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Afirmo haber leído el 100% de la lectura asignada delante del Dios omnipresente
Uno de los tipos de edificios que siempre me roba el aliento son las catedrales: las
más impresionantes buscan alcanzar el Cielo en una oración perpetua, manifiesta en sus
torres, en su planta en forma de cruz, en sus vitrales... La arquitectura (como todas las otras
formas de arte existentes) da cuenta de nuestras preguntas y necesidades más profundas a lo
largo del tiempo, y es posible notar una constante en los muchos pueblos que han existido: la
búsqueda de una Historia trascendente que explique y ordene todo lo demás.
Sin embargo, al pasar los siglos, el centro del hombre —su razón de ser y su verdad—
pasó de estar en un plano superior a él, a radicar en él mismo. Es así como fue quitado el
norte trascendente de su búsqueda existencial, y a partir de los siglos XIX y XX se promovió
un radical tabula rasa respecto a toda la tradición, historias, y literatura de los siglos que nos
precedieron: no se vio más a las obras, reflexiones y principios previos como la expresión de
una búsqueda trascendente —y por tanto, la evidencia de una verdad absoluta que
perseguimos—, sino como algo condicionado por una cosmovisión atrasada, basada en mitos,
aplicable solo a su época y que, por tanto, no debería formar más la sociedad de hoy.
Basado en el capítulo 5 del libro “Cómo estudiar e interpretar la Biblia” 1, este escrito
busca reflexionar sobre la relación entre la cultura (antigua y actual) y la Palabra (“inspirada
por Dios, pero escrita por autores humanos”2), su alcance y la consecuente aplicabilidad y
autoridad de la Biblia sobre nosotros hoy en día.
¿En qué grado y sentido la Biblia podría estar condicionada por la cultura antigua (y
por tanto, por una cosmovisión y palabras meramente humanas)?
Es innegable que las Escrituras “reflejan los puntos de vista de la vida, historia, y
cosmos de la antigüedad”3, de sus autores humanos. Pero, ¿qué quiere decir esto? Según el
pensamiento posmoderno, diríase que los contenidos bíblicos están condicionados por cierta
perspectiva cultural, y que ésta (y por tanto, el texto bíblico) no tiene pertinencia en el mundo
de hoy.
Sin embargo, al recordar el origen de las Escrituras, podemos notar que es a través de
estas capas de contexto —fragmentos de humanidad— que la trama bíblica es expresada.
Aquel mensaje trascendente, de origen divino, que hila todos los libros de la Biblia, es
comunicado de forma entendible a través de autores y contextos específicos, pero va más allá
de este plano y nos expone nuestra verdadera condición espiritual y el Plan salvífico de Dios
a través de historias vividas y escritas por personas como nosotros, de una época distinta.
Esta definición es sumamente importante tanto para nosotros, los lectores —quienes
podríamos acercarnos a las Escrituras con una perspectiva equivocada sobre su origen—,
como para los propios autores y personajes de la Biblia: entre mejor conozcamos su
cosmovisión, mejor entenderemos el mensaje expresado por Dios a través de ellos. Como
destaca Sproul: “Lo que creamos sobre la naturaleza de las Escrituras nos afecta en su
interpretación”6.
Por otra parte, este concepto también resulta útil al momento de interpretar las
Escrituras y entender, por ejemplo, si ciertos mandatos son principios a seguir en cualquier
época, o costumbres focalizadas en su contexto de origen:
3 Sproul, 1996, p. 107
4 Strange, Daniel. Cultura y conexión. Poiema Publicaciones, 2021.
5 Strange, 2021, p. 23
6 Sproul, 1996, p. 109
¿El significado del mundo según las Escrituras se define a partir de ritos, ropajes, y
demás reglas humanas? De ser así, la cultura estaría condicionando el contenido bíblico, su
alcance y su autoridad sobre nuestra conciencia. Dado que las Escrituras no se deben a la
voluntad humana, podemos comprender después de un estudio más profundo que el
significado del mundo y el fin de la Historia son determinados por la voluntad de Dios, santo,
soberano e inmensamente sabio y amoroso, expresada en principios trascendentes revelados
en momentos puntuales de la trama bíblica y presentes en toda ella —tal como ocurrió
durante la Creación.
Conclusión
¿La Biblia está condicionada por la cultura de sus autores? En realidad, es necesario
preguntarnos lo mismo sobre sus lectores. Abordar la Biblia desde una perspectiva
antropocéntrica nos llevará a estudiarla de manera equivocada, desorientándonos en el
camino.
Tal vez no es muy evidente al principio, pero la manera en que nos acerquemos a la
Escritura y la estudiemos también le da forma a nuestra imagen y entendimiento del mundo:
“La cultura es la manera en que comunicamos y ‘vivimos’ nuestra cosmovisión: lo que es
importante, lo que es correcto e incorrecto, lo que es verdad…”8.