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Esta enfermedad afecta de manera directa e indirecta a todos los grupos de eda-
des: Bebés expuestos a estas sustancias desde el útero, que nacen prematura-
mente, con peso bajo y con pronóstico de desarrollo menos alentador; adolescen-
tes, con cambios de comportamiento, problemas de conducta, bajo rendimiento
académico, un aumento en el riesgo de embarazos no deseados, problemas de
índole legal y exposición a enfermedades infecciosas; y adultos, con alteraciones
de la capacidad de pensamiento, fallas de atención y problemas de memoria, a
menudo con problemas de comportamiento, malas relaciones sociales y pérdida
de oportunidades laborales. Puede observarse en hogares caóticos, con ambien-
tes estresantes y negligencia en la crianza de los hijos, que pueden favorecer las
bases para que se instalen problemas de abuso de sustancias en las generacio-
nes siguientes.
En los últimos 20 años, ha despertado un interés creciente por el estudio de las mani-
festaciones psicopatológicas coexistentes con el consumo de sustancias adictivas, así
como la influencia que estas manifestaciones pueden ejercer en la evolución, el pronós-
tico y la respuesta al tratamiento tanto del trastorno adictivo como del trastorno mental.
La similitud entre los síntomas inducidos por el efecto o la adicción a sustancias
psicoactivas, y los síntomas propios de las alteraciones psicopatológicas, ha pro-
vocado muchos diagnósticos confusos y, por lo tanto, tratamientos incompletos,
en ocasiones incluso equivocados.
De igual manera, llama la atención que los incrementos en estos índices se han
relacionado directamente con el incremento del consumo en las zonas del centro
del país. Las sustancias de diseño, como las anfetaminas y metanfetaminas, así
como los fármacos de venta controlada, como las benzodiazepinas, han mostrado
un aumento significativo de usuarios.
De aquí surge la teoría conocida como la automedicación, que dice que muchos
individuos pueden intentar automedicarse por un trastorno psiquiátrico concomi-
tante utilizando el efecto de drogas ilícitas o alcohol. Esta teoría, popularizada
por Edward Khatzian en 1985, postula que los efectos específicos de las sustan-
cias son perseguidos por usuarios con necesidades de minimizar afectos y esta-
dos emocionales y mentales negativos y, por lo tanto, rara vez se elige al azar la
sustancia de abuso.
Etiopatogenia
La adicción a las drogas se define como una enfermedad crónica del cerebro que
cursa con periodos de recaídas, caracterizados por la búsqueda y el uso com-
pulsivo de las drogas, a pesar de las consecuencias nocivas que conlleva. Se
considera una enfermedad cerebral, dado que el efecto de las sustancias afecta
la estructura anatómica y molecular del sistema nervioso, así como sus capaci-
dades de funcionamiento.
Actualmente, se hace uso del término adicción para hacer referencia al padeci-
miento en el que un usuario de alguna o algunas sustancias con efecto psicoacti-
vo desarrolla cambios cerebrales que lo llevan a requerir dosis mayores de la o las
sustancias en cuestión, así como síntomas de abstinencia física o mental ante la
suspensión del consumo y deterioro de diversas áreas de vida del paciente. Dicho
en otras palabras, la adicción es la dependencia fisiológica o psicológica a alguna
sustancia psicoactiva legal o ilegal, provocada por el abuso en el consumo, que
causa una búsqueda ansiosa de ésta. También conocida como drogodependen-
cia, fue definida por primera vez por la OMS en 1964 como un estado de intoxica-
ción periódica o crónica producido por el consumo repetido de una droga natural
o sintética, cuyas características son:
Existen diferentes razones por las cuales las personas pueden comenzar a utilizar
sustancias psicoactivas:
No obstante que los cambios en las estructuras arriba mencionadas son caracte-
rísticos de la adicción, los cambios iniciales y la bioquímica del proceso comienzan
con alteraciones moleculares, principalmente en el sistema de la comunicación
neuronal, la cual se lleva a cabo a través de la neurotransmisión. Algunas dro-
gas funcionan imitando la estructura química de ciertos neurotransmisores, lo que
les permite activar a los receptores para dichos neurotransmisores, transfirien-
do mensajes anómalos y provocando reacciones alteradas en el cerebro. Otras
logran sus efectos estimulando a las neuronas para liberar cantidades anormal-
mente grandes de neurotransmisores, causando señales amplificadas y las reac-
ciones en el cerebro que se relacionan con sus efectos.
