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EES N8 – Hilario Ascasubi Historia (3A) Folio 1 (2024) Profesor Lucio Martín

La primera revolución industrial

Introducción
La Revolución Industrial o Primera Revolución Industrial fue el proceso de transformación económica, social
y tecnológica que se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en el Reino de Gran Bretaña, que se extendió
unas décadas después a gran parte de Europa occidental y América Anglosajona, y que concluyó entre 1820
y 1840. Durante este periodo se vivió el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y
sociales de la historia de la humanidad desde el Neolítico, que vio el paso desde una economía rural basada
fundamentalmente en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano, industrializada y
mecanizada. La Revolución Industrial marca un punto de inflexión en la historia, modificando e influenciando
todos los aspectos de la vida cotidiana de una u otra manera. La producción tanto agrícola como de la naciente
industria se multiplicó a la vez que disminuía el tiempo de producción. A partir de 1800 la riqueza y la renta
per cápita se multiplicó como no lo había hecho nunca en la historia, pues hasta entonces el PBI per cápita se
había mantenido prácticamente estancado durante siglos.

A partir de este momento se inició una transición que acabaría con siglos de una mano de obra basada en el
trabajo manual y el uso de la tracción animal, siendo estos sustituidos por maquinaria para la fabricación
industrial y para el transporte de mercancías y pasajeros. Esta transición se inició hacia finales del siglo XVIII
en la industria textil, así como en lo relacionado con la extracción y utilización de carbón. La expansión del
comercio fue posible gracias al desarrollo de las comunicaciones, con la construcción de vías férreas, canales,
y carreteras. El paso de una economía fundamentalmente agrícola a una economía industrial influyó

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sobremanera en la población, que experimentó un rápido crecimiento sobre todo en el ámbito urbano. La
introducción de la máquina de vapor de James Watt (patentada en 1769) en las distintas industrias, fue el paso
definitivo en el éxito de esta revolución, pues su uso significó un aumento espectacular de la capacidad de
producción. Más tarde, el desarrollo de los barcos y de los ferrocarriles a vapor, así como el desarrollo en la
segunda mitad del XIX, durante la segunda revolución industrial, del motor de combustión interna y la energía
eléctrica, supusieron un progreso tecnológico sin precedentes.
Como consecuencia del desarrollo industrial nacieron nuevos grupos o clases sociales encabezadas por el
proletariado (los trabajadores industriales) y la burguesía, dueña de los medios de producción y poseedora de
la mayor parte de la renta y el capital. Esta nueva división social dio pie al desarrollo de problemas sociales y
laborales, protestas populares y nuevas ideologías que propugnaban y demandaban una mejora de las
condiciones de vida de las clases más desfavorecidas, por la vía del sindicalismo, el socialismo, el anarquismo,
o el comunismo. Hasta comienzos del siglo XIX Europa era un continente agrícola, no preparado para afrontar
una rápida industrialización, ni para enfrentarse a sus consecuencias negativas. Fábricas insalubres e
inseguras, exceso de horas de trabajo, niños obreros, explotación de la mujer, bajos salarios, hacinamiento y
viviendas miserables fueron algunos de los aspectos más oscuros de la Revolución Industrial. Las ciudades
crecieron desordenadamente a fin de dar cabida a la gente que emigraba de los campos y se instalaba allí para
trabajar en las fábricas. La mayor parte de las calles no tenían pavimento, y la luz, el agua y los alimentos eran
escasos. Las viviendas se amontonaban en estrechos y malolientes callejones, y cada barrio era un basural. No
fue extraño, entonces, que bajo tan tristes condiciones la tuberculosis y las epidemias hicieran estragos en los
barrios populares. Hombres, mujeres y niños trabajaban de 12 a 15 horas cada día, en locales insalubres y con
escaso salario. Algunas fábricas empleaban a niños huérfanos, menores de 14 años.

