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Lec c i o n e s in t r o d u c t o r ia s

DE PsiCOPATOLOGÍA

Amalia Baumgart
y colaboradores
Eudeba
Facultad de Psicología

Universidad de Buenos Aires

I a edición: junio de 1999


2- edición: mayo de 2000
2a edición, 2a reimpresión: mayo de 2003

Editorial Universitaria de Buenos Aires


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Corrección y composición general: Eudeba

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sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio,
electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo del editor.
A Luis, mi marido
A Juan, mi hijo

A la memoria del Dr. Enrique L. Bérard,


discípulo de Henri Ey, quien me enseñó psiquiatría

A gradecim iento

Quiero agradecer la inestimable colaboración


de Natalia Crespo en la corrección de
¡os manuscritos y en el ordenamiento de
los capítulos que conforman este libro.
Pr ó l o g o a l a s e g u n d a e d ic ió n

Debo señalar de entrada un mérito destacado de este libro, el que se


trata de un libro pertinente. Pertinente al campo desde el cual fue escrito
y al cual está destinado: la enseñanza universitaria de la psicopatología
en el marco de una carrera de psicología.
El término pertinencia tiene un valor destacado en la práctica clínica,
en tanto alude a considerar con atención las características del proyecto
principal del campo sobre el que se opera. Para el caso, una cátedra
universitaria.
En este sentido Lecciones introductorias de psicopatología resulta ser
una herramienta eficaz, a disposición de quienes están dando los pasos
iniciales en la adquisición de esta disciplina.
También encuadra dentro de la idea de pertinencia, el nombre asig-
nado al texto, dado que “lecciones” remite a leer, a favorecer la lectura,
una lectura introductoria. De lectura deriva además lectivo -períod o
le c tiv o - señalando la escasa oportunidad de tiempo conque suele
contarse en la docencia universitaria, para impartir la enseñanza que se
pretende. Recuerdo que en mis épocas de docente, en esta misma carre-
ra, solía decir que “en un cuatrimestre solamente se puede enseñar lo
que se puede enseñar en un cuatrimestre”. Disponer de una herramienta
docente como lo es este libro universitario, es recurso de efectos perdu-
rables para compensar esas limitaciones temporales.
Lec c io n e s in t r o d u c t o r ia s d e Ps ic o pa t o l o g ía

Interesa destacar que Amalia Baumgart reconoce en su presenta-


ción, la valiosa colaboración de Cristina Siemsen, principalmente en los
capítulos introductorios en cuanto a discusión y aportes; reconocimien-
to extendido a Jorge Servín a cargo de los temas especiales que com-
prenden la historia clínica, la psicofarmacología, la demencia, y la dro-
ga-dependencia.
Si nos referimos a lecciones universitarias, estamos aludiendo además
a educar, una tarea a la que Freud caracteriza como imposible, junto con
el gobernar y el psicoanalizar. Imposibles en tanto pretendida perfección,
pero no como intención, pues dejan de serlo en el intento de hacerlo. Esto
es lo que hace a la diferencia: la intención como medida de lo posible.
Por otra parte, educar -y esto vale para los otros dos “imposibles”-
en cuanto función de la cultura, pone en juego algo esencial en cual-
quier acuerdo social: no es lo mismo que alguien sea hechura y además
hacedor de la cultura, o que sólo sea hechura. En el primer caso habrá de
funcionar el freudiano y fecundo m alestar de la cultura producto de la
tensión entre hechura y hacedor. Cuando sólo se es hechura se troca el
mutante malestar de la cultura, sin duda producción vital, en malestar
hecho cultura, no ya vital sino mortecina producción.
Desde la perspectiva anterior, puede considerarse que un buen libro
universitario admite sucesiva reediciones, merced a ese juego esencial
de la cultura en que la dialéctica hacedora/hechura, se articula en cada
sujeto y entre los distintos estamentos de un campo cultural. Bienveni-
das entonces, serán indicadores del pertinente funcionam iento de un
libro que por no pretender hablar “ex-cátedra” puede hacer cátedra.
Me interesa señalar que el proceso de capacitación en una disciplina
puede reconocer diferentes etapas: al comienzo el noviciado, luego los amo-
res teóricos, y apuntando a futuro, aquella donde una profesión hace oficio.
En el noviciado, es posible el beneficio, para un aprendiz, de poder
identificarse con maestros encamados, modelos vivos para sostenerse en
los inicios de un quehacer que lo encuentra nuevo, sobre todo cuando se
trata de disciplinas profundamente ligadas a la subjetividad. Este tramo
del noviciado se corresponde, en términos de identidad, a algo que po-
dría expresarse así: en los comienzos uno es lo que le hicieron. Esto sin
descartar que un aprendiz, si bien aprende, también resulta hacedor.
Vendrá a su tiempo un segundo largo período, al que encuentro bien
denominar de los amores teóricos. Es que superado el andamiaje de las

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identificaciones primeras, empieza a gravitar la universalidad de otras


lecturas y experiencias ya no tan ajustadas a las de inicio obligadas, sino
a las propias inclinaciones personales, abriendo universo.
Así se irán forjando las herramientas “personales y domesticas” so-
bre todo cuando se trata del quehacer psicoanalítico. Personales porque
lo son, pero además con la dignidad del “domus” como domicilio con-
ceptual e ideológico desde donde afirmar la práctica. Este período po-
dría ser caracterizado, también en términos de identidad, diciendo que
en él uno es lo que hace. Posiblemente durante largo tiempo.
También, en el juego de hechura y hacedor, es posible advenir a un
tercer período con destino de oficio. Será consecuencia de una franca
asunción de lo propio, cuando se ha logrado ir más allá del carácter
“profesional” del noviciado y su asentamiento metodológico y ético, luego
de bastantes horas de vuelo.
Quizá suene extraño, pero es en el período del noviciado, aquel
donde se profesa “a la manera de”, el momento donde se van a echar los
fundamentos y procederes de una profesión como pasaporte necesario
para arribar a oficio. Un oficio es una manera de vivir. Por él pasa la vida
desmintiendo el humorístico y amargo decir, cada vez más amargo, “que
la vida es aquello que acontece mientras uno hace otra cosa...”.
Si en términos de identidad, el noviciado se ajusta a lo que se reci-
bió y en los amores teóricos se es —quizá por toda la vida— lo que uno.
hace, en el oficio uno hace lo que es; o al menos lo intenta. Como en el
noviciado, también aquí, juega la hechura como efecto de la cultura,
algo que aparece opuesto a la sartreana sentencia de “el hombre es una
pasión inútil...” y más afín a la vocación como pasión por uno mismo;
pasión contextuada en la tensión del malestar cultural.
Todo esto es en función de una idea que Amalia Baumgart señala en
los primeros capítulos de su libro, y en diferentes momentos. Me refiero
al concepto freudiano de la Durcharbeitung en su acepción de “...abrirse
paso a través de...” las resistencias que se van presentado. Idea que alude
directamente a la perelaboración.
La perelaboración -propuesta freudiana no muy desarrollada por
él— encierra un significado que viene al caso para lo que estoy comen-
tando. El prefijo “per” significa, en el diccionario de la Real Academia
española, y también en otras lenguas, intensidad en el tiempo, precisamen-
te intensidad perdurable.

