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El fruto malo en Vines

El buen fruto de la santificación

Cuando era niño, me fascinaba la mitología griega. Aunque en las escuelas por las que pasé en mi
educación primaria y secundaria nunca tuve un curso sobre el tema, encontraba libros en la
biblioteca y los leía con interés. Podía identificar todos los dioses y semidioses griegos, podía
relatar sus historias, y también sabía los nombres equivalentes en su versión romana. Para mí era
un mundo misterioso de antiguos superhéroes y villanos. La Odisea de Homero describe un grupo
interesante de antagonistas, las sirenas.

Las sirenas eran criaturas femeninas peligrosas que cantaban para distraer la mente de los
marineros. La dulzura de sus cantos garantizaba el naufragio de los barcos en las rocas de la costa.
Rodeaban a estas bestias una gran cantidad de huesos y carne humana de sus presas que habían
caído embrujadas por ellas. En este poema épico, Homero narra que Odiseo fue el primer mortal
que logró sobrevivir las melodías encantadoras de las sirenas. Él ordenó a sus hombres que lo
ataran al mástil del barco y que todos se pusieran cera en los oídos para poder pasar navegando
por esa zona.

Normalmente se entiende que la seducción del canto de las sirenas tenía un tono sexual y erótico.
Pero observemos las palabras de su cántico mientras Odiseo pasa por ahí:

"Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para
que puedas oír nuestra voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar
la dulce voz de nuestras bocas, sino que ha regresado después de gozar con ella y saber
más cosas. Pues sabemos todo cuanto los argivos y troyanos trajinaron en la vasta Troya
por voluntad de los dioses. Sabemos cuanto sucede sobre la tierra fecunda”.1
Las sirenas no sólo prometían gozo y placer para el viaje, sino también sabiduría y conocimiento
de más cosas. Lo peor de esta duplicidad es que conduce a la muerte. La Palabra de Dios nos
advierte que hay que atender bien a nuestra manera de oír. En 1 Tesalonicenses 5:21-22, Pablo
instruye que el discernimiento es responsabilidad de cada creyente: “Examinen todo, retengan lo
bueno. Apártense de toda apariencia de mal”.

También el apóstol Juan tiene una advertencia sobre el alcance de las falsas enseñanzas: “Amados,
no crean a todo espíritu, sino prueben si los espíritus son de Dios. Porque muchos falsos profetas
han salido al mundo” (1 Juan 4:1). Y el Señor Jesús se reserva una de sus palabras más severas
para quienes se dedican a engañar: “Y a cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños
que creen en mí, mejor le fuera que se le atara al cuello una gran piedra de molino y que se le
hundiera en lo profundo del mar” (Mateo 18:6; ver también Marcos 9:42; Lucas 17:1-2).

El activista gay Matthew Vines comienza su libro God and the Gay Christian [Dios y el cristiano gay]
señalando que el rechazo de la iglesia hacia las relaciones homosexuales es “dañino para el
bienestar a largo plazo de la mayoría de la gente gay” y que para algunos, este rechazo “alimenta
la desesperación hasta llegar al suicidio”.2 Para Vines, se producen “malos frutos” al enseñar que
el deseo y la conducta homosexual son pecaminosos. Él intenta sustentar esta declaración tan
audaz con las palabras del Señor Jesús:

Guárdense de los falsos profetas, que vienen a ustedes vestidos de ovejas, pero que por
dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los
espinos o higos de los abrojos? Así también, todo árbol sano da buenos frutos, pero el
árbol podrido da malos frutos. El árbol sano no puede dar malos frutos, ni tampoco puede
el árbol podrido dar buenos frutos. Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado y
echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conocerán. (Mateo 7:15-20)
La conclusión de Vines es que “si algo da malos frutos, no puede ser un buen árbol. Y si algo da
buenos frutos, no puede ser un árbol malo”.3 Según este razonamiento, las doctrinas y enseñanzas
de la iglesia básicamente se evalúan según si producen “buenos frutos” o “malos frutos”.

Matthew es un joven brillante que estudió en Harvard durante tres semestres, pero no se tituló.
Lo problemático de su hermenéutica se despliega desde el comienzo de su libro; es un aperitivo
inquietante de lo que viene en el resto del libro. A pesar de los intentos de Vines, no logra
demostrar que los “malos frutos” a los que se refería Jesús sean daños físicos o desesperación
emocional.

