los dedos. La amaba demasiado para permitir que eso
sucediera.
Había comenzado a planear esto con Ava hace más de
tres meses, después de darse cuenta que ella se había
acostumbrado a esperar una rutina de juegos predecible.
Sus sesiones se habían estancado. Debía hacer algo para
que avanzaran y exploraran un nivel más profundo del
intercambio de poder.
Quinn no tenía a nadie más a quien culpar excepto él
mismo. Había permitido que el trabajo consumiera todos
sus pensamientos. Perdió la concentración de a donde
pertenecía Ava… y empujar sus límites sumisos.
Pretendía darle guía y control… algo que ambos
ansiaban.
Ella esperaba lo normal, y por solo esa razón, Quinn
tenía que alejarse de la norma. Si no lo hacía, ella entregaría
su poder. Aunque eso era exactamente lo que ambos

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deseaban y necesitaban, Quinn quería forjar una relación
más profunda y significativa con Ava. Para lograrlo, tendría
que mantenerla de puntillas y tomarla por sorpresa.
Probablemente ella lucharía a cada paso. Pero la
recompensa para ambos cuando finalmente cediera su
control lo haría mucho más delicioso incluso, para él y para
ella.
El calor de su cuerpo lo rodeó en un manto seductor.
Tenía que poner distancia entre ellos antes de que lo jodiera
todo y perdiera la cabeza y lanzara sus planes por la
ventana. Dio otro paso atrás.
“Me desobedeciste.”
Su tono era plano y frío. Ella se estremeció.
“Mis instrucciones fueron claras, ¿no?”
“Sí, pero yo…”
“Tenías miedo. Lo sé.”
Él la cortó y vió que sus labios comenzaban a temblar.
“Pero tus miedos no tenían fundamento, ¿verdad?”
“Sí, Amo.” susurró culpable. “No pretendía fallarte.
Simplemente no estaba segura de quién estaba en la
habitación conmigo. Mi mente se fue a lugares aterradores
que no debía.”
Quinn se acercó y volvió a empuñar su cabello. Ava se
enderezó y se sentó tan quieta como una estatua mientras
él pasaba un pulgar sobre su tentador labio inferior.
“¿Crees que dejaría que cualquiera te dominara de todos
modos?”

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“No, señor.” Respondió Ava rápidamente.
“Oh, no lo crees, ¿eh?” la provocó. “¿Y si fuera lo que yo
quisiera? ¿Hmmm?”
Quinn sintió un temblor apenas perceptible revolotear a
través del cuerpo femenino. Ella abrió la boca para
contestar pero no pudo emitir palabra.
“¿Y si quisiera sentarme y mirar cómo otro hombre… o
mujer te usara? ¿Lo permitirías? ¿Permitirías que un
extraño obtuviera placer contigo?”
“Yo… no… ¿Es eso lo que quieres?” jadeó ella.
Su cuerpo se tensó en alerta máxima.
“Contéstame.”
Ella tragó audiblemente.
“Tendríamos que discutir… negociar una situación así,
señor.”
“Sí, tendríamos.” Contestó. “Dime, princesa… tan pronto
como te diste cuenta que ya no estabas sola, ¿por qué el
repentino derrame de tu coño?”
Un respiro tembloroso revoloteó entre sus labios. Su
cuerpo se puso más rígido mientras un tono rosa rodó desde
su pecho y terminó en sus mejillas.
“Yo… no lo sé.” contestó, bajando ligeramente la
barbilla.
Quinn supo que mentía. No le gustaba el hecho de que
ella quisiera guardarle cualquier cosa, especialmente sus
fantasías.

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“Creo que sí. Creo que los dos lo sabemos. ¿Recuerdas
las veces que te presioné contra el vidrio de mi oficina y te
follé desde atrás? Todas esas veces que te susurré al oído…
me pregunto quién nos mira, princesa. Me pregunto quién se
está endureciendo y humedeciendo mientras me ve follar tu
coño dulce y goteante. Te corriste como un maldito tren
descarriado, mi amor. Te gusta la idea de que un extraño te
vea en tu estado más vulnerable y desinhibido. Eso te excita
como el infierno. ¿Cierto, princesa?”
El rubor se tornó de un carmesí profundo pero aún se
mantuvo en silencio. Quinn apretó la mandíbula y apretó
mucho más fuerte su melena.
“Te hice una pregunta, Ava.”
“Sí.” contestó en un murmullo tan bajo que casi no la
oyó.
Quinn se inclinó y besó suavemente sus labios en
recompensa por compartir lo que él sabía que era un secreto
vergonzoso… al menos para Ava. Para él, era un claro en el
camino que pretendía forjar con ella, después.
Con un movimiento de su muñeca soltó su cabello.
“Preséntame tu culo, niña. Sobre tus manos y rodillas.
En la cama. Ahora.” gruñó.
Mientras Ava se colocaba torpemente en su posición, él
la veía temblar mientras ella bajaba su mejilla sobre la
sábana. Con sus orbes suaves y blancos elevados al nivel de
su polla, Quinn quiso aullar. Seguramente Ava sería su
muerte si no entraba en ella pronto.

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“Lo siento, Amo.” susurró Ava.
“¿Por qué?”
“Yo… no lo sé.” farfulló ella.
“Entonces déjame ayudarte, princesa.” la regañó con
una sonrisa, agradecido porque ella no podía ver su
expresión de deleite. “¿Lamentas fallar al seguir mis
instrucciones? O tal vez quieres disculparte por intentar
eludir la respuesta a mi pregunta. ¿O es por algo diferente,
Ava?”
Ella hundió los hombros. De hecho Quinn ya la tenía
desequilibrada. Colgando en el borde de la sumisión,
llamándola princesa, pero evitando que ella se sumerja por
completo en el espacio sumiso cuando la llamó por su
apodo. De nuevo, ella no contestó. O la había desarmado
con el hecho de conocer su fantasía secreta o ella intentaba
idear la respuesta que creía que él quería oír.
Ambas cosas eran inaceptables.
Con un meneo de cabeza, echó atrás su mano y la
aterrizó en una palmada fuerte y firme sobre sus suaves
nalgas. Su cuerpo saltó mientras dejaba salir un corto grito
de sorpresa.
“Si es dolor lo que quieres, princesa, todo lo que tienes
que hacer es pedirlo.” susurró cerca de su oído. “Pero si es
placer lo que buscas, vas por muy mal camino.”
“No. Amo. Quiero placer… digo, quiero darte placer.”
rectificó rápidamente.

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Quinn se rió suavemente. Sí, también quería eso…
eventualmente.
“Me complacerás cuando contestes mis preguntas sin
vacilar.”
“Lo lamento por ambas cosas.” soltó.
“Muy bien.” la elogió, pasando la mano sobre la feroz
marca roja que dejó anteriormente.
Cuando ella ronroneó, Quinn no pudo evitar sonreír.
“Quiero que compartas todo conmigo, princesa. No solo
tu cuerpo sino tus fantasías, tus secretos y tus sueños.”
Extendió la mano, tocando suavemente la parte interior
de sus muslos. Ava obedeció su orden silenciosa abriendo
más las rodillas, dándole una asombrosa vista de su coño
hinchado y húmedo y su nudo apretadamente fruncido.
Quinn ansiaba penetrar sin piedad ambas aperturas, pero
en vez de eso, pasó un dedo por sus pliegues brillantes,
cubriendo la punta con su líquido suculento y caliente. Ava
gimió y rodó lentamente las caderas mientras él pintaba con
su humedad la apertura de su borde apretado. La piel se le
erizó, y un delicioso estremecimiento vibró a través de ella.
Moviéndose por su propio instinto, sus otros dedos se
hundieron en su núcleo caliente y resbaladizo. Cerró los
ojos, saboreando su calor y la aceleración que aumentaba
dentro de él.
“Te sientes como la seda, princesa… seda suave y
exquisita.” Murmuró con la voz plagada de hambre.

25
Ava gimió. Su túnel se apretó alrededor de los dedos que
se movían lentamente. Su polla estaba aullando por estar
envuelta hasta el fondo en sus paredes líquidas. A
regañadientes, alejó las dos manos, viendo con un gruñido
interno cómo su pasaje quedaba solo lleno de aire.
“Cuenta para mí, princesa.”
A ella se le tensó todo el cuerpo. Quinn solo quiso reírse.
“Seguramente te habrás dado cuenta que te ganaste un
castigo.”
“Pero aprendí mi lección, señor.” contestó con tono
persuasivo.
Ah, la pequeña zorra. Queriendo privarse del dolor e
intentar convencerlo de que le diera solo placer, tenía a
Quinn deseando que hubiera tenido previsión de esconder
una paleta linda y grande bajo la cama. Pero de nuevo,
siempre prefería un enfoque más manual cuando se trataba
de castigar a Ava.
Cuando ella comenzó a contar cada palmada, su voz se
levantaba más fuerte y alta. Pero para cuando le dio la sexta
y séptima palmada, su voz tembló. Quinn quería sus
lágrimas. Sabía que no tendría que esperar mucho. Sin un
calentamiento apropiado, la tolerancia de Ava por el dolor
era prácticamente nula. No había ninguna familiaridad a la
cual pudiera aferrarse, y ahí era exactamente donde la
quería. Incluso antes de levantar la mano para la décima
palmada, Ava estaba llorando. Sus sollozos avivaron esa

26
necesidad primitiva y visceral de moldearla incluso más bajo
sus manos firmes y amorosas.
El picor de su mano sirvió para agudizar su
concentración como una cuchilla bien afilada. Su psique se
movió a un nivel más profundo entre su espacio dominante.
Nada existía ahora excepto Ava y la belleza de su lucha por
procesar el dolor.
Hasta hace unas cuantas semanas, Quinn hubiera
detenido el castigo y bebido de sus lágrimas, y suavemente
acariciado la piel enrojecida antes de llevarla hasta el cielo.
Por supuesto, eso es exactamente lo que ella esperaba que
él hiciera, pero Quinn no iba a transigir. Este era un terreno
nuevo… un territorio desconocido para ambos, y Ava tenía
la llave de su futuro. Si él la convenciera de ceder su poder,
todos los planes de Quinn se evaporarían, como humo en el
viento.
Con un aliento esperanzado, volvió a aterrizar su mano
sobre el trasero enrojecido cinco veces más en rápida
sucesión. Ava se puso en cuatro patas, con el cuerpo tenso
y rígido como el mármol. Echando la cabeza hacia atrás, ella
soltó un grito fuerte. Quinn maldijo internamente… la había
perdido a manos del dolor. Cada fibra de su ser quería
envolverla en sus brazos, apretar su calor contra su pecho y
susurrar elogios en su oído. En vez de eso, colocó su gran
palma caliente en la parte baja de la espalda femenina, y la
volvió a colocar en su posición una vez más.

27
Sus sollozos lastimeros hicieron eco en sus oídos,
hicieron que su polla saltara y lo obligara a apretar la
mandíbula. Quinn quiso quitarle el antifaz y beber las
lágrimas mientras caían por sus mejillas… beber la fuerza
viva que alimentaba su dominación.

******

Poco acostumbrada a este lado de Quinn, Ava intentó


analizar su comportamiento brusco e impersonal, pero el
fuego ardiente que se arrastraba por sus piernas hasta su
espalda hizo que concentrarse fuera imposible. El ardiente
dolor de su azotaina la rodeó y bloqueó todo pensamiento
racional.
Se sintió perdida. Expulsada hacia un tifón furioso de
incertidumbre en un ligero bote salvavidas. Apretando la
sábana con sus puños, desesperada por sentir el cuerpo
robusto de él echado sobre ella mientras susurraba
palabras de elogios en su oído, Ava se preguntaba cuando
encontraría de nuevo tierra firme. Cualquier rastro de
confianza sería enviado del cielo, pero Quinn parecía
determinado a contener cualquier resquicio de seguridad,

28
optando en cambio por continuar su bombardeo de castigos
implacables.
Ava estaba consumida por los sentimientos vacilantes y
el poco familiar sentido de pánico que se alzaba dentro de
ella. Y por primera vez, contempló usar su palabra de
seguridad. No. Quinn solo la estaba guiando hacia territorio
desconocido. Eso no era suficiente para pedir que se
detuviera el castigo… un castigo que ella se ganó,
evidentemente.
Y si era sincera consigo misma, tampoco estaba dándole
más de lo que podía manejar. El hecho de que él no le
hubiera advertido antes de administrar el castigo era lo que
hacía que el dolor pareciera insoportable. En el pasado, él
había usado paletas, y fustas, ocasionalmente. Ava no se
había doblado ni sollozado del modo en que lo hacía ahora.
Había montado el dolor, abarcado por el subespacio sublime
y eufórico flotando en su mente.
Olas de desagrado emanaban de él y aparentemente
rompían el aire, pero los sollozos ahogados que ardían en la
base de la garganta de ella le imposibilitaban a Ava ofrecer
una disculpa.
De repente, Quinn le acarició el trasero. Ella saltó de
sorpresa e intentó obligar a sus tensos músculos volverse
líquidos para que él pudiera saborear su benevolencia. Pero
su toque ligero y adorador se sentía como si él estuviera
peinando las crudas terminaciones nerviosas de su piel con
lija.

29
Gritando su protesta en silencio, Ava intentó arrastrarse
lejos de su toque, pero eso solo agregaría más castigo
cuando ella esperaba que este terminara. Apretando los
dientes, jadeó a través del dolor e intentó subirse a las
ardientes olas que volaban a través de su cuerpo.
Solo cuando Quinn se inclinó y comenzó a dejar tiernos
besos sobre sus inflamados orbes, Ava se relajó. Incluso
suspiró de alivio mientras los labios suaves pero firmes de él
hacían su magia, aplacando el dolor y derritiendo sus
huesos como mantequilla. Sí, lo peor había pasado; cumplió
su penitencia y enmendó su desobediencia. Y justo cuando
creía que había soportado todo el dolor que Quinn quería
brindarle, él hundió sus dientes en la piel palpitante, como
un perro rabioso atacando a su persa. La agonía explotó,
rodando por su espalda, y su cerebro le rogó que huyera.
“Maldita sea, Quinn.” siseó Ava mientras se revolvía a
ciegas a través de la cama. “¿Qué diablos crees que estás
haciendo?”
La odiosa pregunta salió de su boca antes de que
supiera lo que estaba diciendo.
“Perdona, ¿princesa?” preguntó Quinn en un tono lleno
de indignación. “¿Necesito meterte una bola de mordaza
grande y roja en esa linda boca tuya? ¿O tal vez deba
llenártela con mi polla para frenar más comentarios
recalcitrantes?”
Ella tragó apretadamente. Aunque su pregunta era
retórica, Ava optó por su polla en vez de la asquerosa

30
mordaza. La maldita cosa hacía que le doliera la mandíbula
y la hacía babear como un perro cuando saliva por un filete.
Si se iba a ganar un dolor mandibular, preferiría ganárselo
adorando su polla.
“Lo siento, Amo. No fue mi intención responder así.”
“Entonces, ¿por qué lo hiciste?”
Su pregunta vino desde su lado. Ava giró la cabeza hacia
su voz, completamente inconsciente de que Quinn se había
movido a su lado de la cama.
“Es que… me estás haciendo cosas diferentes.”
“De hecho sí.”
El humor en su voz la asombró y la cabreó.
“No entiendo lo que haces. ¿Qué quieres de mí?”
“Todo.”
Quinn se rio antes de que su voz se tornara solemne.
“¿Confías en mí?”
“Sabes que sí.”
“Hmmm, no estoy totalmente convencido de ello,
cariño.”
Quinn le acarició la mejilla con los dedos. Ava se deleitó
en su toque. De repente, las preguntas y las preocupaciones
que habían zumbado a través de ella se calmaron y se
nivelaron.
“Es la verdad, lo juro es solo que parece que no puedo
encontrar mi lugar… mi centro. La sensación de estar
conectada contigo.”

