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La Constitución Nacional no distingue explícitamente las libertades civiles de las libertades políticas. No
encontramos en ella una definición de esas categorías que nos permita tipificadas sobre la base de un enfoque
jurídico. Tal circunstancia no es consecuencia de una deficiente técnica constitucional, porque una
constitución no debe ser una obra doctrinaria o científica, sino esencialmente un documento realista, practico
e institucional, destinado a encauzar la solución de los problemas cotidianos de una sociedad organizada
políticamente y no a satisfacer las exigencias resultantes de las elucubraciones teóricas. Aplicando un enfoque
realista, advertimos que la metodología constitucional es correcta, porque en el marco personalista de la Ley
Fundamental ambas libertades son especies de un género único. Tanto la libertad civil como la libertad
política son expresiones de la personalidad humana, y entre ellas no existen diferencias en orden a su
naturaleza sino a su finalidad. Si bien la Ley Fundamental no define a las libertades políticas para
distinguirlas de las libertades civiles, cabe efectuar una clasificación de aquellas atendiendo a la tipificación
que ofrece la Constitución de las libertades. Por un lado, nos encontramos con aquellas libertades cuyo
contenido político solamente se manifiesta con motivo de su ejercicio. Tal es el caso de la libertad de petición
ejercida con el propósito de influir sobre el proceso del poder y no solamente como elemento que compone
una relación jurídica entre sujetos de derechos. Por otro lado, nos encontramos con libertades cuya
tipificación constitucional solamente permite 'atribuirles carácter político. Tales a título de ejemplo, la
situación que contemplan los arts. 36, 37, 38, 39 y 40 de la Constitución. Las libertades civiles, cuya
regulación por las normas jurídicas positivas origina los derechos civiles y la consecuente posibilidad de
ejercerlos contando con la tutela legal, están sustancialmente destinadas a satisfacer los intereses legítimos de
los individuos o de la sociedad, prescindiendo de la tipificación 'del sistema político en el cual se desarrollan.
Pueden estar relacionadas, en algún caso concreto, con los fenómenos del poder, pero esa relación será
esencialmente tangencial, porque su meta es la convivencia social, con prescindencia de la estructuración
política de la sociedad, • Pero esas mismas libertades civiles asumen el rol de libertades políticas cuando el
objeto de su ejercicio se relaciona con la conservación, conquista o control del poder político. La meta
individual, que puede no estar ausente en ellas, aparece empanada por una finalidad especifica vinculada con
el poder político de la organización global. Existen libertades civiles que conforman la esencia de la
naturaleza humana y derechos civiles positivos que son el reflejo de ellas. También existen libertades civiles
jurídicas que no emanan de la naturaleza del hombre sino de la ley positiva que las traduce en derechos. Lo
propio acontece con las libertades políticas, aunque su caracterización y mayor o menor reconocimiento legal
están condicionados a la. Tipificación del sistema político. Las-libertades políticas son esenciales y
sumamente amplias en un sistema democrático constitucional. Son más extensas e intensas que en un sistema
autocrático, porque en el sistema democrático constitucional, tanto dogmáticamente como por imposición de
la idea política-dominante en la sociedad, los: individuasen su conjunto son considerados como reales y
efectivos titulares del poder cuyo ejercicio les compete en forma directa o por medio de sus representantes
dotados de legalidad y legitimidad electoral. Precisamente, a través del reconocimiento y ejercicio de los
derechos políticos se opera la participación de los individuos en el proceso del poder. La diferencia entre las
libertades civiles y las libertades políticas no reside en su naturaleza, sino en la finalidad a la cual responde su
ejercicio. Las libertades de petición, reunión, asociación y expresión, entre otras, son manifestaciones del
género libertad que pueden proyectarse tanto en el ámbito civil como en el político. Su reconocimiento por los
arts. 14 y33 de la Ley Fundamental es efectuado con prescindencia de la caracterización civil o política que
puedan tener en cada caso concreto. Cuando la libertad de petición se ejerce con una finalidad política
conforme a las leyes reglamentarias (art. 28), tiene una limitación especifica establecida por el art. 22 de la
Ley Fundamental. Una situación similar se presenta con la libertad de reunión, que también aparece
mencionada por el art. 22 de la Constitución. En cuanto a la libertad de asociación con fines útiles,
contemplada en el art. 14 de la Ley Fundamental, su proyección al ámbito político se advierte en el caso de
los partidos políticos previstos por el art. 38 de la Constitución, las facciones políticas o cualquier otro tipo de
