Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Rivales en Dallas - Marcia DM
Rivales en Dallas - Marcia DM
HERMANOS WALKER #3
MARCIA DM
Rivales en Dallas © 2022 por Marcia DM
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio
electrónico o mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de
información, sin el permiso por escrito del autor, excepto para el uso de breves citas en una
reseña de un libro.
A las chicas del grupo de Facebook, gracias.
ÍNDICE
1. Oliver
2. Cala
3. Oliver
4. Cala
5. Oliver
6. Cala
7. Oliver
8. Cala
9. Oliver
10. Cala
11. Oliver
12. Cala
13. Oliver
14. Cala
15. Oliver
16. Cala
17. Oliver
18. Cala
19. Oliver
20. Cala
21. Oliver
Pasado
22. Cala
23. Oliver
24. Cala
25. Oliver
26. Cala
27. Oliver
28. Cala
29. Oliver
Epílogo
Adelanto San Francisco Inesperado
Agradecimientos
Acerca del Autor
Otras Obras de Marcia DM
SINOPSIS
OLIVER
P or la forma en que Eliza golpea mi puerta, puedo darme cuenta que algo
está mal.
–¡Oliver! –su voz afligida con emergencia.
Aparto las sábanas de mí con manos urgentes y salgo corriendo de la
cama. Todavía es noche cerrada. Escucho truenos y una lluvia violenta
golpea contra las ventanas de mi rancho. Abro las puertas dobles y encuentro
a mi ama de llaves, con sus ropas mojadas, su cara sin maquillaje, sus ojos
rojos.
–¡Oliver! ¡Es Lucien! ¡Los caballos!
Sin preguntar qué demonios ocurre, paso de largo y me echo a correr
hasta la puerta trasera.
Lucien es mi capataz, un hombre de unos sesenta años a quien llamo
amigo y eso es un título que no concedo libremente. Trabajamos juntos en mi
rancho desde hace cinco años y vive en su pequeña casa dentro de mi terreno,
una que construí exclusivamente para él.
Mis botas con barro seco y resquebrajado están al lado de la puerta, listas
para que las use, también mi Land Rover verde militar, que está aparcado a
algunos metros lejos de la casa.
Corro bajo la lluvia con una linterna en la mano, entro al todoterreno y
salgo pitando hacia su casa. Los limpiaparabrisas del todoterreno apenas
logran seguirle el ritmo a esta lluvia torrencial, las luces delanteras iluminan
los primeros metros delante de mí, pero nada más.
La noche es oscura como una boca de lobo.
De golpe, los caballos se cruzan por mi camino en pánico absoluto, (estas
criaturas no se llevan bien con los truenos o cualquier cosa demasiado
ruidosa).
No deberían estar sueltos.
Detengo el vehículo inmediatamente y puedo ver gracias a las luces
delanteras del coche un cuerpo tirado en el suelo en medio de la oscuridad.
–¿Qué demonios?
Mis piernas arden mientras corro hacia mi capataz, esquivando a los
caballos que corren frenéticamente y sin rumbo a mi alrededor.
–¡Lucien! –grito cuando hinco las rodillas a su lado, el barro hace que me
hunda en el suelo.
Apoyo mis dedos en su cuello, el latido es apenas perceptible, pero está
allí.
Gemidos de dolor salen de su garganta. En su rostro y en su cuerpo puedo
ver las marcas de las pisadas de los caballos.
–¡Maldición!
Cargo el peso muerto de mi capataz sobre mi hombro, el agua casi no me
deja ver cuando camino por la noche y menos con esta lluvia torrencial, pero
logro acostarlo en los asientos traseros del todoterreno.
Inmediatamente me subo y salgo directo al hospital más cercano.
—¡L UCIEN Saint-Clair! ¡Soy su hija!
Escucho a alguien gritar en la recepción.
Me levanto automáticamente del incómodo asiento del hospital y voy en
busca de esa voz aterrada. Giro en una esquina y donde está la recepción
encuentro una mujer pequeña en sus veintes, está mirando a la recepcionista
con ojos desesperados, mientras la misma se toma todo su tiempo en buscar
el nombre en el ordenador.
Su cabello es negro como los cuervos de mi campo, largo hasta la cintura,
su piel color oliva. Puedo ver los genes de Lucien en ella.
—¿Señor Walker? –Una voz mayor llama detrás mío.
Tanto la hija de Lucien, como yo, volteamos.
—Señora Saint-Clair —Su esposa—. Está en cirugía —Mi voz suena
acelerada y preocupada.
Según mis hermanos mi voz suena tranquila y pausada todo el maldito
tiempo.
—Oh, Dios mío —La mujer parece que está a punto de desmayarse.
Antes de que pueda asistirla, su hija está a su lado para darle consuelo.
Por un segundo sus ojos me miran con curiosidad, son negros, tan oscuros
que no se distinguen de la pupila.
Señalo el camino de la sala de espera, donde estaba sentado con
anterioridad. Las dos me siguen en silencio y se sientan frente a mí.
No sé mucho de la familia de Lucien, solo sé que su esposa tiene una
enfermedad autoinmune que la impide tener una vida normal, por eso, mi
capataz tomó el trabajo que le ofrecí hace cinco años, yo pagaba bien y él
necesitaba el dinero. Solo estaba en su casa de lunes a viernes, los fines de
semana solía ir a visitar a su familia en Waco.
—Mamá, tranquila. —susurra su hija mientras le da pañuelos de papel a
su madre.
Apoyo mis codos sobre las rodillas mientras observo su interacción. Las
miro con tensión, porque lo que vi no era bonito y no creo que las noticias
sean buenas. Viendo a su esposa y su reacción, realmente me preocupa cómo
pueda reaccionar ante el desarrollo de la operación.
—¿Qué ocurrió? —pregunta la señora Saint-Clair.
—No estoy seguro, pero los caballos se soltaron con la tormenta, creo que
Lucien intentó guardarlos, pero en la oscuridad de la noche se lo llevaron por
delante.
—Dios mío…
La hija ahora me mira como si quisiera matarme.
Trago saliva con nerviosismo.
—¿Hace cuánto que está en la sala de operaciones? —Escucho su voz por
primera vez, tiene un tono muy similar a su madre, habla mucho más rápido
de lo que esperaba, pero asumo que son los nervios.
—Catorce horas.
Ella asiente, pero no agrega una sola palabra, ni hace más preguntas, en
cambio, sus ojos vagan por el hospital. Dudo que esté observando todo, más
bien está pensando frenéticamente. Probablemente imaginando diferentes
escenarios donde los resultados de esta operación sean nefastos o poco
alentadores.
Lo sé, porque mi rostro tiene la misma expresión.
Cinco horas después, un médico sale de la sala y busca entre las personas
que están allí.
Los tres nos levantamos rápidamente.
—¿Señora Saint-Clair? —pregunta el médico.
—Sí, sí, soy yo. —responde moviendo su pañuelo con nerviosismo entre
las manos.
—Bueno —dice el hombre de pelo marrón y uniforme mientras mira una
hoja–, Lucien está vivo, esa es la buena noticia.
—¡Oh! ¡Gracias Dios mío que estás en el cielo! —grita la señora.
Definitivamente es una señora muy nerviosa.
—¿Y la mala? –pregunta su hija.
El doctor exhala aire antes de responder, sus labios apretados y tensos.
Aquí viene la mala noticia.
—La mala es que lamentablemente la médula espinal está comprometida.
—¿Qué es eso? ¿Qué significa? –pregunta la señora absolutamente
confundida. Mira a su hija, esperando tener alguna respuesta, lo cual es
extraño porque el médico debería ser su base de información.
Pero entiendo que tiene mucho estrés, las dos lo tienen, por eso respondo
yo:
—Parálisis. —Mis brazos cruzados sobre el pecho, mis ojos concentrados
en la mirada afirmativa del doctor.
Las dos me miran con la boca abierta.
El hombre asiente.
—¡Hija! —lloriquea— ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a afrontar
esto?
—No te preocupes mamá, lo solucionaremos. —responde su hija,
mientras acaricia su espalda.
Yo retrocedo unos pasos, para darles intimidad, pero también para
recuperar el aliento. Mis manos están sobre mi rostro y froto mis dedos con
fuerza por mis ojos.
No puedo creerlo.
Una culpa pesada y oscura cae sobre mis hombros, mientras escucho a las
dos perder la cabeza.
¿Esto es mi culpa? ¿Soy el responsable? Porque así se siente. Lucien, mi
amigo y confidente, la figura paterna más fuerte que tuve en mi vida, estará
postrado de por vida porque quería cuidar de mis caballos. Caballos que ni
siquiera son de carreras, son simples caballos que adopté.
De golpe el aire desaparece de mis pulmones y por más que respire con
fuerza, el oxígeno no entra.
Necesito estar afuera.
Necesito cielo abierto y estrellas.
Necesito salir de aquí.
Dando tumbos, llego al ascensor y presiono el botón reiteradas veces para
que me lleve a la planta baja.
–Vamos…vamos… –gruño mientras el aparato baja lo más rápido que
puede.
En cuanto abre sus puertas de metal, camino con pasos largos a la puerta
y cuando salgo a la acera, al fin puedo tomar aire profundamente.
Inhalo en cuatro.
Retengo en dos.
Exhalo en cuatro.
Repito eso al menos cuatro veces, hasta que siento mis pulmones limpios.
Mis manos sosteniéndome de las piernas, mi espalda encorvada, mis ojos
fijos en el suelo mojado mientras siento el mundo sobre mis hombros.
Todavía respiro con dificultad, pero la presión del pecho casi ha
desaparecido.
—¿Mejor? —pregunta alguien detrás de mí.
Busco el origen de la voz y veo a la señorita Saint-Clair parada al lado de
la puerta. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho, sus ojos hinchados y
rojos por las lágrimas que derramó, su mirada vulnerable le hace cosas
extrañas a mi estómago...
Mi cuerpo se yergue e inmediatamente bloqueo cualquier demostración
de estrés. Carraspeo mi garganta para acomodar mi voz y mis ojos se vuelven
fríos de vuelta.
—Sí –¿No debería estar con su madre? ¿Qué demonios hace aquí?—.
¿Necesita algo señorita Saint-Clair?
Lee entre líneas niña, vete de aquí.
—Sí, bueno…, necesito pedirle un favor. —Puedo ver que tiembla en el
frío y sus dientes rechinan.
No tengo nada para darle, es más, estoy en pijama delante de una
desconocida.
—No se preocupe por los gastos del hospital, ya me encargué de eso.
—Vete, aléjate de mí.
—Oh no, no era eso, aunque… gracias, no era su responsabilidad.
—Si lo era. —agrego con dureza— ¿Qué necesita?
Detesto las conversaciones innecesarias.
—Yo… me gustaría…
—No tengo todo el día señorita Saint-Clair, vaya al grano. —Mis ojos
severos miran hacia abajo, ella se ve pequeña a mi lado, joven incluso y yo
no soy un viejo.
—Me gustaría que me considere como reemplazo de mi padre.
¿Qué?
¿Está loca? Una mujer no puede hacerse cargo de mi rancho.
—De ninguna manera.
Sus ojos negros me miran con pena y tengo que alejar la mirada porque
me incomodan.
—Señor Walker, mi madre no puede trabajar, mi padre va a estar
postrado de por vida, tengo que mantener a la familia de alguna manera.
Chisto por lo bajo y comienzo a caminar sin sentido por la acera mojada.
—¿Usted no estudiaba algo? —En mi cerebro busco razones, busco
deshacerme de ella— ¿O trabajaba? no debería abandonar una carrera a esta
altura.
—Sí, pero estoy dispuesta a dejar todo y comenzar a trabajar en su
rancho, si usted me lo permite.
—Dije no Señorita Saint-Clair, ¿no fui claro acaso?
Ella da un paso más cerca, yo la observo como si su sola presencia fuese
aberrante, no puedo evitarlo, no quiero gente cerca mío.
—Prometo dar todo de mí.
—No, si el dinero es el problema aquí, no se preocupe, yo me haré cargo
de que no les falte nada.
—Señor Walker, usted conoce muy bien a mi padre, nunca aceptaría
dinero de caridad, necesito dar el paso adelante, hacerme cargo de ellos.
Maldición.
—¿Tiene experiencia?
—No, pero…
—Entonces no hay nada más que hablar, ahora si me disculpa, voy a ver a
su padre. —paso a su lado, dejando una estela de ira detrás y camino al
ascensor más cercano.
¿Quién se ofrece a trabajar en un rancho cuando no tiene experiencia?
Está completamente fuera de lugar esta mujer.
Cuando las puertas se abren, la enfermera me lleva a la habitación de
Lucien, mi amigo está postrado en una cama, debilitado y dolorido. Su mujer
está a su lado, sosteniendo su mano.
Mis ojos rondan por sus manos entrelazadas, por un segundo me pregunto
qué se sentirá tener a alguien a tu lado cuando te sientes así.
¿Será diferente? ¿O al fin y al cabo te sientes solo igual?
—Oliver… —gime Lucien mirando hacia la puerta.
Camino hasta mi capataz y lo observo con ojos angustiados.
—¿Por qué fuiste a buscarlos? ¿Por qué no me llamaste? —Las preguntas
que rondaban por mi cabeza todas estas horas de espera.
—N-no pen… pensé que habían escapado to-dos.
Puedo ver que siente dolor solo por hablar.
—Shh, está bien, no hables, puedo gritarte cuando te sientas mejor.
El hombre sonríe con pena, pero mueve su cabeza de un lado a otro.
—Necesito… un favor.
¿Otra vez?
Sostengo su mano con fuerza.
—Lo que sea Lucien. —susurro.
—Dale u-una oportunidad, ella… ella es muy capaz.
Tomo aire y suelto todo de golpe.
Maldición.
—No va a poder con todo, es mucho trabajo. —insisto.
Su mujer me mira con ojos apenados pero expectantes, la presión
comienza a subir por mi pecho, hasta mi garganta.
Lucien asiente moviendo su cabeza con lentitud.
—Te sorprenderá, créeme…
El matrimonio espera por mi respuesta.
Tengo la mala fama de ser desalmado, cruel por momentos, puede que
sea verdad ahora mismo, pero ver el desamparo en esta pareja adulta hace que
mi corazón comience a estrujarse poco a poco.
