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Webb mide la temperatura de un

exoplaneta rocoso

Esta ilustración muestra cómo podría verse el exoplaneta rocoso caliente TRAPPIST-1 b según este
trabajo. TRAPPIST-1 b, el más interno de los siete planetas conocidos en el sistema TRAPPIST-1,
se mueve en órbita alrededor de su estrella a una distancia de 0,011 unidades astronómicas (UA),
completando un circuito en solo 1,51 días terrestres. TRAPPIST-1 b es un poco más grande que la
Tierra, pero tiene más o menos la misma densidad, lo cual indica que debe tener una composición
rocosa. La medición de Webb de la luz infrarroja media emitida por TRAPPIST-1 b sugiere que el
planeta no tiene ninguna atmósfera sustancial. La estrella, TRAPPIST-1, es una enana roja ultrafría
(enana M) con una temperatura de solo 2.566 kelvins y una masa de apenas 0,09 veces la masa del
Sol. Esta ilustración se basa en nuevos datos recopilados por el instrumento de infrarrojo medio
(MIRI) de Webb, así como en observaciones anteriores de otros telescopios terrestres y espaciales.
Webb no ha captado ninguna imagen de este planeta.
NASA, ESA, CSA, J. Olmsted (STScI)
Un equipo internacional de investigadores ha utilizado el telescopio espacial James Webb
de la NASA para medir la temperatura del exoplaneta rocoso TRAPPIST-1 b. La medición
se basa en la emisión térmica del planeta, esto es, la energía térmica emitida en forma de
luz infrarroja detectada por el instrumento de infrarrojo medio (MIRI, por sus siglas en
inglés) de Webb. El resultado indica que el lado diurno del planeta tiene una temperatura de
unos 500 kelvins (alrededor de 230 grados Celsius o 450 grados Fahrenheit) y sugiere que
no tiene una atmósfera significativa.

Esta es la primera detección de cualquier forma de luz emitida por un exoplaneta tan
pequeño y tan frío como los planetas rocosos de nuestro propio sistema solar. El resultado
marca un paso importante para determinar si los planetas que se mueven en órbita alrededor
de pequeñas estrellas activas como TRAPPIST-1 pueden mantener atmósferas necesarias
para sustentar la vida. También es un buen augurio de la capacidad de Webb de utilizar el
instrumento MIRI para caracterizar exoplanetas del tamaño de la Tierra con temperaturas
templadas.

“Estas observaciones aprovechan muy bien la capacidad del infrarrojo medio de Webb”,
dijo Thomas Greene, astrofísico del Centro de Investigación Ames de la NASA y autor
principal del estudio publicado hoy en la revista científica Nature. “Ningún telescopio
anterior ha tenido la sensibilidad para medir una luz del infrarrojo medio tan tenue”.
Esta gráfica compara la temperatura del lado diurno de TRAPPIST-1 b medida con el instrumento
de infrarrojo medio (MIRI) de Webb contra modelos informáticos de la que sería la temperatura en
diversas condiciones. Los modelos tienen en cuenta las propiedades conocidas del sistema,
incluyendo la temperatura de la estrella y la distancia orbital del planeta. La temperatura del lado
diurno de Mercurio también se muestra como referencia. El brillo del lado diurno de TRAPPIST-1
b a 15 micras se corresponde con una temperatura de unos 500 kelvins (unos 230 grados Celsius o
450 grados Fahrenheit). Esto es consistente con la temperatura que tendría asumiendo que el planeta
está bloqueado por las mareas (con un lado que mira hacia la estrella en todo momento), que tiene
una superficie de color oscuro, no tiene atmósfera y no tiene redistribución del calor del lado diurno
al lado nocturno. Si la energía térmica de la estrella se distribuyera uniformemente alrededor del
planeta (por ejemplo, mediante la circulación de una atmósfera sin dióxido de carbono), la
temperatura a 15 micras sería de 400 kelvins (unos 130 grados Celsius o 260 grados Fahrenheit). Si
la atmósfera tuviera una cantidad sustancial de dióxido de carbono, emitiría aún menos luz de 15
micras y parecería ser aún más fría. Aunque TRAPPIST-1 b es caliente para los estándares de la
Tierra, es más frío que el lado diurno de Mercurio, el cual consiste de roca desnuda y no tiene una
atmósfera significativa. Mercurio recibe alrededor de 1,6 veces más energía del Sol que
TRAPPIST-1 b de su estrella.
Ilustración: NASA, ESA, CSA, J. Olmsted (STScI); Investigación científica: Thomas Greene
(Centro Ames de la NASA), Taylor Bell (BAERI), Elsa Ducrot (CEA), Pierre-Olivier Lagage
(CEA)

