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Las tres viudas

Había 2 viudas que eran hermanas. Como las dos enterraron a esposos manirrotos, volvieron a
la mansión de Murray Hill del padre suponiendo que seria un gran alivio, pues el viejo
Theodore Hood tenia una provisión de monedas de la república y siempre había sido
indulgente con sus hijas, Theodore Hood tomo una segunda esposa. Alarmadas las hermanas
presentaron batalla, que su madrastra aceptó con expresión torva. El anciano, solo deseaba
paz. Al cabo la encontró, y dejo una casa habitada exclusivamente por viudas.

Una noche, no mucho después de la muerte de su padre, las hermanas fueron llamadas a la
sala. Encontraron esperándolas al abogado de la familia.

Esa noche, cuando pronunció: ❝ Quieren hacer el favor de sentarse, señoras ❞, su tono fue tan
ominoso que resultaba evidente que el delito solo se purgaría con ahorcamiento.

Unos minutos después, las altas puertas chirriaron en las paredes victorianas y Sarah Hood
entró, débil, del brazo del médico de la familia.

La señora Hood examinó a sus hijastras con una especie de desprecio, y la cabeza se le
bamboleó un tanto. Luego dijo:

El doctor y el abogado dirán lo suyo, y luego yo diré lo mío.

--La semana pasada –comenzó a decir el doctor--, la madrastra de ustedes vino a verme para
su revisión semestral. La examiné como de costumbre, a fondo y la encontré de muy buena
salud. Pero al día siguiente cayo enferma, por primera vez en ocho años. Pensé que era víctima
de algún virus intestinal, pero la señora Hood hizo un diagnóstico distinto, insistió en que
hiciese ciertas pruebas. Las hice, y ella tenia razón. Había sido envenenada.

Las mejillas de las hermanas enrojecieron y empalidecieron con lentitud.

El doctor dirigiéndose a las dos hermanas, advirtiéndolas que de ahora en adelante examinare
a su madrastra todos los días.

Exactamente una semana más tarde, Ellery se encontraba sentado al lado de la cama de caoba
de la señora Hood, bajo las miradas ansiosas del doctor y el abogado. Había sido envenenada
de nuevo. Por fortuna el doctor llegó a tiempo.

--Ellery dijo, --Esas precauciones suyas, señora Hood…

--Le digo –murmuro ella—que era imposible…

--Aún así –respondió Ellery con alegría—, se hizo de todo, (Poner barrotes en las ventanas de
su dormitorio e instalar una nueva cerradura, entre otros) ¿Cómo se administró el veneno?

--¿Cuál es su diagnóstico, señor Queen? –preguntó el doctor.

--Su veredicto –pidió el abogado con impaciencia

--Caballeros –repuso Ellery--, cuando examiné el agua de las tuberías y grifos de su cuarto de
baño, y descubrí que no se los había manipulado, anulé la última posibilidad.

--Doctor –dijo Ellery--, entonces queda una explicación.

--¿Qué es cuál?
--La señora Hood se está envenenando por su propia cuenta.

Diez días después, la anciana estaba muerta. Había sucumbido a un tercer ataque de
envenenamiento

--Ellery dijo a su padre

--Suicidio

Pero no era suicidio, no lograron encontrar rastros de veneno en el dormitorio o el baño de la


señora Hood.

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