entidad que, de manera permanente o esporádica, dirige su actividad hacia la conquista, conservación o
control del poder político. A su vez, con respecto a la libertad de expresión en general y a la libertad de prensa
en particular, su ejercicio en las dimensiones institucional y estratégica constituye, con frecuencia, la
manifestación del ejercicio de una libertad política. De manera que, en abstracto, no es correcto calificar a una
libertad como civil o política. La calificación solamente podrá resultar de la maldad atribuida al ejercicio de la
libertad, salvo cuando la Constitución le asigna una naturaleza específicamente política. Las libertades, en su
matiz político, están reconocidas a lo largo del texto constitucional. Sin embargo, merece particular
consideración la cláusula residual del art. 33, en el cual se expresa que están reconocidos todos aquellos
derechos y garantías no enumerados, pero que nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma
republicana de gobierno. Todos aquellos derechos sin los cuales resulta utópico asignar a la comunidad el
carácter de titular del poder, o atribuir a una estructura gubernamental la conformación republicana, son
expresiones de la libertad política. Se suele indicar que las libertades políticas y los consecuentes derechos
políticos son solamente tales cuando su titularidad es reconocida a los ciudadanos, y excepcionalmente a los
extranjeros, así como también a los partidos políticos, requiriéndose en ambos casos que no tenga otra
finalidad que la política. Compartimos esta afirmación, aunque considerando que el carácter relevante no
resulta de la naturaleza del sujeto que ejerce la libertad, sino de la finalidad a que responde su ejercicio. Un
partido político puede ejercer libertades con una finalidad esencialmente civil, como contratar personal
dependiente o adquirir un inmueble, y en tales casos no estaremos presenciando la manifestación de una
libertad política, aunque su sujeto estuviese constituido con un objetivo de esa índole. Asimismo, una entidad
civil puede desarrollar alguna actividad encaminada a controlar el ejercicio del poder político, en cuyo caso
estará ejercitando una libertad política y no civil, Ciertas manifestaciones del ejercicio de la libertad pueden
ser reguladas por la ley mediante el reconocimiento de derechos políticos a los ciudadanos y a los partidos
políticos, pero ello no es obstáculo para que esas libertades, aunque difieran sus efectos jurídicos, puedan ser
ejercidas por los extranjeros o por entidades que no sean partidos políticos. Esto nos conduce a reiterar que la
distinción constitucional entre las libertades civiles y las libertades políticas no reside en la naturaleza de la
libertad o en la calidad del sujeto que la ejerce, sino en su objetivo; la conservación, conquista o control del
poder político. Cabe afirmar que virtualmente todas las libertades civiles pueden asumir el rol de libertades
políticas. A ellas se añaden ciertas libertades que son esencialmente políticas, tales como las que están
regladas por el derecho electoral, la regulación de los partidos políticos y las formas semidirectas de
democracia. Las libertades políticas, al igual que las libertades civiles, no son absolutas. Su ejercicio puede
quedar sujeto a una reglamentación razonable, conforme lo dispone el art. 28 de ir Ley Fundamental, sin
perjuicio de las condiciones específicas que establece la propia Constitución al determinar, por ejemplo, los
requisitos que se deben reunir para ejercer el derecho de acceder a determinados cargos públicos, Pero la
Constitución también contiene otras cláusulas específicamente aplicables respecto de las libertades políticas.
Así, su art. 18 establece que queda abolida para siempre la pena de muerte por causas políticas, prohibición
que no se extiende a la dispuesta legalmente por causas civiles, sin perjuicio de lo prescripto por el art. 40 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en orden a que no se restablecerá la pena de muerte en
los Estados que la han abolido, que no se aplicará la pena de muerte por delitos políticos ni comunes conexos
con los políticos, y que no se impondrá la pena de muerte a mujeres en estado de gravidez ni a las personas
que en el momento de la comisión del delito tuvieren menos de dieciocho años o más de setenta. En el orden
internacional, la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que todos los ciudadanos tienen
el derecho de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes
libremente elegidos; de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio
universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores; de tener
acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su país. Añade que la ley puede
reglamentar el ejercicio de esos derechos y oportunidades exclusivamente por razones de edad, nacionalidad,
residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena por juez competente en proceso penal
(art. 23). Una disposición similar está contenida en el art. 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos.
