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Inquietudes marciales

COMITÉ EDITORIAL

Dr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Universidad Nacional Autónoma de México, México
Dra. Sonia Álvarez, Universidad Nacional de Salta, Argentina
Dra. Susana Bandieri, Universidad Nacional del Comahue - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. Darío G. Barriera, Universidad Nacional de Rosario - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. Ricardo Cicerchia, Universidad de Buenos Aires - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dra. María Silvia Di Liscia, Universidad Nacional de La Pampa – Argentina
Dr. Nicolás Dip, Universidad Nacional de La Plata, Argentina - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dra. María Luisa Femenías, Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Dra. Sandra Fernández, Universidad Nacional de Rosario - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. François Godicheau, Universidad de Toulouse - Francia
Dra. Miriam S. Moriconi, Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Dra. Carolina A. Piazzi, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Dra. Irina Podgorny, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Lic. M. Paula Polimene, Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Dr. Darío Pulfer, UNSAM (Universidad Nacional de San Martín), Argentina
Dra. Ana María Rigotti, Universidad Nacional de Rosario - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Lic. Gloria Rodríguez, Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Dra. Laura G. Rodríguez, Universidad Nacional de La Plata - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. José Javier Ruiz Ibáñez, Universidad de Murcia - Red Columnaria, España
Dr. Germán F. Soprano, Universidad Nacional de La Plata - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Mg. Daniela Zaikoski Biscay, Universidad Nacional de La Pampa - Sociedad Argentina de Sociología
Jurídica, Argentina
Inquietudes marciales
Formación de un mundo militar en la Argentina
(fines del siglo XIX y principios del XX)

Aldo Avellaneda

Rosario, 2024
Avellaneda, Aldo
Inquietudes marciales : formación de un mundo militar en la Argentina : fines del siglo XIX
y principios del XX / Aldo Avellaneda. - 1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2024.
340 p. ; 23 x 16 cm. - (Historia Argentina / Darío G. Barriera ; 55)

ISBN 978-987-809-092-4

1. Historia. 2. Historia Argentina. 3. Historia Militar. I. Título.


CDD 982

Maquetación de interiores: Lorena Blanco


Edición: Prohistoria Ediciones
Maquetación de tapa: Estudio XXII

Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por recono-
cidos especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales.

TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOS


HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11.723

© Aldo Avellaneda
© de esta edición:
Email: admin@prohistoria.com.ar
www.prohistoria.com.ar

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de


portada, en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa
autorización del editor.

Este libro se terminó de imprimir en Talleres Gráficos Fervil SRL, Rosario, Argentina
en el mes de marzo de 2024.

Impreso en la Argentina
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS ........................................................................ 11

INTRODUCCIÓN
La historia, la guerra y el mundo militar ............................................. 13

[MUNDO GUERRERO]

PRIMERA PARTE
El diagrama

CAPÍTULO I
De las colonias guerreras en el siglo XVIII
al Estado Guerrero en el siglo XIX ....................................................... 23

[MUNDO MILITAR]

SEGUNDA PARTE
Las nuevas inquietudes de los viejos guerreros

CAPÍTULO II
Tierras, Terrenos, Territorio ................................................................. 79

CAPÍTULO III
El ciudadano de las barracas ............................................................... 115

EXCURSO
Las redes de visibilización, movilización
e instrucción. El gobierno a distancia .................................................. 153

Primeros pasos de un mundo militar .................................................... 197


8 Inquietudes marciales. Formación de un mundo militar en la Argentina

TERCERA PARTE
Metamorfosis reflexivo-afectivas de las distancias y los compromisos

CAPÍTULO IV
Ética militar y sistema jurídico ............................................................. 203

CAPÍTULO V
La retirada del campo político.............................................................. 233

CAPÍTULO VI
El ingreso de la reflexión económica al mundo militar ........................ 261

CAPÍTULO VII
La defensa nacional como defensa social............................................. 291

La vida militar desde sus distancias y compromisos ............................ 327

