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Unidad 1 / Escenario 1

Lectura fundamental

Introducción a la antropología

Contenido

1 Introducción

2 Objeto de estudio

3 Metodologías

4 Historia de la antropología

5 Reflexiones finales

Palabras clave: cultura, sociedad, método, análisis.


1. Introducción
La educación no se ejerce en un espacio vacío, libre de determinantes sociales y entre seres
desconectados de la realidad; todos estamos inmersos en una cultura que, aunque muchas veces no
seamos conscientes, determina gran parte de nuestros actos. La manera en la que hablamos, nos
vestimos, lo que comemos, entre muchas otras cosas, son particularidades de nuestro grupo social y
nos enmarcan en una cultura específica. Profesores y estudiantes nos encontramos siempre inmersos
en una cultura en la que se insertan nuestras acciones y creencias, ser consciente del ambiente
cultural nos ayuda a reflexionar críticamente sobre el quehacer educativo y el papel que desempeña.
Es por esta razón que un educador debe plantearse el reto reflexivo de tener un conocimiento crítico
y especializado sobre la cultura de la que él y sus estudiantes hacen parte.

La antropología, se encarga de estudiar la cultura, por lo que en este Escenario nos adentraremos
al estudio pormenorizado de su objeto de estudio, metodologías y relaciones con otros campos
del conocimiento. Además, se hará un recuento histórico del surgimiento de la antropología como
disciplina y sus principales academias alrededor del mundo.

2. Objeto de estudio
La antropología es la disciplina que se encarga de estudiar sistemáticamente la diferencia cultural.
Podría decirse que los antropólogos se basan en la idea de cultura para caracterizar y analizar la
diversidad de los comportamientos humanos. Según los supuestos básicos de la antropología, cada
pueblo tiene una cultura, que lo define y diferencia de otros grupos humanos. Para lograr esto se
necesita una definición de cultura.

Roy Wagner (2019) dedicó gran parte de su carrera académica a desentrañar los mecanismos en los
que los y las antropólogas construyen el concepto de cultura. Para Wagner, existen dos concepciones
de cultura: una individual y otra social. La primera de ellas, la individual, hace referencia al crecimiento
personal, en el que la cultura es algo que se adquiere individualmente y enriquece al individuo. Muchas
de las actividades que denominamos “culturales” entran dentro de esta acepción personal: yendo al
cine, al teatro o asistiendo a una conferencia, acrecentamos y enriquecemos la cultura personal. Si
tomamos la etimología de cultura como cultivo, se podría decir que, en el aspecto individual, adquirir
cultura es cultivarse a sí mismo.

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Además del aspecto individual, la otra acepción de cultura explorada por Wagner es la social.
Desde una perspectiva social, la cultura es una serie de aspectos compartidos y transmitidos por
colectividades humanas. Esta serie de comportamientos surgen de un contexto geográfico y
medioambiental específico, y se van enriqueciendo y transformando a través del tiempo. En ese
sentido, cuando se habla de una cultura se refiere a comportamientos que comparten una serie de
personas que las hacen particulares y diferentes a otros colectivos.

En la definición de cultura construida por la antropología se conjugan estas dos acepciones, la


individual y la social. En su aspecto social, la cultura marca un ideal de comportamiento, valores y
saberes; en su aspecto individual, cada persona se acerca a este ideal mediante la adquisición de
bienes y actividades culturales. En el habla cotidiana, con frecuencia se utilizan las dos acepciones
para referirse a prácticas diferentes, aunque siempre relacionadas.

Wagner (2019) nos recuerda que el concepto de cultura es un término surgido y derivado dentro de
la tradición occidental. Son los europeos y norteamericanos los que se piensan dentro de culturas.
La idea de que los comportamientos humanos son diversos debido a que cada grupo tiene una
“cultura” diferente no es compartida por toda la humanidad. Otros grupos no occidentales explican
la diferencia cultural, en otros términos: porque se tienen ancestros diferentes, se come otra comida
o se tienen diferentes cuerpos. La idea de cultura y su desarrollo hace parte de una concepción de la
tradición occidental, no es un hecho objetivo observable y medible.

