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Lo que voy a decir te puede sorprender – pero yo lo creo con todo mi corazón: Los
corazones más endurecidos del mundo no están entre los impíos – ¡sino entre el
pueblo de Dios!
O, pensamos en las naciones comunistas que por décadas han perseguido a los
cristianos. En Cuba, por ejemplo, sólo a pocas millas de la costa de Florida, el
régimen comunista de Fidel Castro cerró todas las iglesias y comenzó a convertir
las catedrales en centros de entrenamiento para el comunismo. Los líderes de
Cuba se jactaban, “¡Hemos arrasado con toda religión!” Y en ese tiempo muchos
cristiano pensaron, “¡Nadie puede tener el corazón más endurecido que estos
aborrecedores de Dios!”
Según la Biblia, la dureza de corazón que Dios más desprecia tiene que ver con
oír y rechazar su Palabra.
“El hombre que, al ser reprendido, se vuelve terco, de repente y sin remedio será
quebrantado.” (Proverbios 29:1).
La vida del hijo de Madalyn Murray O’Hair ilustra esto. Él fue criado,
probablemente, en el hogar más ateo en América. Y más tarde trabajó para su
madre, haciendo cruzadas contra Dios y la religión. Pero cuando escuchó el
evangelio, fue gloriosamente salvo – y después fue ministro, predicando a Cristo
en vez de maldecirlo. La dureza de esto hombre también tuvo cura – porque él no
se sentó bajo sermones de reprensión y no los rechazó continuamente.
Lo mismo es cierto de muchas personas que vivieron por años bajo el régimen
comunista. Cuando la Cortina de Hierro cayó, el evangelio inmediatamente inundó
a esos países que una vez fueron comunistas y miles aceptaron a Jesús. Tropas
del Ejército Rojo se convertían a diestra y siniestra y hasta generales se
convirtieron en poderosos testigos por Cristo. En pocos días, oficiales de gobierno,
maestros de escuelas, y hasta el KGB estaban pidiendo Biblias y predicando a
Cristo a quienes estaban bajo su influencia.
Nuestro ministerio hizo cruzadas en Polonia antes que se derrumbara el
comunismo en ese país. Fue una de las pocas veces que oficiales permitían que
alguien entrara y tuviera reuniones religiosas. Cada noche mientras prediqué,
literalmente cientos de jóvenes corrían al altar – llorando, con los corazones
quebrantados, con hambre de Cristo. A todos les habían lavado el cerebro contra
la religión. Pero su dureza tenia cura – porque ellos nunca se habían sentado bajo
la continua reprensión ni se habían endurecido a la Palabra de Dios.
He escrito muchos mensajes sobre ese tema, sabiendo que tiempos difíciles están
a punto de caer sobre nuestra sociedad. Y sin embargo, muchos lectores se
niegan a levantar sus Biblias o pasar cinco minutos hablando con su Padre
celestial. Amados, si descuidan su habitación secreta en el hogar – si piensan que
orar en la iglesia suple todas tus necesidades – nunca sobrevivirás los días
difíciles que tenemos por delante. Piénsalo: si no obedeces a la palabra que te
sana y te fortalece en los tiempos buenos, ¿cómo encontrarás poder para vencer
en los días difíciles que están por venir?
Si has ignorado el llamado del Espíritu Santo para atraerte al lugar secreto para
intimidad, entonces has tomado los primeros pasos hacia la dureza de corazón.
Puedes llenar todo tu tiempo con buenas obras, bendiciendo a la gente y
derramando tu corazón en el servicio cristiano. Pero si descuidas tu tiempo con el
Señor – negándote a buscar su rostro u obedecer su palabra – te pondrás débil,
temeroso, deprimido, y finalmente serás una presa para el diablo. La única forma
de prepararnos para lo que viene, ¡es teniendo un conocimiento personal de tu
Padre celestial!
2. ¿Cuántas veces has sido advertido de las terribles consecuencias del chisme?
A veces, mis advertencias sobre el tema del chisme han sido suaves, como lluvia
suave – y en otras ocasiones, han sido como trueno. He escrito acerca de cómo el
chisme y la murmuración le costaron todo a Israel. Una y otra vez, los israelitas
fueron avisados de los peligros de este pecado. Pero persistieron en desobedecer
al Señor – ¡y les trajo una vida de miseria en un desierto plagado de serpientes!
Ahora, otra vez déjame usar la plomada en tu vida: ¿Has dicho algo contra un
hermano o hermana durante la semana pasada – algo que no era asunto tuyo
repetir? O, ¿has escuchado algún chisme acerca de esa persona? Si es así,
¿permitiste que una semilla de duda acerca de él o ella fuera sembrada en tu
alma?
Mas sin embargo, conozco personas que se han sentado por años bajo mi
enseñanza en la iglesia de Times Square – y ellos aun beben, fuman, maldicen y
salen de parranda. Amados, ¡eso es un corazón endurecido! ¿Quién se atreve a
sentarse bajo una reprensión amorosa semana tras semana, y aun siga pecando,
sin permitir que la convicción penetre? ¡Es alguien que va camino a un corazón
endurecido!
El libro de Hebreos nos da un poderoso aviso: “Por lo cual, como dice el Espíritu
Santo: si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la
provocación, en el día de la tentación en el desierto.” (Hebreos 3:7-8). “¿Quiénes
fueron los que, habiendo oído, le provocaron?” (Versículo 16). Estos pasajes
demuestran claramente que el endurecimiento no esta conectado al ateismo,
comunismo o cualquier otro “ismo” – sino más bien, a escuchar y no hacer la
Palabra de Dios.
