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TIEMPO Y JUSTICIA
Berber Bevernage
Historia, memoria
y violencia estatal.
Tiempo y justicia
© De esta edición, Prometeo Libros, 2015
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Armado: María Victoria Ramírez
Corrección: Marina Rapetti
ISBN:
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
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Derechos reservados
Índice
Nota preliminar.
La carga ética del tiempo histórico - Verónica Tozzi........................................11
1. Introducción............................................................................................21
Primera parte
Capítulo 2. “La muerte no existe”
Las madres de plaza de mayo y la resistencia contra el tiempo irreversible de
la historia.....................................................................................................57
Capítulo 3. “Nosotros, las víctimas y sobrevivientes, declaramos que el
pasado está en el presente”
La nueva Sudáfrica y el legado del Apartheid................................................97
Capítulo 4. “El pasado debe continuar siendo pasado”
Tiempo de historia y tiempo judicial en la “Nueva Sierra Leona”................131
Conclusión preliminar
¿Qué intentan decirnos los desaparecidos y los espíritus ancestrales
perturbados sobre la historia?.....................................................................159
Segunda Parte
Capítulo 5. Dificultades para explicar lo irrevocable. ¿Por qué es tan difícil
entender el pasado acechante?..................................................................171
Capítulo 6. En busca de otros tiempos. Algunas críticas al pasado ausente y
distante......................................................................................................203
Capítulo 7. Tiempo espectral.
Jacques Derrida y la deconstrucción del tiempo.......................................237
Capítulo 8. La historia y el duelo..............................................................263
Conclusión................................................................................................295
Colección: Historia y Teoría
Directora: Verónica Tozzi
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filosófico, contamos también con la distinción entre la propia reflexión
filosófica (sea especulativa o crítica) y la tarea concreta del historiador
interesado solamente en la reconstrucción de lo que de hecho sucedió.
Esta aparentemente armónica división de tareas fue trastocada en la
segunda mitad del siglo pasado. Será la denominada Nueva Filosofía de
la Historia la encargada de concentrar todos los desafíos a las divisiones
disciplinares. En primer lugar, a la distinción entre filosofía crítica y
filosofía sustantiva, puesto que, la concepción que tengamos de la inves-
tigación histórica no es independiente de concepciones sustantivas acerca
del devenir histórico y la agencia humana. En segundo lugar, se pone en
cuestión la separación jerárquica entre la historia académica –que busca
la verdad en sí- como autoridad sobre el pasado y las representaciones
populares o comunitarias del pasado vivido –atadas a intereses prácti-
cos y no puramente cognitivos–. La proliferación de nuevas maneras de
representar el pasado en los ámbitos de las políticas de la memoria, de
los reclamos poscoloniales, multiculturales, feministas y queer de nuevos
actores históricos disputan directamente la autoridad del historiador
académico sobre el pasado, poniendo en cuestión la transparencia de
sus protocolos discursivos. No solo se muestra que no hay transparencia
ni neutralidad en el lenguaje del historiador, por el contrario, los men-
sajes transmitidos son efecto de decisiones estilísticas, sino que además
nuevos soportes, nuevos formatos, tomados de las artes y la literatura
disputan con el discurso monográfico aséptico del historiador la repre-
sentabilidad del pasado.
La colección Historia y Teoría edita libros dedicados a relevar re-
flexiones sobre el abordaje del estudio y la representación del pasado.
Convoca escritos en filosofía crítica de la historia, filosofía especulativa
de la historia, teoría de la historia, historia de la historiografía, teoría
crítica, filosofía del lenguaje histórico, ontología histórica, la historia del
arte, las ciencias y las humanidades, la historia y la teoría social, políticas
de la memoria, testimonio histórico, tiempo y cultura. En definitiva,
recibe tanto obras que reflexionan teóricamente sobre la historia como
reflexiones en diversos campos disciplinares: la ciencia, la teoría social,
la política, las políticas de la identidad, o las artes, que exigen reflexión
al asumir su status histórico.
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Nota preliminar.
La carga ética del tiempo histórico
Verónica Tozzi
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culos (entre los que me incluyo especialmente), motivando además, el
aprendizaje de nuestra lengua castellana en una búsqueda por derribar
barreras a la comunicación.
Los aficionados a la historia constatamos con placer que el texto, ya en
sus primeras páginas, nos introduce de lleno en el análisis historiográfico
de tres procesos concretos de justicia transicional ocurridos en los pasados
50 años en Argentina, en Sudáfrica y en Sierra Leona. Tres estados que
atravesaron un drástico cambio de legalidad, de una dictadura militar
–que implementó un régimen terrorista de estado- a la recuperación de
la democracia (Argentina), de la abolición de un régimen que legalizó
durante 50 años la exclusión y opresión de una mayoría negra por parte
de una minoría blanca (Sudáfrica) y del esfuerzo por instaurar la paz y
reconstruir un estado luego de casi dos décadas de una sangrienta gue-
rra civil (Sierra Leona). El cambio de un sistema legal que albergaba la
persecución política, la detención de ciudadanos sin proceso judicial, la
existencia de campos de concentración y exterminio, la sistematización
estatal de la exclusión, separación y explotación económica de los ciuda-
danos según su pertenencia “racial”, hacia un otro sistema legal en el que
las viejas prácticas gubernamentales aceptadas se convertían en crímenes,
genera profundos problemas en torno a la aplicabilidad de la ley a lo largo
del tiempo. ¿Cómo juzgar crímenes que no eran considerados tales en
el régimen anterior? Más allá de las grandes diferencias en los procesos
atravesados por estos tres países, para Bevernage, es posible observar un
foco común que daría unidad a sus indagaciones: la conformación de
“comisiones de la verdad” que asumieran la tarea pública de investigar
sobre los crímenes y destino de las víctimas.
A riesgo de robarle las palabras al autor, la tarea que emprendió como
historiador, interesado en dar cuenta de tres procesos histórico-políticos
concretos, lo involucró de inmediato con una cuestión que excedía
notablemente la exigencia de atenerse a la evidencia y a los registros
documentales o testimoniales. Bevernage confrontó la vieja cuestión
filosófica sobre la ontología del tiempo.
La pesquisa doctoral comenzó como un estudio sobre los usos prác-
ticos de la historia por fuera de la disciplina académica en tres procesos
de justicia transicional, en el marco de la tradicional distinción entre
una disciplina, la historiografía, que solo se interesa por el pasado en
términos cognitivos (la verdad y la objetividad) y un ámbito práctico, el
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Dedicado a Shanan Galan y a los muchos otros
“desaparecidos sociales” de la fortaleza de Europa.
1. Introducción
Uno quiere liberarse del pasado: con razón, pues absolutamente nada
puede vivir en su sombra, y porque no habrá fin para el terror mientras la culpa
y la violencia se paguen con culpa y violencia; y equivocadamente,
porque el pasado que uno quisiera evadir está todavía muy vivo.
T. Adorno.1
1
Adorno T., “The Meaning of Working Through the Past”. En: Critical Models.
Interventions and Catchwords. Nueva York: Columbia University Press, 1998, pp.
89-104, 89. [Versión en español: Adorno, Theodor. Consignas. Buenos Aires: Amo-
rrortu, 2003.]
2
Benjamin W., “The Meaning of Time in the Moral Universe”. En: Selected Writings,
1913-1926 (Vol. I) (ed. M. Bullock & M.W. Jennings). Cambridge (Mass.): Harvard
University Press, 2002, pp. 286-287, 286. [Versión en español: Benjamin, W. Obra
completa. Madrid: Abadá editores.]
3
Nietzsche F., “On the Uses and Disadvantages of History for Life”. En: Untimely
Meditations (ed. Daniel Breazeale). Cambridge: Cambridge University Press, 1997,
pp. 57-124. [Versión en español: Nietzsche, F. Sobre la utilidad y el perjuicio de la
historia para la vida (II Intempestiva). Madrid: Biblioteca nueva.]
21
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4
Benjamin W., “Theses on the Philosophy of History”. En: Illuminations (Ed. and
intro. Hannah Arendt). Nueva York: Harcourt Brace Janovitch, 1968, pp. 253-264.
[Versión en español: Benjamin, W. Tesis de filosofía de la historia o Sobre el concepto
de historia. Buenos Aires: Bolivar Echeverría]
5
El término “solidaridad anamnésica” fue de hecho atribuido póstumamente a la
filosofía de Benjamin por Christian Lenhardt: Lenhardt C., Anamnestic Solidarity.
The Proletariat and its Manes. En: Telos, 25 (1975), pp. 133-154.
6
No niego las importantes diferencias entre la conceptualización del pasado como
“ausente” y su conceptualización como “distante”. Sin embargo, en el contexto de
mi argumento, estas diferencias no son tan relevantes. Tanto el “pasado ausente”
como “el pasado distante” se definen en primer lugar como “no presentes” y en con-
secuencia su estatus ontológico es considerado inferior o “derivativo” del presente.
7
Ver, por ejemplo: Jenkins K., “Why Bother with the Past? Engaging with Some Issues
Raised by the Possible ‘End of History as We Have Known It’”. En: Rethinking History,
1 (1997), 1, pp. 56-66. [Jenkins, K. Repensar la historia. Madrid: Siglo XXI, 2009.]
8
La idea de que el pasado puede ser exigente es discutida en: Bennington G., “Deman-
ding History”. En: Attridge D., Bennington G. & Young R. (eds), Post-Structuralism
and the Question of History. Cambridge: Cambridge University Press, 1987, pp. 15-29.
22
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proponen que los objetos están totalmente presentes en todos los momentos en
que existen y, como tales, se mueven a través del tiempo. Ver: McKinnon N., “The
Endurance/Perdurance Distinction”. En: Australasian Journal of Philosophy, 80 (2002),
3, pp. 288-306.
15
Améry J., At the Mind’s Limits. Contemplations by a Survivor on Auschwitz and its
Realities. Bloomington: Indiana University Press, 1980, p. 68.
16
Ibid., 72.
25
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Para una discusión interesante sobre el concepto de trayectorias dependientes –
“[…] aquello que ha sucedido en un punto anterior en el tiempo afectará los posibles
resultados de una secuencia de eventos que ocurra en un punto posterior del tiem-
po”– ver: Sewell W. H. Jr., Logics of History. Social Theory and Social Transformation.
Chicago: University of Chicago Press, 2005, pp. 100-101.
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22
Teitel R. G., “Transitional Justice Genealogy”. En: Harvard Human Rights Journal,
16 (2003), pp. 69-94. p. 69. [Versión en español: Teitel, R. “Genealogía de la justicia
transicional” en: Revista pensamiento penal, 89 (2009) Sept.].
29
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23
Elster J., Closing the Books. Transitional Justice in Historical Perspective. Cambridge:
Cambridge University Press, 2004. [Versión en español: Elster, J. Rendición de cuentas.
La justicia transicional en perspectiva histórica. Katz, 2007.].
24
Teitel, “Transitional Justice Genealogy”, en: Harvard Human Rights Journal, 16
(2003), pp. 69-94. p. 70.
25
Para una crítica de esta suposición que identifica cualquier transición desde la
dictadura con un movimiento hacia la democracia, ver: Carothers T., “The End of
the Transition Paradigm”. En: Journal of Democracy, 13 (2002), 1, pp. 5-21.
26
Expresiones de: Méndez J. E., “In Defense of Transitional Justice”. En: McAdams A.
J., Transitional Justice and the Rule of Law in New Democracies. Notre Dame, University
of Notre Dame Press, 1997, pp. 1-26, 1. Y: Teitel R. G., Transitional Justice. Oxford,
Oxford University Press, 2000, p. vii.
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34
Citado en: De Greiff P., “The Duty to Remember. The dead weight of the past, or the
weight of the dead of the past?” (paper presentado en ILAS el 7 de Febrero de 2002).
35
Citado en: Braude C., “The Archbishop, the Private Detective and the Angel of
History. The Production of Public Memory and the Truth and Reconciliation Com-
mission”. En: Current Writing, 8 (1996), 2, pp. 39-65, 57.
36
Elshtain J. B., “Politics and Forgiveness”. En: Biggar, Burying the Past, pp. 40-56, 43.
El teórico político Achille Mbembe sostiene que la construcción del estado descansa
primero y principalmente en un acto de “cronofagia”. Más que en su habilidad de
recordar, el poder del estado descansa en su habilidad para consumir el tiempo,
esto es, para abolir el archivo y anestesiar el pasado”. Mbembe A., “The Power of the
Archive and its Limits”. En: Hamilton C. et al. (eds), Refiguring the Archive. Dordrecht:
Kluwer Academic Publishers, 2002, pp. 19-26, 23.
33
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37
Ackerman B., The Future of the Liberal Revolution. New Haven: Yale University
Press, 1992, pp. 72-73. [Versión en español: Ackerman B., El futuro de la revolución
liberal. Ariel, 1995].
38
Ibid., p. 81.
39
Ibid., p. 98.
40
Huyse L., “Introduction. Tradition-based Approaches in Peacemaking, Transitional
Justice and Reconciliation Policies”. En: Huyse L. & Salter M. (eds), Traditional Justice
and Reconciliation after Violent Conflict. Learning from African Experiences. Stockholm:
International IDEA, 2008, pp. 1-24, 2.
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Veintiuna de estas comisiones de verdad son analizadas por Priscilla Hayner en
su libro de referencia Unspeakable Truths. Confronting State Terror and Atrocity. Nueva
York: Routledge, 2001. [Versión en español: Hayner, Priscila. Verdades innombrables.
México: FCE, 2008.]; un análisis más sucinto de 15 comisiones de verdad se en-
cuentra en: Hayner P. B., “Fifteen Truth Commissions 1974-1994. A Comparative
Study”. En: Human Rights Quarterly, 16 (1994) 4, pp. 597-655. El siguiente resumen
se apoya ampliamente en estos dos trabajos de Hayner.
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asociadas al olvido colectivo? ¿Por qué razón, de hecho, la una vez do-
minante “opción de la no-acción”62 ha perdido casi completamente la
credibilidad como forma viable de dar cuenta de pasados pesados, y por
qué ya casi nadie cree en la opción del olvido?
Para responder estas preguntas, propongo analizar la función de la
historia, o quizás de un discurso histórico particular, en el campo de la
justicia transicional desde la perspectiva de una política del tiempo –“una
política que toma las estructuras temporales de las prácticas sociales como
objetos específicos de su esfuerzo transformador (o preservador)”.63 Sos-
tendré que las comisiones de verdad recurren a la historia y a la reciente
preocupación internacional con la reparación y el pedido de disculpas
por injusticias históricas– que los observadores han descrito como el
surgimiento de una “moralidad neo-ilustrada”64, una “fiebre de expiación
fin de millénaire”65, o una “política globalizada del arrepentimiento”66
–deberían ser vistas principalmente como una reacción a un régime
62
Roht-Arriaza, The new landscape of transitional justice, p. 8. Habría que resaltar
que el reciente consenso sobre los beneficios de decir la verdad y de recordar
nunca ha sido unánime. En 1990, durante la democratización de Polonia, el
primer ministro Tádeusz Mazowiecki defendió la amnesia política afirmando que
“trazamos una línea ancha entre nosotros y el pasado”. Citado en: Amstutz M.
R., The Healing of Nations. The Promise and Limits of Political Forgiveness. Lanham:
Rowman & Littlefield Publishers, 2005, p. 19. Luego de la sangrienta Guerra civil
en Mozambique en 1976-1992, los gobiernos también urgieron a las víctimas a
que perdonaran y olvidaran. Graybill L., “Pardon, Punishment, and Amnesia.
Three African Post-Conflict Methods”. En: Third World Quarterly, 25 (2004), 6,
pp. 1117-1130.
63
Definición de Peter Osborne, En: Osborne P., The Politics of Time. Modernity and
Avant-Garde, Nueva York: Verso, 1995, p. xii.
64
Barkan E., “Restitution and Amending Historical Injustices in International
Morality”. En: Torpey J. (ed.), Politics and the Past. On Repairing Historical Injustices.
Lanham: Rowman & Littlefield Publishers, 2003, pp. 91-102, 100. Y: Barkan E.,
The Guilt of Nations. Restituting and Negotiating Historical Injustices. Baltimore: Johns
Hopkins University Press, 2000, pp. 329-332.
65
Soyinka W., The Burden of Memory, the Muse of Forgiveness. Oxford: Oxford Uni-
versity Press, 1999, p. 90.
66
Olick J. K. & Coughlin B., The Politics of Regret. Analytical Frames. En: Torpey
J. (ed.), Politics and the Past. On Repairing Historical Injustices. Lanham: Rowman &
Littlefield Publishers, 2003, pp. 37-62.
40
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67
Hartog F., Régimes D’historicité. Présentisme et Expériences du Temps, París: Seuil,
2003. [Versión en español: Hartog, F., Regímenes de historicidad: presentismo y expe-
riencias del tiempo. México: Universidad Latinoamericana, 2007.].
68
Expresiones utilizadas en: Jankélévitch V., Forgiveness, Chicago: University of Chi-
cago Press, 2005.
69
Ibid., p. 14.
41
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70
Ibid., p. 18.
71
Ibid., pp. 16-17. Jankélévitch también tiene algunas dudas sobre la capacidad del
tiempo de curar todas las heridas: el tiempo en sí mismo, escribe, no es una garantía
permanente contra viejos resentimientos, y el pasado no siempre se desvanece sin
protesta.
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79
Soyinka, The Burden of Memory. Op. cit. p. 20.
80
Torpey, Making Whole What Has Been Smashed. Op. cit. p. 32.
81
Según Andreas Huyssen, por ejemplo, la “actual obsesión con la memoria” se
relaciona directamente con la crisis de la estructura de la temporalidad que subyace
la creencia en el progreso y la utopía. Huyssen A., Twilight Memories. Marking Time
in a Culture of Amnesia. Nueva York: Routledge, 1995, p. 9.
82
Levi P., The Drowned and the Saved. Nueva York: Vintage Books, 1989. [Edición
en español: Levi, P. Los hundidos y los salvados. Barcelona: Muchnik Editores, 1989.]
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83
Spiegel G., “Memory and History. Liturgical time and historical time”. En: History
and Theory, 41(2002), 2, pp. 149-162. [Versión en español: Spiegel, G. “Memoria
e Historia: Tiempo litúrgico y tiempo histórico”. En Cabrera, M.Á. (coord.). La si-
tuación de la historia. Ensayos de historiografía. La Laguna: Servicio de Publicaciones,
Universidad de la Laguna, 2002.]
84
Langer L. L., Admitting the Holocaust. Collected Essays. Nueva York: Oxford Uni-
versity Press, 1995. El historiador Americano Peter Novick también se ha referido
a los rasgos anti-cronológicos de la memoria con el objetivo de explicar la “crono-
logía inusual” de la conciencia del Holocausto en los Estados Unidos. Novick P.,
The Holocaust in American life. Nueva York: Mariner Books, 2000, p. 4. [Versión en
español: Novick, P., Judíos, ¿vergüenza o victimismo? El Holocausto en la vida americana.
Madrid: Marcial Pons, 2007.]
85
Halbwachs M., On Collective Memory. Chicago: University of Chicago Press, 1992.
[Versión en español: Halbwachs M., La memoria colectiva. España: Prensas Univer-
sitarias de Zaragoza, 2004.].
86
Yerushalmi Y. H., Zakhor. Jewish History and Jewish Memory. Seattle: University of
Washington Press, 2002, p. 96. [Versión en español: Yerushalmi Y. H., Zajor: La
Historia Judía y la Memoria Judía. Barcelona: Anthropos, 2002.].
87
Nora P., “Between Memory and History. Les Lieux de Mémoire”. En: Representa-
tions, 26 (1989), pp. 7-24, 8. La tendencia de la memoria a desafiar el razonamiento
cronológico fue descripta con audacia por Richard Terdiman, quien afirma que “la
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memoria es el pasado presente” Terdiman R., Present Past. Modernity and the Memory
Crisis. Ítaca: Cornell University Press, 1993, p. 8.
88
Jelin E., State Repression and the Labors of Memory. Minneapolis: University of Min-
nesota Press, 2003, p. 5. [Original en español: Jelin E., Los trabajos de la memoria.
Madrid: Siglo XXI. 2002].