SISTEMA ELECTORAL Establecer la naturaleza y los objetivos del sistema electoral constituye la
solución para un problema comprobó que, en cada caso concreto, nos permitirá conocer el-grado de
participación política (969), su índice de representación y la idea política sobre la cual se asienta la estructura
política. El carácter dinámico de la vida social, los cambios permanentes que se operan en las ideas y valores
como consecuencia del comportamiento de los hombres, hacen que el análisis del sistema electoral no esté
agotado. Por el contrario, su consideración y la descripción de los fenómenos políticos resultantes de su
funcionamiento imponen al investigador la necesidad de extremar-su prudencia, ajustándose a un criterio
esencialmente realista, guiado por un enfoque integral y fundado en la concepción histórica resultante de la
aplicación de innumerables técnicas y procedimientos electorales que integran la esencia de la política (970).
Semejante tema de investigación, por su envergadura y proyección sobre el conjunto de los fenómenos
políticos, reviste fundamental importancia dentro del campo de estudio de la ciencia política, caracterizada
como la ciencia soberana entre las ciencias de las cuales se nutre para consolidarlas a través de una vía
integrativa de manifestación, Aristóteles, considerado el fundador de la Ciencia Política, destacaba que "el
bien se deriva de la ciencia soberana, de la ciencia más fundamental de todas, y ésta es precisamente la
Ciencia Política", agregando que "como ella se sirve de todas las demás ciencias prácticas y prescribe
también en nombre de la ley lo que se debe hacer y lo que se debe evitar, también podría decirse que su fin
abraza los fines diversos de todas las demás ciencias y, por consiguiente, el de la política será el verdadero
bien, el bien supremo del hombre" (971). La necesidad de acudir a los enfoques metodológicos resultantes de
la ciencia política se impone, así como también el rechazo de la pureza metodológica que solamente puede
ofrecer una visión parcial e incompleta del fenómeno (972). Ello obedece a que el estudio del sistema
electoral no puede ser aislado de los elementos culturales básicos y de su gravitación sobre la vida política, de
los caracteres del sistema político donde se aplica, de las instituciones que lo integran, del contenido de la
idea política dominante, del comportamiento político de la comunidad, de la influencia que ejercen los lideres
y dirigentes en el curso del proceso político, así como tampoco de la finalidad humanista o transpersonalista
asignada a la sociedad global. En definitiva, la integración meto dilógica es el presupuesto necesario para
ofrecer una visión integral del fenómeno electoral (973). En efecto, si bien es cierto que el estudio del sistema
electoral puede revestir un carácter puramente formal y jurídico, tal enfoque será incompleto si pretendemos
abarcar el contenido del comportamiento electoral frente a un acto político concreto, por cuanto nos brindará
una visión parcial, limitada y estrecha de los fenómenos que lo componen. En cambio, si extendemos ese
análisis al proceso político global, esencialmente dinámico, y lo relacionamos con las fuerzas, factores, ideas,
doctrinas y demás elementos que forjan su desarrollo, el resultado será altamente satisfactorio. Es preferible
no limitar la investigación encuadrando el estudio en el marco formado por las diversas normas jurídicas que
han consagrado múltiples sistemas 'electorales, sin perjuicio de rescatar la conveniencia de su análisis como
un aspecto parcial y complementario. Pero agotar la unidad de análisis en el derecho positivo electoral
importa desconectarlo de aquellos elementos de hecho que complementan la realidad política y que,
frecuentemente, son las causas que dan origen a esas normas. Creemos que el único camino metodológico
capaz de conducir a la posesión de una visión integral sobre la esencia y finalidad del sistema electoral es el
que conjuga la teoría con la practica electoral mediante la descripción objetiva de esta última, Aceptando que
la organización electoral es el fundamento de toda la organización política (974), el análisis histórico de las
diversas sociedades dotadas de esa organización, merezcan o no la denominación de Estado, revela que en su
interior siempre estuvo vigente algún sistema electoral. En todo tipo de organización política global siempre
existió algún procedimiento destinado a ofrecer una solución a dos problemas fundamentales que entroncan
con la esencia de la propia organización: 1). ¿Quién designa a los gobernantes? 2). ¿Como son designados los