Esto es un error.
No lo hagas, solo traerá problemas.
Tendrás que trabajar el doble y no tienes tiempo para eso, tienes una
empresa que sacar adelante.
Joder.
Asiento.
—Está bien, pero tú tienes que enseñarle todo.
El viejo Lucien sonríe.
—No te preocupes por nada, no vas a enterarte de que no estoy ahí.
Me río con amargura.
—Lo dudo, viejo amigo, lo dudo muchísimo.
2
CALA
OLIVER
CALA
OLIVER
CALA
OLIVER
Oliver : Sí.
Mi hermano menor (por un año) no sabe por qué las tengo, nunca
preguntó más de lo que yo quise responder. Sé que se preocupa, pero créeme,
si supiese lo que me pasa, él tampoco podría dormir.
Killian: ¿Cuándo vas a hacer algo al respecto?
—Sé que estáis hablando por detrás, estúpidos, ¿Por qué no me decís qué
os parece en vez de hacerme perder el tiempo? —Silas está enfadado.
Kill se ríe y deja el móvil sobre su escritorio.
—No te enfades Silas, no estábamos hablando de tu idea.
—Me enfado porque podría estar con mi mujer y mi hijo en casa y estoy
en videoconferencia con vosotros, parecéis adolescentes con el maldito
móvil. —gruñe.
Luca sonríe, pero no dice nada, mi segundo hermano mayor, desde que se
casó hace dos años, sonríe más a menudo y me alegro muchísimo por él.
—Imagínate cuando Julián esté mirando el móvil durante la cena —
Agrega Kill solo para molestarlo—, ¿Qué harías en ese momento?
Silas resopla largamente, visualizando eso en el futuro. Mi sobrino Julián
tiene cuatro años ya y parece que tiene el carácter del padre.
—Probablemente lo castigue hasta que tenga veinte.
Kill ríe como suele hacer siempre, una carcajada explosiva…, una que me
recuerda a alguien ahora.
Alguien que me irrita muchísimo, la intrusa de mi pequeño universo.
—¿Recuerdas cuando te pasabas toda la cena escribiéndote con Lauren?
—Le recuerda Luca, poniéndose de alguna manera, del lado del sobrino.
—Eso es diferente —responde Silas, luce exasperado—, fue una vez y
porque ella… —Deja de hablar y sonríe.
—Está bien, está bien —dice Kill—, no queremos que relates ese
recuerdo que acaba de pasar por tu cabeza.
—Tienes razón —digo mirando el reloj, ya es la hora de volver y
realmente necesito dormir hoy—, ¿Por qué no votamos y terminamos con
esto?
Hace varias semanas que las pesadillas me asaltan una vez que cierro los
ojos y después no puedo dormir, a veces la única solución es dormir una
siesta a los pies de la laguna, pero la señorita Saint-Clair está dando vueltas
constantemente y no puedo dormir si está ella allí, tarareando canciones que
escucha en sus auriculares o hablándole a cualquier ser viviente de mi rancho.
Menos a mí, claro.
Así no se puede vivir.
—Alguien tiene prisa por volver a su rancho… —dice Kill con una
sonrisa pícara en su rostro— Me pregunto quién te estará esperando…
Mis dos hermanos mayores de golpe parecen estar muy atentos.
—Killian, termina con esto. —refunfuño, no sé qué busca.
—¡Quién!, ¡Quién! —Silas canta, golpeando su puño rítmicamente sobre
su escritorio.
—¡Nadie!, Dios, parecéis viejas de barrio buscando el chisme.
—Killian, dinos. —Exige Silas.
Killian me mira por la cámara y sonríe, teniendo compasión por mí.
—Nadie, solo quería molestarlo. —Pero su mirada dice que hay algo más,
algo de lo que estuve hablando con él.
La señorita Saint-Clair.
Ella es el mayor problema que tengo en este momento, solo que Killian
considera que todo lo que me disgusta de ella en realidad me encanta y ya le
expliqué que tiene que dejar de ver películas románticas porque así no es
cómo funciona el mundo real.
Ella me cae mal, no hay que analizar nada más.
No importan sus ojos poblados de pestañas, ni la forma de reloj de arena
que tiene su cintura, nada de eso es importante si la persona es irritante. Es
que no puedo con esa mujer…. Hace todo al revés de como lo tiene que hacer
y sí, el resultado quizás sea el mismo, pero no puedo perder tanto el tiempo
cuando me toca encargarme del rancho. Sé que Lucien la vigila de cerca, pero
parece que no es suficiente.
La llamada termina y rápidamente me subo a mi coche de ciudad, un
Land Rover todoterreno, que el único recorrido que hace es de Dallas a mi
rancho en menos de una hora. De camino escucho un podcast llamado Dallas
Today, donde hablan de inversiones en la zona, es información que necesito
para llevar a cabo todas las ventas.
En los últimos años el mercado de Texas subió casi un cien por ciento
gracias a los bajos impuestos del estado y la vida lujosa. Sí, el norte de Texas
tiene las mansiones más caras, es donde está el dinero y la gente quiere
gastarlos en hectáreas infinitas con lagunas, caballos de polo y ranchos
lujosos y yo estoy aquí para darles eso.
Ese es mi trabajo, simple, fácil y fructífero.
Aparco en el garaje de cuatro coches y abro la puerta que me lleva
directamente a la cocina. Lo primero que huelo es un estofado hecho por
Eliza, gracias Dios mío por esa mujer, cocina como los dioses.
Lo primero que veo cuando entro es un trasero...
Perdón, ¿qué?
Vuelvo la mirada y veo a la señorita Saint-Clair, acodada en la isla de la
cocina, chismoseando con Eliza. Tiene puesto un vaquero de tiro alto que
perfecciona las curvas, su trasero es redondo, perfecto.
Demonios, Oliver, le estás mirando el culo.
Las dos se detienen cuando me escuchan carraspear, pero la que luce más
aterrada es la señorita Saint-Clair.
—Buenas tardes. —digo con precaución, parece que acabo de cortar el
conjuro del aquelarre.
—¡Oliver! Bienvenido a casa —Me recibe Eliza como todos los días—.
¿Quieres un café?
¿La señorita Saint-Clair cree que porque está absolutamente petrificada
no puedo verla? No hay nada en ella que sea invisible para mí.
—¿Qué hace aquí señorita Saint-Clair? ¿Necesita algo? —Mi tono no es
amigable.
—No, ya me iba —responde rápidamente—. Gracias Eliza por el consejo.
—Moviendo las caderas casi en cámara lenta, abre la puerta y desaparece de
mi vista.
Eliza me sonríe con complicidad, como si pudiera escuchar mis
pensamientos.
—¿Consejo? —pregunto sentándome en los taburetes.
—Sí, aparentemente su exnovio quiere venir a Dallas y ella no sabe cómo
hacer para decirle que no.
Miro hacia la puerta como si pudiera ver la estela de Cala Saint-Clair,
viéndola con otros ojos, ojos que la ven con una pareja, la visualizan
abrazada con un hombre caminando por la calle de una avenida transitada, o
sonriendo en una cama después de…
—¿Exnovio? —repito. Parece que de golpe tengo el cerebro apolillado.
—Sí, el chico con el que salía en Waco, parece que quedó dolido después
de que ella terminara la relación. —Eliza relata todo como si no tuviera
capacidad alguna de guardar un secreto, mientras acomoda la vajilla que sale
humeante del lavavajillas.
—¿Y por qué la terminó? —¿Por qué pregunto esta mierda? No me
importa.
—Bueno, ella dice que sabe cuán difícil es tener una relación a distancia,
entonces quiso cortar por lo sano.
Miro otra vez hacia la puerta, esta vez pienso en todo lo que tuvo que
abandonar Cala para que sus padres tengan una vida relativamente digna.
La culpa y la depresión caen sobre mí de golpe, casi como un chorro de
agua helada sobre mi rostro.
—¿Quieres un café? —Vuelve a preguntar Eliza, haciendo que vuelva a
la Tierra.
—No, gracias. —Sin explicar más, me retiro a mi habitación y dejo que
mi mente se apague al menos por un rato.
8
CALA
OLIVER
CALA
E L FRÍO INVERNAL ESTÁ AQUÍ , es seco y fresco. Las hojas de los árboles son
inexistentes, solo tenemos los días nublados y las famosas tormentas
violentas de Texas.
Esto se puso difícil.
Hace dos meses que trabajo aquí y cuando creí que tenía todo controlado,
el clima cambia, haciendo todo más difícil y cansado. Pero soy una persona
adaptativa, puede que me queje más de lo que debería al principio, pero el
cambio siempre es bienvenido.
Para las siete de la tarde los caballos están en sus espacios, las vacas
también. Con las ovejas y las cabras me llevo mejor, al menos me reconocen
y vienen hacia mí voluntariamente, lo cual es una ayuda enorme y los
moretones en las piernas ya se están curando del todo.
—¡A dormir todos! —les digo antes de irme del cobertizo.
Sacudo mis manos en mis vaqueros y doy por finalizado el día.
Gracias a Dios, ya que está tormentoso, el cielo tiene un color gris-violeta
que asusta.
En la cabaña de mis padres hace calorcito, mi madre cocina algo que
parece un estofado, bien calórico para sobrevivir a este clima y mi padre la
ayuda, cortando vegetales en la mesa. Solo hay silencio en esta casa y la
energía es tan baja que no veo la hora de tirarme en la cama y hundir mi nariz
en algún libro que me saque de aquí.
—Voy a darme una ducha —digo caminando directamente hacia el baño
—, huelo a caballo.
—Está bien —dice mi madre—, pero no tardes mucho, esto estará listo en
unos minutos.
—No lo haré. —Cierro la puerta del baño y disfruto de la poca privacidad
que tengo en la casa. Como dije antes, mi cuarto es más un altillo que un
cuarto y la puerta es imaginaria.
En la ducha puedo relajar mi mente y mi cuerpo de la tensión muscular.
Aunque debo admitir, que todo ese trabajo de fuerza se ve reflejado en mi
trasero, nunca estuvo tan firme y duro, mi cintura está un poco más estrecha y
mis piernas definidas.
—Todo tiene un pro y un contra. —Repito la frase de mi abuela mientras
abro el grifo y dejo que se caliente el agua de la ducha.
Mientras tanto, respondo algunos mensajes a Roger, que, por cierto, me
escribió como a las siete de la mañana, contándome que tenía un examen a
primera hora y que estaba muy nervioso. Lo ignoré todo lo que pude, ya no
tengo excusas, así que le pregunto cómo le fue y él me responde
inmediatamente, repite que me extraña y que la universidad es aburrida sin
mí.
Me meto en la ducha pensando en cómo hubiese sido mi vida si no
hubiésemos tenido una emergencia familiar. Me gustaba mi trabajo y el
posgrado era sumamente interesante, probablemente hubiese llegado lejos o
al menos eso me prometió mi exjefe.
No pienses, no pienses.
Cierro el grifo y me envuelvo en una toalla gigante, que cubre todo mi
cuerpo. Esta vez no me tomo mi tiempo, me visto y cepillo mi cabello,
desenredando los nudos con violencia, para no escuchar los quejidos de mi
padre después porque tardé mucho.
Pero algo aparece en mi estómago, algo pesado e incómodo, mi abuela lo
llamaría mala energía.
¿Qué demonios es esto? ¿Nervios?
Abro la puerta del baño y la radio está encendida, mis padres no suelen
escuchar música, mucho menos un programa de radio, pero una voz en baja
calidad habla diciendo coordenadas y repitiendo una frase:
Aviso de tornado.
En ese preciso momento, una bocina suena desaforadamente en la puerta,
puedo ver por la ventana las luces del todoterreno del señor Walker.
Antes de darme tiempo a abrir la puerta, ya está adentro, gritando
órdenes.
—No hay tiempo, vamos, Lucien, agárrate a mis hombros.
El señor Walker nos evacua de la casa, conduciendo a toda velocidad por
el rancho hasta llegar a la suya. Nunca lo vi moverse tan rápido, coge a mi
padre entre sus brazos y se mueve con agilidad. Yo llevo la silla de ruedas y
arrastro a mi madre, mientras ella reza en voz alta.
Todo es frenético y rápido, no hay tiempo para pensar en nada, solo
accionar.
Debajo de la escalera principal, hay una escotilla con otra escalera
subterránea. La habitación es mediana, con estanterías llenas de comida,
linternas, radios y tecnología que no sé para qué demonios sirve.
Eliza está allí junto con Astro para recibirnos.
—¡Aquí! ¡Aquí! —Indica el espacio para la silla de mi padre.
El señor Walker y yo nos encargamos de que mi padre se siente
cómodamente, cuando termina, se dirige a la escalera y yo voy tras él.
—¿Qué demonios hace!? ¡Vaya con su familia!
—¡No! ¡Los animales!
—¡Yo me encargo!
Lo empujo pasando por su lado, ignorando completamente su orden.
—¡Cala! —grita exasperado, mientras atrapa mi brazo— Ve con tus
padres.
—¡Dije que no! —Me suelto de su agarre y lo escucho maldecirme
detrás, pero eventualmente hace las paces y me sigue.
Ante momentos urgentes como este, la mejor opción es soltar a los
animales, parece cruel y despiadado, pero están más seguros en el exterior,
que encerrados en un granero o establo donde los escombros pueden
golpearlos. A la intemperie al menos pueden alejarse del peligro.
Tanto el señor Walker como yo nos dirigimos directamente al
todoterreno, cerramos las puertas al mismo tiempo y nos preparamos para
tener que movernos muy rápido en los próximos minutos.
La lluvia está aquí, no es torrencial, más bien finita y molesta, los
relámpagos iluminan el cielo, los truenos me aturden.
—Vaya al granero, yo voy al establo. —indica cuando abre la puerta del
coche y sale disparando, los dos corremos en direcciones opuestas, pero con
un propósito definido, procurar que todos estén seguros.
El viento es violento, mi pelo mojado se mueve descontroladamente sobre
mi rostro, pero me las arreglo para seguir el camino correspondiente y abrir
las puertas. Las cabras y las ovejas corren tras de mí, las dejo pasar en el
corral más grande, donde también llegan las vacas que trae el señor Walker.