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Entonces no resulta pretensión excesiva que este pueda ser un libro


perelaborativo con efectos perdurables en quienes se adentran en el ar-
duo camino de la psicopatología, cualquiera sea el sendero posterior que
en la práctica sigan.
Digo arduo alud iendo a una idea que la au tora presenta
condensadamente como: “...una heterogeneidad propia de lo plural...,
resultado de la multiplicidad de discursos provenientes de prácticas teó-
ricas y clínicas de la psiquiatría, de la psicología, del psicoanálisis, y de
las neurociencias. Como si esto fuera poco, en las concepciones de la
psicopatología tam bién se introduce ...la puesta en suspenso de los
interrogantes sobre el sentido de la vida...” o, dicho con palabras de
Lipovetsky, “la enfermedad de vivir... en la era del vacío...”.
No es tarea fácil la que se propone la autora en su intento de operar
sobre esta multiplicidad discursiva, teórica y nomenclatural, propia de
la psicopatología como campo. Es sobre esta multiplicidad existencial
que habrá de avanzar la perelaboración para programar, con acierto, un
texto no vacío. No sé si realmente estamos en la era del vacío, pero sí en
las fronteras, y por momentos en pleno territorio, de una época amena-
zada por lo que ya apunté como cultura de la mortificación. Uno de los
elementos fundamentales de la misma es la patología del devenir, donde
pareciera que hay una vacío de presencia, de presente, desde el que sea
posible resignificar el pasado y conjeturar el futuro. U n devenir -com o
diría Deleuze- que resulta extensión hacia ayer y hacia mañana, desde
un hoy. Presente necesario para sostener una subjetividad no mortecina.
Utilicé antes el término programar, como término clave, aun enten-
diendo que es un vocablo alejado de la práctica psicoanalítica, pero no
alejado de sus efectos. En todo caso no se trata, desde el punto de vista
del psicoanálisis, de programar la vida de nadie sino de hacer posible
que el sujeto recupere o asuma (quizá debería decir historice) su pasado
desde donde conjeturar futuro. Historización que remite a algo central
en la psicopatología clínica: los diagnósticos se leen, es decir suceden a
un pasado, los pronósticos se construyen, acontecen abriendo futuro. El
suceder es propio del pensamiento lógico de la ciencia, aquel que se
afirma legítimamente en premisas previas. Por eso los diagnósticos se
leen a partir de supuestos. En el acontecer juegan más los efectos poste-
riores, y esto es propio del pensamiento crítico que construye pronósti-
cos. Mi insistencia de que este es un libro programado -ajustado a un

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A ma l ia Ba umga r t

programa de enseñanza- no es poco mérito cuando se trata de la univer-


sitaria. Si algo tiene como eje central la enseñanza universitaria es preci-
samente cierta condición de universalidad a la manera de lo que he
presentado como devenir. Muchos ejemplos se pueden dar de esa uni-
versalidad como soporte no vacío, pero cabe insistir en algunas cuestio-
nes: ¿Cómo se enfrenta en esta era del vacío, la heterogeneidad propia
de lo plural, sin duda caótica? ¿Cómo se enfrenta tanta cultura de la
mortificación, donde el fecundo malestar de la cultura freudiano, tiende a
trocarse en malestar hecho cultura?
Retomo el punto en el que la autora se interroga acerca de cómo
superar la heterogeneidad de esa multiplicidad discursiva. Personalmen-
te, a esa heterogeneidad indiferenciada y saturante, suelo reconocerla,
en mi quehacer psicoanalítico en el campo social, como el síndrome S1C
(Saturación-Indiferenciación-Canibalism o) U n canibalismo que puede
responder a la saturación inherente a “la multiplicidad discursiva”, y con
mayor frecuencia a una indiferenciación originada en la falta de indis-
pensables pautas normativas. Pecado grave en la transmisión universita-
ria, capaz de generar efectos devoradores de la inteligencia y sobre todo
del saber curioso como motor afectivo del aprender. El canibalismo, por
saturación (en un cuatrimestre solamente se puede hace lo que se puede
hacer en un cuatrimestre) o por indiferenciación, más que saber curioso
genera saber cruel, aquel que excluye, odia, y cuando puede elimina, lo
que por presentarse como distinto, amenaza la postura fundamentalista.
Aquí lo dilemático será tumba de la superación dialéctica.
En la introducción al campo de la “psicopatología como problema”,
un texto breve y eficaz del libro, puede evocarse en términos del síndro-
me SIC , la mítica Torre de Babel y sus sabidas consecuencias: empresa
utópica, confusión de lenguas, dispersión de gentes. El caos babilónico
resulta indiferenciación paradojal: un exceso de diferenciación por la
coexistencia de múltiples dialectos, anulando el diálogo. Se trata de pres-
tar atención a esta confusión de lenguas, resultante de la “diversidad
divergente” recurriendo a la normatividad necesaria, sin descartar una
escucha inteligente, a la manera de la asociación libre, como un intentó
de convocar no sólo a personas, sino a los conceptos dispersos.
Aquí la buena clínica supone una conducción ambigua, que eluda el
habitual desprestigio del término ambigüedad, por cierto muchas veces
merecido. La conducción ambigua constituye un momento importante

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Le c c io n e s in t r o d u c t o r ia s d e P s ic o pa t o l o g ía

