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LEGADO LICANO - PRESA

HISTORIAS DE LUNA WHITE - MUJER LOBO

LEGADO LICANO
LIBRO UNO
VERONICA SINGER
LEGADO LICANO - PRESA

Veronica Singer

Copyright © del texto 2023 Veronica Singer


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Traducido por Carolyn Farías

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Creado con Vellum


ÍNDICE

1. Conociendo al Sr. Mago


2. Los Malditos Humanos Están en Todos Lados
3. De Vuelta en el Pentagram Pub
4. Sigue Sin Ser una Cita
5. Visitando el Místico Submundo de Tokio
6. No Hay Cómo Escapar de la Manada
7. La Carrera por Roppongi
8. La Loba Desesperada
9. Combatir Magia con Magia
10. Audiencia con la Reina Kitsune
11. Los Magos No Siempre Se Mantienen Juntos
12. El Alfa Ataca
13. De Regreso a la Manada
14. Batalla Con Raymond
15. El Gran Escape
16. Ocultándonos
17. A la Fuga
18. Acariciando a la Loba
19. Exorcizando Demonios Internos
20. Cita con Raymond
Epílogo
21. Conoce a la Autora
Para aquellos que caminan sobre dos patas, pero cazan en cuatro.
CONOCIENDO AL SR. MAGO

L os altos y finos tacos de mis botas chasqueaban contra el pavimento


mientras me aventuraba por la vereda. Había estado en Tokio solo dos
días y, cielos, este lugar era desorientador. Los edificios altos se
extendían hacia arriba de cada lado de la calle, y toda su superficie parecía
estar dedicada a enormes carteles de neón. Las luces parpadeantes y los
colores surtidos eran casi enceguecedores, polucionando la comodidad
general de la oscuridad. Minúsculos autos pasaban volando por mi lado en
una calle de un solo sentido, la ligera corriente mientras pasaban
proporcionaba una bienvenida brisa en el aire que de lo contrario era cálido
y estancado. La ciudad parecía tener su propio ruido estático: vehículos y
música y gente. Mucha gente.
Observaba a los hombres japoneses; algunos de ellos estaban vestidos
formalmente, con trajes, algunos con ropa casual que casi me recordaba al
hogar. Los japoneses siempre parecían encontrar formas de hacer las cosas
de manera un poco más atrevida que como lo hacíamos en los Estados
Unidos. Casi todos los hombres que pasaba dejaban que sus miradas
cayeran por mi cuerpo, algunos de manera más desvergonzada que otros; yo
no tenía la forma de la mujer japonesa promedio, y ellos lo notaban.
«Humilde» no es exactamente una palabra que creo que alguien utilizaría
para describirme, y fácilmente admitía mi comodidad y orgullo en mi
propia piel. O, supongo que, técnicamente, pieles.
Esta noche, portando un pequeño vestido negro que abrazaba mis curvas
y revelaba mi escote junto con unas botas que me llegaban hasta los muslos,
me sentía bastante bien. Aunque era de noche, usaba unas gafas espejadas
de aviador. Mis ojos tienen la tendencia de cambiar a modo depredador
cuando me pongo emocional y no confiaba en que mi temperamento salvaje
se controlara cerca de aquellos que no entendían. Como los humanos, por
ejemplo. Las gafas eran una opción segura, considerando que estaba
deambulando por un verdadero mar de estos. «La vida nocturna japonesa es
una locura», pensé, emocionada por comenzar una vida nueva aquí entre
toda la emoción. Además, era más fácil mantenerme oculta en las
multitudes y ciudades grandes: más olores distrayentes y más lugares dónde
esconderme.
Un poco hambrienta y desesperada por un trago, miré por todos lados en
la ciudad vivaz, esperando por un lugar que captara mi interés. Un edificio,
un poco más descuidado que sus vecinos y sorprendentemente libre de
neón, tenía una pequeña puerta negra con un cartel sencillo. Aunque mi
dominio del japonés no era excelente, reconocí el símbolo de la palabra
«bar», así que asumí que valdría la pena intentarlo. Siempre me habían
encantado los bares de estilo desaliñado y cuchitril así que este parecía un
buen lugar para comenzar antes de que me sumergiera en la vida nocturna
japonesa más iluminada y colorida.
La puerta trasera daba lugar a unas escaleras y bajé cuidadosamente por
ellas. Las escaleras llevaban a un espacio suficientemente agradable con
una larga barra y algunas cabinas integradas a la pared.
Incluso antes de que mis botas de tacones tocaran el piso, sabía que
había cometido un error. El país nuevo, la cultura nueva, me habían
confundido. Había tantos olores nuevos por todos lados, que confundí este
lugar con un bar normal. Ahora era demasiado tarde. La puerta pesada
encima de las escaleras se cerró de golpe detrás de mí, silenciando el coro
de ruidos de la calle.
Estaba acostumbrada a que me miraran fijo cuando entraba a un bar,
pero esto era otro nivel. Respiré profundo, inundando mi nariz con nuevos
aromas extraños. Entre estos, olí agresión, y sentí cómo mis pelos internos
del pescuezo comenzaron a erizarse, preparándome para un desafío.
Estaba bastante segura de que no era la única que pensaba que estaba en
el lugar equivocado. Un hombre se me acercó, con una mirada sospechosa
en sus ojos estrechos. Hablaba en japonés, pero obviamente no esperaba
que yo lo entendiera porque levantó un cartel impreso en inglés que decía,
«Nos reservamos el derecho a no brindar servicios a los no japoneses».
—¿En serio? —pregunté, levantando una ceja y aumentando mi
encanto. —¿No puede una chica conseguir un trago aquí?
—No. Te vas ya —me dijo con resolución y un acento pesado. Se estiró
y comenzó a empujar mi brazo.
Lo que no sabía era que yo no era una chica debilucha a la cual pudiera
zarandear. No me había retractado de un desafío en muchos años. Había
sido vivaz incluso antes del cambio, y no estaba por ser maltratada ahora.
Midiendo cinco pies y siete pulgadas, era de altura promedio en los EEUU,
pero alta según los estándares asiáticos. Estaba bastante segura de que
podría con él. La perra estaba segura de que podríamos.
—Debo advertirte que no querrás verme ponerme perra. —Enfaticé la
palabra lo mejor que pude, esperando que entendiera. Cuando su cara se
mantuvo empedernida y recriminante, bajé las gafas por mi nariz con un
dedo con manicura perfecta y permití que la perra mirara hacia afuera desde
mi interior. Podía sentir cómo mis ojos cambiaban a medida que los irises
se agrandaban, cubriendo lo blanco, y cambiaban del celeste humano a
celeste cielo. La energía del cambio crecía en mi interior; estaba
desesperada por escapar.
—¿Comer ahora? —la escuché preguntar, su voz feral desesperada. Me
sentía culpable mientras la encerraba de manera figurativa dentro de su
jaula. «Pronto», le dije. No la tranquilizó mucho.
El cambio en mis ojos lo intrigó y finalmente notó que empujarme no le
haría bien. Levantó las manos delante de su pecho, con las palmas hacia
afuera, mientras daba un paso hacia atrás en señal de sumisión. «Un hombre
inteligente», pensé petulantemente.
—«Gomenasai» —dijo, disculpándose. —Tú bien. Tú… —Se acalló
con una olfateada sospechosa, aparentemente buscando la palabra. —
¿Prima? Sí, prima. Bienvenida.
El hombre deslizó el brazo hacia el bar, dándome la bienvenida. La
tensión en el bar se redujo a medida que los demás clientes volvieron a sus
tragos. Ahora que había sido aceptada, no parecían verme como una
amenaza. Algunos me miraban de reojo, pero yo ya estaba acostumbrada a
eso. Ahora que mi secreto había sido revelado, coloqué las gafas dentro de
mi cartera.
Un hombre alto y caucásico estaba apoyado contra un podio liso de
madera negra. No sé cómo no lo había notado antes, considerando que era
al menos un pie más alto que cualquier otro hombre del lugar y tenía
cabello rubio y lacio que colgaba casi por encima de sus ojos. Su esencia
me golpeó en ese momento; una olfateada de algo distinto a mí misma. Era
algún tipo de sobrenatural, logré notar.
«Presa», susurró mi ser interior. Había cierta belleza, una cierta
simplicidad, en su mentalidad mental. Era rápida para etiquetar a quien
fuera a lo que fuera que conociéramos como «manada», «depredador», o
«presa». Sus instintos eran reconfortantes, de cierta manera, pero
ocasionalmente confusos para mi cerebro humano.
Sin embargo, la conducta del hombre cambió mientras ella me
susurraba, e instantáneamente se volvió aparente qué era. Era la forma en
que estaba parado, la forma en que se movía—como un hombre en un
viento impetuoso cambiando de la manera en que lo hacía el viento.
«Malditos magos», pensé. Eran tan sensibles a las energías dinámicas que
fluían alrededor nuestro, que sentían cosas que nadie más podía sentir.
Meritoriamente para él, lo ocultaba bien, lo cual tomaba una cantidad
enorme de control. Reaccionó ligeramente, con solo movimientos
minúsculos, al menguar y flujo de magia universal. Había conocido a un
mago en su tiempo, quien terminó en un asilo psiquiátrico. Completamente
incapaz de controlar sus reacciones a las cosas que solo él podía ver, oír, y
sentir, había comenzado a perderse debido a cierto tipo de sobrecarga
emocional. Sus días transcurrían siendo golpeados por los vientos de la
nada, hablando con cosas que nadie más podía oír. Todo el personal lo
evitaba. Yo solo visitaba en los días para la familia.
El chico mágico detrás del podio mantenía los ojos sobre mí, aunque, a
diferencia de los demás hombres, no estaba haciéndolo de soslayo. Su
sonrisa entretenida me enojaba; no estaba segura de qué había sido
entretenido acerca de mi intercambio con el primer hombre. Mientras la
perra arañaba las paredes de sus confines, rogando por ser liberada, lo miré
fijo, desafiándolo a que mirara hacia otro lado.
Sin embargo, no lo hizo. En su lugar, dijo, —Bienvenida a Pentagram
Pub. Eso fue impresionante.
—¿Cómo? —le pregunté.
—Bueno, primero, nunca había visto a Hashimoto-san retractarse de esa
manera.
—¿Y? —Admito que tan solo escuchar eso ya fue una pequeña caricia
para mi ego.
—Y, dos, eres tan solo la segunda mujer lobo que haya visto. Y la única
de ojos azules de la que siquiera haya escuchado. Así que eres un tanto
impresionante por defecto.
—Sí —contesté de mal modo. —Me dicen mucho eso.
—Oye, no hay necesidad de ponerse ruda. —Levantó las manos como
lo había hecho Hashimoto-san hacía solo unos momentos. —Solo digo que
es genial. Sé lo raros que son ustedes. Eres prácticamente un unicornio.
Sabía que estaba intentando ser gracioso, pero la perra estaba agitada y
no le gustaba mucho que la compararan con un animal presa. Le di vuelta
los ojos al mago y me alejé caminando. Había algunos asientos libres en
una fila en el bar, así que elegí el del medio para evitar molestar a los demás
bebedores. Antes de que pudiera sacar el banco, se deslizó solo hacia atrás y
se abrió para mí. Me sorprendió por solo un momento antes de que me diera
cuenta de que era magia. Me di vuelta y perforé al mago con una mirada
firme.
Solo continuó sonriendo su pequeña sonrisa tonta y me dio un pequeño
saludo.
—«Sangre» —la perra gruñió. Ni siquiera quería comerlo ya; solo
quería matarlo por deporte. Era hora de callarla, o esto podría volverse
complicado. Ubiqué a un bartender de apariencia tentativa, un chico
japonés con cabello negro y sedoso. «Chico» probablemente era la palabra
equivocada, pero los machos generalmente atravesaban el cambio después
y, en comparación conmigo, él prácticamente era un cachorro.
—¿Ayudo a ti? —me preguntó con un inglés bastante malo.
—Sí, ¿me puedes dar un… —busqué la palabra en mi mente; había
buscado tragos japoneses en el internet antes para asegurarme de saber en
qué me metía. —Ehm, ¿un «umeboshi» sour? ¿Lo estoy diciendo bien?
—Sí —dijo, con una sonrisa y asintiendo la cabeza educadamente. Se
fue para preparar mi cóctel sofisticado, e intenté relajarme.
La perra caminaba para un lado y para el otro, quejándose acerca de lo
mucho que odiaba estar enjaulada. «Ya sé, ya sé», intenté calmarla. «Te
dejaré salir pronto, lo prometo».
El bartender volvió más rápido de lo que esperaba. Colocó un vaso
pequeño delante de mí, con una fruta violeta flotando junto al hielo dentro
de un líquido transparente y efervescente. Di una olfateada; olía ácido y un
poco dulce. Un pequeño sorbo confirmó que era realmente bastante ácido, y
el golpe del alcohol no fue suave. La fruta se disolvía lentamente mientras
lo sacudía, la pulpa violeta hundiéndose hacia el fondo mientras el hielo
golpeaba contra el vidrio.
Me di vuelta sobre mi banco, crucé las piernas, y evalué el bar. No era
la única mujer allí. Un par de mujeres japonesas hermosamente maquilladas
estaban sentadas en las faldas o abrazadas por varios de los hombres con un
olor claramente animal. Utilizaban gafas como yo, pero podía sentir sus
miradas desde atrás de los lentes oscuros.
No podía culparlas. Después de todo, las mujeres lobo eran tan raras
como había dicho el mago. Eso era en parte lo que me había hecho huir de
la manada en un primer lugar.
Había adorado a mi manada; éramos como una familia, pero mucho
mejor. Comíamos, vivíamos, respirábamos, dormíamos, e incluso
pensábamos juntos. Nuestras mentes estaban conectadas, a veces incluso
eran telepáticas. La manada me aceptó junto a mi familia cuando yo tenía
cinco años, y luego de mi cambio repentino e inesperado a los dieciséis, me
dieron un sentido de pertenencia que no estaba segura que volvería a
conocer.
Nuestro alfa era un lobo llamado Raymond. Era grande y robusto como
hombre, y más grande y más robusto como lobo. Y el doble de malo. Nadie
lo había derrotado jamás, aunque muchos lo habían intentado, así que su
manada y su dominio continuaban expandiéndose. Era poderoso, tanto
física como mentalmente, y durante un tiempo, cuando tenía veinte y pocos
años, había estado enamorada de él. Eso era algo normal; después de todo,
el alfa es el mejor compañero potencial, así que básicamente todas las
mujeres lobo estaban ansiosas por poder aparearse con él. Sin embargo, yo
no estaba lista para aparearme. El proceso de apareamiento no era muy
agradable para la mujer lobo. Los bebés se hacían de la misma manera—no
había nada asqueroso ni perturbador allí—pero el embarazo era la parte
difícil. Te podías mantener humana durante todo el tiempo que estuvieras
embarazada, y mantener a tu loba retenida, lo cual solo te daba un bebé y
nueve meses de resistirte al lado más agresivo de tu naturaleza doble.
O podías mantenerte como loba durante todo el tiempo, lo cual te
proporcionaba toda una camada de bebés hombre lobo en mucho menos
tiempo. El problema era que si te mantenías loba tanto tiempo, tu mente
humana comenzaba a disiparse. Luego de varios embarazos como loba, tu
inteligencia, tus emociones, incluso tus habilidades motoras se desvanecían
hasta que no quedaba prácticamente nada, y en ese punto ya no tenías otro
uso más que vivir como loba y hacer cachorros. La reproducción de los
hombres lobo era un proceso primitivo y no quería tener nada que ver con
él.
No creo estar lista para ser madre de todas formas.
Raymond había estado insinuando durante meses que estaba listo para
ser padre de otra camada, esta vez conmigo, y yo había intentado
convencerlo de probar el método humano menos «productivo». Rechazó la
idea una y otra vez, y se le acabó la paciencia conmigo. Mi última noche en
casa, me arrinconó. Creo que me hubiese atacado, pero huí. Corrí y corrí,
tan lejos de él y mi manada como pude. Lejos de la única aceptación que
alguna vez hubiera conocido.
Le di un sorbo más vigoroso a mi trago. «Diablos, esto es fuerte»,
pensé, luchando por no hacer una mueca.
No estoy segura de qué me trajo a Tokio. Para ser honesta, ni siquiera
había pensado mucho en Tokio antes de irme. Cuando huí, junté todo lo que
pude encontrar y lo metí en una maleta, y tomé un taxímetro hasta el banco.
Por suerte, cada uno de los miembros de la manada tenía acceso a un tipo
de fideicomiso. Nadie sabía de dónde venía, pero se rumoreaba que el
gobierno les pagaba a los alfas para mantenernos a los «monstruos»
impredecibles fuera del mercado laboral y distanciados de la sociedad.
Vacié mi cuenta—era bastante dinero, pero no me duraría para siempre—y
disparé hacia el aeropuerto. Temiendo por mi vida, revisé las partidas,
preguntándome hacia dónde podría irme para alejarme de Raymond, de la
vida de una criadora de cachorros. Tokio parecía perfecto y, antes de que
me diera cuenta, estaba allí.
«Déjamelo a mí para encontrar un bar de cambiantes», pensé de manera
miserable. Mi comportamiento osado probablemente no había sido la mejor
elección; no había cómo saber si Raymond no tenía algún contacto con
estas manadas extranjeras. Antes de esta noche, ni había sabido que Japón
siquiera tenía cambiantes, así que quizás él tampoco.
«Déjalo venir», la perra gruñió. Había estado lista para desgarrarle el
cuello la última vez que lo vimos, y su enojo residual la estaba poniendo de
mal humor.
No me había dado cuenta de que estaba tan distraída, pensando en
Raymond, hasta que el banco a mi lado fue arrastrado, alejándolo del bar. El
alto chico mágico se echó casualmente en el asiento, haciéndole señas al
bartender, quien simplemente asintió con la cabeza y comenzó a preparar un
trago.
—¿Qué te ha parecido Japón hasta ahora? —le preguntó a alguien,
presumiblemente a mí.
Ni siquiera estaba segura de querer hablar con él, pero sería la única
conversación que habría tenido desde que me fui, que fuera en inglés claro.
—Es interesante. Definitivamente el cambio que estaba buscando —dije de
manera confiada, como si hubiese venido por mi cuenta, en lugar de
huyendo.
—¿Dónde está el resto de tu manada?
Mi corazón se rompió en el momento en que lo reconocí en voz alta. —
No tengo una manada. —Mi voz solo titubeó un poco, para darme algo de
mérito.
—¿Una loba solitaria, entonces? —bromeó con esa misma sonrisa
enfurecedora.
—«Sangre»— la perra gruñó antes de que yo tuviera la oportunidad de
hablar.
El hombre físicamente se retrajo, su sonrisa desvaneciéndose un poco.
—No es muy amable, ¿no es así?
—No —dije de manera brusca. Quizás me podía hablar en inglés, pero
yo realmente ya no tenía ganas de hablar. En ese momento me di cuenta que
acababa de decirle a un completo extraño—un maldito mago, encima—que
no tenía una manada, nadie que viniera a buscarme si desaparecía. Sentí una
sobrecarga de poder de mi loba. Ella estaba tan confiada de que podríamos
manejar cualquier cosa, que a veces su confianza abrumaba mi precaución.
Un golpe de silencio pasó entre nosotros. Miré de reojo mientras el
bartender le traía el trago e intercambiaron una pequeña reverencia. Dio un
par de sorbos, y esperaba estar emanando una energía muy poco
conversadora y que me dejara en paz.
—Me llamo Mason, por cierto —me dijo.
—Luna —dije de manera cortante.
—Es un placer conocerte, Luna.
—Sí —respondí.
—Lindo nombre para una mujer lobo. Casi me llaman Merlín, pero
Mamá se puso firme con eso.
El imbécil se estaba burlando de mi nombre. Preparé un chiste de mal
gusto, pero me detuve cuando me sonrió.
—Sabes, puedo sentir cuánto no quieres hablar conmigo.
—Entonces, ¿por qué seguimos hablando? —le pregunté, exasperada.
—El asunto es que vas a necesitar a alguien que te ayude aquí. No tengo
que ser un lobo para saber lo peligroso que es estar sin manada. Veo mucha
mierda aquí, y no es como si hubiera un montón de angloparlantes por aquí
que vayan a entender o siquiera creer tus problemas. Así que estoy aquí
para ofrecer mi ayuda.
—No necesito tu ayuda —contesté bruscamente, de repente enfurecida.
¿Cómo osaba insinuar que yo no podría lograrlo sola? Con un sorbo largo,
terminé el resto de mi trago. Me levanté de mi banco, los trozos ácidos de
ciruela encurtida quemándome la lengua mientras luchaba por sacar el
banco de mi camino y me iba del bar enfadada.
L O S M A LD IT O S H U M A N O S E S TÁ N
EN TODOS L ADOS