Sin embargo, la antropología toma el concepto de cultura para el estudio de la humanidad como
conjunto. Cada escuela antropológica tiene su propia definición particular de cultura, pero todas
tienen algo es común: la cultura es aquello que diferencia a los seres humanos de otros seres de la
naturaleza como los animales y las plantas. Al diferenciar a los humanos de la naturaleza, la cultura da
particularidad y especificidad a los comportamientos de las personas.

Para Philippe Descola (2012), reconocido antropólogo francés, la antropología marca una diferencia
radical entre naturaleza y cultura dentro del pensamiento occidental. Si es la naturaleza lo que hace
a todos los seres humanos iguales corporal y fisiológicamente, serían las culturas las que hacen que
cada comportamiento sea particular y diferenciado. Hay varios aspectos en los que el pensamiento
occidental construye la diferencia entre cultura y naturaleza. Mientras dentro del campo de la cultura
el paso del tiempo genera historia, pues los hechos acumulados a través de los años van generando
experiencias, en la naturaleza simplemente se da una repetición permanente de ciclos. Pensémoslo,
un grupo humano va generando una dinámica histórica de evolución y cambio, mientras animales y
plantas solo viven dentro de sus ciclos de vida y reproducción naturales sin construir tradiciones.

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Otra de las diferencias entre naturaleza y cultura es la forma de conocer cada campo: mientras
que la cultura sería conocida por medio de las humanidades y las ciencias sociales, en donde todo
el conocimiento es discutible y con posibles repercusiones políticas, del otro lado, la naturaleza se
conoce mediante el conocimiento científico, que no permite discusión, pues los datos obtenidos
en laboratorio son tenidos por objetivos e inamovibles. Esta separación epistemológica, es decir, en
los modos de conocer, hace que los medios y especialistas se dividan y que una disciplina no pueda
abordar temas tradicionalmente atribuidos a otra. ¿Imaginan a un político opinando sobre decisiones
de análisis de muestras químicas en un laboratorio? o, por el contrario, ¿a un microbiólogo definiendo
las preguntas más pertinentes de un censo de población? Esto ha complicado reflexiones filosóficas
sobre la unidad de los avances científicos y los problemas sociales, pues raramente son pensados
como una unidad. En épocas recientes, con la crisis generada por la aparición del coronavirus, se ha
visto la incompatibilidad de los campos: los avances y reflexiones científicas iban a contrapelo de las
necesidades y opiniones de la sociedad. Son campos con formas de conocer y ritmos distintos.

En años recientes, la antropología se ha venido cuestionando la división entre naturaleza y cultura,


pues esta es una división occidental y muchos pueblos alrededor del mundo no comparten esta
concepción. En muchas partes del mundo, se socializa con seres que desde el punto occidental son
“naturaleza”, pero desde la perspectiva nativa son personas que pertenecen a su propia cultura.

Eduardo Viveiros de Castro (2013) ha escrito que en muchos pueblos amazónicos existe lo que él
mismo ha llamado “perspectivismo amerindio”. Según este concepto, la humanidad es un punto
de vista: los humanos se ven a sí mismos como tales, mientras a los animales que comemos los
vemos como tapires y a los que nos atacan y matan como jaguares u otras fieras agresivas. Pero la
perspectiva de cada animal es también particular: los “jaguares” (o más preciso: a los que nosotros
vemos como jaguares) se verían a sí mismos como humanos y ellos nos verían a los “humanos”
como tapires. Del mismo modo, los tapires (o los que vemos como tapires) ven a los humanos como
jaguares. Así, la humanidad y la animalidad no son categorías estables dictadas por el cuerpo natural,
sino un punto de vista determinado por la posición de la cadena trófica que se ocupa.

En los Andes peruanos, por ejemplo, las montañas son seres poderosos con la capacidad de enfermar
o ayudar a los humanos. Así, las comunidades alrededor del Cusco se oponen a la minería a cielo
abierto porque consideran que las montañas afectadas van a vengarse luego de los mineros. En esta
región, las montañas son seres culturales con personalidad, miedos y relaciones, no elementos inertes
del paisaje. La minería entonces no solo es una cuestión económica de extracción de minerales, sino
que se convierte en un conflicto político de negociación con los seres de la tierra como ríos, lagunas y
montañas (de la Cadena, 2015).

