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A ESTE NUEVO RITMO

El estudiar Arquitectura

Por Eugenia Sangiorgi Formento. Estudiante de 5to Nivel de Arquitectura

Todo empieza por la atracción inexplicable por los “rastis” y los juegos de realidad virtual
donde podes diseñar espacios, algún que otro estímulo y una mera idea del ejercicio
profesional después, más un poquito de motivación de lo grande que suena la palabra
“Arquitecta” pegado al apellido que llevo, y listo, llegó Noviembre del último año de
secundario y ya estaba en la web de la FAUD chusmeando todo lo posible, preinscribiéndome a
una carrera a la que me atraía, me animaría a decir, el 5% de lo que realmente era.
Pueblerina de lejos, inexperta en autogestión, ignorante del sistema universitario público, pero
con muchas ganas, así llegué a Ciudad Universitaria en Diciembre del mismo año, buscando
comenzar esta hermosa carrera.
Al otro año el Cursillo de Nivelación me encontró al día con las actividades que pedían, pero
con miedo de absolutamente todo. No saber si te van a descalificar o hasta echar de la UNC
por alguna actividad mal hecha, es poco decir. Sí, exageraba, muchísimo!
A medida que la cursada del primer año fue tomando espesor, rápidamente se cayeron
algunos prejuicios que traía: por un lado los profes se empeñaban en aprender tu nombre, en
conocer tu manera de trabajar; y por otro, en Arquitectura también hacíamos collages,
pintábamos, dibujábamos un movimiento, un sonido en el espacio, como también le
tomábamos el gusto a la historia y la mano al dibujo técnico.
El cambio de ritmo, en lo personal y por lo que se hablaba entre los compañeros, nos
arrastraba a todos. No era nada imposible, pero sí debíamos dedicarle el tiempo necesario, ya
no alcanzaba con lo que se hacía en clase; que además para los que venimos desde afuera de
la ciudad, se sumaba un desafío más: la independencia, y con esas dos cosas, hacer malabares.
Hoy en día me encuentro con la cursada de toda la carrera a días de finalizar, a punto de
anotarme en la ansiada y al principio, tan lejana, tesis. A veces se hizo difícil. Como todo, tuvo
sus dificultades, pero a cada año, con cada materia, se abrieron múltiples puertas del saber,
arquitectura engloba mucho más de lo que se imagina al comienzo; ese constante descubrir es
el que te pone en situación de crisis, y allí es cuando, con más impulso que antes, hay que
sortearla. La crisis es un lugar incómodo, es una idea molesta, inevitable, pero totalmente
fructífera, te hace amar y por momentos cuestionar lo que estás haciendo (cosa que con el
tiempo, entendí que incluso es parte del proceso mismo de diseñar), y es producto de la
diferencia de una carrera de diseño y una teórica, las horas de preparación de un proyecto no
te aseguran una buena devolución de los profesores y viceversa, y no por ello hay que bajar los
brazos. El proceso de proyectación no tiene un único resultado final, tiene vaivenes y no
siempre en sí mismos, sino que también emocionales, hasta que madura y logramos llegar a un
objeto arquitectónico fiel a nuestras ideas y resuelto de la mejor manera posible.
Sin duda ser estudiante de Arquitectura te forma y no sólo académicamente. Los arquitectos
siempre fuimos vistos como bichos raros frente a otros estudiantes, somos seres capaces de
pasar toda una noche dibujando y preparando con paciencia y prolijidad lo que debamos
entregar al siguiente día. Llevamos con orgullo ojeras y la taza de café a todas partes, porque
más allá del esfuerzo, la satisfacción y el compromiso de llegar es mucho mayor. Con el tiempo
cambias tu forma de vestir y de pensar, caminás por la calle mirando detalles que antes no
habías notado, te convertís en un excelente fotógrafo, captando cosas como la moldura de una
ventana, la sombra de una pérgola interceptando a quien camina por debajo, un edificio con
una curva que lo armoniza y destaca del resto.
A quien comienza este camino, desde mi humilde lugar, puedo decirle que más allá de los
tropiezos, los ritmos de cursada (que son distintos en cada persona y no por ello equívocos),
las noches de fiesta relegadas por terminar una entrega y las correcciones no siempre felices
que obligan a sentarse a repensar nuestro proyecto; estudiar arquitectura significa ser curioso
de nuestro entorno, investigar, significa debatir con profesores y compañeros la forma de
habitar y trascender en nuestras obras, así como también debatir problemas de la ciudad y
creer que se puede mejorar, significa participar, porque se puede recorrer toda la carrera sin
mirar más allá, pero la facultad está llena de espacios de diálogo y proyectos en los que
podemos estar; significa también intercambiar, no de casualidad la FAUD es una de las
facultades más masivas de la UNC, aprovechar eso y conocer la mayor cantidad de gente
posible, juntarse a trabajar a la par, por más de que no compartan grupo, ayuda muchísimo,
esta carrera no es un ejercicio de uno sólo, sino de muchos, cada opinión suma y destraba el
proceso que a veces para nosotros se encuentra enviciado; y por último apasionarse, la
Arquitectura te involucra, te hace parte, y es su carácter multidisciplinario el que te hace
hallarte en muchos espacios, y hasta algún día, quien dice, hallarte también recorriendo un
lugar que salió de tu cabeza.

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