E l problema con salir del bar enfadada era que no tenía otro destino en
mente. Me quedé parada en la acera, moviendo el pie, intentando
mantener a la perra controlada. Quería ser liberada, libre de esta
metrópolis de acero y concreto. Ambas añorábamos el valle fresco de
bosques verdes y las cacerías con la manada.
Girando al azar hacia la izquierda, caminé rápidamente para alejarme
del bar. Casi ni noté que la perra tomó una muestrario de la combinación de
olores que representaba este lugar de la ciudad. Con eso, podríamos siempre
encontrar el camino de regreso. A veces me parece que es más inteligente
que yo.
Mi merodeo azaroso me trajo al Cruce Roppongi, una de las áreas
turísticas más grandes de Tokio. Sentí un golpe de hambre y podía escuchar
mi estómago rugiendo. Vi carteles de restaurantes de estilo estadounidense:
Outback Steakhouse, Wendy’s y un TGIF. Estaba lista para ir a Outback; un
bistec poco cocido calmaría a la perra. Entonces un nuevo olor, traído en la
brisa, hizo que mi estómago rugiera aún más fuerte—un olor que trajo
recuerdos de cordero tibio como la sangre en pincho, condimentado y
cortado y servido en enormes pilas de carne en panes de pita.
Seguí a mi nariz por la calle que corría desde la intersección del Cruce
Roppongi hasta que encontré una hilera de tres locales de shawarma. A
diferencia de los locales amigables con los hombres lobo que recordaba de
los EEUU, estas tenían carnes completamente cocidas. Recordé algo acerca
de que las leyes musulmanas prohibían el consumo de carnes crudas o
sangrantes, así que estos no eran las suculentas fetas de cordero, llenas de
sangre, que recordaba. Pero a la perra no le importaba; ella solo quería
tragar bocanadas llenas de carne condimentada.
El local era minúsculo, con solo un par de mesas. Coloqué mi cartera
sobre una mesa para marcar mi lugar y caminé hasta el mostrador para
ordenar. El empleado no era japonés, sino un hombre de Medio Oriente que
hablaba el inglés con acento. Ignoré su comportamiento coquetero y ordené
tres porciones del especial.
—¿Esperas amigos? —preguntó.
—No, ¿por qué? —dije mientras tomaba la bandeja llena de comida.
Me miró sorprendido por la cantidad de comida que tenía en la bandeja,
observó mi cara de «no jodas conmigo», e hizo cambio en silencio.
La carne estaba deliciosa y el primer plato desapareció rápidamente.
Mientras comenzaba con el segundo plato, un trío de mujeres occidentales
entró a comer algo ligero. Estaban vestidas con ropa de chica fiestera:
faldas cortas, tops reveladores, y tacones—muy similar a mi atuendo.
Fui recipiente del clásico «vistazo» que utilizan las mujeres para
juzgarse las unas a las otras. Es gracioso pensar que nunca noté esta
característica hasta después de mi cambio, cuando descubrí que la dinámica
de jerarquía de la manada era extrañamente similar.
—Hola —dijo la rubia mientras bebía Coca-Cola de un vaso descartable
—. ¿Es la primera vez que estás en Tokio?
Ahora que la perra había sido alimentada, me sentía segura quitándome
las gafas de sol para parecer amigable. Le sonreí a la mujer y dije —Sí.
Acabo de llegar hace unos días.
—Es un lugar maravilloso —dijo, sentándose en la silla delante de mí
—. ¿Dónde has estado?
—Solo en algunos restaurantes y bares pequeños —dije.
—¿Ninguna de las atracciones turísticas grandes? —preguntó—. ¿Torre
de Tokio, Torre Mori, Disney de Tokio?
La idea de pensar en visitar las trampas para turistas me hacía rechinar
los dientes. —No me atraen las cosas turísticas. Soy más bien una chica de
clubes.
Se rió, revelando empastes plateados en sus muelas. Recordé a un
compañero de manada, originalmente de Rusia, quien había
agradecidamente expulsado varias muelas así en su primer cambio. Dmitri
se movió rápidamente entre los rangos para volverse uno de los tenientes de
mayor confianza para Raymond. Los dientes y su olor, tan similar al de
Dmitri, me dijeron de dónde era.
—Entonces… —dijo la mujer, mirando mis tres platos con una sonrisa
—¿Eres estadounidense?
—Sí —respondí, desplegando mi sonrisa perfecta—. Apuesto a que eres
rus— me detuve, recordando las charlas de Dmitri acerca de cómo no todo
ese continente era ruso—. ¿De Europa Occidental, verdad?
—«Da» —dijo, estirando la mano—. Me llamo Tatiana. —Noté que aún
no me había dicho de dónde era.
Tomé su mano, con cuidado de no apretar demasiado fuerte. —Me
llamo Luna. Es un placer conocerte.
—¿Así que pudiste notar por mi acento de dónde vengo? —preguntó
Tatiana.
—No —dije —, tu inglés es perfecto. Solo adiviné—. Recordé varios
incidentes pronto después de mi cambio, donde revelar demasiada
información había causado problemas: simplemente porque una mujer
huela embarazada, no quiere decir que se quiera enterar de la noticia de
parte de una extraña. Si Tatiana quería mantener secretos, no era asunto
mío.
Las amigas de Tatiana la estaban llamando y ella les hizo seña de que
esperaran un momento. —Debo irme. Quizás te veamos de nuevo —dijo.
—Ha sido un placer —dije, tomando mi tenedor para atacar el tercer
plato.
En la puerta, Tatiana dudó por un segundo, y se dio la vuelta. De
adentro de su bolso, sacó una tarjeta profesional y la colocó sobre la mesa.
Dejé mi tenedor y tomé la tarjeta. En el frente tenía el nombre de un bar:
Reverb. Dando vuelta la tarjeta, vi una dirección escrita en japonés. Era
similar a la tarjeta que me habían dado en el hotel para encontrar mi camino
de regreso.
—Si te gustan los bares —dijo Tatiana —, estaremos allí más tarde esta
noche. Dale la tarjeta a un taximetrista y te llevará.
—Gracias —dije, colocando la tarjeta dentro de mi cartera—. Quizás
pase a revisarlo.
Mirando mi cartera a mi lado, Tatiana dijo —Tokio es muy seguro,
incluso para las chicas solteras. Pero quizás quieras cuidar tu cartera en
Roppongi.
Tuve que reírme de la idea de que alguien pudiera moverse lo
suficientemente rápido como para quitarle una cartera a mi perra. —Gracias
por el consejo. Tendré cuidado.
Aunque la carne se había enfriado, igual me terminé hasta el último
bocado, para sorpresa del empleado. Pasé unos minutos bebiendo mi Coca-
Cola antes de decidir caminar por Roppongi. Mirando hacia mi izquierda al
salir del restaurante, pude ver la Torre de Tokio, una imitación de la Torre
Eiffel. Esta noche, estaba iluminada con luces blancas, haciendo que fuera
visible desde casi cualquier punto de Tokio. Giré a la derecha, hacia el
puente del Cruce de Roppongi, luego a la izquierda hacia la Avenida
Roppongi Dori.
Caminé por la Avenida Roppongi Dori, sorprendida por la gran
vitalidad del área. La calle estaba llena de vehículos que mi mente insistía
que estaban conduciendo por el lado equivocado de la calle, así como
multitudes de personas de alrededor del mundo. Sentía el olor de japoneses,
chinos, estadounidenses, incluso algunos rusos como Tatiana. Aprender a
separar los olores me tomaría un rato.
Me detuve en varios bares en el camino, intentando encontrar mi nueva
bebida favorita, umeboshi sour. Desafortunadamente, el mejor de la noche
seguía siendo el primero, en aquel bar sobrenatural. Bueno, no iba a volver
a ese lugar solo por una bebida. La perra y yo habíamos pasado años
evitando la magia y a los magos. Incluso si el lugar era aceptante con los
cambiantes, tenía demasiados magos para mi gusto.
En el primer bar tuve que rechazar a un joven estadounidense que
intentó insistir en comprarme un trago. Tenía cabello corto y un cuerpo
impresionante para ser un humano sencillo.
—Hola —dijo con una sonrisa amigable mientras se acomodaba en el
banco de al lado del mío—. Me llamo Randy. ¿Puedo comprarte un trago?
—Su aliento indicaba que ya había bebido demasiados.
Quedé tentada por un momento, porque los tragos en Tokio eran muy
caros y no sabía cuánto me durarían los fondos. Sin embargo, la perra lo
olió una vez y lo declaró poco fiable. Ella es mejor para juzgar a las
personas que yo.
—Oh —dije haciéndome la tonta—. Realmente lo aprecio, Randy. Pero
tengo que encontrarme con mi novio.— Le hice cara de arrepentida y me
bajé del banco.
Cometió el error de tomarme del brazo, lo cual casi le significa una
clavícula rota. Tiró de mí, sin moverme siquiera un poco, mientras le decía
—Suéltame, por favor.
Estaba en el punto de ebriedad donde solo se puede manejar un
pensamiento a la vez. Continuó tirando de mi brazo, haciendo esfuerzo
hasta que su bicep se resaltó.
A medida que su cara se tornaba cada vez más roja, me estiré y coloqué
mi mano sobre la de él, preparándome para romper varios dedos. Al
sentirme tocarlo, sacudió la cabeza y de golpe me soltó. Se frotó el bicep
con la mano izquierda por un momento antes de decir —Lo siento, pensaba
que te ibas a caer.
—No, estoy bien —dije—. Gracias por ayudarme. Ahora debo ir a
encontrarme con mi novio—. Vi el proceso mental en sus ojos, cómo los
mundanos explicaban lo sobrenatural. «Esa mujer no puede haberme
ganado en una pulseada. Debe haber estado por tropezar, y atrapé todo su
peso en un brazo. Por eso me duele el brazo».
Antes de que pudiera decir algo más, yo ya había salido por la puerta y
estaba caminando por la acera.
Varias veces durante mi caminata, sentí el ligero aroma de otros
cambiantes y sobrenaturales: una chica con cara de zorro vestida con estilo
gótico, una mujer increíblemente hermosa con un vestido de seda carmesí
que olía a sangre humana y arañas, hombres con olor reptiliano con cabezas
que tenían una hendidura con forma de recipiente arriba del todo. Cada vez
que ocurría, cuando parpadeaba, la persona se había ido.
Pasé por otros dos bares más en Roppongi. en cada caso, el persistente
Randy me acechó. La primera vez fue tierna, la segunda, molesta. La loba
se estaba comenzando a enojar, lo cual terminaría mal para Randy.
No me preocupaba que un humano me lastimara. Pero el recuerdo de
cómo Dmitri y Thomas, mis antiguos compañeros de manada, habían
manejado situaciones similares en el pasado, me hizo añorar su compañía.
Una mirada feroz con un —Deja a mi hermana en paz —gruñido en voz
baja, y hasta el humano más malvado se alejaba con la cola entre las patas.
Entonces, Randy no me preocupaba, pero sí me hacía sentir nostalgia
por mi manada. Malditos humanos.
Cuando capté su olor en el tercer bar, supe que tenía que irme de
Roppongi. Como mi espalda daba hacia la puerta, él no sabía que lo podía
sentir. Cuando dio unos pasos para quedar detrás de mí, listo para
sorprenderme con la «coincidencia» de que nos gustaban los mismos
lugares, giré rápidamente y lo golpeé con el codo en el plexo solar. Se
redobló, habiendo quedado sin aire, y antes de que pudiera enderezarse, yo
ya había salido por la puerta y estaba haciéndole señas a un taxi.
El taxi se detuvo y se abrió de golpe la puerta trasera. Me deslicé dentro
de él, asombrada por la limpieza en comparación con los taxis de los
EEUU. Me estiré para cerrar la puerta, pero el conductor dijo —No, no, yo
cierro—. Lo vi tirar de una palanca. Cuando la puerta se cerró fuertemente
de golpe, noté un minúsculo cartel en la puerta que decía, en inglés, «El
operador cerrará la puerta».
Tomé una tarjeta de dentro de mi cartera, con las intenciones de volver a
mi hotel, y entonces noté que la tarjeta que tenía era la que Tatiana me había
dado para el bar. Qué diablos. Estaba huyendo de Roppongi, el Pentagram
Pub, y el molesto Randy, y no estaba lista para terminar la noche aún.
Diez minutos y casi dos mil yenes después, estaba afuera de otro club.
Con más precaución ahora, olí cuidadosamente antes de entrar. No podía
sentir a ningún cambiante en el área, pero había ligeras trazas de que el
ozono oliera a magia. No me gusta la magia (ni los magos), pero los
abalorios y amuletos son bastante comunes. Son llamativos como para que
una chica no pueda evitarlos.
A diferencia del bar de cambiantes, este lugar no tenía escaleras, solo un
corredor corto hasta el piso principal. El portero estaba sentado detrás de un
escritorio minúsculo en el pasillo. Me miró, confundido, cuando atravesé la
puerta. Una breve olfateada me demostró que era humano y mi loba interna
susurró «Presa».
En cambio, él me observó con cuidado. —¿Necesitas ayuda?—
preguntó, poniéndose de pie para interponerse en mi camino.
Esta era una experiencia nueva para mí. Nunca se me había negado el
ingreso a un bar antes, y ahora eran dos en una noche. Supongo que las
botas hasta los muslos no eran lo suyo. «Juega» susurró la perra, y me tomó
un momento lograr calmarla. No podía soltarme con los hombres aquí,
aunque sería muy divertido.
—Estoy buscando a mi amiga, Tatiana —dije. Buscando dentro de mi
cartera, saqué la tarjeta que me había dado y se la mostré.
De repente, sonrió y dio un paso al costado. —Bienvenida, por favor
pasa. Tatiana está en la mesa cinco.
Me adentré en el área principal, donde varias mesas estaban organizadas
alrededor y mirando hacia un pequeño escenario. La ubicación del monitor
y micrófono indicaba que era un bar de karaoke, pero nadie estaba
cantando.
Las luces estaban bajas, pero eso no era un problema para mí;
simplemente cambié al modo de visión nocturna en blanco y negro que
utilizan los lobos. Incluso antes de poder ver los números de las mesas,
pude sentir el olor de Tatiana y me moví hacia ella.
Estaba sentada en una mesa pequeña con una mujer japonesa y un
hombre japonés. El hombre estaba vestido con un traje negro del estilo de
los años 50s, con una camisa blanca y una corbata angosta. A primera vista,
su calzado mostraba un par caro de botas cortas de punta fina de cuero
negro y brillante.
Había algo en el hombre que perturbaba a mi loba. Generalmente, puede
ubicar la posición de un humano en un instante. Con este hombre, titubeó.
Olía humano, con el más ligero toque de algo diferente. Me tomó un
momento recordarlo, pero tuve un recuerdo de nuestras visitas a bares de
motociclistas. El olor adicional era tinta para tatuajes. Al observarlo más de
cerca, pude notar que la tinta para tatuajes estaba mezclada con magia.
Tatiana saltó con un chillido. —¡Lunyah! Viniste. Es genial verte —me
abrazó y dio ese beso en la mejilla de estilo europeo. Miró a su compañero,
quien asintió muy levemente, antes de continuar —Por favor, siéntate con
nosotros.
Tomando su lugar en la mesa nuevamente, Tatiana continuó
conversando —Este es mi amigo, Ono-san.
Ono-san tenía los ojos más negros que alguna vez hubiera visto en un
humano. Su breve saludo asintiendo con la cabeza fue el único movimiento
que hizo. De lo contrario, estaba quieto como una estatua. Me tomó un
momento para darme cuenta de que me estaba evaluando a mí de la misma
manera que mi loba juzgaba a la gente, intentando ubicarme dentro de su
jerarquía. Estaba lista para bajarme las gafas y mostrarle lo que estaba
enfrentando, pero una breve mirada por el bar, lleno de hombres con ropas
similares, hizo que reevaluara. Tener una pelea con un ciudadano japonés
durante mi primera semana en la ciudad solo daría lugar a complicaciones.
Pesarosa, apisoné la loba hasta que estuve segura que no se vería en mis
ojos, sonreí, y me quité las gafas. Justo antes de que desterrara a la perra al
fondo de mi mente, me dio su juicio de Ono-san. «Depredador» susurró con
respeto reticiente.
«Hajimemashite» dijo él, asintiendo ligeramente la cabeza.
La mujer japonesa tradujo —Ono-san dice que está encantado de
conocerte.
Se produjo y colocó una copa de champaña fresca delante de mí. La
mujer primero recargó la copa de Ono-san, y luego llenó la mía.
Con una sonrisa que no le llegó a los ojos, Ono-san levantó la copa en
gesto de brindis. Todos bebimos con él. La champaña era barata, no muy
dulce, y no era realmente de mi gusto. Prefería los tragos más amargos.
Tatiana conversaba lo suficiente como para dos personas; parecía que su
tarea principal aquí era entretener a Ono-san con halagos. La mujer
japonesa continuaba recargando nuestras copas.
Después de cerca de treinta minutos, comencé a sentirme alerta. No
podía darme cuenta de qué era exactamente, pero algo simplemente se
sentía mal. Cuando miraba a los demás invitados, ninguno me devolvía la
mirada. Incluso con mi sonrisa y mirada más invitante, solo me daban un
vistazo y miraban en otra dirección. Solo me tomó un par de evaluaciones
para que me diera cuenta de que Ono-san los aterraba.
Unos minutos más y comencé a ponerme más alerta. Tomó otro minuto
para que ubicara la fuente de la ansiedad. En todos los bares de los EEUU
que había estado, mi audición sensible de loba había podido aislar cualquier
conversación acerca de mí. Esto, en varias ocasiones, me había dado
suficiente advertencia como para evitarme problemas. Aquí, donde todos
hablaban en un idioma extranjero, no tenía forma de darme cuenta de qué
estaban planeando.
Me tomé un minuto para utilizar el minúsculo baño para prepararme
para irme. Cuando regresé, me habían recargado la copa de champán. La
levanté y estaba lista para tener mi último trago cuando atrapé el olor de la
droga. La loba instantáneamente comenzó a arañar las puertas de su jaula,
entusiasmada por atacar a cualquier imbécil que intentara drogarnos.
Con todo mi autocontrol, puse nuevamente la copa sobre la mesa y
saqué mis gafas oscuras de adentro de mi cartera. Con los ojos seguramente
ocultos, dejé a la perra salir lo suficiente como para aumentar mis sentidos,
fuerza, y velocidad.
—¡Wow! Qué tarde es —dije—. Debo volver al hotel. Tengo un tour
que parte mañana temprano. Ono-san, gracias por los tragos. Tatiana, te veo
por allí.
En el pasillo, el portero estaba obstruyendo mi camino, mostrándome un
papel impreso. —Pagas ahora —dijo.
¿En serio? ¿Estos imbéciles no lograron drogarme así que ahora
intentan estafarme? «Mátalos a todos susurró la loba». Estaba tentada a
estar de acuerdo con ella. Miré el recibo, sorprendida por la cantidad de
ceros. ¿Cuánto sumaba, cerca de ¥100.000? Quito dos ceros para
aproximar… ¿Mil malditos dólares por champaña con drogas?
Antes de que pudiera pensarlo, tenía la mano derecha envuelta alrededor
de la corbata y el cuello del hombre, levantándolo del piso con su espalda
contra la pared. Sentí cómo mi mano cambiaba, volviéndose más fuerte,
mis uñas extendiéndose y rasgando la tela. «Maldición, eso arruinará mi
manicura».
La idea pedestre de arruinar mi esmalte de uñas me tranquilizó. Bajé al
hombre con un gruñido. Mientras caía al suelo, pude ver cómo sus
recuerdos se reorganizaban para salvar su autoestima. Sí, debió haberse
tropezado y lo tomé para ayudarlo mientras se deslizaba contra la pared. Por
eso toma un gran daño llegarles a los normales; siempre rechazan cualquier
cosa fuera de su experiencia. Sentí cómo mis uñas cambiaban nuevamente a
ser humanas, sin el esmalte.
—Pagas ahora —repitió, pasando sus manos por su camisa y corbata
desechas—. Pagas ahora o trabajas aquí para Ono-san.
Mi loba estaba lista para matar, pero la mitad humana tendría que vivir
con los resultados. Tomé de adentro de mi bolso todos mis yenes. Tenía más
de cien mil yenes aquí; eso estaba supuesto a durarme varias semanas.
Dejando el dinero sobre el escritorio minúsculo, bajé entonces mis gafas
para que él pudiera ver cuán cerca de la superficie estaba mi monstruo. Él
quizás podría reorganizar sus recuerdos superficiales para olvidar, pero iba
a soñar con ser presa durante mucho tiempo.
Armando mi más dulce tono sureño, dije —Asegúrate de contarle a
Ono-san cuánto disfruté de su hospitalidad—. Giré hacia la puerta y allí me
di la vuelta con un impulso irresistible—. Y asegúrate de decirle que si
intenta venir a por mí por más dinero, se lo meteré en el culo.
D E V U E LTA E N E L P E NTA G R A M
PUB

M e encontré nuevamente en la calle, enojada y frustrada. Ahora era lo


suficientemente tarde como para que solo hubiera poca gente por
ahí. Incluso el tráfico eterno se había reducido a un hilito.
Necesitando quemar un poco de energía y champaña no muy barata,
comencé a caminar rápidamente hacia mi hotel. Luego de algunos pasos,
estaba trotando, luego corriendo, luego completamente en una carrera. Algo
un tanto difícil con botas de taco alto y falda ajustada, pero he sido parte
loba desde hace mucho tiempo. El viento estaba fresco contra mi frente, y
mi cabello largo fluía detrás de mí. Me movía más rápido que un atleta
olímpico, a cerca de la mitad de mi velocidad completa en forma de loba.
Algunos peatones parpadearon con mi pasar, y continuaron con sus
caminos.
La loba en mi interior añoraba ser libre, correr a su máxima velocidad
en cuatro patas, cazar, matar. Le dije que esto era lo mejor que podríamos
hacer esta noche, y aceptó disfrutar la corrida.
Vigorizada con la libertad, los olores, la pura energía de esta enorme
ciudad, doblé varias veces al azar mientras cubría las millas. O no tan al
azar, al parecer, ya que me encontré de nuevo en el bar donde había
conocido al mago.
Por alguna razón, mi loba había querido regresar a este lugar. O quizás
yo había querido regresar. A veces es difícil determinar cuál de las dos toma
las decisiones. Reduje la velocidad hasta un trote, luego una caminata
rápida, luego pasos normales, y finalmente me detuve fuera de la puerta del
bar. Abrí la puerta y respiré profundo. Casi toda la gente de antes seguía
aquí, incluyendo al maldito mago. «De ninguna manera me voy a
acobardar». Bajé por las escaleras con toda la confianza que pude juntar.
Como era de esperarse, el Sr. Hashimoto seguía allí. Ahora que había
sido examinada, me recibió con una sonrisa y una pequeña reverencia. Con
un gesto, me invitó a entrar y asintió hacia mi previo lugar en el bar, el cual
había quedado vacío. Junto a mi lugar vacío estaba sentado el maldito
mago, bebiendo un whisky escocés.
Colocando mi cartera sobre el banco, dije —Hola, Masonería. ¿Podrías
ser obediente y cuidar mi cartera mientras voy al baño?
—Por supuesto, Lunática —dijo con una sonrisa, intercambiando mi
juego insultante con su nombre con una burla igualmente rápida—.
Bienvenida de vuelta. ¿Quieres que te pida el mismo trago?
Dando una olfateada a su escocés, decidí cambiar. —No, tengo ganas de
cambiar. ¿Qué tal un poco de ese Johnnie Walker que estás bebiendo? Un
cubo. Gracias.
Encontré el baño de mujeres y lo utilicé. Pasé unos minutos frente al
espejo, alisando mi vestido y cepillándome el cabello. Se había enredado
debido al viento durante mi corrida. Mirando mis uñas—con esmalte en la
mano izquierda, sin esmalte en la derecha—decidí deshacerme del esmalte
en la mano izquierda. La concentración de un momento cambió las uñas de
esa mano a garras. El esmalte endurecido, incapaz de seguir mi cambio, se
desescamó en cinco piezas con forma de uñas. Las volqué en la basura y me
lavé las manos.
Me senté en el banco, ignorando la inspección que me hizo Mason, y
me dijo —Me alegra que hayas vuelto. Quería acariciar a tu loba.
Un gruñido escapó antes de que pudiera contenerlo y un silencio cayó a
nuestro alrededor, fluyendo hacia afuera como ondulaciones. Los demás
clientes fueron lo suficientemente inteligentes como para congelarse ante el
enojo de un depredador. Pero no Mason. Continuó despreocupadamente —
Estoy seguro de que podemos volvernos grandes amigos—tú, yo, y tu loba.
—A ella —comencé y continué— a «nosotras» no nos gustan los
magos. Nadie puede «acariciar» a mi loba.
—Oh —dijo— pero tener a un mago como amigo puede ser algo
excelente. Solo piensa en los regalos—. Ante esto, agitó las manos en el
aire, con los dedos moviéndose en patrones que no pude seguir. De repente,
estaba sosteniendo una gran botella de vidrio. Me la presentó, diciendo
orgullosamente —¡Una botella de galón de removedor de cabellos! Puedes
utilizarla antes de nuestra primera cita.
Ante mi mirada irritada, retrocedió y por un momento pensé que había
entendido el mensaje. Colocando la botella sobre la mesada del bar, dijo —
¿No eres una chica Nair? Sí, a mí tampoco me gusta el olor—. Otra
sacudida de sus manos y la botella se transformó en la caja más grande de
tiras depilatorias que alguna vez hubiera visto.
Para prevenir que agitara sus dedos nuevamente e hiciera más chistes,
extendí las garras de mi mano derecha y tomé la izquierda de él, forzándola
a bajar sobre el bar. Las garras apenas penetraron su piel, pero el mensaje
de que podrían atravesarla por completo fue claro. Se calló de golpe.
Levanté el escocés con mi mano libre y tomé un sorbo largo. Me tomé
unos momentos para apreciar el aroma y los sabores sutiles de la bebida,
sintiendo cómo la tensión, la cual había estado aumentando desde que entré
a ese primer bar en Roppongi, comenzaba a disiparse. A nuestro alrededor,
los clientes comenzaron a hablar nuevamente, y el nivel del ruido volvió a
la normalidad.
La loba y yo necesitábamos conversar. No con palabras, con las cuales
no era buena, sino con sentimientos. Luego de unos minutos de
introspección, me di cuenta que este bar, incluso con el mago irritante, era
el lugar más lindo que había encontrado.
No fue sino hasta que el cubo de hielo se golpeó contra mi diente que
me di cuenta que había terminado la bebida y que había pasado bastante
tiempo. Miré hacia la cara sonriente de Mason. —¿Por qué sonríes?
Movió los ojos hacia la mesada del bar, donde nuestras manos seguían
unidas. Mis uñas habían vuelto a la normalidad, y me sorprendió lo «bien»
que se sentía tocar a alguien. Incluso a un maldito mago.
Retiré la mano de un tirón. —¿Usaste uno de esos malditos hechizos
sobre mí? —Esperé a que la loba saltara, pero estaba extrañamente callada.
Levantando las manos y con los dedos estirados en ese gesto que
utilizan los magos para demostrar que no están haciendo ningún hechizo,
dijo —¡No, no! Ninguna magia. La mayoría de los hechizos no funcionan
en los hombres lobo, de todas formas. Cualquier hechizo que tenga para
hombres lobo es solo para batallas—. Viéndose demasiado inocente, le
gesticuló al mesero para que viniera a recargar nuestras bebidas. —Solo es
mi encanto natural. No te preocupes; le sucede a todas las chicas que
conozco.
—Encanto natural —gruñí—. De ahora en más, quédate con tu
«Encanto natural».
—Ahora, Lunática —dijo—, eres tú la que insistió en tomarnos de la
mano—. Nuevamente me hizo esa sonrisa mientras se frotaba las marcas
que le habían dejado mis uñas. —Incluso aunque hayas sido un poco…
mm… entusiasta.
Intenté pensar en una respuesta que no pudiera convertir en una broma y
finalmente dije —No me llames Lunática, Masonería.
—¿Así que dejarás de burlarte de mi nombre? —preguntó—. Tengo
cien bromas de Luna, varias en japonés. —Se vio melancólico y luego dijo
— Pero no las usaré—. Estirando la mano derecha, añadió —¿Paz?
Examiné su otra mano cuidadosamente para asegurar que no estuviera
planificando ninguna magia y luego le estreché la mano. —Paz —dije, y
añadí— Siempre y cuando no intentes ninguno de esos trucos.
Terminamos nuestras bebidas en un amigable silencio y ordenamos otra
ronda. Mientras esperábamos a que llegaran los tragos nuevos, Mason
preguntó —¿Qué hiciste esta noche?
—Visité unos bares en Rippongi —respondí—. Me coqueteó un joven
estadounidense. El imbécil me siguió a tres otros bares.
—Quizás era uno de los marines de la Embajada de los Estados Unidos
—dijo Mason.
—Sí —dije—. Al final tomé un taxi y me fui a Reverb.
—¿Fuiste a Reverb? —preguntó—. No es realmente un bar amigable
con los «gaijin». Está lleno de Yakuza. —Me miró de arriba a abajo antes
de continuar— Pero probablemente podrías entrar a cualquier lugar.
¿Cuánto te gustó?
—Nada —dije—. Intentaron ponerle drogas a mis tragos. Cuando eso
no funcionó, me estafaron, cobrándome tragos que no pedí.
—¿Te fuiste debiéndoles dinero? —Mason preguntó preocupadamente.
—¿Qué? Por supuesto que no. Siempre pago mis deudas —dije—. Pero
me tomó todo el dinero extra que tenía. —Miré mi copa durante un minuto
antes de darme cuenta de lo que acababa de decir. —Oh, diablos. No tengo
dinero para pagar estos tragos. ¿Este lugar acepta tarjetas?
—No te preocupes —dijo Mason—. Yo pago. —Con una sonrisa,
continuó— Siempre pago por mis citas.
Con una mirada enfadada, dije —Ninguna cita. Te pago mañana luego
de encontrar un cajero automático.
—No hay problema —dijo.
Levantándome del bar, me excusé para utilizar el baño nuevamente.
Mason levantó las cejas y sonrió. Mostrándome la gran caja de tiras
depilatorias, dijo —¿Necesitarás estas?
Un destello de rabia fue reemplazado con una risa. Maldición, era
insistente. Decidiéndome por jugar con él, me incliné hacia él y le susurré
—Las mujeres lobo no necesitan eso. Podemos ser tan peludas, o suaves
como queramos.
Me reí efusivamente mientras me iba.
Cuando regresé unos minutos después, encontré nuestras copas
recargadas y que la caja había desaparecido. En su lugar había una pequeña
botella de esmalte de uñas de color rojo brillante.
Levanté la bebida, disfrutando del aroma mientras admiraba los tintes
ámbar, y elevé mi copa hacia Mason. Mientras él tomaba sus sorbos, le
pregunté —¿Planeas pintarte las uñas, Mason?
—En realidad —dijo luego de un sorbo—, esto es para ti. Noté que
tuviste dificultades con tu esmalte antes. Probablemente causado por
manifestar tus garras. Este esmalte es adaptable. Se quedará puesto sin
importar qué forma tengan tus uñas.
Parecía estar insufriblemente orgulloso de sí mismo. —¿Qué tal si no
quiero ser la única mujer lobo con garras de color rojo? ¿O si pienso que el
rojo chillón no combina con mi vestimenta?
Otra sonrisa, y respondió —Pero «este» esmalte es «psicocromático».
Ante mi ceja elevada, dijo —Adelante. Levanta la botella.
En mi mano, la pequeña botella se mantuvo igual, aunque ahora podía
discernir minúsculos copos de colores iridiscentes en el esmalte.
—Ahora piensa en un color que te guste —dijo.
Pensé en el azul oscuro de mi vestido de terciopelo favorito. El esmalte
inmediatamente cambió para volverse el color en mi imaginación. Roté por
varios otros colores—verde, celeste, rosa, incluso el amarillo de un pétalo
de girasol. En cada caso, el color del esmalte cambió para combinar.
Finalmente, pensé en «ningún color», esperando que volviera al rojo
original. En su lugar, se volvió completamente transparente.
Me lamí los labios. Esto era algo maravilloso; valdría una fortuna. En el
fondo de mis pensamientos, la loba sacudió la cabeza. Lamentándome,
coloqué la botella sobre el bar nuevamente. —Lo siento, Mason —dije—.
No puedo aceptar un regalo así, en especial de un mago.
—Cierto. Nada de regalos. Eres del tipo independiente. Un intercambio
estaría bien; ¿qué me puedes ofrecer? —preguntó.
—Te dije que se me acabó el dinero hasta que llegue a un cajero
automático. —Revisé mi cartera para mostrarle, sacando unas pocas
monedas. —No puedo pagarte lo que vale. Mamá me advirtió acerca de los
magos y sus regalos. Me rehúso a aceptar un «regalo» de un mago.
Estirándose hacia mí, tomó una gran moneda de mi mano. —Me tomaré
esta moneda de quinientos yenes a cambio y puedes considerarlo un
intercambio justo.
Quinientos yenes eran como cinco dólares estadounidenses. Conocía a
mujeres que pagarían miles por una botella de esmalte que siempre
combinara con sus atuendos y no requiriera mantenimiento.
—¿Sin trucos? —pregunté—. ¿Sin trampas? ¿Sin señuelos o mentiras o
tratos ocultos?
Se irguió en su banco y giró para mirarme completamente de frente.
Levantó la mano, con los dedos puestos en una posición que recordaba de
mi infancia: índice y medios levantados, anular separado de los primeros
dos, y meñique bajado por el pulgar—una combinación de los saludos de
los Boy Scouts y Vulcano. —Juro que la única magia en este esmalte es la
que lo hace cambiar su forma y color para que combine con tus
pensamientos. Además afirmo que considero que tu pago de quinientos
yenes es un pago completo y justo por este artículo, y que no hay ninguna
obligación adicional implícita.
Podía sentir cómo mi loba inclinó la cabeza hacia el costado ante su
anuncio, y luego asintió. Mi detector de mentiras integrado no pudo
encontrar un vacío legal.
Tomando la botella de esmalte y colocándola en mi cartera, dije —
Acepto tu intercambio, y gracias por ser tan considerado. ¿Hay algún
removedor de esmalte mágico que necesite comprar para quitármelo?
—¿Qué? —Mason preguntó con tono sorprendido—. No, cuando
quieres estar sin nada, simplemente utiliza el pincel y «piensa» en que te
remueve el esmalte. Se transferirá al pincel y podrás volverlo a la botella.
—¿O sea que esto durará para siempre?
—Tienes suficiente allí como para que dure varias vidas —dijo.
—Creo que te estás perjudicando a ti mismo, vendiendo esto por
quinientos yenes —dije—. Si lo vendieras a un precio justo, no tendrías que
trabajar en este bar.
Con una sonrisa pequeña, Mason dijo —¿Crees que necesito trabajar?
—Tomó la moneda de quinientos yenes y la colocó en el borde de la
mesada del bar, sosteniéndola en su lugar con el dedo índice. Entonces la
giró con el otro dedo índice. Mientras la moneda giraba, desdibujada,
destellando tintes de color cobrizo sobre la mesada brillante, murmuró
palabras que no pude entender. De repente, el giro de la moneda cambió y
se ralentizó, y los destellos tomaron un brillo rubicundo. La moneda se
ralentizó y detuvo, cayendo hacia un lado con un peso mucho más
considerable que el que había tenido hacía unos momentos atrás.
Mirando hacia Mason para pedirle permiso, me estiré y tomé la moneda.
Estaba mucho más pesada, el metal estaba mucho más suave, y el olor a
cobre había sido reemplazado por otro metal.
—¿Es «oro»? —pregunté, cerrando la manera inconscientemente
alrededor de la moneda. Ante su mirada, me di cuenta que había recobrado
su «pago justo» por el esmalte.
Volviendo la moneda al bar delante de él, dije —Lindo truco, Midas.
Así que así es cómo pagas tus cuentas.
—No siempre —respondió con una sonrisa—, pero hace que la vida sea
más fácil. En serio —continuó—, el oro es bueno para el mundo humano,
pero hay muchas cosas que no se pueden comprar con el dinero mundano.
—¿Qué no se puede comprar con oro ilimitado? —dije, riéndome.
—Lealtad, compasión, amistad, y amo—. Se detuvo con el último
punto.
—No puede comprarme amor —canté la letra de la vieja canción de los
Beatles y me sorprendió ver que su cara se ruborizó. ¿El mago bromista
había dejado sin querer que se vieran sus sentimientos reales?
Sacudió la cabeza y cambió el tema. —De todas formas, dijiste
«ilimitado». La magia no es ilimitada. La magia tiene límites. A veces esos
límites son difíciles de aceptar, pero existen.
Con una mirada que decía que quería cambiar el tema, Mason continuó
—Hablando de amigos, ¿qué tal si te muestro algunos lugares distintos de
Tokio? Unos no tan mundanos. Quizás encajes mejor en algunos lugares
amigables con lo paranormal.
—¿Bares de hombres lobo? —pregunté—. Quisiera evitar esos.
—No realmente —dijo—. Japón no es un destino popular—no hay
suficiente espacio libre para correr y hay demasiada competencia de parte
de los sobrenaturales locales. De hecho, el único hombre lobo que conozco
es un tipo en Hakone. Un lobo solitario, como tú.
¿Otro hombre lobo en Japón? Estaba interesada, pero aún decidida a
evitar a cualquier otro hombre lobo. Descartando el comentario de Mason,
dije —Sí, te dejaré ser mi guía turístico. ¿Podemos encontrarnos aquí
mañana en la noche?
Con su enfurecedora sonrisa, Mason dijo —De acuerdo, es una cita.
—Es una cita —respondí—. Pero no es una «cita».
S I G U E S I N S E R U N A C ITA