del proceder crítico desde su significado etimológico: “conducir lo qué


está en cuestión desde afuera”. El afuera se aclara porque dé ámbito
proviene am-bigüedad. Una conducción expectante que no resulte ar-
bitraria intrusión ni desesperanzada retirada. P o t otra parte lá fluctua-
ción ambigua resulta exploración pendular entre el fragmento y el texto,
o entre el texto y el contexto. Una herramienta esencial sobre todo para
la lectura crítica dé Un escrito. En la construcción de este prólogo, esta
herramienta fluctúánte no ha estado ausente.
Hablando de construcción psicopatológica cabe recordar el valor ins-
trumental qúe éñ psicoanálisis tienen las construcciones como sostén de la
interpretación. Incluso la conceptual. No se trata de construir una torre
de marfil -algo impropio del psicoanálisis- pero sí de inventar un recinto
de perelaboración, que garantice los efectos dé una transmisión, que a la par
que suceda forjando memoria, acontezca en efectos “memoriosos” sobre
cada sujeto, poniendo en juego “su saber ño sabido". Lo anterior es acorde
a lo que la autora propone como lectura desde las coordenadas trazadas
por la teoría freudiána, donde juega en él aprender la perelaboración.
Dos palabras sobré recinto de perelaboración. Las paredes de un
recinto, por ejemplo aquel qué enmarca físicamente la transmisión, es-
tán dadas más qué por las paredes reales, por lo qúe no se dice, por lo
qúe queda afuera, aunque ese afuera muchas veces remite al adentro
(ése saber n o sabido) del sujeto.
El libro qué estamos comentando no constituye estrictam ente üñ
libró psicoanalítico en el sentido totalizador qué este término suele te-
ner, pero en ningún momento está desmentida lá condición psicoánalítica
dé la aurora y sús colaboradores, legítimamente ajustado á la enseñanza
dé la psicopatología en un curso universitario.
Mucho se podría decir acerca de está relación entre psicoanálisis y
otras disciplinas, en él marco de la enseñanza propuesta éñ Lecciones
introductorias de psicopatología. Me limitaré á señalar dos ‘cuestiones: Dés-
ípíiés dé ;úñ siglo yá no tiene tanto sentido aquel trabajo de Freud “Del
^ ú ltíp lé interés ’dét psicoanálisis por -¿frías disciplíñás”, algo fústitftcádo
'en su época en cuánto a la presentación dé un ñovédósó saber ácércá dél
iiícórísciénté. Hoy más ‘b ien cabe pénsáír >én él múltiple intérés del 'psi-
coanálisis ¡por otras disciplinas. Esto para nada significa Üñ Tééhiccioriismó
■áéi iw ó n & ’iéríté-, ;án’iílañ<ló su eoftáicrióii -dé puntó 'eséííciál y revulsivo
dé lá téó¥íá freúdiá’fíá.
A ma l l a Ba umga r t

Otra perspectiva de esta relación entre psicoanálisis y disciplinas


afines al campo de la psicopatología, se desprende de la interrogación
que la autora se hace: ¿Cuál es el campo de la psicopatología a partir de
ta n ta dispersión babiló nica? E lla afirma que no se trata de hacer
“maridajes” entre las distintas disciplinas en juego. Dice: “Superando el
riesgo de maridajes... mostrar que hay coexistencia de discursos y de
prácticas que confluyen y constituyen el campo de la psicopatología que
nos remite a la complejidad teórica fenoménica de la patología mental.
Interesa resaltar la laboriosa urdimbre de los conceptos: neurosis, per-
versión y psicosis.”
No cabe duda que esta tríada psicopátológica, procedente de la clí-
nica médica, psiquiatría mediante, que fue considerando el psicoanálisis
én su desarrollo clínico y teórico, apunta a una meta-psicopatología ajus-
tada tam bién a otra tríada: los clásicos vectores, tópico, dinámico, y
económico, conque Freud pensó su meta-psicología. Claro que la movi-
lidad propia de una producción meta-psicopatológica resiente el valor
de código co m u n ica cio n a l generalizado, propia de la clá sic a
psicopatología, con el beneficio de convertirse en un dialecto afín a la
singularidad local de cada proceso psicoanalítico. Pienso que puede pro-
ponerse üñá “m eta-psicopatología clínica psicoanalítico." como algo perti-
nente ál momento del accionar clínico en la neurosis de transferencia.
Una instancia apoyada en los dos clásicos pilares de lá asociación libre y
la tensión libremente flotante. No obstante, la psicopatología mantiene
su lugar en el intercambio para los psicoanalistas, ya sea entre sí o con
otras disciplinas próximas como la psiquiatría, en la medida que aporta
un código que, como ya lo dije, garantice cierto recaudo de cientificidad.
En el Capítulo I, la autora dá una definición de la psicopatología en los
siguientes términos: “La psicopatología puede ser pensada entonces como
una enunciación consecuente que comunica él saber de Una ciencia que
corresponde a ;un determiríádo ámbito o -a ten determinado campo: “el
del ác&ntécér psíquico i'p'atóldgicó"-.
•De este párrafo subrayo dos 'expré^ióíiés: “enunciación consecuente
que comunica él saber de una ciencia.-.-.” y “acontecer psíquico patológi-
co” qúé allüde precisamente ¡á -te cfué entétadémos ipór psicopátólogía.
En la pririiérá expresión, 'él término consecuente que etimológicamente
incluye sécúéncia y súcédér, es propio -del pensamiento deductivo, él que
sucede a premisas previas 'dando cuenta-, con. intención -dé ciéntificidad,
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por ejemplo de un diagnóstico. En este sentido es que los diagnósticos en


clínica se leen como algo deducido de lo ya existente. En la segunda
expresión, el término destacado es acontecer como surgimiento de un
nuevo acontecimiento, tal vez conjeturado pero no preestablecido con
certeza. Es precisamente en esta ruptura de lo establecido como rup-
tura eventual, que eventualmente (valga la redundancia) acontecerá
y que permite proponer que en clínica los pronósticos se construyen.
Insisto que esta eventualidad pronostica puede ser conjeturada pero
no m edida p re v iam e n te , e n tre otras cosas porque los procesos
mutables no resultan de fácil medida, y un pronóstico en psicoanáli-
sis es un proceso de mutación.
Sintéticam ente diré que suceder (consecuente) es más propio de
la psicopatología y su aspiración a ciéntificidad; y acontecer es afín,
sobre todo en la c lín ic a p s ico a n a lítica , a la idea de una m eta-
psicopatología como bosquejo con efectos futuros. He empleado la
p alabra bo sq u ejo en te n d ie n d o que él m ismo a n u n cia , pero no
sobredetermina un final, una meta.
En el fragmento extraído la autora logra articular lo propio de la
p sico p ato lo g ía, co n el lugar que la misma ocupa en la c lín ic a
psicoanalítica y que vengo denominando meta-psicopatología.
En el comienzo del libro Amalia Baumgart, en nota para los lecto-
res, señala: “la manera en que fue transmitido el conocimiento, la forma
como acto de habla, justifica que en el libro estén las huellas de la oralidad”.
P ienso que esto d estaca que cuand o se tran sm ite psicoan álisis
psicoanalíticamente, aun mediando el énfasis académico de la transmi-
sión en claustro universitario, en esas huellas de oralidad y habladurías
se juegan, al azar de la memoria y sus vicisitudes, las temporalidades del
inconsciente: la represión, el retorno a lo reprimido, y aun el acto falli-
do, por lo que se va constituyendo un campo transferencial. Si recorda-
mos que Freud presentó a la transferencia desde el clásico aforismo “re-
petir para no recordar”, es claro que en esa oralidad transmisora, no sólo
se forja memoria académica, sino que se conmueve en quien lo escucha,
lo ya sabido, atravesando por momentos, ese repetir para no recordar.
A cá el concepto de perelaboración se hace presente de una forma que
suelo presentar como “me doy cuenta que siempre supe lo que acabo de
saber... quizá para volver a olvidarlo”. El destino de este reolvido es inte-
resante aunque no es esta la oportunidad para extenderme al respecto.