89
Ver: Koselleck R., Futures Past. On the Semantics of Historical Time. Nueva York:
Columbia University Press, 2004. [Versión en español: Koselleck, R. Futuro pasado.
Para una semántica de los tiempos históricos. Paidós Ibérica, 1993;] Y: De Certeau M.,
The Writing of History. Nueva York: Columbia University Press, 1988. [Versión en
español: De Certeau M., La escritura de la historia, México: Universidad Iberoame-
ricana, 2000.].
90
Gumbrecht H. U., “Presence Achieved in Language”. En: History and Theory, 45
(2006) 3, pp. 317-327, 323.
91
Habermas J., “Modernity’s Consciousness of Time and Its Need for Self-Reassu-
rance”. En: The Philosophical Discourse of Modernity, Cambridge (Mass.): MIT Press,
1987, pp. 1-22, 5-6. [Versión en español: Habermas J., El discurso filosófico de la
modernidad. Madrid: Taurus, 1993.].
92
Blumenberg, H., citado en: Habermas, J. “Modernity’s Consciousness of Time”,
Op. cit. p. 7.
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97
La distinción entre enunciados constatativos y enunciados performativos fue
introducida por J. L. Austin. Austin J. L., How to do Things with Words. Cambridge
(Mass.): Harvard University Press, 1962. [Versión en español: Austin J. L, Cómo
hacer cosas con palabras, Paidós, 1982.].
98
Anderson B., Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Natio-
nalism. Londres: Verso, 2006. [Versión en español: Anderson B., Comunidades ima-
ginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: FCE, 1993.].
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Fabian J., Time and the Other. How Anthropology Makes its Object. Nueva York:
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historicidad, y que esta noción posee una gran relevancia ética. En segun-
do lugar, profundizaré sobre mi posición respecto de las implicaciones
éticas de los discursos históricos y del tiempo histórico irreversible (que
he formulado en términos más abstractos algunos párrafos más arriba)
analizando su performatividad. Aunque esta performatividad puede
ser benigna y en general se experimenta como una necesidad, nunca es
éticamente neutral.
Para defender estos dos argumentos, cada uno de los tres capítulos
siguientes discutirá la introducción y constatación del discurso histórico
en las comisiones de verdad y en el contexto más amplio de la justicia
transicional. Primero me concentraré en la situación de la justicia tran-
sicional en Argentina, en segundo lugar analizaré el caso de Sudáfrica,
y finalmente discutiré el caso de Sierra Leona, en que se combinaron
una comisión de verdad y un tribunal de guerra. Desde una perspectiva
geopolítica, Argentina, Sudáfrica y Sierra Leona podrían llamarse países
periféricos o (en el caso de los dos primeros) en el mejor de los casos
semi-periféricos, y los tres comparten el triste honor de que sus mejores
productos de exportación son nuevos conceptos y términos originados en
sus horripilantes historias de conflicto: desde “desaparecido”101 y “guerra
sucia”, pasando por “Apartheid” y “Necklacing”102, hasta los “diamantes
de sangre” y “Juju warriors”. Sin embargo, cuando se observa desde la
perspectiva de la filosofía del derecho o del derecho internacional, los
tres países han estado en la vanguardia de la reciente evolución de la
justicia transicional y, más importante, cada una representa un punto
de referencia en la evolución de la fórmula de la comisión de verdad.
El foco en los casos de Argentina, Sudáfrica y Sierra Leona ofrece una
visión privilegiada del fenómeno más amplio de las comisiones de verdad
porque las comisiones que se establecieron en estos países en conjunto
abarcan un período de tres décadas y también porque se influenciaron
mutuamente y fueron cruciales en la construcción de un canon común.
Como la comisión de verdad de Argentina tuvo lugar a puertas ce-
rradas y como fue pensada en primer lugar como una investigación que
eventualmente debía asistir y facilitar el mucho más ambicioso juicio a
101
En español en el original. [NT]
102
El “Necklacing” es una forma de asesinato y tortura, consistente en poner un
neumático con gasolina alrededor del cuello, tórax o brazos de la víctima viva, para
paralizarla y quemarla. El término no suele traducirse al español. [NT]
50
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103
Evans R. J., “Redesigning the Past. History in Political Transitions”. En: Journal
of Contemporary History, 38 (2003), 1, pp. 5-12, 5.
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Primera parte
Capítulo 2. “La muerte no existe”
Las madres de plaza de mayo y la
resistencia contra el tiempo irreversible
de la historia
Esta guerra, como todas las guerras, deja algunas secuelas,
grandes heridas que el tiempo, y solamente el tiempo,
puede curar. Son causadas por las pérdidas, los muertos,
los heridos, los detenidos, aquellos ‘ausentes para siempre’.
General R.E. Viola.1
Introducción
En el prefacio a un libro publicado por ocasión del 30 aniversario
del último golpe militar en Argentina Hebe de Bonafini, la presidenta de
Madres de Plaza de Mayo, cita unas provocativas palabras del escritor
Eduardo Galeano: La muerte no existe.3 Por radical que pueda sonar, esta
expresión combina con una consigna intrigante que ha caracterizado la
lucha de las Madres por casi tres décadas: Aparición con vida. Desde la
desaparición de sus hijos e hijas a finales de los años setenta, el grupo de
madres alrededor de Hebe de Bonafini ha reclamado que, más que una
manera de designar la muerte o la absoluta ausencia de conocimiento
1
De un discurso del líder de la segunda Junta militar en 1979.
2
De un discurso de la presidenta de Madres de Plaza de Mayo en 1995.
3
Vázquez I. & Downie K. (eds), Un país. 30 años. El pañuelo sigue haciendo historia.
Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2006.
57
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4
La expresión es de: Gordon A. F., Ghostly Matters. Haunting and the Sociological
Imagination. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1997, p. 111.
5
Citado en: Joyce C. & Stover E., Witnesses from the Grave. The Stories Bones Tell.
Boston: Little, Brown and Company, 1991, p. 254.
6
Schirmer J. G., “Those Who Die for Life Cannot be Called Dead. Women and
Human Rights Protest in Latin America”. En: Agosin M. (ed.), Surviving Beyond
Fear. Women, Children and Human Rights in Latin America. Nueva York: White Pine
Press, 1993, p. 52.
7
Schirmer, “Those Who Die for Life Cannot be Called Dead,” Op. cit. p. 53. Nicole
Loraux sostiene que el trabajo del duelo se asocian tradicional y principalmente
con las mujeres. Ver: Loraux N., Mothers in mourning. With the essay of amnesty and
its opposite. Ítaca: Cornell University Press, 1998. [Versión en español: Loraux N.,
Madres en duelo. Madrid: Abada, 2004.].
58
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8
Es importante distinguir entre la noción de “duelo” [mourning] y la de “dolor”
[grief]. El dolor es una emoción natural que, como reacción a la pérdida, es universal.
El duelo, por el contrario, se refiere a respuestas a la pérdida social o culturalmente
construidas que manifiestan variedades históricas y geográficas. Mientras que el
dolor en general se experimenta de forma privada por el individuo, el duelo en
general obedece a normas sociales. Mientras que el dolor se puede encontrar en
algunos animales, como los primates, el duelo es una característica humana. Por lo
tanto, si bien las Madres se niegan a cumplir con la demanda societal del trabajo de
duelo, es claro que sienten dolor por sus hijos desaparecidos. Para una discusión
más clara sobre estos términos ver: Homans P. (ed.), Symbolic Loss. The Ambiguity of
Mourning and Memory at Century’s End. Charlottesville, University Press of Virginia,
2000, pp. 1-3.
9
Malin A., “Mother Who Won’t Disappear”. En: Human Rights Quarterly, 15 (1993),
pp. 187-213, 207. Para 1985, dos años después del retorno de la democracia, el
59 por ciento de los argentinos expresó su desaprobación de las actividades de las
Madres en una encuesta nacional. Schirmer, “Those Who Die for Life Cannot be
Called Dead”, Op. cit. p. 40.
10
Testimonio de Graciela de Jeger en: Fisher J., Mothers of the Disappeared. Londres:
South and Press, 1989, p. 128.
11
Femenía N. A. & Gil C. A., “Argentina’s Mothers of Plaza de Mayo. The Mourning
Process form Junta to Democracy”. En: Feminist Studies, 13 (1987), pp. 9-18.
12
Suarez-Orosco M. M., “The Heritage of Enduring a ‘Dirty War’. Psychosocial
Aspects of Terror in Argentina, 1976-1988”. En: The Journal of Psychohistory, 18
(1991), 4, pp. 469-505, 490.
59
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13
Ver, por ejemplo: Suarez-Orosco, “The Heritage of Enduring a ‘Dirty War,” Op.
cit. p. 490 y p. 494.
14
Es claro que la figura del desaparecido no solo ha sido analizada en términos psi-
cosociales. De hecho, la naturaleza fantasmal del desaparecido atrajo recientemente
una atención académica extensiva y amplia. Para algunas discusiones interesantes
ver: Crossland Z., “Buried Lives. Forensic Archaeology and the Disappeared in
Argentina”. En: Archaeological Dialogues, 7 (2000), 2, pp. 146-159. Domanska E.,
Toward the Archaeontology of the Dead Body. En: Rethinking History, 9 (2005), 4,
pp. 389-413. Y: Gordon A. F., Ghostly Matters. Op. cit.
60
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61
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20
CONADEP, Nunca Más. Op. cit. p. 13 y pp. 297-394.
21
Simpson J. & Bennett J., The Disappeared. Voices from a Secret War. Londres: Robson
Books Ltd., 1985, p. 152.
22
Pion-Berlin D., “The Fall of Military Rule in Argentina: 1976-1983”. En: Journal
of Interamerican Studies and World Affairs, 27 (1985) 2, pp. 55-76.
62
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66
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40
Citado en: Feitlowitz, A Lexicon of Terror. Oxford: Oxford University Press, 1998.
p. xi.
41
“Decreto 2741” [30 de Diciembre de 1990]. En: http://www.derechos.org/nizkor/
arg/doc/indultos.html (12.02.2008).
42
Ageitos S. M., Historia de la impunidad. De las actas de Videla a los indultos de Menem.
Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2002.
43
Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), Annual Report 2005. pp.
154-155.
68
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69
Berber Bevernage
dos leyes de amnistía y reabrir algunos de los casos más destacados, que
habían sido abandonados por más de una década. La inconstitucionalidad
de las leyes de punto final y obediencia debida finalmente fue confirmada
por la Corte Suprema de Justicia en junio de 2005. Aunque los indultos
presidenciales otorgados por Menem a más de cuatrocientos oficiales aún
están en vigor, el derrocamiento de las leyes de punto final y obediencia
debida abrió muchas nuevas oportunidades.48
En 2004, Kirchner anunció que la Escuela Superior de Mecánica de la
Armada, un famoso centro clandestino de detención y tortura en Buenos
Aires, comúnmente conocido como la ESMA, sería el emplazamiento para
un memorial dedicado a las víctimas del terrorismo de Estado.49 Con
este desarrollo y con la creación del Parque de la Memoria, Argentina
finalmente parecía reconocer su oscuro pasado.50
48
EAAF, Annual Report 2005. Op. cit. pp. 153-154.
49
Ibid., pp. 159-160.
50
Sobre este parque de la memoria ver: Macón C., ‘Voiding the Void. Memory, Spa-
ce and Genocide in Contemporary Argentina.’ (trabajo no publicado) Y: Huyssen
A., Present Pasts. Urban Palimpsests and the Politics of Memory. Stanford: Stanford
University Press, 2003, pp. 94-109. Una importante excepción a este creciente
reconocimiento de los eventos que sucedieron durante la última dictadura militar
es la falta de un debate público sobre las dolorosas experiencias de la Guerra de
Malvinas y sus resultados. Tozzi V., “Malvinas como disputa. Tragedia, autorepre-
sentación y limbo mnémico en el encuentro con el pasado reciente”. En: Macón C.
(ed.), Pensar la democracia, imaginar la transición (1976-2006). Buenos Aires: Adour,
2006, pp. 83-98. Y: Tozzi V., “Figuring the Malvinas War Experience. Heuristic and
History as an Unfulfilled Promise”. En: Ankersmit F. Domanska E. & Kellner H.,
Re-Figuring Hayden White. Stanford: Stanford University Press, 2009, pp. 261-281.
51
De Bonafini H., “Las Madres en Primera Persona” (Conferencia) [6 de Julio de
1988]. En: http://www.madres.org/asociacion/historia/historia.asp (15.01.2008).
70
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72
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74
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76
Simpson & Bennett, The Disappeared. Op. cit. p. 387.
77
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Nuestras Consignas”. En: http://www.
madres.org/asociacion/documentos/consignas/consignas.asp (06.01.2008).
78
Ibid.
75
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76
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
humanos que les daban algunos monumentos y algún dinero pero que,
según ellas, al mismo tiempo las entregaban a los militares y políticos
que no investigaban nada y dejaban todo como estaba.82
La experiencia negativa del caso boliviano probablemente influenció la
posición hostil de las Madres hacia la CONADEP. Otras organizaciones de
derechos humanos también reaccionaron negativamente en un principio
al diseño que Alfonsín había dado a la comisión. Igual que las Madres,
muchas organizaciones de derechos humanos inicialmente temieron que
el establecimiento de una comisión de verdad fuese solo una estrategia
para ganar tiempo y dejar que las cosas se enfriaran un poco. Igual que
las Madres, además, la mayoría de los miembros de la comunidad de
derechos humanos criticó el controversial prólogo del informe Nunca
más, que implícitamente igualaba al terrorismo de Estado con la vio-
lencia de la guerrilla de izquierda.83 La desilusión con el hecho de que
el informe no diera los nombres de los perpetradores fue otra emoción
ampliamente compartida entre los activistas de derechos humanos. Sin
embargo, aunque la mayoría de las organizaciones de derechos humanos
eventualmente terminó por apoyar a la comisión y por colaborar con
ella, las Madres nunca cambiaron su posición y más tarde se tornaron
aún más hostiles hacia el trabajo de Ernesto Sábato.
La razón de esta continua resistencia estaba basada en última instan-
cia en una crítica de naturaleza diferente de aquellas que acabamos de
resumir – una que era particular a las Madres. Las Madres tenían miedo
de que la comisión, con su narrativa de exterminación masiva y tumbas
secretas, facilitase el enterramiento simbólico de los desaparecidos.84 La
verdad producida por la CONADEP, sostenían las Madres, era una verdad
82
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Encendiendo fueguitos”’ [20 de febrero
de 2003]. En: http://www.madres.org/asp/contenido.asp?clave=392 (19.01.2008).
83
En ediciones posteriores el prólogo fue ajustado, y la diferencia entre violencia
civil y violencia estatal fue claramente especificada.
84
Al contrario, los antropólogos forenses más tarde reclamaron que la CONADEP
cedió ante la presión de las Madres y no tuvo el valor de afirmar explícitamente que
los desaparecidos estaban muertos. Salama M. C., Tumbas anónimas. Informe sobre la
identificación de restos de víctimas de la represión ilegal. (Informe del Equipo Argentino
de Antropología Forense) Buenos Aires: Catálogos Editora, 1992, pp. 104-105.
77
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81
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97
Feitlowitz, A Lexicon of Terror. Op. cit. pp. 215-217.
98
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Reseña de la historia de las madres hasta
1995”. En: http://www.madres.org/asp/contenido.asp?clave=2379. (23.10.2008).
99
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Nuestros hijos nacen cada día”. [24 de marzo
de 1995]. En: http://www.madres.org/asp/contenido.asp?clave=287 (10.01.2008).
100
Feitlowitz, A Lexicon of Terror. Op. cit. pp. 242-243.
82
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
83
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Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
para siempre y aparición con vida? ¿Qué puede significar esta última ex-
presión cuando las Madres firmemente la contrastan con la internacio-
nalmente celebrada frase Nunca más? Como afirmaba al comenzar este
capítulo, el discurso de las Madres sebe ser visto principalmente como
una forma de resistencia contra el tiempo irreversible de la historia con
su énfasis en la ausencia o distancia del pasado y contra la forma en que
esta cronosofía fue utilizada para sostener el largo reino de la impunidad
en Argentina.
Para comprender la “invención” de la figura espectral del desaparecido
por parte de las Madres, debemos observar el origen y la transformación
de la demanda por la aparición con vida. Las Madres sitúan su primera
utilización de la frase aparición con vida a inicios de la década de 1980. La
ocasión inmediata para el slogan se presentó cuando el activista de dere-
chos humanos Emilio Mignone (del CELS), durante una visita a Europa
proclamó que los desaparecidos estaban muertos. Las Madres reaccionaron
con la publicación de un documento que exigía la aparición con vida
de los desaparecidos.108 La cuestión de la situación de los desaparecidos
se tornaría un punto límite fundamental dentro del movimiento por
los derechos humanos. Ya antes del final de la transición democrática,
la mayoría de las organizaciones de derechos humanos profesionales
se negaba a marchar bajo la pancarta de la aparición con vida porque la
consideraban como una demanda inadmisible o incluso irracional.
Durante algún tiempo, contra todas las probabilidades, muchos
parientes de hecho continuaron esperando que los desaparecidos fueran
encontrados con vida. Sin embargo, por detrás de la demanda por la
aparición con vida había más que solo una esperanza contra toda esperan-
za. Para las Madres, aferrarse firmemente a esta demanda se transformó
en una forma radical de reaccionar a la actitud y al discurso tanto del
gobierno militar como de sus sucesores democráticos.
En un primer momento, la demanda de las madres hacia los mili-
tares había sido encuadrada principalmente en términos del derecho
a la verdad.109 En otras oportunidades, la demanda por la verdad fue
inclusive apoyada con un argumento sobre la necesidad humana uni-
versal de duelo. En abril de 1979, las Madres enviaron un documento
Bonafini, “Las Madres en primera persona”. Op. cit.
108
85
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110
Citado en: Salama, Tumbas anónimas. Op. cit. pp. 43-44.
111
Ibid., p. 46.
86
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Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
algo que debía ser dejado atrás y subordinado a los intereses del presente
y del futuro. Al final de su mandato, Alfonsín afirmó que Argentina no
podría sobrevivir si no se liberaba del fardo del pasado.120 De manera
similar, Menem empapeló sus infames leyes de amnistía con un discur-
so histórico que hablaba sobre el cierre de “capítulos” y sostenía que la
amnistía tenía la “dolorosa y delicada misión de cerrar etapas amargas y
dolorosas de la vida nacional Argentina.”121 Menos de una semana antes
de anunciar su primera ley de amnistía en 1989, Menem participó de
una ceremonia bizarra en la que el cuerpo del general Juan Manuel de
Rosas fue repatriado y emplazado en una tumba familiar en Buenos Aires,
más de 112 años después de su muerte.122 Rosas había sido una figura
importante en el conflicto civil a mediados del siglo XIX: había huido de
Argentina después de una derrota militar y posteriormente se tornó objeto
de conflictivas interpretaciones históricas que siguieron provocando ani-
mosidades hasta bien entrado el siglo XX. El re-enterramiento simbólico,
según Menem, tenía una gran significación histórica para la reconciliación
nacional de todos los argentinos. Cerraría heridas centenarias del pasado
y pondría fin a la intolerancia.123 Aunque no se refirió explícitamente a
la “guerra sucia”, quedó claro para todos, y ciertamente para las Madres,
que el verdadero objetivo político de Menem no era el de rehabilitar un
general del siglo XIX, sino el de enterrar el recuerdo más fresco y mucho
más explosivo del reciente período de terrorismo de Estado.
Cuando en 1995 el general Martín Balza pidió disculpas por los crí-
menes de la “guerra sucia” cometidos en nombre de las fuerzas armadas,
su alocución giró en torno a un discurso que nuevamente recordaba la
reacción inicial de los militares. Todos los muertos deben ser respetados,
pero las deudas deben ser aclaradas, y lo único que cuenta realmente es
la verdad. Además, sostenía, “en la historia de las naciones, hasta de las
naciones más cultivadas, existen épocas duras, obscuras y casi inexpli-
120
Kindt T., “Het discours van president Raul Alfonsín (1983-1987). Democratisering
na de ‘Vuile Oorlog’ in Argentinië”. Gante: UGent, 2008. (manuscrito no publicado)
121
“Decreto 2742” [30 de Diciembre de 1990]. En: http://www.derechos.org/nizkor/
arg/doc/indultos.html (12.02.2008).
