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Cuento popular argentino

Cierto día encontró el zorro a su tío tigre comiendo una presa y le pidió le
hiciera parte de ella, pues llevaba el estómago vacío, pero el tigre se negó.

El vengativo sobrino esperó a que su


tío se durmiera y entonces la amarró a la
cola una vejiga llena de avispas, que al
volar dentro de ella hacía un fuerte
zumbido. El zorro, con un grito de alarma,
le dijo:

—¡Tío huya que viene persiguiéndole


una guardia armada!

El tigre se dio a una carrera llevando


siempre detrás el ruido que producían los
que creía sus perseguidores. Cuando se
dio cuenta de la broma, juró tomar
desquite.

Entonces, se tendió en medio de la cueva y simuló estar muerto, mientras


su mujer invitaba al velorio al quirquincho, a la charata, al cuervo, a la
comadreja, y otros conocidos. También buscó al zorro y le dijo:

—Sobrino Juan, tu tío ha muerto y te nombró tutor de tus primos; es


necesario que vayas a nuestra casa a cumplir tu misión.

El astuto Juan llegó hasta la puerta y vio a su tío velándose, pero


desconfiado siempre, dijo:

—Yo voy a creer que está muerto sólo que mi tío mueva la cola.

El tigre, para convencerlo, sacudió fuertemente la cola. Entonces el zorro,


dando la media vuelta, dijo:
—Muerto que mueve la cola es que no está muerto.

Y echando patas al aire, exclamó mientras corría:

—¡Patitas, para cuándo si no son para ahora!

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