A l día siguiente, pasé una cantidad descomunal de tiempo


preparándome para esta salida. En cierto punto durante mi pérdida de
tiempo, mientras me aplicaba el esmalte en las uñas de los pies y
hacía que combinara con el vestido que colgaba en la parte de atrás de la
puerta del baño, me di cuenta que estaba ansiando esta noche. No había
ansiado nada desde que me fui—no, «huí»—de la manada.
Un toque final antes de salir: un ligero rocío de perfume cítrico. Apenas
suficiente como para que las narices mundanas lo registraran, pero
suficientemente fuerte como para un licántropo. Mi loba interna arrugó la
nariz ante el perfume, nuestra sensibilidad ante los olores haciendo que el
más mínimo toque fuera un ataque. De hecho, solo podíamos manejar los
olores florales; cualquier perfume almizcle luchaba contra nuestra
naturaleza. La única vez que intenté utilizar un perfume almizcle, pasé
después una hora en la ducha intentando deshacerme del olor.
Finalmente satisfecha con mi apariencia, encontré mi camino hacia el
bar. Estaba vistiendo un vestido de color azul oscuro que abrazaba mis
curvas y tenía un escote profundo, tacones altos de punta abierta, y una
cartera azul que combinaba con el atuendo y estaba llena de dinero de mi
visita al cajero automático. Había usado el esmalte mágico para pintarme
las uñas de las manos y los pies y había hecho que combinaran con el color
de mi vestido. En la entrada de las escaleras, me removí las gafas de sol;
nadie aquí se sorprendería si se veían mis ojos de loba.
Entrando al bar, encontré a Mason sentado en su lugar en el podio.
Debió haber dicho la verdad acerca de no necesitar trabajar, porque
inmediatamente abandonó su puesto para escoltarme al bar. Esperé que la
loba se quejara de su abordaje sonriente, pero estaba extrañamente callada.
¿Sería posible que mi chaperona integrada se estuviera acostumbrando a
Mason? Esa idea fue rápidamente desechada cuando Mason se inclinó para
darme un beso mejilla a mejilla de estilo europeo, y sentí cómo se me erizó
el pelo.
Murmuró —Hueles muy bien.
La loba gruñó suavemente en advertencia, pero no como preludio a un
ataque. Hice eco del gruñido y pude sentir cómo mis ojos cambiaban.
Mason retrocedió un paso, aún con esa enfurecedora sonrisa sobre sus
labios.
Tocó mi codo para guiarme hacia nuestros asientos en el bar, mientras
decía —¿La loba aún no se ha acostumbrado a mí? Generalmente, mis
encantos calman a las bestias salvajes.
Mientras me deslizaba hacia el asiento, sin realmente mostrar mis
piernas, dije —No confía mucho en nadie que no sea de nuestra manada. —
Ante su mirada deprimida, añadí— Aunque no te hemos atacado aún. Con
esos chistes terribles, eso es un logro.
—Estoy seguro que para nuestra tercera cita, estará sacudiendo la cola
por mí.
A la loba no le gustó la burla, y me ericé nuevamente ante sus charlas
de domarnos. Mis uñas agarraron la mesada del bar y se volvieron garras.
Observé cómo el esmalte mágico cambiaba para cubrir la forma de mis
garras. Respirando profundo, obligué a la loba a calmarse y observé cómo
las garras desaparecieron.
—Para dejarlo en claro —dije, sacando un fajo de yenes japoneses de
mi cartera y colocándolo sobre el bar—, esto «no» es una cita. Te estoy
devolviendo el dinero del préstamo de anoche, y dividiremos la cuenta esta
noche.
—Dos pasos hacia adelante, uno hacia atrás —dijo Mason mientras
revisaba los billetes y extrajo lo que le debía. Devolvió el resto y guardó su
porción. —Incluso un paso hacia adelante igual es progreso. Estoy de
camino a primera base. —En ese momento, el equipo de sonido del bar
comenzó a tocar la vieja canción de Meat Loaf, «Paradise by the Dashboard
Light».
Ante mi mirada enojada, levantó las manos —Oye, fue solo una
coincidencia. Yo no elegí la música.
—No hay muchas coincidencias cuando se trata de magos —dije.
Pedimos nuestros tragos—un umeboshi sour para mí, Johnnie Walker
para Mason— y entonces él comentó—: Pareces saber mucho acerca de los
magos. ¿Quizás tienes algún ex novio?
Llegaron nuestros tragos, dándome tiempo para aplastar los recuerdos
dolorosos. Dije— No, no tengo ex novios magos. —«Ni ningún ex novio»,
añadí mentalmente.
Demostrando un poco de percepción, Mason dijo —Pensándolo de
nuevo, evitemos el tema de los exes, y cómo sabes tanto acerca de los
magos. Salimos a divertirnos, vayamos a lugares agradables, y te
presentaremos a los sobrenaturales locales.
Levanté mi copa y dije —Brindemos a cambiar el tema. ¿Cuántos años
tienes?
Un extrañamente enternecedor fruncido del ceño de concentración
cruzó por su cara. Miró hacia su teléfono antes de responder— Han
transcurrido treintaiún años terrestres desde mi nacimiento.
—¿Así que tienes treintaiún años? —presioné.
—Según esa medida, sí —respondió—. Pasé tiempo en otros lados
donde el tiempo, mm, «fluye» de manera diferente. Es difícil de describir
—. Asintiendo para sí mismo, continuó —Pero treintaiuno es una buena
respuesta. Me quedaré con esa.
—¿Lugares donde el tiempo fluye de manera diferente? —pregunté—.
Parece un cuento de hadas.
—Las tierras sin sol están habitadas por las hadas— dijo—. Así como
otras razas. Un lugar de terror y maravillas. Algunas partes están
constantemente en el crepúsculo, otras están atascadas en el amanecer.
Me tomó un minuto entenderlo. —¿Así que no hay una luna?
—No en ninguno de los lugares que conozco —dijo—. Es muy
diferente a nuestro mundo mundano. —Mientras bebía de mi trago, me
preguntó—: ¿Estarías interesada en visitarlos?
Antes de que pudiera responderle, una mirada pensativa cubrió su cara
—. No sé cómo afectaría a un hombre lobo. La falta de luna podría suprimir
a tu loba.
Me dio un escalofrío la idea de un lugar sin luna para convocar a mi otra
mitad. —Creo que mejor me quedo en este mundo.
—Probablemente sea lo mejor —dijo—. Serías una persona muy
diferente sin la loba.
Volviendo a nuestro tema original, dije —Así que tienes treintaiún años
terrestres.
—Sí —dijo.
Esperé un minuto mientras ambos bebíamos nuestros tragos, pero no me
preguntó mi edad—. Yo tengo veintiséis —ofrecí.
—Pero te ves mucho más joven —dijo, y vi la sonrisa que precedió a
una de sus bromas—. A menos que estés contando en años perru… —Lo
corté de golpe.
—Si terminas esa oración con un comentario acerca de los años
perrunos —dije, relajando mi agarre en su cuello ligeramente—, te lanzaré
a través de la pared.
Levantó su mano y la puso sobre mi muñeca, pero en lugar de intentar
retirar mi mano, acarició mi brazo desde la muñeca hasta el codo. Su
sonrisa era enfurecedora, pero me atravesó un escalofrío minúsculo, y
encontré mis dedos índice y medio subiendo lentamente por el costado de
su cuello para frotar detrás de su oreja, donde los humanos tenían sus
minúsculas glándulas odoríferas. Rápidamente removí mi mano pero no
logré detenerme de oler mis dedos para atrapar su aroma. Convertí el gesto
en una rascada de nariz, pero no creo que Mason haya sido engañado.
Terminando su bebida, Mason dijo— ¿Estás lista para visitar los lugares
populares?
V I S ITA N D O E L M Í S T I C O
SUBMUNDO DE TOKIO

N uestra primera parada fue un café de mucamas. Todas las meseras


vestían disfraces de caricaturas. Nos saludaron, hicieron sentar, y
sirvieron personajes de animé. Mientras bebíamos nuestro té (no
había alcohol aquí) y comíamos golosinas, le dije a Mason— No hay nada
paranormal aquí. —Ante su ceja elevada, me corregí—. No puedo «sentir»
nada paranormal aquí.
Luego vino otra mesera. Tenía un peinado rubio elaborado, con
minúsculos moños sobre su cabeza, con dos largas coletas que caían de allí.
Aunque tenía pliegues epicánticos japoneses, sus enormes ojos eran azules.
Su atuendo era una combinación de falda corta en blanco, con borde azul y
un pliegue de marinero en el cuello. Alrededor de su cintura había un cinto
dorado que sostenía lo que parecía ser un cetro. El cetro me fascinó; parecía
estar en un enfoque más grande que cualquier cosa que lo rodeara. Tuve que
pestañear varias veces para romper mi mirada fija en el objeto.
Saludó a Mason como si fuera un viejo amigo—. «Konnichi-wa»,
Mason-chan. Qué agradable verte de nuevo.
Mason se puso de pie para saludarla e hizo una reverencia—. Tsukino-
san, me alegra verte, también. Me gustaría presentarte a mi amiga —dijo,
gesticulando hacia mí—. Me parece que ambas tienen algo en común.
¿Algo en común? ¿Con una cosplayer adolescente? Asentí hacia la
chica y dije —Hola, es un placer conocerte. Me llamo Luna.
—Ah, Luna-chan —dijo—. Sí, tenemos algo en común. —Me miró de
cerca, sus ojos juveniles de repente pareciendo mucho mayores, y mi loba
bajó la cabeza. ¿Qué clase de poder tenía esta chica como para hacer que mi
loba reaccionara así? No podía ver que hubiera indicios de la magia que
rodeaba a Mason, pero esta chica tenía «algo».
Asintiendo hacia Mason, Tsukino-san dijo— Tú y tu amiga son
bienvenidos aquí y no encontrarán peligro de parte de mí o de mis
guardianes.
Mason dijo— Aceptamos tu bendición. Gracias.
Con otra mirada y guiño del ojo hacia mí, la chica giró y se fue a
saludar a otros invitados.
Mason se sentó y levantó su té. Luego de unos momentos, tuve que
preguntarle— ¿Algo en común?
—Sí —dijo Mason—. Es una diosa japonesa de la luna, y tú eres una
mujer lobo tocada por la luna.
—¿Así que una chica lunar con traje de marinera tiene mucho en común
con los hombres lobo? —insistí.
—Bueno —dijo Mason, frotándose la pera de manera reacia— hay otra
cosa…
—Mason, ¿de qué se trata?
—Tiene un familiar. —Ante mi asentida de cabeza, continuó—. Un gato
negro. —Dando el último sorbo de su té, terminó— Su gata se llama Luna.
—Sí —murmuré, bajando mi taza—, yo no soy familiar de nadie. Estoy
lista para irnos. No creí que me sacarías a burlarte de mí.
Con una expresión seria, Mason dijo— No fue para burlarme de ti. Si
quieres quedarte en Tokio, necesitas la bendición de ella. Ahora que la
tienes, muy pocos de los sobrenaturales locales te molestarán. De todas
formas —dijo mientras se ponía de pie—, creo que te gustará más el
siguiente lugar. Tiene muchos cambiantes.
Ante eso, mi loba levantó las orejas. «¿Otros cambiantes?»— De
acuerdo —dije—, continuemos con el tour.
Cerca de veinte minutos después, entramos a otro bar. Este tenía un
cartel de estridente neón que lo identificaba con Fox’s Den. La loba y yo
olfateamos decenas de criaturas diferentes; casi todas basadas en animales.
La mezcla era embriagadora, y mi loba estaba feliz catalogando todos los
nuevos olores.
Unos minutos después de que entráramos, una mujer pequeña con un
atuendo gótico negro se acercó y saludó a Mason— Hola, Mason. ¿Cómo
has estado?
No olía humana. Olía feral, solapado con perfume. La combinación
cosquilleó mi memoria. Me tomó un minuto ubicarla, pero de repente,
recordé: había estado en la calle anoche en Roppongi.
Tenía nariz puntiaguda, pero sin ser por eso, era una mujer japonesa
común, con cabello y ojos negros carbón. Se movía con la gracia de una
acróbata. La desconté hasta que mi loba la olió mejor y gritó «¡Zorra!» en
mi inconsciente. Su apariencia normal se disipó y fui enfrentada por una
criatura muy diferente. Mismo cuerpo atlético, pero ahora su nariz era
mucho más puntiaguda, había dos orejas en punta cubiertas con pelo negro
saliendo de entre su cabello, y tenía dos enormes colas de zorro con pelaje
negro saliendo de atrás de ella. Sus ojos ahora eran óvalos color ámbar, con
pupilas de gato estudiándome calmadamente. Tenía la sensación de que ella
podía ver mi loba tan bien como yo podía ver su zorra.
Su apariencia cambiada confundió a mi loba un momento antes de que,
reacia, anunciara «Depredadora».
—Naomi-san, esta es mi amiga, Luna. Le estoy presentando a la
comunidad de cambiantes.
—Ha sido bendecida por Bunny, veo —dijo Naomi-san con una mirada
decepcionada—. Tendrías que haberla traído primero a aquí para que
pudiéramos divertirnos.
¿Quién diablos era Bunny? ¿Podría tratarse de la pequeña chica con
ropa marinera en el café de mucamas? La loba hizo algo nuevo—proyectó
una impresión creada por olor, sonido, y visión combinadas: el olor de un
conejo; una imagen de la marinera, con los moños de cabello transformados
en orejas de conejo; y el sonido de campanas distantes. ¿Esta era la forma
de decir «sí» de la loba?
Mason se estiró y me tocó el brazo de manera protectora—. No creo que
su loba reaccionaría bien a tus bromas. Ni siquiera le gustan mis juegos de
palabras. —Entonces deslizó su mano por mi antebrazo hasta mi mano,
enviando cosquilleos por mi columna—. Y todos sabemos que mis juegos
de palabras son de primer nivel.
Naomi-san miró nuestras manos unidas, hizo una sonrisa pecaminosa, y
se concentró. Un golpe de un perfume nuevo golpeó mi nariz, y de repente
esta pequeña zorra era la mujer más deseable del mundo. Me encontré a mí
misma inclinándome hacia ella para poder acercarme a ese encantador
aroma, soltando la mano de Maon en el proceso. Sus labios eran exquisitas
bayas que simplemente tenía que probar. Antes de que pudiera pensar que
este comportamiento era inusual, la loba reaccionó. Retrocedió con un
gruñido y mis dientes se elongaron a colmillos cortantes. Estaba a pulgadas
de la garganta de la zorra cuando Mason me tironeó hacia atrás.
Quedé satisfecha con la mirada de terror de su cara mientras retrocedía
rápidamente y sostenía las manos alzadas en derrota. El olor encantador se
desvaneció rápidamente.
—Te dije que reaccionaría mal a tus trucos, Naomi-san —dijo Mason.
Sentí cómo mi cara cambiaba nuevamente a la normalidad, la loba
satisfecha con que su despliegue hubiera asustado a la pequeña carroñera.
—Cálmate, Luna —dijo con un llanto lastimoso—. Era solo una broma.
Los «kitsune» somos famosos por nuestras bromas.
—Y los lobos somos famosos por desgarrarles las gargantas a las
criaturas que intentan esclavizarnos —gruñí.
Mason levantó las manos en un gesto de paz—. Vamos, señoritas; no
queremos una pelea de gatas aquí—
—¡Nunca me llames gata! —dije.
—¡Nunca me llames gata! —dijo Naomi-san.
Intercambiamos miradas, siendo enemigas que estaban de acuerdo.
La kitsune retrocedió, diciendo— Qué placer haberte conocido. Bebe un
trago de mi parte, ¡adiós! —antes de huir.
Seguía enojada, pero dejé que Mason me guiara hacia una mesa en una
esquina. Me senté de piernas cruzadas y lo miré mientras golpeteaba mis
uñas sobre la mesa. Miró el largo de mis uñas—ya casi garras en ese
momento—y se dio cuenta de que seguía enojada.
—Wow —dijo—, esas uñas son como un termómetro de cuán enojada
estás. —Mirando debajo de la mesa hacia mis pies, dijo— Al menos las
uñas de tus pies no hacen lo mismo. Podrías arruinar muchos zapatos caros
de esa manera.
Un par de golpeteos más mientras controlaba mi temperamento.
Finalmente, pregunté— ¿Por qué me presentaste a esa mujer?
Mason hizo un gesto con una mano mientras tiraba de su oreja con la
otra, y una burbuja se formó alrededor de nuestra mesa. Los sonidos de
afuera de la burbuja fueron silenciados y distorsionados; incluso mis oídos
sensibles de loba no lograban distinguir las conversaciones. Este despliegue
casual de magia era más impresionante que todos sus trucos espectaculares
combinados.
—Escucha —dijo—, ibas a tener que encontrar un kitsune
eventualmente. La reina quiere saber acerca de todas las potenciales
amenazas para su clan. De esta manera, pudiste conocer a Naomi-san, en
lugar de a alguien más. Naomi está loca, pero es menos despiadada que sus
hermanas.
Mason bajó la burbuja por un minuto para que pudiéramos pedir tragos.
Parecía ser que la burbuja prevenía que la gente nos «notara», aunque
pudieran vernos lo suficientemente bien como para caminar alrededor de
nuestra mesa. Más de esa magia que no podía entender.
Él eligió un Johnnie Walker, y yo pedí otro umeboshi sour. Después de
que hubieran entregado los tragos y que la burbuja estuviera de nuevo en su
lugar, continuamos con nuestra conversación.
—¿Así que ella es la amable? —pregunté.
—Ninguna de ellas es amable —dijo—. Algunas son menos
destructivas que otras. Míralo así: han visto que no caerás por sus trucos de
feromonas, que tienes la bendición de Bunny, y que tienes un amigo mago.
—No parecen tenerte miedo, mago —dije.
Mason se inclinó hacia atrás en su silla y dio unos sorbos de su whisky,
con una sonrisa entretenida sobre sus labios—. ¿Sabes? Probó el mismo
truco conmigo.
—¿Y caíste por él? —dije, repentinamente segura de que Mason y la
mujer zorra habían tenido una relación. Sentí un gruñido bajo de parte de
mi loba. «¡Espera! ¿Son celos?»
—Para nada —dijo Mason—. Como tú y tu loba, no puedo soportar que
alguien intente controlarme. Ni siquiera llegó a primera base.
Me cubrió una ola de alivio, seguida por sospecha. ¿Estaba siendo
manipulada en ese momento? Bebí de mi trago y acudí a la única en la cual
podía confiar; mi loba interna. La loba me presentó imágenes y olores de
nuestra conversación anterior. Naomi-san y Mason habían estado parados y
oliendo a oponentes, no conspirantes. Su lenguaje corporal había señalado a
gritos recelo, no intimidad.
—¿Exactamente cuán lejos llegó? —pregunté—. No a primera base.
¿Llegó a parcial? ¿Foul? ¿Llegó a manipular el bate?
Mason se rió de repente y ahogó con su escocés, saplicando su bebida
por su nariz y llenando nuestra pequeña burbuja con el aroma de whisky
costoso. Tuvo que beber un trago de su agua para aclarar su garganta.
—No, nada de eso —dijo cuando finalmente pudo hablar nuevamente
—. Fue expulsada del juego sin lograr entrar al círculo del bateador.
Miré hacia abajo y noté que aunque mis uñas seguían golpeteando la
mesada, ahora eran uñas humanas de largo normal; ya no más garras
desgarradoras. Aparentemente, mi loba interna había decidido no atacar a
Mason. Mi lado humano se sintió aliviado.
—Parece ser del tipo insistente —dije—. ¿Cómo la convenciste de que
se rindiera?
Mason sonrió y levantó la mirada, recordando algo con cariño—.
¿Recuerdas cuando te di la botella del removedor de cabello? —Tras yo
asentir con la cabeza, continuó— Tengo un hechizo que hace lo mismo.
—¿La dejaste calva? —pregunté.
—Solo sus colas —dijo—. Pero los kitsune tienen gran aprecio por sus
colas. Cuántas más colas, y más adornado el pelo, más poderoso el kitsune.
La reina tiene nueve colas y está en la cima de su clan.
—Así que alterar sus colas… —me quedé en silencio mientras la loba
guardaba esa información por si teníamos otro encuentro con Naomi-san.
—Es una gran vergüenza y puede dar lugar a una pérdida de rango en la
jerarquía del clan. Tuvo que ocultarse por un mes mientras volvía a crecer
el pelo. Si te da problemas en el futuro, simplemente llámala «Cola de
rata».
Archivé el insulto por las dudas; la loba decidió que arrancarle la cola
de una mordida a Naomi-san sería castigo suficiente para cualquier futuro
conflicto.
—¿«Cola de rata»? —pregunté—. ¿Más juegos de palabras? ¿Cómo
logró aprender inglés lo suficientemente bien como para entender tus
terribles juegos de palabras?
—Los kitsune son excelentes con los idiomas —dijo—. Les sirve para
cuando hacen negocios o trucos con los humanos. Son los mejores
angloparlantes que no son nativos que encontrarás en Tokio.
Queriendo cambiar el tema de su admiración hacia los embaucadores
kitsune, y para explicar por qué yo estaba tan irritable, dije— Las cosas en
este mundo son muy diferentes a la manada.
—¿En qué sentido?
—En la manada las decisiones son claras —dije—. No hay muchos
grises. Todos son «manada», «presa», o «depredador». Incluso dentro de la
manada; todos son superiores o inferiores a mí. Estar aquí en Tokio, con
todos estos otros cambiantes, es confuso para la loba.
Pude ver cómo saltó la interrogante a sus ojos—. ¿Dónde encajan los
magos en la visión de los lobos?
Esa no era una pregunta para la cual estuviera preparada para responder
—. ¿Me estás preguntando si le agradas a mi loba?
—No «agradar» —dijo—. Me conformo con que decida no atacarme
ante la primera oportunidad.
Bebiendo otro sorbo de mi trago ácido, terminándolo, dije— Estás a
salvo por ahora, mago. Pero esos juegos de palabras pueden provocarla.
—Así que lo mejor que puedo esperar es tolerancia —pensó en voz alta
—. ¡Excelente! He tenido relaciones basadas en mucho menos que eso.
Terminando su bebida, bajó la burbuja, señalando que se consideraría
maleducado dejarla levantada demasiado tiempo. Entonces dijo— ¿Estás
lista para otro? Un trago más aquí y nos vamos a cenar.
—Excelente —dije—. Muero de hambre. —Había pasado demasiado
tiempo preparándome y no había almorzado.
Lo seguí hasta el bar, preguntándome por un segundo por qué no le
pedimos a un mesero que nos sirviera, y entonces me di cuenta que era que
quería lucirme ante la multitud. Dudas repentinas corrieron por mi interior.
¿Estaba solo interesado en presentarme como una loba rara como un
unicornio?
Tomó mi mano y me sonrió, y las dudas se desvanecieron. Nos
movimos entre la multitud, con mi nariz atacada y tentada por decenas de
olores nuevos.
Una mujer alta caminó por al lado nuestro, atrapando la atención de mi
perra interna. Tenía un largo vestido verde que le llegaba hasta los tobillos,
y tenía las piernas más largas y los pies más pequeños que alguna vez
hubiera visto. Sus rasgos eran asiáticos, pero sutilmente distintos a los de
las japonesas. Alrededor de su cuello había un collar compuesto de gruesos
eslabones dorados, sosteniendo un amuleto de Buda. Su olor hizo que se
aguara la boca de la perra; una combinación de venado con pimientos
picantes, muy distinto al olor de las japonesas locales. «Comida tailandesa»,
pensé.
La mano del mago sobre mi brazo me detuvo de golpe; había
comenzado a perseguirla sin darme cuenta—. No te metas con la «Upsorn
Sriha»; es una amiga.
Tanto la perra como yo estuvimos de acuerdo en que tomar mi brazo fue
un error. Con un gruñido, giré hacia el mago, solo para que el gruñido se me
quedara atrapado en la garganta. Detrás del mago estaba el hombre más
grande que alguna vez hubiera visto, junto con la cara más fea que existiera.
Tenía los rasgos aplastados de un boxeador profesional, dientes enormes, y
la mirada más desagradable que hubiera encontrado. Le dio solo una mirada
y se retractó.
La mujer había girado para vernos, sus ojos agrandándose del miedo
cuando vio lo que yo era. Su mano corrió hacia el amuleto en su cuello, y
sentí ese cosquilleo en el aire que precede a los relámpagos.
La mirada de la mujer cambió a una de alivio cuando Mason habló.
—«Sawatdee khrap», Pe-Jennie, es bueno verte de nuevo. ¿Cómo
estuvo Bangkok?
—«Sawatdee ha», Mason —dijo la mujer, colocando ambas manos
delante de ella en gesto de oración y haciendo una reverencia con la cabeza.
—Estuvo cálido, húmedo, y abarrotado. Prefiero Tokio. —El cosquilleo
eléctrico en el aire se disipó.
Con una sonrisa enigmática, se dio la vuelta y se fue, seguida por el
monstruo, dejándome preguntándome cuántos amigos tendría Mason. El
monstruo hizo el mismo gesto con las manos juntas para Mason,
ignorándonos a la loba y a mí, mientras se iba. ¿Le tenía más miedo a
Mason que a la loba?
—Aquí en Tokio, no estás en la cima de la cadena alimenticia —dijo el
mago—. Incluso aquellos más abajo en la cadena, tienen amigos. Amigos
poderosos. Los Upsorn Sriha siempre son amigos de «yaks».
—¿Qué es un yak? —tuve que preguntar—. ¿Es jerga para Yakuza?
—No —dijo—, nada humano. Los Yaks o Yaksha son una especie de
guardianes sobrenaturales. Protegen lugares y a personas como Pe-Jennie.
—Tenía un acento extraño —dije—. ¿De dónde es?
—Los Upsorn Sriha y Yaksha son de Tailandia —dijo Mason—.
Recibimos muchos sobrenaturales extranjeros aquí. Tokio es el centro para
todos los sobrenaturales asiáticos.
Eso explicó mi repentino antojo de comida tailandesa—. Lo siento —
dije—, no tendría que haber comenzado a perseguirla. No la hubiera
lastimado; simplemente activó mi reflejo de cacería. Me está dando hambre
y es difícil contener a la loba cuando mi estómago está rugiendo.
—En ese caso —dijo Mason—, no tomemos este trago y vayamos a
cenar. Hice reservaciones en un lugar que te podría gustar.
Quince minutos después estábamos ingresando a un restaurante llamado
The Ninja. Todos los meseros estaban vestidos con los clásicos atuendos
negros de las películas japonesas. Para llegar a nuestra mesa, tuvimos que
atravesar unos túneles falsos con luces muy tenues. En realidad, habrían
sido tenues para un humano. Mason y yo no tuvimos problemas con ellas.
Finalmente llegamos a nuestra mesa y fuimos sentados por la anfitriona.
Mason había seleccionado una mesa de estilo occidental para evitar
sentarnos en el suelo.
Pedimos unos tragos lujosos para comenzar—con muchas frutas y muy
poco alcohol—y revisamos los menúes. El menú estaba compuesto por
platos compuestos, con precios que variaban entre setenta y cinco hasta casi
doscientos dólares. En lugar de elegir del menú, usé la nariz y le dije a
Mason qué olía bien para mí.
Después de que él había ordenado para ambos, dije— No siento ningún
otro cambiante aquí. Todos los demás clientes son humanos.
—Solo espera —dijo—. No todos los del mundo sobrenatural son
cambiantes.
Así que comimos y bebimos, disfrutando de nuestra comida. Cerca de
veinte minutos después, un hombre vestido de ninja vino a nuestra mesa.
Sonrió como un presentador de un carnaval y colocó una mesa pequeña
sobre nuestra mesa. Primero, sacó un juego de monedas pequeñas de su
oreja, una por una. Luego colocó las monedas sobre la mesa y corrió sus
manos sobre ellas, y las monedas inmediatamente se duplicaron en tamaño.
Hizo unos trucos más con las monedas, levitando una a la vez hasta que
todas estaban flotando sobre la mesa.
Entonces, con un gesto de chasquido, tomó todas las monedas del aire,
golpeó las manos juntas para demostrar que las monedas habían
desaparecido, y produjo una rosa de la nada. Me la entregó con una
floritura, y mientras inhalaba el aroma de la flor rosada, le hizo una
reverencia a Mason.
Mason sonrió, complacido, y dijo— Excelente trabajo, Nakamura-san.
No pude notar cuándo utilizaste magia real y cuándo utilizaste técnicas
teatrales.
Nakamura-san nos hizo una reverencia a ambos y se fue, asumo que a
realizar sus trucos en otras mesas.
—¿Así que eso fue magia real?
—Cincuenta, cincuenta —dijo Mason.
—Espera —dije—. Si puede hacer los mismos trucos que tú, ¿por qué
está trabajando como un animador? ¿No puede simplemente generar un
poco de oro?
Mason comió un par de bocados de su pollo antes de responder—.
Primero, Nakamura-san no está lo suficientemente avanzado como para
hacer el truco de conversión de oro, así que necesita un empleo. Segundo,
los magos necesitan tener una cubierta para cuando los mundanos ven
nuestros trucos. Ser un prestidigitador es una excelente cubierta.
Repentinamente sospechosa, pregunté— Entonces, ¿cuánto de tu
espectáculo de la otra noche fue magia real, y cuánto fue falso? —¿Me
habría engañado con una moneda enchapada en oro y gestos elaborados?
Entonces recordé la burbuja de silencio que había conjurado tan
fácilmente, el esmalte de uñas que mágicamente cambiaba de colores, y el
respeto que los demás sobrenaturales le habían demostrado—cosas que no
podían ser explicadas con trucos de un escurridizo estafador.
Tomando un sorbo de su trago, mason dijo— Cerca de ti, querida, soy
siempre cien por ciento.
Mientras terminábamos nuestra comida con un postre de compota de
frutas, Mason se veía pensativo—. Luna, nuestra siguiente parada será
diferente. No quiero ir a ese lugar, pero necesitas conocer a esta gente.
Intrigada ante quién podría hacer que el incontenible Mason se pusiera
reacio, dije— ¿Vamos a conocer a tu ex?
La cara de Mason se puso en blanco por un momento, y temí haber
adivinado correctamente. Entonces sacudió la cabeza y dijo— No.
Lidiaremos con más brujería que exes. Iremos a conocer el único aquelarre
de brujas de Japón.
Veinte minutos después, nuestro taxi se detuvo delante de otro bar. El
cartel aquí decía que se llamaba The Cauldron, y estaba engalanado con
decoraciones de estilo Halloween.
Noté que Mason se mantuvo hacia atrás cuando entramos, dejando que
yo liderara. Al entrar había un podio, similar al del bar de Mason. Detrás
del podio había una mujer de cabello cobrizo. Era maternal sin ser
regordeta, con un vestido de seda verde con mangas largas. Tenía lindas
pecas en su nariz pequeñita y un ligero trazo de arrugas alrededor de unos
ojos azules aciano.
Me echó solo un vistazo y su boca se abrió de sorpresa. Su expresión se
iluminó como si hubiese encontrado un boleto de lotería ganador en la
acera.
—¡Oh, mi diosa! —dijo—. ¡Sí que eres rara! Bienvenida a The
Cauldron. El primer trago es gratis—
Y entonces vio a Mason, quien había entrado detrás de mí. Su cara se
oscureció y su sonrisa se volvió un ceño fruncido. Sus manos buscaron algo
debajo del podio y un extraño olor emanó de ella. No era el típico olor a
estrés humano; esto tenía algo adicional. Este olor era similar al olor que
provocaba un cosquilleo en la nariz, que tenía la magia de Mason, pero era
distinto. ¿Un gusto de magia diferente?
—¿Qué diablos haces aquí, maldito charlatán? —dijo furiosa.
—Oh, Ingrid —dijo Mason, con la sonrisa que se le daría a una
hermanita menor malcriada—. Yo también te extrañé, perra colorada
desalmada.
—Yo no te extrañaré, bastardo —dijo Ingrid, tomando una pequeña
botella de vidrio del podio y tirándola hacia Mason. Mi instinto me dijo que
no tocara la botella, pero estaba lista para sacar a Mason del camino. Mi
mano se disparó, pero atravesó el espacio donde había estado hacía un
microsegundo.
Había dado un paso hacia delante y atrapó la botella en el aire.
Reproduje la escena en mi mente, indispuesta a creer que él fuera más
rápido que un lobo. No, no se había movido más rápido que un lobo, o
siquiera un humano. Se había movido como si supiera lo que iba a ocurrir.
Miró la botella en su mano derecha, y pude sentir su concentración
acompañada por el despliegue de magia. El líquido de la botella cambió de
color, de un enfermizo verde, a un rojo vibrante, y Mason se lo tiró
nuevamente a Ingrid.
Ingrid gritó y se alejó del podio de un salto. La botella golpeó la pared
detrás de ella y se reventó, liberando una nube de vapor rojo. La nube se
amontonó y pude sentir su hambre mientras buscaba algo. Una rama
cuestionante se extendió hacia Ingrid, y ella se retractó. Pero fue demasiado
lenta. La rama la tocó, se pegó a ella, y el resto de la nube se corrió por el
enlace y la rodeó.
La nube roja se agitó alrededor de su figura como un tornado, girando
cada vez más rápido. Esperaba que la nube la consumiera por completo,
pero cuando el humo se alejó de ella, Ingrid estaba ilesa. Sin embargo,
ahora estaba completamente desnuda, su ropa disuelta por la nube. Era
pálida y tenía pecas dispersas por todo su pecho y brazos. Tenía un pequeño
vientre y senos caídos, y su cuerpo estaba cubierto de tatuajes. Una serie de
nudos celtas que corrían por sus brazos y piernas habían estado ocultos por
su vestido. Los nudos hervían de la energía, como una serpiente esperando
para atacar.
El vapor, siguiendo los gestos de la mano de Mason, se aglutinó para
formar una nube miniatura que se quedó sobre la cabeza de Ingrid. La nube
parecía hambrienta.
Sentí un golpe momentáneo de vergüenza por ella, pero la loba gruñó
internamente, recordándome que la botella había sido apuntada hacia
Mason y yo.
—Ingrid, ¿veo un poco de flacidez? Lamento haber disuelto tus calzas
—dijo—. Sabes, podría ayudarte con eso.
Ingrid, aparentemente despreocupada por su desnudez, miró su cuerpo
envejecido. Un arrepentimiento momentáneo cruzó por su cara, antes de
afirmarse en enojo. —¿Y renunciar a la magia? De ninguna manera.
—Bueno —dijo Mason—, solo déjame saber si cambias de opinión. No
tendrás mucho tiempo más para decidir.
Sentí un golpe de enojo ante la apreciación franca del cuerpo de Ingrid
de parte de Mason—. ¿Podrías dejar de mirar a la mujer desnuda?
—Esta no es la primera vez que la veo desnuda —comentó Mason.
—¿Qué?
—Oh —dijo, finalmente dándose cuenta de que sus palabras me
sorprendieron—. No de esa manera. Ingrid y su aquelarre me secuestraron e
intentaron atarme para ser servicio.
—¿Servicio de galán?
—No, no, no —dijo—. Querían volverme un familiar, como un maldito
gato negro. Eso requería una reunión del aquelarre. Todas sus ceremonias se
realizan desnudas.
Ingrid miró hacia su podio, donde sin dudas tenía más sorpresas
guardadas. Una mirada hacia mis ojos de loba y se detuvo. Abrió la boca
para hablar, pero Mason la silenció con un gesto. Ingrid tiró
infructuosamente de una mordaza invisible.
—Así que me drogaron, esposaron, y me llevaron a su «onsen» en las
montañas de Hakone. En una noche de luna llena, tras bailar en la luz
plateada, realizaron su ceremonia para atarme al servicio del aquelarre. —
Sacudió la cabeza ante el recuerdo.
—Solo que nunca habían intentado atar a un mago experimentado.
Rompí sus enlaces, rompí sus hechizos, y escapé. —Aquí titubeó, como si
estuviera reacio a añadir este detalle—. Además robé su ropa y transporte,
dejándolas para escalar montaña abajo, desnudas, en medio de la noche.
Ingrid tiraba de su garganta y boca, intentando remover la mordaza
invisible que Mason le había colocado. Con un gesto y una palabra, la
restricción se detuvo.
Respirando profundo, Ingrid dijo— Y rompiste las mentes de tres de
nuestro aquelarre. Las tres más fuertes. Mis tres mejores hermanas.
Tuvieron que ser guiadas montaña abajo como infantes, y luego enviadas a
geriátricos. Nunca te perdonaremos.
—¿Perdonar? —preguntó Mason—. Yo no quiero que perdonen.
Siempre y cuando no se olviden. Domar a un mago, o a sus amigos —
asintiendo hacia mí— es un emprendimiento peligroso.
Ingrid dirigió su atención hacia mí, colocando las manos en un gesto de
ruego—. ¿Lo ves? ¿Ves lo peligroso que es? No quieres estar con un
hombre así. Solo te meterá en problemas. Las mujeres debemos
mantenernos unidas.
La loba proyectó una imagen: una Ingrid sonriente con un bistec en una
mano estirada hacia delante, susurrando —Ven aquí, pequeña—, mientras
que detrás de ella la otra mano sostenía un collar de ahorque cubierto de
púas, listo para ser colocado alrededor del cuello de alguna cachorra
confiada. La loba era buena para juzgar personalidades.
Había habido una época en la cual hubiese querido creerle a Ingrid.
Antes de aceptar que la loba era parte de mí. Las palabras dulces de una
figura materna en el momento correcto me hubieran convencido. Pero esa
época ya había pasado hace tiempo. Aceptaba a la loba y ella me aceptaba a
mí, la única manera para que un hombre lobo evite volverse loco.
Dejando salir más de la loba para darle mayor énfasis a mi declaración,
dije— Pero a mí me gustan los problemas. Y me gusta Mason. —Oops, ¿lo
dije en voz alta?— Guarda tu collar.
Decidiendo que no iba a lograr cambiar mi opinión, Ingrid dijo —
Entonces no eres bienvenida aquí. Saca tu trasero amante de los magos de
mi bar.
Con una mirada y asintiendo, Mason gesticuló que debíamos irnos.
Mientras íbamos hacia la puerta, de repente se dio la vuelta.
—Oye, Ingrid. Déjame devolverte tu hechizo.
Ingrid miró hacia la bola de vapor rojo que seguía flotando sobre su
cabeza, su mirada cambiando rápidamente a una de horror cuando el color
de la nube cambió de escarlata al verde enfermizo que había sido
originalmente. La nube se solidificó y cayó hacia su cara.
Con una velocidad generada por el desespero, Ingrid dio un salto para
alejarse, cayendo sin gracia como una masa sobre el suelo. Gateó
cómicamente de rodillas y manos para escapar la salpicadura de la poción.
El líquido hirvió al caer a la alfombra, generando un agujero en el material.
Perseguidos por sus insultos, nos fuimos de The Cauldron, riéndonos de
Ingrid mientras bajábamos por las escaleras.
En la calle, esperando por el siguiente taxi libre que pasara, pregunté—
¿Por qué me trajiste a este lugar? En realidad, ¿por qué me trajiste a
cualquiera de estos lugares?
—Para que la comunidad te conozca —dijo—. Para que sepan que no
pueden meterse contigo, domarte, o usarte.
—Hasta ahora —dije—, he sido bendecida por una adolescente diosa de
la luna, hipnotizada por una zorra furry lanzadora de feromonas, y casi he
sido lavada con ácido por una bruja. Esto no era lo que estaba esperando
cuando me invitaste a salir.
—¿Así que fue la peor cita que has tenido? —preguntó Mason.
—¡Sí!
Con su sonrisa arrogante, Mason dijo— Así que la cita número uno no
fue exitosa. Estoy seguro de que para la cita número tres, las cosas irán
mucho mejor.
Abrí la boca, pero no salió nada. ¿Me acababa de engatusar para que
describiera esta salida como una cita? Le consulté a la loba, pero ella no
tenía interés alguno en los juegos de lenguaje de los humanos. Cerré la boca
sin dar una respuesta.
Un taxi se detuvo y la puerta trasera izquierda se abrió de golpe. Mason
tomó mi brazo y me invitó a que entrara primero al taxi. Mientras se
deslizaba a mi lado, dijo— ¿Quieres volver a mi bar a tomar un trago?
¿Volver a un lugar seguro donde no tendría que preocuparme por
collares o ataques?— Claro —dije.
—Excelente —dijo Mason, entusiasmado—. Esta será nuestra segunda
cita.
N O H AY C Ó M O E S C A PA R D E L A
MANADA

