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PRÁCTICAS DEL LENGUAJE Fines 3° 2021

FECHA DE ENTREGA LUNES 15 DE NOVIEMBRE

¡Hola gente! ¡EXCELENTE SEMANA PARA TODOS!!! YA NOS QUEDA POQUITO PARA
TERMINAR EL AÑO <3
FANTÁSTI
CA

Seguimos con el tema de la literatura . Recuerden que la principal característica


de este tipo de cuento es que en un entorno realista ocurre algo sobrenatural, que
no tiene explicación lógica y que deja al lector con una duda o una incertidumbre
acerca de lo ocurrido. En algunos casos puede producir temor.

En este trabajo van a leer otro cuento fantástico, Luego hay algunas actividades para
desarrollar.

El viaje de Lucio Autora: María Esther Vázquez


Lucio fue siempre un especialista en diversiones absurdas. Cuando era chico podía correr
por las cornisas de las azoteas, deslizarse por las canaletas, trepar por las palmeras,
enredarse detrás del viento entre las ramas altas de los pinos o hamacarse con tanta
fuerza que el columpio daba vuelta la barra. Inventaba juegos en los que ninguno de los
primos, ni siquiera su hermana Nora, quería participar. En realidad, no parecía nada
divertido, por ejemplo, apagar un fósforo en la mano apoyándolo fuertemente en la palma.
A veces, se subía con Coca, la gata, al altillo, y se pasaba toda la siesta contándole
cuentos y alisándole el pelo con sus manos chicas y ásperas. Otras tardes dibujaba
animales y árboles desproporcionados y negros que eran la delicia de su abuela, con la que
se fue a vivir en forma definitiva poco después del accidente. Un día subió a la palmera
más alta del jardín, con el cuaderno y los lápices, para dibujar las cosas desde arriba, y en
el papel aparecieron el perro dormido entre las lajas, la máquina de cortar pasto, la
escalera que subía a la galería, el banco de piedra y un extraño pino chato y azul. Fue la
última vez. Nunca pudo saber qué lo sobresaltó haciéndolo resbalar. Cayó, lo encontraron
desmayado sobre las piedras del jardín. Así fue como Lucio, desde los trece años, caminó
ayudado por muletas. Cuando dos o tres años más tarde comprendió que el crecimiento
irregular de su cuerpo y sus piernas lo hacía antiestético, visualmente odioso, dejó de ir al
colegio y se encerró en la casa vieja de Belgrano con su abuela. En esa época empezó a
escribir una novela autobiográfica, que al parecer no terminó nunca, y un ensayo titulado:
“Los primitivos, color y forma”, que también quedó inconcluso. Una tarde de mayo, Nora,
la hermana, fue a visitarlo con dos amigos y discutieron hasta la madrugada sobre una
reproducción de Lucas Cranach, un regalo de Nora, que Lucio había pegado sobre una de
las paredes de su cuarto. Después de aquella visita, la abuela descubrió que volvía a
pintar. A los veinte años, su carácter no había variado. Reservado pero amable, sus
rarezas eran dos: no salía jamás y recibía a todo el mundo sentado en una silla, con una
manta cubriendo sus piernas cortas y maltrechas. Ganó un concurso con un afiche
publicitario e ingresó en una agencia para la que trabajaba regularmente; pero así como
en las cosas que hacía por encargo brillaban la luz y los colores, los cuadros que pintaba
para sí, y que se amontonaban en su cuarto y en el altillo, eran sombríos, negros, rojizos y
verdes. La abuela vivía para él, pero no fue ella quien notó el cambio, sino Nora. Para su
cumpleaños –tenía ya veintiocho- uno de sus amigos le regaló un viejo llamador de hierro,
probablemente del siglo pasado. Esa noche, Lucio, muy excitado, le habló a su hermana de
una casa vieja y estrecha, con ventanas enrejadas en la planta baja y en el piso alto; de
ese llamador destacándose entre las sombras del portón, y todo –contornos, paredes, rejas
y puertas- iluminado y oscurecido por luces misteriosas quebradas en la lisura de la tela.
Empezó el cuadro y, con él, un cambio, sutil y casi imperceptible al principio, en su
carácter y en su persona. Aquello duró muchos años; no sería excesivo decir más de diez.
Sin embargo, seguía con su trabajo. Pintó, para una galería del centro, con bastante éxito,
una serie de grotescos. Además, sus dibujos se vendían bien. Pero, cada tanto tiempo,
insistía en aquel cuadro de la puerta y el llamador. Adelgazó. Su rostro recordaba
vagamente el de un monje. Se hizo más y más reservado día a día, su mutismo llegaba a
veces a la hostilidad. Los amigos fueron abandonándolo y llegó un momento en que
solamente la abuela, la hermana o el padre lo veían; el aislamiento, la lejanía parecían no
importarle. En los primeros tiempos, en el cuadro había vagos rostros oscuros, algo
imprecisos, que asomaban su tristeza infinita detrás de la puerta entreabierta; después
fueron disminuyendo o se los veía asomados a las ventanas. Acabaron por desaparecer.
Lucio pintaba y variaba y volvía a pintar ese cuadro inacabable. Dejó los afiches y los
dibujos.

