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¡Cuidémonos!
3
CRÉDITOS
Traducción

Mona

Corrección

NikkySteffa
4

Diseño

Bruja_Luna_
ÍNDICE
IMPORTANTE _________________ 3 9B ________________________ 84
CRÉDITOS____________________ 4 10 _________________________ 85
SINOPSIS ____________________ 8 11 _________________________ 88
PRÓLOGO ___________________ 9 12 _________________________ 92
LECCIÓN #1 _________________ 11 LECCIÓN #3 _________________ 96
1 __________________________ 12 1 __________________________ 97
2 __________________________ 20 2 _________________________ 103
3 __________________________ 22 3 _________________________ 104
4 __________________________ 26 4 _________________________ 106
6 __________________________ 30 5 _________________________ 110
7 __________________________ 35 6 _________________________ 114
8 __________________________ 37 7 _________________________ 118
9 __________________________ 40 8 _________________________ 119
10 _________________________ 43 9 _________________________ 123
11 _________________________ 48 9A _______________________ 126 5
LECCIÓN #2 _________________ 52 10 ________________________ 131
1 __________________________ 53 LECCIÓN #4 ________________ 134
2 __________________________ 55 1 _________________________ 135
3 __________________________ 59 2 _________________________ 136
4 __________________________ 61 3 _________________________ 137
5 __________________________ 66 4 _________________________ 141
6 __________________________ 70 5 _________________________ 143
7 __________________________ 72 6 _________________________ 147
8 __________________________ 76 7 _________________________ 148
9 __________________________ 78 8 _________________________ 149
9A ________________________ 82 9 _________________________ 150
LECCIÓN #5 ________________ 151 5 _________________________ 197
1 _________________________ 152 6 _________________________ 198
2 _________________________ 153 7 _________________________ 200
3 _________________________ 155 8 _________________________ 202
4 _________________________ 158 9 _________________________ 204
5 _________________________ 160 10 ________________________ 205
6 _________________________ 162 11 ________________________ 208
7 _________________________ 166 11A ______________________ 210
8 _________________________ 169 12 ________________________ 211
9 _________________________ 172 13 ________________________ 213
10 ________________________ 177 14 ________________________ 216
-1 ________________________ 180 15 ________________________ 218
LECCIÓN #6 ________________ 183 16 ________________________ 219
0 _________________________ 184 17 ________________________ 221
1 _________________________ 187 EPÍLOGO 1 _________________ 224
2 _________________________ 189 1 _________________________ 225
3 _________________________ 191 EPÍLOGO 2 _________________ 226
4 _________________________ 193 ACERCA DE LA AUTORA_______ 229 6
I WISH I WOULD’VE CHOSEN YOU

WHITNEY G.

7
SINOPSIS

POR FAVOR, EVITA LA RESEÑA DE ESTE LIBRO.


Esta historia te dolerá mucho menos si pasas de largo y entras a CIEGAS,
créeme....
Pero si *tienes* que saber en qué te estás metiendo, puedes leer la sinopsis
a continuación.

Debería haberlo sabido.


Debería haberla dejado sola...
Me dijo que tenía veintiún años.
Descubrí que era mentira.
Había más de una década entre nosotros y, claro, ella era madura para su
edad, pero yo mantenía las distancias siempre que podía.
8
Al menos, lo intenté.
No hay demasiados lugares donde esconderse en el campus de un
internado, y sí muchos más donde dejarse atrapar...
Nunca fue mi intención que esto sucediera.
Yo era su profesor de inglés, y se suponía que ella sólo era mi alumna.

**¿Ves? Por eso no deberías haber leído esta reseña y entrar a ciegas. Por
desgracia, este es un viaje emocional de un romance con matices tóxicos que te
llevará a algunos lugares inesperados. A la autora le apetecía escribir esta historia
un día cualquiera, así que no digas que no te avisaron de lo que te ibas a encontrar.
PRÓLOGO

Yo
La última vez que salté de este puente, un buen samaritano se zambulló en
el océano y me rescató. Sin pedir permiso, arrastró mi cuerpo hasta una barca
cercana y me bombeó el pecho hasta que volví a la vida.
“¡Oh Dios mío, casi se muere!” “¡Tiene tanta suerte de que estuvieras aquí!”
“¡Apuesto a que está agradecida!” Los turistas lo colmaron de elogios inmerecidos.
Menos mal que estaba demasiado fría y entumecida para responder, porque
deseaba desesperadamente decir:
—Enhorabuena, señor. Acaba de arruinarme la vida.
Sin embargo, esta noche no hay ni un alma aquí conmigo, así que no me
9
preocupa salvarme. Los secretos que escondo se ahogarán conmigo, y espero que
las aguas nos anclen en algún lugar seguro.
Porque eso es lo que siempre prometí...
Nunca le conté a nadie lo que pasó entre el hombre del que nunca debí
enamorarme y yo; le aseguré que los momentos que compartimos eran nuestros y
sólo nuestros. Que si alguna vez el mundo llamaba a mi puerta con preguntas,
moriría antes de responder.
Incluso ahora, por muy tentada que esté de revivir nuestros recuerdos por
última vez, tengo que resistirme a pensar en todos los sábados que nos
escabullimos para que me abriera las piernas y me probara en algún lugar
privado. Las numerosas veces que me agarró por las caderas mientras me montaba
sobre él al fondo de un cine vacío. Y todas las madrugadas en las que me besó tan
profundamente que todos los besos posteriores eran demasiado superficiales para
compararse.
Las olas se agitan de repente y prometen atraparme cuando caiga. Mientras
el viento me pasa los dedos por los rizos, aspiro el aire salado y separo los dedos
de la barandilla.
Soltarse a la de tres.
Uno, dos...

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LECCIÓN #1

Finge hasta que lo consigas.

Mientras no cometas fraude ni le hagas daño a nadie, nadie tiene por qué saber que eres un
mentiroso...

11
1
Yo

Boston, Massachusetts

—Deslizo mi polla contra su himen, pero es duro como un diamante. —“El


maestro poeta” de esta noche se echa hacia atrás en el escenario y cierra los ojos.
—Se siente caliente, húmeda y apretada. Las sensaciones son difíciles de
combatir. —Hace una pausa—. Mientras me duele el corazón, el condón se
rompe...
Tienes que estar bromeando...
Hago una señal a la camarera, oficialmente convencida de que este lugar
deja actuar a cualquiera con pulso.
—¿Sí, señorita? —Saca su bloc de notas. 12
—¿Me da un zumo de arándanos, por favor?
—¿Con vodka?
—No, sólo zumo natural.
—Cuando el condón se estiró, mi polla se comprimió... —Las palabras del
poeta son cada vez peores.
—Vodka será. —Le doy mi carnet de conducir.
—Buena elección. —Sonríe y se lo mete en el delantal—. Vuelvo enseguida.
Saco el móvil y miro el correo electrónico que me ha traído aquí. De algún
modo, he leído mal el calendario de eventos y he confundido las fechas de esta
noche y de la lectura de “Confesiones de un corazón roto”.
Debería haberme dado cuenta de que algo iba mal cuando en las mesas vi
cupones de cerveza y condones en lugar de diarios y bolígrafos. Eso, y que mis
“amigos de la universidad” no están por ninguna parte.
Saco mi teléfono para enviarles un mensaje de texto sobre lo horrible que
es el poeta, pero una serie de mensajes de la administradora de mi residencia hace
que mi noche se detenga de repente.

ENCARGADA DE DORMITORIO
Hola. Acabo de pasar por tu habitación y no estabas.

ENCARGADA DE DORMITORIO
Ya pasó el toque de queda. ¿Dónde estás?

Mierda...

YO
¿Seguro que no estaba ahí?

ENCARGADA DE DORMITORIO
Estoy en tu habitación ahora mismo. También te he llamado tres veces...

Llámame. Ahora mismo.


13
Trago saliva y miro a mi alrededor. Este lugar está a una hora y media en
tren Amtrak de mi academia, y es demasiado ruidoso.
Me levanto de la silla, me escabullo entre las mesas y corro al baño.
Mientras tomo mi lugar en la fila, su nombre cruza mi pantalla a través de
una llamada telefónica, y puedo ver cómo mi vida se desmorona mientras la envío
directamente al buzón de voz.
Cuento el número de mujeres que hay delante de mí, pero entonces me doy
cuenta de que no hay cola en el lado de los hombres. Presa del pánico, corro hacia
esa puerta y me cuelo dentro.
Está vacío y notablemente despojado, como si no hubiera recibido visitas
en todo el día.
Paso por delante de los urinarios, me dirijo al lavabo y devuelvo su llamada.
—Por fin —dice—. ¿Dónde estás realmente?
—Estoy en el estudio privado de la biblioteca —digo—. Lo siento, Heather.
—¿Otra vez? —Ella suspira—. Sé que ese lugar es genial, pero hablamos
seriamente sobre el toque de queda el fin de semana pasado.
—Es la única vez que tengo todo el lugar para mí.
—Puedo entenderlo. —Hay una sonrisa en su voz—. Lo dejaré pasar una
última vez, pero tienes que estar de vuelta a medianoche de aquí en adelante los
fines de semana, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—Otra cosa —dice—. No creo que debas... Espera. ¿Qué es ese sonido?
Las paredes retumban con un bajo intenso, lo que significa que el maestro
poeta ha añadido música a su actuación, o que un DJ lo ha echado finalmente del
escenario.
—No oigo nada —digo, encendiendo el fregadero y agachándome—.
Quiero decir, a menos que estés hablando de mi lista de reproducción de lluvia y
música. El volumen de mi portátil se está volviendo loco últimamente.
—Oh, el mío también. —Se ríe—. Qué raro. De todos modos, como este año
tenemos un montón de personal nuevo en el campus, algunas cosas serán
diferentes. ¿Has mirado el nuevo plan de estudios de Cinematografía Avanzada?
La puerta se abre de repente detrás de mí y me doy la vuelta, agachándome
contra el lavabo.
—Sí, yo... —Bajo el agua—. Estoy mirando esos cambios ahora mismo. Son
muy intrigantes. 14
—¡Ya lo sé! Estoy impaciente por recibir críticas durante la séptima semana.
¡El orador invitado es Steven Soderbergh!
—Oh, vaya. Todavía veo su versión de Ocean's Eleven cada fin de semana.
—¡Yo también! —dice ella, y un tipo enciende bruscamente el ruidoso
secador de manos. Luego gruñe.
¿Qué demonios?
—¿Qué es ese gruñido? —Heather pregunta.
—Nada. Necesito terminar esta investigación mientras pueda, pero volveré
pronto. Lo juro.
—De acuerdo. —Finalmente cede—. Trata de estar de vuelta antes del
amanecer, ¿de acuerdo?
—Por supuesto. —Termino la llamada y me doy la vuelta—. ¿No viste que
estaba hablando por teléfono? ¿Por qué...? —La frase se me traba en la lengua al
percatarme de la persona con la que estoy hablando.
Este hombre es la perfección viviente.
Vestido con un abrigo gris marengo que cubre un traje gris oscuro, sus ojos
azul oscuro complementan las rayas zafiro de su corbata. Lleva el cabello negro
como el azabache, lo bastante corto para que pueda pasar los dedos por él, y su
mandíbula cincelada y lisa me pide que me acerque y la acaricie.
¡Basta ya! Sal de esto.
—Estaba claramente hablando por teléfono cuando entraste aquí —digo—.
Lo menos que podrías haber hecho es quedarte callado.
—Mis disculpas. —Sonríe—. ¿A quién le estabas mintiendo?
—Eso no es asunto tuyo —le digo mientras se acerca—. Te estás
entrometiendo.
—Y eres jodidamente impresionante.
Me sonrojo, insegura de cómo responder a eso.
—Soy Liam —dice—. ¿Estás aquí sola?
—No —le digo—. Mi novio es el maestro poeta que está en el escenario.
—Siento oír eso. —Parece decepcionado—. Acabo de darle cien dólares
para que deje de leer y nos saque de nuestra miseria.
—Le di veinte hace una hora, así que probablemente pensó que era una
propina.
15
Sonríe.
—Entonces, ¿no es tu novio?
—Nunca.
—¿Eso significa que puedes decirme tu nombre?
—Rebecca.
—Hmmm. Rebecca. —El nombre sale de su lengua tan seductoramente que
desearía oírlo decir el verdadero—. ¿Puedo invitarte una copa?
Asiento, abre la puerta y me conduce al vestíbulo. Me toma de la mano y me
lleva por dos tramos de escaleras hasta un tejado de hojalata.
Una camarera nos sirve vino y yo miro el móvil para asegurarme de que
tengo tiempo de sobra para tomar los últimos tres trenes de la noche.
—¿A qué te dedicas? —pregunta.
—Nada. Ahora mismo estoy estudiando.
—Entonces, ¿estás en la escuela de posgrado o en la universidad?
—Escuela de posgrado. —No quiero arriesgarme a que se vaya—. Mi
especialidad es Escritura Creativa.
—Interesante. —Sonríe—. Yo también estudié eso, pero acabé trabajando
en Wall Street.
—¿Intentas advertirme de que no hay dinero en inglés?
—Estoy bastante seguro de que ya lo sabes.
—Estoy preparada para ser vagabunda. —Me río—. ¿Quién es tu autor
favorito?
—Tendría que darte una lista entera.
—Esperaré.
Sonríe y, de algún modo, nos sumergimos en las aguas de todo lo
relacionado con la literatura, y este hombre me iguala pincelada a pincelada.
Compartimos los mismos autores favoritos (menos los que me dejan con el corazón
en un puño), nos encanta sumergirnos en mundos fantásticos similares y sentimos
una profunda pasión por la escritura.
Antes de darme cuenta, son las tres de la mañana. Me he pasado de copas,
las rodillas de Liam rozan las mías y he perdido el último tren.
A menos que descubra cómo teletransportarme antes del amanecer, tendré
que inventarme una buena excusa para faltar a la orientación.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
16
—¿Pasa algo, Rebecca? —Liam se inclina hacia mí y aprieto mi frente contra
la suya.
—No —digo mientras sus labios rozan los míos—. En absoluto.
Veo el bulto en sus pantalones y contengo un grito, sabiendo que
probablemente está a punto de pedirme que me vaya a casa con él.
—No creo en el sexo en la primera cita —le digo, y sus labios se curvan en
una sonrisa.
—De acuerdo. —Me pasa los dedos por el cabello—. ¿Crees en dejarme
devorar tu coño hasta que te corras mientras goteas sobre mi cara?
—Yo... —Nunca había experimentado que un hombre me hablara así—. Sí...
—Bien. —Se retira lentamente y se bebe el resto de su bebida—. ¿Dónde te
alojas?
—Mi casa está a hora y media en tren.
—¿Viajas tan lejos a la escuela todos los días? —Levanta una ceja—. ¿A qué
universidad vas?
—Um, es más como un...
¡Bzzzz! ¡Bzzz! ¡Bzzzz!
Su móvil suena de repente, siendo la primera interrupción que hemos tenido
en toda la noche.
—Espera un momento —dice, contestando—. ¿Diga? Sí, sigo en Boston...
¿Necesitas que lo haga ahora? —Suspira—. No, lo entiendo. Cogeré mi coche y me
encargaré. Dame la dirección en cuanto la sepas.
Termina la llamada y me dedica una sonrisa comprensiva.
—Lo siento —dice—. Era de mi nuevo trabajo. Me necesitan para manejar
algo que no puede esperar.
—Entonces, ¿eres algún tipo de médico de urgencias?
—Ojalá. Déjame compensarte.
—No tienes que hacer eso.
—Quiero hacerlo. —Toca su pantalla—. ¿Cuál es tu número de teléfono?
Se lo digo de un tirón antes de que pueda pensarlo, y él lo guarda.
—Te llamo mañana —dice, dejando un fajo de billetes sobre la mesa—.
Atiende por mí.
Retrocede, manteniendo sus ojos en los míos hasta llegar a los escalones.
Tras sopesar mis opciones de transporte, me bebo el resto de la bebida. 17
Luego, bajo a cerrar mi cuenta de antes.
—Oh, eres tú. —El camarero pone los ojos en blanco cuando me acerco.
—Supongo. —Me encojo de hombros—. Necesito cerrar mi cuenta y
recuperar mi identificación. ¿Puedes ayudarme con eso?
Deja un vaso y me mira sin comprender.
—Realmente la necesito de vuelta para poder llegar a casa —digo,
señalando la caja de identificación—. ¿Puedes entregármela?
Sin reconocer mi presencia, destapa una cerveza y se la pasa a otro cliente.
Luego agarra el teléfono.
—A la Srta. Warren le gustaría recuperar su licencia, señor —dice—. Sí, ella
está en el bar.
Siento la tentación de pasar la mano por encima del mostrador y agarrarla
yo misma, pero un tipo vestido con un traje azul marino agarra la caja y me sonríe.
—Sígame, Srta. Warren. Ciertamente puedo ayudarla.
—Gracias. —Lo sigo más allá del bar y entro en un pequeño despacho.
Cierra la puerta tras de mí y su sonrisa desaparece al instante.
—Oficiales, esta es la joven por la que los llamé esta noche.
¡¿QUÉ?! Veo un grupo de policías de pie junto a la puerta de salida.
—Entregue su bolso y vacíe sus malditos bolsillos —dice el alto, con voz
firme.
—Espere. ¿Qué pasa? —Trago saliva—. No he robado nada, lo juro.
—No me haga pedírselo otra vez, señorita. —El oficial extiende la mano—.
Ya me escuchó la primera vez.
Demasiado aturdida para pensar, obedezco su orden y él deja mi bolso
sobre el escritorio. Mientras un policía me toma una foto con un flash super
brillante, otro rebusca en mi cartera. Saca mis tarjetas de crédito una a una y luego
mi licencia de conducir.
Entonces saca mi otra licencia de conducir.
Luego otra...
—Rebecca Warren, Tate Jensen, Isadora Jacobs, y... Genevieve Edwards —
dice—. Sólo esta última identificación es suya. También es la única identificación
con una edad marcada de menos de veintiún años. ¿Por qué?
—Porque... pensaba entregar el resto a 'objetos perdidos' en algún
momento.
18
—Seguro que sí. —Pone los ojos en blanco y saca una foto de cada una antes
de lanzárselas a su colega—. Tiene suerte de que el dueño del bar sea un
compañero ex alumno de Exeter que llamó a su escuela en vez de insistir en su
arresto.
—Puedo explicarlo —digo—. Sólo vengo aquí cuando hay una noche de
Poesía o de Actuación Especial, así que no es...
—Ahórreselo. —Me interrumpe—. No hay buena excusa para el robo de
identidad o el consumo de alcohol en menores. No tiene veintiuno. Demonios, ni
siquiera tiene dieciocho.
Me muerdo el labio inferior mientras él revisa los bolsillos de mi bolso,
incluso los ocultos. Saca un paquete de condones y sacude la cabeza, pero no hace
ningún comentario.
—Ya puede volver a meterlo todo en el bolso —me dice, indicándome que
limpie su desastre—. La voy a dejar ir con una citación esta noche, pero todos los
dueños de bares de esta ciudad recibirán un volante con su cara mañana a primera
hora. Si alguno de ellos me llama en los próximos cuatro años, irá directamente a
la cárcel. ¿Entendido?
—Sí, señor.
Me acompaña al exterior y un par de faros doblan la esquina.
La puerta del conductor se abre y Liam sale.
Mira al policía y luego a mí.
Nooooo. Por favor Dios, no...
—¿Usted es el hombre que enviaron desde Exeter? —pregunta el oficial.
—Sí. —Liam sigue mirándome—. Soy yo.
El gerente sale y hace una foto cegadora antes de aclararse la garganta.
—El director acaba de confirmar que este es el chico de la camioneta.
—Conduzca con cuidado con nuestra pequeña adolescente bebedora de
aquí. —El policía me acompaña al lado del pasajero—. Me contuve de darle un
sermón, ya que su academia planea encargarse de eso. También le confisqué todas
las identificaciones falsas.
—¿Identificaciones falsas? —pregunta Liam.
—Ah, sí. —El policía se ríe mientras me ayuda a subir al coche—. Esta chica
tenía toda una colección. Era Taylor, Isadora, Rebecca, lo que sea. Los chicos de
hoy en día, ¿verdad?
—Sí, los chicos. —Liam vuelve al lado del conductor y me mira a través del
cristal—. Muchas gracias, oficial... 19
2
Genevieve

Pa-tsh. Pa-tsh. Pa-tshhhh...


Los limpiaparabrisas atacan el cristal mientras Liam avanza a toda velocidad
por la autopista. Los cuatro aros del logotipo de su Audi sacuden la cabeza hacia
mí, como si estuvieran molestos en su nombre.
No ha pronunciado ni una sílaba desde que empezamos el viaje y ni siquiera
se ha molestado en encender la radio.
O la calefacción.
Mira al frente con la mandíbula apretada. Tiene los nudillos tan apretados
contra el volante que puedo ver el hueso asomando a través de su carne.
Entre el embriagador aroma a madera de su colonia y el alcohol que corre
por mis venas, intento convencerme de que todo esto es un sueño.
20
Me despertaré en mi dormitorio en cualquier momento.
—Así que, ¿eres uno de los nuevos administradores de seguridad? —Intento
entablar una nueva conversación—. ¿Por eso te llamaron para que me recogieras?
Agarra aún más fuerte el volante, sin contestar.
—Que conste que no estaba de fiesta, sólo necesitaba un poco de aire fresco
y conversación literaria.
Gruñe.
—Por eso te dije que me llamaba Rebecca. —Trago saliva mientras nos
acercamos a un semáforo en rojo—. Pensaba decirte la verdad cuando llamaras,
porque aunque siento que tenemos una conexión, no quería que...
Dejo de hablar mientras él se gira lentamente para mirarme.
Los iris azul marino que me cautivaron antes están ahora llenos de furia
tormentosa. Los labios perfectos que estaban a punto de rozar los míos ya no son
una invitación, sino una línea dura y furiosa.
El semáforo parpadea en verde y él se da la vuelta, reanudando la marcha.
No me atrevo a decir nada más.

Una hora después, Liam se detiene ante la reja dorada que resguarda la
entrada principal de Phillips Exeter Academy.
Inclinándose sobre mí para abrir la guantera, extrae un pase de color rojo.
Así que es el nuevo encargado de la seguridad en este lugar.
Baja la ventanilla y sale un guardia nocturno con un paraguas.
—Gracias por devolver a la Srta. Edwards al campus —dice el guardia—.
¿Va a llevarla a su destino final en Hoyt Hall?
—No. —Su voz es seca—. Voy a dejarla aquí mismo.
—Muy bien, señor. —El guardia se mueve hacia mi lado del coche.
Después de ayudarme a salir, me acompaña al interior de su cabina.
Entonces me entrega un familiar recibo rosa de deméritos.
Repaso las frases habituales marcadas con un círculo: delincuencia,
incumplimiento de la política de la academia y violación del código de conducta 21
estudiantil, y me doy cuenta de que hay una de la que nunca antes se me había
acusado.
Cometer una infracción susceptible de expulsión.
Mi último año ha terminado...
3
Liam

Esa misma noche

(Bueno, por la mañana)

Me niego a reconocer que las últimas horas han ocurrido. Es imposible que
haya pasado toda una noche con una menor, así que estoy decidido a quedarme
mirando las grietas del techo hasta que alguien me diga que todo esto forma parte
de una gran broma.
—Señor, ¿necesita atención médica? —Un hombre barbudo se para frente a
mí con un portapapeles—. ¿Señor?
—Estoy bien. ¿Por qué sigues haciéndome esa pregunta? 22
—Porque está tirado en el suelo y hablando solo —dice—. Lleva horas ahí
abajo.
—Oh, claro. —Me obligo a levantarme—. Agradezco tu preocupación.
—De nada.
Entro en la habitación que acabará siendo mi biblioteca y abro el cajón
superior del escritorio. Saco mi bourbon favorito, destapo la botella y bebo un
sorbo directamente del cuello.
Hoy es el día de la “mudanza” a las dependencias de los profesores en el
campus, y se supone que voy a asistir a una reunión que me ayudará a prepararme
para tratar con las prestigiosas y asombrosas mentes de esta estimada academia.
No estoy de humor para conocer a nadie más en este momento.
Estoy atascado en lo de anoche, arrepintiéndome de cada palabra que dije
y deseando poder echarle la culpa al alcohol, pero estaba sobrio como un juez.
En el momento en que “Rebecca” se dio la vuelta para mirarme a la cara en
aquel cuarto de baño, me obligué a parpadear un par de veces, para asegurarme
de que era real.
Una astuta mujer de ojos color avellana, su vestido lavanda claro se ceñía a
sus curvas en todos los lugares adecuados, dejando al descubierto la turgencia de
sus pechos. Llevaba el cabello negro ondulado recogido en una coleta baja que le
caía sobre los hombros, tentándome a deslizar los dedos por ella.
Sus hinchados labios rosados se abrieron en un perfecto “Oh” mientras me
miraba, y me sentí instantáneamente atraído hacia ella de una forma que nunca
antes había sentido.
Había supuesto que era estudiante, pero me inclinaba por el nivel de
posgrado.
Tal vez la universidad.
Definitivamente no el instituto.
Sin embargo, cuanto más repito nuestra conversación, más revelan sus
respuestas sus niveles estratégicos de engaño.
“Ahora mismo estoy estudiando”. “Mi especialidad es Escritura Creativa”.
“Estoy a un viaje en tren”.
Doy otro trago a la botella, recordando cómo “Rebecca” fue la primera entre
nosotros en abordar el tema del sexo.
Pero fui yo quien mencionó querer comerle el coño...
Mierda. 23
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
—¡Dejen las estanterías en medio del suelo! —grito a los de la mudanza—.
De todas formas, hoy sólo llegan la mitad de mis muebles.
Los golpes continúan a pesar de mi petición.
Mantengo el alcohol cerca y vuelvo al salón, pero los de la mudanza no están
por ninguna parte. Abro la puerta principal y me encuentro cara a cara con el
director más antiguo de la academia.
—¿Piensas invitarme a entrar? —pregunta.
—Necesito pensarlo un minuto, director Peterson.
—Es 'Supervisor Principal Peterson'. —Sonríe—. Aunque no hace falta que
seas formal conmigo cuando estamos solos. Eres mi nieto.
Abro más la puerta y lo invito a pasar.
—El colchón inflable y la mesa de IKEA son un toque muy bonito —bromea—
. Muy elegante.
—Pienso lo mismo.
—Traeremos tu mesa Harkness esta tarde. Sobre anoche, sin embargo... —
Se pasa una mano por el cabello—. Siento haber tenido que molestarte con
semejante petición. No podía arriesgarme a enviar a uno de los profesores
regulares.
—¿Por qué no? ¿Es su sueño más valioso que el mío?
—No estabas durmiendo. —Pone los ojos en blanco—. Pero no. Si le hubiera
preguntado a uno de ellos, el cotilleo en este campus ya habría sido ensordecedor.
—¿Los profesores cotillean con los alumnos?
—Te sorprendería saber cuánto. —Abre mis persianas—. Siempre que no
hay clases, este lugar prácticamente funciona a base de rumores. De todos modos,
¿estaba arrepentida la estudiante en cuestión cuando la recogiste?
—Sí. —La salvo, aunque no merezca ninguna gracia.
—Cuando llegaste, ¿la viste reunirse con alguien significativamente mayor?
—Todo lo que vi fueron agentes de policía.
—Vale, bien. —Se da golpecitos en la barbilla—. Estoy recopilando todos
los hechos antes de elaborar un castigo. ¿Tienes alguna idea?
—No. —Sacudo la cabeza, no quiero volver a pensar en esa chica. Si tengo
suerte, sólo la veré de pasada mientras esté aquí.
—Me alegro de que te unas a mí aquí en Exeter para empezar de nuevo —
24
dice—. Creo que será un buen cambio de ritmo desde tu divorcio.
—Eso espero.
Mira los tatuajes de mi brazo, sabe exactamente lo que representan, el dolor
y el sufrimiento al que he sobrevivido y que me he tatuado como recordatorio.
El nombre de su hijo -el irresponsable de mi padre- nunca ha merecido un
lugar, pero coloqué su nombre en cursiva pequeña bajo la frase en latín “Cosas
que intentaron destruirme”.
—Lo siento mucho, Liam —dice—, nunca me perdonaré haber contribuido
a que naciera.
—No es culpa tuya.
—Ojalá pudiera creerlo. —Me da un abrazo—. Siempre que me necesites,
estaré por aquí.
—Gracias. —Espero a que baje el sendero antes de volver a mi despacho.
Saco un libro al azar de una caja y me doy crédito por no haber pensado en
lo de anoche durante los últimos cinco minutos.
Puedo olvidarme de volver a verla. Esto es un progreso.
Abro el libro y leo las primeras líneas.
Anoche conocí a la mujer más hermosa en un bar.
Cabello tinta con ojos castaños que nunca olvidaré, ella
Cierro el libro y opto por una ducha fría.

25
4
Genevieve

Domingo por la mañana

Exeter, Nuevo Hampshire

Los ventiladores de techo de madera crujen y silban con cada giro,


esparciendo lo que queda del aire caliente del verano por una habitación
congestionada. Aunque nuestra academia presume de su “dotación de mil
millones de dólares” se niega a instalar aire acondicionado en todos sus edificios.
Camino de un lado a otro frente al despacho del director, retorciéndome las
manos mientras mi mente corre en un millón de direcciones. Me han llamado aquí
tantas veces este año que puedo distinguir cada línea del suelo.
—¿Señorita Edwards? —La secretaria asoma la cabeza por la esquina. 26
—¿Sí, Srta. Swift?
—El director Peterson está listo para verla ahora.
—De acuerdo. —Me aliso la falda de cuadros del uniforme antes de caminar
por el pasillo.
Paso por delante de las enormes puertas que cierran su despacho y respiro
hondo antes de llamar.
—Pase, Srta. Edwards —dice.
Entro, esperando verlo sentado en su sillón de cuero como de costumbre,
pero está de pie junto a las ventanas.
Con el cabello blanco y negro y leves arrugas, su aspecto es idéntico al de
los otros directores cuyos retratos cuelgan en lo alto de sus paredes.
—Siéntese —dice, con voz firme.
Obedezco y espera varios minutos antes de darse la vuelta para mirarme.
—¿No está cansada de verme en esta oficina, Srta. Edwards?
Más que cansada. Me muerdo el labio y asiento como respuesta.
—¿Tiene idea de cuántos escenarios pasaron por mi mente cuando la policía
me llamó anoche?
—Señor, siento haber...
—No hable. —Sus ojos son glaciares—. No se atreva a hablar. Me morí del
miedo de que estuvieran a punto de decirme que la habían encontrado
gravemente herida o muerta.
—Por supuesto, para cuando termine con usted hoy, puede que desee que
ese sea su destino.
Trago saliva, y los vellos de mi nuca se erizan uno a uno.
—En esta academia hay tres faltas que merecen la expulsión inmediata —
dice—. Plagio, mala conducta sexual y ausentarse sin permiso. ¿Es usted
consciente de ello, señorita Edwards?
—Sí, señor.
—¿Es consciente de que la edad legal para beber en este país es veintiuno,
y usted sigue siendo un puto menor?
Su tono áspero me sacude hasta la médula.
Todo lo que puedo hacer es asentir.
—Si no fuera la primera de su clase con notas ejemplares, y sus padres no 27
fueran quienes son, estaría recogiendo sus cosas y solicitando plaza en el colegio
público más cercano. Porque si le sirve de algo, ninguna de esas cosas significa
una mierda para mí en este momento.
Se inclina hacia delante, su mirada sigue siendo fría.
—Además de estar en libertad condicional social permanente, pulirá todas
las mesas Harkness de este campus, sacándoles tanto brillo que sus tableros de
madera parecerán espejos. —Hace una pausa antes de dejar caer más dolor—.
Limpiará todos los despachos de los administradores durante las primeras horas
de la mañana todos los sábados y domingos; se le prohíbe asistir a los próximos
festivales universitarios; también se le prohíbe asistir a cualquier evento de
mayores en el campus, y su nuevo toque de queda es a las seis en punto hasta
nuevo aviso. ¿Está claro?
—Sí, Sr. Peterson. —Siento que las lágrimas pinchan mis ojos—. Me gustaría
disculparme sinceramente por lo que hice este fin de semana.
—Ahórreselo. —Levanta la mano—. La mejor disculpa es un cambio de
comportamiento. Puede empezar ese cambio sopesando las consecuencias y
repercusiones de sus actos antes de hacer otra tontería.
—Señor, por favor, déjeme...
—No quiero oírlo. —Me interrumpe—. Hemos terminado aquí.
Me pongo de pie y me dirijo hacia la puerta.
—¿No olvida algo, Srta. Edwards?
—No, señor. —Miro por encima del hombro—. No lo creo.
—Sí, así es. —Señala un carrito de limpieza en la esquina—. Hoy es domingo. Ya
puede empezar a limpiar mi despacho.

28
5

Asunto: Actualización disciplinaria #5

Queridos Sr. y Sra. Edwards,


Esta es una notificación relativa a su hija, Genevieve Edwards, y su situación
actual en Phillips Exeter Academy.
A pesar de sus logros académicos estelares, sus problemas disciplinarios
han continuado.
Este fin de semana pasado, ella violó una de nuestras reglas más críticas en
el código de conducta estudiantil. Esto requiere una reunión en persona con
ustedes antes de que termine este semestre, junto con una llamada telefónica que
haré esta semana.
Dado sus estatus de celebridades, comprendo que estén extremadamente
ocupados, y les aseguro que no haré público nada de su mal comportamiento (o
castigo).
Como dos de nuestros principales donantes y distinguidos ex alumnos,
29
seguramente comprenden lo beneficiosa que es para su hija una educación en
nuestra estimada academia.
Por favor, háganselo saber lo antes posible.
Estoy deseando hablar con ustedes.

Atentamente,
Director Peterson.
6
Genevieve

El método de “aprendizaje Harkness” es una estafa que seduce a la mayoría


de los padres que envían a sus hijos aquí. Es el principal argumento de venta de
nuestra academia, y espero desesperadamente que los fundadores revivan algún
día para denunciarlo.
La premisa es sencilla: No hay necesidad de pupitres bien alineados ni de
un “lugar del profesor” en el aula. En su lugar, es mejor tener una mesa ovalada
de gran tamaño en la que quepan de doce a quince alumnos (con una participación
mínima del profesor), porque el aprendizaje debe ser una actividad de mente
abierta que fomente el debate activo.
Eso es literalmente lo que dice nuestro folleto.
Sin embargo, hay algunas excepciones a esta regla, y mi clase más esperada
de último curso -Expresiones en escritura creativa- entra dentro de esta categoría.
30
Como debemos presentar al menos el ochenta por ciento de nuestro trabajo,
tenemos nuestras sesiones en un teatro.
Es un entorno que me hace olvidar temporalmente lo sola que estoy aquí.
No importa en cuántas mesas de Harkness me haya sentado a lo largo de los
años, eso no me ha acercado a tener conversaciones con gente fuera del aula.
Puedo recitar todos los nombres, aficiones y planes a futuro de mis compañeros,
pero no puedo llamar “amigo” a ninguno de ellos.
Después de pulir la última mesa de hoy, doblo todos los trapos y arrastro el
cubo de jabón al rincón.
—Tiene que limpiar esa mesa unas cuantas veces más, señorita Edwards. —
Sacude la cabeza el conserje jefe—. Los bordes no están tan brillantes como la
parte superior.
—¿Puedo por favor volver y hacer eso después de clase? —suplico—. No
quiero arriesgarme a llegar tarde el primer día.
—No se puede. —Sacude la cabeza, lanzándome una mirada comprensiva—
. El Sr. Peterson quiere la perfección y nada menos.
—Pensé que usted y yo nos estábamos haciendo amigos, Sr. Evans —le
digo—. Dijo que le gustaba.
—Me gusta más mi sueldo. —Me lanza un trapo—. Póngase a ello.
Contengo un gemido y dejo caer el trapo en el cubo.