Aún sigue habiendo discusión entre historiadores y economistas sobre las fechas de los grandes cambios
provocados por la Revolución Industrial. El comienzo más aceptado de lo que podríamos llamar Primera
Revolución Industrial, se podría situar a finales del siglo XVIII, mientras su conclusión se podría situar a
mediados del siglo XIX, con un período de transición ubicado entre 1840 y 1870. Por su parte, lo que
podríamos llamar Segunda Revolución Industrial, partiría desde mediados del siglo XIX a principios del siglo
XX, destacando como fecha más aceptada de finalización a 1914, año del comienzo de la Primera Guerra
Mundial. El historiador marxista Eric Hobsbawm, considerado pensador clave de la historia del siglo XX
sostenía que el comienzo de la revolución industrial debía situarse en la década de 1780, pero que sus efectos
no se sentirían claramente hasta 1830 o 1840. En cambio, el historiador económico inglés T.S. Ashton
declaraba por su parte, que la revolución industrial tuvo sus inicios entre 1760 y 1830.
El término “revolución industrial” es también materia de discusión. Algunos historiadores del siglo XX, como
John Clapham y Nicholas Crafts, argumentan que el proceso de cambio económico y social fue muy gradual,
por lo que el término “revolución” resultaría inapropiado. Asimismo, es cuestionado el mote de “industrial”,

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ya que el proceso englobó también cambios agrarios, sociales, energéticos, y demográficos. Estas cuestiones
siguen siendo tema de debate entre historiadores y economistas

“Primera revolución industrial en 4 minutos”


https://www.youtube.com/watch?v=xZtAIuokJEI

“La Revolución Industrial en 7 minutos”


https://www.youtube.com/watch?v=3LQAnFEADl4&t=183s

Optimistas y pesimistas
Para explicar los orígenes de la Revolución Industrial inglesa que comenzó hacia 1750, los historiadores toman
en cuenta diferentes aspectos. Algunos les dan mayor importancia a los adelantos técnicos; otros, a los aspectos
sociales y económicos. Otros sostienen que la Revolución Industrial es un fenómeno complejo que no puede
explicarse a partir de un único factor. Por lo tanto, estos investigadores consideran que deben relacionarse
diferentes aspectos: la dimensión técnica, la dimensión económica y los aspectos sociales. Las discusiones
entre los historiadores también se producen alrededor de la siguiente pregunta: entre 1800 y 1850, ¿mejoró o
empeoró el nivel de vida de los trabajadores de la Revolución Industrial en Inglaterra?
La discusión sobre las consecuencias sociales de la Revolución Industrial ha dado lugar a un largo debate
acerca del nivel de vida de los trabajadores. Las dos posiciones extremas son las de los optimistas y la de los
pesimistas. Los pesimistas les dan gran importancia a los aspectos negativos de la industrialización. En
cambio, los optimistas resaltan las mejoras obtenidas por los trabajadores en sus condiciones de vida. Los
optimistas sostienen que, en el largo plazo, la industrialización permitió un aumento del bienestar para toda la
sociedad: no sólo mayor cantidad y variedad de productos, sino también mejores condiciones sanitarias y
educativas. Los pesimistas, por su parte, afirman que no pueden olvidarse las condiciones en que vivieron los
trabajadores de los primeros tiempos de la industrialización.

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Testimonios
➢ Testimonio 1. C.Marx y F. Engels. Manifiesto del partido comunista, 1848:
“La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro… en la gran fábrica del capitalista
industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica, están organizados en forma militar. Como soldados…
de la industria, están colocados bajo la vigilancia de una jerarquía completa de oficiales y suboficiales.
Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, toda la escala inferior de las clases medias de otro
tiempo, caen en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer
grandes empresas industriales y sucumben en la competencia con los capitalistas más fuertes; otros, porque
su habilidad profesional se ve depreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal suerte, el proletariado
se recluta entre todas las clases de la población”.

➢ Testimonio 2. Declaraciones del Dr. Ward de Manchester en una investigación sobre la salud en las
fábricas textiles, 1819:
“Tuve frecuentes oportunidades de ver gente saliendo de las fábricas y ocasionalmente atenderles como
pacientes. El pasado verano visité tres fábricas algodoneras con el Dr. Clough de Preston y con el Sr. Baker
de Manchester y no fuimos capaces de permanecer diez minutos en la fábrica sin empezar a jadear por falta
de aire. ¿Cómo es posible que quienes están condenados a permanecer ahí doce o catorce horas lo soporten?
Si tenemos en cuenta la temperatura del aire y su contaminación no puedo llegar a concebir como los
trabajadores pueden soportar el confinamiento durante tan largo periodo de tiempo".