31
Sintió los dedos de él deslizarse al borde del antifaz
antes de levantar la tela y retirarlo. Ava parpadeó ante la
fuerte luz mientras el rostro de él se interpuso en su campo
de visión. Sus asombrosos ojos verdes estaban llenos de
orgullo y lujuria, pero más que todo, reflejaban un amor
incondicional. De una vez, su corazón se llenó y la alegría
que buscaba la cubrió con un manto de paz.
“Te dije que iba a empujarte más de lo que habías ido,
¿No?”
“Sí, señor, pero no creí sentirme tan…”
“¿Tan qué, mi amor?” presionó él.
“Perdida. Luchando por encontrar mi lugar sumiso.”
“Pero es así exactamente como quiero que te sientas.
¿Sabes por qué?”
“No.”
Ava negó con la cabeza.
Se quedó sentada en silencio, esperando a que se lo
explicara. Le explicara por qué pretendía sacudirle el suelo
de semejante manera tan inusual e inquietante. Los hilos de
duda frente a sí misma comenzaron a entrelazarse en su
sistema. ¿No le estaba dando la clase de sumisión que él
ansiaba? ¿Fracasar en esta tarea había sido tanta decepción
para él como para ella? Las preguntas se agolpaban en su
mente. La ansiedad de Ava se elevó mientras esperaba
pacientemente a que él le dijera… algo.
Como si estuviera organizando sus ideas, Quinn frunció
los labios, y luego le dio una sonrisa devastadora. Sus ojos

32
brillaban mientras se acomodaba en la cama junto a ella.
Ava exhaló la roca de tensión que tenía acumulada en los
pulmones, y su corazón trastabilló. El calor de su cuerpo y
su olor masculino… una mezcla de colonia amaderada y
jabón… la rodeó como un manto de tranquilidad. Ava quería
subirse a sus brazos, enroscarse contra su pecho acerado y
quedarse ahí por todo el tiempo.
“Un Amo empuja los límites, princesa. Es su trabajo. He
tenido olvidado mi deber para contigo… con nosotros. Pero
pretendo enmendarlo, comenzando aquí y ahora.”
“Tú no me has tenido olvidada. Has estado ocupado…
ambos lo hemos estado. Además, me gustan las cosas que
hacemos. Yo…”
¿Se atrevería a decirlo?
“Sé dónde estoy… cuál es mi papel, y dónde está mi sitio
en nuestra relación BDSM.”
“Y es ahí donde está el problema, princesa. Es hora de
pasar las cosas que a ti te gustan, e ir a otro nivel para
encontrar más plenitud de la que hemos experimentado
hasta ahora.”
A Ava se le hundió el corazón. En una manera equívoca,
Quinn le confirmó su miedo más grande… ella no estaba
satisfaciendo sus expectativas. ¿Qué pasaría si jamás
llegaba al nivel que él deseaba? ¿Qué pasaría? ¿Se
despediría de ella y buscaría a otra sumisa… una con más
experiencia que lo pudiera hacer más feliz?
La idea la hizo querer vomitar.

33
Quinn acunó su barbilla, levantándole la mirada.
Estudiándola con sus ojos color musgo, la diseccionó como
con un bisturí. Quinn siempre había poseído esa capacidad
casi rara de leerle el pensamiento. La línea de su ceja le dijo
que había encontrado la culpa y los fallos que giraban en su
cerebro.
Con la boca fruncida, él se puso de pie y le extendió la
mano. Ella miró su gran palma y sus dedos capaces antes
de aceptar su invitación mientras la ayudaba a levantarse
de la cama. Su piel era caliente, encendiendo una familiar
corriente de electricidad que le hizo cosquillear el brazo y
envió una baja vibración que zumbó por todo su sistema.
Quinn movió su mano hacia la parte baja de su espalda.
Un ondular de deleite rodó por su espalda mientras la
guiaba a través de la habitación hacia una insulsa puerta
de madera. Cosa curiosa, ella no había notado ese puerta
cuando estaba desempacando. Por supuesto, su mente
había estado enfocada en otras cosas.
Vió cómo él sacaba una pequeña llave de su bolsillo.
Con un pequeño clic, el cerrojo se abrió, igual que la puerta.
Mirando dentro, Ava jadeó.

34
CAPITULO 3
*
Un calabozo oculto se reveló frente a ella. El olor a cuero
penetró en sus sentidos mientras ella paseaba la mirada
sobre las numerosas paletas, fustas y látigos suspendidos
en ganchos individuales a lo largo de la pared. Todo
implemento posible del BDSM, desde lo más inocuo hasta lo
más aterrador, estaba a disposición de Quinn. De igual
manera, había varias piezas de mobiliario de un calabozo.
Una gruesa mesa acolchada, una banca de azotes, un
enorme marco de suspensión, pero los ojos de Ava se fijaron
en la inmensa cruz de San Andrés, ubicada en medio de la
estancia.
Se le secó la boca. Aunque había experimentado con
algunos implementos en juegos privados con Quinn, como el
flagelador, y látigos cortos, usados sobre otras sumisas en el
Club Génesis.
Una ola palpable de dominación emanó del cuerpo de
Quinn, dándole un aire de formalidad a la atmosfera. Ava
supo que él había adquirido a propósito esta habitación
especial para algo más que una sesión relajante con un
flagelador grueso y pesado seguido de horas de hacer el
amor. Pretendía hacer serio y memorable su tiempo juntos
en aquel calabozo privado.

35
Un pequeño estremecimiento la atravesó. ¿Tenía el
temple de levantar el ánimo y adentrarse hacia lo
desconocido sin dejar marcas de sus uñas en la pared? No
estaba segura, pero sabía que tenía que intentar satisfacer
sus necesidades dominantes.
“Antes de comenzar.” dijo Quinn, colocando sus fuertes
manos en sus hombros y girándola para verla a la cara.
“Estoy complacido contigo, princesa. Me das tanta alegría y
felicidad, y el poder que me das… bueno, no podría ser un
Amo más orgulloso.”
Ella lo miró con los ojos abiertos de par en par. Sí,
Quinn leía cada una de sus inseguridades como si fuera un
libro abierto.
“Esta no es una prueba de tu sumisión, amor. Es
simplemente una exploración de fantasías… tuyas y mías.”
Sus palabras estaban cubiertas de una promesa
perversa. Un revoloteo de confianza comenzó a bullir dentro
de ella.
“Nada me gustaría más que hacer realidad todas tus
fantasías, Amo.”
“Veamos si podemos hacerlo entonces, mi preciosa
princesa.”
La sonrisa amplia y satisfecha de Quinn hizo que su
corazón se acelerara y una sensación de triunfo calentó sus
venas. Él besó dulcemente su frente, y la llevó a través de la
habitación hacia la amplia cruz de madera pulida. Sin
mediar palabra, envolvió las muñecas de ella en unas

36
esposas de cuero forradas de felpa. El cuerpo de Ava
temblaba de anticipación. Mientras él ataba sus tobillos a la
cruz con otras esposas, ella lamentó ligeramente la pérdida
de estar atada por su suave soga. La habilidad de mover su
torso libremente se sentía extraña, y necesitaría un poco
para acostumbrarse, pero Ava tomó una respiración
profunda y se concentró en sus extremidades atadas.
Mirando sobre su hombro, esperaba ver a Quinn
quitándose el traje, pero en vez de eso, vio cómo bajaba
varios juguetes de los ganchos. Mirando a hurtadillas bajo
sus largas pestañas, lo vió colocar varios juguetes en la
mesa junto a ella antes de arquear una ceja en su dirección.
“Ojos al frente, princesa. No necesitas preocuparte por
los juguetes que he elegido. Tu trabajo es relajarte y
saborear el placer que te dé.”
Una sonrisa entusiasmada le curvó las esquinas de la
boca masculina. Acercándose, colocó una mano en su nuca,
y suavemente masajeó sus músculos tensos.
“¿Cuál es tu palabra de seguridad, mi amor?” preguntó
en voz baja y suave.
“Murciélagos.”
Ava había elegido esa palabra específica basada en su
fobia a las asquerosas ratas aladas.
“Muy bien.” la elogió con tono amoroso. “Quiero que
cierres los ojos y te relajes mientras abres la mente.
Concéntrate en el sonido de mi voz y entrégame tu control,
princesa. Estaré contigo a cada paso del camino.”

37
Ava asintió decidida, preguntándose cuándo iba a
desnudarse él. Pero Quinn simplemente se mantuvo detrás
de ella, soltando los nudos de su cuello y hombros. Ella
rápidamente se dio cuenta que no tenía intención de seguir
los patrones del pasado… la progresión sistemática a la que
se había acostumbrado. De repente se sintió sobre expuesta
e incómodamente vulnerable.
[Relájate y abre la mente.] se ordenó.
Con un asentimiento interno, exhaló un calmante
respiro. Pero cuando él se alejó, un zumbido palpable cantó
a través de ella mientras se aferraba sin descanso…
esperando a que él comenzara.
No saber lo que planeaba hacer la estaba enloqueciendo.

******

Quinn pasó una mirada larga y lenta por todo el cuerpo


desnudo de Ava. Era una visión de absoluta belleza. Podía
haber mirado ese cuerpo exquisito esposado a la cruz por el
resto de su vida. Pero entonces ambos se perderían los
placeres que él había planeado. Pero vió que no podía alejar
la mirada de la vista de ella estirada… toda esa pálida piel

38
incitante era un lienzo tentador. Incluso tenía todavía un
rastro rosado sobres sus suculentas nalgas.
Se le hizo imposible no querer tocarla de nuevo.
Paseando sus grandes manos por la longitud de la espalda
femenina, Quinn comenzó a reforzar su conexión
Dominante/Sumisa. Calmando y centrando a su chica,
marcó su confianza, absorbió su amor, y atesoró directo en
su alma el poder que ella le daba.
El olor almizclado que emanaba de su coño llenó los
sentidos de él, dejándolo muy nervioso por la necesidad.
Quinn siguió masajeando los hombros y la espalda de Ava,
sintiendo la tensión de ella derretirse bajo sus dedos hasta
que se desplomó contra el marco de madera. Una sonrisa
pequeña se curvó en sus labios. Él ya estaba perdiendo bajo
el encanto del subespacio. A veces le sorprendía cómo se iba
tan rápido, pero pues todo en Ava lo hacía perder la cabeza.
Ninguna otra mujer lo entendía como lo hacía Ava. Quinn
había estado lo suficientemente cerca para saber que esta
hermosa criatura expuesta frente a él tenía su futuro en
esas suaves y esbeltas manos.
Inclinándose, besó suavemente la base de su nuca.
Cerrando los ojos, saboreó el pulso estable del corazón de
ella sobre sus labios. Ava exhaló un suspiro suave y feliz
mientras parecía estar flotando. Era hora que él la trajera de
regreso a la superficie, al menos por un rato, antes de
permitir que el subespacio se la volviera a llevar.

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Tomando la paleta cubierta de piel de conejo, Quinn la
pesó en su mano. La madera ancha y pulida era pesada… lo
suficiente para llamar la atención de ella, pero no lo
suficientemente cruel para hacerla treparse en la cruz.
Echando la paleta hacia atrás, aterrizó un golpe sobre las
nalgas rosadas. Con un jadeo, Ava saltó levantando la
cabeza en su dirección y fulminándolo con la mirada.
Contuvo la sonrisa y le dio otro golpe.
“¿Algún problema, princesa?” preguntó en tono
provocador mientras le pasaba la parte afelpada de la paleta
sobre los orbes.
“No. Tú… Em… me sorprendiste, es todo.” contestó
nerviosa.
“Y estoy totalmente decidido a seguirte sorprendiendo,
mi amor.”
“Eso dices.” farfulló por lo bajo.
“Oh, mi zorra descarada.” se rió Quinn. “Esa actitud te
va a costar.”
Ava gruñó y regresó la mirada hacia la cruz. Aunque él
amaba su personalidad peleadora e impertinente, había sido
demasiado indulgente con ella en el pasado. Quinn no se
molestó en disimular la sonrisa mientras la veía apretar las
nalgas en anticipación de otro azote. Sin duda Ava
intentaba ganar un punto de apoyo, pero no tenía idea de
que él intentaba hacer de ello una tarea imposible.
Con un movimiento de muñeca, Quinn aterrizó la paleta
contra el trasero de ella de nuevo antes de mezclar el ardor

40
con la felpa suave y sedosa. En el pasado, la hubiera
calentado lentamente antes de dejarla volar libre hacia el
subespacio. la hubiera desatado de los impresionantes
nudos de Shibari y le hubiera hecho el amor
apasionadamente hasta que ambos cayeran dormidos…
sudados y saciados. Pero hoy no. Quinn planeaba ir hasta el
filo y empujarla más allá de su cómoda meseta.
Totalmente ajeno a Ava, las muchas reuniones a las que
asistió fuera de la oficina durante las últimas cuatro
semanas, habían sido sesiones de entrenamiento. había
coordinado con Mika LaBrache, propietario del Club
Génesis (el club privado de BDSM donde Quinn vio por
primera vez a Ava) para que le enseñara cómo manejar un
látigo. Mika había ofrecido a su hermosa esclava, Emerald,
para que se sometiera a Quinn una vez hubiera aprendido a
controlarlo. El que le tuviera tanta fe a las habilidades de
Quinn hizo que respetara mucho más al dueño del calabozo.
Quinn continuó acariciando el trasero de Ava con la
felpa. Alargando la mano, levantó el grueso y pesado
flagelador para retirar la gran cola escondida bajo él.
Tomando el frío cuero, rápidamente inspeccionó el nuevo
mango al final. Rodando su muñeca, batió la larga lengua
de cuero por el aire, sintiéndolo natural. Mika le había
enseñado a Quinn sobre látigos, explicándole que cada uno
tenía su comportamiento único y especial. Una vez confiado
con el alcance y el temperamento del látigo, Quinn levantó

41
el hombro y batió la muñeca, haciendo que un crujido
deliciosamente perverso llenara el aire.
“¿Qué mierda?” chilló Ava mientras giraba la cabeza
hacia el sonido, haciendo que el metal en sus muñecas
chocara contra la cruz.
“¿Qué dijiste?” preguntó Quinn con un gruñido bajo y
amenazante. “¿Te di permiso de decir groserías?”
“No, señor. Pero... ¿Qué diab… cielos planeas hacer con
eso?” escupió.
“¿Por qué? Voy a usarlo en tu trasero. ¿Qué más habría
de hacer con él?”
“Oh, no.”
Ava negó firmemente con la cabeza.
“No le entro a los látigos.”
“Ahora sí.”
Quinn se rio antes de aclarar la garganta y dirigirse a
ella en un tono formidable y autoritario.
“A menos que uses tu palabra de seguridad. ¿Es eso lo
que quieres hacer?”
Ava se tomó varios segundos para sopesar la pregunta
para luego apretar los labios y negar con la cabeza.
“Bien. Ahora mirada al frente. Y no digas una sola
palabra a menos que necesites decir tu palabra de
seguridad. ¿Entendido?”
Ava asintió breve pero resignadamente. Los ojos de él
danzaron con la lucha de aferrarse a sí misma o a ceder su

42
poder. La guerra interna hizo que la sangre de él hirviera de
orgullo. Quinn ansiaba extraer cada gota de su sumisión.
Maldición… estaba locamente enamorado de esta mujer.
Una tensión visible volvió al cuerpo de ella, y su sutil
estremecimiento le dijo que tenía miedo del látigo. Y eso fue
exactamente donde la quería… insegura y poseída por sus
propias nociones preconcebidas del dolor que el juguete era
capaz de infligir. Por supuesto, ella no conocía nada más, y
dependía de él iluminarla.
Cambiando el látigo de mano, Quinn extendió la mano y
tomó el pesado flagelador de la mesa. Con un duro crujido,
aterrizó las anchas colas de cuero a través del su culo. Ava
saltó. No, eso no era lo que esperaba, y lo llenó de deleite.
Mientras él golpeaba rítmicamente las suaves hebras sobre
sus hombros, espalda y trasero, Ava una vez se desplomó
contra la cruz mientras ronroneos de gatito se deslizaron de
sus labios.
Guiando a Ava hacia las profundidades de ese lugar
sereno dentro de ella, Quinn se sintió moverse a un nivel
más imperioso del espacio de dominación una vez más.
Todo a su alrededor comenzó a nublarse y a desaparecer,
todo excepto Ava. Dedicó su concentración solo a ella,
viendo cómo el retroceder del flagelador la impulsaba a
subirse a los dedos de los pies. Estudiando cada respiración
que ella tomaba mientras su brazo dirigía las borlas de
cuero como la batuta de un director.