Cuando alcanzo el estado de “perfección” no tengo tiempo de correr a mi


dormitorio y ponerme un uniforme mejor. Ni siquiera tengo tiempo de coger mi
portátil.
Armada con un cuaderno endeble y un bolígrafo de gel, atravieso corriendo
el campus y llego al teatro con dos minutos de sobra.
Sin aliento, me apoyo en el marco de la puerta y me doy cuenta de que el
auditorio está tan silencioso que puedo oír los latidos del corazón de alguien.
Oh, no, espera.
Son los míos.
El hombre en el escenario está de espaldas, pero incluso desde aquí, puedo 31
decir que no es quien nos prometieron.
Se supone que es un hombre de cabello gris llamado Taylor Jenkins, un
instructor legendario que ha impartido este curso durante años.
Salgo al pasillo y compruebo en la pantalla si la ubicación de este curso se
ha cambiado en el último momento.
SNRCREATWRI 500
Taylor Jenkins
Confundida, tomo asiento junto a la ayudante del profesor.
—¿Rachel? —susurro—. ¿Por qué todo el mundo está siendo tan...
—¡Shhh! —Se pone un dedo en los labios. Luego se queda mirando al frente
como un zombi mientras el impostor escribe en la pizarra con un rotulador morado.
Nada de móviles en clase.
No ChatGPT de ayuda a la escritura.
No al plagio.
No des menos de ti.

“Eres quien eliges ser.”


-Yo
Miro fijamente la cita, sabiendo que la he oído antes en alguna parte.
Cruzándome de brazos, espero que este tipo no se tome en serio lo de ser
anti plagio mientras se atribuye el mérito de algo que definitivamente no escribió.
Como si pudiera oír mis pensamientos, tacha la palabra “yo”, pero en su
lugar escribe “Sr. Donovan” debajo.
¿Así que este semestre nos da clase un orgulloso plagiador? Perfecto.
Deja el marcador y por fin se gira para mirarnos.
OH. MI. DIOS. SANTO.
Esto no puede estar pasando...
Liam sonríe, mostrando unos hoyuelos que no vi la noche que nos
conocimos. Ha cambiado su gabardina y su traje por unos pantalones caqui bien
planchados y una camisa blanca abotonada que se ciñe a sus músculos.
Se pone unas gafas de lectura y echa un vistazo a la habitación.
Su sonrisa se desvanece en cuanto sus ojos se encuentran con los míos, y
mis mejillas arden mientras me mira fijamente durante varios segundos.
—Bienvenidos al curso intensivo de Escritura Creativa. —Aparta la mirada
32
de mí—. Sé que la mayoría de ustedes esperaban al Sr. Jenkins, pero aún se está
recuperando de una operación, así que lo reemplazaré este semestre. Pueden
llamarme Profesor Donovan, y...
—Espero que seas permanente y no sólo un sustituto. —Alguien de la
primera fila interrumpe.
Sonríe, ignorando ese comentario.
—Estoy tomando un descanso después de años en Wall Street para probar
suerte en algo nuevo.
Rosalind Jacobs levanta la mano.
—¿Sí? —pregunta.
—Entonces, ¿nunca has enseñado antes?
—Le he dado clases a universitarios varias veces —dice—. Me dijeron que
estar aquí es bastante parecido. ¿Es cierto?
Se sonroja y asiente.
—Entonces no creo que tengamos ningún problema. —Enfatiza esa última
palabra mientras me mira—. Como saben, la mitad de su nota depende del día de
la tesis al final del semestre de primavera, así que les sugiero que reserven tiempo
cada semana para trabajar en ella, ya que es imposible escribir veinte páginas
convincentes en el último minuto para una clase de último curso, y mucho menos
para todas.
—Cuando escuchen su nombre, levanten la mano para que les devuelva una
de las redacciones que les corregí este fin de semana.
Camina por la sala para repartirlos, ganándose rubores y sonrisas a cada
paso. Cuando llega a mi nombre, que resulta ser el último, niega con la cabeza
antes de entregarme mi redacción.
—De acuerdo. —Vuelve al escenario—. Vamos a discutir los temas
dramáticos en El hombre invisible de Ralph Ellison. ¿Quién quiere empezar?
Una ráfaga de manos vuela en el aire, así que hojeo las páginas de mi
trabajo. Por alguna razón, todas las hojas sangran con escritura roja.
“Dicción poco inspirada”. “Por favor, invierta en un diccionario de sinónimos”.
“Este párrafo no tiene sentido”.
Cuando llego a la última página, hay una letra extraña subrayada tres veces.
¿'F'?
Miro la nota con incredulidad. Nunca he sacado menos de un sobresaliente
en mis escritos; y aun así, es raro.
Me hierve la sangre y soy incapaz de concentrarme en la discusión de clase.
33
Cuando miro por encima del hombro de June Kline y veo su puntuación, casi me
vuelvo loca.
¿Le puso un sobresaliente?
No hay forma de que la chica que usa ChatGPT para cada tarea, mientras me
paga para que escriba sus trabajos más pequeños, tenga una nota más alta.
—Hasta la próxima clase —dice el señor Donovan, y yo bajo corriendo los
escalones.
—Disculpe, Sr. Donovan —le digo.
—¿Sí? —No me mira.
—Esperaba que pudiera explicarme por qué calificó así mi trabajo.
—No discuto las notas fuera de mi horario de oficina.
—Bueno, ¿cuál es su horario?
—Lea el programa actualizado y lo sabrá.
—Es prácticamente el mismo que dejó el Sr. Jenkins —digo—. Debía
impartir este curso, y siempre hablaba con los alumnos después de clase.
—¿Me parezco al Sr. Jenkins?
—Parece que está siendo un idiota sin razón.
—¿Perdón? —Por fin levanta la vista.
—Quiero decir, parece que está siendo difícil sin razón, señor.
—¿Algo más, Genevieve Edwards? —pregunta—. Entonces, ¿es ese el
nombre por el que va hoy, o hay otro?
Respiro, y una sonrisa mezquina baila por sus labios.
—Honestamente espero que no esté planeando sostener la noche del
sábado sobre mi cabeza todo este semestre. —Intento mantener la calma—. Sólo
intento hablar de mi nota.
—Mi horario de oficina figura en el programa actualizado, Srta. Edwards. —
Resalta mi apellido—. Léalo y planifique su tiempo en consecuencia.
Lo fulmino con la mirada mientras cierra su maletín.
—¿Es todo?
—Sí. —Me devuelve la mirada—. Lo es.

34
7
Liam

Genevieve sale corriendo del auditorio, y yo me quedo atrás y suspiro.


Verla de pasada por este campus habría sido una cosa, pero tener que enfrentarme
a ella tres veces por semana en mi clase es demasiado.
Ya me ha desviado del camino después de una hora, pero por suerte
ninguno de los alumnos se dio cuenta de que la lección de hoy estaba pensada
para la semana que viene.
Mientras pienso en una forma de deshacerme de ella, mi teléfono zumba en
mi bolsillo.

ABUELO PETERSON
¿Cómo va tu semana de introducción al curso?
35
No tan bien.

ABUELO PETERSON
Oh no. (emoji triste)
No te preocupes si tardas en adaptarte a la enseñanza. Tienes tiempo.

Ese no es el problema.
Hay una estudiante que necesita ser removida de mi curso. Inmediatamente.

ABUELO PETERSON
¿Cuál?

Genevieve Edwards.

Llama en vez de responder a mis mensajes.


—No faltó a tu clase hoy, ¿verdad? —No me da la oportunidad de saludarlo—
. Tuvo tiempo más que suficiente para llegar.
—No, no es eso.
—Oh. Bueno, ¿cuál es el problema?
—No la quiero en mi clase.
—Um, de acuerdo... ¿Cuál es la razón?
—Simplemente no la quiero aquí.
—Ah, ya veo. —Hay una sonrisa en su voz—. Te intimida con su mente
brillante, ¿verdad?
—Claro. —Diré lo que haga falta—. ¿Cómo me deshago de ella?
—Estás enseñando un curso de especialidad obligatorio, Liam —dice—. No
se puede. Aparte de su última indiscreción, la Srta. Edwards es una joya.
—Entonces, ¿no tengo autoridad en mi propia clase?
—Te encantará tenerla allí al final del semestre —dice, riéndose como si esta
mierda fuera una broma—. Créeme. Cuando está concentrada, es la estudiante
más madura de este campus.
36
8
Genevieve

Horas después

—¡Que te jodan! —Levanto el dedo corazón hacia el programa actualizado


como si pudiera responderme—. Eras mejor en tu forma original, y espero que lo
sepas.
El profesor Asshat ha borrado la mayoría de las cosas que yo estaba
deseando discutir, y está claro que tiene una vendetta contra el romance porque
ha replanteado las discusiones sobre esas historias.
Demasiado alterada para pensar en ello, meto la copia impresa en el bolso
y me dirijo a mi dormitorio. Mientras camino, abro el navegador de mi teléfono y
busco “Eres quien eliges ser”.
Al instante aparecen cientos de imágenes de citas. Por alguna razón, en la
37
mayoría de ellas aparece el dibujo de un robot alto con un niño pequeño, y la cita
se atribuye a una película de animación titulada El gigante de hierro.
¡Lo sabía!
Decidida a denunciar al gran Sr. Donovan por fraude más tarde, actualizo mi
bandeja de entrada.
No he recibido ningún correo electrónico, mensaje o llamada de
celebración de cumpleaños en todo el día. Bueno, excluyendo las ofertas de “¡copa
de vino gratis!” y “cerveza de cumpleaños” de los bares que ya no puedo visitar.
No sé por qué espero algo diferente cada año; soy masoquista cuando se
trata de ilusionarme.
Cuando abro la puerta, el peor ex novio de la historia -Charles Ellington III-
está sentado en mi mesa.
—¿Cómo demonios has entrado aquí? —le digo.
—¡Feliz cumpleaños a tiiiii! —Enciende una vela brillante encima de una
magdalena rosa—. ¡Feliz cumpleaños a tiiiiii!
—Me sorprende que te hayas acordado de mi cumpleaños.
—Claro que sí. —Sonríe—. Eres muy difícil de olvidar.
—¿Algo así como te olvidaste de no engañarme?
—No hay necesidad de pensar en el pasado —dice, dándome un tenedor—
. No deberías malgastar tu gran día en negatividad.
—En ese caso, probablemente deberías irte. —Apago la vela—. Sabes que
no se permiten chicos aquí arriba.
—Enseguida. —Pone una caja de regalo en mi escritorio—. Te he comprado
algo especial.
Siento la tentación de decirle que lo abriré más tarde, pero no tiene sentido
empeorar mi cumpleaños. Deslizo un dedo bajo la cinta y tiro de ella hasta que el
lazo se deshace.
Mi “algo especial” es su marca favorita de chicles de fresa y un paquete de
preservativos.
—Entonces, estoy pensando... —Me rodea el hombro con un brazo—. Ya
que fui tu primera vez, y actualmente estás soltera, debería darte un divertido y
afrutado paseo de cumpleaños en esta polla.
—Paso, gracias.
—¿Y si me haces una mamada tardía de cumpleaños, entonces?
—¿Puedes irte, por favor? —Gimo, arrepintiéndome de mi decisión de
38
desperdiciar mi virginidad con él.
—Oh, ya lo entiendo —dice—. Crees que eres demasiado buena para
nosotros, los del instituto, y te reservas para los universitarios.
—No, simplemente no estoy interesada en estar contigo.
—Bien. —Me quita el regalo y sale corriendo de la habitación.
Agradecida de que se haya ido, cierro la puerta y me dejo caer en la cama.
Cuando vuelvo a comprobar mi teléfono, mi madre por fin me ha dejado un
mensaje de voz.
—Genevieve Anastasia Nicole Edwards... —Ella hierve de rabia—. No puedo
creer que el director Peterson tuviera que interrumpir nuestro evento con un email
sobre tu comportamiento.
—Terrible comportamiento. —Mi padre gime en el fondo.
—Estas son las cosas que hacen hablar a la gente —continúa mi madre—, y
eso es lo último que necesitamos ahora mismo. Has ido a ese colegio desde sexto,
y no entiendo por qué aprovechas tus últimos años para actuar así.
—Será mejor que no recibamos ninguna noticia de aquí a que vuelvas a casa
por vacaciones. Llámanos cuando estés lista para disculparte formalmente.
¡Bip!
Feliz cumpleaños a mí.

39
9
Genevieve

Viernes por la mañana

Cuando llego a Phillips Hall, hay una larga y sinuosa fila delante del
despacho del profesor Bastardo.
La falda escocesa de todas las chicas está mucho más arriba de lo que
permite el código de vestimenta.
Molesta, me pongo los AirPods y empiezo mi nueva lista de reproducción,
“Mi profesor apesta”.
Después de avanzar unos cuantos puestos, me doy cuenta de que el Sr.
Donovan tiene un sistema: Enciende un cartel parpadeante de “disponible”, da la
bienvenida a la siguiente persona y mantiene una pequeña charla durante unos
minutos.
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Luego pregunta:
—¿Tiene alguna duda sobre mi curso de este semestre?
Cada vez que lo hace, suelta una risita y un “de ninguna manera” y luego
hace un pequeño cumplido sobre su trabajo. Con cada afirmación positiva que
ofrece, queda claro que me dio esa “F” por despecho.
—¿Te importa si te salto, Genevieve? —Alguien me toca el hombro por
detrás.
—¿Eh? —Me doy la vuelta para ver a Rachel—. Eres la ayudante del
profesor. ¿Por qué estás aquí?
—Podría decirte lo mismo. —Se cruza de brazos—. Nunca has sacado menos
de un sobresaliente en tu vida.
—Sólo tengo algunas preguntas sobre el curso. Eso es todo.
—Hmmm. Vale. —Ella toma su lugar frente a mí sin decir nada más.
Cuando la batería de mis Airpods ha bajado al cinco por ciento, nadie se ha
formado detrás de mí y la sesión de Rachel ha terminado hace al menos quince
minutos.
Incapaz de esperar un segundo más, giro el pomo de la puerta y entro en su
despacho.
—Todavía no he cambiado mi cartel a “disponible”, señorita Edwards —
dice, concentrándose en su escritura—. Por favor, espere fuera hasta que esté listo.
—A ese paso esperaré hasta año nuevo.
—Puede que la haga esperar más que eso... —Detiene su bolígrafo para
subirse las mangas de la camisa, revelando un rastro de tatuajes negros en ambos
brazos.
—Con toda la falta de respeto —digo, con mi voz quebrándose—. Váyase a
la mierda, Sr. Donovan.
—¿Otra vez? —Inmediatamente deja el bolígrafo y se reclina en la silla.
—Sé que no empezamos este curso en los mejores términos, pero me niego
a que afecte a mis notas o a mi beca. —Entrecierro los ojos—. Nunca he sacado una
calificación deficiente en toda mi vida.
—Hay una primera vez para todo.
—No para cosas como ésta. —Golpeo mi redacción sobre su escritorio—.
No lo acepto, así que tenga la amabilidad de ajustar su error para que pueda volver
a mi vida. 41
—No cometí ningún error —dice—. Y con la misma falta de respeto, le puse
la nota que se merecía. Ya había calificado su trabajo, semanas antes de conocerla
como 'Rebecca'.
—No le creo.
—No me importa.
Silencio.
Nos miramos durante varios segundos, nuestro enfrentamiento se extiende
y retuerce en medio de la tensión palpable.
Golpea el escritorio con los dedos y, aunque quiero centrarme en el tema
que nos ocupa, no puedo evitar preguntarme cómo se sentirían esos dedos dentro
de mí. Lo profundo que podrían llegar, las palabras que me susurraría al oído
mientras me penetra con ellos hasta que me corra...
—¿Crees en dejarme devorar tu coño hasta que te corras mientras goteas
sobre mi cara?
—Señorita Edwards —dice rompiendo nuestro silencio—, nunca he tenido
que explicar por qué me decidí por una calificación concreta.
—Entonces supongo que ambos estamos aprendiendo que hay una primera
vez para todo.
—Me parece justo. —Sus labios se curvan en una sonrisa—. Si cualquier otro
estudiante hubiera entregado su redacción, le habría dado un notable alto.
—¿Así que admite haberme complicado la vida?
—Yo habría sugerido una expulsión si ese fuera el caso —dice—, he leído
muchos de sus otros trabajos, así que sé lo que es capaz de escribir. Por eso dejé
una nota muy generosa al final, dándole la oportunidad de reescribirlo para una
nueva calificación. ¿Algo más, Srta. Edwards?
—No. —Le quito la redacción de la mesa.
—En ese caso, puede irse de mi despacho. —Se da la vuelta en su silla antes
de que pueda contestar.
Qué...
—Tengo algunas preguntas sobre su programa de estudios.
—Envíemelas por correo electrónico. —Se mantiene de espaldas—. Váyase,
Srta. Edwards.
—Se sentó en esa silla durante horas y respondió a preguntas sobre su
comida favorita para desayunar y sobre música, ¿pero no puede hablar conmigo
sobre algo de trabajo real?
No contesta. 42
—Bien. —Me dirijo hacia la puerta—. Gracias por su 'generosa' ayuda, Sr.
Donovan.
—Cierre la puerta detrás de usted —dice sin darse la vuelta.
Sinceramente, estoy tentada a tirarle algo por la nuca, pero no me arriesgo.
Al menos, no hoy.
Lo probaré la semana que viene.
10
Liam

Esa misma noche

—Señor, por enésima vez, esta llamada no es sobre tapones para el culo,
limpieza de colon o cirugía intestinal. —El teleoperador suspira—. Intento
ofrecerle una oferta única de seguro de vida.
—¿Y si conozco a otra persona que quiere comprarte tapones para el culo?
—le pregunto—. ¿Puedes vendérmelos?
—Vale, al carajo con este trabajo. —Finalmente cuelga y me río.
Molestar a los teleoperadores cada vez que llaman se ha convertido en mi
triste forma de entretenimiento. En mis peores días, cuando me esforzaba por
elaborar un plan para reiniciar mi vida, siempre podía contar con ellos para una 43
distracción rápida.
Me ajusto la corbata y miro por última vez mi reflejo en el espejo antes de
dirigirme a la biblioteca. Los administradores superiores organizan esta noche una
fiesta privada para todos los profesores con alcohol ilimitado.
Dos reglas de la invitación me convencieron:
1. Ninguna discusión sobre cursos o estudiantes.
2. Ver la regla número 1.
Voy por la mitad del patio cuando mi teléfono vuelve a zumbar. Echo un
vistazo a la pantalla y veo una LADA desconocida. Miro la distancia que me separa
de la fiesta y decido que tengo tiempo para una última ronda de entretenimiento.
—¿Sí? —respondo.
—¿Puedo hablar con el Sr. Donovan, por favor?
—Para servirle.
—Sr. Donovan, soy Maya Pearson, de Obstetricia Manhattan —dice una
mujer, acabando con mis esperanzas de teleoperadora—. ¿Es un buen momento?
—Nunca sería mejor.
—¡Genial! —Ella pasa completamente por alto mi sarcasmo—.
Recientemente hemos cambiado de sistema, así que quería confirmar las
magdalenas especiales que quería tener listas para la próxima cita de su mujer con
nosotros.
—No asistiré a más citas con mi ex mujer —le digo.
—Oh. Bueno, ¿le gustaría darme su dirección de correo electrónico para que
pueda configurarlo en el portal de nuevos pacientes para las actualizaciones? —
No me está escuchando en absoluto—. ¡Seguro que será una forma divertida de
estar al día con su hijo antes de que llegue!
—No soy el padre biológico del bebé, así que no me interesa volver a hablar
de nada con usted ni con su oficina. —Enuncio cada sílaba.
Silencio.
—Por favor, elimine mi número de sus archivos. —Termino la llamada y
suelto un suspiro.
Hace sólo unos meses, pensaba que el bebé era un signo renovado de
esperanza para mi matrimonio tóxico y fracasado. Que tal vez, solo tal vez, no
habíamos cometido el mayor error de nuestras vidas al casarnos jóvenes y
precipitarnos a la edad adulta en contra de los consejos de los demás.
Eso fue hasta que mi mujer decidió sugerir al azar hacerse una prueba de
ADN —“que podemos enmarcar”— y descubrí su infidelidad.
44
Sacudiéndome el feo recuerdo, sigo caminando hacia la fiesta.
En cuanto abro las puertas, un camarero me tiende una bandeja con
champán.
—¿Le apetece una copa de Goût de Diamants, señor? —Sonríe.
—No, gracias —le digo—. ¿Hay whisky?
—Sólo las marcas de primera categoría. —Hace un gesto hacia el balcón—.
Disfrute de su noche, señor.
Camino en esa dirección, pero una bonita pelirroja me bloquea el paso de
repente.
—No creo que hayamos tenido la oportunidad de conocernos formalmente.
—Ella extiende su mano—. Soy Vanessa Shaw. Enseño Apreciación
Cinematográfica Avanzada, y vivo a una cuadra de ti.
—Encantado de conocerla, Srta. Shaw. Soy Liam Donovan.
—Eso ya lo sé. —Se sonroja—. Leí tu perfil y vi que tenemos muchas cosas
en común.
—¿Qué tipo de cosas?
—Carreras matutinas, baños en el océano y algunas otras cosas que no
mencionaste públicamente.
—No puse nada inapropiado en mi biografía.
—Pude verlo en tus ojos. —Sigue sonriendo—. Tus iris prácticamente
gritaban “Ven a follarme” en esa foto.
Le sonrío, sin saber qué responder.
—Soy de la vieja escuela, así que he deslizado mi número bajo tu puerta
antes —dice—. Llámame cuando quieras un compañero de carrera. Sin presiones.
Me guiña un ojo antes de alejarse.
Llego a la barra sin otra presentación y pido dos vasos de Jack Daniels.
—Me alegro de que hayas venido, Liam. —Mi abuelo me palmea el
hombro—. Pensé que te habías esfumado.
—Casi. —Dejo mi vaso en la barandilla—. Sin embargo, me comprometo a
cambiar.
—Estoy preocupado por la Srta. Edwards —dice—. Profundamente
preocupado, en realidad.
—No sé quién es.
—La joven a la que intentaste expulsar de tu clase. 45
—No me suena.
—La recogiste en Boston por mí. ¿Lo recuerdas?
—Ojalá no fuera así.
—Cada vez que miro su expediente, me pregunto qué estoy haciendo mal.
—Juraría que las conversaciones sobre estudiantes estaban prohibidas esta
noche.
Especialmente esa estudiante.
—De vez en cuando admitimos a una intelectual que está muy por delante
de sus compañeros. —Da un sorbo a su vino—. Un Beethoven en un mundo de
músicos.
—La invitación mencionaba auténticos puros cubanos. —Cambio de tema—
. ¿Dónde puedo encontrarlos?
—Tiene un talento desmesurado —afirma—. Hay algunas revistas literarias
universitarias que publican sus escritos bajo seudónimo —dice—. Ella lo niega,
por supuesto, pero ha durado demasiado como para que yo pueda hacer algo al
respecto.
—¿Estaban mintiendo sobre esos cigarros?
—El semestre pasado contraté a tiempo parcial a un profesor de Harvard y
le pedí que creara un curso sólo para ella. —Saca un puro y un mechero del bolsillo
y me los entrega—. Terminó su programa de estudios en cinco semanas, y luego
empezó a utilizarla para calificar los trabajos de los universitarios.
Enciendo el cigarro e inhalo, negándome a hacer preguntas
complementarias.
—Siempre le ha costado hacer amigos y conocidos aquí, y acá entre nos,
creo que algunos de los estudiantes pueden estar un poco celosos.
—O tal vez simplemente es una persona despreciable que le miente a cada
hombre que conoce. —Me encojo de hombros—. Eso no son celos.
—No estoy seguro de qué más puedo hacer con ella si este último castigo
no cambia las cosas. —Me mira expectante, como si yo tuviera la respuesta.
—Yo me metía en problemas en el instituto todo el tiempo —digo—. No
estoy seguro de lo que quieres que diga.
—Me recuerda a ti.
—Nunca me escapé del campus.
—Tienes razón, tu comportamiento fue mucho peor. —Se ríe—. ¿Qué te hizo
cambiar?
46
—Un profesor se dio cuenta de que tenía un ligero interés por los negocios,
así que me tomó bajo su protección y me enseñó a operar en el día. —Me encojo
de hombros—. Me obsesioné y eso fue todo.
—Entonces, ¿era como tu mentor?
—Algo así, sí.
—Hmmmm. ¿Cómo se dio cuenta de tu interés?
Vale, suficiente.
—Voy a volver dentro a disfrutar de mi última noche de libertad antes de
que el semestre se agite.
—Me pregunto cuánto de tu transformación se debió a su influencia y cuánto
a tu ética de trabajo.
Está claro que habla solo, así que me alejo. Ni siquiera me importa aguantar
el coqueteo descarado de las otras profesoras el resto de la noche.
Cualquier cosa es mejor que hablar de Genevieve Edwards.

47
11
Genevieve

Me duele la espalda mientras lleno de agua el cubo de la fregona de esta


mañana.
Aunque todavía me estoy adaptando a mi castigo, el hecho de tener que
levantarme al amanecer para limpiar tiene algunas ventajas.
Uno, el campus es sereno y me ofrece una dosis gratuita de inspiración
diaria. Dos, puedo hojear los expedientes disciplinarios de los demás para
confirmar que mis problemas no son ni mucho menos los peores de esta escuela.
Tres, me da tiempo de sobra para pensar en todas las formas en que puedo acabar
con el profesor Cita Falsa.
Limpio el mostrador del despacho principal y alumbro la superficie para
asegurarme de que brilla.
48
Lindsey Mitchell, una compañera de último curso, abre la puerta y deposita
una carpeta en la cesta.
—Vaya, Genevieve. —Chasquea la lengua—. Sabía que eras una
lambiscona, pero nunca hubiera imaginado que te presentarías como voluntaria
para ayudar a limpiar este sitio. Por favor, dime que no eres tan patética.
Me muerdo el labio.
—Así que eres así de patética. —Resopla—. Sabes, si no fueras tan
lamebotas con todos los profesores, podrías gustarle a más gente.
—Hablando de 'lamer', ¿usaste condones cuando se la chupaste al equipo
de la tripulación este verano, o fue todo sin protección?
—¿Quién te ha dicho eso?
—Nadie. —Me encojo de hombros, recordando su expediente—. ¿Pero
confirmas que es verdad?
Sale corriendo del despacho sin contestar.
Cuando termino de vaporizar las cortinas, mi reloj emite un pitido que me
recuerda nuestra ceremonia anual de expectativas.
Por desgracia, vuelve a sonar con una nueva notificación por correo
electrónico del Sr. Peterson.

Asunto: URGENTE. Ábreme.


Por favor, no seas otro castigo. Por favor, no seas otro castigo.
Queridos estudiantes,
Como saben, los últimos años han traído consigo una serie de cambios en nuestra
academia, y este año no será diferente.
Después de la Ceremonia de Expectativas de esta noche, todos los estudiantes de
último curso serán emparejados con un mentor de un año de duración que les
ayudará a hacer una mejor transición en su viaje posterior a Exeter.
El tutor que le ha sido asignado estará expuesto fuera del auditorio principal. Por
favor, compruébelo antes de recibir su impresión formal de las expectativas
semestrales.

Atentamente,
Director Peterson.
49
Agradecida por la buena noticia, me apresuro a cambiarme de ropa y llegar
al auditorio. Una gran multitud se agolpa para ver la junta, así que doy una vuelta
por el edificio hasta que se reduce.

Genevieve Edwards-Sr. Donovan.

Parpadeo varias veces para asegurarme de que estoy leyendo bien esas
palabras.
—Qué suerte tienes —dice una de mis compañeras de piso desde atrás—.
Esperaba tomarlo.
—Creía que odiabas el inglés con pasión.
—Sí, pero me gustan los hombres sensuales, así que aguantaría con gusto
ensayos aburridos por él.
—Estupendo. ¿Quieres cambiar?
—Lo haría, pero va contra las normas. —Señala la letra en negrita al pie de
la pizarra.
Las asignaciones son IRREVOCABLES.
No se admiten solicitudes de cambio.

Gruñendo, firmo mi paquete impreso antes de entrar en el teatro.


El Sr. Donovan está de pie cerca del escenario, dándole la mano a una
alumna que claramente está coqueteando con él. Desde aquí, no parece la persona
malvada que realmente es, y por mucho que quiera negar su atractivo, las
interminables miradas que está recibiendo revelan la verdad.
Parece recién salido de la portada de GQ: The Hot Professor Edition, lleva un
suave jersey gris sobre los hombros. El botón superior de su camisa negra de seda
está desabrochado, dejando ver una suave cadena plateada alrededor del cuello.
Sus pantalones a juego son indudablemente hechos a su medida, y no tengo
que preguntarme si sus zapatos son de cuero italiano.
Espero a que termine de hablar con todos sus fanáticos (tanto hombres como
mujeres) antes de acercarme.
—¿En qué puedo ayudarla hoy, Srta. Edwards? —pregunta.
—Me han asignado a sufrir como una de tus pupilas. —Intento no poner los
ojos en blanco—. Desgraciadamente.
—Eso sería más que desafortunado —dice—, pero creo que ha
50
malinterpretado el tablero. Tengo seis alumnos, y usted no es uno de ellos.
Créame.
—Supongo entonces que hubo un ajuste de última hora. —Levanto mi
paquete y le enseño la prueba.
Lo mira fijamente, sin revelar nada con su expresión.
—Todavía no he tenido ocasión de montar nada para el grupo —admite—.
Se lo haré saber después de clase esta semana.
—Vale, bueno... —Lo miro a los ojos—. Espero de verdad que la forma en
que nos conocimos no influya en lo que piensas de mí.
—No pienso en usted para nada, Srta. Edwards. No se me ha pasado por la
cabeza ni una sola vez.
—No me refería a eso.
—Entonces sea más específica. —Baja la voz—. Por lo que acabo de
recordar, es bastante buena en eso.
Respiro lenta e insegura mientras me mira fijamente.
Por un momento, parece como si fuéramos las dos únicas personas en esta
habitación, como si todavía estuviéramos sentados en esa azotea, cayendo en un
tema perfecto tras otro.
—¿Necesito conseguirle atención médica? —Arruina el momento—. Parece
que no respira.
—Lo que quiero decir es que espero que podamos empezar de nuevo en
mejores términos, a pesar de haberte mentido aquella noche.
—Si pudiera volver atrás, ¿lo haría?
—No. —No puedo evitar ser sincera—. Lo haría de la misma manera.
—¿Por qué?
—Porque era agradable tener a alguien con quien hablar para variar. Eso, y
sentí este nivel loco de atracción que nunca había sentido con nadie antes.
—Lo siento, no puedo identificarme.
—Casi parecía que fuéramos amigos íntimos.
—Hmmm. Interesante. —Asiente—. ¿Sabe lo que un 'amigo' haría en este
preciso momento?
—¿Decirte que “Eres quien eliges ser” no es una cita tuya y que tienes que
dejar de atribuírtela?
51
—Es mío si lo escribí yo.
—Literalmente lo sacaste de la película El Gigante de Hierro.
—Ted Hughes lo dijo mucho antes de esa película. —Hace una pausa—. Sin
embargo, yo he dicho algo bastante parecido en mi vida, así que lo considero mío.
—Hablas como un verdadero plagiador. ¿Las palabras que me dijiste
cuando nos conocimos también fueron robadas?
—De acuerdo. —Da un paso atrás—. Es hora de que deje de hablarme, Srta.
Edwards.
—Si pudieras volver atrás la noche en que nos conocimos, ¿lo harías?
Me mira de arriba abajo y sus labios se entreabren como si estuviera a punto
de darme una respuesta, pero niega con la cabeza y se marcha.
LECCIÓN #2

Si a la primera no lo consigues, inténtalo de nuevo.

Pero cuando estés realmente cansado de intentarlo, deja esa mierda. Sólo se vive una vez y no
tienes tiempo que perder.

52
1
Liam

• Escribir un plan de contingencia para enfrentar a “ya sabes


quién”
• Terminar de calificar los ensayos románticos de escritura libre
• Finalizar el plan de contingencia para hacer frente a “ya sabes
quién”
• Dejar de aplazar el maldito plan para lidiar con “ya sabes quién”

Miro fijamente la lista de tareas de hoy y decido abordar lo que es


claramente lo más importante.
Los ensayos.
Hace años que no me obligaban a pasar los fines de semana leyendo y,
53
aunque al principio me entusiasmaba la idea de estar rodeado de “las mentes
jóvenes más brillantes del país” empiezo a pensar que me pasa algo. Quizá estoy
recordando la calidad de los trabajos del instituto con gafas de color de rosa y mis
expectativas son demasiado altas.
O, tal vez, algo va mal con los estudiantes.
Saco algunas redacciones al azar de la pila y hojeo los temas.

1. Las opiniones de Shakespeare sobre el amor no eran suyas.


2. Las normas sociales de la época victoriana le prohibían a las mujeres
experimentar un verdadero concepto del amor.
3. No existe correlación entre el romance y el amor, y el siguiente ensayo
demostrará este concepto.
Gimo ante la falta de creatividad.
En contra de mi buen juicio, hojeo la pila en busca de la redacción de
Genevieve. No puedo evitar hojear algunos párrafos.
Nunca entenderé por qué se le tiene tanto odio al género romántico.
Todas las novelas de fantasía, terror y suspenso tienen que incluir un
elemento amoroso para que nos interesemos por los personajes, y el amor es el
terreno en el que se asientan las historias más memorables.
Por desgracia, las mejores historias de amor se escriben en medio de la
angustia y la desesperación. Si no, ¿cómo puede un autor saber cómo tirar
eficazmente de la fibra sensible de un lector sin que antes le desgarren y suturen
la suya de innumerables maneras?
He estado lo suficientemente desesperada como para enamorarme de
cualquiera, para probar lo que se siente, lo suficientemente desesperada como
para mentir.

“SUFICIENTEMENTE DESESPERADA COMO PARA MENTIR”.