CONCLUSIÓN ..................................................................................... 331


A San Juan 434
AGRADECIMIENTOS

U
na primera versión de este libro fue una tesis doctoral. En el medio, el inter-
cambio académico renovado, nuevos trabajos de archivo y no pocas reescri-
turas, lo trajeron hasta acá.
El Grupo de Estudios en Gubernamentalidades de la Universidad Nacional del
Nordeste es el espacio en el que desde hace varios años un grupo de colegas ponemos
en ejercicio un set de categorías de los “grandes nombres” en una gama versátil de
empresas de investigación. Bajo su techo me he valido de muchas charlas, formales
e informales particularmente con Guillermo Vega y Daniel Chao, en las que hemos
podido sopesar lecturas de algunos desarrollos de Michel Foucault y también en mi
caso, Bruno Latour, cuyas presencias son aquí explícitas, aunque no haya sido nece-
sario para ello de una sola referencia.
Con Luciano Nosetto –director y amigo– pude charlar muchas veces de los temas
del libro en clave de una teoría estatal y una teoría política, franqueando esa “histo-
ricidad disolvente” acicateada por la dinámica de los archivos. Me hubiera gustado
que este estudio incorporase algo de aquella mañana de intercambios sobre la noción
de mundo, mundanidad y su eticidad. Ha sido un enorme estímulo contar además con
Germán Soprano y Hugo Quinterno como finos interlocutores en estos años respecto a
no pocas de las vicisitudes de aquel mundo militar de finales del siglo XIX. Alejandro
Rabinovich y Germán Soprano me han compartido por su parte buenas sugerencias
para el primer capítulo, relativo a la época tardo colonial y a la primera mitad del XIX.
Por el tipo de estudio del que se trata, esta red no tocaría tierra si no fuera por los
archivos y su personal. En particular el Archivo General del Ejército, la Biblioteca
del Ministerio de Defensa y la Biblioteca Nacional Militar, así como puntualmente
Víctor Chávez y Gustavo González han estado a la base de ese proceso de convertir
una infinidad de papeles en un conjunto austero de regularidades.
El Centro de Estudios Sociales dependiente de la Universidad Nacional del Nor-
deste, y en los últimos dos años el Instituto de Investigaciones Geohistóricas (UN-
NE-CONICET) han conectado todo este oficio a emplazamientos concretos de trabajo.
La Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y el Consejo Nacional de Investiga-
ciones Científicas y Técnicas (CONICET) han sostenido vitalmente los esfuerzos.
A todos mis agradecimientos, pues por su intermedio puedo presentar aquí esta
pieza de una historia de las formas de pensamiento y del mundo militar, afincado en
la esperanza de que pueda ser considerado como un aporte.
INTRODUCCIÓN

La historia, la guerra y el mundo militar


¿Desde cuándo la guerra pasó a ser una cuestión ‘militar’?”, preguntó un estu-
diante avanzado de matemáticas y lector diletante de historias de las grandes
batallas a su tía historiadora y reconocida especialista en esos asuntos, haciendo
con los dedos índice y mayor de ambas manos la señal de las comillas para el último
término, expresando así una cierta distancia (que para él, era claramente la X que
había que despejar). Y antes que su tía se decida a responder lo que le pareció una
buena pregunta, volvió a la carga, ¿fueron militares los que crearon la organización
de los hoplitas o las legiones en la antigüedad, del mismo modo que lo fueron Pétain,
San Martín o Ludendorff?, ¿lo fueron igualmente José María Paz o Domingo Vie-
jobueno?, ¿un gran ingeniero del siglo XVII, que diseñó ciudades amuralladas, que
pensó febrilmente su conquista y su defensa, puede ser un “ingeniero militar” aunque
no conozca el olor a pólvora ni su dedo haya siquiera rozado un gatillo?” La tía le
explicó que la especialización de las funciones es algo que fue desarrollándose de
manera paulatina en la historia, que las cosas se volvieron cada vez más complejas y
que desde hace mucho tiempo esto requirió de una atención perdurable en relación a
los asuntos de guerra, si es que había aspiraciones de ganarlas. Y que también, pero
no hace mucho, demandó una carrera de estudios. “De modo que en términos gene-
rales –sostuvo– un militar es aquél que llegó a tener una relación más bien longeva y
predominantemente intelectual con los hechos de la guerra”. Y agregó al instante algo
que consideró importante, “una relación longeva pero no a saltos, sino permanente.
Una persona que fue llevada de los pelos a pelear en cuantas guerras se metía su rey,
no es un militar. Es parte de la ‘tropa’, un ‘combatiente’, un ‘guerrero’, llamalo como
quieras”, le dijo, sobreactuando para los últimos términos el mismo gesto con los de-
dos. “Lo que pasa –termina por admitir– es que incluso entre especialistas y por con-
vención hablamos de ‘militares’ para referirnos a personas de épocas muy diferentes,
como hace Bachrach, que habla de los “asuntos militares” para los Estados sucesores
de Roma. Y esto se complica más porque las personas en aquellos tiempos utilizaban
el término con un sentido bastante específico. Uno de los libros sobre conducción de
la guerra más conocidos hasta la modernidad es un libro de un tal Vegecio, Epitoma
rei militaris. Pero bueno, está claro que en realidad lo entendemos como algo propio
de los tiempos modernos”.
14 Inquietudes marciales. Formación de un mundo militar en la Argentina