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Tomando en serio las concepciones de humanidad y las relaciones sociales de estos pueblos,
sin descartarlas y acallarlas dentro del discurso occidental, uno de los retos de la antropología
contemporánea es pensarse fuera de la idea de la cultura y de la necesaria dicotomía entre esta y la
naturaleza. Seguir imponiendo la idea de cultura y su necesaria división con la naturaleza es imponer
una idea del mundo occidental sobre otros pueblos que no comparten su misma tradición ni forma de
estar en el mundo.

3. Metodologías
La antropología utiliza una estrategia variada de metodologías para acercarse al estudio de la cultura.
Existen cuatro subdisciplinas en las cuales se divide la antropología: la arqueología, la lingüística, la
antropología cultural y la antropología física.

La arqueología se centra en el estudio de los restos materiales dejados por la actividad cultural de
una comunidad. Gran parte de las acciones que realizamos dejan huellas materiales más o menos
duraderas dependiendo de los objetos que están implicados en cada actividad. Pensemos en una
actividad cotidiana como cocinar los alimentos: para cocinar se necesita de un fogón, estufa o un
horno que, además de su propia materialidad, emiten calor que deja rastros visibles en otros objetos
o sobre el suelo en el que reposan. Además, utilizamos ollas y cubiertos para manipular los alimentos.
Todos estos objetos perduran en el tiempo y además quedan con las marcas de uso que les damos.
Una olla quemada, una cuchara mordisqueada o un vaso roto dan cuenta de una actividad que fue
realizada con estos utensilios. Los arqueólogos analizan los restos materiales para poder dar cuenta de
las actividades culturales en las que estuvieron implicados. Luego de un estudio arqueológico sobre
una vivienda antigua, se puede identificar los hábitos de cocina de alimentos que se llevó a cabo en ese
lugar mediante los objetos allí encontrados y las huellas que estos presentan. Gracias a la arqueología
se pueden conocer muchas actividades humanas que ocurrieron antes de la invención de la escritura,
por lo que la mayoría de la información de sociedades sin escritura del pasado puede desentrañarse en
excavaciones arqueológicas. Aun en sociedades con escritura, la arqueología aporta datos importantes
sobre actividades cotidianas que no quedaron registradas por escrito.

La lingüística es otra de las ramas importantes de la antropología. Muchas características culturales de


un grupo son definidas por la lengua que se emplea. Tendemos a imaginar los grupos sociales definidos
por su lengua: los chibchas, los mayas o los mapuches son identidades lingüísticas y culturales. La
lingüística se encarga de hacer análisis profundos sobre las estructuras del lenguaje para dar cuenta

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de las prácticas culturales. Los inuit, mal llamados “esquimales”, tienen varias palabras para el color
blanco. Esto revela que, dentro de sus prácticas culturales y debido al entorno polar en el que viven,
es muy importante distinguir entre diferentes niveles de blancos en la nieve y el suelo congelado.
Muchas lenguas andinas habladas en las alturas de la cordillera, por otro lado, tienen varios términos
para diferenciar las diversas altitudes de las montañas en las que se habita. Así, la lingüística ayuda
desentrañar prácticas y tradiciones culturales a través del análisis de las lenguas que hablamos, leemos
y escribimos.

¿Sabía qué...?
La palabra “esquimal” era una forma en la que otros pueblos
se referían a los inuit. Aunque no es muy clara su etimología,
al parecer significa “los que comen carne cruda”. Los inuit
prefieren llamarse a sí mismos “inuit”, pues consideran la
palabra esquimal como un insulto.