Aquí es donde tengo que dejar de leer y enviar un correo electrónico a mi
ayudante. Tengo que decirle que ella es la responsable de corregir todas las
redacciones escritas por mi grupo de alumnos para poder ahorrarme más tiempo
con esta mujer.
Bueno, adolescente.
Estudiante. 54
Mierda.
La personificación de un puente en su siguiente párrafo capta mi atención y,
antes de darme cuenta, he terminado de leer su escrito.
Sólo hay que corregir seis frases y no tengo más remedio que darle un
sobresaliente.
Bueno, no.
Recibe un nueve.
2
Liam

Lunes por la mañana

—¡Dios mío, necesito un descanso! —La Srta. Shaw se detiene ante un árbol,
agachándose para recuperar el aliento.
Es la cuarta vez que se detiene, y sólo hace quince minutos que hemos
empezado a correr.
—La elevación... en New Hampshire... es... —Tose—. Uf. Esto de correr no
es para los débiles de corazón.
Le paso mi botella de agua.
—Vamos a caminar el resto de la ruta.
—¿Ya estás cansado, Liam?
55
—Sí —digo, decidiendo seguirle el juego—. Supongo que tengo que
acostumbrarme a la 'elevación'.
—Lo entiendo perfectamente. A mí también me toma por sorpresa a veces.
Resisto el impulso de poner los ojos en blanco mientras caminamos por el
patio.
—No mires mucho, pero esa es Alice Stafford —dice, señalando con la
cabeza a una morena—. Se ha follado a todo el equipo de rugby.
—¡Hola Alice! —La saluda con la mano—. Estoy deseando ver tu corto en
clase más tarde.
—Zorra total —susurra una vez que hemos pasado—. Ah, y allí con el
uniforme de tenis está Renee Roebuck, y sí, es 'Roebuck' como en la dinastía
empresarial 'Sears and Roebuck'.
—Uno pensaría que sería una jugadora decente con todo el dinero que sus
padres han invertido en su formación, pero es una mierda.
Parpadeo. Parece más una adolescente que una profesora.
—Pero no te preocupes —dice—. Nuestro equipo de tenis sigue siendo el
mejor del país, incluso con su peso muerto. La señorita Edwards se asegura de
ello.
No le pregunto de qué “Srta. Edwards” está hablando.
—Vale, ahora deja de andar despacio y haz como que te atas el zapato. —
De repente susurra.
Receloso, sigo sus instrucciones y entonces se agacha conmigo.
—Si miras de frente a esos rosales del patio, ahí es donde se hacen los
negocios de droga.
—¿Qué?
—Adderall, marihuana, éxtasis, de todo —dice—. Estos niños ricos se meten
de todo, y ése es uno de los puntos de entrega más populares.
—¿Por qué tenemos que agacharnos para verlo?
—Así podremos interceptar algo de hierba para nosotros. —Ella sonríe—.
¿A quién se lo van a decir si se la roban?
—Bien...
—¡Oh, bueno! Ahí no hay nada. —Enlaza su brazo en el mío y tira de mí hacia
arriba—. Presta mucha atención mientras recorremos el Centro de Ciencias Phelps
y la biblioteca. Tienes que saber bien quién habla con quién y quién se acuesta
56
con quién, para hacer alianzas estratégicas.
Esta mujer está oficialmente loca.
Como un cómplice involuntario, la sigo por todo el campus.
Me cuenta la sucia historia que se esconde tras los majestuosos edificios y,
cuando nos aventuramos en la pequeña ciudad cercana, cotillea sobre todos los
propietarios de pequeños negocios.
Consigo escapar de sus garras antes de la clase.
Cuando llego, el teatro está medio lleno de estudiantes, aunque mi sesión
no empieza hasta dentro de una hora.
La mayoría son chicas. Bueno, hay dos chicos.
Dejo mi maletín delante y me preparo para la lección de hoy.
Como el Sr. Jenkins dejó demasiados romances por leer para mi gusto, y no
estoy de acuerdo con todos los artículos que ha publicado, necesito desmontar sus
ideas cuanto antes.
“El amor no es una elección”
Marco la pizarra con esas palabras y me doy la vuelta cuando llega la hora
de empezar.
—¿Alguien quiere explicar por qué está de acuerdo o en desacuerdo con
este concepto? —pregunto.
Una pelirroja de la primera fila levanta la mano y yo echo un vistazo al plano
de asientos.
—¿Sí, Srta. Howell?
—Estoy de acuerdo —dice ella—. Definitivamente, el amor no es una
elección.
—De acuerdo. ¿Te importaría dar más detalles?
—Ya lo hice. —Sonríe—. Añadí “definitivamente”.
Parpadeo.
—¿Alguien más?
Una morena que está sentada en la parte trasera, Savannah Lyle, se levanta.
—Adelante, Srta. Lyle.
—Estoy de acuerdo con la Srta. Howell. —Ella asiente—. El amor
definitivamente no es una elección. 57
¿Sus padres pagan sesenta mil dólares al año de matrícula por esto?
—En ese sentido —digo—, si nadie tiene algo más que decir...
—No estoy de acuerdo. —Genevieve levanta la mano de repente.
Por mucho que quiera decir “mala suerte” y seguir con la lección, no puedo.
—Ya veo. —Cruzo los brazos—. ¿Quiere explicarse?
—Sí. Creo que cualquier persona puede elegir de quién se enamora, al
menos en cierto contexto.
Sus compañeros se giran en su dirección, como si por fin se hubieran
despertado y estuvieran dispuestos a hacer trizas su idea.
—No puedes elegir de quién te enamoras per se, pero puedes elegir
quedarte, que es un acto de amor en sí mismo —dice—. Cuando la gente dice “Me
estoy desenamorando”, a veces pienso que están tomando el camino más fácil. Las
relaciones cambian con el tiempo, y en los momentos difíciles, tienes que elegir
quedarte como hiciste en los buenos.
—¿Y si hay una traición, Srta. Edwards? —Decido romper su teoría—. ¿Y si
la otra persona engaña?
—Bueno, obviamente, en ese caso...
—¿Y si se vuelven adictos a las drogas y se transforman en una persona
completamente distinta de la que amó al principio?
—Estás tomando mis palabras demasiado literalmente.
—Mejor aún, ¿y si mienten sobre quiénes son en realidad y descubre que su
relación nunca tuvo ninguna posibilidad?
—No me das la oportunidad de explicarte.
—Le ahorro el tiempo porque es obvio que no tiene ni idea de qué demonios
está hablando. —Pongo los ojos en blanco—. Tiene que dejar argumentos como
ese aquí en el instituto. No funcionarán en la universidad.
La sala se llena de jadeos y Genevieve se queda boquiabierta.
Su cara enrojece de incredulidad.
—Cambiando de tema —digo, pasando la página—. ¿Hay alguien que
quiera ofrecer un punto de discusión lógico?
Charles Mitchell, un tipo que lleva chalecos de jersey todos los días, levanta
la mano.
—Adelante, Sr. Mitchell —le digo—. Estamos escuchando.
58
Por el rabillo del ojo, veo a la chica que está junto a Genevieve susurrando.
—Deberías dejar de levantar la mano en esta clase —sugiere—. Creo que
realmente te odia.
Los ojos de Genevieve se encuentran con los míos.
—Yo también lo odio, joder...
3
Genevieve

La casa del Sr. Donovan se encuentra en las afueras del campus, entre un
bosquecillo de arces dulces y un banco de arena. Se trata de una casita de campo
de color azul claro con una terraza envolvente que le ofrece una vista panorámica
de los jardines más impresionantes de nuestra escuela.
Como es muy poco original, ha decidido que nuestras reuniones de tutoría
se celebren dos veces por semana en el salón de su casa. Y como un verdadero
poco profesional, hoy nos ha enviado por correo electrónico la hora exacta.
Cuando llego a su casa, veo que las demás alumnas -todas chicas- ya están
sentadas alrededor de su mesa Harkness. Están bebiendo en bonitas tazas de té
blanco y disfrutando de brownies recién horneados.
—Llega tarde, señorita Edwards. —Me sobresalta el señor Donovan al tomar 59
asiento.
—Por un minuto.
—Entonces tiene que irse —dice, sin mirarme siquiera—. No es justo para
los demás que llegaron a tiempo.
—Tiene razón. —Mandy Seagram sonríe—. Me distrae su tardanza.
Desafiante, saco una silla y reclamo un sitio en la mesa, sacando mis
cuadernos y bolígrafos.
—Señorita Edwards —el señor Donovan habla un poco más alto—, tiene que
irse. Siéntase libre de unirse a nosotros en la próxima sesión de grupo.
—No. —Sacudo la cabeza—. Me quedo para este.
Un silencio incómodo se apodera de la habitación, y las otras chicas miran
entre nosotros, anticipando su próximo movimiento.
Finalmente levanta la cabeza y juro que sus labios pronuncian las palabras:
—Joder. ¿Por qué la estoy mirando?
—De acuerdo, Srta. Edwards —dice—. Le permitiré este único retraso. Para
ser justos, a todos los de esta mesa también se les permitirá un retraso. Hoy es una
simple sesión introductoria de todos modos.
Se levanta y saca una caja de su estantería. Luego reparte libros tan gastados
y andrajosos que apenas puedo leer la portada.
—Esta es una copia de un viejo libro de Lecciones de la vida —dice—. Los
dos primeros ensayos son una forma estupenda de ver la vida, así que léalos entre
esta noche y la próxima vez que nos veamos. Ah, y no subraye las páginas. Odio
eso y nunca se lo perdonaré.
Las otras chicas se ríen, pero yo no estoy dispuesta a soportar el humor de
este hombre.
—¿Tienen alguna duda? —pregunta.
—Yo tengo una. —Levanto la mano, pero me ignora.
—Las veré en la próxima sesión.
Esta vez no me molesto en luchar contra él, pero doy un portazo al salir.

60
4
Genevieve

Llego treinta minutos y cincuenta y ocho segundos antes a la próxima sesión


del grupo de alumnos. He leído todo el libro Lecciones de la vida, y estoy deseando
que lleguemos a las partes sobre “trata a los demás como quieres que te traten” y
el “karma”.
Como aún no estoy lista para entrar, paseo por la cubierta del Sr. Donovan.
Puedo verlo observando cada uno de mis pasos a través de la ventana
abierta. Tan sensual como siempre, me observa mientras bebe sorbos de café.
Después de pasearme unos minutos más, por fin llamo a la puerta.
—¿Sí, Srta. Edwards? —Tiene la audacia de abrir la puerta con una sonrisa,
como si no me estuviera mirando—. ¿En qué puedo ayudarla?
61
—Estoy aquí por el grupo de tutoría —digo—. Vine temprano.
—Y todas las demás también. —Me hace pasar al interior y todo el grupo
está tomando té alrededor de la mesa.
Vaya. Trago un suspiro y reclamo mi asiento.
—Supongo que podemos empezar. —Desliza una carpeta roja hacia mí—.
Hoy vamos a hacer una crítica de 'Tales, tales eran las alegrías' de George Orwell.
¿Alguien ha leído esta obra antes?
Estoy tentada a levantar la mano, pero no lo hago.
—Bien —dice, repartiendo copias—. Esta obra trata de sus experiencias en
un internado. Las enmarca de una manera única con la que algunas de ustedes se
sentirán identificadas.
—Odiaba el internado tanto como yo... —murmuro.
—¿Qué fue eso, Srta. Edwards?
—Nada. —Me aclaro la garganta—. Estaba diciendo que, eh, creo que su
pieza es más acerca de la clase y la riqueza que una experiencia de internado.
También ha sido desacreditado como una exageración.
—Entonces, ¿lo ha leído antes?
—Ya lo ha leído todo, Sr. Donovan. —dice Charlotte Peters, suspirando—.
Por eso sus únicos amigos en este colegio son los libros y las revistas. No sabe
hablar de otra cosa.
Las otras alumnas se ríen y yo me reclino en la silla.
—Me parece justo —dice el Sr. Donovan, mirándome—. Bueno, siempre hay
algo nuevo que encontrar en un libro, no importa cuántas veces se relea. Sólo trate
de acercarse a él con ojos frescos, ya que es nuevo para todas las demás.
—De acuerdo. —Asiento.
Sus labios se curvan en una sonrisa, pero no la mantiene. En lugar de eso,
pasa al siguiente tema.
Para mi sorpresa, el resto de la conversación se desarrolla entre risas y, para
cuando termina la sesión, no puedo decir que odie esta nueva tutoría.
Simplemente lo odio.
—Si alguien tiene cuestiones que no puedan tratarse por correo electrónico,
puede llamarme —dice—. Son libres de irse si no tienen preguntas.
Mandy Walsh y yo nos quedamos atrás.
Mientras ella lo acribilla a preguntas genuinas sobre los puntos ciegos de
los autores de la época victoriana, yo me sirvo una taza de té English Breakfast. 62
Cuando ella se va, me quedo a solas con él.
—¿En qué puedo ayudarla, Srta. Edwards? —pregunta.
—Dejaste una nota en mi último trabajo sobre que te preocupaba mi
progreso en tu clase —le digo—. Sólo quiero saber si es una amenaza velada sobre
suspenderme.
—No es una amenaza en absoluto.
—¿Es una promesa?
—No. —Sonríe, desarmándome temporalmente. Luego me hace un gesto
para que lo siga por el pasillo.
No hay fotografías familiares colgadas en sus paredes, sólo algunas
imágenes de la ciudad, títulos enmarcados y la frase “Volver a empezar” en
cursiva.
—He terminado de leer todo el trabajo pendiente del Sr. Jenkins, y me he
dado cuenta de que usted lleva meses de adelanto en las tareas, así que... —Saca
un grueso libro blanco y azul, El arte del ensayo personal, de Phillip Lopate—. Esto
le ayudará con el trabajo del segundo semestre y le ayudará a enmarcar su tesis.
—Gracias. —Lo miro—. Si has terminado de leer, ¿significa que también has
calificado el trabajo?
—Lo he hecho —dice—. Tiene calificaciones sobresalientes, con algunos
nueve.
—En ese caso, hay algo que me gustaría discutir contigo —le digo.
—La escucho.
—No me gustó cómo me menospreciaste en clase el otro día.
—¿De qué está hablando?
—Cuando discutíamos, 'el amor no es una elección'.
—Eso fue la semana pasada, Srta. Edwards.
—Todavía no aprecio lo grosero que fuiste. —Me mantengo firme—. Esto no
es un instituto típico. Las ideas de todos son válidas, incluso en las aulas donde no
tenemos la mesa Harkness para marcar el tono.
—Espero que no esté buscando que me disculpe.
—Busco que me escuches. —Cruzo los brazos—. Creo que puede haber una
atracción innegable entre dos personas y pueden elegir no actuar en
consecuencia, pero eso no significa que no estén hechos el uno para el otro.
—La atracción y los sentimientos son dos cosas distintas —dice—. Pero para
63
serle sincero, tampoco puede elegir esas cosas.
—Déjame terminar mi punto.
—Todavía estoy esperando que lo haga.
—Bien. ¿Has estado enamorado antes?
—Eso no es asunto suyo. —Hace una pausa—. Pero extraoficialmente, sí. Me
casé con el amor de mi vida.
¿Está casado?
—¿Sabe tu mujer dónde estuviste hace unos fines de semana?
—Me divorcié de ella cuando me engañó con uno de mis socios más
cercanos. —Me mira expectante—. ¿Debería haber optado por quedarme y darle
otra oportunidad? ¿A pesar de que está a punto de tener un hijo suyo?
La mirada de dolor de sus ojos me impide responder.
—Estoy esperando, Srta. Edwards. ¿Es la vida de cornudo lo que debería
haber elegido?
—Se supone que tienes que preguntarme si he estado enamorada antes.
—Tiene diecisiete años. La respuesta es no.
—Tengo dieciocho años y he estado cerca.
—Bien por usted. Fin de la discusión. ¿Algo más?
—Nunca he estado enamorada —digo—. Pero me moriría por probar lo que
se siente que alguien me desee más que su próximo aliento, que alguien quiera
besarme sin ninguna maldita razón, que alguien prefiera tener un montón de días
de mierda conmigo que días geniales con otra persona.
—Está probando mi punto con cada palabra ingenua que dice.
—Y si sintiera algo con esa persona la primera vez que nos viéramos, pues
cuando lo sabes, lo sabes, me arriesgaría aunque pudiera desafiar lo que piensen
los demás.
—¿Así que ahora está pensando en el insta-love?
—Estoy pensando en la noche en que nos conocimos... pienso mucho en
ello.
Silencio.
—No creo en empezar relaciones sobre una base de mentiras. —Se acerca,
acortando la distancia entre nosotros—. Como me parece una romántica
empedernida, tampoco debería creer en eso.
—Fue una pequeña mentira piadosa... —Mi respiración se ralentiza mientras
64
él presiona su frente contra la mía—. Si no hubiera sido por esa llamada de
emergencia, nunca habrías sabido quién era yo.
—En algún momento la habría visto en este campus. —Me pasa los dedos
por el cabello—. Creo que soy lo suficientemente inteligente como para sumar dos
más dos.
—¿Te habrías enfadado?
—Todavía estoy jodidamente enfadado. —Sus labios rozan los míos, y cada
nervio de mi cuerpo hormiguea en anticipación—. Lo que hizo no estuvo bien.
—¿Estaría bien ahora?
No contesta. Se limita a mirarme a los ojos y desenreda suavemente los
dedos de mi cabello. Me presiona la espalda con las palmas de las manos y me
frota suavemente el cuerpo.
—¿Señorita Edwards? —susurra contra mis labios.
—¿Sí?
—Váyase a la mierda de mi casa.
—¿Qué?
—Ahora. —Da un paso atrás, rompiendo nuestro momento—. Fuera.
—No había terminado de hablar.
—Sí, lo hizo. —Sacude la cabeza—. Y definitivamente lo soy. Hemos
terminado de hablar.
—Tengo más preguntas.
—Envíemelas por correo electrónico. —Me coge de la mano y me lleva al
salón. Recoge mis cosas y las mete en una bolsa, prácticamente me la lanza.
Luego abre la puerta con tanta fuerza que las bisagras chirrían.
—Fuera —dice.
—Bien. —Paso junto a él y doy unos pasos hacia el porche. Suspiro y me doy
la vuelta para mirarlo, pero cierra la puerta antes de que pueda decir nada más.

65
5
Liam

Un par de noches después

Redactar un preaviso de dos semanas no debería ser tan difícil.


Por desgracia, no hay formas adecuadas de decir:
—No soporto estar cerca de una de mis alumnas porque es demasiado
guapa, joder. —O también—. Nunca me he sentido tan atraído por nadie -ni
siquiera por mi ex mujer- y juro que no es sólo su físico. También es su mente, y si
tuviera mi edad, hace tiempo que le habría pedido salir.
Mi cursor parpadea molesto, poco impresionado con las tres palabras que
he conseguido escribir.
A quien corresponda. 66
Cierro el portátil, abro un cajón y saco un puro cubano. En Wall Street, se
reservaban para ocasiones especiales: cerrar acuerdos, conseguir clientes
importantes y aplastar a la competencia. Ahora, mis victorias se definen por una
métrica personal que cambia a diario.
No miré a Genevieve demasiado tiempo. No pensé en lo que habría pasado si
hubiera probado sus labios en el momento en que me desafió. No me desperté
empalmado después de repetir por enésima vez nuestra primera noche juntos.
Antes de que pueda alegrarme por el éxito de hoy, mi teléfono zumba sobre
el escritorio.
Es ella.
Asumiendo que es una llamada accidental, la ignoro. Luego ajusto su
información de contacto a “Nunca te quedes a solas en una habitación con ella”.
Para disimularlo mejor, lo convierto en un anagrama.
En cuanto lo guardo, vuelve a llamar.
—¿Sí, Srta. Edwards?
—Hola... ¿Cómo estás esta noche?
No digo nada.
—Lo siento. Quise decir: “Hola, Sr. Donovan”. ¿Está ocupado ahora?
—Son las dos de la mañana.
—Dijiste que los miembros de tu grupo de alumnos podíamos llamar cuando
necesitáramos ayuda.
—No pretendía que te lo tomaras al pie de la letra.
—Entonces nunca debiste mencionarlo.
—Lo dejaré más claro en la próxima sesión, confía en mí. ¿Qué quieres?
—Dos cosas. —Hace una pausa—. Una, me gustaría que me encontraras otro
grupo de alumnos para el lunes.
—No me amenaces con pasar un buen rato. ¿Qué es lo segundo?
—Necesito que me lleves al campus.
—¿Qué?
—Sí, así que... —Su voz se entrecorta un poco—. El acto de Boston se alargó
mucho más de lo previsto porque el público no paraba de hacer preguntas y vino
más gente. Perdí la noción del tiempo y Amtrak canceló el último tren de la noche.
Jodidamente increíble. Sacudo la cabeza, asombrado de que haya vuelto a
arriesgarse. Por un lado, es fascinante ver a alguien ir tras lo que quiere sin
preocuparse de las consecuencias. Por otro, es una enorme señal de advertencia 67
sobre lo malditamente temeraria que es.
—¿Sr. Donovan? —pregunta ella—. ¿Todavía está ahí?
—No por mucho tiempo. —Suspiro—. ¿Dónde estás, exactamente?
—En La Casa del Cuervo. —Su voz es un susurro—. Antes de que me
juzgues, uno de mis autores favoritos es Randall Grey y él como que nunca hace
eventos públicos. Estaba organizando una lectura improvisada, y nunca me
perdonaría no haber ido.
—¿Por qué susurras de repente?
—Creo que el camarero está intentando averiguar si soy la chica del cartel
de 'No servir', así que me escabullo por detrás y me dirijo al local de al lado.
—Voy para allá. —Cuelgo y me debato entre despertar a mi abuelo con esta
situación, pero sus recientes palabras suenan en mi cerebro.
—Si vuelve a sobrepasar los límites, tendré que expulsarla seguro.
Agarro mis llaves y me guardo esto para mí.

Ochenta kilómetros después, salgo de la I-95 y llamo a Genevieve.


—¿Estás aquí? —responde al primer timbrazo.
—Estoy a cuatro minutos —le digo—. Camina hasta la esquina.
—Bueno, adiós.
Me subo a la acera mientras cruza un grupo de universitarios. Estoy a punto
de volver a llamar a Genevieve, pero la veo por el retrovisor.
Caminando bajo un paraguas gris, lleva un vestido rosa de jersey ajustado,
aún más sexy que el que llevaba la noche que nos conocimos. Lleva un bolso beige
de gran tamaño colgado del hombro y, en lugar de tacones de aguja, lleva botas.
Me desabrocho el cinturón y salgo abriendo la puerta del acompañante.
—Gracias. —Ella se desliza dentro, y yo me debato entre poner el seguro
para niños antes de volver a mi lado.
Me subo en el lado del conductor, prendo la calefacción y salgo a la
carretera.
Antes de que pueda preguntarle en qué demonios estaba pensando, abre la
mochila y saca su uniforme escolar. Se suelta el cabello del moño y se hace una
coleta con una cinta granate y blanca. 68
A continuación, se desabrocha el cinturón de seguridad y se pone una falda
a cuadros sobre las caderas, ocultando la parte inferior del vestido.
Desliza los brazos a través de una camisa a juego, y entonces jadea.
—Olvidé mi abrigo.
—Por no hablar de tu cordura. —Giro bruscamente a la izquierda y su
cuerpo choca contra la puerta—. Ponte el cinturón de seguridad.
Ella me hace caso y se echa hacia atrás.
—Una pregunta —digo—. ¿Por qué nunca le preguntas a los dueños de los
bares si pueden retransmitir en directo estos eventos para ti?
—Lo he hecho. —Me mira—. Los dueños no lo harán sin que yo pague la
entrada y el coste de al menos cuatro copas.
—¿Y tus amigos?
Ella ignora esa pregunta.
—¿Cuánto dinero de gasolina me estás cobrando por esto?
Me toca ignorar una pregunta.
Cuando nos acercamos a la autopista, noto que está temblando. No es hasta
que nos detenemos en un semáforo en rojo cuando me doy cuenta de lo fina que
es su chaqueta. Me quito la mía y se la pongo sobre el pecho.
—Toma —le digo—. Desliza los brazos por las mangas.
—Gracias.
—¿Cuánto has bebido esta noche?
—No bebí nada excepto agua.
La miro fijamente y se sonroja.
—Vale, vale. Tomé dos copas de vino y una mula de Moscú.
—¿Quieres que pare y te traiga un café?
—Sí, por favor.
Silencio.
—¿De qué libro habló Randall Grey?
—Las Grietas del Universo —dice—. ¿Has oído hablar de ello?
—Lo he hecho. —No le digo que esa historia también es una de mis favoritas.
Si lo hubiera sabido, también habría ido a verlo—. ¿Valió la pena verlo en persona?
—Merece la pena. —Se le iluminan los ojos—. No sólo me firmó las doce
ediciones, sino que se sumergió de lleno en la creación del segundo universo que
creó en The Georgian Series, que publicará el año que viene, y todo el mundo
69
quedó alucinado.
—¿Dijo algo sobre la fecha de lanzamiento de la Saga de Cristal?
—Nos dio tarjetas con información —dice—. Está tardando más de lo normal
en terminarlo, pero los personajes de ese...
—No hay prisa —termino su frase.
—¿Quieres oír las notas que tomé de la Serie Georgiana?
—Sí —le digo—. Sigue hablando...
6
Genevieve

A un kilómetro del campus, el Sr. Donovan se detiene en el carril de


emergencia.
—¿Qué haces? —pregunto.
—Sube al asiento trasero.
—¿Por qué?
—Para que el guardia de seguridad no vea que te traigo fuera de horario y
se lo diga al Sr. Peterson.
—¿De verdad no vas a delatarme? —le digo—. ¿Por qué?
—La misma razón por la que no llamaste a nadie más para que viniera a
buscarte a las dos de la mañana. 70
Sonrío y me desabrocho el cinturón.
—Cúbrete con la manta del suelo —dice—. Te avisaré cuando hayamos
pasado la puerta.
El coche avanza a toda velocidad y oigo al guardia de seguridad escanear
su placa. Bajamos por las curvas familiares hasta que se estaciona cerca de la
ventana de mi dormitorio.
—Tengo otra pregunta para ti. —Abre la puerta trasera—. ¿Por qué no le
pides a tus amigos de la universidad que se reúnan contigo en algún lugar de la
ciudad el fin de semana?
—Porque dejarían de ser mis 'amigos' cuando se enteraran de mi edad real.
—No lo sabes con seguridad.
—¿Entonces por qué dejaste de hablarme?
Silencio.
—Eso es lo que pensaba. —Salgo del coche, volviendo al modo “en el
campus”—. Gracias por traerme, Sr. Donovan. Cuando decida usar esto contra mí
y hablar con el Sr. Peterson, dígale que estuve en el campus de Boston U y no en
otro bar.
—Ya te he dicho que no tiene por qué enterarse de esto —dice—. Pero se lo
diré si vuelves a hacerlo.
—Se lo agradezco.
—Bien. —Da un paso atrás—. Ya puedes entrar.
No tiene sentido fingir que voy a entrar por la puerta principal, así que
camino hacia un lado y agarro la pequeña escalera que guardo escondida bajo los
arbustos.
Al ponerla bajo mi ventana, no puedo distinguir si la mirada del Sr. Donovan
es de diversión o de horror.
Quizá sean ambas cosas.
Me desabrocho la americana, pero él pone las manos en las mangas.
—Guárdalo hasta la próxima sesión de tutoría —dice.
Me vigila hasta que estoy a salvo dentro y, para mi sorpresa, me salva de
una alarma mañanera regresando la escalera detrás de los arbustos.
Tras cerrar el cristal, me tumbo en la cama y me cubro la cara con su
chaqueta.
Inhalo su aroma una y otra vez hasta quedarme dormida.
Nunca devolveré esto.
71
7
Liam

—Necesito que me escriba la mejor carta de recomendación de todos los


tiempos, profesor Donovan. —Charlotte Vaughn, la hija del nuevo multimillonario
'Dios de la tecnología' de San Francisco, me sigue hasta la biblioteca de profesores
el viernes por la mañana—. Le he enviado cuatro correos sobre esto y aún no me
ha respondido.
—No reviso mis correos todo el día, Srta. Vaughn.
—Bueno, Harvard y Yale están dispuestos a apresurar mi solicitud hasta el
final, pero no pueden hacerlo hasta que lo haya entregado todo —dice—. Usted es
el único que se resiste.
—Sólo hace unas semanas que soy su profesor, Srta. Vaughn —le digo—. Si
tardo demasiado, quizá debería preguntarle a otro que la conozca mejor. 72
—¿Me está diciendo que 'no'?
—Le digo que, como no es mi jefe, le contestaré cuando tenga tiempo. —
Tomo asiento—. ¿Algo más?
—Veremos cómo se siente cuando llame mi padre.
—Su padre tampoco es mi jefe.
—Él es la razón de que tengamos una nueva sala de estudiantes de última
generación y el espacio actual que está disfrutando.
—Entonces, ¿por qué no le pide que le escriba una carta?
Ella suspira.
—Con el debido respeto, no va a durar mucho aquí en Exeter.
—Estoy empezando a sentir lo mismo.
Se va corriendo y casi choca con mi abuelo.
—Buenas tardes, Srta. Vaughn —le dice—. ¿Cómo se encuentra hoy?
—El Sr. Donovan necesita ser despedido lo antes posible, señor. —Ella
resopla—. No pertenece a nuestra estimada comunidad de Exeter.
Sonríe mientras ella desaparece. Luego se asegura de que la puerta está
completamente cerrada.
—¿Quiero saber de qué demonios iba eso? —pregunta.
—No, a menos que quieras un dolor de cabeza.
—Guárdatelo para ti, entonces. —Se ríe—. He estado queriendo
preguntarte, ¿qué demonios está pasando entre tú y la señorita Edwards?
—¿Qué? —Me incorporo—. ¿Qué quieres decir?
—Esta semana ha sido aceptada en más universidades que todos nuestros
mejores becarios juntos, y de hecho está compartiendo su éxito con nosotros. —
Sonríe—. Va por delante en todas sus clases, y aunque parece un poco más distante
de lo habitual, ¡los resultados de este programa de tutoría son asombrosos!
—Entonces, ¿puedo asignársela a otra persona ahora?
—No, hijo. —Pone los ojos en blanco—. ¿Por qué arreglar lo que no está
roto?
—Está más que roto —murmuro.
Todavía no puedo dejar de pensar en ella.
—Seguro que hay otro estudiante al que pueda ayudar en este campus —
digo—, alguien que realmente lo necesite.
73
—El año que viene, claro. —Me palmea el hombro—. Voy a hacer de esto
algo oficial en toda la escuela para los mejores alumnos. No puedo creer que no lo
hayamos hecho hasta ahora. ¿Quieres saber lo que dicen los otros profesores?
Asiento como si me importara, dejándolo divagar una y otra vez.
—¿Han llegado ya el resto de tus muebles? —Por fin deja de hablar de la
escuela.
—Sí, por fin.
—Tendré que ir a verlo mientras tomamos el té.
—Por supuesto, no dudes en hacerlo.
—Bien, iré. —Se ríe, señalando la revista que tengo en las manos—. ¿Es el
último trimestral de Boston U?
—Creo que sí —digo—. Me apetece escribir algo de ficción.
—Estoy más que enganchado a una de sus series —dice—. Se llama Summer
Reign, de Autumn Fire. Suena intrigante, ¿verdad?
—Suena como un seudónimo.
—Lo es. —Sonríe y baja la voz—. Es de la señorita Edwards, pero no digas
nada. Necesito que llegue antes al final y no quiero que el diario se entere antes
de que termine de escribir.
Dejo caer la revista al suelo.

A la mañana siguiente

Abro la puerta, dispuesto a despejarme corriendo, pero Genevieve está


sentada en el porche. Vestida con una sudadera gris y una falda de cuadros a
juego, mira fijamente hacia delante mientras el viento le agita el cabello.
Sigue siendo la mujer más hermosa que he visto, desde todos los malditos
ángulos.
—Buenos días. —Me aclaro la garganta—. ¿Puedo ayudarla en algo, Srta.
Edwards?
Se levanta y sonríe, excitándome con facilidad. Rebusca en su bolso y saca
una cajita marrón de regalo.
—Quería asegurarme de darte esto. —Me lo tiende.
74
—¿Qué es?
—Tendrás que abrirlo y ver.
—No me gustan las sorpresas.
Ella pone los ojos en blanco.
—Es un regalo de cumpleaños. Hoy es tu cumpleaños, ¿verdad?
Parpadeo.
—No te sientas demasiado especial —dice—. Lo mencionaron en las
pizarras esta mañana y es costumbre que los profesores de primer año reciban un
regalo de clase de los exonianos mayores. Todos participamos para darte algo.
—Agradezco la tradición. —Agarro el regalo—. Gracias, Srta. Edwards.
—De nada. —Me mira como si quisiera decir algo más, pero se alisa la falda
y se marcha.
Espero a que desaparezca tras los árboles antes de quitarle el envoltorio.
Dentro hay tres ediciones exclusivas de libros que he mencionado en
nuestro grupo de tutoría, un libro del que nunca había oído hablar llamado
Choices, y una tarjeta regalo de quinientos dólares para una cafetería local.
Encima hay una nota escrita a mano por Genevieve.
Feliz Cumpleaños.

Me he tomado la libertad de subrayar todas las mejores partes del libro Choices para demostrar
que tengo razón en mi teoría de la elección. También doblé todas las páginas porque aún no has
corregido mi nota “F”.

¡Disfruta!

75
8
Genevieve

Una semana después

Seguir las normas o no seguirlas, ésa es la cuestión...


Estoy hojeando el último boletín de noticias de Cafe Savauge y me tiemblan
las manos con cada detalle. Esta noche van a organizar un evento privado, y los
invitados especiales son un grupo de autoras de los romances independientes más
vendidos.
Prometen al público bollos de fresa en forma de corazón con café con leche
inspirado en el héroe gruñón, debates apasionados sobre “el amor en la vida real
frente al amor en las páginas” y una sesión de “preguntas y respuestas abiertas”
para cualquiera que aspire a ser autor.
No puedo permitirme perderme esto.
76
Paso el cursor por encima del botón “Reservar mi plaza” pero dudo en
pulsarlo.
Las palabras del director Peterson de este semestre me hacen reflexionar.
—Puede iniciar ese cambio sopesando las consecuencias y repercusiones de
sus actos antes de hacer otra tontería.
Sopeso los pros y los contras durante un minuto antes de comprar el boleto.
Luego bajo a distraer a mi querida celadora.
Lo único que tengo que hacer es “tomar prestado” su carné de conducir y
dirigirme a la estación de Amtrak.
—Estaba literalmente a punto de ir a hablar contigo, Genevieve —dice.
—Oh. —Veo su bolso abierto sobre la chimenea—. ¿Sobre qué?
—Nuestro ingeniero de construcción firmó un paquete exprés para ti. —
Coge una caja azul—. ¿Esperas alguna otra entrega esta semana?
No me esperaba esto.
—No lo creo.
—Vale, pues avísame la próxima vez. Sabes que tenemos que estar al tanto
de todo.
—Lo haré. —Agarro el paquete, mirando su cartera—. ¿Necesitas ayuda
para limpiar los espacios comunes hoy?
—Depende. ¿Eres voluntaria?
Asiento.
—Sí. Deberías tomarte un descanso, yo pasaré la aspiradora y ordenaré las
cosas aquí hasta que vuelvas.
—¡Agradezco tu oferta! —Sonríe. Sale al pasillo, pero luego vuelve para
coger su bolso—. Voy por un par de cafés para nosotras, ya que estás siendo tan
amable. Ahora vuelvo.
Maldita sea.
Me dejo caer en el sofá cuando se va.
Al mirar el paquete, me planteo la idea de que mis padres me hayan enviado
un regalo de cumpleaños tardío, pero cuando rasgo las solapas, queda claro que
no es de ellos.
Es un iPad pequeño y cobra vida al instante.
77
En la pantalla, las sillas del café ofrecen una vista perfecta del escenario. Las
palabras “Cafe Sauvage” están grabadas en las paredes de ladrillo y de la viga
cuelga una pancarta que dice “Bienvenidas autoras románticas independientes”.
Hay una pequeña tarjeta pegada en la parte trasera del iPad con una nota:

No volveré a recogerte.

Quédate en el campus esta noche.

P.D. Todavía no has entregado tu ensayo de 'F'. No te voy a dar una nueva nota hasta que
realmente lo VEA.
9
Genevieve

Mi madre me trata como si no fuera más que una muñeca preciada, recogiéndome para jugar
siempre que mi padre o sus otros novios no están cerca.

No soy más que una muñeca preciada para mi madre.

Siempre he anhelado la atención de mi madre, pero nunca ha tenido más que unos segundos
para darme.

¡Uf!
Aviento el bolígrafo contra la pared con frustración, odiando no poder dar
en el clavo con la frase inicial de nuestra próxima tarea “Describe a la persona que 78
más daño te haya hecho”. Las redacciones de este tipo suelen fluir fácilmente de
mis dedos, pero llevo horas luchando con esto.
Por otra parte, por lo general me pongo a trabajar con un apacible amanecer
temprano, sin los susurros y risas silenciosas que se producen en estos momentos
bajo mi ventana.
Molesta, me acerco a cerrar de golpe el cristal con la esperanza de que se
enteren, pero vacilo al ver quiénes son. Son tres miembros de mi equipo de tenis,
cuatro chicas de mi clase de inglés y dos chicas con las que trabajé en proyectos
de grupo el año pasado.
—He oído que se está tirando a la Srta. Shaw —dice Raine Sailor.
—¿Qué?
—¿Desde cuándo?
—Sí, ¿desde cuándo?
—La vi entrar en su casa con un traje de pantalón y luego salió con un
vestido.
—Quizá por eso está de tan buen humor últimamente —dice Diane Parker—
. Lleva necesitando echar un polvo desde nuestro primer año.
Todos se ríen, y yo me inclino más, intentando averiguar de quién hablan.
—¡Lo juro, si yo fuera suya, nunca lo haría… Shhhh! ¡Aquí viene!
Sigo su mirada colectiva mientras una figura sombría corre por el patio.
Tarda varios minutos en aparecer, pero cuando lo hace, me deja sin aliento.
El Sr. Donovan está sin camiseta y en pantalones cortos, y sus abdominales
sudorosos brillan bajo la suave luz de la mañana.
Se detiene en un banco y se estira antes de tumbarse de espaldas.
—¡Ve allí y siéntate en su cara, Raine! ¿Cuán grande crees que es su polla?
¿Crees que me chuparía las tetas si me quitara el sujetador?
Suspiro y finalmente cierro el cristal, pero no puedo dejar de mirar al señor
Donovan.
Por mucho que he intentado dejar de pensar en el regalo que me hizo, no
deja de rondarme por la cabeza. Puede que le esté dando demasiada importancia
y que él tenga un motivo oculto, pero una parte de mí no puede quitarse de la
cabeza la idea de que la forma en que nos conocimos ya es cosa del pasado.
Que tal vez, sólo tal vez...
Agarro el teléfono y le escribo un mensaje, pulsando enviar antes de
pensarlo. 79
YO
Hola. ¿Qué estás haciendo ahora?

Lo veo sacar su teléfono y sentarse en el banco. Se queda mirando la pantalla


unos segundos y luego la pulsa.