Semejante respuesta tranquilizó al sobrino y por ello ya no insistió con un detalle


que le causó cierta sorpresa. “Entonces –pensó– un militar en los tiempos modernos
es algo que tiene poco que ver con la guerra. Su formación y su empleo los definen.
Viven y se piensan ex ante y ex post las guerras. No se definen por poner el cuerpo en
ellas ¡ah, no son guerreros!, sino más bien el conocimiento. Pero entonces, si es así,
en una guerra y por definición, hay pocos militares”. “Es una cosa difícil tía, esto de
la paz, la guerra y los militares”, fue lo único que llegó a decir en voz alta. Le pareció
entonces que había despejado de un modo raro su X (por el distanciamiento entre la
guerra y lo militar) y a la vez que su tía y los de su gremio –con quienes ya había te-
nido charlas de ese tipo– tenían por hábito pasar de un problema en el que había que
despejar una X a otro, en el que las x terminaban poblando toda la ecuación y que en
el límite, había tantas como términos estaban contenidos.
Una porosidad rara sobrevuela los estudios de la guerra y los grupos armados.
Una simbiosis extraña entre los sentidos de la guerra y lo militar. Tal porosidad está
incluso en el centro del mayor de los debates de la segunda mitad del siglo XX sobre
estos asuntos: la cuestión de la “revolución militar” en la modernidad temprana. En
tal querella, Roberts, Parker, Black y muchos más, entre quienes se destaca para el
caso español Irvin Thompson, han utilizado el término “militar” para hablar poco
más o menos del arte en la conducción de la guerra, esto es, en qué medida la forma
de pensar y practicar la guerra cambió en ese siglo (1560-1660) que Roberts había
señalado como singularísimo en el artículo de 1956 con el que abría la polémica. En
todas y cada una de las piezas de este debate, la voz “militar” remite así directamente
a la práctica de la guerra.
Ahora bien, numerosos estudios se han encargado de mostrarnos que la figura de
los antiguos guerreros dio paso, en tiempos no muy lejanos, a cuerpos militares pro-
fesionales que tuvieron por función prepararse y preparar a sus comunidades de modo
ex ante, a las contiendas bélicas. La diversificación y especialización de los campos
de estudios ha ligado estos procesos de cambio en la cultura de los combatientes a
aspectos circunscriptos a la guerra o a sus propios contornos organizacionales (de-
rivadas de variaciones en las técnicas de combate, en los avances artefactuales, o en
fenómenos culturales y sociales más amplios). Con cierta lógica, la comprensión del
pasaje de guerreros a militares tomó la forma de indagaciones sobre la profundización
de los cuerpos de expertos y profesionales. El asunto crucial aquí es que el modo en
que la metamorfosis de los antiguos guerreros en modernos cuerpos militares también
fue posible por una nueva forma de comprender por parte de estos su propio presente
y su lugar en la vida de su tiempo, es algo que ha sido objeto, en el mejor de los casos,
de una atención más bien indirecta y parcial. Por caso y para la Argentina, la imagen
sobre sí mismos, sobre su postura en torno a viejos y nuevos asuntos, no es un epife-
nómeno de esos cambios sociales y culturales que arribaron con el alba de la técnica y
los cataclismos del siglo XX. Hubo un trabajo especial del intelecto y la sensibilidad
en torno a ellos.
Este es un estudio sobre la emergencia de un mundo militar en el pensamiento de
los cuadros combatientes en Argentina, para finales del siglo XIX y principios del
Aldo Avellaneda 15

