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H.

ILDEFONSO (Germán Gutiérrez Santamaría)


*21.08.1892
+14.09.1979

Ficha personal
• Nacido en Castrillo de Murcia (Burgos), España, el 21 de agosto de 1892.
• Dos de sus Hermanos lo acompañaron a tierras venezolanas como Hermanos
Maristas: Félix Anselmo y Valentín.
• Hizo su formación inicial, en Oñate, Guipúzcoa, España.
• Perteneció al cuarto grupo de Hermanos, desde el inicio de la Provincia Lacabane-
Anzuola.
• Primeros votos de Profesión Religiosa, en Oñate: 26 diciembre 1908.
• Profesión Perpetua, en Grugliasco: 15 agosto 1914.
• Ingreso en Venezuela: 11 septiembre l925.
• Voto de Estabilidad, en Maracaibo: 7 septiembre 1931.
• Segundo Noviciado, en Grugliasco: entre agosto 1946 y enero 1947.
Actividad apostólica
• 1908-1925: Maestro en diversas escuelas del País Vasco (España). Director de
Villafranca de Oria (actual Ordizia).
• 1925-1951: Profesor y Director del Colegio Chiquinquirá de Maracaibo.
• 1951-1957: Director del Instituto Champagnat de Caracas.
• 1960-1971: Escuela Pre-Artesanal H. Ildefonso Gutiérrez de Maracaibo.
• 1972-1979: Colegio Champagnat de Caracas - Descanso.

ü Recibió las medallas del “Municipio de Petare (1958), “Orden de la Instrucción


Pública” (Órdenes de 27 de junio de 1973), de “Andrés Bello” (1975) y de la
“Ciudad de Maracaibo” (1975).
ü Fue Vicepresidente nacional de la AVEC (Asociación Venezolana de Educación
Católica).

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ü Fecha de defunción: 14 de septiembre de 1979.

Sus primeros años


Germán Gutiérrez Santamaría nace en Castrillo de Murcia (Burgos - España). La
provincia de Burgos pertenece a Castilla la Vieja, histórica región agrícola, parecida a
nuestros Llanos de Venezuela, por la amplitud de sus terrenos planchados, por su
horizonte infinito, y por la limpidez de su cielo azul. La personalidad de Germán, futuro
Hermano Ildefonso, debió de absorber en buena medida esas mismas características,
porque siempre se manifestó muy claro y abierto de ideas, de espíritu generoso, siempre
agradable y acogedor. Y, a esas dotes naturales, supo agregar una robusta fe cristiana que
heredó de sus padres y de la sociedad castellana, distinguida siempre por la profunda
raigambre cristiana.
Fueron sus progenitores, Evaristo e Ildefonsa, labradores de profesión, más ricos en
valores trascendentes (religiosos y espirituales) que en bienes materiales (terrenos y
ganados), típicos de esos pequeños pueblos del Páramo de Pedrosa, granero de cereales y
semillero de vocaciones que se diseminaron pronto por los cuatro puntos cardinales de
España y más allá de las fronteras patrias. Siete varones y una mujer fueron los hijos del
matrimonio de Evaristo e Ildefonsa. Tres de los varones (Germán, Braulio y Valentín)
pronto se dejaron sorprender por Alguien, por el Maestro, nuestro Señor Jesús.
Por eso, cuando a inicios del siglo XX, recibe la invitación para ingresar en un seminario
marista, Germán y sus papás la aceptan a la primera y con gran gozo, porque sabían que
hacerse religioso o sacerdote le ofrecía un futuro mejor que si se quedaba en casa para
cultivar el campo como sus progenitores, y sobre todo porque consideraban una gracia de
Dios tener un hijo religioso.
En la ruta marista
El 3 de abril de 1903, en Francia, un gobierno laicista radical elaboró la Ley de las
Congregaciones Religiosas, por la cual se las expulsaba del suelo patrio. Muchos de
nuestros Hermanos debieron salir de Francia. En 1903, los Hermanos de la Provincia
francesa marista de Lacabane llegaron a la villa de Oñate (Guipúzcoa – España), para
abrir allí una escuela. Dos años después, se abrió en esa misma población un Juniorado
(seminario marista para adolescentes). El 13 de junio de 1905 ingresaron a ese Juniorado
los primeros juniores españoles. Germán (futuro H. Ildefonso) fue uno de ellos. Otro sería
el santo H. Antonio Agustín, submaestro de novicios por muchos años en Anzuola. La
provincia religiosa franco-española se llamó Lacabane-Anzuola. Ésta abarcaba la región
centro-meridional de Francia y las provincias Vascongadas de España.
Germán se dio excelente traza, tanto en los estudios como en el trabajo formativo religioso
para hacerse hermano marista. En el momento de iniciar canónicamente su condición de
religioso con la “toma del hábito” (uso de la sotana) e ingreso al Noviciado, recibe el
nombre de HERMANO ILDEFONSO, con el que se le ha de conocer a lo largo de toda
su vida.
Pronto empieza a ejercer como docente en los colegios maristas del País Vasco. Desde el
principio, se manifiesta como un excelente educador, además de muy buen maestro.