gobernantes? Sobre tal base, podemos definir al sistema electoral como el procedimiento que se aplica en toda
organización política global para designar a los gobernantes y establecer los_ mecanismos que regulan el
acceso al poder, cuyo contenido estará integrado por aquellos elementos que, en cada caso concreto, aporte la
idea política dominante. El contenido del sistema electoral, así como las técnicas utilizadas para
materializarlo, fueron muchas veces rudimentarios y elementales si los comparamos con los valores e ideas
políticas imperantes en la actualidad. Así, tanto el voto como el sufragio tuvieron aplicación en el curso del
proceso político desde la antigüedad, aunque con frecuencia estuvieron desprovistos de las modalidades y
requisitos que tuvieron a partir del siglo XIX. Sin embargo, la vigencia y aplicación del sistema electoral en
todas las sociedades políticas globales permanentes, que no se agota con el voto y el sufragio, no debe
sorprendernos si aceptamos que no es posible la subsistencia de esas entidades sin la compañía de un sistema
electoral. Es cierto que, como consecuencia de un análisis político histórico detallado, limitado en el tiempo y
el espacio a alguna sociedad global, será posible advertir la inexistencia de un sistema electoral. Pero tal
situación será esencialmente transitoria y no podrá superar el momento en que surja la necesidad de integrar el
gobierno. Caso Contrario, la organización política estará destinada a desaparecer por su atomización o la
absorción de sus elementos, ya que no reunirá todos los presupuestos necesarios que posibilitan, en forma
continua, organizar y exteriorizar el ejercicio del poder político. Sin sistema electoral no habrá gobierno, y sin
gobierno no habrá manifestación orgánica del poder dentro de una organización política global. La presencia
de una sociedad global dotada de organización política, por más primitiva que ella sea, estará acompañada por
un sistema electoral que, en último término, integra los fundamentos de tal organización y se nutre de las
concepciones políticas que sustentan al sistema político mediante una idea genéricamente compartida por los
grupos sociales, que les sirve de guía para determinar el contenido de sus conductas (975). No nos interesa
saber si el procedimiento electoral estuvo inspirado por una concepción teocrática, por el azar, la fuerza, la
voluntad de un cuerpo electoral amplio o restringido, o por la decisión política emanada de una personalidad
dominante. No nos interesa si las técnicas electorales fueron determinadas por el sufragio revestido con las
modalidades democráticas, por la voluntad divina, por la voluntad de un líder o por las leyes de la herencia.
Ello es así por cuanto lo esencial a los fines de la organización política global y su permanencia es el
procedimiento y no su Contenido técnico o ideológico. La relación que se expresa entre el sistema electoral y
la organizad- 6n política es constante y está sometida al dinamismo que caracteriza a la vida política. El
sistema electoral nace cuando comen- Sa la vida política organizada de los pueblos, pero su contenido vario
constantemente, siguiendo las Modificaciones que se producen en los Valores e ideas en que se cimienta
aquella. En toda sociedad organizada políticamente, y actualmente en todo Estado, se acude a un sistema
electoral procurando encontrar una respuesta a las preguntas referentes a quien designa a los goteantes y a
como son designados los mismos. Su contenido nos permitirá conocer la técnica electoral empleada para la
designación de los gobernantes y a quien o a quienes se les asigna la misión de seleccionar a estos últimos,
Tales interrogantes son resueltos mediante la aplicación de un sistema que, ajustándose a los requerimientos
provenientes de la idea política dominante, consolida la organización de una sociedad regulando un aspecto
del ejercicio del poder político en su ámbito. En síntesis, lo necesario para la vida de una organización política
global es el sistema electoral; con prescindencia de su contenido ideológico. Así lo revela la experiencia
histórica resultante de la aplicación de múltiples técnicas electorales, que culmina, en las democracias
constitucionales modernas, con la vigencia de un procedimiento con el cual se pretenden integrar los roles del
gobierno con las personas más capacitadas a criterio de los propios gobernados, que además, participan,
directa o indirectamente y en un marco de libertad, como protagonistas de un proceso fundamental: el de la
adopción de las decisiones políticas.