Cruzamos la mirada un segundo y no hace falta hablar, los dos corremos
al establo para liberar a los caballos. Uno a uno los vamos soltando, el señor
Walker les da una palmadita en las patas traseras ya que muchos están
dormidos y los necesitamos alerta.
Una vez en el gran corral volvemos a mirarnos. Algo extraordinario
ocurre, una sonrisa, sin dientes, pero al menos puedo ver que los músculos de
su rostro sí funcionan. Yo devuelvo el mismo gesto, contenta por haber
podido hacer todo en caso de que llegue el tornado.
Oliver Walker es apuesto, pero cuando sonríe, aunque sea tímida la
sonrisa, brilla, su energía no me ahuyenta, me llama y siento que estoy en
aprietos por eso.
El viento se calma de golpe.
El silencio nos rodea.
La sonrisa del señor Walker desaparece y sus ojos miran sobre mi
hombro derecho, con terror y apuro. Toma mi mano inmediatamente y
comienza a correr.
—¡Vamos! ¡Vamos! —Exige, empujándome a correr más rápido que
nunca.
Vamos hacia el establo.
—¡No! ¡No es seguro!
—¡No hay tiempo! —grita.
Decido mirar hacia atrás y para qué… Los rayos iluminan el cielo,
dejándome ver un tornado finito y largo, el estómago se me cae a los pies y
sin cuestionarlo lo sigo a donde sea que él piense que es seguro.
El señor Walker cierra la puerta con una traba que no creo que haga
mucho y empieza a buscar desaforadamente por algo.
—¡¿Qué hacemos?! —Mi cuerpo tiembla sin parar, mis palpitaciones
están descontroladas.
¿Es aquí donde muero?
—Aquí, ven. —ordena, tomándome de mis caderas me sienta al lado de
un caño, rodea mi cintura con una rienda de caballo y la encadena al caño.
Él hace lo mismo y se sienta a mi lado.
—¡Este caño de agua está enterrado —grita, el viento silva
terroríficamente afuera—, tiene que aguantar en caso de que cambie el rumbo
y venga hacia nosotros!
Escucho cosas golpear contra las paredes exteriores del establo y me
siento más cerca de él, solo por instinto busco toda la protección que pueda
encontrar, él envuelve su cuerpo contra el mío y me sostiene con fuerza.
Las paredes comienzan a temblar, puedo darme cuenta que el tornado está
más cerca y pienso en los animales, en mis padres y Eliza que están en el
refugio.
—Cala, tranquila, no voy a dejar que te ocurra nada. —dice sobre mi
oído.
Lágrimas se desparraman sobre mi rostro y me aferro a su chaqueta con
más fuerza que antes. Todo esto se siente como un terremoto con mucho
viento y ruidos aterradores.
El techo comienza a crujir y a temblar.
—¡Oh Dios! —grito aferrándome más fuerte.
Sus brazos cambian de posición, empujándome más cerca del caño, su
pecho y estómago están pegados a mi espalda y sus brazos me rodean
sujetando el caño.
—¡Aférrate! ¡Está cerca! —grita mientras su cuerpo me comprime cerca
de él.
El mismo caño de agua comienza a temblar.
Saco fuerzas de no sé dónde y me aferro a todo lo que puedo. Mis ojos
están cerrados, mi corazón desbocado.
Tengo mucho miedo.
Estoy aterrada y lo siento en cada parte de mi cuerpo, mi estómago, en los
latidos de mi corazón, en la tensión de mis músculos. Nunca experimenté
algo tan terrorífico y Oliver se une más a mí, intentando que el caño no se
mueva tan violentamente.
Está aquí, sobre nuestras cabezas.
Este es el momento donde todo termina.
Maldición, estoy mirando a la muerte a los ojos y lo único que puedo
pensar es en qué va a ocurrirle a mis padres si los dos terminamos siendo
chupados por un tornado.
Y cuando escucho que el techo no resiste más y va a salir volando en
cualquier segundo…
Todo se detiene.
11
OLIVER
S ilencio.
—Está pasando —digo en su oído— o ya pasó lo peor.
Ella está aferrada al ancho caño con un brazo, el otro hacia atrás,
sujetando mi cintura. No sé si cree que su brazo puede protegerme o necesita
abrazarme.
Ahora las cosas que golpean contra el establo son menos y sin tanta
fuerza. Así que lentamente aflojo mi agarre, prácticamente la estaba
estampando contra el caño.
—¡No! —grita ella agarrándose de mi pierna— No te vayas.
—No me iré —devuelvo, aunque sé que el tornado se disipó o se movió
hacia otra dirección, porque solo hay silencio—. ¿Estás bien?
Asiente frenéticamente, puedo sentir cómo su cuerpo tiembla bajo el mío.
—Los animales… —gime con dolor.
—Seguramente están bien —miento—. Lo importante es que todos están
en el refugio y que nosotros estamos bien.
Asiente otra vez, nunca la vi así, tan petrificada e indefensa. Mis brazos
sueltan el caño un poco y la envuelven sobre su pecho para darle contención.
Ella al principio se tensa, pero lentamente comienza a soltarse y derretirse
sobre mi pecho. Su calor es agradable, hace mucho que no siento tanta
cercanía física con alguien y se siente bien.
—Cala —susurro—, tengo que ir a ver qué ocurrió allí afuera.
—¿Y si vuelve?
—Poco probable.
Ella se libera con manos temblorosas la rienda que puse en su cintura para
que en caso de que el tornado nos chupara, mantenerla en la tierra. Yo
también lo hago y cuando nos soltamos los dos, nos sentamos en el suelo,
todavía asimilando lo que acaba de ocurrir.
Los tornados en esta zona no suelen ser violentos, es más, en todos estos
años, esta es la primera vez que tengo un encuentro cercano con uno.
Escucho congestión en su voz y noto que Cala está llorando a moco
tendido. Es extraño lo que le provoca a mi cuerpo y cuando me doy cuenta la
estoy abrazando con fuerza. Ella devuelve el abrazo, se siente pequeña y
frágil, como que no puedo apretar demasiado porque podría romperla.
—Gracias —solloza sobre mi pecho.
—¿Por qué?
—Por protegerme.
Mi instinto pide que la contradiga, pero mi boca se sella, al menos hasta
que conecto la mirada con ella y veo sus ojos rojizos y brillantes. Mi mano
acaricia su mejilla y limpia las lágrimas que caen sin control. No sé si es la
adrenalina o la necesidad de consolarla, pero algo me pide que la bese, no lo
sé, lo importante es que quiero hacerlo.
Y a la mierda las consecuencias.
Apoyo mis labios sobre los de ella con cuidado, quiero leerla, saber si
estoy haciendo bien, si esto es lo que ella también tiene en mente y cuando
Cala cierra sus ojos y se aferra a mis hombros poniéndose de puntillas, me
enciendo instantáneamente y nos fundimos en el beso más desesperado,
volcánico y largo que experimenté jamás.
Tomo control, sumergiendo mi boca con ferocidad mientras atrapo su
rostro entre mis manos, acariciando su lengua con la mía. Cala envuelve mi
cuello con sus manos y yo la agarro de su cintura para atraerla a mí, la quiero
más cerca, quiero frotarme contra ella, maldición.
Mi corazón galopa sin parar.
Demonios, sus labios son firmes, sus dedos están enterrados en mi
cabello.
Quiero follarla aquí mismo, hacerla mía en el suelo de paja, como
animales, sucio, rápido, primitivo.
Mis manos descienden hasta llegar a su trasero firme e increíble y entierro
mis dedos allí. Sé que siente mi erección y ante la fricción de mi polla sobre
su estómago, gime desde su garganta.
Pierdo la jodida cabeza.
—Dime que pare —exijo entre besos y caricias—. Dímelo porque no creo
poder después.
—No pares —responde. Y es todo lo que necesito escuchar para tumbarla
en una montaña de paja en el suelo y trepar por su cuerpo para tenerla presa
entre mis brazos. Sus manos buscan el dobladillo de mi camiseta y la sube
lentamente, rozando mi cuerpo con los nudillos de sus finos dedos.
Me preparo para detenerla, para rogarle que no me toque, pero
extrañamente no siento un ataque de pánico cuando siento su proximidad y
eso hace que quiera saber qué más puedo experimentar con esta mujer que no
haya hecho antes, pero a la vez no quiero llegar al límite y romper esto que
siento, esta necesidad animal.
Levanto su chaqueta y su camiseta hasta su cuello, exponiendo sus
pechos turgentes con un sostén blanco, mi lengua viaja por esos montes
mientras mi mano desabrocha su vaquero. Ella me ayuda a bajarlo, dejando
su tanga de algodón blanca expuesta para mis ojos. Inmediatamente después
desabrocho mis vaqueros y libero mi polla, necesito meterme entre las
piernas de esta mujer.
Ya.
—Condón —gime cuando rozo sus partes contra las mías.
Demonios, ¡el condón! ¿¡Cómo cojones me olvidé del maldito condón!?
Piensa Oliver, piensa, tú no eres así de impulsivo.
—No tengo —susurro apoyando mi frente sobre la de ella, mi respiración
entrecortada y mis ojos cerrados por la frustración que siento.
Cala abre los ojos y puedo ver sus párpados pesados por la lujuria y yo
quiero romper todo a mi alrededor por olvidarme de algo así.
—Yo… yo tomo la pastilla —dice con vergüenza, su orgullo no la deja
sonar desesperada por mí y no voy a permitirlo, porque no es la única persona
desesperada en este establo.
—Y yo nunca estuve con nadie sin condón —respondo mirando sus ojos,
analizando esos microsegundos donde ella revela su pensamiento verdadero.
Pero todo lo que veo es aceptación.
Cala humedece sus labios, pasando su lengua por ellos y mi estómago se
contrae por ver algo tan erótico, lo que daría por ver esa lengua en mi polla,
fantasías imposibles para alguien como yo. Por esa razón vuelvo a besar esos
labios y desplazo su tanga para adentrarme en ella.
Siseo como un animal cuando siento su calor rodeándome, ella entierra
sus uñas en mi espalda y suelta un gemido tímido.
—¿Estás bien? —Se siente muy apretado, puede que esté lastimándola.
Cala Saint-Clair asiente y muerde su labio, así que empujo dentro de ella
lentamente para sentir cada centímetro a mi alrededor. No sé si es que es la
primera vez que tengo relaciones sin la barrera del condón, pero nunca
experimenté una sensación más deliciosa.
Me aturde.
Me consume completamente.
Mi boca busca la suya y entramos en sincronización perfecta mientras yo
embisto y ella recibe todo de mí, esta adrenalina, este fuego y descontrol que
tomó control sobre mí.
Me odié todo este tiempo por desearla, por imaginarla bajo mi cuerpo en
mi cama en más de una ocasión, pero ahora que la tengo, me quiero felicitar
por no perderme este éxtasis.
La presión entre los dos se incrementa.
—Cala… —gimo dentro de su cuello—, maldición, se siente tan bien.
—Oliver… Dios, si, se siente sublime —Su voz se corta de golpe, toma
una bocanada de aire y su cuerpo se tensa.
Puedo ver la ola de placer recorriendo completamente su cuerpo mientras
la embisto con rapidez. Su boca abierta, sus ojos apretados me hacen llegar al
orgasmo más impetuoso y explosivo que sentí jamás.
Mierda.
¡Mierda!
Olas y olas de placer me arrebatan y me desahogo dentro de ella sin
piedad.
Los dos nos mantenemos en silencio, recuperando el aliento y la
conciencia. Cuando abrimos los ojos nos encontramos otra vez y volvemos a
tierra. Ella acaricia mi rostro con delicadeza y me sonríe, yo devuelvo una
sonrisa igual de abierta y cómplice.
—Ojalá sonrieras a menudo —dice—, te queda muy bien.
Su comentario solo me recuerda a por qué no sonrío tanto y eso hace que
la borre.
—Lo siento, soné como un viejo calentón.
Salgo de ella lentamente y me subo los pantalones.
—Está bien, estoy acostumbrado a que me digan eso.
Ella se sienta y baja sus ropas, hay paja en su pelo y comienza a sacarla
una por una.
Quiero darle un poco de tiempo a solas así que camino hasta la puerta y la
destrabo, pero cuando intento empujarla, la puerta no cede.
—¿Qué demonios? —digo empujando con todas mis fuerzas, pero la
puerta ni se entera.
—¿Qué ocurre? —pregunta detrás de mí.
—La puerta, hay algo que la obstruye del otro lado, no podemos salir.
Su rostro cambia de calmo a nervioso y viene hacia mí, como si no me
creyera, empuja con fuerzas.
—¿Qué será?
—Probablemente algo que trajo el tornado. —suspiro irritado, mientras
rozo mis párpados con las yemas de mis dedos.
Cala comienza a golpear la puerta con sus palmas abiertas.
—¡¿Hay alguien por ahí?! —Los golpes se vuelven más rápidos y fuertes.
—Cala… —advierto encrespado— ¡Cala!
—¡¿Qué?!
—No va a venir nadie, Eliza tiene órdenes explícitas de no abrir el refugio
hasta que la radio avise que es seguro, tenemos que esperar.
Balbuceando palabras incoherentes, camina hasta donde estábamos y se
sienta derrotada. Puedo ver cómo su preocupación comienza a aumentar otra
vez y no quiero que pierda la cabeza, al menos no por eso.
Así que me siento a su lado y esperamos al rescate.
12
CALA
OLIVER
E l bombero abre la puerta del establo, pero es otro hombre quien entra
dramáticamente, uno que llama a Cala como si fuese una plegaria a la
virgen.
¿Quién demonios es este idiota?
—¿Roger? ¿Qué haces aquí? —pregunta ella, estampada en el pecho de
este personaje.
—Vine anoche, quise darte una sorpresa, pero los del hotel me advirtieron
que no era seguro salir. Por eso vine lo más pronto que pude, tu padre dijo
que habían tenido un accidente.
Cala me mira de reojo y se aparta inmediatamente de él, como si pudiera
sentir mi ira desparramándose a su alrededor como una neblina aterradora de
media noche.
No estaría equivocada, internamente la siento, pero por fuera mi rostro es
imperturbable.
—¿Señor Walker? —pregunta el bombero, distrayéndome de la situación
— Soy el oficial Morales.