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Enseña ciencia, forja personalidades y consolida a sus alumnos en la fe cristiana, la
práctica de los sacramentos y el amor entrañable a la Virgen María. El cultivo de la vida
cristiana en las provincias Vascongadas es marcadamente popular, y así no resulta difícil
enseñar la doctrina en el ambiente escolar porque los alumnos ya la viven en sus hogares.
Por los años veinte, el H. Ildefonso ya es Director del colegio marista de Villafranca de
Oria – hoy llamada Ordizia –, y como demostración de su bien saber hacer, algunos
alumnos de ese colegio se sintieron atraídos por el género de vida de los Hermanos
Maristas y se hicieron también religiosos como sus maestros. Por ejemplo, el H. María
Anselmo (Ramón Urtiaga Arruebarrena), que trabajó varios años en el Colegio Ntra. Sra.
de Chiquinquirá de Maracaibo.
El H. Ildefonso, en Maracaibo
En el año 1924, Mons. Marco Sergio Godoy, Obispo del Zulia, en su visita ad limina a
Roma, aprovecha su estadía para pedir la colaboración de alguna institución religiosa que
estableciese el primer colegio confesional católico para varones en su diócesis. Con ello
pretendía hacer frente al peligro que suponía para la fe católica la influencia negativa que
empezaba a ejercer la numerosa presencia de norteamericanos, atraídos por la aparición
del petróleo, en la zona oriental del Lago de Maracaibo, situación que atrajo a mucha
gente del campo por los buenos sueldos que conseguían en las compañías petroleras. Esto
degeneró en una corrupción moral en el entorno. Colegios de religiosas para niñas había
ya algunos, pero ninguno para varones. En el Vaticano, le recomendaron que dirigiera sus
pasos hacia los Hermanos Maristas, cuya Casa General se hallaba entonces en Grugliasco,
en las afueras de la ciudad de Turín (Italia).
Nuestros Superiores, al ser Venezuela un país de habla hispana, le recomendaron que
fuera a España, concretamente a Anzuola (Guipúzcoa), donde residía el gobierno
provincial marista de la región. Ni decir tiene que, con tan excelentes recomendaciones
como llevaba consigo Mons. Godoy - nada menos que del Vaticano y del Gobierno
General marista -, los Superiores Provinciales no podían negarse a colaborar. Como
regalo de Año Nuevo (1925), designan la comunidad fundadora del primer colegio
marista de Maracaibo (Venezuela). Por deseo expreso del mismo señor Obispo, se ha de
llamar Colegio Ntra. Sra. de Chiquinquirá, tan acorde con el sentir de los Hermanos.
La primera comunidad marista de Venezuela, con residencia en Maracaibo, estará
constituida así: H. Ildefonso (Germán Gutiérrez Santamaría), con 33 años, Director. Le
acompañaban los HH. Carlos Florentino (Roque Azcárate Ayastuy), Subdirector; Félix
Anselmo (Braulio Gutiérrez Santamaría), hermano de sangre de Ildefonso; Emeterio
Ignacio (Pedro Peña) y José Sebastián (Santos Larrinaga Dima). Y se obtuvo también la
colaboración de un Hermano procedente de Estados Unidos, porque se estimaba muy
importante impartir la enseñanza del inglés, desde los inicios y con la mejor garantía. El
religioso norteamericano se llamaba Br. Philip. Le costó mucho aclimatarse y regresó a
Estados Unidos en julio de 1926.
Dicen las crónicas que los inicios del Colegio Ntra. Sra. de Chiquinquirá fueron
tan difíciles que los Hermanos estuvieron a punto de arrojar la toalla y regresar a España.
Salvaron la situación, primeramente, por la virtud religiosa de los Hermanos y su
tenacidad; y después, por la colaboración eficacísima de los papás de los primeros