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A m a l ia Ba umga r t

Pero sí diré que lo reprimido, por efectos de la atemporalidad del incons-


ciente, mantiene cierta condición de “eterno” factor sintomático. Desde
el momento que entra en la temporalidad consciente, allí donde el tiem-
po fluye como fluye el pensamiento, aun fugazmente recordado y vuelto
a olvidar, pierde “eternidad” y empieza a envejecer. A sí se rompe ese
repetir “eternamente” para no recordar, dando paso a lo ya sabido.
Es desde lo a n terior que existe la posibilidad de transm isión
psicoanalítica aun en ámbitos académicos, sobre todo se juega la oralidad.
Entonces no solo se forja memoria académica sino que desde la repeti-
ción resistencial, habrá oportunidad para acceder al saber reprimido.
Estas con sid eraciones, relacionadas con el lugar de la clín ica
psicoanalítica, en una transmisión enmarcada académicamente, remite
directamente al breve apartado del abordaje clínico conque la autora
ilumina sus “Lecciones introductorias...” como herramienta de transmi-
sión teórica. Aquí la clínica está presente como lectura de esa heteroge-
neidad propia de la pluralidad psicopatológica, observada panorámica e
históricamente. Es que la clínica puede ser aplicada incluso a una lectura
teórica como manera de registrar, administrar, y procesar los datos de un
campo, no solamente en un paciente sino en un texto.
Este libro toma los méritos narradores de Esquirol, como represen-
tante paradigmático de la escuela francesa, que aconsejaba vivir entre
los pacientes. Toma también los de Kraepelin, representante de la escue-
la alemana que además de narrar -dirá Jaspers- pensaba acerca de lo
que narraba. Disiento en cuanto al término narrador, pues encuentro
que Esquirol era preferentemente un relator; narrador era Kraepelin. Claro
que esto supone una personal manera de considerar el valor de estos
términos. Pienso que la historia, esa que minuciosamente advertía Es-
quirol en su convivencia cotidiana con los locos, necesita de un relator,
hace un relator necesario para un registro fiel de lo sucedido.
Si recordamos que narración proviene del antiquísimo, prerromano
e ibérico término narria, que condensa trineo y trajín, el de empujarlo,
podemos pensar que quien despliega una narración, hace historia. Lo
hace teorizando los hechos advertidos.
Cuando el registro es la escritura, y no sólo transmisión oral, esta
escritura puede resultar un momento privilegiado .de la narración teóri-
ca, sobre todo si se juega la propia gravedad del narrador. Una gravedad
que va más allá del habitual sentido patológico del término, en tanto

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despliega su diversidad de significados: gravitación como fuerza, la nece-


saria para sostener y someter lo escrito, al beneficio de la confrontación
crítica. También para sostenerse frente a los encontrados vientos de la
transferencia cuando lo demanda el accionar psicoanalítico. Gravam en
como costo que asegure, desde lo que no se puede hacer, eticidad a la
actitud y al lugar sostenido. Gravidez como oportunidad de la clínica
desde donde fecundar la posterior escritura teórica. Agravio, el de adver-
tir las propias fallas desnudadas sobre la marcha. Esto es lo que más aproxi-
ma el habitual significado de gravedad en términos de patología. U na
oportunidad ante la que no habrá que retroceder si de ella se quiere
extraer el beneficio de un propio análisis.
A sí entiendo, desde una perspectiva psicoanalítica, no ajena a este
libro, la historia que requiere momentos ajustados a relato, y la narra-
ción articuladora de la propia gravedad (esa hechura de todo psicoana-
lista) haciendo historia. Claro que no son procesos aislados, procesos
puros, se trata sólo de énfasis y momentos. Sería injusto asignarle a Es-
quirol o a Kraepelin lugares fijos. Pero Jaspers señala con razón el lugar
del pensamiento, para que lo que sucede acontezca.

Dr. Fernando O. Ulloa


Buenos Aires, abril de 2000

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In t r o d u c c ió n

. ^Karl Jaspers tuvo la ambición de delimitar una Psicopatología com o


Ciencia. Le otorgó el dominio de los conceptos y las reglas generales del
acontecer psíquico patológico. Las cuestiones relativas a la patología
mental se han ido constituyendo en una colección heterogénea de ‘espe-
cialismos’. En sus intentos por esclarecer la problemática del hombre
mentalmente enfermo, se multiplicaron y pluralizaron universos de dis-
cursos muchas veces divergentes. Estas cuestiones están presentes tam-
bién cuando se estudia el estado del saber en nuestro tiempo. Este está
caracterizado por el reconocimiento de sus límites, por la ausencia de
fundamentos y fines absolutos y por la puesta en suspenso de los interro-
gantes sobre el sentido de la existencia. Esta conmoción de los sistemas
centrados fue definida por algunos pensadores como la ‘condición pos-
moderna’. Aspiramos a que el ‘derrumbe de los sistemas centrados’ no
nos deje inmersos en la nueva barbarie bautizada por Lipovetsky como
‘la era del vacío’. Dichas consideraciones permiten introducirnos en las
relaciones entre Psicopatología y Pensam iento contem poráneo que
enmarcan el campo de esta disciplina hoy.
Al confeccionar este texto partimos de considerar a la Psicopatología
como un campo heterogéneo de discursos y/o prácticas. A llí coexisten, se-
gún las diferentes pertinencias que sus desarrollos teóricos les otorgan, psico-
logías, psiquiatrías, cuerpos teóricos psicoanalíticos y aportes de las neuro-
ciencias, entre otros. Hacemos hincapié en el género plural de los términos.

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Le c c io n e s in t r o d u c t o r ia s d e P s ic o pa t o l o g ía

Hemos trabajado esta heterogeneidad desde las coordenadas trazadas


por la teoría freudiana, destacando también la importancia de los aportes
de la psiquiatría clásica y sus vínculos polémicos con el psicoanálisis.
Se trata de una propuesta que permita orientar al lector en el ámbi-
to de los procesam ientos teóricos. C oexisten una m ultiplicidad de
‘psicopatologías’ correspondientes a distintos momentos histórico-socia-
les que remiten a diversas conceptualizaciones y prácticas.
No desconocemos los límites y obstáculos de este emprendimiento.
Nuestra intención es que el lector pueda hacer un recorrido que despier-
te su interés, reconociendo la diversidad de los andamiajes conceptua-
les, como así también sus criterios de validación. No pretendemos brin-
dar respuestas acabadas. Al modo de la Durcharbeitung' freudiana, “abrimos
paso a través de”, tratando de vencer los obstáculos.
No está de más traer a colación algunas referencias filosóficas de
Jürgen Habermas, uno de los teóricos más importantes de la actualidad.
El destaca la existencia de una pluralidad de “juegos del lenguaje” sin coer-
ción uniformadora que avanza hacia una imposibilidad. Así, invita a un
diálogo intrarracional, a una ética dialógica. Aspira a una universalidad
procedimental: la interacción entre los diversos modos de hablar de la
realidad, entre las diversas familias de proposiciones. Este libro intenta
tener rasgos de ese espíritu.