Decir que los “malos frutos” se refieren al suicidio, al intento de suicidio, o incluso a la idea suicida
exige que el intérprete abandone ciertos principios exegéticos básicos. Además, para Vines, las
dificultades y angustias son totalmente incompatibles con su concepto de vida cristiana. La
metodología irresponsable de Matthew es en esencia una danza del engaño.

Es un alejamiento y abandono de las doctrinas básicas de la santificación, el arrepentimiento, y el


sufrimiento. Estas grandes verdades son producto de la obra perfecta de Cristo en la cruz.
Lamentablemente, la teología del sufrimiento en las iglesias de Estados Unidos es anémica, lo cual
explica la facilidad con que se introducen falsas enseñanzas entre las ovejas como lobos rapaces,
estimulando la comezón de oír mensajes de tranquilidad y comodidad.

La interpretación de Vines no da lugar al sufrimiento y la cruz en la vida del creyente. Toda aquella
persona que piense que es demasiado difícil resistirse a los deseos por el mismo sexo creen
ingenuamente que la vida cristiana debe ser sin luchas ni dificultades.

Matthew Vines simplemente representa una nueva versión de la ‘teología’ de la prosperidad. Pero
la realidad es que no hay evangelio sin sufrimiento y sin dolor.

No es fácil hacer morir al pecado, y sin duda alguna, el proceso producirá algo de angustia. El
Señor Jesús dijo:

Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. Porque es mejor
para ti que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti. Porque es mejor
para ti que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
(Mateo 5:29-30)
Pero Vines considera que sacarse el ojo y echarlo fuera es un “mal fruto”. Esta es la realidad: la
santificación es una especie de muerte. Involucra una amputación radical del pecado en nuestra
vida. El proceso no es cómodo ni está exento de dolor. “Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará” (Lucas 9:23-24; Lucas 17:33).

Hay muchos cristianos que quieren seguir a Jesús, pero no están dispuestos a negarse a sí mismos
y a tomar su cruz cada día. Negarnos a nosotros mismos significa negar todo por la causa de Cristo;
incluyendo nuestra sexualidad. Además, tomar la cruz no significa soportar una carga o una lucha
difícil, como algunos piensan. La cruz en el mundo grecorromano nunca representó lo pesado de
una carga. Significaba la muerte: una de las formas de ejecución más horrendas y dolorosas que ha
conocido la humanidad. Jesús te está diciendo que tomes esa cruz.

Hemos higienizado demasiado el seguimiento de Jesús. Queremos seguir a Jesús en Instagram:


una app muy linda, centrada en uno mismo, y que en realidad no tiene nada que ver con seguir a
Jesús, sino que es seguir a mis amigos y procurar tener más seguidores. El costo de seguir a Jesús
debe ser la totalidad de nuestro ser; si no nos cuesta el todo, es porque estamos siguiendo al Jesús
equivocado.

Vines nos acusa de esparcir enseñanzas falsas porque afirmamos que las personas con atracción
por el mismo sexo deben soportar una vida difícil de soltería: un mal fruto. ¿No será más bien que
Vines es quien esparce falsas enseñanzas al promover que se afirme, se celebre y se viva en
pecado sin arrepentimiento? Ese es el fruto malo. ¿Cuál de los dos es el fruto malo? No pueden
ser ambos.

Las palabras del Señor Jesús sobre hacer que sus “pequeños” caigan en pecado –que lleven fruto
malo—son suficientemente claras y severas como para trivializar este asunto. La eternidad está en
juego; no simplemente el daño físico o el bienestar emocional.

Paréntesis: ideas suicidas

Antes de explicar las inconsistencias e improbabilidades hermenéuticas de la interpretación de


Vines, quisiera mencionar algunos puntos sobre el suicidio. Ya se ha estudiado y registrado la
mayor incidencia de suicidio entre jóvenes que se identifican a sí mismos como gay (en toda la
población, no sólo en hogares cristianos).4

Debiéramos responder con una actitud de preocupación muy severa, con compasión profunda, y
con acción muy atenta y vigilante. Pero para vergüenza nuestra, los cristianos evangélicos casi
siempre han ignorado esto y lo descartan de un plumazo. Algunos hasta llegan a decir que se
merecían morir. Esa respuesta hipócrita no refleja la verdad del evangelio: que todos hemos sido
creados a imagen de Dios y necesitamos de su gracia salvadora.