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alumnos. Porque éstos vieron, enseguida, que los maestros de sus hijos eran unos
educadores distintos, con una pedagogía más eficaz e ilusionante, y no se resignaron a
perderlos.
Poco antes de Navidad, el H. Ildefonso atraviesa la Plaza Bolívar, en dirección a la
residencia del Sr. Obispo. En plena Plaza se encuentra con el Dr. Nemesio Castillo que
tenía los hijos en el naciente Colegio Ntra. Sra. de Chiquinquirá. Se saludan cordialmente,
y el Dr. Castillo dice: Vea, Hermano Director: soy masón del grado 33, de esta Logia de
Maracaibo. Nuestros hijos se sienten felices de estudiar en su colegio. Usted no nos ha
dicho nada sobre las dificultades que están ustedes afrontando, pero nosotros las hemos
detectado enseguida. Un grupo de papás del colegio nos hemos constituido en sociedad
y, si usted no nos dice lo contrario, vamos a comprar una casa en la calle Santa Elena y
alquilaremos un amplio terreno contiguo, en el que se podrán construir otras dos. Así
ustedes podrán trabajar independientemente e ir aumentando las secciones escolares”.
Y tomando la cruz que colgaba del cuello del H. Ildefonso dijo: “Si ustedes creen en
“ése” no pueden abandonar a Maracaibo. Estamos dispuestos a ayudarlos… Maracaibo
necesita un buen colegio y acreditados educadores, y ambas cosas las tenemos con
ustedes”. Se constituyó la Comisión promotora de la compra de unas casas contiguas en
la calle Santa Elena para que sirvieran de sede inicial del plantel marista. Presidía la
comisión el abogado Dr. Nemesio Castillo.
En septiembre de 1926, se estrenaba la nueva residencia del Colegio Ntra. Sra. de
Chiquinquirá. En el acto oficial de entrega de las instalaciones a los Hermanos y de su
bendición por el Sr. Obispo, el H. Ildefonso –Director –, expresó su propuesta educativa
en los siguientes términos: “En educación, queremos ser laboriosos, porque de los
haraganes no se puede esperar nada bueno; honrados, porque sin formalidad y hombría
de bien, para nada se puede contar con el hombre, porque no inspira confianza;
humanos, en cuanto hay que educar a todo el hombre para que llene todos sus destinos;
y, finalmente, cristianos, pues no es bueno quien de Dios se aparta. Queremos, en una
palabra, educar, preparar a los jóvenes que se nos confían para que sean hombres del
mañana.”
Todos ponderaban la lucidez del buen H. Ildefonso: sentido práctico, serenidad, energía
revestida de mesura, don de gentes, cordialidad con todos… Y los Hermanos de la
comunidad, el Sr. Obispo y los sacerdotes que se relacionaban con el colegio, valoraban
también la calidad del religioso íntegro y observante, cuya virtud detectaban asimismo
cuantas personas le trataban, por más profanos que fueran en materia religiosa.
El H. Ildefonso como superior, por hallarse a tanta distancia de España, en donde
estaba el gobierno provincial, con un océano de por medio, en muchas ocasiones tuvo que
actuar ejecutivamente, si la consulta a los Superiores no hallaba respuesta oportuna.
Su gestión personal fue determinante en la apertura del Colegio Ntra. Sra. de Guadalupe,
en Coro, que resultó de muy breve existencia; la de la Misión de Riohacha (Colombia),
que duró también pocos años; y la de un segundo colegio en Maracaibo, Colegio
Champagnat, en la calle Aurora, trasladado muy pronto a la calle Venezuela, el cual se
abrió para incrementar el alumnado marista, previendo la anhelada construcción de un
edificio educacional, construido de acuerdo con la más moderna pedagogía y proyectado
para dar cabida al millar de alumnos.

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Y cuando al iniciarse la década de los cuarenta, los Hermanos deciden construir el colegio
nuevo en la calle Santa Rita, en la urbanización conocida como Barrio Obrero, es el H.
Ildefonso el comisionado para ponerse al frente de las obras, a fin de que su funcionalidad
quedase garantizada. El objetivo se logró plenamente. El H. Ildefonso se pondrá al frente
de las obras.
El 17 de mayo de 1942 se colocaba la primera piedra. El 16 de septiembre de 1943 se
iniciaron las clases en el nuevo colegio, aunque la bendición oficial – ya acabada toda la
construcción, con la capilla incluida – sería en los días 26, 27 y 28 de abril de 1946, con
diversos actos a lo largo de estos tres días: el Excmo. Sr. Obispo, Mons. Sergio Godoy
bendijo el nuevo conjunto educacional; misa de Perossi, cantada a tres voces por el coro
del Colegio; intervención con sendos discursos de los siguientes oradores: Francisco
Acosta, Vice-presidente de la Asociación de Exalumnos; Dr. Rafael Montiel, en
representación de los padres de familia; el Dr. Francisco Morillo Romero, de los alumnos
fundadores del Colegio, tuvo a su cargo el discurso de ocasión, que terminó con estas
palabras: “Sin pretender empañar la gestión meritoria de los otros maestros que
realizan tareas similares, haciendo honor a la verdad, debo decir que el Colegio Ntra.
Sra. de Chiquinquirá es el mejor organizado y dotado de la ciudad, y que compite
favorablemente con los más afamados de la República”. Sin menoscabar la acción de
otros eximios Hermanos que se entregaron en cuerpo y alma a la tarea educativa en el
Colegio, el H. Ildefonso se lleva la palma.
En 1950, el Colegio Ntra. Sra. de Chiquinquirá celebra sus Bodas de Plata con un
programa repleto de actos que resultaron brillantes. De una manera u otra, toda la ciudad
de Maracaibo se sumó a la celebración. Las autoridades eclesiásticas, estatales y
municipales, las instituciones culturales y centros docentes rivalizaron en gestos de
exaltación por la tarea cumplida por los Hermanos Maristas en sus veinticinco años de
trabajo educativo en Maracaibo. El H. Ildefonso y los compañeros fundadores que
permanecían en Maracaibo, así como algunos Hermanos que habían tenido una actuación
más destacada en el tiempo transcurrido, recibieron la medalla de la Orden de Instrucción
Pública; y al Colegio, en la persona del Director de aquel momento, el H. Emilio Agustín
(José Fermín Berrio San Martín), recibió la Medalla de Oro de la Ciudad de Maracaibo,
concedida por la Municipalidad. Ni decir tiene que el H. Ildefonso vivió intensamente
aquella celebración, que cerraba con broche de oro su fecunda gestión personal en
Maracaibo.

