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INSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA

Área: COMUNICACIÓN
“PRISMA”
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Año: SEGUNDO Curso: LENGUA

LA COMUNICACIÓN: DE LO QUE TE PIERDES CUANDO NO ESCUCHAS

En la sobreestimulada vida diaria, solemos descartar tantos ruidos como nos es posible. Pero, al hacerlo, nos desconectamos del
mundo.
El mundo está lleno de sonidos que nunca oímos. Para empezar, el rango auditivo humano es limitado: si pudiéramos captar sonidos
inferiores a 20 vibraciones por segundo, enloqueceríamos con los murmullos y crujidos de nuestros músculos, intestinos y aquellos del
corazón; cada paso sería un estruendo. Pero, incluso dentro de nuestra gama auditiva, elegimos, nos enfocamos y prestamos atención
a solo unos cuantos sonidos y borramos el resto.
Estamos tan asediados por el ruido que solemos “apagar” el sentido del oído. Pero, al hacerlo, también desaparece la gloriosa sinfonía
sonora que inunda el mundo vivo.
Todo se vuelve más real cuando se escucha y se ve. De hecho, es bastante difícil conocer a una persona con solo verla, sin oír su voz.
Y no es solo el sonido de la voz. Por ejemplo, el ritmo de los pasos revela la edad y las
variaciones de estado de ánimo: euforia, depresión, ira o alegría. El aturdido habitante de la
ciudad que suele apagar su escucha pierde una dimensión de la realidad social.
Algunas personas tienen la capacidad de entrar a una habitación abarrotada y, a través de los
sonidos, saber de inmediato cuál el estado de ánimo, el ritmo y la dirección del grupo reunido.
Todo lo que se mueve hace ruido, así que cada uno de los sonidos es testigo de lo que sucede.
Si el tacto es el más personal de los sentidos, el oído, que es una especie de contacto a distancia,
es el más social.

El sentido guardián
Los sonidos nos advierten de lo que sucede a nuestro alrededor. Incluso mientras dormimos
existen pistas auditivas clave que alertan al cerebro. Una madre se despierta con el lloriqueo
de su bebé. La persona promedio se espabila enseguida al oír la expresión sonora de su nombre.
Una ventaja de perfeccionar la audición es la posibilidad de adquirir aquella facultad extrasensorial a la que los ciegos llaman visión
facial. Hace más de 200 años, Erasmus Darwin, el abuelo de Charles Darwin, relató la visita de un amigo suyo que era ciego, llamado
Justice Fielding. “Entró en mi cuarto por primera vez y, tras unas pocas palabras, dijo: ‘Esta habitación mide unos 7 metros de largo,
6 de ancho y 4 de alto’; dicha información la pudo deducir, con bastante precisión, ayudándose solo de su oído”.
Los animales, terrestres o no terrestres, también usan la ecolocalización. El murciélago, por ejemplo, emite una onda sonora muy
aguda y capta los ecos provenientes de cualquier obstáculo, que pueden ser tan delgados como un cabello humano.

El oído humano es un mecanismo asombroso


Aunque sus partes operativas internas ocupan unos 2 centímetros cúbicos, puede distinguir de 300,000 a 400,000 variaciones de tono
e intensidad. El ruido más fuerte que puede tolerar es un billón de veces más intenso que el sonido más tenue que capta: la caída del
proverbial alfiler.
Cuando los tímpanos vibran en respuesta al sonido, los pequeños estribos en forma de pistón que están presentes en el oído medio
amplifican las vibraciones. Este movimiento se transfiere a la cámara del oído interno, el caracol (también conocida como cóclea), que
está llena de líquido y contiene unos 30,000 cilios, diminutas estructuras celulares en forma de vellos.
Estas fibras están hechas para doblarse dependiendo de la frecuencia de la vibración: las más cortas responden a longitudes de onda
más altas, que generan sonidos agudos, y las más largas a las bajas, que producen los graves. Este movimiento se traduce en impulsos
nerviosos que se envían al cerebro, el que, a su vez, y de alguna manera, “oye”.

El sonido que percibes con más frecuencia y con mayor interés es el de tu propia voz. Lo escuchas debido a la vibración del aire que
llega a los tímpanos y también a la conducción ósea, vibraciones transmitidas directamente al oído interno a través del cráneo. Cuando
masticas un tallo de apio, el fuerte crujido proviene principalmente de la conducción ósea.

Esta explica por qué apenas reconocemos nuestra voz en una grabación. Muchos de los tonos de baja frecuencia que dan resonancia
y fuerza a nuestra voz cuando la percibimos, llegan al oído a través del cráneo y desaparecen en una grabación; por eso nuestras
voces nos parecen agudas y débiles.

Por desgracia, es posible que la audición se atrofie aún más en el futuro, a medida que la civilización se vuelva más frenética. Cuando
pasan muchas cosas, aprendemos a ignorar la mayor parte del sonido que nos rodea, lo que significa que también nos perdemos de
mucho que podría darnos placer e información. Lástima, porque hay una gran sabiduría en saber escuchar.

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