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El principio de separación de poderes, en el contexto del

Estado contemporáneo

La teoría constitucional de la separación de los poderes públicos como uno de los


principios fundamentales del estado de derecho desde el siglo XVIII. Esta división
tripartita de poderes, concebida originalmente por John Locke y Montesquieu, busca
analizar las funciones del Estado centradas en la ley (creación, implementación e
interpretación). Se argumenta que esta división es necesaria para garantizar la libertad y
los derechos individuales. Sin embargo, tras más de dos siglos de vigencia de esta
formulación teórica, la complejidad del estado actual demanda una reinterpretación de
la teoría para asegurar un respaldo conceptual estricto a las funciones estatales.

Hoy en día, se habla de una colaboración armoniosa entre los órganos del gobierno, lo
que implica relaciones de cooperación y coordinación. Además, existen funciones
legislativas y de asignación excepcionales al ejecutivo para hacer frente a situaciones
anormales que amenacen la estabilidad del estado (como el estado de emergencia o de
sitio). La función principal del legislativo no se limita estrictamente a promulgar leyes,
sino que en muchos casos se le asignan funciones judiciales para juzgar a altos
dignatarios del Estado.

Con el surgimiento de la justicia constitucional, los tribunales constitucionales toman


decisiones que tienen una connotación legislativa y ordenan la implementación de actos
legislativos y ejecutivos (como el presupuesto público). En otros estados, como
Venezuela, se instituyó el llamado "poder popular" por Bolívar. En este contexto, se
plantea la validez del modelo clásico de división de poderes en las tendencias actuales
del Estado contemporáneo.

La Separación de Funciones del Poder del Estado

El sistema de pesos y contrapesos es un principio constitucional fundamental en el


Estado de Derecho y, por ende, un elemento esencial del orden constitucional. En la
antigua Grecia, Platon y Aristóteles esbozaron una forma mixta de gobierno compuesta
por diferentes grupos que ejercían su poder. Este concepto era más una idea de poder
plural que de separación de poderes en el sentido estricto. La teoría de la separación de
poderes fue presentada en 1689 por John Locke en su célebre obra "Dos tratados sobre
el gobierno" y en 1748 por Charles Louis de Secondat, Baron de Montesquieu, en su
libro "El espíritu de las leyes".

Según estos autores, la separación de poderes es la única manera de garantizar la


libertad: cada uno de los tres poderes tiene su propio responsable y un sistema de
controles y equilibrios asegura la conexión entre ellos. La separación de poderes
formulada por Locke y Montesquieu, lejos de ser un intento de armonización e
interacción entre los poderes públicos, es una separación rígida de las funciones de los
tres órganos del Estado, cuyo objetivo es limitar la concentración del poder en manos de
una sola persona u órgano y garantizar también la libertad política de los responsables
mediante controles recíprocos entre los tres órganos estatales.
La historia ha demostrado que todo individuo que detenta el poder tiende a abusar de él.
En este sentido, el Baron de Montesquieu en "El espíritu de las leyes" dijo: "Para que no
haya abuso de poder, este debe ser frenado por otro poder. Existen en cada Estado tres
tipos de poder: el poder legislativo, el poder ejecutivo sobre bienes que dependen del
derecho de las personas y el poder ejecutivo sobre bienes que dependen del derecho
civil. (...) Cuando estos dos poderes se unen en una sola magistratura, no hay libertad,
ya que se puede temer la creación de leyes tiránicas aplicadas de manera tiránica."

John Locke expresó su opinión sobre la misión del poder legislativo: El objetivo
supremo de las personas que viven en sociedad es disfrutar de sus bienes en paz y
tranquilidad, y las normas establecidas para vivir en sociedad son el instrumento para
alcanzar este objetivo. Por lo tanto, la primera ley de cualquier sociedad política debe
ser aquella que determine el poder legislativo para proteger a la comunidad y sus
miembros.

Montesquieu definió tres tipos de gobiernos ideales: el gobierno republicano, que puede
ser aristocrático o democrático, basado en la virtud ciudadana; el gobierno monárquico,
dotado de una constitución, basado en el honor; y el gobierno despótico, sin ninguna ley
que lo limite, basado en el miedo. Montesquieu, un gran defensor del sistema
parlamentario inglés, consideraba que la democracia con una constitución liberal era la
mejor forma política para garantizar la libertad política. Para garantizar completamente
la libertad, Montesquieu elaboró su doctrina de la separación de poderes, que hoy en día
es un elemento esencial de las democracias modernas. Debe haber independencia y
soberanía entre los tres poderes.

Aunque Montesquieu abogaba por un estado laico y autónomo, también defendía la


doctrina de la ley moral natural. Existen leyes de justicia inmutables y universales que
no pueden ser modificadas por un acto convencional del soberano; estas leyes son
anteriores a las leyes positivas y son del dominio de Dios, legislador universal.

La concepción política de Montesquieu tuvo un fuerte impacto en la Declaración de los


Derechos del Hombre de la Revolución Francesa, así como en la Constitución de los
Estados Unidos de América. La separación de poderes es el resultado de la exploración
de los mecanismos político-institucionales que buscan evitar el arbitrio de los
gobernantes y garantizar la libertad para todos. Esta separación tripartita de poderes es
el resultado del análisis de las funciones del Estado en el ámbito de la ley: su creación,
aplicación y resolución de conflictos derivados de su aplicación; es decir, las funciones
legislativa, ejecutiva y judicial tradicionales. La asignación de cada uno de estos
poderes a tres órganos distintos se realizó con el fin de preservar los derechos de los
ciudadanos de cualquier abuso de la autoridad pública. La aplicación del principio: el
poder frena el poder.