Otras distinciones otorgadas al H. Ildefonso


En 1973, “Orden en Instrucción Pública del 27 de junio, en primera clase; en 1975, Orden
de Don Andrés Bello, Clase “corbata”; en 1975, Orden Ciudad de Maracaibo, en primera
clase, otorgada por el Concejo Municipal de Maracaibo, con ocasión de los 50 años del
Colegio Chiquinquirá.
El Colegio Chiquinquirá de Maracaibo, bajo la dirección del H. Ildefonso, completó su
primaria y después su educación secundaria. El día que falleció en Caracas el H.
Ildefonso, el exalumno Jorge Sánchez Meleán escribió en el Diario Panorama de

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Maracaibo: “El H. Ildefonso Gutiérrez, guía indiscutible de la experiencia educativa
innovadora del Colegio Ntra. Sra. de Chiquinquirá, debe ser considerado como uno de
los educadores venezolanos más importantes de este siglo. Muy pronto la labor educativa
comenzó a dar sus frutos”. Y terminaba su escrito remedando las palabras de Carlos
Fernández Shaw: “¡Feliz él, que, al morir, se halló con alas y sólo tuvo que mudar de
cielo!”
El H. Ildefonso, en Caracas
Habían transcurrido 25 años de presencia marista en Venezuela, y ya era hora de
desplazarse a Caracas. Se había decidido abrir una nueva obra en la capital y allí estará
de nuevo el H. Ildefonso como fundador y Director.
En febrero de 1951, se traslada a Caracas para dirigir la apertura y organización inicial
del que se llamó Instituto Champagnat, asentado en Chacao. Se le había adelantado en
unos meses el H. Doroteo Lorenzo (André Jean Veysset), para buscar el lugar más idóneo
donde establecer el colegio. Con el H. Ildefonso, se trasladaría el H. Juan Silvestre
(Silvestre Azanza Andueza), como tercer miembro fundador. El H. Doroteo Lorenzo,
como Subdirector, completaría el número de tres Hermanos para la nueva comunidad.
Las clases comenzaron el 17 de septiembre de 1951. El 16 de octubre, con la llegada del
H. Salvio (Jesús Martínez Gómez), procedente de España, se completó la comunidad
fundadora del Instituto Champagnat.
La constitución de esta comunidad fundadora – así, en febrero – se hizo con premura
porque el Rvmo. H. Leónides, Superior General, que para esas fechas tenía anunciada su
visita a Maracaibo expresó el deseo de pasar una noche “en nuestra casa de Caracas”. Al
efecto, se alquiló un modesto chalet, la “Araucania”, en el que, en efecto, se pudo acoger
a la primera autoridad del Instituto Marista. En un par de meses, se formalizaba la compra
de la finca "La Castellana" y, para finales de junio, se habían realizado las mejoras y
adaptaciones más urgentes, de suerte que, a primeros de julio, ya estaban abiertas las
inscripciones; e incluso se organizó un cursillo para los meses de vacaciones. Los
alumnos que asistieron a esas clases fueron los mejores propagandistas del nuevo colegio.
Cabe agregar que, de “nuevo”, sólo tenía el nombre, CHAMPAGNAT, porque sus
instalaciones resultaban muy viejas y rudimentarias. Pero, eso sí, estaba ubicado en un
amplio parque de esplendoroso verdor.
El H. Ildefonso dirigió el Instituto Champagnat en sus dos trienios iniciales, durante los
cuales, cabe destacar algunos recuerdos particulares relacionados con la persona del H.
Ildefonso:
• En 1955, la beatificación del Patrono del Colegio y Fundador de los Hermanos
Maristas, dio lugar en el Instituto Champagnat de Caracas-Chacao a unas fiestas
que llamaron mucho la atención, y de las que la prensa y la televisión informaron
ampliamente. El acto más relevante fue la solemne misa de pontifical – única
celebrada hasta el día de hoy (1998) en la colonial parroquia de Chacao – que
presidió el Excmo. Nuncio Apostólico, Mons. Rafael Forni.
• En 1956, el colegio festejó con júbilo la celebración de las Bodas de Oro de vida
religiosa del propio H. Ildefonso. Contamos, al efecto, con la colaboración de una
nutrida representación de Hermanos y alumnos del Colegio Ntra. Sra. de

