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Fue en la Cumbre de la Tierra donde se definió el concepto de desarrollo sostenible: “El tipo de
desarrollo que satisface las necesidades de la generación actual sin comprometer la capacidad de
las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Fue también aquí cuando nacieron las COP, es decir, las Conferencias de las Partes, cuya edición
número 26 se celebra ahora en Glasgow. En la Cumbre de la Tierra se aprobó la Convención Marco
sobre el Cambio Climático, que incluye una Conferencia de las Partes para ir siguiendo y
actualizando las estrategias relativas al clima. Ya se han celebrado 25 hasta ahora, pero muchas de
ellas apenas lograron avances. También surgió entonces el Convenio sobre Biodiversidad Biológica,
cuya Conferencia de las Partes se reúne también anualmente.
La Cumbre de la Tierra tiene en cuenta las cuestiones relacionadas con la salud, la vivienda, la
contaminación del aire, la gestión de los mares, bosques y montañas, la desertificación, la gestión de
los recursos hídricos y el saneamiento, la gestión de la agricultura, la gestión de residuos.
Sin embargo, también hay que decirlo: la mayoría de estos convenios no tuvieron carácter
vinculante, o sea, no se creó un marco legal que obligara a los países o partes a cumplirlos. Es por
esto, en parte, que luego de transcurridos casi treinta años, la mayoría de las metas no se ha
alcanzado.
Uno de los logros más destacados de la Cumbre de Río fue el establecimiento de la Convención
Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC),que entró en vigor en marzo de
1994, con la premisa de reforzar la conciencia pública a escala mundial sobre los problemas
relativos al cambio climático. Entre los objetivos de la CMNUCC se destaca la necesidad de
estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera para impedir
riesgos en el sistema climático.
3. La creación de las COP, conferencias climáticas anuales
La última COP fue la COP25 organizada por Chile en 2019 y efectuada en Madrid. La próxima será
la COP26, que se realizará en Glasgow a finales de 2020. Se espera que en la ciudad escocesa se
active el Acuerdo de París.
La Declaración de principios para la ordenación sostenible de los bosques, aunque no tiene fuerza
jurídica vinculante, dispone: «Todos los países, en especial los países desarrollados, deberían
esforzarse por reverdecer la Tierra mediante la reforestación y la conservación forestal; que los
Estados tienen derecho a desarrollar sus bosques conforme a sus necesidades socioeconómicas, y
que deben aportarse a los países en desarrollo recursos financieros destinados concretamente a
establecer programas de conservación forestal con miras a promover una política económica y social
de sustitución».
En la Cumbre de Río se trató el problema de la desertificación, que desde hace tiempo viene
tomando características alarmantes. En Río se adelantó acerca de cómo hacer frente al problema y
se apoyó un nuevo enfoque integrado sobre el mismo. Entró en vigor el 26 de diciembre de 1996”. El
extenso documento de la ONU, «Convención de las Naciones Unidas de lucha contra la
desertificación en los países afectados por la sequía grave o la desertificación, en particular en
África«, consta de 6 partes, 40 artículos y decenas de secciones y numerales.
El Programa 21, también conocido como Agenda 21, contiene más de 2.500 recomendaciones
prácticas. En él se abordan los problemas más urgentes. «Su objetivo es preparar al mundo para los
retos del próximo siglo. Incluye propuestas concretas en cuestiones sociales y económicas, como la
lucha contra la pobreza, la evolución de los modelos de producción y consumo, la dinámica
demográfica, la conservación y ordenación de nuestros recursos naturales, la protección de la
atmósfera, los océanos y la diversidad biológica, la prevención de la deforestación y el fomento de la
agricultura sostenible.»
En un largo artículo titulado «El discreto encanto de la cumbre de la Tierra. Evaluación impresionista
de Río92» escrito luego de la Cumbre por Roberto Guimaraes, el politólogo brasileño, investigador
de la División de Desarrollo Social de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América
Latina y el Caribe (CEPAL), indica:
«En términos generales, todos los acuerdos adoptados en la Río-92 produjeron más frustración que
satisfacción entre los observadores. La convención sobre cambios climáticos, por ejemplo, era el
documento más esperado de la conferencia; y no sin motivo, puesto que la convención había sido
originalmente formulada para eliminar, o por lo menos frenar, los procesos que contribuyen al
incremento de las temperaturas promedio de la atmósfera y el aumento del nivel de los océanos,
evitando así los impactos negativos para la agricultura y las áreas costeras. Las altas expectativas
respecto de esa convención sólo son comparables con el nivel de frustración generalizada con que
ha sido recibido el texto final. Constituye, de hecho, el más grande fracaso de Río. Su texto se ha
visto tan «aguado» en las discusiones previas, que el documento finalmente aprobado perdió mucha
de su fuerza original, y se asemeja más a una simple declaración de intenciones. En lugar de
adoptar medidas urgentes en esa área, el texto actual tan solo «recomienda» la estabilización de las
emisiones de dióxido de carbono (CO2) a los niveles existentes en 1990. Aun así, no fija plazos para
que tal estabilización se haga efectiva.»
Otras pruebas de que los compromisos adquiridos en las conferencias climáticas no se cumplen
Las PPM, partes por millón de dióxido de carbono, presentes en la atmósfera desde hace cientos de
millones de años, han producido el efecto invernadero natural de la Tierra, característica que ha
permitido la vida en nuestro planeta, debido a su cualidad de mantener una temperatura bastante
constante. Pero las emisiones de CO2 antropogénicas aumentan la cantidad de PPM en la
atmósfera de un modo no natural, incrementando el calentamiento global y su efecto el cambio
climático. Solo en este siglo XXI la temperatura mundial ha marcado 17 récords por esta causa.
Las PPM en la atmósfera no han cesado de crecer en casi tres siglos y en especial desde la
finalización de la Segunda Guerra Mundial.