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El siguiente material, es una traducción realizada por

fans para fans.

Beautiful Coincidence no recibe compensación económica


alguna por este contenido, nuestra única gratificación es
el dar a conocer el libro, a la autora; y que cada vez
más personas puedan perderse en este maravilloso
mundo de la lectura.

Si el material que difundimos sin costo alguno, está


disponible a tu alcance en alguna librería, te invitamos
a adquirirlo.
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Página
Agradecimientos
Dirección de Traducción
Areli97

Femme Fatale

Traducción e Interpretación
Areli97

Femme Fatale

Jess

Itorres

Liseth Johanna

Nora Greene

Scherezade

Corrección de Estilo y Lectura Final


Femme Fatale

Diseño de Imagen
Scherezade
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Página
Contenido
Rose Gordon
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Epílogo
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Rose Gordon

a autora más vendida y ganadora del premio a mejor autor

L del USA Today, Rose Gordon, escribe romances históricos


inusualmente inusuales que han sabido incluir héroes llenos
de cicatrices, heroínas decididas, escándalos que llevan al matrimonio,
demasiadas artimañas, literatura traviesa y siempre un dulce final de
felices por siempre. Cuando no está escapando del mundo escribiendo o
leyendo un libro, pasa su tiempo persiguiendo a dos pequeños niños
por toda la casa, siendo cazada por animales salvajes o sentada en el
columpio de su patio trasero donde tiene que usar sus brazos como
escudo para desviar proyectiles conocidos como: pelotas, bombitas de
agua, palos, piñas y cualquier otra cosa que sus niños recogen para
lanzar a su hermano que justo está escondido detrás de ella.

Ella se encuentra en algún lugar en el ciberespacio en:


www.rosegordon.net o haciendo entradas de blog sobre algo
inapropiado en: www.rosesromanceramblings.wordpress.com.

A rose le encanta tener noticias de sus lectores y puedes enviarle


correos electrónicos a rose.gordon@hotmail.com.
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Sinopsis
o último que esperaría Jane Cavanaugh es estar casada —es

L una inválida, después de todo—, ¡pero eso no significa que no


pueda ayudar en la búsqueda del marido de su hermana!
(Incluso si es con un poquito de mala gana).

Lo último que Gareth, Lord Worthe, querría hacer es enamorarse


de la pequeña hermana de su mejor amigo.

Pero el destino podría tener algo más reservado para estos dos...

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Capítulo 1
Inglaterra
Finales de marzo de 1812

los veintisiete años, Gareth Lambert, Lord Worthe, tenía

A todo lo que un hombre podría desear. Dinero —treinta y


dos mil seiscientos cincuenta y siete libras, para ser
exactos—, y una amplia finca: Castlemoor, que consecuentemente era
la sede de su condado, lo cual significaba que también tenía un título.

Joven, rico y titulado.

Oh, y guapo. (Y quizás un poco superficial). Una cabeza llena de


cabello negro carbón, ojos verde oscuro, tez aceitunada, pómulos altos,
y una mandíbula afilada y angular. Su apariencia física era solo parte
de su atractivo. Su ropa era a la altura de la moda y siempre
inmaculada y prístina. Impecable.

Sí, de hecho, Lord Worthe podía denominarse superficial.

Pero para ser justos con él, todos los hombres nacidos en la
aristocracia eran superficiales y arrogantes. Su amigo más cercano,
Lord Holbrook, no era la excepción. De hecho, si alguien estuviera
interesado en un pequeño secreto sobre Holbrook, Gareth —y
probablemente todas las relaciones y personal de Holbrook—, se
apresuraría al decir que la arrogancia y vanidad de Holbrook iba un
poco más allá de la de Gareth. De alguna forma, ese bribón había
alcanzado los veintiséis sin una sola mancha o arruga en su rostro. Un
hecho del que estaba bastante orgulloso… y que pronto perdería si
continuaba frunciendo el ceño de la forma en que lo hacía actualmente.

—¿Qué te tiene mirando como si acabaras de captar un vistazo a la


horca? —preguntó Gareth, caminando a través del estudio de Holbrook
hacia el cómodo sofá rojo situado junto a la ventana.
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—Charlotte —respondió entrecortadamente Holbrook.


Página
Gareth asintió lentamente y luego se puso cómodo en el sofá de
Holbrook. Los dos habían sido amigos durante tanto tiempo como
Gareth podía recordar y no había ninguna apariencia de ceremonia
donde el otro estaba preocupado. Lo cual era un bendición ahora que
Gareth estaba agotado de una semana de levantarse antes del sol y
regresar a casa por una linterna en un intento de cazar zorros.

—¿Va a salir este año? —No era que estuviera demasiado


interesado en la vida familiar de Holbrook, pero se sentía grosero, al
menos, no preguntar.

—Sí. —Holbrook suspiró y, sin pensar, giró el vacío decantador en


medio de su escritorio de roble—. Cumplió dieciocho el invierno pasado
y ha insistido en que tendrá una temporada.

—Entonces llévala a Londres —dijo Gareth fácilmente, cruzando


los tobillos.

—No es tan fácil como empacarla dentro del carruaje y hacer un


viaje a Londres. —La voz de Holbrook goteaba con irritación, contrario
al tono fácil de Gareth.

Gareth se encogió de hombros.

—Espero que seas bendecido con la alegría de una casa llena de


hijas. Seis de ella al menos antes de que tengas tu heredero.

—Siempre y cuando tenga ese heredero. —Sonrió—. Solo piensa en


toda la diversión que voy a tener antes de que él llegue.

Holbrook gruñó, haciendo reír a Gareth.

—Fuiste tú quien me maldijo con tal destino… solo estoy


señalando que no suena tan horrible como piensas.

—Hasta que se vuelvan jóvenes mujeres que demanden


temporadas y no hablan de otra cosa más que casarse con alguien que
ya odias.

—Si ella ya tiene un tipo en mente, creo que ya has resuelto tu


propio problema.

—No lo tiene. —El rostro de Holbrook se volvió de piedra—. Al


menos, será mejor que no. —Suspirando, dijo—: Me informó anoche en
la cena que si no la llevo a Londres por una temporada, estará forzada a
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casarse con el escudero Blevins.


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—¿Y qué hay de malo con el escudero?


—¿Además de que tiene no menos de sesenta años en su plato, se
ha hecho viudo tres veces, en los pasados veinte años solamente, y
tiene más de una treintena de hijos entre los tres y cincuenta y tres
años, de los cuales ha durado más tiempo que la mitad, y la otra mitad
todavía siguen vivos con él?

—Sí, además de todo eso.

—Nada.

—Suena perfecto.

El rostro de Holbrook se oscureció.

—Este no es momento para bromas.

—¿Qué podría ser tan difícil sobre llevar a Charlotte a Londres por
la Temporada? —preguntó Gareth mientras golpeaba distraídamente los
bordes de sus botas.

—Oh, no lo sé. —La voz de Holbrook reverberaba sarcasmo—.


Bailes, veladas, musicales…

—Sí, bailar, escuchar música y comidas de lujo cada noche suena


como un destino miserable.

Holbrook frunció el ceño.

—Vestidos, guantes, modistas…

—No olvides agregar acompañantes y pretendientes a tu lista —


añadió Gareth amablemente.

Los nudillos de Holbrook se volvieron blancos donde su mano


agarraba el decantador y asintió.

—Esos también.

—Solo piensa —dijo Gareth, moviéndose para tumbarse en el


sofá—. Por mucho que no te gusten esos tipos de personas, todos se
cuidan. Si encuentras el acompañante adecuado, ella manejará a los
pretendientes y todas las otras cosas que mencionaste.

Holbrook se reclinó en su silla, levantando las dos piernas


delanteras de esta del suelo y tamborileando los dedos sobre el borde de
su escritorio como si realmente estuviera pensando lo que Gareth
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acababa de decir.
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—Eso podría funcionar bastante bien.


—Por supuesto que sí —dijo Gareth, metiendo una almohada
detrás de la cabeza.

Holbrook llevó las cuatro patas de su silla de vuelta al suelo con un


chasquido agudo.

—¿Dónde diablos voy a encontrar un acompañante?

Gareth cerró los ojos; el agotamiento le estaba pasando factura a


una velocidad vertiginosa.

—Mi prima lo hará.

—¿Y cómo sabes eso?

—Porque necesita algo que hacer.

—Oh, así que es una entrometida —meditó Holbrook.

—No, es un poco… meticulosa, si se quiere, pero no una


entrometida. —Gareth se movió para ponerse más cómodo.

—¿Meticulosa?

Gareth se encogió de hombros mentalmente.

—Particular. Exacta. Especifica. —Jemma Fairchilde llenaba todas


esas definiciones… y quizás algunas otras. Pero era una buena mujer,
solo un poco extraña.

—¿Y cuál es tu relación con esta meticulosamente particular,


exacta y especifica mujer?

—Para ser preciso, es la viuda de mi primo, a quien le incomoda


particularmente vivir de la generosidad de sus relaciones. Lo cual es
exactamente la razón de que esta señorita en específico estaría
dispuesta a actuar como una acompañante.

Sacudiendo la cabeza, Holbrook dijo:

—Si no es nada parecida a ti, será perfecta.

Gareth abrió un solo ojo.

—Algunos parecen pensar que lo es. Ten cuidado.

~*~
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Suprimiendo un grito de risa que estaba todo menos forzando su


Página

camino más allá de sus labios ante la ridícula advertencia de su amigo,


Michael se puso de pie y se dirigió hacia la puerta para encontrar a
Charlotte. Por mucho que encontrara que tener cuatro hermanas
menores era el equivalente a una rueda de molino atada a su cuello,
disfrutaba cuando reían y sonreían y lo alababan como su héroe
personal… aunque, si alguien alguna vez lo acusaba de tal cosa, lo
negaría hasta la tumba.

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Página
Capítulo 2
ane Cavanaugh cerró sus ojos color avellana mientras su

J hermana Charlotte pasaba el pesado cepillo de plata a través


del cabello caoba de Jane.

—Sesenta y dos —respiró Charlotte mientras completaba otra


cepilla—. Sesenta y tres… sesenta y cuatro…

Jane sonrió. Charlotte había sido siempre una hermana tan


amorosa. Thea, la doncella que compartían, podría haberla peinado con
facilidad y con el estilo de cabello de Jane de cada día, pero Charlotte
siempre había hecho saber que se ocuparía de esa tarea. Y lo hacía
cada. Incluso en los días en que las dos no se estaban llevando bien.

—… setenta y tres… setenta y cuatro…

—Charlotte, necesito hablar contigo —vino la voz de barítono que


pertenecía a su hermano Michael, Lord Holbrook, mientras entraba en
el salón que Jane y Charlotte estaban ocupando.

—Tendrá que esperar —dijo Charlotte automáticamente, sin


detenerse en sus movimientos—. Setenta y cinco…

Michael suspiró.

—¿Es realmente tan importante que las mujeres den a su cabello


cien golpes con su cepillo cada día?

—No —dijo Jane—. Es cien golpes dos veces al día. —Trató de no


reírse de la estupefacta expresión en su rostro. Ella nunca diría eso,
pero siempre había cuestionado la necesidad de, exactamente, cien
golpes por la mañana y otros cien antes de acostarse. El número
parecía demasiado alto. Pero nunca pronunciaría una palabra sobre ello
durante todo el tiempo que vivió. Si era así como Charlotte quería pasar
el tiempo con Jane, ella solo disfrutaría del amor y la atención.

—¿Cómo te sientes hoy, Jane? —preguntó Michael.

—Terrible.
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Página

Las cejas oscuras de Michael se dispararon cerca de la línea del


cabello y sus ojos azul pálido se abrieron.
—¿Que sucede?

Jane se lamió los labios y bajó los ojos.

—Bueno, mira… —Se mordió el labio y bajó la voz a un susurro—.


He estado sentada en esta silla tanto tiempo que creo que estoy
desarrollando una úlcera…

Michael tragó tan fuerte que sonaba más como una bocanada

—¿Una úlcera?

Jane asintió lentamente, ordenándole interiormente a las


comisuras de sus labios que se quedaran quietas.

—¿Tenemos que llamar a un médico? —Michael se pasó la mano


por el cabello.

—Sí, de inmediato —interrumpió Charlotte antes de que Jane le


pudiera contestar, robando todo el humor que Jane tenía tan solo un
momento atrás.

—No, no necesito un doctor —le confesó Jane a su hermano.

—Entonces, por qué has dicho…

Jane suspiró.

—Porque siempre preguntas cómo me siento hoy.

Michael parpadeó.

—Creo que esa es una pregunta perfectamente lógica


considerando…

A pesar de que se interrumpió, su significado era muy claro.

Después de caerse de un caballo cuando tenía diez años, Jane


había pasado los próximos once años en una silla para inválidos para
nunca levantarse de nuevo o bailar o ser cortejada y definitivamente
para no casarse. Habiendo vivido la mayor parte de su vida en el campo
y siendo tan joven cuando le había sido entregado tal destino, nada de
eso le importaba demasiado. Lo que había importado era cómo la había
mirado su familia…

Su madre había sido demasiado entusiasta en su intento de hacer


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que se sintiera cómoda y atenderle cada deseo y demanda.


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Sus dos hermanas pequeñas, Olive y Daphne, que apenas estaban
fuera de dirigir las cadenas en ese momento, habían crecido
encontrando en Jane una fuente de descarado interés y fascinación.

Su hermana Charlotte, que estaba más cerca de ella en edad,


había tomado más un papel de hermana mayor, siempre queriendo
cepillar su cabello y adulando el vestuario de Jane. En verdad, la chica
sería una espléndida doncella si debiera ocupar un puesto para la
Corona y tuviera que ser una espía disfrazada de doncella.

Su padre era el único que la trataba exactamente igual que lo


había hecho antes: ignorándola como si no existiera. Era una chica,
después de todo. En su opinión, las hijas servían solo para un
propósito: conexiones maritales. Pero debido a que el último Lord
Holbrook ya tenía un título y un montón de dinero, eso no era
necesario. Y si por alguna razón eso se convertía en una necesidad
futura, aún tenía otras tres hijas a las cuales podría casar por dinero o
para elevar su posición. Jane era solo una tragedia. Una sin
importancia.

Aunque a veces le resultaba molesta la forma en que sus hermanas


y su ahora fallecida madre la trataban, lo que siempre la había herido
más era cómo había cambiado Michael. Al ser cinco años mayor que
ella, nunca habían sido demasiado cercanos, pero habían encontrado la
manera de meterse el uno al otro en problemas o arrastrarse y asustar
al otro, dándoles algún tipo de relación. Pero cuando regresó de Eton el
verano después de su accidente, había mantenido su distancia casi
como si tuviera miedo de hacerle daño solo estando de pie demasiado
cerca. Y que el Todopoderoso tuviera misericordia de cualquiera que se
acercara demasiado. Michael era un protector feroz; ella le daría eso.
Pero más tan bonito que fuera tener un protector, a veces todo lo que
quería era un igual. Había tenido once años para acostumbrarse a lo
que parecía ser su tratamiento permanente hacia ella; por desgracia, no
lo hacía doler menos. Sobre todo el hecho de que siempre la saludaba
con la misma exacta pregunta.

Jane trajo su atención de nuevo al presente.

—Me siento muy bien hoy, Michael. Gracias por preguntar.

Michael frunció el ceño.

—¿Estás enojada?
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Página

—Tal vez conmigo por arruinar su broma —proporcionó Charlotte,


siempre la pacificadora entre ellos.
Jane suspiró. Charlotte tenía buenas intenciones.

—En realidad, no estoy molesta contigo, Charlotte. —Entrecerró los


ojos hacia Michael—. Sin embargo, estoy un poco desconcertada
contigo.

La palma de la mano de Michael voló a su pecho, enviando un


ruidoso chasquido resonando por la sala.

—¿Yo? ¿Por qué? Todo lo que hice fue preguntar cómo te sentías.

—Exactamente.

La pequeña arruga entre sus cejas se profundizó.

—Deberías tener cuidado haciendo esa cara, Michael, o


conseguirás una arruga… —Ella señaló el lugar entre sus ojos—, justo
aquí.

Michael frunció el ceño.

—Tal vez si me dijeras lo que he hecho para molestarte, no me


tendría que preocupar por eso.

—No importa.

Michael apretó los labios.

—Muy bien entonces. No tengo tiempo para juegos, de todos


modos.

Charlotte dejó escapar un suspiro.

Michael la ignoró, presumiblemente porque o bien no sabía qué


decir o preferiría no saber por lo que estaba suspirando.

—Charlotte, tengo buenas noticias.

—Me vas a llevar a Londres para la temporada —dijo Charlotte, con


lo que solo podría calificarse como una sonrisa suplicante.

El rostro de Michael lució decepcionado.

—¿Cómo lo sabes?

Jane trató de no reírse de su respuesta. Charlotte no lo había


sabido antes, pero sin duda lo sabía ahora.
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—Oh, no lo sabía —dijo Charlotte, echándole los brazos al cuello
en un devorador abrazo—. Asumí que si rogaba lo suficiente a menudo,
finalmente sucumbirías.

—Efectivamente. —Michael le dio tres palmaditas suaves en la


espalda, luego bajó la mano de nuevo a su lado.

Charlotte dio un chillido final de deleite y se dejó caer en la silla


junto a Jane. Juntando las manos como para darle a la habitación la
impresión de que no estaba tan emocionada como realmente lo estaba,
dijo:

—¿Cuándo nos vamos?

—Dos semanas.

Charlotte dio otro chillido de emoción. Entonces, una fracción de


segundo más tarde, estuvo fuera de su silla y paseándose por el suelo.

—Mmm, quince días no nos da tiempo… —Le preocupaba el encaje


rosa rígido que bordeaba su brazalete—. Cada una necesitaremos al
menos cuatro nuevos vestidos de baile, todos en diferentes colores, por
supuesto. Pero aun así tienen que complementarse. Vamos a necesitar
dos, no, tres pares de guantes nuevos de seda… abanicos…

Michael y Jane se miraron. Jane forzó un encogimiento de


hombros y trató de bloquear el parloteo de su hermana. Jane cerró los
ojos. Había sabido en los últimos años que era solo cuestión de tiempo
antes de que su hermana fuera a Londres y se casara. Incluso se había
preparado para ello. Trató, de todos modos. Apretó los párpados más
fuerte para mantener las calientes lágrimas que se estaban formando.
Era la manera en que tenía que ser. Charlotte era joven y hermosa, una
experta bailarina y dotada violinista. Su hermana tenía mucho que
ofrecer a cualquier caballero digno de su tiempo.

—Er… Char, antes de gastar toda mi fortuna en cursilerías, creo


que tengo que aclarar algo.

Charlotte dejó de pasearse y lo miró.

—¿Sí?

—¿Eres consciente de que Olive y Daphne son demasiado jóvenes


para ir a algún baile y no irá a una modista siempre y cuando yo tenga
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algo que decir al respecto?


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Charlotte le dirigió una dudosa mirada.


—Será mejor que te prepares. Podrán estar aún en la escuela, pero
estarán rogando por sus temporadas antes de que te des cuenta.

Michael hundió su cabeza entre sus manos.

—Ten piedad de mí —llegó su voz apagada.

Jane y Charlotte se rieron ante su teatro.

—Oraré por ti esta noche, Michael —dijo Jane.

Él se enderezó.