122
Robben, “State Terror in the Netherworld”. Op. cit. pp. 134-135.
123
El discurso pronunciado por Carlos Menem durante el enterramiento ceremo-
nial está publicado en: Menem C., La Esperanza y la Acción. Buenos Aires: Emecé
Editores, 1990.
89
Berber Bevernage
cables”. El pasado, por lo tanto, debe ser superado, afirmaba Balza, pues
“de no tener éxito en cerrar las heridas y realizar el trabajo de duelo, no
tendremos futuro.”124
A poco de las primeras negaciones públicas de la existencia de los
desaparecidos, que comenzaron en 1979, y de los argumentos de que solo
había muertos “normales” o ausentes para siempre, las Madres aprendieron
que debían cambiar su estrategia: desde entonces ya no pedirían la verdad,
sino que también comenzarían a demandar la aparición con vida y se
negarían a completar la tarea tradicional del duelo. Se negaron a asumir
la actitud de “dolientes de alquiler”.125 Como hemos resaltado al iniciar
este capítulo, el rechazo de las Madres a realizar el duelo muchas veces ha
sido considerado irracional o incluso un signo de locura. Como apunta
Oscar Abudara Bini, un psiquiatra argentino y compañero de viaje de las
Madres, para los fieles lectores del “Duelo y melancolía” de Freud, los
parientes de los desaparecidos solo tenían dos posibilidades para lidiar
con el pasado: la primera era el proceso normal y natural del duelo que
reconoce la pérdida, y la otra era evidentemente patológica y negaba
delirantemente la pérdida. Luego de tres décadas de lucha, sin embargo,
Abudara Bini afirma que la posición de las Madres fuerza un cambio de
perspectiva tanto en la psicopatología como en la jurisprudencia y, en
retrospectiva, se podría preguntar quién es el verdadero loco.126 Otro
comentador apunta que la Madres cambiaron el significado político de
los re-enterramientos e inclusive el significado espiritual de los restos
mortales en una manera que chocaba de frente con la constitución cul-
tural de la sociedad argentina y con sus fuertes influencias católicas.127
Lo que puede haber comenzado, entonces, como una esperanza
desesperada contra toda esperanza, rápidamente se tornó una estrategia
poderosa y una posición normativa. Como lo dijo una de las Madres, “la
verdad es que sabemos que los mataron. Aparición con vida significa que
aunque la mayoría están muertos, nadie ha asumido la responsabilidad
124
Neustadt B., “Entrevista al General Martín Balza” [25 de Abril de 1995]. En: http://
www.bernardoneustadt.org/contenido_88.htm (13.02.2011).
125
La expresión es de: Mellibovsky, Circle of Love over Death. Op. cit.p. x.
126
Abudara Bini O., “El Derecho en psicoanálisis y los psicoanalistas ante derecho.
Culto del bienestar, cultura del malestar, religión del terror”. En: http://www.madres.
org/asp/contenido.asp?clave=1867 (27.01.2008).
127
Robben A., State Terror in the Netherworld. Op. cit. p. 144.
90
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
por sus muertes, porque nadie dice quién los mató, quién dio la orden”.128
O, como explica Hebe de Bonafini, “sabemos lo que pasó. No estamos
locas, no pedimos cosas imposibles. Aparición con vida es principalmente
una consigna ética. Mientras uno solo de los asesinos permanezca en las
calles, nuestros hijos vivirán para condenarlos”.129 Y aun sobre el mismo
asunto, agrega en algún otro lugar: “¿[Porqué] les gustan los muertos?
Porque la muerte es final.130
128
Testimonio Carmen de Guede. En Fisher, Mothers of the Disappeared. Op. cit.
p. 128.
129
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Discurso de Hebe de Bonafini” [23 de Marzo
de 1995]. En: http://www.madres.org/asp/contenido.asp?clave=774 (05.01.2008).
130
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Las madres nos sentimos revoluciona-
rias” [Marzo de 1995]. En: http://www.madres.org/asp/contenido.asp?clave=420
(05.01.2008).
131
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Creación de la UPMPM. Breve Reseña
Histórica de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo” En: http://www.
madres.org/univupmpm/univumpm.asp (28.01.2008). Y: Asociación Madres de
Plaza de Mayo, “¿Cómo nació la Universidad?” [Febrero de 2005]. En: http://www.
madres.org/asp/contenido.asp?clave=512 (28.01.2008).
91
Berber Bevernage
como revelación activa del pasado” hasta la “historia como discurso del
poder hegemónico”. Para que los estudiantes alcancen un concepto crí-
tico de historia se exige una lista de literatura obligatoria, que incluye
traducciones españolas de trabajos de Carlos132 Marx, Eric Hobsbawm,
Edward Thompson y Jean Chesneaux, y también dos textos compuestos
por los propios organizadores del curso.133 Uno de ellos es un artículo
de Inés Vázquez titulado “Aspectos de la memoria y la cultura en la
Argentina pos-dictatorial.”134
El artículo comienza citando algunos pasajes del cuento “Funes, el
memorioso”, de Jorge Luis Borges, que narra la historia de un hombre
que, luego de un accidente, adquiere la capacidad de recordarlo todo,
inclusive el más trivial de los detalles, pero que, por causa de su condición,
ya no puede pensar ni razonar. La memoria pos-dictatorial en Argenti-
na, sostiene Vázquez, es la remembranza de exhaustivos (y horrendos)
detalles que, igual que el protagonista de Borges, sufre una incapacidad
de producir explicaciones. Una vez más el reporte Nunca más de la
CONADEP sirve como el ejemplo más importante de esta incapacidad.
La autora denuncia que este tipo de remembranza trata la “permanente
actualidad del horror producido por la impunidad” como algo que está
ya en el pasado, como algo ocurrido en “otro tiempo, diferente del de
hoy”. El resultado es que la sociedad comienza a “recordar” incluso en
situaciones en las que la “lógica temporal” según Vázquez, claramente
exige “percepción y acción”. En algunos casos, afirma, “la demanda de
memoria (mientras que en realidad lo que se pide es justicia), aparece
inmediatamente, prácticamente pegada al crimen.”135 Para ilustrar esto,
Vázquez discute el caso del periodista argentino José Luis Cabezas, que
fue asesinado el 25 de enero de 1996 y por el cual solo dos días después,
el 27, manifestantes comenzaron a demandar, “No se olviden de Cabezas”.
En contraste con la detallada “memoria del horror”, afirma la autora,
132
En cursiva y español en el original.
133
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Programa Cátedra Historia Madres de Plaza
de Mayo”. En: http://www.madres.org/univupmpm/carreras/cursada_obligatoria/
hist_madres/programa/programa.asp (28.01.2008).
134
Vázquez I., “Aspectos de Memoria y Cultura en la Argentina postdictatorial”. En:
Vázquez I. & Downie K. (eds), Un país. 30 años. El pañuelo sigue haciendo historia.
Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2006, pp. 201-217.
135
Ibid., p. 207.
92
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
136
Ibid., p. 213.
137
Vázquez I., “Algunas relaciones entre ética y política en la pos-dictadura parte I”
[6 de Noviembre de 1999]. En: http://www.madres.org/asp/contenido.asp?clave=168
(28.01.2008).
138
Ibid.
93
Berber Bevernage
94
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
este archívese era exactamente el símbolo del compromiso que los polí-
ticos democráticos establecieron con los militares, los jueces, el clero y
los sindicatos burocráticos: “este archívese es la impunidad, el perdón,
la desgracia.140
De hecho, la memoria fértil de las Madres no solo resiste al olvido sino
que también se opone a todas las formas de rememoración “histórica”
que conciben el pasado como una entidad cerrada que está separada del
presente y que solo puede ser conservada mediante el archivo de sus
huellas. Por más de treinta años resistieron al cierre, y la protesta contra
la “muerte” como metáfora maestra de la historia moderna es uno de
los rasgos más importantes de su lucha. Como temen que la condición
ontológica supuestamente inferior del pasado “muerto” (comparado con
el presente “vivo”) facilite su abandono y con él la impunidad, lo han
substituido por una representación que destaca la presencia espectral.
La única forma de apreciar la magnitud del contraste entre la famosa
consigna Nunca más y la menos conocida Aparición con vida de las Madres
es observando su fundamento en dos concepciones en conflicto respecto
del tiempo y de la historia.
140
Asociación Madres de Plaza de Mayo, “Cierre del seminario”.
95
Capítulo 3. “Nosotros, las víctimas y
sobrevivientes, declaramos que el pasado
está en el presente”
La nueva Sudáfrica y el legado del
Apartheid
Introducción
La Comisión Sudafricana para la Verdad y la Reconciliación (TRC,
por sus siglas en inglés, 1996-2003) ha sido objeto de reiterados elogios
1
Malan M., “Submission to the Truth and Reconciliation Commission”. En: http://
www.doj.gov.za/trc/submit/malan.htm (13.04.2007).
2
De un poema compuesto por Zweli Mkhize, miembro del Grupo de Apoyo
Khulumani.
97
Berber Bevernage
3
La TRC fue más activa y pública entre 1996 y 1998, pero existió hasta emitir el
último de los volúmenes de su informe en 2003.
4
De Lange J., “The Historical Context, Legal Origins and Philosophical Foundation
of the South African Truth and Reconciliation Commission”. En: Villa-Vicencio C.
& Verwoerd W. (eds), Looking Back, Reaching Forward. Reflections on the Truth and
Reconciliation Commission of South Africa. Ciudad del Cabo: University of Cape Town
Press, 2000, pp. 14-31, 14.
5
Para tales argumentos, ver por ejemplo: Norval A., “Truth and Reconciliation. The
Birth of the Present and the Reworking of History”. En: Journal of Southern African
Studies, 25 (1999), 3, pp. 49-519, 505. Y: Du Toit A., “Experiments with Truth and
Justice in South Africa. Stockenström, Gandhi and the TRC”. En: Journal of Southern
African Studies, 31 (2005), 2, pp. 419-448, 441.
98
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
6
Goldstone R., “Foreword”. En: Villa-vicencio & Verwoerd (eds), Looking Back,
Reaching Forward. Op. cit. pp. viii-xiii, x.
7
Doxtader E., “Easy to Forget or Never (Again) Hard to Remember?” En: Villa-
Vicencio C. & Doxtader E. (eds), The Provocations of Amnesty. Memory, Justice and
Impunity. Claremont, David Philip Publishers, 2003, pp. 121-155, 123.
8
Kundera es citado, entre otros lugares, en: “Truth and Reconciliation Commission
of South Africa”, Report (Volumen 1). Ciudad del Cabo, 1998, p. 116.
9
Boraine A., A Country Unmasked. Oxford: Oxford University Press, 2000, p. 260.
10
Ibid., p. 288.
11
Prefacio de Desmond Tutu in: TRC, Report (Volumen 1). Op. cit. p. 2.
12
TRC, Report (Volumen 1). Op. cit. p. 2.
99
Berber Bevernage
100
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
17
Ver por ejemplo: van Zyl Slabbert F., “Truth Without Reconciliation, Reconcilia-
tion without Truth”. En: Villa-Vicencio C. & Doxtader E. (eds), The Provocations of
Amnesty, pp. 315-326, 323. Y: Forsberg T., “The Philosophy and Practice of Dealing
with the Past. Some Conceptual and Normative Issues”. En: Biggar N. (ed.), Burying
the Past. Making Peace and Doing Justice after Civil Conflict. Washington D. C.: Geor-
getown University Press, 2001, pp. 57-73. Argumentando desde una perspectiva
terapéutica, algunos autores han sostenido que el énfasis de la comisión en el perdón
y la reconciliación y su represión de otras formas de cierre psicológico a través de
emociones menos nobles, como la rabia y la venganza pueden tener consecuencias
dañinas para los sobrevivientes. Ver: Hamber B. and Wilson R., “Symbolic Closure
Through Memory, Reparation and Revenge in Post-conflict Societies”. En: Journal
of Human Rights, 1 (2002) 1, pp. 35-53
18
Ver por ejemplo: Mamdani M., “A Diminished Truth”. En: James W. & van de
Vijver L. (eds), After the TRC. Reflections on the Truth and Reconciliation Commission
in South Africa. Claremont: David Philip Publishers, 2001, pp. 58-61; Mamdani
M., “Amnesty or Impunity? A Preliminary Critique of the Report of the Truth and
Reconciliation Commission of South Africa (TRC)”. En: Diacritics, 32 (2002), 3-4,
pp. 33-59, 55. Y: Posel D., “The TRC Report. What Kind of History? What Kind
of Truth?” En: Posel D. & Simpson G. (eds), Commissioning the Past. Understanding
South Africa’s Truth and Reconciliation Commission. Johannesburgo: Witwatersrand
University Press, 2001, pp. 147-172, 148.
19
Bundy C., “The Beast of the Past. History and the TRC”. En: James & van de
Vijver, After the TRC, pp. 9-20, 20.
101
Berber Bevernage
102
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
25
Grunebaum-Ralph H., “Re-Placing Pasts, Forgetting Presents. Narrative, Place, and
Memory in the Time of the Truth and Reconciliation Commission”. En: Research in
African Literatures, 32 (2001), 3, pp. 198-212, 202.
103
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104
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
105
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106
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
claro que el impasse solo podría ser superado si los dos lados del conflicto
se disponían a negociar una salida.
Durante el final de los años ochenta, tuvieron lugar algunas reuniones
semi-clandestinas entre grupos de intelectuales afrikáner, líderes empre-
sariales y líderes exiliados del ANC, pero los primeros pasos decisivos
hacia la negociación ocurrieron en mayo de 1988, cuando funcionarios
del gobierno se reunieron en secreto con Nelson Mandela.30 El gobierno
de Botha mantuvo estos contactos durante alrededor de dos años, pero
las cosas realmente comenzaron a moverse cuando Botha fue substituido
por F. W de Klerk. Sabiendo o no, de Klerk lanzó un proceso imparable
de reformas cuando, el 2 de febrero de 1990, anunció la liberación de
Nelson Mandela y de otros cientos de prisioneros políticos, y levantó
la proscripción sobre una serie de movimientos de liberación. El 11 de
febrero de 1990, Mandela fue efectivamente liberado. Pronto los movi-
mientos de liberación retornaron del exilio y, en mayo del mismo año
las primeras negociaciones oficiales abrieron el camino para la reforma
constitucional. La pregunta sobre quién diseñaría la nueva constitución
fue arduamente debatida, y fue gracias a la influencia de Mandela que
se eligió un congreso multipartidario, la “Convención por una Sudáfri-
ca Democrática” (CODESA) como el fórum para la primera fase de las
negociaciones.31 La CODESA comenzó a trabajar en diciembre de 1991.
Pero pronto encontró serios problemas que resultarían en una serie de
crisis y eventualmente en un colapso. Para mediados de 1992, la con-
vención se desarmó, y luego de una sangrienta masacre en Boipatong,
el ANC acusó al partido Nacional de complicidad y decidió interrumpir
las negociaciones.
Fueron necesarios varios meses de presión diplomática antes de que
el ANC aceptara participar de una nueva sesión de negociaciones bilate-
rales. Un importante paso adelante fue tomado cuando se acordó que se
estableciera un gobierno de unidad nacional que funcionaría basado en
30
Sparks, Tomorrow is Another Country. Op. cit. pp. 21-36.
31
Excepto cuando se indican otras fuentes, el siguiente reporte del proceso de ne-
gociación se basa en: Gastrow P., Bargaining for Peace. South Africa and the National
Peace Accord. Washington: United States Institute of Peace Press, 1995; Spitz R. &
Chaskalson M., The Politics of Transition. A Hidden History of South Africa’s Negotiated
Settlement. Oxford: Hart Publishing, 2000; Sparks, Tomorrow is Another Country. Y:
Welsh D., “Negotiating a Democratic Constitution”. En: Spence J. E. (ed.), Change
in South Africa. Londres: Pinter Publishers, 1994, pp. 22-49, 24.
107
Berber Bevernage
108
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
35
Esta conferencia fue publicada como: Asmal K., “Victims, Survivors and Citizens
– Human rights, reparations and reconciliation”. En: South African Journal of Human
Rights, 8 (1992) 4, pp. 491-511.
36
Boraine, A Country Unmasked, Op. cit. p. 14.
37
Las discusiones y los ensayos presentados en estos dos congresos se encuentran
publicados como: Boraine, Levy & Scheffer (eds), Dealing with the Past. Y: Boraine A.
& Levy J. (eds), The Healing of a Nation? Ciudad del Cabo: Justice in Transition, 1995.
109
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38
“Promotion of National Unity and Reconciliation Act”. [26 de julio de 1995]. En:
http://www.info.gov.za/view/DownloadFileAction?id=70957 (20.04.2007).
39
Simpson G., “Tell no lies, claim no easy victories.’ A brief evaluation of South
Africa’s Truth and Reconciliation Commission”. En: Posel D. & Simpson G. (eds),
Commissioning the past. pp. 220-251.
110
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
111
Berber Bevernage
44
André Du Toit, sin embargo, subraya que las nociones de verdad y reconciliación
han continuado evolucionando, de manera que el énfasis de inspiración religiosa
en la reconciliación se fue tornando menos relevante hacia las fases procesuales más
tardías del proceso de la TRC. Du Toit A., “The Moral Foundations of the South
African TRC. Truth as Acknowledgement and Justice as Recognition”. En: Rotberg
R. I. & Thompson D., Truth v. Justice. The Morality of Truth Commissions. Princeton:
Princeton University Press, 2000, pp. 122-140, 130.
45
Nelson Mandela citado en: Doxtader, “Easy to Forget or Never (Again) Hard to
Remember?”. Op. cit. p. 133. Citando las palabras de Mandela según las cuales “de-
bemos olvidar el pasado”, el historiador americano Eric Foner, luego de participar
de un taller en 1994, advirtió a sus colegas sudafricanos que la política de reconci-
liación nacional del nuevo gobierno podía resultar un gran desafío a su profesión.
Foner E., “We Must Forget the Past”. History in the New South Africa”. En: The Yale
Review, 83 (1995) 2, pp. 1-17.
46
Truth and Reconciliation Commission of South Africa, Report (Volumen. 5), Ciudad
del Cabo: 1998, p. 206.
112
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
47
Soyinka W., The Burden of Memory, the Muse of Forgiveness, Oxford: Oxford Uni-
versity Press, 1999, p. 33.
48
TRC Report (Volumen 1), Op. cit. pp. 110-114
49
Du Toit A., “The Truth & Reconciliation Commission as contemporary history”.
En: Jeppie S. (ed.), Toward New Histories for South Africa. On the place of the past in our
present. Landsowne: Juta Gariep, 2005, pp. 61-80, 61. Antoon De Baets ha observado
que en general los historiadores tienen poca representación en las comisiones de
verdad. De Baets A., Responsible History. Londres: Berghahn Books, 2009.
113
Berber Bevernage
50
Cherry, Daniel & Fullard, “Researching the ‘Truth’. A View from Inside the Truth
and Reconciliation Commission”. En: Posel D. & Simpson G. (eds), Commissioning
the past. Op. cit. pp. 19-20. Igualmente, Piers Pigou, otro miembro del equipo
de investigación de la TRC, más tarde se mostró desilusionado con la pérdida de
oportunidades. Ver: Pigou P., “False Promises and Wasted Opportunities? Inside
South Africa’s Truth and Reconciliation Commission”. En: Posel & Simpson (eds),
Commissioning the Past. Op. cit. pp. 37-65. La ausencia de una aproximación his-
tórica cuidadosa no es privativa de la TRC sudafricana. Pueden encontrarse casos
similares en muchas comisiones de verdad. Ver por ejemplo: Grandin G., “The
Instruction of Great Catastrophe. Truth Commissions, National History, and State
Formation in Argentina, Chile, and Guatemala”. En: American Historical Review, 110
(2005), 1, 46-67, 48.
51
La falta de metodología histórica también parece haber sido un punto de conflicto
entre los propios comisionados. En el volumen 5 del informe final, por ejemplo, se
incluyó una posición en minoría del comisionado afrikáner Wynand Malan. Aunque
su principal inspiración sea política, también critica la falta de un análisis histórico
cualitativo profundo. Ver: “Minority Position submitted by Commissioner Wynand
Malan”. En: TRC, Final Report (Volumen 5) pp. 436-456.