CUERPO ELECTORAL Una de las características que tipifican a los actuales sistemas electorales consiste
en el funcionamiento de un órgano que, asumiendo la representación de los gobernados procede a designar a
los gobernantes. Así, la respuesta a la pregunta sobre quién designa a los gobernantes no dependerá de
principios religiosos, hereditarios o de la voluntad de un individuo o grupo Social, sino de una idea política
dominante que atribuye aquella función, en principio, a todo Si nos ajustamos al rigor científico, el pueblo
corno unidad global no es sinónimo de cuerpo electoral. Sueltamente algunos, o muchos, de los componentes
del pueblo o de la comunidad política participan en el cuerpo electoral. Una porción dé los gobernados,
integrando el cuerpo electoral, ejerce la función por cuyo intermedio se conforman los órganos
representativos del Estado. Aquí advertimos un fenómeno de doble representación. Por una parte, una porción
del pueblo, como titular del poder, por razones prácticas y dé eficiencia no lo ejerce en-forma directa (980),
sino que atribuye tal función a un grupo de personas que integran el gobierno. Por otra parte, quienes hacen
efectiva esa atribución, integrando el cuerpo electoral, representan a su vez a todos los miembros de la
comunidad política que, voluntariamente o por disposición de la legislación electoral, no forman parte de ese
cuerpo. Así, el cuerpo electoral representa directamente a la comunidad política, y los gobernantes
representan en forma inmediata al cuerpo electoral y, de manera mediata, a la comunidad política. El cuerpo
electoral está compuesto por el conjunto de personas a las cuales se les reconoce el derecho de voto y que,
efectivamente, ejercen ese derecho designando a los gobernantes por medio del sufragio. Como fuerza
política se caracteriza por ser neutra, en el sentido de estar desprovista de una ideología o finalidad política
que, en cambio, si se advierte en las restantes fuerzas políticas. Además, no es espontanea sino orgánica, ya
que su composición y funcionamiento esta reglado por la ley (981). Los individuos, al ejecutar el acto del
voto, pasan a formar parte del cuerpo electoral que, mediante el ejercicio del sufragio, designa a los
gobernantes. Por su parte, esos gobernantes, que no han sido elegidos por individuos aislados sino por un
cuerpo, ejercen la representación de este último, así como también la de aquellos, sectores de la comunidad
que no integran el cuerpo electoral pero que, a su vez, están representados por el mismo. Puede haber unidad
o pluralidad de cuerpos electorales, ya que su integración se vincula con el ámbito espacial de
representatividad del cuerpo. Puede haber un solo cuerpo electoral o pueden coexistir varios (982). Cuando
hay pluralidad de cuerpos electorales, su distribución se practica, generalmente, sobre una base territorial,
aunque también puede conectarse con fundamentación de intereses, profesional o de modo mixto (983). La
técnica de representación sobre la cual se desenvuelve el funcionamiento de los cuerpos electorales en las
sociedades políticas modernas ha sido considerado como uno de los instrumentos mas importantes utilizados
en el curso del desarrollo político de la humanidad (984). Conforme a ella, el cuerpo electoral no se limita a
designar a los gobernantes, sino que, además- les atribuye la representación de la comunidad política, con la
consiguiente responsabilidad y obligación de rendir cuenta de sus actos. Esta representación no equivale a la
representación jurídica, sino que es de naturaleza esencialmente política (985). Ella no traduce mandatos
individuales o de ciertos grupos sociales orgánicos, sino una representación de carácter global emanada del
cuerpo electoral, en el cual se sintetizan y convergen los múltiples intereses y necesidades de la comunidad.
EL CUERPO ELECTORAL EN LA LEGISLACION ARGENTINA
La composición del cuerpo electoral está determinada por las normas reglamentarias de la Constitución
Nacional. La ley 19.945 y sus normas modificatorias establecen el Código Electoral Nacional, en el cual se
fijan las condiciones positivas y negativas que deben reunir las personas para ejercer el acto del voto,
consecuentemente, integrar el cuerpo electoral. Como regla general, pueden formar parte del cuerpo electoral
todos los ciudadanos, sin distinción de sexo, ya sean nativos, por opción o naturalizados (art. 10). Ello
importa asignarle al voto carácter universal, pero no absoluto, ya que la ley establece una serie de
impedimentos que excluyen del cuerpo electoral a quienes están comprendidos 'en las causales de inmadurez,
indignidad o incapacidad política. Los impedimentos provenientes de la inmadurez son: 1) Edad. No pueden
integrar el cuerpo electoral las personas que no tengan 18 años cumplidos al momento del acto electoral (art.
10). La ley presume que a partir de esa edad los individuos gozan de la aptitud suficiente para decidir sobre el
destino político de la Nación con Prescindencia del grado de capacidad civil que les atribuya la legislación
especifica. Además de tener- esa edad, deben esta incorporados al registro o padrón electoral. Si bien la
legislación electoral argentina esta enrolada en la tendencia universal que reconoce el voto a quienes
cumplieron 18 años, su escala de valores no es congruente con la prevista por la legislación civil, que
desconoce la aptitud de los menores de 21 arios de edad para realizar actos civiles o comerciales de una
importancia significativamente inferior a la que tiene el acto de votar. 2) Demencia. Tampoco pueden votar
los dementes declarados tales en juicio y los que, aunque carezcan de esa declaración, estén recluidos en
establecimientos asistenciales (art. 30, inc. a). El art. 152 bis del Código Civil limita, en ciertos supuestos, la
capacidad civil de las personas que se embriagan habitualmente, consumen estupefacientes, tienen
disminuidas sus facultades mentales sin padecer enfermedades, o son prodigas en la disposición o
administración de sus bienes, pero ninguno de estos impedimentos tiene su correlación lógica en la legislación
electoral. 3) Sordomudos. La ley electoral (art. 30, inc. b) excluye a los sordomudos que no sepan hacerse
entender por escrito, reproduciendo una limitación equivalente a la contenida en el art. 153 del Código Civil.