—Por favor, hazlo. —Volviendo su atención a Charlotte, preguntó—


: Entonces, si no estás planeando vestuarios a juego para ti, Olive y
Daphne. Entonces, ¿a quién estás…? —Sus ojos se abrieron.

La suave mano de Charlotte cayó sobre el hombro de Jane.

—Tendremos que ser las más bellas damas en la asistencia, ¿no te


parece?

Un coro de “er”, “um” e incluso unos pocos “uh” realizados por


Michael y Jane llenaron el aire.

—No puedo ir —dijo Jane finalmente, luchando contra las


lágrimas.

—Por supuesto que puedes —argumentó Charlotte.

—Sé que tienes buenas intenciones al invitarme, Charlotte, pero no


es mi lugar para ir.

—¿Por qué no? —demandó Charlotte, no muy suavemente.

Jane le imploró con la mirada. Ni una sola vez Charlotte la había


hecho sentirse tan pequeña e incómoda como ahora.

—¿Necesito explicártelo? —fue todo lo que ella escupió.

Charlotte palideció.

—Nunca te he conocido por ser alguien que dejara que tu…


apuro… te dictara así.

Una candente ira burbujeó dentro de Jane.

—No es mi apuro lo que me está controlando. Es una pequeña cosa


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llamada sentido.
Página

—Tonterías.
Indignación se disparó en el estómago de Jane y no quería nada
más que apartarse de la compañía de su hermana. Si fuera capaz de
caminar, este sería uno de esos momentos en los que habría arrasado
la habitación como una reina de la manera que había oído que damas
de estilo lo hacían cuando estaban en pleno proceso de hacer una gran
salida. En cambio, agarró el borde de madera en el exterior de las
ruedas de su silla y empezó a rodarse hacia la puerta.

Michael dio un respingo como si hubiera estado en un trance y la


salida de Jane le hubiera traído al presente. Saltó de la silla que había
estado ocupando y alcanzó la parte posterior de la silla de Jane.

—No te vayas. Yo… no quise molestarte. —El vacilar en la voz de


Charlotte llenó a Jane con remordimiento por estallar contra ella.
Charlotte puso su mano en el brazo de Jane y la miró a los ojos—. Eres
mi hermana, Jane. Siempre he pensado que iríamos a Londres juntas
para nuestra temporada.

Jane apretó sus manos en puños. ¿Por qué Charlotte insistía en


fingir que era siquiera una opción para Jane?

—Sé que hay algunas cosas que no vamos a ser capaces de hacer
—admitió Charlotte—. Pero no quiero hacer nada de eso si no estás ahí
conmigo.

—Pero no puedo hacer nada de eso.

—Sí, sí puedes. —Charlotte parpadeó las lágrimas que brillaban en


sus ojos marrones—. Todavía puedes asistir a musicales y cenas. Nos
mantendremos escuetas cada mañana en nuestra sala donde un grupo
de pretendientes se pelearán por nosotras.

—¿Y dónde voy a encontrar a estos pretendientes? —preguntó


Jane, no sin amabilidad, pero no exactamente alentadora.

Charlotte asomó su labio inferior.

—Hay más que hacer en los bailes que bailar, ¿no lo sabías?
Puedes jugar cartas… —Se interrumpió con un resoplido y luego ofreció
a Jane su mejor sonrisa—. Podremos sentarnos en los rincones más
lejanos de los salones de baile juntas y cotillearemos detrás de nuestros
abanicos sin que nadie piense que somos snobs.

—Charlotte, todo eso suena tan maravilloso, pero si estás


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charlando conmigo en los bailes, no cazarás un marido.


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—Oh, eso es lo que piensas —se burló Charlotte—. Dejaremos que
todo el mundo piense que solo estamos cotilleando, pero realmente
estaremos elaborando estrategias sobre quién es el mejor partido y
cómo atraparlo.

La esquina de los labios de Jane se estremeció ante la idea. Negó


con la cabeza.

—Gracias por invitarme, pero no creo que quiera ir.

Charlotte exhaló.

—Bueno, entonces, creo que ambas seremos solteronas.

Jane no estaba segura, pero sonaba casi como si Michael suspirara


con alivio desde donde se encontraba detrás de ella

—No hagas eso Charlotte.

—¿Hacer qué?

—Lanzar tu futura felicidad.

—No lo estoy —dijo Charlotte.

Los labios de Jane se estrecharon.

—Sí, lo estás haciendo, y tu táctica para obligarme a ir contigo no


va a funcionar.

—No es una táctica. Si no vas, entonces no iré.

Era en momentos como estos cuando Jane deseaba simplemente


poder mantenerse erguida y estrangular a su hermana. Por otra parte,
ya que Charlotte estaba inclinada y su cuello estaba justo allí, no
necesitaba realmente sus piernas, de todos modos.

—Eres muy terca, ¿lo sabías?

Charlotte sonrió con orgullo.

—Sí. También soy decidida. —Miró a Michael—. ¿Qué piensas?


¿Puedes ser lo suficientemente valiente como para tener no una, sino
dos debutantes viviendo en tu casa de Londres esta temporada?

—Yo… no lo sé. —La vacilación en su voz solo confirmó la


aprehensión de Jane. Londres no era el lugar para una dama como ella.
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Página

—Está bien —dijo Jane un momento después, por ninguna otra


razón que la de romper el incómodo silencio que amenazaba con hundir
y ahogar a todos—. Mira, Charlotte, lo mejor es que me quede aquí. Ve y
diviértete por mí. Estaré bien. Esto es lo mejor. Es la forma en que debe
ser. —Cerró la boca. Estaba balbuceando.

—No, no lo es.

—S…

—¡Bath!

—¿Bath? —repitieron Jane y Michael al unísono.

Charlotte asintió.

—Sí, Bath. —Se alejó y comenzó a hacer otro agujero en la


alfombra—. Estamos a solo tres horas de Bath. Podríamos ir a las
asambleas allí si Londres no es una opción.

—Tres horas en cada dirección es mucho tiempo para estar en el


carruaje —señaló Michael. Luego, como para probar su punto, añadió—
: Sus vestidos se arrugarán y su cabello ya habrá comenzado a caerse.

—Entonces vamos a tener que alquilar una casa en Bath… —Jane


se llevó la mano a la boca. ¿Qué se había metido en ella? No podía tener
una verdadera temporada. Ningún caballero estaría interesado en ella y,
además, todas las jóvenes la tratarían como una forastera.

—Esa es una excelente idea —gorjeó Charlotte—. Solo piensa,


Michael, que solo te costará lo que originalmente pensaste que estaba
tratando de gastar en que Olive y Daphne tuvieran trajes adecuados.

—No estoy preocupado por el dinero. —La voz de Michael era un


mero susurro. Se movió para estar al el otro lado de Jane—. ¿Estás…?
¿Te…? —Se pasó la mano por la cara y dejó escapar un profundo
suspiro.

—Si estás asustado de que te avergüence…

—¡No! —ladró Michael. Se aclaró la garganta—. No es eso. Es solo


que no quiero que nada te lastime.

Jane lanzó un suspiro que ni siquiera se había dado cuenta que


había estado conteniendo y, sin pensarlo, agarró su brazo.

—Nada lo hará. No lo permitiré.


20

—Dices eso ahora, pero si alguien es desagradable…


Página

—Entonces no es diferente a cómo me han tratado por aquí.


El rostro de Michael se ensombreció.

—¿Quién?

—Eso no importa.

—Sí, importa. No dejaré que mi hermana sea tomada por una


tonta.

Un murmullo de risa incontrolable pasó los labios de Jane.

—No se me ha tratado como una tonta. —Se puso seria—. Y no lo


seré.

Michael no parecía muy convencido.

—Solo quiero protegerte.

—Lo sé. —Y, a decir verdad, ella quería protegerse. Pero no lo haría
a expensas de la temporada de Charlotte. La idea de ir a Londres era
desalentadora, pero Bath era menos intimidante. Habría mucha menos
gente. Además, una semana o dos en Bath y Charlotte tendría un caso
de depresión como nunca antes había experimentado y sería más fácil
convencerla de ir a Londres y tener una temporada sin Jane—. Estará
bien.

Michael le ofreció una sonrisa de resignación.

—Eso espero.

Y Jane también.

~*~

Michael tragó el duro nudo que se había formado en su garganta


ante el último cambio en eventos. Jane era diferente. Era delicada y
necesitaba protección. No podía permitirle tener una temporada. Se la
comerían viva. Afiladas uñas se clavaron en sus palmas, alertándolo de
lo fuerte que estaba apretando los puños ahora.

Es solo Bath. No habrá mucha gente allí y probablemente ninguna


consecuencia.

Eso no hizo que se sintiera mejor. Todavía habría caballeros


engreídos y damas irascibles. Por no hablar de las viejas arpías que
prosperaban en el chisme.
21
Página

Madre había hecho todo lo posible para proteger a Jane de la


crueldad del mundo. Michael le había prometido junto a su lecho de
muerte que le proporcionaría la misma protección. Pero ese escudo se
evaporaría en Bath.

—¿Estás…? ¿Te…? —Se pasó la mano por el rostro y dejó escapar


un profundo suspiro, inseguro de cómo terminar el resto de la frase. No
quería desalentarla y, aun así, lo hizo.

—Si estás asustado de que te avergüence…

—¡No! —ladró Michael. ¿Avergonzarlo? ¿Cómo posiblemente haría


eso? Se aclaró la garganta—. No es eso. Es solo que no quiero que nada
te lastime.

—Nada lo hará. No lo permitiré.

Michael podría fácilmente creer que le gustaría pensar eso, pero no


era cierto. No importaba lo que nadie pudiera decir, las palabras tenían
una manera de cortar rápidamente.

—Dices eso ahora, pero si alguien es desagradable…

—Entonces no es diferente a cómo me han tratado por aquí.

La sangre de Michael hirvió a fuego lento en un instante—.


¿Quién?

—Eso no importa.

—Sí, importa. No dejaré que mi hermana sea tomada por una


tonta.

Una pequeña risa pasó por los labios de su hermana.

—No se me ha tratado como una tonta. —Se puso seria—. Y no lo


seré.

Sí, lo serás. Se tragó sus palabras. Solo habrían servido para


hacerle daño y eso lo haría a él tan horrible como las personas de las
que quería protegerla.

—Solo quiero protegerte.

—Lo sé. —Jane se detuvo y estudió la parte superior de sus


zapatillas por un momento antes de ofrecerle lo que él tomó como la
peor sonrisa tranquilizadora que había visto nunca—. Estará bien.
22

Michael no estaba tan seguro, pero si ella quería ir… Podía


Página

desterrarla, supuso, pero entonces las dos pensarían en él como un


monstruo. Suspirando, dijo:
—Eso espero.

Haciendo todo lo posible para luchar contra la agitación


enfureciéndolo, dio un paso lejos de sus dos hermanas que ahora se
abrazaban y chillaban de alegría… bueno, al menos una de ellos lo
hacía, los chillidos de la otra todavía eran poco convincentes. Murmuró
sus excusas y añadió algo sobre la necesidad de hacer los arreglos.

Eso era bastante cierto. Tenía que hacer los arreglos para su
estancia, o bastante cerca, Bath y él sabían exactamente a quién
preguntarle.

—Worthe, necesito otro favor —dijo Michael sin contemplaciones


cuando volvió a entrar en su estudio.

Su amigo ni siquiera abrió los ojos.

—¿Mmm?

—¿Podemos permanecer en Castlemoor durante unas semanas


esta temporada?

—Claro. Vengan y quédense tanto tiempo como quieran.

23
Página
Capítulo 3
Castlemoor
Dos semanas después

areth Lambert, Lord Worthe, no quería nada más que cortar

G su propia lengua.

Bueno, tal vez eso estaba un poco fuera de su alcance.

Sin embargo, le haría bien pensar un poco más en las


repercusiones de comprometerse con ciertas cosas en el futuro, se
reprendió a sí mismo cuando su mirada cayó sobre no menos de doce
baúles en la entrada del gran vestíbulo. Frunció el ceño hacia la nota en
su mano.

Worthe,
Por favor, acepta mis disculpas por la tardía notificación. Las
damas estaban ansiosas de asistir al musical anual de Lange. Me uniré a
ellas en breve.
Holbrook

Gareth arrugó la nota en la mano y su mente se dirigió de nuevo al


día que había ido a ver a su amigo Holbrook, quince días atrás. Había
estado cansado cuando había llegado ese día; recordaba eso. También
recordaba haber sido impertinente acerca de que Holbrook trajera a su
hermana para la temporada. Incluso recordaba haber sugerido a su
prima, la Sra. Fairchilde, para ser acompañante de Charlotte. Lo que no
24

recordaba tan bien era en estar de acuerdo con dejarles usar su


Página

propiedad para sus… festividades o lo que demonios fuera que estaban


haciendo aquí.
—¿Dónde deberíamos acomodar a la señorita Cavanaugh, mi Lord?
—preguntó Potter, su mayordomo.

¿Por qué demonios le estaba preguntando a Gareth que alcoba


asignar a la chica? No estaba a cargo del personal. Él solo les pagaba.

—Donde usted quiera —dijo encogiéndose de hombros—. La sala


de estar, tal vez.

Potter apretó los labios y asintió con la cabeza rígidamente.

—Sí, mi Lord.

—¿Algo más?

—No, mi Lord. —Potter ofreció una reverencia y luego juntó sus


manos a su espalda y se acercó adonde una ansiosa Sra. Boyles, el ama
de llaves, se encontraba al pie de la gran escalera retorciendo un
mechón de su negro cabello alrededor su dedo. Extraña.

Gareth se encogió de hombros y se dirigió a su estudio. No sabía


mucho acerca de las hermanas de Holbrook. Las había visto una o dos
veces de pasada, pero por lo general se quedaba en la sala de estar en
Holbrook Hall o de vez en cuando iban a los jardines si el día era
agradable. A decir verdad, si viera a alguna de ellas caminando por la
calle, no reconocería a ninguna. No pretendía ser poco observador… de
hecho, sí, trataba de serlo. Los caballeros como él, aquellos con solo
unos pocos amigos que hablar, no se involucraban con las hermanas de
su amigo. Nunca. No sucedía.

Suspirando, sacó sus libros de contabilidad. Los números eran


una distracción segura.

Bueno, lo serían si no hubiera escuchado un coro interminable de


risitas de chicas al otro lado de la pared.

Gareth agarró su pluma más apretada y tarareó para bloquear el


infractor ruido.

No funcionó.

Durante más de dos horas, Gareth se quedó clavado en su silla,


mirando los números garabateados en pergamino frente a él e incapaz
de sumar o restar un solo dígito. ¡Maldito Holbrook! Cerró su libro de
contabilidad de golpe. El hombre podría al menos tener la decencia de
25

venir por un rato y hacerle compañía a Gareth.


Página
Probablemente esté disfrutando de la tranquilidad, razonó Gareth
para sí mismo mientras se ponía en pie. Bueno, Gareth estaría
haciendo lo mismo antes de que pudiera llegar al establo y tener a su
caballo ensillado.

—... vamos a añadir a Lord Worthe a la lista.

Gareth no tenía ni idea de si la voz que acababa de escuchar


pertenecía a su prima, Sra. Jemma Fairchilde, o su chica a cargo,
Charlotte Cavanaugh; ni a qué lista se estaban refiriendo, pero
escalofríos recorrieron su columna vertebral. Tal vez sería mejor asomar
la cabeza en esa habitación y dejarles saber a la Sra. Fairchilde y
Charlotte que su nombre no se iba a poner en ninguna lista. Nunca.

Dando un golpe de cortesía en la puerta abierta de la sala de estar,


Gareth se puso de pie en la puerta.

—Señoritas —comenzó, sus ojos escaneando la habitación.

A diferencia de la hermana de Holbrook, reconocería a Jemma


Fairchilde sobre la línea del horizonte por su peinado hecho por ella
misma. Aunque la mayoría de las damas de la alta sociedad pasarían
tiempo extra asegurándose de que su cabello estaba perfectamente
peinado antes de un baile, era evidente que la Sra. Fairchilde pasaba
por todo ese trabajo cada mañana. Su estilo favorito, y se atrevía a decir
único, parecía ser el cabello apilado tan alto en su cabeza como le era
posible a su doncella, entonces lo curvaba.

Sentada a su lado en el sofá se encontraba una joven que suponía


era Charlotte o la señorita Cavanaugh con un estilo muy parecido. Era
una mujer bonita muy joven con el cabello castaño y ojos marrones que
eran un complemento perfecto para su piel oliva.

Al otro lado de ella, sentada en una silla que no reconoció como


una de los suyas, se encontraba una tercera joven. Su cabello era del
mismo tono que la señorita Cavanaugh, pero ahí terminaba la similitud.
Su piel era lo que muchos podrían denominar como la porcelana, lo
cual no era una falta de respeto ya que le quedaba a la perfección y sus
ojos color avellana tenían un pequeño destello de algo que no podía
descifrar. Debía estar pasando frío dado que se encontraba sentada con
una gran manta envuelta y cubierta sobre ella que casi alcanza el suelo.
¿Quién era esta mujer joven y bella y por qué estaba en su salón? ¿Era
ella la señorita Cavanaugh? Su corazón golpeó en su pecho. ¡No! Tal vez
26

era una amiga de la señorita Cavanaugh. Alivio y emoción corrían a


Página

través de él en partes iguales.


Él no tendría —no podría— tener algún interés en la hermana de
Holbrook. Su amiga, sin embargo… Bueno, no había ninguna razón por
la que no pudiera. A menos que la encontrara desagradable. Y hasta
ahora no lo había hecho.

Ella arqueó una ceja.

Su rostro se habría sonrojado al ser atrapado mirándola tan


desvergonzadamente si él fuera de ese tipo.

En su lugar, se aclaró la garganta.

—Señoritas… —Movió sus ojos sobre las tres, persistiendo durante


un momento extra en la dama en el sillón de terciopelo verde con la
manta en el regazo.

—¿Lord Worthe? —preguntó Jemma.

Gareth sacudió sus ojos hacia ella.

—¿Sí?

—¿Había alguna razón por la que vinieras aquí, querido primo?

—De hecho, sí. —La cual no podía recordar en el momento.

—Creo que tienes razón, Jane. Deberías agregarlo a la lista.

Jane. Lista. La mente de Gareth giró.

—Espera. —Levantó una sola mano—. Ninguna lista.

—¿Perdón? —preguntó Jemma como si fuera ingenua.

—Mi nombre no será añadido a ninguna lista —aclaró. A menos


que la dama en la silla junto al sofá esté haciendo una lista de sus
posibles pretendientes. Entonces mi nombre puede estar en la lista.
Apretó los dientes… esa era una idea peligrosa.

—Demasiado tarde —dijo la belleza en la silla verde, que ahora


sabía era Jane y no Charlotte. Ella levantó un pedazo de pergamino que
tenía unas pocas líneas de escritura. La línea superior decía: Potenciales
esposos para Charlotte. Jane señaló la última línea—. Ya está en ella.

—Bórreme.
27

—No puedo —dijo ella sin una pizca de remordimiento—. La tinta


Página

no se borra.
—Tácheme —gruñó entre dientes.

La esquina derecha de los labios de ella se levantó, enviando una


chispa de deseo directamente a la entrepierna de él.