XX. Un mundo tal como fue sucesiva y atropelladamente proyectado, como fue soña-
do y planificado en algunos aspectos, pletórico de planteos sobre los modos óptimos
o perjudiciales de cuidarse y organizarse. También un mundo perimetrado –cuestión
que cronológicamente es, en parte, anterior– por redes vinculares y artefactuales que
posibilitaron de modo creciente la estabilización de flujos de individuos, artefactos,
roles sociales y saberes de cierto tipo, configurando de modo paulatino una zona so-
cio-cultural porosa, claro está, pero a la vez particular, visualizando y valorando lo
que en adelante serían sus entornos. La emergencia de esa nueva zona de identidades
está conectada aunque no es equivalente a lo que un grupo de colegas estudia bajo la
denominación de “procesos de profesionalización y modernización militar”. Remite a
un plexo a la vez ético, afectivo e intelectual que sostiene y justifica modos comunes
de comprenderse y de habitar un tiempo histórico que no derivan mecánicamente de
reglamentos tácticos ni de fuentes doctrinarias, aunque no tenerlas en cuenta, bien
pueda ser considerado un pecado semejante. Se trata de una singularidad histórica si
asumimos que el espesor de lo militar y de su lugar en aquellos días, atraviesa por pri-
mera vez con regularidad manifiesta la sensibilidad y la reflexión de quienes se habían
asumido de un modo más bien empírico y coyuntural como tales, toda vez que hasta
allí, el espejo les había devuelto no mucho más que un hobbesiano estado psicológico
casi permanente de conflictos.
En relación a la dinámica de los grupos de guerra, solo en aspectos bien puntuales
se ha descripto el paso de esas comunidades guerreras hacia un mundo militar. En
realidad, se han precisado secuencias de esa metamorfosis histórica. La más destaca-
da son las contiendas armadas decimonónicas entre fuerzas de guerra con comandos
político-guerreros diversos y la victoria de uno de esos grupos sobre otros, con la
correspondiente exacción de recursos y dominio burocrático-territorial. Esto vendría
a confirmar la hipótesis conocida de que la forma moderna del Estado debe su condi-
ción no solo a su capacidad de hacer la guerra, sino y a la vez a su opuesto, a la conjura
de un tipo de guerra, pues la soberanía parece implicar en su definición el dominio de
un interior. Y sin embargo, una comprensión de dicho proceso reclama una mirada
hacia múltiples paisajes, parcialmente visibilizados en algunos de sus temas y carac-
terísticas por trabajos recientes y clásicos, y que aquí toman la función de punto de
agarre para intentar un boceto de conjunto.
Un espectador panorámico situado en las últimas décadas del siglo XVIII habría
afirmado que el mundo colonial iba camino a convertirse en colonias guerreras. En el
gobierno borbón, las reformas fiscales y la libertad de comercio, toda vez que al fin
encontraban alguna hendija en la que abrirse paso, a la vez hallaban sus limitaciones
en las necesidades de guerra, producto de las amenazas y acechanzas de otros reinos
(Inglaterra y Portugal, en lo fundamental), o de los pueblos originarios de las propias
tierras y de sus múltiples episodios de insurgencia, de los que el movimiento en Tinta,
región del Obispado de Cuzco, por Tupac Amaru es el más conocido. Todo esto aci-
cateó la necesidad de una mayor organización armada en la segunda mitad ese siglo.
Múltiples escaramuzas en Nueva Granada con navíos británicos, la reorganización de
la Isla de Cuba luego de su pérdida y devolución en 1762-1763, o la expedición de
16 Inquietudes marciales. Formación de un mundo militar en la Argentina

