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LEGADO LICANO
LIBRO UNO
VERONICA SINGER
LEGADO LICANO - PRESA
Veronica Singer
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E l problema con salir del bar enfadada era que no tenía otro destino en
mente. Me quedé parada en la acera, moviendo el pie, intentando
mantener a la perra controlada. Quería ser liberada, libre de esta
metrópolis de acero y concreto. Ambas añorábamos el valle fresco de
bosques verdes y las cacerías con la manada.
Girando al azar hacia la izquierda, caminé rápidamente para alejarme
del bar. Casi ni noté que la perra tomó una muestrario de la combinación de
olores que representaba este lugar de la ciudad. Con eso, podríamos siempre
encontrar el camino de regreso. A veces me parece que es más inteligente
que yo.
Mi merodeo azaroso me trajo al Cruce Roppongi, una de las áreas
turísticas más grandes de Tokio. Sentí un golpe de hambre y podía escuchar
mi estómago rugiendo. Vi carteles de restaurantes de estilo estadounidense:
Outback Steakhouse, Wendy’s y un TGIF. Estaba lista para ir a Outback; un
bistec poco cocido calmaría a la perra. Entonces un nuevo olor, traído en la
brisa, hizo que mi estómago rugiera aún más fuerte—un olor que trajo
recuerdos de cordero tibio como la sangre en pincho, condimentado y
cortado y servido en enormes pilas de carne en panes de pita.
Seguí a mi nariz por la calle que corría desde la intersección del Cruce
Roppongi hasta que encontré una hilera de tres locales de shawarma. A
diferencia de los locales amigables con los hombres lobo que recordaba de
los EEUU, estas tenían carnes completamente cocidas. Recordé algo acerca
de que las leyes musulmanas prohibían el consumo de carnes crudas o
sangrantes, así que estos no eran las suculentas fetas de cordero, llenas de
sangre, que recordaba. Pero a la perra no le importaba; ella solo quería
tragar bocanadas llenas de carne condimentada.
El local era minúsculo, con solo un par de mesas. Coloqué mi cartera
sobre una mesa para marcar mi lugar y caminé hasta el mostrador para
ordenar. El empleado no era japonés, sino un hombre de Medio Oriente que
hablaba el inglés con acento. Ignoré su comportamiento coquetero y ordené
tres porciones del especial.
—¿Esperas amigos? —preguntó.
—No, ¿por qué? —dije mientras tomaba la bandeja llena de comida.
Me miró sorprendido por la cantidad de comida que tenía en la bandeja,
observó mi cara de «no jodas conmigo», e hizo cambio en silencio.
La carne estaba deliciosa y el primer plato desapareció rápidamente.
Mientras comenzaba con el segundo plato, un trío de mujeres occidentales
entró a comer algo ligero. Estaban vestidas con ropa de chica fiestera:
faldas cortas, tops reveladores, y tacones—muy similar a mi atuendo.
Fui recipiente del clásico «vistazo» que utilizan las mujeres para
juzgarse las unas a las otras. Es gracioso pensar que nunca noté esta
característica hasta después de mi cambio, cuando descubrí que la dinámica
de jerarquía de la manada era extrañamente similar.
—Hola —dijo la rubia mientras bebía Coca-Cola de un vaso descartable
—. ¿Es la primera vez que estás en Tokio?
Ahora que la perra había sido alimentada, me sentía segura quitándome
las gafas de sol para parecer amigable. Le sonreí a la mujer y dije —Sí.
Acabo de llegar hace unos días.
—Es un lugar maravilloso —dijo, sentándose en la silla delante de mí
—. ¿Dónde has estado?
—Solo en algunos restaurantes y bares pequeños —dije.
—¿Ninguna de las atracciones turísticas grandes? —preguntó—. ¿Torre
de Tokio, Torre Mori, Disney de Tokio?
La idea de pensar en visitar las trampas para turistas me hacía rechinar
los dientes. —No me atraen las cosas turísticas. Soy más bien una chica de
clubes.
Se rió, revelando empastes plateados en sus muelas. Recordé a un
compañero de manada, originalmente de Rusia, quien había
agradecidamente expulsado varias muelas así en su primer cambio. Dmitri
se movió rápidamente entre los rangos para volverse uno de los tenientes de
mayor confianza para Raymond. Los dientes y su olor, tan similar al de
Dmitri, me dijeron de dónde era.
—Entonces… —dijo la mujer, mirando mis tres platos con una sonrisa
—¿Eres estadounidense?
—Sí —respondí, desplegando mi sonrisa perfecta—. Apuesto a que eres
rus— me detuve, recordando las charlas de Dmitri acerca de cómo no todo
ese continente era ruso—. ¿De Europa Occidental, verdad?
—«Da» —dijo, estirando la mano—. Me llamo Tatiana. —Noté que aún
no me había dicho de dónde era.
Tomé su mano, con cuidado de no apretar demasiado fuerte. —Me
llamo Luna. Es un placer conocerte.
—¿Así que pudiste notar por mi acento de dónde vengo? —preguntó
Tatiana.
—No —dije —, tu inglés es perfecto. Solo adiviné—. Recordé varios
incidentes pronto después de mi cambio, donde revelar demasiada
información había causado problemas: simplemente porque una mujer
huela embarazada, no quiere decir que se quiera enterar de la noticia de
parte de una extraña. Si Tatiana quería mantener secretos, no era asunto
mío.
Las amigas de Tatiana la estaban llamando y ella les hizo seña de que
esperaran un momento. —Debo irme. Quizás te veamos de nuevo —dijo.
—Ha sido un placer —dije, tomando mi tenedor para atacar el tercer
plato.
En la puerta, Tatiana dudó por un segundo, y se dio la vuelta. De
adentro de su bolso, sacó una tarjeta profesional y la colocó sobre la mesa.
Dejé mi tenedor y tomé la tarjeta. En el frente tenía el nombre de un bar:
Reverb. Dando vuelta la tarjeta, vi una dirección escrita en japonés. Era
similar a la tarjeta que me habían dado en el hotel para encontrar mi camino
de regreso.
—Si te gustan los bares —dijo Tatiana —, estaremos allí más tarde esta
noche. Dale la tarjeta a un taximetrista y te llevará.
—Gracias —dije, colocando la tarjeta dentro de mi cartera—. Quizás
pase a revisarlo.
Mirando mi cartera a mi lado, Tatiana dijo —Tokio es muy seguro,
incluso para las chicas solteras. Pero quizás quieras cuidar tu cartera en
Roppongi.
Tuve que reírme de la idea de que alguien pudiera moverse lo
suficientemente rápido como para quitarle una cartera a mi perra. —Gracias
por el consejo. Tendré cuidado.
Aunque la carne se había enfriado, igual me terminé hasta el último
bocado, para sorpresa del empleado. Pasé unos minutos bebiendo mi Coca-
Cola antes de decidir caminar por Roppongi. Mirando hacia mi izquierda al
salir del restaurante, pude ver la Torre de Tokio, una imitación de la Torre
Eiffel. Esta noche, estaba iluminada con luces blancas, haciendo que fuera
visible desde casi cualquier punto de Tokio. Giré a la derecha, hacia el
puente del Cruce de Roppongi, luego a la izquierda hacia la Avenida
Roppongi Dori.
Caminé por la Avenida Roppongi Dori, sorprendida por la gran
vitalidad del área. La calle estaba llena de vehículos que mi mente insistía
que estaban conduciendo por el lado equivocado de la calle, así como
multitudes de personas de alrededor del mundo. Sentía el olor de japoneses,
chinos, estadounidenses, incluso algunos rusos como Tatiana. Aprender a
separar los olores me tomaría un rato.
Me detuve en varios bares en el camino, intentando encontrar mi nueva
bebida favorita, umeboshi sour. Desafortunadamente, el mejor de la noche
seguía siendo el primero, en aquel bar sobrenatural. Bueno, no iba a volver
a ese lugar solo por una bebida. La perra y yo habíamos pasado años
evitando la magia y a los magos. Incluso si el lugar era aceptante con los
cambiantes, tenía demasiados magos para mi gusto.
En el primer bar tuve que rechazar a un joven estadounidense que
intentó insistir en comprarme un trago. Tenía cabello corto y un cuerpo
impresionante para ser un humano sencillo.
—Hola —dijo con una sonrisa amigable mientras se acomodaba en el
banco de al lado del mío—. Me llamo Randy. ¿Puedo comprarte un trago?
—Su aliento indicaba que ya había bebido demasiados.
Quedé tentada por un momento, porque los tragos en Tokio eran muy
caros y no sabía cuánto me durarían los fondos. Sin embargo, la perra lo
olió una vez y lo declaró poco fiable. Ella es mejor para juzgar a las
personas que yo.
—Oh —dije haciéndome la tonta—. Realmente lo aprecio, Randy. Pero
tengo que encontrarme con mi novio.— Le hice cara de arrepentida y me
bajé del banco.
Cometió el error de tomarme del brazo, lo cual casi le significa una
clavícula rota. Tiró de mí, sin moverme siquiera un poco, mientras le decía
—Suéltame, por favor.
Estaba en el punto de ebriedad donde solo se puede manejar un
pensamiento a la vez. Continuó tirando de mi brazo, haciendo esfuerzo
hasta que su bicep se resaltó.
A medida que su cara se tornaba cada vez más roja, me estiré y coloqué
mi mano sobre la de él, preparándome para romper varios dedos. Al
sentirme tocarlo, sacudió la cabeza y de golpe me soltó. Se frotó el bicep
con la mano izquierda por un momento antes de decir —Lo siento, pensaba
que te ibas a caer.
—No, estoy bien —dije—. Gracias por ayudarme. Ahora debo ir a
encontrarme con mi novio—. Vi el proceso mental en sus ojos, cómo los
mundanos explicaban lo sobrenatural. «Esa mujer no puede haberme
ganado en una pulseada. Debe haber estado por tropezar, y atrapé todo su
peso en un brazo. Por eso me duele el brazo».
Antes de que pudiera decir algo más, yo ya había salido por la puerta y
estaba caminando por la acera.