—No, creo que debe quedarse. Cualquier persona que gaste tanta
energía en protestar debe ser digno de captura.

Ella tenía razón allí.

—Muy bien. Deje mi nombre en esa lista. —Se cruzó de brazos—.


Pero hágalo bajo su propio riesgo. No soy un caballero honorable.

La valiente joven ni siquiera parpadeó ante su contundente


declaración.

—No se preocupe, mi Lord —dijo con mucha más calma y reserva


de lo que él hubiera esperado—. Mi hermana tendrá un matrimonio por
amor, o no lo tendrá.

—¿Hermana? —Sabía que Holbrook había enviado a una, no se dio


cuenta que habría dos de ellas.

Las tres damas intercambiaron miradas confusas.

—¿Sabía usted que íbamos a venir? —El tono de Jemma era


incierto.

—Sí. Holbrook mencionó que usted y su hermana Charlotte se


quedarían en mi finca durante unas semanas mientras asistían a las
asambleas en Bath. —Eso era bastante cierto. En realidad, Holbrook
había preguntado y Gareth había aceptado sin pensarlo, pues no
necesitaba esos detalles.

—Debería irme —espetó Jane, sacudiéndolo de sus descarriados


pensamientos. Recogió la manta en su regazo y su hermana se puso de
pie y prácticamente saltó al lado de Jane.

Jane la ignoró y aventó la manta desordenadamente de vuelta


hacia el sofá.

—Espere… No… ¿Qué? —Parpadeó en confusión ante el caos que


se había desarrollado en su salón.

Charlotte y Jemma estaban hablando a la vez. Charlotte a Jane y


28

Jemma a Gareth. Gareth no podía oír lo que ninguna de ellas decía, se


encontraba mirando fijamente el brillante rostro colorado de Jane.
Página

—Esperen —dijo de nuevo, más fuerte esta vez.


Jemma se calló, pero Charlotte continuó hablando con su hermana
como si no lo hubiera oído.

Jane dejó caer la cabeza y parecía que sus hombros se


tensionaron.

Qué extraña jovencita. La mayoría se habría puesto de pie y salido


por la puerta para llamar la atención mucho antes. Seguramente esta
no era su manera de buscar atención: sentarse y pretender que se iba,
pero en realidad nunca levantarse. Su madre solía hacer eso y lo
enfurecía.

Gareth bajó sus ojos un poco más y se dio cuenta de que sus
manos estaban apretadas en puños envueltas alrededor de la parte
exterior de las ruedas de madera a un lado de la silla. La comprensión
se apoderó de él como un puñetazo en el estómago: aún no había salido
de la habitación solamente porque no podía.

Holbrook había mencionado una vez que su hermana se había


caído de un caballo en la finca de su padre durante su primer trimestre
en Eton, confinándola a una silla. Eso era. No era que Holbrook
estuviera avergonzado o incómodo, claro está. Esas simplemente eran
las formas de Holbrook: no hacía cháchara y ciertamente no hablaba de
chismes.

Pero eso no resolvía la situación actual de Jane, la cual era que su


silla, que tenía la esquina posterior derecha presionada contra el marco
de la ventana, estaba atascada en el extremo del sofá de tal manera que
no podía moverse sin importar cuánto tratara de maniobrar.
Probablemente estaba acomodada de esa manera para que pudiera
estar lo suficientemente cerca de su hermana y Jemma para formar
parte de la conversación, ninguna de ellas teniendo en cuenta este
posible final de su reunión. Ni Jemma ni Charlotte parecían demasiado
preocupadas por ayudar a Jane en sus esfuerzos de irse o al menos de
pedir ayuda.

Un torrente de emociones lo abrumó, siendo las más


predominantes la incertidumbre y la irritación hacia las otras dos
mujeres en la habitación. ¿No podían ver que estaban solamente
empeorándolo para ella al quedarse y tratar de discutir?

—Suficiente. —Incluso él se estremeció ante la nitidez de su voz.


Fingiendo no darse cuenta de sus miradas, se acercó al sofá y lo movió
29

para darle el espacio que ella necesitaba para irse sin causarle
Página

frustración o más indebida vergüenza.


Luego se sentó, permitiéndole espacio suficiente para salir, a pesar
de que esperaba que no tratara de salir.

—¿Jane?

Ella tragó saliva, pero no dijo nada. No la culpaba. Él también


estaría incómodo si hubiera sido metido en su situación.

No sabía qué decirle; todo lo que sabía era que tenía que decir algo.
Esto no era su culpa. Era la suya. Holbrook probablemente le había
dicho que ambas iban a venir; él simplemente no lo recordaba. Dejó
escapar un profundo suspiro.

—No tiene que irse.

—Sí, tengo que irme.

—No, no tiene que hacerlo —corrigió—. Quiere hacerlo. Eso es


diferente.

—¿Usted no querría irse?

Él frunció los labios.

—De hecho, sí. También me gusta escapar de mi propia compañía


tan a menudo como puedo.

El inconfundible sonido de una risa reprimida emanó de su


garganta.

—Tengo que advertirles a todas ustedes que no soy un caballero


muy emocionante. Me gusta montar a caballo y disparar. Juego ajedrez
conmigo mismo haciendo un movimiento cada día. —Hizo un gesto
hacia el juego de ajedrez a medio jugar en la esquina—. Prefiero dar un
paseo por el bosque que pasear por las calles de Londres. Soy terrible
para las conversaciones y, por desgracia, estuve durmiendo una
semana por agotamiento a causa de la cacería de zorros cuando
Holbrook me preguntó sobre el uso de mi finca para su visita en Bath.
Pido disculpas. —Miró a todas las damas en la habitación—. Recuerdo
que me dijo acerca de cómo Charlotte había alcanzado la mayoría de
edad y ahora quería una temporada y le sugerí que Jemma podría
actuar como su acompañante. —Se encontró con los ojos de Jane y
tragó saliva—. No estoy muy atento a las conversaciones con su
hermano. Y él no siempre es comunicativo con los detalles. Es por eso
30

que nos llevamos tan bien. Probablemente mencionó que usted también
Página

vendría y yo no estuve siendo lo suficientemente atento para darme


cuenta. Lo siento. Usted es bienvenida aquí, al igual que su hermana.
~*~

Jane miró fijamente a su anfitrión. Era mucho más guapo de lo


que recordaba. Por otra parte, solo lo había visto en los oscuros salones
o su espalda en retirada. Era amigo de su hermano, lo cual había
dejado claro al nunca extender sus cumplidos a ella o Charlotte.

Estudió sus ojos verdes. Estaban llenos de incertidumbre y tal vez


una dosis de vergüenza por todo el malentendido. Ella se sonrojó con su
propia vergüenza debido a su reacción de antes. Si había tenido alguna
posibilidad de que la tratara como a su hermana o a la Sra. Fairchilde,
se había evaporado ahora. No importaba. No era como si pudiera
ocultarlo. Además, Michael había hablado de Gareth, Lord Worthe,
durante todo el tiempo que podía recordar. Seguramente él ya sabía que
estaba confinada a una silla.

Y ahora él pensaría que era mimada y estaba llena de


autocompasión.

Suspiró.

—No quiero ser un inconveniente. —No era una mentira.

Lord Worthe resopló.

—Ya sea que quiera o no serlo, lo será. Al igual que su hermana y


Jemma. —Estiró sus largas piernas delante de él y cruzó los tobillos—.
Dado que estas dos no planean irse… —Posó su mirada de musgo desde
la Sra. Fairchilde a Charlotte, quienes llevaban expresiones aprensivas,
pero negaron con la cabeza lentamente en lo que tomó como estar de
acuerdo con él—, por lo que usted también puede quedarse.

—Bueno, con una invitación como esa, ¿cómo podría pensar en


irme? —murmuró Jane antes de que pudiera pensarlo mejor.

—Entonces, está decidido. —Lord Worthe le dirigió una amplia


sonrisa—. Todas se quedan. —Se puso de pie y le devolvió la manta de
su regazo, luego se agachó y recogió el pergamino que había estado
utilizando para compilar una lista de posibles caballeros para Charlotte.
Antes de entregarla a Jane, sin embargo, revisó la lista, su ceja
izquierda levantándose poco a poco en su frente con cada nombre que
leía.

Lord Worthe dio un suave silbido.


31
Página

—Holbrook debe ser el hermano más cruel que existe —reflexionó,


entregando a Jane la lista.
—¿Qué quiere decir eso? —preguntó ella.

Se encogió de hombros.

—Sinvergüenzas. Cada uno de ellos.

Jane frunció el ceño.

—Oh.

—¿Oh?

—Entonces, tal vez nos podría ayudar —sugirió la Sra. Fairchilde.

—Dem… mmm… no —dijo Lord Worthe sin dudarlo. Dio una


sacudida con su cabeza—. Es bastante malo que tendré que ser el
segundo de Holbrook si; no, cuando; tenga un duelo con cualquiera de
los nombres en esa lista. No iré tan lejos como para hacer alguna
sugerencia y ser a quien él grite.

Sus palabras le dieron una pausa a Jane. Había algo más a lo que
decía que simplemente no querer ser atrapado pasando tiempo con
ellas, pero qué era, no sabía.

—¿Todos estos caballeros son unos sinvergüenzas?

—Sí. —La convicción en su voz envió un diluvio de decepción a


través de ella—. ¿Cómo dio con estos nombres, me pregunto?

—Las hojas de escándalos —suministró Charlotte con total


naturalidad.

—No me diga —murmuró Lord Worthe. Sacudió su cabeza con


tristeza—. Ustedes, damas, saben que los que aparecen en las hojas de
escándalos son mencionados por una razón.

—Sí, porque han estado involucrados en un escándalo —dijo Jane


sin dudarlo.

El rostro de Lord Worthe perdió toda expresión.

—¿Y usted quiere eso?

—Por supuesto —dijo Jane con entusiasmo—. Lady Algen escribe


que los libertinos reformados son los mejores maridos.

—El diablo los hace —se burló Lord Worthe—. Yo no soy su


32

hermano, pero ya que no me entusiasma la idea de ser su segundo, le


Página
daré un consejo: encuentre a un caballero cuyo nombre no haya estado
muy de moda en las hojas de escándalos y viviré una mejor existencia.

Los labios de Jane se extendieron en una sonrisa por propia


voluntad y no se preocupó por detenerlos.

—Así que yo tenía razón.

Lorde Worthe se cruzó de brazos y le dio una mirada mordaz.

—¿Lo diría, por favor?

—No recuerdo haber visto su nombre en las hojas de escándalos.

33
Página
Capítulo 4
areth se sentía como un salmón nadando contra la

G corriente.

No había sido capaz de identificar lo que


significaba el brillo en los ojos de Jane la primera vez
que la vio, pero después de sus últimas palabras en el
salón, no había duda sobre su significado: travesura. La dama estaba
llena de esta.

Y se estaba alojando en su casa.

Gruñó.

Jemma, por mucho que pensara que iba a ser una acompañante
adecuada, siendo una viuda y todo, evidentemente no era la mejor
opción. ¿Qué estaba haciendo ayudándoles a compilar una lista de
pretendientes sacados de las páginas de escándalos? ¿No estaba
Debrett’s para eso?

Gruñó de nuevo.

Holbrook no llegaría hasta el otro día. Mucho podría ocurrir en tan


poco tiempo con una joven determinada con una oca como
acompañante. Tal vez debería salir para Londres esta noche. No, la
temporada ahí no comenzaría en al menos quince días y había poco que
odiaba más que estar encerrado en su casa de la ciudad

Negándose a gruñir de nuevo, se dirigió a los establos y ensilló a


Pegaso. Aunque no era un pura sangre, su semental tenía una fuerza y
velocidad inigualable. Montar con abandono a toda velocidad siempre le
había ayudado a aclarar su mente.

Por desgracia, este viaje en particular, no hizo tal cosa.

—¿No te unirás a nosotras para la cena de esta noche? —le


preguntó Jemma cuando él no había dado ni tres pasos de la puerta
34

principal.
Página

—¿Tengo opción?
—Siempre tienes una opción. —Ella se mordió su labio inferior con
preocupación. Realmente era una joven atractiva. Solo tres o cinco
centímetros por encima del metro cincuenta, sus rasgos eran suaves y
delicados justo debajo de su cabello rubio claro y pálidos ojos grises—.
Gracias por hablar con Jane más temprano.

Gareth la miró fijamente. ¿Por qué su conversación con Jane


merecía un gracias?

—¿Por convencerla de que se quede? —aventuró.

—También eso —acordó—. Creo que está nerviosa.

Gareth resopló.

—Lo esconde muy bien. —No tuvo ningún problema enfrentándose


a él. Una sonrisa tiró de sus labios y de inmediato apretó los labios. Ella
era la hermana de Holbrook, por el amor de Dios.

—De todos modos, gracias.

Murmurando algo en aceptación, ofreció el brazo a Jemma y la


escoltó hasta el comedor.

Entonces se congeló.

—¿Por qué estamos todos congregados en este extremo? —


preguntó sin ceremonias.

—Así nos podemos escuchar unos a otros —dijo Jemma como si le


estuviera hablando a un simplón.

Su mesa de comedor podría sentar fácilmente a cuarenta personas,


si estuviera demasiado inclinado a invitar a tanta gente a cenar. Nunca
había sido excesivamente aficionado a las reglas de la buena sociedad,
¿pero no debía él estar en un extremo, Jemma en el otro y las dos
hermanas sentadas una frente a la otra en el medio? ¿Por qué tenían
que estar lo suficientemente cerca como para hablar, de todos modos?

—Deja de quejarte y toma asiento, milord —dijo Jemma con un


guiño y un codazo en dirección a su asiento al final de la mesa.

De repente, se sintió muy infantil por su deseo de no sentarse tan


cerca de las damas. Aplastando su ligera vergüenza, tomó su asiento.
Su silla daba la casualidad de estar flanqueada por las dos hermanas,
35

una a cada lado de él.


Página

—Señorita Cavanaugh, señorita Charlotte —saludó.


—Lord Worthe —murmuraron ambas al unísono.

Gareth puso su servilleta en su regazo. Se sentía raro tener


compañía en la cena, o cualquier tipo de compañía. Habiendo crecido
como hijo único sin madre y con un padre que prefería estar en
cualquier lugar en el que su hijo no estaba, no se le había otorgado
mucho entrenamiento en el arte de la charla. Durante suu primer año
en Eton, había hecho un puñado de amigos, pero con el tiempo los
sedosos lazos de amistad se habían roto y, salvo Holbrook, ahora solo
tenía tantos amigos y conocidos como lo había hecho antes de ir a la
escuela.

—¿Teniendo pensamientos profundos, Worthe? —La voz de la Sra.


Fairchilde sacó a Gareth de su niebla.

—¿El humo sale de mis oídos en espiral otra vez? —bromeó


Gareth.

—No, su cara se contorsionó como si estuviera sufriendo de… —


Jane se interrumpió bruscamente, con su rostro ruborizándose de un
fiero y atractivo rojo.

—Continúe —instó Gareth, separando su panecillo.

—Creo que sería mejor si no lo hiciera —dijo ella, ruborizándose de


nuevo.

—Bueno, eso no es divertido —dijo en un suspiro, tratando de


alcanzar su tenedor. Apuñaló un pedazo de pollo al horno en su plato y
se lo llevó a la boca.

—Y tampoco es lo adolorido que se ve, como si estuviera sufriendo


por ello —dijo ella, oh-tan-dulcemente.

Él soltó una fuerte carcajada.

—De hecho. —Se comió otro trozo de pollo—. ¿Está todo bien
acomodado en sus nuevas habitaciones?

—Sí, milord —dijo Charlotte—. Gracias de nuevo por permitirnos


permanecer en su casa. Fue de lo más amable y generoso de su parte.

—Por favor, no lo mencione de nuevo —murmuró Gareth—. A


diferencia de su hermano, soy muy tímido. Particularmente con la
alabanza.
36
Página

La risa, perteneciente a la franca Jane, llenó el aire.


Una bobina caliente se apretó en su estómago, yendo directamente
a los dedos de sus pies. Apretó su agarre en su tenedor. Su risa, se
había dado cuenta, podría ser su perdición. Sería mejor no provocar tal
respuesta de ella en el futuro. Porque si lo hacía, solo podía conducir a
su propia destrucción.

—Aunque es cierto que deja corto a Michael, me resulta difícil creer


que tiene una fuerte aversión a la alabanza —dijo Jane.

—¿Le gustaría averiguarlo?

—¿Buscando cumplidos, Lord Worthe?

Eso lo detuvo en seco.

—No.

—Uh huh. —Ella le sostuvo la mirada y se llevó un bocado de


frijoles a la boca.

—No tengo que buscarlos —dijo, sosteniendo su mirada mientras


tomaba un bocado de sus propios frijoles.

Ella tragó lo que estaba en su boca.

—¿Eso es porque usted no sabe cómo hacerlo?

—Soy capaz de captar el mayor cumplido de la comarca con solo


aparecer.

—Y la alabanza le hace sentir incómodo, ¿no? —preguntó ella, con


una sonrisa triunfal llenando sus labios.

Por todos los cielos, era buena.

~*~

—Lo siento mucho, Charlotte —soltó Jane tan pronto como la Sra.
Fairchilde los dejó solas.

—Está bien. —La voz de Charlotte sonaba diferente, pero Jane no


podía adivinar qué era.

—No, no lo está. —Estiró su mano detrás de ella para alcanzar la


mano de Charlotte, que estaba cepillando el cabello de Jane—. Le pediré
disculpas a primera hora de la mañana. —Entonces le suplicaría para
37

que Charlotte pudiera quedarse. Ella volvería a casa, pero Charlotte no


Página

merecía ser enviada lejos a causa de su propia lengua rápida.


Charlotte sacó su mano del agarre de Jane y continuó con su
cepillado.

—Podría ser mejor no decir nada.

No decir nada fue lo que llevó a una cena muy incómoda. Después
de que ella había acusado a Lord Worthe de buscar cumplidos, después
se había burlado de él, ni una palabra había sido dicha por cualquier
persona durante el resto de la comida. Un incómodo manto de silencio
los había envuelto a todos ellos hasta que Lord Worthe se despidió.

Seguramente se había ido a su despacho para enviar por Michael


para que viniera a recogerlas. Se frotó las sienes, donde un dolor de
cabeza se estaba formando. Esta era su culpa. Debería haber dejado las
cosas como estaban.

Pero es muy divertido bromear con él.

Eso era bastante cierto. Era divertido bromear con él. Era el único
que parecía que no tenía reservas sobre el intercambio de réplicas con
ella. Pero ella lo había llevado demasiado lejos esta vez. Incluso estando
encerrada y manteniéndose alejada de la gente gran parte de su vida
sabía que no debía pinchar el orgullo de un hombre. Lo cual era
exactamente lo que había hecho y, al mismo tiempo, había arruinado la
oportunidad de una temporada para su hermana.

—Lo siento —dijo de nuevo.

—No lo sientas. —Charlotte bajó el cepillo—. Más bien creo que le


gusta.

—¿Tú qué?

Charlotte se acercó para tomar el listón de terciopelo rojo de la


campana y le dio dos rápidos tirones, entonces sacó un camisón limpio
del baúl para Jane.

—Creo que me escuchaste.

—Seguramente no correctamente.

Charlotte desdobló el camisón de Jane y lo agitó para airearlo.