La causa de este impedimento guarda estrecha relación con las que generan la exclusión de los analfabetos y
semianalfabetos, que no están previstas por las normas electorales. Los individuos que están excluidos del
cuerpo electoral por razones de indignidad política son: 1) Los condenados por delitos dolosos a pena
privativa de libertad, por sentencia ejecutoriada, por el término de la condena (art. 3°, inc. e). 2) Los
condenados por faltas previstas en las leyes nacionales o provinciales de juegos prohibidos, por el termino de
tres años, y si son reincidentes por el termino de seis años (art. 30, inc. f). 3) Los sancionados por la
infracción de deserción calificada, por el doble del término de la duración de la sanción (art. 30, inc. g). 4)
Los declarados rebeldes en causa penal, hasta el cese de la rebeldía o se opere la prescripción (art. 3°, inc. i).
5) Las personas que realicen contribuciones o donaciones anónimas a los partidos políticos, los afiliados que
soliciten o reciban esas contribuciones o donaciones, los empleados y empleadores que requieran
contribuciones para los partidos políticos de sus inferiores jerárquicos o empleados, las personas que utilicen
fondos de un partido político para influir en las nominaciones de una elección partidaria interna (art. 3°, inc.
1). 6) Las personas que están inhabilitadas para el ejercicio de los derechos políticos, conforme a otras
prescripciones legales y reglamentarias (art. 3°, inc. m). Los impedimentos derivados de la incapacidad
política son: 1) La nacionalidad. En el orden nacional, el cuerpo electoral se compone solamente con aquellas
personas que tienen la nacionalidad argentina, ya sean nativos, por opción o naturalizados, quedando
excluidos los extranjeros (art. 1°). 2) Registro. Los ciudadanos que no figuran inscriptos en el padrón electoral
definitivo, cuya impresión concluye treinta días antes del acto electoral (art. 2°). Siguiendo las practicas
electorales que se registran en algunos países, la ley 24.007 reglamentada por el decreto 1138/93, permite el
voto en el extranjero de los argentinos que residen de manera efectiva y permanente fuera del territorio de la
Nación. Para ello se deben inscribir en el Registro de Electores Residentes en el Exterior, acudiendo a las
representaciones diplomáticas o consulares de su país de residencia. Asimismo, deberán acreditar cual fue su
ultimo domicilio en la República Argentina para ser incorporados al padrón electoral que corresponda al
distrito donde se adjudicaran los votos emitidos. De no poder acreditar ese domicilio, se considerará como tal
el del lugar de su nacimiento en el país y, en el caso de los argentinos por opción, el ultimo domicilio de los
padres. Los votos emitidos se remiten a la Junta Electoral Nacional del distrito correspondiente. En este caso
no es obligatoria la inscripción en el Registro ni la emisión del voto.
