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Corrida de toros [1894]

Sello del Obispado


Ayacucho, 8 [de agosto] de 1894
Sor. Prefecto del departamento
Por personas respetables y dignas de fe, he sabido que se trata de solemnizar la exaltación al
mando supremo del nuevo jefe del Estado, con una corrida de toros en la plaza pública de esta
ciudad; las mismas respetables personas hacen la descripción de la manera como se
acostumbra en estos lugares lidiar toros.
Usando de sus mismas frases digo, que se hacen cerrando las cuatro entradas a la plaza y
formando tablados que no tienen las condiciones requeridas, que los toros que se lidian son
feroces y entran a la plaza completamente libres, que los toreadores son los hijos del pueblo
sin conocimiento tauromáquicos, y do que es peor en estado de embriaguez, de lo que resulta
que comúnmente son varias las víctimas de estas desgraciados que mueren tal vez en el acto
impenitente y reos del horrible crimen del suicidio.
La ley solo permite entre nosotros el establecimiento de plazas de toros con las condiciones
indispensables de seguridad y solides como la de Acho, en Lima, y que los toreros sean
expeditos en el arte, pues solo así pueden lidiarse toros, con garantías de vidas para aquellos.
Atendiendo el estado de civilización a que hemos llegado, ya no se permiten estas lidias en
pueblos y mucho menos en las ciudades, que como la nuestra, no tiene afición a esta clase de
espectáculos paganos y bárbaros que están en pugna contra los sentimientos cristianos, con
nuestro carácter tranquilo y pacífico, y contra la naturaleza misma que los repugna.
Además, nuestra religión santa los reprueba y prohíbe seriamente por bárbaros, sanguinarios y
criminales, declarando verdaderos suicidas a los que mueren en ellas, por el peligro de muerte
voluntario a que se exponen.
Tan inhumanos y crueles estos combates, que hablando de ellos García Calderón, en su
diccionario de legislación, opina porque se supriman. La misma España de donde se importó a
nosotros, esta diversión se ocupa actualmente en sus Cámaras para suprimirlas del todo, con
motivo de la muerte de Espartero, uno de los tauromaquinos más notables.
Por otra parte, la tal diversión en esta ciudad consigo otros desordenes y escándalos
reprensibles, después de la corrida el pueblo emplea la noche en embriagueces, músicas,
gritos y abusos que el vecindario justamente debe sentirse muy mortificado.
Suplico a Us., que si es cierto todo lo que se me ha informado, tenga a bien como primera
autoridad, disponer que se festeje de otro modo la exaltación del nuevo mandatario, y no con
la tal corrida de toros, porque serán responsables de las consecuencias tristes, funestas y
escandalosas, todos los que directa o indirectamente contribuyan a ello.
Si no obstante este oficio y las providencias que tome Us., se lleva adelante la corrida de toros,
tengo el sentimiento de asegurar a Us., que no seré testigo de dicho funesto espectáculo, que
me retiraré de mi palacio para no oír ni menos presenciar lo que sucede; que sí hubiesen
víctimas humanas como reos de suicidio, no tendrán sepultura eclesiástica y que no habrá
función alguna de iglesia (aunque la deseo muy solemne) porque no será posible hacerla en
una iglesia sin entrada libre, por los cercos y tablados que se formen y cuya plaza principal se
convertirá en un circo de gladiadores peores aunque el de los romanos.
Dios gue. a Us.
† Julián, obispo de Ayacucho.

La H. Junta de notables que me honro presedir [sic], fiel intérprete del patriótico sentimiento
del pueblo que ha manifestado el propósito de solemnizar en cuanto fuese posible la
exaltación del Sr. General D. Andrés A. Cáceres al mando supremo de la nación, ha resuelto dar
lidias de toros los días 26, 27 y 28 de los corrientes, bajo la dirección de diestros aficionados
del vecindario.
Siendo dicha función taurina establecido desde tiempo inmemorial y celebrada siempre por la
inauguración del primer mandatario del estado, no ha sido posible evitar en lo absoluto,
puesto que se han adoptado medidas salvadoras a fin de que no dé lugar a desgraciados y
deplorables acontecimientos, se ha dispuesto además colocar en la plaza burladeras a
distancias convenientes que sirvan de vulla [sic] siempre que sean acometidos por los toros,
sin perjuicio de prohibir que personas extrañas de los diestros comprometidos a lidiar, tenga
libre acceso a la plaza.
Como el acuerdo que me ocupo esta en conformidad a la 2ª parte del decreto supremo de 26
de octubre de 1876, no hay inconveniente alguno Sr. Prefecto en que se lleve a cumplido
efecto lo acordado y resuelto por la H. junta de notables.
Así queda cumplido el superior mandato de Us., de fecha 8 de los corrientes.
Ayacucho, ag[os]to 10 de 1894.
Inocencio Negri

[Fuente. ARAy. Prefectura. Oficios Recibidos. Legajo 106. 1875-1954]

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