—Sí, lo hiciste. —Se sentó en el sofá y miró alrededor de la


habitación que más temprano en el día de hoy había sido solo la sala,
38

pero tendría que ser tratada como el dormitorio de Jane por las noches
Página

debido a que no había ninguna alcoba abajo. Se mordió el labio—. No


puedo explicarlo, pero creo que estuviera tan ofendido como crees que
estaba.

Jane lo dudaba, pero no le fue dada la oportunidad de discutir


dado que una de las doncellas de Lord Worthe abrió la puerta.

Charlotte le explicó rápidamente que necesitarían que Thea fuera


enviada para ayudar a Jane a prepararse para dormir.

La doncella pareció un poco confundida, pero no discutió.

—¿Quieres que me quede contigo? —ofreció Charlotte.

—No, estaré bien. —Cuando su padre había muerto tres años


atrás, Michael encargó una silla especial para Jane con cojines de
terciopelo verde y un respaldo reclinable. No era lo más cómodo para
descansar, pero se adaptaba bastante bien para las siestas cortas.
Podría tomarle un poco de tiempo acostumbrarse, pero con la espalda
reclinada y una otomana a sus pies, debería estar bien.

Thea entró entonces y, sin decir palabra, ella y Charlotte


comenzaron a ayudar a cambiarse a Jane para dormir. Como de
costumbre, Thea se arrodilló en el suelo y le quitó las zapatillas y las
medias a Jane mientras Jane se inclinaba hacia adelante para que
Charlotte pudiera desabrocharle la parte de atrás de su vestido. Cuando
Thea terminó, se acercó para ayudar a Charlotte desatando la mayor
cantidad de corsé de Jane que podían alcanzar con ella todavía en la
silla.

—¿Lista?

Jane se aferró al lado de su silla y deslizó su trasero hasta el final.

—Sí. —Odiaba esta parte. Sus piernas estaban tan secas y débiles
que los pocos minutos que tenía que ponerse de pie para vestirse y
desvestirse a veces eran casi insoportables.

—La estantería se ve fuerte —dijo Charlotte, agarrando a Jane


justo por encima del codo.

Thea tomó su postura y, a la cuenta de tres, las tres trabajaron


juntas para poner de pie a Jane.

Jane inmediatamente extendió su mano derecha hasta el borde de


la estantería por apoyo y apoyó la otra en el hombro de Thea.
39
Página

Las otras dos mujeres trabajaron lo más rápido que pudieron para
aflojar las ataduras restantes del vestido de Jane.
El brazo de Charlotte se deslizó a su alrededor justo debajo de los
hombros y Thea comenzó a tirar de su manga izquierda. Una vez que
hubo liberado su brazo, Jane estiró su inestable brazo izquierdo para
alcanzar a agarrar la estantería con esa mano para que entonces Thea
pudiera bajarle la otra manga.

Thea deslizó su vestido, corsé y ropa interior hacia abajo y la mano


de Jane apretó su húmedo agarre en el borde de la estantería para
estabilizar su tembloroso cuerpo. Casi terminado, se aseguró a sí misma
cuando Thea desató sus enaguas. En realidad, no había ninguna razón
para que se las pusiera aparte de su deseo de ser vista —y tratada—
como todas los demás tanto como fuera posible. El orgullo era tan
detestable a veces.

—¿Lista para sentarse? —preguntó Thea.

Jane estaba más que lista. Manteniendo su agarre en el borde de


la estantería, estiró hacía atrás su mano derecha para encontrar el
reposabrazos de la silla, luego se bajó lentamente en ella antes de
agarrar el fresco camisón que sostenía Charlotte mientras Thea iba al
suelo para recoger la desechada pila de ropa que se agrupaba alrededor
de los pies de Jane.

Rápidamente, se puso el camisón sobre su cabeza, luego lo deslizó


hacia abajo tan lejos como le permitía su posición sentada. Con los
años, habían intentado una combinación de formas para ayudarla a
cambiarse y esta era la manera más fácil que habían encontrado. Podía
ser que consiguiera su orgullo al usar enaguas, pero había sacrificado
algo de este por tener que esperar para sentarse antes de cambiarse de
ropa y esperar de nuevo hasta que estuviera acostada para tirar de ella
hasta el final. Pero todos los intentos que había hecho al tratar de
bajarla mientras aún estaba de pie habían llevado a una dolorosa caída.
Solo el orgullo iba tan lejos.

—¿Deberíamos moverla un poco más cerca del fuego? —sugirió


Thea cuando regresó al lado de Jane.

Jane asintió una vez y después permitió que Charlotte y Thea


empujaran su silla más cerca del fuego. Siempre había sabido que
Charlotte hacía mucho por ella, pero justo en ese momento la inundó
una abrumadora sensación de gratitud hacia su hermana. Thea no
podía ayudarla a vestirse o mover la silla de Jane por su cuenta.
40

Cuando Charlotte se casara y se mudara, Thea necesitaría ayuda.


Michael contrataría a otra doncella, supuso, pero no sería lo mismo.
Página

Instintivamente, tomó la mano de Charlotte y le dio un apretón.


—Gracias.

—No la empujé yo sola.

Jane sonrió y también tomó la mano de Thea.

—Gracias a las dos. No sé dónde estaría sin ustedes dos.

Ninguna dijo nada en respuesta. No había nada que decir. Nadie le


podría ofrecer nunca el gran cuidado que estas dos le daban y todos lo
sabían.

Thea le apretó la mano en respuesta y luego salió corriendo para


recuperar la otomana. La puso a los pies de Jane y esperó mientras
Charlotte ayudaba a Jane a levantar sus piernas y luego deslizó la
otomana a su posición.

—¿Estás lista para inclinarte hacia atrás? —preguntó Charlotte.

Jane asintió y agarró el dobladillo de su camisón. El mejor


momento para tirar hacia abajo sería cuando Thea inclinara la silla
hacia atrás.

Thea tiró de una palanca debajo de la parte trasera de la silla y


entonces, poco a poco, ella y Charlotte guiaron la silla hacia atrás hasta
que Jane estuvo acostada.

—Gracias a las dos. —Jane movió los hombros para sentirse


cómoda.

—De nada, querida —dijo Charlotte, cubriéndola con una manta


mientras Thea avivaba el fuego. A Jane le había parecido extraño la
primera vez que vio a Thea agacharse y avivar un fuego, pero solo le
tomó una vez aprender que esta mujer escocesa podría encender un
fuego mejor que cualquier lacayo empleado por Michael.

Cuando las dos terminaron de poner cómoda a Jane, le dieron las


buenas noches, apagaron todas las velas, excepto las dos en el
candelabro de la pared más cercano a la puerta, y salieron dejando a
Jane en una muy grande habitación desconocida, con nada más que su
manta y sus pensamientos. Sería una larga noche, seguro.
41
Página
Capítulo 5
areth arrojó a un lado su sábana y manta y se rodó hasta

G una posición sentada en el extremo de la cama. Frotando


su rostro con las manos, gruñó. El insomnio era peor que la
peste. Tenía que serlo. Por lo menos con la peste uno ya sea se
recuperaba o moría. Había estado sufriendo de episodios ocasionales de
insomnio por tanto tiempo como su memoria de veintisiete años podía
recordar. Incluso en Eton y Cambridge había estado inquieto en las
noches durante semanas de exámenes u otras interrupciones
planeadas.

Bajó ambos pies desnudos al frío suelo de piedra debajo de él e


hizo una mueca.

Desafortunadamente, ni siquiera el frío lo podía mantener en su


cama y debajo de las mantas calientes.

Se puso de pie y se colocó su bata.

Sacando una vela del candelabro más cercano, Gareth vagó por el
pasillo, luego escaleras abajo.

Ajedrez, pensó con un chasquido de sus dedos.

Con las damas ocupando su sala de estar durante la mayor parte


del día, no había hecho su movimiento en la tarde. Quizás simplemente
jugaría una partida entera mientras estaba ahí…

Todos los pensamientos sobre ajedrez terminaron y su ceño su


profundizó cuando la puerta de la sala de estar entró en su campo de
visión. Había una luz tenue iluminando el espacio de dos centímetros
de ancho entre la parte inferior de la puerta y el piso. ¿Había uno de
sus sirvientes olvidado apagar el fuego? ¿O habían sido dejadas
ardiendo las velas? ¿O había alguien adentro? Las preguntas y
posibilidades se amontonaron con cada paso que tomaba hacia la
puerta.
42
Página
Agarrando el picaporte, se detuvo. ¿Debería entrar? ¿Y si Jemma o
una de las hermanas de Holbrook estaba ahí? El cabello en la parte
posterior de su cuello se puso de punta.

Se tragó una maldición. Esta era su casa, maldita sea. Entraría a


cualquier habitación que deseara, muchísimas gracias.

Sin dudarlo un segundo, Gareth abrió la puerta.

Parpadeó, absorbiendo la habitación.

El candelabro de la pared junto a la puerta tenía las dos velas de


cera ardiendo. Las cortinas a lo largo de la ventana norte estaban
parcialmente abiertas y parecía haber una delgada capa de brasas en la
chimenea, evidencia de un fuego que había muerto no hace mucho
tiempo. Qué extraño.

Parecía como si sus invitadas hubieran permanecido en la sala de


estar tarde en la noche y los sirvientes no habían venido a hacerse
cargo por la noche. Qué conveniente. Podía arrastrar la mesa de ajedrez
hacia el fuego y…

Un débil pero distintivo sonido de clic flotó hasta sus oídos.


Congelándose en su lugar, se tensó para escuchar. Parecía que venía de
la chimenea, lo cual tendría sentido ya que el fuego estaba apagándose.
Caminó más cerca y frunció el ceño. Esto no sonaba como fuego.
Sonaba como…

—¡Maldición! —dijo cuando su desnudo dedo gordo del pie chocó


contra algo duro y decididamente robusto, seguido casi inmediatamente
por su rodilla colisionando contra la misma cosa.

—E-eso es lo que o-o-obtienes por a-acercarte sigilosamente a un


cu-cu-cuerpo —castañeó una voz femenina.

Gareth bajó su vela para ver quién estaba envuelta en las sombras
y hablando con él. Jane.

—¿Qué está haciendo aquí? —Carraspeó. No había tenido la


intención de que su voz saliera tan áspera.

—Du-du-durmiendo. —Le ofreció una sonrisa débil a través de sus


dientes castañeantes—. Tra-tratando de todas formas.

—¿Aquí?
43
Página

Ella asintió con su barbilla temblorosa en respuesta.


Gareth no fingió saber por qué y avivó las brasas hasta que
sacaron chispas, luego arrojó otro leño encima de ellas.

—¿Siempre duerme en la sala de estar?

—No, solo cuando no se ofrece ninguna alcoba. —Un resonante


clap hizo eco por toda la habitación cuando se interrumpió a sí misma
golpeando su mano sobre su propia boca—. Mmmhmmm mm mmm
mmmm —dijo a través de su mano.

A pesar de sí mismo y la situación, sonrió como un simplón, luego


se estiró y envolvió sus dedos alrededor de su muñeca delicada.
Levantándola muy ligeramente de sus labios rosados, dijo:

—¿Disculpe? ¿Puede repetir eso?

—¿Qué parte? —Sus ojos se dilataron y se movió para atraer su


mano sobre su boca otra vez, pero él no se lo permitía. Más bien
disfrutaba de su desfachatez y no tenía idea de por qué.

—La última parte. Escuché la primera bastante claramente.

Trató de zafar su mano de la suya, pero él no aflojó su agarre. Lo


haría en un momento, pero todavía no.

—Le pedí que me disculpara, mi señor.

Estrechó los ojos en su dirección.

—No estoy seguro de creer eso.

—Pero es la verdad —exclamó como si acabara de acusarla de un


crimen atroz.

—Oh, y usted solamente habla con la verdad, ¿cierto?

—Por supuesto.

—Mmmhmm. —Pasó la punta de su pulgar sobre el costado de su


delicada muñeca, notando lo helada que estaba su piel—. ¿Qué era eso
que dijo acerca de que no le ofrecieron una alcoba?

Ella se cubrió los ojos y frente con su mano libre.

—Por favor olvide que dije eso. No quería decir…


44

Gareth interrumpió sus palabras colocando un solo dedo sobre sus


labios.
Página
—Su inclinación es para decir siempre la verdad… sin importar
qué. Mi mayor talento en la vida es tener una memoria increíble…

—Excepto cuando se trata de recordar cuántos invitados estará


recibiendo —dijo contra su dedo.

Gareth se rio ante la manera en que cerró sus ojos,


presumiblemente debido a la vergüenza de hablarle tan francamente
una vez más.

—Admito que ese fue un lapso raro —admitió con una sonrisa—.
Pero, trataré como pueda de no olvidar todo lo que ha dicho.

Tan pronto como lo dijo, deseó no haberlo hecho. Tal vez la


encontrara hermosa de mirar e incluso tal vez estuviera intrigado más
de lo que debería por su lengua rápida, pero hasta ahí llegaba. La
última cosa que quería era alentarla a que pensara que sería un buen
material para marido, ya sea para Charlotte… o ella. Ella era hermana
Holbrook, se recordó una vez más.

Soltando su mano como si de repente lo hubiera quemado, se


enderezó en toda su altura.

—Lamento que mi personal fuera negligente en asignarle una


alcoba apropiada. Pediré por que una cercana a la de su hermana sea
preparada inmediatamente. —Por qué eso no había sucedido cuando
llegó, no tenía la más mínima idea, pero lo hablaría con Potter y la Sra.
Boyles inmediatamente.

—Por favor, no. —Sus palabras eran tan suaves que casi no las
escuchó a través de sus propios pensamientos.

—¿Disculpe?

Jane apretó su manta contra su pecho.

—No me gusta ser cargada por las escaleras.

Toda la sangre en el cuerpo de Gareth se drenó directamente a sus


pies. ¿Cómo podía haber sido tan obtuso? Todo tenía sentido ahora, por
qué Potter había preguntado dónde quería colocada a la señorita
Cavanaugh. Sin entender la situación completamente, había sido poco
serio en su respuesta.

—Lo lamento —se ahogó—. No me di cuenta… —El calor se


45

arrastró por su rostro—. Estaré de regreso en un momento.


Página
Sin darle la oportunidad de cuestionarlo, corrió hacia la puerta y
tiró de la cuerda de la campana

—Cuando venga Potter, haré que le ordene a los lacayos que


preparen una alcoba adecuada para usted en el piso de abajo —le
aseguró, agachándose para agregar más leños al fuego. Tomaría un rato
antes de que ella pudiera ser movida a su nueva habitación y no había
razón para que pasara frío mientras esperaba.

—No hay necesidad.

Gareth bajó el atizador y tomó asiento en el suelo a su lado.

—Oh, sí, hay necesidad. Esta habitación no es adecuada para ser


el dormitorio de una joven dama.

Pánico y algo más que no pudo ubicar destellaron en sus ojos.

—Es bastante adecuada, le aseguro.

Él bufó.

—Dice la joven dama cuyos dientes estaban castañeando tan fuerte


que levantaron a su anfitrión.

—No lo estaban.

La inmovilizó con una mirada.

—No lo adorno.

Un poco de risa desenfrenada escapó de sus labios.

—Solo envíe por mi doncella y hágala avivar el fuego.

Gareth bufó de nuevo.

—No haré tal cosa. Se estará cambiando de habitación. —


Atormentó su cerebro en pensar en una habitación que sería más
pequeña y más fácil de convertir en un dormitorio por la duración de su
estancia—. La biblioteca será mucho más cómoda.

—Por muy grandioso que suene que se me permitan tantas


opciones para agraciarme cuando el insomnio llegue, preferiría
quedarme aquí.

—¿Tiene insomnio?
46
Página

Jane torció sus labios.


—A veces.

—¿Cómo lo cura? —Ella solo había dicho cuando “llega”, dándole


esperanza de que había una cura.

—Estudio el techo.

Un puño aferró sus entrañas. ¿Era posible que él fuera más


inconsciente de las necesidades de ella?

—Lo siento —resopló.

—No lo esté. —El filo en su tono podía cortar acero.

—No, tengo que estarlo. Estaba siendo desconsiderado. Por favor,


perdóneme.

Jane dio un golpecito con su dedo en su barbilla.

—Solo si me permite quedarme aquí.

—¿Por qué quiere quedarse tan malditamente aquí? —explotó.

Jane tragó audiblemente.

—No quiero ser movida.

—La biblioteca está en el primer piso. —Esperó que eso aliviaría


sus miedos y ella dejara de luchar contra ello.

—No es eso. —Cerró sus ojos y suspiró.

—¿Entonces qué es?

—Nada. Iré —dijo sin molestarse en abrir los ojos.

Él dejó escapar una respiración. ¡Qué mujer tan exasperante era!

—No lidio bien con juegos y teatralidades, Jane —dijo con una
calma que no sentía.

—Dice el hombre que me haría creer que mis dientes castañeantes


lo robaron de su sueño —murmuró, todavía sin molestarse en mirarlo.

Justo entonces, Potter, con su gorro de dormir ladeado, asomó su


cabeza en la habitación.

Gareth corrió hacia él y le dio instrucciones para preparar la


47

biblioteca para ser utilizada como la alcoba de emergencia de Jane. Y sí,


Página

eso incluía bajar una cama del ático. Arriesgó una mirada hacia ella.
Aunque estaba bien que su silla se reclinara, dudaba que pudiera ser
cómoda para toda una noche.

Cuando terminó con sus instrucciones, regresó adonde estaba


Jane.

—Muy bien, confieso que ya estaba despierto —dijo, sentándose en


el suelo de nuevo—. Pero cuando entré en esta habitación, oí el pequeño
tintineo de sus dientes al chocar entre ellos. —Abandonando todo
sentido común, Gareth llevó su dedo índice a su cara y le pasó los
nudillos sobre la suave piel de la mejilla—. Ahora que he hecho mi
confesión, ¿puede hacer la suya acerca de por qué no quiere salir de
esta habitación?

—No tiene importancia.

—¿No tiene importancia? —dijo con una sonrisa—. Hace un


minuto estaba actuando como si fuera imprescindible que permaneciera
en esta habitación. Casi como si este fuera el lugar donde hubiese dicho
a su príncipe azul que se encontrarían y… —Asomó su labio inferior en
un gesto exagerado—. No tiene intención de utilizar mi salón como un
lugar de encuentros con uno de esos bribones de esa lista que hizo
anteriormente para que la saque a escondidas, ¿verdad?

Jane dio un profundo suspiro.

—¡Dios mío, me ha atrapado!

Gareth se rio entre dientes.

—¡Razón de más para esconderla en la biblioteca!

Las manos de Jane volaron a su rostro, amortiguando su risa.

Gareth luchó su impulso por retirar sus manos de su rostro y dejar


que el contagioso sonido llenara la habitación.

—Jane, no la puedo ayudar si no sé lo que quiere.

~*~

El corazón de Jane retumbó en su pecho y su risa cesó con un


jadeo brusco.

No la puedo ayudar si no sé lo que quiere. Quiere. Nadie le había


48

preguntado nunca qué quería. ¿Necesitaba? Sí. Parecería que al vivir


como una inválida lo único que les importaba eran sus necesidades, no
Página

sus deseos. Al parecer, no se suponía que tuviera deseos.


—Es un asunto personal —susurró, un rubor calentando su rostro
y una pequeña punzada de algo que no podía identificar en su pecho.

