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Observatorio Ciudadano (Chile). E-mail: raul.otarola@gmail.com
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Los estudios de movilidad y complementariedad han dado origen a modelos de
intercambio y complementación ecológica en Los Andes (Murra, 1972; Shimada,
1982; Nuñez y Dillehay, 1992). Estos han incorporaron a las ciencias sociales
la perspectiva de complementariedad ecológica y de los vínculos económicos,
sociales y culturales (Hidalgo, 1984a, 1984b; García et al., 2002; García y Valeri,
2007; Göbel, 1998; Martínez, 1998) transcordilleranos, entre la puna y el salar
de Atacama.
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Tröll (1980 [1931]) sirvieron para caracterizar las zonas altiplánicas, pero
no cambiaron la percepción de la puna y la cordillera de Atacama. En
1899 se decía: «(...) todo es triste y raquítico en las punas de los Andes»
(Holmberg, 1900: 76-77). Un naturalista sueco agregaba: «La impresión
que produce la Puna en el viajero es tan extraña que no se la creería real.
Uno se siente alejado de la tierra; casi parece que se atraviesa (…) un país
lunar. La desnudez de esta naturaleza es horrorosa: se transforma todo
en sombrío, taciturno» (Boman, 1908: 414). En 1930, el diagnóstico no
era mejor: «(...) la región puneña constituye un desierto alto, frío y seco»
(Catalano, 1930: 62). En 1970 continuaba este tipo de descripción «(...)
donde se marcaban los extremos de la naturaleza y se descalificaba a su
población, debido a su condición indígena» (Benedetti, 2005a: 329).
El discurso ambiental extremo escondió el poblamiento indígena
de la puna y la cordillera de Atacama (Molina, 2010), que ha estado
pivoteado por comunidades atacameñas, collas o collas-atacameñas.
Para estas comunidades la cordillera es un espacio formado por la suma
de la puna y los cerros, que posee los recursos ambientales —campos de
pastoreo y vegas— necesarios para las actividades ganaderas y la arriería.
La distribución geográfica de estos recursos han servido a la producción, al
pastoreo, la arriería y al asentamiento, y han formado parte de su sistema
simbólico y ritual (Figura N° 1).
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en esta provincia» (Gay, 1973 [1865]: 292). Esta percepción realizada des-
de el centro de Chile no da cuenta de lo que efectivamente está ocurriendo
en estos espacios durante los siglos coloniales, puesto que algunos pasos
cordilleranos sirvieron a la ruta del aguardiente y el charqui, que partía
del Norte Chico hasta Potosí, y cómo algunas zonas cordilleranas eran
objeto del constante cateo de minerales (Sayago, 1997) o se concurría a
ellos para la caza de vicuñas (Amat y Junient, 1930). Desde Copiapó salía
el camino llamado de «la Cordillera», que comunicó durante el periodo
colonial con los valles de Fiambalá y Calchaquí y Tucumán (Figura N°
2). En la zona del salar de Atacama la complementariedad ecológica,
social y económica con la puna y los valles circumpuneños (Humahuaca
y Calchaquí) es evidente a través del pastoreo, la caza de camélidos y la
explotación de minerales en Incahuasi, en el salar de Hombre Muerto
(Castro, 2001; Hidalgo, 1984a, 1984b; Martínez, 1998).
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las recuas de mulas y de los arreos de vacunos con destino a estos centros
mineros. Un cronista anota: «literalmente todos los artículos de consumo,
deben introducirse en Copiapó, pues sus únicas producciones consisten
en metales de plomo, cobre, plata y plomo» (Tornero, 1872: 227)4. Este
abastecimiento y uso de la cordillera de Atacama se incrementa con la
explotación salitrera en la segunda mitad del siglo XIX, cuando pasan
por las abras o portezuelos de la puna grandes remesas de ganado pro-
veniente de las haciendas del noroeste argentino con destino a las minas
del desierto de Atacama y las oficinas salitreras de Taltal, Antofagasta y
Tarapacá. A principios del siglo XX, solo en los cantones de Aguas Blan-
cas y Taltal existían cuarenta y dos oficinas salitreras (Bermúdez, 1963;
Hernández, 1930).