—Oficial, gracias por la ayuda —devuelvo estrechando su mano con
fuerza—. ¿Cómo está todo?
Paso caminando a su lado y salgo al exterior con un nudo en el estómago.
Hay pedazos de objetos que no puedo identificar, por todos lados, es más, lo
que impedía que saliéramos era el carrito de golf que usamos para movernos
por la propiedad, ahora absolutamente destruido, por supuesto.
Eliza, Lucien y la madre de Cala, Lis están en la puerta de mi casa,
abrazándose cuando nos ven salir.
Astro corre hacia mí como nunca lo vi correr en su vida.
—Estoy bien… estoy bien —digo acariciando su lomo.
Cala saluda a sus padres desde lejos y corre hacia ellos.
—La única propiedad dañada es la casa del casero, señor Walker, lo
lamento mucho.
Busco a la lejanía la casa de Lucien, pero es como si Thanos la hubiese
hecho desaparecer en el aire. Solo hay una base y nada más.
—Demonios —susurro.
No me afecta económicamente, sé que en pocos meses puedo
reconstruirla, lo que me apena son las pertenencias de los Saint-Clair.
—Sí —concuerda conmigo el oficial Morales—, fue uno grande, un F3,
realmente extraño que se de en esta zona, pero últimamente nada me
sorprende, el cambio climático está aquí.
—Negarlo solo empeora todo —digo ausentemente mientras observo a
todos mis animales pastando como si nada hubiese ocurrido, esquivan las
maderas en el césped y siguen su camino.
Mis manos están en mis caderas, mis ojos viran y se enfocan en el
reencuentro de Cala con sus padres, los tres se abrazan con fuerza, mientras
ese idiota de Roger los mira con angustia en sus ojos.
—Esta semana comenzaremos con la recolecta de escombros, pero
iremos inspeccionando los casos más severos primero.
—No hace falta, ustedes ayuden a los más damnificados, yo puedo
ocuparme de esto. —Estrecho su mano una vez más—. Gracias otra vez.
El oficial Morales toma su casco amarillo y me saluda, volviendo al
camión de bomberos con sus compañeros.
Yo camino lentamente hacia mi casa, Eliza es la primera que me recibe
con un gran abrazo.
—¿Estás bien? —pregunto acariciando su espalda.
—Sabes que sí, casi me da un susto de muerte cuando no volvíais, nos
imaginamos lo peor. —Su voz se escucha cansada y temerosa.
—Estamos bien —digo mirando de reojo a Cala, ella me mira con una
sonrisa— ¿Y ustedes?
—Perfectamente ahora que sabemos que están a salvo —responde
Lucien. Sostiene la mano de su hija mientras su mujer se encarga de su silla.
—Lamento mucho la pérdida de la casa, voy a empezar la expedición, a
ver qué podemos rescatar.
Cala toma aire y cubre su boca con sus manos, sus ojos están puestos en
el espacio donde debía estar su casa. Estaba tan preocupada por sus padres
que no se había percatado que su hogar ya no existe.
Mi instinto me obliga a caminar hacia ella, pero me veo interceptado por
ese tal Roger, quien la abraza.
—Tranquila, todo estará bien —dice acariciando su espalda.
Siento los ojos de Lucien en mi sien y cuando lo miro, lo noto observando
la situación con una ceja arriba.
—Eliza nos ayudará a encontrar un hotel —dice Lucien cambiando de
tema—, aunque con los destrozos que ocurrieron en la zona, asumo que las
habitaciones están todas ocupadas.
—De ninguna manera, ustedes vivirán aquí hasta que podamos
reconstruirla.
Lucien no dice nada, pero puedo ver como sus ojos brillan con emoción,
rápidamente lo esconde mirando al suelo, yo apoyo mi mano en su hombro y
le doy unas palmaditas para calmarlo.
Eliza toma el control de la situación, resolviendo todo, ella propone su
habitación ya que es la única que no se necesita la escalera para llegar,
mientras ella piensa mudarse al primer piso junto con Cala.
—Hay suficientes habitaciones para todos, no hace falta compartir —digo
incómodamente, mis palabras intentan decir algo, pero sé perfectamente que
mis intenciones no son tan puritanas—. Por ahora, necesitamos una ducha y
una cama, fue una noche larga para todos. —Miro de reojo a Cala, sus
cachetes están tan encendidos que hacen juego con el sol y me regocijo al
saber que ella está pensando lo mismo que yo, inclusive con su exnovio a su
lado.
¿Por qué sigue aquí?
Tomo la silla de Lucien y lo llevo a la casa, junto con su mujer y Eliza, a
medida que me alejo escucho a Cala hablar con él.
—Roger, voy a ayudar a mis padres a acomodarse, ¿podemos hablar
luego? Estoy realmente agotada.
Y con una sonrisa socarrona, me alejo de ella.
CALA
T engo puerta.
Parece poco, pero es una pequeña victoria dentro de estos meses de
mierda que estoy experimentando.
“Mala racha” le diría mi abuela.
El dormitorio de huéspedes (uno de los muchos que pude encontrar en
esta mansión) es particular, sigue con el concepto de rancho lujoso, pero tiene
un toque aniñado, la cama tiene un tul que la cubre delicadamente. El papel
en la pared detrás de mí, es verde oscuro con estampado de flores rosas muy
bonitas, todo muy femenino y formal. Se siente como que este dormitorio
estaba destinado para alguien en particular y no un invitado pasajero.
El colchón es increíblemente cómodo, tengo cuatro almohadas solo para
mí y un ventanal con vistas al campo maravilloso que tiene Oliver. Desde
aquí puedo ver el campo entero, aunque ninguno de mis amigos animales está
dando vueltas por ahí, por una simple razón, yo soy la encargada de que estén
allí y todavía sigo en esta cama.
Cuando bajo a la cocina encuentro a Eliza haciendo el desayuno, mi
madre la ayuda y mi padre está en la mesa.
—Buenos días —digo mientras observo el nuevo dinamismo. Sé que es
temprano para todos, se siente en el ambiente y el aura apagada.
—Buenos días hija —dice mi madre—, siéntate, ya tenemos todo
preparado.
Miro a mi padre, su mirada está perdida y me preocupa que su salud
mental se vaya definitivamente por el desagüe después de este hecho fortuito.
—Papá —digo mientras me siento a su lado— ¿Qué tal la nueva cama?
—Bien —responde secamente.
Genial.
Oliver entra a la cocina con su caminar recto y firme, se detiene cuando
nos ve a todos allí, probablemente se haya olvidado que estábamos en esta
casa.
Mi padre reacciona primero.
—Vamos, dejemos a Oliver desayunar en paz —gruñe rodando su silla
lejos de la mesa.
Oliver levanta una ceja y lo detiene, trabando su silla con el pie.
—¿A dónde vas, viejo?
—No quiero invadir, Oliver.
—No lo haces, nadie lo hace —dice mirándome fijamente, su tono
cambia de golpe— y necesito que la señorita Saint-Clair desayune bien, tiene
un día de mucho trabajo por delante.
Mi padre nos observa con detenimiento, yo aprovecho que mi madre me
deja un plato con tostadas y me lleno la boca para que no se me note tanto la
sonrisa.
Parece que Oliver no va a trabajar hoy, no está vestido con su traje
habitual, tiene sus vaqueros rotos y una camisa encima. Se sienta a mi lado en
la mesa, su pierna izquierda roza la mía y el calor se disipa por todo mi
cuerpo.
El día que dormimos tirados en la paja sentí lo mismo cuando se acostó a
mi lado, provocó una sensación pacífica y tierna con solo su contacto. Había
dormido con hombres durante mi vida, tengo veintiocho años y no soy
ninguna santa como podrás ver, pero en todas esas experiencias nunca me
sentí tan a gusto.
Mucho menos con Roger.
—Cala —llama Eliza—, ¿viene Roger esta noche? Tengo que planificar
la cena.
Inmediatamente Oliver quita la pierna y pretende leer noticias desde su
tablet con mucho interés.
Roger es un problema, claramente, sigue en la ciudad y yo sigo
evitándolo, le dije que hoy sí o sí nos íbamos a ver, probablemente mi madre
le dijo algo a Eliza.
—Oh no —respondo—, iremos al distrito Bishop a cenar, escuché que
hay un restaurante argentino que todo el mundo ama, quiero probarlo.
—¿Distrito Bishop? —dice Oliver, resoplando— ¿De noche? Suerte
encontrando un lugar donde aparcar. —Sus ojos nunca se despegan de la
pantalla y el artículo que abrió sigue en el mismo párrafo.
El tono… Madre mía, ese tono me lo conozco.
—Bueno, Oliver…
—Señor Walker —corrige mi padre con sus ojos entornados y furiosos.
Sonrío abiertamente y prosigo, aunque Oliver tiene una media sonrisa en
su perfecta boca.
—Señor Walker, para su información, el hotel de Roger está a solo unas
calles, no es necesario buscar aparcamiento.
—¿Y cómo demonios piensas volver desde allí por la noche? —Su
mirada fija y penetrante, se intensifica a cada segundo, suena más como un
reto que una pregunta normal.
¿Por qué asume que voy a volver esta noche? Se lo diría, si no estuviesen
mis padres prestando mucha atención a esta conversación.
—Uber.
—Uber no viene hasta aquí.
¡Ahhh!
—Bueno, ya encontraré la manera. —Doy por finalizada la conversación,
cuando me levanto con una tostada en la boca y otra en la otra mano para la
caminata hasta los establos.
—¡Cala! —escucho.
Oliver camina hacia mí, furioso.
Trago la tostada como un pingüino y me dispongo a empezar la otra.
Cuando llega a mi lado siento su energía pesada e inquietante.
—¿Qué?
Puedo ver las palabras atragantadas en su garganta, algo que quiere decir,
pero no verbaliza, hasta que dice:
—Llévate mi coche.
—Ni loca.
—Bueno, iré a buscarte.
—¡Menos! —devuelvo exasperada y sigo mi camino. Él se queda detrás,
lo sé porque sus siguientes palabras se escuchan lejanas.
—No vayas entonces.
Me detengo y giro sobre mis talones para enfrentarlo.
—¿Por qué?
Por un microsegundo puedo sentir poder, sus ojos me esquivan, sus
brazos están cruzados. Lo estoy poniendo a la defensiva.
—Porque… porque luego se hará tarde, no sabrás cómo demonios volver
y…
—Ya te he dicho que no te preocupes, que, si no puedo volver, me
quedaré con Roger. —Ahí, lo dije.
Coloca sus brazos en jarras y mira directamente a mis ojos con furia, pero
también con algo más, una promesa en una mirada penetrante.
Estoy en aprietos.
En ese momento, una furgoneta aparece en el camino de entrada, los dos
la vemos aproximarse y nos mantenemos en silencio hasta que aparca en la
puerta de la mansión. Un hombre bajito se presenta, me doy cuenta que es un
texano nativo por su acento. Establece una conversación con Oliver,
presentándose como la empresa que se va a hacer cargo de los escombros y
Oliver le hace preguntas que no me interesan porque estoy cabreada con él.
Así que comienzo a dar pasos hacia atrás, alejándome del problema que se
avecinaba segundos atrás.
—Cala —llama, interrumpiendo al texano—, no terminé contigo.
¿Qué quiere decir? ¿Habla de nosotros? ¿De la conversación? ¿De
trabajo? Necesito un traductor.
—Yo sí —devuelvo y le doy la espalda, no voy a involucrarme en este
drama, tengo animales que atender, plantas que cuidar y un corazón que
proteger.
E L DISTRITO B ISHOP es un distrito artístico, bohemio e increíble. Los bares
tienen bandas de jazz, las galerías de arte están abiertas hasta la madrugada y
el barrio está iluminado con guirnaldas de colores. Es acogedor el ambiente,
me siento como cuando iba a la universidad y salía por ahí, a empaparme de
cultura.
El restaurante que elegimos se llama “Chimichurri”, tiene una
ambientación loca, con imágenes icónicas de Argentina y carteles de neón
rosas con frases típicas como “No llores por mí Argentina”. El lugar está
lleno y todo el mundo parece disfrutar mucho de la comida.
Roger hizo un esfuerzo para esta noche. Se vistió con sus mejores ropas,
es más, puedo sentir su perfume del otro lado de la mesa, pero este perfume
no me pone de rodillas como el de Oliver, qué extraño.
Roger relata todos los chismes de la universidad, de los cambios en las
asignaciones y del día a día. No me interesa nada de todo lo que dice, de
hecho, me aburre soberanamente. A veces intento meter un bocado de lo
nuevo que aprendí de mi podcast de botánica o lo que me hizo Juana esta vez,
pero él parece sentir pena por mí, por mi nueva vida.
Extiende la mano sobre la mesa y aprieta con suavidad.
—Debes estar extrañando la vida de academia, lo siento Cala, no paro de
hablar de todo eso.
Mis cejas se unen en mi frente en confusión, pero también en enojo.
—Me gusta el trabajo —defiendo—. Es recompensante, más allá de una
nota o una palmadita de algún académico pedante que necesita dar clases
porque no puede ejercer la profesión. En el campo todo depende enteramente
de ti, lo puedes ver en los brotes cuando comienzan a salir, en cómo la tierra
te devuelve el esfuerzo con comida, ¿entiendes esa parte? Comida que nos
nutre. Honestamente no extraño la universidad, ni el trabajo, creo que hasta
siento pena por la gente que nunca va a experimentar semejante recompensa.
Roger traga saliva con incomodidad.
—Lo siento Cala, no sabía que te sentías así. Me alegro, me alegro
muchísimo. —Su dedo pulgar acaricia el revés de mi mano, pero me irrita y
me saca de quicio y es hora de que deje de darle esperanzas porque sé que
esto no puede mejorar. Lo que pasa es que a veces con tal de no lastimar a las
personas, me pongo en situaciones como estas, donde quiero salir corriendo.
Tengo que aprender a decir que no.
—Creo que voy a irme Roger, mañana tengo un día largo. —Comienzo a
recoger mis cosas.
—¡Espera! ¿No quieres que pidamos postre? Dicen que la empanada de
dulce de leche es genial.
—No, lo siento, el tiempo es oro, ya lo sabes.
Cuando salimos a la calle, Roger me sonríe con tensión en los músculos
de su rostro.