➢ Testimonio 3. Fragmento del relato de un obrero hecho ante una comisión de trabajo en las industrias,
que se realizó en Inglaterra en el año 1832:
“Tenía yo 7 años cuando empecé a hilar lana en una fábrica. La jornada de trabajo duraba desde las cinco de
la mañana hasta las 8 de la noche, con un único descanso de treinta minutos a medio día para comer. Teníamos
que tomar la comida como pudiéramos, de pie o apoyados de cualquier manera. Así pues, a los siete años yo
realizaba catorce horas y media de trabajo efectivo. En aquella fábrica había alrededor de cincuenta niños,
más o menos de mi edad, que con mucha frecuencia caían enfermos. Cada día había al menos media docena
de ellos que estaban indispuestos por culpa del excesivo trabajo”.

➢ Testimonio 4. Declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad. Testimonio recogido
por la Comisión Ashley para el estudio de la situación en las minas, 1842:
"Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansador, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a
veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces
canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo.
Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. (...)
Me enseñan a rezar (...) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por
qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la
mina".

➢ Testimonio 5. Charles Turner Thackrah. Los efectos de los oficios, trabajos y profesiones, y de las
situaciones civiles y formas de vida, sobre la salud y la longevidad. 1832:
“En esta fábrica trabajan mil quinientas personas, y más de la mitad tienen menos de quince años. La mayoría
de los niños están descalzos. El trabajo comienza a las cinco y media de la mañana y termina a las siete de la
tarde, con altos de media hora para el desayuno y una hora para la comida. Los mecánicos tienen media hora
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para la merienda, pero no los niños ni los otros obreros (...). Cuando estuve en Oxford Road, Manchester,
observé la salida de los trabajadores cuando abandonaban la fábrica a las doce de la mañana. Los niños, en su
casi totalidad, tenían aspecto enfermizo; eran pequeños, enclenques e iban descalzos. Muchos parecían no
tener más de siete años. Los hombres en su mayoría de dieciséis a veinticuatro años, estaban casi tan pálidos
y delgados como los niños. Las mujeres eran las de apariencia más saludable, aunque no vi ninguna de aspecto
lozano (...). Aquí vi, o creí ver, una raza degenerada, seres humanos achaparrados, debilitados y depravados,
hombres y mujeres que no llegarán a ancianos, niños que nunca serán adultos sanos. Era un triste espectáculo”.

➢ Testimonio 6. F. Engels. La situación de la clase obrera. (Informe del Dr. D. Barry). 1845:
“Las influencias desfavorables, en los obreros, del trabajo de la fábrica son: 1. La desagradable necesidad de
constreñir sus esfuerzos intelectuales y físicos a un paso igual al del movimiento de la máquina (...) 2. La
persistencia en una posición recta, por espacios de tiempo demasiado largos (...) 3. La privación del sueño por
la larga jornada de trabajo (...) Los locales de trabajo, frecuentemente, son bajos, deprimentes, polvorientos y
húmedos, el aire impuro, la atmósfera recalentada, y continua transpiración (...) El muchacho de la fábrica no
tiene un momento libre fuera del destinado a almorzar, y sólo entonces sale al aire libre (...)”.

➢ Testimonio 7. Testimonio recogido en el periódico Crónica de la mañana, 13 de noviembre de 1849.


“Trabajaba en una fábrica de camisas baratas (…). Trabajando todos los días desde las cinco de la mañana
hasta medianoche podía hacer siete camisas en una semana. Esto significaba 17 peniques y medio por una
semana completa de trabajo. De ahí hay que descontar el algodón, que me costaba dos peniques semanalmente,
con lo que me quedaban 15 y medio para pagar con ellos el alquiler, la comida y las velas. Estaba soltera y
recibía un poco de ayuda de mis amigos, pero ni aun así me era posible sobrevivir. Estaba obligada a salir por
las noches a buscarme las habichuelas. Tenía un hijo que lloraba a menudo pidiendo comida. Por eso, dado
que no podía conseguir lo mínimo para él ni para mí misma con mi trabajo, tuve que echarme a las calles y
ganarme la vida de esa manera. Mi padre era un predicador de la iglesia independiente, y juro que fue el bajo
salario que recibía por mi trabajo lo que me llevó a la prostitución. A menudo luchaba contra ello y muchas
veces fui con mi hijo por las calles pidiendo limosna (…). Más tarde conseguí los papeles para el asilo, y
estuve allí durante dos años. En cuanto traspasamos la puerta me separaron de mi hijo y no me permitían verlo
más que una vez al mes”.

