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Documento: HACIA UNA IGLESIA SINODAL EN SALIDA A LAS PERIFERIAS

Reflexiones y propuestas pastorales a partir de la Primera Asamblea Eclesial de América


Latina y el Caribe

Segunda Parte: Una Iglesia sinodal y misionera al servicio de la Vida plena


Lema: «Yo he venido para que tengan Vida, y vida en abundancia» Jn 10,10

El Papa Francisco llamó a los participantes de la primera Asamblea eclesial, celebrada en


México del 21 al 28 de noviembre del 2021 a la escucha sinodal, al discernimiento
comunitario y al desborde misionero. Por ello, este texto tiene por fin recoger y sintetizar
creativamente, ordenar teológicamente y proyectar pastoralmente los frutos del proceso vivido
hasta el momento (No. 7).

El proceso para llegar hasta a ésta Asamblea Eclesial, que de algún modo es fruto y
continuidad de las Conferencias Latinoamericanas y del Caribe (yo no se realizará la VI
CELAM), ha sido desarrollado por la puesta en práctica de los tres documentos previos:
Documento para el camino (DPC), Síntesis narrativa de la escucha (SN) y Documento para el
Discernimiento comunitario (DDC). Los documentos responden a las tres fases de esta
Asamblea:

a) Una etapa de consulta y escucha lo más abierta posible (Enero-Noviembre 2021)


b) La celebración de la Asamblea con representantes de toda la Iglesia (Noviembre 2021)
c) La fase de síntesis, elaboración y sistematización de sus orientaciones (Nov 2021-julio
2022).

I. La Asamblea Eclesial en el espíritu de Aparecida (continuidad)

La Asamblea es un encuentro eclesial y sinodal, donde todo el Pueblo de Dios puede


participar y expresarse, mirando y discerniendo con profundidad la rápida y trascendental
evolución de Latinoamérica y el Caribe en los tiempos actuales, para asumir nuevos desafíos
pastorales. Esta primera Asamblea Eclesial fue congregada para agradecer, reavivar y
actualizar el espíritu de Aparecida con vistas al futuro (No. 135); la cual ha sido vivida como
una verdadera experiencia de sinodalidad, en la escucha mutua y en el discernimiento
comunitario de lo que el Espíritu quiere decir a su Iglesia.

1. La interpelación de Dios en los signos de los tiempos (136-149)

Jesús nos llama a “discernir los signos de los tiempos” (Mt 16,3) e “interpretar lo que está
sucediendo en este momento” (Lc 12,56). Para ello debemos tener un criterio: El
“discernimiento evangélico es la interpretación que nace a la luz y bajo la fuerza del
Evangelio, del Evangelio vivo y personal que es Jesucristo, y con el don del Espíritu Santo”
(PDV 10). El discernimiento tiene que realizarse con gran apertura interior al Espíritu, que
sopla donde quiere. Una lectura creyente y discernidora de los tiempos percibe en los hechos
positivos, llenos de sentido y humanidad, signos que generan esperanza.
2. Aparecida en el camino de la Iglesia latinoamericana y caribeña (150-156)

La Iglesia latinoamericana tiene una rica experiencia conciliar, sinodal y colegial desde sus
orígenes y en su historia contemporánea, recorriendo un largo camino que favoreció la
sinodalidad creciente. Signos destacados son las cuatro Conferencias Generales del
Episcopado posteriores al Concilio Vaticano II 1. La V Conferencia impulsó un movimiento
misionero continental permanente, consolidando el rostro latinoamericano y caribeño de
nuestra Iglesia peregrina, esencialmente misionera (cf. DA 100). Además, proyectó la misión
evangelizadora como la comunicación de la Vida plena en Jesucristo (cf. DA 386).

3. Un pontificado que inicia una nueva etapa misionera y sinodal (157-165)

La Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe profundiza el camino común en nuestra


Iglesia y nos invita a seguir la senda de la conversión eclesial, a ser una Iglesia semper
reformanda, en estado permanente de purificación y reforma (cf. LG 8). El Papa Francisco
sueña con opción misionera, capaz de transformarlo todo (cf. EG 27), en la cual, toda la
Iglesia Pueblo de Dios es el sujeto comunitario del anuncio del Evangelio. Para ello, urge
revisar los estilos de vida, las relaciones eclesiales, las dinámicas sinodales –la escucha, el
diálogo, el discernimiento y la construcción de decisiones– para la mejor realización de la
misión del Pueblo de Dios. En este contexto, el Papa convoca a un Sínodo sobre la
sinodalidad de la Iglesia, donde se profundizarán los aspectos esenciales de su vida:
comunión, misión y participación.