SITUACIÓN DE LOS DETENIDOS Y NO CONDENADOS En su texto originario, la ley 19.945 contenía
otros impedimentos. Alcanzaban a los soldados conscriptos ‘de las Fuerzas Armadas y los agentes,
gendarmes, marineros o sus equivalentes de las Fuerzas de Seguridad de la Nación y las provincias, así como
también a los alumnos de los institutos de reclutamiento de esas fuerzas, 'tanto en el orden nacional como
provincial. Estos impedimentos fueron derogados por la ley 24.904 de 1.997. Otro tanto acontecía con los
infractores de las leyes del servicio militar, hasta que cumplieran con el recargo que establecían el mor LAS
LIBERTADES POLÍTICAS 989 más vigentes; los que registraban tres sobreseimientos provisionales por
delitos que merecían una pena privativa de libertad superior a tres años y por igual plazo a contar desde el
ultimo sobreseimiento; los que registraban tres sobreseimientos provisionales por delitos consistentes en
sostener, administrar o regentear casas de tolerancia, por el termino de cinco años a contar desde el ultimo
sobreseimiento; y los detenidos por orden de juez competente mientras no recuperen su libertad. Entendíamos
que, si para la ley penal un sobreseimiento provisional, o varios, no importaban tener por acreditada la
culpabilidad ni generaban consecuencias legales, no era congruente que la ley electoral tachara de indignos a
los eventuales sospechosos cuya participación en un delito no había sido probada. Similar consideración
habíamos expresado respecto de las personas detenidas por orden judicial y que no habían sido pasibles de
una condena firme. En tales casos, se violaba la garantía de la presunción de inocencia resultante del art. 18
de la Constitución. Estos impedimentos fueron derogados por la ley 25.858 de 2003 y como consecuencia de
las sentencias dictadas por la Corte Suprema de Justicia en los casos "Alianza Frente para la Unidad" (993) y
"Bignone"(994). Ambos pronunciamientos se basaron sobre el art. 23 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Dispone que todos los ciudadanos tienen el derecho de votar y ser elegidos en elecciones
periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre
expresión de la voluntad de los electores. Si bien tales derechos pueden ser reglamentados, la regulación
legislativa debe obedecer, exclusivamente, a razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción,
capacidad civil o mental, o condena por juez competente en un proceso penal. Son excepciones impuestas
taxativamente que no pueden ser ampliadas por el Estado, según lo dispone el art. 29, inciso a), de aquella
Convención. En el caso "Bignone", la Corte Suprema, al confirmar por unanimidad la sentencia dictada por
la Cámara Nacional Electoral, declaro la inconstitucionalidad de la norma del Código Nacional Electoral que
negaba el voto a las personas detenidas por orden de juez competente mientras no recuperaran su libertad. La
razonabilidad de la sentencia provenía, no solamente del art. 23 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, sino también de una interpretación sistemática de ella y de la propia Constitución federal. Así,
conforme al art. 8°, inc. 2°, de la Convención, toda persona a la cual se le imputa la comisión de un delito
disfruta de la presunción de inocencia hasta que no se establezca judicialmente su culpabilidad por sentencia
firme, Esa presunción de inocencia impide privada de sus derechos políticos porque, caso contrario, la
detención preventiva tendrá la envergadura de una sanción y, ese acto cautelar de detención, no puede
traducirse en una pena anticipada. A igual conclusión se arriba mediante un análisis del art. 18 de la
Constitución Nacional y de una interpretación teleológica de su texto. Por otra parte, se estaría 'desconociendo
el principio de igualdad ante la ley porque, a los procesados detenidos se les negaba una potestad que podían
ejercer quienes disfrutaban de una libertad provisoria durante el curso de la causa penal. Sobre este aspecto,
cabe acudir a un precedente de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos. Se trata del caso "O'Brien
v. Skinner" de 1974 (995). Había sido cuestionada la normativa del Estado de New York porque no preveía la
instrumentación de los recaudos necesarios para permitir que pudieran votar las personas que estaban
detenidas a la espera de un proceso judicial. La Corte considero que se vulneraba el principio de igualdad
porque esa posibilidad le era reconocida a quienes, teniendo su domicilio en ese Estado, se hallaban
transitoriamente detenidos en otro Estado a la espera de la sustanciación del proceso. En-tales casos, la ley del
Estado de New York permitía que los ausentes 'emitieran su voto por vía postal (996).,. Otra particularidad
que tuvo el caso "Bignone" es que la Corte, para evitar la dilación en la ejecución de su sentencia insto, tanto
al órgano ejecutivo- como al Congreso para, que, en el plazo de seis meses, procedieran a dictar las normas
que permitieran tornar efectivo el derecho reconocido. Su resultado fue la sanción de la ley 25.858.
Consideramos que los fundamentos expuestos en el caso "Bignone" son válidos para disponer la
inconstitucionalidad del art. 3°, inc. i), del Código Nacional Electoral que priva de la potestad de votar a los
rebeldes en una causa penal, hasta que cese la rebeldía o se opere la prescripción. Respecto de ellos, también
debe funcionar la garantía de la presunción de inocencia. Con anterioridad al caso "Bignone", la Corte
Suprema de Justicia, por decisión unánime de sus miembros, se había pronunciado en forma similar al decidir
el caso "Alianza Frente para la Unidad". Declaro la invalidez de las normas de la provincia de Corrientes que
vedaban a los procesados privados de su libertad ambulatoria, a presentarse como candidatos en los comicios
con la expectativa de ser elegidos para desempeñar cargos públicos locales. Sobre la base de la disposición
contenida en el art. 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Corte Suprema descalifico a
aquellas normas provinciales por no adecuarse al principio de la supremacía constitucional.