—¿Quieres venir a mi hotel?
—Roger… —resoplo.
—Lo sé, lo sé —dice derrotado—, al menos lo intenté, no mentía cuando
dije que te extrañaba, pero puedo ver que avanzaste con tu vida.
—No solo eso, vivimos a cuatro horas de distancia, sabes que esto es
imposible. —Y que tampoco me muero por intentarlo , aclaré dentro de mi
mente, pero eso lo filtro.
—Entiendo. ¿Puedo besarte por última vez? —Escucho una plegaria
prácticamente.
La culpa que me inculcó mi madre resurge en mí, haciéndome sentir mal
por terminar todo (por segunda vez) con Roger. Asiento, él da un paso
adelante con una media sonrisa y cuando está a milímetros de mis labios se
sobresalta cuando una bocina comienza a sonar desaforadamente.
Los dos miramos hacia un coche aparcado en la calle de enfrente, el
todoterreno hace luces como si fuese una discoteca.
—¿Es una broma? —murmuro.
Se baja la ventanilla tintada del vehículo y Oliver Walker florece, con una
sonrisa macabra en su rostro simétrico y perfecto.
—¿Necesitas transporte? —grita con un tono socarrón.
Voy a matarlo.
—¿Ese no es tu jefe? —pregunta Roger tan atónito como yo.
—Lamentablemente, sí —respondo—. Tengo que irme Roger —Le doy
un abrazo apretado y una media sonrisa—. Gracias por la cena, fue increíble,
pero adiós.
Ni me responde, simplemente me ve irme.
Oliver Walker sostiene el volante con las dos manos, su mirada está fija
al frente. Las luces de la calle iluminan su rostro, su barbilla cuadrada, su
barba de unos tres o cuatro días, sus cejas anchas, su pelo oscuro como el de
un cuervo.
—Eres increíble —resoplo.
—Gracias —responde.
—No es un cumplido —digo irritada—. Dije que iba a volver sola.
—Y yo dije que volver de noche es imposible, son cuarenta minutos en
autopista Cala, ¿ibas a usar tu bici?
¿Está siendo sarcástico conmigo?
Algunas calles del distrito Bishop son oscuras, pero Oliver conduce con
soltura, como si conociera la zona de memoria. Los giros en las esquinas son
un poco bruscos, pero estar crispado es su estado natural, no debería
sorprenderme si conduce de la misma manera.
—¿Seguro que todo esto es por cuál iba a ser mi medio de transporte?
Resopla y larga una risa sardónica.
—No leas entre líneas, solo estoy procurándome que mañana mi
empleada esté disponible para hacer su trabajo.
—Nunca llegué tarde a mi trabajo, Oliver, ni una vez.
—Ser puntual es llegar tarde, dicen. —Se incorpora a la autopista y pone
música para callarme.
Metallica suena por los altavoces y desisto en seguir esta conversación.
Así que me acodo junto a la ventana y observo a Dallas brillar de noche.
Si él no quiere hablar como un ser humano y aclarar esta actitud confusa
e invasiva, entonces yo no quiero saber nada. Es más, lo prefiero así y tengo
transporte gratis.
Tres canciones después, el volumen se baja y yo sonrío por dentro,
porque no se aguantó mucho.
—¿Le rompiste el corazón al niño?
Parece que no tiene otro idioma para comunicarse, ataca en vez de
decirme la verdad.
—Va a sobrevivir —susurro mirando al frente.
—¿Por qué terminaste con él?
—¿De verdad quieres saberlo? O es solo para burlarte de mí.
Oliver despega los ojos de la carretera y los centra en mí.
—Nunca me burlaría de ti —dice seriamente mirándome a los ojos.
Sí, claro.
Cruzo mis brazos suelto aire pesadamente.
—No somos compatibles, él quiere ser CEO algún día y yo ya no tengo
las mismas ambiciones.
El silencio cae otra vez entre los dos, la música violenta y gritona sigue
sonando de fondo, totalmente contraria a la música mística que suelo
escuchar.
—¿Cuáles son tus ambiciones ahora?
¿Está dándome charla porque quiere saber o porque no soporta el silencio
entre los dos?
—Vivir el momento, aprender todos los días un poco más,
perfeccionarme —respondo mientras me estiro, este todoterreno es muy
espacioso.
—No sé cuánto más puedes aprender, ya tienes todo muy dominado.
—¿Es eso un halago, señor Walker?
Suelta una risita.
—Es la realidad, estás haciendo un buen trabajo, sigues entera después de
todo lo que te ocurrió en los últimos meses, que quieres que te diga, eres
malditamente perfecta. —La sonrisa en su rostro se borra cuando dice eso,
carraspea su garganta y vuelve a mirar al frente con sus cejas unidas, parece
como si se reprimiera por decir lo que dijo.
—Gracias —susurro enterrando mis manos entre mis piernas—. A veces
necesito escuchar palabras de apoyo, mi padre puede llegar a ser bastante
estricto.
—Lo sé. Mi padre era igual con nosotros, nunca hacíamos suficiente.
—¿Tienes hermanos?
—Sí, tres. Silas, Luca y Killian.
—Guau, siempre quise tener hermanos —digo mirando por la ventanilla
—. Ser hija única es muy solitario a veces.
—No me imagino mi vida sin ellos —agrega—. Quizás no hablamos tan
seguido ahora, porque están todos desparramados en diferentes puntos del
país. Pero ellos son mi familia.
—¿Y ellos son solteros empedernidos como tú?
Suelta una carcajada hermosa, fluye de su voz como una canción.
—No, bueno Killian si, los mayores están casados y con hijos. Mi sobrino
Julián es el calco de Silas —comienza a relatar con una sonrisa—, se
exaspera fácil y le gusta la buena vida, mi sobrina, Mila todavía es muy
pequeña, pero… —se silencia.
—¿Qué ocurre?
—Nada, me di cuenta que estaba hablando sin parar, no quiero aburrirte.
¿Eso es hablar sin parar? claramente este hombre nunca estuvo en la
presencia de mi madre y su hermana.
—No me estaba aburriendo.
Asiente y continúa:
—Mila ama los caballos, solo vino una vez, pero su madre me prometió
que la iba a traer más a menudo.
—¿Por eso el dormitorio de huéspedes está decorado así?
Asiente una vez más, el agarre del volante cambia y se tensa.
Mi corazón se rompe un poco por este hombre. Decoró el dormitorio de
huéspedes para esa niña y puedo darme cuenta que está sin usar. Me da rabia
pensar que los padres no vienen a visitarlo, claramente el hombre quiere
pasar tiempo en familia.
Cuando llegamos a la mansión, Oliver aparca el todoterreno en la
imponente entrada y los dos bajamos en silencio. Las luces en la cocina están
encendidas, aunque no hay nadie.
Oliver las apaga cuando pasa por al lado y sigue el camino hasta las
escaleras.
Mi dormitorio y el suyo están en el primer piso. Los dos subimos los
escalones en silencio. Cuando llegamos a mi puerta, me detengo bajo el
marco y sonrío.
—Gracias por traerme —susurro rindiéndome ante él.
La corta conversación en el coche fue mucho más entretenida que la cena
completa con Roger y eso es algo que tengo que pensar bien. Es mi jefe, no
puedo olvidarme de eso, no importa cuántas mariposas tenga en el estómago.
Oliver asiente una vez y traga saliva con fuerza.
Lentamente acerca su mano a la mía, hasta que las puntas de nuestros
dedos se tocan, una vez que se acostumbra al tacto, sostiene mi mano con
suavidad y delicadeza. Cuando levanta la mirada, presiento la confusión en
él, la misma que deben transmitir mis ojos, pero hay algo más, restricción,
como si una soga lo contuviera para no avanzar sobre mí.
Entonces miro los labios y eso es todo lo que necesita para dar un paso
adelante y besarme con tanta ternura que creo que me voy a derretir a sus
pies. Los movimientos son lentos, pero precisos y extremadamente sensuales.
Su lengua aparece tímidamente y acaricia la mía.
Mi mano toma su cuello y él acaricia mi rostro, profundizando el beso por
varios minutos, hasta que se aleja de mí.
—Hasta mañana, señorita Saint-Clair —susurra sobre mis labios.
—Hasta mañana, señor Walker.
15
OLIVER
CALA
E stoy tan cómoda en esta cama. Las sábanas son suaves y la almohada
parece estar abrazándome con amor verdadero, como cuando una mujer
mira una porción de pastel de chocolate, así siento que me ama la
almohada. Estoy relajada, descansada y contenta por alguna razón
desconocida.
¡Mala señal! Miro mi reloj inmediatamente.
—¡Oh no! —Me levanto corriendo, pero mis piernas no responden tan
rápido como mi cerebro.
Él se despierta de golpe.
—¿¡Qué pasa!?
—¡Son las siete!
—Ah, Cala, casi me das un infarto —gruñe tomando mi mano y tirando
para que vuelva a la cama.
—Es tarde, Oliver, en serio, mi padre va a matarme.
Él toma mis muñecas y las ancla en la almohada mientras se coloca entre
mis piernas.
—¿Quién es el jefe en este rancho? ¿Lucien o yo?
—Tú, pero…
—Nada de peros, déjame compensarte por lo que hiciste anoche. —Su
boca besa mi cuello y la adrenalina corre por toda mi espina dorsal hasta las
puntas de mis pies.
Alguien está de muy buen humor.
—Oliver… —jadeo, cuando en realidad lo que quería pedirle es que me
soltara— Si mi madre sube a mi habitación y no me ve allí, se nos viene un
problema gordo a los dos.
Eso lo detiene.
Me da un pico en los labios.
—Tienes razón.
Los dos salimos de la cama como adolescentes calenturientos y sin más,
salgo disparada a mi habitación para ponerme mi ropa de trabajo. Bajo
corriendo por las escaleras y cuando llego a la cocina, agitada y
probablemente mal vestida, me encuentro que solo está Eliza, tarareando una
canción ochentera mientras analiza el contenido del refrigerador, pensando
sus siguientes comidas para el día.
—¿Dónde están mis padres? —Después de varios meses siguiendo la
misma rutina, es raro que no estén—. Buenos días —agrego para no ser
grosera.
—Oh, tu padre tenía cita con el cirujano, salieron temprano, vino una
camioneta especial a recogerlos, todo muy lujoso.
Cierto, era hoy. Con todo lo que ocurrió anoche, olvidé por completo que
tenían esa cita.
Oliver aparece detrás mío.
—¿Qué ocurre?
Su perfume navega por el aire directamente hasta mis fosas nasales y
tengo que cerrar los ojos, para calmar mis pensamientos eufóricos y para
nada puritanos.
—Olvidé que mis padres tenían cita con el médico hoy.
—Mmm... —responde con cara de pocos amigos—Tienes mal abrochada
la cazadora — Mi jefe pasa por detrás mío, su mano acaricia mi cintura
mientras lo hace, una sonrisa maligna y prometedora aparece en su rostro.
Tiene puesto su traje, así que asumo que va a pasar el día en Dallas.
Eliza deja una taza de café para cada uno, sus cachetes están
sobresalientes por la sonrisa que tiene, mientras nos mira a los dos en la
mesa.
—¿Dormiste bien? —le pregunta— Luces descansado.
—Sí, creo que es la primera vez que ignoro el despertador en años.
Yo cojo la taza como si fuese un chupito de tequila mientras siento ambas
miradas, la de Eli y la de Oliver clavadas en mí.
Me siento demasiado observada.
—Riquísimo el café, Eli, gracias. —Sin más, salgo corriendo de la
cocina, lejos de esta sensación en mi estómago, algo que podrían llamarse
mariposas, pero sé perfectamente que es algo agresivo que intenta salir de las
paredes de mi estómago, algo como un alien o un rinoceronte.
Cuando llego al establo, los caballos me reciben malhumorados.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Lo siento! —rezongo mientras les abro las puertas uno
a uno para que salgan a pastar—Fue una noche larga, después os contaré lo
que ocurrió, es interesante al menos.
El todoterreno aparece en la entrada y maldigo por lo bajo cuando lo veo
bajar con esa grandeza que poseen los hombres millonarios.
—Cala… —Parece tan fuera de lugar en este establo, con su traje, sus
zapatos brillantes y su barba perfectamente cuidada.
Yo, por otro lado, tengo puesto la ropa de trabajo, sin una gota de
maquillaje y ni quiero pensar en mi cabello.
Las pisadas pesadas de Ruby suenan dentro del establo, la llevo de las
riendas hasta el corral y la dejo libre.
Me detengo frente a él y tomo aire, para recibir lo que sea que quiere a
comunicarme.
—Gracias.
¿Qué dijo?
—¿Por qué?
—Ya sabes por qué —acaricia su nuca—, fueron pocas horas de sueño,
pero fueron fantásticas y seguir negando que tu presencia está cambiando
algo en mí es incoherente.
Sonrío ante el inesperado comentario.
—Dije que te quería ayudar, me alegro de haberlo hecho.
Verlo en ese estado anoche fue difícil, no parecía el imponente y
malhumorado Heathcliff de siempre, lucía como un niño indefenso, aterrado
y débil. Moría por abrazarlo, decirle que todo iba a estar bien, pero sabía
perfectamente que tocarlo era lo peor que podía hacerle.
Oliver toma mi mano y besa el revés con una pequeña sonrisa.
—Te veo a la noche. —Gira sobre sus talones y se sube al todoterreno,
listo para ir a la ciudad.
Cojo el collar lapislázuli entre mis manos y miro para arriba.
—Estoy en aprietos, abuela.
Al mediodía vuelven mis padres, tenemos un rápido almuerzo, donde me
cuentan lo que dijo el médico y cómo ve el panorama para el futuro. Mucho
no va a cambiar, pero el médico quería ver cómo sanaba mi padre. Él, por
otro lado, volvió más oscuro y callado que nunca.
A la tarde me instalo en la huerta, esta vez pongo música del móvil,
Dancing in the Moonlight de Toploader, leí en internet que la música también
les hace bien y las plantas lucen cada día mejor, así que voy a seguir
haciéndolo. Quito todas las malas hierbas y reviso hoja por hoja, canto la
canción y bailo, usando la palita de mano como micrófono.
Un carraspeo incómodo que conozco muy bien aparece detrás mío y me
detengo en el momento.