—Personal —repitió pensativamente. Se sentó en silencio por un


momento—. Oh. —Lord Worthe se puso de pie—. Lo siento, voy a
solicitar que Potter traiga a dos de las criadas para ayudarle.

—¡No! —Jane no había querido gritar; simplemente así salió—.


Quiero decir, por favor, no haga eso.

Su boca se movió, pero no salió nada.

Jane curvó sus dedos en la manta.

—No quiero que su personal vea... —Sabía que sonaba ridículo,


pero no por ello menos cierto. Ya era bastante difícil que a veces
algunos miembros del personal de Michael llegaran cuando estaba
vulnerable, pero su personal era leal. Nunca se burlarían de ella o
hablarían de ella cuando no estaba cerca.

El silencio llenó el aire entre ellos y un sinfín de emociones


pasaron por el rostro de Lord Worthe.

—Jane —dijo con voz áspera—. Le ruego que me perdone. Yo no…


—Se pasó la mano por el cabello de la misma manera que Michael hacía
cuando se sentía frustrado—. No llamaré para que envíen criadas, pero
no voy a ceder en la habitación. Morirá si se queda aquí.

El pánico se apoderó de ella. Si bien era bastante malo pensar en


que las criadas de Lord Worthe la vieran siendo en su máxima
vulnerabilidad, ¡era peor pensar que sus lacayos serían los que la verían
en su estado actual!

—La muerte sería preferible.

—Lo dudo. —Lord Worthe encendió las cinco velas en el candelabro


más cercano a ella, luego apagó la que había estado sosteniendo.

—No lo sé. La muerte por extenuación puede ser dolorosa, pero


solo dura unas pocas semanas. La muerte por la humillación… es toda
una vida.

—Sabe, para estar al borde de la muerte, seguro que tiene una


lengua afilada. —Se ajustó el cinturón de su bata y ella se sonrojó.
49

Realmente no debería estar aquí con ella. Ella rechazó ese


Página

pensamiento. En lo que a ella concernía, las reglas siempre habían sido


diferentes. Muchos pensaban en ella como nada más que un mueble y
no le prestaban ninguna atención. Dolía, seguro, pero era de esa
manera. Había estado a solas con más caballeros que habían ido a
visitar a Michael de los que podía contar. Ninguno de ellos se atrevería a
hacer algo que no deberían. No solo sería considerado el pecado más
negro concebible el pensar en tomar ventaja o forzarla, sino que
posiblemente no había nada en ella que pudiera provocar tal atención.
Ese pequeño dolor en su pecho que había sentido un momento atrás
regresó, pero fue más fuerte esta vez. Lo ignoró. Conocía su suerte en la
vida y la había aceptado.

—Además —continuó él—. ¿No cree que los que tienen extenuación
se encuentran en menos-que-dignas-circunstancias durante su
enfermedad?

—Claro. Pero eso demuestra mi punto. —Volvió la cabeza hacia un


lado para ver a donde iba Lord Worthe—. Su enfermedad solo dura un
par de semanas, luego nadie se acuerda de nada, excepto la maravillosa
persona que era.

—¿Podría dejar de ser tan morbosa y decirme cómo alzar el


respaldo en esta cosa? —dijo Lord Worthe, cayendo de rodillas al lado
de su silla.

—¿Q… qué?

Sin una respuesta, la mano de Lord Worthe alcanzó la parte baja


del respaldo de su silla.

Jane apretó su manta como si realmente le ofrecería algún tipo de


protección.

—¿Qué está haciendo? —dijo entre dientes cuando todo su cuerpo


se metió bajo la parte posterior de la silla.

—Tratando de descifrar cómo alzar esta cosa. —Pasó su mano por


la sección donde el respaldo se encontraba con el asiento—. Iría mucho
más rápido si me lo dijera.

—Hay una palanca que se desengancha para alzarla —chilló—.


Pero por qué…

Pop.

—La encontré. —El triunfo en su voz era a la vez divertido y


50

molesto—. Agarre su manta como si fuera un salvavidas, voy a sentarla


Página

y odiaría que tuviera que evitarme por el resto de su vida por miedo a
morir de humillación.
También odiaría tener que evitarlo por el resto de su vida. Se
sonrojó, agradecida por la poca luz en la habitación y la excusa
perfectamente lógica —de él levantando su silla— la hizo ruborizarse.
Solo está siendo amble contigo porque eres la hermana de Michael y
siente lástima por ti. Como si un cubo de agua helada del estanque de
Holbrook Hall acabara de caer sobre ella, su rubor se había ido. Solo
estaba siendo amable. Nada más. Lo cual era realmente bueno porque,
como había sospechado antes, sería un esposo maravilloso.

Lord Worthe acomodó el respaldo en su lugar y luego dio un paso


atrás como para admirar su trabajo y felicitarse a sí mismo.

—¿Qué la tiene sonriendo como el gato que se ha comido la crema?

—Usted.

Él se clavó un dedo en el pecho.

—¿Yo?

—Mmmhmm. —Enderezó distraídamente su manta en su regazo—.


Su nombre va a permanecer en La lista más que definitivamente.

51
Página
Capítulo 6
areth se mordió la lengua para evitar responderle su última

G declaración. Honestamente, no tenía ganas de mantener un


codiciado lugar en la lista de los Potenciales maridos para
Charlotte. ¿De Jane? Quizás. Sin embargo, todavía no era una buena
idea.

Pudo escuchar un alboroto desde el pasillo de lacayos moviendo


muebles. Bien. Pronto su habitación estaría lista y él podría poner algo
de la muy necesitada distancia entre los dos.

—La recámara de la señorita Cavanaugh está lista, mi lord —


entonó Potter desde donde era flanqueado por dos lacayos en el umbral
de la puerta del salón.

—Gracias —dijo Gareth, moviéndose a un lado de la otomana que


había estado utilizando como un reposapiés momentos antes.

Los dos lacayos comenzaron a dirigirse hacia ellos y, en la poca luz


de la habitación, Gareth vio que el rostro de Jane se tensaba.

—No hay necesidad, Cecil. Ramsey. —Gareth se apoderó de la


barra de madera que cruzaba la parte superior del respaldo de la silla—
. Haré esta parte. No querría que la señorita pensara que fui poco
caballeroso, después de todo.

No podía estar seguro, pero sonaba como si Jane dijese un suave


“gracias”.

Sin querer cuestionarla al respecto y sin atreverse a cuestionar su


propia sanidad en este momento, guío la silla hacia la puerta, con
cuidado de no golpear sus piernas o pies con cualquiera de los muebles.

Evitando las curiosas miradas de su personal, Gareth empujó su


sorprendentemente pesada silla hacia la biblioteca y se congeló.

Una cama estaba instalada cerca de la chimenea tal como él había


52

solicitado. Pero, ¿cómo iba a meterse en esta?


Página

Le echó un vistazo por debajo de sus pestañas.


—Le importaría si…

—Por favor —dijo ella, metiendo los bordes de su manta en el


regazo asegurándola alrededor de sus piernas.

Sin permitirse a sí mismo la oportunidad de reflexionar acerca de


las graves consecuencias de lo que estaba a punto de hacer, envolvió su
brazo derecho alrededor de sus hombros, deslizó su brazo izquierdo
bajo sus rodillas, luego la levantó y la situó cuidadosamente en la cama.

—Gracias.

—De nada —dijo Gareth, moviendo su silla.

~*~

Michael iba a matarla. Estaba segura de ello.

En primer lugar, había sido demasiado atrevida e irrespetuosa


hacia su señoría y luego él tuvo que ordenarle a toda su gente que
preparara una habitación para ella en medio de la oscuridad como
muerte de la medianoche. Seguramente le escribiría a su hermano tan
pronto como saliera el sol y demandaría venir a recupéralas.

Charlotte.

Charlotte no merecía tal destino. Sin importar. Michael podría


explicarle por qué era mejor que fuera directamente a Londres para
tener una verdadera temporada. Sería lo mejor. Pero, ¿y qué había del
emparejamiento entre Charlotte y Lord Worthe?

Jane tenía dificultades para creer que Lord Worthe fuera el canalla
deshonroso que él le hacía creer, de ese modo lo hacía la pareja perfecta
para su hermana. Pero si ella no estaba ahí para ayudar a presionar ese
emparejamiento… la Sra. Fairchilde. Sonrió. Por supuesto, la Sra.
Fairchilde era prima de él; se aseguraría que Charlotte y Lord Worthe
verían más del uno al otro una vez que llegaran a Londres.

Aliviada por tener ese asunto importante arreglado, mañana podría


ir hacia su muerte satisfecha de que Charlotte tendría su muy propio
felices por siempre.

—Solo voy a colgar esto aquí… —Él hizo una pausa—. Creo que
será un alcance perfecto.
53

Los ojos de Jane se abrieron de golpe. ¿Por qué Lord Worthe seguía
Página

en su habitación? ¿Y qué era eso que estaba colgando y dónde?


Estiró el cuello para ver a un hombre en sombras con una masa
nebulosa de tela suelta rodeándolo parado en el alto panel en la
cabecera de la cama.

—¿Qué dijo que está haciendo?

Como si él acabara de utilizar su asignación diaria de palabras, su


cálida mano encontró la suya y la levantó hacia el cartel hasta que sus
dedos colisionaron con lo que solo podía ser descrito como una cuerda
tan suave como la seda.

Escalofríos le recorrieron la columna.

—¿Q-Qué es esto?

—Una cuerda de campana —dijo él simplemente, liberando su


agarre en su muñeca y agarrando el tejido de la mitad de su bata—. La
cuerda de terciopelo junto a la puerta no alcanzaba así que até la banda
de mi bata de vestir al final para hacerlo más largo.

Si le hubiera confesado haber removido la única cosa que


mantenía su bata de vestir cerrada, ocultando así su probable cuerpo
desnudo, a cualquier otra señorita, habría estado escandalizada.

Jane no.

Las lágrimas pinchaban la parte posterior de sus ojos y apretó su


agarre en la fría tela. Nunca había dormido tan cerca de una cuerda de
campana. Ella y Charlotte siempre habían tenido habitaciones
adyacentes. Siempre la hermana responsable, Charlotte con frecuencia
la revisaría en la noche y si Jane realmente necesitaba ayuda, todo lo
que tenía que hacer era gritar y Charlotte estaba ahí para ayudar. Sin
embargo, odiaba depender tanto de su hermana; casi tanto como odiaba
la sensación de impotencia que la seguía a todo lugar que iba.

—Gracias. —Se atragantó en torno a las lágrimas obstruyendo su


garganta.

—De nada. ¿Vamos a probarlo?

—No, mejor no hacerlo. —Pasó su pulgar sobre la suave tela una


vez más, luego regresó su mano a su lado—. Podría causar un
escándalo, no lo sabe. Con usted estando incorrectamente vestido y
todo.
54

—Ciertamente. —Él rio entre dientes—. Entonces sin duda tendrá


Página

que quitarme de la lista de Charlotte.


—Creo que no, Lord Worthe. Tendrá a su Lady Worthe a finales de
la Temporada. Me aseguraré de ello. —Y ella también lo haría.
Cualquier caballero que fuera tan atento como él lo fue esta noche
merecía una esposa buena y fiel. Ella podría serlo para él.

Su corazón se detuvo. No, ella no podía serlo. Su toque podría


excitarla y podría desear pasar más tiempo con él, pero no podía ser. Él
nunca le correspondería el sentimiento. Ese dolor familiar regresó…
pero esta vez podía identificarlo.

Tragando saliva, alejó su propia estupidez y se recordó a sí misma


la razón por la cual estaba aquí: Charlotte.

Lord Worthe nunca podría llegar a preocuparse por Jane de la


forma en la que ella estaba comenzando a sentirse hacia él, pero podría
por Charlotte. Sería un buen esposo para ella y ella una buena esposa
para él. Era la única forma… la forma perfecta.

Jane volvió a colocar la almohada bajo su cabeza y tiró las mantas


un poco más arriba.

—Gracias otra vez por todo el problema por el que pasó está noche
por mí. —Solo podía rezar que supiera lo sincera que era.

—De nada. —Apagó las velas en la mesita de noche junto a su


cama—. Buenas noches.

55
Página
Capítulo 7
i Gareth pensaba que su masculinidad había sido despojada

S el día anterior, no tenía ni una idea real de lo que era no


tener el control sino hasta el momento en que abrió la puerta
del salón con la intención de hacer su movimiento de ajedrez diario
después del almuerzo…

Cintas de medir.

Tablas de diseño.

Tijeras.

Muselina.

Satín.

Seda.

Terciopelo.

Organza.

Una tarima.

Un vestidor de pantalla.

Risitas.

Una cantidad desconcertante de risitas de chicas viniendo desde


detrás de esa maldita pantalla, para ser exactos.

No pudo diferenciar a Jemma de Charlotte, pero distinguió las


risitas no adulteradas de Jane instantáneamente.

A su alrededor, la habitación daba vueltas. Nunca en su vida había


visto tal… tal… desastre. Sí, un desastre. Eso era exactamente lo que
era. Un lío de fruslerías femeninas, con la adición de suficientes risitas
para enviar a un hombre a un manicomio.
56
Página
—Veo que mis hermanas te están manteniendo ocupado. O por lo
menos a tu personal —dijo Holbrook, dándole una palmada en la
espalda.

Gareth se volteó hacia el hombre que una vez había considerado


como su único amigo verdadero.

—¿Cómo pudiste?

—Dijiste que podían quedarse aquí —dijo Holbrook con un


encogimiento de hombros.

Los dos hombres hicieron su retiro de la sala.

—¿Vamos a mi estudio? —sugirió Gareth—. Parece que es la única


habitación de la planta baja aún no invadida por las mujeres.

—Dales tiempo —dijo Holbrook sin una pizca de remordimiento en


su tono.

Gareth miró fijamente al hombre.

—¿Perdón?

—¿De verdad crees que escogí ese sofá con estilo en el que tanto te
gusta dormir la siesta? —Siguió a Gareth a su estudio—. Jane lo
escogió.

—¿Jane?

Los labios de Holbrook formaron una línea delgada.

—Puede que no consiga disfrutarlo demasiado, pero tiene una


habilidad especial para la selección de muebles cómodos.

—Y para decir lo que piensa —dijo Gareth sin pensar.

—¿Ha causado problemas?

—No, no —se apresuró a asegurarle Gareth—. Va a ser la más


buscada después de las debutantes cuando la lleves a Londres.

—No voy a llevarla a Londres.

—¿Por qué no?

Holbrook se quitó el sombrero de fieltro gris y lo tiró en una silla


57

vacía.
Página

—¿Por qué debería?


—Para la temporada. —¿Holbrook estaba confundido?—. Eso es
todo de lo que han hablado desde que llegaron.

—Charlotte va a Londres para la temporada. Jane se quedará


cuando Charlotte esté dispuesta a ir —dijo como si eso lo explicara
todo.

—No la puedes dejar aquí. —Las palabras salieron antes de que


Gareth pudiera pensarlo mejor. Pero eso no las hacía menos ciertas. La
emoción corría por su sangre ante la sola idea de estar a solas con ella.
Dejar a Jane con él era una mala idea. Una muy mala idea. La forma en
que se sentía atraído a ella, estarían en problemas en cualquier
momento. Su entusiasmo se ralentizó. ¿Estaba atraída hacia él,
también? Honestamente, no lo sabía. Si no lo estaba, solo empeoraría
las cosas si la dejanan con él… No. Ni siquiera quería pensarlo.

—Nunca temas, simplemente no la dejaría aquí. Volverá a


Holbrook Hall y Charlotte y la Sra. Fairchilde vendrán conmigo a
Londres. Solo tienes que ser complacientes con ellas un poco más, por
favor.

—Recuérdame de nuevo por qué estoy siendo complaciente con


ellas.

Holbrook se frotó el puente de la nariz.

—A Charlotte se le ha metido en la cabeza que no puede ir a


Londres sin su hermana. Ha creado cierta desilusión en su mente de
que ambas la pasarán muy bien buscando maridos juntas. —Tragó
audiblemente—. Ella no entiende todavía. —Con un movimiento de su
cabeza, se aclaró la garganta—. Esta es la mejor manera de que
Charlotte entienda que sus sueños no son plausibles sin que Jane salga
herida. Solo dales tiempo.

—No te pedí que vinieras por ellas —señaló Gareth, tocando


descuidadamente el extremo de su pluma contra el lado del tintero. A
pesar de que debería pedir esa misma cosa y terminar con todo.

—Y te agradezco eso. —Holbrook se reclinó en su silla como si


fuera propenso a hacerlo y rio entre dientes—. Es por eso que vine tan
temprano hoy. Pensé que podrías estar listo para estrangularlas.

—No, han sido… —Gareth dejó caer su pluma—. Señoritas,


supongo.
58
Página

Holbrook rio.
—Ciertamente. Y ahora tienes un poco de muestreo del infierno
que tuve que soportar toda mi vida.

—No lo llamaría infierno.

Holbrook levantó una ceja.

—Entonces no has pasado suficiente tiempo en su compañía.

—Discutiría eso —murmuró él—. El almuerzo y la cena de ayer,


desayuno esta mañana y no menos que dos conversaciones en el salón.
—Mejor dejarlo y no explicar demasiado acerca de lo que sucedido en
las primeras horas de la mañana—. Creo que he pasado un montón de
tiempo con ellas.

—¿Has aprendido algo interesante?

Gareth sonrió.

—De hecho, sí. —Dominó sus rasgos para verse impasible—. Han
creado una lista.

—¿Una lista?

—Mmm, una lista de posibles pretendientes. —Entrelazó los dedos


y puso la mano detrás de la cabeza para actuar como apoyo—. Potenciales
esposos para Charlotte es a lo que frecuentemente se refieren.

Holbrook tragó saliva y Gareth se mordió el labio para evitar


sonreír.

—Ah, y se pone mejor.

—Estoy seguro que tú crees que sí —murmuró Holbrook.

Esforzándose por mantener una cara seria, Gareth dijo:

—Cada sinvergüenza cuyo nombre haya sido mencionado en las


hojas de escándalo del año pasado ha sido galardonado con una
codiciada posición en esta lista.

—El demonio ha sido —gruñó Holbrook.

Gareth le dedicó una sonrisa de disculpa.

—Me temo que sí.


59

Holbrook gruñó y trajo las dos patas de su silla de nuevo hacia el


Página

piso.
—¿Desalentaste esto?

—Lo intenté.

—¿Lo intentaste? ¿Por qué no lo hiciste?

La sonrisa de Gareth se desvaneció.

—Porque entonces decidieron poner mi nombre en la lista.

Ahora fue el turno de Holbrook para reír.

—Estoy seguro de que te gustó eso.

—No.

Su respuesta hizo reír más fuerte a Holbrook.

—Tendrás que casarte con alguien, viejo amigo.

—¿Me permitirías casarme con tu hermana? —preguntó Gareth,


estupefacto.

—Seguro, ¿por qué no? —Holbrook se encogió de hombros—. No


eres un borracho y no apuestas más de lo que puedes pagar.

—Me haces sonar como el mejor partido.

—Sarcasmo y todo, serías un perfecto partido para mi hermana.

—¿Para cuál?