52
La expresión “aguijón de la memoria” se utiliza en: Tutu D. M., No Future without
Forgiveness, Londres: Doubleday, 1999, p. 271.
53
TRC, Report (Volumen 1). Op. cit. p. 7.
114
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
115
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116
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
60
“Constitution of the Republic of South Africa” [1993]. En: http://www.info.gov.
za/documents/constitution/93cons.htm (20.04.2007).
61
Ankersmit F. R., “Historicism. An Attempt at Synthesis”. En: History and Theory,
34 (1995), 3, pp. 143-161, 159.
62
Wilson R. A., “Justice and Legitimacy in the South African Transition”. En: Barahona
de Brito A., González-Enríquez C. & Aguilar P., The Politics of Memory. Transitional
Justice in Democratizing Societies. Oxford: Oxford University Press, 2001, pp. 195-196.
63
Más tarde, esta “fecha límite firme” fue pospuesta hasta una fecha en 1994 con
el objetivo de incluir la violencia política que ocurrió alrededor del período de las
elecciones dentro del proceso de amnistía.
117
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118
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
119
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120
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
76
de Klerk F.W., “Submission to the Truth and Reconciliation Commission by Mr.
F. W., de Klerk, leader of the National Party”. En: http://www.doj.gov.za/trc/submit/
np_truth.htm (13.04.2007).
121
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77
Asmal A. et al., Reconciliation through Truth. Op. cit. p. 52.
78
Ibid., p. 209. Hay que resaltar que Asmal está hablando de la conciencia histórica
de una gran parte de la población sudafricana y no específicamente sobre las pers-
pectivas de las víctimas directas o de los perpetradores directos de las atrocidades
del Apartheid. El fragmento citado es relevante, sin embargo, porque la TRC y su
discurso nunca estuvieron dirigidos a las víctimas directas o a los perpetradores de
los abusos de los derechos humanos, sino también a la población en general.
122
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
79
Colvin C. J., “Overview of the Reparations Program in South Africa”. En: De
Greiff P. (ed.), The Handbook of Reparations. Oxford: Oxford University Press, 2006,
pp. 176-215.
80
Fullard M. & Rousseau N., “An imperfect past. The Truth and Reconciliation
Commission in transition”. En: Daniel J., Habib A. & Southall R. (eds), State of the
Nation. South Africa 2003-2004. Ciudad del Cabo: HSRC Press, 2003, pp. 78-104,
87. Ver también: Madlingozi T., “Good victim, bad victim. Apartheid’s beneficiaries,
victims, and the struggle for social justice”. En: le Roux W. & van Marle (eds), Law,
Memory and the Legacy of Apartheid. Ten Years after AZAPO v President of South Africa.
Pretoria: Pretoria University Law Press, 2007, pp. 107-126.
81
El acuerdo también frustró a ex-comisionados de la TRC que preveían una suma
mucho mayor que sería paga cada seis meses durante un período de varios años.
Conferencia de Alex Boraine, “South Africa. 10 Years After the TRC” organzada por
el International Centre for Transitional Justice (ICTJ), Bruselas: 29 August 2006.
82
Fullard & Rousseau, “An Imperfect past: The Truth and Reconciliation Commis-
sion in transition”. En J. Daniel, A. Habib, R. Southall (eds), The State of the Nation:
South Africa, 2003-2004. Pretoria: Human Sciences Research Council, 2003, p. 90.
123
Berber Bevernage
de atrocidades del Apartheid con alto rango que llegaron a la corte han
tenido una triste historia de fracaso. Aunque el gobierno conducido por el
ANC mantuvo oficialmente la lealtad a su rechazo original de la amnistía
“general”, desde el fin de las actividades de la TRC se han organizado
varias rondas de amnistías parciales.83 También podemos preguntar si
la casi completa ausencia de procesos penales no se resume en una si-
tuación de impunidad de facto y amnistía generalizada. Además de estos
problemas de amnistía y reparaciones, muchas víctimas y sobrevivientes
remarcan que la TRC no ha revelado toda la verdad, y han comenzado
a pedir más atención, por ejemplo, a la numerosa cantidad de personas
desaparecidas durante el Apartheid.
124
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
125
Berber Bevernage
126
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
93
Khulumani Support Group, “Charter for redress proposed by Victims and Sur-
vivors of Apartheid Gross Human Rights Abuses and Violations in South Africa”
En: http://www.khulumani.net/campaigns/10-Redress/212-charter-for-redress.html
(15.01.2008).
94
Khulumani Support Group, “Khulumani International Lawsuit Appeal Victory
Removes an Obstacle to Justice for Victims and to the Advance of Corporate Accou-
ntability” [13 de octubre de 2007]. En: http://www.khulumani.net/press-releases/5-
Press/13-Khulumani%20Wins%20Lawsuit%20Appeal.html (15.01.2008)
95
Khulumani Support Group, “Khulumani East Rand protest focusses on TRC
‘Unfinished Business” [21 de noviembre de 2005]. En: http://www.khulumani.net/
press-releases/5-Press/178-khulumani-east-rand-protest-focusses-on-trc-qunfinis-
hed-businessq.html (15.01.2008).
127
Berber Bevernage
128
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
Conclusión
Aunque deberíamos honrar las muchas evoluciones positivas, la his-
toria reciente de Sudáfrica demuestra dolorosamente cómo el sueño de
romper con el pasado y comenzar de nuevo es un ideal muy difícil de
llevar a la práctica. Mientras que el Apartheid terminó formalmente el día
que se inauguró el gobierno de Mandela, una ruptura más substancial
con el legado del Apartheid era, y aún es, un proyecto a largo plazo. En
un contexto en que hasta hace poco el pueblo negaba la humanidad de
los otros debido al Apartheid, no compartía una historia común debido
a la censura y la manipulación estatales, y ni siquiera compartía el mismo
territorio nacional debido al establecimiento de naciones formalmente
independientes (homelands), uno de los pocos argumentos convincentes
para la necesidad de la reconciliación nacional debería situarse en la
idea de que tanto amigos como enemigos son contemporáneos – de que
queriendo o no, deben compartir el mismo presente. Lamentablemente,
es exactamente esta idea de contemporaneidad o simultaneidad la que
muchas veces se ve amenazada en lugares en los que la memoria de los
100
Khulumani Support Group, “Khulumani Case in New York’s Second Circuit Court
of Appeals from January 24, 2006” [15 de noviembre de 2007. En: http://www.
khulumani.net/press-releases/5-Press/16-khulumani-case-in-new-yorks-second-
circuit-court-of-appeals-from-january-24-2006.html (15.01.2008).
101
Ibid.
129
Berber Bevernage
130
Capítulo 4. “El pasado debe continuar
siendo pasado”
Tiempo de historia y tiempo judicial en
la “Nueva Sierra Leona”
Introducción
Sierra Leona tiene un lugar relativamente especial en el universo de
la justicia transicional porque al llegar a su decimoprimer año de guerra
civil, desarrolló una aproximación “de doble vía”, en la que una comi-
sión de verdad y un tribunal de guerra operaban al mismo tiempo. La
Comisión Sierraleonesa por la Verdad y la Reconciliación (SLTRC por
1
“Peace Agreement between the Government of the Republic of Sierra Leone and
the Revolutionary United Front of Sierra Leone”. 30 de noviembre de 1996. En:
http://www.usip.org/files/file/resources/collections/peace_agreements/sierra_leo-
ne_11301996.pdf (14.11.2007).
2
“Peace Agreement Between the Government of Sierra Leone and the Revolutionary
United Front of Sierra Leone” [7 de julio de 1999]. En: http://www.usip.org/files/file/
resources/collections/peace_agreements/sierra_leone_07071999.pdf (14.11.2007).
131
Berber Bevernage
sus siglas en inglés) desempeñó sus funciones entre 2002 y 2004, pero
la iniciativa para la creación de la comisión ya había sido tomada durante
las negociaciones de paz de Lomé en 1999, en las que fue ideada para que
funcionara como contrapeso a una controversial amnistía generalizada. La
amnistía generalizada fue solo parcialmente revisada un tiempo después,
cuando en el año 2000 uno de los partidos implicados en el conflicto
violó el tratado de paz y se estableció, con ayuda de las Naciones Uni-
das, un Tribunal especial para Sierra Leona que, al igual que la SLTRC,
comenzaría a operar en 2002. Hasta 2010, el tribunal solamente había
acusado a trece perpetradores, que cargaban con la “mayor responsabi-
lidad”. Parece improbable que sea posible juzgar a más de diez de ellos
antes de que las operaciones del tribunal sean suspendidas, por lo que
es probable que la gran mayoría de los perpetradores nunca enfrenten
ninguna justicia criminal. Sin embargo, la mera existencia del Tribunal
Especial ha dificultado que la SLTRC afirme convincentemente que la
exposición de la verdad constituye una forma de justicia hecha y derecha.
Como resultado, la idea de una justicia restitutiva, aunque ciertamente
presente, ha sido menos destacada que en el caso de la TRC sudafrica-
na. Excepto por esta demanda de alguna manera menos pronunciada
de justicia, y por el hecho de que la amnistía no fue condicionada a la
revelación de la verdad, la SLTRC tuvo una inspiración importante en el
ejemplo sudafricano. Con una convicción posiblemente mayor que aque-
lla de sus colegas sudafricanos, los miembros de la comisión sierraleonesa
proclamaron los efectos terapéuticos y reconciliatorios de la exposición
de la verdad. Como la TRC sudafricana, la SLTRC fue presidida por un
líder religioso (el obispo metodista Joseph Humper) y estuvo permeada
por un lenguaje inspirado religiosamente que hablaba sobre la necesidad
de perdón, de catarsis y de cura.
De forma similar al caso sudafricano, la relación entre la verdad histó-
rica y la construcción nacional – que se entiende como autoevidente pero
nunca es realmente explicada por la comisión de verdad y sus defenso-
res –es ambigua y problemática. A pesar de su énfasis en la importancia
de crear un “relato histórico imparcial” y de su frecuentemente repetida
consigna que urge a “perdonar pero no olvidar”, la SLTRC manifiesta
muchos aspectos que son comúnmente asociados más con el olvido que
con el recuerdo. Además, Tim Kelsall ha sostenido que el intento de los
comisionados de obtener la verdad de los perpetradores ha fracasado en
132
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
gran medida.3 De cara a esta relativa ineficacia para revelar los hechos
históricos, Kelsall sostiene que la importancia de la comisión en relación
a su objetivo de crear reconciliación debe ser situada no en la producción
de verdad, sino en su ceremonial o en su dimensión ritual.
Al intentar explicar el muchas veces desconcertante recurso a la his-
toria en el contexto sierraleonés de justicia transicional, trabajaré sobre
la tesis que ya he formulado en el capítulo anterior. El uso del discurso
histórico por parte de la SLTRC debe ser nuevamente relacionado prin-
cipalmente al intento de distanciar un pasado doloroso y, de esa forma,
restaurar o imponer una ruptura modernista entre pasado y presente.
Como veremos, las elites de Sierra Leona manifiestan una gran “voluntad
de modernidad”. Proclaman ruidosamente su búsqueda del progreso y
su ambición de “hacer avanzar al país”, y alejarlo del “oscuro” pasado.
Enfatizando la dimensión ritual del trabajo de la SLTRC y siguiendo
los argumentos de Tim Kelsall, sostendré que el uso performativo del
discurso histórico puede ser analizado como una especie de “exorcismo”
del pasado acechante. De forma similar a los casos anteriores, ha habido
considerables resistencias (locales) a las actividades de la comisión de
verdad en Sierra Leona. A pesar de las grandes diferencias en las moti-
vaciones de la resistencia en Sierra Leona, en Argentina y en Sudáfrica,
una vez más intentaré mostrar que esta resistencia puede ser relacionada
a diferentes conciencias del tiempo que pueden ser interpretadas como
irrevocables, más que irreversibles.
3
Kelsall T., Truth, Lies, Ritual. “Preliminary Reflections on the Truth and Recon-
ciliation Commission in Sierra Leone”. En: Human Rights Quarterly, 27(2005) pp.
361-391.
4
A menos que se indique de otra manera, este análisis se basa en las siguientes
fuentes: Richards P., Fighting for the Rain Forest. War, Youth & Recources in Sierra
Leone. Oxford: James Currey & Heinemann, 1996; Gberie L., A Dirty War in West
Africa. The RUF and the Destruction of Sierra Leone. Londres: C. Hurst & Co. Ltd,
2005; Keen D., Conflict and Collusion in Sierra Leone. Oxford: James Currey Ltd.,
2005; Pham P. J., Child Soldiers, Adult Interests. The Global Dimensions of the Sierra
133
Berber Bevernage
Leonean Tragedy. Nueva York: Nova Science Publishers, 2005. Y: SLTRC, Witness to
Truth. Sierra Leone Truth & Reconciliation Commission. (Volumen 3A) Accra (Ghana):
Graphic Packaging Ltd, 2004.
5
Kieh G. K. Jr., “State-building in Post-Civil War Sierra Leone”. En: African and
Asian Studies, 4 (2005), 1-2, pp. 163-185. En este capítulo no me concentraré en las
precondiciones para el conflicto. Para tal análisis ver: Alie J. A. D., “Background to
the conflict (1961-1991). What went wrong and why?” En: Ayissi A. & Poulton E.
(eds), Bound to Cooperate. Conflict, Peace and People in Sierra Leone. Ginebra: UNIDIR,
2006, pp. 15-36. Ver también: Alie J. A. D., A New History of Sierra Leone. Londres:
Macmillan Publishers, 1990.
134
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
135
Berber Bevernage
136
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
antes de que las fuerzas del ECOMOG (quienes, como todas las partes del
conflicto, también comenzaron a cometer atrocidades) lograran recapturar
la ciudad destruida. A pesar de la retirada de la coalición RUF-AFRC de
la capital, el impasse militar continuó sin resolución.
En este contexto, presionado por las Naciones Unidas y por ECO-
MOG, el presidente Kabbah convocó al –aún preso– líder del RUF,
Sankoh, a participar en una nueva ronda de negociaciones coordinada
por el gobierno de Togo en la capital del país, Lomé. Antes de las nego-
ciaciones, se organizó una conferencia en la que la elite política discutió
el asunto de la justicia transicional con los líderes tradicionales y los
grupos de la sociedad civil. Pronto quedó claro que Sierra Leona, como
lo ha expresado Priscilla Hayner, “presentaba un contexto de “peor de los
casos” para la tentativa de preservación de los estándares internacionales
de justicia durante las negociaciones de paz”.10 Como consecuencia, la
mayoría estaba convencida de que la paz solamente podría ser obtenida
cuando los negociadores concordaran con la demanda de una amnis-
tía general por parte del RUF.11 Por lo tanto, la idea de procesar a los
perpetradores, o de crear un tribunal de guerra, nunca fue considerada
seriamente por ninguna de las partes.12 Sin embargo, la comunidad
de derechos humanos formuló tres demandas básicas que debían ser
atendidas en la negociación: primero, reclamó la participación activa de
la sociedad civil en el proceso de paz. Segundo, exigió que el acuerdo
de paz incluyera cláusulas claras para la protección y la promoción de
los derechos humanos. En tercer lugar, rechazó cualquier acuerdo que
garantizase la participación en el poder a los rebeldes antes de la realiza-
ción de elecciones generales.13 Más aún, demandó el establecimiento de
una Comisión de Verdad, Justicia y Reconciliación y presionó por una
10
Hayner P., “Negotiating peace in Sierra Leone. Confronting the Justice Challenge”.
Informe para el International Center for Transitional Justice, diciembre 2007, p. 6.
11
Berewa S., “Addressing Impunity Using Divergent Approaches. The Truth and
Reconciliation Commission and the Special Court”. En: UNAMSIL, Truth and Re-
conciliation in Sierra Leone. Freetown: 2001, pp. 55-56.
12
Hayner, “Negotiating Peace in Sierra Leone”. Op. cit. p. 12.
13
O’Flaherty M., “Sierra Leone’s Peace Process. The Role of the Human Rights Com-
munity”. En: Human Rights Quarterly, 26 (2004), pp. 29-62, 50.
137
Berber Bevernage
14
Ibid., p. 54.
15
El presidente Kabbah más tarde subrayó cínicamente que “obviamente, como
la Comisión no tendría poderes para castigar, la AFRC/RUF concordó de buena
voluntad a su inclusión en el Acuerdo”. De: “A Statement by his Excellency the
President Alhaji Dr. Ahmad Tejan Kabbah Made Before the Truth and Reconcilia-
tion Commission on Tuesday 5th August, 2003”. En: http://www.sierra-leone.org/
Speeches/kabbah-080503.html (14.11.2007).
16
“Peace Agreement Between the Government of Sierra Leone and the Revolutionary
United Front of Sierra Leone” [7 de julio de 1999].
17
Citado en: Hayner, “Negotiating Peace in Sierra Leone”. Op. cit. p. 5.
138
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
18
Berman E. G. & Labonte M. T., “Sierra Leone”. En: Durch W. J. (ed.), Twenty-
First-Century Peace Operations. Washington: United States Institute of Peace, 2006,
pp. 141-228.
19
Cook N., “Sierra Leone. Transition to Peace”. En: Sillinger B. (ed.), Sierra Leone.
Current Issues and Background. Nueva York: Nova Science Publishers, 2003, pp. 17-
54, 24. Y: Pham, Child Soldiers, Adult Interests, p. 149.
20
SLTRC, Witness to Truth (Volumen 3B). Op. cit. p. 56.
21
Ibid., p. 53.
139
Berber Bevernage
140
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
26
Ver por ejemplo el informe de la ONG basada en Nueva York International Center
for Transitional Justice: Wierda M., Hayner P. & van Zyl P., “Exploring the relationship
between the Special Court and the Truth and Reconciliation Commission of Sierra
Leone”. Nueva York: ICTJ, June 2002.
27
Schabas W. A., “The Sierra Leone Truth and Reconciliation Commission”. En:
Roht-Arriaza & Mariezcurrena (eds), Transitional Justice in the Twenty-First Century,
pp. 21-42, 23.
28
Schabas W. A., A Synergistic Relationship: the Sierra Leone Truth and Reconcilia-
tion Commission and the Special Court of Sierra Leone. En: Criminal Law Forum,
15 (2004), pp. 3-54, 8.
29
Ibid. p. 8.
30
En un escrito a finales de 2002, por ejemplo, la comisión de verdad observó que
algunas personas aún malinterpretaban el propósito de la comisión y su relación
141
Berber Bevernage
con la corte especial. Por lo tanto, una vez más se informaba al público que se
trataba de un cuerpo independiente, que no buscaba castigar a nadie y que “no era
una trampa”. “Eighth Weekly Briefing of the Truth and Reconciliation Commission
Chaired by Professor William Schabas, On Wednesday 11th September 2002”. En:
http://www.sierra-leone.org/history-conflict.html (04.03.2007). Ver, por ejemplo, el
folleto creado por la Corte Especial para informar al público sierraleonés sobre su
misión. Special Court for Sierra Leone, Wetin Na Di Speshal Kot? The Special Court
Made Simple. Freetown: NABs Tech, 2003.
31
Schabas, “The Relationship Between Truth Commissions and International Courts.
The Case of Sierra Leone”. En: Human Rights Quarterly, 25 (2003), pp. 1035-1066,
1052.
