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y que varios afios después le habfa enviado ocho cartas a mi abuelo Pedro. A ella, en una escuela catélica de Entre Rios. Es decir. En este mismo pais que habit4bamos nosotros, pero un poco mds al norte. Lo cual, en estas circunstancias, era como decir que vivia a dos cuadras y nos esperaba para tomar un té. Algo que sonaba extrafio... como fuera de lugar, como esas casualidades que, luego te dabas cuenta, de casualidad no tenfan nada. Segui las pistas, dijo él, como si seguir pistas fuera tan sen- cillo. Empecé por la escuela polaca, la que aparece en los so- bres. Un amigo de Polonia me hizo el favor. No fue tan dificil. Llamé y pregunté. Le dijeron que conocfan a Sara Jalman, pero que ya no estaba alli, y después yo la rastreé hasta acd. A mi amigo se le ocurrié preguntar también por Elena Demaria. Escuchd: todos en la congregacién sabfan que Sara Jal- man habfa usado el nombre de Elena Demaria para es conderse durante la guerra. O sea que todos supieron, después, que era judfa, dije- Y aun asf, se habfa quedado en la escuela. 96

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