E n el taxi, Mason me ignoró por completo, inclinando la cabeza y


moviendo las manos como si hablara con amigos invisibles. Estos
rasgos lo etiquetaban como un mago o esquizofrénico. Los magos son
criaturas de humores extraños.
La mayoría de los humanos normales, y la mayoría de los
sobrenaturales, se ponían nerviosos alrededor de aquellos que se
comunicaban con un mundo invisible. Yo solo estaba aburrida.
El aburrimiento desapareció cuando llegamos y caminamos hasta el bar.
La loba, presintiendo algo, me hizo apresurarme. Levanté el borde de mi
vestido ajustado y corrí por las escaleras hacia abajo con mis tacones altos,
moviéndome cada vez más rápido hacia mi meta.
«¡Manada!» dijo mi loba, reconociendo a un amigo. Su alegría se
intensificó con cada paso. Tras tres pasos dentro del bar, reconocimos quién
era el miembro de la manada.
—¡Dmitri! —grité, saltando hacia sus brazos como una niña, sin
preocuparme por cómo mi vestido ajustado se subía por mis piernas.
Pasamos varios minutos dejando que nuestros lobos se comunicaran,
compartiendo olores y emociones.
Después de que la emoción se muriera, sentí como que Dmitri estaba
manteniendo una parte de sí oculta. Algo estaba mal. Me bajé y me alejé de
él, aunque mi loba quería mantenernos cerca. «Tranquilízate, muchacha».
—Dmitri —pregunté—, ¿por qué estás aquí?
—Para tomar un trago —dijo.
—¿Tomar un trago? ¡Mentira! —dije—. ¿Raymond te envió a que me
lleves a rastras? —Sentí cómo mis garras se extendían, y me quité los
zapatos y me alejé para crear espacio para pelear. Una mirada hacia Mason
me indicó que estaba mirando, con los dedos doblados en esa posición
extraña que indicaba que estaba listo para lanzar magia. Los demás clientes,
de manera prudente, se habían retractado lo máximo posible; varios se
habían ido. Personas inteligentes.
Levantando las manos de manera apacible, mostrando que no le habían
crecido las garras, Dmitri dijo— Raymond es la razón por la cual estoy aquí

—Lo sabía. —Las palabras salieron como un gruñido alrededor de mis
colmillos extendidos. Las garras de mis manos y pies ahora estaban
completas, y yo estaba a segundos de una transformación completa.
Levanté una mano con garras hasta mi cuello para arrancarme el vestido.
«Adiós, costoso vestido azul. Es por esto que los hombres lobo solo
deberían de comprar en Walmart».
—¡Espera! —dijo Dmitri, retractándose varios pasos y haciendo una
reverencia. Dmitri nunca se había retractado ante nadie más que Raymond.
Detuve el desafío.
—Estoy aquí para advertirte. Raymond está cazándote —dijo—. Sabe
que estás aquí en Tokio y eventualmente te encontrará.
El cambio no solo se trata de garras y colmillos y pelo; el cerebro de
lobo toma el control, dejando poco lugar para los pensamientos racionales.
Forcé al cambio a que se revirtiera. En mi mente, la loba fantasma me miró
arrepentida, se quejó, y obedeció. La pobre chica iba a tener que salir a
correr pronto o se iba a volver loca.
A medida que mis garras y colmillos se retractaron, de repente me dio
vergüenza que Mason había visto cuán fea me puedo volver en un instante.
Una mirada rápida me demostró que no había asco alguno en su cara. En su
lugar, tenía una mirada de admiración. Me guiñó el ojo mientras me volvía
a colocar los zapatos.
—Entonces, Dmitri —dije, cruzando los brazos y mirándolo fijo —,
tengo tu advertencia. ¿Cómo me encontró el bastardo?
—Ahem —dijo Mason. Ambos lo miramos mientras continuaba—,
Luna, ¿por qué no me presentas a tu amigo? Así podemos conseguir una
mesa y un trago, y discutir esto como personas razonables.
Noté entonces la multitud aterrada parada contra los bordes de la
habitación. Mason tenía razón; dos hombres lobo peleando en medio de un
bar serían malas noticias para cualquiera que estuviera cerca. Debíamos
demostrarle a la multitud que no íbamos a explotar.
—Mason, este es Dmitri, mi compañero de manada. Dmitri, este es
Mason, mi… —Maldición, ¿cómo debía describir a Mason?— Amigo.
—Así que amigo —dijo Dmitri—, ¿no novio?
—Así que compañero de manada —dijo Mason a la misma vez—,
¿como un novio?
Ignorando sus preguntas y las miradas que intercambiaron, caminé
hacia una mesa vacía en la esquina. Cuando nos acomodamos, con Mason a
mi derecha, y Dmitri a mi izquierda, pedimos unos tragos. Esperaron
pacientemente mientras nos servían, aunque la calma de Mason estaba
lentamente enojando a Dmitri cada vez más. ¿Acaso Mason no sabía que
era mala idea mirar fijo a un lobo?
A nuestro alrededor, los clientes del bar regresaron a sus asientos,
aunque varios más tomaron la oportunidad para irse. Mason colocó una de
sus burbujas mágicas a prueba de sonido alrededor nuestro. Dmitri ni
siquiera notó que los ruidos se volvieron un suave murmullo. Extrañamente,
la música de fondo del sistema de sonido del bar igual nos llegaba de
manera bien clara.
La manada viene primero. Colocando mi mano sobre la de él, dije—
Dmitri, ¿estás aquí para ayudarme o no?
Dmitri bajó la cabeza—. Sabes que no puedo desobedecer a Raymond.
Es el alfa. Tampoco puedo mentirle.
—¿Cómo descubrió que ella estaba aquí? —preguntó Mason.
—Raymond tiene contactos en el gobierno de los Estados Unidos. Una
búsqueda de pasaportes señaló exactamente dónde había terminado. No hay
un lugar sobre la Tierra al cual ella pueda ir, que él no pueda seguir.
Ante ese comentario, Mason hizo una cara pensativa, seguida por una
sonrisa minúscula. Por nuestra conversación previa, sabía que estaba
pensando en varios lugares que no eran sobre la Tierra a los cuales
Raymond no podría llegar. Los magos poderosos podían viajar a otros
planos, e incluso llevarse a otra gente con ellos.
Ante su mirada inquisitiva, sacudí la cabeza. Estaba atada a la Tierra y
la Luna. Otros lugares, lugares que podrían dañar a mi loba, estarían fuera
de cuestión.
—Mira —dijo Mason, tomando mi mano—, deberías ser libre para
hacer lo que quieras. Pero es obvio que a… —Pausó e intentó de nuevo—.
Realmente extrañas a tu manada y compañeros de manada. ¿Estás segura
que no puedes hacer las paces con este alfa?
Dmitri y yo compartimos una mirada. Los asuntos internos de una
manada no se comparten normalmente con los forasteros. No saben nada de
nuestra dinámica.
—Si ella regresara, sería retrasada —dijo Dmitri.
—Quizás no sea prudente —dijo Mason, soltando mi mano y volviendo
su atención hacia Dmitri —pero es su decisión. Además, esa fue una
manera muy políticamente incorrecta de expresar las cosas.
—No —dije—, es de manera literal. Si regreso, Raymond planea
utilizarme para que le dé múltiples camadas de cachorros de hombre lobo.
Sus cachorros.
—Ni modo —dijo Mason—. Sobrepoblar a la población de hombres
lobo es demasiado peligroso. Iniciaría todo tipo de guerras entre las
comunidades. Nadie permitiría eso.
Bebiendo de su trago, Mason hizo una cara pensativa y continuó— Pero
eso no explica el comentario de «retrasada». ¿Qué quisiste decir?
—Si una mujer lobo se embaraza siendo humana —dije—, y se
mantiene humana durante el embarazo, tendrá un hijo solo. Hay cincuenta
por ciento de probabilidades de que el niño se vuelva un hombre lobo
después de la pubertad. Si una mujer lobo se embaraza y cambia de una
forma a la otra, el embarazo se finaliza debido al estrés del cambio.
Mason dijo— Eso tiene sentido. Los fetos solo pueden soportar cierta
cantidad de estrés. Es por eso que la población de hombres lobo no ha
explotado, a pesar de sus ventajas obvias por sobre los humanos.
—Si —levanté un dedo para detenerlo—, la mujer lobo madre se
mantiene en forma de lobo para tener un embarazo a término como loba,
tiene una camada de cachorros. Estos cachorros maduran rápidamente y se
vuelven niños humanos cuando llegan al equivalente lobo de la pubertad.
Mason estaba escribiendo en su celular, corroborando los datos. Algo un
tanto frustrante, cuando tenía expertos delante de él. Pero así funcionan los
magos, siempre corroborando todo.
—Entonces —dijo Mason mientras levantaba la mirada de su pantalla
—, ¿es una gestación de setenta y dos días? —Al ver que asentí con la
cabeza, continuó— ¿Seis a ocho cachorros por camada? —Nuevamente
asentí. Cambió a una aplicación de calculadora y tocó su pantalla un par de
minutos. Sus ojos se agrandaron ante los resultados.
—Según esto, los hombres lobo podrían dominar el mundo en unos diez
a quince años —dijo.
Dmitri y yo asentimos las cabezas. Ambos sabíamos que esto era
exactamente lo que impulsaba a Raymond.
Bajando el celular con un golpe, Mason continuó— Mentiras. Es
imposible. Si es tan simple, ¿por qué nadie lo ha hecho aún?
—Porque ninguna mujer lobo consentiría a estar en forma de loba
durante tanto tiempo —dije.
—¿Así que es imposible mantenerse como loba durante tanto tiempo?
—preguntó Mason.
Dmitri sacudió la cabeza—. No. Es muy posible y muy tentador. Pero
mantenerse como loba durante tanto tiempo tiene consecuencias negativas.
Estaba por explicar cuando Mason se adelantó y dijo— Es por eso que
dijiste «retrasada». Mantenerse en forma de loba, con una menor capacidad
craneana, significaría una pérdida de recuerdos, intelecto—humanidad.
Sorprendido por lo rápido que Mason había deducido el problema,
Dmitri asintió con la cabeza.
—Mason —comencé, solo para que me interrumpiera.
—Necesitamos otra ronda de tragos —dijo—. Tengo que hacer unos
cálculos.
Bajó la burbuja a prueba de sonido y ordenamos otra ronda. Mason
ordenó cerveza esta vez, diciendo que era «alimento para el cerebro».
Dmitri y yo recargamos nuestros tragos.
La burbuja se levantó de nuevo, y Mason pareció ignorarnos mientras se
murmuraba cosas a sí mismo. Incluso con los oídos sensibles de una loba,
todo lo que pude distinguir fueron frases inconexas acerca de cosas como
«algoritmos pérdida versus no pérdida de memoria compresión» y
«mecanismos de almacenamiento de espíritu fuera de línea».
Al no ser pacientes, Dmitri y yo pasamos el tiempo conversando acerca
de las últimas novedades de la manada; quién estaba luchando contra quién
y por qué; quién estaba saliendo con quién; quién estaba siendo transferido
a otra manada. Dmitri ocasionalmente miraba hacia Mason, irritado por sus
acciones.
Finalmente, Mason sacudió la cabeza y se enfocó en nosotros. Levantó
su cerveza sin tocar y bebió cerca de la mitad de ella de un solo trago.
—Calculo que la mujer lobo promedio, si se la obligara a mantenerse en
forma de loba durante un período gestacional estándar, además del destete,
sin tomar precauciones especiales, perdería cerca de ocho a diez puntos de
coeficiente intelectual. Tres o cuatro de estos harían que una persona de
coeficiente intelectual normal perdiera cerca de setenta puntos.
—Así que es imposible —continuó—. Nadie forzaría a una mujer a
volverse una imbécil solo para parir cachorros sin parar como una, una, una

—Una puta fábrica de cachorros —gruñí—. Y eso es exactamente lo
que Raymond ha hecho.
—«¿Ha hecho?» —dijo Mason—. Pensaba que esto era una fantasía de
conquistar el mundo que estaba pensando. ¿Tienen pruebas de que ha
intentado esto?
—Mi madre —dije, mirando hacia la mesa para evitar encontrar la
mirada de Mason—. Era la mujer más inteligente y vivaz que haya
conocido. Hablaba en cinco idiomas, era responsable de la mayoría de los
esfuerzos diplomáticos de la manada, y era querida por todos los que la
conocían.
»Hace siete años, Raymond la obligó a producir su primera camada.
Estaba tan complacido con los resultados, que la obligó una vez más, y
luego otras dos más. Vi cómo la mujer más inteligente de mi mundo se
volvió una idiota balbuceante.
Mason se estiró por sobre la mesa y tomó mi mano en símbolo de
simpatía. Sentí un golpe de emoción ante el contacto. Continué— Entonces
descubrí que Mason quiere hacer lo mismo conmigo. Fue entonces que huí.
Mason me dio una mirada confundida y dijo —¿Entonces Raymond no
es tu padre?
Saqué mi mano de un tirón—. ¡Claro que no! —dije—. ¡Los lobos son
distintos a los humanos, pero no hacemos eso! Es asqueroso. —Me
estremecí ante la idea—. En términos humanos, sería mi padrastro. No hay
relación de sangre.
Mason se estiró por sobre la mesa y tomó mi mano de nuevo—. Me
disculpo —dijo—, solo quería estar seguro de cuál era tu situación.
La mano de Mason se apretó por un momento; entonces se retiró.
Observando a Dmitri con una mirada desafiante, dijo— Entonces que le den
a Raymond. No dejaré que se salga con las suyas.
Las cosas ocurrieron muy rápidamente después de eso.
Dmitri gruñó y atacó con un golpe de mano abierta, más rápido que un
puñetazo de un luchador de MMA. No fue mortal—solo como un lobo
golpearía a un cachorro.
Incluso con la velocidad sobrehumana que Dmitri usó, Mason hizo esa
maniobra que había visto cuando enfrentó a Ingrid: un movimiento lento
que simplemente logró que el golpe de Dmitri fallara. Enfurecido, Dmitri
intentó nuevamente, solo para que su golpe errara de nuevo. Siguió una ola
de golpes y puñetazos por encima de la mesa, cada uno de los mismos
fallando.
—Realmente me gusta esta melodía —dijo Mason. Fue solo entonces
que me di cuenta de que sus movimientos eran en sincronía con el ritmo de
la música. Estaba burlándose de Dmitri, bailando en su silla.
Dmitri permitió salir incluso más de su lobo, haciendo que fuera aún
más rápido. Extrajo garras en el último instante, las cuales solo lograron
arañar la mejilla de Mason. El siguiente golpe le habría arrancado la cabeza
a Mason. Estaba lista para participar, pero Mason levantó los primeros dos
dedos de su mano derecha, como una seña de paz de costado, colocándolos
en el camino del siguiente golpe de Dmitri.
El antebrazo de Dmitri tocó los dos dedos, y su golpe se detuvo como si
se hubiera dado contra una pared invisible. Peor aún, era como si su brazo
estuviera pegado a la pared invisible. Mientras su brazo se flexionaba de
manera inútil, el enojo de Dmitri aumentaba. Su boca comenzó a
distorsionarse bajo la presión de la aparición de sus colmillos.
—Sabes —dijo Mason calmadamente—, tengo un hechizo que separa a
los hombres lobo en sus dos partes; la humana y la lobo. Y no se pueden
volver a unir. —Mientras Dmitri continuaba cambiando, añadió— Uno de
los dos siempre muere.
Dmitri dejó de luchar, obligó a su lobo a tranquilizarse, y me sorprendió
al bajar la cabeza ante Mason.
—Quizás puedas engañar a un hombre lobo joven como yo —dijo
Dmitri—. Pero Raymond te despellejará antes de que puedas decir siquiera
la primera sílaba de tu hechizo.
Asintiendo la cabeza y con una mirada cautelosa, Mason bajó la mano,
liberando el brazo de Dmitri.
Ante la tregua inquieta, finalmente solté el aliento que venía
aguantando. Viendo la sangre en la mejilla de Mason de los cortes, tomé
una servilleta limpia y la mojé con un poco del trago de Dmitri antes de
quitar la sangre. Para mi sorpresa, en lugar de los esperables cortes, la piel
debajo de la sangre no tenía marca alguna. «Maldición, se cura casi tan
rápido como un hombre lobo».
—Nuevamente, que le den a Raymond —dijo Mason—. Luna es
habladora, impulsiva, insultante y un poco perra, pero me gusta de esa
manera. Si no quiere que este imbécil alfa le arruine la vida, yo no lo
permitiré.
—¿Permitir? —dijo Dmitri con una risa—. ¿Crees que eres el primer
mago que Raymond ha enfrentado?
Miré a Dmitri fijo, obligándolo a callarse. No quería que se nombrara
esa parte de mi pasado. Sintió mi enojo a través de nuestro vínculo de
manada, y cerró la boca ante sus siguientes comentarios. Se sentó hacia
atrás en su silla, cruzando los brazos.
Mason copió su postura y dijo— ¿Primero? Quizás no. Pero soy el
mejor mago que el hijo de perra jamás enfrentará.
Ambos me miraron para que rompiera el impasse. Le tenía terror a
Raymond, pero la idea de que Mason luchara mi lucha y arriesgara su vida
me alteraba. Mason parecía confiado, pero yo estaba confiada de que nunca
había visto cuán salvaje puede ser un alfa. Si enfrentara a Raymond, sellaría
mi destino.
Invocar a la comunidad sobrenatural de Tokio no sería de ayuda. Incluso
aunque estuvieran de acuerdo, la diosa adolescente de Mason, sus amigos
zorros, y los inmigrantes herbívoros no podrían ayudarlo. Raymond los
cortaría como un trillador. Incluso, si las brujas se enteraran, probablemente
lucharían del lado de Raymond.
Tomé la decisión, reacia, de que esta era una batalla que tendría que
enfrentar a solas.
—Dmitri —dije—, debes regresar.
—Sabes que tendré que contarle a Raymond que te encontré —dijo—.
No puedo mentirle. Y cuando llegue —gesticuló alrededor del bar,
olfateando—, podrá notar que estuvimos aquí juntos.
—Dame cuanto tiempo como puedas —dije—. Dile a Raymond que
necesito tiempo para prepararme.
Dmitri se puso de pie y miró enfadado a Mason, luego el enfado se
volvió tristeza—. No te volveré a ver. Pero luchas bastante bien para ser un
mago. —Mason se puso de pie y le dio la mano a Dmitri. Vi cómo los dos
hacían un esfuerzo, intentando sacar lo mejor de cada uno. Esto continuó
durante más de un minuto, cada uno de los dos con esfuerzo, cada uno
intentando mantener una cara tranquila. «¡Hombres!».
Me estiré y saqué la mano de Dmitri del agarre de Mason y tiré de él
para llegar a un abrazo. Mientras sus brazos me envolvían, mi loba se
regocijaba en el olor de mi compañero de manada. Luego de muy poco
tiempo, tuve que separarme. Dmitri debía irse, y yo debía hacer planes.
Mientras Dmitri se retiraba, mi loba dejó salir un silencioso aullido y
tiró de mi voluntad, queriendo seguirlo. «Sola de nuevo, maldición».
Me senté de nuevo en la mesa con Mason, y terminamos nuestros tragos
en silencio.
L A CARRERA POR ROPPONGI