142
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
Un hombre en custodia esperando ser juzgado por cargos muy serios será
exhibido, en la misma corte en la que el juicio tendrá lugar, delante de
un Obispo en vez de un juez […] El evento tendrá la apariencia de un
juicio, por lo menos la apariencia de una clase de juicio que era habitual
hace cientos de años”.32
Además, sostuvo que solo se le negaba a la comisión una audiencia
pública, y que tales audiencias eran más conducentes a “su trabajo de
reconciliación (que no puede aplicarse a acusados que se declaren ino-
centes) que su tarea de construir un registro histórico”.33 Además, el juez
declaró que el Tribunal Especial tenía prioridad por sobre la comisión de
verdad y que estaba en mejores condiciones de alcanzar la reconciliación
porque solo el tribunal tenía el poder de aplicar justicia:
Dentro de los falibles parámetros de la justicia humana, con sus fun-
damentos de debido proceso, transparencia y derechos de defensa,
tenemos la tarea de hacer lo mejor que podamos para terminar con la
impunidad que de otra forma tendrían los perpetradores poderosos. Por
lo menos esto le debemos a la memoria de las víctimas asesinadas, a los
sobrevivientes mutilados y a aquellos que los lloran. Es un deber que
compartimos con otro cuerpo, la Comisión de Verdad y Reconciliación
establecida por el gobierno de Sierra Leona. Trabajaremos juntos para
develar la verdad, aunque solo la Corte tenga el poder de ejercer justicia,
que es un prerrequisito para la reconciliación.34
Perturbados por este veredicto, los comisionados dedicaron un
capítulo entero del informe final de la SLTRC a una revisión crítica del
razonamiento del juez, que consideraron “rígida” y “desacompasada con
las nociones actuales de justicia transicional”.35 Se quejaron de que el
Juez Robertson caricaturizaba el funcionamiento de la comisión y que
veía la reconciliación como meros actos de confesión y perdón, mientras
que además se oponía rígidamente a los ejercicios de reconciliación y
exposición de la verdad. La decisión de Robertson, según los comi-
32
Citado en: SLTRC, Witness to Truth (Volumen 3B). Op. cit. p. 423.
33
Ibid., p. 424.
34
Ibid., p. 425.
35
Ibid., p. 418.
143
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144
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39
Ibid.
40
“Statute of the Special Court for Sierra Leone” [16 de enero de 2002]. En: http://
www.sc-sl.org/ (11.04.2008).
41
SLTRC, Witness to Truth (Volumen 3B). Op. cit. p. 369; Y: Schabas, “A Synergistic
Relationship”. Op. cit. p. 21.
145
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42
SLTRC, Witness to Truth (Volumen 1). Op. cit. p. 43.
146
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150
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54
El material utilizado a continuación fue extraido de las transcripciones de las au-
diencias públicas que se incluyen en el apéndice del informe de la SLTRC titulado
“Transcripts of TRC Public hearings”. En: http://www.sierra-leone.org/TRCDocu-
ments.html (14.11.2008).
151
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55
Sierra Leone Truth and Reconciliation Commission, LTRC, “Appendix 4: Memorials,
Mass Graves and Other Sites”. En: http://www.sierra-leone.org/TRCDocuments.
html (14.11.2008).
152
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
56
“The Truth and Reconciliation Commission Act 2000”. Op. cit.
57
Los comisionados rechazan, por ejemplo, la práctica de maldecir, que funciona
como mecanismo central en las prácticas de “justicia tradicional” en Sierra Leona.
Cuando el perpetrador de un cierto crimen no se revela a sí mismo o cuando se es-
conde, es común en ciertas partes de Sierra Leona la pronunciación de una maldición
ritual para castigar al perpetrador con la ayuda de los espíritus. Para una discusión
de este y otros mecanismos de “justicia tradicional” ver: Alie J. A. D., “Reconcilia-
tion and traditional justice. Tradition-based practices of the Kpaa Mende in Sierra
Leone”. En: Huyse L. & Salter M. (eds), Traditional Justice and Reconciliation after
Violent Conflict. Learning from African Experiences. Stockholm: International IDEA,
2008, pp. 123-147.
58
SLTRC, Witness to Truth (Volumen 3B). Op. cit. p. 440.
153
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59
Según una encuesta realizada por dos ONGs en 2002, y por lo tanto antes de
las operaciones actuales de la SLTRC, la mayoría de los excombatientes tenían una
visión predominantemente positiva sobre la comisión e verdad. Ver: PRIDE & ICTJ,
“Ex-Combatant Views of the Truth and Reconciliation Commission and Special
Court in Sierra Leone”. Freetown: 2002. Sin embargo, Rosalind Shaw sostiene que
los resultados de esta encuesta son equivocados, un dato que apareció claramente
por el hecho de que la mayoría de los excombatientes se mantuvo alejado de las
audiencias públicas. Shaw R., “Memory Frictions. Localizing the Truth and Recon-
ciliation Commission in Sierra Leone”. En: The International Journal of Transitional
Justice, 1 (2007), pp. 183-207, 197.
60
Ibid., pp. 183-207.
154
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
155
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tomado y dado vuelta, […] Las primeras cosas, todas las malas, estaban
aplastadas por debajo… las primeras personas, esas personas pequeñas,
vinieron y perturbaron el mundo. Por eso fue que Dios las dio vuelta.
Hizo nuevamente un mundo nuevo”.66
Como señala Shaw, la historia separa el tiempo de estas primeras
gentes del nuestro. Narra una discontinuidad radical a través del ente-
rramiento (literal) del mundo. Sin embargo, la discontinuidad está lejos
de ser completa, y este pasado que subyace a veces puede levantarse
y emerger nuevamente en el presente. Las personas pueden encontrar
rastros del primer mundo si cavan pozos y letrinas, o el viejo mundo
enojado puede ser conjurado por conflictos violentos en el presente.
Estrechamente relacionado a este pasado que permanece presente por
debajo y relacionada a la tradición de adoración de los antepasados,
sostiene Shaw, la memoria en Sierra Leona no puede ser concebida como
una actividad puramente cognitiva dirigida meramente a guardar y re-
cobrar información. En cambio, se crea una relación entre uno mismo
y la persona o evento rememorado. Consecuentemente, para muchos
sierraleoneses, el recuerdo verbal y público de eventos violentos es, al
contrario de lo que dice la SLTRC, poco deseable, porque crea una co-
nexión entre la violencia y la persona que la recuerda y corre el riesgo
de tornarla nuevamente presente.67 Una vez más, por lo tanto, aunque
por razones opuestas a las que hemos discutido en capítulos anteriores,
la resistencia contra (aspectos de) el trabajo de la comisión de verdad
se dirige principalmente al tiempo irreversible de la historia y se inspira
en un punto de vista que no considera al pasado como completamente
ausente o distante.
Conclusión
Según Giorgio Agamben, cada cultura se relaciona en primer lugar
a una experiencia particular del tiempo, y es imposible crear una nueva
cultura sin alterar esta experiencia. Por lo tanto “La tarea original de una
revolución genuina –sostiene Agamben– nunca es meramente la de ‘cam-
66
Citado en: Ibid.
67
Shaw, “Memory Frictions”. Op. cit. p. 195.
156
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68
Agamben G., “Time and History. Critique of the Instant and the Continuum”. En:
Infancy and History. The Destruction of Experience. Londres, Verso, 1993, pp. 89-106,
91.[Versión en español: Agamben, G. Infancia e historia: destrucción de la experiencia
y origen de la historia. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2004.]
157
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158
Conclusión preliminar
¿Qué intentan decirnos los
desaparecidos y los espíritus ancestrales
perturbados sobre la historia?
Para aceptar lo irreparable, se ha tornado un historiador
del presente.
P. Petit sobre H. Rousso1
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6
Ibid., p. 55. (Cursivas en el original).
163
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164
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11
La expresión es de: Lambek M., “The Past Imperfect. Remembering As Moral
Practice”. En: Antze P. & Lambek M. (eds), Tense Past. Cultural Essays in Trauma and
Memory. Nueva York: Routledge, 1996, pp. 235-254.
12
La expresión lenguaje de la lealtad es utilizada en: Booth J. W., “The Unforgotten.
Memories of Justice”. En: American Political Science Review, 95 (2001), 4, pp. 777-791.
13
La expresión jerarquías del tiempo fue tomada de: Rousso, The Haunting Past,
Op. cit. p. 16.
165
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14
Sin embargo, el discurso de las Madres algunas veces también manifiesta referencias
a la reversibilidad temporal.
15
Shaw R., Memories of the Slave Trade. Ritual and the Historical Imagination in Sierra
Leone. Chicago: University of Chicago Press, 2002.
16
Shaw, Memories of the Slave Trade. Op. cit. p. 9.
166
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
dos por los traficantes de esclavos que hace mucho tiempo deambulaban
por el paisaje de Sierra Leona.17
Es claro que la creencia en fantasmas, espíritus y brujería no se res-
tringe a Sierra Leona. En Occidente, los fantasmas han estado retornando
por lo menos desde la antigüedad, muchas veces demandando justicia
y siempre subvirtiendo el tiempo irreversible.18 En tiempos recientes,
podemos observar un resurgimiento de lo espectral en varias partes del
mundo, y muchos comentadores sostienen que, lejos de tratarse de un
remanente de tradiciones antiguas y muertas, este fenómeno está aquí
para quedarse.19 Aunque la preocupación con fantasmas y espíritus no
se limita a los contextos pos-conflicto, muchos estudiosos indican la
existencia de una relación cercana entre esta preocupación y los legados
de pasados violentos en muchas partes del mundo. Uno de los ejemplos
más notorios es el de Mozambique, en donde a pesar de, o mejor dicho
por causa de una amnistía general tras el fin de una brutal guerra civil,
se ha reportado el retorno de soldados muertos. Estos soldados muertos
en general retornan al reino de los vivos en la forma de espíritus llama-
dos “Magamba”, y lo hacen para luchar por la justicia o para vengarse.20
Aunque el gobierno de Mozambique adhiere al discurso de moderniza-
17
Ver también: Shaw R., “The Production of Witchcraft/Witchcraft as Production.
Memory, Modernity, and the Slave Trade in Sierra Leone”. En: American Ethnologist,
24 (1997), 4, pp. 856-876. Un relato similar de la manera en que los rituales pueden
servir como arte de la memoria en el caso de Madagascar es realizado por Jennifer
Cole: Cole J., Forget Colonialism? Sacrifice and the Art of Memory in Madagascar. Ber-
keley: University of California Press, 2001, p. 283.
18
Finucane R. C., Appearances of the Dead. A Cultural History of Ghosts. Londres:
Junction Books, 1982. Peter Buse y Andrew Stott expresan agudamente la relación
de antagonismo entre la figura del fantasma y la noción de tiempo lineal: “de hecho,
el anacronismo podría ser la figura definitoria de los fantasmas, ahora y en el pasado,
pues el acecho, por su propia estructura, implica la deformación de la linealidad
temporal: no puede haber tiempo apropiado para los fantasmas Buse P. & Stott
A., “A Future for Haunting”. En: Buse P. & Stott A. (eds), Ghosts Deconstruction,
Psychoanalysis, History. Londres: Macmillan press, 1999, p. 1.
19
Sobre la creciente apelación al encantamiento en África, ver: Comaroff J. & Co-
maroff J. L.,” Occult Economies and the Violence of Abstraction. Notes from the
South African Postcolony”. En: American Ethnologist, 26 (1999), 2, pp. 279-303. Y:
Geschiere P., The Modernity of Witchcraft. Politics and the Occult in Postcolonial Africa.
Londres: University of Virginia Press, 1995.
20
Igreja V. & Dias-Lambranca B., “Restorative Justice and the Role of Magamba Spirits
in Post-Civil War Gorongosa”. En: Huyse L. & Salter M. (eds), Traditional Justice
167
Berber Bevernage
ción y considera las prácticas mágicas como algo del pasado que debe
ser superado, los expertos han sostenido que la posesión y el exorcismo
de espíritus de hecho juega un papel crucial en el tratamiento de ese
pasado y en el proceso de curación, limpieza y reconciliación social.21
En la misma línea, el antropólogo norteamericano Erik Mueggler
encontró rituales de exorcismo en una aldea del sudeste rural de China,
que interpretó como parte de una “estrategia subversiva del tiempo a
través del relato de historias de fantasmas”.22 Una vez más, la figura del
espectro se relaciona a las memorias de la violencia: esta vez, se trata de
las víctimas del hambre durante el Gran Salto Adelante y la Revolución
Cultural. Aunque es cierto que la creencia en espíritus ancestrales es muy
antigua, Mueggler sostiene que en las aldeas que ha estudiado ha habido
un resurgimiento de fantasmas salvajes en las últimas décadas, y curio-
samente sustenta que la llegada de esos fantasmas debe ser considerada
como una reacción directa a la visión específica del tiempo que ha sido
uno de los pilares de la política socialista en la China central. Cargando
algunas notables semejanzas con el caso argentino que discutimos an-
teriormente, Mueggler interpreta la figura del espectro como parte de
una estrategia “para desafiar la retórica oficial sobre el tiempo como un
camino o un sendero lineal y la liberación selectiva de la responsabilidad
por la violencia pasada que esta retórica implica”.23
and Reconciliation after Violent Conflict. Learning from African Experiences. Estocolmo:
International IDEA, 2008, pp. 61-83.
21
Honwana A., “Undying Past. Spirit possession and the Memory of War in Southern
Mozambique”. En: Meyer B. & Pels P., Magic and Modernity. Interfaces of Revelation
and Concealment. Stanford: Stanford University Press, 2003, pp. 60-80.
22
Mueggler E., Spectral Subversions. Rival Tactics of Time and Agency in Southwest
China. En: Comparative Studies in Society and History, 41 (1999), 3, pp. 458-481, 462.
23
Ibid., p. 467.
168
Segunda Parte
Capítulo 5. Dificultades para explicar
lo irrevocable. ¿Por qué es tan difícil
entender el pasado acechante?
Introducción
A comienzos del siglo XX, Georg Simmel levantó explícitamente la
cuestión de qué significa que algo sea considerado “histórico”. Después
de haber enumerado algunos criterios necesarios pero insuficientes para
referirse a algo de esa manera, Simmel sostenía que la respuesta debía
buscarse en primer lugar en la posibilidad de una localización temporal
exacta. En la misma línea de ese razonamiento, Simmel podía definir lo
histórico sucintamente mediante la siguiente expresión “un aspecto dado
de la realidad califica como histórico cuando sabemos cómo localizarlo
en una cierta posición dentro de nuestro sistema temporal.2 A primera
vista, esto parece una perogrullada bastante trivial o, en el mejor de los
casos, una cuestión de interés meramente metodológico, pero de hecho
contiene algo muy interesante. En primer lugar, en contraste con la visión
1
Jameson F., “The End of Temporality”. En: Critical Inquiry, 29 (2003), pp. 695-
718, 699.
2
Simmel G., Essays on Interpretation in Social Science (ed. Guy Oakes). Totowa:
Rowman and Littlefield, 1980, p. 127.
171
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172
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173
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174
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
Ver: Capek M., “The Conflict between the Absolutist and the Relational Theory of
Time before Newton”. En: Journal of History of Ideas, 48 (1987), 4, pp. 595-608. Y:
Earman J., World Enough and Space-time. Absolute Versus Relational Theories of Space
and Time. Cambridge (Mass.): MIT Press, 1989. En la segunda mitad del siglo
XVIII, Johann Gottfried Herder también defendió el tiempo relativo. Herder, como
señala W. Von Leyden, “sostenía la perspectiva de que todas las cosas cargan con su
propia medida del tiempo, o mejor, la medida de su propio tiempo”. Von Leyden
W., “History and the Concept of Relative Time”. En: History and Theory, 2 (1963),
3, pp. 263-285, 279.
9
Citado en Turetzky, Time. Op. cit. p. 73.
10
Como explica Barbara Adam: “Al eliminar todas las condiciones fronterizas, Newton
fue capaz de concebir el movimiento como reversible, simétrico respecto al pasado
y al futuro. Este tiempo simbolizaba una unidad de duración sin dirección”. Adam
B., Time. Oxford: Polity Press, 2004, p. 30.
11
Wilcox, The Measure of Times Past. Op. cit. p. 8. Los rasgos objetivistas y univer-
salistas del tiempo newtoniano según algunos comentadores también respaldan el
imperialismo geopolítico. Appleby, Hunt y Jacob, por ejemplo, sostienen que “la
modernización de la historia en el siglo XIX descansaba en una nueva concepción
del tiempo desarrollada a partir de la ciencia newtoniana. […] Las nuevas caracte-
rísticas del tiempo no aparecieron todas al mismo tiempo, y muchos historiadores
continuaron utilizando uno o más elementos de los esquemas temporales anteriores.
Pero hacia las últimas décadas del siglo XIX, la mayoría de los occidentales educados
poseían un sentido universal y universalizante del tiempo que era, además, ideal-
mente adecuado para la nueva era del imperialismo europeo”. Appleby J., Hunt L.
& Jacob M., Telling the Truth about History. Nueva York: W.W. Norton & Company,
1994, pp. 53-55.
175
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Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
Historicismo
Una segunda manera de conceptualizar la historia y la temporali-
dad que se encuentra bastante extendida y que puede tornar difícil el
reconocimiento de lo irrevocable es la así llamada conceptualización
“historicista”. Sin embargo, dudo al utilizar el término “historicismo”
porque se trata de un término que se destaca por su complejidad y por
el número de significados diferentes e incluso contradictorios que se le
atribuyen. Por lo tanto, permítaseme en primera instancia explicar el
sentido específico que tengo en mente.
Un sondeo rápido de la literatura referente a la palabra historicismo
revela de inmediato al menos seis usos diferentes, algunos de los cuales
son exactos contrarios.25 Comenzando con el uso que más se aleja de lo
que tengo en mente, el historicismo se puede referir a una escatología
cristiana protestante que afirma que el cumplimiento de ciertas profecías
bíblicas (las del libro de Daniel y del Apocalipsis) tiene lugar literalmente
en la tierra a lo largo de la historia hasta hoy, en contraste con aquellos
que sitúan el cumplimiento de estas profecías en el futuro. En segundo
lugar, encontramos el significado particular desarrollado por el filósofo
Karl Popper, en su influyente obra “La miseria del historicismo”.26 Aquí
“historicismo” se refiere a las teorías holísticas y teleológicas (principal-
mente ramas del hegelianismo y el marxismo) que pretenden ser capaces
de predecir el futuro sobre la base de conjuntos de leyes históricas inelu-
dibles y que Popper criticó como portadoras de una tendencia inherente
al totalitarismo. El uso que Popper hace de la palabra historicismo ha sido
criticado como idiosincrásico, pues no parece tener ninguna conexión
en absoluto con los usos más convencionales del término. Sin embargo,
como señala Georg Iggers, los ideólogos soviéticos que Popper criticaba
parecen utilizar ellos mismos la palabra historicismo en este sentido.27
25
Para una historia detallada del significado de la palabra historicismo, ver: Lee D.
E. & Beck R. N., “The Meaning of ‘Historicism.” En: The American Historical Review,
59 (1954), 3, pp. 568-577; Iggers G. G., “Historicism. The History and Meaning of
the Term”. En: Journal of the History of Ideas, 56 (1995), 1, pp. 129-152. Y Hamilton
P., Historicism. Londres: Routledge, 1996.
26
Popper K. R., The Poverty of Historicism. Nueva York: Routledge, 1999. [Versión
en español: Popper, K. La miseria del historicismo, Madrid: Taurus, 1973.].
27
Iggers, “Historicism”. Op. cit. p. 137.
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28
Hamilton, Historicism. Op. cit. p. 2.
29
Iggers G. G., The German Conception of History. The National Tradition of Historical
Thought From Herder to the Present. Middletown: Wesleyan University Press, 1968.
Y: Iggers G. G., “The ‘Crisis’ of Historicism and Changing Conceptions of Historical
Time”. En: Comprendre, 43-44 (1977), pp. 60-73.
180
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38
Rotenstreich N., Time and Meaning in History. Dordrecht: D. Reidel Publishing
Company, 1987, p. 31.
39
Agamben, Time and History. Op. cit. p. 96.
40
Rorty R., Contingency, Irony, and Solidarity. Cambridge: Cambridge University Press,
1989, p 10. (Cursivas en el original) [Versión en español: Rorty, R., Contingencia
ironía y solidaridad. Madrid: Paidós, 1991.].
41
Foucault M., “Nietzsche, Genealogy, History”. En: Language, Counter-Memory,
Practice. Selected Essays and Interviews (ed. Donald F. Bouchard). Nueva York: Cornell
University, 1977, pp. 139-163, 153. [Versión en español: Foucault, M., Microfísica
del poder, Madrid: La Piqueta, 1978].
42
Ver, por ejemplo: Margolis J., The Flux of History and the Flux of Science. Berkeley:
University of California, 1993.
43
Roberts D. D., Nothing but History. Berkeley: University of California Press, 1995.