Ceballos con su ejército de peninsulares para zanjar el litigio con Portugal por Colonia
del Sacramento, fueron algunas de las escenas bélicas más vigorosas.
Que la situación haya sido muy dispar en la zona caribe, que en la del Pacífico o
que en el sur-atlántico del continente; o que la misma capital del Virreinato del Río de
la Plata haya mostrado una angustiosa organización militar cuando los episodios de
1806-1807, no es obstáculo para identificar la tendencia a escala territorial ampliada
y en larga duración. En el siglo XVIII, a diferencia de los tiempos coloniales previos
y de acuerdo a los estudios de las últimas décadas, los programas de organización de
las fuerzas de guerra tuvieron un ímpetu desconocido y un agarre territorial, aunque
sumamente escabroso y desigual, paulatino.
Y sin embargo, todo ello se desmoronó en la segunda década del siglo XIX y ya
no volvió a ser lo mismo. La emergencia de los procesos juntistas, autonomistas e
independentistas y la más abrupta que progresiva desarticulación territorial de la co-
munidad ultramarina de súbditos, vio la proliferación de comunidades guerreras y de
alianzas tácticas y desmontables entre sí. Para el caso del Río de la Plata, del proceso
independentista surgieron múltiples grupos con capacidad y voluntad de hacer la gue-
rra, algunos de ellos solapados territorialmente y cuya simbiosis en un único estado
guerrero- de muy otro aspecto y forma que el imperio español– será un proceso que
consumirá buena parte del siglo XIX.
La movilización de las personas y su organización en cuerpos combatientes tomó
nuevas formas, en doble tensión entre sí. Por un lado, cuerpos guerreros estatales an-
clados a esas madejas administrativo-jurisdiccionales que fueron las provincias y por
otro, máquinas guerreras más bien nómades cuya existencia era posible por la capa-
cidad de asociación guerrera por fuera precisamente de los de por sí débiles circuitos
administrativos-jurisdiccionales. Y esto por mucho tiempo. Las negociaciones, las
lealtades, las afectividades resultaron la base asociativa de esas montoneras y guerri-
llas, generalmente vinculadas al campo federal, aunque también unitarias e incluso
monárquicas, existentes por cerca de medio siglo.
Con diferencias reconocibles, la inestabilidad estructural y la escala de acción
territorial entre oscilante y reducida de la mayoría de esas fuerzas de guerra, será el
bajo continuo desde los tiempos posindependentistas hasta entrada la segunda mitad
del siglo. Gracias a la prodigiosa producción de estudios sobre el periodo, disponemos
de algunos rasgos de estos grupos. Su nomadismo, su organización “en el camino” y
en algunos casos su tendencia a “vivir del terreno”, la presencia en las tropas de una
afectividad telúrica que los hacía reacios a las largas marchas y al alejamiento de las
propias tierras; la porosidad en esos entramados comunitarios entre lo social, lo polí-
tico y lo guerrero y a la vez la indiferencia entre las redes vinculares que estructuran
la vida en tiempos de paz y en tiempos de guerra; la variedad de los modos de ingreso
(variedad tal que la misma noción de “reclutamiento”, al ser utilizada para poder cu-
brirla, debe ser forzosamente dilatada semánticamente, pues debe contener desde el
mercenariado hasta el alistamiento voluntario por lealtad afectivo-territorial, pasando
por la leva forzosa o los intercambios negociados); la versatilidad en los modos y los
altos niveles de violencia aún una vez declarados los vencedores y vencidos.
Aldo Avellaneda 17