Y a habíamos gastado demasiado dinero. Debía moverme. Puse mi


vaso vacío sobre la mesa con un golpe, asentí hacia Mason, y dije—
Vamos.
Me acompañó hasta el nivel de la calle. A esta hora había muy poco
tráfico en las calles. Era ese período breve entre las muchedumbres de la
noche y los trabajadores que se levantaban temprano.
—¿Y qué hacemos con Raymond? —Mason preguntó mientras
caminábamos.
Era hora de ponerme firme—. Nosotros no hacemos nada. Yo tomo mis
propias decisiones. No necesito tu ayuda mágica. —Internamente, mi loba
estaba de acuerdo con esta actitud, solo nos necesitábamos la una a la otra,
sin importar lo que pasara.
—¿Crees que le tengo miedo a un perro rabioso?
Soltando su mano—«Maldición, ¿cuándo tomó mi mano?»—di un paso
en otra dirección y tiré un puñetazo a su hombro izquierdo. Di un golpe
firme, atrapándolo por sorpresa y empujándolo varios pies hacia atrás. Su
brazo izquierdo colgó flácidamente, y me miró con reproche.
—¿No puedes ganarle a la chica loba, pero crees que puedes enfrentar al
alfa? —me burlé—. Dmitri se la estaba tomando con calma contigo. Una
pelea de verdad hubiese terminado de manera distinta.
—Buen punto —dijo—. Pero soy más rápido y más fuerte de lo que
crees. Puedo demostrarlo. ¿Quieres hacer una carrera?
—¿Carrera? ¿Quieres hacer una carrera contra mí? —lo pensé por un
segundo. Quizás perder ante la más débil de la manada lo convencería de no
desperdiciar su vida.
—Carrera en forma humana, no contra tu loba —dijo. Entonces,
mirándome de arriba a abajo, continuó—. Tienes razón; no es una buena
idea. Zapatos de taco alto y una falda ajustada hacen que sea injusto. Lo
podemos hacer cuando tengas ropa y calzado como para correr.
—No —dije—, es una buena idea. Puedo ganarte de vestido ajustado y
con tacones. No tienes idea de contra qué te enfrentas.
—De acuerdo —dijo con una sonrisa—. Esto es algo que me gustaría
ver. Hasta el final de la cuadra. Tú comienzas. Hasta te daré una ventaja.
Odiaba aplastar su orgullo, pero necesitaba una lección acerca de la
humildad. Troté de manera incómoda cerca de media cuadra, sacudiendo las
piernas y los brazos por gusto, como si fuera una niña torpe. Lo escuché
partir detrás de mí, sus pisadas muy ligeras y muy rápidas. Ajusté mi trote,
aumentando la velocidad a un paso rápido que la mayoría de los humanos
no podría copiar. Incluso con la falda ajustada y los tacones, yo lo superaba.
Me acerqué al final de la cuadra, segura de haberlo dejado atrás.
Entonces, entre un paso y el siguiente, estaba delante de mí. Miró hacia
abajo, a un reloj que no tenía, e hizo una pantomima de un bostezo.— Oh,
allí estás.
Lamenté dejar que se burlara de mí para que no diera lo mejor de mí—.
Si eres tan rápido, ¿por qué estuviste detrás de mí todo el camino?
—La vista era mejor desde allí —dijo con una sonrisa pícara.
Preparé otro puñetazo y se retrocedió rápidamente—. ¿Quieres otra
oportunidad?
Todavía debía enseñarle una lección. Inclinándome hacia abajo, me
quité los zapatos y ajusté mi cartera para que colgara en mi espalda.
Entonces levanté mi falda para darles más libertad a mis piernas—no lo
suficiente como para estar exponiendo todo, pero lo suficiente como para
poder ganar.
—De acuerdo —dije—, hagámoslo en serio. Una cuadra no es
suficiente como para llegar a la velocidad máxima. Cinco cuadras.
—Excelente —dijo, gesticulando para darme una ventaja.
Sacudí la cabeza—. Ninguna ventaja —dije—. No la necesito.
Estaba ocupado admirando mis piernas. Ante mi tos falsa, miró hacia mi
cara—. De acuerdo, ninguna ventaja.
—Y nada de magia —dije—. Debes ganar físicamente.
—Nada de cambiar a ser loba —respondió—. Dos patas todo el camino.
Si cambias, yo gano.
Me incliné hacia delante, un zapato en cada mano, y dije— Nos vemos
en la recta final. ¡Tres, dos, uno, fuera!
Partí como un disparo, mucho más rápido que mi paso previo. Podía
escucharlo cerca detrás de mí, su paso copiando el mío. Estaba por ser
sorprendido; yo solo estaba comenzando.
Corrimos por las calles de las tres de la mañana de Tokio: una mujer
descalza con la falda levantada hasta una altura escandalosa, con el viento
soplando su largo cabello detrás de ella como una bandera, perseguida por
un mago loco. Mi loba se regocijó ante esta oportunidad de utilizar nuestra
fuerza, y tenía que mantenerla controlada para evitar cambiar. Los olores de
la ciudad golpeaban mi nariz en un flujo veloz.
—Una —grité al final de la primera cuadra, segura delante de Mason.
—Dos. —Para el final de la siguiente cuadra, estaba casi a la velocidad
máxima de mi velocidad humana. Escuché los pasos de Mason detrás de mí
y aumenté mi paso, los dos superando récords olímpicos.
—Tres —respirar era fácil, el elongamiento de mis brazos y piernas era
emocionante. Cada paso tomaba más distancia que el anterior.
—Cuatro. —Respirando con un poco más de dificultad. Todavía me
quedaba algo de velocidad, y escuchando a Mason detrás de mí, la volqué.
El sudor comenzó a formarse sobre mi ceño.
El final de la última cuadra de nuestra carrera estaba llegando
rápidamente; era seguro que yo ganaría. Mientras gritaba— ¡Cin —Mason
voló a mi lado, copiando mi paso de manera exacta. Cruzamos la línea final
juntos.
No se detuvo allí. En realidad, a esa velocidad, le habría tomado más de
una cuadra poder detenerse. En su lugar, se adelantó. Mi loba, tan traída a la
superficie por la carrera, registró a Mason como una presa que huía y saltó,
desencadenando mi transformación.
Entre un paso y el siguiente, deseché los zapatos, quedé en cuatro patas,
y aumenté mi velocidad. No había forma en que pudiera ganarle a una loba
en una carrera.
Como era de esperarse, rápidamente estuve a pulgadas de su espalda.
Cuando mi mandíbula se abrió para morder su tendón y derrotarlo, luché
por el control contra la loba. Detenerme involucraba muchos tropiezos, pero
finalmente me detuve y volví a mi forma humana. El vestido estaba
destrozado, con roturas por todos lados. Los hombres lobos son malos para
la ropa.
—¡Mason! —le grité a su figura lejana. Hizo algo con sus manos y se
detuvo al instante. Ninguna bajada de velocidad ni tropiezo para él. Trotó
nuevamente hacia mí mientras me sentaba sobre la acera.
—Wow —dijo, ¡eso fue divertido! Deberíamos volver a repetirlo.
Lo miré enfadada y me puse de pie, caminando nuevamente hacia
dónde había abandonado mis zapatos.
—Sabes —dijo—, para mí eso fue un empate. —Entonces añadió—.
Aunque que cambiaras a loba era contra las reglas, así que gané. —
Entonces inclinó la cabeza y añadió—. Pero no cambiaste sino hasta
después de cruzar la línea de la meta. Diré que fue un empate.
Levantando mis zapatos, noté que las garras de mis manos seguían
extendidas. Comenzaron a retractarse hasta que vi mis zapatos. Estaban
arruinados; raspados y manchados porque los tiré. El enojo burbujeante
demoraría un rato en calmarse. El maldito mago me había dejado en
ridículo. Ahora nunca creería que Raymond podría derrotarlo.
Mirando mi vestido y zapatos arruinados, dije— Debo volver a casa. —
Miré a mis alrededores para recuperar mis pertenencias. Estábamos cerca de
Roppongi, no muy lejos del bar de Mason—. No puedo andar por la calle
así.
—No hay problema —dijo Mason—. Aquí tienes un taxi. Ante su
saludo, un taxi que se aproximaba redujo la velocidad y se detuvo—.
¿Quieres que vaya contigo?
Una mirada hacia su cara esperanzada y comencé a decir que no, pero
titubeé. Esta podría ser una oportunidad de convencerlo de no ir contra
Raymond. El hecho de que me gustaba—no; toleraba—un poco su
compañía, no tenía nada que ver con mi consentimiento.
—Solo si entiendes que no habrán caricias, arrumacos, o cualquier otra
cosa con mi loba. No estoy lista para una relación.
—Qué coincidencia —dijo, guiándome por la puerta abierta del taxi y
deslizándose hacia adentro después de mí—. Yo tampoco estoy listo para
una relación. Quizás un poco de diversión.
—Nada de caricias, nada de arrumacos, y nada de diversión —enfaticé.
—Está bien, está bien —dijo Mason. Entonces miró mi cabello
enredado, vestido hecho trizas, y pies descalzos y sucios antes de decir—,
aunque será difícil resistirme a tu encanto.
Llegamos a mi hogar temporal, un hotel residencial llamado Oakwood
Suites; era más un juego de mini-apartamentos que un hotel. Nos abrí la
puerta con mi tarjeta llave. A esta hora, no había nadie en la puerta de
entrada.
Mientras subíamos por el elevador hasta mi habitación de tercer piso,
Mason preguntó —¿Cuán seguro es este lugar?
—Pensaba que Raymond no me encontraría aquí. Uso taxis para ir y
venir del hotel, para no dejar rastros de mi olor. Tendría que estar cerca para
poder olerme. —Salimos del elevador y llegamos a mi puerta—. Pero me
encontró fácilmente. Con los contactos correctos, podía rastrear mi tarjeta
de crédito.
Ya dentro de la habitación, Mason miró a su alrededor. La habitación
estaba dividida en un dormitorio y un área de sala de estar/cocina. Mirando
hacia la cocina, Mason exclamó— Oh, qué bien, tienes una máquina de
hacer café. ¿Te molesta si bebo uno?
—Adelante —dije. Comenzó a ensamblar todo para preparar un café.
Cuando levantó una ceja para preguntar si yo quería uno, sacudí la cabeza.
—Necesito ducharme y lavarme el cabello —dije.
Mason olfateó en mi dirección y asintió la cabeza. «Maldición, ¿está
siempre en modo de burla?».
—Reglas base —continué, ignorando sus payasadas—. A los lobos no
les gusta ser encerrados. Dejaré abiertas las puertas de mi dormitorio y el
baño. Eso no es una invitación para ir a «lavarme la espalda».
Mirando hacia la ventana abierta en la sala de estar, Mason asintió con
la cabeza para sí mismo, como si finalmente hubiera terminado de
completar un rompecabezas.
Girando hacia mí, Mason dijo —Entendido. Solo para que lo sepas,
nunca me aprovecharía de una mujer indefensa.
Mi loba interna gruñó ante el comentario de «mujer indefensa». Mason
no parecía entender lo más mínimo acerca de las mujeres o los hombres
lobo. Entonces vi la sonrisa minúscula que intentaba ocultar. Dándole la
espalda, me fui al dormitorio, tiré los zapatos arruinados al suelo, y me
saqué el vestido hecho trizas. Mientras hacía el vestido una pelota para
tirarlo a la basura, pausé. Maldición, estaba tratando a Mason como si fuera
un compañero de manada. La desnudez no era gran cosa para nosotras, pero
él quizás podría malinterpretar las cosas. Al menos mi sostén y bragas
seguían puestos.
Giré y vi que me estaba ignorando, mirando fijo hacia la cafetera.
Manteniendo la cabeza mirando en otra dirección, dijo— ¿Quieres que
revise ese vestido? Quizás pueda hacer algo con él.
Entonces vi su reflejo en la pantalla de la TV apagada. Podía ver mi
reflejo claramente, pero ¿cuán buena era su vista? Tiré el vestido para que
golpeara la TV y colgara sobre la pantalla—. Sí, puedes tirarlo a la basura
por mí. —Agachándome, junté los zapatos y los tiré hacia la parte trasera de
su cabeza. Sin siquiera mirarlos, logró evadir mi lanzamiento fácilmente—.
Y también a estos.
Me enjuagué bien en la ducha, pasando un largo rato lavando mi
cabello. Al salir de la ducha, noté que mis piernas seguían velludas de mi
transición. Al revisar mis axilas comprobé que allí también brotaron por
completo. A veces el cambio de regreso a humano deja trazos. Tuve un
breve debate interno acerca de eliminar el vello de las piernas y axilas.
Había escuchado que muchas chicas humanas solo se afeitaban cuando
esperaban tener relaciones sexuales. ¿Salir con la piel suave y lisa podría
dar lugar a que Mason esperara algo?
Con un gruñido interno ante este debate ridículo, me concentré y
eliminé el vello excesivo, agradecida de no necesitar afeitadoras, removedor
de cabello, o tiras de cera depilatoria para arreglarme. Me gustaba estar
suave en mi forma humana. Si Mason esperaba algo, mala suerte; estaba
encaminado hacia un rechazo firme. Con Raymond en mi búsqueda, no me
podía costear enredarme con un mago.
Acurrucándome dentro de la suave bata proporcionada por el hotel, salí
del baño para encontrar a Mason parado al lado de mi cama. Rápidamente
bajó mi pasaporte y me miró con una expresión de culpa.
—¿Qué diablos estás haciendo? —pregunté—. ¡No tienes ningún
derecho a hurgar entre mis cosas!
—Cál… —se detuvo de golpe, dándose cuenta que decirme que me
calmara era lo peor que podría hacer. Comenzando de nuevo, dijo—
Necesitaba tu pasaporte para armar un rastro falso para tu alfa.
—¿Rastro falso? —pregunté.
—Sí. Las computadoras ahora creen que te has ido del país en un vuelo
hacia Tailandia. Desde allí, habrán dos rastros alejándose de Bangkok.
Luego cuatro rastros desde esos destinos.
En ese momento, me gustó y lo odié en igual medida, dejándonos a la
loba y a mí nerviosas.
—No quiero tu ayuda, Mason —dije—. No te puedes involucrar en los
asuntos de la manada. Tengo que manejar esto por mi cuenta.
Alejándose de mi mesa de luz, Mason dijo— Bebamos nuestro café y
hablemos de tus problemas.
El aroma golpeó mis fosas nasales en cuanto entramos al área de la sala
de estar: café. Casi nunca lo bebo; mis sentidos son demasiado sensibles
para la amargura. Esto era otra cosa—notas delicadas de malta y vainilla,
para nada amargo. Mason había hecho un poco de su magia con el café
molido comercial.
Acepté una taza. El primer sorbo estuvo tan bueno que casi lo perdono.
Los malditos magos siempre tienen problemas con los límites. Un segundo
sorbo y quedé pensando en que quizás podría entrenarlo.
Me enrollé sobre el sillón y él se acomodó en la silla. Miré hacia la
cocina y vi que había puesto mi vestido arruinado en una percha y que
colgaba de la puerta del refrigerador. Una segunda mirada hizo que me
levantara de mi asiento para examinar el vestido más de cerca.
—¿Qué diablos hiciste? —pregunté. El vestido había sido restaurado a
una condición mejor que si fuera nuevo. La tela era tan suave que era como
correr mis manos sobre visón. Una olfateada me indicó que no había trazas
de la tierra o sudor de mi caída. Tampoco había casi olor a detergente o
jabón. ¿Cómo lo había limpiado y restaurado?
Mientras examinaba el vestido, noté que mis uñas seguían combinando
con el color del vestido, no había ninguna parte cascada o decolorada. Con
el pensamiento, las cambié para que quedaran transparentes. Sorprendida,
vi cómo el vestido azul oscuro se volvió transparente. Mason había aplicado
el mismo hechizo en el vestido. ¿Me había estado preparando para una
broma pesada? ¿Quizás esperando a que estuviéramos en público, y
entonces diciéndome que volviera a mi esmalte de uñas transparente? Le di
mi mirada más llena de reproches—. Si quieres ver los dotes, los trucos
mezquinos no es cómo lo lograrás —dije.
—Trucos mezquinos —dijo, y miró de mis uñas con esmalte
transparente al vestido casi invisible—. Maldición —dijo—, ¡ojalá se me
hubiera ocurrido eso! No, solo quería que tuvieras un vestido que siempre
combinara con tus uñas. —Entonces, mirando hacia el piso, continuó— Así
como zapatos que se ajusten a tu estilo de vida.
Miré hacia donde estaba apuntando, pero no vi nada.
—Piensa en verde —dijo.
Ante el pensamiento, mis uñas y el vestido en la percha cambiaron a mi
tono favorito de verde oscuro—así como un par de zapatos que no había
podido ver antes.
Miré los zapatos verdes, los zapatos arruinados. Solo que ya no estaban
arruinados. De hecho, parecía que nunca habían sido utilizados. Cuando los
levanté, las suelas y partes de cuero parecían más ligeras y más lisas. Había
un cosquilleo de magia en los zapatos.
—Déjame adivinar —dije—, los hechizaste para volverme una mejor
bailarina.
—No realmente —respondió—. Creo que ya tienes mucha gracia. Ven
aquí y te mostraré qué más pueden hacer.
Murmurando acerca de los límites, pero igual intrigada por qué trucos
se le habían ocurrido, llevé los zapatos hasta el sillón y me senté, cruzando
las piernas. Miró hacia mi pierna expuesta y rápidamente coloqué la bata
sobre ella para cubrirla. Entregándole los zapatos y tirando mi pie, irritada,
dije— De acuerdo, mago. Muéstrame tu gran truco del zapato.
Me sorprendió al ponerse sobre una rodilla y tomar mi pie en su mano
—. Bueno, princesa —dijo—, estas son zapatillas mágicas.
—Con tacones de prostituta —le interrumpí.
—No siempre —dijo con una sonrisa—. Toma, déjame colocar esto.
Ah, el encaje perfecto. Tú eres mi Cenicienta.
—No soy ninguna Cenicienta —dije—. Odio los cuentos de hadas.
Apoyándose hacia atrás sobre sus talones, Mason comenzó a señalar
puntos con sus dedos—. Perdiste a tu familia original; hablas con los
animales del bosque; tu padrastro tiene planes malvados para tu vida; y eres
una en un millón. Creo que Cenicienta te sienta bastante bien. —Asintió
para sí mismo, como si su lógica tuviera que convencerme.
—¿Y eso en qué te convierte a ti en este cuento de hadas?
—¿Acaso no es obvio? —dijo—. Soy tu Príncipe Encantador,
demostrando que eres mi destino al colocar los zapatos mágicos en tus pies.
—Asintió nuevamente para sí mismo, como si ese comentario simplemente
tuviera que ser verdad.
Hice un ruido antes de decir— De acuerdo, Príncipe-no-tan-Encantador,
¿qué ocurre con los tacones?
Estiró la mano y tomó mi pie entre ambas de nuevo. Sentí el cosquilleo
de magia—. Aprieta los dedos de los pies y piensa «corto» —dijo.
Quedé maravillada cuando el tacón desapareció y el zapato se
transformó en uno plano—no tan bueno como una zapatilla de correr, pero
de todas formas mucho más cómodo que los tacones altos. Coloqué ese
zapato sobre el suelo y Mason me deslizó el otro en el pie descalzo. Un
apretón y un pensamiento y ahora ambos tacones habían desaparecido.
—Pueden cambiar de color como tu esmalte de uñas ahora —dijo
Mason—. Así como cambiar de forma.
Con un pensamiento, los zapatos de cuero verde se volvieron un
brillante carmesí. Mis dedos de los pies se apretaron de alegría y los tacones
se extendieron. Intenté cambiarlos nuevamente a que fueran zapatillas, pero
no pude.
Por alguna razón, no pude des-apretar los dedos de los pies para
desencadenar el hechizo. Fue entonces que noté que Mason estaba
suavemente acariciando mis piernas con la fascinación de un niño, sin darse
cuenta alguna de cómo su toque me afectaba—. Wow —dijo—, tus piernas
son realmente suaves. No estabas mintiendo.
Gruñí, alejé sus manos de un empujón, y tiré la parte inferior de la bata
para cubrir mis piernas. Mientras Mason se puso de pie, dije bruscamente—
¿Cuánto te debo por reparar el vestido y los zapatos? —No había modo que
iba a estar en deudas con este sagaz mago acariciador de piernas. Cambié
mis planes nuevamente. Pasar demasiado tiempo con este Príncipe
Encantador solo podría causar una rotura del corazón y confusión.
Repentinamente estuve segura que debía enfrentarme a mi malvado
padrastro por mi cuenta.
De manera reacia, dio un paso hacia atrás—. No me debes nada. Fue mi
culpa. Te desafié a una carrera y te caíste. Era lo mínimo que podía hacer.
—De acuerdo —dije—. Entonces estamos a mano. Es hora de partir
nuestros caminos.
—¿Qué? —preguntó.— Pensaba que querías que me quedara y te
ayudara.
—Ni modo —dije. No podía arrastrar a otras personas a mi desastre con
Raymond—. Debes irte. Puedo cuidarme sola.
Lo guié hasta la puerta, sosteniéndola abierta para él. Parecía que quería
hablar. Luego miró hacia mis uñas y vio lo largas que estaban mis garras.
Ese nivel de enojo no aceptaría ningún desafío.
Asintió una sola vez para despedirse, y se fue de mi vida.
Los siguientes días fueron terribles. Realmente había esperado que
Raymond apareciera dentro de veinticuatro horas, tiempo suficiente como
para conseguir un vuelo hasta Tokio y perseguirme. Parecía que los falsos
rastros de Mason habían hecho algo de bien.
El único problema era que el retraso solo empeoró los asuntos. La
anticipación de la llegada de Raymond era peor que la realidad.
Caminaba por las habitaciones, con miedo a irme del hotel. Mis
instintos de loba me obligaban a tratar a la habitación como si fuera una
guarida, gruñéndole al personal de limpieza y no dejando que nadie entrara,
aunque el lado humano sabía que esto era una locura. El estrés me hacía
cambiar de manera incontrolada y al azar.
Pensándolo mejor, que la loba me mantuviera adentro era algo bueno.
Las transformaciones al azar en público serían algo malo.
En el tercer día, luego de otra noche sin dormir, estaba mirando por la
ventana hacia el amanecer cuando sentí un cosquilleo de terror correr por
mi espalda, como si alguien hubiera deslizado un hielo por la parte de atrás
de mi blusa. Entonces, escuché el gruñido bajo de Raymond: «Voy por ti».
Las imágenes impactantes que me transmitió, mostrándome
exactamente lo que me haría cuando me atrapara, fueron tanto
horrorizantes, como cautivadoras. ¿Cómo podía existir tanta maldad en una
sola persona? Me di cuenta de que cuando me atrapara, iba a ansiar
volverme una productora de cachorros descerebrada.
Me transformé por el shock, y tuve dificultades para volver a ser
humana. Esta era una batalla con mi loba. Lo único que sabía la loba era
que Raymond era nuestro alfa e ir con él nos llevaría de nuevo a la manada.
Tomó toda mi voluntad humana para poder resistir. Solo la mitad humana
podía entender las consecuencias.
Por primera vez desde la pubertad, tuve una lucha fuerte con mi loba.
Solo le preocupaba su supervivencia, y su supervivencia se proporcionaba
fácilmente al mantenerse leal a la manada. Pero mi supervivencia, mental y
espiritual, dependía de resistirme a Raymond.
¿Era una mujer con una loba en su interior? ¿O una loba con una mujer
en su interior?
La humana finalmente ganó y la loba fue domada, pero el temor se
mantuvo. Para la tarde, ya estaba en completo control. No había forma en
que fuera a someterme a Raymond. Ese sería mi fin. Mis sueños despiertos
de luchar contra él, o de obligarlo a ver el error detrás de cómo se
comportaba, demostraron ser fantasías tontas. Él era una fuerza de la
naturaleza, decidido a seguir y completar sus planes.
El pensamiento era amargo: «No puedo hacer esto sola».
Y entonces me di cuenta de que el que los pensamientos de Raymond
tocaran los míos había ofrecido más información. Un collage de aromas,
sonidos, e imágenes que se centraban en mi hotel. El bastardo sabía dónde
me estaba hospedando. ¿Por qué no me había encontrado aún? Ya habían
pasado casi doce horas desde que lo escuché.
Uno de los preceptos de Mamá, antes de que perdiera la cordura, era
que siempre se tome una decisión y se complete. Incluso una mala decisión,
decía ella, era mejor que quedarse paralizado en un lugar. Con su voz en
mis oídos, decidí que había cometido varios errores. Era hora de comenzar
a corregirlos.
Me duché y vestí rápidamente. Me puse el vestido y los zapatos que
Mason había hechizado para mí, obviamente. Con los trucos de cambio de
color y autolimpiante, eran un atuendo completo. Busqué mi bolso más
grande, lo llené de dinero, documentos, y algo de ropa interior.
Mirándome al espejo, me concentré, y el vestido y los zapatos ahora
eran del mismo color borgoña profundo que mi bolso.
Entonces me fui del hotel por lo que estaba convencida sería la última
vez.
L A LOBA DESESPERADA