Una mañana de abril, increíblemente calurosa, encontraron a la abuela muerta en la


cama. La noche del velorio, por las ventanas abiertas entraba todavía el olor de un verano
tardío, lleno de viento y de estrellas. Lucio, ausente y callado, sentado en la galería,
miraba hacia la noche. Todos trataban de consolar aquel silencio quieto. Lucio quedó solo
definitivamente con su cuadro. Hizo siete y ocho variantes de la tela hasta que por fin
pareció elegir una. La casa alta, estrecha, hermética, el portón cerrado, y detrás de una
ventana entreabierta en el piso alto, una mano casi transparente, delicadísima, como si
fuera de mujer, se insinuaba en el postigo.

Un día Ana, la mujer que lo atendía, fue al cuarto a llevarle el almuerzo. La puerta estaba
cerrada, pero ella oyó voces vagas, un fragmento de conversación deshilvanada. Pensó
que Nora habría llegado sin que ella lo notara. Cuando golpeó la puerta, las voces, del otro
lado, cesaron. Dentro del cuarto, Lucio, solo, sentado frente a su cuadro, lo miraba
fijamente. Llegó el invierno. Las palmeras altas y frías anunciaban el viento. Desde la
muerte de la abuela, Lucio había adelgazado mucho; sus manos habían tomado el color del
marfil viejo. Nora, preocupada, había querido llevárselo al campo, pero él se había negado
en forma rotunda, porque –agregó- estaba preparando un viaje más importante. No quiso
dar más detalles. En realidad, no hacía nada, no dibujaba, no pintaba, no leía, casi no
comía, parecía no vivir. Sus horas se iban frente al cuadro, mirando la tela. A veces no se
daba cuenta de que en el cuarto no había luz; del crepúsculo pasaba a la oscuridad y a la
noche, sentado, inmóvil, hablando en voz baja o sin hablar. Nora se dio cuenta de que ya
ni siquiera había variantes en la tela.

Una mañana de agosto, como a la diez, Ana, agitadísima, llamó a Nora por teléfono. Dijo
que pasaba algo muy raro. Nora llegó a la casa en menos de veinte minutos; era un día
lluvioso y frío. Subió al cuarto de Lucio seguida por Ana, que lloraba grandes lágrimas
silenciosas. Entró. Lucio no estaba. La cama, deshecha, conservaba aún la huella y el calor
de su cuerpo. El cuadro, como siempre, sobre el caballete y, apoyadas contra la tela, Nora
vio las muletas y la manta. Un aire extraño e irreal había invadido la habitación. Todo
estaba como siempre, pero nada era igual. Entonces Nora miró el cuadro y notó un
cambio: la ventana del primer piso había sido cerrada y ya no se veía la mano delicadísima
que la abría apenas. Algo más había variado: la puerta, la hermética puerta cerrada,
estaba entreabierta. Nora supo, todavía confusa pero inexorablemente, que Lucio había
iniciado el viaje. Nadie volvió a verlo y, años después, cuando vendieron la casa de
Belgrano, advirtieron que el cuadro también había desaparecido. Las muletas, la manta,
los lápices, los óleos, los dibujos… todo estaba en el cuarto donde había vivido Lucio.