Oliver está con sus gafas de sol y su gabardina color gris, observándome
seriamente.
—Hola —digo tapando el sol con la mano (literalmente). El sol está
todavía alto en el cielo y no me deja verlo.
—¿Siempre tienen show las plantas? —Sus cejas están unidas en el
medio de su frente, no sé si está queriendo ser amigable o está usando el
sarcasmo otra vez.
—Lo que sea con tal de hacerles bien. —digo esperando algo, no sé bien
qué, algo que me diga con qué humor volvió de la oficina.
—Estoy seguro que tus manos son suficiente. —Una muesca aparece en
sus labios.
Sigue el buen humor entonces.
Está coqueteando conmigo y, espera, ya sé lo que estás pensando,
obviamente le resulto atractiva, si no, no me hubiese follado como un animal
en el granero, ni me hubiese besado en la puerta de mi habitación hoy en la
mañana, y seguramente me estaré olvidando de alguna cosa más, pero me
esperaba que el sexo hubiera sido solo sexo y lo de anoche algo aislado e
inusual, pero ¿coqueteo?, ¿sonrisas? Estoy verdaderamente confundida.
Sonrío y juego nerviosamente con la pala entre mis manos.
Él se queda mirándome, incómodo también.
—Te ayudaré a acabar la jornada —dice de golpe—. Voy a cambiarme,
ya vengo.
Asiento con una sonrisa apretada y lo veo montarse en su todoterreno
para salir hacia su casa.
Durante la siguiente hora, Oliver trabaja a la par mía, dándome toques
cuando nos rozamos, sonriendo como nunca y siendo extra amable.
Oliver.
Lo repito por si no escuchaste bien, Oliver Walker.
Nos trasladamos con el nuevo carrito de golf (esta vez es un Dune Buggy,
que es como un carrito de Golf que ha tomado esteroides) hasta su mansión y
en la puerta nos encontramos con un camión de FedEx. De allí bajan una caja
inmensa.
—Ah —dice emocionado—, llegó.
—¿Qué es eso? —pregunto mientras Oliver firma un papel que le da el
repartidor y le desea buenas noches.
—Una silla nueva para tu padre, quiero que tenga autonomía, que salga
de la casa, así que le compré una todoterreno —dice con una sonrisa.
—¿Todoterreno?
—Sí, es un chiste, lo siento, sé que no soy bueno con…
—¡Creí que hablabas en serio!
La sonrisa se ensancha sobre su rostro y Oliver me observa reír como si
fuese la primera vez que lo hago. Camina a mi lado y apoyo una mano sobre
su hombro, mientras mi estómago se dobla por mi risa y él se suma a mi risa
tentadora.
La puerta de la casa se abre, es mi madre y mi padre quienes salen a ver
lo qué ocurre. Yo quito la mano de su hombro y me silencio, Oliver hace lo
mismo, solo que él suma un paso hacia atrás, generando distancia entre los
dos.
—Oliver —saluda mi padre— ¿Todo bien?
Claro, nunca lo vio reír, por eso nos mira así.
—Sí —acomoda su garganta y borra la sonrisa—, sí, justamente es a ti
quien quería ver.
Señala a la caja y mi padre frunce el ceño
—¿Qué es eso, Oliver?
—Un todoterreno —digo por lo bajo, los dos explotamos otra vez.
—Es una nueva silla, una eléctrica que vas a poder usar por el campo,
mira —dice mostrando la imagen de la caja.
Mi padre mira la imagen y asiente una vez, sin decir más.
—Señor Walker, muchísimas gracias —dice mi madre, entre angustia y
alegría.
Mis ojos siguen clavados en mi padre, en la desaprobación que tiene en
su rostro y por primera vez siento que tengo que hablar, ponerlo en su lugar
por este comportamiento que tiene.
—Ahora vas a poder perseguirme por el campo —digo mirándolo con
atención, pero mi padre parece ignorarme por completo y solo mira a Oliver.
—Descuéntalo del sueldo de Cala, Oliver.
—¿Qué? —digo hirviendo por dentro.
Oliver frunce el ceño, su aura malhumorada vuelve a él.
—¿Podéis dejarme solo con Lucien? —gruñe, con su mirada fija en mi
padre.
Tanto mi madre, como yo asentimos con miedo y nos vamos de ahí lo
más rápido posible, no por Oliver, él ya no me da tanto miedo como antes, es
más por mí y por la ira que estaba por explotar de mi pecho.
17
OLIVER
S u mirada no conecta con la mía, sus manos sujetan la silla con tanta
fuerza que sus nudillos están blancos. Me pongo de cuclillas frente a mi
viejo amigo, ya no lo reconozco, está amargado y resentido, y tengo que
hacer algo al respecto.
—No puedo ponerme en tu lugar y tampoco puedo imaginarme por lo que
estás pasando, pero es hora de que alguien te diga cómo son las cosas en este
lugar y voy a sacrificar nuestra amistad, porque prefiero que te enfades
conmigo y no con tu familia.
—Oliver…
—No terminé de hablar —digo firmemente, Lucien asiente,
permitiéndome la palabra—. No puedes solo con esto y no puedes encerrarte
bajo techo y hundirte en la miseria. No lo voy a permitir y sé que tu familia
tampoco. Esto —digo señalando la silla—, no se acerca ni a la mitad de lo
que planeo hacer para que vivas una vida normal o lo más cercano a la
normalidad que podamos conseguir. Así que, a partir del lunes, las cosas van
a cambiar por aquí.
Me levanto y me dirijo a la caja, para abrirla y preparar la silla.
—¿A qué te refieres? —Su voz suena alterada o mejor dicho, asustada.
—A que todos vamos a colaborar para que mejores, por empezar,
necesitas terapia, ejercicio y distensión. Me han recomendado un centro
especializado para personas que pasaron por lo mismo que tú, quiero que…
—¡No soy tu responsabilidad, Oliver! —grita con dientes apretados.
Lo ignoro, los berrinches no funcionan conmigo, en cambio abro la caja y
preparo la silla, es ergonómica, con acabados modernos y futuristas, las
ruedas son blancas y como dije antes, todoterreno. La coloco a su lado con
firmeza y comienzo a hablar.
—Eres mi familia —digo de brazos cruzados— y yo me hago cargo de mi
familia porque quiero, y lamento si tu autoestima se arruina en el proceso,
espero que en algún momento te des cuenta que todos estamos intentando
hacer esta situación más llevadera, especialmente tu hija, que dejó su vida
atrás para complacer tus deseos de seguir en este lugar y tú se lo devuelves
con críticas y gritos. No señor, esto cambia hoy. Necesito una confirmación
tuya.
Lucien asiente.
—Verbal, Lucien, quiero escucharte decirlo.
—Prometo dar todo de mí para mejorar esta situación.
—Excelente, ahora déjame cambiarte a la otra silla.
CALA
OLIVER
Cala Saint-Clair:
Hazlo.
—¿Cómo demonios sabe? —susurro, mientras escribo una respuesta.
Anoche cuando me fui de su cama, inventé una excusa cualquiera para
pedirle su teléfono, siempre relacionado al trabajo, pero los dos sabíamos que
era una gran mentira. Me pregunto si ella también desea tener acceso a mí
cuando no estoy en la casa, como me pasa a mí con ella.
Oliver:
Estaba en eso y me interrumpiste.
Cala Saint-Clair:
Prueba o no te creo.
Maldita sea.
Cierro el chat de Cala y vuelvo al de mis hermanos.
Oliver:
Hola. Buenos días. No, demasiado formal .
Hola, ¿ya tienen planes para el Día de Acción de Gracias?
Silas:
Nada.
Luca:
No tengo ni idea, tendría que preguntarle a Emma.
Killian:
Reunión con amigos.
Silas:
¿Por qué?
Demonios ahora sí tengo que invitarlos.
Prueba o no te creo.
Prueba o no te creo.
Oliver:
Estaba pensando en los niños, ¿quizás les apetece venir a conocer mi
campo?
El mensaje tiene los dos tics celestes, todos vieron el mensaje, pero nadie
responde. Yo sabía que era mala idea, me dejé llevar por Cala, pero ella no
conoce a mis hermanos como yo, ella cree que somos una familia unida y no
hay nada más alejado de la realidad. Me voy a hacer escuchar cuando llegue a
casa y le diga que no pienso escuchar un solo consejo más de…
Silas:
Julián está saltando por la casa de la alegría.
Luca:
Creo que es una idea excelente.
Killian:
¡No vale! Ahora voy a tener que cancelar mis planes para ir.
CALA
OLIVER
CALA
C uando Oliver termina de hablar, el silencio cae entre los dos, como una
neblina pesada y densa.
Lágrimas silenciosas se deslizan por mis mejillas, el dolor se siente
como un cráter en mi estómago.
No hay mucho que decir, no hay palabras que puedan sanar las heridas de
Oliver, pero sí acciones, y estoy dispuesta a darle resguardo.
Me levanto y volteo, sin dudarlo me siento a horcajadas y lo beso hasta el
infinito.
Las manos de Oliver se posicionan en mi cintura y me estruja contra su
cuerpo desnudo. Nunca lo sentí en tantos lados como ahora, toca mi espalda,
mi trasero, sostiene mi nuca para mantenerme en el lugar y profundizar más
un beso primitivo, posesivo y muy nuestro.
—Quiero intentarlo de nuevo —jadeo—, quiero que sientas placer allí.
Oliver asiente, hipnotizado por mi súplica y no pierdo un minuto en esta
pequeña ventana que me regala. Murmuro su nombre, mi voz clara y fuerte
para que recuerde quién es la que está dándole esto, beso sus muslos y juego
con él, acercándome a su miembro, pero sin tocarlo. Mi plan tiene efecto
porque construyo placer y deseo, hasta mueve sus caderas, buscando que lo
toque ahí, en la zona prohibida.
Quiere que lo chupe y estoy más que dispuesta a ser yo quien lo ayude.
Mi mano sostiene lentamente la base, Oliver se tensa, pero deja sus
manos a los costados de su cuerpo, sus puños apretados, aguantando la
necesidad de quitarme de encima.
—Aquí voy —digo cuando deslizo mi lengua desde la base hasta la
cabeza.
Grita.
Grita, asaltado por una oleada de placer.
—Oh Dios. —Sus ojos cerrados, con sus puños golpea el colchón.
Lamo otra vez, como si fuese el mejor helado en el verano y él jadea
como nunca lo escuché.
Y esto solo es el comienzo . Quiero decir, pero no voy a desconcentrarlo.
Cuando abro la boca y chupo la cabeza de su miembro, Oliver gime tan
fuerte que tiene que tapar su rostro con mi almohada para suprimir el
volumen.
Sonrío orgullosa de mí y comienzo con un movimiento constante y
rítmico. Se siente salado y grueso dentro de mi boca, pareciera que no puede
crecer más, pero lo hace.
—Cala, demonios. —Quita la almohada, arrojándola lejos, sus caderas
comienzan a moverse, buscando ir más profundo, tomar control y lo dejo,
porque eso es exactamente lo que necesita. Tomar control de su sexualidad,
obteniendo el placer que se merece.
Su mano se entierra en mi nuca y me mantiene allí, firme, mientras me
penetra sin piedad, sus ojos me observan y hacemos contacto visual.
—Espera, espera, voy a... correrme, Cala. —Advierte empujándome lejos
de él, pero me aferro a sus piernas y…
Tarde.
Oliver se corre en mi boca, sus ojos cerrados, su cuerpo contraído, su
boca abierta pero ningún sonido sale de allí.
Cuando termina, me alejo de él y observo el momento cuando abre los
ojos y se enfoca en mí. Está agitado, sus ojos muy abiertos, claros y
enfocados en mí.
Mi teoría es la siguiente, que el único momento que una mujer puede ver
a un hombre vulnerable, es durante el orgasmo, ahora, después de la
conversación que tuvimos, de ser la afortunada quien él eligió para conocer
su historia, ya no estoy tan segura.
Aunque este orgasmo fue único para él, lo pude leer en su rostro.
—Gracias —dice, toma mi mano y me coloca sobre sus muslos—.
Gracias, gracias. —Me abraza enterrando su rostro entre mis pechos, puedo
sentir que hay lágrimas mojando mi piel. Los dos lloramos y entiendo que
llorar por él es inevitable, tanto como abrazarlo y decirle que aquí me tiene,
que estoy enamorada de él y que, si me acepta, puedo darle lo que necesita.
En cambio, me fundo en un abrazo desnudo y espero a que extirpe todo lo
que calló todos estos años.
C UANDO ABRO los ojos puedo ver que el sol está a punto de salir.
Los brazos de Oliver me encierran con firmeza, su nariz enterrada en mi
cuello, nuestras piernas enredadas. Me acurruco empujando mi espalda contra
su pecho. No creía poder estar más unidos físicamente, pero él lo logra,
apretándome contra su pecho.
Sonrío encantada de tenerlo conmigo, nunca pasa la noche aquí, siempre
se escabulle en cuanto me duermo.
Hoy no.
—Buenos días —susurro acariciando su brazo.
—No me des los buenos días, significa que terminó mi tiempo aquí —
responde besando mi cuello. Mi cuerpo reacciona inmediatamente, el frío
corre por mi cuello—. Y por el momento tengo otros planes.
—¿Qué planes? —susurro, la casa está en silencio.
Oliver se coloca sobre mí con una media sonrisa y apoya su miembro
entre mis muslos para mostrarme cómo despertó. Esta vez voy más allá y con
valentia lo tomo con mis manos, para guiarlo dentro de mí. Cuando me
penetra sisea y cierra sus ojos para perderse en este acto.
—Me gustan tus planes… —digo enterrando mis uñas en su espalda.
—Follarte con sueño, lo tengo que borrar de mi lista. —Entierra su rostro
en mi cuello y traza la curva de mi oreja con la lengua.
—No sabía que había una lista.
—Muchas fantasías que tengo contigo y con tu cuerpo cuando conduzco
de vuelta a casa.
A casa.
Sus embestidas se incrementan, mis gemidos también, así que tapa mi
boca con su mano y se hunde más profundo dentro de mí.
Cierro mis ojos y doy gracias a Dios por su mano silenciando mis
gemidos porque son incontenibles. La conexión entre los dos se solidifica
hasta que por fin entramos en sinergia pura donde los dos nos perdemos en la
intensidad.