43
Una vez que la llevó a una falsa sensación de seguridad,
Quinn reemplazó el flagelador con el látigo. Acercándose a
ella desde atrás, deslizó el cuero frío y trenzado entre los
omoplatos de ella. Ava respiró laboriosamente, y su cuerpo
saltó mientras la sacaba de su ensoñación. Se inclinó contra
la espalda femenina y frotó su rostro contra el esbelto
cuello. Frotando su mandíbula sobre la suave piel, le
rastrilló la piel con la barba incipiente que le adornaba el
rostro. Su chillido risueño hizo eco en sus oídos mientras
ella ondulaba los hombros, intentando mantener a raya el
asalto de las cosquillas.
Con una sonrisa, Quinn la agarró del cabello, y le jaló la
cabeza hacia atrás. Mientras le cubría el cuello de suaves
besos, mordiendo toda su sedosa piel, Ava ronroneaba de
placer. Sus sonidos dulces de entrega vibraron en sus
labios, haciendo que su ansiosa polla saltara de nuevo.
Sería realmente un milagro si no se corriera en los
pantalones como un adolescente cachondo antes de que
terminara la sesión. Apretando el flagelador una vez más,
Quinn aterrizó las colas pesadas una y otra vez llevando a
Ava de regreso a las dichosas profundidades de la paz.

******

44
Arrullada por el golpe rítmico del flagelador, su ansiedad
sobre el aterrador látigo dejó el sistema de Ava. Encontró
comodidad en el ritmo relajante, pero cada vez que Quinn se
detenía, contenía el aliento. Preparada para sentir el látigo
frío y malvado deslizarse sobre su piel otra vez, esperaba
que mejor colocara un dulce e incitante beso en su cuello.
Definitivamente, prefería sus besos, pero Quinn la tenía tan
fuera de base que se preguntaba si pretendía usar el látigo
en algún momento, o si simplemente quería joderle la
cabeza hasta morir.
[No estás pensando como una sumisa.] le regañó su
voz interior.
Ava en verdad quería ponerse en un estado mental
apropiado. Podría hacerlo también, si Quinn simplemente la
calentara como normalmente lo hacía y la llevara hasta el
cielo. Desafortunadamente él tenía otras cosas en mente, y
maldita sea, ella quería saber qué tenía guardado en su
bolsa de trucos.
De repente, su aliento cálido flotó sobre el lado de su
cuello. Ava cerró los ojos. Sí. Sí. Esto era lo que ella quería...
el lado tierno, amoroso y apasionado de Quinn. Inhaló su
aroma masculino, y el suelo bajo sus pies se tornó estable,
solido, seguro. Girando la cabeza, le ofreció sus labios. Pero
cuando él no la besó, Ava abrió sus pesados ojos. Estaba de
pie mirándola. Sus ojos verdes estaban oscuros y cubiertos

45
con un hambre que le hizo palpitar el clítoris y la hizo
desear satisfacerlo.
“¿Esperas algo, princesa?” la provocó mientras una
sonrisa perversa de deleite le iluminaba el rostro.
“Necesito un beso, señor.”
“Hmmm, ¿verdad?”
“Por favor.” rogó esperando que le diera gusto.
“No.”
Negó con la cabeza, quitándole la esperanza de su
interior de manera efectiva.
“Déjalo ir, Ava. Toma lo que te doy y deja de intentar
dominarme. No tienes el control en esta sesión. Yo sí, y me
haces el trabajo más difícil de lo necesario.”
“No intento dominarte.” discutió con un puchero
contrariado. “Siempre me besas cuando lo necesito.”
“Ah, ¿pero realmente necesitas un beso, o simplemente
quieres uno?”
Sus cejas marrones se arrugaron. Bien. Ella quería un
beso. ¿Cuándo se volvió eso un crimen?
“No intento ser difícil. Es solo que… estoy luchando
aquí… señor.”
“Sé que luchas, pero no tengo intención de someterme a
ti mientras tú intentas manejar mi dominación.”
Aunque sus palabras sonaban suaves y llenas de amor,
el mensaje de Quinn era contundente.
“Lo sé. Estoy intentándolo. De verdad.”

46
Quinn besó suavemente la esquina de su boca. Eso no
era ni siquiera técnicamente un beso. Pero tendría que
bastar ya que ella sabía que no era buena idea pedir más.
“Intenta un poco más por mí, princesa.” susurró Quinn
antes de colocar su palma sobre su cabeza y dirigirle el
rostro hacia la cruz una vez más. “Confía en mí, Ava.”
“Confío en ti. Sabes que sí.” murmuró.
“Demuéstramelo.” la desafió.
Cerrando los ojos, respiró profundamente y exhaló
lentamente, repitiendo el proceso una y otra vez. Esperaba
que eso calmara la ansiedad que giraba a través de ella
mientras le daba el nivel de confianza que él quería. Ava
sabía en su corazón que no tenía nada que temer, pero su
cerebro no cooperaba.
Aunque él la arrastrara afuera de la caja de sus juegos
rutinarios, Quinn hace tiempo había demostrado ser un
Amo capaz. Su autoridad y el cuidado que le brindaba tras
cada sesión la completaban. Su sublime afecto le hacía
elevar su corazón constantemente. Pero, ahora luchaba por
dejar que la sumisa dentro de ella entregara su acérrimo
control.
Había estado condicionada para liderar. Como
vicepresidente de Fusión Productions, Ava hacía malabares
con una cantidad tremenda de responsabilidad. No solo
aseguraba contratos multimillonarios, sino que Ava se había
ganado una reputación de negociadora despiadada. Solo
Quinn sabía qué botones presionar para liberar la presión

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que creaba su rol de vicepresidente. Y él era el único al que
ella permitía que la pusiera en una posición tan vulnerable.
La dominación de Quinn le ofrecía libertad. Quinn
podría fácilmente remover las cargas de sus hombros
mientras le daba una red de seguridad en el proceso. Ava
ansiaba eso… ansiaba sentirse pequeña y apreciada…
ansiaba el renacer revitalizante y estimulante que siempre le
daba con éxito. Entonces ¿por qué ahora estaba
rehuyéndole a esto?
[Entrégaselo.] le suplicó una pequeña voz dentro de
ella. [Déjalo llevarse todo.]
Repitiendo internamente las palabras de su
inconsciente, Ava las volvió su mantra mientras Quinn le
daba la misma motivación con el flagelador. No pasó mucho
tiempo antes que el agarre de su control menguara. Las
caídas rítmicas cada vez más fuertes aterrizaban contra su
piel, levantándola más y más del suelo por la fuerza. Un
ardor exquisito le calentó el trasero mientras se deslizaba
más y más lejos al familiar abismo de la eternidad. Su
respiración se volvió irregular. El jugo femenino y espeso
salió de ella y se pegó a sus pliegues doloridos e hinchados.
“Esa es mi dulce esclava.” la arrulló Quinn en un
susurro bajo y seductor. “Dame tu control, princesa. Yo te
mantendré a salvo.”
El tiempo y el espacio parecieron ralentizarse. Incluso
sus pensamientos se procesaban como melaza a fuego lento
mientras los sonidos del flagelador parecían distantes y

48
amortiguados. El olor picante de su propia excitación
colgaba en el aire como un manto de necesidad húmedo y
pesado. Suspendida y flotando como un bote perdido en el
mar, Ava se dio cuenta lentamente que el flagelador ya no la
tocaba. Obligándose a regresar de las profundidades, no
llegó muy lejos antes que Quinn hundiera sus capaces
dedos entre sus piernas, esparciendo su humedad sobre el
pulsante clítoris. Ava rodó la cabeza hacia un lado con un
gemido lastimero.
“Sí. Esto es lo que quieres, ¿verdad, princesa?” preguntó
Quinn en un susurro tentador mientras presionaba un
tierno beso bajo su oreja.
Un estremecimiento se deslizó por su espalda y el calor
del cuerpo masculino la envolvió.
“Sí.” gimió, arqueando la espalda para frotarse con la
entrepierna de él, quien no se movió… no la premió con su
polla gruesa y dura en su canal vacío.
“Qué zorra tan necesitada.” la regañó suavemente antes
de alejarse, llevándose su atractivo calor, sus labios
cautivadores, y olor seductor.
Ava quiso gritar de frustración, pero antes de que
pudiera abrir la boca para protestar, un beso suave rozó su
nalga izquierda. De inmediato otra caricia le rozó el otro
orbe. Vadeando a través de la niebla que le cubría el
cerebro, Ava se dio cuenta de la ausencia del calor de él y
notó que sus labios no estaban para nada cerca de ella.
Alguna clase de juguete que jamás había experimentado era

49
el responsable de la escasa sensación. Pero no tenía idea de
cuál. Seguramente los besos suaves y reconfortantes no
venían del látigo… ¿verdad?
Mirando furtivamente sobre su hombro, el corazón de
Ava se apretó y comenzó a tronar en su pecho mientras
Quinn levantó el cuero largo y trenzado en el aire y sacudió
la muñeca. El látigo se enroscó como una serpiente
deslizándose antes de que la delgada punta chocara contra
su piel en un suspiro leve. La sensación indulgente chocó
con la visión del látigo perverso. Ava no pudo asimilar las
impresiones incongruentes que luchaban en su interior.
Quinn la fulminó con una mirada nada feliz antes de
bajar el brazo. Reduciendo la distancia entre ellos, la tomó
de la barbilla, obligándola a mirarlo.
“¿Te di permiso de mirarme, princesa?”
“No, señor.”
“¿Entonces por qué lo haces?”
“Yo… quería ver lo que estabas usando en mí.”
“¿Debería importarte?”
Maldiciendo para sus adentros, Ava sacudió la cabeza.
Maldita sea, ¿por qué seguía desafiándolo? ¿Por qué no
podía simplemente aceptar lo que él le daba y flotar lejos
una vez más? Su propia obstinación la irritaba. Solo podía
imaginar lo molesto que Quinn debería sentirse. ¿Cuánto
más transcurriría antes de que él abriera las esposas y
terminara esta sesión? Seguramente no mucho.

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La idea la llenó de terror. No. Ella deseaba esto…
necesitaba demostrarle a los dos que podría dar más de lo
que había dado en el pasado. Necesitaba demostrarle que
confiaba en él. El cálido aliento de Quinn en su oído colocó
su concentración de regreso a donde pertenecía.
“El látigo no es para nada lo que esperabas, ¿verdad,
princesa?”
“No, para nada.”
Negó con la cabeza.
“Me daba miedo que me abrieras la piel.”
“No tengo deseos de ser un sádico, amor.”
“Gracias a Dios.” contestó ella con un agradecido
susurro.
“Ahora que sabes cómo pretendía usar el látigo,
¿necesitamos seguir discutiendo sobre esto?”
“No, señor.”
“Bien. Entonces cierra los ojos y déjame cuidarte.”
Tan pronto como obedeció, Quinn aterrizó una fuerte
palmada en su trasero. Ella se arqueó por la sorpresa, y
Quinn le jaló el pezón, retorciéndolo con un bajo gruñido,
haciendo que un ardor sensual se extendiera a través de
ella. Las picadas se estrellaban en la sección media de Ava
para palpitar a la vez con su adolorido clítoris. Quinn
deslizó los dedos entre las piernas de ella y jugó con su sexo
una vez más.
Mientras calmaba el ardor, Ava lo sintió fundirse en una
premura hambrienta que deseaba prolongar. Metiendo dos

51
dedos en su tembloroso túnel, frotó el distendido clítoris con
su pulgar mientras dejaba tiernos besos en su cuello.
Mientras mordía el lóbulo de su oreja, Ava se movió contra
su mano, elevándose en cuestión de segundos.
“Sí…sí.” gimió ella, cerniéndose hacia la liberación.
“No tienes mi permiso.” advirtió Quinn con malvado
deleite.
“Por favor… necesito… necesito correrme.” jadeó sin
aliento.
“Oh, te vas a correr, hermosa. Cuando yo decida.
Desafortunadamente ese momento no es ahora.”
Su negación hizo eco en su cabeza mientras él retiraba
los dedos. Cuando dio un paso atrás, la irritación reptó a
través de ella.
“No. No. No.” gimió ella solo para que sus lastimeros
sonidos de desesperación se encontraran con la suave risa
de Quinn.
Ava frunció el ceño. Él disfrutaba el hecho de que ella
sufriera… lo disfrutaba demasiado.
[Aguántate, pastelito. no puede mantenerte
esposada aquí para siempre.]
La idea se filtró a través de su mente, seguida por una
sensación de tristeza que no podía identificar. Quería
complacerlo, no enroscarse o enfurruñarse porque él no le
daba lo que quería. Las esposas tal vez estuvieran atando su
cuerpo pero no su mente. Ya era hora de liberar su sumisa
interna.

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Cuando sintió el látigo rozándole el trasero una vez más,
los ojos de Ava se cerraron.
[Déjate ir. Estás a salvo. Eres apreciada. Eres
amada.]
Mientras repetía el mantra en su cabeza, se deslizó otra
vez a la pacifica oscuridad, arrullada por el rítmico susurro
del látigo.

