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Marlon nos ha recibido sin dificultad porque los contactos con la prensa
estaban previstos en el programa de su visita a la capital británica. El actor,
menos nervioso que de costumbre, aparece un poco envejecido y algo más
grueso. Sin aquel rostro ceñudo, aquel cinismo irritante y aquel aire
despegado que siempre han constituido parte del equipo de su personaje.
La entrevista duró doce minutos. Pero en doce minutos el actor dijo cosas
que antes nunca había dicho. Cosas que cuestan de creer. Helas aquí:
—¿Y su trabajo?
—Boberías. No creo que exista en la tierra oficio más estúpido que el de
actor.
—Es la única cosa en la que aún creo y por la que aún soy capaz de batirme
con cierta convicción. Para mí el mundo es una gran porquería, una gran
porquería, y lo detesto con todas mis fuerzas. Pero con exasperada
incoherencia me obstino en pensar que puede ser o llegar a ser mejor. Pero
en este sentido el camino es largo, lleno de necedades y de locos
insensatos, que sería mejor extirpar. Extirpar con rabia y violencia.
—¿Por qué no eligió la carrera política?
—Cuando decidí partir para Hollywood, por hacer cualquier cosa, era un
joven lleno de confusiones y de presunciones. Muy perezoso, con poca
cultura y tan solo un poco sagaz. Por lo tanto era bueno para hacer cine. Por
otra parte la política no creo que sea exactamente mi aspiración. Con
frecuencia sirve solamente para complicar las cosas. O bien tendría que
hacerse como se debe, con honestidad, valor y dignidad. Como lo hizo el
presidente Kennedy, que, precisamente por estas razones, yo creo fue
asesinado.
—He sido engañado. Como sucede cada vez que se tiene que ver uno con
el amor.
—¿Y su hijo?
—Me gustaría, pero no podría. Como todos los débiles, como todos los que
hablan muy mal del mundo, de sus habitantes, no puedo vivir sin el mundo,
sus habitantes o sus costumbres.
—Un perro. Un querido y gracioso perro bastardo que tuve cuando era
niño. Se llamaba… Se llamaba…
—Marlon Brando.
—¿Por qué?
—Bastante triste. ¿Y usted? Ahora Marlon Brando nos recuerda que tiene
que tomar unas píldoras. Murmura algo. Nos saluda. Se va. Nos viene a la
mente el Marlon Brando de Un tranvía llamado deseo. El Marlon Brando
de las chaquetas de piel, de los escándalos. El Marlon Brando jefe de
escuela de un determinado tipo de personaje. Rebelde y de mirada
desafiadora. Pues bien, ya no es el mismo. //