SR. DONOVAN
Volvamos a los límites. Sólo puede usar mi número de teléfono para trabajo de
mentor/clase, Srta. Edwards.

YO
Estoy trabajando en mi apertura para la tarea de dolor/descripción.

SR. DONOVAN
No pregunté.

YO
Tengo problemas con la primera frase. ¿Puedo llamarte un segundo? Eso está dentro
de los “límites”, ¿correcto?

Echa un vistazo a la pantalla y sacude la cabeza antes de guardarse el


teléfono en el bolsillo.
Vuelvo a mi escritorio y me enfrento a mis palabras rotas.
Segundos después, mi teléfono suena con una llamada.
Él.
—¿Hola? —respondo.
—Tienes tres minutos de mi tiempo —dice, con voz grave—. Léeme las
líneas.
Las repito rápidamente.
—Hmmm. La segunda es mejor, pero deberías intentar encontrar una forma 80
de deshacerte del 'nada más' y centrarte en describirla sin que tú formes parte del
tema —dice—. Esto no es un reportaje.
—Entonces, ¿algo parecido al ensayo de Gay Talese “Frank Sinatra está
resfriado”?
—Sí, exactamente. —Hay una sonrisa en su voz—. Ya que estás tan
adelantada, deberías intentar reunirte con tu madre en persona para una
entrevista.
Me estremezco al pensar en pasar tiempo con mi madre fuera de los actos
formales.
—Lo consideraré —digo—. Gracias, Sr. Donovan.
—De nada. —Termina la llamada, pero yo le vuelvo a marcar.
—¿Sí, Srta. Edwards?
—Um, hola...
No dice nada.
—¿Estás ocupado ahora?
—Lo estoy.
—Bueno, sólo quería decir una cosa más.
—Te escucho.
—No hay demasiada gente en este campus que quiera hablar de temas de
ensayo fuera de clase.
—Sólo quería hablar de ellos tres minutos contigo.
—¿Crees que si Talese hubiera escrito ese ensayo como una verdadera
biografía se habría ganado tantos elogios?
—Claro que no. —Suelta una carcajada y se me revuelve el estómago—.
Creo que muchos escritores de hoy en día se toman su enfoque de 'centrarse en
las cosas pequeñas' demasiado al pie de la letra.
—Dímelo a mí. —Me reclino en la silla—. Acabo de leer un perfil sobre el
director general de una cadena de cafés y el escritor desperdició el primer párrafo
describiendo su ropa.
—¿El artículo de Fortune?
—Sí.
—No uses la escritura de ese tipo como ejemplo de nada.
Me río.
—No lo haré. 81
—¿Qué más estás leyendo?
Abro el cajón y recito los títulos de las revistas de mi colección y, de algún
modo, permanezco cinco horas hablando por teléfono con este hombre.
9A
Liam

Demasiadas noches después

Cuelga el teléfono, Liam. Cuelga el maldito teléfono.


—Mis padres siguen pensando que soy virgen —dice Genevieve alrededor
de la una de la mañana.
Esas siete palabras deberían bastarme para decirle que hoy hemos hablado
demasiado, que deberíamos volver a tres temas atrás, cuando me contó sobre la
vez que su ex novio le gastó una broma con entradas falsas de Taylor Swift o cuando
yo le conté cómo la señorita Shaw viene a mi casa a cambiarse de ropa por alguna
razón.
¿Cómo demonios llegamos hasta aquí? 82
—Hmmm. —Me aclaro la garganta, decidiendo tratar este tema con
cuidado—. ¿Por qué pensarían que todavía eres virgen?
—Porque me enviaron a un campamento de abstinencia el verano pasado.
—¿Aprendiste algo?
—Sí, que no existen los 'campamentos de abstinencia'. —Se ríe—. Al final,
los consejeros le regalaron a cada chica un paquete de bragas repelentes de
penes.
—¿Qué demonios son?
—Calzoncillos de algodón grueso con púas suaves cerca de la entrepierna
en caso de que un tipo intente follarte con los dedos.
—¿Funcionan?
—¿Quieres que lleve un par a clase, para que lo veas?
Ignoro esa pregunta.
—Deberías escribir sobre ese campamento. Tengo curiosidad.
—Lo haré, después de terminar de escribir sobre cómo mis padres pagaron
literalmente para que estuviéramos tan distanciados. —Hace una pausa—. Siento
seguir mencionándolos esta noche. Estoy disgustada porque aún no me han
llamado para volver a casa en vacaciones.
—No hay problema —le digo—. Lo comprendo.
—Seguro que tus padres no son ni la mitad de malos.
—Ambos están en prisión.
—Oh... ¿por cuánto tiempo?
—Toda la vida. —Trago saliva—. Como he dicho, lo entiendo.
Mantenemos la línea en silencio durante un par de minutos antes de que
vuelva a hablar.
—Lo siento.
—No te preocupes. —Sonrío—. Son delincuentes profesionales y están
exactamente donde deben estar. Te contaría todo lo que han hecho, pero
estaríamos una semana hablando por teléfono.
—No me importaría que...
—En ese caso, te enviaré por mensaje de texto sus números de prisioneros
—le digo—. Puedes buscarlos tú misma. Volviendo a lo que dijiste antes sobre la
señorita Shaw... ¿debería preocuparme?
—Extremadamente. —Se ríe y pasamos a otro tema sin esfuerzo. Y de algún
modo, seguimos hablando por teléfono hasta las nueve de la mañana.
83
Cuando colgamos esta vez, decido que sólo puedo hacer esto una noche
más.
Terminaremos nuestra discusión sobre nuestra trilogía favorita, ella se
desahogará conmigo un poco más sobre sus padres, y ya está.
Eso. Es.
9B
Liam

Bien, unas semanas más hablando con ella por teléfono por la noche no harán daño...

84
10
Genevieve

Principios de noviembre

SR. DONOVAN
Me niego a creer que nunca hayas visto “El Gigante de Hierro”.

Puedo decir lo mismo de ti, ya que sigues atribuyéndote el mérito de esa cita. *emoji
de ojos en blanco*

SR. DONOVAN
85
Deberías verla. Es una película muy buena.

Suspiro y guardo el teléfono. A pesar de hablar con él por teléfono todas las
noches y compartir una taza de té extra después de cada sesión de tutoría, nunca
me sugiere que hagamos algo juntos fuera del aula.
Mantiene sus límites al frente y al centro, nunca me deja acercarme
demasiado.
Pero lo he aceptado.
Es el único amigo que he tenido.
Sacudiéndome la ligera decepción, me centro en la sesión de limpieza de
hoy con mi grupo personal de “hadas ayudantes”.
La sobrina de la secretaria y sus amigas me siguen con trapos porque están
convencidas de que soy la versión real de Cenicienta.
Añado una última capa de brillo al cristal y traslado mi cubo al balcón.
—¿Señorita Edwards? —La voz del director Peterson me hace girarme.
—¿Señor?
—Deje ese trapo un segundo y sígame, por favor.
Lo obedezco y me lleva a su despacho.
—Tome asiento. —Su voz es tan seca como el día que me sentenció.
Me mira fijamente, sin decir una palabra.
Tragando saliva, me devano los sesos buscando de qué podría tratarse.
—Ha habido algunos acontecimientos recientes —dice, finalmente—. En
nuestra última reunión de personal, bastantes de nuestros profesores alabaron su
continua ética de trabajo y su determinación para ir semanas por delante en todas
sus tareas, a pesar del tiempo que ha tenido que utilizar para su castigo.
Y todo el tiempo que he pasado hablando por teléfono con el Sr. Donovan...
—En vista de eso, he decidido que puede asistir al próximo Tour de Boston
College —dice—. Si sigue haciendo su trabajo de limpieza y no hay otros
problemas antes de las vacaciones de diciembre, anularé cuatro deméritos y
consideraré devolverle algunos privilegios más.
—Gracias, señor. —Me levanto para irme—. Se lo agradezco.
—No tan rápido. —Recoge una pila de correo—. Quería entregar esto 86
personalmente.
Los escudos de los bordes me dicen todo lo que necesito saber: Dartmouth,
Yale, Harvard y Brown.
—¡Muchas gracias! ¿Puedo retirarme y abrirlas en privado?
—Por supuesto. —Sonríe—. Felicidades por adelantado.
Meto los paquetes en la mochila, atravieso corriendo el campus y me
encierro en mi habitación. Saco mi álbum de recortes de aceptación, una
reluciente carpeta púrpura en la que he trabajado desde que estaba en séptimo
curso.
Admitida. Admitida. Admitida.
Dejo el sueño de Harvard para el final, pero mi corazón se hunde al ver la
frase:
—Lamentamos informarle...
Se hunde aún más cuando veo la temida letra “E”.
¿Estoy en lista de espera?
Mis lágrimas empapan la página y no me molesto en leer el resto.

87
11
Liam

Una semana después

¿Ha muerto Genevieve sin que nadie lo mencione?


Actualizo la pantalla por enésima vez, pero sigue sin responderme. No
contesta a mis llamadas y, sinceramente, me muero por tener una conversación
decente.
—Um, ¿hola, Sr. Donovan? ¿Puede oírme?
Salgo de mis pensamientos e intento estar presente en el aula.
—¿Sí?
—Decía que tenemos que replantearnos la celebración de las obras de 88
alguien como William Faulkner —afirma Courtney Braun—. Era un borracho
furioso, y deberíamos apoyar a los autores que no lo eran.
—Hay que aprender a separar el arte del artista.
—No si no quiero. —Se cruza de brazos—. Me niego a seguir leyendo su
obra, así que le agradecería que me ofreciera una alternativa.
—Hablando de “alternativa” —Elizabeth Smith interviene—, me gustaría
leer algunos libros en los que los hombres sepan realmente cómo escribir los
momentos picantes. Es bastante revelador que no tengan ni idea de lo que están
hablando.
—No voy a asignar ningún libro alternativo.
—Entonces no vamos a leer. —Courtney me entrega una lista—. Aquí hay
una lista aprobada de autores.
—De acuerdo. —No me molesto en mirarla—. Se acabó la clase.
Mientras se van, le envío un mensaje a Genevieve.

YO
Hoy tengo horas de oficina. Pásate y háblame de por qué faltaste a mi clase esta
semana.

Me siento en mi despacho dos horas después de la hora de mi cita, pero ella


nunca aparece.
No se me ocurre nada que haya dicho o hecho para merecer que me ignore,
y me he acostumbrado a hablar por teléfono con ella por la noche.
Tal vez ella está en Boston de nuevo. Tal vez ella está tentando a su suerte.
Cuando vuelvo a casa, busco los tres grupos universitarios de escritura que
me mencionó. Esta noche hay un acto en el Clam Bar, pero me prometió que no
iría.
Llamo al director.
—Clam Bar, habla Carl.
—Carl, habla Liam Donovan. Soy profesor en Exeter.
—¡Hola! —dice—. Tengo la cámara preparada para apuntar a la derecha del 89
escenario como pediste, y uno de los camareros ya tiene los libros firmados.
Estarán aquí esperando siempre que vengas a la ciudad.
—Gracias, pero llamaba por otra cosa.
—Soy todo oídos para mi nuevo cliente favorito.
—¿Recuerdas la foto que te envié la semana pasada?
—¿La de la chica que estaba buenísima?
—La de la estudiante de secundaria.
—Eso no significa que no esté buenísima. —Se ríe—. Pero sí, ¿qué pasa con
ella?
—¿Está allí esta noche?
—No. Me habría dado cuenta.
—¿Seguro?
—Estoy cien por ciento seguro —dice—. Aunque te llamaré si la veo.
—Te lo agradecería. —Termino la llamada y le envío otro mensaje a
Genevieve.

YO
No es propio de ti faltar a clase... ¿Qué demonios está pasando?

Aun así, nada.


De repente suena mi teléfono con un número desconocido. Como
Genevieve está desaparecida, me pongo cómodo y decido pasar un rato con un
teleoperador.

90
91
12
Genevieve

—¡Dios mío, he entrado! —Elizabeth Mitchell grita en la biblioteca—. ¡He


entrado en Harvard!
Los estudiantes se agolpan en su portátil mientras ella señala su correo
electrónico de aceptación, pero ni siquiera puedo fingir que me alegro por ella.
Los aplausos resuenan en los amplios pasillos. Mientras más estudiantes se
apresuran a felicitarla, mis ojos se llenan de lágrimas y el corazón se me hunde en
el estómago.
Conteniendo un llanto de envidia, cierro el portátil y salgo a la calle.

YO 92
Mañana no iré a clase.

SR. DONOVAN
Entonces no me dejarás otra opción que reportarte finalmente.

YO
No me harías eso...

SR. DONOVAN
Pruébame y verás.

Jadeo y lo llamo.
—¿Sí, señorita Edwards? —contesta al primer timbrazo.
—Estoy pasando por algo súper trágico en mi vida personal y agradecería
un poco de comprensión en estos momentos.
—¿Alguien que conoces falleció?
—Eso parece.
—Esa no es una respuesta lo suficientemente clara para mí, Genevieve.
La forma en que pronuncia mi nombre de pila me produce una repentina
sacudida de calor por todo el cuerpo.
—No veo por qué importa mi ausencia —digo—. No es como si estuviera
atrasada en mi trabajo.
—Eso no significa que no quiera verte.
—¿Qué?
—No significa que puedas faltar a clase.
—Harvard me puso en lista de espera. —Las palabras salen de mi boca—.
Les di el mejor ensayo personal que he escrito nunca, puse mi corazón y mi alma
en cada palabra, y me pusieron en la lista de espera.
Espero que se disculpe sinceramente, que diga lo estúpido que debe de ser
el departamento de admisiones, pero se ríe.
No es sutil.
—Ja, así es la vida, no te preocupes. —Se ríe.
Le da un ataque de risa, “la mierda más graciosa que he escuchado en mi 93
vida”, que probablemente lo esté haciendo convulsionar en el suelo.
Cuelgo.
Me llama segundos después y lo mando directamente al buzón de voz.
Que se joda él y todos los demás en esta escuela.
Recorro la ruta que conozco demasiado bien, recto por Main y pasando por
Flamingos's Coffee hasta llegar a la parada de Amtrak en Lincoln.
Cuando bajo los escalones, Liam está de pie con una enorme bolsa, como si
me hubiera estado esperando.
—¿Adónde crees que vas? —pregunta.
—A algún lugar donde el fracaso no sea divertido.
—Debes haber olvidado al poeta que actuaba la noche que nos conocimos.
—Sus labios se curvan en una sonrisa.
Me trago la risa y me cruzo de brazos.
—No me reía de ti —dice, acercándose.
—¿Entonces por qué te reías?
—Porque acabo de regresar de Boston para comprar algo para el futuro
estudiante destacado de la clase superior.
—¿En serio? ¿Ya saben quién es el número uno?
Me lanza una mirada inexpresiva.
—Me dijeron que no tiene sentido esperar para recogerlo, ya que ésta
estudiante conseguirá sin duda la admisión en todas las escuelas Ivy League a las
que solicite plaza, con una beca completa garantizada sobre la mesa.
—Entonces, si Alice Hartman será nombrada la número uno, ¿eso me
convertirá en la segunda de la clase? ¿Qué tan próximas están nuestras
calificaciones?
Me pone las manos sobre los hombros.
—Retira tu solicitud de Harvard —me dice—. Luego vuelve a solicitarlo con
un ensayo diferente.
—¿Puedo hacerlo?
—Es un vacío legal poco conocido. Con la ayuda de cierta persona que tiene
un pequeño favor pendiente, me aseguraré de que se pongan en contacto contigo
lo antes posible.
—Entonces, ¿vas a rogarle a un amigo tuyo para que me deje entrar? ¿Como
una admisión basada en consideración especial?
94
—Nunca lo haría —dice—. Solo les pediré que revisen las solicitudes de mi
clase lo antes posible.
—De acuerdo. —Asiento—. Si pudieras hacerlo, te lo agradecería de
verdad.
—Voy a salir de la ciudad este fin de semana para ocuparme de unos asuntos
personales, pero te ayudaré con ello el lunes por la tarde.
—Gracias. ¿Puedo preguntarte algo personal?
—Antes debes prometerme que no volverás a faltar a mi clase.
—No volverá a ocurrir.
—Bien.
De repente, el tren silba a lo lejos y el suave traqueteo de los rieles advierte
que está a minutos de entrar al túnel.
Liam mira su reloj.
—Volverás al campus antes del toque de queda, ¿verdad?
Asiento.
—¿Tienes novia?
—¿Perdón?
—Sólo tengo curiosidad.
—¿Le has preguntado a tus otros profesores si tienen novia?
Me sonrojo y niego con la cabeza.
—Felicidades por ser admitida en tantas universidades —dice, alejándose—
. Nos vemos el lunes.
—Nos vemos el lunes. —Empiezo a bajar por el andén.
—¿Y Genevieve? —Me llama y miro por encima del hombro.
—¿Sí?
—No tengo novia...

95
LECCIÓN #3

El fracaso no es “fracaso”, es parte del éxito.

Al menos eso es lo que dicen las personas de éxito (que casi nunca fracasan).

La verdad es que el fracaso es fracaso.

Punto.

Deja de buscar frases bonitas que te hagan sentir mejor al respecto.

Es una mierda...
96
1
Genevieve

Lunes

Hay una omisión evidente en todos los folletos de “Ven a aprender a


Exeter”, un lugar emblemático que no se menciona año tras año.
Sólo se da a conocer cuando alguien es admitido.
Los Jardines de la Temporada Dulce Donada 1 no llevan realmente el nombre
de algún donante extranjero cuyas “experiencias moldearon cada parte de su
vida”. Es un acrónimo de Sexo, Drogas, Secretos y Chismes 2.
Si te atreves a pasar de puntillas la señal roja de “Prohibido el paso” y te
arriesgas a perderte en su laberinto de setos de Arborvitae, puedes dedicar horas
inéditas para ti y para quien quieras conocer. 97
También resulta útil cuando las tormentas azotan nuestra costa, porque la
espesa copa de los árboles te protegerá de las lluvias.
O eso he oído.
Las implacables lluvias de hoy han traído consigo a sus amigos los vientos
gélidos, y los árboles de arriba no me han ofrecido ningún alivio.
Estoy empapada desde el cabello hasta los calcetines, pero estoy
demasiado metida en el jardín para darme la vuelta ahora.
Ignora la lluvia, Genevieve. Sigue caminando e ignórala.
Cuando llego a la entrada del Sr. Donovan, lo veo de pie en la puerta
principal.
Su sonrisa se transforma en preocupación cuando salgo al porche.

1
En inglés es “Sweet Donated Seasons Gardens”. El acrónimo coincide por completo en inglés.
2
Es “gossip” en inglés. La G del acrónimo toma sentido en inglés.
En lugar de brindarme algún sarcasmo amistoso, me hace pasar al interior.
—Te habría recogido. —Cierra la puerta—. Quédate aquí.
Vuelve con un montón de toallas y una pijama de franela.
—Tómate tu tiempo para secarte. Estaré en la cocina.
Espero a que se vaya para quitarme la ropa. Me tomo mi tiempo, me acerco
a la chimenea y dejo que el calor bese mi piel antes de ponerme los pantalones.
Me remango la pijama hasta los codos y me ato los pantalones lo más fuerte
posible. Aprieto la toalla contra mi cabello unas cuantas veces más antes de
pasearme hasta la cocina.
En mi lado de la mesa hay té caliente y un montón de papeles.
—No te lo tomes como algo personal —dice—, pero entiendo por qué
Harvard te puso en lista de espera.
—Es difícil no tomárselo como algo personal.
—No hay corazón en tus palabras —dice—. No trabajo en admisiones, pero
te garantizo que esto se parece a montones de redacciones que han visto antes.
—Es mi mejor trabajo.
—Te prometo que no lo es. —Sacude la cabeza—. Ni mucho menos.
—¿Es la apertura el problema?
—El problema es que no respondes a su pregunta. —Agarra un rotulador
fluorescente y lo arrastra por las palabras que me dieron horas de problemas.
98
Cuando te plantees entrar en esta comunidad comprometida con la honradez,
reflexiona sobre alguna ocasión en la que tú o alguien a quien hayas
observado haya tenido que tomar una decisión sobre si actuar con integridad y
honradez.

—Seré franco —dice—, escribir sobre el tiempo que pasaste una semana
buscando al dueño de un perro en vez de tenerlo como mascota no es convincente.
—No sé si ya te has dado cuenta, pero no llevo la vida más excitante.
—No estoy de acuerdo. —Sonríe—. Probablemente te diviertes mucho más
que cualquier otro estudiante aquí.
—Entonces, ¿escribo sobre todas las veces que he roto el código de
conducta?
—Sí —dice—. Entonces cuéntales la vez que tuviste que ser deshonesta para
conseguir lo que creías que querías.
—Necesario.
—No 'necesitabas' emborracharte y lanzarte a un completo desconocido.
—Ese desconocido se me echó encima. —Lo corrijo—. Y no es culpa mía
que la gente me invitara a tomar.
—Asegúrate de dejar esa última parte fuera de tu ensayo.
—¿Sigues pensando mucho en esa noche?
—De acuerdo. —Cierra la carpeta y vuelve a trazar sus límites—. Esta sesión
ha terminado. Ya puedes irte.
—Todavía hay tormenta.
—Eso no te impidió llegar hasta aquí. —Mira su reloj—. ¿Quieres que llame
a seguridad para que te lleven de vuelta a tu dormitorio?
—¿Por qué sigues cambiando de tema así?
—¿Es eso un 'sí' o un 'no' a la seguridad?
—Es un 'responde a mi pregunta' —le digo—. A excepción de la semana
pasada, hablo contigo toda la noche, todas las noches. ¿Por qué no puedes admitir
por fin que te gusto?
—Porque no soy un pedófilo.
—Eso es bajo —digo—. Puedo admitir que me gustas.
—En ese caso, por favor, vete a trabajar en tus asuntos de papi con otra 99
persona.
—No tengo problemas con papá —le digo bruscamente, odiando que esté
siendo más huraño que de costumbre—. No eres mucho mayor que yo.
—Menos mal que te centras en inglés y no en matemáticas, porque está claro
que no sabes contar una mierda.
—Vale, que te jodan.
—Sinceramente, debería haberlo hecho. —Estampa su boca sobre la mía y
me besa.
Respiro cuando me coge por el cuello y tira de mí para acercarme.
Desliza una mano bajo mi camisa y me toca el pecho. Coloco la mano contra
su pantalón, noto cómo su polla se pone rígida y se endurece bajo mi contacto.
Mis pezones se endurecen contra sus dedos, suplicando ser acariciados.
Para mi sorpresa, no se aparta de mí. Me besa con más fuerza, exigiéndome
en silencio que abra un poco más la boca. Gimo cuando desliza su lengua contra
la mía y me aprieta suavemente el pezón.
Me suelta lentamente, dejándome desamparada y a punto de suplicar, pero
entonces me agarra de las caderas y me atrae hacia su regazo.
Noto lo dura que está su polla a través de la pijama, y deseo
desesperadamente -no, necesito- sentirla dentro de mí, así que me balanceo contra
él.
—¿Quieres que te folle, Genevieve? —susurra contra mi boca—. ¿Es eso lo
que quieres?
—Sí...
—¿Estás segura? —Aparta su boca de la mía y presiona sus labios contra mi
cuello.
—No dejaré que te muevas así... —Sus manos siguen en mis caderas, así que
ajusta mi ritmo, ralentizando mis movimientos rápidos y agitados, dejándome
sentir lo gruesos y largos que serían sus movimientos—. Tendrías que tomarlo
todo, y no será tan fácil —me dice.
¡Knockkkk! ¡Knockkkk! ¡Knockkkk!
Unos fuertes golpes contra su puerta nos separan.
Ugh.
Jadeantes, nos miramos fijamente.
Por un momento, creo que tal vez sólo estamos escuchando cosas, pero los 100
golpes vuelven.
—¡Woo hoo! —La inconfundible voz que pertenece a la señorita Shaw flota
por el pasillo—. ¡Liam, sé que estás ahí!
Me levanta de su regazo.
—Escóndete en el armario del baño.
Recojo la camiseta de la pijama y sigo sus instrucciones. Cierro la puerta y
el corazón me late con fuerza.
—¿Estás de humor para pasar la noche? —le pregunta la Srta. Shaw—. La
mejor manera de calificar proyectos es con un compañero y vino.
—En realidad estoy en medio de algo ahora mismo.
—Bueno, acaba con eso y sal conmigo.
La puerta se cierra y prácticamente puedo imaginármela entrando a
empujones en la cocina. Le sigue el sonido de las botellas golpeando sus
encimeras de mármol, y espero que no me deje aquí mucho tiempo.
Saco el móvil para enviarle un mensaje, pero por la rendija de la puerta veo
a la señorita Shaw entrando en el baño.
Se acerca al espejo y se salpica la cara. Después se echa perfume en el
cuello y se va.
Suelto un profundo suspiro y decido no arriesgarme a enviarle un mensaje
de texto después de todo.
—Los días de lluvia son los mejores en este campus —dice la Srta. Shaw—.
Es el tiempo perfecto para 'hacer el amor'.
—También hace buen tiempo para leer —dice Liam.
—¡Oh, vamos! —Se ríe—. Baja un poco la guardia. Los dos hemos acabado
las clases por hoy, y he traído... Mierda.
—¿Pasa algo?
—Este no es el vino que pretendía traer, y dejé los brownies de hierba. —
Ella gime—. ¿Puedes darme diez o veinte minutos para ir a casa y volver?
—Absolutamente.
Oigo sus pasos alejándose, el cierre de la puerta de entrada y luego el
sonido del motor de su carrito de golf acelerando y alejándose.
Liam abre la puerta y me mira fijamente.
—De acuerdo. —Suspira—. Sal del armario. Llamaré a seguridad para que
101
te lleven a tu dormitorio.
—Aquí es donde me enciendes de nuevo, ¿no?
—Para alguien con un nivel de inglés impecable, dices algunas frases muy
cuestionables. —Hace un gesto con la cabeza hacia el pasillo—. Vamos, Srta.
Edwards.
La “Srta. Edwards” confirma el cambio.
No sé qué me pasa, pero miro sus pantalones. Como aún está un poco
empalmado por el beso, me arrodillo y se los bajo.
Contemplo su enorme polla con asombro, pasando un dedo por las venas
hinchadas.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Respira.
Sin pensarlo, abro la boca y la lleno con su enorme polla, demostrándole
que lo deseo.
Demasiado...
Aprieto las palmas de las manos contra sus muslos antes de que pueda
apartarme, llevándolo un poco más adentro.
Su punta se endurece entre mis labios y lanzo mi lengua contra él.
—Joder... —Aspira mientras me meto unos centímetros más por la garganta.
Satisfecha con su reacción, levanto la vista y lo miro a los ojos mientras me
observa.
Me mira fijamente y gime cuando deslizo una mano alrededor de su pene.
Lo froto arriba y abajo entre chupada y chupada, imitando el ritmo lento y
apasionado que me mostraba cuando estaba en su regazo.
Me pasa los dedos por el cabello y se pone rígido cuando su polla me llega
al fondo de la garganta.
—Genevieve... —susurra—. Retrocede a menos que quieras que me corra
en tu boca.
Lo chupo con más fuerza, dejándolo entrar hasta el fondo de mi garganta
hasta que no tiene más remedio que soltarse.
—Joder... —Me suelta el cabello y me trago hasta la última gota.
Todavía duro, susurra:
—Eres jodidamente perfecta...
Quiero que termine lo que empezamos, pero los golpes de la Srta. Shaw
interrumpen de nuevo.
102
Se ajusta los pantalones y me pone en pie. Luego me alisa el cabello y me
lleva por el pasillo.
—Hola, Srta. Edwards —dice la Srta. Shaw—. ¿Cuándo ha llegado?
—Justo ahora. No pude aguantar más esta lluvia durante mi carrera. —
Necesita que la lleven a casa. —El Sr. Donovan y yo hablamos al unísono.
—Bueno, claro. —Ladea la cabeza—. ¿Cómo te las arreglaste para llegar
hasta aquí sin mojarte?
—No lo hizo. —Liam señala mi ropa en la chimenea. La mete en una bolsa y
me la entrega.
—Gracias, Sr. Donovan.
Me sonríe.
—Adiós, Srta. Edwards.
2
Genevieve

Asunto: Reunión de grupo de alumnos cancelada

Asunto: Horas de oficina de esta semana canceladas

Asunto: Cancelada la clase de escritura de mañana

No tengo que consultar mi correo electrónico el viernes para saber que nos
va a cancelar -bueno, a mí- otra vez.

103
3
Liam

Entro en la farmacia Walgreens con el sabor de los labios de Genevieve aún


en la lengua. Como el recuerdo de su boca rodeando mi polla ha invadido todos
mis pensamientos esta semana, he venido a comprar el remedio de una vez por
todas.
Camino por el pasillo de electrónica y compro un teléfono de prepago.
Luego agarro una bolsa de Sour Patch Kids para despistar a los agentes federales
que puedan estar vigilando.
Oficialmente estoy perdiendo la cabeza...
Como un criminal paranoico, conduzco hasta un lago -lejos de las torres de
telefonía más cercanas- antes de hacer lo que hay que hacer.
Activo el teléfono, abro el navegador y busco: profesor de instituto detenido
104
por relación con alumna.
Los resultados son instantáneos.
Los incidentes son recientes.

Un profesor de Nueva York, acusado de mantener relaciones sexuales con una alumna de 16
años

Un ex profesor tuvo una relación sexual ilícita con una alumna

Un profesor acusado de estupro

La lista es interminable.
Mi teléfono de verdad vibra en el asiento del copiloto mientras leo sobre un
hombre de mi edad que recibió cuatro años de cárcel por admitir que dejó que su
alumna se la chupara.
Ni siquiera intentó negarlo.

GENEVIEVE
Oye... ¿podemos hablar esta noche?

Tomo otra dosis de medicina con una nueva búsqueda: Cómo evitar a ciertos
alumnos si trabajas en un internado.

105
4
Genevieve

El siguiente día de clase

(Cuando finalmente no cancela)

Llego al teatro una hora antes, desesperada por hacer que el Sr. Donovan
hable conmigo.
Abre la puerta y sus ojos se cruzan con los míos. Me mira fijamente durante
un buen rato y da un paso adelante. Luego se da la vuelta y se va.
¿Qué...?
Me cruzo de brazos y permanezco al frente de la sala, sabiendo que tiene
que volver eventualmente. 106
Pero en cuanto llegan algunos de mis compañeros, mi plan se viene abajo.
“Eventualmente” se convierte en cinco minutos antes de que empiece la clase.
—¿Sr. Donovan? —Me acerco al atril.
—¿Sí, Srta. Edwards?
—¿Sería posible hablar con usted después de clase hoy?
—¿Sobre qué? —No hace contacto visual.
—Algo muy importante.
—No mantengo conversaciones privadas fuera de mi horario de oficina,
señorita Edwards —dice—. Usted es más que consciente de ello.
—Bueno, sigue cancelando sus horas de oficina.
—Probablemente porque todos en esta clase están haciendo un trabajo
estelar.
—Por favor. —Bajo la voz—. Necesito saber que estamos bien.
—Está bien, Srta. Edwards. —Se concentra en su carpeta, hojeando las
páginas.
Recurro a la desesperación.
Saco una cajita de regalo del bolsillo y la deslizo bajo su carpeta.
—Te compré esto cuando estuve en Boston... Por favor, ábrelo cuando
tengas ocasión.
—Vamos a empezar en unos cinco minutos, todo el mundo. —Pasa de mí
para dirigirse a la clase y yo me dirijo a mi asiento.
Abre su maletín y saca unos expedientes.
—¿Dónde estábamos la última vez? —pregunta.
—Nuestros ensayos personales con el tema Confesiones de un alma rota —
dice Georgia Hill—. Leí el mío en voz alta, y dijo que me daría una nota hoy.
—Tengo esto para usted —dice, extendiendo un sobre—. ¿Quién quiere ser
el siguiente?
Nadie levanta la mano.
—¿Nadie? —Mira a su alrededor—. Sólo tienen cuatro días más para trabajar
en esto antes de que venza, y no voy a conceder prórrogas. ¿Hay algún problema
con esta tarea?
Levanto la mano y él recorre la habitación antes de mirar en mi dirección.
—¿Sí, Srta. Edwards?
—Me gustaría leer mi confesión en voz alta para que la clase me dé su 107
opinión.
—Los días de retroalimentación son los lunes, Srta. Edwards.
—Me encantaría escuchar el ensayo de Genevieve sobre este tema —dice
alguien al fondo—. ¿Qué problemas podría tener Señorita Vida Super Dulce, Linda
& Privilegiada?
—Probablemente robó un chicle de la tienda.
—Sí, pero entonces ella probablemente lo devolvió y se ofreció a trabajar
por la vergüenza durante una semana o dos.
Todos se ríen.
—Me escapé del campus a principios de semestre y casi tuve una aventura
de una noche con un hombre mayor —digo.
La sala enmudece al instante.
El Sr. Donovan se cruza de brazos y entrecierra los ojos mirándome.
Antes de que pueda rechazar la idea, busco el ensayo en mi teléfono para
leerlo.
—El sueño de hacer amigos siempre me ha atraído lejos del campus, lejos
de mis compañeros, en busca de alguien que pueda hablarme de las cosas que
'creen' que una joven universitaria quiere oír. Y una noche, encontré exactamente
el tipo de hombre que buscaba.
Algunas de las chicas se acercan, intrigadas.
—Nos conocimos en el baño de todos los lugares, entablamos una
conversación rápida de por qué yo estaba en un lugar al que no pertenecía, y él
no tenía ni idea de que estaba hablando en doble sentido.
Miro al señor Donovan, noto que se traga su enfado, pero continúo.
—Era el hombre más atractivo que había visto en mi vida, y quería que me
besara en medio de nuestra conversación de cuatro horas, que me mostrara cómo
sería una noche de pasión con alguien experimentado, alguien que me entendiera
a un nivel que los chicos del colegio no podían.
—Casi se me concedió mi deseo cuando se inclinó hacia delante y prometió
probarme el coño, dejarme chorreando después de un orgasmo. Estaba tan seguro
de sí mismo y dispuesto a mostrarme hasta qué punto su lengua podía llevar mi
cuerpo al éxtasis.
—Ya basta, señorita Edwards —interrumpe el señor Donovan, con voz seca.
—Pero nuestra noche se truncó. —Ignoro su advertencia—. Recibió una
llamada urgente y tenía que estar en un sitio. Un lugar que no era conmigo.
—Me pidió mi número de teléfono, me dijo que me llamaría al día siguiente
108
para que pudiéramos retomar nuestra historia en la misma página que habíamos
escrito juntos por última vez, pero aún estoy esperando que lleguemos al siguiente
capítulo... El final.
La sala permanece en silencio durante varios segundos, hasta que un agudo
chillido estalla desde la parte trasera.
—¡Espera! —Elizabeth Smith baja corriendo los escalones—. ¿Alguna vez te
llamó?
—Lo hizo —le digo—. Pero no al día siguiente.
—¿Has hablado con él desde entonces?
—Unas cuantas veces —le digo—, pero creo que intenta librarse de mí
desde que es mayor.
—O tal vez se está dando cuenta de lo inmadura que eres en realidad. —El
Sr. Donovan me fulmina con la mirada.
—Mi prima salió una vez con un hombre mayor —dice Chelsea Hastings por
detrás—. Les fue muy bien.
—Me gustan los chicos mayores —dice Britney Kline—. ¿Cuál fue la última
conversación que tuviste con él? Quizá pueda darte una ayuda caritativa para
recuperarlo.
La conversación descarrila y el Sr. Donovan no intenta encauzarla.
Al final de la clase, me voy sin mirar hacia él y por fin me envía un mensaje.

SR. DONOVAN
Gracias por mostrarme exactamente por qué lo que sea que hayamos tenido está
TERMINADO.