Varias veces durante mi caminata, sentí el ligero aroma de otros
cambiantes y sobrenaturales: una chica con cara de zorro vestida con estilo
gótico, una mujer increíblemente hermosa con un vestido de seda carmesí
que olía a sangre humana y arañas, hombres con olor reptiliano con cabezas
que tenían una hendidura con forma de recipiente arriba del todo. Cada vez
que ocurría, cuando parpadeaba, la persona se había ido.
Pasé por otros dos bares más en Roppongi. en cada caso, el persistente
Randy me acechó. La primera vez fue tierna, la segunda, molesta. La loba
se estaba comenzando a enojar, lo cual terminaría mal para Randy.
No me preocupaba que un humano me lastimara. Pero el recuerdo de
cómo Dmitri y Thomas, mis antiguos compañeros de manada, habían
manejado situaciones similares en el pasado, me hizo añorar su compañía.
Una mirada feroz con un —Deja a mi hermana en paz —gruñido en voz
baja, y hasta el humano más malvado se alejaba con la cola entre las patas.
Entonces, Randy no me preocupaba, pero sí me hacía sentir nostalgia
por mi manada. Malditos humanos.
Cuando capté su olor en el tercer bar, supe que tenía que irme de
Roppongi. Como mi espalda daba hacia la puerta, él no sabía que lo podía
sentir. Cuando dio unos pasos para quedar detrás de mí, listo para
sorprenderme con la «coincidencia» de que nos gustaban los mismos
lugares, giré rápidamente y lo golpeé con el codo en el plexo solar. Se
redobló, habiendo quedado sin aire, y antes de que pudiera enderezarse, yo
ya había salido por la puerta y estaba haciéndole señas a un taxi.
El taxi se detuvo y se abrió de golpe la puerta trasera. Me deslicé dentro
de él, asombrada por la limpieza en comparación con los taxis de los
EEUU. Me estiré para cerrar la puerta, pero el conductor dijo —No, no, yo
cierro—. Lo vi tirar de una palanca. Cuando la puerta se cerró fuertemente
de golpe, noté un minúsculo cartel en la puerta que decía, en inglés, «El
operador cerrará la puerta».
Tomé una tarjeta de dentro de mi cartera, con las intenciones de volver a
mi hotel, y entonces noté que la tarjeta que tenía era la que Tatiana me había
dado para el bar. Qué diablos. Estaba huyendo de Roppongi, el Pentagram
Pub, y el molesto Randy, y no estaba lista para terminar la noche aún.
Diez minutos y casi dos mil yenes después, estaba afuera de otro club.
Con más precaución ahora, olí cuidadosamente antes de entrar. No podía
sentir a ningún cambiante en el área, pero había ligeras trazas de que el
ozono oliera a magia. No me gusta la magia (ni los magos), pero los
abalorios y amuletos son bastante comunes. Son llamativos como para que
una chica no pueda evitarlos.
A diferencia del bar de cambiantes, este lugar no tenía escaleras, solo un
corredor corto hasta el piso principal. El portero estaba sentado detrás de un
escritorio minúsculo en el pasillo. Me miró, confundido, cuando atravesé la
puerta. Una breve olfateada me demostró que era humano y mi loba interna
susurró «Presa».
En cambio, él me observó con cuidado. —¿Necesitas ayuda?—
preguntó, poniéndose de pie para interponerse en mi camino.
Esta era una experiencia nueva para mí. Nunca se me había negado el
ingreso a un bar antes, y ahora eran dos en una noche. Supongo que las
botas hasta los muslos no eran lo suyo. «Juega» susurró la perra, y me tomó
un momento lograr calmarla. No podía soltarme con los hombres aquí,
aunque sería muy divertido.
—Estoy buscando a mi amiga, Tatiana —dije. Buscando dentro de mi
cartera, saqué la tarjeta que me había dado y se la mostré.
De repente, sonrió y dio un paso al costado. —Bienvenida, por favor
pasa. Tatiana está en la mesa cinco.
Me adentré en el área principal, donde varias mesas estaban organizadas
alrededor y mirando hacia un pequeño escenario. La ubicación del monitor
y micrófono indicaba que era un bar de karaoke, pero nadie estaba
cantando.
Las luces estaban bajas, pero eso no era un problema para mí;
simplemente cambié al modo de visión nocturna en blanco y negro que
utilizan los lobos. Incluso antes de poder ver los números de las mesas,
pude sentir el olor de Tatiana y me moví hacia ella.
Estaba sentada en una mesa pequeña con una mujer japonesa y un
hombre japonés. El hombre estaba vestido con un traje negro del estilo de
los años 50s, con una camisa blanca y una corbata angosta. A primera vista,
su calzado mostraba un par caro de botas cortas de punta fina de cuero
negro y brillante.
Había algo en el hombre que perturbaba a mi loba. Generalmente, puede
ubicar la posición de un humano en un instante. Con este hombre, titubeó.
Olía humano, con el más ligero toque de algo diferente. Me tomó un
momento recordarlo, pero tuve un recuerdo de nuestras visitas a bares de
motociclistas. El olor adicional era tinta para tatuajes. Al observarlo más de
cerca, pude notar que la tinta para tatuajes estaba mezclada con magia.
Tatiana saltó con un chillido. —¡Lunyah! Viniste. Es genial verte —me
abrazó y dio ese beso en la mejilla de estilo europeo. Miró a su compañero,
quien asintió muy levemente, antes de continuar —Por favor, siéntate con
nosotros.
Tomando su lugar en la mesa nuevamente, Tatiana continuó
conversando —Este es mi amigo, Ono-san.
Ono-san tenía los ojos más negros que alguna vez hubiera visto en un
humano. Su breve saludo asintiendo con la cabeza fue el único movimiento
que hizo. De lo contrario, estaba quieto como una estatua. Me tomó un
momento para darme cuenta de que me estaba evaluando a mí de la misma
manera que mi loba juzgaba a la gente, intentando ubicarme dentro de su
jerarquía. Estaba lista para bajarme las gafas y mostrarle lo que estaba
enfrentando, pero una breve mirada por el bar, lleno de hombres con ropas
similares, hizo que reevaluara. Tener una pelea con un ciudadano japonés
durante mi primera semana en la ciudad solo daría lugar a complicaciones.
Pesarosa, apisoné la loba hasta que estuve segura que no se vería en mis
ojos, sonreí, y me quité las gafas. Justo antes de que desterrara a la perra al
fondo de mi mente, me dio su juicio de Ono-san. «Depredador» susurró con
respeto reticiente.
«Hajimemashite» dijo él, asintiendo ligeramente la cabeza.
La mujer japonesa tradujo —Ono-san dice que está encantado de
conocerte.
Se produjo y colocó una copa de champaña fresca delante de mí. La
mujer primero recargó la copa de Ono-san, y luego llenó la mía.
Con una sonrisa que no le llegó a los ojos, Ono-san levantó la copa en
gesto de brindis. Todos bebimos con él. La champaña era barata, no muy
dulce, y no era realmente de mi gusto. Prefería los tragos más amargos.
Tatiana conversaba lo suficiente como para dos personas; parecía que su
tarea principal aquí era entretener a Ono-san con halagos. La mujer
japonesa continuaba recargando nuestras copas.
Después de cerca de treinta minutos, comencé a sentirme alerta. No
podía darme cuenta de qué era exactamente, pero algo simplemente se
sentía mal. Cuando miraba a los demás invitados, ninguno me devolvía la
mirada. Incluso con mi sonrisa y mirada más invitante, solo me daban un
vistazo y miraban en otra dirección. Solo me tomó un par de evaluaciones
para que me diera cuenta de que Ono-san los aterraba.
Unos minutos más y comencé a ponerme más alerta. Tomó otro minuto
para que ubicara la fuente de la ansiedad. En todos los bares de los EEUU
que había estado, mi audición sensible de loba había podido aislar cualquier
conversación acerca de mí. Esto, en varias ocasiones, me había dado
suficiente advertencia como para evitarme problemas. Aquí, donde todos
hablaban en un idioma extranjero, no tenía forma de darme cuenta de qué
estaban planeando.
Me tomé un minuto para utilizar el minúsculo baño para prepararme
para irme. Cuando regresé, me habían recargado la copa de champán. La
levanté y estaba lista para tener mi último trago cuando atrapé el olor de la
droga. La loba instantáneamente comenzó a arañar las puertas de su jaula,
entusiasmada por atacar a cualquier imbécil que intentara drogarnos.
Con todo mi autocontrol, puse nuevamente la copa sobre la mesa y
saqué mis gafas oscuras de adentro de mi cartera. Con los ojos seguramente
ocultos, dejé a la perra salir lo suficiente como para aumentar mis sentidos,
fuerza, y velocidad.
—¡Wow! Qué tarde es —dije—. Debo volver al hotel. Tengo un tour
que parte mañana temprano. Ono-san, gracias por los tragos. Tatiana, te veo
por allí.
En el pasillo, el portero estaba obstruyendo mi camino, mostrándome un
papel impreso. —Pagas ahora —dijo.
¿En serio? ¿Estos imbéciles no lograron drogarme así que ahora
intentan estafarme? «Mátalos a todos susurró la loba». Estaba tentada a
estar de acuerdo con ella. Miré el recibo, sorprendida por la cantidad de
ceros. ¿Cuánto sumaba, cerca de ¥100.000? Quito dos ceros para
aproximar… ¿Mil malditos dólares por champaña con drogas?
Antes de que pudiera pensarlo, tenía la mano derecha envuelta alrededor
de la corbata y el cuello del hombre, levantándolo del piso con su espalda
contra la pared. Sentí cómo mi mano cambiaba, volviéndose más fuerte,
mis uñas extendiéndose y rasgando la tela. «Maldición, eso arruinará mi
manicura».
La idea pedestre de arruinar mi esmalte de uñas me tranquilizó. Bajé al
hombre con un gruñido. Mientras caía al suelo, pude ver cómo sus
recuerdos se reorganizaban para salvar su autoestima. Sí, debió haberse
tropezado y lo tomé para ayudarlo mientras se deslizaba contra la pared. Por
eso toma un gran daño llegarles a los normales; siempre rechazan cualquier
cosa fuera de su experiencia. Sentí cómo mis uñas cambiaban nuevamente a
ser humanas, sin el esmalte.