La antropología cultural se encarga del estudio de las prácticas de poblaciones actuales según
como son percibidas y vividas por las personas actuales. Diferentes grupos tienen percepciones
diferenciadas sobre el mundo en el que viven y la cultura que practican, y son los antropólogos
culturales los que se encargan de analizar estas percepciones. La metodología más usada por la
antropología cultural es la etnografía, que consiste en largos periodos de tiempo que un antropólogo
pasa con un grupo, pueblo o comunidad para poder comprender las prácticas de esa comunidad.
En estos periodos de inmersión cultural, los antropólogos llevan un diario de campo en el que van
anotando toda clase de anécdotas, impresiones y entrevistas que les llaman la atención. Luego de
los periodos de campo, los antropólogos se dedican a analizar su propia experiencia y los relatos que
les fueron ofrecidos para poder adelantar un análisis de la cultura del grupo que se está estudiando.
También existen numerosos ejemplos de etnografías internas, en las que los antropólogos analizan
su propio entorno con herramientas etnográficas. Así, muchos estadounidenses han realizado

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etnografías de sus propias ciudades y muchos integrantes de comunidades indígenas se han formado
como antropólogos en grandes universidades; luego han vuelto a sus poblados a adelantar etnografías
densas de sus entornos. Es precisamente en estos momentos de etnografía y análisis que Roy Wagner
(2019) dice que los y las antropólogas construyen una idea teórica de lo que es la cultura.

Por último, la antropología física se dedica a analizar los restos físicos de los cuerpos humanos. Los
huesos, dientes, uñas, pelo y demás restos que dejan nuestros cuerpos al morir pueden ser analizados
para revelar nuestras prácticas culturales en vida. A través del análisis de los huesos, se puede conocer
la alimentación de una persona, si padeció cierto tipo de enfermedades y si su trabajo físico fue
exigente o no. También, con pruebas genéticas sobre el ADN mitocondrial se puede saber el linaje
materno al que pertenecía una persona. Una de las muestras más usadas por la antropología física
es la fijación de estroncio en los dientes: cada fuente de agua tiene unos niveles de estroncio muy
particulares y, mientras se forma el esmalte de los dientes, el estroncio del agua que bebemos se fija
en la dentadura. Por ello, un análisis de estroncio en el esmalte dental revela el agua que tomamos en
la niñez y, en consecuencia, el lugar en el que creció y se crio una persona. Como las cordales salen en
los humanos después de la adolescencia, en estos dientes se fija el estroncio de otra época de la vida,
por lo que mediante el análisis de fijación de estroncio también se puede determinar si una persona
nació en un lugar y luego migró a otro. Según los traumatismos que puedan ser identificados en un
cuerpo, se logra conocer la causa de muerte de una persona y, de esa manera, saber si vivió en una
época de guerras, de intrigas políticas o de paz. La antropología física utiliza análisis de laboratorio
sobre los restos de cuerpos humanos para entender los comportamientos culturales de las personas
en vida. Imagínese si luego de morir le hicieran un análisis de antropología física… ¿qué revelarían sus
restos mortales?

4. Historia de la antropología
La antropología nació como disciplina formal, esto es, que se aprendía y se enseñaba curricularmente
en las universidades como carrera diferente a la biología tan solo a comienzos del siglo XX. En este
periodo, dos hechos marcaron la consolidación de la antropología: el desastre humano que significó
la Primera Guerra Mundial y el surgimiento de un movimiento crítico en contra de las políticas de
los grandes imperios europeos en América, África, Asia y Oceanía, que empezaba a cuestionar que
la única forma de concebir la historia y el mundo fuera la de los europeos. Por esta razón, algunos
intelectuales estadounidenses y europeos empezaron a formular las bases de una disciplina que se
planteara el estudio sistemático de la diversidad cultural a lo largo y ancho del mundo.

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En los años 20 del siglo XX en Estados Unidos fue el antropólogo Franz Boas quien institucionalizó la
carrera de antropología en la Universidad de Columbia en Nueva York. La tradición norteamericana
de la antropología buscó definir territorios delimitados para cada cultura. Los pertenecientes a esta
tradición académica hicieron largas listas de “rasgos culturales” que definían, desde su perspectiva, a
las culturas que estudiaban. Así, el consumo de maíz en forma de arepa, el trabajo en oro, el habla de
lenguas de la familia chibcha, karib y arawak definían a los pueblos del “área intermedia”, dentro de la
cual se encuentra Colombia.

