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CIMAD 12 N 01 IPADE

CIFE 14 C 01
R- Septiembre, 2017
Para uso exclusivo de Nadia Olivares Trinidad del programa D1R 2018-2019.

EL DESENLACE DE VICENTE

Caso elaborado por el Conocí a Vicente durante su paso por la universidad. Es una persona
profesor Carlos con muy buena capacidad intelectual. Proviene de una posición
Alejandro Armenta Pico, social y económica de clase media. En la preparatoria fue el mejor
del Centro de promedio de calificaciones de su generación. Logró conseguir una
Investigación de beca de excelencia en la universidad y cursó los estudios de
Filosofía y Empresa del licenciatura de forma brillante. Es versátil profesionalmente, pues
Instituto Panamericano
sus habilidades intelectuales le permiten manejarse con soltura, ya
de Alta Dirección de
Empresa, para servir de sea en las cuestiones técnicas o directivas. Tiene muy arraigado el
base de discusión y no hábito de lectura.
como ilustración de la
gestión adecuada o Al terminar la universidad trabajó un par de años. Después hizo una
inadecuada de una Maestría en Dirección de Empresas que le exigía una dedicación de
situación determinada. tiempo completo, se graduó con honores. Al poco tiempo ocupaba
un puesto importante en una conocida empresa trasnacional.
Imparte una asignatura en la universidad y tiene prestigio como
profesor. Hace un año se casó después de un noviazgo de casi cuatro
años.

A finales de marzo de aquel año, Vicente llegó a mi casa de forma


inesperada. En cuanto nos saludamos me dijo:

—Vengo porque los alumnos me aplicaron la “ley del cuarto”:


llegué tarde al salón de clases –15 minutos después de la hora
prevista– y abandonaron el aula. Como no esperaba esto, decidí
venir a verte. Necesito una “consulta de psiquiatra”.

Derechos Reservados © 2014 por Sociedad Panamericana de Estudios Empresariales, A.C.


(Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa, IPADE).
Impreso en EDAC, S.A. de C.V., Cairo Nº 29, 02080 México, D.F.
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IPADE CIFE 14 C 01

—Estoy agotado. Duermo muy mal, me despierto a las 4 am (antes de que suene el despertador); estoy
tomando pastillas para dormir. Tengo gastritis. El domingo devolví el estómago. Estoy aumentando de
peso, como demasiado y lo hago fuera de horas. Mi cabeza no se detiene, estoy ciclado, me siento cansado
y muy irritable. Ando acelerado y disperso, no me puedo concentrar. Estoy así desde diciembre pasado.

—He tratado mal a mis subordinados. He sido duro con ellos, como ellos lo son conmigo. ¡He cambiado!
¡No quiero “perder el piso”! ¡No quiero que se “me suba”! Los directivos de la empresa me han descubierto
y me han tomado en cuenta. He subido de puesto y de posición. Mi oficina ocupa el doble de espacio que
esta sala. Veo a mis compañeros de 50 años cansados y como si estuvieran de vuelta de todo. En la empresa
me proponen que me vaya a vivir a Singapur dentro de tres años. Me pidieron que lo platicara con mi
esposa.
Para uso exclusivo de Nadia Olivares Trinidad del programa D1R 2018-2019.

Después de su desahogo, le pregunté: ¿Cuál es tu horario de trabajo?

—Empiezo a trabajar a las 7:30 am y salgo de la oficina a las 10:30 pm. Hablo inglés y español todo el día.
Mi jefe no entiende el español. Estoy en todos los asuntos, me parece que soy “ajonjolí de todos los moles”.
Habitualmente como en el restaurante de la empresa. Muchas comidas se convierten en reuniones de
trabajo. Con frecuencia dedico 15 minutos a comer y regreso a mi oficina para seguir trabajando. Algunos
días me pasa por la cabeza volver a mi casa alrededor de las 7 pm. Finalmente, me quedo en la oficina, pues
pienso: ¿Para qué salgo a una hora en que el tráfico es insoportable? Prefiero continuar trabajando y salir
más tarde. A los ejecutivos de alto nivel, la empresa nos ofrece esquemas de remuneración variable.

Lo interrumpí y le pregunté: ¿por qué no dejas las pastillas para dormir?

—Si no puedo dormir, ¿por qué las voy a dejar? Además, las cosas con mi esposa no van bien. Ella también
trabaja. Antes se enojaba mucho porque llego tarde, ahora ella hace lo mismo. Muchas veces llego a casa y
ya está dormida. Llego cansado y con deseos de ver la televisión. Ella comienza a contarme sus cosas, me
parecen problemas pequeños. Mientras habla, estoy distraído, no pongo atención. Ella se da cuenta y se
molesta. Entonces le digo cualquier cosa: “No ves que todo esto lo hago por ti”. Me doy cuenta de que no
lo hago sólo por ella. Vengo a conversar, pues creo que necesito ayuda. De estas cosas no puedo hablar con
mi esposa, pues ella es parte de la situación. Hemos intentado tener un hijo y no lo hemos conseguido.
Estamos viendo a un médico para ver si la causa es de carácter físico.

—Vine a verte porque recordé una sesión sobre “El éxito y el fracaso en la actividad profesional”. Ahí se
presentó el caso de un profesionista de 32 años que se llamaba Armando. Tenía un cuadro de estrés muy
agudo. Dormía con los brazos cruzados y los puños cerrados. Cuando leí el caso pensé interiormente:
¿Cómo es posible que una persona pueda encontrarse en ese estado? ¡Ahora soy como Armando! ¡Yo
también tengo 32 años! Soy parte de un grupo de personas que nos queremos comer el mundo.

—Mi situación actual en el trabajo es lo que yo quería y lo que había soñado en lo profesional. Cuando
conocí a mi jefe, me dije: ¡Es por ahí! Él ha sido mi promotor. Recientemente, despidieron a algunos en la
empresa y, como consecuencia, cambió mi posición. Mi jefe tiene otro temperamento, me parece que es
sanguíneo. Dice que yo “me siento” y que así somos en nuestro país. No se toca el corazón, regaña mucho
y fuerte. He descuidado a mis amigos.

Al final de la conversación le di algunas sugerencias y le pedí que nos volviéramos a ver en 15 días. Al
despedirnos le comenté –medio en serio, medio en broma–, no dejes de buscarme dentro de dos semanas.
Si no lo haces, lo harás con el psiquiatra y te cobrará.

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