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Texto critico.

“Los grandes poetas tienen muchas personas en sí, algunos sólo una, ¡pero grande!”

Friedrich Nietzsche, primavera de 1884.

Discusión, disgusto y hasta contradicciones han provocado las diferentes perspectivas de la


obra de Armando Reverón (1889- 1954). Quizá su obra contenga una complejidad que evite un solo
punto de vista y, al mismo tiempo, escape, rehúya, a ser leída desde un método único, resistiéndose
a las posturas oficiales de la crítica estética, al canon, puede que aún haya en ella restos intocados,
otras maneras de aproximación.

Posiblemente, Reverón sea uno de esos artistas cuyo arte exige una lectura actual, dada al
presente, y que por ende, sea siempre plural, mutable y múltiple la mirada sobre él. Valdría la pena,
inclusive, preguntarse quién de los artistas y qué obra de arte no se encuentra sujeta siempre a la
renovación de su crítica, de sus percepciones y comentarios. La manera en la que percibimos las
artes es constantemente cambiante pues está enlazada a la época, a las estructuras morales, que la
condicionan, al contexto histórico, social y sobre todo político que las determinan. Picasso afirmó
en sus Declaraciones (1923) que todo arte pertenece al presente. La Carta al padre de Franz
Kaffka, fue leída por Freud a través del complejo de Edipo como una afectación trágica de la
sombra paterna en el hijo, y años más tarde Guilles Deleuze la lee distinta, variándola en tanto
funcionamiento del ridículo de la imagen paterna. ¿Acaso Borges no fue quien afirmó que El
Quijote ha vivido por más de quinientos años, presentándose siempre distinto, leyéndose distinto,
traduciéndolo, criticándolo, reescribiéndolo? Una mirada que se ejercite en la actualidad, actora y
actuante, implica renovar constantemente el modo en que percibimos a la obra de arte y al artista,
pues, sustraída de su temporalidad, la critica quedaría imposibilitada para completar la actividad
estética. Para Walter Benjamin, por ejemplo, la obra de arte se completa en la crítica. Si la crítica en
el arte no varía, no vive en el presente, la obra está condenada a su desaparición. Es preciso
actualizar, traer al ahora el arte de Reverón. De lo contrario lo sepultaríamos en el pasado,
incapaces de comprenderlo.

Hay en Armando Reverón una obra múltiple y variada, un arte que debe entenderse en
plural, no es su arte sino sus artes. Tal es el sentido que puede aplicársele a Reverón y a sus
producciones artísticas a partir de la declaratoria nietzscheana sobre los poetas. No se trata, pues, de
un artista sino de varios artistas en uno –de uno grande. Hablamos de un poeta plural y singular, al
mismo tiempo, tal como lo indicase Nietzsche. La obra reveroniana se resiste a ser clasificada,
encajonada y ordenada. Las diversas aproximaciones a ésta lo demuestran. Unos vieron color y pura
luz; otros, sombra. Algunos lo miraron como pionero del performance, tratando de volverlo profeta,
no hicieron más que encerrarlo en un género artístico al clasificar sus obras. Hubo incluso quien lo
redujo a personaje teatral intentando asirlo. La pluralidad técnica en Reverón dialoga, quebrándose,
con la singularidad de los conceptos. Estos, responden al ámbito de la teoría y de la filosofía
estética reduciéndose, mientras que aquella se expande por su exceso incontenible. Técnica y
concepto, unidad y diversidad, lo único y lo múltiple han sido siempre los extremos separados a los
que la crítica del arte se ha empeñado en estudiar, dejando abandonada a la percepción de la obra
misma, quedó echada a un lado la afectación de quien experimenta la obra. ¿Qué es eso que nos
llama la atención, que se nos cuela por dentro al percibir el trabajo de Reverón? Y más importante
aún ¿Cómo funciona, de qué modo opera, esa afectación en el espectador? Es decir, habría que
construir un modo de pregunta diferente para un arte diferente. O, dicho de otro. El arte y las artes
de Reverón requieren más que una pregunta, una sospecha. Late cierta intuición de algo escondido,
que, aún oculto a la luz de la crítica, se escabulle.