1. Durcharbeitung: traducida por “per-elaboración”.

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C a pít u l o I

E l c a m p o d e l a P s ic o pa t o l o g ía c o m o pr o b l e m a

"Las diversas esferas de la actividad humana están todas relacionadas


con el uso de la lengua. Por eso está claro que el carácter y las formas
de su uso son tan multiformes como las esferas de la actividad humana...
El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos)
concretos y singulares que pertenecen a los participantes
de una u otra esfera de la praxis humana”.
M. M. Bajtín. El problema de los géneros discursivos.

mm El término psicopatología fue empleado por Emminghaus, un médico


de Leipzig predecesor de Kraepelin, desde 1878, como sinónimo de
“psiquiatría clínica”. Emminghaus no fue muy conocido, pero el tér-
mino adquiere su significación actual por la obra de Karl Jaspers (1883-
1969) y por el uso que de dicho término hace Théodule Ribot (1839-
1916) en Francia.
Karl íaspers publica en 1913 un libro conocido como “Psicopatología
General” (en alemán el nombre es A llgemeine Psychopathologie). Como el
título lo indica, el autor aspira a construir una Psicopatología general, lo
cual quiere decir que delimita a la Psicopatología como una ciencia a la
que se le otorga el dominio de los conceptos y de las reglas generales del
acontecer psíquico patológico. Jaspers realiza un emprendimiento teórico
totalizante, construye una teoría general de las cuestiones relativas a la
enfermedad psíquica, a la patología mental, una Psicopatología^ que aspira
a lo universal.
Para'dar una primera definición de Psicopatobgía (a la cual volvere-
mos en otros capítulos), podemos decir que es una disciplina que se
refiere a los conocimientos relativos a las anormalidades y desórdenes de
la vida mental.
Etim ológicam ente, el término está formado por tres palabras que
provienen del griego: Psyché: alma, Pathos: afección, dolencia, sufrimien-
to, y Logos: tratado, razón, definición de... (se refiere a la enunciación

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Lec c io n e s in t r o d u c t o r ia s d e Ps ic o pa t o l o g ía

consecuente que asegura y comunica el saber de una ciencia en un cam-


po determinado). “Psicopatología” puede pensarse, entonces, como una
enunciación consecuente que comunica el saber de una ciencia que co-
rresponde a un determinado ámbito, a un determinado campo: “el del
acontecer psíquico patológico”.
En el ámbito de los procesamientos teóricos, nos encontramos ac-
tualmente con universos múltiples y plurales de discursos que marchan
hacia la divergencia, y con la imposibilidad de generar cohesión a nivel
teórico. Esto tiene que ver también con la condición del saber en nues-
tro tiempo, definida por algunos autores como “la condición posmoder-
na”: el reconocimiento de los límites del saber, la ausencia de fundamen-
tos y fines absolutos, la puesta en suspenso de los interrogantes sobre el
sentido de la existencia, en fin, la conmoción de los sistemas centrados.
El emprendimiento totalizante ha mostrado ser difícil de sostener v se ha
confrontado con sus límites.
En nuestro tiempo, y ya lejos de las aspiraciones de Jaspers, nos
encontramos con que las cuestiones relativas a las conceptualizaciones
del sufrimiento de la Psyché, del alma, se han constituido en una colec-
ción heterogénea de “especialismos”, algunas veces dogmáticos, que a
modo de pequeñas colonizaciones, silencian las tensiones y conflictos
nocionales presentes en nuestro campo.
Constatamos que coexisten en cada servicio, en cada unidad hospi-
talaria, discursos heterogéneos que tienen que ver con la conceptualiza-
ción y la praxis relativas a la patología mental. Cuando uno se acerca a
un hospital o a cualquier institución asistencial encuentra, en una espe-
cie de corte transversal, teorías y prácticas que hacen a las Psicologías, a las
Psiquiatrías, al Psicoanálisis, cada una de ellas en connivencias no siempre
muy pacíficas. ; Cuál es el campo de la Psicopatología?
Nos encontramos con campos heterogéneos de discursos y/o prác-
ticas que coexisten con las diferentes pertinencias que sus desarrollos
teóricos les otorgan: psicológicos, psiquiátricos, cuerpos teóricos psi-
coanalíticos. N o es nuestra ambición forjar “maridajes” entre discipli-
nas sino mostrar que hay coexistencia de discursos y de prácticas que
confluyen y constituyen el campo de la Psicopatología que nos remite
a la complejidad teórico-fenom énica de la patología mental. Interesa
resaltar la laboriosa urdimbre de los conceptos de neurosis, perversio-
nes y psicosis.

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Ama l ia Ba umg a r t

La noción de enfermedad mental. Criterios de salud y enfermedad

Lo psíquicamente anormal depende de la concepción imperante en


cada sociedad y es relativo a un orden etnográfico e histórico. Así como las
personas adquieren los estilos de expresión, las creencias, sus supersticiones,
sus modos de vínculo social, también se adquieren los modos culturales en
los que se manifiestan las anormalidades de la vida psíquica. Por ejemplo: un
analfabeto delirante puede quejarse de que un ojo maligno lo persigue; un
señor más refinado, que ya tiene su ordenador, su computadora, puede que-
jarse de que la máquina le controla su mente; un indígena africano puede
quejarse de que es perseguido por un leopardo; un neoyorquino actualizado
puede quejarse de que es perseguido por la FBI. En todos estos ejemplos
podemos detectar ideas persecutorias, pero cada una de ellas es relativa a
una determinada sociedad, a un orden etnográfico y a un orden histórico.
O tro ejemplo: los indios navajos vivían en Arizona. C reían en lo
que se llamaba “la mariposa de la luz”. El relato cuenta que si un indio
transgredía un tabú, y sobre todo el del incesto, una “mariposa de la luz”
se le deslizaba sobre su cabeza produciéndole ceguera. A l estar ciego, el
indio tenía la tendencia a acercarse a lugares donde hubiera fuego y
también el impulso de arrojarse a las llamas. Esto era un modo de expia-
ción suicida por la transgresión de dicho tabú.
En otras sociedades más moralizantes puede ocurrir que una persona
elija como modo de suicidio para expiar sus pecados la inmersión, una
manera en la que “queda purificada”.
Antiguamente se llamaba “lunáticos” a los locos porque se pensaba
que la locura estaba íntimamente relacionada con las fases y las transfor-
maciones de la luna. Esta expresión es milenaria y sigue hasta nuestros
días, aunque hay otras más actuales, como por ejemplo: “estar flasheado".
A partir de todos estos ejemplos se ve cómo la patología asume
formas fenoménicas diversas de acuerdo a una determinada sociedad,
determinados órdenes etnográfico e histórico.
Es difícil delimitar estrictamente el concepto de enfermedad men-
tal, dada la complejidad teórico-fenoménica de la patología psíquica.
Los “fenómenos patológicos” se presentan, en general, como modifi-
caciones regulares de los fenómenos normales. Pero, ¿cuál es el criterio
para determinar que algo es normal o no lo es?