E n el taxi, tuve un momento de duda, pero le entregué la tarjeta del bar


de Mason al conductor.
Cuando ya estábamos alejándonos de Oakwood, mi loba se calmó.
Para un lobo, el movimiento y la acción siempre son preferibles a la
inacción. Aunque desesperadamente quería volver a reunirse con la
manada, había logrado entender que mi necesidad de mantenerme libre y
seguir cuerda era esencial para nuestra supervivencia.
En la entrada al bar, antes de descender por los escalones, di una
olfateada. Sí, Mason estaba aquí, así como los demás clientes regulares. La
pregunta era, ¿estaría feliz de verme—la mujer que lo había echado?
Incapaz de ocultarme, ingresé al bar como si fuera dueña del lugar.
Mason estaba en su podio. Su cara se endureció cuando me vio, y luego
perdió cualquier tipo de expresión. Noté que mantuvo sus manos debajo del
podio, fuera de vista. ¿Temía que lo fuera a atacar?
Entonces se me ocurrió: si me había encontrado Raymond y me había
sometido a él, él me habría enviado a traicionar a cualquiera que me hubiera
intentado ayudar. Raymond no dudaría en hacer un ejemplo con un mago
que había interferido en los asuntos de su manada. ¿Cómo podría convencer
a Mason que seguía por mi propia cuenta?
Lo saludé con una sonrisa en la cara. La sonrisa no significaría mucho,
pero las uñas cortas demostrarían que no estaba por atacar.
—Hola, Responsable —dije alegremente.
—¿Responsable? —preguntó, levantando una ceja.
—Mason, masonería, responsables —dije—. Tiene sentido para mí.
Se relajó y levantó las manos para sobre el podio. Tontos juegos de
palabras. Le seguían encantando los tontos juegos de palabras.
—¿Te golpeaste la cabeza, Lunática?
—Sí, cuando me hiciste la zancadilla durante esa carrera. Sabes que
hiciste trampa. La próxima vez, de seguro ganaré —dije. Si él permitía que
hubiera una próxima vez.
Me gané una sonrisa pequeña. Entonces dijo— La Lunática y el
Responsable. De acuerdo, pueden ser nuestros apodos cariñosos. Como de
mascotas.
—¡No me digas mascota! —gruñí. ¿Acaso nunca iba a aprender?
—Sí, supongo que solo tu alfa tiene derecho a decirte así —dijo.
Abrí la boca para responder de manera acalorada, y me detuve. Seguía
enojado. De repente me vi a través de sus ojos. La exótica mujer lobo—a
quien había presentado ante sus amigos, en quien había invertido mucho
tiempo y energía, y a quien había defendido cuando fue enfrentada por su
pasado—lo había rechazado. No había hecho nada para ganarse mi ira,
salvo por los tontos juegos de palabras.
Tragando mi enojo, di un paso para acercarme más al podio. Con ojos
bajos, dije— De acuerdo, te dejaré decirme así. Pero solo en privado.
Sonrió y dijo— Es un trato. —Entonces frunció el ceño en sospecha—.
¡Espera! Estás siendo demasiado amable. ¿Qué ocurre?
—Raymond está en Tokio —susurré, esperando un rechazo instantáneo.
Entonces añadí—, y puede descubrir dónde vivo.
—Entonces múdate —dijo—. Abandona Tokio, quédate con amigos,
encuentra a un primo humano distante que te albergue. Los hombres lobo
no tienen paciencia alguna. Dejará de buscarte pronto.
—No tengo amigos —dije, dándome cuenta por primera vez cuán sola
estaba—. Mi familia está loca. Cualquier otra manada me entregaría a
Raymond para tener ganancias políticas. Toda la gente que conozco en
Tokio es amiga tuya, no mía.
—¿Así que solo acudiste a mí porque estás desesperada? —preguntó.
Me estaba mordiendo el labio— Sí —dije, esperando un rechazo.
—¡Excelente! —dijo, aplaudiendo las manos—. Me gustan las mujeres
desesperadas.
Ante mi mirada enojada, se tornó serio—. De acuerdo, no más bromas.
—Se dio la vuelta y le habló al mesero en japonés. Entonces tomó mi mano
y me llevó hacia la puerta. Intenté no pensar en lo bien que se sentía tener
mi mano en la suya.
Un breve viaje en taxi, y estábamos en su casa. Como la mayoría de la
gente en Tokio, no vivía en una casa familiar, sino que en un apartamento.
El taxi nos dejó en el patio delante del complejo de apartamentos. Salimos y
Mason me tomó de la mano, haciendo que corriera un cosquilleo extraño
por mi brazo. Continuó sosteniendo mi mano mientras nos aproximábamos
al edificio.
Había un edificio pequeño a nuestra derecha. Había unas planchas de
mármol con escrituras en japonés talladas profundamente en la superficie.
Sin siquiera saber cómo leerlas, sabía que eran lápidas.
Mason esperó a que el taxi se fuera, y entonces apuntó hacia un
pequeño banco—. Debes esperar aquí durante un minuto, mientras te
presento el lugar.
Cuando soltó mi mano, me sentí mareada por unos segundos—una
sensación extraña para una mujer lobo. Quizás porque no había comido
durante varios días.
No podía realmente recordar por qué estaba aquí, poco después del
atardecer, delante de este edificio. Había un pequeño templo detrás de mí.
Delante del templo había una estructura compuesta por tres pilares de hierro
de veinte pies de alto que formaban un trípode. Suspendida del centro del
trípode había una enorme campana, con un campanero externo que colgaba
de un juego de cadenas. Un templo a mi espalda, un cementerio a mi
derecha, y un edificio completamente olvidable delante de mí. ¿No estaba
supuesta a estar ocultándome de Raymond?
El impulso de correr, de huir, era fuerte, pero tenía la sensación de que
debía quedarme en este banco. Tomó unos minutos, pero lentamente
comencé a notar una figura hacia mi derecha. Estaba sacudiendo sus manos
y sus brazos y cantaba una canción en un idioma que nunca antes había
escuchado. Unos minutos más, y estaba segura de que lo conocía de algún
lado.
El hombre loco detuvo su baile y me regresó todo de golpe: ese era
Mason, mi amigo, y este era su hogar.
Dio un paso hacia el banco y extendió la mano para ayudarme a
levantarme y guiarme hacia el edificio. Su apartamento estaba en el tercer
piso. Bajándome del elevador, automáticamente giré hacia la izquierda,
convencida de que no había nada a la derecha. Mason tomó mi mano
nuevamente y tiró de mí por el pasillo corto.
—Voy a necesitar un mechón de tu cabello para enlazar la puerta a ti —
dijo.
Levanté la mano hasta mi cabeza y seleccioné un mechón de cabello de
mi nuca. Con una mueca, tiré del mismo y se liberó un mechón y se lo
entregué a Mason. Sentí un ardor momentáneo mientras el parche calvo
comenzó a curarse. El cabello volvería a crecer rápidamente.
Mason miró el cabello y murmuró— Un mechón de cabello de hombre
lobo, entregado a voluntad. Podría hacer muchas cosas con esto—.
Entonces sacudió la cabeza y me miró—. Nunca le des tu cabello a un mago
o a una bruja. Podría ser peligroso.
Respirando profundamente, dije unas palabras que no había utilizado en
muchos años— Confío en ti.
Más magia delante de la pared blanca, y de repente apareció una puerta
—. Debe ser difícil para recibir las entregas de pizza —dije.
—El camuflaje solo funciona con los sobrenaturales —dijo, abriendo la
puerta.
—¿Sin trancas? —pregunté.
—Solo los hechizos protectores —dijo—. Realmente no me preocupan
los ladrones humanos.
¿Por qué tenía la sensación de que tenía sorpresas letales preparadas
para los ladrones normales?
—Entra libremente y bajo tu propia voluntad —dijo Mason mientras
gesticulaba para que yo entrara.
Pasé por su lado y atravesé la puerta—. ¿No es una frase de una película
vieja? —pregunté. Ante su mirada de sorpresa, continué— ¿Esto significa
que «quieres beber mi sangre»? —me gané una risa ante mi cita de Drácula.
Pasando la puerta había una pequeña área de baldosas con un mueble
para los zapatos y un gabinete. Esto era una de esas cosas japonesas—un
lugar para removerte los zapatos y ponerte las zapatillas para la casa, justo
del lado de adentro de la entrada. Me quité los zapatos mágicos mientras
Mason cerraba la puerta. Mason abrió una puerta del gabinete y vi varios
pares de zapatillas de tamaños distintos, algunas todavía dentro de sus
envoltorios. Había un par de zapatillas usadas que encendieron las alarmas
en mi mente, pero guardé mis sospechas hasta que tuviera más información.
—¿Talle ocho? —preguntó y miró hacia mis pies descalzos—. ¿Ocho y
medio? —Asintió para sí mismo y sacó un par de zapatillas nuevas de
adentro del gabinete. Calzados de manera adecuada para la casa, giramos
hacia la izquierda e ingresamos a un espacio combinado de cocina y sala de
estar.
Giré cuando lo escuché cerrar la puerta de la sala de estar. Antes de que
pudiera decir algo, abrió la puerta nuevamente—. Lo siento —dijo—, me
olvidé de que no te gustan las puertas cerradas. Hará que ducharse sea algo
interesante.
Ignorando sus burlas, pregunté— ¿Te molesta si miro alrededor? Me
pongo nerviosa a menos que sepa que todas las entradas han sido revisadas.
—Por supuesto —dijo—. Haremos el tour. —Como era un apartamento
minúsculo, el tour tomó cuatro minutos. Me mostró el inodoro minúsculo,
el cual, al estilo japonés, estaba en una habitación separada de la ducha. La
habitación de la ducha era más grande que la de mi hotel, con dos piletas
afuera de una habitación con paredes de vidrio, con una ducha y una bañera.
Había dos dormitorios, uno con una cama de tamaño king y muebles de
estilo estadounidense. Di una larga olfateada informativa, catalogando los
olores. El segundo dormitorio era el taller de Mason. Aunque me dejó mirar
hacia adentro, me detuvo con una mano levantada cuando intenté dar un
paso para entrar—. Por favor no entres. Hay algunas sorpresas
desagradables para quienes no han sido iniciados.
Di una olfateada y no pude detectar peligro físico; debía estar hablando
de peligros mágicos. Estaba lista para discutir con él cuando mi loba, que
había estado silenciosa todo el día, dejó salir un quejido. Finalmente se
estaba comunicando luego de nuestra pelea. Algo en esa habitación la había
asustado. Mejor dejar todo como estaba. Esa era una puerta que ambos
queríamos que se mantuviera cerrada.
De regreso en la sala de estar, nos sentamos en una pequeña mesa de
comedor. Mason hizo una jarra de ese remarcable café y bebimos en
silencio. No quería indagar en el tema, pero la loba y yo necesitábamos
saber.
—¿Cuándo regresará tu novia? —pregunté.
—¿Qué novia?
Toqué mi nariz—. No bromees conmigo. Siento el olor de su perfume y
su aroma en tu dormitorio. Ha estado durmiendo en esa cama. También
tiene un par de zapatillas en el gabinete. Simplemente dime cuándo va a
regresar.
Mason terminó su café y se rió—. ¿Y tu nariz nunca se equivoca? —Al
verme asentir la cabeza, continuó— Con la excepción de esta vez. Estás
sintiendo el olor de la mucama que viene dos veces a la semana a limpiar y
tender mi cama. Pero hablaré con ella acerca de tomar siestas en la cama del
jefe.
Una consulta con mi nariz indicó que él tenía la razón. Los olores de la
otra mujer eran demasiado difusos como para ser una ocurrencia diaria. Le
sonreí a Mason para disculparme—. Lo siento, Responsable —dije—, me
pongo celosa cuando tengo hambre.
—Oh —dijo en reconocimiento—, por eso mencionaste la entrega de
pizzas. Podemos ordenar pizza. ¿De qué tipo te gusta?
Mason trajo su iPad y encontró la aplicación de Domino’s. Tenían
algunas combinaciones de sabores extrañas aquí, pero me quedé con la de
amantes de la carne. Estaba lista para pedir una mediana, pero Mason dijo
— Una pizza mediana japonesa es como una pizza personal de tacho de los
Estados Unidos. Te conviene más pedir la de tamaño grande.
Ordenamos una pizza de amantes de la carne para mí y una Domino’s
Deluxe para Mason. Junto con unos acompañamientos y bebidas, teníamos
suficiente para un festín. La aplicación tenía un tierno temporizador que
señalaba la ubicación del conductor del envío, rastreando la señal de su
GPS.
Fui a tomar unos cuchillos para cortar nuestra comida, pero Mason
levantó la mano para detenerme—. No uses esos cuchillos —dijo—. Están
hechizados para nunca necesitar ser afilados. Podrían lastimar incluso a una
persona lobo.
Miré el soporte para cuchillos. Una olfateada me señaló que no había
trazas de magia. Pero Mason no me mentiría. ¿No es cierto? Incapaz de
resistir mi curiosidad, tomé el cuchillo más pequeño del soporte. Mientras
Mason me observaba con una expresión de «adelante», hice un pequeño
corte en la palma de mi mano izquierda. Miré cómo la sangre salía del
corte, y no se curó de manera inmediata.
Mason caminó hacia mí y tomó mi mano en la suya, llevándome hacia
la pileta y encendiendo el agua para lavar la sangre. Un encanto susurrado
generó un cosquilleo en mi mano. Cuando colocó mi mano debajo del agua
nuevamente, la sangre se lavó para revelar que el corte se había curado por
completo.
¿Qué clase de mago dejaría unos cuchillos capaces de cortar a hombres
lobo ocultos a plena vista? Mi clase de mago. Mientras Mason limpiaba y
reemplazaba el cuchillo en el soporte, abrí un pequeño cajón y saqué
cubiertos mundanos.
Mason destapó una botella de vino tinto italiano. Un tanto dulce para mi
gusto, pero bueno de todas formas. Veinticinco minutos después, estábamos
colocando la pizza sobre la mesa. Ante el olor de mi comida, mi loba
interna miró hacia afuera y se quejó. Estaba lista para perdonarme si la
alimentaba.
Terminé mi pizza, y comí algunos trozos de la de Mason. Bueno, no
más de la mitad.
Finalmente satisfecha y a salvo, tuve tiempo para reflexionar acerca de
algunos pensamientos molestos. ¿Qué fue lo que Mason le había dicho a
Dmitri? ¿Algo acerca de precauciones para prevenir las pérdidas mentales?
¿Mason realmente podría tener una forma de evitar eso? ¿Cómo podía sacar
el tema?
Mason puso música suave y nos sentamos en un par de sillas rellenas
que no combinaban entre sí. Me senté sobre mis piernas, accidentalmente
dándole a Mason un vistazo de ellas.
—Tengo una pregunta acerca de la memoria. ¿Por qué es tan afectada
por una conversión extendida a lobo, cuando no es un problema estar
cambiando todos los días?
—Tiene que ver con cómo se crean y mantienen los recuerdos —dijo
Mason—. La memoria no es un archivador de oficina. No puedes cerrar los
ojos, abrir un cajón y sacar una carpeta etiquetada «17 de julio del 2011».
Simplemente no funciona de esa manera.
—Entonces, ¿cómo funciona?
—El cerebro es como un holograma, con recuerdos cifrados en patrones
fractales cuánticos enredados… —Ante mi mirada vacía, dejó de explicar
—. Quizás sea muy técnico. Déjame abrir otra botella de vino y comienzo
de nuevo.
Con la copa nuevamente llena y sentado de nuevo, Mason quedó en
silencio unos minutos antes de comenzar de nuevo—. La mente es como un
jardín o un bosque. Los recuerdos son como los caminos en ese jardín. Los
recuerdos más viejos son limpios y amplios, porque se repiten muy a
menudo. Otros recuerdos son caminos más difusos, que requieren del toque
de tu espíritu para mantenerlos claros.
—Pero yo no repaso mis recuerdos todos los días —dije—. ¿Por qué mi
mente no se desvanece, incluso cuando me mantengo humana?
—No repasas todos los recuerdos de manera consciente —dijo Mason
—. Pero solo se necesita el toque más ligero. Una cara en una multitud te
recuerda a tu maestra del tercer grado. Un auto que pasa te recuerda a tu
viaje a la escuela en el quinto grado. El olor de una salsa para espaguetis te
recuerda la comida de tu madre. Todo ocurre de manera muy rápida e
inconsciente.
»Cambiar a lobo significa que el cerebro de lobo que es más pequeño,
no tiene acceso al jardín completo. Los caminos no están allí. Incluso para
la poca humanidad que hay dentro, el lobo no tiene esos ecos, esos
recordatorios. Los caminos no son mantenidos. Cuando el lobo se
transforma de nuevo en humano, los caminos se han plagado de elementos
al azar, lo cual hace que sea más difícil arreglarlos.
—Entonces, si un lobo cambia por una noche, luego vuelve a ser
humano, los caminos están un poco desaliñados, pero no lo suficiente como
para mantenerse bloqueados. Una mente humana limpia estos caminos —
dije.
—Exactamente —dijo Mason—. Una noche o incluso varias noches no
son suficiente como para bloquear los caminos por completo.
—Pero estando en estado de lobo durante varios meses significa que los
caminos se llenan de maleza.
Hizo un gesto sacudiendo la mano para decir que la analogía no era
perfecta, pero lo suficientemente cerca.
—Entonces —dije, finalmente llegando a la gran pregunta—, ¿no hay
ninguna manera de ayudar a mi madre?
Temía tanto la respuesta de que no, como la del posible sí. El no
significaba que no había esperanzas; el sí significaba que yo tenía que
volver con Raymone para intentar ayudar a mi madre.
Mason quedó callado por un largo rato, con su cabeza moviéndose
suavemente al ritmo de una música que solo él podía escuchar, y los ojos
enfocados en conceptos indescriptibles. Bebí mi vino y le di tiempo para ser
extraño. De repente, me sentí nostálgica. No nostálgica por la manada, sino
por el hogar que había tenido antes del cambio.
Después de veinte minutos, los ojos de Mason se enfocaron nuevamente
en mí, como si no hubiera pasado el tiempo. Levantó su vino y dio un sorbo
antes de decir— Realmente no puedo decirlo. No tengo el talento como
para restaurar recuerdos. Si ella tan solo… —se quedó en silencio.
—¿Si ella tan solo qué? —insistí.
—No importa —dijo—. Es demasiado tarde ya.
Así que ni sucumbir ante Raymon ayudaría a madre. Estaba aliviada y
decepcionada a la misma vez. Era el momento de abordar mis siguientes
preguntas.
—Entonces, Mason —dije con mi voz más seductora—, tengo una
pregunta para ti. —Al verlo asentir la cabeza, continué—. Durante nuestra
conversación con Dmitri, dijiste que sin tomar precauciones especiales, una
mujer lobo perdería la cordura. ¿Cuáles son esas precauciones especiales?
Pensó durante varios minutos antes de responder— Hay ciertas técnicas
mentales —dijo—, formas de comprimir los recuerdos en algo así como un
mapa. El mapa puede ser doblado para ocupar mucho menos espacio.
Cuando la mujer lobo vuelve a ser humana, el mapa se abre y refresca los
caminos del recuerdo, aunque estén llenos de maleza o no.
—¿Técnicas mentales? —pregunté—. ¿Cuán difíciles son? ¿Difícil
como recitar el abecedario de atrás hacia adelante? ¿Difícil como aprender
un lenguaje nuevo? ¿Difícil como aprender cálculo?
Con una expresión fría, Mason dijo —Difícil como cinco o seis años de
meditación durante tres o cuatro horas diarias. Incluso entonces, si la chispa
no está allí, es imposible.
¿Meditación? Se me hundió el corazón. La loba no se podía mantener
quieta durante tres o cuatro horas durante siquiera un día, ni hablar que
pudiera por cinco o seis años.
De todas formas, pasamos la siguiente hora probando varias técnicas de
meditación. En cada caso, mi loba rechazaba la paz, rompiendo mi
concentración y queriendo jugar. Meditar con más de una persona dentro de
mi cabeza era simplemente demasiado difícil. Finalmente me di por vencida
por la irritación.
—¿No hay algún atajo? —pregunté—. ¿Alguna forma más fácil?
—No —dijo. Pero no me miraba a los ojos. Estaba ocultando algo.
—Mientes —dije—. ¿Por qué no quieres ayudarme?
—No es a ti a quien estaría ayudando —dijo—. ¿Sabías que la
Alemania Nazi casi tuvo la bomba atómica en 1942? Si alguien les hubiese
dado unos detalles menores, podían haber hecho el descubrimiento. —Me
miró a los ojos—. No estoy dispuesto a dar el equivalente a un arma nuclear
a un hombre loco.
Un destello de rabia me atravesó, despertando a mi loba. Rápidamente
la tranquilicé. Enojarme con Mason no resolvería ninguno de mis
problemas. De repente estaba segura de que me entregaría él mismo a
Raymond con tal de no revelar una forma para que los planes de Raymond
fueran incluso más fructíferos. Estos malditos magos y sus principios. Pero
sí finalizó cualquier idea de conversar más.
Bajando la copa de vino, dije— Estoy cansada. ¿Dónde puedo lavarme
y dónde puedo dormir?
Ante mi tono frío, Mason apretó los labios, pero no discutió. Sabía por
qué estaba enojada, pero no quería presionar con el asunto. Se puso de pie y
fue a la pileta de la cocina, la cual tenía un minúsculo panel de control
adjunto a la pared encima de ella. Las palabras del panel estaban en
japonés, y Mason presionó unos botones. Ante mi mirada inquisitiva, dijo—
Se llenará la bañera pronto y te podrás bañar.
Bañeras a control remoto. Quería una de esas para mi casa.
Y entonces me di cuenta de que no tenía una casa. Y entonces mis
pensamientos comenzaron a espiralarse fuera de control.
Mejor me concentraba en una cosa a la vez. Consulté con mi loba.
«¿Seguras aquí?» pregunté. Giró la cabeza en dirección contraria, enojada
que la había tratado de manera brusca los últimos días. Pero finalmente
terminó por asentir con la cabeza. Todavía no le gustaba Mason, pero no lo
consideraba un peligro.
Un sonido musical y una voz japonesa emanaron del panel de control, a
lo cual Mason tradujo como que la bañera estaba lista. Me guió al baño y
me mostró los controles para la ducha, los jabones y champúes, y sacó una
gran toalla esponjosa. Abrió un gabinete y sacó uno de los juegos de
artículos higiénicos viajeros que venden en las farmacias.
Me dejó para que me bañara y se fue a la sala de estar. Me duché y me
lavé el cabello rápidamente, antes de mirar la tentadora bañera llena de agua
caliente. Sumergirme lentamente en el agua fue un placer, limpiando
muchos de los estresores y esfuerzos del día. Incluso con los fenomenales
dotes físicos de los lobos, igual podemos sufrir de agotamiento mental. A
eso tenía que añadir el hecho de que no había dormido durante casi tres
días, y sin darme cuenta, terminé por quedarme dormida en la bañera.
Luego de casi una hora, me desperté de golpe. Salí de la bañera, me
sequé, y me cepillé el cabello y los dientes. Detrás de la puerta del baño
encontré una bata en una percha. Mason debió haberla traído para mí
cuando me dormí.
De todas formas la loba estaba enojada. A ninguna de nosotras dos nos
gustaba que nos pusieran en situaciones donde no teníamos otras opciones.
Salí del baño decidida a dejarle saber a Mason con términos bien claros que
no habría intentos de «acariciar a mi loba» esta noche. Los pocos pasos
hasta la sala de estar fueron suficientes como para que pudiera practicar lo
que iba a decir.
Mi plan fue detenido antes de que pudiera hablar. Mason había
organizado los muebles en la sala de estar para dejar un gran espacio vacío
en el suelo. En ese espacio vacío, había estirado un gran futón, que parecía
una bolsa de dormir japonesa.
Maldición, había armado todo un argumento en mi mente acerca de que
él estaba intentando invitarme a dormir juntos, lleno con lógica devastadora
y cortes verbales, y él simplemente tenía que descarrilar la conversación al
armar otra cama para mí.
Ante mi mirada confundida, Mason dijo— Si esto te resulta incómodo,
puedo llevarme el futón.
¿Incómodo? Para nada. Había pasado muchas noches en pasajes
montañosos gélidos bajo la luz de una Luna fría, enrollada con la cola
contra la nariz para poder dormir. Esto era un lujo en comparación con eso.
—No —dije—. Estaré bien. Buenas noches.
C O M B AT I R M A G I A C O N M A G I A

A la mañana siguiente, me levanté al amanecer. Sintiéndome refrescada


por el primer sueño seguro que había tenido en días, había llegado a
una decisión. Debía alejarme de Mason. Estar cerca de él estaba
confundiéndonos a la loba y a mí. Sabía que estaba yendo y viniendo con
mis decisiones, pero con una mirada fresca en la mañana, me había
convencido a mí misma que podía manejar a Raymond, o encontrar la
forma de evitar las desventajas de la maternidad lobina.
Ni la loba, ni yo podíamos escuchar o sentir la presencia de Raymond.
Quizás había seguido uno de los falsos rastros que Mason había preparado;
quizás se había cruzado con el sobrenatural japonés equivocado. O quizás
solo había decidido que yo no valía el esfuerzo. En cualquier caso, parecía
ser que se había ido.
Entonces, ¿por qué no me sentía mejor? Con una introspección que no
habría logrado hacía un par de semanas atrás, me di cuenta de que mi mitad
loba estaba aliviada porque el peligro inmediato había desaparecido. Pero la
mitad humana seguía preocupada porque la historia de Raymond no había
finalizado; solo se había retrasado.
Me mordí el labio mientras debatía si despedirme de Mason, antes de
decidir no hacerlo. Verlo podría hacer que cambiara de opinión
nuevamente. Siempre podría volver después de resolver la situación con
Raymond. Me vestí en silencio y salí por la puerta sin trancar.
Mientras me alejaba del apartamento de Mason bajo la luz del
amanecer, me detuve en la esquina más cercana para tomar mis
pertenencias. El apartamento quedaba por allá… Oops, ¿me había dado la
vuelta?
Ya no podía ver el camino hacia la casa de Mason.
Respiré profundo para atrapar el olor de Mason, ese olor a humano
solapado con el cosquilleo en la nariz provocado por la magia. «¿Nada?»
Caminaba por aquí todos los malditos días. Tenía que haber algún trazo de
él que pudiera seguir hasta su casa.
No era que quisiera volver. Simplemente no quería poder volver.
Luego de dar vueltas en círculos durante varios minutos, para
entretenimiento de los japoneses madrugadores que pasaban por mi lado,
decidí que Mason no merecía que yo volviera.
Sí, eso no se sentía para nada amargo.
Frustrada, le hice señas a un taxi y viajé de regreso a mi hotel.
Estaba tan segura que Raymond se había ido, que caminé de regreso a
mi habitación sin ninguna preocupación.
La habitación estaba destruida. Cada hebra de tela, desde las cortinas
hasta toda mi ropa adicional, estaba destrozada. El colchón había sido tirado
al suelo, cortado, y le habían orinado encima. Había huellas de patas del
tamaño de platos por todo el suelo, y flotando en la habitación estaba el olor
ácido de Raymond de mal humor.
Maldición, el bastardo me había encontrado. ¿Cómo? ¿Y por qué no
había logrado sentirlo u olerlo antes de entrar a la habitación?
Entonces se me ocurrió. La misma magia que había evitado que sintiera
el rastro de regreso a la casa de Mason podría funcionar para evitar que
sintiera a Raymond. Raymond debió haber encontrado un mago mascota
para que lo ayudara. ¿Acaso no sabía el bastardo que los hombres lobo y los
magos nunca se llevan bien? Que él obtuviera ayuda de un mago no era
justo.
Ignorar mis propios razonamientos se estaba convirtiendo en un hábito.
Cambié a mi forma de loba para sentir mejor los rastros de Raymond, y
quedé aterrada al descubrir que había estado allí hacía tan solo unos
minutos. De hecho, podía seguir estando en el edificio. Si tenía una forma
de enmascarar su presencia y olor, podría estar justo detrás de mí y yo
nunca lo sabría hasta que fuera demasiado tarde.
Un golpe en la puerta hizo que saltara como un gato asustado, y caí de
nuevo en el suelo con todas las patas revueltas. Con un pensamiento firme,
calmé a la loba y cambié de nuevo a mi forma humana. Me coloqué el
vestido azul—el cual ahora era mi único vestido— antes de caminar hacia
la puerta.
—¿Quién es? —pregunté.
—Señorita —dijo una voz con acento japonés—, escuchamos un ruido
fuerte. ¿Está todo bien?
¿Podría Raymond estar detrás de este hombre, con las garras en su
cuello, forzándolo a hacer que le abra la puerta? Eché ese pensamiento
rápidamente. Raymond no usaría a otro para engañarme; simplemente
rompería la puerta y me llevaría.
Fui a tomar el pestillo, pero me detuve de golpe cuando vi el largo de
mis garras. Si el pobre hombre veía eso, llamaría a la policía o a una
ambulancia. Con un esfuerzo de parte de mi fuerza de voluntad, obligué a
las garras a que regresaran a su largo humano.
Abrí la puerta lo máximo que permitía la tranca con cadena y miré hacia
afuera. Gracias a Dios, solo era un empleado del hotel—. Todo está bien —
dije—, solo se me cayó una cacerola.
Haciendo una reverencia, retrocedió mientas se disculpaba por
molestarme.
Maldición. Había estado preparada para abandonar esta habitación y
toda mi ropa ayer. Pero ahora que había regresado y visto el daño, estaba
enojada. Raymond estaba loco. Quizás demasiado loco para dejarme vivir.
Me puse de nuevo mis zapatos mágicos y me miré en el espejo. Ojos
asustados me miraron desde abajo de una cabellera desaliñada. El cambio
de una forma a la otra me había arruinado el peinado. Saqué un cepillo e
hice un esfuerzo rápido por arreglarlo.
Susurrando un agradecimiento para mi mago, pensé en mi vestido,
zapatos, y uñas, obligándolos a cambiar del color azul a un tono de ocre.
Quedé sorprendida al ver que el color de mi bolso también cambió para
combinar. No me había dado cuenta de que Mason lo había hechizado para
que hiciera eso también.
Ahora con apariencia presentable, salí de la habitación. Tenía que
alejarme, así que la habitación tendría que ser abandonada. Quizás podía
volver a pagar por los daños, si sobrevivía.
En la calle, vacilé varios minutos. ¿A dónde podría ir? ¿Ir al aeropuerto
para encontrar la siguiente salida? Raymond no había tenido dificultades
para encontrarme aquí, podría hacerlo mismo sin importar a dónde fuera.
Le hice gestos a un taxi y entré. Dudé en dar una dirección y entonces
sentí el rugido en mi estómago. Ahora eran más de las once y no había
comido en toda la mañana. La loba y yo no podíamos tomar buenas
decisiones cuando teníamos hambre. En mi cartera, tenía un juego de
tarjetas de restaurantes del hotel. Elegí una al azar, Burger Mania, y se la
entregué al conductor. Cuanto más nos alejábamos del hotel, más tranquila
me sentía. Terminé en Ebisu, otra sección de Tokio.
El olor a hamburguesas y aros de cebolla hizo que se me aguara la boca.
Comida primero, decisiones después. Treinta minutos y dos enormes
hamburguesas después, estaba completamente satisfecha y lo
suficientemente tranquila como para pensar.
¿Quién podría darme albergue y ayudar? Consideré brevemente ir con
las brujas, pero sentí un escalofrío de parte de mi loba. Sabía que su ayuda
solo vendría al costo de mi libertad. No.
¿Qué tal la kitsune gótica? Ella no era malvada, solo loca. Entonces
recordé que ella era la más amable de su clan. ¿Podría también protegerme
de su clan? No.
¿Sailor Bunny? Era inmensamente poderosa, con una escencia que
podría hacer que un lobo se inclinara. Pero no quería arrastrarla a esta
lucha. Parecía ser demasiado amable, no lo suficientemente hambrienta de
sangre como para manejar a Raymond. No.
Me mordí el labio por la frustración. Mi única opción parecía ser el
maldito mago, Mason. En este punto, pedir su ayuda solo era combatir
fuego con fuego. Si el imbécil de Raymond podía hacer trampa con magia,
yo también. Esto era una lucha por mi vida.
Bueno, Mason había dicho que le gustaban las mujeres desesperadas.
Una mujer lobo huyendo por su vida debía ser suficiente para él.
En el taxi, di la dirección del bar de Mason. Quince minutos después,
salí delante del bar.
Quedé sorprendida al verlo afuera, pintando un diseño en la puerta con
pintura brillante. El diseño parecía familiar, pero mis ojos no podían
enfocarse en él. Caminé hasta detrás de él y miré el diseño por sobre su
hombre—. No parece japonés para mí —le dije al oído.
Saltó y giró, levantando sus dedos en gesto de ataque. Relajó las manos
y las volvió a subir para formar una de sus burbujas a prueba de sonido
alrededor de nosotros—. ¿Qué haces aquí? —preguntó—. Pensé que habías
huido del país.
—Mason —dije con el tono más suplicante que tenía—, necesito tu
ayuda.
—Estoy intentando ayudarte —dijo—. Lleva tu trasero al aeropuerto y
toma el siguiente avión.
—No —dije—. No entiendes. Raymond está aquí, en Tokio. Tan cerca
que puedo sentir su respiración en mi nuca. Nunca había tenido tanto miedo
en mi vida.
La cara de Mason se volvió dura—. Necesitas tener miedo en otro lado.
Nadie en Tokio puede ayudarte ahora mismo.
Miraba una y otra vez por sobre su hombro hacia el bar detrás de él,
como si esperara que alguien saltara por la puerta y lo atacara. Me tomó
unos segundos darme cuenta de que Raymond estaba dentro del bar. ¿Por
qué no podía sentirlo? Ningún olor o toque mental me estaba llegando.
Miré a Mason y en silencio dije con la boca— ¿Raymond? —Mason
respondió asintiendo con la cabeza y apuntando hacia la puerta.
—Está luchando contra el guardaespaldas Yaksha de Pe-Jennie —dijo
Mason.
La esperanza se encendió en mi pecho—. ¿Podrá ganarle a Raymond?
La sacudida de Mason mató mis esperanzas. Comencé a retroceder
lentamente. Cuando atravesé el límite de la burbuja, esta se reventó en
silencio.
Mason pareció estar aliviado ante mi partida y por un momento estuve
segura que era que le tenía miedo a Raymond. Entonces noté su mirada
hacia las hordas de peatones inocentes en la calle. Mason no olía a miedo ni
temblaba nerviosamente, a diferencia de mí. Solo estaba preocupado por la
carnicería que podría resultar de una pelea aquí en el medio de Tokio.
Una batalla lo suficientemente grande dejaría trazas que los mundanos
no podrían ignorar, exponiendo el mundo sobrenatural a la humanidad. Si
eso ocurriera, los resultados serían desastrosos para ambos grupos. Sería
como los Juicios de Salem, solo que con tanques, pistolas automáticas, y
bombas.
Descubrir nuestra cubierta traería la ira de los gobiernos humano y
sobrenatural a nuestra comunidad.
Justo cuando estaba por darme la vuelta y huir, Mason hizo un gesto,
deteniéndome. Tomó un objeto de su bolsillo y lo lanzó hacia mí. Lo atrapé
en el aire, sintiendo el cosquilleo de su magia. Ahora tenía una pequeña
guirnalda de cabello tejido, mi cabello. Había sido hecha del mechón de
cabello que le había dado a Mason ayer.
Con el objeto en la mano, de repente pude recordar claramente la
ubicación y los olores del apartamento de Mason. Esta era su manera de
dejarme encontrarlo de nuevo. Había estado en un apuro tan temperamental
por dejarlo esta mañana, que no había tenido la oportunidad de darme la
llave.
Ante mi ceja levantada, asintió con la cabeza, dejándome saber que
podría ir a esconderme en su apartamento plagado de magia.
Un golpe fuerte, como si un cuerpo pesado hubiera sido golpeado contra
el otro lado de la puerta del bar, hizo que Mason girara hacia el ruido. Miró
por sobre su hombro y me ahuyentó. Me fui al paso más rápido que podría
lograr caminando. Mientras caminaba, sentía cómo el toque de magia me
perseguía. Dándome la vuelta y olfateando, descubrí que mi rastro estaba
siendo eliminado por magia. Esto evitaría que Raymond me siguiera.
Decidiendo agitar aún más el rastro, me metí a un taxi y me fui a
Roppongi.
AUDIENCIA CON L A REINA
K IT S U N E

E l primer indicio del ataque fue el olor plagado de feromonas de zorro.