53
CAPITULO 4
*
Quinn se sentía frustrado de que Ava luchara por
rendirse, aunque no era una sorpresa del todo. A diferencia
de él, ella no había tenido tiempo para prepararse para nada
de esto. Deliberadamente, mantuvo en secreto sus planes,
deseando medir y absorber sus reacciones repentinas y
sinceras. Quería ver qué tan lejos estaba dispuesta a llegar
para crecer.
A Ava no le gustaba mucho cambiar, por eso su lucha.
Pero Quinn tenía una sorpresa incluso más grande
preparada, una que esperaba que ella pudiera confirmar en
la cena. Esta sesión era un preliminar… una pequeña
piedra en el camino. Ava pronto estaría escalando una
montaña, si todo salía como lo había planeado. Pero primero
tenía que aniquilar la barrera que ella deslizaba entre los
dos antes de que su gran plan fuera revelado.
Haciendo acopio de toda la paciencia que poseía,
recordó cómo había luchado contra su dominación al
principio. Ava no llevaba mucho como miembro del Club
Génesis cuando la vió por primera vez. No había hecho una
escena con ningún dominante, solo ganaba entendimiento
del estilo de vida al observar a los demás. No fue hasta que
él logró darle una probada del subespacio que ella

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finalmente le entregó su control. Y su poder era un regalo
intoxicante y delicioso.
Quinn quiso patearse el trasero por no presionar los
límites todo este tiempo, pero como un tonto, había dejado
que los compromisos le robaran el foco de su dominación…
Ava. Pretendía arreglar eso aquí y ahora.
Aunque ella obviamente no había asimilado su designio,
Quinn tenía la esperanza de que antes de terminar la noche,
ella comprendiera el significado de su estrategia. Continuó
reforzando su presencia y autoridad para demostrarle lo
épico que sería su viaje juntos.
Quinn no le daba crédito a la pequeña voz dentro de su
cabeza que le advertía que esto podría estallarle en la cara.
Apretando la mandíbula con determinación, bajó el látigo e
inclinó su pecho firmemente contra la espalda de ella. Sintió
un leve temblor atravesarla mientras absorbía el seductor
calor que emanaba de su esbelto cuerpo. Quinn cerró los
ojos y respiró profundamente. El aroma de su coño picante
y resbaladizo jugó con sus sentidos. Separando los labios,
casi podía sentirlo en su lengua… dulce, cálido, delicioso.
Quiso gruñir de frustración pero en vez de eso, presionó
sus labios contra el hombro femenino mientras hundía la
mano entre sus piernas. Cubriendo deliberadamente los
dedos con la salvaje esencia, Quinn dejó besos suaves y
frágiles por sus omoplatos mientras se colocaba de rodillas.
Los ronroneos y gemidos seductores lo estimularon
mucho más. Hipnotizado por la imagen de los orbes

55
sonrojados, bajó mucho más. Cubriendo de besos la piel
roja, se detuvo y separó las nalgas de ella con los pulgares.
La vista de su botón fruncido hizo que su polla gritara. Cada
fibra de su ser gritaba porque soltara su polla y se hundiera
hasta las bolas en ese pasaje fruncido y pecaminoso.
Negarse el perverso placer de apretar la cresta palpitante en
la apertura era pura tortura.
Pero el pobre bastardo estaba a merced de la sumisión
de Ava. Un hecho que lo hizo pensar brevemente quién
estaba sometido a quién.
Acercándose más, extendió su lengua antes de pasar la
punta sobre su fruncido borde. Ava lanzó un gruñido
lastimero que terminó en gemido de aprobación mientras se
derretía contra la cruz. Quinn maldijo internamente por la
frustración. Reemplazando su lengua con un pulgar, abrió
sus labios resbaladizos con la otra mano antes de extender
su lengua y lamer el néctar que goteaba de ella.
Con el pulgar abriéndose paso por la pequeña apertura,
Quinn sintió los músculos de las piernas femeninas temblar
contra sus amplios hombros. Y cuando extendió su lengua
para concentrarse en su clítoris antes de deslizar dos dedos
en su coño tembloroso, Ava gritó de éxtasis.

******

56
La sensación de su lengua, labios, dedos y cálido aliento
cubriendo el sexo de Ava la hizo arder. La conflagración de
las sensaciones la encendieron aún más que todas las luces
de las Vegas. La demanda se arrastró por su espalda y se
extendió como un relámpago por sus extremidades.
El decadente cosquilleo fragmentó las nubes etéreas del
subespacio. Pero a Ava no le importaba… no le importaba ni
un poco. Intentó no concentrarse tanto en la sobrecarga de
placer que tan capazmente le daba él, pero la abrasadora
necesidad elevándose dentro de ella era más de lo que podía
contener. Rezó porque Quinn le diera permiso. Pero el
acelerado zumbido dentro de ella inundó su sistema. El
familiar adormecimiento se extendió desde su núcleo y se
dirigió hacia sus muslos.
“No puedo… aguantar…”
“Córrete para mí, princesa.” gruñó Quinn contra su coño
pulsante.
La vibración de sus palabras sobre la piel de Ava junto
con la lujuriosa embestida de sus dedos y su pulgar invasor,
la elevaron hacia el cielo como un cohete. Ava gritó su
nombre mientras el éxtasis la hizo deshacerse en un millón
de fragmentos convulsionantes. Su coño se apretó y ordeñó
los dedos masculinos mientras sus gritos hacían eco más
allá de los muros del calabozo.

57
Antes de que pudiera empezar a deslizarse de regreso a
la tierra, Quinn se puso de pie y se acercó detrás de ella. El
metal del cierre de su pantalón envió una nueva ola de alivio
a extenderse a través de ella.
“Ruega por ello, nena.” demandó Quinn en tono ronco y
necesitado.
“Por favor… fóllame, Amo.” jadeó ella sin aliento.
“Más fuerte.” gruñó.
“Fóllame. Fóllame fuerte.” gritó. “Necesito que tu polla se
entierre bien hondo dentro de mi… por favor.”
Quinn dejó soltar una maldición. La tomó del cabello
fuertemente con una mano mientras con la otra alineaba la
gruesa cabeza de su erección contra el coño tembloroso.
Con una embestida implacable y feroz, se hundió bien
profundo en ella. El dolor se mezcló con el placer, y Ava
gritó mientras trabajaba por aceptar su eje invasor.
“¿Qué tan duro lo quieres, princesa?” susurró en tono
animal.
Su cálido aliento caía sobre su oreja y por su cuello
hasta hacerla estremecer.
“Te sientes tan malditamente perfecta… tan caliente y
sedosa. Podría quedarme en tu pequeño y apretado coño por
siempre.”
“No me importa.” jadeó, necesitando que él se moviera…
necesitando sentir la fricción de su eje deslizándose dentro y
fuera de su hinchado núcleo. “Solo quiero complacerte,

58
Amo. Llévame a donde quieras, pero por favor… lo necesito
ahora.”
Aunque la tenía inmovilizada contra la cruz, Ava movió
las caderas, rebotando los huesos pélvicos contra la fuerte
madera. Probablemente tendría moretones por la mañana
pero no le importaba. Lo único que deseaba, necesitaba, era
que Quinn hundiera su dura y deliciosa polla dentro y fuera
de ella para aliviar la enceguecedora presión que ardía
dentro de ella.
“¿Lo necesitas? ¿Qué necesitas?” la provocó, mordiendo
el punto de pulso en el hueco de su cuello.
Ava dejó salir un gruñido lastimero mientras movía su
culo contra los acerados abdominales de él.
“Esa no es una respuesta, princesa. ¿Necesito volver a
usar el látigo?”
“No.” gritó. “Oh, Dios, ayúdame, Amo. Me muero aquí.”
“¿Con qué te ayudo?”
Su tono burlón y sus enloquecedores juegos mentales la
estaban haciendo perder la cabeza
“Fóllame, maldita sea.” ladró ella. “Muévete.”
“¿Quién hace las reglas aquí niña?” preguntó,
hundiendo los dientes en la tierna piel bajo el lóbulo de la
oreja.
La frustración del momento intentó alejarla de donde
ella quería estar, pero Ava se aferró al camino en el que
estaba.

59
“Tú, las haces, Amo.” gimió ella mientras una lágrima
cayó por su mejilla.
“Entonces dime qué necesitas… del modo correcto,
esclava.”
Su implacable y rica voz cayó sobre la piel de ella como
miel espesa y cálida. Ava cerró los ojos mientras un quejido
lastimero salió de su boca.
“Por favor… fóllame, lento y profundo. El ardor es
demasiado. Estoy en llamas. Necesito que apagues este
fuego. Por favor. Nadie puede hacerlo mejor que tú.”
Su murmullo de satisfacción cosquilleó en la orilla de la
oreja de ella mientras se retiraba un agonizante centímetro
a la vez. Ava suspiró de alivio solo para jadear cuando
Quinn se hundió profundamente en ella de nuevo.
Maullando, encontró sus embestidas mientras una nueva
clase de ardor la envolvió. Un calor mágico, místico que le
derritió los huesos y la cubrió en un resplandor feroz.
La cabeza de Ava flotó. Su cuerpo cantó. Y Quinn
bombeó más allá de sus músculos temblorosos con un
ritmo seductor y exigente. Él reclamó más que su cuerpo…
reclamó su alma. Y ella estaba más que feliz de dársela…
darle todo de sí. Ya no había reservas, inseguridades y
dudas. Todo fue reemplazado por una gloriosa plenitud…
una euforia que solo Quinn podía darle.
“Sí. Oh, Dios… sí.” jadeó, apretando los bordes de la
cruz.

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Ava se aferró fuerte mientras él se hundía de nuevo con
cada embestida rítmica y feroz. Su aliento cálido flotó sobre
el cuello de ella. La colonia amaderada de Quinn se mezcló
con el ácido aroma a sexo en el aire, elevando y
fortaleciendo su necesidad. Incluso el hecho de que Quinn
estuviera todavía vestido por completo y el metal de su
cierre le irritara los ardientes orbes, no la distrajo de la
euforia que la inundaba. El simbolismo de estar desnuda
tampoco se le escapó, y la comprensión se filtró en la niebla
llena de lujuria.
Quinn no le estaba haciendo el amor, al menos no de su
usual manera. No, tenía un propósito para este acto sexual
crudo y animal. Simplemente no sabía cuál podría ser. El
cuerpo de Ava comenzó a tensarse. Dios, no quería fallarle…
no de nuevo.
Percibiendo el cambio en Ava, Quinn se hundió más
hondo en ella, y luego se quedó quieto. Enterró el rostro en
el hueco del cuello femenino, pasando su barba por la piel
de ella, antes de deslizar la lengua por el lado de su
garganta cerca de su oreja.
“Vuelve a mí, princesa. Sal de tu cabeza. Sigue hacia
donde te estoy llevando.” murmuró en tono paciente y
amoroso.
Levantando el pecho de ella de la cruz, Quinn la envolvió
con los dos brazos y la apretó contra su fuerte cuerpo.
Rodeada del calor decadente de él, se sintió decepcionada
por la capa de ropa que los separaba. Aun así, Ava halló

61
refugio en sus fuertes brazos. Él la abrazó en silencio por
varios minutos antes de extender las manos y liberar el
metal que la tenía fija en la cruz.
Luego Quinn tomó sus muñecas y las bajó a los lados de
su cuerpo. Retirándose lentamente del interior de ella, se
dobló y soltó las ataduras en sus tobillos. Una ola de pánico
se elevó a través de ella. Lo había hecho… había fracasado…
falló al rendirse a él por completo. Las lágrimas comenzaron
a picar en sus ojos, y Ava intentó con desesperación
parpadear para controlarlas.
“Lo siento.” susurró, con la voz rota por el
remordimiento.
“Shhh.” le ordenó Quinn. “No tienes nada que lamentar,
princesa. Me has complacido inmensamente.”
“Pero… tú no terminaste, Amo.”
“No. Al menos, no todavía.”
Sonriendo, la giró para mirarla y comenzó a quitarle las
esposas de las muñecas.
“Solo estamos tomándonos un pequeño descanso.”
“¿U… un descanso?” tartamudeó ella, totalmente
confundida.
“Sí. Si seguimos jugando, vamos a perdernos la reserva
para cenar.” le explicó, con una sonrisa diabólica. “Ve a la
habitación. Hay un regalo para ti debajo de la cama. Te veo
allí después de que limpie el calabozo.”

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Las palabras de Quinn se deslizaron lentamente a través
del charco de furioso estrógeno e iracundas endorfinas
abriéndose paso por su sistema.
[¿Un descanso? ¿Cena? ¿Me está tomando el pelo,
joder?]
Forzándose a asentir mientras intentaba disimular su
irritación, Ava se dio la vuelta y caminó hacia el dormitorio.
Mirando sobre su hombro, vió cómo Quinn se abrochaba el
pantalón y recogía los juguetes antes de colocarlos en una
bolsa oscura de tela. No podía procesar por completo lo que
acababa de suceder, y una capa grasosa de derrota se coló
hasta el fondo de sus huesos mientras sus palabras de
elogio la irritaban.
Con las emociones encontradas en conflicto, Ava se
arrodilló junto a la cama y sacó una caja grande con un
enorme lazo rosa. Después de colocar el regalo en la cama,
desató el lazo con cuidado y levantó la tapa antes de retirar
varias capas de papel de seda blanco. Cuando apareció el
contenido de la caja, jadeó y se volvió a enamorar de Quinn.
“Piedad.” susurró ella mientras levantaba el impactante
vestido de noche color champaña de su caja.
El corazón se le aceleró de la emoción. Miró a Quinn que
aún limpiaba el calabozo y no pudo evitar sonreír. ¿Cómo
sabía que había estado deseando esta exquisita creación
durante meses? Este asombroso hombre había gastado una
pequeña fortuna en aquel vestido. Pasó un dedo tembloroso
sobre el delicado bordado de encaje, acarició la ondulante

63
pedrería. Suspiró con deleite ante la sensación del sedoso
satín envuelto y colocado elegantemente sobre el escote en
forma de corazón.
Girándose de nuevo hacia Quinn, lo encontró recostado
contra el marco de la puerta al otro lado de la habitación.
Sus ojos brillaban, y una sonrisa devastadoramente
atractiva adornaba su boca sensual. Una corriente palpable
de lujuria emanaba del cuerpo masculino, desviando su
atención del vestido a un latente deseo aun golpeteando su
interior. Aunque ella no entendía por completo las reglas del
juego que estaba jugando Quinn, Ava tenía un poco de
tormento que devolver. Alejándose de la cama, caminó hacia
él, meneando las caderas con cada lánguido paso. La
sonrisa de Quinn se amplió más mientras se alejaba del
marco, encontrándose con ella en medio de la habitación.
“Gracias por el asombroso vestido, Amo. Es precioso.”
Quinn le acunó el rostro y presionó un beso crudo y
hambriento en sus labios.
“Mimarte es un regalo para mí, mi hermosa chica. No
puedo esperar a verte con y sin ese vestido. Planeo
quitártelo de ese cuerpo sexy más tarde… con los dientes.”
“¿Me lo puedo poner ahora, si quieres?” contestó con
una sonrisa juguetona.
Besándola de nuevo con un gruñido bajo, Quinn deslizó
sus manos hacia su trasero ardiente, la levantó,
presionando su abultada erección contra ella. Ava ronroneó
en su boca, y luego frotó su monte contra su suculenta

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dureza. Ella sabía que su actitud juguetona le iba a costar.
Y le costó.
Quinn levantó una mano de su trasero y aterrizó una
palmada castigadora mientras ella apretaba las nalgas. El
ardor se extendió sobre su piel como brasas calientes en el
viento. Pero, aún fundida contra la boca de él, Ava no podía
evitar reírse. Eso solo le representó otra palmada, pero esta
vez no se rió, gimió.
“Mejor así.” gruñó con una sonrisa antes de bajar su
cabeza para lanzarse hacia uno de los pezones femeninos.
“Mmmm.” gimió.
Arqueando la espalda, levantó sus pechos en ofrenda.
Dios, lo amaba más que a la vida misma. Y cuando él le
quitó el control… bueno… cuando ella se lo permitió…nada
en la tierra podía compararse con la dicha pura que él le
brindaba sin el mínimo esfuerzo.
Quinn arrastró su lengua alrededor de su areola en
círculos lentos y lánguidos. Ava podía sentir sus pezones
endureciéndose de modo imposible. Y cuando él hundió los
dientes en la punta dura y rojiza, ella jadeó y enredó los
dedos en su cabello suave y grueso, deleitándose en ese
dulce dolor que se extendía en su pecho. Él retiró su boca
con un audible ‘pop’. Ella siguió la mirada de él y se
encontró con un pezón distendido, brillante y rojo como el
vino.
“Lleva tu sexy trasero a la bañera mientras me doy una
ducha. Necesitamos irnos en cuarenta y cinco minutos.”