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Lec c io n e s in t r o d u c t o r ia s d e P s ic o pa t o l o g ía

¿Qué es la enfermedad m ental? Existe una diversidad de criterios


para definir qué se entiende por anormalidad psíquica:
Criterios ideológicos: son los que expresan juicios de valor. Se con-
sidera anorm alidad aquello que no se adecúa a una norm a que se
define m omentáneam ente como normal. Por ejem plo, cuando se de-
fine a la eficacia en el funcionam iento psíquico como lo que consti-
tuye una norma, todo sujeto integrado psíquicam ente estará dentro
de d icha norma. Por el con trario, aquello que no se adecúa a esa
norma, por ejem plo alguien que presentara un funcionam iento psí-
quico desintegrado, form aría parte de lo que para esa norm a es la
patología m ental.
Criterios estadísticos: se define lo normal de acuerdo a una determina-
da frecuencia de aparición de los fenómenos a estudiar respecto de la
población total, según raza, edad, sexo, condición social, etcétera. Los
criterios estadísticos son aquellos que toman como norma lo que es el
promedio, lo que se ha estudiado como media de funcionamiento.
Criterios teleológicos: en este caso, lo normal y anormal se definen
, según aquello que se aproxim a a lo óptim o. Lo óptim o puede estar
descripto en términos religiosos, filosóficos y/o políticos.
A partir de aquí, cuando se habla de patología psíquica, de normal-
anormal, se tiene que pensar con qué criterio se está definiendo eso que
se llama anormalidad, es decir, qué criterios (ideológicos, estadísticos,
teleológicos) están en juego.
Se puede constatar que la ansiedad, el recelo, la pena, los senti-
mientos de hostilidad, de ira, el afecto tierno, el altruismo, la alegría
o la amistad, son vivenciados tanto por personas mental mente sanas
com o por personas m entalm ente enfermas. Pero cada c..>o depende
de las condiciones en las que se presenta este vivenciar, de la acepta-
ción o el rechazo social frente a esa m anifestación, frente a las cir-
cunstancias y condiciones en que ella surge. Dichas condiciones cuen-
tan co n indicadores tales como: duración, tiempo, lugar y modo de
expresión, entre otros. Puede ser que un afecto penoso, que es total-
mente normal, si tiene una duración exacerbada o un modo de dura-
ción espectacular, pase a la categoría de una m anifestación de afecto
anormal. El Psicoanálisis diferencia, por ejemplo, entre afecto de an-
gustia y desarrollo de angustia, tema al que nos dedicaremos en el
capítulo respectivo.

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Ama l ia Ba umg a r t

Las concepciones de salud y enfermedad han ido variando a lo


largo de la historia. Delimitar el paso de las reacciones normales a las
formas mórbidas necesita de un análisis minucioso de los procesos. U na
“reacción catastrófica” ante determinado hecho que implica la con-
moción y la puesta en peligro de la existencia de un sujeto puede con-
siderarse “anorm al” por incapacidad o imposibilidad de responder a
una norma.
También están la perspectiva subjetiva del "estar enferm o psíquico”,
la toma de posición del enfermo, su sentimiento de enfermedad, su con-
ciencia o completa ausencia de la misma. A nte todo, se debe tener en
cuenta que siempre nuestro punto de partida es el sufrimiento. Desde
esta perspectiva, la Psicopatología es, entonces, en principio, el estudio
del sufrimiento del alma humana, del dolor de la vida mental, temática
que es abordada por distintas disciplinas.

El concepto de insania

L a noción de insania es un concepto legal, una noción jurídica, que se


introduce en aquellos casos en los que se plantean excepciones respecto
a los fundamentos de las leyes criminales.
El concepto de insania nace en 1843 en Inglaterra y queda acuña-
do com o las reglas M ’N ag htan . Ju sta m en te se trataba de D a n iel
M ’Naghtan, un hombre que fue juzgado por un homicidio respecto del
cual luego se descubre que era in ocente. Fue absuelto del cargo de
asesinato, a pesar de haber cometido un homicidio. M’Naghtan se sen-
tía perseguido por el Partido Conservador inglés y había decidido que,
para terminar con esta persecución, tenía que matar al primer minis-
tro. Cometió un error y mató al secretario. El estudio de este caso hace
que la Corte de los Lores eleve a la Justicia el pedido de excepción. Se
considera que si una persona no tiene discernimiento de lo que es el
bien y lo que es el mal, no puede hacerse responsable de sus actos y,
por lo tanto, el castigo no tiene sentido.
El objetivo de este libro es proporcionar un acercamiento reflexivo
y crítico a la psicopatología, constatando que se hacen presentes en su

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Lec c io n e s in t r o d u c t o r ia s d e P s ic o pa t o l o g ía

campo una heterogeneidad de disciplinas: entre las más relevantes en-


contram os las psicologías, las psiquiatrías y los cuerpos teóricos
psicoanalíticos.1

Las Psicologías

Las “Psicologías” aparecen en el campo psicopatológico de modos di-


versos 0 la Psicología Clínica que está dedicada al diagnóstico y estudio de
la personalidad pero que no excluye a la Psicología General^bJ) la Psicología
General aporta sus nociones con relación a la subjetividad, la intencionali-
dad, la representación, los actos voluntarios, a todas las manifestaciones
llamadas conductales.
Otros desarrollos están adheridos a las ortodoxias metodológicas de
las ciencias naturales y de las ciencias físicas en particular, implementando
métodos estadísticos y análisis factoriales.^^JTambién nos sorprende re-
cubierta con el lenguaje de la física moderna y la neurociencia, junto a
las tradiciones de la sabiduría hindú.
Las psicologías también quedan ligadas de modos conflictivos con
otros campos del saber, como Biología, Sociología, Filosofía.
A su vez, en el ámbito de la Psicología, sobre todo en lo que hace a
la asistencia, existe una diversidad de fenómenos que son difíciles de
soslayar.
Entre las problemáticas, que se rehúsan a morir en nuestro tiempo,
podemos nombrar: la problemática de la conciencia.2 A sí se constata
que muchas personas buscan como asistencia terapéutica lo que podría
llamarse “consumo de conciencia”, por ejemplo, los entrenamientos al
estilo de Silva Mind, asistencias ligadas a grupos gestálticos, hipnotismos,

1. Hay gran diversidad de cuerpos teóricos psicoanalíticos a partir del nacimiento del Psicoaná-
lisis, con la obra de Sigmund Freud.
2. U no cree que a partir de Freud y con el descubrimiento del inconsciente la conciencia perdió
fuerza, pero no es así y esto es atribuible a las características de nuestro mundo contemporáneo,
en el cual uno de los vectores que traza la individuación es la ganancia de autonomía.