—Pagas ahora —repitió, pasando sus manos por su camisa y corbata
desechas—. Pagas ahora o trabajas aquí para Ono-san.
Mi loba estaba lista para matar, pero la mitad humana tendría que vivir
con los resultados. Tomé de adentro de mi bolso todos mis yenes. Tenía más
de cien mil yenes aquí; eso estaba supuesto a durarme varias semanas.
Dejando el dinero sobre el escritorio minúsculo, bajé entonces mis gafas
para que él pudiera ver cuán cerca de la superficie estaba mi monstruo. Él
quizás podría reorganizar sus recuerdos superficiales para olvidar, pero iba
a soñar con ser presa durante mucho tiempo.
Armando mi más dulce tono sureño, dije —Asegúrate de contarle a
Ono-san cuánto disfruté de su hospitalidad—. Giré hacia la puerta y allí me
di la vuelta con un impulso irresistible—. Y asegúrate de decirle que si
intenta venir a por mí por más dinero, se lo meteré en el culo.
D E V U E LTA E N E L P E NTA G R A M
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Diez días después, volví al mismo lugar sobre la autopista. Hacía frío en la
oscuridad previa al amanecer, pero volví a forma humana de nuevo. Por
supuesto, Mason ya se había ido hacía mucho tiempo. Los malditos magos,
tan poco fiables. Y el bastardo me había infectado con algún tipo de virus
que me había vuelto sensible a la magia. Como si ser mujer lobo no fuese
suficiente estrés en la vida de una chica.
Mi ropa destrozada se había volado, junto con cualquier esperanza de
volver a usarla.
En la distancia, aparecieron las luces de un auto. Lo consideré por un
momento. Una mujer desnuda solicitando un aventón de noche generaría
muchas preguntas. Pero levanté las manos de todas formas.
Antes de que el auto entrara al rango de visión de los ojos humanos,
tuve otro de esos destellos mágicos. El auto distante fue cubierto por un
brillo rojo enfermizo que hizo que sintiera escalofríos. Me tiré hacia el
costado, caí por la pendiente, y me oculté hasta que el auto terminara de
pasar. No estaba segura de por qué había hecho eso hasta que la brisa me
trajo el olor de los ocupantes del auto. Mi loba interna retrocedió, asqueada.
«No gente amable» juzgó. El tipo de gente que estaría feliz de «ayudar» a
una mujer desnuda en medio de la nada. Así que quizás esto de la magia no
estaba tan mal si me ayudaba a evitar tener que matar a algunos humanos.
Me agaché y olfateé. ¡Allí! El más suave rastro del maldito mago. Sin
saber exactamente por qué, cambié de nuevo a loba y comencé a trotar por
la ruta en la dirección en la cual había conducido Mason.
El trote sin cansancio de la loba me trajo cerca de quince millas en la
siguiente hora, con el olor de Mason creciendo lentamente con cada milla.
Por supuesto, si se había mantenido conduciendo, podría estar en cualquier
lugar de los Estados Unidos ahora. Aunque yo era fuerte, rápida, y ruda,
igual no podía asemejar la velocidad de un auto en la interestatal. Mi
humana medio vacilaba con respecto a la poca fiabilidad de los magos y la
esperanza de que Mason fuera diferente. La loba ignoró el debate interno y
continuó avanzando.
Las luces del siguiente pueblo aparecieron en el horizonte, cerca de dos
millas de distancia. Me alejé de la autopista y troté por una calle secundaria.
Un humano podría haber leído los carteles, pero la loba los ignoró,
impulsada únicamente por el olor y la audición. Me desconecté de la
travesía, dejando que la loba encontrara su camino. Cuanto antes se diera
cuenta de que Mason se había ido, antes podríamos continuar con nuestras
vidas.
Dejar que la loba condujera era como cerrar los ojos y caminar dormida.
La siguiente vez que estuve consciente, estábamos en el estacionamiento de
un motel, trotando felizmente alrededor de un auto familiar. Resistí el
impulso de marcar el auto, y en su lugar olfateé la puerta de la habitación
más cerca del auto.
Una larga olfateada debajo de la puerta reveló un olor que hizo que mi
corazón se acelerara. Luché contra el impulso de arañar la puerta. Estaba
aquí. Pero, ¿y qué? No nos había abandonado esta vez, pero, ¿qué tal la
próxima?
Mentalmente tiré de la loba, instándola a que dejara a este hombre atrás,
pero en lugar de venir, dejó escapar un pequeño quejido. «Shh», exhorté.
De todas formas, él no pudo haberlo escuchado. La loba se alejó de la
puerta lentamente.
La puerta se abrió de golpe, revelando a un Mason sin remera—. Hola,
Luna —dijo—, tengo pizza. ¿Quieres entrar?
La traidora loba dio un salto adentro, sacudiendo la cola como un
maldito cachorro. Olfateó sus manos y entrepierna, regocijándose en su
olor. Él alejó su cabeza—. Luna, por favor. Solo tu otra mitad puede hacer
eso.
Maldito mago bromista. Cambié a humana, me puse de pie, y coloqué
mis manos en mis caderas—. ¡Mi mitad humana definitivamente no
olfateará tu entrepierna pronto! —dijo.
—Entonces —dijo—, ¿hay chances de que sí después?
Tuve que volver a reproducir la conversación en mi cabeza. ¿En serio le
había dicho «pronto»?
—Bastardo —murmuré, entonces me deslicé entre sus brazos.
Acariciando su cuello con mi cara para obtener más de su olor hacía que
corrieran cosquillas calientes por mi espalda. Si mi forma humana tuviera
una cola, estaría sacudiéndola.
Miré hacia su cara, notando que la mayoría de las arrugas había
desaparecido y que el cabello rubio ahora solo tenía mechones blancos.
Acarició la parte de atrás de mi cabeza, tomándola en su palma y
trayendo mis labios cerca de los de él, sensible a cualquier señal de duda.
Sus labios eran suaves y podía sentir el ligerísimo cosquilleo de magia que
corría por su cuerpo mientras nos besábamos.
Luego de un largo, largo rato que pareció muy corto, se alejó y dijo—
Nuestras vidas acaban de volverse más complicadas. —Su pulgar derecho
estaba haciendo círculos en mi pezón izquierdo, enviando cosquilleos
cálidos por todo mi cuerpo.
Estaba lista para acercarme cuando miré hacia su mano y noté el estado
de mi cuerpo. Estaba sucia, mis piernas estaban velludas, y apostaba a que
mi aliento olía a cadáver de conejo. Aunque a Mason parecía no molestarle,
necesitaba higienizarme.
—Por favor —dije, cuando su mano se estiró hacia abajo para acariciar
mi espalda baja.
—No lo hagas —susurré cuando su mano derecha se deslizó hacia abajo
y a mi alrededor para unirse con la izquierda en la caricia.
—Detente —dije, alejándolo con manos temblorosas—. Necesito
higienizarme y vestirme.
Esperaba enojo, como cuando había rechazado a Raymond. En su lugar,
se alejó y cruzó los brazos. Inclinó la cabeza y sonrió—. No es problema.
Tenemos todo el tiempo del mundo.
Respiré profundo y recuperé el autocontrol. De repente, sentí vergüenza
por mi desnudez. Mirando hacia la esquina, vi que Mason había traído todas
mis compras. Hice un gesto de «date la vuelta» cuando noté su mirada.
Levantó una ceja, pero cumplió.
Caminé hacia las bolsas y comencé a revisar. ¿Dónde estaba el cepillo?
Oh, Dios, allí estaba el cepillo dental que tan desesperadamente necesitaba.
Mi jabón y champú estaban empacados en un kit minúsculo, el cual tomé.
Mientras entraba al baño con mis cosas, dije— Saldré en unos minutos.
Tenemos mucho de qué hablar.
—¿Solo hablar?
Ignorando su pregunta, cerré la puerta. Por primera vez, mi loba no
estaba nerviosa con una puerta cerrada. Le presenté una pregunta a mi alter-
ego. Me presentó una imagen de Mason, con orejas y cola, haciendo
guardia afuera de la puerta, protegiéndonos. ¿Confiaba en Mason lo
suficiente como para dejarlo hacer guardia?
Sacudí la cabeza ante su cambio de actitud, y proseguí con mi ducha.
Deleitándome en el agua caliente y la sensación de las burbujas lujosas en
mi cabello, reflexioné acerca de las diferencias entre mis estados. Por un
lado, me encantaba el fresco bosque, cubierto por sombras, con arroyos
fríos y claros cálidos. Por el otro lado, me encantaba el lujo de un baño
completamente asignado.
Enjuagándome en la ducha, debatí sobre cuán suave debía estar.
Habíamos hablado de bailarinas exóticas. ¿Esperaba que estuviera así de
calva? Mi loba olfateó en tono de burla. Sí, estaba cavilando acerca de esto.
Simplemente iría con mi acicalamiento normal.
De acuerdo, axilas y piernas: completamente suaves. Otras áreas: vello
mínimo, estilo como para traje de baño, pero no como para tanga. Terminé
por cepillar mis dientes cuidadosamente, y secar y cepillar mi cabello.
Mientras me cepillaba el cabello, noté mis uñas. Seguía usando el
esmalte de uñas mágico de Mason. ¿Qué color debería usar? ¿Rojo
brillante? No, demasiado distrayente. ¿Qué tal un rosa pálido? De acuerdo.
Envolviendo una toalla alrededor de mi cuerpo, salí del baño. Mason
estaba sentado de piernas cruzadas sobre la cama, con rizos de magia del
ambiente circulando alrededor de su forma. Cuando me notó, los rizos
fluyeron hacia su pecho. Se veía incluso más joven que cuando había
abierto la puerta, casi con su apariencia de Tokio.
El olor a pizza caliente llenaba la habitación y sentí cómo se me hacía
agua la boca. Mason me vio tragar y preguntó— ¿Tienes hambre?
—Sí —dije—. Siempre.
Se levantó de la cama de un salto y caminó hasta la mesa, que tenía una
pila de cajas de pizza. Abriendo la caja de arriba del todo envió más del
olor delicioso por toda la habitación. El único conejo que había cazado y
comido crudo hacía dos días se desvaneció de mi memoria.