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“Sí, señor.” Sonrió. “Gracias de nuevo por el hermoso
vestido.”
“Lo que sea por ti, mi princesa.” contestó en esa voz baja
y ronca que jamás dejaba de hacerla estremecer.
Mientras llenaba la bañera, Ava se sentó en el borde de
la enorme tina, viendo cómo Quinn se desnudaba. Ella
quería llorar ante la belleza de sus músculos fuertes y
apretados que ondulaban desde sus hombros, por su
espalda hasta llegar a sus fuertes y gruesos brazos. Pero tan
pronto como él salió de su pantalón, su polla hermosamente
hinchada se apoderó de toda su atención. Estaba larga,
dura y delineada de venas gruesas y palpitantes, y Ava
quería arrastrarse a sus pies, colocarse de rodillas y
chuparlo con esa boca que se le estaba haciendo agua.
“Sé lo que estás pensando, mi amor. La respuesta es
no.” dijo Quinn riéndose. “Si te comportas durante la cena,
puede que tenga un regalo especial preparado para tu
postre.”
“Oh, Amo, créeme. Seré un perfecto ángel.”
Quinn se rió más fuerte y negó con la cabeza.
“Eso está por verse.” bromeó.
Con un puchero juguetón, Ava encendió los chorros y
entró en la bañera mientras Quinn se daba la vuelta para
dirigirse a la ducha.

66
CAPITULO 5
*
Bajo el chorro cliente y el vapor ondulante, Quinn lanzó
una maldición por lo bajo. Después de obligarse a salir del
pequeño y acogedor coño de Ava, sospechaba que su
palpitante polla no se lo perdonaría por un par de siglos.
Solo, detrás del vidrio opaco de la ducha, Quinn encontró su
propio infierno privado. Desesperadamente quería envolver
su puño fuertemente alrededor de su polla y aliviar la
presión antes de que su piel se le abriera. Con un meneo de
cabeza, se negó una vez más, optando por dejar que Ava
eventualmente saciara el fuego que le retorcía las bolas.
Al salir de la ducha, envolvió su cintura con una toalla
antes de mirar en la habitación. Ava estaba de pie frente al
espejo, pasando una esbelta mano sobre el vestido, bajando
por el fulgor sensual de su cadera. El vestido que se
aferraba a las pecaminosas curvas de su cuerpo se veía
infernalmente erótico. Aún ignorante de que él la observaba,
Ava tomó los guantes a juego y se los colocó hasta los codos,
y él sonrió.
“¿Por qué razón me habrá comprado guantes?” farfulló.
“Son tan suaves como el terciopelo, pero no puedo ponerme
mis anillos.”

67
Quinn se aclaró la garganta mientras ella comenzaba a
dar la vuelta hacia él.
“Es una prueba.”
“¿Una prueba?” las cejas de ella se arrugaron.
“Sí. Lo entenderás… eventualmente, espero.” contestó
misteriosamente a propósito.
Moviéndose detrás de ella, le sostuvo la mirada en el
espejo.
“Te ves seductora… asombrosamente encantadora, mi
amor.”
El pecho de ella se sonrojó y el rubor subió hasta sus
mejillas.
“Gracias, Amo. Este vestido… me hace sentir como la
Cenicienta. Es hermoso. No puedo agradecerte lo
suficiente.”
Quinn sonrió orgulloso antes de besarle suavemente la
nuca. Solo entonces se dio cuenta que había recogido sus
largos rizos castaños en la parte de atrás de su cabeza. Solo
caían unos pocos mechones del elegante recogido. Le
cosquillearon la nariz mientras inhalaba su dulce olor.
“Verte en el vestido es suficiente agradecimiento y
créeme… eres mucho más hermosa que la Cenicienta,
princesa.”
Dándole a su chica una mirada larga y fervorosa, Quinn
dio un paso atrás a regañadientes y comenzó a colocarse el
smoking negro. Podía sentir los ojos de ella fijos en su
espalda mientras se dirigía de nuevo al calabozo. Sonriente,

68
tomó los elementos que deseaba, escondiéndolos detrás de
su espalda mientras volvía a la habitación.
“¿Te pondrías esto durante la cena por mí, princesa?”
preguntó, extendiendo un enorme dilatador anal y un tubo
de lubricante.
Los ojos de Ava se abrieron tan grandes que Quinn casi
estalló en risas. En cambio, se mordió el interior de su boca
para mantener su expresión sombría.
“¿Tengo opción?” se ahogó, mirando el dilatador con
expresión dudosa.
“Claro, Ava. Siempre tienes opción. Este aspecto de
nuestra relación jamás funcionará si no es consensuado.”
La expresión de ella se tornó pensativa mientras miraba
varias veces entre él y el juguete. Casi podía oír sus
pensamientos corriendo en estampida a través de su
cabeza… podía ver la indecisión parpadeando en sus lindos
ojos color avellana.
“Llevaré el dilatador durante la cena si es lo que deseas,
Amo.”
“Ah, pero no te pregunté qué quería yo, niña. Te
pregunté qué querías tú.”
Quinn vió como su boca se abría y cerraba como si
tuviera miedo de darle una respuesta errada. Quinn frunció
el ceño y le fijó la mirada.
“Y espero que me digas la verdad.”

69
Como si hubiera lanzado un martillo a través de un lago
congelado, la tensión abandonó su cuerpo mientras se lamía
los labios con rapidez.
“La verdad es… no. No quiero estar cerca de ese
dilatador. Y especialmente no quiero intentar disfrutar una
cena romántica contigo con esa… cosa metida en mi
trasero.”
“Muy bien.”
Quinn asintió mientras colocaba el lubricante y el
dilatador en la mesita junto a la cama.
“Entonces lo guardaremos para después de cenar.”
Ava palideció pero asintió mientras su rostro se llenaba
de ansiedad.
“Te ayudaré a sacarte ese dilatador de la cabeza,
princesa. Lo prometo.”
Quinn no pudo evitar sonreír. Ya había mantenido sus
pensamientos ocupados… muy ocupados.
“¿Nos vamos?” preguntó extendiendo el brazo.
Dentro del elegante elevador, notó que Ava se frotaba las
puntas de los dedos cubiertos con los guantes. Extendiendo
la mano, la entrelazó con la de ella. No poder sentir su piel
se sentía ajeno para él, y sin duda, también para Ava. Lo
que planeó a continuación sería igual de ajeno para ambos,
pero Quinn se moría por ver cómo respondería.
Mientras se dirigían hacia el restaurante, colocó una
mano abierta en la parte baja de su espalda. El dominante
dentro de él rugió ante la reclamación puramente posesiva,

70
y una sonrisa confiada se posó en las esquinas de su boca
mientras se paraban en el podio del maître. Quinn vió cómo
Ava paseaba la mirada sobre las mesas vacías. Su frente se
arrugó delicadamente mientras se daba cuenta que eran los
únicos comensales presentes en el lugar.
“Reservé todo el restaurante para nosotros esta noche,
princesa.”
“¿Qué?” jadeó mientras abría los ojos de par en par.
“¿Por qué?”
“Quería toda tu atención solo para mí, amor.”
Ava asintió adormecida mientras Dominique, un hombre
de baja estatura, rollizo y bien vestido, los saludaba.
“Ah, Sr. MacKinnon. Es un gusto volverlo a ver. La mesa
que pidió está lista. Si me acompañan por favor.”
“Gracias, Dominique.” asintió Quinn.
Mientras deslizaba un brazo alrededor de la cintura de
Ava, siguieron al maître por las escaleras bajas hacia una
gran mesa redonda situada en el centro de la estancia.
Todas las demás mesas habían sido removidas por petición
de Quinn. Miró rápidamente el mantel blanco que abrazaba
la mesa llegando hasta la alfombra, mientras sonreía
astutamente.
Ayudó a Ava a sentarse, y se inclinó hacia su oído.
“Enorgulléceme, primor.”
Ella giró la cabeza, mirándolo con expresión analítica, y
aplacó su confusión con un valiente asentimiento de cabeza.
Una oleada de esperanza lo llenó. Ava parecía estar

71
convencida. Ya estaba orgulloso de su chica, pero la
verdadera prueba estaba por comenzar.
Tan pronto como Dominique se dio la vuelta para irse, el
joven camarero, Brice, apareció con una botella de
champaña helada. Quinn había sido muy específico con sus
instrucciones cuando se encontró con ambos empleados el
día anterior. La discreción fue la mejor parte del valor, y se
sentía confiado de que sus inusuales peticiones fueran
respetadas.
Sin mediar palabra, Brice llenó sus copas y se fue.
Quinn levantó su copa y le sonrió ampliamente.
“Un brindis, por la mujer más asombrosa y hermosa del
planeta. La dulce y suculenta Ava.”
Una sonrisa tímida le curvó las esquinas de la boca
mientras levantó la copa y dar un sorbo. La dulce
efervescencia burbujeó en su lengua y cosquilleó en la base
de la garganta de Quinn cuando tragó.
Entonces Ava levantó su copa con una sonrisa traviesa.
“Por el Amo más apuesto y amoroso del planeta.”
Un temblor sin aliento se deslizó por sus labios antes de
brindar con él. Quinn tomó un gran sorbo y dejó la copa
vacía sobre la mesa. La estudió durante un largo minuto
mientras sus deseos dominantes se tornaban ardientes y
profundos.
“Ven y párate junto a mí por un minuto, princesa.” le
ordenó con una sonrisa perversa.

72
******

La orden baja y decadente de Quinn se deslizó por la


piel de Ava. Tragó apretadamente mientras dejaba su copa
sobre la mesa. Las puntas de sus dedos enfundados aún
conservaban el frío del cristal, y luchaba por evitar quitarse
el material de sus manos. No poder sentir ninguna textura
era curiosamente enloquecedor.
Colocándose de pie, estaba muy consciente de la mirada
feroz de Quinn. Mientras rodeaba la mesa, se detuvo,
insegura de si debía arrodillarse o mantenerse de pie. Las
mariposas levantaron vuelo en su vientre mientras esperaba
sus instrucciones.
Sin decir nada, Quinn deslizó sus manos por la tela
satinada del vestido. Inclinándose, tomó el dobladillo entre
sus dedos.
“Simplemente te ves comestible, amor.” susurró antes de
levantar la parte de adelante del vestido.
En una ola de vergüenza, Ava extendió la mano para
agarrarlo de la muñeca pero se detuvo y él le apretó la mano
con un puño. El corazón de ella golpeó contra sus costillas
mientras Quinn siguió recogiendo la parte de adelante del
vestido alrededor de la cintura. El pánico se elevó como un

73
río desbocado mientras miraba rápidamente sobre su
hombro.
“Te tengo de frente a mí para que nadie pueda ver lo que
hago, princesa.” murmuró, mirándola. “Así que puedes
quitar esa cara de terror.”
La nota de molestia en su voz llenó a Ava de pesar.
“¿He hecho algo que provoque tu falta de confianza… tu
sumisión, niña? Si lo he hecho, exijo saber qué es.”
Ava parpadeó sorprendida.
“No, Amo.” contestó ella vehementemente mientras
negaba con la cabeza. “No has hecho nada así. Confío en
ti… confío en ti con mi vida. No he retirado mi sumisión…
para nada.”
“Actúas como si fuera así.”
“Lo siento. No es mi intención decepcionarte o hacerte
pensar que no soy feliz. Es solo que… estoy luchando aquí.
Sé que estoy luchando contra mi sumisión, pero te juro, no
es intencional.”
“¿Qué puedo hacer para ayudarte, niña?” preguntó él,
pasando la mano libre por entre los muslos de ella
haciéndola temblar. “¿Qué necesito para que me entregues
todo ese poder?”
Ava intentaba concentrarse, pero la caricia tibia de
Quinn, junto con el miedo de que el camarero volviera y
encontrara su vestido levantado hasta la cintura con su
sexo desnudo y expuesto, se lo hacían imposible.

74
Definitivamente, Quinn estaba cumpliendo su promesa de
empujarla más lejos.
Cerrando los ojos, absorbió la calmante calidez de las
manos grandes y capaces de Quinn, buscando
desesperadamente un fragmento de paz sumisa. Pero sus
pensamientos estaban consumidos con imágenes del
camarero apareciendo junto a ellos, viendo cómo Quinn
tocaba y manipulaba su piel desnuda. Una sensación
elevada de excitación se apoderó de ella, disipando todo
rastro de vergüenza sentido anteriormente.
[¿Qué te pasa?]
La pequeña voz en su cabeza la regañó.
[En serio, que te miren no puede excitarte… ¿O sí?
¿Dónde está tu sentido de la decencia?]
Obviamente eso la excitaba, porque la modestia de Ava
de repente se fue por la puerta. Gimió mientras los dedos de
Quinn subían por su muslo. Sus nudillos rozaron los
doloridos pliegues en una caricia leve. Todo su cuerpo
tembló por ese tomento, y contuvo el aliento, esperando que
él metiera los dedos en el fondo de su húmedo centro.
¿Por qué había vacilado en su pequeño calabozo
privado? ¿Y por qué necesitaba la idea de ser observada
para romper las cadenas internas que la ataban?
[Porque eres una degenerada pervertida que
romperá el corazón de Quinn si sospecha que te excita
que otros te vean mientras te calientas.] dijo su
consciencia, sin permiso.