Tratamiento
Como parte de los principios de tratamiento, cabe aclarar que es necesario con-
templar la aparición de recaídas, no sólo como algo posible, sino como algo proba-
ble. Las tasas de recaídas en la patología adictiva son similares a las observadas
en otras enfermedades médicas como la diabetes, la hipertensión o el asma, que
también tienen componentes conductuales y biológicos. En ningún momento debe
considerarse la aparición de una recaída como el fracaso del plan de tratamiento.
Recordemos que las dosis deberán ajustarse en el caso de los pacientes que pue-
dan presentar compromiso de la función hepática, y podría ser conveniente utilizar
citalopram, ya que inhibe débilmente la ruta de la p450.
El trastorno bipolar es un tema frecuente en los casos de patología dual. Existe una
relación directa entre la enfermedad bipolar y un incremento en el riesgo de padecer
adicción a sustancias. El tratamiento farmacológico en estos casos debe iniciarse
de inmediato a través de medicamentos estabilizadores del afecto, tomando en
consideración los riesgos particulares de esta población de pacientes. A pesar de
que existe una amplia gama de fármacos estabilizadores, en el caso particular
de los pacientes con alcoholismo, por ejemplo, debe tomarse en cuenta la posibili-
dad de compromiso hepático, por lo que podría ser necesario el uso de topiramato
(la dosis de topiramato podrá ajustarse dependiendo de la respuesta del paciente
a 25-100 mg/día) como estabilizador, por encima del carbonato de litio a una dosis
de 300 y hasta 900 mg/día (cuidando las concentraciones del medicamento a nivel
sérico para mantener la concentración entre 0.8 y 1.2 mEq/L) o los valproatos. El
valproato semisódico suele lograr una buena respuesta como estabilizador a do-
sis que pueden ir desde 500 hasta 1500 mg/día. En cuanto a valproato de magne-
sio, la dosis efectiva puede variar desde 400 hasta 1200 mg/día. En caso de que
la función hepática se encuentre bien conservada, puede resultar conveniente la
utilización de litio para los pacientes con predominio de episodios depresivos, o de
antipsicóticos con efecto estabilizador, como olanzapina o quetiapina, para aque-
llos con episodios de predominio maníaco o hipomaníaco y para los episodios
mixtos. Es fundamental recordar que en los pacientes de quienes se sospeche el
diagnóstico de trastorno afectivo bipolar, en base a la historia clínica, la historia
de vida y los antecedentes heredofamiliares, deben retrasarse en la medida de lo
posible los tratamientos antidepresivos para evitar el riesgo de viraje, aun en los
casos en los que clínicamente se concluya el diagnóstico de una fase depresiva.
Como estabilizador, olanzapina puede lograr un buen efecto a dosis que van de
10 a 20 mg/día, mientras que quetiapina puede lograr excelentes resultados con
dosis que van de 200 a 600 mg/día.
La psicosis es una enfermedad frecuente en la población de abuso de sustancias;
siempre debe ser tratada como un episodio psicótico agudo, independientemente
de que no se cuente aún con un diagnóstico específico. Cabe recordar que sus-
tancias como la cannabis pueden producir la activación genética de padecimien-
tos psicóticos en algunos pacientes. Dado que la sustancia activa de la marigua-
na (tetrahidrocannabinol) puede permanecer en el cuerpo por periodos de varias
semanas, estos episodios psicóticos suelen tardar también varias semanas en
remitir por sí mismos tras la suspensión del consumo. En estos casos, se reco-
mienda la hospitalización del paciente para mantenerlo en vigilancia, así como la
administración de antipsicóticos durante la fase aguda de síntomas. El diagnósti-
co definitivo dependerá de la posibilidad de retirar en un futuro los fármacos antip-
sicóticos y mantener al paciente asintomático mientras se fomenta la abstinencia
a la sustancia. En los casos en los que, a pesar de la suspensión comprobable de
la droga, los síntomas psicóticos permanezcan, deberá considerarse el diagnós-
tico de esquizofrenia.