Planetas rocosos en órbita alrededor de enanas rojas ultrafrías

A principios de 2017, los astrónomos informaron acerca del descubrimiento de siete


planetas rocosos que están en órbita alrededor de una estrella enana roja ultrafría (o enana
M) situada a 40 años luz de distancia de la Tierra. Lo que es notable acerca de los planetas
es su similitud en tamaño y masa con los planetas rocosos internos de nuestro propio
sistema solar. Aunque todos ellos orbitan mucho más cerca de su estrella de lo que
cualquiera de nuestros planetas orbita alrededor del Sol —todos podrían caber
cómodamente dentro de la órbita de Mercurio—, reciben de su pequeña estrella cantidades
comparables de energía.

TRAPPIST-1 b, el planeta más interno, tiene una distancia orbital de cerca de una
centésima parte de la de la Tierra y recibe aproximadamente cuatro veces la cantidad de
energía que la Tierra obtiene del Sol. Aunque no se encuentra dentro de la zona habitable
del sistema, las observaciones del planeta pueden proporcionar información importante
sobre sus planetas hermanos, así como de otros sistemas de enanas M.

“Hay diez veces más de estas estrellas en la Vía Láctea que estrellas como el Sol, y tienen
el doble de probabilidades de tener planetas rocosos que estrellas como el Sol”, explicó
Greene. “Pero también son muy activas: son muy brillantes cuando son jóvenes y emiten
fulguraciones y rayos X que pueden destruir una atmósfera”.

La coautora Elsa Ducrot, de la Comisión Francesa de Energía Atómica y Energías


Alternativas (CEA) en Francia, quien formó parte del equipo que llevó a cabo estudios
anteriores del sistema TRAPPIST-1, agregó: “Es más fácil caracterizar planetas terrestres
que se mueven en órbita alrededor de estrellas más pequeñas y frías. Si queremos entender
la habitabilidad que hay en torno a las estrellas tipo M, el sistema TRAPPIST-1 es un gran
laboratorio. Estos son los mejores objetivos que tenemos para observar las atmósferas de
los planetas rocosos”.

Detectar una atmósfera (o no)

Las observaciones anteriores de TRAPPIST-1 b con los telescopios espaciales Hubble y


Spitzer no encontraron evidencia de una atmósfera inflada, pero no pudieron descartar una
atmósfera densa.
Una forma de reducir la incertidumbre es medir la temperatura del planeta. “Este planeta
está bloqueado por las mareas, con un lado que mira hacia la estrella en todo momento y el
otro en oscuridad permanente”, dijo Pierre-Olivier Lagage de CEA, quien es coautor del
artículo. “Si posee una atmósfera para circular y redistribuir el calor, el lado diurno será
más fresco que si no hubiera atmósfera”.

El equipo utilizó una técnica llamada fotometría de eclipse secundario, en la que MIRI
midió el cambio en el brillo del sistema a medida que el planeta se desplazaba detrás de la
estrella. Aunque TRAPPIST-1 b no es lo suficientemente caliente como para emitir su
propia luz visible, tiene un resplandor infrarrojo. Al restar el brillo propio de la estrella
(durante el eclipse secundario) del brillo combinado de la estrella y el planeta, pudieron
calcular con éxito cuánta luz infrarroja emite el planeta.