75
De repente Quinn aterrizó una fuerte palmada en el
monte de su sexo. Los ojos de Ava se abrieron grandes y
alarmados antes de que mirara otra vez sobre su hombro.
“Espero una respuesta, niña.” ladró Quinn, frunciendo
el ceño mientras seguía su línea de visión. “Te dije que
nadie te podía ver, princesa. ¿Crees que miento?”
“No señor.” respondió rápidamente. “Yo… no sé que
necesitas, Amo. Pero no quiero fallarte.”
“Oh, creo que ambos sabemos exactamente lo que se
necesita, mi preciosa esclava.”
Los ojos de Quinn tenían un brillo travieso y conocedor.
“¿Debería llamar a Brice, nuestro camarero para que se
nos una… hmmm?”
La boca de Ava se abrió y el corazón se le apretó antes
de bombear al triple de ritmo. Sin decir nada, negó
vehementemente con la cabeza.
“Aw, preciosa. No sientas vergüenza. Te gusta que te
miren, lo que es bueno, porque me gusta alardear de tu
sumisión.”
Quinn deslizó un dedo por su clítoris y lo frotó con
suavidad.
“El único modo en que puedes fallar es si no lo intentas.
Ahora, abre tus piernas para mí, hermosa. Quiero ver mi
lindo coño enmarcado por tu vestido… enmarcado por todo
ese satín y encaje.”
Automáticamente, Ava abrió las piernas mientras el
shock cedía a través de su cerebro. ¿Cómo diablos sabía

76
Quinn que ella había estado fantaseando con que el
camarero los observara?
“Y, quién sabe, tal vez regrese Brice y puedas enseñarle
lo arrebatadoramente hermosa que puede ser mi dulce
sumisa.”
Una ola de emoción le recorrió las venas. Quinn no
estaba enfadado por su sucia fantasía… apoyaba esa locura.
Dios de los cielos, ¿qué estaba haciendo? La mortificante
idea rodó por su cerebro mientras miraba a Quinn con la
boca abierta.
“Puedes hacer esto por mí, Ava. Pero más que todo,
puedes hacerlo por ti misma… por nosotros. Este es solo el
primer paso que tengo planeado para ti. Confía en mí, amor.
No te fallaré. No nos fallaré.”
La pasión y la promesa en su voz llegó a un profundo
lugar dentro de ella… una parte que no sabía que existía
hasta ahora. Llena de una sensación de auto confianza, Ava
sintió sus ojos llenarse de lágrimas, sintió que el corazón se
le expandía, y tuvo una sensación de paz que llenó de calor
cada célula de su ser.
La determinación salió a la superficie. Quinn quería su
confianza más pura, su poder, su corazón, mente, cuerpo y
alma. Contra viento y marea, Ava estaba lista y dispuesta
para entregarle todo lo que era y podía ser.
Ava echó lejos toda duda y se cubrió de la gloria de ser
la esclava de Quinn.

77
De repente, se dio cuenta que no necesitaba y quería
que el camarero volviera para ver lo que Quinn le hacía. Él
llenaba todas sus fantasías. Quinn la protegía, la mantenía
a salvo, y la apreciaba de todas las maneras.
“Te daré todo de mí, Amo.” susurró ella mientras
extendía la mano para acunar su esculpida mejilla.
“Esa es mi chica.” murmuró él.
Las puntas de sus dedos siguieron jugando con sus
pliegues, haciéndola temblar. Y cuando presionó su clítoris,
Ava gritó. No le importaba si en la estancia había una o mil
personas… su concentración estaba puesta en Quinn, y solo
Quinn.
Reposicionando su mano, él hundió dos dedos dentro de
su apretado túnel. Las chispas se encendieron y estallaron
detrás de los ojos de ella mientras utilizaba su pulgar para
provocarla y atormentarla. Ava apretó el dobladillo de su
vestido y cerró los ojos, deleitándose en el cosquilleo que
revoloteaba a través de ella.
“Tan caliente. Tan suave. Tan putamente sedosa.”
murmuró Quinn antes de doblarse para deslizar sus cálidos
labios sobre el muslo de ella.
Ava dejó una mano del vestido y hundió los dedos en el
cabello de Quinn. Maldijo para sus adentros por los guantes
que evitaban que sintiera la textura de su espesa melena
color canela.

78
“El olor de tu coño es el perfume más dulce del planeta.
Todo de ti me vuelve una bestia en celo. Me haces sentir
invencible, amor.”
Su elogio no solo vibró sobre su piel sino que también
llenó los recovecos más profundos de su corazón.
“¿Quiere que traiga ya los aperitivos, señor?”
[El camarero. ¡Jesucristo!]
El pánico le inundó el sistema mientras sus ojos se
abrían de par en par. Ava intentó zafarse, pero los dedos
insertados de Quinn la mantenían inmóvil. Mientras el aire
se detenía en sus pulmones, cerró los ojos mientras que sus
mejillas ardían por completo.
“Sí, eso estaría bien, gracias, Brice.” contestó Quinn sin
alejarse de las piernas de ella.
“Perfecto, Sr. MacKinnon. Sin embargo, sospecho que el
producto que eligió palidece comparado con lo que está
disfrutando ahora.”
Ava contuvo una risa irracional mientras escuchaba a
Brice retirarse. A través de sus ojos entrecerrados, vió la
coronilla de la cabeza de Quinn, saboreando las sensaciones
que le otorgaba.
Lentamente levantó la cabeza y sacó los dedos del
interior de ella antes de sostenerle la mirada y lamer su
resbaloso néctar de sus dedos. El orgullo brilló en sus ojos
color musgo. Se sintió atesorada y adorada, y una ola de
paz le inundó el alma.

79
Jamás había conocido la clase de amor que ella y Quinn
compartían… esa clase de amor que abarcaba todos los
aspectos de su ser.
Su corazón saltó cuando Quinn se puso de pie y colocó
su servilleta en el borde de la mesa. Una hambrienta mirada
de anhelo ardía en sus ojos. Sin decir palabra, levantó la
parte de atrás del vestido de Ava, abultándolo en su espalda
mientras la levantaba y la sentaba sobre la mesa.
“Acuéstate para mí, princesa.” le ordenó antes de tocar
su coño con mimo.
[¿Él quiere tener sexo conmigo aquí? ¿Aquí?
¿Ahora?]
Un revoloteo de excitación zumbó dentro de ella. Quería
complacer a Quinn en cada aspecto, pero la emoción
indescriptible de ser observada se desplazaba en sus venas.
“De prisa, muñeca. A menos que quieras que espere a
que Brice regrese antes de que te devore ese delicioso coño.”
La ligera sonrisa en su sonrisa le dijo que Quinn
pretendía provocar su fantasía hasta el máximo. Se le
aceleró el pulso. De repente Ava se dio cuenta que el que la
observaran no era lo que ella quería. Su fantasía lujuriosa
era simplemente eso… una fantasía. Vivirla… bueno, no
estaba segura de poder sacarla adelante.
Ava miró rápidamente el restaurante.
“Esto no es para ti, princesa, es para mí.” le recordó,
mirándola entusiasmado con expresión perceptiva.

80
Quinn había ido muy lejos para armar esta escena. Ava
sabía que él quería sellar el compromiso y establecer su
relación Amo/Esclava. De ninguna manera lo iba a
decepcionar. Con una sonrisa, miró los eróticos rasgos
masculinos y bloqueó el resto del mundo. Ava centró su
mente en Quinn y en hacer realidad todas sus fantasías.
Ava descansó su espalda en la mesa, con cuidado de no
golpear las copas de champaña o desacomodar los platos de
porcelana de borde dorado. La punta de los dedos de sus
pies descansaba en la alfombra color tierra mientras veía
cómo se expandía el pecho de Quinn. Sus ojos brillaron con
cruda aprobación mientras la recorría con la mirada.
El aire frío flotó sobre su sexo expuesto, y su túnel se
apretó involuntariamente.
Quinn tamborileó los dedos sobre el monte desnudo.
“Levántate para mí, hermosa.”
Mientras arqueaba las caderas, colocó su servilleta
debajo de ella. Ava se acomodó abierta, totalmente expuesta
de la cintura para abajo. Su cuerpo ondeaba mientras un
escalofrío le recorría la espalda. Pero la expresión de orgullo
y amor plasmada en el rostro de Quinn dejó a un lado todas
las reservas de ella.
“Me enorgulleces tanto, princesa.” la arrulló. “Te Amo,
Ava.”
“También te quiero, Amo.” susurró con una sonrisa
valiente.

81
Vió cómo Quinn levantaba su copa de champaña.
Esperando que diera un sorbo, saltó cuando él volteó la
copa y derramó las burbujas heladas sobre sus ardientes
pliegues. Gritó y saltó, pero cuando él hundió los dedos
entre sus piernas y comenzó a lamer el frío liquido de su
coño, Ava cerró los ojos y gimió.
Perdida en la sensación de su magistral lengua, plana y
barriendo el champan mezclado con los jugos de su núcleo,
se maravilló ante sus manos fuertes que le apretaban los
muslos. Quinn la mantuvo abierta para su placer… y el de
ella, y a Ava no le importaba si el camarero volvía. Diablos,
no le importaba si el equipo de futbol de los Cowboys de
Dallas entraban y hacían ronda alrededor de la mesa para
observar. Solo le importaba complacer a Quinn.
De nuevo un rastro de líquido helado cosquilleó su sexo,
seguido por el abrasador calor de esa lengua perversa.
Mientras Quinn lamia y sorbía el rastro burbujeante, su piel
se calentó por el vapor de la boca de él. Indefensa, Ava se
meció y se retorció, gimiendo patéticamente mientras la
comía como loco.
Quinn metió la lengua en el túnel tembloroso mientras
que su pulgar rodaba por su pulsante clítoris. Gritó, y
apretó el cabello de él con los puños. Los ojos de Ava
rodaron hacia atrás. Todo lo que pudo hacer fue aferrarse a
él mientras Quinn la follaba con la lengua hasta dejarla sin
sentido.

82
Mientras él la llevaba hacia el borde, rápido y duro,
arqueó las caderas. Sus súplicas sin aliento hacían eco
alrededor de ella. Quinn bebía codicioso de su sexo y su
control mientras la llevaba directo al pico de la liberación. Y
mientras los cosquilleos familiares del orgasmo revoloteaban
hacia afuera, adormeciendo sus extremidades, Ava gritó
suplicando ayuda.
Pero en vez de darle permiso, Quinn se detuvo y levantó
la cabeza.
Sus ojos se abrieron de par en par mientras lo veía
ponerse de pie. Una expresión de autoridad surcaba el
rostro masculino mientras se lamía la resbaladiza crema de
sus brillantes labios. Los ojos de Quinn estaban nublados
de necesidad y bajo el cierre de su traje elegante y ajustado,
Ava pudo ver su enorme erección casi estallando para
poderse liberar.
“No… oh, Dios. No. Por favor, Amo. Por favor. No puedes
dejarme así.” se quejó.
Quinn arqueó una ceja mientras la miraba dubitativo.
“Oh, pero puedo, amor. Y lo acabo de hacer.”
Una retahíla de obscenidades se posó en su lengua. Ava
apretó con fuerza la mandíbula para evitar que salieran de
su boca mientras Quinn tomaba la servilleta empapada de
debajo de ella.
Después de doblar la parte de delante de su vestido
sobre su húmedo y palpitante sexo, Quinn extendió la mano
y la ayudó a bajar de la mesa.

83
Todo el cuerpo de Ava temblaba mientras una demanda
sin satisfacer corría por sus venas. Cuando intentó ponerse
en pie, sus rodillas casi ceden ante su peso, pero Quinn
rodeó su cintura con un fuerte brazo antes de ayudarla a
regresar a su silla. Se sentó frente a ella de nuevo, y Ava
bajó la mirada hacia el mantel blanco. Lágrimas de
frustración le picaron en los ojos mientras respiraba
entrecortadamente.
¿Cómo podía ser tan sin corazón… tan malvado… y tan
malditamente tormentoso? ¿A dónde fue su lado amoroso y
compasivo?
“Mírame, princesa.”
Ava vaciló. Sabía que tan pronto lo mirara a los ojos,
vería las feas emociones que se arremolinaban dentro de
ella. Fue en ese instante en que el camarero decidió
regresar. Ella agradeció no solo que él no hubiera aparecido
minutos antes, sino también por la distracción del
escrutinio de Quinn. Necesitaba unos pocos momentos de
silencio para reprenderse por su actitud poco sumisa.
Aparentemente obvio para ella o Quinn, el camarero
mantuvo la cabeza agachada mientras acomodaba un plato
de camarones jugosos y rosados en el centro de la mesa.
“Ava. Mírame.” exigió Quinn en un tono agudo y estricto.
“O invitaré a Bryce a quedarse y observar todo lo que planeo
hacerte en vez de que te mire a hurtadillas desde la cocina.”

84
Ella levantó la cabeza de inmediato. Mirando asombrada
entre los dos hombres, Ava vió una sonrisa ligeramente
culpable en los labios del camarero.
Quinn estudió su reacción con una mirada afilada como
un láser antes de inclinarse en su silla y cruzar sus
acerados brazos sobre su amplio pecho.
[Maldito.]
Incluso sus movimientos tenían una gracia masculina
que encontró excitante. Pero, esto no hizo nada para calmar
el abatimiento y la ansiedad que zumbaban dentro, ni
borrar la vergüenza que le calentaba el rostro al saber que
había sido observada.

85
CAPITULO 6
*
A Quinn le desagradaba que Ava hubiera elegido
mantenerse callada, pero el tono rosado elevándose en sus
mejillas y el brillo de lujuria danzando en sus ojos le dijeron
que Ava estaba tanto mortificada como excitada. Aunque
Quinn no tenía idea de si Brice había espiado o no,
sinceramente a él no le importaba. La reacción en conflicto
de Ava revelaba lo profundo que era su espíritu
exhibicionista. Arqueó las cejas mientras sostenía la mirada
de Ava a medida que Brice llenaba sus copas con
champaña, esperando por su respuesta. Pero ella no dijo
nada, solo se sonrojó hasta tomar un tono carmesí.
Quinn esperó a que el camarero se diera la vuelta y se
alejara antes de soltar un pesado suspiro.
“Tu sumisión no debería avergonzarte, amor. El deseo
de complacer a alguien no debería ser escondido como un
secreto sucio, sino que debe ser llevado orgullosamente para
que todo el mundo lo vea. Ojalá, de algún modo, pueda
convencerte de ello antes de terminar la cena.
Ava asintió nerviosamente mirando a Brice hasta que
estuvo fuera de su vista.
“Lo sé, solo me da miedo lo que…”
“¿Lo que la gente piense?”

86
Quinn sabía qué inseguridades acechaban su mente.
Con el paso de los años, él había logrado desterrar muchos
de sus miedos… la mayoría de ellos no tenían que ver con
este estilo de vida… pero ahora quería erradicar aquellos
que la mantenían prisionera y evitaban que disfrutara su
intercambio de poder. Debía estar seguro de que estaba con
él a largo plazo antes de llevar a cabo el resto de sus planes.
“No me da miedo lo que la gente piense de mí, Amo.”
declaró, levantando la barbilla. “Me da miedo avergonzarte
sin intención y fallarte en público. Hemos recorrido grandes
distancias para mantener nuestra relación en secreto. No
me gustaría hacer o decir algo que revele nuestro secreto.”
“¿Lo has divulgado, niña?” preguntó, listo para borrar
las preocupaciones que ella ofreció. “¿Alguna vez te he
reprendido por tu comportamiento o tus comentarios?”
Ella negó suavemente con la cabeza.
“No. ¿Alguna vez me has fallado? Absolutamente no.
¿Creo que podrías hacerlo algún día? Tal vez, pero en serio
lo dudo. ¿Quieres saber por qué?”
Un destello de esperanza se plasmó en el rostro
femenino.
“¿Por qué, Amo?”
“Porque la primera noche que te vi en el club Génesis…
el cual, a propósito, vamos a comenzar a visitar de nuevo,
semanalmente… vi el profundo nivel de sumisión brillando
dentro de ti. Incluso cuando ese cretino, Kerr, intentó
coartarte para que hicieras una escena con él y Mika

87
intervino, te mantuviste en tu sitio y con gracia.” la elogió
Quinn mientras tomaba un camarón con su tenedor y
mordió la mitad.
Una risita irónica se deslizó por la boca de ella.
“No estaba exactamente en mi sitio ni con gracia cuando
entré en tu oficina la semana siguiente, pensando que iba a
ser entrevistada por un extraño. En el momento en que me
di cuenta que eras tú, casi me doy la vuelta para salir de tu
edificio.”
Quinn echó la cabeza hacia atrás y se rio.
“Ese fue uno de los momentos más ‘Dios mío’ de mi vida.
Casi me trago la maldita lengua cuando atravesaste mi
puerta. Pero cuando vi lo sonrojada y nerviosa que estabas,
solo podía concentrarme en tomar el control y calmar tus
miedos.”
Ella le brindó una sonrisa amplia y sexy.
“Y jamás has dejado de hacerlo, Amo. Creo que me
enamoré de ti un poco ese día.” confesó con timidez.
“¿Tanto te demoraste?” preguntó él con impresión
fingida. “Yo me enamoré de ti en el primer momento que te
vi en el Génesis, mi muñeca.”
“No puede ser.” se rió ella.
“Sí, lo hice.” protestó con una risa, amando el jugueteo
entre ellos.
“Lo supe en el momento que sentí la abrumadora
urgencia de reacomodar el rostro de Kerr, supe que te me
habías metido en el corazón.”