Mason gesticuló hacia una silla en la mesa minúscula y sacó otra para sí
mismo. Tomé un trozo de masuda delicia y comencé a comer.
Media pizza después, me detuve a beber agua. Mason había mantenido
el paso y estaba terminando el último trozo mientras yo bebía.
Terminando su último bocado, cerró la caja, levantó las manos, e hizo
un gesto. La caja de arriba del todo desapareció en un soplido de vapor. Los
patrones que utilizó para realizar el truco eran encantadores, y encontré que
mis manos intentaban imitar sus gestos.
—Espera —dijo—, ¡no hagas eso! Desintegrarás nuestra pizza.
Sorprendida, me di cuenta que había estado por hacer magia de verdad.
Teníamos mucho de qué hablar.
—¿Le agregaste magia a esas pizzas? —pregunté—. Nadie entrega tan
temprano en la mañana.
—Son pizzas mundanas —respondió—. Simplemente las «congelé» con
magia para que se mantuvieran frescas.
—Así que estos hechizos, los hechizos de «congelar» y «desintegrar»
—dije—, ¿solo funcionan con objetos inanimados?
Mirándome sorprendido, dijo— Es correcto. Hay otras restricciones.
Pero, sí, solo sirven para los objetos inanimados. ¿Cómo supiste?
—Si hubieras tenido un hechizo que hiciera que Raymond desapareciera
en un soplido de humo, ya lo habrías usado.
Segura y bien alimentada por primera vez en más de una semana, tuve
que luchar contra un bostezo. Demasiada información, demasiados
cambios, demasiada confusión.
Mason notó mi bostezo y se puso de pie— Me parece que necesitas
descansar. ¿Quieres tomar una siesta?
Viendo el sol de la mañana que entraba por las cortinas, de repente me
sentí exhausta. ¿Habíamos estado hablando tanto rato? La idea de
arrastrarme a la cama y dormir era irresistible.
—Quizás solo unos minutos —dije. Caminé hasta la cama y bajé los
cobertores. Tuve un momento de duda antes de quitarme la toalla, ¿acaso
Mason tomaría esto como una invitación? ¿Sería posible que rechazaría la
invitación? Mi loba resopló en tono de burla. Me quité la toalla y metí
debajo de los cobertores, con la sensación suave de las sábanas frescas
siendo un bálsamo para mi cuerpo.
Una mirada hacia Mason demostró que ni siquiera había notado mi
debate interno. Estaba mirando hacia el vacío, moviendo las manos como
un conductor de orquesta, construyendo algo con su magia, algo compuesto
por magia, sueños, y deseos. Deseaba poder seguir los pensamientos del
mago loco.
—¿Mason? —susurré—. ¿Quieres venir conmigo?
Se dio la vuelta y sonrió—. Más que nada —dijo—. Pero aún tengo que
terminar de trabajar en nuestras proyecciones. Toma tu siesta y hablaremos
cuando te levantes.
Ligeramente decepcionada, le pregunté a mi loba qué debíamos hacer.
Una vez más, envió esa extraña imagen de Mason, con orejas y cola,
haciendo guardia mientras descansábamos. Superada en votos, cerré los
ojos y caí en un estupor sin sueños.
Cuando desperté, eran más de las seis p.m. No fue sino hasta ese
momento que me di cuenta de l cansada que había estado. Los hombres
lobo tienen tremendas capacidades físicas, pero debíamos descansar y
recargar. Abrí los ojos y vi a Mason sentado en el suelo con esa posición
Zen que le gustaba, mirando hacia la puerta. Aunque su postura no cambió,
pude ver que sabía que yo estaba despierta.
—Buenos días, Bella Durmiente —bromeó—. ¿Tuviste una linda
siesta?
—Cenicienta, Bella Durmiente —dije—, decídete. —Mientras me
sentaba en la cama, cubriéndome con las sábanas, continué —Y para
responder a tu pregunta, fue una muy linda siesta.
Ojeé la distancia entre la cama y el baño, decidiendo si hacerla en ropa
interior o si envolver las sábanas alrededor de mi cuerpo, cuando vi que
Mason había dejado una bata de ducha al pie de la cama. Sabía que era
tonto preocuparme por la desnudez después de todo lo que habíamos
vivido, pero algunos hábitos son difíciles de olvidar. Tomé la bata y me la
deslicé encima mientras me ponía de pie.
Mason esperó a que estuviera cubierta antes de ponerse de pie y darse la
vuelta. Su sonrisa alegró mi corazón.
—¿Pudiste dormir? —pregunté.
—No realmente —dijo. —Los magos pueden pasar mucho tiempo sin
dormir.
Ante mi ceja levantada, continuó —Dormir en las tierras del crepúsculo
puede ser peligroso. Allí, los sueños de los magos son poderosos; las
pesadillas de los magos son terribles. Tenemos técnicas para posponer el
sueño.
¿Así que nunca duermen?— —pregunté. ¿Acaso no lo había visto
dormir antes?
—Oh, sí —dijo—. Me encanta dormir. Pero hasta que no se resuelva la
situación con Raymond, necesito mantenerlo al mínimo.
La idea de Raymond allí afuera aún, persiguiéndome, hizo que corriera
un escalofrío por mi espalda. De repente necesité usar el baño. Mientras
pasaba por la puerta del baño, dije— Tenemos mucho de qué hablar.
Después de una visita al baño que incluyó una ducha rápida y que me
cepillara los dientes, salí para encontrar que Mason estaba en la puerta,
aceptando más pizza de un repartidor.
Después de colocar las pizzas sobre la mesa, Mason preguntó— ¿Tienes
hambre?
La loba olió la comida y sacudió la cola. Yo solo asentí con la cabeza.
Mientras comíamos, discutimos magia. Algunas de las reglas no tenían
sentido, a algunas las entendí, y a otras solo la loba las entendió. Estas eran
todas cosas que los hombres lobo nunca discutían. Al ser resistentes a la
magia, la ignoramos como un pez ignoraría una lluvia de verano.
Mientras terminábamos la primera pizza, durante una discusión
particularmente extraña acerca de usar el aire como un arma, tuve que
pausar unos minutos para procesar mis pensamientos.
—¿Estás seguro de que necesito aprender esto?
—Sí —dijo—, aprender a protegerte es la única forma de evitar que la
magia te abrume. Ahora que estás sensibilizada ante la magia, no puedes
ignorarla.
—¿Así que el parpadeo comenzará nuevamente? —pregunté—. Estoy
cansada de la magia. Hace que me duela la cabeza y confunde a mi loba.
Abriendo la segunda pizza, una Amantes de la Carne Deluxe, Mason
dijo— Sí. Como estaba por decir antes de que salieras corriendo,
necesitarás aprender un poco de autodefensa mágica básica.
Ambos nos concentramos en comer por unos minutos antes de que yo
preguntara —¿Autodefensa? Quizás no necesite eso. No he visto las luces
desde que volví a mi forma. Y la loba no notó nada demasiado perturbador
mientras estuvimos cazando. Los hombres lobo están supuestos a ser
resistentes a la magia. —Tomando otro bocado, mastiqué y pensé, antes de
decir— Quizás lo de la magia puede ser ignorado.
Con una sacudida de la mano y una palabra susurrada, las paredes de la
habitación del motel cambió. Lo que antes había sido paredes pintadas de
beige ahora revelaron estar cubiertas con glifos y sigilos. Cada uno brillaba
en un color distinto del espectro, algunos en colores que estaban por fuera
del rango humano.
—Estamos en un área protegida —dijo—. Hice esto para mantener
fuera las influencias mágicas. No son tan buenos como los de mi
apartamento, pero siguen siendo bastante buenos.
Poniéndome de pie y dejando mi trozo de pizza, caminé hasta la puerta,
que era lo que tenía los diseños más elaborados. Inclinándome, examiné el
diseño. Comenzaba cerca de tres pies del suelo, y continuaba hasta abajo y
hacia el suelo. Tenía la extraña apariencia de uno de esos rompecabezas de
perspectiva de los libros para niños. Girando la cabeza de una manera u otra
traía una imagen completamente diferente. Estiré la mano y seguí el perfil
con mis dedos.
Un «ahem» murmurado de Mason y me di cuenta que había estado
exponiéndole mi trasero mientras me inclinaba con la bata corta. La loba lo
hubiese considerado una presentación para aparearse. Diablos, quizás yo
también.
Me puse de pie rápidamente y alisé la bata para que cubriera mi trasero.
Entonces me di la vuelta rápidamente para ver si Mason estaba mirando.
Mason estaba sentado allí con la cabeza en otra dirección, fingiendo como
si no hubiese visto nada. Lentamente tomó otro bocado de su pizza.
—¿Así que estos dibujos mantienen el juju malo afuera?
Sonrió ante mi terminología, pero asintió la cabeza—. También
previenen que nuestras energías mágicas se escurran hacia afuera y puedan
ser rastreadas.
Volví a la silla y me senté. Tomando otro trozo de pizza, tomé un
bocado antes de preguntar— ¿Nuestras energías mágicas? Yo no me siento
diferente. No siento estar emitiendo ninguna energía.
—Oh, pero lo estás —dijo—. Estás expulsando una gran cantidad de
energía.
Sonreí ante el cumplido, pero sus siguientes palabras quitaron la sonrisa
de mi cara—. Es por eso que serás plagada y atacada por diablillos y
demonios.
Dejando mi trozo de pizza a medio comer, dije— ¿Qué quieres decir
con eso? —Mi loba, alertada por la posibilidad de un ataque, se acercó más
a la superficie y pude sentir cómo mis ojos cambiaban—. ¿Acaso esto de la
magia es una maldición?
—No lo creo —dijo Mason—, añade a tu belleza. —Cambiando el tema
de la manera enfurecedora que lo había hecho, continuó— ¿Sabías que tus
ojos son azules sin importar si eres humana o loba? Solo el tono cambia.
—Sí —respondí bruscamente—. Lo sé. La mayoría de los lobos con
ojos azules los pierden al envejecer y se vuelven marrones o ámbar.
Volvamos al tema. ¿Esto de la magia es una maldición? —«¿Además me
volverá loca? Por supuesto».