184
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
Modernismo
Una tercera conceptualización del tiempo y de la historia que tiene
gran aceptación y que dificulta tomar en serio lo irrevocable, es aquella
que entiende que la historia trae consigo una auténtica novedad, y que
cree que esta novedad justifica una estricta división cualitativa de las
dimensiones temporales de pasado, presente y futuro. Llamaré “moder-
nas” o “modernistas” a estas creencias estrechamente relacionadas. Es
cierto que mi uso del término “moderno” se basa en un sentido bastante
específico, sin embargo ese sentido se alinea con las ideas de algunos
importantes especialistas en el tema. Al asociar a la modernidad con
la creencia en la novedad histórica y en la posibilidad de una ruptura
radical con el pasado, interpreto este concepto en sentido cualitativo
en lugar de cronológico.44 Si bien la experiencia social moderna tiene
raíces históricas y se tornó dominante en el lapso específico de tiempo
cronológico que (en inglés) se llama “modernidad”, y con el que, por lo
tanto, se relaciona empírica u orgánicamente, esa experiencia no debería
ser identificada con este período cronológico, porque su difusión no ha
sido, ni es (no todas las personas viven hoy en día las experiencias de
manera moderna) universal, y porque algunos pensadores, posiblemente,
pueden haber tenido experiencias sociales o culturales modernas mucho
antes de la época moderna.
A primera vista, usar la etiqueta “moderno” en este sentido cualitativo
para describir una característica de un discurso sobre la historia puede
parecer un poco extraño. El crítico literario Paul de Man, por ejemplo,
declaró en una ocasión que “Entre los diversos antónimos que vienen a la
mente como posibles opuestos de la “modernidad” [...] ninguno es más
fructífero que el de “historia”.45 Para De Man, la modernidad en primer
lugar debe estar asociada a “renovación radical” o incluso a olvido: es una
44
Osborne P., “Modernity is a qualitative, not a chronological, category”. En: New
Left Review, 192 (1992), pp. 65-84.
45
De Man P., “Literary History and Literary Modernity”. En: Blindness and Insight.
Minneapolis: University of Minnesota Press, 1983, p. 144. [Versión en español: De
Man P., Visión y ceguera. Ensayos sobre la retórica de la crítica contemporánea. Río Piedras:
Universidad de Puerto Rico, 1991.]. Aleida Assmann apunta una distinción similar
cuando contrasta el tiempo de la modernidad [Zeit der Moderne] con el tiempo de
la rememoración [Zeit des Gedächtnisses]. Assmann A., “Kulturelle Zeitgestalten”. En:
Stadler F. & Stöltzner M. (eds), Time and History. Proceeding of the 28 International Ludwig
Wittgenstein Symposium. Heusenstamm: Ontos Verlag, 2007, pp. 469-489.
185
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46
Frisby D., Fragments of Modernity. Theories of Modernity in the Work of Simmel, Kra-
cauer and Benjamin. Cambridge: Polity Press, 1985, p. 14-16. [Versión en español:
Frisby, D.: Fragmentos de la modernidad. Teorías de la modernidad en la obra de Simmel,
Kracauer y Benjamín. Madrid: Visor, 1992.
47
Habermas, J., “Modernity’s Consciousness of Time” p. 5.
48
Desde esta perspectiva, se podría argumentar que el posmodernismo es una forma
arquetípica de modernismo.
49
Habermas, “Modernity’s Consciousness of Time”. p. 7.
186
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187
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51
Ibid., p. 264
52
Koselleck R., The Practice of Conceptual History. Timing History, Spacing Concepts.
Stanford: Stanford University Press, 2002, p. 111.
53
Ibid., p. 111
54
Koselleck, Futures past. Op. cit. p. 265. Koselleck, R. Futuro pasado. España:
Paidós, 1993.]
188
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Según Koselleck, todo esto cambió en la segunda mitad del siglo XVIII.
En ese momento, las innovaciones tecnológicas y los efectos de lo que
más tarde recibiría el nombre de “progreso” dieron lugar a una ruptura
creciente entre el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa.
Koselleck considera que esta ruptura crea la base de la conciencia mo-
derna del tiempo con su énfasis en las dimensiones de la novedad, la
irreversibilidad y la unicidad. Koselleck habla de un proceso de tempo-
ralización [Verzeitlichung]: “El tiempo deja de ser solamente la forma en
que todas las historias tienen lugar, sino que adquiere él mismo cualidad
histórica. En consecuencia, la historia ya no sucede en el tiempo, sino
más bien a través del tiempo. El tiempo se dinamiza metafóricamente
como una fuerza de la historia en sí misma”.55 Al comentar sobre el es-
tablecimiento del nuevo calendario después de la revolución francesa,
Koselleck afirma que lo que es realmente nuevo en la modernidad “es la
idea de que se es capaz de recomenzar la historia al dar cuenta de ella
en términos de un calendario”.56
Es claro que esto tuvo repercusiones en la concepción del pasado. Por
un lado, el surgimiento de nuevas expectativas sobre el futuro resultó
en un cuestionamiento de la validez del estudio del pasado, que ya no
podría ser legitimado de forma convincente como oferta de lecciones
vitales para la vida presente o futura. El topos de la Historia magistra vitae
que una vez fuera tan influyente se disolvió lentamente porque, como
explica Koselleck, “Se convirtió en una regla que la experiencia anterior
podría no contar para la posible alteridad del futuro. [...] La historia,
procesualizada y temporalizada hasta una singularidad constante, ya no
podía ser enseñada de manera ejemplar”.57 Por otro lado, precisamente
el “descubrimiento” del progreso trajo consigo el “descubrimiento” del
mundo histórico: “las visiones histórica y progresista del mundo tienen
un origen común. Se complementan entre sí como rostros de Jano. Si el
tiempo nuevo ofrece constantemente algo nuevo, el pasado extraño debe
ser descubierto y reconocido, es decir que su extrañeza se incrementa
con el paso de los años”.58 Este “descubrimiento” del mundo histórico
evidentemente tiene consecuencias para la formación de la historiografía
55
Koselleck, The Practice of Conceptual History. Op. cit. p. 165.
56
Ibid., p. 152
57
Koselleck, Futures past. Op. cit. pp. 267-268
58
Koselleck R., The Practice of Conceptual History. Op. cit. p. 120.
189
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59
Ibid.
60
Koselleck, Futures past. Op. cit. p. 194.
190
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191
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65
Hartog F., Régimes d’historicité. Présentisme et expériences du temps. París: Seuil, 2003.
[Hartog, F., Regímenes de historicidad: presentismo y experiencias del tiempo. México:
Universidad Iberoamericana, 2007.]
66
Ibid., p. 99.
67
Fritzsche P., Stranded in the Present. Modern Time and the Melancholy of History.
Cambridge (Mass.): Harvard University Press, 2004
192
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
Secularismo
Un cuarto enfoque del tiempo histórico que se encuentra muy ex-
tendido en la historiografía académica y en la conciencia histórica de
Occidente, y que hace que sea difícil de reconocer el pasado irrevocable,
es el del secularismo. La cuestión de si el pensamiento histórico moder-
no y la modernidad en general son realmente de naturaleza secular o si
son simplemente versiones superficialmente secularizadas de una visión
religiosa más antigua y más auténtica de la historia, ha sido el objeto
de acalorados debates entre filósofos e historiadores intelectuales. Las
voces más influyentes en este “debate de la secularización” sin duda han
sido las de Karl Löwith, quien en 1949 planteó el carácter “derivado” del
pensamiento histórico moderno y la filosofía de la historia, y la de Hans
68
Ibid., p. 53
193
Berber Bevernage
69
Löwith K., Meaning in History. The Theological Implications of the Philosophy of His-
tory. Chicago: University of Chicago Press, 1949. [Versión en español: Lowith, K., El
sentido de la Historia. Madrid: Aguilar, 1973.]. Y: Blumenberg H., The Legitimacy of the
Modern Age. Cambridge (Mass.): MIT Press, 1985. [Versión en español: Blumenberg,
H., La legitimación de la Edad Moderna. Valencia: Pre-textos, 2008.]
70
Taylor C., Modern Social Imaginaries. Durham: Duke University Press, 2004, p.
93. [Versión en español: Taylor, C., Imaginarios sociales modernos. Barcelona: Paidós,
2006].
71
Taylor C., “Die Moderne und die säkulare Zeit”. En: Michalski K. (ed.), Am Ende
des Millenniums. Zeit und Modernitäten. Stuttgart: Klett-Cota, 2000, pp. 28-85. Y:
Taylor C., A Secular Age. Cambridge (Mass.): The Belknap Press of Harvard Uni-
versity Press, 2007.
72
Taylor, A Secular Age. Op. cit. p. 55.
194
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
195
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196
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
197
Berber Bevernage
81
Agacinski S., Time Passing. Modernity and Nostalgia. Nueva York: Columbia Uni-
versity Press, 2003. [Versión en español: Agacinski, S., El Pasaje. Tiempo, modernidad
y nostalgia. Buenos Aires: La marca editora, 2009.].
82
Mannheim, “Historicism”. Op. cit. pp. 84-85. Y: Gadamer H. G., “The Problem of
Historical Consciousness”. En: Rabinow P. & Sullivan W. M. (eds), Interpretive Social
Science. A Second Look. Berkeley: University of California Press, 1987, pp. 82-140, 89.
198
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
199
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88
Discutido en Taylor, A Secular Age, p. 271. Bernard Williams de hecho discute
un cambio en la concepción de la temporalidad que tuvo lugar en la historiografía
antigua entre Heródoto y Tucídides, pero Charles Taylor sostiene que un proceso
similar de homogeneización tuvo lugar en el siglo XVIII.
89
Hunt, Measuring time, Making History. Op. cit. pp. 28-29.
200
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90
Chakrabarty, Provincializing Europe. Op. cit.; Nandy A., “History’s Forgotten
Doubles”. En: History and Theory, 34 (1995), 2, pp. 44-66. Y: Seth S., “Reason or
Reasoning? Clio or Siva?” En: Social Text, 78 (2004), 1, pp. 85-101, 86. También
ver: Skaria A., “Some Aporias of History. Time, Truth and Play in Dangs, Gujarat”.
En: Economic and Political Weekly, 10 de Abril, 1999, pp. 897-904.
91
Ver por ejemplo: Archer M. S. Realist Social Theory. The Mophogenetic Approach.
Cambridge: Cambridge University Press, 1995. Y: Giddens A., The Constitution of
Society. Outline of the Theory of Structuration. Cambridge: Polity Press, 1984. [Ver-
sión en español: Giddens, A., La constitución de la Sociedad: bases para la teoría de la
estructuración. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1984.]
201
Berber Bevernage
92
Rüsen J., “Mourning by History. Ideas of a new element in historical thinking”.
En: Historiography East & West, 1 (2003), 1, pp. 15-38, 21. También ver: Rüsen J.,
“Historical Thinking as Intercultural Discourse”. En: Rüsen J. (ed.), Western Historical
Thinking. An Intercultural Debate. Nueva York: Berghahn Books, 2002, pp. 1-11.
202
Capítulo 6. En busca de otros tiempos.
Algunas críticas al pasado ausente y
distante
Introducción
En el capítulo anterior intenté demostrar que la génesis de un tiempo
absoluto, vacío y homogéneo, el relato historicista del cambio histórico y
el énfasis modernista en la disyunción entre el pasado y el presente y el
rechazo secularizante de tiempos superiores, conforman una cronosofía
que no solo es un tour de force intelectual que ha provocado una nueva
manera de ver el mundo sino que, por lo menos en la misma medida,
también es una ingeniosa manera de “no ver” partes del mundo. He sos-
tenido que esta cronosofía solo permite ver un presente “vivo” que está
completamente presente y un pasado “muerto” que está completamente
distante o ausente, oscureciendo todo lo que no puede ser prolijamente
categorizado como puramente pasado o puramente presente, sujeto a
una localización temporal exacta en una cronología lineal o incrustado
en el modelo historicista de cambio.
Sin embargo y afortunadamente, aunque generalizada e influyente, la
cronosofía anteriormente descripta nunca ha dominado absolutamente
la historiografía académica y el pensamiento histórico en general de Oc-
cidente. Desde su surgimiento, pero sobre todo desde la primera mitad
del siglo XX, varios aspectos de esta cronosofía han sido impugnados por
pensadores que en su mayoría formaban parte de esta misma tradición,
que a menudo solo querían modificarla, e invariablemente sostenían
visiones ingeniosas sobre la realidad histórica. Algunos pensadores han
desafiado la noción de un tiempo vacío, homogéneo y singular, otros han
rechazado la idea de sincronía cronológica perfecta, y otros han cuestio-
203
Berber Bevernage
204
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
1
Teichmann R., “The Complete Description of Temporal Reality”. En: Baert P. (ed.),
Time in Contemporary Intellectual Thought. Amsterdam: Elsevier, 2000, pp. 1-15. Y:
Adam B., Time and Social Theory. Cambridge: Polity Press, 1990. Se ha dicho que
una vez Einstein dijo que “la experiencia del Ahora significa algo especial para el
hombre, esencialmente diferente del pasado y del futuro, pero esta diferencia no
ocurre y no puede ocurrir dentro de la física”. Citado en: Tooley M., Time, Tense and
Causation. Nueva York: Oxford University Press, 1997, p. 380.
2
Eliade M., The Myth of the Eternal Return. Nueva York: Bollingen Foundation,
1954. [Versión en español: Eliade, M,. El mito del eterno retorno. Buenos Aires:
Emecé, 2001.].
205
Berber Bevernage
Fernand Braudel
Empecemos este resumen echando un vistazo a lo que es sin duda el
intento más famoso de repensar el tiempo histórico: la tesis de Fernand
Braudel según la cual la historia se compone de una pluralidad de tiempos
diferentes. Braudel elaboró esta
idea por primera vez en su disertación La
Méditerranée et le monde à l’époque méditerranéen de Felipe II, publicado
originalmente en 1949.3 En el prefacio de esta obra maestra, Braudel
anunciaba que pretendía organizar su discusión de la historia del mundo
Mediterráneo en el siglo XV y el siglo XVI en torno a tres momentos dife-
rentes, a los que llamaba, respectivamente, “tiempo geográfico”, “tiempo
social” y “tiempo individual”. Un enfoque en el momento geográfico
debería permitir el análisis de una historia que apenas se mueve, o que
incluso podría decirse que es “casi atemporal”. Esta aproximación debía
contar la historia del hombre en relación con su entorno – montañas,
llanuras y costas, además de climas y estaciones, y sobre todo del mar
mediterráneo – “una historia cuyo paso es casi imperceptible, [...] una
historia en la que todo cambio es lento, una historia de constante repe-
tición, de ciclos siempre recurrentes”.4
El foco en el tiempo social servía para descubrir una historia que trans-
curre con “ritmos lentos pero perceptibles”. Braudel utiliza esta noción
para ocuparse de la historia de las economías, los estados, las sociedades y
las civilizaciones. Por último, el tiempo individual trae consigo el enfoque
de una historia más “tradicional”, “de fluctuaciones nerviosas, breves y
rápidas”. Esta es una historia de los acontecimientos políticos, que no
se ocupa del hombre en general, sino de hombres particulares. Braudel
admite que este nivel temporal es el más emocionante y el más rico en
intereses humanos, pero advierte que también es el más peligroso. Los
3
Braudel F., La méditerranée et le monde méditerranéen à l’époque de Philippe II. Paris,
Armand Colin, 1949. A seguir citado en su traducción al inglés: Braudel F., The
Mediterranean and the Mediterranean World in the Age of Philip II (traducido por Sian
Reynolds; 2 volúmenes). Nueva York: Harper and Row, 1972-1974. [Versión en
español: Braudel, F., El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.
México: Fondo de Cultura Económica,1997.]
4
Braudel, F., The Mediterranean. Op. cit. p. 20.
206
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
historiadores que se dejan guiar solamente por el faro de este tiempo indi-
vidual y se olvidan de las corrientes más profundas de la historia tendrán
una visión inevitablemente distorsionada y se encontrarán transportados
a un mundo al que le falta una dimensión, un mundo que es “ciego”
o incluso “bizarro”. Braudel, sin embargo, asegura a sus lectores que el
peligroso mundo de la histoire événementielle es “uno cuyos hechizos y
encantamientos habremos exorcizado al asegurarnos de trazar primero
esas corrientes subyacentes, a menudo silenciosas, cuya dirección solo
se puede discernir al observarlas durante largos períodos de tiempo”.5
Las ideas sobre el tiempo histórico, que en La Mediterranée perma-
necen en su mayoría en un nivel práctico, serían elaboradas de manera
más explícita más tarde, a finales de los años cincuenta, en una serie de
artículos polémicos.6 Es en uno de estos artículos que Braudel introduce
por primera vez el término francés durée y comienza a hablar de una
longue durée, moyenne durée y courte durée. En esta ocasión, nuevamente
Braudel es muy claro en cuanto a su preferencia por el período de tiem-
po más largo, y repite que “[...] el tiempo corto es el más caprichoso y
el más engañoso de todos”, y que es preferido principalmente por los
“historiadores de antaño”.7 Para estos historiadores de ayer, un día o un
año pueden parecer indicadores útiles, pero para los historiadores de la
actualidad, se hace necesario un cambio en el tiempo histórico tradicio-
nal. Varios historiadores, señala con aprobación, ya han descubierto la
moyenne durée. Sin embargo, se lamenta de que muy pocos se ocupen de
la longue durée, cuyo estar en obra busca en cada parte de la historia. Para
nombrar un ejemplo de tal longue durée, Braudel se refiere a la existencia
de delimitaciones geográficas:
Durante siglos, el hombre ha sido prisionero del clima, de la vegetación,
de la población animal, de una agricultura particular, de todo un equi-
5
Ibid., p. 21.
6
Me refiero principalmente a los ensayos “Histoire et sciences sociales. La longue durée”;
“Unité et diversité des sciences de l’homme”; e “Histoire et sociologie”, que aparecieron
originalmente entre 1958 y 1960, pero que fueron reunidos en el libro Écrits sur
l’histoire (Paris, Flammarion, 1969). Más abajo me refiero a la traducción inglesa
de esta compilación, realizada por Sarah Matthews (a menos que se indique de
otra manera): Braudel F., On History. Chicago: University of Chicago Press, 1980.
[Versión en español: Braudel, F., Escritos sobre historia. México: Fondo de Cultura
Económica, 1991.].
7
Braudel, F., On History. Op. cit. p. 28.
207
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208
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
11
Braudel, F., On History. Op. cit. p. 67
12
Aquí utilizo una traducción que difiere levemente de aquella realizada por Sarah
Matthews. Ella traduce la palabra francesa actualité como “current event”, pero
prefiero la traducción literal “actuality”, (actualidad) porque se relaciona más a la
noción de “presente histórico” a la que el término actualité se refiere evidentemente
en este contexto. La frase original es como sigue: ‘Chaque ‘actualité’ rassemble des
mouvements d’origine, de rythme differents: le temps d’aujourd’hui date à la fois d’hier,
d’avant-hier, de jadis.’ Braudel, Écrits sur L’histoire. Op. cit. p. 56.
13
Cited in: Schwarz B., “Already the Past’ Memory and historical time”. En: Rads-
tone S. & Hodgkin K. (eds.), Regimes of Memory. London: Routledge, 2003, pp.
135-151, 135.
14
Braudel, F., The Mediterranean. Op. cit. p. 17.
