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Escrito por Oscar M.

Barreno

Historia de un punto pintado en la pared

Ilustraciones de Paola Paolucci 1


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Historia de un punto
pintado en la pared
Escrito por Oscar M. Barreno
Ilustraciones de Paola Paolucci
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U n niño cogió una cera y comenzó
a dibujar en la pared de su cuarto,

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pero escuchó el grito de su madre
y se detuvo en el acto.

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Apenas una mancha pequeña
se reflejó en la pared, y hubiera sido
locura afirmar que esa manchita era
obra de un genio de la pintura.

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Era un punto diminuto de cera.

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Es más, me atrevería a decir
que era una mancha muy fea,
aunque su autor repetía que
su puntito no era feo, sino
digno de un museo.

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Cuando llegó la madre, buscó en la
pared el dibujo. Lo vio, y fue tajante en
este asunto. Señalando a la pared dijo:
- En esta casa no hay sitio para
una madre y un punto.

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A por útiles de limpieza sale veloz la
mamá. Y el niño le grita al punto:
- ¡Corre! ¡Huye! Si no escapas ahora
mismo, ¡mi madre te borrará!

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Regresaba la mamá para cumplir lo
prometido, y el punto en la pared estaba
asustado y confundido. Para no ser
regañado, el niño se hace el dormido.

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Traía la mujer en la mano
una terrible bayeta. Y el punto,
desesperado, ve que la mochila
del niño tiene una cremallera abierta.

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Llegó la mujer al cuarto para
limpiar la mancha de cera, y
descubrió que la pared estaba
blanca y limpia toda entera.

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El punto se había escondido dentro de la
mochila, en las páginas de un libro de
matemáticas. Las letras de ese libro, eran
de lo más simpáticas.

Estaban acostumbradas a jugar entre


problemas, con signos de restas y
divisiones, y la llegada del punto alegró
sus corazones. Porque el punto no quería
causar problemas, ni restar, ni dividir:
sólo quería que el mundo no dejara de reír.

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Así que se resolvió al instante el
mayor de los problemas, cuando
el nuevo visitante manifestó su
teorema: “Ofrecer al prójimo la
mano, es lo mismo que abrazar
a todos los seres humanos”.

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Todos y todas, en el libro de mates,
querían que se quedara, y le hablaban
con ternura. Pero el punto quería conocer
mundo, visitar otra cultura. Y se marchó
a una libreta de arte y literatura.

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Entre la literatura y el arte, también le
recibieron con emoción. Nada más llegar,
el signo de interrogación le preguntó:
¿Quieres quedarte conmigo? ¡Pero lo
mismo le dijo el signo de admiración!

Estuvo en la admiración y estuvo con


la pregunta. Pero siguió su camino,
recorriendo de una punta a la otra punta
su misterioso destino.

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En su viaje atravesó castillos y
fronteras, no se detuvo a recoger
flores, ni tuvo miedo de las fieras. Si
se encontraba cansado, descansaba
sobre una coma; así retomaba
fuerzas para seguir hacia otra loma.

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Se hizo amigo
de otro punto,
y cuando había
dudas sobre
algo, uno se
ponía sobre el
otro y trataban
de explicarlo:

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Una vez estaban jugando a decir tipos de
árbol: pinos, naranjos, olivos, y después se
convirtieron en tres puntos suspensivos…

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Una letra que pasaba por ahí, vio lo que
hacía el punto con su amigo:
- Está bien que quieras ser dos puntos
explicativos –dijo la letra-, pero, si te
subes sobre mí, serás más que un simple
punto, juntos seremos la i.

El punto, sin embargo, era un punto


solitario. No quería ser la letra de ningún
abecedario. Y como le gustaba el arte,
hizo aquí un punto y aparte.

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Fue escultor, músico,
escritor, estudió
arquitectura, y llegó
a ser un genio en el
arte de la pintura.
Pintó cuadros, ilustró
cuentos, y tocaba con
gran soltura cuatro
instrumentos de viento.

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Algunos decían que era el punto
más grande de la historia, y que
tenía que escribir en un libro sus
memorias. Pero al punto no le
importaba el olvido, decía que la
vida era un gran punto y seguido.

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Y salió de la mochila,
porque había decidido que
ya nunca pasaría ni un solo
segundo escondido. Pero
el niño caprichoso seguía
haciéndose el dormido.

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- La mamá le dijo al punto:
- Lo siento, pero espero que
comprendas que te tengo que borrar.
- No se preocupe señora –dijo el punto-,
estoy listo para dibujar un estupendo
punto final.

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Maquetación: Estudio Taller Gráfico

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