Que las luchas en todo este periodo hayan sido denominadas a la vez por la lite-
ratura como “guerra civil”, “guerra social”, “guerras interprovinciales” (a las que po-
dríamos añadir otras como “conflictos etno-políticos”, “guerras interestatales”, “gue-
rras de caudillos”, que, si bien de dudosa precisión para lo que nombran, reclaman al
menos la misma puntillosidad a la vez que plantean las mismas dudas para las ante-
riores), es un indicador de la gama heterogénea de factores –ahora vistos como– hibri-
dados, que intervinieron en ellas. Al mismo tiempo vínculos sociales multiescalares
novedosos y conflictivos, y formas de autoridad y organización socio-territorial local
arrastradas de antaño. Estas hibridaciones estaban a la base de esas fuerzas de guerra
que pulularon en islotes territoriales antigua y parcialmente perteneciente al virreinato
del Río de la Plata, cuando aún estaba en disputa su cualidad estatal-nacional.
Aunque debe comprenderse que una descripción de este tipo, y la noción de hibri-
dación en particular, es producto de un efecto retroactivo, puesto que en realidad fue
un tiempo futuro el que produjo, con la exacción de recursos de guerra de unos sobre
otros, junto a la creación de jurisdicciones éticas y legales diferentes y permanentes, la
depuración de zonas o campos de asociación de individuos considerados solo a partir
de entonces como ajenos también en tiempos de paz. Recién en las últimas décadas
del siglo XIX, los integrantes una fuerza de guerra, el Ejército de Línea, comenzarán
a verse a sí mismos en tanto contenidos por una estructura bélica con pretensiones
sólidas de dominio territorial integral y paralelo al campo burocrático al que se encon-
traba vinculado (ese Estado de escala “nacional” o supra provincial), tendencialmente
estabilizada y con mayores rasgos de impersonalidad, con crecientes niveles propios
de burocratización, redes vinculares comparativamente más longevas y resistentes,
que a la vez que otorgaban mayor perdurabilidad en los lazos interpersonales espe-
cíficos de dichas fuerzas, parecían permitir de mejor modo la distinción respecto de
un entorno aún visto con poca claridad, como ajeno: lo no militar en tiempos de paz.
Aquella doble tensión que habitó el mundo guerrero decimonónico fue resolvién-
dose al ritmo de la consolidación de las soberanías provinciales tierra adentro, de los
procesos de sinergia en el campo político y burocrático (posibilitados en buena parte
por soluciones logradas en los campos de batalla) con la concomitante consagración
de una fuerza de guerra primus inter pares, así como de la disolución de los “límites
interiores” respecto de los pueblos indígenas. Las fronteras y las querellas guerre-
ras interprovinciales perderán paulatinamente su función de remolino de succión de
recursos para el combate y poco a poco las redes y zonas de contacto ya no estarán
ordenadas a la extracción y movilización de recursos orientados a ese fin. A su vez
se fueron precipitando zonas organizativas y formativas específicas como la forma-
ción de oficiales con el Colegio Militar de la Nación a fines de la década de 1860, la
reglamentación de las formas de reclutamiento en 1872, o la formación de un Estado
Mayor un poco más adelante, que si no dispensaron resultados en lo inmediato, sí
orientaron la atención y los esfuerzos en lo sucesivo.
En estas condiciones se abrirá paulatinamente un nuevo campo de redes vincula-
res más sedentarias y con él habrá de comenzar a tomar forma otro tipo de vínculos,
a la vez más asociativos y polemistas. Aunque no sin antecedentes, aparece en esos
18 Inquietudes marciales. Formación de un mundo militar en la Argentina

viejos cuerpos guerreros una tumultuosa actividad reflexiva. Se ven a sí mismos en