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A m a l ia Ba umg a r t

etcétera. Esto es, se pone sobre el tapete como eje terapéutico el auto-
dominio consciente.
Por otro lado, pueden encontrarse técnicas que hacen al “autodominio
de la imaginación”, referentes al deseo de obtener bienestar. En ellas se
apela a considerar el pensamiento como una especie de energía3 y se usa
la imaginación para obtener lo que se “desea” en la vida: visualización
creativa para el desarrollo personal, bioenergía, técnicas transpersona-
les. Se apela a los cambios considerando que todas las formas de energía
están interrelacionadas y pueden influirse recíprocamente.
No faltan a la cita las teorías del condicionamiento de Pavlov, con
su nueva forma, que se apoya tanto en la Psicología experimental como
en las Teorías del aprendizaje y Procesamiento de la Información, ante-
cedentes de tas terapias cognitivo-conductuales. Estas teorías de condi-
cionamiento se ocupan del pensamiento como esquema mental que or-
ganiza percepciones y sensaciones, las cuales determinan conductas y,
por lo tanto, buscan modificar el pensamiento que, por ser considerado
negativo, genera patología.

Las Psiquiatrías

Las Psiquiatrías, desde sus comienzos hasta nuestros días, se han en-
cargado de construir “nomenclaturas”. Esta palabra remite a un arcaico
verbo latino, nom enclare: llamar, proclamar, convocar un nombre. No-
menclare tenía especial vigencia en ámbitos religiosos y jurídicos, donde
había alguien que oficiaba de “nomenclador” y que estaba dedicado a
proclamar el nombre de los dioses: ésa era su función.
¿En qué consiste para nosotros la nomenclatura, cuyo origen es ar-
caico? Es un sistema de nominación. Se nombra, se convoca, se llama a

3. Esto ya lo pensaba hace más de un siglo Franz Mesmer (1 7 3 4-18 15 ), alemán, precursor de la
práctica hipnótica, influido por Paracelsus. Creía en las influencias astrológicas sobre la salud
humana como el resultado de fuerzas planetarias transmitidas a través de un fluido sutil e
invisible. Se suscitó una polémica alrededor de su práctica, llamada “mesmerismo”.
Lec c io n e s in t r o d u c t o r ia s d e P s ic o pa t o l o o ía

la enfermedad mental. Lo nombrado es ubicado con relación a otros


componentes, lo que supone un orden determinado de los mismos. Las
nomenclaturas se esfuerzan en nombrar las cosas del modo más preciso,
acertado y correcto ya que esta posibilidad apunta a formular la esencia
de lo nombrado y a distinguirlo del resto de lo existente. Lo nombrado
ingresa a un orden constituido. iJara nosotros es importante saber que
todo nombre es una convención y proviene del resultado simbólico del
haberse puesto de acuerdo unos con otros. En el campo psiquiátrico, la
nomenclatura introduce un orden, ubica una afección respecto de otra y
permite su conocimiento y desarrollo conceptual. Como dicen algunos
autores, así la locura adquiere positividad cognoscitiva, se la nombra. A par-
tir de dicha positividad se pueden desarrollar teorías y definiciones.
O tra de las nociones que introduce la Psiquiatría es la noción de
“síntoma”. Esta palabra proviene del latín symptoma: indicio de que algo
está ocurriendo o va a ocurrir; término que revela la existencia de una
enfermedad.
El criterio clínico, que está privilegiado en la fundamentación de la
Psiquiatría clásica, se caracteriza por un estilo descriptivo. Se basa en
observaciones del comportamiento del paciente y en el relato de sus
dificultades para traducirlo en síntomas y en signos.
Para la medicina, síntoma y signo no son muy diferentes: se suele
considerar síntoma aquello que el paciente transmite como su padecer;
y signo, aquello que el médico reconoce. Por ejemplo, el paciente puede
hablar de un determinado sufrimiento y el médico observar que tiene
paralizada la mano.
Lo que toma valor para nosotros es la diferencia entre “síntoma para
la Psiquiatría” y “síntoma para el Psicoanálisis”. Para la Psiquiatría, los
síntomas son entendidos como signos de una categoría diagnóstica de-
terminada, esto es, a un síntoma, o grupo de ellos, corresponde una cla-
sificación, una categoría diagnóstica, be desarrolla así un sistema de no-
menclatura y clasificación, basado en el modelo médico de la enferme-
dad. Entonces, los trastornos m entales se constituirán en entidades4

4. Entidad: lat. entitas, de ens, entis (pl. pte. sgda. pers.): ser, ente. Lo que constituye la esencia
o la forma de un individuo o de una cosa, considerado com o un ser dotado de unidad material.
Entidad m órbida: [en medicina] Agrupamiento constante de manifestaciones patológicas for-
mando un todo, una unidad.

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A m a l ia Ba umga r t

nosoíógicas, tendrán una “identidad”’ mórbida, la mutua pertenencia del


estado de enfermedad desde la consideración de un estado de cosas ya
nombrado. Estas entidades nosoíógicas son análogas- a las enfermedades
físicas, y definida una identidad pueden definirse subtipos.6
Es así como las psiquiatrías ofrecen ordenamientos nosológicos y
nosográficos de la enfermedad mental, con sus distintas variantes res-
pecto al diagnóstico y al pronóstico.
Entre los ordenamientos actuales, los más conocidos son el llamado
DSM -IV v el CIE 10. El DSM -IV es el Manual de Diagnóstico estadístico de
las enfermedades mentales que se derivó del C IE (Clasificación Interna-
cional de Enfermedades). El DSM corresponde a la Asociación Americana
de Psiquiatría (A PA) y nace alrededor de 1958 a raíz de que el CIE, la
clasificación europea, que corresponde a la Organización Mundial de la
Salud (O M S), incluye en su sexta edición por primera vez un capítulo
dedicado a enfermedades m entales (C apítulo V ). En éste se realiza,
por primera vez, una clasificación internacional de las enfermedades
mentales dentro de las enfermedades generales. Entonces, la Sociedad
Americana toma esa edición del capítulo V del CIE y empieza a trabajar
ese apartado hasta producir su propia clasificación, DSM-1.
La clasificación más usada en nuestro país, en los servicios y en
las instituciones asistenciales es la cuarta versión, el DSM -IV. Lamen-
tablemente, la terminología psiquiátrica actual e internacional ha que-
dado lejos de la tradición lexicológica de la psiquiatría clásica, que
intentarem os recuperar.
La primera psiquiatría clínica nace marcada por la presencia del Ilu-
minismo racionalista. Comienza a pensarse la “locura” como una enfer-
medad, disputando la hegemonía de su tratamiento a las prácticas mági-
co-religiosas.
Hay tres representantes importantes en la promoción de tratamientos
humanitarios de la enfermedad mental: Müller en Alemania, Chiaguri en
Italia y Pinel, el más conocido y líder del movimiento, en Francia.

5 y 6. Identidad: lat. identitas: el mismo. Carácter de aquello que es idéntico, que es uno.
Comunidad. Unidad. Aquello que permanece idéntico a sí mismo. Permanencia. Prescinde de
la esencia. U n sujeto puede tener una identidad (un nom bre), saber quién es pero no saber su
esencia.