209
Berber Bevernage
donde todos los días veía “su” mar y donde obtuvo panoramas impre-
sionantes desde los hidroaviones que volaban a alturas rasantes.15 De
esta forma, la continua presencia del mar y de otras características del
paisaje mediterráneo, de alguna manera pasó a sugerirle la persistencia del
pasado en el presente. El texto autobiográfico también proporciona otra
explicación, aún más personal, para el desarrollo de su atípico concepto
de la historia y más concretamente para su preferencia por la longue durée:
estas preferencias podrían ser vistas como una respuesta existencial a la
tragedia de la Segunda Guerra Mundial, que Braudel pasó como prisio-
nero de guerra en Alemania. La radio y los periódicos alemanes, pero
también las noticias de Londres a través de los receptores clandestinos
vertían constantemente información sobre sucesos desagradables, de los
que los cautivos querían tomar distancia, rechazar, o incluso negar. Para
Braudel, la mejor manera de acabar con estos sucesos era creer que la
historia se escribía en un nivel mucho más profundo:
La elección de una escala de larga duración desde la cual observar, era
como elegir la posición del mismo Dios Padre como un refugio. Lejos
de nosotros y de nuestra miseria cotidiana, la historia se estaba hacien-
do, cambiando lentamente, tan lentamente como la antigua vida del
Mediterráneo, cuya perdurabilidad y majestuosa inmovilidad me han
movilizado tan a menudo. Así fue que conscientemente me dispuse a
buscar un lenguaje histórico –el más profundo que pudiera alcanzar o
inventar– con el fin de presentar las condiciones que no cambian (o por
lo menos que cambian muy lentamente), que se afirman obstinadamente
una y otra vez.16
Además de la influencia del Mediterráneo como un tema de estu-
dio particular, y por el factor personal que acabamos de mencionar, la
elección de Braudel de la longue durée, por supuesto, también se puede
relacionar con el contexto de la escuela francesa de Annales. En primer
lugar, el programa de renovación historiográfica creado alrededor de
la revista Annales, fundada en 1929 por Lucien Febvre y Marc Bloch,
tomó la forma de una crítica de la historia política imperante y de la
perspectiva de los “grandes hombres”. Es claro que el rechazo de la idea
15
Braudel F., “Personal Testimony”. En: The Journal of Modern History, 44 (1972),
4, pp. 448-467, 452.
16
Ibid., p. 454.
210
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211
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212
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213
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Collingwood
Como segunda crítica del pasado ausente, me dedicaré ahora al his-
toriador, filósofo y arqueólogo británico R.G. Collingwood y a su teoría
de la “reactualización”, esto es, la teoría según la cual los historiadores
conocen el pasado histórico mediante el procedimiento de repensarlo o
reactualizarlo críticamente en sus propias mentes. Sin duda el concepto de
reactualización es el más conocido, pero también el menos comprendido
de la filosofía de la historia de Collingwood. Muchos lectores malinter-
pretan los escritos sobre la reactualización como simples observaciones
metodológicas que explican de qué manera los historiadores trabajan o
deberían trabajar en el estudio del pasado. William Dray sostiene que la
teoría de la reactualización involucra cuestiones conceptuales mucho más
profundas y debe ser vista principalmente como una reflexión epistemo-
lógica sobre lo que hace posible el conocimiento histórico.26 Dray tiene
razón sobre el aspecto epistemológico de la teoría de la reactualización,
pero una lectura más atenta revela que esta teoría también se relaciona
con un profundo replanteamiento de las nociones del pasado, la histo-
ria y la temporalidad. Para Collingwood, el pasado histórico no puede
estar muerto o ausente; como él dice: “En tanto que es susceptible de
reactualización, [el pasado histórico] no ha terminado de suceder”.27
Huelga decir que este aspecto de la teoría de la reactualización es el que
más me interesa aquí. Antes de centrarme en esta concepción alternativa
del tiempo histórico, sin embargo, permítanme tomar un momento para
discutir la teoría de la reactualización con un poco más de atención, y
explicar por qué esta aproximación obligó a Collingwood a romper con
los conceptos más tradicionales del tiempo histórico.
Efectivamente, Collingwood comienza su discusión de la reactuali-
zación proponiendo una cuestión epistemológica. Teniendo en cuenta
26
Dray W. H., History as Re-enactment. R. G. Collingwood’s Idea of History. Nueva York:
Oxford University Press, 1995, pp. 52-54.
27
Collingwood R. G., “Notes on Historiography”. En: The Principles of History. And
Other Writings in Philosophy of History (ed. e intro. por W. H. Dray and W. J. van der
Dussen). Oxford: Oxford University Press, 1999, pp. 235-250, 245.
214
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
que el pasado ya no existe realmente, y que por lo tanto nunca puede ser
estudiado empíricamente por medio de la percepción, ¿cómo es posible
que los historiadores lo conozcan? La respuesta de Collingwood es que
el pasado histórico solo puede ser conocido mediante su reactualización
en la mente del historiador.28 Para lograrlo, el historiador primero debe
distinguir entre el “interior” y el “exterior” de los acontecimientos histó-
ricos. El exterior de un evento, explica Collingwood, incluye todo lo que
se puede describir en términos de “cuerpos” y “movimientos”: “el paso
del César, acompañado de ciertos hombres, a través de un río llamado
Rubicón en un cierto día o en otro”.29 El interior de los acontecimientos,
por su parte, se refiere a lo que solamente puede ser descrito en términos
de pensamiento: “El desafío de César de la ley republicana, o el choque
sobre la política constitucional entre él y sus asesinos”.30 De manera que
el historiador nunca debería concentrarse únicamente en uno de estos
lados del evento, excluyendo al otro: “El historiador está interesado en el
cruce del Rubicón solo con respecto a su relación con la ley republicana,
y en el derramamiento de la sangre de César solo cuando se relaciona con
un conflicto constitucional”.31 Los acontecimientos históricos siempre
deben ser considerados integralmente; deben ser “penetrados” para que la
idea que les subyace pueda ser descubierta y “reactualizada”.32 Para hacer
lo anterior un poco más concreto, permítanme reproducir un ejemplo
dado por el propio Collingwood: el ejemplo de un historiador imaginario
leyendo cierto decreto de un emperador en el “Código de Teodosio”:
Ser capaz meramente de leer las palabras y de traducirlas no equivale
a conocer su significado histórico. Para hacerlo, el historiador debe
imaginar la situación con la que el emperador se enfrentaba, y debe ver
por sí mismo, como si la situación del emperador fuera la suya propia,
28
Collingwood R. G., “History as Re-enactment of Past Experience”. En: Collingwood
R. G., The Idea of History. Revised Edition with Lectures 1926-1928 (ed. e intro. por
Jan van der Dussen) Oxford: Oxford University Press, 1993, p. 282. [Versión en
español: Collingwood, R. G. Idea de la historia. Edición revisada con las conferencias
de 1926-1924. México: FCE, 2004.].
29
Collingwood R. G., “History as Re-enactment of Past Experience”. En: Collingwood
R. G., The Idea of History. Op. cit. p. 282.
30
Ibid.
31
Ibid.
32
Ibid.
215
Berber Bevernage
33
Collingwood R. G., “History as Re-enactment”. Op. cit. p. 283
34
Collingwood R. G., “Human Nature and Human History”. Op. cit. p. 215.
35
Collingwood R. G., “History as Re-enactment”. Op. cit. pp. 283-287.
36
Collingwood R. G., “Outlines of a Philosophy of History” [1928]. En: The Idea of
History, pp. 426-496. p. 444.
216
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
sostiene que esto sería similar a la notable idea de Benedetto Croce, que
afirma que toda historia es historia contemporánea.
La teoría de la reactualización confronta a Collingwood con un pro-
blema doble: por un lado, debe mostrar que algún elemento del pasado
puede sobrevivir para tornar plausible su idea de reactualización y, por lo
tanto negar la absoluta ausencia o distancia del pasado. Sin embargo, por
otro lado, para tornar plausible la idea de que la reactualización puede
ser utilizada para adquirir conocimiento del pasado, debe establecer una
división clara entre el pasado y el presente, y negar la completa presencia
de ese pasado. A través de su trabajo, Collingwood desarrolla diferentes
argumentos para permanecer a medio camino entre la ausencia total y
la presencia total del pasado, pero en el nivel más fundamental su solu-
ción implica nada menos que una reevaluación radical de los conceptos
de tiempo e historia en sí mismos. La manera más simple de alcanzar
una primera idea de la visión del tiempo presentada por Collingwood
es concentrándonos en un texto escrito en 1926, que tiene el título per-
turbadoramente directo de “Algunas perplejidades sobre el tiempo, con
un intento de solución”.37 En este artículo, Collingwood sostiene que
la concepción “ordinaria” del tiempo es “un poco inestable”, y explíci-
tamente rechaza la noción de un tiempo vacío, la idea del puntillismo
temporal y lo que llama la teoría de la “línea recta” del tiempo. Rechaza
la tendencia de los historiadores de “espacializar” el tiempo y de caer en
la ilusión de que el pasado, aunque no esté presente para nosotros en el
momento, aún existe en la distancia: esto sería como tomar literalmente
el cuento de hadas sobre el lugar en el que se conservan todas las viejas
lunas. Podemos considerar al pasado como pre-condición necesaria
del presente, afirma Collingwood, pero su existencia no es actual (en
oposición a ideal). Aun si reconociéramos solo la realidad del presente y
negásemos toda realidad al pasado (y al futuro), no podría haber ningún
conocimiento del pasado, y el presente, “reducido a un punto matemáti-
co” desaparecería por completo. “Por lo tanto –afirma Collingwood–, los
términos de nuestro problema demandan que en algún sentido restauremos
37
Collingwood R. G., “Some Perplexities about Time. With an Attempted Solution”.
En: Proceedings of the Aristotelian Society, 26 (1925-1926), pp. 135-150. [Versión en
español: Collingwood, R.G., “Algunas perplejidades sobre el tiempo con un intento
de solución”. En: Históricas: boletín del Instituto de Investigaciones. UNAM, Nº 82
(2008), págs. 1-13;]
217
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218
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
43
Collingwood R. G., “Notes toward a Metaphysic”. En: The Principles of History.
Op. cit. pp. 119-139, p. 130. (Cursivas en el original). Nótese que en el artículo
“Perplexities” Collingwood aún sostenía la perspectiva de que el pasado en general
podía ser entendido como pre-condición del presente, y aún no había diferenciado
explícitamente entre el pasado natural y el histórico.
219
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221
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49
Collingwood R. G., “Notes towards a Metaphysic”. Op. cit. p. 132. (Cursivas en
el original)
222
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
Ernst Bloch
El filósofo alemán Ernst Bloch fue un pensador bastante singular
dentro de la tradición marxista. Aunque durante la mayor parte de su
larga vida (1885-1977) fue un fiel defensor del leninismo y de la Re-
volución Rusa, Bloch desarrolló una filosofía muy idiosincrática, por lo
que difícilmente podría ser clasificado como un marxista ortodoxo.51
En el nivel más fundamental, las diferencias de Bloch con el marxismo
ortodoxo giraron en torno a dos puntos: en primer lugar, su filosofía de
la historia, y en segundo lugar, la noción de “totalidad”, que se relaciona
50
Negt O., “The Non-Synchronous Heritage and the Problem of Propaganda”. En:
New German Critique, (1976), 9, pp. 46-70, 59.
51
Geoghegan V., Ernst Bloch. Londres: Routledge, 1996.
223
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52
Jay M., Marxism and Totality. The Adventures of a Concept from Lukács to Habermas.
Cambridge, Polity Press, 1984, pp. 180-182.
53
Existen varias traducciones del término Ungleichzeitigkeit: algunos hablan de
“no-contemporaneidad”, otros sobre “no-sincronía” y otros sobre “no-simultaneidad”.
Para cada una de estas traducciones existe una cantidad igual de argumentos a favor y
en contra. Utilizaré “no-contemporaneidad” simplemente porque es la más difundida.
54
Durst D. C., “Ernst Bloch’s Theory of Nonsimultaneity”. En: The Germanic Review,
77 (2002), 3, pp. 171-194.
55
Jay, M., Marxism and Totality. Op. cit. p. 182.
224
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
56
Bloch E., A Philosophy of the Future. Nueva York: Herder and Herder, 1970, pp.
120-122.
57
A continuación, citaré la traducción al inglés realizada por Neville y Stephen Plaice:
Bloch E., Heritage of Our Times. Cambridge: Polity Press, 1991.
58
Rabinbach A., “Unclaimed Heritage. Ernst Bloch’s Heritage of Our Times and the
Theory of Fascism”. En: New German Critique, 11 (1977), pp. 5-21, 5-6.
59
Bloch, Heritage of Our Times. Op. cit. pp. 1-2.
225
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226
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
227
Berber Bevernage
Louis Althusser
Sería difícil pensar en algún intelectual marxista que se oponga más a
Ernst Bloch en estilo y en pensamiento que el filósofo francés nacido en
Argelia, Louis Althusser (1918-1990). Sin embargo, al igual que Bloch,
Althusser ha criticado las nociones simplistas de la dialéctica y las no-
ciones reduccionistas de totalidad social que asocia, de manera similar,
a las nociones de tiempo. El objeto principal de la crítica de Althusser
son los conceptos hegelianos de dialéctica y de tiempo.
Althusser señala que con demasiada frecuencia se piensa en el mar-
xismo como el resultado de la inversión del hegelianismo, que el ideal
hegeliano de alguna manera había puesto la realidad de cabeza y que el
marxismo lo había vuelto a colocar sobre sus pies. Según Althusser, esta
idea ambigua de “invertir a Hegel” es problemática, principalmente si se
aplica a la noción de dialéctica. De hecho, afirma Althusser, una noción
genuinamente marxista de la dialéctica, más que invertir simplemente a
Hegel, posee una naturaleza radicalmente diferente.67
Desde la experiencia revolucionaria marxista, sostiene Althusser, sabe-
mos que no se puede hablar de una única “contradicción” social general.
En cambio, en todas las sociedades se encuentra en juego una vasta acu-
mulación de contradicciones sociales heterogéneas “en el mismo campo”.
Para Althusser, por lo tanto, el análisis marxista muestra que la historia
de las formaciones sociales está principalmente “sobredeterminada”.68
Al contrario, la dialéctica hegeliana no incluye tal noción de sobredeter-
minación, sino que funciona con un concepto simple de contradicción.
67
Althusser L., For Marx. Londres: NLB, 1977, p. 93. (Cursivas en el original). [Ver-
sión en español: Althusser, L., La revolución teórica de Marx. México: Siglo XXI, 1967.].
68
Althusser tomó prestada esta noción de Freud. Ibid., p. 101.
228
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
Según Althusser, esta contradicción puede asumir esta forma simple solo
porque se basa en las ideas aún más simplistas de Hegel sobre la unidad
esencial de los períodos históricos. Hegel, reclama Althusser, reduce la
infinita diversidad de las sociedades históricas postulando la existencia
de una unidad o totalidad espiritual simple.69
Al igual que Bloch, Althusser transforma su crítica de una noción
simplista o “a-marxista” de la dialéctica y de la totalidad en una crítica
del tiempo histórico. Una vez más, Hegel es el objeto de su crítica. El
tiempo hegeliano tiene dos características esenciales: su “continuidad
homogénea” y su “contemporaneidad”, que subyace a la noción de un
presente histórico.70 El segundo aspecto es absolutamente fundamental y
funciona como la condición de posibilidad para el primero. La noción de
la contemporaneidad del tiempo, según Althusser, se basa en un “conge-
lamiento metafísico” del continuum temporal. Esta operación intelectual,
en la que se realiza una incisión vertical en un momento del tiempo para
revelar un presente histórico, es llamada “corte esencial” [coupe d’essence].
Althusser sostiene que este corte esencial solo es posible en combinación
con una concepción particular de la totalidad social – “en la cual todos
los elementos del todo están dados en co-presencia […]” – y que como
tal es extremadamente ideológica.71 El carácter ideológico del concepto
hegeliano de tiempo es un problema para Althusser porque Hegel lo toma
del “empirismo vulgar” que aún subyace en el trabajo de la mayoría de
los historiadores y de los científicos sociales. Una de las manifestacio-
nes más claras de esta concepción problemática de la historia, sostiene
Althusser, se encuentra en la extendida distinción entre lo “sincrónico”
y lo “diacrónico”. Como una concepción verdaderamente marxista de
la totalidad social no debería confundirse con la idea hegeliana de una
totalidad “espiritual” unificada, una noción marxista del tiempo histó-
rico también debería distinguirse de la noción hegeliana.72 De acuerdo
69
Ibid.
70
Althusser L. & Balibar E., Reading Capital. Londres: Verso, 1979, p. 94
71
Ibid., p. 94. (Cursivas en el original)
72
Claro que no debe necesariamente aceptarse la lectura de Althusser de la rela-
ción intelectual entre Hegel y Marx. Alvin Gouldner, por ejemplo, en contraste con
Althusser, enfatiza que la noción marxiana de totalidad sí se desprendía del ejemplo
de Hegel. Gouldner A., Against Fragmentation. New York: Oxford University Press,
1985, p. 271.
229
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230
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
más que su uso epistemológico, con la condición de que pase por una
conversión teorética y sea considerada en su sentido verdadero como
una categoría no de lo concreto sino del conocimiento.75
Luego de rechazar la contemporaneidad y la continuidad homogé-
nea del tiempo y de disolver la oposición entre sincronía y diacronía se
concluye necesariamente, según Althusser, que no es posible hablar de
una Historia singular, sino que debemos hablar de una serie irreductible
de historias o de “estructuras de historicidad”.76 Por lo tanto, aquí nos
vemos confrontados con una cronosofía que rompe con la dicotomía
pasado/presente y parece permitirnos pensar en la persistencia del pasado
en el presente. Esa es, claramente, la manera en que el propio Althusser
piensa su crítica. La práctica política marxista, sostiene, muchas veces
es confrontada con la sobrevivencia del pasado: “no hay ninguna duda
de que estas sobrevivencias existen –se aferran tenazmente a la vida”.77
Aunque el término sobrevivencia se usa frecuentemente, Althusser reclama
que el fenómeno en sí mismo no ha sido apropiadamente abordado. El
fenómeno merece más que su destino conceptual en el hegelianismo, en
el que es tratado como mera “superación” – la “permanencia de lo que ha
sido negado en la negación misma”. Según Althusser, una mirada basta
para ver que la sobrevivencia del pasado “superado” (aufgehoben) en Hegel
es reducido a una simple modalidad de memoria y como tal es un pasado
“pre-digerido” que nunca constituye un obstáculo o una amenaza real.
La noción marxiana de superación, sostiene Althusser, es claramente
diferente de la que había sostenido Hegel, pues “su pasado no es una
sombra, ni siquiera una sombra ‘objetiva’ – es una realidad estructurada,
terriblemente positiva y activa, igual que el frío, el hambre y la noche para
su pobre trabajador”78 La realidad de la sobrevivencia, según Althusser,
nuevamente debe ser relacionada a la sobredeterminación, que explica
que una revolución en la estructura de una sociedad no modifica inme-
diatamente las superestructuras existentes en dicha sociedad, o que las
revoluciones incluso pueden asegurar la sobrevivencia o la reactivación
de “elementos antiguos”. Como resalta en modo poético: en la historia,
75
Ibid., p. 108. (Cursivas en el original).
76
Ibid.
77
Althusser, For Marx. Op. cit. p. 114.
78
Ibid., p. 115.
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232
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233
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234
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235
Capítulo 7. Tiempo espectral.
Jacques Derrida y la deconstrucción del
tiempo
Introducción
En una contribución al libro Posestructuralismo y el problema de la
historia, Geoff Bennington escribe que “[…] no debería ser difícil cons-
truir un argumento que demuestre que, de hecho, en la medida en que
insiste en la necesaria no-coincidencia del presente consigo mismo, la
deconstrucción es, en algunos sentidos, el más histórico de los discursos
imaginables”.1 Esta afirmación puede parecerle extraña a muchos historia-
dores. La deconstrucción ha sido criticada en numerosas oportunidades
por su carácter anti-histórico y sus efectos han sido temidos como una
amenaza peligrosa para la integridad de la disciplina histórica. En el
bien conocido En defensa de la historia de Richard J. Evans, por ejemplo,
se destaca a Jacques Derrida, entre otros, como uno de los villanos y
archi-embusteros embarcados en la misión de destruir a la historia.2
Claro que la deconstrucción de Derrida desafía algunas de las arraiga-
das presuposiciones de la historiografía académica, y Derrida siempre
ha sido muy claro en cuanto a su crítica de ciertos aspectos metafísicos
intrínsecos de la historia.3 Sin embargo, la afirmación de Bennington tiene
1
Bennington G., “Demanding history”. En: Attridge D., Bennington G. & Young R.
(eds), Post-structuralism and the question of history. Cambridge: Cambridge University
Press, 1987, p. 17.
2
Evans R. J., In Defense of History. Nueva York: W. W. Norton & Company, 1999.
3
En una entrevista, Derrida advierte que la noción de historia siempre puede ser
reapropiada por la metafísica, y enfatiza su rechazo del historicismo. También afirma
237
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Espectros de Marx
Espectros de Marx ocupa un lugar especial en la obra de Derrida.