88
Una sonrisa de halago le curvó los labios a Ava y sus
ojos brillaron de felicidad y orgullo. Durante la suculenta
comida, rieron y hablaron como solían hacerlo cuando
comenzaron su relación. Era un descanso bienvenido para
Quinn. Había alejado todas las presiones del trabajo que se
cernían sobre su cabeza y simplemente se relajó. Se dio
cuenta no solo de lo fácil que era amar a Ava, sino que
también cuánto extrañaba pasar tiempo de calidad… así…
con ella. Demostrando mucho más que necesitaba hacerse
cargo e incluir esta clase de libertad y despresurizar con ella
cada día.
Cuando Brice volvió con la bandeja de postres, Quinn
vió cómo se iluminaban los ojos de Ava cuando le dio un
vistazo a la decadente montaña de pastel de chocolate negro
y cereza.
“Por favor, quiero una taza de café y una rebanada de
pastel.” ordenó Quinn.
El camarero se giró hacia Ava.
“¿Y para usted, señora?”
Justo cuando ella iba a abrir la boca, Quinn negó con la
cabeza, y luego miró al joven.
“Ella comerá su postre bajo la mesa, y no desea que la
interrumpan, si es tan amable.”
Ava jadeó brevemente, pero Brice ni siquiera se percató
de su reacción. En cambio, el joven camarero sostuvo la
mirada de Quinn y asintió profesionalmente. Pero cuando se

89
dio la vuelta para irse, el pobre muchacho no pudo evitar
sonreír antes de alejarse.
Quinn casi podía sentir las ruedas girando en la cabeza
de ella mientras Ava seguía sentada nerviosa mordiéndose
el labio inferior. Bien. Quería hacerla pensar… pero en algo
diferente de su vergüenza o su auto confianza. La quería
enhebrando el significado que pretendía darle a los guantes
que envolvían sus manos y su próximo confinamiento bajo
la mesa. Era una mujer inteligente… lo averiguaría. Al
menos esperaba que así fuera.
Quinn se aclaró la garganta. Ava levantó la mirada,
sosteniéndosela pensativa. A él las venas se le llenaron de la
calidez de la autoridad al saber que arrancaría todo
semblante de seguridad de ella. Sí. Eso era lo que
necesitaba para que confiara en él inequívocamente.
“Déjate los guantes y metete debajo de la mesa. Colócate
de rodillas a mis pies, y bájame el cierre. Te llevarás mi gran
polla a tu dulce y caliente boca y la adorarás con cada
partícula sumisa de tu cuerpo y me ordeñarás hasta
dejarme seco.”
La lengua húmeda y rosada de ella lentamente se deslizó
por su labio inferior. Quinn casi se puso en vergüenza antes
de que ella incluso pudiera meterse debajo de la mesa. Que
Dios lo ayudase, la zorra seductora pondría a prueba su
resolución a la enésima potencia, pero él se había negado
por mucho tiempo el placer de su aterciopelada boca.

90
Ava se puso de pie, con el cuerpo tenso y lleno de
aprensión. Quinn le sonrió con lujuria.
“Disfruta el postre, mi amor. Si me complaces… tal
como confío que lo hagas, te guardaré pastel.”
Ella asintió antes de mirar larga y nerviosamente
alrededor de la estancia. Ava respiró profundamente. El
orgullo y la lujuria bombearon a través de las venas
mientras veía a su sumisa valiente y hermosa desaparecer
bajo la mesa.

******

Si Quinn le hubiera dicho, mientras se vestía, que para


el final de su comida, Ava estaría de rodillas bajo la mesa de
un restaurante de cinco estrellas para darle una mamada,
se hubiera reído en su cara. Pero ahora, de rodillas con los
ojos ajustándose a la luz filtrándose por debajo del mantel,
mirando a la polla dura empacada dentro de su pantalón,
Ava no encontró una gota de humor en su predicamento.
Nada más que una sensación de serenidad y propósito la
llenó.

91
Quinn abrió las piernas mientras ella colocaba el trasero
sobre sus talones.
“Puedes comenzar.” ordenó.
Odiaba el hecho de que no pudiera mirar la expresión
hambrienta del rostro de él… ver sus ojos oscurecerse
mientras deslizaba la lengua sobre su enorme cresta. Él
meció las caderas. Sí, Quinn obviamente estaba escaso de
paciencia. ¿Y por qué no lo estaría? Le había dado permiso
de correrse antes. Quinn había estado sufriendo por horas y
probablemente sus bolas estarían estallando. Ava no quería
nada más que sacarlo de su miseria.
A medida que pasaba sus manos enguantadas por las
rodillas masculinas, el calor corporal de él se filtraba por la
tela. Encontró la barrera entre ellos fría y molesta,
haciéndola sentir casi alienada de él. No le gustaba.
Ignorando su anhelo para sentir de verdad su calmante
calor contra sus dedos, Ava se inclinó y presionó
suavemente sus labios contra sus muslos. Lentamente,
comenzó a abrirse camino por las piernas de él mientras
sentía el calor de estas contra sus labios.
“Tus besos son dulces, muñeca. Sin embargo, no
recuerdo haberte ordenado que pierdas el tiempo, ¿verdad?”
preguntó Quinn arrastrando las palabras de modo lento y
sexy.
“No, señor.” contestó Ava con una sonrisa ladeada,
sopesando la idea de dejar un beso más antes de darse a su
labor.

92
Le encantaba atormentarlo cuando tenía oportunidad.
Desafortunadamente con el comportamiento dominante de
Quinn, casi no la tenía.
Alargando las manos, desabrochó su cinturón de cuero
y el botón de su pantalón antes de bajar con cuidado su
cierre. Aguantando la respiración, Ava acunó su eje con su
mano cubierta y liberó la hinchada erección de los dientes
de metal mientras esa polla llena de sangre salía libre. Con
un suave suspiro de apreciación, se volvió a sentar en sus
talones y se tomó varios segundos para simplemente mirar
ese miembro que le hacía agua la boca. Estaba dura, gruesa
y bordeada de varias venas, y con la necesidad reflejada en
la gota posada sobre la punta de la ancha corona. Su fuerte
almizcle masculino flotaba tan pesado dentro de su cueva
oculta que Ava casi podía sentirlo en la lengua.
Envolviendo un puño enguantado alrededor de la
erección lista, contuvo un gruñido. La incapacidad de sentir
su piel la irritaba. Con un gruñido interno de decepción,
levantó la otra mano y acunó el pesado saco, liberándolo
también de su confinamiento. El calor rodaba de sus
piernas abiertas como el sol de verano, pero no era
suficiente.
Ava ansiaba sentir su piel caliente en sus manos.
“Su café y una buena rebanada de nuestro característico
Pecado de Chocolate, señor.”

93
Ava se congeló cuando la voz amortiguada del camarero
se filtró por debajo de la mesa. De repente las palabras de
Quinn tronaron a través de su cerebro:
El deseo de complacer no debería esconderse como un secreto
sucio sino llevado con orgullo para que el mundo lo vea.
Una noción perversa estalló en su cabeza y Ava se obligó
a no soltar la risita que quería salir de ella. Planeaba
mostrarle lo orgullosa que estaba de ser su sumisa.
Abriendo mucho la boca, se lanzó sobre la ancha polla,
llevándose su enorme longitud hasta el fondo de la garganta
en una gran engullida. Quinn saltó y un sonido parecido a
una tos mezclada con un gemido retumbó desde el fondo de
su pecho, aparentemente atorado en su garganta. Ava liberó
su polla con un suave chasquido.
“Gracias.” le dijo Quinn al camarero, recuperándose
rápidamente del repentino ataque.
“Le diría que disfrute su postre, pero tengo la impresión
que usted ya lo está disfrutando.” replicó Brice con una
risita.
“Como no tienes ni puta idea.” contestó Quinn de
corazón.
El orgullo cubrió a Ava de pies a cabeza mientras ella
abría una vez más la boca y cubría el brillante eje. Quinn
alargó la mano bajo la mesa y acunó la nuca de ella,
presionando sus labios hasta la base de su polla. El vello
recortado le cosquilleó la nariz, y pasaron largos segundos
mientras el aire atrapado en sus pulmones comenzaba a

94
arder. Alertándolo en silencio de que se le estaba acabando
el aire, rodó suavemente las bolas en la mano, deseando
poder sentir su suave y delgada piel ondear mientras se
tensaba.
A medida que los pasos de Brice se alejaban, Quinn
aflojó el agarre de su nuca. Ava se deslizó hacia atrás y
tomó una buena bocanada de aire antes de deslizar la punta
de su lengua hacia arriba y debajo de las onduladas venas.
Podía sentir el acelerado pulso palpitando en su lengua.
Su coño se apretó como si estuviera celoso de que la
atención de él estuviera dirigida a la boca femenina.
Lamiéndolo de la base a la punta, Ava se asombró no solo
de su sabor adictivo sino del poder contenido bajo la piel de
su acerada polla.
Aplanando la lengua, la curvó sobre la gran cresta,
deteniéndose para mordisquear y chupar el punto sensible
bajo la pestaña en forma de corazón. Su emulsión clara y
libre goteaba por sus labios hacia su lengua. Perdida en las
texturas aterciopeladas, Ava suspiró feliz.
“Ten cuidado, cuanto más juegues conmigo, niña, más
te haré sufrir una vez que volvamos a nuestra habitación.
Créeme. Tampoco te gustará.” le advirtió Quinn con un
gruñido.
Varios segundos después, un gemido tentador vibró a
través del cuerpo de él y reverberó en los labios de ella.
“Este pastel es pecaminoso, muñeca. Claro que nada se
compara con tu dulce boca. Sin embargo, si no dejas de

95
tentarme y sacas la leche de mis doloridas bolas, no te
dejaré un maldito bocado.”
A Ava no podía importarle menos el pastel en ese
momento. Estaba demasiado embelesada bombeando su
boca arriba y abajo y girando su lengua en cada centímetro
de él. Todo lo que quería hacer era sentir su semilla caliente
estallando por su garganta.
Su coño gimió y su cuerpo cosquilleó. Llamas de deseo
lamían su espalda y cantaban en sus venas mientras los
estúpidos guantes la distraían más con cada segundo que
pasaba. Odiaba cómo le quitaban la conexión con Quinn. Sí,
la sensación de él sobre su lengua era eufórica. Pero adorar
su polla de este modo parecía apagado y soso, quitándole el
disfrute.
¿Por qué habrá insistido en que se pusiera esos
malditos guantes? Eran sofocantes como el velo de lino que
la encerraba en esta tumba privada.
Ava ansiaba alejar la irritante tela, lanzar los guantes a
un lado y colocar sus manos desnudas cobre él… absorber
todas sus familiares y exóticas texturas. Quería lanzar
también el mantel. El hecho de que no pudiera ver el placer
revolotear en el rostro de él aumentaba el abismo que la
desconectaba. Aunque estaba desencantada, no dejó de
servir la polla con gusto, incluso si el acto se sintiera estéril
y desprovisto de su vínculo amoroso y sensual.
Quinn había gastado mucho tiempo y dinero planeando
su tiempo especial juntos pero, ¿por qué? ¿Qué buscaba de

96
ella? ¿Qué esperaba ganar con esta demostración
impersonal y casi pública de sumisión? Mientras una
letanía de preguntas se metía en su cerebro, le chupó como
era debido y giró la lengua, decidida a traerle todo el placer
que podía darle.
“Más profundo, princesa. Llévame hasta tu sedosa
garganta.”
Ava obedeció mientras Quinn gruñía.
“Trágame… oh, sí. Eso es.”
Su tono grave no dejaba duda en su mente que estaba
en verdad complaciéndolo, pero sin ver el evidente éxtasis
en su rostro, fragmentos de aislamiento le perforaron el
corazón.
El mantel de lino que los separaba era como una fuerte
muralla de mármol. Si Quinn quería que ella llevara
orgullosamente su sumisión, para que el mundo la viera,
¿por qué la tenía escondida debajo de la mesa? Sus
palabras y sus actos chocaban, como enemigos en el campo
de batalla. ¿Cómo podría disfrutar abiertamente su
sumisión mientras mantenían sus reputaciones
profesionales libres de riesgo? No era posible.
Entonces, ¿por qué Quinn la había extendido sin pudor
en la mesa para devorarla frente a todo el mundo?
Técnicamente había un escaso personal que los estaba
atendiendo; pero sus acciones no tenían sentido. Ava aún
podía sentir el frío champan y la cálida lengua de Quinn
lamiéndole el sexo.

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Un estremecimiento de deleite penetró sus
ensoñaciones, pero solo por unos cortos segundos. Su
cerebro se puso en marcha una vez más, intentando
analizar la extraña dominación que Quinn había
demostrado durante las últimas horas. Mientras dividía su
concentración entre la labor que tenía a mano… o mejor
dicho, en la boca… y la necesidad de doblegarse ante una
desconocida sumisión, las piezas del rompecabezas
comenzaron a unirse lentamente.
Quinn se había mantenido en silencio a propósito
cuando se le unió en el hotel. Había querido que ella
pensara que se estaba masturbando para mostrarse a algún
desconocido. ¿Por qué más se hubiera mantenido en
silencio? Pero… ¿por qué? ¿Era todo esto una clase de
prueba para ver si ella se iba a asustar? Lo cual ocurrió.
Incluso antes de fallarle, Ava había aceptado
voluntariamente el castigo… el más duro que le había
propinado Quinn. Creyó que había pagado su penitencia.
Entonces… ¿por qué parecía esto una extensión de su
sentencia?
“No te estás concentrando, princesa. ¿Necesito
arrastrarte sobre la mesa de nuevo?”
El bajo retumbe de Quinn la sacó de sus pensamientos.
Ava dirigió su atención a su polla, trabajando su boca hacia
arriba y abajo con renovado vigor. Era recompensada con
los gemidos guturales masculinos y los elogios susurrados.