De ahí, nuestra inquietud: buscar una manera posible de hacer hablar a lo imposible, hallar
en el estilo reveroniano un gesto que demuestre por entero la actividad –si se quiere física- de la
percepción de sus obras. Existe un encuentro cuerpo a cuerpo entre quien mira y el objeto mirado, y
en esta dialéctica afectada, algo, una emoción, un sentimiento (de pobreza o carencia, de
embriaguez o exceso, angustia o alegría), se materializa.

Queda entonces, por pensar cómo autor y obra trabajan en las relaciones perceptivas dentro
de la experiencia estética, desde la percepción estética misma. Es decir, la tarea en cuestión estriba
en el hallazgo de un método interpretativo y especulativo para aproximarse a las artes reveronianas
desde fuera, buscar otros puntos de contacto que, hábiles para el análisis, permitan profundizar en el
fenómeno perceptivo. En un gesto atrevido y sugerente, erótico, avanza el ojo del investigador hacia
las fotografías que se hicieran a Armando Reverón desde la cámara de Victoriano de los Ríos. A
partir de 1949, comienza una relación entre el fotógrafo y el artista plástico que se mantendrá hasta
la muerte del pintor, en septiembre de 1954. Son más de doscientas fotografías que han sobrevivido
a ambos como testigo de sus encuentros ante la cámara. Nuestra investigación tratará de ver a
Reverón desde la cámara de de los Ríos.

No se trata pues de un estudio de la obra reveroniana, sino más una especulación sobre ésta
desde las fotografías que se hiciera a él. Tales artefactos, funcionan como testigos de una realidad
captada más allá del ojo del fotógrafo y que, por añadidura, abre la posibilidad de interpretar el arte
de Reverón desde sus márgenes; es decir, en los límites del arte reveroniano, yacen estas imágenes
fotográficas a través de las cuales podemos acercarnos para esbozar una crítica un tanto más actual.
Ver a Reverón fuera de él mismo. No es pues un análisis de la obra de de los Rios. Más bien es una
lectura de Reverón a través de sus fotos. ¿Qué hay en ellas que no causan tanto interés? ¿Cómo
funciona la fotografía en Reverón?

Pensamos que el arte de Armando Reverón, así como también el propio pintor, queda fuera
de sí mismo al ser fotografiado, pierde su territorio y –como diría Guille Deleuze- se desteritorializa
a través de la cámara. Así, cabe preguntarse por lo que hay, qué ocurre, detrás de la cámara de
Victoriano de los Rios. ¿Qué se esconde en el arte revoroniano y que habla en la fotografía? Y,
sobre todo, ¿cómo funciona esto que, escondido, opera en la percepción estética? Son las huellas
que Walter Benjamín y Roland Barthes dejaron sobre la fotografía, las que seguiremos en esta
investigación con el fin de averiguar, como en una novela policial se persigue al responsable de un
crimen a partir de la lectura de pistas tomadas al azar, qué sucede en realidad con la obra
reveroniana y tratar de resolver en algo el problema de la variabilidad critica que se ha establecido
sobre él. Tartar de resolver esta multiplicidad dejándola abierta

Las fotografías son un rizomas agenciamiento y desteritorializacion

El yo poetico que reveron construye como artista para a partir de el crear su arte.

Su mayor creación es el mismo, el lugar desde donde trabaja su mascar su persona

Viene hablar sobre benjhjamín y barthes… ranciere y Nancy y … si se puede jameson

Y se cierra con con la fotografía y hasta el cine de ríos u anzola

Qué significa este

Cómo funciona este artefacto de qué trata esta en sí este filme

Es acaso una evidencia, un testimonio de cómo era el trabajo creativo del pintor o es que acaso hay
algo más allá, digamos existe algo ocuto a nosotros en las intenciones en la preparación de este
documental. Es video arte acaso? Performance quizá?
Es posible que existe un sentido de teatralidad antes de toda obra, un drama que sostiene y anuncia
lo que viene como producto estético. De dónde le viene a Reverón esta idea de dirigir la película, es
nuestro primer director de cine y es esta nuestra primera muestra documental o más aun es nuestra
primera ficción.

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