Muchos comentadores han interpretado este libro como un punto de
inflexión en su trabajo, caracterizándolo como el comienzo de una fase
238
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239
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7
Derrida, Specters of Marx, p. 52. [65]
8
Ibid., p. 56.
9
Ibid., p. 85.
240
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241
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12
Ibid., p. 150.
13
Ibid., p. 47.
242
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243
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244
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24
Ibid., p. xix.
25
Derrida J., Speech and Phenomena. And Other Essays on Husserl’s Theory of Signs.
Evanston, Northwestern University Press, 1973, p. 99. [Versión en español: Derri-
da, J., La voz y el fenómeno. Introducción al problema del signo en la fenomenología de
Husserl. Valencia: Pre-textos, 1985.].
245
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26
Derrida J., Différance. En: Margins of Philosophy, pp. 1-27, 10. [Versión en español:
Derrida, J., Márgenes de la filosofía. Trad. de C. González Marín, Madrid: Cátedra,
l988.].
27
Ibid., p. 13.
246
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
247
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por Edmund Husserl a principios del siglo XX. Sin embargo, Derrida
sostiene que este privilegio de la conciencia también se desprende de un
privilegio de la presencia: en este caso, el privilegio del presente temporal
como un instante puntual, inmediato y absolutamente sincrónico. Toda
la teoría de la significación de Husserl, por ejemplo, se basa en la pre-
sunción de la existencia de una “vida mental solitaria” que no necesita
signos o comunicación interna porque sus “actos mentales” son “vividos
por nosotros en el mismo instante” [im selben Augenblick], y ese instante
es considerado indivisible como un “abrir y cerrar de ojos”. Para citar
a Derrida:
La punta del instante, la identidad de la vivencia presente a sí en el mismo
instante, soporta, pues, toda la carga de esta demostración. La presencia
a sí debe producirse en la unidad indivisa de un presente temporal para
no tener que hacerse saber nada a través de la procuración del signo. Una
tal percepción o intuición de sí mismo por sí mismo en la presencia sería
no solamente la instancia en la que la “significación” en general no podría
tener lugar: aseguraría igualmente la posibilidad de una percepción o
de una intuición originaria en general, es decir, la no significación como
“principio de los principios”’.30
Dicho de otra manera, la teoría de la significación de Husserl, al igual
que la de tantos otros pensadores occidentales, se derrumba si se puede
demostrar que este concepto particular del “ahora” es insostenible, si la
puntualidad del instante es un mito, una metáfora espacial o mecánica,
un concepto metafísico heredado, o todo eso a la vez, si el presente de
la presencia a sí no es simple, si se constituye en una síntesis originaria e
irreductible [...].31 Esto último es, por supuesto, lo que Derrida se dispone
a demostrar, e irónicamente –pero nada sorprendente, teniendo en cuenta
lo que un comentarista mordaz llama el estilo “parasitario” de filosofar
de Derrida32– lo hace por medio de una lectura detallada de las reflexio-
nes sobre el tiempo que se encuentran en la obra del mismo Husserl. A
pesar de su uso implícito y probablemente inconsciente de la metáfora
30
Derrida, Speech and Phenomena. Op. cit. p. 60. (Cursivas en el original) [Traducción
tomada de la traducción en español de Patricio Peñalver, Op. cit. p. 113]
31
Ibid., p. 61. (Cursivas en el original)
32
Robert Bernasconi. En: Reynolds J. & Roffe J. (eds), Understanding Derrida. Nueva
York: Continuum, 2004, p. 124.
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33
Derrida, Speech and Phenomena. Op. cit. p. 64-65. (Cursivas en el original)
34
Derrida deja claro que el tiempo nunca puede ser considerado “absolutamente
subjetivo”. “[…] precisamente porque no puede ser concebido sobre la base de un
presente y de la auto-presencia del ser presente”. Ibid., p. 86.
35
Derrida J., Ousia and Gramme: Note on a Note from Being and Time. En: Margins of
Philosophy. Chicago, University of Chicago Press, 1982, pp. 31-67, 31. [Versión en
español: Derrida, J., Tiempo y Presencia. Santiago de Chile: Editorial Universitaria,
1971.].
36
Derrida, Ousia and Gramme. Op. cit. p. 47.
250
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252
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42
Ibid., p. 55. (Cursivas en el original)
43
Ibid., p. 56.
253
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44
Ibid., p. 67.
45
Derrida, “Différance”. Op. cit. p. 21. (Cursivas en el original)
46
Citado en: Derrida, “Différance”. Op. cit. p. 13.
47
Otros temas importantes en el trabajo tardío de Derrida también se basan firme-
mente en este tiempo deconstructivo. Este es el caso, por ejemplo, de su reflexión
sobre el “don”. El verdadero don que no produce deuda y no demanda un contra-don
solo puede ser pensado, según Derrida, sobre la base de un tiempo deconstruido.
254
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256
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53
Derrida, Specters of Marx. Op. cit. p. 19.
54
Ibid.
55
Derrida, Specters of Marx. Op. cit. pp. 21-27.
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261
Capítulo 8. La historia y el duelo
Introducción
Hasta ahora he dedicado la mayor parte de este libro a un análisis
que intenta comprender el fenómeno del pasado irrevocable y de la
performatividad concentrándome en las nociones de tiempo y tempora-
lidad. En este capítulo quisiera complementar este análisis abordando el
asunto desde un ángulo un poco diferente. Intentaré profundizar nuestra
comprensión de lo irrevocable y de lo performativo, relacionándolos a
los problemas del duelo y de la muerte.
Recientemente, muchos historiadores influyentes y filósofos de la
historia han sostenido que existe una relación estrecha entre la escritura
de la historia y el trabajo del duelo. Dominick LaCapra, por ejemplo,
analiza la historiografía pos-holocausto utilizando los conceptos psi-
coanalíticos de “elaboración” y “pasaje al acto” y ha propuesto que el
Historikerstreit alemán debería ser interpretado como una forma de duelo
colectivo.2 Jörn Rüsen sostiene que, en relación al carácter traumático
1
De la tesis VI. En: Benjamin W., “Theses on the Philosophy of History”. En: Ben-
jamin W., Illuminations. Nueva York: Harcourt, Brace & World, 1968, pp. 253-264,
255. [Versión en español: Benjamin, W., Discursos Interrumpidos. Traducción de Jesús
Aguirre, Taurus, Madrid, 1973.].
2
LaCapra D., History and Memory after Auschwitz. Ithaca: Cornell University Press,
1998. [Versión en español: La Capra, D., Historia y Memoria después de Auschwitz.
Buenos Aires: Prometeo, 2009.]. Ver también: LaCapra D., Writing History, Writing
Trauma. Baltimore, Johns Hopkins University Press, 2001. [Versión en español:
LaCapra, D., Escribir la historia, escribir el trauma. Buenos Aires: Nueva Visión,
263
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2005.]. Y: LaCapra D., History in Transit. Experience, Identity, Critical Theory. Ithaca,
Cornell University Press, 2004. [Versión en español: LaCapra, D., Historia en tránsito.
México: F.C.E. 2007.].
3
Rüsen J., “Mourning by history – ideas of a new element in historical thinking”.
En: Historiography East & West, 1 (2003), 1, pp. 15-38, 18.
4
Domanska E., “Toward the Archaeontology of the Dead Body”. En: Rethinking
History, 9 (2005), 4, pp. 389-413, 398.
264
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16
Hertz R., Death and the Right Hand. Aberdeen, Cohen & West, 1960, p. 27. [Versión
en español: Hertz, R., La muerte y la mano derecha, Madrid: Alianza Editorial, 1990.].
Por supuesto que la expresión “no-moderno” es mía. En general Hertz utiliza el
término primitivo para referirse a los rituales de duelo que describe.
17
Ibid., p. 28.
270
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18
Ibid., p. 34.
19
Ibid., pp. 36-37.
271
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272
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273
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22
Ver, por ejemplo: Klass D., Silverman P. R. & Nickman S. L. (eds), Continuing Bonds.
New Understandings of Grief. Filadelfia: Taylor and Francis, 1996. Y: Walter T., “A New
Model of Grief. Bereavement and Biography”. En: Mortality, 1 (1996), 1, pp. 7-25.
23
Klass D., Silverman P. R. & Nickman S. L., “Preface”. En: Klass, Silverman &
Nickman (eds), Continuing Bonds. Op. cit. pp. xvii-xxi, xviii.
274
Historia, memoria y violencia estatal. Tiempo y justicia
la naturaleza del ser y la soberanía del individuo, que son más un deseo
que una realidad.24 Como sostiene un comentarista:
La idea de moda de que el propósito del duelo es el de separar a la per-
sona fallecida y seguir adelante no se basa ni en investigaciones ni en la
experiencia clínica, sino en el valor cultural occidental de la autonomía.25
24
Silverman P. R. & Klass D., “Introduction. What’s the Problem?” En: Klass, Silver-
man & Nickman (eds), Continuing Bonds. Op. cit. pp. 3-27, 4.
25
Tony Walter citado en: Small N., “Theories of Grief. A Critical Review”. En: Hockey
J., Katz J. & Small N. (eds), Grief, Mourning and Death Ritual. Buckingham: Open
University Press, 2001, pp. 19-48, p. 34.
275
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te.26 Hasta cierto punto esto es claramente correcto, pues Freud tenía un
interés especial en el tema del acecho, y muchas veces se ha creído que
su teoría psicoterapéutica de Nachträglichkeit implicaba una reevaluación
radical del tiempo.27 En su ensayo “Pensamientos para estos tiempos sobre
la guerra y la muerte”, por ejemplo, Freud parece desarrollar una tesis
sobre la persistencia del pasado cuando, con el objetivo de explicar las
abominaciones de la Primera Guerra Mundial, postula la sobrevivencia
de impulsos instintivos arcaicos en el hombre moderno.28 Igualmente,
el tratamiento freudiano del duelo (por lo menos en “El ego y el ello”)
parece incluir algún sentido de la persistencia del pasado cuando reco-
noce que los sobrevivientes muchas veces prolongan psicológicamente
la presencia de sus parientes fallecidos incorporándolos en su propio ego
como imágenes mentales. Sin embargo, esta sobrevivencia de mecanismos
psicológicos primitivos y la persistencia acechante de las imágenes de los
muertos, según Freud, dependen de la estructura especial de la psiquis
humana, que contrasta fuertemente con todas las otras dimensiones
“externas” o “materiales” de la realidad. Como explica Freud:
Los desarrollos del alma poseen una peculiaridad que no se encuentra
en ningún otro proceso de desarrollo. Cuando una aldea crece hasta
convertirse en ciudad o un niño se vuelve hombre, aldea y niño desa-
parecen en la ciudad o en el hombre. Solo el recuerdo puede refigurar
26
Richard Terdimans, por ejemplo, sostiene que: “ninguna teoría moderna de la
acción individual o del proceso cultural ha dado más relevancia a la memoria que
la teoría de Freud. Ninguna ha concebido la preservación del pasado como más
problemática para el presente”. Terdiman R., Present Past. Modernity and the Memory
Crisis. Ithaca: Cornell University Press, 1993, p. 242. Michel de Certeau sostiene
que la historiografía moderna y el psicoanálisis se basan en cronosofías opuestas o
en lo que él llama “estrategias temporales”. La historiografía se basa en una ruptura
nítida entre el pasado y el presente, mientras que el “psicoanálisis reconoce el pasado
en el presente”. De Certeau M., Heterologies. Discourse on the Other. Minneapolis,
University of Minnesota Press, 2006, p. 4. (Cursivas en el original)
27
Con frecuencia, sin embargo, este nexo entre la teoría de la Nachträglichkeit y las
redefiniciones de las nociones de tiempo y causalidad se basan en una lectura equi-
vocada de la teoría de Freud. Para una reflexión crítica sobre el concepto freudiano
de Nachträglichkeit y las varias maneras en que ha sido interpretado por otros, ver:
Thomä H. & Cheshire N., “Freud’s Nachträglichkeit and Strachey’s ‘Deferred Action’.
Trauma, Constructions and the Direction of Causality”. En: International Review of
Psycho-Analysis, 18 (1991), pp. 407-427.
28
Freud S., “Thoughts for the Times on War and Death”. En: The standard Edition.
Op. cit. Vol. XIV, pp. 273-302.
276
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277
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278
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33
Spargo R. C., The Ethics of Mourning. Grief and Responsibility in Elegiac Literature.
Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2004, p. 4.
279
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Claro que no quiero proponer una alternativa entre uno u otro de los
tratamientos del duelo y sus respectivas éticas. Solo quería mostrar que
diferentes modelos de duelo se relacionan con diferentes tratamientos
de la historia. El análisis de diferentes variantes de duelo levanta impor-
tantes cuestiones sobre nuestra conceptualización de la historia, y más
exactamente sobre el fenómeno de lo irrevocable: ¿cómo son (son limi-
nales) las fronteras entre el pasado y el presente? Y si existe algo como lo
irrevocable, ¿cuál es su locus y cuál es su modus? ¿Dónde y cómo persiste
el pasado? ¿Exclusivamente en la memoria individual o en la psiquis de
los deudos sobrevivientes? Y ¿cómo debería concebirse esa memoria? En
un intento por aportar algunas respuestas a estas preguntas, recurriré
ahora a la teoría del duelo desarrollada por Jacques Derrida, que puede
ser considerada como un complemento a su teoría de la espectralidad.
34
La mayoría de los textos conmemorativos de Derrida fueron reunidos en: Derrida
J., The Work of Mourning (ed. P. A. Brault & M. Naas). Chicago: University of Chicago
Press, 2001. Un ensayo más extenso dedicado a la memoria de Hans-Georg Gad-
amer fue publicado por separado como: Derrida J., Béliers: le dialogue ininterrompu
entre deux infinis, le poème. París: Éditions Galilée, 2003. Un extracto de este ensayo
ha sido traducido al inglés como: Derrida J., “Uninterrupted Dialogue. Between to
Infinities”, the Poem. En: Research in Phenomenology, 34 (2004), pp. 3-19.
35
Naas M., “History’s remains. Of Memory, Mourning, and the Event”. En: Research
in Phenomenology, 33 (2003), pp. 75-96, 77.
280
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36
Derrida J., “The Time is Out of Joint”. En: Haverkamp A. (ed.), Deconstruction
is/in America. A New Sense of the Political. Nueva York: New York University Press,
1995, pp. 14-37, 21.
37
Derrida, The Work of Mourning, Op. cit. p. 159.
281
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283
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46
Derrida, The Work of Mourning, p. 159. La reorganización de la topología del duelo
realizada por Derrida se relaciona estrechamente con una teoría sobre el “poder
de la imagen” que extrae de Louis Marin. Debido a preocupaciones espaciales no
podré dedicarme a esta teoría aquí. Permítaseme trazar la relación entre el duelo y
la imagen en el pensamiento de Derrida en algunas pocas líneas. La totalidad del
discurso del duelo que habla sobre un dentro y un fuera, un “en nosotros” o sobre
una cierta visibilidad (lo que Derrida llama una “geometría de miradas”) depende,
según Derrida, de la idea de que los muertos solo sobreviven como imágenes. Como
explica Derrida: “Hablamos de imágenes. Lo que está solamente en nosotros parece ser
reducible a imágenes, que pueden ser memorias o monumentos, pero que de cual-
quier forma son reducibles a una memoria que consiste en escenas visibles que no son
ya nada más que imágenes, en la medida en que el otro del cual tratan las imágenes
aparece solamente como alguien que ha desaparecido o fallecido, como aquel que, al
fallecer, deja ‘en nosotros’ solo imágenes”. Para repensar el duelo, sostiene Derrida,
se debe romper con la tradición ontológica que tiende a adscribir un rango inferior
a la imagen (con relación al objeto o persona “original” que representa), y aprender
a aceptar que “la fuerza de la imagen tiene que ver menos con el hecho de que se ve
algo en ella que con el hecho de que uno es visto ahí”. Luego de analizar la teoría
de los retratos de Louis Marin, Derrida llega a la siguiente conclusión, extraña y
radical: “La imagen ve más de lo que es vista. La imagen nos mira”. Derrida, J., The
Work of Mourning, pp. 159-161. (Cursivas en el original). Sobre la teoría de la imagen
de Derrida, ver también: Saghafi K., The Ghost of Jacques Derrida. En: Epoché, 10
(2006), 2, pp. 263-286. Otra discusión interesante sobre la relación entre la muerte
y la imagen puede ser encontrada en el trabajo de Robert Pogue Harrison. Según
Harrison, los ritos funerarios no solo, o no principalmente, tienen por objetivo la
separación ritual de los muertos y los vivos, sino que, en primer lugar, sirven para
separar la imagen del fallecido del cuerpo al cual esta imagen quedaría sujeta. En
sus palabras: “La diferencia esencial entre los muertos y los no-muertos reside en la
liberación de la imagen”. Harrison R. P. The Dominion of the Dead. Chicago: University
of Chicago Press, 2003, p. 148.
284
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47
Derrida, The Work of Mourning. Op. cit. p. 44.
48
Derrida, Memoires for Paul de Man. Op. cit. p. 22.
49
Derrida, The Work of Mourning. Op. cit. p. 160.
50
Ibid., p. 159. Ver también: Derrida J., The Politics of Friendship. Nueva York: Verso,
1997. Y: Derrida, “Uninterrupted Dialogue”, Op. cit. p. 7.
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55
Derrida, Memoires for Paul de Man. Op. cit. p. 37. (Cursivas en el original).
56
Ibid., p. 49.
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290
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Conclusión
Sin atreverme a proponer una jerarquía causal, creo que debería
quedar claro que existe una relación estrecha entre la forma en que pen-
samos sobre el tiempo y la historicidad por un lado, y la manera en que
pensamos sobre el duelo y la muerte, por el otro. Los discursos modernos
del duelo resuenan y refuerzan los discursos modernos sobre la historia
y viceversa. Los axiomas centrales de las interpretaciones no-modernas
del duelo y de la muerte (incluyendo la creencia en espíritus y la noción
de la muerte como proceso), por el contrario, reflejan un concepto de
64
Ibid., p. 30. (Cursivas en el original).
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Conclusión
Negar la eternidad, suponer la vasta aniquilación de los
años cargados de ciudades, de ríos y de júbilos, no es
menos increíble que imaginar su total salvamento.
Jorge Luis Borges
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comisiones de verdad era tan grande que a veces parecía hacer que la
oposición entre el recuerdo y el olvido tuviera una relevancia solo escasa.
Nuevamente, estoy de acuerdo con Ernesto Laclau cuando apunta
que la significatividad ética de la deconstrucción derridiana “es que, al
ampliar el área de indecidibilidad, amplía también el área de responsabi-
lidad – esto es, de decisión”. Si bien la deconstrucción de la presencia no
puede ayudarnos a resolver el dilema de la justicia transicional o el de la
orientación temporal adecuada para la ética en general, el reconocimiento
del pasado irrevocable sí desenmascara las falsas premisas a partir de las
cuales suelen comenzar las discusiones sobre la justicia histórica. Primero,
al teorizar sobre la persistencia o la “presencia” ambigua del pasado y
al criticar la sobreestimada diferencia ontológica entre las dimensiones
temporales del pasado y del presente, el concepto de lo irrevocable se
libra de la supuesta inferioridad ontológica del pasado que determina
la relación desigual entre la preocupación con la injusticia histórica por
un lado y los valores éticos dirigidos hacia el presente y el futuro por
el otro. De esta manera, se puede resistir la exotérica argumentación
nietzscheana que presenta una falsa alternativa entre un presente vivo y
un pasado muerto y ausente y que, como hemos visto, muchas veces es
utilizada por los perpetradores de las injusticias históricas para escapar a
su responsabilidad. Segundo, aunque el pasado es inalterable y no puede
ser afectado de manera causal, podemos desarrollar una relación ética
significativa con él. La noción del pasado irrevocable y la deconstrucción
de la metafísica de la presencia que se relaciona con ella nos permiten
reevaluar la “solidaridad anamnésica” de Walter Benjamin sin necesidad
del misticismo que en general se relaciona con ella. De esta manera, el
concepto de lo irrevocable revela su potencial ético y político dejando
el dilema de la justicia transicional como debería ser dejado: como un
dilema político.
304
Colección Historia y teoría
Directora: Verónica Tozzi