—Charlotte. —Holbrook estrechó los ojos hacia Gareth de un modo


que hizo que la tensión en la habitación pareciera casi palpable—. Olive
y Daphne no vendrán por un tiempo todavía y no seré uno de esos
hermanos que las casan al mayor postor antes de que hayan tenido la
oportunidad de elegir. —Suspiró y luego murmuró—: No importa lo
mucho que me gustaría a veces. Pero… —Su voz regresó a la
normalidad—, si todavía no has encontrado a tu condesa para cuando
lleguen a la mayoría de edad y si hay interés… —Inclinó su hombro
derecho, como si fuera una perfecta manera de terminar su oración.

—¿Y Jane?

—¿Qué pasa con Jane?

—¿Qué pasa con quién se casa ella? —Al darse cuenta como
60

sonaba, añadió—: No es que esté preguntando. Solo encuentro curioso


Página

que le hayas permitido quedarse aquí para que pueda asistir a las
asambleas locales en Bath, pero en última instancia piensas enviarla de
vuelta a tu finca. ¿Por qué permitir que venga en absoluto?

—Por Charlotte. Bueno, por ambas —corrigió—. Siempre han


estado pegadas, como barro en una rueda de carro. Necesitan el apoyo
de la otra. Charlotte pronto se dará cuenta de que si desea casarse,
tendrá que dejar a su hermana atrás y esto le da a Jane una
oportunidad de pasar un poco más de tiempo con su hermana y aceptar
su futuro.

—¿El cual es?

—La soltería —estalló Holbrook—. Ambos sabemos que no se


casará.

—¿Entonces por qué dejarla venir aquí? —Si el hombre estaba


tratando de protegerla, estaba haciendo un trabajo miserable. Dejarla
ser cortejada, luego alejarla y enviarla al exilio parecía el destino más
cruel posible para cualquier joven.

—La dejé venir por Charlotte —espetó—. ¿Alguna vez escuchas?

—Lo hago. Pero solo cuando quienes hablan tienen sentido.

—¿Cómo que no tengo sentido? Las chicas querían venir juntas


para tener una temporada. No quiero que se burlen de Jane o la
ridiculicen en Londres. Pero sabemos que la selección de los
pretendientes en Bath no será suficiente para que Charlotte tome una
decisión. Querrá ir a Londres y, cuando lo haga, tendrán que tomar una
decisión.

—Eso es cruel.

—¿Qué es cruel?

—Tú plan —dijo Gareth rotundamente—. Si ya decidiste que Jane


no podía ser cortejada, deberías haberlo dicho desde el principio y no
permitirle venir aquí.

—Quizás no —permitió Holbrook en voz baja, una expresión de


dolor en su rostro—. No quiero herirla, pero Charlotte era más
insistente de que no tendría una temporada en lo absoluto si Jane no se
unía a ella. —Suspiró—. Por mucho que no me entusiasme la idea de
jugar al guardián y ahuyentar a los pretendientes de babear en las
61

faldas de mi hermana, debe hacerse. Necesita casarse, por lo tanto debe


Página

tener una temporada.


—¿Y necesita a Jane para esto?

—Ella parece pensar que sí. —Holbrook levantó su pie izquierdo y


lo apoyó sobre su rodilla—. Las hermanas se mantienen más cerca que
un borracho a su cerveza, me temo. —Sonrió—. Espera hasta que
tengas un par de hijas, entonces verás.

Gareth no quería pensar en tal cosa.

—¿Arriesgar que Jane sea realmente herida vale la pena para


mantenerlas juntas?

—No lo creo —concedió Holbrook—. Ellas lo creen.

—¿Incluso Jane?

—Fue ella quien aceptó. Pero no creo que sea lo mejor. —Holbrook
trazó ociosamente el borde de su bota con la punta de su dedo—. Jane
es frágil y delicada. Rompible.

Gareth quedó mirando al hombre. ¿Estaban siquiera hablando de


la misma señorita que Holbrook había enviado a vivir con él? La que
decía lo que pensaba, sin importar quien fuera la audiencia.

—¿De qué demonios estás hablando?

—No solo su cuerpo es frágil. —Le dio golpecitos al costado de su


bota y luego la dejó caer al suelo con ruido sordo—. Siempre ha
cosechado miradas curiosas o preguntas. Actúa como si estuviera
acostumbrada a ellas, pero no es así.

Gareth lo dudaba mucho. Todo ello. La réplica siempre lista de


Jane, sonrisa amplia y un brillo travieso en sus ojos hablaban de una
fuerza interior que Holbrook no estaba reconociendo.

—Así que la dejaste venir aquí porque pensabas que la gente sería
más amable con ella. —Gareth pidió una aclaración, la cual ya
necesitaba porque Holbrook no era coherente.

—Eso es lo que ya dije.

—¿Y crees que no saldrá lastimada?

—No dije eso. —Holbrook le envió una mirada molesta—. Será


herida, pero con suerte será mucho menos doloroso aquí que en
62

Londres.
Página

Gareth lo dudaba. Ser herido era lo mismo sin importar la


ubicación. Puede que llevara más tiempo y sería presenciado por menos
personas en Bath, pero a no engañarse; aun así sería doloroso. Qué
pena que Holbrook fuera tan obtuso para entender eso.

—¿Crees que debería llevarla de nuevo a Holbrook Hall ahora? —


Las palabras de Holbrook eran tan tranquilas que Gareth casi no las
escuchó… señal elocuente de lo mucho que Holbrook, en efecto, se
preocupaba por Jane. Simplemente no sabía una mejor manera de
protegerla.

—Eso depende de ti —dijo Gareth cuidadosamente. Las pocas


palabras risueñas que había escuchado desde detrás del maldito
biombo resonaron en sus oídos—. Si quieres ahorrarle la angustia por
completo, ciertamente deberías hacerlo antes de ir a lo de Lange esta
noche.

Holbrook frunció el ceño.

—¿No es esa “la cosa más emocionante que les sucedería” de la que
estaban parloteando en el salón?

Gareth asintió levemente. ¿Por qué demonios se sentía como si su


corazón se estuviera oprimiendo? Había hecho ejercicio el día anterior,
quizás necesitaba montar un rato más largo hoy.

—No puedo.

—¿No puedes qué?

—Llevarla esta tarde. La destrozaría.

—¿Estás confundido?

Holbrook pestañeó.

—No. ¿Tú?

—Debo estarlo para tener una conversación tan estúpida —estalló


Gareth, lanzando sus manos abiertas al aire—. No quieres que sea
lastimada, lo cual parecías convencido que sucederá eventualmente si
se queda. Aun así, no quieres llevarla a casa ahora, a pesar de que
acabas de preguntar si pensaba que deberías hacerlo, porque entonces
serías tú quien la lastimaría. —Levantó una mano para detener a
Holbrook de lo que fuera que iba a escupir a continuación—. Y aun así,
ya has determinado que ella o saldrá lastimada o Charlotte decidirá que
necesita ir a Londres sin Jane. ¿Entendí correctamente toda esta
63

tontería?
Página

Frunciendo el ceño, Holbrook dijo:


—No es una tontería. Un día lo entenderás.

—Lo dudo. —Gareth juntó sus manos frente a su barbilla y se


esforzó por tener una calma presencia. En verdad, no debería
importarle lo que Holbrook decidiera hacer. De hecho, sería mejor si
Holbrook se llevara a Jane lejos de él. Pero lo que fuera mejor para él no
era lo que estaba en duda. Era lo mejor para Jane—. ¿Crees que sería
mejor destrozar sus sentimientos esta tarde terminando con toda esta
farsa o esperar hasta mañana?

—Mañana. —La respuesta automática de Holbrook solo sirvió para


agitar más a Gareth.

—¿Y si conoce a un caballero que le guste esta noche?

Holbrook tosió.

—No lo hará.

—¿Cómo sabes eso?

Esta vez fue el turno de Holbrook de lanzar sus manos al aire en


agravación.

—¿Tienes una vela obstruyendo tu oreja? Ella ya sabe que no se


casará, por lo que no habrá ningún caballero que le guste.

—¿Ella ha aceptado eso?

El rostro de Holbrook se volvió rojo.

—Diría que sí —espetó—. No hay otra opción para ella y lo sabe tan
bien como tú y yo.

Gareth estaba confundido. De forma abrumadora.

—Pero si ella atrae a un pretendiente…

—¡Entonces lo mataré!

Basándose en el volumen y cantidad de rabia detrás de las


palabras de su amigo, Gareth le creyó de verdad y la amenaza de
Holbrook era razón suficiente para mantenerse alejado de Jane
indefinidamente.

Desafortunadamente, el destino no sería tan amable de escuchar la


64

advertencia que recién había recibido de Holbrook…


Página
Capítulo 8
ane no podía imaginar nunca un momento en el que hubiese

J estado tan violentamente enferma como lo estaba cuando su


hermano la cargó dentro del carruaje.

—Señorita Cavanaugh —dijo con un guiño, colocándola tan


suavemente como le era posible en el asiento. Salió del carruaje y ayudó
a Charlotte a subir—. Señorita Charlotte.

Con una risita emocionada, Charlotte tomó asiento junto a Jane.

—Estoy tan emocionada, ¿tú no lo estás?

No.

—Sí, por supuesto.

—Sra. Fairchilde —dijo Michael, ayudando a entrar al carruaje a la


Sra. Fairchilde.

La Sra. Fairchilde apartó su mano de la de Michael, luego se quedó


quieta.

—¿Pasa algo, Sra. Fairchilde?

La mujer mayor se mordió el labio.

—No. Estará bien.

Ante la aparición de la cabeza de Michael entrando en el carruaje,


la Sra. Fairchilde tomó asiento rápidamente.

—¿Está segura? —preguntó Jane.

—Sí, claro. —La Sra. Faichilde se corrió para hacerle espacio a


Lord Worthe en el carruaje.

Lord Worthe se sentó frente a Jane.


65

Ella le sonrió.
Página
Como si pensara que ella simplemente lo atraparía observándola,
apartó sus ojos.

Extraño.

Más extraña era la manera en que la Sra. Fairchilde continuaba


agitándose.

—Sra. Fairchilde, ¿está segura que todo está bien? —preguntó


Jane de nuevo una vez que el carruaje empezó a avanzar.

—Sí, por supuesto —repitió la Sra. Fairchilde, igual de poco


convincente que antes.

—¿Necesita más espacio? —ofreció Charlotte, acercándose más a


Jane.

—No, querida. No es eso —dijo la Sra. Fairchilde, dándole una


palmadita a la mano de Charlotte.

—Entonces, ¿qué sucede? —preguntó Charlotte.

—Nada.

Lord Worthe resopló.

Los ojos de Jane se dispararon de un lado a otro entre los dos.


¿Qué estaba pasando entre ellos?

—¿Lord Worthe?

—¿Mmm? —fue su única respuesta.

—¿Sabe qué le sucede a la Sra. Fairchilde? —preguntó, tratando


en vano de ignorar el dolor que sintió ante su negativa de por lo menos
mirarla.

Se encogió de hombros, amplificando su dolor diez veces más.


¿Qué había dicho o hecho que había causado que fuera tan frío hacia
ella? Por otra parte, ¿por qué le importaba tanto? En verdad, su opinión
de ella importaba muy poco. Además, su principal preocupación debería
ser por lo que fuera que estaba causando que la Sra. Fairchilde se
comportara como si estuviera sentada en un almohadón lleno de
alfileres.

—Estamos al borde de la propiedad —dijo Lord Worthe en voz baja.


66
Página

—¿Está jactándose? —bromeó Jane, esperando provocar algún tipo


de respuesta de él.
—Jane —advirtió Michael en un tono grave.

Derrotada, Jane se recostó contra los almohadones, pero no antes


de notar la ligera contracción en los labios de Lord Worthe.

Al otro lado de Charlotte, la inquietud de la Sra. Fairchilde


incrementó. Demasiado más y sus rizos perfectamente peinados se
derrumbarían. Tal y como estaba, su falda estaba al borde de parecer
un abanico con tantos pliegues y arrugas.

Aunque usualmente paciente, los movimientos de la Sra. Fairchilde


estaban empezando a irritar a Michael. Pobre hombre. Él nunca diría
eso, pero su mandíbula apretada y mirándola descaradamente como si
fuera una mujer loca lo delataba.

—Jemma —dijo Lord Worthe de repente.

—Olvidé mis sales aromáticas —dejo salir la Sra. Fairchilde en un


tono que probablemente indicaba que había un gran incendio a no más
de un kilómetro de donde todos estaban sentados.

Al otro lado del carruaje, Michael la miró como si estuviera


completamente loca.

—¿Ese era todo el alboroto?

La Sra. Fairchilde se lamió los labios.

—Bueno, son muy importantes para mí, mi lord.

—Nos hemos dado cuenta —murmuró Michael entre dientes.

—Puede compartir las mías —ofreció Charlotte.

—Gracias, querida, pero las mías tienen lavanda.

—Oh. —Charlotte se giró hacia Jane, alzando las cejas solo un


poco.

—¿Deberíamos volver? —preguntó Jane en voz baja. Dudaba que


alguien más en el carruaje quisiera volver a Castlemoor más de lo que
ella quería, sin embargo, dejar atrás las benditas sales aromáticas
lavanda de la Sra. Fairchilde parecía estar molestándola mucho. Como
ya había insinuado sutilmente Lord Worthe, si necesitaban volver, este
sería el momento para hacerlo.
67

—No, no. Estará bien. —La voz de la Sra. Fairchilde carecía de


Página

cualquier convicción, sin embargo.


Michael gruñó.

—Sería mejor que le digas a tu hombre que vuelva, Worthe.

Lord Worthe torció los labios como si estuviera pensando


profundamente, luego sacudió la cabeza.

—No, no creo que lo haga.

Jane parpadeó ante el hombre. Anoche él había sido tan…


complaciente de sus necesidades, las cuales eran mucho más
demandantes que ordenar que el carruaje diera la vuelta para recuperar
algo que parecía tan importante para su relación… incluso si también
ella sentía que era trivial. Tal vez ella había estado equivocada y él no
sería un buen partido para Charlotte.

Su ceño se profundizo. Aunque mantenida dentro y protegida


durante la mayor parte de su vida, siempre se había considerado como
una buena jueza de carácter. Aparentemente, estaba equivocada.

—Por el amor de Dios, Jemma —estalló Lord Worthe, estirándose


hacia el bolsillo de su pecho—. ¿Realmente piensas que soy así de
cruel?

El silencio llenó el carruaje mientras Lord Worthe sacaba la mano


de su bolsillo sosteniendo una pequeña bolsa de sales aromáticas de
lavanda.

—Vi que las puso en la mesa junto a…

Cualquiera que fuera la explicación de Lord Worthe, Jane no pudo


oírla por encima del pálpito en sus oídos. No había estado equivocada
con respecto a él. Era tan considerado y atento como se lo había
imaginado y más que adorable era que no tenía recelos hacia quien
sabía que no era un canalla sin corazón. Charlotte sería bien tratada,
claramente.

El resto del camino hacia la cena de Lange estuvo lleno de


tranquila charla sin propósito entre cuatro de los invitados a la cena en
el carruaje, mientras una —Jane— se sentaba quieta, maquinando…

~*~

Gareth empuñó sus manos y ordenó que sus ojos miraran a


cualquier lado menos a Jane.
68
Página

Desafortunadamente, sus ojos no hicieron caso a las órdenes de su


cerebro. Y el resultado fue tortura pura.
Era hermosa. Absolutamente hermosa.

Su vestido azul claro era complemente perfecto para su linda


complexión y ojos color avellana. Algunos caballeros en el salón podrían
pensar que era un desperdicio de vestido el que fuera usado por alguien
que debía permanecer sentada. Pero eran unos tontos. En lugar de
flotar y menearse al caminar, se extendía y la rodeaba en donde estaba
sentada como una almohada hecha para la realeza.

Cuando él había entrado al carruaje, ella le había robado el aliento


de los pulmones. Había sido insoportable para él pretender que no
existía. Tanto así que se había sentado a propósito en la parte trasera
del salón Lange para poder mirarla sin vergüenza durante el musical
entero.

Se había hecho muy claro que él era la única cosa que no debía
ser: un enamorado.

¡Maldita sea!

La advertencia de más temprano de Holbrook reverberaba en su


mente: destrozarlo con mis propias manos; pero aun así, Gareth no
podía apartar sus ojos de su perfecta forma. Tenía el cabello
divinamente rizado, piel pálida y ojos avellana, la delicada línea de su
nariz y mandíbula. Oh, y jamás olvidaría su sonrisa. Y sus labios…

Se movió en su asiento. No debería estar pensando en sus labios.


Particularmente no acerca de besarlos.

Gareth apartó sus ojos de ella antes de delatarse.

De manera desafortunada para Gareth, la primera cosa con la que


su mirada colisionó fue la dura mirada de su hermano.

Gareth se la sostuvo, firmemente.

—Es interesante cómo varía la belleza, basado en el observador.

Gareth todavía le sostenía la mirada.

—Sí, lo es. Pero eso no lo hace menos hermoso.

—Supongo… —Holbrook se encogió de hombros ligeramente, su


rostro relajándose—. Aunque pareces bastante embelesado por esto…
—Hizo un gesto hacia la parte delantera del salón donde cuatro músicos
69

tocaban una serie de indistinguibles notas a un paso y decibel que


Página

podrían ensordecer a un hombre—, no puedo aguantarlo otro momento.


—Se levantó abruptamente, luego caminó hacia el balcón.
Gareth no sabía si estar aliviado o molesto de que Holbrook
hubiera incomprendido por completo en donde había estado puesta su
atención. Aliviado, supuso. Y aun así, enojado. ¿Por qué era que nadie
podía verla como más que una pieza de mobiliario?

Sacudiéndose la irritación y aceptando un indulto por lo que era,


consideró unirse a Holbrook en el balcón. De no haber tenido algo más
en qué fijar su interés, además de hacer el horrendo sonido más
tolerable, se habría ido a casa después del cuarto compás. Pero sí
encontró algo de interés y, por el puro placer de poder saciarse de la
perfecta forma de Jane, se quedó prendido a esa silla incómoda hasta
que la última Do fue chillada por el joven vestido como un canario.

Aplausos, innegablemente de pura simpatía, llenaron el salón por


un momento antes de que todos tuvieran la misma meta: salir de la
habitación con instrumentos tan rápidamente como fuera posible para
evitar ser torturados por más tiempo.

Garteh se levantó y se movió a un costado.

En la esquina, Jemma, Charlotte y Jane permanecieron sentadas


en medio del caos.

Desde donde se encontraba, Gareth no podía escuchar lo que


decían, pero los gestos de la mano de Jemma le dijeron suficiente. Ella
esperaba que Charlotte y Jane se quedaran ahí por un momento.
Gareth enarcó la ceja. ¿Adónde iba Jemma?

Justo entonces, uno de los músicos, el delgado con granitos,


agarró la parte trasera de la silla de Jane y la empujó hacia adelante.

Jane saltó hacia adelante y, simultáneamente, también lo hizo el


corazón de Gareth.

—Me encargaré de eso —dijo Gareth severamente, estirándose por


la silla de Jane.

Jane giró su cabeza para enfrentarlo, sorprendida. Ella suavizó sus


facciones y le ofreció lo que él interpretó como una sonrisa agradecida.

Le sonrió en respuesta.

—¿Adónde debería escoltarla, señorita Cavanaugh?