109
5
Liam

—No aceptamos devoluciones de teléfonos de prepago, señor. —La


empleada de Walgreens revienta su chicle el sábado siguiente.
—No pido que me lo devuelvan —digo—. Sólo pregunto si hay otra forma de
descongelar la pantalla, para poder borrar el historial de mi navegador.
—¿Por qué querría hacer eso?
Estoy cansado de que me haga estas preguntas.
—¿Puedo hablar con otro empleado, por favor?
—El último que vino aquí con esta pregunta fue detenido por pornografía
infantil unas semanas después. —El director se pone a su lado y me mira con
desconfianza—. Si eso es lo que pretendes, ahórranos el tiempo y entrégate hoy
mismo.
110
—Muchas gracias a los dos por su falta de ayuda. —Me alejo del mostrador—
. Se lo agradezco.
Se ríen cuando me voy y me apunto mentalmente que, de ahora en adelante,
tengo que ir al CVS.
Me estoy quedando sin aliento y tengo los ojos inyectados en sangre de
quedarme despierto noche tras noche, buscando en los foros de Reddit todo lo
relacionado con la cárcel, la prisión y los acuerdos de culpabilidad.
En algún momento entre la lectura de “Me acosté con mi profesor en el
instituto hace décadas: Ahora me arrepiento” y el cuestionablemente redactado
(y, por supuesto, anónimo) “Si los alumnos de instituto se acuestan entre ellos, ¿por
qué no pueden hacerlo con sus profesores?” el teléfono desechable inflamó mis
delirios con una avería repentina.
A pesar de mis intentos por recablear mi cerebro con miedo y castigo, sigue
sin ser suficiente para mantener a raya los pensamientos sobre Genevieve.
Voy a terminar ese aviso de dos semanas esta semana. Pase lo que pase.
Un camión de la basura dobla la esquina y llamo al conductor.
—¡Espera! ¡Espera!
—¿Pasa algo, señor? —Sale del camión.
—No, es que se me olvidó tirar esto. —Abro una lata y tiro el teléfono de
prepago dentro.
Asiente y pulsa un botón, lanzando la lata por los aires y vaciando su
contenido en el camión.
¡Crunch! ¡Crunch! ¡Crunchhhh!
El satisfactorio sonido del compactador es música para mis oídos.
Se aleja con mi delirante problema resuelto.
Mientras camino de vuelta al campus, algo me golpea.
Olvidé sacar la maldita tarjeta SIM...

NO LE CONTESTES.
111
¿En serio? ¿Me has devuelto por correo el regalo que te hice sin siquiera abrirlo?

Me he presentado en su oficina durante sus horas asignadas toda la semana. Usted no


ha estado allí.

Es un poco difícil tener un “mentor” cuando sigue cancelando nuestras sesiones.

¿De verdad ya no me hablas?

NO.
Ignoro otro de los mensajes de Genevieve y salgo al porche. El plan de hoy
es sencillo: Whisky. Escribir mi dimisión. Esperar a que mi cerebro reciba el
memo de “Es una maldita estudiante”.
Los globos me golpean en la cara cuando abro la puerta de casa.
Confundido, los golpeo y veo que todo el departamento de arte está en mi
salón. Sin invitación.
¿Qué…?
—¡Gratam nostram familiam litterariam! —aclaman al unísono, rociándome
con confeti en forma de libro.
—Creo que es seguro decir que estás sorprendido. —La señorita Shaw se
ríe y me da una copa de champán—. Has pasado la marca de profesor temporal y
eres oficialmente un exoniano. Bienvenido a la familia.
—Gracias.
—¿Quieres un trozo de tarta?
Me gustaría que todos salieran de mi casa.
—Claro.
Ella se aleja y yo finjo estar encantado de formar parte de su secta.
Mientras cantan la canción oficial del colegio, consigo salir al porche para
estar un momento a solas.
—Oooh, supongo que tengo competencia por tu afecto. —La Srta. Shaw se
une a mí segundos después.
112
—No tengo ni idea de lo que estás hablando.
—Por supuesto. —Se ríe y me tiende el paquete que le envié a Genevieve.
Aunque la dirección está arrancada, tiene un lazo de color lavanda y una tarjetita.
La señorita Shaw sonríe y lee la nota en voz alta.

Si “eres quien eliges ser”...

¿Qué es lo peor que podría pasar si eliges estar conmigo?

-Anónimo

Jesucristo.
—Aww, no te enfades. —Deja la tarjeta—. He recibido mi ración de regalos
de estudiantes antes. Cuando la chica lo admita, sólo dile 'gracias' con una taza de
café y déjala ir con ternura.
—Lo haré. —Pero será cualquier cosa menos “tiernamente”.

113
6
Genevieve

—¡Amor, cuarenta, Genevieve Edwards! —El árbitro grita a través de la


cancha—. Por favor, prepárense para la siguiente jugada.
Hoy es mi último partido de tenis de la temporada y estoy a un punto de
ganar.
Miro hacia las gradas con la esperanza de ver a alguien sentado allí
animándome a mí y a mi último partido de tenis, pero mi sección de “familiares y
amigos” está vacía.
Como siempre.
El recogepelotas corre a la red para recuperar la pelota y yo espero
pacientemente el saque.
Cuando la pelota entra en la red, me imagino la cara del Sr. Donovan y
114
coloco mi raqueta de modo que pueda golpearla a la velocidad de la luz.
Mi oponente no tiene ninguna posibilidad.
—Juego, set, partido —dice el árbitro—. Genevieve Edwards.
El público aplaude y yo estrecho la mano de mi oponente favorito en la red.
—Buen partido, Tiffany.
—Para ti.
—Sí, a eso me refería.
—Que te den. —Se ríe y estrechamos la mano del árbitro antes de
acercarnos al banquillo.
—Me alegro de que estés en el último año —dice—. No te echaré de menos
la próxima temporada.
—Ese sentimiento es mutuo.
Se inclina y me abraza, cogiéndome desprevenida.
—Se rumorea que has rechazado todas las visitas de los cazatalentos porque
no vas a jugar en la universidad. ¿Por qué no?
—Mis padres me obligaron a practicar este deporte —digo—. Nunca me ha
gustado como a ti y a las otras chicas.
—Pues hazte profesional y que te paguen al menos por todo el trabajo que
has hecho. —Se abrocha la cremallera—. Siempre puedes volver y conseguir un
título.
—Lo pensaré.
—Para que conste, te apoyaré siempre que vayas. Te odio tanto.
—Te odio más.
Me abraza por última vez y veo las dos rondas siguientes.
Mientras los hombres se preparan para jugar, yo me dirijo a la casa de
campo.
Cuando me acerco al vestíbulo, alguien me agarra del codo por detrás y tira
de mí hacia un armario.
Mi espalda choca contra la pared, y el Sr. Donovan está de pie ante mí.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —Echa humo.
—¿De qué estás hablando?
—Esto. —Sostiene la nota que venía con mi regalo—. ¿Qué demonios es
esto? 115
—Algo que me aseguraré de que conserves.
—Te dije que no lo quería. —Me aprieta contra el cemento con sus caderas—
. ¿Qué parte de eso no entiendes?
—Todo.
—Permíteme que te ayude a ponerte de acuerdo conmigo de una vez por
todas —me dice, mirándome profundamente a los ojos—. En primer lugar, no me
atraes. En segundo lugar...
—No voy a quedarme aquí escuchando cómo me mientes. —Intento zafarme
de él, pero me agarra con más fuerza.
—No aguantaré más regalos, notas o ensayos inapropiados de tu parte —
sisea—. Tercero, no vales una potencial sentencia de prisión, y como me das la
impresión de ser el tipo de persona con propensión a delatar por despecho,
preferiría actuar como si nunca nos hubiéramos conocido.
—Suélteme, Sr. Donovan.
—Primero necesito que te comprometas a dejarme ir —dice—. Borra mi
número de teléfono, no me envíes nunca correos electrónicos y dale todas tus
preguntas al auxiliar del aula de aquí en adelante. ¿Tenemos un trato?
—Depende. —Trago saliva—. ¿Qué hay para mí?
Parece completamente sorprendido por mi respuesta.
—Soy demasiado viejo para ti, Genevieve.
—Lo dices como si fuera menor o algo así —le digo—. Acabo de cumplir
dieciocho.
—Tengo treinta y cinco.
—La edad de consentimiento en New Hampshire es dieciséis.
—Tengo treinta y cinco jodidos años.
Por primera vez, resto mentalmente nuestra diferencia de edad,
introduciendo los números reales.
—Exacto. —Me mira a los ojos—. Hay más de una década entre nosotros.
Por no mencionar el hecho de que aún estás en el instituto.
—Entonces, si estuviera en la universidad...
—Seguiría siendo inapropiado —dice—. Ahora, acepta dejarme en paz de
una puta vez.
—No.
—¿No?
—No —repito, sacudiendo la cabeza—. No. Sinceramente, no me importa lo 116
viejo que seas ni lo joven que yo sea. Y en lo que a mí respecta, tengo mis propias
tres cosas. Una, tenemos una conexión. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero
ambos sabemos que lo sentiste la primera vez que nos vimos.
—Dos, eres la única persona en este maldito campus con la que realmente
disfruto hablando, y sé que tú disfrutas hablando conmigo. Tres, nos sentimos
atraídos el uno por el otro, y todo lo que puedo pensar últimamente es cómo no
llegamos a terminar lo que empezamos después de que me tragué hasta la última
gota de ti.
De repente aprieta su boca contra la mía, estrechándome contra él.
Puedo saborear en su lengua todos los días y las noches que nos hemos
perdido, sentir cada pizca de anhelo en la rudeza de su trato.
Desliza una mano bajo mi falda de tenis y me aparta las bragas. Me acaricia
el clítoris empapado con el pulgar y me mira fijamente a los ojos, diciéndome en
silencio que esta vez no va a parar.
Sin dejar de besarme, desliza dos dedos dentro de mi coño y no puedo
contener mis gemidos.
—Ohhhh Dioooooos...
—Shhhh. —Utiliza su otra mano para apretarme el culo, manteniendo sus
otros dedos ocupados y al ritmo de los empujones castigadores—. Shhhh.
—Yo... —Nunca me habían besado así, nunca me habían tocado así, y antes
de darme cuenta, estoy cabalgando sobre su mano y mis caderas se agitan contra
él.
Ahoga mi grito con un beso mientras me desato, me agarra de las caderas
hasta que dejo de temblar.
Por fin me suelta cuando recupero el aliento, pero parece enfadado.
—No volverá a ocurrir. —Da un paso atrás y saca mi regalo -todavía sin
envolver- de su chaqueta—. He venido a devolver esto.
No me muevo para tomarlo.
—Es un regalo.
—Un regalo de alguien que no necesita desarrollar sentimientos por mí.
—¿Tú tampoco has desarrollado sentimientos por ese 'alguien'?
—No me lo voy a quedar, Genevieve.
—No lo quiero de vuelta.
De todos modos, lo mete en mi bolso.
—La veré en clase, Srta. Edwards. 117
—Entonces, ¿de verdad ya no me vas a ayudar con mi ensayo de admisión?
—Lo pensaré. —Se marcha antes de que pueda decir nada más.
7
Liam

Asunto: Nombramiento.
Srta. Edwards,
Me reuniré con usted durante exactamente una hora a la hora designada más
abajo en la biblioteca.
Por favor, no responda a este correo electrónico a menos que la hora entre
en conflicto con su agenda y necesite que le sugiera otra.
De lo contrario, nos vemos pronto.
Gracias.
Liam Donovan
Cátedra de Inglés Creativo 118
Academia Phillips Exeter
8
Genevieve

Claro que llega tarde...


Golpeo el bolígrafo contra el bloc de notas, intentando ignorar las risitas a
mi espalda. He venido a ver al Sr. Donovan tal y como me pidió, en esta sala de
circulación tan luminosa y en la que todo el mundo nos verá todos los días.
—¿Alguien quiere ir a la noche romántica indie este fin de semana? —
pregunta una chica en la mesa de al lado.
Me pellizco la muñeca para no contestar.
Recojo mis cosas y me siento en la única mesa libre de la sala de circulación.
Está entre las mesas de los alumnos que practican para el concurso anual de
Shakespeare.
Después de escuchar demasiadas versiones del “ser o no ser” de Hamlet,
119
cierro mi carpeta.

YO
Gracias por NO aparecer para ayudarme como prometiste.

—De nada. —Su voz profunda me hace girarme.


Vestido con una camisa negra abotonada y vaqueros, lleva una ligera barba
incipiente y parece que no ha dormido bien en días.
Mira a su alrededor y sacude la cabeza.
—No creo que podamos oírnos aquí dentro. ¿Hay un estudio abierto?
—Probablemente. —Me dirijo hacia el mostrador principal y él me sigue.
Reservo una llave para una habitación privada y él se empeña en dejar la
puerta abierta de par en par.
Pongo los ojos en blanco y deslizo mi trabajo por la mesa.
Cuanto antes acabemos con esto, mejor.
Se sube las mangas hasta los codos, dejando al descubierto su rastro de
tatuajes, haciéndome añorar las noches en las que solía responder a mis llamadas
y explicarme qué significaba cada una de esas marcas.
—Reescribí la apertura de varias maneras diferentes porque no estaba
segura de si querías que fuera en una dirección persuasiva o emocional.
Pasa una página, permaneciendo en silencio.
El segundero del reloj que hay detrás de él marca las horas y pasan diez
minutos.
—La referencia a Proust me parece un poco pretenciosa, por eso la he
subrayado. —Intento dialogar con él.
Toma un bolígrafo y garabatea notas en los márgenes.
—No entiendo por qué te has molestado en ofrecerme ayuda, si no vas a
hablar conmigo.
—Prometí ayudarte y soy un hombre de palabra —dice, dando un sorbo a
su café—. Tus ensayos han mejorado con cada nueva redacción enviada por correo
electrónico.
—Me importan una mierda estos ensayos. —Empujo las carpetas al suelo—
. Y sé que a ti tampoco. 120
Se echa hacia atrás, mirándome.
—Recoge esa mierda.
—No. —Me levanto de la mesa—. Ya he tenido suficiente de esto. Sólo dime
que no me quieres.
—Estoy bastante seguro de que te lo dije hace poco.
—Quiero que me digas que estoy malinterpretando en que te gusto, y me
iré a casa. Entonces tienes que prometerme que me firmarás un traslado de clase.
—Señorita Edwards...
—Sólo di las malditas palabras. —Mi voz se quiebra—. Necesito oírte
decirlas.
—Cuida tu puta boca.
—¿Qué tal si me ves salir? —Tomo mi bolso y corro hacia la puerta.
Antes de que pueda salir, cierra la puerta y me hace girar. Luego me agarra
la cara con las manos.
—No te quiero, Genevieve. —Me mira profundamente a los ojos—. De
verdad que no te quiero, joder.
—De acuerdo. —Se me saltan las lágrimas—. Gracias por ser finalmente...
—Te necesito. —Me interrumpe con un beso—. Te necesito, joder...
Me frota las palmas de las manos contra los costados y yo arqueo la espalda,
deseando, anhelando que por fin me dé un poco más de él.
Se arrodilla y me sube la falda.
Aprieta sus manos contra mis muslos y me besa la piel. Me quita las bragas
de un tirón y las tira al suelo.
—Tendrás que estar callada mientras estemos aquí —susurra—. Intenta no
gritar mientras te follo...
Sin previo aviso, hunde su cabeza entre mis muslos y desliza su lengua
contra mi clítoris, introduciéndome en un placer totalmente nuevo, poniendo al
límite todos los nervios de mi cuerpo.
—Sabes tan jodidamente bien —dice excitándome aún más con sus
palabras—. Tan jodidamente bueno...
—Oh, Dios... —Me retuerzo mientras él continúa con sus besos implacables,
saboreándome y provocándome con la lengua.
Nunca me la había chupado nadie, pero sé por la forma en que mi cuerpo
reacciona que nadie podrá compararse a esto. 121
Me corro más fuerte que nunca, resbalando contra la pared, pero él no me
deja recuperar el aliento.
En lugar de eso, se coloca sobre mí y desenvuelve un preservativo. Me
levanta como si no pesara nada y se desliza dentro de mí, haciéndome tomar su
longitud de golpe, castigándome con un ritmo rápido y trepidante.
—Joder...
Tengo que agarrarme a la estantería para estabilizar mi cuerpo, y él me tapa
la boca con la mano antes de que grite su nombre.
—Te dije que te quedaras callada... —susurra, follándome más fuerte—.
Quédate jodidamente callada.
En cuestión de minutos, siento que otro orgasmo crece y crece, y pierdo el
control mientras el placer irradia por todo mi cuerpo.
Se me aprieta el estómago y clavo las uñas en sus brazos.
Cuando me recupero, se levanta y me apoya contra la estantería.
En silencio, nos miramos, esperando a que hable primero el más valiente.
—Echo de menos hablar contigo por la noche. —Hablo antes de que él
pueda—. Estoy segura de que probablemente sea una cháchara sin sentido sobre
temas que hace tiempo que estudiaste para ti, pero significa mucho para mí. Así
que, créeme, si no vuelves a tocarme, lo entenderé. No me gustará, pero lo
entenderé.
—Pero si dejas de hablarme, de repente, de todas las cosas que tenemos en
común, arrancándome tu amistad porque crees que soy tan vengativa como para
quemar puentes con el único amigo que he tenido... —Se me quiebra la voz—. No
lo entenderé en absoluto.
Me mira fijamente, con el rostro inexpresivo.
—Sé que lo que hice con el ensayo de las confesiones fue inmaduro —digo—
. Pero no se me ocurrió otra forma de llamar tu atención, y no lo lamento. Sólo
quería que hablaras conmigo.
Ni siquiera ha pestañeado.
—¿Piensa decir algo, Sr. Donovan?
—Soy Liam —dice, tomando mis bragas y metiéndoselas en el bolsillo—.
Llámame 'Liam' siempre que no estemos en clase.
—¿Significa eso que has terminado de negarme?
—Significa que te llamaré esta noche.
122
9
Liam

Finales de diciembre

—Déjeme explicarle a qué me refería cuando dije “el mejor ensayo de


admisión de todos los tiempos”. —Charlotte Vaughn me tiene de rehén en mi
despacho—. Quiero párrafos interminables sobre lo asombrosas que son mis
habilidades persuasivas, frases tan condenadamente elocuentes e impresionantes
que la oficina de admisiones tenga que marcar 'Sí' en mi solicitud antes de llegar
al final de ellas.
—Srta. Vaughn, le he dicho...
—Quiero que pinte un cuadro del alumno perfecto, alguien que lo haga
sentir bendecido por enseñar en su presencia...
Me recuesto en la silla mientras ella sigue reprendiéndome.
123
Desgraciadamente, su padre le llamó a mi abuelo para contárselo, pero lo
estoy posponiendo todo lo posible. La Srta. Vaughn es una alumna sobresaliente
en el mejor de los casos, y siento que la estaría preparando para el fracaso si
escribiera demasiadas palabras elogiosas.
—Espero haber sido clara. —Recoge su bolso—. Tal vez debería pedirle a
Santa Claus algunas habilidades superiores para escribir ensayos para Navidad.
Lárgate de mi oficina.
—Lo haré. Felices fiestas, Srta. Vaughn.
Pone los ojos en blanco y se va.
Como no me interesa reunirme con nadie más antes del descanso, me pongo
en pie, pero Genevieve entra.
—Felices fiestas —dice, tendiendo una caja roja.
—Te dije que no me compraras nada.
—Por eso lo hice. También es el mismo regalo que me hiciste antes. Nunca
lo abriste, así que no cuenta.
—Me parece justo. —Sonrío—. ¿Quieres que lo abra ahora o más tarde?
—Ahora está bien.
—Por supuesto. —Lo desenvuelvo y me encuentro cara a cara con una
preciosa bola de nieve de cristal. Dentro, hay una profesora y un alumno que se
parecen a nosotros. La profesora sujeta al estudiante por la cintura con una mano
mientras lo abraza por los hombros con el otro brazo. Hay un par de libros abiertos
en el suelo y una pequeña figura del Gigante de Hierro monta guardia junto a ellos.
Lo agito y observo cómo la “nieve” -las páginas de los mini libros- cae sobre
nosotros.
Sonrío y la miro, sin saber cómo decirle que, sinceramente, es el regalo más
creativo que alguien me ha hecho nunca.
También es el mejor...
—Gracias, Genevieve.
—De nada. —Ella asiente—. ¿Te vas a quedar en el campus durante las
vacaciones?
—Probablemente no —digo—. Necesito un descanso de este lugar como
todo el mundo.
—¿Adónde vas?
—Quizá a Manhattan o a un centro turístico de Nueva York —digo—. Aún no
124
lo he pensado mucho.
—Bueno, no salgas a ningún bar pasadas las diez.
—¿Por qué no?
—Porque no quiero que conozcas a nadie más.
—Ya veo. —Contengo una carcajada—. ¿Eres celosa?
—Sí.
Sonrío.
—Tomo nota.
—Todavía tienes que llamarme todas las noches. —Empieza a pasearse por
mi piso—. Hay dos libros que tenemos que leer durante estas vacaciones, y aunque
no vamos a tener sexo...
—¿Genevieve? —la interrumpo.
—¿Sí?
—Deja de hablar y cierra la puerta...

125
9A
Genevieve

Los barrotes de mi prisión dorada brillan más que nunca. Cada centímetro
de la finca de mis padres en Hampton ha sido decorado y arreglado por los
mejores interioristas del país.
Los relucientes árboles de Navidad se alinean en los pasillos, y sus adornos
artesanales hacen juego con la guirnalda recién cortada que se enrosca a lo largo
de la gran escalera de mármol.
El “Fin de Semana Festivo de Edwards” es la reunión por excelencia de las
élites en la Costa Este.
También es la fecha más temida de mi calendario, y debería haberle rogado
a Liam que me ayudara a redactar una excusa para quedarme en el campus.
—La cena empieza a las seis en punto, Genevieve. —Mi madre entra en mi 126
habitación.
—Soy consciente.
—No puede ser. —Se cruza de brazos—. Es en dos horas, y estás sentada en
tu escritorio en lugar de prepararte.
Exhalo un suspiro y cierro el cuaderno.
—Perdón, madre. Voy a empezar.
—Isadora está aquí para ayudarte. —Su estilista de toda la vida entra,
sosteniendo un vestido lavanda—. ¿Estoy pensando en Chanel y tacones
Louboutin?
—Suena encantador. —Sonrío como si tuviera elección en el asunto.
—El alcalde Whitman y su equipo llegarán sobre las siete y media, y nuestra
fiesta formal empezará a las ocho, como siempre. —Se vuelve hacia Isadora—.
¿Puedes asegurarte de que tenga un segundo traje para los fuegos artificiales? El
fotógrafo mencionó algo sobre que debía reflejar la luz.
—Me aseguraré de ello, Sra. Edwards.
Mi madre se va e Isadora me entrega una cajita de regalo.
—Feliz cumpleaños atrasado.
—Gracias.
—Siento no haber ido hasta Exeter para decírtelo personalmente —dice—.
¿Hiciste algo especial para celebrarlo?
—Me escapé del campus y fui a un bar una semana antes.
—Te daré otra copia de mi carné de conducir antes de que te vayas. —Me
toma de la mano y me lleva a una silla—. Hagamos esto rápido, ¿de acuerdo?

—¿Cómo van tus estudios, Genevieve? —Mi padre pasa la ensalada en la


cena.
—Van bastante bien, padre —le digo. Sé que no debo decir nada más. Esta
es nuestra ronda de calentamiento para interpretar a una familia americana con
una pizca de aristocracia, y cualquier error por mi parte será brutalmente
castigado.
—¿Estás sacando sobresalientes? 127
—Sí.
—Qué bonito, cariño —dice mi madre—. ¿Qué tal el tenis?
—Genial. Acabé la temporada como la jugadora más valiosa, y Exeter le
ganó a Choate en la final.
—Maravilloso. —Ella sonríe—. La agenda de tu padre se agitó tanto que nos
perdimos esta temporada, pero te prometo que estaremos para la siguiente.
Sus palabras son tan programadas y huecas que ni siquiera se da cuenta de
que no hay próxima temporada.
—Afortunadamente, no tenemos que tomar su palabra como evangelio
cuando se trata de la parte académica de las cosas. —Ella pone una servilleta en
su regazo—. Lo comprobamos con el director Peterson para asegurarnos de que
es cierto.
—¿Llamaste a la escuela?
—Claro que sí. —Mi padre se burla—. Empezaste este semestre casi
expulsada, y recibimos esa noticia en un evento televisivo en directo. Fue
vergonzoso.
—Se supone que la gente como nosotros no tiene... problemas. —A mi
madre casi se le atraganta la palabra con “p”—. Tuve que decirle a todo el mundo
que extrañabas un poco tu casa y querías venir de visita.
Sabía que debería haberme quedado en el campus en vez de venir aquí.
—Invitamos al Sr. Peterson a unirse a nosotros en las festividades de este fin
de semana, y por suerte para ti, accedió.
¿Qué demonios? Me muerdo el labio antes de soltar esas palabras sin
querer.
Como si nada, suena el timbre y mi madre se pone en pie.
—Vamos. —Me agarra del brazo y me levanta de la silla, arrastrándome por
el vestíbulo como una muñeca de trapo.
Se aclara la garganta y me hace un gesto para que abra la puerta.
—Buenas noches, señor... —Casi me atraganto al ver a Liam de pie junto al
director Peterson. Lleva un traje y una corbata gris oscuro, y tres bolsas de regalo
en las manos.
—¡Estamos muy contentos de que hayan podido venir! —Mi madre los
acompaña adentro—. Estamos haciendo nuestra pre-cena ahora en la sala de estar.
—Disculpe, señor. —Nuestro mayordomo, Benny, se aclara la garganta—. Si
esas bolsas están bien dirigidas, las guardaré por usted, señor. 128
—Son todas para la señorita Edwards —dice, y yo me sonrojo.
—Muy bien, señor.
—No hagamos esperar al siguiente plato. —Mi madre nos lleva a todos a la
mesa y los dedos de Liam rozan los míos.
El Sr. Peterson toma asiento a mi lado en la mesa, de modo que Liam se
sienta justo enfrente de mí.
—Le decía al Sr. Donovan de camino aquí que no es frecuente que nos
inviten a una fiesta de famosos —dice el Sr. Peterson.
Mi padre se deshace del cumplido con una sonrisa.
—Usted es la celebridad aquí, señor. Avíseme si alguien se pone demasiado
agresivo al preguntar por meter a sus hijos en Exeter.
El director Peterson asiente y mi madre se aclara la garganta.
—Espero que no le importe que le pregunte, Sr. Donovan —dice—, pero mi
hija no le ha causado demasiados disgustos con sus travesuras discutidoras,
¿verdad?
—En absoluto. —Me mira—. Es la mente más brillante a la que he tenido el
placer de enseñar.
—No hay necesidad de adularla mientras está en la mesa. —Se ríe—. Todo
el mundo exagera siempre lo talentosa y asombrosa que es, pero creo que lo mejor
de su brillo se ha empañado ahora. Se mete en líos más a menudo y está
completamente desconcentrada. Una pena, la verdad.
Liam deja el tenedor.
—¿Una pena?
—Sí. —Mi madre asiente—. Puedes bajar la guardia con nosotros mientras
estés aquí. Sabemos que Genevieve probablemente ha sido una carga para ti de
alguna manera este semestre. ¿Puedes pasar la sal, cariño?
Mi padre le pasa la sal y Liam aprieta los dientes.
—He oído que era un gran operador en Wall Street, Sr. Donovan. —Mi padre
cambia de tema—. El Sr. Peterson dice que su fondo de cobertura estaba en el uno
por ciento superior. Eso es impresionante.
—Gracias. —Liam sigue mirando a mi madre—. Señorita Edwards, usted se
graduó en la Universidad de Notre Dame, ¿correcto?
—Sí. —Ella sonríe—. Sí.
—¿Sigue su diario de Historias de Antiguos Alumnos? 129
—Soy una de las principales donantes de esa publicación desde que
escribía para ella, Sr. Donovan. —Lo dice como si él ya lo supiera—. Me envían
copias por adelantado cada mes.
—¿Y los ha leído?
—Cada palabra.
—Así que, ¿conoce el serial de Gritty Hearts que se ha estado emitiendo en
él durante los dos últimos años?
—Es lo primero que leo. —Se inclina hacia delante—. ¿También es su
favorito?
—Aún no he tenido tiempo de leerlo —dice—. Pero eso es porque estoy al
día con otra cosa que está escribiendo la autora. ¿Cuál es tu seudónimo en el de
Notre Dame, Genevieve?
—Rachel Hartman —digo.
—¿Qué? —Mi madre baja el tenedor de golpe y me mira—. ¿Rachel Hartman
es tu seudónimo?
—Sí, madre.
—¿Por qué nunca me lo dijiste?
—He intentado...
La expresión de su rostro pasa de la confusión a algo que no había visto en
años.
Orgullo.
—Todas mis amigas y yo estamos completamente obsesionadas con esa
historia —dice sonriendo—. Tenemos un chat de grupo en el que intentamos
adivinar los próximos giros.
—Oh, Dios. No la hagas empezar. —Mi padre también sonríe—. No ha
podido callarse sobre esa serie. Cada nuevo episodio significa que me escucha.
—¿Tienes pensado un final? —Mi madre se inclina hacia delante, con cara
de fanática—. No, espera. No me lo digas. Sr. Peterson, ¿ha oído hablar de esta
historia?
—No, hay otro de los suyos que estoy siguiendo.
—¿En serio? ¿En qué revista se publica?
De repente, la conversación de la cena pesa varios kilos menos, y miro
fijamente a Liam, exclamando:
—Muchas gracias.
130
Me sonríe y pronuncia unas palabras que parecen “te quiero” pero no estoy
segura.
10
Genevieve

Los fuegos artificiales rojos y azules surcan el oscuro cielo nocturno. Los
invitados de mis padres observan atónitos desde nuestro patio, pero yo sólo puedo
mirar fijamente a Liam.
Yo también te quiero...
Cuando los últimos fuegos artificiales hacen una reverencia, el público
aplaude y nuestro personal prepara la facturación y el servicio de aparcacoches.
—Ha sido un placer verla, señorita Edwards. —Liam me estrecha la mano
mientras él y el señor Peterson se acercan—. Tienen una casa encantadora.
—¡Ya lo creo! —El Sr. Peterson también me da la mano—. Es maravilloso.
Se meten en el coche de Liam y yo deseo desesperadamente poder besarlo
delante de todos.
131
Observo hasta que su coche sale de la verja y vuelvo a entrar.
Frank Sinatra suena a todo volumen en el salón de baile y mis padres bailan
juntos bajo las tenues luces.
Puedo decir lo que quiera de ellos y de lo alejados que están de la realidad,
pero sin duda están enamorados.
Mientras Frank Sinatra canta otro estribillo sobre Nueva York, suena el
timbre de la puerta.
—La señorita Thatchwood se dejó el chal o el paraguas —dice Benny,
suspirando—. ¿Por qué me hace esto después de cada evento?
—Quiere una visita privada y ver qué puede robar. —Me río—. Yo me
encargo. Vete a casa.
—¿Segura?
—Me vendría bien la compañía.
Me da un abrazo antes de salir al pasillo.
Tomo el chal de la señorita Thatchwood de donde siempre lo deja y me dirijo
a la puerta. Cuando la abro, no está.
Es Liam.
—¿Sí?
—Me dejé algo —dice.
—Guardamos los objetos perdidos en la habitación de invitados del primer
piso —le digo—. Te mostraré dónde está.
—Estoy hablando de ti. —Me mira a los ojos—. Debería haberte pedido que
vinieras conmigo en lugar de dejarte venir a casa para las vacaciones. ¿Dónde
puedo compensarlo?
—En la casa de la piscina.
Me hace un gesto para que lo lleve hasta allí, y no pierdo el tiempo.
Atravieso los largos pasillos y bajo por el camino de setos, donde no nos verán.
Entonces cierro la puerta una vez que ambos estamos dentro.
—Quítate la ropa —ordena.
Me toma demasiado desprevenida lo atractivo que está ahora, así que me
quedo quieta.
Sonríe mientras se desnuda, observándome como si supiera que soy una
completa inútil.
Cuando está en calzoncillos, me desabrocha el collar de diamantes y me 132
quita el chal. Aprieta la palma de la mano contra el costado de mi vestido y lo
desabrocha, empujándolo hasta el suelo.
Me quito los tacones y saca un preservativo antes de acercarme a la cama.
Nuestras bocas se encuentran en cuestión de segundos y él susurra: —Siento
no haberte pedido que vinieras conmigo.
Estoy demasiado distraída por su beso para hablar.
Se coloca el condón y se pone encima de mí, empujando lentamente su polla
dentro de mí.
—¿Me has echado de menos? —pregunta.
—Sí.
—Hmmm. —Me besa los labios, llenándome más profundamente,
follándome más despacio de lo que nunca me había follado—. ¿Estás segura?
—Sí...
—Genevieve... —Me mira fijamente a los ojos, manteniéndome al borde del
placer y el dolor—. Voy a follarte toda la noche...
Gimo mientras él se toma su tiempo para enterrarse dentro de mí.
—Rodea mi cintura con las piernas —me ordena, y yo obedezco.
Me agarra las manos y me las sujeta por encima de la cabeza mientras entra
y sale de mí. No aparta los ojos de los míos y silencia mis gritos con besos que me
impiden respirar.
Cuando vuelvo en mí, sé que quiero a este hombre, sólo a él, para el resto
de mi vida.

Por la mañana, su olor aún perdura en mi piel.


Los restos de sus besos cuentan una historia que nunca le podré leer a nadie
más.
Realmente te amo...

133
LECCIÓN #4

Ten cuidado con lo que deseas porque podrías conseguirlo.

Um, bien... ¿Gracias?

134
1
Genevieve

Segundo semestre

Primavera

Liam y yo somos una verdadera pareja.


Bueno, tan “verdadera” como puede ser una con secretos...
Hemos caído en una rutina que consiste en escabullirnos por el campus,
enviar mensajes de texto por la noche y hablar por teléfono hasta el amanecer.
Me reúno con él en la estación de tren para agarrar el primer y el último
trayecto de los fines de semana. Me siento en su regazo siempre que tenemos el
tranvía para nosotros solos, y cuando no, sus rodillas tocan las mías. 135
Hace tiempo que olvidé mis actividades del último curso, y me importa un
bledo no haber hecho ni un solo amigo en este instituto.
Lo tengo a él.
2
Liam

Asunto: Viaje y presentación de última hora


No quería despertarte esta mañana, pero no te veré este fin de semana.
Por si lo habías olvidado, uno de mis antiguos compañeros de clase se puso
en contacto conmigo para hablarme de un proyecto en curso, y voy a ir a Nueva
York a hacer una presentación para mi antiguo fondo de cobertura.
Trabaja en algunos de tus proyectos de tesis.

Volveré por ti,


Liam.
136
3
Genevieve

Manhattan, Nueva York

—Señoras y señores, la próxima parada es la estación Y, Manhattan, Nueva


York —dice el sistema de altavoces—. Si este es su destino final, por favor
asegúrense de tener todas sus pertenencias personales antes de desembarcar.
Tomo mi mochila y me dirijo a las puertas.
Cuando se abren, me precipito al andén. Abriéndome paso entre la
multitud, corro por el paso de peatones hasta la estación de metro más cercana.
El tren L resopla con una última oferta y me apresuro a subir antes de que
despegue.
137
YO
Te envío buena suerte antes de tu presentación de hoy. Concéntrate, concéntrate,
concéntrate. [imagen] [imagen]

LIAM
Si querías que me concentrara, deberías haber enviado fotos tuyas con ropa...

YO
Pensé que te gustarían más estas.

LIAM
Sí... Gracias. Eres más que bienvenida a quedarte en mi casa el fin de semana.
Hablamos más tarde.

Cierro la bandeja de entrada y abro la página del evento por última vez
mientras el metro avanza a trompicones.