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Chiquinquirá, que nos ofrecieron toda una escenificación teatral graciosa y muy
bien interpretada. En esa circunstancia, el Concejo Sucre del Estado Miranda
(Petare) prendía en el pecho del H. Ildefonso la medalla de oro de la
Municipalidad, a la cual debemos sumar las de las Órdenes de 27 de junio (1973),
de Andrés Bello (1975) y de la Ciudad de Maracaibo (1975).
• Antes de cesar en el cargo de Director del Instituto Champagnat, el H. Ildefonso
tomó parte activa en la gestión de compra de un terreno en la urbanización
Caurimare, donde años más tarde se levantaría el moderno complejo educacional
del Colegio Champagnat. (Obsérvese que, al cambiar de residencia, cambia
también la denominación de “Instituto” por la de “Colegio”).
• También es de resaltar que, por los años de su permanencia en Caracas como
Director del Champagnat, fue elegido Vicepresidente nacional de la AVEC
(Asociación Venezolana de Educación Católica), al mismo tiempo que el P.
Rosalio Castillo Lara, SDB – futuro Cardenal de la Santa Iglesia – era elegido
Presidente. Y ocurrió que al P. Castillo le llamaron sus Superiores a Italia, con lo
que el H. Ildefonso hubo de actuar como Presidente encargado de nuestra
Asociación nacional educativa católica. Y las crónicas dejan constancia de que se
desempeñó brillantemente.
• Otro dato: en el año 1955, se iniciaron los trámites para abrir un nuevo colegio
marista: ahora en Maracay (Aragua). Los comisionados para sondear el ambiente
maracayero y asentar las bases organizativas fueron los HH. Director y
Subdirector del Instituto Champagnat. Fueron varios los fines de semana que
dedicaron a Maracay los HH. Ildefonso y Doroteo. Ese quehacer adicional les
exigió no pequeño sacrificio en tiempo y en viajes, porque todavía no se había
trazado la autopista Caracas-Maracay y la Panamericana se hallaba en proceso de
instalación. Además, Maracay no ofrecía espacios suficientemente amplios para
desarrollar convenientemente la tarea educativa, porque los iniciadores tenían
muy claro que el primer paso debería tener carácter provisional, pero siempre
había que garantizar la eficacia de la tarea educativa. Contratado el alquiler de la
que habría de ser sede fundacional del Colegio San José de Maracay, en octubre
de ese año 1955, llegaría el primer Director: H. Cándido Pedro (Agustín
Fernández Alcalde).
De su bondad, cualidades pedagógicas y preocupación de apóstol nos hablan
algunas anécdotas:
• Nuestra cerca limitaba con la línea del tren de Santa Lucía, que pasaba por Petare
y surcaba todo el Valle de Caracas. Era un trencillo popular movido por una
locomotora a gasóleo. ¡Cuánto gozaban los alumnos del Primer Grado cuando se
aproximaba el tren, poco antes de que llegase el recreo, y se les permitía
adelantarlo para acercarse a saludar a los maquinistas y pasajeros! El que tenía la
iniciativa de este minúsculo quebranto del horario escolar era el humanísimo H.
Ildefonso.
• El H. Director, cuando su cargo no le exigía cumplir quehaceres urgentes, solía
dedicar algunos ratos para ejercitar en la lectura al grupo más atrasado del Primer