4. La novedad de la primera Asamblea Eclesial (166-175)

La sinodalidad impulsa al Pueblo de Dios a vivir en salida hacia todas las periferias
existenciales, sociales y geográficas. El Santo Padre llama a salir fuera de sí y dejar la
comodidad para “atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”
(EG 20). La Asamblea invita a ser una Iglesia de puertas abiertas para ir donde la gente está e
impulsa el anuncio de una vida digna, la liberación integral y la globalización de la justicia y la
solidaridad (cf. DA 399).

II. El desborde evangelizador del Pueblo de Dios en clave sinodal (novedad)

Necesitamos vivir un encuentro más pleno con Cristo, como fuente de renovación de la vida
cristiana y de la misión eclesial, pues Cristo resucitado camina con su pueblo y es fuente
constante de novedad.

5. El Sueño de Dios: la Vida plena del Espíritu de Cristo (176-188)

Los cristianos creemos y confesamos un acontecimiento inaudito: «La Palabra se hizo carne y
puso su morada entre nosotros» (Jn 1,14); por ello, este acontecimiento de la Encarnación de
su Hijo es la máxima expresión del compromiso de Dios por la vida de la humanidad: «tanto
amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no se pierda, sino
1
Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992). La V Conferencia es Aparecida (2007).
que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Jesús es el don insuperable del amor del Padre, que nos
dice: «Yo he venido para que tengan Vida y, vida en abundancia» (Jn 10,10). En Pentecostés
se hizo realidad el sueño de Dios sobre la humanidad: el Espíritu del Resucitado hizo nacer
una humanidad nueva. Por ello creemos que, sin el Espíritu no hay seguimiento de Jesús, ni
kairós eclesial, ni pasión evangelizadora.

6. El Pueblo de Dios en comunión sinodal y salida misionera (189-206)

La sinodalidad promueve la participación de todos según la vocación de cada uno. La vida


sinodal lleva a caminar con las otras iglesias y confesiones cristianas hacia la unidad querida
por Cristo: “que todos sean uno” (Jn 17,21). Una Iglesia sinodal profundiza las relaciones con
las comunidades a las que está unida por la fe trinitaria y el bautismo. La sinodalidad requiere
comprender y vivir el hecho de que todos somos Pueblo de Dios. Desde el sacerdocio común,
todos los fieles, unidos por la igualdad radical que otorga la dignidad bautismal, somos
convocados a una participación activa en la Iglesia y en su misión.

7. Una Iglesia samaritana al servicio de la vida en fraternidad (207-217)

La paternidad divina es la fuente profunda de la fraternidad humana universal, por la cual


reconocemos que los otros son hermanos y hermanas. El Espíritu de Cristo nos vincula para
formar “una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del
prójimo, sabe descubrir a Dios en cada ser humano. La fe cristiana lleva a mirar y amar al otro
como un hermano. El Buen Samaritano reformula la proximidad por una praxis de ternura y
solidaridad hacia otro ser humano vulnerado. Somos una Iglesia samaritana en la que el
primado del amor se realiza por misericordia que acompaña, discierne e integra las pobrezas
humanas. La Iglesia debe asumir las actitudes hospitalarias de acoger, proteger, promover e
integrar al prójimo.

8. El desborde del Espíritu en María y en la Iglesia (218-226)

El término señala la magnitud de los desafíos que nos rebasan; la abundancia del amor que
compadece y cura las heridas. En este sentido, creemos que la acción discreta y armónica del
Espíritu santo sobrepasa nuestros horizontes limitados y nos abre a la sabiduría de la cruz, al
don de la vida en abundancia, a la creatividad del amor pastoral. Además, en el
acontecimiento de la Anunciación, María nos enseña a escuchar, a interrogarnos, a discernir
la voluntad de Dios y obedecerla con la fuerza del Espíritu; así nos forma en las actitudes que
modelan una Iglesia acogedora, orante, discipular. Nuestra Señora de la Visitación es ejemplo
de una Iglesia en salida y en camino, que visita y se hospeda, que comunica a Jesús con la
presencia, el anuncio y el servicio, que ayuda con amor al que necesita y que comunica la
alegría de Cristo.

Conclusiones. Este texto no es un Documento conclusivo —como los que brotaron de las
Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano—, ni es el resultado de una
elaboración realizada por un grupo de teólogos; sino que es la sistematización de lo
expresado en el diálogo de quienes participaron en un centenar de grupos de trabajo. Es un
documento que ofrece caminos de formación en seis dimensiones. Es el inicio de una marcha
renovada de una Iglesia, Pueblo de Dios que ha decidido avanzar de modo sinodal. Su
contenido es expresión del querer plural de una Iglesia en salida, porque recopila los aportes
de las diversas vocaciones y ministerios del Pueblo de Dios que participaron como fieles
discípulos misioneros.

Responsable de la Síntesis: P. Crispín Hdez. Mateos

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