El orgasmo nos ataca al mismo tiempo y lo terminamos con un beso
sensible y lento.
Oliver me sonríe con devoción en sus ojos, puedo sentir su amor, no
necesito que lo declare, esa mirada lo dice todo. Abre su boca para decir algo
cuando de golpe…
Noc Noc.
Alguien toca la puerta.
—Cala, hija, ¿puedo pasar?
El momento tierno y mágico se detiene, los dos nos tensamos.
—Eh, no, ¡estoy cambiándome mamá! —digo levantando las sábanas y
corriendo como un pollo degollado por el dormitorio.
Oliver sonríe y parece que su compostura se mantiene intacta.
—Bueno, espero aquí.
—¡No! No, ve abajo, ahora voy, ¡solo necesito un segundo!
Oliver tapa su rostro dormido con la almohada para ocultar su risa.
—¡No te rías! —susurro.
—Bueno, ¿seguro que estás bien?
—Claro que está bien, acabo de darle un orgasmo increíble —susurra el
maldito.
Lo golpeo con un almohadón.
—Sí, segura, ¡ve!
Apoyo mi oreja sobre la puerta y escucho los pasos de mi madre alejarse
por el corredor y luego bajar por las escaleras.
El alma me vuelve al cuerpo y me siento en el suelo, al lado de la puerta.
Oliver se levanta con tranquilidad, toma su ropa con lentitud y se viste
como si nada hubiese ocurrido.
—¿Me parece a mí o estás un poco nerviosa?
Me levanto y lo empujo.
—¿Por qué estás tan tranquilo? —En mi intento de empujarlo, Oliver
toma mi mano y la lleva hasta su pecho, arrastrándome a mí en el proceso.
Hasta que no me tiene a centímetros de su boca, no habla.
—Porque anoche fue la mejor noche de mi vida y eso fue gracias a ti. —
Deja un beso sobre mi nariz.
—Sí, pero mi madre no puede enterarse. —Camino hasta el baño y abro
la ducha, eso no detiene mi ataque de pánico—. Sabes que mi padre va a
poner el grito en el cielo.
Pongo un pie dentro de la ducha, pero las manos de Oliver me detienen,
voltea mi cuerpo y me empuja contra la pared.
—Es al jefe al que le tienes que temer, intrusa, aquí se hace lo que yo
ordeno. Si tu padre tiene un problema con eso, que venga a hablar conmigo.
Con mi dedo índice, lo alejo de mí, no importa cuán sexy sea en este
momento.
—Puede que a ti no te diga nada, pero sabes que conmigo es otra la
historia y no estoy dispuesta a decepcionar a mi padre.
—¿Y qué pretendes que hagamos? ¿Que nos escondamos para toda la
vida? —Sus ojos se oscurecen, su aura cambia a una oscura otra vez.
—Sí.
—No —responde inmediatamente—, no es suficiente para mí.
Cruza sus brazos, su ceño está tan fruncido que profundiza las arrugas en
su entrecejo.
—Bueno, quizás algún día entiendas por lo que estoy pasando, lo que yo
quiero no importa en mi vida, tengo padres que mantener.
Señalo la puerta y lo echo de mi baño.
23
OLIVER
M i familia entra por la puerta del rancho con valijas, bolsos de bebé,
juguetes, niños dormidos en brazos y sonrisas y, aun así, no puedo
disfrutar el maldito momento.
Hace tres noches, tres noches exactas que no hablo con Cala, no la toco,
no la beso o la follo y eso me vuelve malditamente loco.
—¡Llegamos! —grita Kill siendo la estrella que siempre es, busca ser el
foco de atención de todo el mundo. Luca lo golpea por despertar a Mila que
la tenía dormida en brazos.
Silas lleva a Julián de la mano, Lauren está a su lado, su hermana Emma
consuela a Mila, la pequeña está quejándose con irritación y Killian está
fresco y de buen humor.
Uno a uno los abrazo, la última vez que nos vimos fue para la última
navidad, hace ya casi un año de eso.
—¡Bienvenidos al rancho Walker! —grita Eliza con energía vibrante
detrás de mí.
Todos la saludan como si fuese una más y se conocieran de toda la vida.
Killian es el que más la conoce, él camina hacia ella y la levanta en el aire
abrazándola con fuerza.
—¡Eli! —grita, totalmente efusivo— ¿Perdiste años? ¡Pareces una
treintañera!
Eliza le sonríe, pero lo empuja.
—¿Te gusta hacerte el galán con una señora?
Sé que por dentro le encanta.
—Pasad —digo señalando la sala.
—¿Crees que podríamos buscarles una cama a los niños? necesitan su
siesta si no quieren que mamá los mate —dice Emma.
Eliza se va con Lauren y Emma, y los niños hacia sus cuartos. Yo me
quedo abajo con mis hermanos.
—Cuando decías rancho me imaginaba algo mucho peor, Oli, esto es
increíble —dice Silas observando la sala.
En estos momentos me alegro de haber contratado a un decorador de
interiores, sino sí que hubiese sido algo mucho peor.
La sala es la habitación más acogedora que tengo, encendí la chimenea
hace unas horas, así que el fuego genera un cálido ambiente para sentarse en
los sillones mullidos que la rodean y generan un ambiente óptimo para las
conversaciones. No lo había notado hasta ahora, bueno, en realidad siempre
me sentaba solo en este gran espacio, parecía muy grande para uno.
—Yo nunca dije que vivía en el barro, esa fue tu imaginación —respondo
sirviendo cuatro vasos de mi gabinete.
Los cuatro brindamos en silencio.
Luca mira por los ventanales, Silas se sienta en los sillones y Killian lo
sigue.
—Me gusta mucho el verde —dice Luca dándonos la espalda—, pero a
este lugar le falta agua.
—La laguna está a un par de kilómetros —respondo observando a donde
mira mi hermano.
Luca me mira con una ceja arriba.
—¿Laguna? Impresionante.
Guiño un ojo y me siento con mis dos hermanos, Luca me sigue segundos
después.
—¿Y Lucien? —pregunta Kill mientras se lleva el vaso a la boca.
—En un centro de rehabilitación, pasa el día allí, tres veces por semana.
Las hermanas Green entran a la sala y cada una se sienta al lado de su
pareja con un largo soplido, sé que la maternidad no es fácil, pero se las ve
felices.
—Esta casa es preciosa, Oliver —dice Emma.
—Gracias.
—Prepárate para cuando Julián esté más despejado, estoy segura que
querrá conocer todo el rancho —agrega Lauren.
—Estoy más que dispuesto a mostrarles todo cuando despierten.
Killian mira hacia todos lados y lo miro con ojos entrecerrados.
Él conoce este lugar… Entonces, ¿a quién busca?
—¿Te puedo ayudar con algo? —gruño.
—No hermano, estoy bien —sonríe con maldad y toma el vaso de un
trago.
En ese momento entra Eliza con una bandeja, con tazas y panes que sé
que hizo esta madrugada, deja todo en la mesa de café y me sonríe
abiertamente.
—Gracias Eli —dice Kill con una sonrisa exagerada— ¿Dónde está el
resto del staff?
Eliza me mira antes de responder, sospechando las intenciones de mi
hermano menor.
—Killian…—advierto.
Silas y Luca se sonríen con malicia.
—¡Sabes que soy una persona amigable!
Voy a matarlo.
Silas se levanta del sillón, como el hermano mayor y CEO de Property
Group y dice:
—Llévanos a recorrer tu templo, Oliver, que todos queremos saber qué
ocurre en estos pagos. —Estira su mano hacia atrás, esperando que Lauren la
tome y ella lo hace inmediatamente.
Miro sus manos enlazadas con un poco de celos y asiento, tragando la
necesidad inesperada de mi cuerpo por llevar a Cala así, pero si seguimos así,
probablemente nunca ocurra.
Que comience el tour por el Rancho Walker.
CALA
OLIVER
P ARA EL FINAL DEL DÍA , las mujeres se retiran con los niños y los hermanos
nos quedamos en la sala, con la chimenea encendida y las luces tenues, el
fuego chispeante ilumina la habitación, tiñendo las paredes de naranjas y
rojos. Los cuatro tenemos un vaso en la mano y estamos enfrentados, dos en
un sillón y dos en otro.
Astro está a mis pies, dormido plácidamente.
De todos mis hermanos, Luca suele ser el más silencioso, por eso no me
sorprende que no participe demasiado en las reuniones, pero ahora…
—¿Deberíamos prepararnos para la boda? —Sus ojos fijos en mí.
En ese momento, le doy un trago más largo de lo normal a mi vaso, es
whiskey, puro.
Mis tres hermanos me miran, esperando una respuesta.
—¿Acaso yo les metí prisa cuando estaban con las Green?
—Sí —responde Silas y Luca al mismo tiempo.
Meneo la cabeza a un lado y al otro y resoplo, ocultando la sonrisa tras el
vaso.
—No es tan fácil. —Miro hacia las escaleras, deseando subir para verla.
Killian se apoya sobre sus rodillas, juega con su vaso, dibujando círculos
y haciendo sonar los hielos.
—Lo que sea que quieras hacer, tienes nuestro completo apoyo.
—Así es —responde Silas—, pero no te lo plantees por mucho tiempo, no
quieres que se te escape, al menos ese fue el consejo que me disteis vosotros
con Lauren y os lo agradezco todos los días.
Asiento, pero por dentro siento más preocupación que otra cosa.
—Lucien no lo sabe y ella no se lo quiere decir —confieso, nunca hablo
de mi vida privada con mis hermanos, esta es la primera vez.
—¿Por qué no?
Me reclino, dejando caer el peso de mis problemas en el sillón.
—Cuando se trata de Cala, Lucien tiene un serio problema con la
perfección, sin mencionar un complejo de inferioridad muy importante, para
él, ellos son menos y deben devolverme más, algo que intento remediar. Así
que saber que estamos juntos sería algo inadmisible para sus ojos.
—Demonios, creí que vosotros dos erais amigos —dice Killian.
—Lo éramos, pero desde el accidente él cambió y no lo culpo, ahora hay
factores nuevos en mi vida y no sé cuánto estoy dispuesto a ignorarlos con tal
de tenerlo contento.
—Me parece una estupidez… —agrega Silas.
Luca lo reprende con la mirada.
—Lo siento, pero lo es, dime algo, ¿cuántas veces estuviste con una
mujer y pensaste que era la elegida?
—Una —responde Luca—. Siempre fue Emma.
Ahora Silas me mira a mí.
—¿Y tú?
—Una.
Asiente una vez y apoya su vaso en la mesa de café.
—Habla con Lucien, dile como son las cosas, pero, fundamentalmente
déjale en claro que no puede entrometerse entre vosotros y si no lo acepta,
dile que tiene toda la libertad de estar en desacuerdo, pero que tú no vas a
negarte un día más estar con ella.
Escucho a mi hermano mayor con atención, los tres lo hacemos, porque
de los tres, él siempre fue el que era más resolutivo, el que no le daba vueltas
a nada, el que tiene que tomar decisiones claves todos los malditos días de su
vida desde que salió de la universidad.
Y quiera admitirlo o no, no hay nada como el consejo de tu hermano.
26
CALA
OLIVER
CALA
U n año después
OLIVER
S entado a los pies de la tumbona, agarro mi cabeza entre mis manos, mis
ojos perdidos en el suelo.
En mi mente se repiten imágenes de ese hijo de puta, tocándome
cuando le rogaba que no lo hiciera. Imágenes de mis sobrinos siendo atacados
por él me invaden, ira y furia arrasan en mi sangre, haciendo que hierva y
pierda el control de mi temperamento.
Me escapé de él toda la vida y ahora vuelve a arruinarla, no solo la mía, la
de ese niño también.
Ayúdanos a que mi hijo pueda dormir por las noches, dijo el padre.
Y maldición, sí que conozco ese sentimiento.
Esa impotencia.
Pero no puedo, no puedo llamarlos, no puedo darme a conocer.
Escucho los pasos dentro de la habitación, debe estar preocupada por mí y
no fui justo con ella, no se merecía mi ira, por eso cuando siento sus brazos a
mi alrededor, la recibo con necesidad, con humildad y me dejo llevar por su
olor, su cuerpo suave y caliente rodeándome por la espalda.
—Lo siento —murmuro.
—Está bien —susurra ella, acariciando mis brazos, no tiene idea el bien
que me hace sentirla.
—No puedo ir a la policía, soy una figura pública, los medios se van a dar
un festín.
—¿Y desde cuándo te importa lo que piensen los medios?
Tiene razón.
—Podría perjudicar a la empresa.
Las excusas son patéticas.
—Solo voy a hacerte una pregunta —dice— ¿Es realmente ese el
problema o tienes pánico que tus hermanos sepan lo que te ocurrió?
Sus palabras me dejan helado y una pelota se forma en mi estómago de
solo pensarlo, de solo imaginarme sus rostros si supieran lo que me hizo
Eder.
—Ya sabes la respuesta —gruño, esta mujer me conoce demasiado y es
muy inteligente para mi estado mental actual.
—¿Crees que vale la pena que más niños perezcan a este monstruo solo
por no querer confesarles a tus hermanos lo que te ocurrió cuando eras un
niño indefenso?
—Cala, tú no sabes lo que…
—Lo sé, nunca voy a poder estar en tus pies, solo quiero que pienses en
ello, piensa en Julián, piensa cuánto necesitabas que un adulto tomara el
control de la situación cuando tú no eras capaz de hacerlo. —Con eso, me
deja un beso en mi hombro y se levanta—. Dejé una manta por si necesitas
dormir aquí.
Como dije antes, me conoce demasiado.
Las puertas se cierran y estoy solo otra vez, encerrado en mi cabeza,
buscando una solución a este problema, cuando creo que tengo la solución,
mi mente se arrepiente y vuelvo al principio.
Cuando vuelvo a la cama son las tres de la mañana. Cala está de espaldas
a mí y yo la envuelvo con mi cuerpo, la necesito cerca, sentir la paz que me
da, la calma cuando la tormenta dentro de mi pecho me ahoga.
Ella acaricia mi brazo y se acurruca dentro mío.