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Grado. Se iba con su tropa a cobijarse a la sombra de los mangos, a cierta
distancia. Una vez los muchachitos, ríe que ríe, no seguían la lectura por más que
el H. Ildefonso les instaba a aplicarse mucho más. Como no podían contener las
risillas, el Hermano se puso bravo y les dijo:
- Pero bueno, vamos a ver, ¿qué les pasa a ustedes que se andan con tanta
guachafita?
Uno de los pequeñitos levantó la mano y le dijo:
- Es que Bolullo nos ha dicho que ésta es la novia de usted.
Y le muestra un grabado del libro, en el que una muchachita se estaba columpiando feliz
y graciosa. ¿Reacciones del Hermano Director? Riéndose también, contagiado de la
alegría de los chiquitines, exclamó:
- ¡Ah, carricitos del diantre! ¡Ustedes sí son…! ¡Váyanse a jugar de una vez! Y
les adelantó unos minutos el recreo.
El H. Ildefonso puso el mayor empeño por cultivar en las almas de sus alumnos la fe y el
interés por cumplir las prácticas cristianas. Los domingos se tenía la misa colegial a las
9,00 horas, en la Iglesia parroquial de San José, en Chacao. Los autobuses hacían el
recorrido habitual. Una vez hecha la Primera Comunión, se recomendaba participar no
sólo en la celebración general sino también en la comunión.
Durante el mes de mayo, el H. Ildefonso era quien dirigía personalmente todos los días el
rezo del santo rosario. Ante la imagen de la Inmaculada, iban pasando las secciones,
alternadas, un día cada una.
Nuevamente en Maracaibo
El H. Ildefonso era ya cuasi septuagenario y tenía derecho a la jubilación. Pero todavía
dinámico y con una lucidez envidiable, se ofreció al Colegio Ntra. Sra. de Chiquinquirá
para actuar con eficacia, tanto en la tarea educativa en la que ha de proyectar su
experiencia extraordinaria, como en gestiones de relaciones públicas, dado su
conocimiento de las personas y del ambiente social y político maracaiberos. El
reencuentro con sus antiguos alumnos le ha de ofrecer horas de grandes satisfacciones.
En las postrimerías de los años cincuenta, se concedió autonomía al gobierno marista de
Venezuela. Esto dio lugar a un Distrito regido por un Hermano Visitador, asesorado por
cuatro consejeros. Entre éstos, fue elegido el H. Ildefonso. ¿Quién mejor y con más
experiencia?
Y, cuando en la década de los sesenta, la Asociación de Padres del Colegio Ntra. Sra. de
Chiquinquirá emprendió el desarrollo de una obra social educativa en el barrio marginal
de Los Estanques, la llamaron Escuela Pre-Artesanal HERMANO ILDEFONSO
GUTIÉRREZ; y nuestro héroe todavía tendrá arrestos para dictar en ella algunas clases y
ofrecer a los alumnos y a sus representantes el regalo de una presencia siempre paternal
y acogedora. Así, hasta 1972, en que ya se remite a una jubilación efectiva y siempre
gozosa, que vivirá en Caracas.

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El H. Ildefonso tenía una sola enfermedad: el peso de los años. Hacía ya cuatro lustros
que él había firmado los primeros cheques bancarios para pagar el campo de Caurimare
y, justamente ahora, ve que entra en vía de desarrollo la programación del colegio nuevo
que había anhelado para el CHAMPAGNAT. Esto le llena de honda satisfacción, gozo
que se le va incrementando cuando se emprenden las construcciones. Siempre se hallaba
dispuesto cuando se le invitaba a ir a Caurimare para “inspeccionar” las obras; y, como
había vivido treinta años antes la responsabilidad de dirigir en Maracaibo la construcción
del edificio nuevo del Colegio Ntra. Sra. de Chiquinquirá, disfrutaba admirando los
progresos técnicos en el arte de construir, valiéndose de los últimos adelantos mecánicos.
Autorretrato de su personalidad
Algunas pinceladas del propio H. Ildefonso en la entrevista que le hiciera el H. Jesús
Martínez González en el Noviciado de Venta de Baños, España:
En 1975, con sus 83 años, su andar tranquilo y su hablar reposado, el H. Ildefonso
Gutiérrez nos impresiona a todos. Es el patriarca de los Hermanos Maristas de Venezuela.
Fue el Director fundador. A Dios gracias, se nos conserva bien en todos los aspectos. Su
presencia en Venta de Baños durante muy pocos días, para los que nosotros habríamos
deseado, ha sido una lección de sencillez, de alegría y de espíritu marista. A él le gusta
escuchar. Observa callado nuestras conversaciones durante las comidas y sólo interviene
si el tema del momento le atañe directamente. Todos sabemos de su inapreciable
experiencia y de su buen juicio, y, por eso, me allego a él con ánimo de dialogar. ¡Cuántas
anécdotas, recuerdos y experiencias de valor incalculable ha de llevar consigo este
hombre, a propósito de aquellos inicios de la obra marista en Maracaibo, es decir, en
Venezuela!
Entrevistador: ¿De verdad encontraron ustedes grandes dificultades para iniciar su trabajo
de educadores en Maracaibo?
Hermano: De verdad. Mire usted: de rodillas tenían que ponerse los muchachos en
aquellos bancos incómodos para llegar a la mesa y escribir. Y eso que estábamos en el
seminario diocesano.
E - Usted, H. Ildefonso, con una vida tan larga consagrada a la educación, debe saber el
secreto del arte de enseñar y educar, ¿cuál es?
H - Un rigor práctico.
E - No entiendo.
H - Mire, usted, a los muchachos hay que hacerles cumplir sus obligaciones: hay que ser
exigentes con ellos, pero nada de maltratarlos o insultarlos. Hay que crear un ambiente
de familiaridad y, al mismo tiempo, mantener la disciplina. No hace mucho, con motivo
de la inauguración de un busto de Simón Bolívar en el patio del nuevo Colegio
Champagnat de Caracas, me tocó acompañar al actual Ministro de la Defensa, Gral.
Homero Leal, para colocar una corona de flores junto al monumento. El Sr. Ministro
pronunció unas palabras muy oportunas y bien dichas, dirigidas al alumnado, acerca de
la disciplina. Pero, a lo que iba yo, una vez que acabó el acto, le dije: ¿Por qué vino
usted media hora antes y se va media hora después? Y me contestó: Para ver a los chicos
antes y después del acto. He visto bajar a los alumnos de Secundaria solos y en orden; y