—Brillar tan fuertemente te hace visible al mundo no visible —dijo—.
Hay muchas criaturas que desearían escalizarte o drenarte. Susurrarán
secretos en tus oídos, ofreciendo poder, halagos, y amenazas hasta que
sucumbas.
—¿Es por eso que todos los magos son locos? —pregunté.
Pareció ofenderse—. No todos nos volvemos locos —dijo—. Solo
aquellos que no son entrenados, son débiles de magia, o son mal heridos se
vuelven susceptibles a nuestros demonios.
—¿Así que existe la posibilidad? —pregunté bruscamente.
Reacio, asintió la cabeza antes de decir— Pero siempre y cuando estés
conmigo, bajo estas protecciones, no serás visible para ellos. De esa
manera…
«Siempre y cuando estés conmigo…» Sentí el collar fantasma alrededor
de mi cuello de nuevo. El enojo surgió y mis uñas crecieron— ¿Así que esta
protección mágica tuya solo es otro collar?
Me miró, incrédulo—. Claro que no. No te obligaré a quedarte. Te
ayudaré estableciendo protecciones y enseñándote cómo hacerlo por tu
cuenta. Tomará algunos días repasar los símbolos y rituales, pero deberías
de poder ir a cualquier lado después de eso.
Interrogué a mi loba; mi imagen mental de ella mostrándola sentada y
sacudiendo la cabeza. «¡Quieta!» ordenó, como si yo fuera la desobediente.
Maldición, estaba superada en números por Mason y mi alter-ego. Miré mis
uñas, respiré profundo, e hice que se retrajeran a tamaño de humano.
—Perdón por reaccionar de forma desproporcionada —dije—. Soy muy
sensible a las preguntas relacionadas con la salud mental. Con la loba, ya
soy bipolar. Añadir diablillos y demonios a la mezcla simplemente es
demasiado.
—¿La loba y tú no siempre están de acuerdo? —preguntó.
—Yo manejo las planificaciones; la loba maneja las cosas por instinto.
A veces hay conflictos.
—¿Qué te está diciendo la loba que hagas? —preguntó.
—Quieta —admití.
—¿Y qué quiere hacer la mitad humana de Luna? —preguntó mientras
se estiraba y tomaba mi mano. Se sentía tan bien ser tocada. Las voces
internas estaban en silencio.
Mordiéndome el labio, decidí. Por primera vez, la loba y yo estábamos
de acuerdo con nuestros sentimientos hacia un hombre.
Poniéndome de pie y moviéndome hacia su lado de la mesa, me deslicé
hacia su regazo.
—Me quedaré quieta —susurré.
ACARICIANDO A L A LOBA
En el auto, de camino hacia el hotel, tuve que preguntar— ¿Qué hace ese
collar?
—Redirige los impulsos de quien lo usa —dijo.
—¿Qué?
—Como un cinturón de seguridad o una armadura, protege a quien lo
usa de los choques repentinos —dijo—. Con esto alrededor de mi cuello,
podría saltar de un edificio de veinte pisos y sobreviviría a la caída.
Pensando en nuestra carrera en Tokio, lo recordé haciendo algo como
eso para detenerse.
—Te he visto redirigir el impulso sin ningún artilugio —dije.
—Esto es rápido, mucho más rápido —dijo—, es automático.
Cambiando de tema, pregunté— ¿De qué se trataba esa charla de «Cita
en Samarra»?
—La Dra. Patrizia tiene un toque de la Vista —dijo Mason—. A veces
puede ver el futuro. La historia de Samarra se trata de evitar el destino.
Entonces recordé la historia—algo acerca de un hombre que veía a la
Muerte, corriendo para evitarla, y después encontrando que el lugar a donde
había huido era dónde tenía la cita con la Muerte.
«¿Estamos listas para enfrentar a la muerte?» le pregunté a mi loba.
Resopló y me envió una imagen; una figura con una capa oscura
arrastrándose para alejarse de nosotras, usando sus manos de esqueleto,
mientras comíamos felices piernas huesudas. La muerte puede llegar, pero
le esperaba una gran lucha.
Llegamos al hotel en la tarde, y me di cuenta que estaba famélica. Las
galletas habían sido riquísimas, pero no muy llenadoras. Mi apetito había
sido arruinado por la preocupación por el demonio. Ahora que el pequeño
parásito se había ido, me sentía mucho mejor. Y hambrienta.
—Sabes, Mason —dije—. Realmente me gustó ese restaurante de
filetes. ¿Podemos comer allí de nuevo?
—Donde quieras, Luna —dijo. Tomó mi mano y sentí el cosquilleo de
la magia en su toque.
Caminamos juntos, tomados de la mano, con un futuro brillante por
delante de nosotros. Entonces vi un destello momentáneo y la mano de
Mason dejó la mía. Sentí cómo una mano enorme, con garras largas, se
envolvió alrededor de mi cuello desde atrás.
—Hola, Luna —dijo Raymond.— ¿Me extrañaste?
C ITA C O N R AY M O N D
R aymond me levantó del suelo con una sola mano, dejando mis pies
colgando por sobre la acera. Mis zapatos cayeron al suelo.
Lo escuché olfatear y luego resoplar—. ¡Apestas a ese mago! —
dijo—. Cuando regresemos al recinto, habrá que fregarte para eliminar ese
hedor.
Mi visión se estaba poniendo roja. Podía aguantar la respiración un
largo rato, pero eventualmente me desmayaría. Con mi visión mientras se
debilitaba, podía ver al mago mellizo restante dar un paso desde una portera
cercana. Así que así fue que el bastardo se había ocultado de mis sentidos
de loba.
Broté mis garras y llevé mis manos hacia atrás de mi cabeza para tomar
la muñeca de Raymond, enterrando las uñas profundamente. El problema
con estar colgando era que no tenía forma de impulsarme para alejarme.
Levanté mis rodillas hacia mi pecho, apoyada con los dos brazos en la
muñeca de Raymond, y pateé hacia atrás lo más fuerte que pude.
De premio recibí un «uff» de Raymond y su agarre se soltó. Me escurrí
y giré para encarar a mi enemigo. No se veía herido. Ni siquiera se veía
enojado. No había cicatrices ni heridas de nuestra última pelea. Diablos,
había hundido su cabeza, roto varios huesos, y sacado un ojo; ahora se veía
como si nada le hubiera ocurrido. ¿Qué tomaría detener a este bastardo?
Frotó su panza donde mis pies habían conectado y dijo— Atrevida. Me
gusta. Esto será divertido.
—Bastardo —dije—. Pateé tu trasero la última vez, y lo haré de nuevo.
Inclinó la cabeza y sonrió, mostrando una cantidad inhumana de dientes
—. Te subestimé, pensé que serías agradecida por mi bondad —dijo—. En
su lugar, me atacaste y mataste a Aaron.
Por sobre su hombro, podía ver dónde había aterrizado Mason sobre un
auto a unos cincuenta pies de distancia, aplastándolo—un impacto que
hubiera matado a cualquier humano y muchos hombres lobo. Entonces vi
que sus dedos se torcieron. ¡Estaba vivo! Tenía que mantener a Raymond
concentrado en mí.
Inicié el cambio a mi forma de loba, mi forma más fuerte. Mis garras
traseras se extendieron y mis colmillos se alargaron. Una sacudida de mi
cabeza y las gafas de sol salieron volando, revelando mis ojos lupinos. Pero
antes de que la transformación estuviera completa, Raymond utilizó su
control de alfa para detener mi cambio. «Maldición».
—Pateé tu trasero siendo humana la última vez —provoqué—. ¿No lo
recuerdas? Y esta vez no tienes a la Brigada A para que te ayude.
Lo vi mirar atrás mío y solo tuve la advertencia de un momento cuando
un relámpago chocó contra mi trasero desde mi derecha. Un remolino de
pensamientos pasó por mi mente. ¿Por qué no estaba muerta o
inconsciente? Entonces miré la estructura del rayo que me había golpeado.
La energía había sido derivada a un compartimento de almacenamiento
mental. El exceso se esparció por todo mi cuerpo, causando que cada vello
se pusiera de punta. ¿Cuándo había aprendido a absorber relámpagos?
Miré al mago, que tragó visiblemente—. Imbécil —dije—, arruinaste
mi peinado. —El mago vio el odio en mis ojos y dio un paso hacia atrás—.
¡El mejor de ustedes murió en Tokio! —gruñí y su cara se volvió pálida.
No era realmente ruda, solo quería mantener su atención enfocada en mí
mientras Mason luchaba por levantarse de dónde había caído.
Había sido rescatada por mis crecientes habilidades mágicas, las cuales
me permitían almacenar y redirigir el relámpago. Pero, ¿qué podría hacer
con este relámpago adicional? Estaba comenzando a doler, quemando en mi
mente, ansioso por escapar. ¿Se lo disparaba al maldito mago? No, él lo
había generado; probablemente estaba protegido. Levanté la mano izquierda
y electrocuté a Raymond, añadiendo mi propia energía al rayo. Sentí cómo
mi cabello cayó a la normalidad.
Se sacudió como un hombre al que acababan de electrocutar con una
pistola paralizante, pero se recuperó rápidamente. Maldición, tenía la
esperanza de volverlo una pila humeante de carne. Raymond no tenía
magia, pero el rayo no lo había matado. Nuestra resistencia loba natural
contra la magia y las lesiones lo estaba protegiendo.
El mago fue paralizado, aunque fuera por un segundo, y volví mi
atención a Raymond. Respiré profundo y el hedor a ozono del relámpago
quemó mi nariz, luego fue rápidamente alejado con el viento.
Ignoré al mago por el momento, concentrándome en el peligro mayor:
Raymond. Los dos estábamos en esa forma mitad humana, mitad lobo, la
mejor forma para pelear, combinando garras y colmillos de lobo con la
agilidad y planificación humana.
Intenté usar el truco con el esmalte de uñas mágico, obligándolo a
quedar invisible para ocultar el largo de mis garras. Arrinconando a
Raymond, manoteé hacia su cara con mi mano derecha, esperando arañarlo
con mis garras transparentes, mientras que mi mano surgía con un golpe
que lo hubiera destripado si hubiera conectado.