—Adonde sea que quisiera ir mi hermana. —Se giró hacia su


70

hermana—. ¿Charlotte?
Página

Charlotte se mordió el labio.


—Sra. Fairchilde.

Jemma envolvió sus manos.

—Verán… um… —Movió sus manos para deslizar las puntas de


sus dedos ociosamente por el tirante de su retículo y echó una rápida
mirada en dirección al salón a través del pasillo, donde todos los otros
invitados se estaban congregando.

El temor se formó en el estómago mientras entendía. Charlotte y


Jemma querían mezclarse con los otros invitados, pero con tal multitud
sería difícil que la silla de Jane navegara entre el público con ellas. Eso
la dejaría sentada sola en la esquina. Un sabor amargo llenó su boca.

—Vayan, entonces —dijo Jane de repente, como si acabara de


entenderlo también—. Preferiría no ser forzada a mirar los traseros de
todo ese público, de todas maneras.

Jemma se quedó boquiabierta.

El rostro de Charlotte se puso rojo.

Y, por más que él trató de contenerlo, Gareth sonrió. Ella tenía un


buen punto.

—Jane —dijo fríamente Jemma—. Sé consciente…

—No tiene sentido, Sra. Fairchilde —interrumpió Charlotte—. Jane


cree que es privilegio de su trono decir tales cosas escandalosas.

—Bueno, es el único privilegio que tengo —respondió Jane


quedamente.

El corazón de Gareth se apretó dolorosamente por ella. Incluso ella


pensaba que el matrimonio no estaba en su futuro.

—Ustedes dos se están perdiendo un primordial tiempo de


búsqueda de marido —dijo él, estirándose por una silla vacía cerca—.
No se preocupen por la señorita Cavanaugh, tendrá su propio caballero
guapo para hacerle compañía.

Rápido, muy rápidamente para el gusto de Gareth, el par estuvo


brazo con brazo y abriéndose camino hacia los demás. No era que él no
quisiera pasar tiempo con Jane, pues ciertamente sí quería. Pero no
podría salir nada bueno de ello.
71

—Espero que no le importe… —Gareth puso una silla cerca de


Página

Jane, luego se sentó.


—No, en absoluto.

Gareth se acomodó el cabello, inseguro de qué decirle. Su


expresión parecía fría e impasible, pero incluso él sabía que eso tenía
que ser una capa. Nadie estaría inafectado por el intercambio que
acababa de tener lugar. Él se aclaró la garganta.

—¿Le gustaría jugar a las cartas?

—Oh, no vi ninguna mesa para cartas.

—Eso es porque no fueron puestas. —Estiró un largo brazo hacia


otra silla vacía y sujetó el asiento, luego empujó—. Tendremos que
poner la nuestra.

Jane le sonrió. Una verdadera sonrisa. Una que envió una


sacudida de relámpago hacia su ingle.

Moviéndose incómodamente, alcanzó el bolsillo en su pecho y sacó


una vieja baraja de cartas.

—Le pediré que olvide el desgaste en los bordees, pero luego de


estar junto a las sales aromáticas de lavanda, sería bienvenida un poco
de suavidad si siente la urgencia de olisquearlas. —El por qué había
dicho una oración tan estúpida, jamás lo sabría. Sin embargo, la forma
en que su compañera sonrió y sacudió su cabeza con puro desconcierto
hizo que su momentánea sensación de simplón valiera la pena.

Gareth revolvió las cartas. Y lo volvió a hacer.

—¿Deberíamos reclutar a alguno de los músicos para que juegue


con nosotros? —bromeó Jane, claramente consciente de que él estaba
teniendo dificultades para pensar en un juego que solo dos pudiesen
jugar.

—Solo si juegan cartas tan mal como tocan sus instrumentos.

—Oh, no fue tan malo. —Ella se estiró por las cartas y él la dejó
tomarlas—. Tomé lesiones de pianoforte por más de seis años y toco
peor.

—Debe estar bromeando.

Ella repartió una carta para cada uno.


72

—No lo estoy.
Página

Gareth puso su mano encima de la suya.


—¿Tocaría para mí?

Jane apartó sus manos de la de él y continuó repartiendo lo que


parecía ser una baraja completa.

—Solo si desea morir con métodos inhumanos.

Él levantó una ceja.

—Entonces, ¿debo presumir que le agrada tenerme cerca?

—Sí, por supuesto —dijo ella, tragando.

El pulso de Gareth se aceleró. ¿Sentía ella la misma atracción por


él que él sentía por ella?

—…marido para Charlotte.

—¡Perdón!

Jane dejó de repartir las cartas o lo que fuera que estaba haciendo
y levantó su cabeza para encontrar su mirada.

—Debería saber que estoy muy determinada.

—¿Determinada a torturar a su hermana por abandonarla


conmigo?

—No. —Ella sacudió la cabeza ligeramente, sus ojos bailando con


humor—. Determinada a verlos a ambos felices y casados.

Gareth quiso gruñir.

—Lo que creo que así será —continuó ella. Entonces, como si
hubiera necesidad de aclarar lo que estaba diciendo, añadió—: Juntos.

Gareth gruñó. Esa era la última cosa que quería.

—No creo que ella y yo seríamos una buena pareja.

—Admitiré que ha estado más calmada y reservada desde que vino


a quedarse a Castlemoor, pero ha estado distraída con la diversión de
finalmente tener una Temporada. Dele tiempo. Le hará cambiar de
opinión.

Gareth dudó eso.


73

—Jane… —Puso su mano sobre la de ella—, solo diré esto una vez,
para que se le quede en la cabeza. No me casaré con su hermana.
Página

Nunca.
~*~

Desde la otra esquina del salón lleno de hacendados, terratenientes


y un puñado de barones, caballeros y otros de menor rango, Charlotte
Cavanaugh observaba a su hermana hablar y jugar cartas con el
caballero más guapo y de más alto rango en la habitación.

El corazón de Charlotte se detuvo.

Jane merecía esto. Y más.

Charlotte había sido un poco recelosa la noche anterior cuando la


Sra. Fairchilde sugirió que se separaran de Jane en el musical esta
noche. Por alguna extraña razón, la Sra. Fairchilde había dicho que
Jane la pasaría mejor de esa forma y algo sobre todo encajando como
debería. Charlotte había tenido serias dudas sobre eso cuando la Sra.
Fairchilde empezó a hacer “ejems” y vacilar frente a Lord Worthe. Pero,
aparentemente todo ello era parte de la estratagema de la mujer mayor.

—Ahora que tenemos eso arreglado, podemos seguir contigo —dijo


la cantarina voz de la Sra. Fairchilde.

—¿Eso? —Un sabor amargo lleno la boca de Charlotte por la


manera que la Sra. Fairchilde había hablado en relación a Jane—. ¿Y a
qué se refiere con arreglado? —Jane podría ser una inválida, pero
todavía tenía sentimientos. Puede que Charlotte no siempre fuera tan
protectora de ellos como debía serlo, pero justo ahora tenía una
urgencia casi que indetenible por envolver a Jane en sus brazos y
alejarla de ahí rápidamente. La única cosa que la mantenía donde
estaba era la brillante sonrisa en el rostro de Jane mientras jugaba
cartas con Lord Worthe.

—Exactamente eso. —Ella peinó un sedoso rizo rubio por encima


de su hombro—. Esos dos están camino a ser pareja y ahora podemos
empezar a buscar la tuya.

Charlotte se ahogó con tos.

—No van a hacer pareja. Él… —Ella frunció el ceño. Las palabras,
él sentía lastima por ella, estaban en la punta de su lengua. La bilis se
apresuró por su garganta y cada músculo en su cuerpo se puso rígido.
¿Qué había hecho?

—¿Adónde vas? —preguntó la Sra. Fairchilde, tocando el brazo de


74

Charlotte por encima del codo.


Página
Charlotte apartó sus brazos. Ni siquiera se había dado cuenta que
había empezado a caminar a través del salón.

—Tenemos que irnos a casa.

—No. —La Sra. Fairchilde envolvió su brazo alrededor del de


Charlotte—. Tenemos que ir al salón reservado.

Ese era el último lugar al que quería ir. Necesitaba ir a rescatar a


Jane. No era justo que hubiera sido abandonada en la otra habitación
para que Charlotte pudiera conocer personas. ¿Qué le había pasado
para volverse tan increíblemente egoísta? La pena y la culpa la
inundaron.

—Tu hermana estará bien —le aseguró la Sra. Fairchilde,


dirigiendo el entumecido cuerpo de Charlotte hacia el salón—. Gareth
es el caballero más sofisticado que conozco.

Charlotte fue dirigida al salón reservado.

—Sí, y es por eso que la está cortejando.

—Te refieres a que él quiere —dijo la Sra. Fairchilde.

—Estoy segura que no desea avergonzarla haciéndola sentarse


sola.

La Sra. Fairchilde resopló.

—Gareth es amable y caritativo, pero incluso él tiene sus límites.


—Ella caminó hacia el espejo montando en la pared lejana y alisó el
costado de su peinado alto con sus dedos—. Si no quisiera hablar con
ella, se habría ofrecido a empujar su silla hacia el Salón Amarillo.

Charlotte miró fijamente a mala mujer.

—Está muy lleno.

La Sra. Fairchilde lanzó una mirada sospechosa.

—Se podría haber hecho espacio. —Giró su mirada de vuelta a su


propia imagen en el espejo y se inclinó más de cerca para examinar su
ojo izquierdo.

—Entonces, ¿por qué él no…?


75

—Porque quería pasar un rato con ella —interrumpió la Sra.


Página

Fairchilde tan fácil como pudo. Suspiró y luego se enderezó—. ¿Qué es


tan difícil de entender sobre eso?
Todo. ¿Por qué en la tierra querría un conde pasar un rato con una
inválida? Se estremeció para sus adentros, pero eso no cambiaba nada.
Los hombres, los caballeros, particularmente aquellos con títulos,
tenían estándares en lo que se refería a elegir esposa. La familia, la
riqueza, la belleza y la fertilidad estaban todas en esas listas. Los
caballeros de rango buscaban señoritas tan cerca de la perfección como
fuera posible encontrarlas. No se suponía que fuera un punto negativo
para Jane que fuera incapaz de usar sus piernas, pero eso no cambiaba
nada. Ella no podía. Por ello, no podía casarse. Al menos, no bien.
Simplemente no era posible y no era cómodo para ella casarse con
alguien que no tenía los medios para cuidar de sus necesidades.
Entonces, ¿por qué un guapo conde estaría tan interesado en ella?

El pánico creció en su pecho.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué? —preguntó la Sra. Fairchilde, enarcando una


ceja.

—¿Por qué está él tan condenadamente interesado en pasar tiempo


con mi hermana? —¿Y por qué estaba ella todavía en el salón y no
salvando a Jane de sus malvadas y depravadas garras?

—Porque está enamorado.

Charlotte no sabía si reír o estar perpleja por tan ridícula


afirmación.

—Le aseguro, no lo está.

—Te aseguro que sí.

—No lo creo. —Charlotte sacudió la cabeza para enfatizarlo.

—Entonces, ¿tendremos que preguntárselo?

—No. —La mente de Charlotte se aceleró. ¿Lo que sugería la Sra.


Fairchilde era siquiera posible? Él era un conde. Jane había pasado la
mayor parte de su vida confinada a una silla. Eran de mundos
distintos.

—Ahora que has abierto los ojos, ¿volvemos allá y lo ves por ti
misma?
76

Aturdida, Charlotte asintió y siguió a la Sra. Fairchilde. Era todo lo


Página

que podía hacer.


Sin una palabra, la Sra. Fairchilde condujo a Charlotte a una
planta cerca de la puerta abierta del Salón Amarillo y lanzó una mirada
intencionada en dirección adonde Lord Worthe y Jane estaban
sentados, sonriéndose el uno al otro sobre quién sabía qué.

Su corazón se calentó.

—Jane tiene un pretendiente.

—Uno muy serio, diría yo —comentó la Sra. Fairchilde.

—Michael nunca estará de acuerdo. —Una tristeza que no pudo


evitar llenó su tono—. Él piensa…

—Olvída lo que él piense, tendremos que convencerlo de lo


contrario.

—¿Tendremos? —chirrió Charlotte.

—Principalmente tú, por supuesto —dijo la Sra. Fairchilde con un


guiño. Volvió su atención hacia donde Jane y Lord Worthe charlaban y
jugaban cartas como si el resto del mundo no existiera.

77
Página
Capítulo 9
areth hizo nota mental de ordenar sus asuntos con el fin de

G prepararse para su inminente muerte en un campo de


duelo. Seguramente, eso sucedería en el futuro próximo. Si
no era porque Gareth había cortejado en privado a Jane en el salón en
el musical después de que todos se fueran, entonces por lo que sucedió
luego de su juego de cartas…

—¡Ajá! —dijo ella, volteando su carta para revelar una reina, la


cual era mayor que su humilde diez—. Gané esta guerra y ese es el
juego, Lord Worthe. —Jane sonrió triunfalmente y barrió el resto de sus
cartas en su montón.

—Gareth —murmuró él. Ante su mirada extrañada, él dijo—:


Puedes llamarme Gareth.

Jane asintió lentamente y arregló su baraja de cartas.

—Gracias por jugar a las cartas conmigo, Gareth.

Gareth frunció el ceño.

—No tienes que agradecerme por jugar a las cartas contigo.

Jane se sonrojó y si hubiera sido por cualquier otra razón, él lo


hubiera disfrutado inmensamente.

—No crees que estén listas para irse, ¿o sí?

Sus palabras detuvieron abruptamente a Gareth.

—¿Es mi compañía tan insoportable?

Jane se quedó mirando, luego le ofreció una lenta sonrisa.

—¿Estás pescando cumplidos nuevamente?

—No —dijo Gareth lentamente, genuinamente confundido y


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levemente molesto. ¿Solo lo toleraba porque no tenía otra opción?


Página
—Bueno, entonces supongo que ya que te dije que la honestidad
era mi táctica, debería usar algo de esta ahora. —Colocó sus manos en
sus reposabrazos y cambió de posición en su silla—. Me gustó mucho
tu compañía esta tarde, pero no quiero que mueras de aburrimiento.

—¿Pasando tiempo contigo? —espetó, su tono mezclado con


conmoción.

—No tienes que fingir que te diviertes… —Tironeó de su falda


azul—. Sé que no soy la criatura más encantadora como compañía.

—Creo que depende de a quién le preguntes. —No había querido


decir eso, pero una vez que fue dicho, no se arrepintió—. ¿Te gustaría
un cambio de escenario?

—Si deseas irte, por favor, no te sientas obligado a quedarte


conmigo.

—¿Obligado? —Gareth sacudió su cabeza. Ella era tan obtusa


como el resto de su familia. Tendría que rectificar eso inmediatamente—
. Lo único que me siento obligado a hacer es pedirte que levantes el
dobladillo de tu falda cinco centímetros.

—¿Perdón?

—Sería una lástima que la arrastres por las cenizas de cigarro que
algunos hombres han dejado en el balcón.

—Oh.

—¿Es eso consentimiento?

Jane no dijo nada, simplemente levantó su falda lo suficiente para


evitar que tocara el suelo.

La emoción recorrió a Gareth. La empujó hacia el balcón.


Encontrando un banco de piedra cerca del extremo norte, hizo
maniobras para llevar a Jane junto a este y luego tomó asiento.

—Las estrellas brillan tanto y son tan hermosas esta noche —dijo
Jane.

Gareth murmuró algo que esperó que tomara como un acuerdo,


pero no se molestó en mirar las estrellas. Estaba disfrutando la vista de
ella mucho más. El perfil de su rostro, inclinado hacia el cielo, era un
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espectáculo para la vista. Grandes ojos color avellana, labios rosa


Página

entreabiertos, una barbilla delicada, todo bañado por la luz de la luna.


Su cabello había sido arreglado a la perfección, horas con rizadores y
cientos de pinchazos con horquillas, sin duda.

Jane tragó saliva, la columna de su garganta trabajando. Gareth


resistió la tentación de trazarla con sus dedos.

—¿Sucede algo?

Jane suspiró.

—Cuando Charlotte vaya a Londres, todavía estaremos bajo las


mismas estrellas, pero probablemente no podrá verlas.

—¿Eso te preocupa?

—No debería. —Juntó las manos sobre su regazo—. Es lo mejor.


Charlotte tiene que ir a Londres y tener su temporada. Venir aquí fue
una tontería.

—Eso podría depender de a quién se le pregunte —dijo Gareth


nuevamente.

Jane le dio una mirada indescifrable.

—Entonces, ¿ella te gusta?

—No.

—Entonces supongo que debería hacer mejor uso del poco tiempo
que podría tener en Castlemoor para hacer que ustedes dos…

Gareth interrumpió la cadena de tonterías que estaba saliendo


fuera de su boca con un beso. Podría ser considerado menos que
apropiado para aquellos que vivían en la sociedad educada, pero para
Gareth era la única manera de poner punto final a sus planes de
casarlo con Charlotte y decirle lo mucho que pensaba en ella.

~*~

Jane no podía alejar sus labios de los de Gareth más de lo que


podía pellizcarse para asegurarse de que no estaba soñando. No debería
estar besándolo, pero tampoco podía detenerse.

Su beso era suave. Dulce. Amable. Perfecto.

—¿Entiendes ahora? —dijo con voz áspera.


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La mano enguantada de Jane voló a sus labios.


Página

—No puedo.
—¿No puedes? —Sus oscuros ojos verdes examinaron su rostro—.
Jane, no entiendes que te quiero a ti —dijo con voz ronca—. No a
Charlotte. A ti.

—Pero, ¿por qué? —Lágrimas calientes y amargas se formaron en


sus ojos. Eso no podía ser. Ella era… era… inadecuada para ser esposa
y más seguramente para alguien que sería condesa.

—¿Por qué no? —la cuestionó.

—¿Debo decirlo? —gritó, apretando sus manos en dos puños—.


Soy inadecu…

La interrumpió con otro beso. Esta vez fue más fuerte y más
exigente. Sus labios eran suaves, pero aun así firmes mientras
presionaban contra los de ella… luego los abrían para entrelazarse con
los de ella.

Instintivamente, ella agarró las solapas de su abrigo, no queriendo


que el momento terminara nunca. Las manos de él cubrieron las suyas
y retrocedió, su respiración pesada y dificultosa. Le apretó las manos.

—¿Ves? Te sientes de la misma manera.

Lástima y vergüenza deberían haber llegado a ella ante sus


palabras, pero ninguna lo hizo.

—Sí —expiró. Su corazón se encogió dolorosamente e intentó


apartar sus manos de él—. Pero nunca puede ser.

Él apretó el agarre en sus manos, pero no dolorosamente.

—Sí, puede ser. —Sin darle tiempo para que discutiera, presionó
sus labios contra los de ella de nuevo, robándole cada gramo de reserva
y resolución que le quedaba.

El tranquilo e inconfundible ejem proveniente desde detrás de Jane


los alejó a ambos de su niebla.

Gareth se apartó lentamente de ella para observar a su intruso.


Jane mantuvo la mirada fija en Gareth, demasiado mortificada para ver
quién los había descubierto.

Silencio —ese tipo lleno de demasiada tensión como para hacer


que uno tenga la necesidad de jadear por aire—, los engulló a todos por
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lo que parecieron horas, pero solo podían haber pasado diez segundos.
Página

Entonces, Gareth rompió el silencio.