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luego a los de Primaria. Algo hablaban, pero sin desorden. Yo había oído hablar de ello
y quise comprobarlo. Les felicito.
La lucidez de pensamiento y la sencillez de trato del H. Ildefonso - continúa el
entrevistador - me dejan admirado. Nada le hace perder la paz y la sonrisa. Resulta no
sólo fácil, sino muy agradable el diálogo.
E - Oiga, H. Ildefonso, ¿qué sugiere usted a los Hermanos que en estos tiempos se
incorporan al quehacer marista en Venezuela, al cabo de 50 años de haberse iniciado la
obra?
H - Como primera medida, que estudien bien el ambiente; que pidan consejo antes de
actuar. Conste que no me refiero al ambiente físico - que si más calor o menos frío, no -
, cuanto al ambiente social, de convivencia, para ponerse a tono desde el principio. La
pedagogía marista ha caído bien en Venezuela. Tenemos mucho trabajo. Fíjese usted: el
Colegio Champagnat de Caracas tiene mil cuatrocientos alumnos; el Chiquinquirá de
Maracaibo anda en el millar, Machiques, Cardón, Maracay, más de ochocientos…. A la
“escuelita” H. Ildefonso Gutiérrez del barrio Los Estanques, de Maracaibo, tenemos que
quitarle el diminutivo porque se está convirtiendo en una escuela de mucha importancia,
porque agranda su capacidad y porque la formación que allí se imparte favorece
inmensamente a su alumnado humilde. La disciplina y la fama académica maristas lo
han hecho posible.
E - ¿Qué más?
H- No enorgullecerse porque se triunfe. Sencillez y vida marista intensa. Hay que ser
prudentes en el modo de hablar. Se nos conoce más por los Maristas que por el nombre
del colegio respectivo. Nuestro buen nombre tenemos que conservarlo. Nuestros alumnos
asocian a este nombre todos sus recuerdos colegiales, y no los olvidan fácilmente.
E- Entonces, ¿qué? ¿Arraigará la vida marista en Venezuela?
H- Dios, sobre todo. Y también tenemos a “la que lo ha hecho todo entre nosotros”, en
frase feliz del Bto. Marcelino Champagnat. Sumemos a nuestros criterios de fe el
testimonio de nuestra vida ejemplar, para que resulte atractiva a la gente joven que nos
observa.
E- H. Ildefonso, a sus ochenta y tres años, ¿qué sería lo que más ilusión podría causarle?
H- El ver que los Hermanos son piadosos y cumplen con fidelidad su Regla, su
Constitución marista. Todos los Hermanos que nos han ido abandonando a lo largo de
los años, ¡todos!, han fallado por eso.
Percances en la vida
Hombre de lucha frente a las difíciles situaciones a las que hubo de enfrentarse, con su
prudencia y su don de gentes, con su “saber hacer”, ganó las luchas que hubo de lidiar en
los acontecimientos fundacionales de la obra marista en Venezuela. En el Contrato
firmado en Anzuola, Casa Provincial de Lacabane-Anzuola, el 1º de enero de 1925, entre
Monseñor Sergio Godoy, patrocinador de la fundación, y los Hermanos Maristas,
Monseñor había prometido a los Hermanos “el oro y el moro”, como se suele decir. El