El vestíbulo del edificio Chrysler resplandece a cada paso, paso por


seguridad y llego a los ascensores.
Me bajo en la planta 50, me escabullo hasta el fondo de la sala y veo a Liam
justo cuando sube al escenario.
—Buenos días —dice—. Los resultados de este estudio son concluyentes,
pero quiero que sepan que.... —Deja de hablar cuando sus ojos se cruzan con los
míos.
Ladea la cabeza y parpadea.
Luego, una lenta sonrisa se dibuja en su rostro antes de aclararse la
garganta.
—Quiero que sepan que mis recomendaciones son minuciosas, pero estoy
abierto a que me cuestionen cualquier punto al final de mi presentación.
Me siento en la última fila y lo observo durante una hora. Me uno a la ovación
final y me tomo un café mientras él charla con un traje tras otro.
138
Cada hora que pasa, refresco mis opciones de tren, sin perder de vista la
hora.
Mientras busco otra galleta, Liam me agarra el codo por detrás y tira de mí
hacia el pasillo.
—Hola —le digo—. Lo has hecho bien hoy. Quiero decir, bien.
No dice nada.
—Sé que no querías que viniera ya que técnicamente aún estoy en castigo,
pero tenía que hacerlo. También espero que no utilices esto en mi contra.
Todavía nada.
—Puede que necesite que me lleven de vuelta a la estación de tren en dos
horas, pero si no puedes, tengo que irme ahora y podemos tener un almuerzo de
celebración de vuelta en Exeter.
Liam sigue en silencio.
—¿Estás molesto conmigo por haber venido? —Doy un paso atrás—. Sólo
intentaba apoyarte.
Me toma de la mano y tira de mí hacia una escalera de emergencia.
En cuanto se cierra la puerta, me acerca y me besa. Sin dudarlo, me levanta
la falda y le rodeo la cintura con las piernas.
Sin decir una palabra más, me folla con agradecimiento, tapándome la boca
con la mano mientras me llena y me hace gritar.
—Cancela tu billete de tren. —Respira—. Volverás conmigo el domingo.

Esa misma noche

Estoy sentada con Liam en la enorme bañera de un hotel, agotada tras un día
de turismo y sexo.
Me besa el cuello y me pasa los dedos por el cabello, y yo deseo poder
embotellar este momento y aferrarme a él para siempre.
—¿Puedo preguntarte algo? —le digo.
—Por supuesto.
—Antes de conocernos, cuando salías con tu ex mujer, ¿qué te hizo pensar
que ella era la elegida?
139
—No estoy seguro de haberlo pensado nunca —dice—. Llevábamos un
tiempo saliendo, sentía algo por ella y no quería perder el tiempo buscando a
nadie más.
—Eso no es romántico.
—Es la verdad.
Exhalo mientras levanta una palanca para añadir más agua caliente.
—¿Pero te dedicabas a pasar el resto de tu vida con ella?
—Antes de que me traicionara, sí.
Las burbujas que nos rodean silban y estallan, e intento pensar en una forma
amable de formular mi siguiente pregunta.
—¿Hasta dónde nos ves llegar a los dos?
Se ríe suavemente, besándome el cabello.
—Deberías haber empezado con eso en vez de incitarme.
—Intentaba tomarte desprevenido.
—Buen trabajo. —Me besa el hombro—. Nunca he sentido esto por nadie,
así que probablemente por mucho tiempo. ¿Puedo preguntarte algo?
—Cualquier cosa.
—¿Puedes dejar de pensar tanto e intentar relajarte?
—Estoy relajada.
—Sin preguntas tontas, Genevieve —me dice, levantándome la barbilla con
la punta de los dedos—. Necesito que hagas eso por mí.
—No creo que mis preguntas sean...
—Yo soy tuyo y tú eres mía —interrumpe—. Ése es el final de nuestra historia
y, como uno de los coautores, te prometo que no hay giros argumentales.
Sonriendo, me recuesto contra él y pasamos el resto del baño en un silencio
relajante.

140
4
Genevieve

Horas después

Me doy la vuelta en la cama y busco a Liam, pero mi mano agarra una


almohada abandonada.
Confundida, me incorporo y lo veo de pie en el balcón. Contempla la
ciudad, ensimismado.
Me quito las sábanas de encima y me pongo de puntillas hacia él.
—Se supone que tienes que estar descansando —dice, intuyendo que estoy
a unos metros. Se da la vuelta y me estrecha en sus brazos—. Necesitas dormir todo
lo que puedas antes del día de la tesis.
—¿Te refieres a la Semana de la Tesis? 141
—Sí —dice mirándome a los ojos—. Necesitas tiempo para concentrarte.
—Creo que me irá bien. Quedaste impresionado cuando te presenté mi
proyecto.
—Seguro que te ovacionan —dice—, pero no te veré tanto cuando volvamos,
¿recuerdas?
Contengo un suspiro.
—No creo que a la junta le importe que te saltes la reunión de revisión y las
auditorías semestrales con ellos una semana más. —digo—. De todas formas, todos
los profesores odian tener que lidiar con eso.
—Eso he oído. —Me frota la espalda con la palma de la mano—. Pero ya no
puedo arriesgarme a hacer lo correcto.
Asiento, aspirando su aroma.
—Ya que estás despierta, deberíamos ir a esa panadería a comprar bollos
de canela.
—O podrías dejar de intentar distraerme del hecho de que no estás en la
cama.
—¿No funciona?
—No. —Sonríe—. En absoluto.
Lo miro fijamente a los ojos mientras me pasa los dedos por el cabello.
—¿Quieres tener hijos?
Levanta una ceja.
—¿Otra vez?
—No te preocupes, aún no estoy embarazada.
—¿Todavía?
—¿Y el matrimonio? ¿Te ves casándote de nuevo?
—¿De dónde viene esto?
—Sólo pienso en el futuro y en los plazos de nuestros sueños.
—Tienes tiempo de sobra para eso. —Parece divertido—. Vive tu vida como
quieras y todo irá bien.
—Estoy pensando que tendremos que intentar tener el bebé después de
que termine la escuela de posgrado, o tal vez podamos planear que yo termine la
mitad y me tome un año sabático más o menos hasta que el bebé cumpla dos años.
Eso depende de si me lo has propuesto para entonces, ¿verdad? 142
Me besa la frente.
—Duérmete, Genevieve.
Como si se diera cuenta de que eso no va a pasar, de que estoy dispuesta a
quedarme aquí toda la noche hablando del futuro, me toma de la mano y tira de mí
hacia el dormitorio.
Me empuja sobre el colchón y me besa hasta hacerme olvidar cualquier
pensamiento. Luego me agarra por los tobillos y entierra su cabeza entre mis
muslos, devorándome lentamente hasta que llego al orgasmo.
Poco después sucumbo al sueño y, cuando vuelvo a despertarme, Liam está
justo donde debería estar.
5
Genevieve

Semana de la tesis

Llego al teatro dos horas antes. Provista de té y donas, empiezo a preparar


el escenario para la que espero sea mi mejor presentación hasta la fecha.
Es “Love is a Choice” (El amor es una elección), e incluso Liam tuvo que
estar de acuerdo con cada punto después de oírme ensayar de nuevo ayer.

YO
Espero que tu reunión matutina con la junta vaya bien.

Ya estoy en el aula lista para escucharlo.


143
No es hasta que el director Peterson sube al escenario cuando me doy
cuenta de que no estoy sola.
—Buenos días, Srta. Edwards. —Sonríe—. Veo que está muy emocionada
por lo de hoy.
—Mucho, señor.
—¿Te importa si me permito uno de estos? —Señala mi caja de donas.
—Para nada. —Lo empujo más cerca.
Saca el que compré para Liam, pero no lo menciono.
—Espero que consideres la posibilidad de visitarnos de vez en cuando
durante tus años universitarios —dice—. Eres el estudiante más brillante que he
tenido el placer de conocer. Castigos aparte, ya sabes.
Sonrío.
—Gracias por el cumplido, señor.
—No es un cumplido, es un hecho. Si necesitas alguna llamada de última
hora a admisiones o cartas de recomendación en las próximas semanas, dilo.
—Lo haré, señor.
Roba otro dona antes de sentarse, y mis compañeros empiezan a entrar en
la sala para prepararse.
Diez minutos antes de que empiece la clase, me doy cuenta de que Liam
todavía no ha llegado.

YO
Hola. ¿Estás bien? ¿Tanto dura la reunión de la junta?

El director Peterson se levanta y se acerca al escenario.


—Buenos días a todos —dice.
—Buenos días, director Peterson —decimos al unísono.
—Antes de empezar, quiero ser el primero en comunicarles que el profesor
Donovan ha presentado su carta de dimisión esta mañana. Es efectiva
inmediatamente.
¡¿QUÉ?!
Susurros y murmullos se arremolinan en la habitación y el corazón se me
sale del pecho. 144
Tiene que estar bromeando.
—Lamenta no haber podido estar aquí en persona para decírselo, pero era
un asunto urgente y profundamente personal. —Nos lanza una mirada
comprensiva—. Encontraré la forma de informarle sobre sus presentaciones, y
esperamos que vuelva algún día.
—¡Ahora! —Sonríe—. ¡Empecemos con el Día de la Tesis! Srta. Edwards, ya
que llegó temprano, ¿le gustaría ir primero?
—¿Dijo que era un asunto urgente y profundamente personal? —Las palabras
salen de mis labios.
—Sí. —Toca el micrófono—. Lo siento si alguien más no me ha oído con
claridad. No ofreció más detalles. Puede ocupar su lugar aquí arriba cuando esté
lista.
Atónita, me dirijo al escenario y me fuerzo a sonreír.
Completo mi presentación tal y como ensayé con Liam, excepto que esta vez
tengo que ignorar la dolorosa astilla que siento en el pecho.
—Con esto concluyo mi presentación —digo al final, y todos los asistentes
me ovacionan.
Tal y como predijo.

Llamo a Liam en cuanto termina la clase.


No hay respuesta.
Lo intento de nuevo.
No ha habido suerte.
Sabiendo que tiene que ser un error o el comienzo de una pesadilla, corro
hacia su casa y golpeo la puerta con la mano.
Se abre segundos después, revelando a la Srta. Shaw.
—Hola, Srta. Edwards. —Ella sonríe—. ¿Cómo está hoy?
—Confundida —digo—. El Sr. Donovan no pudo asistir a nuestras
presentaciones de tesis, y... nos preguntábamos si podríamos verlo aquí en su
lugar.
—Por supuesto, sólo estoy aquí para dar cuenta de todas las propiedades de
la academia. —Me hace un gesto para que la siga al interior—. He oído que su clase 145
ha sido bastante impresionante este año. Presumía de ello antes de irse.
—Entonces, ¿no está aquí?
—Oh, no. —Ella pone un par de tazas—. Se fue esta mañana, pero me
encantaría escuchar un resumen de su trabajo.
Veo una nota en el mostrador escrita a mano por Liam.

Al siguiente profesor:

La lista de recordatorios y “cosas de la casa que debes saber” está dentro del armario.

—Estabas en su grupo de tutoría, ¿verdad? —Ella saca la crema.


—Sí. —Se me hace un nudo en la garganta—. Yo estaba...
—¿Averiguó alguna vez cuál de ustedes, chicas encantadoras, le hizo ese
regalo?
—¿Qué regalo? —Miro hacia donde ha abandonado mi bola de nieve, y las
lágrimas que he estado conteniendo por fin se liberan.
—¿Señorita Edwards? —Me pone la mano en el hombro—. ¿Se encuentra
bien?
Salgo corriendo de casa sin contestarle y me dirijo a nuestra cafetería
favorita para ver si Liam está allí.
¿De verdad me dejó sin despedirse?

146
6
Genevieve

YO

¿Qué ha pasado entre este fin de semana y ayer?

¿Cómo es posible que te vayas sin decírmelo?

¿Hola? ¿¿¿¿HOLA????
147
¿Me vas a IGNORAR así, Liam?

¿Tengo que llamarle “SR. DONOVAN” y preguntarle por mi trabajo para obtener una
respuesta?
7
Genevieve

YO
Por favor, di algo.
Cualquier cosa...

Mensaje no entregado. El número con el que intentas contactar ya no está en servicio.


Por favor, compruebe el número e inténtelo de nuevo.

148
8
Genevieve

Me despierto a mitad de la noche, empapada en un sudor frío. Me doy la


vuelta y busco a Liam, con la esperanza de que las dos últimas semanas hayan sido
un sueño, pero no está.
Realmente me dejó.

149
9
Genevieve

Lo que queda del semestre de primavera transcurre en un borrón sombrío,


con actos y celebraciones de fin de curso que no me importa recordar.
El día de los honores, cuando el director Peterson me anuncia que soy la
mejor estudiante y me entrega una placa personalizada, rompo a llorar.
Sin Liam, no hay nadie con quien celebrar la noticia, nadie a quien llamar.
Paso cada momento libre buscando a cualquier hombre con el apellido
“Donovan”. Concentro mi búsqueda en Nueva York, Boston, Pittsburgh, y luego la
amplío desesperadamente a todas las ciudades que ha mencionado.
Sin embargo, ninguno de los hombres que encuentro me pertenece;
tampoco dan pistas que lleven a algún lugar prometedor. 150
En verano, mi corazón todavía se aferra a la esperanza de que Liam regrese
algún día, de que tiene una explicación perfecta para lo que ha sucedido. Me ha
convencido de que retomaremos nuestros bolígrafos donde lo dejamos y
escribiremos juntos el resto de nuestra historia.
Probablemente para este otoño.
Definitivamente se pondrá en contacto conmigo para entonces...

Cuatro años después


LECCIÓN #5

Si amas a alguien, déjalo ir. Si vuelve a ti, sabrás que es tuyo...

Si amas a alguien, ¿por qué ibas a dejarlo marchar?

El amor no es una prueba que deban superar.

Por otro lado, si te dejan, deja que se vayan y nunca olvides cómo te hicieron sentir.

Así, cuando vuelvan a aparecer, estarás preparado para cerrarles la puerta en las narices.

151
1
Genevieve

Cambridge, Massachusetts

Una vez oí a alguien decir: “La mejor cura para un corazón roto es la
distancia y el tiempo”. Que, de algún modo, cuanto más tiempo pases lejos de tu
amor perdido, más minutos lavarán los recuerdos, limpiando tu mente de todos los
días que pasaron juntos.
Pero después de todo este tiempo, Liam sigue visitándome en mis sueños.
Sus besos perduran en mis labios y mi corazón sigue destrozado en los mismos
lugares. No han aparecido segundos ni suturas para aliviar mi dolor.
Y sin embargo, hoy, estoy decidida a dejarlo ir por fin.
Al abrir mi teléfono, borro por fin nuestro hilo de mensajes y todas las fotos
que nos hicimos juntos.
152
Aunque me sé su número de memoria, lo borro y juro no volver a guardarlo.
Después de llorar a moco tendido por última vez en la ducha, me apresuro
a ir a la biblioteca a buscar al joven y atractivo fiscal del Estado que no para de
invitarme a tomar café.
En lugar de decirle, “No estoy preparada para volver a salir”, le pregunto
cuándo quiere pasar a recogerme para cenar.
2
Genevieve

—¡Genevieveeee! —Mi antigua compañera de piso, Lauren, grita en mi


cocina—. ¿Genevieve?
Me conoce desde hace casi dos años y aún pronuncia mi nombre como
“Jean-yay-Veev”. Sin embargo, mi apodo, Gen-Gen, le sale bien.
—¿Sí, Lauren? —vuelvo a llamar.
—La fiesta empieza en dos horas y dijiste que podíamos prejugar en el
coche. —Se precipita hacia mi puerta—. Dijiste que esta vez no ibas a inventar una
excusa de última hora.
—Yo no —le digo—. Sólo necesito tomar mi abrigo y estaré lista.
—¿Llevas eso puesto? —Parece consternada—. ¿Está tu verdadero atuendo
en tu bolso?
153
Miro mi reflejo en el espejo.
Mi jersey negro de cuello alto y mis vaqueros pitillo se combinan con unos
stilettos dorados brillantes y unos pendientes “In My New Era” a juego.
—No veo ningún problema. —Me encojo de hombros—. Dijiste que te
encantaba este conjunto cuando me lo puse hace dos semanas.
—Sí, en una reunión. —Se dirige a mi armario—. Las celebridades asistirán
a esta fiesta, así que tienes que lucir como si fueras de allí.
—Ninguno de ellos me confundirá por formar parte de su círculo íntimo,
Lauren.
—Probablemente no. —Rebusca entre mis perchas—. Pero como tu novio es
literalmente el fiscal del estado más atractivo del mundo y estará allí, deberías
estar muy sensual para él.
Cruzo los brazos.
—¿También estás revisando el atuendo de tu novio?
—Por suerte para mí, ya tiene un gusto increíble. —Saca un vestido ceñido
que hace semanas que quiero devolverle—. Póntelo y voy corriendo a mi casa a
buscarte los zapatos y las medias a juego. Ah, y no te olvides de ponerte nuestra
pulsera de la amistad. Gemelas.
Antes de que pueda protestar, sale corriendo por la puerta.
Suspiro y me cambio lentamente de ropa.
Agarro la pulsera de la amistad y recorro con el dedo la brillante cuenta
“para siempre”.
“Amigas” es una palabra bastante fuerte para describir lo que somos, ya
que estoy empezando a creer que sólo somos amigas por defecto. O tal vez es
mejor describirnos como “socias” que tienen algunas conversaciones decentes
aquí y allá.
Cada vez que intento hablar de algo serio, me mira fijamente y cambia de
tema. Sale con un nuevo novio, “Él es el elegido”, cada pocos meses, y cambia de
“amigos” como de ropa. Aunque llevamos casi dos años de conocernos, no estoy
segura de que vayamos a cumplir otro año.
—¡Oh, Dios mío! —chilla a su regreso—. ¡Te ves mucho mejor! Date prisa y
ponte esto para que podamos irnos.

154
3
Genevieve

Una hora más tarde

No quiero saber cuánto cuesta esta fiesta.


La azotea de The Fulton Blue está envuelta en blanco, con una brillante
decoración plateada que rinde homenaje a Manhattan, Nueva York.
Debido a la presencia de famosos, se prohíbe el uso de teléfonos móviles,
así que no puedo hacer fotos.
Mientras Lauren revolotea de invitado en invitado, ofreciendo un
espectáculo increíble a su jefe, yo bebo champán en “The Empire State Building”.
—¿Nena? —Mi novio, Brett Shaw, me hace levantar la vista—. Nena, ¿qué
estás haciendo? 155
—Bebiendo. —Levanto mi vaso.
—No me refiero a eso. —Sonríe, desarmándome con su encanto americano
de siempre. Lleva toda la noche recibiendo miradas de mujeres, y se ha convertido
en su misión personal señalarme y presentarme como “la mujer de la que me he
enamorado” cada vez que alguien se acerca demasiado.
—Eres demasiado atractiva para parecer triste —dice.
—No estoy triste. Sólo echo de menos mi móvil.
—Yo también. —Desliza una mano por mi cintura y baja la voz—. ¿Por qué
nunca antes te habías puesto este vestido conmigo?
—Es nuevo.
—Estoy deseando quitártelo más tarde.
—Si te dejo.
—Graciosa. —Me da un beso en la mejilla—. ¿Has visto a alguien de mi
oficina aquí?
—El fiscal del distrito está probando cerveza junto al puente Triborough.
—Me refería a alguien con quien realmente quiera hablar.
Me río.
—No, pero Seth mencionó...
—¡Ahí están los dos! —La voz de Lauren interrumpe nuestra conversación—
. Brett y Genevieve, este es mi primer novio serio, el que ambos dicen que no
existe. Liam Peterson, estos son mis...
El resto de sus palabras llegan en voz baja y todo mi mundo se sale de su
eje.
Dijo que se llamaba Liam Peterson, pero el hombre que yo veo es Liam
Donovan, y está delante de mí con la mano tendida hacia Brett, sus ojos fijos en los
míos. Sigue siendo tan impresionantemente hermoso como la última noche que lo
vi. La noche que pasó dentro de mí.
—Encantado de conocerte, Brett —dice.
—Encantado de conocerte también —responde Brett.
Me suelta y me ofrece la mano, que tomo lentamente.
—Genevieve —dice, y mi cuerpo despierta a su leve contacto.
Nuestros recuerdos empiezan a inundar mi cerebro y no puedo pronunciar
ni una sola palabra.
156
Esto no puede estar pasando.
—¡Él solía enseñar en Exeter, Genevieve! —exclama Lauren—. ¡Creo que
estuviste allí más o menos en la misma época que él! Qué pequeño es el mundo,
¿eh?
—Demasiado pequeño —balbuceo, soltando su mano.
—No te olvides de tomar un vaso de discoteca para la caída de la bola —
dice—. Cuestan seiscientos dólares cada uno y puedes venderlo en eBay. —Nos
guiña un ojo antes de apartar a Liam y presentárselo a otra persona.
—No sabía que habías ido a Exeter, cariño. —Brett me acerca—. ¿Por qué
no lo sabía?
Es una parte de mi vida que he intentado olvidar.
—Estoy bastante segura de que te lo mencioné de pasada antes.
—Probablemente. —Me besa la frente—. ¿Qué más me estás ocultando?
No querrás saberlo.

A medianoche, una orquesta de cien músicos da una serenata a la multitud


con “Auld Lang Syne” y todo el mundo se queda mirando la brillante bola que hay
sobre ella. A lo lejos, una bola más grande cuelga para la gente de la calle.
Pero no puedo concentrarme en ello.
Estoy mirando a Liam, y él me está mirando a mí.
¿Dónde has estado? ¿Por qué estás aquí?
—¡Diez! Nueve... —Los vítores no nos hacen apartar la mirada a ninguno de
los dos—. ¡Ocho! Siete...
Brett me inclina la cabeza hacia arriba con la punta de los dedos.
Cuando la cuenta regresiva llega a uno, me besa los labios y, por primera
vez desde que estamos juntos, no tengo ningún deseo de devolverle el beso.
En cambio, me río mientras me alejo, señalando los fuegos artificiales que
deslumbran el cielo, odiando que este nuevo año ya me haya traído un viejo dolor.

157
4
Genevieve

Confeti de purpurina y fragmentos de cristal cubren el suelo. La fiesta ha


terminado hace rato, y mi promesa de ayudar a Lauren a limpiar no podría haber
llegado en un momento peor.
Contengo las lágrimas mientras lleno una bolsa de basura con vasos.
Lauren está saliendo con Liam... Liam es su ”primer novio serio”.
—Hola. —Liam se pone delante de mí.
Yo no digo nada.
No puedo.
El viento pasa silbando, arrastrando un puñado de confeti.
—Me alegro de volver a verte, Genevieve —dice.
158
—Lástima que yo no pueda decir lo mismo.
—¿Así que sigues siendo tan inmadura como recordaba? —Intenta contar un
chiste.
No lo recompenso con risas.
—De acuerdo. —Deja escapar un suspiro—. Adiós.
¿Adiós?
—Entonces, ¿esa palabra está en tu vocabulario?
—¿Perdón? —Se da la vuelta.
—No he tartamudeado, joder —digo—. Hace años que no sabía nada de ti,
y me convencí de que te había pasado algo trágico y que eras demasiado gallina
o cobarde para dejarme ir, pero parece que me equivoqué y eres capaz de decir
la palabra “adiós”.
—También dije que era agradable verte de nuevo. ¿Qué más quieres?
—Una explicación de por qué me abandonaste sin avisar es un buen punto
de partida.
—Si alguien le debe una explicación a alguien, señorita Edwards —dice, la
mirada de sus ojos es fría y desapegada—. Es usted.
—¿Así que también has perdido la cabeza estos últimos cuatro años?
Sacude la cabeza y da un paso atrás.
—Adiós.

159
5
Liam

El aire brumoso de la mañana de Boston se cuela por las ventanillas abiertas


de mi coche.
—¿Estás bien? —Lauren me mira—. No has hablado mucho desde que
salimos de la fiesta.
—Ha sido un día largo.
—Si el primer día del nuevo año es malo, eso no augura nada bueno para el
resto.
Sonrío al llegar a un semáforo en rojo.
—Hiciste un gran trabajo capturando Nueva York con tu fiesta.
—¿Lo prometes? 160
—Cien por ciento.
—Bueno, no pude haber hecho un gran trabajo, ya que tu beso de Año
Nuevo no vino con la mención de que querías que fuéramos exclusivos.
—Me metí en esa, ¿no?
Ella asiente.
—Soy un buen partido, Liam. Como, el premio mayor. No quiero ser
insistente, pero han pasado meses.
Quiero decirle que es la única persona a la que he tomado en serio desde
mi última novia, pero viendo que esa persona es actualmente la “amiga más íntima
[que] ha hecho nunca” no creo que sea apropiado.
¿Por qué demonios la ha estado llamando Jean-yay-Veev? ¿Por qué no me di
cuenta antes?
—¿Liam? —Me toma la mano—. ¿Tengo que explicarte lo que quiero decir
con 'premio'? Sé que a veces tiendes a ser literal con las definiciones.
—Eres una millonaria hecha a sí misma y la organizadora de bodas más
solicitada de este lado del país —repito las palabras que se dice a sí misma en el
espejo a diario—. Eres... esa zorra.
—Exacto. —Ella asiente—. Y te he elegido a ti, un tipo que además es
multimillonario y está logrando cosas a su manera. Estamos a un paso de ser la
pareja de poder definitiva, y necesito saber cuál es tu trato.
—Hace tiempo que no siento nada por alguien —le digo—. Todavía está
fresco.
—Vale. Seguiré comprándomelo un poco más. —Me frota la mano en el
hombro—. ¿Te importa si hago unas llamadas?
—Por supuesto que no.
Me besa la mejilla y saca su teléfono.
—¿Jerry? Aquí Lauren. ¿Puedes darme la logística de las cabinas VIP de esta
noche?
Me meto en la autopista mientras ella habla, intentando por todos los medios
no pensar en Genevieve, pero es inútil.
Ahora estaba aprendiendo a vivir sin sus recuerdos infiltrados en mi
organismo. Recién ahora despertaba y me perdonaba por haberla dejado atrás.
Pero con una sola mirada suya, todo volvió a inundarme. Los recuerdos tiran
bajo sus olas y amenazan con ahogarme. 161
Sigue siendo la mujer más despampanante que he visto nunca, y ser testigo
de su sonrisa -aunque sólo fuera por unos segundos- me hizo arrepentirme de
haber renunciado a verla.
Por otra parte, ella me hizo renunciar a ello...
6
Genevieve

Dos días después

LAUREN

¿Qué te pareció la fiesta? ¡¿Y mi novio?!


¿Todavía vamos a almorzar hoy?

Miro fijamente al techo, contando las grietas como si estuviera a segundos


de ser castigada por el Director Peterson. Esa es la única razón lógica por la que 162
he experimentado un tipo de visión en el que percibí eventos futuros de mi vida.
Es imposible que Liam volviera a mi vida del brazo de otra persona, sin una
explicación, sin una disculpa del tipo “no puedo creer que al menos no me
despidiera”.
Eso es todo. Todo esto es un mal sueño.
De repente, las persianas de mi habitación se abren, revelando una vista
mañanera del puerto de Boston. En mi teléfono suena la canción que compartimos
Brett y yo, “A New Day” y, como me han acostumbrado a hacer en los últimos seis
meses, hago una cuenta regresiva silenciosa desde diez.
Justo a tiempo, suena el timbre y salgo de la cama para abrir la puerta
principal.
—Su ramo del día, Srta. Edwards. —La florista me tiende un bloc para que
lo firme—. Hoy tendrá las caléndulas de siempre, pero hemos añadido lirios y
narcisos.
—Muchas gracias, Megan.
—Siempre es un placer.
Las llevo a la cocina, mojo los tallos y las coloco con cuidado en el jarrón con
las rosas blancas de ayer.
—Todo es un sueño —digo en voz baja—. A Liam Donovan se lo ha llevado
el viento y estoy saliendo con el chico más bueno de Boston.
Vuelve a sonar el timbre, pero la puerta se abre antes de que pueda
contestar.
—Hey, cariño. —Brett me sonríe—. ¿Por qué sigues en pijama?
—Supongo que tengo un poco de resaca de Año Nuevo.
—¿Días después? —Me atrae hacia sus brazos—. Las resacas no funcionan
así.
—Bueno, tal vez sólo estoy cansada.
—Tomar todas esas clases intensivas antes de la facultad de Derecho te hará
eso —dice—. Vas a ser una abogada increíble cuando termines.
Sonrío, algo agradecida de que los años me hayan demostrado que, con la
excepción de convertirme en autora, no se gana dinero escribiendo. No me
apasiona lo más mínimo el sistema judicial, pero disfruto leyendo casos y
argumentando teorías, y con eso me basta.
—Esta noche tenemos una cena con el director general de L.L. Bean, pero
tenemos que ir con los pies en la tierra, así que ponte vaqueros.
—Tomo nota.
163
—Ya que he confirmado que sigues viva, ¿puedo decirle a Lauren que hoy
la acompañas a almorzar, para que deje de llamarme?
Joder.
—Claro.
—Creo que este nuevo Liam podría ser 'el elegido' para ella —dice—. Ella
tiene una vibra totalmente diferente desde que empezó a salir con él. Te debo
cincuenta dólares desde que él realmente existe.
Así que no es un mal sueño.
Respiro hondo y abro las puertas dobles de Happily Ever Afters & Weddings
una hora más tarde.
Como siempre, la mesa de la sala de exposiciones está preparada con
mimosas y waffles especiales, cortesía de un chef que se muere por entrar en la
lista de recomendaciones de Lauren.
Tomo asiento y muerdo un trozo de tocino, debatiendo cómo pienso poner
fin a nuestra amistad. No soporto oír que otra persona habla de Liam, y no puedo
fingir que me parecerá bien.
—No tengo ni idea de por qué una novia querría un carruaje para su boda.
—Lauren se sienta frente a mí—. Sólo el olor de su mierda debería ser suficiente
para disuadirla.
—¿Alguno de tus clientes sabe lo cínica que eres en realidad?
—Me encanta el amor. —Sonríe—. Sólo odio las bodas.
—Gracias por recordarme por qué no planearás la mía.
—Brett ya dijo que me dejaría manejarlo cuando se declare.
—¿Qué?
—Actúa como si no lo hubieras oído. —Toma una fresa—. Está mirando
anillos este mes. Asegúrate de llevar rímel transparente todos los días por si pasa
cuando menos te lo esperes.
—Bien. Necesito hablarte de algo muy importante.
—Vale, te escucho.
—Es sobre tu novio, Liam.
164
—Ahora sí que te escucho. —Se inclina hacia delante—. Nunca me enviaste
una opinión sobre él como prometiste. No me ofenderé si crees que exageré su
atractivo.
—No, definitivamente no. Creo que es un tipo muy atractivo.
—Gracias. También es muy inteligente. A veces me siento tonta durante
nuestras conversaciones.
—¿Qué quieres decir?
—Le encantan los libros y todo lo relacionado con la literatura. —Deja
escapar un suspiro—. Odiaba el inglés con cada fibra de mi ser en la escuela, y
todavía no se lo he dicho. En el lado positivo, estoy organizando un evento de
poesía oral en mi local Bridal Bar para algunos clientes este fin de semana, así que
estoy tratando de encontrarme con él en el medio.
—Bien. Bueno, mira —digo—. Sobre Liam. Él estaba...
—¡Deberíamos tener una cita doble!
¡¿QUÉ?!
—No. —Sacudo la cabeza—. Por supuesto que no. No creo que sea una
buena idea.
—¿Por qué no? —Se levanta de un salto y se acerca a su calendario de
pared—. Dijiste que a Brett le gusta la poesía, y ése es sin duda el carril de Liam,
así que será perfecto.
—Es un poco pronto para citas dobles.
—Ustedes tres pueden decirme si alguno de los poetas merece entrar en mi
lista de recomendaciones... —No me está escuchando en absoluto—. Y aunque me
aburra como una ostra, estoy dispuesta a aguantar hasta el final porque a todos los
demás probablemente les encantará.
—Lauren...
—Le mandaré un mensaje a Brett. —Me quita la excusa que tenía
pendiente—. Estará encantado, ¡así que reserva la fecha! Es en dos semanas.
—Lauren, por favor.
—No hace falta que preguntes. —Se acerca y me toma de la mano—. ¡Por
supuesto, te ayudaré a elegir algo impresionante y sensual para este evento,
también!

165
7
Liam

Cambridge, Massachusetts

Cuanto más tiempo paso en esta ciudad, más siento que estoy cometiendo
un error. El club que inicialmente trajo a Genevieve a mi vida es ahora una
franquicia, y no puedo escapar de sus señales.
Veo anuncios de Amtrak allá donde voy, y juro que nunca había visto tantos.
Para empeorar las cosas, acepté dar clases temporalmente en Harvard, todo como
otro favor que le debo a un viejo amigo.
Al menos es sólo por un semestre.
—Me siento afortunado de tener a alguien como usted enseñando en nuestra
universidad. —El decano de inglés de Harvard me estrecha la mano—. Su historial
académico y su amplia experiencia son muy bienvenidos.
166
—Gracias, señor. Es un honor estar aquí.
—Deme unos segundos para tomar un cartel de la facultad para su despacho
—dice—. Enseguida vuelvo.
—Tómese su tiempo. —Me apoyo en el mostrador.
Veo la foto de la promoción actual en la pared y veo a Genevieve en la parte
inferior derecha como alumna destacada.
Por supuesto. Leo su cita y sus planes a futuro.
¿Facultad de Derecho?
Debe de ser un error de imprenta, pero no me importa lo suficiente como
para investigarlo. Cuando vuelve el decano, me entrega un folleto.
—Espero que pedirle que supervise las admisiones para el Diario de
Redacción no sea mucho.
—No, no lo es. Lo estoy deseando.
—Aquí está el adelanto. —Me entrega un montón de papeles antes de que
la secretaria lo llame.
Leo la primera línea y suspiro.
Reconocería la escritura de Genevieve en cualquier parte.

Conduzco por las afueras de la ciudad hasta que el sol cae por el cielo,
intentando despejar la mente antes de volver a casa.
Una estela de pétalos de rosa me saluda al abrir la puerta y el aroma de la
vainilla me golpea en la cara.
Confundido, camino por el pasillo y veo a Lauren sentada en el borde de mi
cama, sosteniendo una vela en forma de corazón.
—Hola, Sexy —dice.
—Hola. —No recuerdo haberle dado una llave—. Si eres tú dándome un
recordatorio anticipado sobre San Valentín, no borré las cuatro alertas que hiciste
en mi teléfono.
—No es eso. —Se levanta—. Tuve una epifanía hoy cuando una de las novias
me dijo que su futuro novio se cayó de un crucero.
—¿Murió? 167
—Por supuesto que murió. —Ella resopla—. El barco navegaba por lo más
profundo del océano Atlántico, pero ésa no es la lección que saqué de esta
tragedia.
Cruzo los brazos.
—Después de ser una buena persona y devolverle el ochenta por ciento de
su depósito, cosa que ella agradeció totalmente, me di cuenta de que la vida es
demasiado corta.
—Todavía estoy procesando el hecho de que el tipo murió.
—Centrémonos en los vivos, Liam. —Se pone en pie—. Después de la fiesta
de Año Nuevo, fui un poco insistente en el coche.
Al menos se está volviendo algo consciente de sí misma.
—Pero como el tiempo apremia, quizá no fui lo bastante insistente.
Retiro lo dicho.
—Yo también he sido herida y eso me impidió acercarme a alguien. —Me
da la vela—. Te prometo que no te haré eso, y sé que eres el elegido.
—Lauren... —Contengo un suspiro.
—Esperaré el tiempo que haga falta, y sólo quiero que veas lo bien que lo
hemos pasado el resto de la noche. —Ella golpea las luces y me doy cuenta de lo
que le ha hecho a mis paredes.
Entre corazones rosas y amarillos hay hileras de fotografías. Además de las
reales, hay fotos editadas de nosotros de vacaciones en una isla, pasando el rato
en Aspen y bailando en un salón de baile.
Empieza a hablar de nuevo, resaltando lo mucho que le gusto, pero no
puedo concentrarme en sus palabras.
Aparte de sus ocasionales momentos de locura y su tendencia a convertir
cualquier conversación seria en un chiste, en realidad disfruto de su compañía y
de su extraño sentido del humor.
Pero en el fondo sé que no es para mí.
—Disfruta de nosotros —dice, besando de repente mis labios—. Te veré
este fin de semana.
—De acuerdo —digo, intentando convencerme a mí mismo más que a ella—
. Lo intentaré.

168
8
Genevieve

Dos semanas después

El invierno de Boston se empeña en demostrarme que llevar un vestido corto


de volantes morados con medias transparentes y tacones de aguja es una mala
idea.
La nieve cae con tanta fuerza que apenas puedo ver medio metro delante de
mí cuando hago fila delante de Lauren's Bridal Bar.
Saco mi carné, se lo enseño al portero y me hace pasar.
Las mesas están decoradas con centros de mesa nupciales y velas
parpadeantes. Su cera perfumada se funde suavemente en agua espumosa.
Doy vueltas por la habitación en busca de Lauren y Brett, pero no están, así 169
que me desplazo hasta el nombre de Brett.
—Cariño, no te enfades conmigo —contesta al primer timbrazo.
—¿Qué pasa?
—Estoy atrapado en el tráfico, así que voy a llegar tarde.
—No te preocupes. Acabo de llegar.
—Vale, bien. Nos vemos en una hora.

