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No poder llegar al núcleo no ha sido un impedimento para descubrir qué tiene en su interior.
Los humanos hemos visitado casi todos los rincones de la Tierra. Hemos viajado a la Luna.
Pero nunca hemos llegado al núcleo del planeta.
Ni siquiera hemos estado cerca. El punto central de la Tierra está a más de 6.000 km de
profundidad. Pero incluso la zona más externa del núcleo está a unos 3.000 km bajo nuestros
pies.
El agujero más profundo que jamás se haya hecho en la superficie es el Pozo Superprofundo
de Kola en Rusia y sólo tiene 12,3 km de profundidad.
Un aura de misterio rodea lo que se esconde bajo la superficie. No obstante, resulta
sorprendente todo lo que sabemos sobre el núcleo. ¿Pero cómo hemos podido aprender tanto?
Masa
Una buena manera de empezar es pensar en la masa de la Tierra, dice Simon Redfern,
científico de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido.
Sí, bajo la Tierra hay hierro. Como éste, pero sin el óxido.
En la superficie el hierro no es tan abundante como uno podría esperar, por eso la teoría es
que cuando se formó la Tierra hace 4.500 millones de años, gran parte del hierro se fue hacia
el núcleo.
Allí es donde está la mayor parte de la masa y donde debe estar también la mayoría del
hierro. El hierro es un elemento relativamente denso en condiciones normales, y bajo presión
extrema en el núcleo de la Tierra debe haberse tornado más denso, con lo cual un núcleo de
hierro daría cuenta de toda la masa faltante.
¿Pero cómo llegó el hierro hasta allí abajo?
Debe haber gravitado hasta el centro de la Tierra. Según explican estudios recientes, muy
gradualmente, a lo largo de millones de años, el hierro se habría ido metiendo a presión por
entre las rocas de la Tierra hasta alcanzar el núcleo.
Gracias a los terremotos
A esta altura te estarás preguntando cómo sabemos cuál es el tamaño del núcleo. ¿Qué hace
pensar que comienza a 3.000 km de profundidad? La respuesta está en la sismología.
Cuando hay un terremoto, éste envía ondas sísmicas por todo el planeta. Los sismólogos
registran estas vibraciones.
Es como si golpeáramos el planeta con un martillo gigante y escucháramos el sonido al otro
lado.
Los terremotos pueden ser muy destructivos, pero se aprende mucho de ellos.
"En los años 60 hubo un terremoto en Chile que generó una gran cantidad de información",
explica Redfern. "Todas las estaciones sísmicas de la Tierra registraron la llegada de
temblores provocados por este sismo".
Dependiendo de la ruta que toman estas vibraciones, pasan por distintas zonas de la Tierra y
esto afecta cómo se escuchan al otro lado.
En los inicios de la sismología, los investigadores se dieron cuenta de que algunas vibraciones
se perdían. Se esperaba que las ondas secundarias se manifestasen el otro lado de la Tierra,
pero no aparecían.
La razón es simple: las ondas secundarias solo pueden reverberar a través de material sólido
(no líquido).
Se habrían topado con algo derretido en el centro de la Tierra. Al mapear el recorrido de estas
ondas se dieron cuenta de que las rocas se volvían líquidas a 3.000 km de profundidad.
Partido en dos
En los años 30, la sismóloga danesa Inge Lehmann notó otro tipo de ondas: las llamadas
ondas primarias. Éstas, sorprendentemente, viajan a través del centro de la Tierra y pueden
ser detectadas al otro lado.
Lehmann encontró la explicación: el núcleo está dividido en dos capas. Una es la capa
interna que empieza a 5.000 km de profundidad y es sólida. Sólo la capa externa es líquida.
Las bombas nucleares también aportaron información sobre la estructura interna de la Tierra.
El camino que toman las ondas sísmicas ayudan a entender la composición del núcleo.
En 2013, un equipo de investigadores franceses concluyó que su temperatura debe ser de unos
6.000ºC.
Se mantiene caliente gracias a que retuvo el calor que se produjo durante la formación del
planeta. También recibe calor de la fricción de los materiales densos que cambian de
posición, así como de la descomposición de los elementos radiactivos.
Aun así, se está enfriando en 100ºC cada mil millones de años.
Las ventajas de tener un núcleo en parte líquido
Una de las cosas que se está considerando actualmente es si hay otros materiales en el núcleo.
Podría haber otro metal llamado níquel u otros elementos como silicio o azufre.
Hasta ahora, nadie ha elaborado una teoría sobre la composición del núcleo interno que
satisfaga a todos.
Quedan aún muchas dudas por resolver, pero incluso sin excavar hasta profundidades
imposibles, los científicos se las han ingeniado para entender mucho de lo que ocurre a miles
de kilómetros bajo nuestros pies.
Gracias a que el núcleo de la Tierra es parcialmente líquido, existe un campo magnético que nos protege de los
rayos solares dañinos.
Estos procesos escondidos son cruciales para nuestro día a día de formas que muchos de
nosotros no nos damos cuenta.
La Tierra tiene un poderoso campo magnético, y eso es gracias al núcleo parcialmente
líquido. El movimiento constante del hierro liquido crea una corriente eléctrica dentro del
planeta, y eso, a su vez, genera un campo magnético que se extiende hacia el espacio.
El campo magnético nos protege de las radiaciones solares dañinas. Si el núcleo de la Tierra
no fuese como es, no habría campo magnético y eso nos traería una serie de problemas.
Ninguno de nosotros ha visto el núcleo, pero es bueno saber que está allí.