Pero él era demasiado inteligente como para caer con el mismo truco
dos veces. Lo esquivó y bloqueó mi golpe de la mano derecha y su mano
derecha golpeó la mía izquierda hacia un lado. Sus garras desgarraron a
través de mi vestido, dejando arañazos profundos en mi vientre.
«Maldición, otro vestido destruido».
Me mantuve cerca de Raymond, sabiendo que la única cosa que evitaba
que el maldito mago me electrocutara desde atrás era el hecho de que si lo
hacía también electrocutaría a Raymond.
Como antes, podía ver los movimientos que Raymond planificaba.
Como una imagen fantasma, podía notar lo que estaba por hacer.
Demasiado rápido como para que un humano reaccionara, pero estas
advertencias prescientes me permitían esquivar o bloquear la mayoría de los
golpes de Raymond.
Una parte distante de mi mente registró la ráfaga de golpes y bloqueos
como un estruendo continuo, ocurriendo demasiado rápido como para hacer
sonidos separados. También noté que los peatones se estaban alejando de
nuestra área, caminando en otra dirección calmadamente, aunque estábamos
haciendo más ruido que un choque de trenes. Más de los trucos de ese mago
para evitar revelarnos ante los mundanos.
Aunque igualaba a Raymond en velocidad, él era más fuerte. También
tenía acceso a la energía de una manada completa y no parecía estar
cansándose. Comencé a sentir los efectos de sus golpes, aunque era capaz
de desviar la mayoría de la energía.
Entonces noté que Raymond me estaba moviendo para girar mi lado
hacia el mago. Cuando su cuerpo estaba fuera del camino de la destrucción,
el mago podría desencadenar un hechizo sobre mí. Escuché al mago
comenzando a enunciar un encanto y sentí el cosquilleo de magia
aumentando. Era solo una cuestión de segundos antes de que fuera
electrocutada.
Raymond abruptamente dio un paso hacia atrás, dándole al mago lugar
para desencadenar su hechizo. El mago tenía ambas manos levantadas, con
los dedos torciéndose en direcciones imposibles, con palabras de poder
fluyendo de su boca, listo para desencadenar el infierno sobre mí.
Pero perdió el equilibrio por una ráfaga de viento tan fuerte que pareció
un sólido. El mago voló por los aires y se hubiera impactado contra el lado
de un edificio, pero logró detenerse. Giró y comenzó a acercarse a nosotros,
mirando fijo a su oponente.
Mason entró a nuestro rango de visión, brillando del poder, con los ojos
ardiendo del enojo. Aparentaba estar ileso, aunque su traje colgaba de su
cuerpo como harapos. Preparó otro hechizo de viento y se lo lanzó al mago,
solo para que el mago lo volviera una ligera brisa.
Raymond escupió— ¿Cómo sobrevivió a esa caída?
—Sobrevivió porque es mejor que tú —provoqué—, y ahora está
enojado. —Le envié un agradecimiento silencioso a la bruja curandera.
Raymond volvió su atención hacia mí de nuevo con una mirada
calculadora en sus ojos. Si pudiera sacarme de la pelea, él y el mago
podrían derrotar a Mason. Raymond presionó su ataque, los golpes y
arañazos viniendo mucho más rápido ahora. Incluso con la ventaja de saber
de dónde venía su próximo golpe, los mismos comenzaron a llegar.
Con una gran sorpresa, noté que Raymond ya no estaba luchando para
volverme su pareja; estaba luchando por matarme como rival. Quizás no
debía haberlo provocado tanto con lo de Mason.
Me hizo retroceder hacia una esquina. Necesitaba lugar para evitar sus
golpes, algo que ya no tenía. Necesitaba alejarme. Por sobre el hombro de
Raymond, vi a los dos magos tirando hechizos, ninguno realmente
afectando al otro. Parecía un empate.
Desesperada por hacer lugar, esperé el siguiente arañazo de Raymond.
En lugar de esquivar, me incliné hacia atrás. Las puntas de sus garras no
tocaron mis ojos por una distancia mínima. Mientras su mano continuó más
allá de su cara, tomé su muñeca con ambas manos con garras. Me levanté
con ambos pies, tirando de su brazo en simultáneo. Como resultado, mi
salto hacia arriba fue aumentado por el tire de su brazo. Levanté las piernas
lo más alto que pude, trayendo mis garras traseras hacia el ataque.
De repente mis pies con garras estaban en su cara, arañando hacia abajo.
Antes de que él pudiera reaccionar, utilicé el impulso logrado por hacer que
mis garras se enterraran en su cara para saltar por sobre su cabeza. Aterricé
cerca de diez pies detrás de él, cerca de Mason, y giré para ver si mis garras
habían hecho una diferencia.
Maldición. Le había errado a sus ojos, y las heridas ya estaban sanando.
Respiré profundo, lista para vadear nuevamente, cuando Mason hizo un
ruido. Eché un vistazo e intercambié una mirada con él. Él me miró y
después hacia el mago mientras asentía con la cabeza. Entonces miró a
Raymond y asintió nuevamente.
¿Qué diablos quería decir eso? Entonces se me ocurrió. Quería
intercambiar oponentes. ¿Acaso yo sería mejor luchando contra el mago?
¿Quién podría saberlo? Pero el emparejamiento actual no nos iba a permitir
ganar. Asentí una vez y salté hacia el mago.
En mi vida periférica, vi que Mason golpeó a Raymond con uno de esos
golpes de aire sólido, reventándolo contra el lado del edificio.
Arrinconando al mago, gruñí fuerte, enviando los sonidos subsónicos
que aterraban a los humanos. Vi el miedo en su cara, pero se recuperó lo
suficientemente rápido como para realizar un hechizo de escudo. Mis garras
se deslizaron por su escudo invisible. Re-enfoqué mis ojos y de repente
pude ver el escudo—una fina red de magia que servía para redistribuir
cualquier ataque dirigido hacia el mago.
Pero podía ver el patrón. A medida que cada uno de mis golpes daba
contra el escudo, podía ver el flujo de energía. La energía se acumulaba en
ciertos puntos, acumulándose con cada golpe. ¿Acaso podrían ser puntos
débiles? Golpeé contra él varias veces en un segundo, acumulando la
energía en esos puntos, y luego arañé con toda mi fuerza en el punto débil.
Su protección reventó como una burbuja de jabón. Sentí cómo mi boca
se transformaba en un hocico, lo mejor para desgarrar su garganta. Con un
manotazo desesperado, gesticuló nuevamente y sentí el cosquilleo que
ponía los pelos de punta que precedía un choque eléctrico.
El crujido de los relámpagos me ensordeció cuando un rayo golpeó el
suelo a mis pies. Sentí el cosquilleo de la magia en mi piel y supe que había
desviado el rayo en el último segundo. Pestañeé el eco del destello y mi
audición regresó mientras mi sanación impulsada por mi poder lobo se
activó.
El mago ahora estaba a unos diez pies de distancia. Revertí mi hocico a
forma humana para provocarlo.— El relámpago no funcionó la última vez,
y de nuevo no funcionará. —Di un paso hacia él.
Lanzó un hechizo y de repente sentí como si estuviera manoteando
dentro de arenas movedizas. ¿Algún tipo de hechizo que alteraba la
gravedad? Daba lo mismo; no era lo suficientemente fuerte como para
detenerme, solo ralentizarme. Di un paso más hacia él, luchando contra la
presión.
El ceño del mago se frunció en concentración y la presión aumentó,
ralentizándome incluso más. Redoblé mis esfuerzos y continué
moviéndome hacia él.
Estaba a solo unos pies de distancia, casi dentro del alcance de mis
garras. «Solo un poco más de esfuerzo». Pero el bastardo tenía una sonrisa
burlona en su cara, como si tuviera un secreto.
Habló en un lenguaje que no entendí, palabras que se deslizaron dentro
de mi cerebro, buscando alojarse. Pero las palabras no encontraron albergue
allí y se volvieron a deslizar fuera, dejándome sintiéndome sucia—. Detén
esa mierda —dije—. Hace cosquillas.
—Pero el demonio —dijo.
De repente se volvió claro quién me había infectado con ese demonio.
—¿El que estaba adentro del collar? —pregunté. Asintió
involuntariamente y confirmó mis sospechas.
—Me comí al puto demonio —gruñí—, igual a como te comeré a ti. —
Extendí mi hocico, brotando más dientes, dientes más filosos, y acosé al
mago. Había usado todos sus trucos, todo su poder—pero no había sido
capaz de derrotarme.
La sensación de arenas movedizas desapareció, permitiendo
movimiento normal. Un manotazo de mis garras y estaba en el suelo,
sangrando de su brazo arañado. Mientras mis dientes se acercaban a su
garganta, susurró— Piedad.
Pero no había piedad, ni dentro de mí, ni de la loba. Su sangre era dulce,
con un cosquilleo de magia, mientras comíamos.
Momentos después, me sacudí hasta concientizarme del frenesí de
matanza. Todavía estaba Mason para ayudar. Giré y los vi enfrentándose el
uno al otro, con Mason luciendo desganado y arañado en varios lugares,
vacilando de pie. Raymond se veía mejor, pero podía ver que había usado
todas sus reservas.
—Creo que deberíamos discutir la renuncia —dijo Mason.
—¿Renuncia? —resopló Raymond—. Muéstrame tu cuello, mago, y te
mataré. No aceptaré tu renuncia.
Respirando profundo, Mason dijo— En realidad, estaba hablando de
que tú renunciaras ante mí. Muéstrame tu cuello y sobrevive como mi
mascota.
Ante la palabra «mascota», Raymond gritó y saltó. Me agaché para
saltar e interceptarlo, pero antes de que pudiera moverme, Mason gesticuló
y Raymond se detuvo en el aire, atrapado en una red de hilos mágicos.
Mason lo había provocado para que saltara hacia su trampa.
Raymond flotó en el aire como un globo de helio, toda su gran fuerza
inútil sin dominio de sus brazos o piernas. Mi visión mágica mostró un
capullo de aire sólido envuelto alrededor de Raymond, inmovilizándolo
como un yeso de cuerpo completo. Ingenioso—la magia simplemente se
deslizaba de los hombres lobo, pero estaba siendo sostenido por el aire, no
la magia.