LAUREN
Te veo. Estoy hablando con un cliente en la puerta. ¡Estaré contigo pronto!
—Deslizo mi polla contra su himen, pero es duro como un diamante. —
Chasquea los dedos—. Ella se siente caliente, húmeda y apretada. Las sensaciones
son difíciles de combatir...
—Mientras me duele el corazón —el público recita la letra con él como si
fuera una estrella de rock—, el condón se rompe...
Inclino la cabeza hacia un lado.
Sus palabras siguen siendo terribles, pero golpean ligeramente diferente
ahora que soy mayor.
—Cuando la goma se estiró —sigue tan seguro como siempre—. Mi polla
comprimida...
Cuando termina, me pongo de pie con el público para una fuerte ovación.
—Este poema sigue siendo jodidamente horrible —dice una voz familiar
desde atrás.
Me doy la vuelta para ver a Liam, pero no me habla. Lauren está a su lado,
sonriendo.
—Entonces, ¿no lo añades a mi lista de poetas aprobados? —pregunta.
—No. —Liam sacude la cabeza y ella le planta un beso en los labios, pero él
no aparta los ojos de los míos.
—Enséñale mi bar y consíguenos una buena mesa en el nivel VIP,
Genevieve —dice Lauren—. Yo haré guardia por Brett.
—Estoy bien, de verdad.
—Vete. —Sonríe con los dientes apretados y se inclina para susurrarme al
170
oído—. Necesito el tiempo extra para llamar a algunos clientes. Estoy en modo
pánico, y estoy tratando de que nadie más lo vea.
—Entendido. —Le devuelvo la sonrisa forzada y le hago un gesto a Liam para
que me siga.
—Aquí es donde las novias lucirán sus trajes de recepción —digo—. Tienen
este tipo de luz que las hace brillar en la oscuridad.
—¿Por qué crees que te debo una disculpa, Genevieve?
Dejo de caminar y casi me vuelvo loca al oírlo hacerme esa pregunta, pero
consigo mantener la compostura.
Decido ignorarlo.
—Por aquí es donde se supone que los novios eligen sus magdalenas. —Lo
ignoro y sigo caminando—. No sé por qué se hace esto, porque todo el mundo
sabe que a los novios no les importan los detalles como a las novias.
—No me hagas preguntártelo otra vez, Genevieve.
—Estos vestidos los trajo un diseñador de Francia —digo agitando la mano
delante de una vitrina—. Esta es una de las grandes razones por las que Lauren es
la mejor en lo que hace.
—Voy a buscarnos una mesa —dice—. No quiero un tour...
Se aleja sin decir una palabra más, y necesito todo lo que hay en mí para no
abandonar este lugar e irme a casa.

171
9
Genevieve

—Entonces, ¿dónde se conocieron Liam y tú? —Brett le pregunta a Lauren


durante un intermedio.
—Lo vi en un vuelo de vuelta de California. Me dijo que volvía a Boston y le
dije que me llamara cuando volviera. No esperaba que se pusiera en contacto
conmigo, pero cuatro cenas después y bueno, todo fue a más.
—¿Cómo se conocieron? —Liam le devuelve el favor.
—Es una historia corta. —Brett se me adelanta en la respuesta—. Estaba
dando un discurso en Harvard y, a mitad del mismo, llegó la mujer más guapa que
había visto en mi vida y se sentó en primera fila. Me quedé paralizado a mitad de
la frase y me quedé mirándola tanto tiempo que alguien me tocó el hombro y me
preguntó si estaba bien. 172
Liam levanta por fin la vista y me mira fijamente.
—Después de una sesión de preguntas y respuestas, le pedí salir y me
rechazó. —Brett sonríe—. Así que pregunté por ella y me presenté en el campus
todos los viernes durante meses y seguí pidiéndole salir. Y un día, de la nada, se
presentó a otro discurso y por fin dijo que sí.
—Son inseparables desde entonces —dice Lauren—. Hacen todo juntos, y
probablemente serán la pareja de poder de abogados más despiadada cuando
ella termine la carrera de Derecho.
—Hmmm. —Liam sigue mirándome—. Usted no me parece del tipo
despiadado, señorita Edwards.
—¿Cómo sabes su apellido? —Brett inclina la cabeza hacia un lado—. Oh,
espera. Exeter.
—Puedo ser despiadada —digo—. No tienes ni idea.
—Sólo digo que me pareces más del tipo empático, “debería ser
escritora”...
—Creo que conozco a mi chica mejor que tú. —Brett envuelve un brazo
alrededor de mi hombro—. Ella nació para ser abogada, como yo. Igual que tú
probablemente naciste para estar en un aula todo el día y cobrar un sueldo básico.
—Dirigí un fondo de cobertura en Wall Street que hizo más dinero del que
jamás soñarás, Brett.
—Tengo contactos con gente más poderosa de la que conocerás en tu vida
real, Liam.
—Lo dudo.
—Te lo aseguro.
Silencio.
Lauren parece completamente ajena a esta pelea. Está demasiado ocupada
probando mini magdalenas.
—Vale... —Tomo un vaso y lo alzo—. Brindemos porque disfrutemos de
nuestras carreras este año.
—Así que, incluso con todas tus conexiones, sigues teniendo un tope salarial
y tu principal trabajo es ganar casos. —Liam fulmina a Brett con la mirada.
—No sólo gano casos, Liam —se niega a retractarse Brett—. Los desmantelo
y hago que se arrepientan de haber ido contra mí.
Liam arquea una ceja y yo bebo mi vino sola.
—Como mi último caso —dice—. Un tipo y su familia contrataron a un sicario
173
para matar a su cuñada. Yo lo sabía, él lo sabía y su abogado lo sabía, pero todas
las pruebas eran circunstanciales.
Finjo una sonrisa mientras habla. Aún recuerdo todas las noches que me tuvo
despierta hasta el amanecer desahogándose sobre ello. Cómo leía y releía los
periódicos preguntándose si era “demasiado joven” para ocuparse de un caso así.
—Le ofrecí al tipo una condena de doce años de cárcel a cambio de delatar
a sus familiares, pero me rechazó. Fuimos a juicio y acabaron condenándolo a
cadena perpetua.
—¿Tiene algún sentido esta historia, Brett? —Liam pregunta—. Suena como
el típico trabajo legal.
—Después del juicio, intervine en secreto el teléfono de su madre y
descubrí que ella y algunos otros miembros de la familia estaban defraudando sus
impuestos e inculpando a los bancos. Así que presenté una denuncia anónima a los
federales y ellos se hicieron cargo a partir de ahí. —Sonríe—. Ahora, toda la familia
pasará los próximos treinta años en prisiones separadas, y nunca volverán a
hablarse. Todo porque se atrevieron a desafiarme.
—No me lo habías dicho, Brett. —Lo miro—. ¿Por qué encerrarías a la madre
del tipo?
—Se encerró sola.
—Tiene como setenta y seis años... —Trago saliva.
—No me importa la edad que tenga. —Se encoge de hombros—. Estará bien
cuidada entre las rejas, donde debe estar.
Los aplausos llenan de repente la sala, salvándonos de un silencio
incómodo.
—Discúlpenme un momento —dice Liam, poniéndose de pie—. Tengo que
comprobar una cosa.
Lo veo abrirse paso entre la multitud.
No vuelve en mucho tiempo.
Después de escuchar siete poemas con Brett y Lauren, saco mi teléfono.
—Tengo que llamar a un compañero para la reunión de mañana —invento
una excusa, pero ninguno de los dos se da cuenta.
Me dirijo a los baños y empujo la puerta del lado de los hombres.
—Este es el baño de hombres —dice, viéndome a través del espejo—.
Seguro que sabes la diferencia después de todos estos años.
—Eres un idiota —siseo—. Me arrepiento de haberte hablado, besado, 174
follado, y te juro...
—Cuidado con lo que dices.
—Eso es, ¿no? —le digo—. Conseguiste un coño menor de edad y decidiste
ir a otra escuela a follarte a otra jovencita.
—Te lo advierto, Genevieve... —Aprieta la mandíbula—. Cuida tu boca.
—Al contrario de lo que piensas, me debes una explicación y me gustaría
tenerla ahora para poder irme con un cierre.
—¿Cierre? —se burla de mí.
—Sí, cierre. Empieza a hablar.
—Vuelve con tu novio, Genevieve.
Me mantengo firme, negándome.
—¿Te acuestas con él? —me pregunta, tomándome desprevenida.
—No. —Pongo los ojos en blanco—. No, no me acuesto con mi novio. Voy
por el quinto año esperando que vuelvas después de abandonarme sin darme una
razón.
—Eso no es lo que pasó.
—Eso es exactamente lo que pasó, joder. —Mi voz se quiebra.
—Parece mayor, ¿aún tienes problemas con papá?
—Vete a la mierda.
—¿Cuántos años tiene?
—No es mucho mayor que tú —siseo—. Y no me hizo pasar por dificultades
para estar con él.
—Yo era el que pasaba por dificultades, Genevieve. —Sus ojos se
oscurecen—. ¿Cuántos años tiene?
—Tiene cuarenta años. ¿Contento?
—No está mal —dice—. Sin embargo, suena como si estuviera tratando de
dirigir tu vida.
—¿Cuál es tu punto, Liam?
—Uno, no estás hecha para ser abogada —dice—. Se supone que eres
escritora y cuatro años no cambian eso. Dos, puedes hacerlo mejor que él.
—Vale, me voy antes de la tres. —Sacudo la cabeza—. Gracias.
Me bloquea.
—¿Sabe que probablemente piensas en mí cada vez que está dentro de ti? 175
—No pienso en ti para nada —le digo—. Te dejé ir hace mucho tiempo.
—Entonces sigue adelante y aléjate de mí.
Silencio.
Antes de que pueda decir una palabra, estampa su boca sobre la mía y me
estrecha contra su pecho. La sensación de sus labios sobre los míos me transporta
a un lugar que ningún otro hombre ha borrado jamás, un lugar que es nuestro para
siempre, que sigue suplicando y esperando a que lo recuperemos y terminemos
lo que dejamos sin hacer.
Pero mientras me besa más profundamente, se me saltan las lágrimas
porque no puedo olvidar cómo me dejó.
Primero se separa de mí.
—Esto es un error.
—Estoy de acuerdo —le respondo—. Estoy con Brett y estoy segura de que
nunca me dejará como tú lo hiciste.
—Él tampoco te querrá nunca como yo te quise.
Me deja de nuevo y me quedo en el baño mirando mi reflejo.
Cuando vuelvo a la mesa, pongo una sonrisa falsa mientras escuchamos a
los otros poetas. Concentro mi atención en Lauren, pero cuando la camarera viene
a recoger nuestras identificaciones para otra ronda, localizo la dirección de Liam
y la guardo en mi teléfono.

176
10
Liam

Esa misma noche

—¿Qué demonios te ha hecho? —Lauren me pone una taza de té humeante


delante.
—¿Eh? —Me doy cuenta de que lleva un picardías rojo de encaje—. ¿De qué
estás hablando?
—La mujer que te hizo daño —dice—. Nunca has dicho nada sobre tu ex
mujer. ¿Tienes miedo de que pueda conocerla?
Dejo el bolígrafo y sonrío.
—No hagas eso —me dice—. Tu sonrisa me desarma, y esto es serio.
—¿Entonces por qué llevas lencería? 177
—Porque estoy esperando que me digas que este intenso proyecto está casi
terminado y me folles.
—No está hecho.
—Si no lo terminas antes de fin de mes, ¿sería realmente tan terrible? —Se
sienta en mi regazo y me pasa los dedos por el cabello.
—Supongo que no —digo—. Simplemente no me pagarán. Entonces
perderé mi sueldo de siete cifras y tendré que vivir en la calle.
—Puedes mudarte a mi estudio, si se pone tan mal. —Se encoge de
hombros—. Es más grande de lo que parece.
—Agradezco tu oferta, pero si me hiciera dependiente de ti, dejaría de ser
tu tipo, ¿verdad?
—Sí. —Ella asiente—. Serías un vago. —Me acaricia el pecho y me da un
beso en el cuello.
—Supongo que puedo aguantar más. —Se baja de mi regazo y se pone una
sudadera—. ¿Quieres algo del carrito de café de abajo?
—Un bagel estaría bien.
—¿Puedes ponerle mantequilla de trufa al mío?
—Por supuesto.
—¡Perfecto! —Se pone los leggings y sale de la habitación.
Llama a la puerta cinco minutos después.
—¡Ya voy!
No es ella.
Es Genevieve.
—Olvidaste algo. —Ella sostiene mi identificación.
Intento agarrarla, pero ella la mueve detrás de su espalda.
—No merecía que me dejaran así.
—No, merecías ser apedreada —gruño—. Casi me arruinas.
—¿De qué demonios estás hablando?
—Casi le cuestas a mi abuelo su legado. —Me fulmina con la mirada—.
También podrías haberme costado mi trabajo. Logré renunciar antes de que todo
se fuera al diablo, pero realmente me jodiste.
—Liam... —Parece realmente confundida—. No lo entiendo.
—Me mentiste la primera noche que nos conocimos. 178
—¿Ahora te das cuenta de que mi verdadero nombre nunca fue 'Rebecca'?
¿En serio?
—Eres demasiado lista para hacerte la tonta.
—Sea lo que sea, ¿por qué no me lo dijiste antes? Podría haber...
—¿Acelerado el tiempo? —La fulmino con la mirada—. Porque era la única
manera de que hubiera estado parcialmente bien.
—Liam... —Se le quiebra la voz—. Por favor, dímelo de una vez. Por favor.
—¿Todavía te gusta la palabra 'elegir'? —pregunto—. Porque sigo
intentando elegir alejarme de ti y no volver a hablarte. Tú pareces haberlo
superado, así que déjame hacer lo mismo.
—¿Gen? —Lauren sale del ascensor por el pasillo—. ¿Qué estás haciendo
aquí?
Genevieve se limpia los ojos.
—Brett estaba recuperando su identificación en el club y nos dimos cuenta
de que Liam había dejado la suya.
—¡Oh! Bueno, gracias por traerle esto —dice—. Aunque podría haberlo
recogido mañana.
—Tengo sesiones intensivas de estudio todo el fin de semana.
—Oh, claro —dice ella—. Bueno, ¿quieres unirte a nosotros para tomar una
copa antes de ir a casa?
—Ella no puede… Yo no puedo —decimos al unísono.
—Bien, entonces... —Se ríe—. Bueno, déjame acompañarte al garaje
entonces.
—Genevieve también me estaba contando una historia divertida sobre un
chico con el que salió en Exeter, un chico que ambos conocemos —digo—. Se
escapó del campus para quedar con él y mintió sobre su edad.
—Un cuento tan viejo como el tiempo. —Lauren se ríe.
—Sí, pero en esta historia, ella seguía mintiéndole al tipo. —Miro fijamente
a Genevieve—. Primero dijo que tenía veintiuno, y luego, cuando el tipo se dio
cuenta de que mentía, confesó que tenía dieciocho.
—De acuerdo. —Lauren se encoge de hombros—. ¿Cuál es el problema?
—Resulta que también mentía sobre eso —digo, mirando fijamente a
Genevieve—. Sólo tenía dieciséis años cuando se conocieron.
A Genevieve se le escapa todo el color de la cara y veo cuando por fin se da
cuenta. 179
Ahora ya sabes...
-1
Liam

Exeter, New Hampshire

La noche antes de irme

ABUELO PETERSON
Encuéntrame en mi oficina hijo. Ahora.

Saludo a la secretaria al entrar en el edificio administrativo y llamo a la


puerta de mi abuelo.
—Siento llegar tarde —le digo—. No había visto tu mensaje hasta ahora. Mi
180
grupo de alumnos se retrasó un poco con las preguntas de última hora del Día de
la Tesis.
—Siéntate —dice con voz firme.
—Estoy bien de pie.
—Siéntate de una puta vez Liam Donovan Peterson. —Cierra la puerta de un
portazo—. Ahora.
Obedezco, confundido por lo que está pasando.
Cierra las persianas y corre todas las cortinas.
—Apaga el teléfono —dice.
Obedezco y lo veo caminar hacia su armario de licores escondido.
Saca una botella de whisky y sirve dos vasos.
Le tiendo la mano para que me dé uno, pero él me da los dos seguidos.
—Juraría que tu médico te dijo que no bebieras más de una vez a la semana
—le digo—. ¿Tengo que llamarlo?
—Me están extorsionando, Liam. —Suena como si estuviera al borde de las
lágrimas.
—¿Qué? —Me incorporo—. ¿Quién?
—Alguien que más vale que me esté mintiendo.
—¿Se trata de mis padres? ¿De alguno de sus compañeros?
—No, eso es algo de lo que puedo encargarme yo solo. —Toma una carpeta
y me la tiende—. ¿Pero esto? Estoy en aguas desconocidas.
Abro la carpeta y suspiro de inmediato.
Está llena de fotos mías y de Genevieve en Nueva York. Yo besándola fuera
de nuestro hotel, nosotros tomados de la mano fuera de un espectáculo de
Broadway. Ella mirándome a los ojos mientras discutimos sobre un libro en una
cafetería.
—Por favor, dime que son imágenes editadas y que puedo demandar a este
idiota por amenazarme con extorsionarme.
Hojeo más fotos. Ella sentada en mi regazo en el tren Amtrak, nosotros
siendo imprudentes y besándonos en los arbustos a altas horas de la noche.
—Permíteme que te lo repita, Liam —me dice, mirándome fijamente—.
Dime que están editadas. Preferiblemente entre ahora y ahora mismo.
—No están editadas.
Deja su vaso.
181
—Ya veo.
—Son reales. —No le doy la oportunidad de preguntar si estoy seguro—.
Todas y cada una.
El silencio sofoca la habitación, y sus ojos se vuelven más fríos con cada
segundo que pasa.
—En ese caso —dice—. Sólo tengo una pregunta para ti.
—Te escucho.
—¿Te has vuelto loco?
—No es lo que piensas.
—De acuerdo. —Se cruza de brazos—. ¿En qué estoy pensando
exactamente?
En realidad no lo sé, así que simplemente suspiro.
—Exacto. —Él asiente—. Déjame decirte lo que estoy pensando. Te acuestas
con una estudiante de secundaria, y ahora hay alguien que busca sangre,
exigiendo que pague cien mil dólares para mantener esto en secreto. Está claro
que tengo que pagarlo porque me quedan dos años más de contrato, y quiero
entrar en el paraíso de la jubilación sin un solo escándalo.
—No sé cómo ha ocurrido esto —continúa—, o si se trata de que estás
curando algún tipo de trauma de divorcio, pero dimitirás lo antes posible y, cuando
me jubile, consideraré la posibilidad de perdonarte por haber estado a punto de
costarme mi legado.
—Estás siendo dramático.
—Creo que estoy siendo bastante tranquilo, porque si no estás fuera de aquí
en una semana, me veré obligado a entregarte por estupro.
—¿Violación?
—Sí, estupro. —Su voz se quiebra—. No dejaré que me jodas esto, Liam. He
trabajado demasiado y esto significa mucho para mí. Tú lo sabes.
—Sé que sólo tiene dieciocho años, pero...
—¿Qué?
—Sé que sólo tiene dieciocho años —lo digo un poco más alto—, y te
prometo que no crucé la línea con ella hasta que fue totalmente legal.
—La edad de consentimiento en New Hampshire es dieciséis años, Liam.
—Soy muy consciente de ello.
—Así que, entiendo totalmente ese punto legal, y definitivamente tienes 182
cierto margen de maniobra allí, pero además del claro desequilibrio de poder, la
señorita Edwards no tendrá dieciocho años hasta el próximo año.
—No... —Sus palabras no tienen sentido—. No, ella tiene dieciocho años
ahora.
—Tenía dieciséis años la noche que la recogiste de ese bar. Dieciséis.
Sacudo la cabeza.
—Me dijo que tenía diecisiete años. Cumplía años una semana después y
siempre decía...
—Entonces siempre mintió —me interrumpe—. ¿Quieres ver el certificado
de nacimiento que tenemos archivado?
Silencio.
—Me iré por la mañana.
LECCIÓN #6

Di siempre la verdad, por mucho que pueda herir a alguien a quien quieres.

No tengo ningún comentario sarcástico para esto.

Es la fría y dura verdad...

183
0
Genevieve

Semanas después

Lo mejor de estudiar para ser abogada es que es posible adormecerse con


la lista de documentos que hay que leer. Las palabras “tengo que estudiar para ser
abogada” se respetan y la gente no intenta despistarte con distracciones sin
sentido.
Por otra parte, siempre que no estoy contribuyendo a mi grupo de estudio,
investigo un caso tras otro de profesores que han tenido relaciones con sus
alumnas.
Esperaba encontrar uno para demostrarle a Liam que no todo el mundo se
mete en líos, que mentí para quedarme con él, pero las sentencias no están a mi 184
favor.
Cada vez que Brett viene por la noche con mi sopa y mi té favoritos,
diciéndome lo mucho que me quieren sus padres y lo felices que están de que haya
encontrado “una novia como Dios manda con una educación de élite” la culpa me
traga entera.
Y me despierto a mitad de la noche, buscando otro caso de estudiante y
profesor.

—¿Qué demonios te pasa estos días? —Lauren entra en mi habitación un


sábado por la mañana y abre las cortinas.
—Estoy bien. —Me doy la vuelta—. No pasa nada.
—Me estás evitando y quiero saber por qué.
—No intento evitarte —le digo—. Sólo estoy estudiando.
—Y una mierda. —Se acerca y me apoya una mano en la frente—. Estás
ardiendo y tienes una cara horrible. No te ofendas.
—No te preocupes. Estoy bien.
Pone los ojos en blanco y desaparece, volviendo con una toalla fría y un
termómetro.
Me lo mete entre los labios.
Suena varios segundos después.
—Estás a ciento tres grados, así que seré amable y te daré dos opciones —
dice—. Una, puedes dejar que te lleve al médico. Dos, puedes aceptar tomar algún
medicamento y si no baja en unas horas, igual te llevo al médico.
—Tres —digo—. Volveré a dormir y esperaré a que baje solo.
—Vale, entonces será la opción dos. —Ella se burla—. Vuelvo enseguida.
Se marcha y vuelve a la habitación instantes después, ayudándome a
sentarme y a beber agua a sorbos.
Mi visión se nubla y sigo sus instrucciones, pero lo siguiente que recuerdo
es a Liam sentado en el borde de la cama, pasándome los dedos por el cabello.
—Pero qué... —Intento incorporarme, pero no puedo—. ¿Qué estás
haciendo aquí?
—Shhh. —Parece preocupado—. Trata de no moverte tan rápido. 185
—¿Dónde está Lauren?
—En el trabajo —dice—. Insistió en que ocupara su lugar durante unas horas
contigo.
—Realmente le gustas.
No dice nada.
—Realmente le gustas —le digo—. Están guapos juntos.
—Creo que está claro que mi relación con ella ha terminado.
—No veo por qué.
—¿Necesitas un espejo?
Silencio.
—No he podido dormir desde que te besé —dice—. Y sé que tú también
tienes problemas.
—Te equivocas. —Sacudo la cabeza—. Estoy bien. Me he mantenido muy
ocupada.
—¿Estudiando?
—Exacto. —Asiento—. Y estando con un hombre que no me abandone.
—Me has mentido, Genevieve. —Me pasa los dedos por el cabello y, cuando
esta vez lo miro a los ojos, no veo la rabia de antes.
—Espero que no estés esperando una disculpa... —repito las palabras que
una vez me dijo antes.
—En realidad eso estaría bien, ya que ambos no sufriríamos si no hubieras
mentido.
—Si te hubiera dicho la verdad, nunca me habrías dado una oportunidad —
digo—. Prácticamente tuve que rogarte que me miraras cuando creíste que tenía
dieciocho años, y... —Mis palabras se desvanecen en un suave sollozo.
Saca un pañuelo de su americana y me limpia los ojos.
—De todos modos, no importa ahora, porque estoy enamorada de Brett. —
Mi voz se quiebra—. Estoy enamorada de él y me voy con él en un viaje de dos
semanas a Japón.
—De acuerdo, Genevieve.
—Ya hemos comprado las entradas.
—No he preguntado.
—No voy a cancelar el viaje por ti.
186
—Una vez más —dice pasándome los dedos por el cabello—, no te lo he
pedido.
—Lo elegí por defecto cuando no volviste...
—Lo sé. —Impide que caiga otro chorro de lágrimas—. Lo sé...
1
Genevieve

Aeropuerto Internacional Logan de Boston

Me agarro al asa de mi equipaje en el mostrador de facturación, mirando a


mi alrededor a los pasajeros que realmente vuelan hoy a algún sitio.
—¡Ahí estás, nena! —Brett se acerca a mí—. El registro de primera clase es
por aquí.
—No voy a ir.
—¿Eh? —Mira su reloj—. Vamos. Hice una reserva en este bar, pero primero
tenemos que pasar por seguridad.
—No voy a Japón contigo, Brett —digo, manteniendo mi tono firme—. No
puedo.
187
—Hemos planeado este viaje durante meses.
—Lo sé.
—Me aseguré de contratar a alguien para que te ayude a estudiar mientras
estamos allí, así que si de repente te preocupa que sea una distracción...
—No es eso. —Sacudo la cabeza—. Simplemente no puedo ir, y lo siento.
—Podrías habérmelo dicho anoche.
—Lo sé. —Mi voz se quiebra—. Lo he intentado.
Arquea una ceja.
—¿Qué está pasando? De verdad, Genevieve. ¿De dónde viene esto?
—Es una larga historia. Me gustas mucho, pero creo que vamos demasiado
rápido —le digo—. Creo que necesito un descanso.
Suspira, poniendo sus manos sobre mis hombros.
—Lauren te dijo que estaba comprando anillos, ¿verdad?
—Fue un accidente.
—Sabía que no podría guardar un maldito secreto —dice—. Ahora ha
conseguido espantarte.
—No es eso, Brett. Sólo necesito un poco de tiempo.
—¿Es eso lo que realmente quieres o estás intentando autosabotearte y
arruinar lo que podría ser la mejor relación que has tenido en tu vida?
—No hay necesidad de psicoanalizarme, Brett.
—Estoy tratando de llegar a la verdad.
—Sólo quiero ir más despacio —digo—. Necesito un descanso.
—¿Un descanso o una ruptura?
—Ambas ahora mismo.
—Jesucristo, Genevieve. —Sacude la cabeza—. ¿Hay alguien más?
Sacudo la cabeza.
—¿Lo hay? —Él entrecierra los ojos—. ¿Me estás engañando?
—Sólo necesito que vayamos más despacio —digo—. Entre el intensivo y
todo lo que conlleva salir contigo, yo...
Me levanta la barbilla con la punta de los dedos y me mira a los ojos.
—No quiero pelear contigo, Brett —le digo—. Sólo necesito algo de tiempo
para pensar. 188
Suspira, me acerca y me da un beso en la frente.
—Igual te llamo cuando aterrice en Japón.
—¿También enviarás fotos?
—Por supuesto.
Lo veo facturar y pasar por el control de seguridad antes de llamar a un taxi.
Lloro todo el camino a casa.
2

Cinco días después

Mi apartamento me resulta desconocido sin la entrega diaria de flores de


Brett. Me he dado cuenta de pequeñas cosas que daba por sentadas. La cafetera
preparada con el sabor y el tamaño exactos que me gustan, las zapatillas que
esperan al borde de la cama, el mando a distancia reconfigurado que abre y cierra
las persianas según un horario.
—Pensando en ti. —Redacto un mensaje—. Te echo de menos.
Miro fijamente las palabras, pero no puedo enviarlas. Ahora mismo no se
puede confiar en mí para tomar ninguna decisión.
Me levanto de la cama y entro en la cocina.
Llaman a la puerta.
—¡Ya voy! —Me ato la bata y abro la puerta.
—¿Genevieve Edwards? —Un conductor de UPS sostiene una caja púrpura 189
brillante.
—Sí.
—¿Puede firmar esto, por favor?
Garabateo en su bloc antes de llevarlo dentro.
No tiene remitente, así que lo abro.
Es un pequeño árbol bonsái de Brett con una nota.
Riega esto cada vez que pienses en mí.

LAUREN
Liam me acaba de pedir un descanso. ¡Llámame!

LAUREN
¡Necesito tu consejo!

Suspiro y dejo el teléfono cuando llaman a la puerta. La abro, suponiendo


que Brett ha enviado algo más dulce, pero es Liam.
Parece tan jodido como me siento yo.
—Ahora mismo estoy ocupada. —Apenas consigo decir—. Lo que sea que
quieras decir probablemente será mejor por mensaje de texto o correo
electrónico.
—Estoy de acuerdo. —Él asiente—. Estamos de acuerdo en eso.
—Entonces, vete.
—No. —Sacude la cabeza—. No he venido aquí a 'decir' nada.
—¿Entonces por qué demonios estás aquí?
Me agarra por la cintura y me estrecha contra su pecho, besándome.
Cedo y él me acompaña hacia atrás, cerrando la puerta tras nosotros.
Sin dejar de besarme, me lleva al balcón y me empuja contra la puerta de
cristal.
Me abre la bata y me mete dos dedos antes de sacarlos y meterme la polla
de golpe.
No hay tiempo para preliminares.
—Ahhhh, Liam —gimo su nombre mientras me folla temerariamente,
mientras nuestros cuerpos conectan aún más perfectamente que antes. 190
Me corro con su nombre en mis labios, con su boca enterrada contra mi
cuello.
Se sale de mí y se dirige a la puerta.
—Espera —le digo—. No lo hagas.
—¿Que no haga qué?
—Irte. —Lo miro fijamente a los ojos—. Por favor, no me dejes otra vez.
—No lo haré. —Me besa y me mete en la cama.
Se queda el resto de la noche, haciéndome el amor y dejando más que claro
que es el único hombre al que amaré de verdad.
3
Genevieve

El lunes por la mañana, Seth, un amigo en común de Brett, insiste en que lo


acompañe a correr temprano por la mañana.
Aunque mis miembros se sienten inútiles, acepto reunirme con él en
Newbury Park.
Me quedo rezagada detrás de él durante las dos primeras millas, pero en la
cuarta ya estoy en forma y con la mente mucho más despejada.
—Gracias, Seth —digo, jadeando cuando llegamos a la fuente—.
Muchísimas gracias.
—¿Por qué?
—Por sacarme fuera hoy. Esta carrera es exactamente lo que necesitaba 191
para despejar mi mente.
—Seguro. —Me da una botella de agua.
—¿Quieres comer algo cuando volvamos?
—No. —Su voz es plana—. No planeo volver a hablar contigo después de
hoy.
—¿Qué? ¿Por qué diablos no?
—Te vi este fin de semana —dice—. Estabas en [el] balcón follando con otro
tipo.
Puedo sentir todo el color drenando de mi cara.
—Brett me dijo que fuera a ver cómo estabas —dice—. Tu puerta estaba
abierta y no respondías al timbre, así que estaba preocupado. Pero claramente
estabas bien.
—Mira, Lance —le digo—. No es lo que piensas.
—Para. —Evita mi mirada—. Aún no se lo he dicho. Aunque te daré hasta el
día que vuelva de Japón.
—Deja que te explique.
—Siéntete libre de hacerlo. —Se encoge de hombros y recoge su mochila—
. Por Brett. Fue un placer conocerte, Genevieve.

Más tarde, esa misma noche, llamo a la puerta de Liam y él me deja entrar
inmediatamente.
Como si pudiera leerme la cara, me estrecha en sus brazos y me besa.
—Todo irá bien —dice—. Tengo que hablar con Lauren, también...
—Quiero escribirle una disculpa... tengo que hacerlo.
—De acuerdo.

192
4
Genevieve

—¡Impresionante trabajo como siempre, Srta. Edwards! —El decano de


inglés golpea el último ensayo sobre la mesa—. Si alguna vez decide tomarse un
descanso de la Facultad de Derecho, hágamelo saber.
—De hecho, quería hablar con usted sobre eso —le digo—. ¿Va a organizar
horas de oficina la próxima semana?
—Por usted, llegaré temprano.
Sonrío y recojo mis cosas, lista para dirigirme a casa de Liam y repasar cómo
pienso contarle las cosas a Brett cuando vuelva este fin de semana.
Mientras bajo los escalones, Brett llama.
—Hola —le digo—. ¿Sigues disfrutando de Japón?
—Tuve que volver a casa temprano. —Su voz es plana—. ¿Estás ocupada
193
esta noche?
—No, estoy terminando cosas en la biblioteca.
—Bueno, ven cuando hayas terminado.
—Tenemos que hablar de algo importante.
—Estoy de acuerdo. —Su tono no delata nada, y me pregunto si Seth ha
cambiado de opinión sobre dejarme transmitir las malas noticias—. Avísame
cuando estés en el vestíbulo para que pueda llamarte arriba.
—Vale. —Espero su habitual “No puedo esperar, nena” o “Te quiero, nena”,
pero no dice nada, salvo el suave pitido de la llamada que termina.
Mi ansiedad se ha apoderado del volante porque me he pasado cinco veces
seguidas el desvío a casa de Brett. He escrito sobre corazones rotos antes, tenía el
mío hecho pedazos, pero nunca he destrozado el de otra persona.
Respiro hondo varias veces y doy una última vuelta a la manzana antes de
entrar en el aparcamiento. Y antes de que pueda darme la vuelta y cambiar de
idea, salgo del coche y me apresuro a entrar, dejando la puerta lateral del coche
abierta de par en par.
Díselo ahora, díselo ahora...
—Buenas noches, Srta. Edwards. —El ascensorista se quita el sombrero—.
Es bueno... —No termina la frase.
Saca un pañuelo del bolsillo y me lo entrega antes de pulsar el botón para
el piso de Brett.
Evita mi mirada en el cristal de espejo mientras subimos y yo me limpio más
lágrimas.
Cuando las puertas se abren, no reconozco dónde estoy.
¿Qué...?
Un hombre con esmoquin está sentado ante un piano Steinway blanco,
tocando los acordes de una canción de amor que no puedo nombrar.
En el vestíbulo hay velas titilantes y libros de gran tamaño, y cuando doblo
la esquina, Brett está arrodillado con una caja negra de terciopelo en la mano.
Dejo de caminar y trago saliva.
—Ven hasta aquí, nena. —Sonríe, pero yo me quedo quieta. 194
Se ríe y se levanta, se acerca a mí y vuelve a arrodillarse.
—No pude dejar de pensar en ti mientras estuve fuera —dice—. Sé que
dijiste 'romper', pero no me lo tomé al pie de la letra. Nunca había sentido esto por
nadie, y te quiero. Quiero estar contigo, Genevieve Edwards. Así que permíteme...
—Me acosté con otra persona mientras estabas en Japón —le digo—. Me
tomé la palabra 'romper' al pie de la letra.
Parpadea y se levanta lentamente.
—¿Quién?
—Liam.
—¿Qué Liam? —pregunta—. No conozco a nadie. ¿El novio de Lauren?
El pianista toca una nota baja y, segundos después, oigo el chirrido de la
puerta de cristal al cerrarse tras de mí.
Se cruza de brazos.
—¿Por qué?
—Voy a llegar a esa parte.
—Ponte a ello ahora.
—Nunca he dejado de pensar en él. Lo busqué durante años, esperando que
apareciera en un escaparate o en una cafetería, y cuando lo hizo...
—Estaba con otra persona —siseó—. Perdona, estaba casi comprometido
con otra.
—No exactamente.
—Sí, exactamente. —Aprieta la mandíbula—. ¿Cuándo exactamente
estuviste saliendo antes? Mejor aún, ¿fue esto una especie de fóllatelo una última
vez para que veas que tu sitio está conmigo?
—No. —Mi voz se quiebra—. Esta soy yo diciendo que no pertenezco a ti. Lo
siento, Brett. No puedo casarme contigo, y mucho menos estar en esta relación
nunca más.
—Un momento... —Entrecierra los ojos—. Exeter, ¿verdad? ¿Era tu profesor
cuando te lo follabas?
Trago saliva.
—Eso no importa.
—Vaya, eso sí que es interesante —se burla—. ¿Eras la mascota de un
profesor con problemas de papá?
—Brett, no fue así.
195
—¿Lo sabe Lauren?
—Se lo va a decir esta semana.
—¿Esta semana? —Se ríe cruelmente—. No me extraña que pareciera tan
feliz cuando la vi en casa de Waldman hace un momento. Odio arruinarle el día,
pero tiene que saberlo.
—Lo hará, cuando Liam se lo diga esta semana.
—No. —Da un paso atrás y se da la vuelta—. Creo que tengo que correr hasta
allí y decírselo ahora.
—Brett, no.
—Por cierto, la ley de prescripción del estupro es de diez años —dice
Brett—. Si era tu profesor y se acostaba contigo, tendré que hacerlo pagar por ello.
—No lo harías.
—Lo haré.
Pasa corriendo a mi lado y tropiezo con una alfombra al intentar seguirlo.
Las puertas del ascensor se están cerrando cuando llego al pasillo, así que
bajo corriendo por la escalera de emergencia.
Cuando llego a la cafetería, Lauren me está saludando y Brett está en el
pasillo de ella.
Alucinando, camino más deprisa, como si pudiera alcanzarlo de algún
modo.
—¡Hola, chicos! —dice ella—. Sé que quedamos en vernos cuando Brett
volviera de Japón, pero estaba pensando en algún sitio mucho más divertido que
este. Y con suerte otra cita doble si... Bueno, ya saben, Gen-Gen. Hablaré con Liam
este fin de semana.
—Liam se está follando a Genevieve —dice Brett, y luego, como si necesitara
asegurarse de que ha quedado absolutamente claro—. Tu novio se está follando a
la mujer a la que, literalmente, me estaba declarando.
La sonrisa de Lauren se desvanece.
—Vamos. —Me empuja el hombro—. Esto no es una broma divertida,
ustedes dos.
—No es una broma —dice Brett—. También se la follaba cuando era su
profesor. Tuvieron una relación antes aparentemente, y quieren estar juntos.
—Genevieve... —Lauren sacude la cabeza—. Dime que es una broma. ¿Por
favor? Ahora mismo.
—No es una broma —le digo. 196
Parpadea un par de veces y, de repente, levanta la mano y me da una
bofetada.
—Aléjate de mí —sisea antes de irse.
—Coincido con Lauren. —Brett echa sal en la herida—. Mantente alejada de
mí, también.
5
Genevieve

LAUREN

JODER. TÚ.
Eres un saco de mierda.
¡¡¿Cuánto tiempo llevas tirándote a Liam a mis espaldas?!!