Nota: Lucas Cranach fue un pintor y grabador alemán que vivió entre 1472 y 1553

María Esther Vázquez nació en Buenos aires en 1937. Cursó la carrera de letras en La Facultad de Filosofía y
Letras. Es autora de los libros de cuentos Los nombres de la muerte y Desde la niebla, entre otros. En
colaboración con Jorge Luis Borges, escribió varios libros. También es autora de las biografías de Victoria Ocampo
y Borges. Como columnista del diario La Nación, publicó más de mil quinientos artículos. Recibió varios premios
nacionales e internacionales.

ACTIVIDAD 1

Luego de leer el cuento completo elegí la opción correcta en cada caso.

1. Este cuento se clasifica como fantástico porque:


a. El personaje principal vive en una casa que está en un cuadro.
b. Lucio emprende un viaje a un país que no existe.
c. No se puede explicar la desaparición de Lucio.(X)
d. Las muletas estaban al lado del cuadro.
2. Lucio dejó de ir a la escuela porque:
a. No le gustaba que otros vieran su discapacidad.
b. Sufría por las burlas que le hacían sus compañeros.
c. Pensaba que tenía un cuerpo desagradable.(x)
d. Había tenido un accidente y no podía caminar.

3. La forma de pintar de Lucio cambió cuando:


a. Su abuela le regaló una campanita para llamarla
b. Su hermana y dos amigos le contaron acerca de una casa vieja con rejas.

c. Un amigo le regaló un objeto antiguo.(x)


d. Sus dibujos comenzaron a venderse bien.

4. La casa que comenzó a pintar Lucio:


a. Tenía tres pisos y era muy angosta.
b. Tenía todas las ventanas enrejadas.(x)
c. El portón estaba siempre abierto.
d. Una mujer estaba asomada a la ventana del primer piso.

5. Las personas que había en el cuadro:


a. Fueron cada vez menos a medida que Lucio cambiaba el cuadro.
(x)

b. Tenían manos delicadas como si fueran de mujer.


c. Tenían rostros misteriosos y agresivos.
d. Se asomaban por la ventana del primer piso.

6. La hermana de Lucio y la empleada observaron:


a. Que Lucio se había llevado las muletas.
b. Que la mano en la ventana de la casa del cuadro ya no estaba.
(x)

c. Que el llamador que le había regalado su amigo ya no estaba.


d. La ventana de la habitación de Lucio estaba cerrada.

7. ¿Qué significa la siguiente oración: “Nora supo, todavía confusa pero


inexorablemente, que Lucio había iniciado el viaje”?
a. Que Lucio se había metido dentro de la casa del cuadro.(x)
b. Que Lucio se había ido a visitar a su amigo.
c. Que Lucio se había transformado en un fantasma.
d. Que Lucio se había ido de viaje sin avisarle.
ACTIVIDAD 2

Con los detalles que te da la autora en el cuento hacé un dibujo de la casa del cuadro que
pintó Lucio en su versión final.

ACTIVIDAD 3

Escribí una continuación para este cuento, teniendo en cuenta las siguientes pautas:

✓ Escribí en primera persona, como si fueras Lucio.


✓ Contá lo que te ocurrió (acordate que escribís como si fueras Lucio) ese día que
descubrieron que ya no estabas en tu habitación.
✓ Tu historia debe incluir algún elemento sobrenatural.
✓ Debe incluir elementos que lo relacionen con lo que ya sabemos de él por el cuento.
✓ Extensión: como mínimo 10 renglones.
✓ Cuidá la ortografía y puntuación.
✓ Podés agregar todos los detalles y personajes que quieras, siempre y cuando sea
coherente con el cuento.

3)

Después de que la abuela se fue, me sentí abatido. Abandonado. Era la única


persona que estaba siempre conmigo y se había ido. Qué iba a hacer ahora sin
ella? No tenía ganas de nada...ni de comer, ni de pintar. No me quedaban
fuerzas. Miraba mis piernas y pensaba: a dónde iré a parar? Moriré solo?

Entonces ocurrió algo extraordinario: una nube negra salió de mi cuadro.. si. De ese
cuadro que tantas veces pinté. Escuché una voz que me llamaba desde dentro:

Lucio, levantate de la silla y entrá, confía en mi! Entonces mis piernas empezaron a
crecer!!! No sabía si era la realidad o si eran alucinaciones a causa de mi deficit
nutricional. Entré en el cuadro y ahi estaba. Mi casa. Lluegué, ahi estaba mi
felicidad. Cerré las ventanas, preparé un café y caminé hacia el patio, en paz.

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