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tiempo demostraría que las buenas intenciones del Sr. Obispo no pasaron de ser buenas
intenciones.
El 16 de septiembre de 1925, a las 8,30 pm, eran recibidos los cinco Hermanos fundadores
en el puerto de Maracaibo. Venían acompañados por el H. Eoldo, Provincial de Cuba-
México, quien los acompañó por algunos días. Uno de los fundadores, el H. Félix
Anselmo, escribiría: “Tras una noche de sueño poco apacible, por el calor, los mosquitos
y el ruido del tranvía, amaneció el 17. La esperanza se hacía realidad y las bellas
ilusiones se convirtieron en puro trabajo.”
De lo prometido por el Sr. Obispo había poco, y casi todo estaba por hacer. Se encontraron
con locales inapropiados para las clases, pupitres poco prácticos, escaso material
pedagógico, y, lo más grave, ninguna perspectiva de construir un colegio tal como se
establecía en el Contrato firmado. “Dura situación, - les dijo el H. Eoldo al despedirse de
ellos - y les animó a confiar en Dios y en María, y a mantenerse siempre unidos, sobre
todo en las dificultades”.
Primer tributo a pagar por los Hermanos…las fiebres de aclimatación”. Sólo el H.
Emeterio Ignacio, se libró de ellas. No conocemos enfermedades de otro tipo en el H.
Ildefonso en sus 54 años que vivió en Venezuela.
Sí, fue víctima de algunos percances que le ocurrieron en dos momentos de su vida:
En el curso 1963-1964, el H. Luis Gonzaga, Superior Provincial de Norte, giró visita
canónica a las comunidades maristas en Venezuela, que seguían aún dependiendo de la
Provincia Norte de España. En las visitas era acompañado por el H. Ildefonso. De regreso
del Instituto Juan XXIII de Cardón al Instituto Champagnat de Caracas, a consecuencia
del mal estado de las carreteras o de la impericia del chofer, al caer en un hueco de la
carretera, el H. Ildefonso sufrió una lesión en la columna vertebral. Llevado a la clínica y
diagnosticada la gravedad del caso, es operado y queda enyesado del cuello hasta la región
del coxis. Tiempo largo de inmovilidad física, postrado en el lecho del dolor… Un
verdadero calvario, vivido con admirable paciencia… Felizmente, salió completamente
restablecido. Contaba, en aquel momento, con 71 años.
Un nuevo incidente tiene lugar a sus 81 años, curso escolar 1972-1973. Había llegado
nuestro Hermano al Colegio Ntra. Sra. de Chiquinquirá, procedente de la Escuela H.
Ildefonso Gutiérrez, en la misma ciudad de Maracaibo. Contra su apego a la puntualidad,
no apareció en la oración comunitaria de la mañana. El Hermano que fue a la habitación
del H. Ildefonso para interesarse por él, le encontró caído al pie de la cama. Se quejaba
de una pierna. Llevado de inmediato a la clínica, le diagnosticaron fractura del fémur.
Enyesado, regresa al colegio. Como es lógico, el médico le ha hablado del uso de
muletas… Le cuesta al principio, ¿la edad? Pero, poco a poco, va venciendo el miedo, las
va dominando, y… a caminar pronto sin apéndices postizos de ninguna naturaleza.
La constancia le había dado una vez más el triunfo, esta vez, sobre su naturaleza como
ser humano. Había sabido aceptar las circunstancias y había echado adelante. Era un
hombre de voluntad…
Los últimos años

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El H. Ildefonso se siente feliz, ya instalado en Caurimare, donde pasará sus últimos siete
años, observando con atención los pormenores de la construcción del nuevo colegio,
admira el desenvolvimiento ágil y ordenado del casi millar y medio de alumnos que lo
llenan, ¡tan flamante! Ya con bastón y con andar pausado pero firme, recorrerá los
terrenos y se admirará ante las nuevas maquinarias y técnicas de construcción. ¡Y hay
tantos alumnos que son hijos de sus antiguos discípulos de antaño en el colegio de
Maracaibo, tan recordados y tan queridos!
Vive serenamente sus últimos días en este nuevo colegio. No ha padecido enfermedades
notorias y se mueve feliz entre los profesores, padres de familia, alumnos y exalumnos
que lo visitan. Nunca le falta la palabra de ánimo ni el consejo oportuno.
Y así, gozosamente, serenamente, unido a Dios y a la Virgen por la oración, y unido a su
gente colegial - Hermanos, profesores, muchachos y muchachas (¡por primera vez
contempla alumnas en aulas maristas!), papás y representantes; alternando con todos y
proyectando en todos ese su amor, que es centella desprendida del amor infinito de Dios
y que a él le quema... le llegó el tránsito a la casa del Padre y de la Buena Madre el 14 de
septiembre de 1979.

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