De todas formas, podía ver la red de magia que forzaba al aire a
solidificar. Sabía cómo romper el hechizo a través de la combinación
correcta de fuerza y magia. Almacené la información por si algún mago
intentaba utilizar el mismo truco sobre mí.
Mason caminó a su alrededor hasta que estaba atrás de Raymond.
Estirándose hacia arriba con un dedo, Mason tocó la pierna de Raymond. El
chasquido de hueso roto se pudo escuchar a través del estacionamiento.
Raymond aulló del dolor.
Mason hizo un gesto y una burbuja de silencio brotó a nuestro
alrededor.
Raymond estaba mirando fijo hacia Mason con una mirada de odio
intenso. Mason se estiró una vez más con el dedo y tocó la otra pierna de
Raymond. El chasquido de hueso roto fue incluso más fuerte esta vez.
—Ríndete —dijo Mason.
—No, nunca —dijo Raymond. Ahora un brazo chasqueó. Esos huesos,
más duros que el acero, estaban derrumbándose bajo la magia de Mason
como tiza.
—Ríndete —dijo Mason.
Tomó varios segundos y varias respiraciones profundas, pero finalmente
Raymond respondió— No—, dijo, entonces, con un susurro— nunca.
Otro chasquido fuerte y el brazo izquierdo se rompió.
—Tienes otros doscientos huesos más —dijo Mason—. Puedo continuar
todo el día. ¿Te rindes?
—No —susurró Raymond.
Mirándome, Mason dijo— Podría simplemente matarlo, ¿sabes? —
Poniendo el dedo en su mentón, continuó —O enviarlo a las tierras sin sol,
que nunca más vea a su lobo.
La cabeza de Raymond se movió de golpe ante esto, pero se mantuvo en
silencio.
Temblé ante la idea de la separación, incluso para un monstruo como
Raymond, pero sacudí la cabeza—. Que un mago lo matara dejaría a la
manada en caos. Debe someterse ante ti y mantenerse con la manada—.
Mason no entendía las políticas de manada. Tenía que haber un alfa, y el
viejo alfa debía visiblemente someterse ante el nuevo alfa. En la ausencia
de una sucesión clara, la manada lucharía entre ellos para seleccionar un
alfa nuevo.
La idea de que este bastardo deambulara libremente algún día me daba
asco, pero tenía que actuar en el mejor interés de la manada, incluso los
cachorros desorientados que seguían a Raymond. Si la jerarquía de la
manada se desplomaba, también lo haría nuestro arreglo con el gobierno.
Los tanques y las bombas arrasarían con nuestras tierras, matando a los
culpables y a los inocentes a la vez.
Mason caminó alrededor de Raymond, cuyo cuerpo flotante giró
obedientemente para que Mason pudiera verlo a los ojos—. Qué lástima,
Raymond —dijo Mason sin romper la mirada—. Luna dice que no puedo
matar o exiliarte. Parece que será un día largo para ti. —Mason se estiró
nuevamente y tocó la clavícula izquierda de Raymond, rompiéndola. Fue
entonces que noté que las heridas de Raymond no se estaban curando.
Mason lo había cortado de las energías de la manada.
—Solo muéstrame tu vientre y me detendré —dijo Mason—. Te dejaré
sanar. Aún puedes dirigir la manada.
—Como teniente de Mason —intervine, solo para dejar claro el arreglo.
—No —dijo Raymond, seguido por un quejido. Pude notar que estaba
teniendo dificultades para mantener la mirada de Mason.
—Entrégate —dijo Mason mientras se estiraba y rompía la clavícula del
lado derecho de Raymond—. Tu correa será larga. Rara vez nos verás a
Luna o a mí.
Mordiéndose los labios, Raymond ya no podía mantener la mirada fría
de Mason. Durante solo un segundo, miró en otra dirección. Después de
eso, aunque trajo sus ojos hacia la mirada, se había acabado. Temblando
descontrolado, Raymond agachó la cabeza y susurró— Me entrego.
Me elevé de mi cuclilla de pelea y retraje mis garras. Miré hacia abajo,
a mi vestido arruinado e intenté mantener juntas las secciones desgarradas,
pero me rendí. Todavía podía saborear la sangre del mago en mi boca y
desesperadamente quise cepillarme los dientes, pero necesitábamos
completar la transferencia del título.
—Mason —dije—, acuéstalo sobre su espalda. Después coloca tu pie
sobre su cuello.
Con un gesto, Mason giró el cuerpo flotante de Raymond y lo dejó
acomodarse sobre su espalda. Raymond intentó moverse, pero sus
extremidades rotas lo detuvieron. Mason caminó hacia él, sin romper
contacto visual por un solo momento, y colocó su pie sobre el cuello de
Raymond. Un suspiro escapó de la boca de Raymond y pareció marchitarse.
—No me digas que debo orinarle encima para cimentar mi dominancia
—dijo Mason.
—Claro que no —dije—. No somos perros. —Sacudiendo la cabeza
ante su ignorancia, me acerqué y junté mis zapatos.
Saltando sobre un pie para colocármelos, vi a Mason inclinándose sobre
Raymond, con el pie aún firmemente sobre su cuello. Estaba gesticulando y
susurrando un hechizo.
Enfoqué mis ojos en el espectro mágico y vi que Mason había llevado
un hilo plateado de magia desde su corazón hasta la cabeza de Raymond.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—Seguro —dijo Mason—. Tienes tus formas de control… —gesticuló
hacia su pie sobre el cuello de Raymond— …y yo tengo las mías.
Vi mi confusión reflejada en los ojos de Raymond, y tuve que preguntar
— ¿Seguro?
—Un enlace vita entre Raymond y yo —dijo.
—¿Qué hace?
Mason apretó los labios mientras pensaba en la mejor explicación y
finalmente dijo— Si yo muero, él muere.
Ante el brillo de esperanza en los ojos de Raymond, pregunté— ¿Y si lo
matan o se suicida?
—Oh, es un enlace de una sola vía —dijo Mason, ignorando la mirada
de desespero en la cara de Raymond—. Si él muere, yo recibo su fuerza de
vida restante. Nada de lo que él pueda hacer —dijo Mason, presionando su
pie con más fuerza sobre el cuello de Raymond—, puede herirme.
Con ese detalle abordado, Mason finalmente sacó su pie de encima de
Raymond y liberó el hechizo que prevenía que se sanara. Hizo un gesto y el
flujo de energía de la manada corrió por el cuerpo de Raymond, el cual se
estremeció mientras comenzaba a curar. El hechizo de contención seguía
allí, y pensé que Mason estaba aprontándose para un posible ataque.
Entonces una mirada más de cerca demostró que el hechizo de contención
en realidad estaba en realidad enderezando los brazos y piernas de
Raymond, sosteniéndolos en su lugar mientras se curaban a velocidad de
hombre lobo. Como un yeso mágico para el cuerpo.
La energía de la manada no se detuvo en Raymond. Podía verla rugir a
través de ese enlace plateado y hacia el cuerpo de Mason. Sus magulladuras
desvanecieron mientras miraba, sus cortes se curaron, y se veía revivido.
Solo la tierra y la ropa rota indicaban que acababa de estar en una pelea por
su vida.
Miré alrededor del estacionamiento destruido. Una ambulancia estaba
en la escena, juntando el cuerpo mutilado del mago. Dos camiones de
bomberos estaban en la punta lejana del estacionamiento y había bomberos
extinguiendo la llamarada donde algunos de los autos se habían incendiado.
Un equipo de noticias estaba cerca y podía escuchar cómo un presentador
decía— …tormenta fuera de lo normal. Un tornado tocó solo esta sección
de Casper. El destrozo es alarmante, pero la tormenta parece haberse
disipado. Por ahora, solo tenemos un fallecimiento confirmado. —Los
mundanos ignoraban la evidencia de lo sobrenatural.
Me pregunté por un segundo por qué nadie estaba intentando arrestar o
entrevistarnos. Mason vio mi mirada y tiró de su propia oreja. «Oh, claro».
El hechizo del cono del silencio también prevenía que nos notaran. Bien,
porque yo estaba hecha un desastre.
Raymond se elevó lentamente, mirando hacia Mason para obtener
permiso antes de ponerse de pie. Se lamió los labios, obviamente esperando
órdenes.
—Ray —dijo Mason, utilizando una forma de dirigirse hacia él que
hubiese garantizado una golpiza antes—, quiero que regreses al recinto y
les cuentes a todos que tienen un alfa nuevo. Además quiero que la manada
pague por todos los daños de aquí.
—Tienen seguro —murmuró Raymond.
—El cual no necesitarán, porque pagaremos por los daños —refutó
Mason—. Hazlo.
—Sí, te escucho.
Mientras Raymond giraba para irse, Mason dijo— ¿Ray? —Raymond
se volteó con una expresión amarga en la cara.
Mason no dijo nada, solo levantó una ceja, cuestionando.
Finalmente, como si estuviera masticando vidrio, Raymond dijo— Sí,
señor. Pagaremos por los daños.
Tuve un recuerdo de mi conversación con la niña bruja. Me sorprendí al
notar que estaba comparando al monstruo Raymond con la malcriada, una
medida de cuán lejos había caído en mi estimación.
Mientras Raymond se iba cojeando, aún sin curar por completo, escuché
un suspiro de Mason—. Creo que va a ser problemático en el futuro.
—Lo manejaremos —dije.
Mason ofreció su codo. Tomé su brazo y caminamos de regreso al hotel,
rodeados por su cono de silencio.
Uno creería que después de que la batalla fuese ganada, la mujer lobo y su
compañero podrían volver a sus vidas.
¡Ni modo! Tomó varias semanas de trabajo en el recinto para establecer
la jerarquía nueva. Llamamos a Dmitri y lo volvimos el segundo al mando,
y establecimos un nuevo itinerario de entrenamiento para los cachorros, con
un énfasis en la cooperación. Finalmente, los detalles que requerían nuestra
presencia habían acabado. Estábamos empacados y listos para partir.
Solo tenía una última obligación de la cual encargarme.