—Te necesito —susurro en su oreja mientras dejo un camino de besos en
su mandíbula hasta el cuello—. Siento levantarte, pero te necesito —imploro.
Sin decir una palabra, ella voltea y me abraza, dándome espacio para
hundirme en ella y recordar por qué estoy a punto de hacer esto.
—Oli… —jadea Cala.
Yo me concentro en su rostro, en sus ojos pesados con lujuria y sueño,
que es la sensación más extraordinaria que puedo vivir todos los días.
—Te amo —susurro besando su boca—. Gracias por estar aquí, por ser
mía.
Apoyo mi frente sobre la de ella, mis embestidas se apresuran, buscando
la punta del placer.
Cuando los dos nos corremos, Cala me regala una de esas sonrisas que
me derriten.
—Te amo Oli y estoy muy orgullosa de ti, no importa lo que venga, lo
enfrentaremos juntos.
Sus palabras me llenan, silencian mi boca, pero mi pecho se siente lleno.
C ala
—¡Oli! —grito desde la ducha.
El agua caliente cae sobre mi espalda, el vapor inunda todo el baño.
Cuando Oliver llega corriendo, sus ojos ya saben lo que ocurre,
principalmente porque mi mano está en mi estómago y mi respiración está
descontrolada.
Oliver envuelve mi cuerpo en una gran toalla y me seca con movimientos
rápidos.
—El bolso está en el Land Rover, solo necesitamos vestirte y partimos al
hospital. —Su voz serena y pausada.
Mi cabeza corre a mil kilómetros por hora, sentimientos opuestos danzan
en mi estómago, ansiedad, miedo, alegría.
Agacharse es imposible, así que Oliver me coloca unas zapatillas sin
calcetines y me levanta de la cama.
Eliza está abajo y acata órdenes que Oliver le grita mientras me lleva al
todoterreno, yo no los escucho, simplemente lo sigo, bueno, en realidad mis
pies lo siguen, él sabe lo que hay que hacer.
Cuando logra sentarme y abrocharme el cinturón, sale arando del garaje.
Cuando estamos saliendo de la propiedad cambia la música y pone mi
preferida, “The River” de AURORA suena bajito.
Oliver deja una mano sobre mi muslo izquierdo y me sonríe.
—Todo va a estar bien, mi amor —dice.
—Lo sé… —respondo con un tono tenso, pero mi sonrisa está allí.
Una contracción comienza a dispararse por mi estómago y me sostengo
de la puerta.
—¡Ahh! —grito.
—Respira conmigo, Cala, inhala en cuatro, exhala en seis, vamos —dice
dividiendo su atención entre la carretera y mi persona.
Yo lo imito y el dolor se apacigua un poco, pero sigue allí, altente y listo
para partirme al medio.
Cuando llegamos al hospital, una camilla me espera y me acuestan allí, la
mano de Oli nunca me deja.
—Bueno Cala, llegó el momento de conocer a Astor —dice mi médico
dentro del quirófano.
Miro hacia arriba, Oliver me sonríe y me da aliento con caricias y sé, en
ese momento que todo va a estar bien, él está aquí, él va a cuidar de nosotros.
—Puja, Cala, vamos —ordena el médico.
Y todo comienza.
Lo más doloroso, realizador y difícil que hice en mi vida.
Astor llega al mundo gritando con pulmones muy fuertes. Lo envuelven
en mantitas y me lo entregan. Apenas tengo fuerzas para sostenerlo, pero
parece que por él la energía sale de los lugares más recónditos de mi ser y lo
sostengo contra mi pecho.
—Hola Astor —susurro sosteniendo su pequeñísima mano, mi dedo
índice se ve gigante a su lado.
Oliver está a nuestro lado, cuando lo miro, puedo ver lágrimas en sus
ojos.
Acaricio su rostro con cuidado y él deposita un beso en mis labios.
—Es tan pequeño —dice con una sonrisa—, tan hermoso, gracias. —Su
mano acaricia mi cabello empapado y yo me dejo llevar por sus caricias.
—¡Felicidades mamá y papá!, ahora si me lo prestan un ratito, tenemos
que pesarlo. —La enfermera lo quita de nuestro pequeño caparazón y los dos
la seguimos con la mirada, atentos a todo lo que le ocurre a nuestro hijo.
—Lo hiciste —susurra Oliver.
—Lo hicimos, Oli, juntos siempre, ¿recuerdas?
Oliver
A STOR DUERME PLÁCIDAMENTE en su cuna.
Lo observo dormir con una sonrisa sentado en un sillón a su lado.
Cala duerme en la cama, a estas alturas ya aprendimos que era mejor que
duerma cuando el bebe también lo hace.
El móvil explota a mensajes de mis hermanos.
F IN .
ADELANTO SAN FRANCISCO INESPERADO
—¡H ola gente linda! Aquí Kill.K reportandome desde Muir Woods,
San Francisco, California —digo mientras enfoco la cámara a mi
rostro en lo más alto del camino.
El sol está justo frente a mí, mis ojos verdes parecen más claros de lo que
en realidad son gracias a como me da la luz. Mi cabello oscuro está oculto
con una gorra negra hacia atrás.Dentro del cuadro de la cámara se puede ver
mi camiseta negra sin mangas, mis brazos tatuados están embadurnados en
protector solar, así que brillan un poco, haciéndolos parecer más grandes y
definidos de lo que en realidad son.
Oye, esto es internet, nada es lo que parece.
Detrás de mí se ven los árboles gigantes, altos y frondosos típicos de
California, el verde intenso de este microclima húmedo y mágico brilla ya
que el rocío de la mañana lo intensifica.
Usualmente tengo que poner el despertador para poder venir a esta hora a
filmar y sacar fotos sin todo el público metido en el medio, arruinando el
encanto de este lugar.
—Como pueden ver, estoy en el camino avanzado y este es el pico más
alto del bosque, para aquellos que estén interesados en venir, recuerden que
tienen que reservar primero —Comienzo a caminar ligeramente mientras
relato mi caminata—. Pájaros, paz y verde, ¿qué más se puede pedir? Para los
que vivimos en ciudad esto realmente es…
Un sonido me alerta, algo que gime a lo lejos y no, no suena a placer, mas
bien dolor.
Apago la cámara, la guardo en el bolso cruzado sobre mi pecho y agudizo
mis oídos, mientras miro a mi alrededor, parece que no hay nadie cerca.
Los siseos y gemidos vuelven, definitivamente alguien está con una
urgencia y vienen del norte.
—¿Hola? —grito.
Nadie responde, pero los sonidos siguen apareciendo, así que me
dispongo a caminar, buscando la fuente, lo que sea o quien sea que necesite
ayuda.
Debajo de las suelas de mis zapatillas se escucha como la grava cruje,
aunque el camino es de tierra y muy angosto.
—¡¿Hola?! —Vuelvo a gritar a medida que escucho el gemido más alto y
claro.
—¡Hola! Aquí! —grita una voz femenina.
Su voz me redirecciona y me lleva hacia la dirección correcta. Me salgo
del camino y detrás de unos arbustos que me llegan hasta la cintura encuentro
a una mujer en el suelo.
Se encuentra de espaldas a mí y su cabello rojo intenso cubre casi toda su
espalda hasta la cintura, está sentada sobre la tierra y por la posición que tiene
puedo darme cuenta que tuvo alguna especie de herida, puntualmente en su
tobillo ya que se lo toma con fuerza.
—¿Estás bien? —pregunto a medida que la rodeo.
Ella levanta los ojos cuando aparezco en su rango de visión, por su
expresión puedo ver que está muerta de dolor.
—Si, no, ¡no lo sé! Me doblé el tobillo y no puedo caminar, lo intenté,
juro que lo intenté pero eso lo hizo mucho peor y ahora no puedo levantarme
—balbucea con velocidad.
Me pongo de cuclillas delante de ella y me enfoco en su tobillo que por
cierto está muy inflamado y rojo.
Su zapatilla está tirada a un lado con su calcetín correspondiente.
—No se ve bien —digo tomando mi bolso y abriendo el cierre para darle
un poco de agua.—. Ten, bebe un poco.
—¿De…de la misma botella que has tomado tú? —dice mirando mi
botella con horror.
Me río por lo aterrada que se ve.
—Sí, toma…
—No, no gracias. —Mira lejos de mí.
Yo miro la botella con detenimiento, busco algo que la espante, quizás
baba o tierra, no lo sé, algo que justifique que no quiera tomar agua cuando
hace cuarenta grados a la sombra.
—¿Qué tiene mi botella?
—Mira, no te lo tomes mal, pero soy germofobica.
—¿Y…?—Insisto.
—Y no comparto botellas, no es personal, como dije, solo que…
—Ahh, eres de esas…—digo cerrando la botella y guardandola en mi
bolso.
—¿Esas? —Su tono cambia y una ceja roja se arquea.
Me dedico a observarla un poco mejor, sin el apuro que sentí cuando creí
que era de vida o muerte y encuentro sus ojos llamativos, verdes con forma
de almendra, pecas rojas se desparraman por su nariz, pómulos y frente.
Para lo malhumorada que es, se ve muy adorable.
—No importa, concentrémonos en lo importante, voy a llamar al
guardabosque, para ver si él puede enviar a alguien—Meto mi mano en el
bolsillo de mi pantalón de chándal y quito el móvil de allí— Oh demonios…
—¿Qué?
—No hay señal, estamos demasiado arriba
—Oh Dios ....—Se lamenta, apoyando su frente en la rodilla.
—Hey, tranquila, yo puedo llevarte.
Sus ojos se abren con terror, su cuerpo entero se contrae sin moverse del
lugar.
—No, no, esperaré, alguien seguro pasará por aquí para revisar que no
haya público, ¿eso pasa no? ¿Hacen eso?
—No —devuelvo con media sonrisa.
Su caos me hace sonreír.
—¡Demonios!
Miro de soslayo su tobillo, puedo ver como empeora por segundo.
—Mira, no quiero alardear, pero levanto pesas más grandes que tú, dos
veces por día, déjame llevarte hasta abajo, allí podremos llamar al 911.
Puedo ver como dentro de su cabeza roja debate si aceptar mi ayuda o no,
pero también sé que no tiene opciones. Casi nadie viene hasta el pico más
alto del bosque, se necesita experiencia y estar preparado para cualquier
imprevisto. Y si la analizo rápidamente puedo darme cuenta que esta chica no
tiene ni la experiencia, ni el preparamiento para afrontar este lugar.
Pero por suerte para ella, aquí estoy yo, el caballero de la armadura
reluciente.
—Venga, vamos—Deslizo mis brazos por debajo de sus piernas y la
chica comienza a retroceder.
Me detengo porque no quiero estresarla, pero se me están acabando las
estrategias.
—No, no, de verdad, gracias, pero prefiero morir y que me coman los
carroñeros que hacerte pasar por esto.
Me río con su dramatismo.
—Primero, no te vas a morir, es un tobillo inflamado, segundo no me
cuesta nada y…
—¡Me da vergüenza! —dice arrojando sus brazos por el aire.
Sus mejillas están extremadamente coloradas y en su frente puedo ver
gotitas de sudor, así que me levanto y me pongo justo donde le da el sol para
darle sombra, soy un tipo alto y ancho así que tiene bastante para aprovechar.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho y la miro confundido.
—¿Por qué te daría vergüenza?
—Soy pesada, ¿está bien? No puedo ocultar esos kilos de más si me
levantas, aparte es probable que te arrepientas a mitad de camino.
La risa viene de mi estómago primero, luego termina en mi garganta.
¡No sé qué es lo que dice esta mujer!
—Primero, no eres pesada, eres un ser humano, segundo, prometo
tomarme mis recreos si no puedo con tu peso descomunal—digo
irónicamente ya que es absurdo todo esto—, tercero, eres graciosa, sé que
podrías entretenerme de camino abajo.
Ella me mira con derrota en sus ojos y suelta todo el aire de sus
pulmones.
Si, derrota total.
Punto para Killian.
—Pero prométeme que dirás algo en caso de agotarte.
—Lo prometo —extiendo mi mano esperando por la de ella y cuando las
estrechamos me tomo más tiempo del necesario sintiendo su piel solo para
despertar su germofobia.
La ayudo a levantarse y con los movimientos ínfimos que hace, sisea de
dolor y se estremece.
—Ten, tú llevas mi bolso —Se lo entrego y su brazo cede con el peso—.
Cuidado, tengo una cámara muy costosa allí dentro.
—Se nota —devuelve cruzando el bolso con cuidado—. Oh, ¡mi
zapatilla! —dice y yo en un movimiento rápido la guardo en mi bolso.
Entonces yo volteo, dándole la espalda y preparo mis manos para
recibirla.
Ella pone una mano sobre mi hombro y con cuidado levanta la pierna que
tiene mala.
—¡Espera! —grito, ella se detiene inmediatamente—No puedo cargar a
alguien si no se su nombre.
Volteo solo para ver cuan irritada esta y en la escala de uno al diez, es un
veinte.
Suelta un bufido.
—Bianca.
—Hola Bianca, soy Killian —Estiro mi mano otra vez, pero ella estira el
puño.
Ganó esta batalla.
Punto para Bianca.
Chocamos nuestros puños y vuelvo a la posición inicial. Ella escala por
mi espalda y yo la sostengo sujetando la parte de atrás de las rodillas.
—¿Lista?
—Si —se sujeta con fuerza por mi cuello.
—Aquí vamos…
Los agradecimientos son infinitos pero puedo empezar con mi editora Natalia
por hacerme la vida más fácil, a las fans (que palabra mas rara) por darme
fuerzas todo el tiempo. Pareciera que tienen un sexto sentido y cuando más
dudo de mí misma me llegan comentarios increíbles que me impulsan a
seguir escribiendo a estos cuatro hermanos.
A mi familia que este año viajé a pasar las fiestas con ellos y los obligué a
mantener silencio así podía terminar este libro a tiempo y a mi hermana por
ayudarme con todo lo que yo no llegaba a hacer.
Romance oscuro
Resiliencia
Stamina
Deber
Rage
Carter
Romance distopico:
Romance Paranormal:
Príncipe Oscuro
Romance Contemporaneo:
Amor y Odio en Manhattan.
Segunda Oportunidad en Miami
Rivales en Dallas.
San Francisco Inesperado (2022)