Algunos autores circunscriben el uso de la cordillera como ruta de
abastecimiento ganadero al denominado «ciclo salitrero», entre los años
1880 y 1930 (Conti, 2003 y 2006); otros autores señalan mediados de la
década del cuarenta (Benedetti, 2005b) o la década del cincuenta (Del Valle
y Parrón, 2006). Pareciera que después de la década de 1950 se extingue
este tipo de arriería hacendal y se deja de usar la cordillera de Atacama
(Molina, 2011). Las rutas de tráfico ganadero son de dos tipos: las oficiales,
que atraviesan pasos fronterizos habilitados y pasan por las aduanas; y
las rutas del ganado de contrabando, para la cual la cordillera cuenta con
numerosos pasos y caminos. Entre las rutas oficiales de circulación de la
ganadería hacendal, se nombra la Quebrada del Toro, en la provincia de
Salta, por la que se movilizó el 90% del ganado con destino a Chile, y la
del valle Calchaquí (Conti, 2003)5. En el caso de la Quebrada del Toro
en Salta, se iniciaba en Rosario de Lerma, donde se formaban las cara-
vanas. La ruta del valle de Calchaquí partía de las localidades de Cachi y
Luracatao. Ambas rutas se unían en Santa Rosa de Pastos Grandes y en
San Antonio de los Cobres, ingresando a Chile por el paso Huaytiquina,
para luego bajar a Talabre, Camar y Toconao. Se reunía el ganado en
San Pedro de Atacama, para descanso y pastaje, y luego continuaba su
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Tornero (1872) señala la existencia de 1.025 minas en el departamento de Copiapó:
trescientas de plata, veinticinco de oro y setecientas de cobre, la mayoría de ellas
compuestas por uno a treinta pirquineros y, las más grandes, con doscientos o
trescientos trabajadores. Por su parte, Darapsky (2003 [1900]) señala que Taltal,
aparte de la riqueza salitrera, en esos años poseía numerosas minas y estableci-
mientos de fundición de plata y plomo.
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Según el informe Consular de 1912, en 1910 entraron a Chile 31.000 bovinos, los
cuales se comercializaron de la siguiente manera: 13.440 fueron a Antofagasta;
3.000 a Boquete, Calama y Oficina Cecilia; 3.240 a Tarapacá; 8.520 a Tocopilla,
Collahuasi y Chuquicamata; y 2.760 fueron a Taltal (Conti, 2003).
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En 1902 los vecinos de Santa María de Catamarca señalan que: «Los negocios de
hacienda a Bolivia y Chile, que eran una fuente de riqueza, actualmente no dan
resultados, pues el cambio de mando en Chile y Bolivia y el fuerte impuesto que
tiene el ganado en Chile absorben por completo las pocas utilidades» (Meister
et al., 1963: 32). El Tratado de Libre Comercio de 1905 incrementó los flujos de
ganado, pues rebajó los impuestos de importación y exportación entre Chile y
Argentina (Lacoste, 2004). Luego, «la ruptura de las relaciones comerciales con
Chile, sin embargo, no acarreó una transformación notable de la actividad gana-
dera» (Denis, 1987 [1920]: 99).
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Fuente: a) pintura El arriero, Museo de Salta; b) archivo fotográfico del autor, 1997.
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Imposición de la frontera
Las fronteras nacionales en Atacama nacen con el establecimiento de
las repúblicas, pero se redefinen durante el siglo XIX. Desconfigurado el
viejo espacio colonial, nuevos límites y fronteras se dibujan en la región
atacameña, distribuyendo el territorio entre Argentina, Bolivia y Chile. En
1825, gran parte de la cordillera de Atacama queda bajo la jurisdicción
de Bolivia, incluyendo la recién creada provincia de Atacama, que incluía
el antiguo partido colonial con «San Pedro, los pueblos de Toconao,
Soncor, Socaire, Peyne, Suzquis, Ingahuasi» (Cañete y Domínguez, 1974
[1791]: 244) e incorpora a Antofagasta de la Sierra, que hasta 1821 fue
provincia autónoma de la gobernación del Tucumán (García et al., 2004:
30). A mediados del siglo XIX «Antofagasta, [es] un pequeño poblado
boliviano, en cuyas proximidades se juntan las fronteras de Chile, Buenos
Aires y Bolivia» (Domeyko, 1978: 444). Los límites de Bolivia incluyen el
mar Pacífico, el desierto de Atacama, parte de la cordillera y el borde de
toda la puna de Atacama y Jujuy7.