disquisiciones sobre su condición, sobre su presente, sobre sus necesidades más acu-
ciantes, pero también sobre el modo en que debían o no dejarse mecer por los vientos
científicos y culturales de su tiempo. Y en el marco de esas artes militares, los dos
primeros grandes objetos que fueron considerados y que excedían su organización
burocrática interna, fueron el territorio (ahora visto como algo más que una sucesión
de tierras hostiles que deben ser aseguradas, y que implicó una primera formulación
específicamente militar de un interior) y la población masculina joven (a los fines de
sortear el acertijo respecto a cómo dotar de recursos a la fuerza de guerra y a la vez
cómo instruirlos para conducirse en combate). El siglo XX llegará con un pan bajo el
brazo, al proveer de una misma solución para estos problemas aparentemente disocia-
dos, siendo este el modo criollo en el que el “servicio militar obligatorio” fue asimi-
lado desde los propios cuadros. Fue un sector militar con manifiesta autoconciencia
progresista, quien identificó el carácter más bien cívico-cultural, antes que meramente
militar, de esta propuesta.
A ellos se iban a sumar luego inquietudes éticas, legales, sociales, políticas y eco-
nómicas, emergentes de coyunturas críticas y acontecimientos singulares, pero que de
modo sincopado colaborarían en bocetear y colorear el sentido de su propio mundo
para las décadas por venir. En este proceso tomará forma un vínculo singular con el
sistema jurídico, singular no solo por sus formas de justificación, sino porque no res-
ponde, según sus propios términos, a los casos canónicos de Francia y Alemania, en
el modo de problematización de la persona como sede natural de derechos. También
emergerá aquí una novedosa sensibilidad de distancia con la política, por lo menos
en las acepciones que la vinculan al cambio político (de ahí las sospechas respecto a
las revoluciones decimonónicas), a la representación política (y entonces un sensible
desapego respecto de las “pasiones políticas” encausadas en partidos) e incluso a una
concepción equilibradamente republicana del Estado (de ahí la problematización so-
bre la relación del mundo militar con el poder legislativo y la justicia ordinaria, y su
concepción predominantemente vertical ligada directamente al poder ejecutivo).
Todo esto al tiempo que una gama de afectividades de compromiso y deber los
vinculaban con la cuestión social y con la organización económica. En pocas oca-
siones se han conectado la Gran Guerra y la Revolución Rusa a la organización inte-
lectiva y afectiva de los propios cuadros sobre sí mismos y sobre sus entornos. Que
la reflexión de una defensa militar haya tomado la forma de una defensa social a los
fines de permitir una “retaguardia” confiable en caso de conflicto armado y que sobre
ello se haya emplazado una visión asimétrica y tutelar respecto a la población, o que
producto de la convicción de que en adelante las guerras serán industriales o no serán,
hayan surgido proyectos y diseños de organización económica para el campo estatal,
fue en un principio, parte también de un cuidado de sí mismos, cuando todo esto ha
sido visto hasta aquí como una suerte de intromisión ilegítima del mundo militar en
el mundo social y político.
Aldo Avellaneda 19

En diálogo con la literatura sobre las fuerzas de guerra en los siglos XIX y XX,
pero también con la historia política de esa primera mitad del siglo XX en Argentina,
ha de señalarse entonces el posible beneficio de considerar que un detenimiento en
toda esta febril actividad reflexivo-afectiva sobre su propio tiempo y sus entornos,
permite comprender los términos en los que un mundo militar, sin saltar sobre sus
funciones en torno a la formación y organización para la guerra, las había conectado
con otros campos, por mucho tiempo considerados por la literatura, como “ajenos”
o “externos”. Toda una gama novedosa de valores e ideas, preguntas respecto a su
comportamiento, modos de ser, de hacer y de estar, a sus vínculos con la sociedad,
así como a su organización específica en tiempos de paz, colorean este nuevo mundo.
El cuidado y el gobierno de sí mismos es parte de ese puente que nos permite pasar
de aquellos cuerpos guerreros decimonónicos a esa elite militar informada por modos
de comprensión e intervención respecto del Estado, la política y la sociedad en Ar-
gentina, más familiares a nuestro entendimiento, aunque esto último demanda otros
esfuerzos. En cualquier caso, poco del siglo XIX podría comprenderse en estos térmi-
nos. Este es un libro que repara en la genealogía de este proceso, en la formación de
un mundo militar al pie del ocaso de las comunidades guerreras y del Estado guerrero
decimonónico. Y circunscribe su alcance a las formas de pensamiento de aquellos en
cuyas manos descansaron las armas.

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