Como era de esperarse, mi némesis kitsune gótica me estaba
persiguiendo. «Deben estar trabajando con Raymond».
Por un momento, la ignoré, segura que la loba y yo podríamos con ella.
Entonces olí a los demás—al menos seis de los cambiantes zorros.
¿Cómo se les decía a un grupo de zorros? Ah, sí. Manada, también. Una
manada de zorros estaba revoloteando a mi alrededor mientras caminaba
por Mori Park. Las perras furtivas pensaban que podrían acorralarme.
Bajé los tacones de mis zapatos y di unas vueltas rápidas al azar,
utilizando ráfagas de velocidad sobrehumana para alejarme de ellos. Los
humanos del parque solo me veían cuando estaba a velocidad normal, y
luego sentían una ráfaga de viento mientras me alejaba.
Desafortunadamente, los zorros lograban mantener mi paso.
«Maldición, son casi tan rápidos como yo». De las formas escurridizas
que veía, quizás podría ser capaz de superar a cualquiera de manera
individual, pero como grupo, podrían siempre interceptarme.
Los instintos de mi loba me dijeron que estaban intentando arrearme en
una dirección específica. No había querido ir en esa dirección, pero para
evitar una batalla en público, me dejé ser arreada.
La loba interna gruñó y surgió, intentando forzar un cambio. El cambio
en mi lenguaje corporal y olor hizo que los kitsune se mantuvieran alejados.
Luché contra la loba, pero su enojo teñía mi juicio.
«Al diablo. Enfrentemos su trampa» pensé. Reduje la velocidad y
continué caminando en la dirección que ellos elegían. Esperaba ser guiada a
un rincón oscuro del parque donde podría darse una emboscada silenciosa.
En su lugar, me arrearon hacia uno de los bancos que habían
desplegados por el parque. En este banco había sentada una minúscula
japonesa utilizando un kimono elegante, aparentemente allí para disfrutar el
sol.
De repente, Naomi-san estaba a mi lado— Me alegra que hayas
decidido no pelear —dijo—. Odiaría tener que lastimar a una amiga de
Mason.
Me reí ante la idea de esta minúscula carroñera luchando contra mí—.
Si lucháramos —dije—, tendrían que cambiar tu nombre de «Cola de Rata»
a «Cola de Nada».
Pude darme cuenta que estaba preparando una respuesta sarcástica, pero
cuando estuvimos a tres yardas de la anciana, Naomi-san se detuvo de golpe
e hizo una reverencia. No una reverencia, como las que había visto en las
calles de Tokio. Esta fue una reverencia completa de noventa grados.
Recordé que las reverencias eran diferentes dependiendo del estado relativo
de las personas involucradas. ¿Quién diablos era esta mujer, la reina?
Esperaba que mi loba se burlara de la idea de una alfa hembra, pero no
lo hizo. En su lugar, luego de un momento de escrutinio, aceptó que esta era
la alfa de la manada kitsune. «Una alfa hembra. ¿Quién lo imaginaría?».
Cuando la miré con visión de lobo, en lugar de una mujer minúscula, vi
un híbrido mitad zorro como Naomi-san, pero con varias colas. El brillo
que emanaba hacía que fuera difícil contarlas, pero debía tener siete o más.
Mi loba reconoció su poder, pero no hizo una reverencia. Así que esta
pequeña anciana era poderosa, pero no tan poderosa como Bunny. «O su
poder no está conectado a la Luna» pensé.
Parpadeé para volver a la visión normal y asentí con la cabeza. No era
exactamente una reverencia, sino un reconocimiento de poder superior.
—Hola, Luna —dijo—. Has logrado generar bastantes problemas en
Tokio.
—¿Yo? —dije—. Yo solo estoy aquí disfrutando de mis vacaciones. —
De repente se volvió difícil mantener su mirada. Inhalé profundamente. Era
una mezcla de zorra y humana, con una cubierta del olor que había llegado
a asociar con magia. Su magia era diferente a la de Mason y, en todo caso,
más fuerte. ¿Podría ser que esta mujer minúscula era más poderosa que
Mason?
—Los kitsune somos expertos en el caos y cómo generarlo —dijo
remilgadamente—. También podemos reconocer las señales del caos
inminente. Eres una señal de esto. Si no fuera por ti, tu pareja loca no habría
venido y destrozado su camino por el mundo sobrenatural buscándote.
Sacudí la cabeza, sin saber cómo abordar a esta mujer. Decidí— Reina,
siento mucho el daño que ha causado. Pero no es mi pareja. Soy tan víctima
de sus acciones como cualquier otra persona.
—De todas formas, si no fuera por ti —dijo—, él no estaría aquí.
—Vine para escapar de él, en busca de protección. —Tuve una idea
repentina— ¿Podrían protegerme ustedes? Odiaba asignarle mis esperanzas
a Mason, en parte debido al antagonismo natural entre hombres lobo y
magos, y en parte porque no quería que resultara herido defendiéndome. Si
esta criatura sobrenatural con un reino de seguidores kitsune pudiera
ayudar, yo podía tragarme el orgullo y suplicar.
—¿Jurarías fidelidad a los kitsune? ¿Te arrodillarías a mis pies? —
preguntó con una sonrisa y enseguida cortó mis esperanzas al sacudir la
cabeza—. Pregúntale a tu loba. Creo que le parecería poco atractivo.
Como era de esperarse, sentí cómo la loba reaccionaba ante mi
sumisión, surgiendo para salir a atacar. No planeaba someterse ante nadie
que no eligiera ella misma. Abrí la boca para protestar, pero la loba evitó
que pudiera hablar. No éramos kitsune, y jamás lo seríamos. La humana
podía tragarse su orgullo; la loba jamás podría.
—Enfrentarnos a tu alfa requeriría una cantidad considerable de energía
y riesgo —dijo la reina—. Si bien no le tememos al resultado, el daño a
nuestra ciudad sería considerable. No estamos inclinados a someter a
nuestra ciudad al riesgo de otra invasión de estadounidenses.
Asentí con la cabeza, aceptando lo que decía. No recibiría ayuda aquí.
Mejor buscaba a Raymond y le ponía fin al asunto.
—Sin embargo —continuó la reina—, como le agradas a Naomi-chan,
te daremos veinticuatro horas para resolver este asunto. O te sometes a tu
alfa, o lo derrotas, o te vas de Japón.
Miré hacia Naomi-san y levanté una ceja. «¿Le agrado?» Naomi-san
solo me dio una sonrisa incomprensible. No quería involucrarme con ese
cuasi-beso.
La reina interrumpió este tren del pensamiento—. Dice que le agradan
las «mujeres con carácter».
Me quedé parada allí por un momento, pensando en algo, cualquier
cosa, para decir. Entonces la reina dijo— Eso será todo.
Me di la vuelta, notando que Naomi-san se había ido. Había
desaparecido tan pronto como fuimos despedidas. Estaba segura que estaría
por algún lado, incluso aunque su única motivación era ver cómo la «mujer
con carácter» se manejaba sola. La deseché de mis pensamientos.
De todas formas, tenía veinticuatro horas. «Si es que puedes evitar a
Raymond tanto tiempo» pensé.
Quizás podría ir a otro lado, algún lugar al que Raymond no podría
seguirme. O podría encontrar a alguien que me ayudara. O luchar y derrotar
a Raymond.
Con los pensamientos hechos un torbellino, me senté en un banco. Mi
loba estaba sobresaltada, girando en su lugar en mi mente, sin saber qué
debía hacer. Los escalofríos corrían por mi cuerpo y mis uñas crecían y se
retractaban al azar, mientras el vello de mis brazos y piernas brotaba y era
reabsorbido. Nunca había estado tan asustada.
Entonces lo olí y mi loba se tranquilizó. No a Raymond—a Mason.
Miré hacia arriba para ver que venía caminando hacia mí con una sonrisa en
la cara.
—Lunática —dijo—, me alegra haberte encontrado primero.
LOS MAGOS NO SIEMPRE SE
M A NT I E N E N J U NT O S

L a mirada en su cara alentó mi espíritu; entonces recordé cómo me


había ahuyentado en el bar y el enojo volvió a surgir.
—¡Bastardo! —dije—. Pensé que estaba segura aquí. Dijiste que
tus trucos enviarían a Raymond en un camino falso.
Ignorando mis quejas, Mason se frotó el mentón y dijo— El maldito
encontró a un mago para que lo ayude. No hay otra forma para que haya
podido encontrarte.
Raymond debió haber usado sus conexiones para hacer que el gobierno
le asignara uno de sus magos. La promesa de acceso a un ejército
indetenible de hombres lobo era un premio que pocos políticos podrían
resistir. ¿Cómo podían ser tan necios como para confiar en Raymond?
Esa era una discusión para otro momento. Ahora, necesitaba ocultarme
y después huir del país.
—¿Acaso los magos no se mantienen juntos? —pregunté.
Sentándose a mi lado en el banco, Mason tomó mi mano—. Las
alianzas entre los magos no siempre funcionan. Somos independientes.
—¿No podemos pedirle ayuda a alguien más?
—Los únicos sobrenaturales que me deben favores son los kitsune.
—Y su reina acaba de decirme que saque el trasero de Tokio y que me
lleve mis problemas conmigo —dije, y entonces revelé los detalles de mi
reunión con la reina de los kitsune.
—¿Te dio alguna razón?
—Dijo que no quería luchar contra Raymond porque otros saldrían
heridos. Parecía estar confiada de que podría derrotar a Raymond, pero le
preocupaban los daños colaterales.
—Sí, ella vivió Hiroshima. No quiere ver a ninguno de sus compatriotas
herido. ¿Dijo algo más?
—Que tengo veinticuatro horas para vencer a Raymond, someterme
ante él, o abandonar el país.
Mason pareció sorprendido—. Debes agradarle —dijo.
—¿Qué? —dije—. No ofreció ayuda alguna.
—Sí, pero podía haberte capturado fácilmente y entregado a Raymond.
Ha promocionado una gran recompensa por tu captura.
Mason notó mis constantes miradas furtivas por el parque. Con su
presencia disfrazada por un maldito mago, Raymond podría estar
moviéndose sigilosamente detrás de mí—. Vayamos a mi apartamento —
dijo Mason—. Deberíamos estar a salvo allí con mis protecciones. Incluso
puedo aumentarlas.
Dudé por un momento. ¿Podría la «gran recompensa» de Raymond
tentar a mi mago? Un resoplido de mi loba detuvo ese pensamiento. Aún no
confiaba en el mago, pero sabía que este tipo de traición no era parte de su
personalidad.
—Vamos —continuó—. Podemos hacer planes cuando ya no estés en la
calle.
Tomamos otro taxi para ir al apartamento de Mason. Cuando ya
estábamos adentro, me sentí segura nuevamente. Pero la loba seguía
agitada.
Mason se ocupó en hacer café y el delicioso aroma pronto estaba
flotando por el apartamento.
—Si no quieres tanta cafeína, tengo un té verde que es bastante bueno
—dijo.
—No —dije—, el café está bien. La cafeína—en realidad, la mayoría de
las drogas, no afectan a los hombres lobo. Es necesaria una mezcla de
acónito común para permitir que funcionen en nosotros—. Vi cómo
archivaba esa información. Quizás estaba siendo demasiado confiada. A
mucha gente le gustaría saber cómo drogar hombres lobo.
Una vez más, ordenamos pizza de Domino’s para la cena. Debido al
peligro de Raymond, ambos decidimos no beber alcohol esta noche. El
alcohol tiene poco efecto sobre los hombres lobo y Mason tenía una gran
tolerancia, pero era mejor no arriesgar ni la más mínima desventaja.
Después de cenar, Mason preparó mi baño. Incapaz de calmarme, lo
hice de apuro. Mientras me secaba, miré mis uñas, aún usando el esmalte
que Mason me había dado. El color chocaba con el blanco de la bata, así
que lo obligué a que quedara blanco. Mirando el vestido que ahora también
era blanco, me pregunté si podría colorear los artículos hechizados de
manera distinta. Luego de unos minutos experimentando, logré que los
zapatos y el vestido fueran de un azul que combinara, mientras que las uñas
quedaron transparentes.
Extendí mis uñas y quedé sorprendida al descubrir que el esmalte
transparente las hacía casi invisibles. «Hmm, garras invisibles. Podrían
resultarme útiles algún día».
Pero no necesitaba las garras ahora mismo. Las obligué a retroceder y al
esmalte a que quedara como una capa transparente.
Cuando regresé a la sala de estar, vi el futón en el suelo. Mason se
excusó y pude escuchar cómo se bañaba mientras me quedé sentada en el
futón e intentaba calmarme. Sorprendentemente, algunas de las técnicas de
meditación de Mason estaban sirviendo. La desesperación impulsaba mis
esfuerzos.
Su olor a recién bañado llegó en una nube antes de que él ingresara a la
habitación, calmando a mi loba. Se quedó parado en la entrada y me
observó con ojos tristes—. He aumentado los hechizos de protección en el
apartamento —dijo—. Deberías estar a salvo aquí. Estaré en mi habitación
si necesitas algo. Buenas noches. —Apagó la luz y se fue hacia su
dormitorio.
Me quedé sentada en el futón, bañada por la luz de la Luna decreciente
que entraba por las ventanas. La luz de la Luna hizo que mi loba estuviera
un poco más cerca de la superficie y pude sentir cómo mis ojos cambiaban
mientras miraba hacia la creciente plateada que colgaba sobre la ciudad.
Dios, cómo amaba la Luna.
Alimentadas, bañadas, y calientes, solo necesitábamos compañía para
ser felices. La loba proyectó una imagen de Mason, exagerando el olor a
magia y su sonrisa arrogante, pero a la vez también resaltando su calidez y
aceptación.
Abrí la boca para llamarlo, pero me detuve. ¿Era realmente un buen
momento para involucrarme con él? Más bien, ¿con cualquier hombre?
Expulsando esos pensamientos, finalmente me acosté luego de hacer rondas
tres veces.
Pero la loba no permitía que llegara el descanso. Luego de cerca de una
hora de pensamientos espiralados, finalmente susurré— Mason, ¿estás allí?
No hubo respuesta. Probablemente estaba durmiendo como un bebé.
Raymond probablemente podría entrar y sacarme a rastras y jamás lo
despertaría.
Entonces tuve otro pensamiento—. Ladrillo —susurré—, necesito
compañía.
De repente estaba allí, parado al lado de mi futón. Levanté el cobertor y
asentí. Se deslizó a mi lado, llenando un vacío en mi vida que no había
sabido que existía. Me abrazó y acarició la espalda, calmándonos a la loba y
a mí.
La loba me urgió a que le acariciara el cuello con la cara, que respirara
su olor profundamente, el olor de su magia particular. Él respondió
acariciando mi cabello con su cara, inhalando el perfume de cítrico fresco
que se aferraba a mí. Con mi naturaleza animal satisfecha con su olor, me
alejé para verlo a los ojos. En la oscuridad, sus ojos brillaban con una
intensidad particular, parte de la magia que le permitía ver en la oscuridad
tan bien como en cualquier otro lado.
¿Cómo pude pensar alguna vez que su mirada era un desafío? Sus ojos
estaban llenos de aceptación y buen humor. Se inclinó lentamente para
besarnos, dándome tiempo para evitarlo si la loba se resistía. Su aliento era
dulce, con el más ligero toque de enjuague bucal. Cuando nuestros labios se
tocaron, sentí cómo ese cosquilleo de magia corrió por todo mi cuerpo.
Mi loba se detuvo y agachó la cabeza, aceptando a Mason por primera
vez.
E L A LF A ATA C A

N o hubo sexo esa noche, solo besos, caricias, abrazos, y la promesa de


un futuro. Caí en un sopor sin sueños, abrazada por un mago.
El golpe de la puerta de Mason y el chasquido de sus
protecciones mágicas me llevaron a un estado de alerta instantánea. La
puerta había sido arrancada de sus bisagras y reventada contra la pared
lejana. Me apresuré a ponerme de pie antes de que la puerta golpeara el
suelo, revisando para encontrar la fuente del ataque. «¿Dónde diablos está
Mason?»
Raymond entró por la puerta como si fuera dueño del lugar.
¿Cómo era posible que mi loba no hubiera notado la advertencia?
Entonces vi por qué. Detrás de Raymond había un par de magos,
murmurando encantos y tejiendo hechizos, acompañados por el olor a
acónito común. La combinación de acónito común y magia habían sedado a
mi loba hasta que fuimos despertadas por el allanamiento.
¿Dos magos? Sin precedentes. Los magos casi siempre trabajaban solos.
En un instante, vi que eran mellizos, incluso más raros que las mujeres lobo.
Raymond debió haber cobrado cada favor que tenía para obtener su
ayuda. Incluso había revelado el secreto de nuestra debilidad al acónito
común a los magos.
Raymond estaba parado en la entrada de la sala de estar, con una sonrisa
cruel sobre sus labios. El volumen de sus hombros bloqueaba la puerta y su
olor llenaba las habitaciones. Mirando alrededor de su cintura angosta, pude
ver a los dos magos en el pasillo detrás de él, continuando con sus encantos.
Las palabras que decían raspaban mis oídos peor que una lija.
Mason no estaba a la vista en ninguna parte. ¿Lo habrían eliminado ya
los otros magos? La repentina angustia me impulsó a forzar un cambio a mi
forma de loba, con la intención de arrancarle la garganta a Raymond.
Raymond forzó su voluntad como alfa por sobre mi loba, manteniéndola
encadenada adentro. Durante varios momentos, luchamos mentalmente.
Mientras rabiaba por desencadenar a mi loba, las garras de mis manos se
extendían; pero mientras Raymond forzaba a la loba a volver, las garras se
retractaban.
Por primera vez, miré fijo hacia los ojos de Raymond, desafiándolo de
manera directa, expresando mi odio hacia él. Podía sentir cómo mis
colmillos se extendían y mis garras crecían. Raymond duplicó su
concentración, forzando a mi naturaleza lobina a doblegarse. Acababa de
decidir atacarlo en mi forma humana, sin importar las consecuencias,
cuando ocurrió.
La puerta del segundo dormitorio de Mason, la habitación que me había
aterrado entrar, se abrió detrás del mago a la derecha de Raymond. Una
mano escamada, lo suficientemente grande como para envolverse alrededor
del torso del mago, lo agarró, cortando sus cánticos. Un destello brillante de
magia alterada nos dejó a todos congelados en nuestros lugares, las
protecciones del mago rompiéndose como vidrio bajo la presión de esa
mano inhumana.
La mano se retractó, trayendo al mago hacia adentro de la habitación. Vi
cómo sus manos agarraban el borde del pórtico, sosteniendo con todas sus
fuerzas, pero el monstruo continuó tirando, y toda la fuerza del mago era
inútil contra ese trión. Sus manos fueron arrancadas del marco de la puerta
y fue arrastrado hacia la impenetrable oscuridad de la habitación.
Un grito desgarrador, más fuerte que lo humanamente posible, provino
de la habitación. El grito fue cortado de golpe, acompañado por un crujido y
sonido de masticación.
De la punta del pasillo, que estaba oscurecido por sombras que ni yo
podía atravesar, vino la voz de Mason—. Maldición, estaba supuesto a
comerse al lobo. Esa cantidad de magia en su dieta hará que sea difícil de
contener.
Raymond giró de golpe, con las garras brotando de sus dedos, y arañó
donde pensó que estaba Mason. Sin embargo, su golpe dio contra el
segundo mago y rebotó contra sus protecciones. Esperaba que el mago que
ya no era un mellizo hiciera algo, lo que fuera, por ayudar a Raymond. En
su lugar, miró hacia la puerta que se había comido a su hermano. Su boca se
movió sin emitir sonidos por un momento, antes de que largara un llanto
como si hubiera perdido un brazo. Casi sentí lástima por el bastardo.
Esperaba que Mason utilizara su magia para atacar a Raymond. En su
lugar, soltó la envestidura de sombras y pareció estar trabajando en algún
tipo de hechizo con su mano derecha. Raymond logró saltar, pero fue
cómicamente desequilibrado al encontrar que sus pies no se movían.
Entonces noté que la mano izquierda de Mason estaba trabajando como
contraparte a la derecha, manteniendo a Raymond en su lugar. Raymond
tiraba furiosamente de sus piernas, las cuales aparentaban estar pegadas al
suelo. No era un ataque de parte de Mason, sino una táctica para demorarlo.
Di un paso hacia mi derecha, obteniendo una mejor vista del pasillo. La
puerta que bloqueaba ese camino hacia el infierno comenzó a cerrarse, solo
para ser detenida por esa mano enorme. La mano hizo un esfuerzo, las
garras del depredador generando surcos en la puerta. Pero la presión de la
puerta aumentó, y se cerró lentamente.
El mago sobreviviente finalmente dejó de llorar. Miró hacia uno y el
otro entre Mason, Raymond, y la puerta que se cerraba, y decidió que este
sería un buen momento para atacar a Mason. Impulsado por la furia de
haber perdido a su mellizo, comenzó un hechizo nuevo. Un globo apareció
en sus manos, brillando un verde enfermizo que hizo que mis ojos
lagrimearan. El globo se lanzó hacia Mason, quien no tenía manos libres
para defenderse.
Mason abrió la boca y gritó una palabra que hizo eco por todo el
apartamento—una palabra tan llena de poder que una garganta humana no
tendría que haber podido sostenerla. Encontré mis manos apretadas contra
mis oídos para cortar el eco de la palabra, y recé por nunca volver a
escuchar ese sonido de nuevo.
Incluso Raymond tenía sus manos apretadas contra sus oídos. Pero justo
cuando me regocijé ante esta señal de debilidad, Raymond bajó las manos y
continuó tirando de sus piernas atoradas. Era lo suficientemente fuerte
como para resistir el poder que me había enviado a mí a un paroxismo de
terror.
El globo que había disparado hacia Mason se había detenido en el aire,
paralizado en su lugar por ese sonido, y se volvió una pelota de humo.
Cuando el globo desapareció, la puerta comenzó a abrirse lentamente. Era
obvio que distraer a Mason pronto permitiría que la bestia de la habitación
saliera.
—Sabes que eres el siguiente del menú cuando logre salir —Mason
gruñó, su voz casi irreconocible, la garganta destruida por el poder del
hechizo que había hecho.
El mago misterioso le dio un vistazo a la puerta, luego a la brizna de
humo del globo que Mason había destruido, antes de lamerse los labios y
dar la vuelta rápidamente. Sin su hermano, no era rival para Mason.
Mientras corría hacia la salida, Raymond, arañó su espalda con sus garras.
Los hechizos protectores del mago se habían disipado. Si Raymond hubiera
sido capaz de mover los pies, el manotazo habría eviscerado al mago. Como
estaba, Raymond solo pudo apenas tocar al hombre mientras huía, y escapó
con un trío de cortes por la espalda que le recordarían el precio de
abandonar a un hombre lobo.
Con la desaparición del mago, Mason regresó su atención a la puerta.
Ahora era una lucha de voluntades entre el monstruo y Mason. Sin
embargo, Mason todavía tenía que dividir su atención entre el monstruo y
Raymond.
Mientras la puerta se cerraba lentamente, sacudí mi cabeza adolorida,
intentando cortar la parálisis. Aún sin ser capaz de transformarme, miré a
mis alrededores en busca de un arma, algo con lo cual golpear a Raymond.
Ubiqué el soporte de cuchillos sobre la mesada y me lancé para agarrar el
cuchillo más grande que tuviera. El peso del cuchillo se sintió dulce en mi
agarre, como la mano de un amante. No era tan gratificante como usar mis
propias garras, pero era una herramienta que podría utilizar en un hombre
lobo.
Salté con toda mi velocidad hacia la espalda de Raymond, con todas las
intenciones de apuñalarle el corazón desde atrás. Lo que se lo advirtió, no lo
sé—el viento de mi pasaje, el vuelo de mi cabello, el olor del acero aceitado
—pero algo se lo advirtió. Incluso con los pies pegados en su lugar,
Raymond era peligroso. Giró hacia la derecha más rápido de lo que pude
ver, y le erré a mi objetivo. El cuchillo cortó su camisa, la tela susurrando
mientras se partía y rozaba su piel. No fue un golpe moral; maldición, ni
siquiera fue un corte doloroso. Giró nuevamente hacia la izquierda,
golpeando mi frente con su codo. Di un paso hacia atrás y sacudí mi cabeza.
Mientras estaba parada allí, aturdida, Raymond giró nuevamente y disparó
su codo derecho hacia mi cuerpo, tirándome hacia la cocina. Caí sobre el
fogón con un golpeteo de ollas y sartenes, y mi cuchillo saltó por el suelo.
Intenté levantarme, pero el impacto del codo de Raymond me había
dejado sin aliento y no lograba respirar. Mi visión menguó y redujo a un
túnel. Escuché a Raymond hacer un quejido ante el dolor inesperado del
corte que no se curaba, antes de cambiar su atención hacia Mason. Levantó
su piernas, apenas, contra la fuerza del hechizo de Mason. Plantó ese pie y
obligó a su pie derecho a que se deslizara hacia adelante. Raymond estaba
respirando con dificultad, casi jadeando, algo que nunca antes había
escuchado. Siempre había podido derrotar a cualquiera de los demás lobos
sin esfuerzo, sin embargo este insignificante mago estaba derrotándolo con
solo la mitad de su energía disponible.
Me agaché con un quejido y levanté el cuchillo, para hacerme camino
hacia la puerta, demasiado herida como para ayudar. Mason se acercó más a
Raymond y el portal infernal. Parecía que el monstruo había sentido el olor
de un hombre lobo alfa casi dentro de su alcance, lo cual había reimpulsado
sus esfuerzos. La puerta se abrió un poco más.
Vi los cálculos en los ojos de Mason, la resignación mientras decidía a
cuál monstruo debía enjaular; cuál monstruo me causaría menor daño. Giró
hacia la entrada, ambas manos tejiendo hechizos ahora. El movimiento de
sus dedos provocaba dolor de cabeza; los ojos de personas que no fueran
magas no estaban supuestos a ver estos hechizos. Con un último, estridente
destello de magia, la puerta se cerró de golpe, salvando a Mason y a
Raymond a la vez.
Raymond respiró profundamente, se estiró casi de manera casual, y
tomó a Mason de su brazo desprotegido. Escuché el crujido de huesos rotos
bajo la tremenda presión del agarre de Raymond. Raymond le resopló a
Mason y lo lanzó hacia donde yo estaba parada en la entrada.
Me agaché mientras Mason pasaba volando por encima mío, el viento
de su pasaje haciendo eco en mis oídos. Entonces llegó la colisión cuando
cayó en el mismo lugar que yo recientemente había vaciado. Aterrizó en el
tipo de bulto deshuesado que indica daño extremo, pero una respiración
jadeante y el sonido de sus latidos del corazón errados me demostraron que
seguía aferrándose a la vida.
Un hombre lobo probablemente podría sacudirse esa cantidad de daño,
pero un humano quedaría paraplégico. ¿Un mago? No tenía idea de si
podría recuperarse. Las previas demostraciones de curación rápida de
Mason habían sido con cortes menores.
Volví hacia Raymond, la amenaza inmediata. Me paré, bloqueando el
camino de Raymond, con la cabeza dándome vueltas.
Los ojos de Raymond brillaron y dio un paso hacia mí, con las
intenciones de terminar a Mason. Sin opciones, dije— Por favor, no lo
mates—. Ante su resoplido de burla, levanté el cuchillo y él se estiró para
tirármelo de un golpe. Entonces vi que había traído el cuchillo hacia mi
propio cuello. La punta de esa hoja mágica tocaba mi piel justo encima de
la arteria de la yugular, donde la más mínima presión causaría una herida
mortal. Raymond miró hacia abajo, hacia su izquierda, donde el mínimo
toque suave de esta hoja había dejado una herida que se rehusaba a curarse.
Raymond se detuvo, sus ojos calculando la distancia entre nosotros, y su
velocidad se comparaba con la mía. Frunció el ceño ante el resultado.
Cruzó los brazos y dijo— Va a morir de todas formas. Haré que sea
rápido.
—Quizás no muera —dije. Mirando hacia la puerta que bloqueaba al
monstruo, mentí para salvar la vida de Mason—. Y si muere, el monstruo
será liberado y todos moriremos.
Era la primera vez que había podido mentirle a mi alfa. Era también la
primera vez que había valorado la vida de otra persona por encima de la
mía propia.
Raymond no era estúpido. Salvaje, sediento de sangre, y planificando
dominar el mundo, sí, pero lo suficientemente inteligente como para
sopesar las probabilidades. Frunció más el ceño cuando las probabilidades
resultaron en su contra.
De todas formas exudaba confianza—. Estoy seguro que puedo
enfrentar a ese monstruo. Matar al mago será una dulce venganza.
Estaba parada allí, con un cuchillo contra mi propia garganta, con un
mago herido mortalmente a mi espalda, con un alfa enfurecido delante de
mí, y de todas formas encontré la fortaleza para desafiar su mirada—. Yo
creo que perderías. ¿Podrías ganarle al monstruo sabiendo que tengo un
cuchillo que mata a los hombres lobo a tus espaldas? E incluso si derrotas al
monstruo y esta hoja, me perderías a mí. Moriría antes de dejar que dañes al
mago.
Una mirada de asco se cruzó por su cara. Su odio hacia los magos era
evidente en sus ojos—. ¿Pondrías a un sucio mago por encima de tu
manada?
—A este mago, sí. Haría cualquier cosa por deshacer el daño que he
causado.
—¿Cualquier cosa? ¿Estás ofreciendo volver de manera pacífica? —
preguntó—. ¿Volver a unirte a la manada y someterte? —Respiró profundo
—. ¿A cambio de que deje que el mago muera de sus heridas?
Respondí— Sí, estoy ofreciendo volver de manera pacífica. Siempre y
cuando tú y la manada no apresuran su muerte. —Que el imbécil crea que
me sometería. Solo necesitaba hacer que se alejara del apartamento. Sin los
magos, no podría romper las protecciones y volver a entrar.
Raymond miró hacia la puerta cerrada y apretó los labios, sopesando
sus opciones. Entonces me sorprendió al decir— Tenemos un trato. No
atacaremos al mago si vienes por tu propia voluntad.
Quería desesperadamente ver a Mason, evaluar sus heridas, y pedir
asistencia. Pero parecía que lo único que podría hacer era remover el
peligro inmediato. Le asentí la cabeza a Raymond y gesticulé para que
saliera por la puerta abierta. Me estiré hacia la mesada y tomé mi cartera,
vestido, y zapatos. Podría vestirme cuando Raymond estuviera seguro lejos
de Mason.
Si sobrevivía, era mejor para Mason que nunca más me volviera a ver a
mí o a cualquier otro hombre lobo.
Mientras pasaba por la puerta, bajé el cuchillo de mi cuello y lo lancé
nuevamente hacia adentro del apartamento. Odiaba perder un arma tan útil,
pero Raymond eventualmente lo iba a tomar y lo usaría contra otros
sobrenaturales. Raymond corrió hacia mí, pero fue demasiado lento como
para agarrar la hoja.
Intentó volver a entrar al apartamento, pero solo se encontró con una
pared blanca. Sin sus magos mascota para superar los hechizos de Mason,
el hechizo de camuflaje sobrenatural funcionaba nuevamente. Podía verlo
aún a través del espejismo, pero Raymond estaba bloqueado.
Giró hacia mí con un gruño—. Tu mago aún tiene un par de trucos,
como puedo ver. Bueno, la próxima vez que lo vea será la última.
Lo miré a los ojos durante un largo rato—lo suficientemente largo como
para hacerle saber que no me quedaba nada de miedo. Entonces giré y
presioné el botón del elevador. Me puse el vestido y los zapatos e ingresé al
elevador.
Raymond siguió a su premio de manera reacia hasta la planta baja y
fuera de la vida de Mason.
D E R EG R E S O A L A M A N A D A