Por otro lado, muchos activistas gay opinan equivocadamente que estos suicidios ocurren porque
la iglesia sigue rechazando las relaciones homosexuales. Jenny Hatmaker y su esposo son un
ejemplo de esta postura, que culpa la iglesia por el suicidio de jóvenes gay por su oposición a las
relaciones del mismo sexo.5

Es cierto que hay estudios que señalan la relación entre rechazo parental y alto riesgo de ideas
suicidas entre jóvenes que se identifican como gay.6 Sin embargo, esos estudios de ninguna
manera profundizan en cuanto a si los padres creen que las relaciones homosexuales son
pecaminosas, o, lo que es más importante, no se especifica siquiera si esos padres son cristianos.

Además, los investigadores seculares reconocen un estudio en Holanda que revela que “incluso en
un país con un clima comparativamente tolerante en cuanto a la homosexualidad, los hombres
homosexuales tienen un riesgo más alto de suicidio que los heterosexuales”.7 Holanda fue el
primer país que legalizó el matrimonio del mismo sexo en el año 2001, y muchos consideran que
es el país con actitud más afirmativa hacia los gay en todo el mundo.

En el año 2015, una encuesta de la Unión Europea demostró que el 91 por ciento de los
encuestados en Holanda cree que se debe permitir el matrimonio del mismo sexo en toda Europa.
Es el porcentaje más alto de todos los países miembros de la Unión Europea.8 Si el rechazo de la
iglesia hacia las relaciones del mismo sexo provoca suicidios, entonces en Holanda –donde la
iglesia evangélica tiene presencia mínima—debe haber un número considerablemente menor de
suicidios. Pero evidentemente no es así.

Actualmente no hay evidencia científica en cuanto a que la postura bíblica sobre la sexualidad
provoque ideas de suicidio entre los gay. Simplemente no lo sabemos todavía. Apresurarse a
arribar a la conclusión equivocada nos distrae de cuál es el problema real. De hecho, es posible
que la sangre no se encuentre en manos de cristianos evangélicos que sostienen puntos de vista
bíblicos sobre la sexualidad. Más bien, el daño real, duradero y eterno puede estar en otra parte:
específicamente en aquellos que conducen a los más débiles, a los “pequeños” de Jesús al pecado.

Frutos malos

Volvamos a la idea ilegítima que afirma que el “fruto malo” se refiere a daños físicos o
emocionales. Más que en cualquier otro libro del Nuevo Testamento, en el Evangelio de Mateo se
encuentran muchos ejemplos de la palabra griega karpos, o “fruto”: aparece diecinueve veces.
Antes de Mateo 7:15-20, la palabra “fruto” aparece en Mateo 3:7-10, cuando Juan el Bautista
reprende a los fariseos:

Pero cuando Juan vio que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo,
les decía: “¡Generación de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de la ira venidera? Produzcan,
pues, frutos dignos de arrepentimiento; y no piensen decir dentro de ustedes: ‘A Abraham
tenemos por padre’. Porque yo les digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos
a Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por lo tanto, todo árbol que no
da buen fruto es cortado y echado al fuego.
Observemos con cuidado esa última oración: “Por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es
cortado y echado al fuego”. Exceptuando la frase adverbial por lo tanto, se trata de una
declaración idéntica a la que Jesús dice en Mateo 7:19: “Todo árbol que no lleva buen fruto es
cortado y echado en el fuego”. Esto no es una coincidencia; es una similitud intencional. Los dos
pasajes mateanos están íntimamente conectados; básicamente, el buen fruto es el
arrepentimiento, y el fruto malo es la falta de arrepentimiento. Todo esto concuerda con las
palabras de Jesús en Lucas 13:

En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre
Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios. Respondiendo Jesús, les dijo:
“¿Piensan que estos galileos, porque padecieron estas cosas, habrán sido más pecadores
que todos los galileos? Les digo que no; más bien, si ustedes no se arrepienten, todos
perecerán igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los
mató, ¿piensan que ellos habrán sido más culpables que todos los hombres que viven en
Jerusalén? Les digo que no; más bien, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán de la
misma manera”.
Entonces dijo esta parábola: “Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a
buscar fruto en ella y no lo halló. Entonces le dijo al viñador: ‘He aquí, ya son tres años que
vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de
inutilizar también la tierra?’. Entonces él le respondió diciendo: ‘Señor, déjala aún este año
hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la
cortarás’ ”. (vv.1-9)
Si estudiamos la frase “frutos malos” en griego, encontramos un sentido todavía más claro. La
palabra “malo” puede expresarse de diferentes maneras. Una de ellas es kakos, que significa
“malo o dañino”. Otra es poneros, que tiene una connotación moral de “maldad”. En el Evangelio
de Mateo, poneros ocurre veintiséis veces, y en todas ellas tiene una connotación de maldad en
sentido ético.

En Mateo 7, el Señor Jesús utiliza poneros para referirse al “fruto malo”; no usa la palabra kakos.
Así que el “fruto malo” debe leerse más bien como “fruto malvado”, o “fruto maligno”. A pesar de
la opinión de Vines, “fruto malo” no simboliza una experiencia dañina, dolorosa, o inherentemente
desagradable; simplemente es algo malvado en sentido moral: es la falta de arrepentimiento. Al
estudiar el contexto y los términos griegos, no es posible afirmar que “frutos malos” pueda
significar depresión o suicidio.

Además, el Señor Jesús no se está refiriendo a algo que da malos frutos –como una falsa
enseñanza, que según Vines es el punto de vista bíblico sobre la sexualidad. Más bien se está
refiriendo a alguien que da malos frutos –es decir, un falso profeta. Desafortunadamente, los
falsos profetas de aquel tiempo parecían y actuaban como cristianos, e identificarlos no era más
fácil que ahora. “Guárdense de los falsos profetas, que vienen a ustedes vestidos de ovejas, pero
que por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15).

Los falsos maestros, de modo muy atractivo y convincente, afirman que conocen la voluntad de
Dios, pero en realidad no es así. Lo más peligroso de todo es su influencia tan amplia y las
distorsiones de la verdad de Dios, que suenan como cantos muy dulces, y que a primera vista no
parecen distorsiones. Lo que es peor: los falsos maestros tienen una “apariencia externa de piedad
y rectitud –marcas evidentes de ser parte del pueblo de Dios”.9

Y lo más irónico de todo es que Vines pasa por alto e ignora completamente las advertencias
claras del Señor Jesús en los pasajes que preceden al texto del fruto bueno y malo en Mateo 7:15-
20. “Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la
perdición, y son muchos los que entran por ella. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el
camino que lleva a la vida! Y son pocos los que la hallan” (Mateo 7:13-14). Independientemente de
la interpretación inverosímil de Vines, la puerta estrecha es difícil –pero conduce a la vida.

Entonces, ¿la enseñanza bíblica sobre la sexualidad realmente produce daños? ¿O más bien, es
esta falsa enseñanza sobre el fruto malo lo que conduce a daños en el largo plazo? Dejaré que tú
seas quien juzgue. El Proyecto de Reforma de Matthew Vines, que promueve la plena inclusión de
personas LGBTQ por medio del cambio en la enseñanza de la iglesia, se fundamente en este
concepto erróneo del “fruto malo”. Si un líder descaradamente saca de su contexto las Escrituras,
como en este caso, forzando a la Biblia a decir lo que no dice, entonces todo lo demás que enseña
debe ponerse bajo sospecha.

Leamos de nuevo la advertencia tan severa, contundente y convincente de nuestro Señor: “Y a


cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le
atara al cuello una gran piedra de molino y que se le hundiera en lo profundo del mar” (Mateo
18:6).

Es mi oración que todos los que tenemos oídos para oír, oigamos. Y que los que no lo pueden oír,
puedan aceptar el don gratuito y amoroso de Dios, el arrepentimiento. El arrepentimiento es el
buen fruto. Pero la manipulación de las palabras del Señor Jesús para rechazar el arrepentimiento,
eso es realmente el fruto malo.

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