LAUREN
En realidad. ¡Que los jodan a los dos! 197
Leo los últimos mensajes de Lauren por última vez antes de silenciar su
número.

YO
¿Puedes reunirte conmigo en algún sitio esta noche?

LIAM
Sí. Estaba a punto de preguntarte lo mismo.
6
Genevieve

Whimstery Beach se llama así a propósito para engañar a los turistas. Es una
cafetería de mala muerte que sirve sopa de tortilla de pollo y sándwiches de queso
a la plancha cuando al encargado le apetece.
Es el lugar perfecto para ir cuando te sientes como una mierda.
Me aseguro de que mis enormes gafas de sol están bien sujetas antes de
entrar. Miro a mi alrededor y veo a Liam al fondo, tomando una taza de té.
—Hola. —Me acerco a su mesa.
—Hola. —Da una palmadita en el asiento de al lado, pero me siento al otro
lado.
—Lauren me odia —digo—. Me odia, joder.
—Lo sé. —Se inclina y me quita suavemente las gafas de sol de la cara. Me
198
mira fijamente a los ojos y me toma la mano por encima de la mesa, calmándome
temporalmente.
—¿Has comido algo desde que se lo dijiste a Brett? —pregunta.
Niego con la cabeza y él llama a la camarera.
Pide suficiente para alimentar a cuatro y una jarra de café.
—Siento que Brett arruinara tu oportunidad de contárselo a Lauren —le
digo—. Si hubiera sabido que reaccionaría así, te juro que habría ideado otra
estrategia.
—No lo hagas —interrumpe—. No podemos empezar un nuevo capítulo con
una recapitulación del anterior.
—Puedo darte una lista de autores y sus libros que no están de acuerdo.
Sus labios se curvan en una sonrisa.
—¿Tienes planes para el próximo fin de semana?
—Fuera de llorar, escribir y ducharme, no.
—Deberíamos salir de la ciudad por un tiempo, entonces —dice—. Quiero
enseñarte algo.
—No podemos evitar hablar de lo que pasó, Liam.
—No, pero podemos retrasarlo un poco más —dice—. ¿Podemos retrasarlo
un par de días más o menos?
Asiento mientras la camarera nos deja los cuencos.
Liam se mueve a mi lado y me rodea los hombros con un brazo.
—¿Puedo preguntarte algo? —le digo.
—Siempre.
—¿Con cuántas mujeres has estado desde que me dejaste?
—No muchas.
—He estado con ochenta hombres —digo—. Me he follado a un mini
suburbio para superarte.
Me agarra la barbilla y gira suavemente mi cabeza hacia él.
—No pensaba preguntártelo.
—Pensé en decírtelo de todos modos.
—Al menos podrías decir la verdad —dice—. No se te da muy bien mentir.
—¿No crees que podría acostarme con ochenta hombres? 199
—Sé que no lo harías —dice.
—Quiero que me lo preguntes, Liam.
—No quiero saberlo.
—¿Por qué?
—Porque no follé con nadie durante dos años después de dejarte —dice—.
No podía, así que prefiero no pensar en otro hombre teniendo lo que siempre ha
sido mío. —Me pasa un dedo por el cuello—. ¿Puedes hacer eso por mí?
—Sí, puedo hacerlo...
—Gracias.
7
Liam

A 20 millas de

Exeter, New Hampshire

Estaciono el coche cerca de una arboleda y ayudo a Genevieve a salir con


los ojos vendados.
Subo los escalones, abro las puertas y le quito la venda de los ojos con
cuidado.
—Guau... —Ella mira a su alrededor—. ¿Qué es este lugar?
—Pronto será un retiro y centro turístico privado para escritores —digo—.
La idea me la dio un alumno al que no pude olvidar.
—¿Qué te hizo elegir esta ciudad?
200
—Estaba lejos del estudiante que no podía olvidar —digo—. Quería estar a
varios viajes en Amtrak de distancia.
Ella asiente.
—Es precioso.
—Te daré el tour oficial más tarde. —Beso su frente—. Pongámonos al día
por ahora.
—¿Dónde está la cama?
—También llegaremos a eso más tarde. —La empujo suavemente hacia el
sofá. Luego tomo algunos libros de la mesilla—. Necesito saber qué te han
parecido.
—¿Qué te hace pensar que los he leído?
—Estaremos aquí una semana hasta que lo hagas, si no lo has hecho. —Me
siento a su lado—. Necesito saber lo que piensas.
—Los leí todos el día del lanzamiento. —Sonríe, acurrucándose en mi
regazo—. Tengo algunas teorías conspirativas sobre el nuevo inframundo.
—Tiene que estar relacionado con los cielos en el segundo libro, ¿no?
—¿Qué? No. Estaba pensando en el quinto libro, pero... eso tiene mucho
más sentido.
Como solíamos hacer, pasamos toda la noche y la siguiente en vela
hablando de literatura, besándonos y haciendo el amor entre tanto.

201
8
Genevieve

Varios días después

La pulsera de la amistad de Lauren cuelga del pomo de mi puerta cuando


vuelvo a mi apartamento. Una caja de cosas que una vez le presté está debajo, con
la etiqueta “La PUTA que se folló a mi novio”.
Suspirando, le doy una patada y lo meto en la cocina.
¡BANG! ¡BANG! ¡BANGGGG!
Suenan fuertes golpes en la puerta y me quedo mirándola, suponiendo que
está haciendo otra entrega.
¡BANGGG! ¡BANG! ¡BANG!
Me acerco y miro por la mirilla, pero no veo a Lauren. 202
Es mi madre.
Ojalá fuera Lauren...
Me fuerzo a sonreír y abro la puerta.
—¿Fuiste agredida sexualmente en Exeter? —casi grita—. ¿Por qué no me
lo dijiste?
—Espera, ¿qué? ¿De qué estás hablando, mamá?
—Nunca me lo perdonaré. —Se abre paso a empujones, paseándose y
retorciéndose las manos en mi salón—. Tu padre está perdiendo la cabeza.
—¿Mamá? —Le pongo las manos sobre los hombros—. ¿Qué demonios está
pasando?
—Tu padre y yo recibimos una llamada de la oficina del fiscal del estado
esta mañana, y salté en el primer vuelo aquí —dice—. Quería que supiéramos que
está decidido a conseguir justicia para ti y te prometo que te llevaremos de la mano
en cada paso del camino hasta que este profesor enfermo esté entre las rejas.
Los puntos se unen lentamente y mis rodillas flaquean. Mientras balbucea,
me dejo caer de espaldas en el sofá y tomo el móvil.
Llamo a Liam, pero no contesta.
Llamo una y otra vez, y la tercera vez salta directamente el buzón de voz.

203
9
Liam

Estimado profesor acusado de estupro

El fiscal Brett Shaw presenta cargos por delito grave contra un profesor de Harvard

Un profesor mantuvo relaciones sexuales con una alumna de 17 años

204
10
Liam

—Necesito un abogado —le digo a mi abuelo cuando entra en mi salón.


—No, necesitas una maldita empresa entera para esta mierda.
—Por favor, deja la hipérbole para los escritores.
—Ahora no es momento de bromas. —Pone los ojos en blanco antes de sacar
una tarjeta de visita de su cartera—. Tenemos que llamar a esta gente. Ahora.
Le quito la tarjeta, confundido.
No tiene número. Sólo dice: “Bienvenido a la empresa”.
Ya está.
—Son los mejores abogados del país y solíamos tenerlos contratados en
Exeter —dice—. La última vez que lo comprobé, seguía siendo así. Creo que el 205
hecho de que la escuela esté de tu lado lo dirá todo.
—¿Qué hará eso por tu legado?
—¿A quién le importa a estas alturas? —Se encoge de hombros—. Ya he
cobrado mi pensión.
—Se supone que debes decir algo un poco más cariñoso y poético.
—Eso se lo dejo al escritor. —Sonríe, pero pronto se desvanece su sonrisa—
. Realmente amabas a la Srta. Edwards, ¿verdad?
—Todavía lo hago. —Trago saliva—. Siempre lo haré.

Esa misma noche


—¡Sé que está ahí, Sr. Donovan! —Alguien está gritando fuera de mi
puerta—. ¡Abra!
—¡Sin comentarios! —Yo digo—. Vete.
El tipo sigue gritando.
Agarro un bate, me acerco y miro por la mirilla.
Es el administrador de mi condominio.
—¡No estoy aquí por un comentario! —Levanta una bolsa de cacahuates
caramelizados—. ¡Sólo quiero hablar!
Abro la puerta y tiro de él hacia adentro.
—Tienes dos minutos —le digo—. Di lo que tengas que decir.
—Sólo quiero saber cómo has estado estos días.
—No muy bien.
—No te preocupes. —Me palmea el hombro—. Te traje algunas cosas para
distraer tu mente un rato.
Deja los cacahuates y saca una petaca del bolsillo. Luego deja unos porros
enrollados sobre mi mostrador.
—Esta es mi cepa favorita, así que fúmatela bien. —Guiña un ojo—. ¿Hay
algo que pueda hacer por ti en estos momentos difíciles?
Levanto una ceja.
—Sé que haces lo posible por esquivar a los periodistas, así que puedo
llevarte el correo, hacer algunas compras ligeras, lo que quieras. 206
—¿Por qué estás siendo tan amable de repente?
—Siempre soy amable contigo, Donovan. —Sonríe—. Eres un buen tipo y un
inquilino aún mejor.
—Ve al grano. Ahora.
—Vale, vale. —Sacude los cacahuates—. Tu escándalo ha sido fenomenal
para mi carrito de café de abajo. He vendido todo todos los días y tengo pedidos
para la semana que viene.
—Qué emocionante.
—¡Lo sé! —Saca una llave de su bolsillo y me la tiende—. Avenida Umbral
1038. Unidad 14C. Puedes quedarte allí hasta que toda esta mierda se aclare, y yo
seguiré vendiendo en el vestíbulo.
—¿Los otros residentes se quejan de que esté aquí o algo así?
—No que yo sepa. —Parece sincero—. Todo el mundo en esta ciudad sabe
que Brett Foster es un idiota. Entre tú y yo, creo que sólo está usando este caso
para tener cierto renombre y poder llegar al siguiente nivel.
—No creo que sea tan sencillo...
—Yo no lo dudaría. —Mira su reloj—. ¿Aceptas mi oferta de cambiar o no?

207
11
Genevieve

Me siento como una adolescente otra vez.


Una adolescente castigada y miserable como el infierno.
Mis padres me vigilan como halcones, y no confío en ellos lo suficiente como
para dejarlos solos en mi apartamento.
Después de atrapar a mi madre husmeando en los cajones de mi despacho,
cerraba con llave la puerta de mi dormitorio cada vez que me duchaba y me
aventuraba a otra parte del piso.
Incluso me acompañaron a tomar café y a almorzar, como si Liam estuviera
planeando secuestrarme a plena luz del día.
¿Por qué no pueden simplemente conseguir una habitación de hotel?
Nuestra abogada de la familia llegó a mi casa hace horas, y ahora está
208
guiando a una señora con un traje verde hacia mí.
—Genevieve Edwards, soy Shawna Bradley. —La Dama del Traje Verde
parece esperar que le estreche la mano—. Soy de la oficina de Brett.
—¿Qué quieres?
—Bueno, están citados a declarar en una audiencia probatoria, así que
quiero repasar algunas de las preguntas para que estén todos preparados por si
esto va a juicio.
—¿Cómo que por si acaso?
—Tu agresor puede llegar a un acuerdo para ahorrarte la hora de tener que
revivir las cosas.
—No es un maltratador —le digo—. Es el amor de mi vida.
—Sí, bueno... —Evita mi mirada—. No te quitaré más de veinte minutos de
tu tiempo.
Mi madre fuerza la puerta por detrás.
—Gracias, Srta. Bradley —dice—. ¿Puedo traerle una taza de café o un poco
de té tal vez?
—¡Té negro sería genial!
—¿Cuándo exactamente la relación se volvió sexual?
—No lo recuerdo.
—Srta. Edwards, está bajo juramento.
—No me acuerdo —le digo—. No lo tengo marcado en mi calendario.
—¿Pero la relación llegó a ser sexual?
—Sí.
—¿Sucedió esto alguna vez en la escuela?
—Es borroso —digo—. No recuerdo todos los detalles.
Ella asiente y toma una hoja de papel.
—Es una redacción que escribiste hace dos semanas, en la que das detalles
vívidos sobre tus últimos meses en la escuela. En el comienzo presumes de tener
una memoria fotogénica.
—Sí, follamos en el recinto escolar.
—Gracias. Ahora...
—Disfruté cada segundo —le digo—. Quería que lo hiciéramos mucho más,
y quería casarme con él y tener sus hijos. Sigo queriendo eso, porque ningún
hombre con el que he salido me ha querido como él.
209
—Señorita Edwards...
—Mentiré si me suben al estrado —digo—. Actuaré como si nunca lo hubiera
conocido, o haré lo que tenga que hacer para evitar que se meta en problemas
porque no hizo nada malo. Al final incluso me dejó porque descubrió que mentía
sobre mi edad.... —Me pongo en pie.
—Si miente, estará cometiendo perjurio y podría ser condenada a prisión,
señorita Edwards.
—La cárcel parece el único lugar donde puedo encontrar libertad estos días.
—Agarro mi abrigo—. Lo estoy deseando.
Salgo furiosa de casa y me dirijo al garaje. Subo a mi auto y conduzco sin
rumbo fijo.
11A

Destitución de un profesor de Harvard acusado de violación

Liam Donovan Peterson deja la presidencia

Brett Shaw da una rueda de prensa y promete “perseguir con todo el peso de la ley”

210
12
Genevieve

El Palacio de Justicia está tranquilo al amanecer. Las únicas señales de vida


son las palomas que picotean en los escalones.
Abro las puertas de un empujón, salgo de la sala asignada y veo a los
abogados, jueces y testigos pasar por el pasillo.
A media mañana, Brett entra por la puerta, flanqueado por dos hombres con
traje.
—¡Hola! —Salto del banco—. ¿Puedo hablar contigo un momento, Brett?
—¿Por qué le haces esto a Liam? ¿A mí? ¿Realmente crees que esto es
necesario?
Sigue caminando. 211
—¿De verdad eres una persona tan rencorosa? Gracias por mostrarme tu
verdadera faceta.
Se detiene y se da la vuelta.
—Yo te quería. Amaba nuestras vidas antes de que él volviera para
destrozarlas y sé que tú también. Tal vez él desista y yo te perdone y te acepte de
nuevo.
—¿Qué?
—Aunque tendría que sacarlo de tu sistema. —Da un paso atrás—. Tal vez
incluso conseguirte un terapeuta también. Claramente necesitas ayuda.
Lo abofeteo mucho más fuerte de lo que Lauren me abofeteó a mí.
Hace una mueca, parece que quiere devolver el golpe, pero retrocede.
—¿Sr. Brett? —Un hombre con traje llama desde el pasillo—. Nos están
esperando arriba.
—No presentarte mañana en el juzgado será un delito grave y seguro haré
que te arresten.
—Brett, por favor.
Se aparta de mí sin decir nada más.

212
13
Liam

El “mejor abogado del país” es, al parecer, un tipo llamado Damien Carter,
de Hamilton & Associates, en Nueva York. Voló hasta aquí en un jet privado y
parece más un modelo de GQ que un estimado abogado.
Llevo una hora sentado con él en este juzgado y lo único que me ha dicho es
“confía en mí” cada vez que le hago una pregunta.
No soporto esta mierda...
—¿Leyó mis notas, Sr. Carter?
—No, no hacía falta.
—¿Va a preguntar si cometí este crimen o no?
—Ese no es mi trabajo. —Sonríe—. Mi trabajo es ganar. 213
—Sr. Carter... —Suspiro—. Este tipo tiene una venganza personal contra mí.
Hasta un abogado de oficio me pediría información.
—Probablemente por eso suelen perder la mayoría de las veces.
—Me enfrento a diez años de prisión.
—Creía que eran veinte. —Mira su teléfono y empieza a dar golpecitos en la
pantalla—. Me corrijo. Diez años, costas judiciales obligatorias y una plaza en el
registro de delincuentes sexuales. Suena bastante jodido.
—Está planeando ayudarme a salir de eso, ¿correcto?
—Aún no lo sé —dice—. ¿Hay café aquí?
¿Qué...?

YO
Gracias por contratar a este abogado “elegante”, abuelo. Me arriesgaré con otro.
Brett entra de repente en la habitación antes de que pueda despedirlo. Se
sienta frente a mí mientras otro hombre con traje se sienta a su lado.
—Así que... hoy me siento generoso y le ofrezco un trato —dice—. Ocho
años, con sólo la mitad a cumplir en prisión y su cliente debe inscribirse en el
registro de delincuentes sexuales.
—De acuerdo. —El Sr. Carter asiente—. Supongo que tendremos que
considerar ese trato.
Lo miro.
—¿Se ha vuelto loco?
—El Sr. Donovan o Peterson, lo que sea, sólo tiene que alegar por sus
crímenes en audiencia pública y podemos evitar el estresante drama de un juicio.
—Brett sonríe—. Avíseme qué día de esta semana quiere que lo recojan para
ficharlo. Estoy dispuesto a dejar que ponga sus asuntos en orden antes de irse.
—Bueno, antes de hacer eso —dice el Sr. Carter—, creo que deberíamos
hacer una alocución de práctica para asegurarnos de que todos estamos en la
misma página aquí.
—Sr. Carter, está despedido si cree que voy a declararme culpable —le
digo.
—Deje que su abogado hable, Sr. Donovan. —Brett chasquea su bolígrafo—
. Por algo es el mejor del país. ¿Qué tiene en mente para los puntos que tenemos
que hacer, Sr. Carter?
—Está molesto porque mi cliente se acostó con su ahora ex-novia.
214
—No, eso no es...
—Y no puede dejar de preguntarse si en algún momento que estuvo con
usted, pudo haber estado pensando en él.
—¿Perdón?
—Está enfadado y quiere castigar a mi cliente por tener la polla más grande
y dejarle recuerdos que no puede olvidar.
Brett entrecierra los ojos.
—Sin embargo, sobre la mierda legal... —Se aclara la garganta—. Las
vendettas son inconstitucionales, y este caso es una pérdida de nuestro tiempo, ya
que la estudiante en cuestión estaba en la edad de consentimiento en ese
momento, pero estoy seguro de que una vez que el tribunal se entere de todo el
acoso mediático que ha hecho en las últimas semanas, se pondrán de su lado en
esto.
Se encoge de hombros.
—Por no mencionar el hecho de que esto es un abuso de su posición y de
millones de dólares de los contribuyentes, pero gracias por esa increíble oferta
que cualquier juez en su sano juicio rechazaría. ¿Todavía tenemos que llegar a un
acuerdo?
El hombre de traje que está al lado de Brett rompe los papeles y se pone en
pie.
—Retiraremos los cargos en veinticuatro horas —dice.
—Lo hará dentro de una hora —dice el Sr. Carter—. Un segundo después de
eso y voy a presentar una denuncia contra el Sr. Brett. Ah, y a cambio de que no
hable de las transgresiones del Sr. Brett con los medios de comunicación que están
convenientemente fuera, espero que me reembolsen mi habitación de hotel de
cinco estrellas. Me alojaré en la suite presidencial del Waldorf el resto de la
semana.
—¿Nos está amenazando, Sr. Carter?
—Por supuesto que no. —Sonríe—. Le digo exactamente lo que va a pasar si
no cumple mis exigencias. Mi tono es muy amistoso.
Brett pone los ojos en blanco y se levanta, siguiendo al hombre de traje fuera
de la habitación.
Lo miro fijamente, sin saber qué demonios decir.
—De nada —dice el Sr. Carter, tendiéndome una tarjeta de visita—. Si
necesita algo más, no dude en llamar a mi secretaria.
—Quiere decir, llamarle, ¿correcto?
215
—No, intento mantenerme fuera de la oficina todo lo posible. Odio estar
rodeado de abogados.
Bien...
—Nos vemos, Sr. Carter.
—Espero que no. —Se va sin decir nada más y saco el teléfono para llamar
a Genevieve.
No contesta y compruebo sus mensajes.
Mierda...
14
Genevieve

Te he llamado cinco veces hoy. No le diré a nadie sobre nosotros, y no testificaré. Te


lo prometo.

Aquí están mis coordenadas de descanso.

Te amo.

No me queda nada por lo que vivir. 216


Todo por lo que me he esforzado tanto me está siendo arrebatado, y ningún
pensamiento positivo puede convencerme de lo contrario.
Brett está decidido a arruinar todas las facetas de mi vida, y después de
verlo desmantelar a rivales que apenas conocía, sé que hará horas extra para
destruirme a mí.
Soltarse a la de tres.
Uno, dos...
Me suelto de la barandilla y echo un último vistazo a la ciudad antes de que
mi cuerpo caiga al agua helada.
El agua se apodera de mis pulmones y, aunque mi mente me pide que luche
por sobrevivir y vuelva a la superficie, no lo hago.
Me rindo.
Me voy.
217
15
Genevieve

El cielo es mucho más brillante y frío de lo que esperaba.


O, tal vez esto es el infierno, y las llamas vienen a continuación...
—La paciente fue rescatada del río Charles y sufre hipotermia grave y
convulsiones.
—También sufrió un paro cardíaco durante el trayecto en ambulancia —dijo
otra voz—. ¡Que alguien traiga al Doctor Hudson aquí ahora!
¿Así que ese buen samaritano me jodió otra vez?
No siento los brazos ni las piernas, así que abro la boca para intentar hablar.
Para decirles que me devuelvan donde estaba.
De repente, ya no oigo nada. 218
Y las luces brillantes se oscurecen.
16
Liam

—¿Por qué está aquí? —grita la madre de Genevieve cuando entro en la


habitación—. ¡Seguridad! ¡Seguridad!
—¡Este hombre abusó de mi hija! —grita su padre—. ¡No debería estar en la
lista de visitantes aprobados!
Los ignoro y me acerco a Genevieve. Agarro su mano vendada y sacudo la
cabeza con total disgusto.
Nunca volveré a ignorar una de tus llamadas...
—¿En qué demonios estabas pensando? —Apoyo la cabeza contra su
pecho—. Eres tan dramática, lo juro.
—Sr. Donovan, por favor. —Su padre de repente me tira del brazo desde
atrás, haciéndome girar—. Me considero un caballero, pero si no se va en este 219
instante, yo...
—¿Qué? —suelto—. ¿Qué vas a hacer exactamente?
—Haré que te metan a prisión el resto de tu miserable vida —dice—. Mi hija
no quiere verte, y yo tampoco.
—Te equivocas, joder —le digo—. Quiero a tu hija y estaré aquí hasta que
despierte, te guste o no.
—Veremos lo que Brett tiene que decir al respecto.
—Brett necesita preocuparse de sus propios asuntos legales. —Me acerco—
. ¿No te has enterado?
—¿Enterado de qué, Sr. Donovan?
—Es bastante hipócrita y tiene que retirar los cargos, entre otras cosas —le
digo—. Seguro que pronto saldrá en los periódicos.
—Salías con una menor.
—Rompí con ella cuando descubrí que me había mentido. Sin hacer
preguntas.
Me miran fijamente, pero no tengo ganas de aguantar para ver quién cede
primero.
Devuelvo mi atención a Genevieve, acariciando su mano.
La policía nunca llega.
En un momento dado, una enfermera me ofrece una silla.
Sus padres me piden la cena.

Durante los días siguientes, Genevieve no muestra ninguna mejoría.


—Te juro por Dios, Genevieve... —susurro cuando estamos solos—. Será
mejor que no me dejes...

220
17
Genevieve

Me reciben con globos blancos y lavanda que dicen: “Recupérate pronto” y


“¡Felicidades, es una niña!”
Me duele la cabeza, pero por fin siento todos los dedos.
Envueltos hasta los nudillos, duelen como el demonio.
—Sí —dice una voz profunda y familiar desde la esquina—. Probablemente
te sientas mucho mejor de lo que pareces ahora mismo.
—¿No debería ser al revés? —solté—. ¿Con la palabra 'peor'?
—No. —Sonríe y rueda una bandeja hacia mí—. Llamaré a la enfermera.
—Espera. —Le agarro la mano—. ¿Qué ha pasado?
—¿No recuerdas cómo llegaste aquí?
221
—Lo último que recuerdo es alejarme de Brett en el juzgado.
Arquea una ceja.
—¿Cuándo fue eso?
Mis hombros son demasiado pesados para un encogimiento de hombros.
—Intentaba hacer una última jugada de Ave María... Para que retirara los
cargos.
Se sienta en el borde del colchón y presiona la palma de su mano contra mi
cabeza envuelta.
—Siendo la mujer más dramática que he conocido, decidiste huir de la vida
en lugar de manejar las cosas.
—No quería testificar.
—No necesitabas morir. ¿Cómo me habría ayudado eso exactamente?
—Sin cuerpo, no hay caso. Al menos, eso es lo que siempre dicen en los
programas legales de la tele.
—Eso sólo funciona para los homicidios, e incluso entonces no es una
garantía. —Una sonrisa se dibuja en sus labios—. No te ofendas, pero espero que
no pierdas más el tiempo en la Facultad de Derecho.
—En realidad, parte de esa decisión ya estaba tomada por mí. —Hago una
pausa—. Probablemente sea lo mejor. Sólo quiero escribir.
Me toma la mano.
—Yo también quiero eso para ti.
Los suaves pitidos de la máquina llenan la habitación y él me acerca
lentamente a él hasta que mi cabeza se apoya en su pecho.
—¿Qué está pasando con tu caso y Brett?
—Mi caso es oficialmente inexistente y a Brett probablemente lo inhabiliten
—dice, frotándome la espalda—. Pero si te parece bien, prefiero pasar tus
limitadas horas de vigilia hablando de otra cosa que no sea él.
—¿Dónde estamos como pareja, entonces?
—Juntos —dice.
—¿Lo saben mis padres?
—Los he puesto en su sitio —dice—. Prefiero no hablar de ellos tampoco.
Sonrío.
—Si pudieras volver atrás en el tiempo y cambiar algo entre nosotros, ¿lo 222
harías?
—Sí y no.
—Tienes que elegir uno.
—Igual te habría dejado ir —dice pasándome los dedos por el cabello—.
Pero te habría dicho 'Adiós' y habría hecho lo posible por explicarte las cosas.
Asiento, odiando que la verdad aún me duela en el corazón.
—Pero te habría dejado claro que siempre serías mía y que esperaría a que
terminaras la universidad —dice—. Me habría asegurado de que supieras que te
había elegido, pero teníamos que esperar al momento adecuado.
—Quería casarme contigo entonces —le digo—. Pensaba pedírtelo.
—¿A los dieciocho? —Sonríe, pasando un pulgar por mis labios—. Retiro lo
que dije sobre tu madurez.
—Estoy siendo sincera —digo—. Pensé que habías dicho algo de que
también sentías eso por mí.
—Iba muy en serio contigo, hasta que me enteré de tu verdadera edad,
claro.
Antes de que pueda disculparme de nuevo, me pone un dedo en los labios.
—Quiero estar contigo el resto de mi vida —dice—. Planeo proponértelo
dentro de un año, pero sigues teniendo una forma terrible de adivinar todos los
elementos premonitorios, así que ¿puedes fingir que no tienes ni idea de cuándo
ocurrirá?
Asiento mientras se me saltan las lágrimas.
—Te amo, Genevieve —dice—. De verdad, joder.
—Yo también te amo. —Respiro y él detiene una lágrima con la punta de los
dedos—. ¿Podemos seguir donde lo dejamos? —Mis palabras se disuelven en sus
labios en un beso que desgarra mi alma.

Fin

223
EPÍLOGO 1
Liam

Un año después
El ex profesor de Harvard se casa con el ex Alumno
Estrella fugaz: el ex fiscal Brett Shaw enfrenta Cientos de cargos federales por mala conducta
Una pareja local abrirá escritores únicos en su tipo Espacio pronto
Aparto los cabellos sueltos de la cara de Genevieve mientras duerme,
observando su pecho subir y bajar. Cuando estoy seguro de que no se dará vuelta
y hará otra pregunta sobre nuestro futuro, enciendo las luces y me dirijo a mi
oficina.

224
1
Liam

Los últimos meses de nuestras vidas han sido un caos, pero no los cambiaría
por nada del mundo.
Antes de que pueda comenzar con el trabajo de esta noche, mi teléfono
suena con una llamada.
—¿Puedo hablar con el señor Donovan? —dice una voz ronca.
—Habla él.
—Señor. Donovan, soy Ray Walsh, el pintor que su esposa contrató para la
gran escalera. No puedo comunicarme con ella para la confirmación final, ¿tiene
alguna idea de cuándo estará disponible?
—Te puedo ayudar con eso. Envíame la foto por mensaje de texto. 225
—Lo hago ahora.
La imagen aparece y revela una hermosa escalera reluciente donde cada
escalón presenta una cita de uno de los autores favoritos de Genevieve.
—Se ve bien —digo—, excepto que te enviaré un ligero cambio a uno de
ellos.
—Entiendo. —Hace una pausa—. Um... ¿Debería posponer esto hasta que su
esposa lo apruebe?
—Para nada. —Yo sonrío—. Mantengamos este cambio entre nosotros.
—Ah, claro. ¿Cree que es tan sutil que no se dará cuenta?
Definitivamente se dará cuenta…
EPÍLOGO 2
Genevieve

Las palabras "La Sala de Escritores" brillan en una pancarta dorada que
cuelga en lo alto de nuestro edificio de veintiún mil metros cuadrados. Es un
espacio mensual de trabajo compartido para escritores que acoge actos
especiales para amantes de la literatura, aunque no tengan veintiún años.
Hay un ala entera dedicada a las novelas románticas y una sala para cada
tropo. En la sección “alumno-profesor”, hemos enmarcado varios títulos como
recordatorio de que nuestro tipo de relación puede funcionar en la vida real.
Esperaba que pudiéramos abrir este local hace meses, pero los problemas
de construcción lo han retrasado demasiadas veces como para que pueda fijar una
nueva fecha.
Con un poco de suerte, podremos abrir antes de mi próximo cumpleaños.
226
Al entrar en el gran vestíbulo, admiro el doble escalera de caracol, que tiene
mis citas favoritas en cursiva en cada peldaño.
—Espera un momento. —Me acerco y entrecierro los ojos en la de arriba.

Eres lo que eliges ser.


—El Gigante de Hierro
(Pero también Liam Donovan)
¿Pero qué...?
Me acerco al contratista principal y le toco el hombro. —Disculpe, señor
Walsh.
—¿Sí? —Se da la vuelta.
—Juraría que hemos repasado cada peldaño como cien veces esta semana.
—Lo hemos hecho. —Sonríe—. ¿No le gustan?
—Todos menos el de arriba —le digo—. Se supone que es una cita de J.R.R.
Tolkien.
—¿De quién?
—Tolkien —le digo—. Se supone que la de color beige dice—: “No todos
los que vagan están perdidos”.
—No, lo revisé dos veces anoche, señora, varias veces —dice—. El señor
Donovan pidió específicamente una cita de El gigante de hierro. Dijo que la
imprimiéramos tal cual.
Baja la voz. —Entre usted y yo, es la mejor película de animación de la
historia. El final todavía me hace llorar.
—Por favor, dígame que está bromeando.
—Tú te vas. Yo me quedo. No te sigo. —Cita las últimas líneas del robot con
auténtica emoción—. Eres quien eliges-
—Gracias por confirmarlo. —Me alejo antes de que pueda terminar,
buscando a Liam por las habitaciones.
Cuando lo encuentro, está hojeando informes de existencias en el mostrador
de la cafetería.
Me aclaro la garganta. —Tenemos un problema, señor Donovan.
—¿Sí, señora Donovan? —Me sonríe.
227
—Alguien ha hecho un cambio no deseado en mis peldaños.
—Yo no lo describiría como “no deseado” —Sonríe.
—Pero creo que ese “alguien” hizo una elección brillante. Queda bien,
¿verdad?
—Pintaré encima este fin de semana con la cita correcta.
—Atrévete. —Me besa—. Admite que te gusta.
Me niego y me besa con más fuerza. Desliza una mano bajo mi vestido y me
aparta suavemente las bragas.
Con sus labios aún sobre los míos, desliza un dedo contra mi clítoris,
provocándome con una promesa del sexo matutino que no llegamos a terminar.
—¿No te gusta mi cambio? —susurra.
—Podría gustarme.
—Suficientemente cerca.
—¿Señor y señora Donovan? —Nuestra secretaria entra en la habitación,
obligándonos a separarnos—. ¿Quieres que llame a seguridad?
—¿Para qué? —pregunta Liam.
—Otro autobús acaba de dejar a unos turistas para hacer fotos.
—No, está bien —dice—. Diles que nuestra fecha de apertura aún está en
duda. Pero que pueden echar un vistazo al exterior.
Salgo de su agarre y me dirijo a las ventanas.
Desde nuestro escándalo, montones de fangirls han seguido nuestros
movimientos mientras nos animaban a través de las redes sociales y nos enviaban
tarjetas.
—¿Necesitas ayuda con algo esta noche? —Liam se acerca a mí.
—Me olvidé del seguro —digo—. Tengo que investigar a los mejores
abogados y contratar a uno.
—Conozco a uno bastante bueno —dice.
—¿A quién?
Abre la cartera y saca una tarjeta que dice: “Bienvenido al bufete”.
—¿Eh? —Le doy la vuelta—. Aquí no hay información de contacto.
—Ya lo sé. —Sonríe—. Lo llamaré.
—¿Crees que dejar la Facultad de Derecho y centrarme en este lugar es una
buena decisión para mí?
—Es la segunda mejor decisión que has tomado nunca. 228
—¿Cuál es la primera?
Me atrae entre sus brazos y me besa, respondiendo a lo obvio.

Fin, otra vez


ACERCA DE LA AUTORA

Whitney G. es una autora superventas de New York Times y USA Today.


Sus libros se publican actualmente en más de una docena de idiomas.
Vive en lo más profundo de los bosques de Tennessee y pasa la mayor parte 229
del tiempo bebiendo café mientras escribe sobre machos alfa que hablan sucio.
Más información sobre su próximo proyecto en www.whitneygbooks.com
También puedes conectar con Whitney en Instagram y Facebook.
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