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Lec c io n e s in t r o d u c t o r ia s d e P s ic o pa t o l o g ía

Las Psiquiatrías también ofrecen concepciones fenomenológicas


existenciales de la enfermedad mental, intentos de construir una psiquia-
tría más sensible a los dinamismos inconscientes. Aportes de las llamadas
psiquiatrías de posguerra señalan entrelazamientos de la problemática psí-
quica con la problemática social y aportes de la neurobioloeía. la química
y de los estudios endocrinos y metabólicos, renuevan la esperanza de des-
cubrir causas naturales de la enfermedad mental. Estos aportes abren tam-
bién el camino a la utilización de la Psicofarmacología.7

Teorias psicoanalíticas ^ U - '

Nos encontramos finalmente con los cuerpos teóricos psicoanalíticos


que parten de la obra de Sigmund Freud, su fundador. Hacemos referen-
cia a los desarrollos de M. Klein, Bion, W innicott, Fairbaim, Kohut, La-
can, y a los aportes de la escuela argentina: Pichón Riviére, Bléger,
Liberman, entre los más relevantes. Nosotros privilegiaremos para estas
lecciones introductorias la teoría y práctica del psicoanálisis freudiano.
El Psicoanálisis, desde su nacimiento, se hace presente en el campo
de la enfermedad mental, nerviosa o psíquica. Freud tenía un público
diverso que lo escuchaba en sus conferencias, formado por: médicos,
psicólogos, neurólogos, filósofos. A partir de estos encuentros se fundan
instituciones y clínicas psicoanálíticas: Bleuler y Abraham en Zurich,
Simmel en Berlín, Alexander junto a Frida Fromm-Reichman en Chicago
y Rago en Budapest, entre otros.
La teoría freudiana, si bien constituye una manera inédita de pensar
lo psíquico, construye una nosología que utiliza la terminología psiquiátri-
ca clásica. Muchas veces prolonga sus observaciones a favor de una cohe-
rencia clínica que se apoya, en este caso, en el desarrollo metapsicológico.
Esto es parte de la originalidad freudiana. Dicho desarrollo conceptualiza

7. Volveremos sobre este tema en capítulos siguientes. La Psicofarmacología, que tiene una
historia relativamente breve comparada con la historia de la Psiquiatría, porque nace recién
alrededor de 1952, ejerce una enorme influencia en el tratamiento de los pacientes graves.

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A m a l ia Ba umga r t

lo psíquico según, sistemas, procesos y legalidades diferentes. Freud pone


en cuestión las concepciones de la subjetividad para su tiempo. Las ideas
de inconsciente y represión marcan el desconocimiento radical que es cons-
titutivo para el sujetó. De esto trata el Psicoanálisis. No hay identidad para
Freud entre psíquico y conciencia; no hay diferencia tajante entre normal
y anormal. Como ejemplo de esto se verá más adelante, siguiendo el mo-
delo del sueño, la formación de síntoma y las formaciones delirantes.
El concepto de inconsciente funda la idea de una nueva determina-
ción, lo que Lacan llama “la instancia de la letra en el inconsciente”,
que pone nuevamente de relieve la excentricidad radical que había
quedado opacada por la vulgarización de los conceptos freudianos.
Solam ente a partir de este descubrimiento puede entenderse la fina-
lidad del análisis freudiano acuñado en la fórmula “Wo Es u/ar, solí Ich
iverden". Se fu n da entonces una Psicopatología m arcada por el toncepto
de lo inconsciente. Cuando hablo de mí: ¿soy el mismo que aquél de
quien hablo? C om o dice L acan: “de ese ‘Es’ que hace mi ser, doy
tanto más testim onio en mis caprichos, en mis aberraciones, en mis
fobias, en mis fetiches que en mi personaje vagamente vigilado". Lo-
cura, ¡ya no eres objeto!
Para admitir un síntoma en la perspectiva de la Psicopatología Psicoanalítica,
Freud exige un mínimo de sobredeterminación. El síntoma para el Psicoaná-
lisis tiene un sentido, un motivo y un propósito y es sustituto de un “con-
flicto infantil” que parte de un “conflicto presente” que se tomó patológi-
co. El campo privilegiado del descubrimiento freudiano son los síntomas,
las inhibiciones y la angustia en la economía constituyente de las diversas
patologías (Neurosis, Psicosis y Perversiones). Nos dedicaremos a estudiar
la construcción de algunos conceptos y a recorrer su casuística.8

8. Veremos la construcción de los conceptos de Psicosis, Neurosis y Perversiones.

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Lec c io n e s i n t r o d u c t o r i a s d e Ps ic o pa t o l o g ía

Conclusiones

En síntesis, definimos a la Psicopatología como un campo heterogé-


neo de prácticas que requiere de distintas instancias para su transmisión
que articulen los espacios reflexivos y críticos de la formación teórica,
con la propia formación clínica, esto es, con el análisis personal y la
supervisión de los casos, con la posibilidad de participación en los ámbi-
tos asistenciales, tanto públicos como privados. Claro que la cultura de
nuestro tiempo, de apariencia y espectáculo, la extrema personalización,
la cordialidad impuesta por el marketing, la “existencia a la carta”, hacen
que se produzca una atomización de este potencial terapéutico y crítico
del Psicoanálisis. Es importante que las teorías psicoanalíticas no sean
instrumento de esta maquinaria narcisística que evoluciona hacia la con-
solidación de dogmatismos que no son sino modos de aniquilación de la
misma teoría psicoanalítica.
En el horizonte se perfila una patología que oscila entre la excitabilidad
y la depresión, una especie de “enfermedad del vivir”: preservar lo material,
desprenderse del pasado, desasirse de toda pasión duradera no son sino mani-
festaciones del sin sentido del hombre contemporáneo, que avanza exacer-
bando el horror y los ataques de pánico. En los últimos años, los desórdenes
de tipo narcisístico constituyen la mayor parte de los problemas psíquicos
por los que la gente consulta. Tratemos de recuperar productivamente la
heterogeneidad de nuestro campo, abriéndonos paso a través de los obstácu-
los, tanto teóricos como aquellos que hacen al malestar de nuestra cultura.
Para sortearlos y elaborarlos, propongo la “Durcharbeitung” freudiana, lo que
se traduce como per-elaboración: el trabajar a través de los obstáculos y resis-
tencias, no solamente en el plano de la teoría sino también en el plano de la
actividad práctica. Freud decía en 1914: “Dieses Durcharbeiten der Widerstan-
de mag in der Praxis zu einer beschwerlichen aufgabe”.9 “En la práctica esta 'per-
elaboración' de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea”. Ha de
dejarse tiempo para ahondar en la resistencia y para elaborarla, es un proceso
que no puede ser eludido ni apresurado.

9. Freud, S : “Erinnern W iederholen und Durcharbeiten”, en Schriften zur Behandlungstechnik,


Studiem usgabe, Frankfurt am M ain, Ergánzungsband Fischerverlag, 1982.

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