SUFRAGIO
La primera parte del art. 37 de la Constitución establece que "el sufragio es universal, igual, secreto y
obligatorio". incurre en el error de confundir dos conceptos que definen realidades distintas en un sistema
representativo, como son el sufragio y el voto. El sufragio es una función política ejercida por el cuerpo
electoral en el marco de un sistema determinado, mediante el cual se procede a designar a los gobernantes. El
sufragio no es un derecho ni un deber, características que podrán corresponder al acto individual del voto. Se
trata de una función política (997) ejercida por una fuerza política orgánica, que es el cuerpo electoral, por
cuyo intermedio se integran los órganos gubernamentales que ejercen la representación de la comunidad
política. El sufragio no es sinónimo del sistema electoral. Este último constituye un procedimiento reglado
con el propósito de establecer quien designa a los gobernantes y como son designados los mismos. En
cambio, el sufragio es una función política que se ejerce en el marco de un sistema electoral, por una entidad
cuya composición varia en función de la idea política dominante. En la concepción electoral moderna, el
sufragio ocupa una posición preferente. La vigencia de la democracia constitucional no se concibe sin el
funcionamiento efectivo del sufragio, acompañado de
las garantías que permitan la expresión plena de la libertad política, tanto en los individuos como en los
grupos sociales (998). En una democracia constitucional es necesario que los ciudadanos, identificados con el
cuerpo electoral, gobiernen directamente o por medio de sus representantes legítimos. En este último caso, la
acción se concreta por los preceptos resultantes de la doctrina de la representación política que impone el
sufragio. Tal representación es una consecuencia de la convivencia humana, la cual, para subsistir en forma
organizada, requiere de un núcleo de dirigentes. La convivencia en el marco de un grupo hace necesario un
conjunto de dirigentes que retire la actividad de los demás aplicando las normas preestablecidas (999). Así se
comprende que en toda sociedad organizada políticamente exista una minoría a la cual se encomienda la
conducción de los asuntos comunes y, simultáneamente, una técnica electoral que la comunidad pone en
funcionamiento para seleccionar a la minoría dirigente sobre la base de los-principios de razonabilidad y
capacidad. De tal modo, la representación política se hace efectiva por medio del sufragio, y el sistema
electoral se ocupa de reglamentarlo fijando las condiciones bajo las cuales algunos de los integrantes de la
sociedad política debe o pueden ejecutar un acto político individual—el voto— a fin de integrar el cuerpo
electoral, al cual se le encomienda el ejercicio de la función del sufragio. La importancia asignada al sufragio
facilita la comprensión del tratamiento especial que merece todo sistema electoral en la vida política. Basta
tener presente que establece una técnica electoral determinada y le brinda su contenido. Consecuentemente,
no se obtendrán los mismos resultados representativos con la aplicación de técnicas diferentes, ya que cada
una de ellas promoverá una organización, un régimen e inclusive un sistema político completamente distinto
por sus características y por su esencia. Así, el grado de disputa o lucha política que existe en las elecciones,
permite distinguir a una sociedad pluralista de una sociedad unánime (1000); a una sociedad donde hay
libertad de opinión y de asociación, de otra en la que se desconocen tales derechos sobre la base de una
doctrina única y de aceptación obligatoria.
VOTO La racionalización del poder político confirma la necesidad impostergable de reconocer a todo
ciudadano, naturalmente capacitado, el derecho de participar, en un plano de igualdad, en el proceso electoral,
integrando a tal efecto el cuerpo al cual se le asigna la titularidad del sufragio. Tal necesidad solamente se
puede satisfacer estableciendo el voto con las modalidades impuestas por la idea política dominante. Por ello,
el ejercicio del voto ya no puede ser limitado a un número reducido o previamente seleccionado con criterio
restrictivo de ciudad-, nos, sino que se extiende a un electorado numeroso. La idea política dominante impone
que nadie puede ser excluido del cuerpo electoral, salvo en los casos excepcionales fijados por razones
elementales de inmadurez, indignidad o incapacidad política. El voto, como acto político individual por el
cual los ciudadanos pasan a formar parte del cuerpo electoral, presenta dos características democráticas
esenciales —universalidad e igualdad— y dos características circunstanciales —secreto y obligatoriedad—
que no hacen a su esencia democrática.