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Aun así, su mente siguió buscando el significado detrás
de esta dominación tan peculiar. Sus ideas giraron de nuevo
hacia él cuando la exhibió tan descaradamente. No era
propio de Quinn acariciarla en un sitio público, y menos
beber champaña desde su coño sobre una mesa.
De repente, una bombilla se encendió en su mente.
Quinn quería arrancar el manto de reserva y exponer su
relación.
El antifaz, los guantes, el lino en la mesa que la
ocultaba… todo eran símbolos de su relación. Al exponerla a
un extraño imaginario, y hacerlo otra vez, de verdad, aquí
en el restaurante, Quinn le estaba preguntando si estaba
lista para revelar no solo su sumisión sino su amor y
compromiso ante todo el mundo.
[Sí. Sí. Mil veces sí.]
El Corazón de Ava se elevó. Lanzando a un lado la
precaución, se quitó los guantes. Echando atrás el borde del
mantel, Ava levantó audaz la mirada, para fijarla en la de
Quinn, colocó sus manos desnudas sobre la piel de él y todo
su mundo se enderezó una vez más.
Una sonrisa lenta y perezosa se extendió en los
deliciosos labios masculinos mientras Quinn extendió la
mano y acarició el hueco de su mejilla con los nudillos. Un
orgullo puro se plasmó en su rostro, y Ava sintió como si se
estuviera derritiendo como un helado en pleno Agosto.
Apoyándose en el toque de él, saboreó el calor que
cubría sus palmas y envolvía sus dedos. Mirando hacia los

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parpados pesados de Quinn, se embebió en el ardiente
reflejo de amor, lujuria y necesidad mientras acunaba su
apretado saco. Al adorar su acerada polla, Ava luchó por
transmitirle todo el amor que sentía explotando dentro de
ella.
La conexión que ansiaba desesperadamente desde
debajo de la mesa floreció como un cable de alta tensión. La
energía pulsaba entre ellos, encendiendo cada célula en su
cuerpo y llenándola con un calor renovado y una clase más
profunda de amor.
“Mi hermosa Ava, ya adivinaste mis motivos, ¿verdad?”
“Mmmm.” gimió ella alrededor de su eje mientras
asentía con la cabeza.
“¿Estás lista para que el mundo sepa que eres mía,
princesa?”
Ava asintió de nuevo mientras el orgullo y la pasión la
inundaban.
“Ahora tendremos la libertad de ser quiénes somos y lo
que somos de aquí en adelante. ¿Es eso lo que tú también
quieres?”
Ava lo soltó lo suficiente para suspirar un “sí”
desesperado antes de llevarse de nuevo la brillante verga a
su boca.
“Gracias a Dios.” exhaló Quinn sonoramente.
Sin avisar, tomó el cabello de ella en sus manos. El
cuero cabelludo de Ava picó y su cuerpo tembló mientras
Quinn tomaba el control. Bombeando rápidamente en sus

100
labios, se hundió demandante hasta la base de su garganta.
Sintió el eje hincharse mucho más sobre su lengua antes de
que él se zafara.
Con un sentido de urgencia, Quinn se alejó de la mesa y
se puso de pie. Los labios de Ava y su boca lamentaban la
pérdida de su dureza, pero su sabor familiar permanecía
grabado en su lengua. Con un gruñido feroz, él se inclinó y
la levantó del suelo antes de colocarla sobre la mesa.
Durante aquel momento, mantuvo la mirada fija en la de él,
mientras él buscaba rápidamente bajo su vestido. Paseando
sus grandes manos por las piernas de ella, subió las manos,
arrastrando su vestido junto con ellas. Quinn no se detuvo
cuando descubrió el coño húmedo y listo. Solo entonces
dejó de mirarla para fijar su mirada en el sexo de ella.
Con un gruñido feroz, apretó los muslos de ella para
abrirlos antes de agarrarle la cadera con una mano.
Empuñando su polla con la otra, Quinn alineó la punta
goteante en sus pliegues. Como un poseso, se hundió en su
túnel resbaladizo y tembloroso mientras un rugido
retumbaba en su pecho.
“Mía.” gritó mientras comenzaba a bombear como
maniático dentro de ella. “Mi dulce princesa… mi valiente
esclava… mi hermosa y gloriosa Ava. Mía… toda mía.”
Sus ojos ardían con un fuego de posesión que jamás
había visto. Quinn parecía un animal, salvaje e indómito.
Pero Ava no tenía miedo. No, estaba demasiado consumida
por el fuego que aumentada dentro de ella para hacer algo

101
excepto echar a un lado sus inhibiciones y rodar con la
bestia que poseía su corazón… su alma.
El orgullo estalló dentro de ella mientras se detenía el
aire de sus pulmones.
“Sí. Tuya. Toda tuya.” gritaba sin aliento.
Los ojos de Quinn se estrecharon mientras deslizaba su
palma en la nuca de ella y chocaba su boca con la de ella en
un beso crudo y alucinante. Ava gimió y envolvió sus
piernas alrededor de la estrecha cintura, trabando los
tobillos en la parte baja mientras sus lenguas se batían en
duelo con pasión y deseo.
Le devoraba la boca con la misma furia con la que la
embestía… como si quisiera trepar hasta el alma de ella y
quedarse ahí por toda la eternidad. Y exactamente ahí es
donde ella también quería estar.
Ava se retorció contra el hueso púbico que le frotaba el
clítoris. La amplia cresta de la polla masculina rozaba en
sensible nudo de nervios enterrado en ella, disparando la
necesidad a un nivel desesperado. Elevándose más y más,
Ava rogaba por no volver a bajar nunca.
El calor emanaba del cuerpo de él, rodeándola en un
manto de calidez y seguridad. Todo en ella se alejó excepto
Quinn y la creciente necesidad de complacerlo. Despojarse
de las capas que habían encerrado su amor se sentía
liberador. Todo lo que Ava quería hacer era fundirse con él…
fusionar su cuerpo, su corazón y su alma con los de Quinn
por ahora y para siempre.

102
CAPITULO 7
*
La cabeza de Quinn daba vueltas ante el modo
necesitado en que ella se arqueaba y se encontraba con sus
embestidas, y el sonido de los suaves jadeos que sus labios
soltaban. Quería ralentizar el ritmo y hacerle el amor
tiernamente, pero la bestia dentro de él parecía poseerlo con
un solo propósito. No aflojó. No podía contener la ola de
gozo y exigencia reprimida, ni la semilla hirviendo en sus
bolas que le marcaban la piel desde adentro. Quinn luchó
por contener el fuego abrasador, pero una vez que Ava
comenzó a gemir con esos familiares gemidos de gatita, se
vió perdido.
“Ahora, princesa, córrete para mí. Córrete fuerte.
Ahora.” rugió mientras su polla se expandía y se le borraba
la visión.
El deseo y la exigencia se fundieron en una explosión
enceguecedora, su erupción fue tan poderosa que Quinn
sintió la vibración recorrerle la espalda, debilitándole las
rodillas mientras se deshacían a la vez. Los espasmos
enviaron su semilla disparada mientras el túnel de Ava lo
apretaba y ordeñaba en un agarre sublime y brutal.
Parpadeando a través de la niebla que envolvía su
cerebro, Quinn miró a Ava mientras ella se deshacía bajo él

103
y gritaba su nombre. Una visión tan emocionante e
intoxicante que prometió pasar el resto de su vida llevándola
de un crescendo a otro.
Mientras su tembloroso coño lo dejaba seco, Quinn
envolvió su brazo alrededor de su cintura y la apretó contra
su pecho. Sus corazones bombeaban en un ritmo atronador,
mientras las réplicas ondeaban y saltaban a través de sus
cuerpos. Los jadeos de Ava le lamían el cuello mientras ella
lo abrazaba. Quinn cerró los ojos, saboreando la dulce dicha
de tenerla en sus brazos mientras flotaban de regreso a la
tierra.
Después de varios largos momentos, la respiración de
ambos se normalizó, y Quinn se salió suavemente del
interior de Ava. Después de guardar su polla, sacó un
pañuelo del bolsillo trasero y limpió sus pliegues húmedos e
hinchados. Ava lo miraba con los parpados pesados con una
expresión aturdida y saciada. Y cuando le sonrió con
timidez y dulzura, se inclinó y besó sus jugosos labios con
suavidad. Alejándose un poco, rozó su barba incipiente
color canela por su mejilla. Ava se rió y bajó los hombros
para evitar el picor del vello facial.
“¿Podemos volver a la habitación y volverlo a hacer?”
preguntó con un suspiro ensoñador.
“Aún no, princesa. Aún te tengo una sorpresa más. Eso
es, si tienes la fuerza de ponerte de pie y caminar conmigo.”
bromeó.

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“Eres bueno, MacKinnon… Em, digo, Amo.” se corrigió
ella con una risita. “Pero como puedes ver con claridad, aún
estoy consciente.”
“Entonces, vamos, para poder volver y hacerte el amor
hasta que ya no estés tan consciente.”
Ava ronroneó de deleite mientras él le extendía la mano
y la ayudaba a bajar de la mesa.
Con su brazo alrededor de la cintura de ella, la
acompañó hacia la puerta.
“Espera, no pagamos la cena.” dijo Ava mirándolo
preocupada.
“Pagué todo antes de que llegáramos.”
Ella lo miró de lado con los ojos estrechos.
“Entonces Brice no iba a volver a nuestra mesa después
del postre, ¿cierto?”
“Nop.”
Quinn sonrió. Deteniéndola, la miró fijamente a los ojos.
“¿Querías que volviera?”
“No.”
Ava negó con la cabeza.
“Eres el único hombre que quiero que me observe… que
me toque… que me ame. Te amo.”
“También te amo, mi hermosa Ava.”
Quinn extendió su mano en la parte baja de la espalda
de ella mientras la guiaba hacia el elevador. Una ola de
ansiedad se metió en sus venas mientras él presionaba el
botón que los llevaría a la sorpresa final. Alejando su

105
sensación, acurrucó a Ava contra él mientras deslizaba la
otra mano hacia el bolsillo de su traje.
Cuando las puertas se abrieron, Quinn llevó a Ava hacia
una fuente pequeña en el centro de la estancia antes de
ayudarla a sentarse en el borde blanco de mármol. Mientras
acunaba su barbilla, ella lo miró, con la felicidad brillando
en sus ojos color avellana. Incapaz de resistirse al tentador
arco de sus labios, se inclinó y rozó su boca mientras
sacaba la cajita de terciopelo azul de su bolsillo.
Al alejarse, contempló el contorno del rostro femenino,
sumergiéndose en su exquisita belleza. Deslizando un
pulgar en el labio inferior de ella, tragó el nudo que de
repente se alojó en su garganta.
“Te amo, Ava. No solo me haces el Amo más orgulloso
del planeta, si no el hombre más feliz. Pero aún no estoy
satisfecho del todo.”
Quinn vió cómo la brillante sonrisa abandonó el rostro
de ella. Una expresión de pánico destelló en sus ojos, y Ava
de repente se tensó.
“¿Qué más puedo darte, señor?” preguntó con voz suave
y preocupada.
Quinn se detuvo y le sonrió para calmarla deseando
sentirse tan confiado como parecía. Por primera vez en su
vida, la duda y el miedo lo tenían en un agarre feroz. Si Ava
no estaba lista, no estaba seguro de qué hacer. No sabía
cómo reaccionaría.

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Por supuesto, había tenido varias charlas consigo
mismo durante los últimos meses… deseando esto, pero
nunca seguro por completo de que Ava lo deseara.
[¡Maldita sea!]
Este no era el momento de tener dudas… no ahora.
Había llegado muy lejos, la había traído a la luz donde
quería tener su relación… bueno, casi.
El labio inferior de Ava empezó a temblar y Quinn se
maldijo en silencio por su largo silencio. Con un movimiento
de su cabeza, le rozó la mejilla con la mano y le dio una
sonrisa nerviosa.
“Solo hay una cosa que completaría mi vida.”
Quinn levantó su mano, notando que temblaba y abrió
la tapa de la cajita azul. Al caer ante ella sobre una rodilla,
Ava jadeó asombrada mientras miraba el brillante diamante.
Las lágrimas saltaron de sus ojos mientras lo miraba
sorprendida
Era ahora o nunca.
“Solo me arrodillaré esta vez ante ti, mi amor… porque
este es tu lugar… a mis pies, a mi lado y atada a mi
corazón… para siempre. Tú me completas de modos que no
puedo expresar con palabras. Pero pasaré el resto de mi
vida demostrándote, de todas las maneras posibles, la
profundidad del amor que tengo en mi corazón para ti. Te
quiero en mi vida, cariño… como mi esclava, mi amante y
amiga, pero más importante, como mi esposa. Ava Gibbs,
¿te casas conmigo?”

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Las lágrimas caían por su rostro. Quinn aguantó la
respiración. Pareció una cantidad interminable de tiempo
antes de que ella comenzara a asentir, y mucho más antes
de que un “Sí” estrangulado brotara de la base de su
garganta.
Toda la tensión explotó de adentro. Parpadeando sus
propias lágrimas, Quinn pensó que su corazón se le iba a
salir del pecho mientras deslizaba el diamante de tres
quilates en el dedo tembloroso de Ava.
“Oh, Quinn.” sollozó ella. “Es tan hermoso. Te amo… te
amo más de lo que te imaginas.”
Ava se lanzó a sus brazos y lo besó. Lo besó con una
pasión tan feroz que ambos calmaron sus miedos y a él le
hirvió la sangre. Ella tenía un talento único para hacerle
eso, pero era solo una de las muchas razones por las que
estaba tan malditamente enamorado de ella.
“Entonces hagámoslo.”
Quinn guiñó con una risa, asintiendo hacia la pequeña
capilla de bodas más allá de la fuente.
“¿Qué? ¿Aquí?” parpadeó ella. “¿Ahora? ¿Es en serio?”
A Quinn se le apretó el corazón y se puso serio,
mirándola atentamente.
“A menos que tengas dudas o reservas… ¿Las tienes?”
[Por favor, que no diga que sí.] rezó en silencio
mientras se tensaba y esperaba su respuesta.
“¿Bromeas? Ni una sola.” se rió.
Sorbiendo, se enjugó las lágrimas bajo sus pestañas.

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Levantando el puño mentalmente, en gesto triunfante,
Quinn contuvo un grito. Acunando el rostro de Ava, se
embebió de la felicidad que brillaba en sus ojos, iluminaba
su sonrisa y resplandecía en sus mejillas. Presionando los
labios sobre los de ella, la besó… la besó con la promesa de
mantenerla en su lugar de sumisa mientras la guiaba y la
protegía, pero más que todo con la promesa de amarla
incondicionalmente hasta el fin de los tiempos.
“Oh, Dios. No puedo creer que esto esté pasando.” se rió.
“Créeme, amor. He esperado por este momento más de
lo que puedes imaginar.”
Ella ladeó la cabeza y lo miró.
“¿Cuánto tiempo has esperado?” preguntó.
“Desde la primera vez que te vi en el Génesis.” confesó.
Los ojos de Ava se abrieron de par en par, igual que su
boca.
“Bromeas, ¿verdad?”
“Nop.”
Quinn se rió y rodeó la cintura de Ava con su brazo.
“Quinn MacKinnon, estás lleno de sorpresas.” le regañó
Ava en broma.
“Oh, princesa… no tienes idea de las sorpresas que
tengo preparadas para ti esta noche.”
La rodeó con un brazo y su pecho se engrandeció de
orgullo. Caminando sobre la alfombra roja que daba hacia la
capilla pintoresca, Quinn no podía borrar la sonrisa de sus
labios.

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“Está bien, pero si planeas reclamarme en el vestíbulo o
algo así, voy a tener que decir mi palabra de seguridad.”
susurró ella mientras entraba.
“No, princesa. De ahora en adelante, eres solo para mis
ojos.”

Fin

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Esta es una traducción hecha por Fans.


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