—¿Le gustaría ofrecernos sus felicitaciones a mi prometida y a mí
ahora o en Castlemoor?

82
Página
Capítulo 10
unca, en toda su vida, Jane había escuchado a Michael

N gritar tanto y utilizar un lenguaje tan deplorable.

Por otra parte, solo se había topado con su mejor amigo


besando como loco a su hermana, por lo que tal vez un poco de
indulgencia era permitida. Seguramente, si esto continuaba, él perdería
su voz o todos los demás en el carruaje perderían su audición. No se
podía decir cuál sería la preferencia de todos. Jane se sentía mal por
Charlotte y la señora Fairchilde, sin embargo, no habían hecho nada
para merecer ser testigos de la ira de Michael.

—¿Qué demonios sucede contigo Worthe? —rugió Michael una vez


más.

—No hay nada malo en mí. —Gareth sostuvo la mirada de


Michael—. Y no hay nada malo en Jane, tampoco.

Un silencio cayó sobre el carruaje.

—Nunca dije que lo hubiera —espetó Michael, con la mandíbula


apretada.

—¿No lo hiciste? —Gareth ladeó la cabeza hacia un lado—. Tal vez


no con tantas palabras.

A su lado, Michael se puso rígido.

—Yo nunca…

—Entonces, ¿por qué no quieres que vaya a Londres?

Una vez más, el silencio.

—Nadie te está culpando por querer proteger a tu hermana,


Holbrook —dijo Gareth finalmente—. Pero, ¿por qué no dejar que
alguien la ame si así lo desea?
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—¿Amar? —Michael se atragantó con dureza, poniendo fin a


Página

cualquier apariencia de cálidos sentimientos en las palabras más


importantes de lo que dijo Gareth.
—Si puede ocurrir, entonces ¿por qué negarlo?

La mirada de Jane se precipitó entre los dos. ¿Gareth la amaba?


Estaba muy atraído por ella, su beso se lo decía fuertemente, pero,
¿amor?

Michael soltó un bufido.

—¿Quieres que me crea que en los últimos dos días te has


enamorado locamente de mi hermana?

—Estoy seguro de que la ocurrencia más inusual que ha sucedido


en tu vida —se permitió decir Gareth. Su respuesta no confirmó ni negó
la acusación de Michael, dejando así más inestable a Jane. ¿El maldito
hombre la amaba o simplemente era lujuria lo que sentía por ella?
¿Importaba…?

—Muy bien, entonces, cásate con ella —dijo Michael, efectivamente


poniendo fin a todo lo que giraba alrededor de la cabeza de Jane. Apretó
los puños y sus fosas nasales—. Pasado mañana. Iremos a Londres por
una licencia especial.

Todos los ojos se dirigieron a Gareth y él encontró la mirada de


Jane.

—No. —Su frío tono hizo que un escalofrío recorriera la espalda de


Jane y le sostuvo la mirada—. Esta es elección suya, no tuya.

—¿Su elección? —repitió Michael, la incredulidad unida a su


tono—. No creo que tenga mucha elección ahora.

—Sí la tiene y está en ella el tomarla.

La sangre retumbó en los oídos de Jane, bloqueando lo que


cualquier otra persona en el carruaje pudiera haber dicho en respuesta.
Sus palabras, aunque no una proposición perfecta, eran para ella.

Tambaleándose por su propia emoción, Jane no se dio cuenta que


todo el mundo la estaba mirando, presumiblemente por una respuesta.
Vaciló. Quería decir que sí, pero no frente a todos. Sería mucho más
romántico, para ella de todos modos, si estaban solos y fueran a
compartir un beso de celebración después de su aceptación.

Lo cual fue exactamente lo que pasó cuando llegaron de regreso a


Castlemoor.
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Página

—¿Te gustaría una boda grande? —le preguntó Gareth entre besos.
Jane le dio un beso en los labios.

—No. Me gusta la idea de una licencia especial.

Gareth gimió y capturó sus labios en otro beso.

—Será mejor que nos detengamos —dijo con voz áspera,


alejándose—. ¿Nos iremos mañana a Londres?

Ella sonrió. Eso sonaba como un plan perfecto para ella.

85
Página
Capítulo 11
Tres días después

i Gareth había pensado antes que su atracción hacia Jane

S era más fuerte de lo que podía pelear, era una fuerza


equivalente a la gravedad después de estar tres días en su,
casi, constante presencia.

Afortunadamente, solamente una corta boda se interponía entre él


y su derecho a aclamarla como suya. Por supuesto que no era tan
canalla como para precipitarse sobre ella en el dormitorio más cercano
tan pronto como ella hubiera repetido sus votos. Podría esperar los
treinta minutos que llevaba llegar a su casa desde la del arzobispo. Pero
hasta ahí llegaba su paciencia. Era un hombre después de todo. Un
hombre que se estaba casando con una atractiva señorita. Se removió
en su asiento para esconder su reacción a pensamientos tan deliciosos
y apretó las manos de Jane.

Esta era la boda más inusual, sin duda. Flanqueando a cada lado
de Jane estaban una sonriente Charlotte y un Holbrook con rostro de
piedra juntando sus manos y apretando los dientes.

Gareth se sentó frente a Jane y sus dos hermanas menores,


Daphne y Olive, junto con Jemma que estaba sentada a su lado.

—Repita después de mí —entonó el arzobispo—. Yo, Gareth


Lambert, conde de Worthe…

Gareth repitió las palabras del arzobispo con un poco de grava en


su garganta y esperó pacientemente a que Jane hiciera lo mismo para
poder besarla de nuevo. No le había robado ninguno en todo el día y sus
labios la anhelaban de una manera que nunca hubiera imaginado.

—… marido y mujer. Puede…

Los labios de Gareth estaban rozando los de Jane antes de que el


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hombre pudiera terminar y no le importó. Dudaba que a ella le


Página

importara.
¿En cuanto a las otras personas en la habitación? No le importaba
lo que a ninguno de ellos le importara.

—Felicidades, Worthe —dijo Holbrook, su tono y su rostro aún a la


defensiva.

—Gracias. —Gareth hizo un gesto rígido hacia su amigo. Se había


hecho bastante evidente que Holbrook no estaba demasiado contento
con la pareja. Nuevamente, a Gareth no le importaba. Eso no era cierto.
Le importaba perder a un amigo, pero seguramente Holbrook cambiaría
de opinión cuando viera lo feliz que era Jane. Su corazón golpeó en su
pecho. Él sería el responsable de su futura felicidad.

Su risita de niña flotó en sus oídos. Ella era feliz; y era gracias a él.

Sonriendo como el tonto perdidamente enamorado que era, se


sentó y escuchó mientras Jemma y las hermanas de Jane se
alborotaban sobre ella. Echando un vistazo a los amplios ojos de
Holbrook, Gareth le lanzó una sonrisa. La expresión facial de Holbrook
se mantuvo igual. ¿Estaba preocupado de que Gareth solo pretendiera
utilizar a Jane? Era una preocupación razonable, permitió. La mayoría
no la verían por quien realmente era y la tratarían bien. Pero Gareth no
era la mayoría.

—¿Está lista para ver su nuevo hogar, Lady Worthe? —le preguntó
cuando ya no podía tolerar la mirada penetrante de Holbrook.

—Por supuesto —dijo Jane con una sonrisa cegadora.

Sus hermanas y Jemma rieron de emoción.

Holbrook gruñó.

Gareth lo ignoró y guió a Jane hacia la puerta principal.

Ambos le agradecieron al arzobispo por su tiempo y luego, siendo


el novio obediente que era, Gareth tomó en sus brazos a Jane desde su
silla y la llevó por las escaleras de piedra hacia su carruaje. Había
deseado tan desesperadamente ser quien la llevara dentro del carruaje,
pero aún no había sido su esposo e incluso él era lo suficientemente
prudente como para no insistir. No lo hacía.

El trayecto hacia su casa fue una insoportable agonía que esperó


nunca tener que volver a sufrir.
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Al igual que la espera antes de ser autorizado a entrar en la


Página

habitación de su nueva novia. Por desgracia, un hombre solo podía


esperar un largo rato y el silencio de muerte que podía escuchar de su
habitación lo preocupó.

—¿Jane? —susurró, entrando en su habitación. Cerró la puerta


detrás de él y se quedó clavado en el suelo. Estaba sentada en su silla,
aún completamente vestida y con su labio inferior tembloroso—.
¿Sucede algo?

—No —se apresuró a decir Jane al mismo tiempo que Maggie, una
de sus criadas mayores y menos delicadas, decía:

—Se niega a aceptar mi ayuda, mi señor.

Otra mujer que Gareth no reconoció, pero supuso que era Thea, la
criada que Jane había compartido con Charlotte mientras vivía con
Holbrook, estaba intentando decir algo a modo de explicación, pero la
expresión nerviosa de Jane lo decía todo: se sentía incómoda con
Maggie.

—Ambas se retiran —dijo Gareth.

—Pero Lady Worthe necesita mi ayuda —dijo Thea, con pánico


llenando su voz—. Quizás ambas podríamos…

—Tonterías. Me aseguraré de que sea cuidada esta noche. —Tomó


la mano fría de Jane—. Y cada noche.

Y con eso, dos criadas con los ojos abiertos y se atrevió a adivinar
que escandalizadas, se retiraron.

Gareth cayó de rodillas.

—No sé mucho acerca de las prendas de las damas —admitió antes


de robarle un beso. Envolvió sus brazos alrededor de ella y comenzó a
desabrochar la parte de atrás de su vestido—. Envuelve tus brazos
alrededor de mi cuello.

Jane lo hizo.

Gareth deslizó sus manos hacia sus caderas.

—¿Podemos ponernos de pie por un minuto? Seré tu apoyo si tan


solo me abrazas.

~*~
88

Jane podía hacer eso. Podía hacerlo toda la noche si no creyera


Página

que sus piernas se cansarían y sería un peso muerto.


Envolvió sus brazos alrededor de su cuello y se pusieron de pie
juntos.

Sus manos fueron a su espalda y aflojaron su vestido y se


quedaron allí. Nunca antes se había sentido tan segura y a salvo
mientras se desvestía. Se empujó con audacia contra él.

Si su gemido era una indicación, no se vio afectado por su


descarado movimiento.

Gareth envolvió su brazo izquierdo alrededor de su cintura y agarró


la tela abierta junto a su hombro izquierdo con su mano derecha.

—Te tengo —murmuró contra su cabello.

Entendiendo el significado, soltó su brazo izquierdo y dejó que


deslizara su vestido por su brazo. Nunca antes había estado tan
confiada con otra persona y, aun así, no tenía dificultades con él. Sabía
que él nunca la lastimaría o avergonzaría intencionalmente.

Cuando liberó su brazo izquierdo, cambiaron de posiciones para


que pudiera hacer lo mismo con el otro lado.

Entonces el vestido, corsé y enaguas cayeron al suelo con un zas,


cubriendo sus calcetines con un montón de tela voluminosa y dejando
el resto de su figura cubierta con una simple camisola.

—No estés nerviosa —dijo Gareth como si pudiera leerle la mente.


La levantó y la llevó a la cama.

La modestia exigía que ella se deslizara debajo de las sábanas o al


menos tomara una almohada para colocar delante de ella. Pero al diablo
con la modestia, estaba demasiado intrigada ante la vista que se
desarrollaba delante de ella como para siquiera pensar en cubrirse.

Sin prestar atención a la mirada desvergonzada de Jane, Gareth


siguió desvistiéndose como si hubiera un pequeño ejército de hormigas
arrastrándose —y mordiendo—, su piel. El abrigo azul fue lanzado al
suelo. El chaleco amarillo se deslizó y se unió al abrigo. El nudo de su
corbata fue deshecho en menos de un segundo y el trozo de tela fue
enviado al suelo. Su camisa blanca fue arrancada y rápidamente se
unió al montón. Lento pero en un minuto, Gareth se inclinó hacia
adelante y desató sus botas, favoreciendo a Jane con la amplia
extensión de su espalda. Clop, clop. Sus botas estuvieron fuera y fueron
89

desechadas descuidadamente a unos pocos metros del resto de su ropa,


Página

seguido de sus calcetines. Se enderezó y alcanzó los botones de sus


pantalones, luego se detuvo.
—¿Esto está bien o preferirías que apague las velas? —La tensión
en su voz la hubiera hecho reír o por lo menos sonreír si su lengua no
estuviera tan pesada por el deseo en los últimos treinta segundos.

—Estoy bien. —Tragó saliva—. Pero solo si tú lo estás.

Gareth la barrió con una mirada.

—Creo que estaré más que bien en unos minutos. —Entonces, sin
decir otra palabra, desabrochó sus pantalones y dejó que cayeran,
revelando todo frente a ella. Salió de ellos y se dirigió a la cama.

El colchón de plumas se hundió bajo su peso. Jane tomó eso como


un estímulo para rodar más cerca de él.

—Eres tan hermosa. —Gareth rozó su hombro con su mano y


luego hacia un costado—. ¿Lo sabías?

Ella juntó sus labios e inclinó un lado hacia arriba. Sabía que no
era hermosa; no tenía que mentirle.

—No me mires así. —Acarició su mejilla con la punta de sus


dedos—. Lo eres. De la cabeza —Dirigió sus dedos hacia abajo—, a los
pies.

—Ni siquiera puedes ver mis pies —bromeó, haciendo un


espectáculo al tratar de mirar hacia abajo hacia sus pies con calcetines.

—Ah, un hecho que debería rectificar inmediatamente. —Se


arrodilló y comenzó a dirigirse hacia abajo.

Pánico creció dentro de Jane.

—Por favor, no lo hagas. —Le ordenó a sus piernas que se


quedaran rígidas, como si eso evitaría que le sacara los calcetines—. No
tenía intención de que…

—¿Viera cada centímetro de ti? —Le lanzó una mirada maliciosa—.


Esa es mi intención y no haría nada que te resistas. —Colocó un beso
caliente y ardiente sobre el pedazo de piel justo por encima de la parte
superior de su media y por debajo del dobladillo de la camisola.

—Pero mis… mis… —escupió, insegura de cómo explicarle su


mayor inseguridad.
90

—Son perfectos —le proporcionó, corriendo las palmas de sus


manos sobre sus pantorrillas. Algo en el tono de su voz y la intensa
Página

expresión de su rostro le dio a Jane la mayor sensación de paz que


hubiera tenido alguna vez. Él quería decir lo que había dicho. Enganchó
sus dedos debajo de la parte superior de ambas medias—. ¿Puedo?

Tragando saliva, asintió.

—Sí. —Mil pensamientos pasaron por su mente, pero ninguno era


la preocupación de que se estremeciera o gruñera cuando viera sus
piernas marchitas. Puede que no hubiera dicho las palabras, pero sus
acciones lo gritaban: la amaba.

Gareth tomó gran cuidado y lentitud al bajar sus medias. Luego


pasó sus cálidas manos sobre sus piernas desnudas.

—Justo como pensé: perfecta.

Lágrimas de alegría brotaron de sus ojos y no ofreció ninguna


protesta cuando agarró el dobladillo de su camisola y se la sacó,
dejándola tan desnuda como él.

—Perfecta y hermosa —dijo Gareth, apreciándola con la mirada.


Bajó sus labios a su rostro y besó su mejilla manchada de lágrimas y su
mandíbula, luego cubrió su boca con la suya.

Sin contener nada, Jane echó sus brazos alrededor de su cuello e


igualó su beso apasionado y se deleitó con cada beso y caricia que
Gareth derramaba sobre ella hasta que estuvo flotando en euforia,
traída a la tierra solamente cuando Gareth bajó sus labios cerca de su
oído y susurró:

—Te amo, Jane.

—También te amo, Gareth —exhaló, trazando patrones perezosos


en su espalda.

Él rodo a un lado y usó su dedo índice para inclinar su barbilla


hacia él.

—¿En serio?

—Claro que sí. —Ella agarró las mantas y cubrió sus cuerpos
saciados—. ¿Alguna vez hubo alguna duda?

Él empujó su labio inferior un poco hacia fuera.

—Quizás un poco.
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Jane sacudió su cabeza.


Página

—¿Alguna vez deja de pescar elogios, Lord Worthe?


—¿De ti? —Le dio ese exagerado ceño de nuevo—. Nunca.

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Página
Epílogo
Al día siguiente

ane nunca había tenido una noche de tan poco sueño, pero

J no era de las que se quejaba cuando su estado sin sueño


había sido interrumpido por tan placenteras actividades. Se
sonrojó. Gareth había hecho un muy buen uso de su cama matrimonial
en su noche de bodas… y a la mañana siguiente. Su cara se calentó
más.

—El matrimonio te sienta bien, Jane —dijo Michael desde la puerta


abierta del salón.

Jane se habría sonrojado de nuevo si toda su sangre no estuviera


ya en su rostro.

—Gareth fue a hablar con su mayordomo, regresará en un minuto.

Michael lo descartó.

—No vine a hablar con Worthe. —Se sentó en la silla más cercana
a ella—. Vine a verte a ti.

—¿En serio?

—Pareces sorprendida —comentó él, deslizando una mano por su


cabello. Sus labios se apretaron—. Solo quería lo mejor para ti. —Tragó
audiblemente—. Protegerte.

Instintivamente, ella se estiró y le palmeó el brazo.

—Lo sé.

Él dejó salir un largo suspiro.

—Lo siento.

—¿Por qué?
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—Por ser tan mezquino con Worthe. —Michael se mordió el labio y


Página

bajó sus pestañas—. Y por ser tan autoritario y protector todos estos
años. Creo que cuando llegué a casa y te vi sin vida en esa cama en
Navidad cuando fui a visitarte días después de tu accidente, pasé de
hermano fastidioso a fuerte protector. Cuando regresé y te vi en tu
silla… —Se encogió de hombros—. Para mí, todavía te veo en esa cama.
Necesitando a alguien que te cuide y te proteja todo el tiempo.

Jane no sabía qué pensar por su admisión. Mucho tenía sentido en


lo que concernía al cómo la había tratado él y como se preocupaba por
ella.

—Sé que no necesitas tanta protección como pensé, pero si es


así…—Él sonrió—, Worthe es tan bueno como puede ser.

—¿Mejor que tú? —bromeó ella.

—De hecho, sí —accedió él solemnemente—. Vio lo que yo no


puede. —Su sonrisa regresó—. Y me alegra eso.

—También yo —dijo Gareth, entrando a la habitación. Se sentó en


el sofá junto a Jane y tomó su mano en la suya—. ¿Puedo asumir que
esta es tu bendición?

Michael asintió.

—¿Me puedo atrever a preguntar qué te persuadió a encontrar el


sentido común? —preguntó Gareth, no cruelmente.

—Las mujeres —dijo Michael, frunciendo el ceño—. Debería retarte


a un duelo, lo sabes.

—¿Por qué razón? —preguntó Jane.

—Te tomó y me dejó con su prima, la Sra. Fairchilde. —Su amarga


mirada hizo reír a Jane—. Esa condenada mujer es audaz, Worthe.

Gareth rio entre dientes.

—Te hizo ver las cosas, ¿no es así?

—Supongo —permitió Michael. Se puso de pie y se puso de nuevo


el sombrero en la cabeza—. Cuida de ella, Worthe.

—Es todo un placer. —Dejó caer un beso en los labios de Jane—.


Ahora y siempre.
94

Fin
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