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HISTORIA DEL URUGUAY – NOVENOS - 2024

Vendedor ambulante
Salida de misa

Los aspectos físicos del país se fueron transformando a lo largo del siglo XIX. Montevideo se extendía al ritmo del
crecimiento de la población. Por un lado, barrios obreros; por otro, aquellos en los que la clase alta construía sus quintas
de veraneo en el Prado, y, por último, los nuevos pueblos sobre la costa -como Pocitos- donde se arriesgaban a
instalarse unos pocos.

Los barrios creados por el inversionista Francisco Piria, cuyos predios y viviendas se vendían a largos plazos, llevaban
nombres que recordaban el origen de sus pobladores: Nueva Italia, de Los Españoles, Víctor Manuel, Nueva Roma,
Garibaldi.

La Ciudad Vieja, centro de la vida política y cultural de la época, también cambiaba su aspecto. Las líneas de tranvías
a caballo se multiplicaron y en 1906 se inauguraron los primeros tranvías eléctricos. La iluminación pública a gas fue
suplantada por la electricidad y ya llegaba a varios barrios de la capital.

Además de los teatros (como el Solis, San Felipe, el Cibilis) en julio de 1896 se instaló el cinematógrafo en el Salón
Rouge. En pocos años se abrieron otras salas de cine, o biógrafo como le llamaban entonces, y no solo en la Ciudad
Vieja sino por todos los barrios montevideanos.

¡Ya en 1900 se vio al primer automóvil "volar" por la calle 18 de Julio!

En la construcción de las mansiones con materiales europeos y en el diseño de los parques y avenidas como el
Boulevard Artigas (hasta con nombre afrancesado), todo parecía querer hacer de Montevideo una ciudad tan elegante
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como París. La "Belle époque" montevideana se vivía en los salones de la clase alta, en la moda de las mujeres y en el
francés, la lengua culta que debían aprender niños y niñas para leer a los poetas del momento.

Los paseos al aire libre se podían hacer en el Parque del Prado, a orillas del Miguelete, que por entonces era un arroyo
de aguas claras. Fue el primer parque de la ciudad, ubicado en la zona cercana a los barrios preferidos por la clase alta.

Lo novedoso fue la planificación de un nuevo parque, el Parque Urbano, que hoy conocemos como Parque Rodó. El lago
artificial, el castillo y hasta los novedosos juegos como la rueda gigante atraían a niños.

En las diversiones de los montevideanos, lo nuevo y lo viejo se vivía al mismo tiempo. El carnaval, que remontaba sus
orígenes a la época colonial con sus candombes de negros quienes trataban de escapar de alguna manera del control de
sus amos, ya era una fiesta en la que participaban todos los sectores sociales. Sin embargo, el "carnaval bárbaro" estaba
dando lugar al "carnaval civilizado". En vez del juego descontrolado de agua y huevos, se imponían los pomos de éter
perfumado y las serpentinas. Las autoridades habían reglamentado los corsos, los desfiles y los bailes.

Nuevos deportes demostraban la influencia de las distintas colectividades: el rugby, el criquet, pero por, sobre todo, el
fútbol. En 1900 se disputó el primer clásico entre Nacional y el CURCC, posteriormente denominado Peñarol.

El tango fue ganando a los uruguayos. Empezó a escucharse y bailarse en las zonas portuarias, en los "barrios bajos", los
arrabales, cuna de prostitutas y malevos. Se reconocen en su origen las influencias de los bailes criollos, el ritmo y la
música de los esclavos africanos y los nuevos aportes de los inmigrantes que poblaban Buenos Aires y Montevideo.
Tardó pocos años en ser escuchado y aceptado por todos, primero los que a escondidas asistían a las milongas hasta
que llegó finalmente a los grandes teatros.

Texto extraído de libro “Pensar la Historia” 9no año E.B.I

Durante el período que analizamos la propiedad


de la tierra siguió en proceso de concentración,
fenómeno muy notorio en las zonas vacunas del
norte y del este. Las tierras fiscales que aún
restaban en la década del ochenta, pasaron a
manos particulares.

Mientras tanto, los antiguos peones, puesteros y


“agregados” de las estancias, desalojados por el
alambrado, formaban una nutrida legión de
población marginada, sin posibilidad alguna de
acceder a la propiedad de la tierra. Varias decenas
de miles de hombres y mujeres compartían esta
situación.

HEQUET, Diógenes. “Rancho con cabra y perro”


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La desocupación era un dato real. Los avances tecnológicos desplazaban gente, pero no creaban nuevas fuentes de
trabajo o era muy limitado. Diversos documentos de la época confirman que eran corrientes los sueldos mensuales
inferiores a diez pesos y que mucha gente trabajaba por la comida. No resulta extraño, entonces, que los servidores de
las guerras civiles de 1897 y 1904 recibieran como si fuera una fortuna los 30 pesos por cabeza que les tocó en el reparto
de los “gastos de pacificación” abonados por el gobierno.

La miseria del medio rural era muy grande y de ella se tenía conciencia en la época, despertando temores en los sectores
pudientes de la ciudad y el campo.

Abundantes datos muestran que no sólo en los “pueblos de las ratas” el panorama social era así. Aun en capitales
departamentales del norte y del este, especialmente, los niveles de miseria alcanzaban marcas altas. Tampoco
escapaban las colonias estatales fundadas en las décadas anteriores a 1900; salvo rarísimas excepciones, compartían
situaciones de mera subsistencia.

Texto extraído del libro Historia Uruguaya 7. El Uruguay de la modernización 1876-1904 de Enrique Méndez Vives

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