Esta curva de luz muestra el cambio en el brillo del sistema TRAPPIST-1 a medida que el planeta
más interno, TRAPPIST-1 b, se mueve detrás de la estrella. Este fenómeno se conoce como eclipse
secundario. Los astrónomos utilizaron el instrumento de infrarrojo medio (MIRI) de Webb para
medir el brillo de la luz del infrarrojo medio. Cuando el planeta está al lado de la estrella, la luz
emitida tanto por la estrella como por el lado diurno del planeta llega al telescopio, y el sistema
parece más brillante. Cuando el planeta está detrás de la estrella, la luz emitida por el planeta se
bloquea y solo llega al telescopio la luz de la estrella, lo que hace que el brillo aparente disminuya.
Los astrónomos pueden restar el brillo de la estrella del brillo combinado de la estrella y el planeta
para calcular cuánta luz infrarroja proviene del lado diurno del planeta. Esto se utiliza para calcular
la temperatura del lado diurno. La gráfica muestra datos combinados de cinco observaciones
separadas realizadas con el filtro F1500W de MIRI, el cual solo permite que la luz con longitudes
de onda que van desde 13,5 a 16,6 micras pase a través de los detectores. Los cuadrados azules son
medidas individuales del brillo. Los círculos rojos muestran mediciones que están “combinadas” o
promediadas para que sea más fácil ver el cambio a lo largo del tiempo. La disminución del brillo
durante el eclipse secundario es inferior al 0,1%. MIRI pudo detectar cambios tan pequeños como
un 0,027% (o una parte en 3.700). Esta es la primera observación de la emisión térmica de
TRAPPIST-1 b, o de cualquier planeta tan pequeño como la Tierra y tan frío como los planetas
rocosos de nuestro sistema solar. Se están repitiendo las observaciones utilizando un filtro de 12,8
micras para confirmar los resultados y reducir las interpretaciones.
Ilustración: NASA, ESA, CSA, J. Olmsted (STScI); Investigación científica: Thomas Greene
(Centro Ames de la NASA), Taylor Bell (BAERI), Elsa Ducrot (CEA), Pierre-Olivier Lagage
(CEA)

Medición de cambios minúsculos en el brillo

La detección de Webb de un eclipse secundario es en sí misma un hito importante. La


estrella observada es más de 1.000 veces más brillante que el planeta, y el cambio en el
brillo es inferior al 0,1%.

“También había cierto temor de que nos perdiéramos el eclipse. Todos los planetas tiran
unos de otros, por lo que las órbitas no son perfectas”, dijo Taylor Bell, el investigador
postdoctoral en el Instituto de Investigación Ambiental del Área de la Bahía que analizó los
datos. “Pero fue simplemente increíble: la hora del eclipse que vimos en los datos coincidió
con la hora prevista con una diferencia de menos de un par de minutos”.

El equipo analizó los datos de cinco observaciones separadas de eclipses secundarios.


“Comparamos los resultados con modelos informáticos que mostraban cuál debería ser la
temperatura en diferentes escenarios”, explicó Ducrot. “Los resultados son casi
perfectamente consistentes con un cuerpo negro hecho de roca desnuda y sin atmósfera que
haga circular el calor. Tampoco vimos ninguna señal de que la luz fuera absorbida por el
dióxido de carbono, lo que sería evidente en estas mediciones”.

Esta investigación fue realizada como parte del programa de Observaciones con Tiempo
Garantizado de Webb (GTO, por sus siglas en inglés) número 1177, el cual es uno de los
ocho programas del primer año de investigaciones científicas de Webb diseñados para
ayudar a caracterizar completamente el sistema TRAPPIST-1. Actualmente están en curso
observaciones adicionales de eclipses secundarios de TRAPPIST-1 b y, ahora que sabe lo
buenos que pueden ser los datos, el equipo espera captar más adelante una curva de fase
completa que muestre el cambio en el brillo a lo largo de toda la órbita. Esto les permitirá
ver cómo cambia la temperatura del lado diurno al lado nocturno y confirmar si el planeta
tiene atmósfera o no.

“Había un objetivo que soñaba con tener”, dijo Lagage, quien trabajó en el desarrollo del
instrumento MIRI durante más de dos décadas. “Y era este. Es la primera vez que podemos
detectar la emisión de un planeta rocoso y templado. Este es un paso realmente importante
en la historia del descubrimiento de exoplanetas”.

El telescopio espacial James Webb es el principal observatorio de ciencias espaciales del


mundo. Webb resolverá los misterios de nuestro sistema solar, verá más allá de mundos
distantes alrededor de otras estrellas y explorará las misteriosas estructuras y los orígenes
de nuestro universo y nuestro lugar en él. Webb es un programa internacional dirigido por
la NASA con sus socios: la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial
Canadiense (CSA). MIRI es una contribución de la NASA y la ESA. Este instrumento fue
diseñado y construido por un consorcio de institutos europeos financiados a nivel nacional
(el Consorcio Europeo MIRI) y el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas
en inglés) de la NASA, en asociación con la Universidad de Arizona.

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