En Inglaterra, Bronislaw Malinowski realizó la primera etnografía moderna en las islas Trobriand,
en Oceanía (Malinowski, 2001). En las facultades de antropología de Oxford y Cambridge, se
sigue manteniendo la tradición de darle mucho énfasis al trabajo de campo. Sus estudiantes e
investigadores pasan grandes periodos de tiempo fuera de Inglaterra en comunidades indígenas
alrededor del mundo para obtener datos de primera mano.

En Francia, los trabajos de Marcel Mauss provocaron que la generación siguiente, en la que se
encontraba Claude Lévi-Strauss, realizara extensas investigaciones sobre los modos de vida fuera
de Europa y Estados Unidos (Harris, 2011). Desde los trabajos de Lévi-Strauss, la tradición francesa
se ha caracterizado por buscar las estructuras sociales detrás de los comportamientos humanos. El
llamado “estructuralismo francés” ha buscado regularidades en los comportamientos de comunidades
de diferentes partes del mundo e ir determinando las maneras recurrentes en las que estas se
agrupan.

Aunque se ha criticado con frecuencia el nacimiento de la antropología con intereses colonialistas


de los europeos, y es verdad que en los primeros años muchas investigaciones antropológicas fueron
financiadas por Estados imperialistas que deseaban conocer las costumbres de hombres y mujeres
cuyos territorios querían conquistar, en los cien años que han pasado desde su consolidación como
disciplina en las universidades europeas y estadounidenses, la antropología ha ayudado a conocer y
valorar la diversidad cultural existente en todo el mundo.

En América Latina, son México y Brasil los países que cuentan con tradiciones académicas más
consolidadas en antropología. En México, se ha desarrollado una perspectiva histórica con la que se
identifican recurrencias en las cosmovisiones desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad. Gracias
a la gran cantidad de documentos históricos, la antropología mexicana ha logrado trazar el desarrollo
de profundas tradiciones culturales en su propio territorio nacional. En Brasil, se ha adelantado un
intenso trabajo con los grupos amazónicos, que han decidido tener poco contacto con la cultura
urbana. Desde el Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro, se forman cientos de
personas pertenecientes a los propios pueblos indígenas que adelantan trabajos antropológicos sobre
sus propias comunidades y asentamientos vecinos.

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5. Reflexiones finales
Conocer sobre el objeto de estudio de la antropología, la cultura y las diferentes metodologías que usa
esta disciplina para acercarse a este ayuda al docente a tener las herramientas académicas suficientes
para reflexionar sobre su propia pertenencia cultural, la de sus estudiantes y la incidencia de la labor
educativa en el contexto inmediato. Como docentes, somos todos un poco antropólogos, pues no
solo debemos conocer y manejar los patrones culturales de las comunidades de las que vienen los
estudiantes, sino que tenemos el deber de transmitirlos, enseñarlos y transformarlos. Para que una
labor docente sea responsable, crítica y reflexiva, debe acercarse a la antropología como disciplina
y, así, dialogar con sus tradiciones académicas, escuelas y metodologías. Después de conocer de
cerca lo que hace un antropólogo, ¿cómo cree que esto ayuda a un docente en la importante labor de
enseñanza que ejerce todos los días?

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Referencias
De la Cadena, M. (2015). Earth Beings. Ecologies of Practice across Andean Worlds. Duke University
Press.

Descola, P. (2012). Más allá de naturaleza y cultura. Amorrortu.

Harris, M. (2011). Antropología cultural. Alianza editorial.

Malinowski, B. (2001). Los argonautas del Pacífico occidental. Península.

Viveiros de Castro, E. (2013). La mirada del jaguar. Introducción al perspectivismo amerindio. Tinta y
Limón.

Wagner, R. (2019). La invención de la cultura. Nola Editores.

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INFORMACIÓN TÉCNICA

Módulo: Antropología y Sociología de la Educación


Unidad 1: Fundamentos teóricos de la antropología y la
sociología
Escenario 1: Introducción a la antropología

Autor: Antonio Jaramillo Arango

Asesor Pedagógico: Jessica Katherin Pinzón Arias


Diseñador Gráfico: Nicolás Jiménez Osorio

Este material pertenece al Politécnico Grancolombiano.


Prohibida su reproducción total o parcial.

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