➢ Testimonio 8. Recuerdos de un hilador (1820):


“El algodón entonces era siempre entregado a domicilio, crudo como estaba en bala, a las mujeres de los
hiladores, que lo escaldaban, lo repulían y dejaban a punto para la hilatura, y podían ganar ocho, diez o doce
chelines a la semana, aun cocinando y atendiendo a la familia. Pero en la actualidad nadie está empleado así,
porque el algodón es abierto por una máquina accionada a vapor, llamada el ‘diablo’; por lo que nuestras
mujeres están desocupadas, a menos que vayan a la fábrica durante todo el día por pocos chelines, cuatro o
cinco a la semana, a la par que los muchachos. En otro tiempo, si un hombre no conseguía ponerse de acuerdo
con el patrono, le plantaba; y podía hacerse aceptar en otra parte. Pero pocos años han cambiado el aspecto de
las cosas. Han entrado en uso las máquinas de vapor y para adquirirlas y para construir edificios para
contenerlas junto con seiscientos o setecientos brazos, se requieren grandes sumas de capitales. La fuerza-
vapor produce un artículo más comerciable (aunque no mejor) que el que el antes éramos capaces de producir
al mismo precio: la consecuencia ha sido nuestra ruina. Yo, que antes era maestro, ahora vivo en la misma
miseria que todos esos campesinos pobres que vienen a la ciudad huyendo de las poor houses”.

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➢ Testimonio 9. Resolución del Parlamento británico, 1819:


“Un niño, por su natural constitución, no puede ni debe exponerse a los rigores del trabajo de la misma forma
que lo hacen los adultos. En nuestras fábricas textiles, los menores de 9 años soportan interminables jornadas
laborales, que se extienden de la madrugada más oscura a la noche cerrada, sin que el confinamiento en la
fábrica les permita ver la luz del sol. Es por eso que proponemos la prohibición de emplear niños menores de
nueve años en fábricas textiles; no así en el ámbito doméstico, donde las tareas se realizan en compañía y bajo
la tutela de sus familiares. Para los mayores de nueve años, de la misma forma, establecemos como condición
que sus jornadas semanales no superarán las 72 horas, así al menos hasta los 16 años, cuando alcancen la edad
adulta y se integren plenamente al trabajo productivo por el bien de la sociedad”.

➢ Testimonio 10. Artículo de Teodoro Llorente en Las Provincias, 29 de noviembre de 1867:


“Muchos estudios debieron preceder a la fundación de la fábrica de mosaicos ‘Nolla’ para elegir un sitio
apropiado y donde pudieran encontrarse los elementos de trabajo que la fábrica debía desarrollar. Era preciso
reunir para ello varias circunstancias que no siempre se armonizan fácilmente y que el señor Nolla supo
encontrar en medio de la vega valenciana a cinco kilómetros de la ciudad, junto al camino que une nuestro
país con las provincias de Aragón y Cataluña, y entre los laboriosos pueblos de Meliana y Almácera, donde
una población muy densa se dedica al cultivo de la tierra. Utilizar las fuerzas excedentes de esa población,
que encuentra ligada el campo para su subsistencia, uniendo los beneficios de la industria a los que proporciona
la agricultura, era una empresa útil para la riqueza de aquella comarca, en la que las mujeres y algunas veces
los niños no podían cooperar a la producción y al sostenimiento de la familia”.

“El ludismo”
https://www.youtube.com/watch?v=XyOhNDSltP4

“La revolución industrial. La revolución de los transportes”