Las actuales fronteras en Atacama se configuran al término del con-
flicto bélico de 1879 entre Chile y Bolivia y de los tratados diplomáticos
de Argentina y Bolivia respecto de la Puna (Darapsky, 2003 [1900]; Cluny
2003). Un nuevo trazado fronterizo fractura un espacio territorial que
durante casi todo el siglo XIX había permanecido vinculado de modo
político, geográfico, económico y social. El Tratado de 1889 dejó las
tierras del desierto de Atacama para Chile. En el mismo año Argentina
permuta a Bolivia la puna de Atacama por la región de Tarija. Chile y
Argentina definieron las fronteras y límites ocupando la cordillera como
columna vertebral del fraccionamiento geográfico y el Tratado de Límites
de 1881 para su trazado. Así se decía que el límite entre ambos países
iba desde «el paraje de Sapalegui (...) hasta el paralelo 52º, sirviendo de
límite la cordillera de Los Andes la línea divisoria de las aguas» (Muñoz,
1898: 19). Pero existían zonas de la puna donde fue imposible aplicar el
Tratado, por lo que ambos países recurrieron a la mediación diplomática
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A mediados del siglo XIX se dice: «El límite entre las dos repúblicas de Chile y
Bolivia pasa por el desierto de Atacama. El gobierno de Bolivia lo fija como sigue:
desde la desembocadura del río Salado cerca de Paposo a 25º39`lat.Sur, pasa el
límite ESE., hacia la cordillera por Basquillas al portezuelo; aquí gira hacia el norte
[debería ser sur] por los nevados de Chaco Alto y las cuestas de Carachapampa
[esto ya en la puna de Atacama], por el Cerro Galán y Puerta de los burros [en
el límite oriental de la puna], que separa las provincias de Catamarca y Salta de
Bolivia. Esto fue también el límite entre Chile y Perú en los tiempos españoles»
(Von Tschudi, 1966 [1860]: 401).
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El límite internacional en Atacama quedó constituido de norte a sur por el cerro
Zapaleri, línea recta al cerro El Rincón y luego al volcán Socompa. El límite sigue
al sur por las altas cumbres y divisorias de aguas, hasta Pircas Negras, en la latitud
de Copiapó y Tinogasta, aproximadamente.
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En 1920 una de las preocupaciones de los gobernadores del Territorio de los Andes
es el mal funcionamiento de las escuelas y la ausencia de niños, lo que retarda
los procesos de argentinización de la población indígena (Kuperszmit 2008). Con
la escolarización se intentaba crear sentimiento de pertenencia de la población
atacameña delapuna, a la nación Argentina (Benedetti, 2002a).
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La Gendarmería Nacional Argentina y el Cuerpo de Carabineros de Chile son las
fuerzas que se crean en 1927 y 1938, respectivamente. La primera tiene por misión
«…contribuir debidamente a mantener la identidad nacional en las áreas limítro-
fes, preservar el territorio nacional y la intangibilidad del límite internacional»,
según la Ley Argentina Nº 12.367, y a la segunda, se le encomienda la vigilancia
y seguridad interna, evitar el tráfico de drogas, el contrabando de mercancías y el
ingreso ilegal de personas.
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Información obtenida de http://es.wikipedia.org/wiki/Departamento_Los_Andes
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Últimas reflexiones
El carácter consuetudinario y preexistente de los viajes collas-
atacameños, de articulación y complementariedad transcordillerana en
Atacama, ha estado étnica y socialmente sustentado en relaciones sociales,
las que no fueron consideradas al momento de establecer el tratado de la
frontera argentino-chilena a fines del siglo XIX, como lo han comprobado
diversos estudios (Delgado y Göbel, 2003; Karasic, 1984; Molina, 2011).
Tampoco han sido reconocidos por Chile y Argentina en la actualidad,
países que han suscrito, en 2000 y 2008, respectivamente, el Convenio
Internacional 169 de la OIT, que entre otros derechos de los pueblos
indígenas establece, en su artículo 32, que: «Los gobiernos deberán tomar
medidas apropiadas, incluso por medio de acuerdos internacionales, para
facilitar los contactos y la cooperación entre pueblos indígenas y tribales a
través de las fronteras, incluidas las actividades en las esferas económica,
social, cultural, espiritual y del medio ambiente».
Más bien, los vecinos Estados nacionales han dedicado sus esfuerzos
al control y cuidado de la frontera, reprimiendo, en la mayoría de las
ocasiones, la movilidad, los intercambios y la arriería tradicional y
consuetudinaria entre los poblados de la puna y el desierto de Atacama.
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Referencias bibliográficas
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