Conozco mucha gente en la iglesia Times Square que son bondadosos, delicados,
y sacrificados – ¡y aun así están en peligro de endurecerse! He rogado al Señor
por esto, pidiéndole, “Padre, ¿cómo estas personas dedicadas y trabajadoras
pueden escuchar sermón tras sermón de reprensión, y nunca cambiar? Ellos
vienen a tu casa semana tras semana, adorándote, alabándote – pero no están
llegando a la madurez. Lo sé porque los escucho chismoseando, y conozco los
otros pecados en sus vidas. A ellos les gusta oír tu Palabra predicada – pero
simplemente no la obedecen. Señor, ¿qué los retiene de obedecer tu Palabra?”
Israel con gusto escuchó la poderosa predicación del profeta Isaías – aun así
continuamente justificaban sus pecados, llamando malo a lo bueno y bueno a lo
malo. Así que Dios dio instrucciones a Isaías: “…Anda, y di a este pueblo: Oíd
bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de
este pueblo, y agrava sus oídos, ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni
oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya en él sanidad.”
(Isaías 6:9-10).
Dios sabía que los israelitas no estaban dispuestos a dejar sus pecados
asediantes. A ellos les gustaban demasiado sus placeres carnales y sus
compañeros impíos. Así que el Señor le dijo a Isaías: “Esta gente nunca va a
cambiar su corazón. Y de ahora en adelante, no les diré palabra. En vez de eso
Isaías, quiero apresurarlos a su dureza. De esa manera, ¡quizás algunos
escuchen antes que sea demasiado tarde!”
Doy gracias a Dios por la multitud de cristianos que comenzaron su caminar con
Jesús en la forma correcta – amando su verdad y obedeciendo la Palabra de Dios.
Ellos sentían tristeza santa por sus pecados, y su arrepentimiento fue sincero.
Cuando abandonaron los caminos de la carne, ellos se enamoraron del Señor – y
su Palabra fue para ellos como una lámpara. Y hoy se entregan sin reservas
obedeciendo su Palabra.
Este es el tipo de conversión que tuvo Faraón. En cierto momento él escuchó siete
reprensiones del Espíritu Santo, pero aun no obedecía la orden del Señor que
libertara a Israel. Y ahora Dios mando a Moisés a Faraón por octava vez, con este
mensaje: “…Jehová el Dios de los hebreos ha dicho así: ¿Hasta cuando no
querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo para que me sirva.” (Éxodo
10:3).
Cada vez que Faraón se negaba a obedecer la orden del Señor, Dios visitaba a
Egipto con una plaga severa. Y cada vez Faraón gritaba, “Esta bien, Señor – haré
cualquier cosa que quieras. ¡Solo sácame de este lío!” Pero una vez que era
liberado, él siempre volvía a su rebelión.
La Biblia dice lo mismo acerca de los padres de Israel: “Mas ellos y nuestros
padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus
mandamientos. No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías
hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz…” (Nehemías 9:16-17).
Ahora una octava plaga estaba a punto de caer sobre los egipcios, y era algo que
ellos temían mucho: langostas. A través de la Biblia la langosta significaba ruina y
destrucción. En muchos instantes representan la retribución de Dios sobre su
pueblo. Ciertamente, el profeta Joel compara a cierto ejercito invasor como un
enjambre de langostas: “Y os restituiré los años que comió… la langosta, mi gran
ejercito que envié contra vosotros… fuerte es el que ejecuta su orden;…” (Joel
2:25, 11).
Dios no mandaba siempre tales plagas sólo para castigar, sino más bien para
efectuar su orden y voluntad divina. Muchos residentes de nuestros ministerios de
la Casa Timoteo y la Casa Sara conocen esto de primera mano. Ellos han perdido
empleos, finanzas, salud, matrimonios, y familias – todo porque una langosta de
alcohol y drogas devoró todo en sus vidas. Más sin embargo, fue a través de tales
plagas que estos hombres y mujeres se volvieron a Jesús.
El enjambre masivo llenó las casas egipcias. Dondequiera que la gente se volvía,
veían langostas – en el suelo, donde se amasaba harina, en la leche, en sus
ropas, y en sus camas. Estas langostas movían sus alas con un sonido aterrador y
mordían y masticaban todo a su vista. Dentro de pocos días, Egipto estaba en la
ruina total.
En este punto, una palabra pequeña pero muy importante aparece en la escritura
– la palabra “entonces.” “Entonces Faraón se apresuró a llamar a Moisés y Aarón,
y dijo: He pecado contra Jehová vuestro Dios, y contra vosotros.” (Versículo 16).
Faraón se dio cuenta que estaba a punto de perderlo todo – así que se arrepintió
con la esperanza que Dios lo libraría del lío en el cual se había metido. ¡Todo lo
que el quería era ser aliviado de su problema!
La verdad es que Cristo obrará milagros para ti. Él hará lo imposible en tu vida.
Pero si sólo vienes a él para conseguir algo de él – sólo para ser librado de tus
problemas – no crecerás una pulgada en madurez. Por el contrario, ¡sólo
aumentarás en dureza!
Por favor no me malinterpretes; por supuesto, que Dios quiere salvar a la gente
que termina en ruinas. Cuando todo esta perdido, él siempre esta cerca – y él es
fiel para librar. Pero, amado, ¡no puedes ir a Jesús sólo para recibir alivio! Debes ir
a él porque él es Dios – y porque él merece tu vida, tu adoración y tu obediencia.
Ahora mismo puedes estar diciendo, “Si, hermano David – admito que he estado
descuidando la palabra de Dios. Y todavía estoy atado por un pecado asediante.
¿Estaré muy endurecido – he ido muy lejos – para recibir el toque sanador del
Señor?”