Este modelo de división y control del poder ha influido en el constitucionalismo


británico, estadounidense y francés, y se ha convertido en una característica del propio
concepto de Constitución. Es importante citar el artículo 16 de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, proclamada por la Asamblea Nacional
Francesa: "toda sociedad en la cual no esté asegurada la garantía de los derechos, y no
exista la separación de poderes, carece, por lo tanto, de constitución".
En conclusión, el control es inherente a la consagración institucional de la división de
poderes para un equilibrio y una libertad reales.
El papel de los parlamentarios en los estados constitucionales contemporáneos ha
evolucionado en respuesta a la necesidad de controlar los diferentes órganos del poder.
El sistema original que garantizaba el equilibrio se ha conservado; se le conoce como
"checks and balances" (controles y equilibrios). Esto permite que las diferentes ramas
interactúen de manera armoniosa y ejerzan un control mutuo.

Los parlamentos no solo son centros de creación normativa, sino también agentes de
control popular sobre los otros órganos. El control parlamentario confirma la acción del
gobierno en sus presupuestos jurídico-constitucionales (objetivos constitucionales y
directrices políticas del Parlamento), lo que implica que el gobierno asume su
responsabilidad política ante el Parlamento y que existen mecanismos para exigir esta
responsabilidad.
Las relaciones de control entre los órganos estatales tienen como objetivo evitar los
excesos de poder; de esta manera, puede haber una colaboración armoniosa entre las
ramas del poder: cooperación y coordinación interinstitucional.
El control legislativo sobre el ejecutivo es el modelo de controles de naturaleza política
que requiere herramientas de regulación que garanticen el equilibrio de poderes. Sin
embargo, ya sea en un régimen presidencial o parlamentario, es al órgano ejecutivo al
que le corresponde la dirección del Estado. Por lo tanto, es el congreso, representante de
la comunidad, cuyo papel principal es legislar, el que ejerce el contrapeso frente a la
actividad del ejecutivo.
La organización legislativa se compone de una o dos cámaras, independientemente del
régimen (presidencial o parlamentario). En países de pequeña superficie, generalmente
existe una sola cámara (como en Israel, Nueva Zelanda, Noruega, Dinamarca y
Ecuador).
El bicameralismo es el sistema más común en el mundo. En los estados unitarios, la
cámara alta (como la Cámara de los Lores en Inglaterra) está legitimada por la tradición
y la razón. Esta cámara asegura la representación de las regiones que conforman el
Estado.
En la mayoría de los estados unitarios, la cámara alta no tiene la facultad de oponerse
indefinidamente a las medidas votadas por la cámara baja, especialmente cuando esta
última cuenta con el respaldo del gobierno, como es el caso en Francia, por ejemplo. Sin
embargo, en los estados federales, el senado tiene la capacidad de bloquear los
proyectos que se le presentan. Esto ocurre en países como Estados Unidos y Australia.
En las democracias parlamentarias, el control parlamentario es de naturaleza política; se
realiza simultáneamente con todas las actividades del parlamento, prestando especial
atención a las minorías para supervisar la acción general del gobierno.
En las democracias presidenciales, es el congreso el que supervisa el trabajo del
ejecutivo: convoca a los miembros del gobierno, organiza debates sobre su trabajo, pero
no tiene a su disposición las mismas herramientas que el parlamento en las democracias
parlamentarias. La moción de censura o la elección de un nuevo gabinete no son
posibles.
Los parlamentarios o congresistas en las democracias contemporáneas tienen una
estructura funcional compleja. El trabajo legislativo se lleva a cabo en "comisiones".
Los desarrollos doctrinarios de Kelsen sobre la división de poderes
Se asemejan mucho al concepto de separación de poderes existente en los estados
actuales. El autor vienés afirmaba que la revisión judicial de la legislación constituía
una clara violación al principio de separación de poderes. Este principio es la base de la
constitución norteamericana y se considera uno de los elementos específicos de la
democracia. La Corte Suprema de los Estados Unidos lo definió de la siguiente manera:
"Todos los poderes instituidos por el gobierno, ya sea a nivel estatal o nacional, deben
dividirse en tres grandes departamentos: ejecutivo, legislativo y judicial; las funciones
propias de cada uno deben ser ejercidas por cuerpos distintos de servidores públicos, y
la perfección del sistema exige que las líneas que los separan y dividen estén definidas
clara y precisamente".
El concepto de separación de poderes designa un principio de organización política que
presupone que los poderes en cuestión están determinados como funciones coordinadas
del Estado y que es posible definir las tareas que separan las funciones entre sí.
Kelsen sostiene que no hay tres funciones fundamentales del Estado, sino dos: la
creación y aplicación de la ley, y estas funciones no están coordinadas sino
subordinadas y superordinadas.
Sin embargo, es muy difícil definir las líneas que diferencian estos poderes. En efecto,
la distinción entre la creación y aplicación de las leyes es relativa, ya que la mayoría de
los actos del estado cubren ambos aspectos de la ley al mismo tiempo.
Análisis realizados en varios países sobre las ramas del poder público han llevado a esta
constatación: es imposible atribuir estas dos funciones a dos órganos y también es
imposible que un solo órgano las asuma al mismo tiempo.
Estos fenómenos son comunes en las normas constitucionales de varios países
latinoamericanos, en los cuales el ejecutivo administra y crea normas, el legislativo
legisla y juzga a los altos funcionarios, y la rama judicial juzga y también crea normas
para regular los procedimientos judiciales.

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