Caminé hasta la habitación y encontré a mi madre, en forma humana,
sentada en una silla. Físicamente, estaba bien. La curación de lobo hacía
que se viera como si tuviera cuarenta años humanos, pero la mirada vacía
que me dio casi hizo que se me partiera el corazón. Sus recuerdos habían
partido y ella ya casi no estaba.
—Grace —dijo, llamándome por el nombre de su hermana fallecida.
Quizás me parecía a ella.
—No —dije, sentándome y tomando su mano—, soy Luna.
—¿Luna? —dijo—. No conozco a ninguna Luna.
Me mordí el labio para evitar llorar. ¿Qué podría decirle? ¿Cuánto
entendería?
—Me voy a ir por un tiempo —dije—. Debo ir a una escuela de magia.
—Entonces, apresurada— Estudiaré mucho. Y volveré y cuidaré de tu
jardín de recuerdos. Mason dice que es imposible, pero no le creo.
—¿Te vas?
—Solo por un tiempo —besé su mejilla—. Volveré tan pronto como
pueda. Te quiero —dije, levantándome de la silla.
—Yo también te quiero, Grace —dijo en eco mientras me alejaba de la
habitación.
EPÍLOGO
M iré a mis alrededores en el bar. Cuando entré por primera vez a este
lugar, hacía tan poco tiempo atrás, había estado lleno de extraños y
enemigos. Los olores habían sido tan extraños, los susurros en
japonés confusos. Ahora solo parecía una querida guarida.
En la esquina estaban sentados los guardianes de Bunny en grupo, todos
bebiendo refrescos. A pesar de sus edades, se abstenían de beber alcohol.
La familiar de Bunny, la gata negra parlante que odiaba, estaba descansando
cerca de ellos. Luego de un tenso enfrentamiento, la loba finalmente había
hecho las paces con la mascota de boca mordaz.
A una mesa de distancia, estaba descansando un grupo de los kitsune
locos. Definitivamente no se abstenían del alcohol y eran el grupo más
ruidoso del bar. Ante mi vistazo, Naomi-san sonrió, movió la cola, y
levantó su trago en forma de brindis. Le respondí a su brindis con uno
propio y bebí un sorbo de mi Johnnie Walker. Sí, la exposición a Mason
había cambiado mis gustos en los licores.
La Upsorn Sriha de piernas largas, Pe-Jennie, estaba sentada en otra
mesa. A pesar del largo de sus piernas, que deberían haberle dado
apariencia torpe, exudaba gracia. Su enorme novio yak, por el otro lado,
tenía que juntar dos sillas para poder sentarse. Las sillas se quejaban bajo su
peso. Las cicatrices de su encuentro con Raymond ya casi se habían
desvanecido. Pe-Jennie también elevó su copa, sosteniéndola entre sus
manos en el gesto de «wai», combinando el saludo tailandés con un brindis
occidental. Tenía una enorme sonrisa en la cara, mientras que el yak solo
bebía con una expresión sombría. Pensándolo bien, nunca lo había visto
sonreír.
Incluso la diosa araña estaba presente, en su forma humana. No era
realmente alguien a quien le gustaran las personas; más bien alguien que
comía personas, así que me sorprendió que estuviera aquí. Quizás Mason la
había llamado. Tenía talento para encontrar amistades en lugares poco
probables. Aunque el bar estaba lleno, ella tenía una mesa entera para ella
sola. Probablemente porque era una asesina sedienta de sangre. La copa que
levantó contenía un líquido rojo sospechoso que definitivamente no era
vino.
Me di la vuelta y miré a Mason, mi apoyo, mi Responsable. Hizo esa
sonrisa que podía derretir mi corazón y que veía con tan poca frecuencia.
—Entonces, Lunática —preguntó—, ¿en qué piensas?
—¿Qué? —pregunté—. ¿No puedes utilizar tu magia para leer mi
mente?
Su mirada era irritante, pero la acepté con calma, sabiendo que no había
peligro allí. En este punto de nuestra relación, la loba le permitía que fijara
su mirada con nosotras.
—No —dijo—, no funciona de esa manera. De todas formas, no te
espiaría de esa manera.
No, no lo haría. Era extraño estar en una relación con un hombre que
fuera honesto y confiable, que no estuviera interesado en utilizarme para
sus planes diabólicos de dominio del mundo.
Me incliné, colocando mi nariz contra su cuello, inhalando
profundamente. El olor a humano, mezclado con el cosquilleo de la magia
en mi nariz, señalaban que era un mago. Mi mago.
—Estaba comunicándome con mi loba —dije, finalmente respondiendo
a su pregunta.
—¿Qué dice la loba? —preguntó.
Nuevamente, miré hacia Mason, luego hacia el grupo en el bar.
Uniéndome con la loba, emití una pregunta silenciosa para obtener su
opinión acerca de este grupo desigual. Solo quedé ligeramente sorprendida
al escuchar su juicio.
«Manada» dijo.
Volteé mi mirada hacia Mason y repetí mi pregunta.
«Compañero» dijo la loba, moviendo su cola imaginaria.
Querido Lector,
Gracias por arriesgarte con mi libro.
Espero que hayas disfrutado del primer libro de las aventuras de la
pareja más improbable en la Fantasía Urbana, la Lunática y el Responsable.
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Legado Licano - Depredador
Kuga tradujo— Ono-san dice que cualquiera de sus hombres puede derrotar
a un perro—. Pareció avergonzada por esta declaración.
—Elige al mejor que tengas, niño lindo —dijo Logan—, y le patearé el
trasero.
Ono asintió y varias cosas ocurrieron a la misma vez. Los gángsters se
acercaron y sacaron todas las mesas del camino, dejando un área vacía más
grande que un ring de boxeo cerca del bar.
Un yakuza salió del fondo de la multitud, quitándose la chaqueta triple-
x-grande para revelar un físico de sumo. Se arrancó la corbata y pisoteó
hacia el área abierta. El bastardo debía pesar trescientas libras, pero se
movía de manera tan ligera como una bailarina.
Logan se levantó de su silla y caminó hacia el área abierta. Su forma
parecía una caña junto a una bola de bolos mientras se enfrentaba al
campeón yakuza. La multitud sonreía en anticipación de la paliza que el
hombre lobo barrigón estaba por recibir de parte del campeón.
Logan golpeó su puño derecho contra su palma izquierda, produciendo
un sonido similar a un relámpago. Algunos de los espectadores perdieron la
sonrisa. Era aparente que Logan tenía algo más que le funcionaba.
No hubo ninguna campana, ninguna señal de que debían comenzar, solo
dos criaturas inhumanamente fuertes corriendo una hacia la otra en el
mismo instante. Logan aterrizó varios golpes en el abdomen del yakuza que
hubieran pulverizado bloques de hormigón—solo para sorprenderse cuando
el luchador se sacudió los puñetazos y se rió. Entonces golpeó a Logan con
un puñetazo que no pareció poderoso, pero lo envió precipitando hacia el
bar. Escuché el crujido de costillas cuando Logan golpeó el bar. Este yakuza
tenía algo adicional ocurriendo. Había algún tipo de magia envolviendo su
cuerpo.
Me removí las gafas de sol para poder ver mejor la red intrínseca de
energías que componían esa red protectora que rodeaba al cuerpo del
luchador. Incluso a través de su ropa, sus tatuajes brillaban en el espectro
mágico. Podía ver que la red generada por sus tatuajes tanto absorbía y
redireccionaba energía, permitiéndole absorber una tremenda cantidad de
castigo. De hecho, parecía que la energía de los puñetazos de Logan
añadían a su fuerza.
Era mucho más sofisticado que cualquier cosa que tuvieran Ingrid o sus
brujas.
Los puñetazos de Logan no estaban teniendo efecto. Golpes que
hubieran pulverizado bloques simplemente rebotaban sobre este luchador.
Podía ver cómo la energía de cada golpe era absorbida por los tatuajes,
cargándolos como a una batería.
Logan estaba agitado y sudando, como un boxeador que acababa de
pasar tres minutos golpeando la bolsa de arena lo más fuerte posible. Y con
el mismo efecto: su oponente no parecía estar mínimamente cansado por
todo este despliegue.
Logan cambió su ataque de ser puñetazos a arañazos con sus garras de
hombre lobo, pero tuvo el mismo efecto. Sus garras se deslizaban sobre su
oponente como si el otro estuviera cubierto por teflón. Cada arañazo
también transfería energía para que se almacenara como fuerza para el
misterioso campo de fuerza del yakuza.
Miré fijo al luchador yakuza, utilizando mis sentidos nuevos para
rastrear las energías de sus tatuajes. Había algo en la forma en que
funcionaban, algo como un nexo dentro de la red de energías. Si tan solo
estuviera más cerca, si pudiera tocar al luchador, estaba segura que podría
dejar a esas protecciones inertes. Solo tomaría un segundo.
Finalmente el yakuza devolvió los golpes, una fusilada de puñetazos
golpeando a Logan en menos de un segundo. Su puñetazo final aplastó la
cara de Logan y lo envió hacia atrás contra el bar nuevamente. Logan se
desplomó al suelo, con la cabeza colgando.
La lucha también había sido difícil para el luchador yakuza. Estaba
exhausto, inclinado con las manos apoyadas en las rodillas, jadeando para
respirar. Así que la batalla le había costado algo. De todas formas, él seguía
de pie, y Logan estaba en el suelo.
Los espectadores estaban sonriendo, esperando a que Logan se rindiera.
Logan levantó la mano y escupió un diente de lobo hacia su palma.
—Vamos, enano —susurré con un tono tan bajo que solo Logan podría
escucharlo—, no avergüences a la manada. —Envié un destello de ese
poder lunar de mi amuleto por el enlace de la manada. De costado, vi a
Kuga temblar mientras un poco de la energía se desbordaba hacia ella.
Logan deslizó el diente hacia adentro del bolsillo de su camisa y estiró
lentamente la mano derecha para tomar el borde del bar. Se levantó con los
pies temblando, apoyándose contra el bar como soporte. Incluso con toda la
energía que le estaba enviando, se estaba curando muy lento.
El yakuza sumo seguía inclinado, jadeando para respirar.
Entonces Logan dijo —Segunda ronda, imbécil.
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