con tres hijos pequeños a su cargo, trabajaba arduamente en la granja del vecino para poder alimentar a su familia. Un día, mientras cosechaba maíz, un fuerte aguacero sorprendió a la mujer y sus hijos. Sin un techo donde resguardarse, se encontraron empapados y con el temor de enfermarse. Viendo la situación desde su ventana, una vecina llamada Rosa no dudó en acudir en su ayuda. Con un paraguas en una mano y una sonrisa en el rostro, se acercó a la familia para invitarlos a refugiarse en su hogar. La familia, abrumada por la generosidad de Rosa, aceptó la invitación y pasaron una linda tarde compartiendo juntos. Al finalizar la lluvia, Rosa les ofreció ropa seca y alimentos para llevar a casa. Desde ese día, la solidaridad de Rosa inspiró a todo el pueblo. Vecinos comenzaron a ayudarse mutuamente en tiempos difíciles, creando así un lazo de apoyo y amistad que perduraría por generaciones. Y es que, a veces, un pequeño gesto de solidaridad puede marcar la diferencia en la vida de quienes más lo necesitan.