https://www.youtube.com/watch?v=xjAXCbj0Kk0

En síntesis. La Revolución Industrial desde un abordaje multicausal


La Revolución Industrial (en adelante RI) que empezó en Inglaterra en el siglo XVIII y se extendió por todo
el continente europeo transformó, durante un período relativamente corto (dos generaciones) la vida en Europa
occidente, la naturaleza de su sociedad y su relación con otros pueblos del mundo. Estos cambios tan
trascendentales tuvieron sin embargo un modesto comienzo. Se manifestaron en un país (Inglaterra), en una
región, en una rama de la industria (la textil) y desde allí se propagaron por todo el planeta. ¿Fue una
revolución tecnológica o fue mucho más que eso? El historiador Eric Hobsbawm sostiene que el tramado de
transformaciones sociales, económicas, productivas, técnicas y culturales que llamamos RI sólo puede
explicarse desde una multiplicidad de factores.
La RI fue el resultado de la combinación de distintas transformaciones. Por un lado, desde el siglo XVI se fue
produciendo una "profunda mutación en las condiciones de producción agrícola" que permitió alimentar a una
población creciente y expulsó hacia los centros urbanos a una masa de campesinos que, con el tiempo, se
convirtieron en obreros industriales. Por otra parte, el "control de los mercados coloniales" que logró Inglaterra
durante el siglo XVIII, desplazando a holandeses, franceses, portugueses y españoles, tuvo consecuencias
revolucionarias. Si bien cada uno de esos mercados era reducido, al pasar a ser controlados por un solo país,
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Inglaterra, y comerciar un único producto, el textil de algodón, ello produjo la chispa que desencadenaría la
RI.
El abastecimiento de estos mercados exigía, además de la disponibilidad de capitales, un aumento de la
producción y de la productividad del trabajo. Ello alentó la innovación tecnológica y cambios en la
organización de la producción. Las innovaciones tecnológicas que se produjeron en Inglaterra durante el siglo
XVIII fueron relativamente sencillas. Resultaron más de la adecuación de ciertas técnicas existentes que de la
generación de nuevos inventos. Se trató sobre todo de cambios en las formas de tejer e hilar, que fueron
potenciados a partir del momento en que las máquinas tejedoras e hiladoras comenzaron a ser movidas por
una nueva fuente de energía, basada en el carbón y generada por la máquina de vapor.
Estas nuevas técnicas se combinaron con la disponibilidad de capitales y con la abundancia de mano de obra
en una nueva manera de organizar la producción: la fábrica. Esta nueva forma organizativa de la producción
implicó concentrar la mano de obra en un mismo lugar, especializar a cada obrero en una sola operación del
proceso general de trabajo (división del trabajo, especialización) y disciplinarlo para cumplir con las nuevas
tareas en las máquinas, sin moverse de su puesto de trabajo, cumpliendo horarios y reglamentos muy rígidos.
Esta forma de producir permitiría incrementos sustanciales en la productividad y la producción.
A pesar de sus modestos comienzos, la RI provocó un profundo cambio en la sociedad occidental y se proyectó
hacia el escenario mundial a través de la incorporación lenta, gradual pero persistente del resto del mundo a
esta lógica tecnológica y productiva. Con la RI y el nacimiento de la gran industria, se abrió una etapa de la
historia de las sociedades aún inacabada, donde los cambios sociales, económicos, científicos y técnicos se
integran, condicionan y determinan en un imbricado y complejo proceso.

Actividades
1. Con la información que tienen en este texto completen el siguiente cuadro:
Revolución industrial
¿Cuándo se produjo? ¿Dónde se produjo? ¿Qué ocurrió? ¿Cuáles fueron las
innovaciones?

2. ¿Cuáles son las dos posiciones alrededor del nivel de vida de los trabajadores durante los primeros años de la
Revolución Industrial inglesa? ¿En qué afirmaciones se sostiene cada posición?
3. ¿Cuáles son las diferencias entre el trabajo en una sociedad industrial y el trabajo en una sociedad pre industrial,
según Hobsbawm?
4. ¿Por qué Hobsbawm afirma que “El trabajador pobre, cuyo mundo y forma de vida tradicionales destruyó la
Revolución Industrial, no estaba conforme con la situación”?
5. ¿Cuáles son los cambios en el nivel de vida de los trabajadores a partir de la Revolución Industrial, según
Hartwell? ¿En qué basa sus apreciaciones?
6. Relacionen los dos textos analizados anteriormente (Hobsbawm y Hartwell).
A. ¿En qué posición del debate se inscribe el fragmento sobre la vida del trabajador de Hobsbawm? ¿En la optimista
o en la pesimista? ¿Por qué?
B. ¿En qué posición del debate se inscribe el fragmento sobre el aumento del nivel de vida en Inglaterra de
Hartwell? ¿En la optimista o en la pesimista? ¿Por qué?
7. Averigüen quienes fueron los “luditas” y qué relación tuvieron con la revolución industrial inglesa.
8. Realicen un resumen del video La revolución industrial. La revolución de los transportes.
9. Lean los diez testimonios sobre la revolución industrial que empiezan en la página 5 e identifiquen las ideas
principales de cada uno de ellos. Escoger uno de ellos y grabarlo para el Archivo Sonoro de Historia de la
escuela.

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