A fuera del apartamento, el cielo estaba iluminándose hacia el


amanecer. Cerca del edificio esperaba un grupo confundido de
jóvenes hombres lobo. Miraban a su alrededor en desconcierto,
olfateando profundamente, completamente confundidos por los hechizos de
distracción de Mason. Debimos haber parecido que aparecíamos de la nada,
ya que todos saltaron cuando caminamos hacia ellos.
Obviamente, los reconocía. Eran de la primera camada de mi madre. En
los nueve años desde su nacimiento, habían llegado a la pubertad lobo, y
cambiado a forma humana. Esta debió haber sido su primera salida al
mundo mundano.
Mi loba echó un vistazo hacia afuera y me dio su evaluación de ellos.
Jóvenes, fáciles de guiar, fáciles de engañar; muy por debajo de mí en
estatus. De hecho, desde que había tenido ese encuentro con la reina
kitsune, la alfa de su grupo, mi autoevaluación había crecido de manera
considerable.
Raymond notó que su grupo selecto de futuros caudillos tenientes no
podía cruzar mi mirada. Con un resoplido de burla, se movió mucho más
rápido de lo que pude reaccionar, y sentí el pinchazo de una aguja en mi
brazo. Mientras el mundo nadaba a mi alrededor, Raymond me tomó del
brazo, llevándome lejos. Les gruñió a los cachorros para que lo siguieran.
El viaje de regreso a los Estados Unidos transcurrió en una niebla
inducida por las drogas. Vagamente recordaba que Raymond revolviera mi
bolso para producir mi pasaporte en el puesto de inmigración en Japón, y
después una serie de escenas desvinculadas de Raymond guiándome a un
avión privado estacionado en el Aeropuerto de Haneda, un largo vuelo de
regreso de once horas, y luego una caravana a nuestro recinto.
Cuando volví a despertar, me encontré a mí misma en una jaula,
completamente desnuda con la excepción de un puto collar alrededor de mi
cuello. La jaula era de unos seis pies de ancho y seis pies de largo. Pero la
maldita cosa solo medía unos cinco pies de alto, lo cual me dejaba sin lugar
suficiente como para erguirme por completo. Las barras estaban hechas de
acero, casi tan gruesas como mis muñecas.
En una esquina de la jaula había dos cuencos para perro, uno lleno de
agua, y el otro lleno de alimento para cachorros. Otra esquina tenía un balde
vacío, forrado con una resistente bolsa plástica, para residuos. El bastardo
estaba decidido a humillarme.
Los ecos y olores fueron suficiente para convencerme de que la jaula
estaba debajo del suelo, en algún nivel debajo del sótano que ni sabía que
tuviéramos. En la esquina lejana de la habitación vacía, había una cámara
apuntando hacia la jaula.
No podía ver el collar, pero estaba hecho de algo resistente. ¡Y picaba!
Tenía algo que me ponía la piel de gallina. Mis garras no le hicieron nada.
Además, había una caja pequeña incorporada al collar, que olía a
electricidad.
Estuve tentada a cambiar a loba, para probar su fuerza superior contra
este maldito collar y jaula. Mis colmillos ya habían comenzado a crecer y el
vello me había comenzado a brotar cuando respiré profundo. ¿Podría ser
que cambiar a loba fuera parte de los planes de Raymond? Después de todo,
él quería aparearse lobo con loba. Mientras me mantuviera como humana,
su plan no iba a funcionar.
Luché contra el impulso de la loba de surgir, lo cual fue mucho más
difícil aquí, en esta jaula, que durante nuestro último episodio en Tokio.
Descubrí que respirar de manera profunda y regular y concentrarme en la
nada calmaba a la loba.
Mientras mi loba se calmaba, me di cuenta que había estado utilizando
la técnica de meditación que Mason me había mostrado en Tokio. Deseaba
haber prestado más atención. Me arrodillé en una posición cómoda y me
concentré en contar mis respiraciones y mantener a la loba calmada.
Después de varias horas, las luces se apagaron, dejando la habitación en
la oscuridad. Chequeando con la loba, confirmé que seguía siendo de día en
el mundo exterior. Continué con mi meditación. Un rato después, quizás
dos horas, las luces volvieron a encenderse. No había forma de medir el
tiempo en esa prisión: no había vista del cielo, ni reloj en la pared, ni
manera de arañar la pared para marcar los días. ¿Era esto algún truco para
convencerme de que estaba transcurriendo más tiempo del que realmente lo
estaba?
¿Acaso eran lo suficientemente estúpidos como para creer que estos
trucos nos engañarían a la loba y a mí? Podíamos sentir las fases de la luna
y el ciclo del día, sin importar cuán bajo tierra estuviéramos. Mi calendario
interno me señaló que la luna estaba acercándose a su cuarto menguante y
se elevaría en tres horas.
La verdadera noche llegó, aunque las luces en la habitación se
mantuvieron encendidas. Me acurruqué y dormí, contenta por saber que mi
loba se mantendría restringida y segura mientras yo descansaba.
Desperté al amanecer y las luces seguían apagadas. Tenía sed así que
bebí. Miré el alimento para cachorros, sabiendo que pronto tendría
suficiente hambre como para comerlo. Usé el maldito balde y volví a mi
posición para continuar con mi meditación.
Lo más difícil era alejar mi preocupación por Mason y enojo hacia
Raymond. Era como si mi mente estuviera sacando a relucir cualquier cosa
para enfadarme. Durante la meditación, estos pensamientos surgían,
amenazando mi tranquilidad. En lugar de luchar contra ellos, me concentré
en respirar y examiné las imágenes intrusivas, permitiéndoles surgir, para
que luego se disiparan. Era como colocar las minúsculas voces rabiosas del
odio, arrepentimiento, y enojo en una jaula a prueba de sonidos.
Tenía muchos arrepentimientos por superar. Había decenas de cosas
distintas que podía haber hecho para evitar esta prisión. Si me hubiese
mantenido en movimiento, en lugar de quedarme en Tokio. Si hubiese sido
capaz de convencer a Dmitri de que me ayudara. Si nunca hubiera entrado
al bar donde trabajaba ese maldito mago.
Maldición, si hubiese aceptado la oferta del mago de llevarnos a las
tierras del atardecer. Una semana allí hubiese sido como un año en la Tierra.
Raymond hubiese seguido adelante con su vida.
Detuve ese pensamiento. Los malditos magos simplemente no eran de
fiar. El bastardo quizás habría ido a perseguir mariposas y me habría dejado
varada allí. Sabía de experiencia amarga que nunca se debía confiar en un
mago.
La soledad era horrible. Había pasado de ser un miembro completo de la
manada, rodeada por amigos y familiares, a solo algunos conocidos en
Tokio, a esta maldita soledad. Estaba comenzando a entender por qué los
lobos solitarios eran temidos y rechazados. Demasiado tiempo a solas
permitía que florecieran pensamientos traicioneros.
Desafortunadamente para mis carceleros, yo todavía tenía acceso a mi
mejor amiga y compañera constante. La calma aceptación de la loba de
nuestra soledad forzada me daba paz mental. No era que la loba estuviera
contenta, aclaro—tan pronto como fuéramos liberadas, alguien iba a morir.
Pero era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que
gastar energía no sería productivo.
Después de tres días, dejaron de hacer los trucos con las luces, y las
encendían al amanecer y apagaban en el ocaso. Mis esperanzas aumentaron
cuando escuché la voz de Dmitri en el pasillo, solo para ser cortadas cuando
escuché a Raymond ordenarle que se fuera. Siguió un breve altercado, con
gruñidos y gritos, seguido por la voz de Dmitri disminuyendo. El adorable
idiota había intentado ayudarme y había sido castigado por eso.
Tras escuchar eso, me prometí a mí misma que nadie más se pondría en
peligro por mí.
En la mañana del cuarto día, mi cuenco del agua estaba vacío, y solo
quedaba la mitad del maldito alimento para cachorros.
Al mediodía, escuché un ruido en el pasillo afuera de la prisión. Se
abrió una puerta del otro lado de la habitación, y uno de la primera camada
entró. Vi con emoción, la cual rápidamente aplasté, que traía un contenedor
de plástico de cinco galones lleno de agua. Mantuve mi pose de meditación
y lo traté con calma. Pareció estar decepcionado que no salté a rogar un
trago. Imbécil. Bebería de mi balde de orina antes de rogarle por agua.
Aunque técnicamente era mi hermano, yo había tenido muy poco
contacto con el grupo. Raymond se los había llevado pronto después del
destete para «entrenarlos». El entrenamiento debió haber incluido
condicionamiento para volverlos imbéciles siguiendo el molde de
Raymond. Me miró con desprecio en la cara y una sonrisa burlona sobre los
labios.
¿Cómo se llamaba? Raymond había inventado un sistema raro para
nombrar a los cachorros. Todos los del primer grupo tenían nombres que
comenzaban con la letra «A», el segundo, con la letra «B», etc. Una vez
había presumido que para cuando llegara al final del alfabeto, podría
dominar el mundo.
Así que «A»—¿para Abel, Adolph, Alfonse, Aaron? Sí, eso era; Aaron
—. Hola, A.A. Ron —dije, deliberadamente pronunciando mal su nombre,
copiando a un viejo comediante.
Su sonrisa cayó por un segundo y una mirada de asombro cruzó su cara,
luego se volvió rabia. Obviamente, nadie le había hablado así antes, en
especial nadie a quién él considerara un miembro de rango inferior de la
manada. Continué mirándolo a los ojos de manera desafiante como si yo
fuera la que tenía el rango superior.
Incapaz de corresponder mi mirada, dijo— No me llames así,
prisionera. Mi nombre es Aaron.
—Oh, A.A. Ron —canturreé.— Hermanito. Te vi ser amamantado por
mi madre; te vi llorar del dolor de tu primera dentición. Seré tu alfa pronto:
te puedo llamar como mierda quiera.
—¡No me llames así! —gritó con las venas saltando en su cuello y la
cara volviéndose roja. Vi cómo sus garras se extendían lentamente y el vello
comenzaba a brotar en sus brazos.
—¿O qué? —me burlé—. ¿Vas a entrar a esta jaula a darme una
lección?
Asintió, soltó el agua, y se acercó. Saqué mis garras por completo en un
instante, como una navaja, mucho más rápido de lo que él había podido
cambiar.
—Hermanito —gruñí—, si entras a esta jaula, aprenderás una lección.
Los cachorros necesitan ser abofeteados para aprender a respetar a sus
mayores. Estoy más que dispuesta a enseñarte.
Vi cómo sus manos buscaron las llaves en su cinto y me regocijé. Si se
abría la puerta, lo destriparía en un instante y dejaría este lugar empoderada
por su sangre. Debió haber visto la anticipación en mis ojos. Respiró
profundo y se retractó. Miró hacia su mano y sus garras lentamente se
retrajeron. Regresé a mi pose de meditación.
—Por ese insulto, prisionera —gruñió—, no recibirás agua.
Levanté la mano, con las garras aún extendidas, y respondí—. ¿Me
tienes demasiado miedo como para acercarte lo suficiente para darme el
agua? —Con un chasquido, mis uñas se retrajeron. Sonreí como una
depredadora, con la boca llena de colmillos filosos, y fui premiada con una
mirada de inquietud en su cara.
No pudo soportar mi mirada, así que solo se retractó. Mientras se
acercaba a la puerta, le dije— Veo que tu alfa también tiene miedo de bajar
a verme. Envía uno de los otros cachorros la próxima vez.
Después de eso, las luces comenzaron a hacer trucos nuevamente. Sin
agua, la sed era terrible. Mis labios se resquebrajaban y luego curaban con
la velocidad de un hombre lobo, luego se volvían a resquebrajar. Este ciclo
continuó unos tres días más. Para el tercer día, el balde de la orina estaba
comenzando a verse tentador.
Escuché una discusión en el pasillo al mediodía, Raymond y A.A. Ron.
Incluso con la audición aguda de una loba, no pude distinguir el contenido.
Finalmente la puerta se abrió y A.A. Ron entró. Había marcas frescas de
garras en su cara de su encuentro con Raymond.
—Raymond ha ordenado que bebas —dijo.
Aunque estaba débil de la sed y el hambre, me reí—. ¿Raymond planea
demostrar su autoridad ordenándome que continúe respirando? —Levanté
la mano y saqué las garras, incluso más rápido que antes—. Sí, por
supuesto, esa es una gran forma de demostrar poder. Yo te ordeno que me
des el agua.
Miró el contenedor del agua y las barras de la jaula, dándose cuenta que
tendría que abrir la puerta para poder pasar el recipiente. Eso lo dejaría
abierto a mi ataque. Demostrando una inteligencia que no sabía que tuviera,
sacó una botella de plástico de un litro y la llenó con el agua del contenedor
grande. Entonces tapó la botella y la giró por el suelo, donde terminó cerca
de mi jaula.
Miré la botella, luchando con toda mi nueva fuerza de voluntad para no
reaccionar ante la tentación.
—Adelante, bebe, prisionera —ordenó.
—Creo que la guardaré para cuando tenga sed —dije—. Así puedo
utilizarla para enjuagarme tu sangre, A.A. Ron.
Frustrado y asustado, se fue de la habitación. Miré la botella, esa
tentadora botella, y me senté. Conté las respiraciones y medité diez minutos
más, terminando mi sesión. Entonces traje la botella a la jaula.
Tomó toda mi voluntad para abrir la botella lentamente y oler los
contenidos. No había rastros de veneno. Pero Raymond tenía acceso a
venenos que los hombres lobo no podían sentir. ¿Raymond me quería
muerta? ¿O solo esclavizada? En cualquiera de los casos, yo no podría
seguir mucho tiempo más sin agua.
Cautelosa con la cámara omnividente, volqué una tapa llena del agua,
solo un par de preciosas gotas, y volví a mi postura de meditación. Lenta,
muy lentamente, traje las pocas gotas de líquido a mis secos y
resquebrajados labios. El más mínimo contacto con el agua fue
instantáneamente absorbido por mi boca seca, dejándola sintiéndose aún
más seca que antes.
Más meditación, esta vez más difícil porque tuve que restringir a mi
loba de tomar y tragar el agua de apuro. Una vez más, luego de veinte
minutos de meditación, tomé otra tapa llena de agua.
Esta rutina continuó durante el resto del día: yo luchando contra la
tentación, aprendiendo a controlar mis demonios internos calmadamente,
sin hacerlo una batalla. Al amanecer, tapé la botella, la cual seguía tres-
cuartas partes llena, y dormí.
Durante la noche, las luces se encendieron y apagaron al azar. Las
ignoré y dormí hasta el verdadero amanecer. Continué mi rutina: sesiones
de meditación, seguidas por un sorbo de agua.
Otros tres días transcurrieron y la botella seguía un tercio de llena.
Había comenzado a ver cosas, flujos de color que flotaban por el aire. A lo
primero, las ignoré, convencida de que mi mente febril estaba haciéndome
una mala pasada. Entonces tuve el sentido de preguntarle a la loba si ella
también podía verlos. Cuando asintió, tuve que aceptar que algo estaba
ocurriendo.
Proyectó una imagen de Mason, con las manos sacudiéndose y los
dedos apuntados en direcciones extrañas, acompañado por el destello de luz
que habíamos visto cuando practicó magia por última vez delante nuestro.
Durante solo un momento, estuve emocionada, pensando que me estaba
diciendo que Mason estaba cerca. Pero sacudió la cabeza fantasma.
Si no era Mason, ¿qué era? Entonces lo entendí de golpe. Estábamos
viendo magia en sí misma, la energía que los magos manipulaban para
hacer sus trucos.
Pero se suponía que eso era imposible. Solo los magos y las brujas
estaban supuestos a poder ver y controlar las energías asociadas con la
magia. Los hombres lobo estaban separados de ese tipo de magia. La
infección licántropa lo prevenía.
¿Ver la magia podría ayudarme? Estudié los flujos que flotaban por el
aire y recordé los complejos movimientos de los dedos que Mason había
utilizado para crear algunos de sus efectos. Sin años de instrucción, no
podía esperar usar la magia. De hecho, tomó toda mi nueva concentración
para siquiera afectar los flujos. La aplicación más feroz de mi voluntad
resultó en que los flujos tuvieran empujoncitos muy ligeros saliéndose de
sus caminos.
Los flujos parecían evitar el frío acero de mi jaula, desviándose
alrededor, fuera de mi alcance, así no podía siquiera jugar con ellos. De
todas formas, podía empujarlos. ¿Podría atraer a uno de estos flujos para
que se entretejiera en el espacio entre las barras? Pasé el resto del día
empujando flujos de energía, intentando guiarlos a través del espacio.
Finalmente, cerca del atardecer, logré que uno de los flujos pasara.
Cuando entró a la jaula, saltó hacia mi mano estrechada y desapareció
dentro de mi palma. Sentí el cosquilleo de la magia, pero ninguna otra
diferencia. Quizás esto era todo lo que podía hacer, enviar pequeños
choques. El esfuerzo me había agotado. Obedeciendo mi itinerario interno,
me acurruqué y fui a dormir.
Me desperté y estiré, sorprendida por lo bien que me sentía. La
minúscula cantidad de agua que había consumido, junto con las sesiones de
meditación, me habían restaurado. ¿O quizás era el flujo de magia? Mi boca
y garganta ya no estaban secas, mis labios ya no estaban resecos. Fuera lo
que fuera, estaba feliz.
Pasé el resto del día trabajando para replicar mi éxito con los flujos de
magia, utilizando la meditación como un camino para controlar las volubles
energías. Tuve un poco de éxito, pero no el suficiente para lograr salir.
La rutina continuó: días que pasaban en meditación, tratando de agarrar
resbalosos rizos mágicos que se rehusaban a obedecer.
Cada tres días, uno de los cachorros abriría la puerta y tiraría una botella
de un litro de agua a mi jaula. A veces la botella caía lo suficientemente
cerca como para que pudiera recargar. Cuando caía demasiado lejos, me
burlaba y reía de ellos por tenerle demasiado miedo a una «simple
prisionera» como para hacer sus tareas. Dejaban las botellas donde estaban,
molestamente lejos de mi alcance.
Finalmente tiraron una bolsa nueva para mi blade de desechos.
Agradecidamente cerré la bolsa vieja y la tiré cerca de la puerta. Tuve una
imagen mental momentánea de salpicar a A.A. Ron con la bolsa llena de
desechos, pero dejé la idea a un lado. Estaba enjaulada como un animal,
pero eso no significaba que me comportaría como un mono que tiraba sus
heces.
Después de quince días de esto, me di cuenta, sorprendida, que no había
tenido mi período. Había leído que mujeres bajo enormes niveles de estrés
podían saltearse el período. ¿Enjaulada, muerta de hambre, y con muy poca
agua? Sí, sí, y sí. Estaba bajo mucho estrés. Si no fuera por la meditación y
el destello ocasional de energía mágica que lograba capturar, hubiese sido
reducida a rogar, sin importar cuánto luchara contra ello.
Las semanas pasaron, siguiendo el mismo itinerario. En la primera
noche de la siguiente luna llena, la rutina cambió nuevamente.
Al anochecer, estaba preparándome para acurrucarme para dormir
cuando sentí que un grupo venía por el pasillo. Olí a Raymond y a los
cachorros más grandes.
B ATA LL A C O N R AY M O N D

I ngresó a la habitación como un maldito pavo real, sonriendo


ampliamente—. Hola Luna. Te ves bien…
Su cara se congeló y pude escuchar cómo apretaba los dientes. Su
mirada enojada hacia A.A. Ron me demostró que había recibido reportes
falsos de cómo me habían vuelto sumisa. Había esperado una chica muerta
de hambre, ansiosa por cualquier forma de amabilidad, no una mujer lobo
gruñendo y enfurecida, lista para arrancarle los testículos.
—Ray-Ray y la Brigada A —dije con una sonrisa brillante—. Pasen,
por favor. Lamento no haber preparado nada, pero no he podido ir hasta la
tienda.
—No podrás ir a ningún lado, prisionera —dijo A.A. Ron.
De fondo, el resto del grupo murmuraba, confuso. Escuché a uno de
ellos preguntar— ¿Qué diablos es la Brigada A? —Los pobres chicos
habían crecido tan rápido que no habían podido ver ningún programa de TV
viejo. De repente tuve un recuerdo de pasar tiempo preciado con nuestra
madre. En algún momento entre la tercera y cuarta camada, cuando su
coeficiente intelectual cayó a cerca de noventa, había comenzado a ver
programas de TV viejos.
Raymond levantó una mano para silenciar a A.A. Ron—. Ya veo que
sigues siendo mordaz. ¿Quizás tus raciones son demasiado generosas?
Gesticulando con la mano hacia el cuenco con alimento para cachorros,
aún medio lleno, dije —Sí, como puedes ver, todavía no he podido terminar
el festín que has proporcionado. Sí que sabes cómo conquistar a una chica.
A pesar de su decepción ante mi continua resistencia, Raymond ingresó
con fuerza—. Entonces, Luna, ¿estás lista para aparearte?
Me agaché cerca de las barras y respondí con voz baja— ¿Por qué no
me dejas salir? Así podemos ver quién es cogido.
Comenzó a hablar, pero fui distraída por algo revelado por mi nueva
visión. Había lazos de energía fluyendo entre Raymond y la camada. Era
como si el grupo estuviera alimentándole energía a Raymond. ¿Podría ser
por esto que los alfas eran tan difíciles de derrotar? ¿Acaso Raymond estaba
tomando energía de la manada para aumentar su fuerza y velocidad?
Mientras él cotorreaba, yo evalué las posibilidades. Raymond por sí
solo era rudo, inmensamente fuerte, muy rápido, y malvado. Con la fuerza
de toda la manada alimentándolo, era casi invencible. ¿Podría esta ser otra
razón para su programa de reproducción? ¿Producir camadas de pequeñas
baterías para cargar sus ambiciones?
—...y es por eso que debes cambiar a tu forma de loba —dijo.
—¿Y perderme de toda esta fascinante conversación? —pregunté—. No
lo creo.
Al ver a Raymond asentirle la cabeza, A.A. Ron sacó una pequeña caja
de adentro de su bolsillo. Con una sonrisa malvada, presionó un botón en la
caja.
El collar envió un inmenso choque eléctrico por todo mi cuerpo,
llevándome al suelo. Sacudiéndome y con espasmos, apreté los dientes
mientras el choque continuaba. La loba intentaba desesperadamente
emerger, hacer lo que fuera por escapar del dolor. Con la fuerza de voluntad
que había obtenido en el correr del último mes, mantuve a la loba adentro.
Sabía que si cambiaba, quedaría atrapada como loba hasta que fuera
demasiado estúpida como para escapar.
Cuando el choque terminó, quedé acostada en el suelo, jadeando.
Entonces, lentamente me levanté hasta llegar a mi posición inclinada cerca
de las barras. Me tomó un enorme esfuerzo aquietar los espasmos de mis
músculos. Mostrando los dientes, dije— ¡Oh, qué buenas cosquillas! ¡Hay
que hacerlo de nuevo!
En el momento antes de que Raymond le asintiera a A.A. Ron que
comenzara nuevamente con la tortura, respiré y me comuniqué con mi loba.
Aceptó el castigo que estaba por venir.
Cuando los choques comenzaron nuevamente, desvié todo el dolor, toda
la electricidad, todo el castigo, a mi loba. Sus aullidos del dolor, que solo yo
podía escuchar, desgarraban mi alma.
Aún así, la sobrecarga hizo que minúsculos temblores sacudieran mis
músculos. No eran lo suficiente como para hacerme caer, pero eran visibles
de todas formas. La sonrisa sádica de A.A. Ron lentamente dio lugar a una
mirada de incomprensión ante la aparente falta de efecto del collar en mí.
—Pequeño A.A. Ron —dije—, antes de esto, hubiese sido suficiente
con que me mostraras tu cuello. Pero ahora te cazaré y destriparé como a un
venado. —Mirando hacia el resto de la manada, dije— Para el resto de la
Brigada A, les aconsejo que no sigan el camino de A.A. Ron.
El dolor finalmente cesó mientras A.A. Ron golpeaba la caja contra su
palma. El cese del dolor fue un gran alivio para mi loba. Le prometí una
cacería pronto para pagarle por su lealtad.
—Ray-Ray —dije con la voz más burlona que pude—, parece que tus
baterías están agotadas. —Miré un largo rato hacia su entrepierna—. Quizás
necesites una recarga.
Podía ver que mi resistencia estaba causando un efecto. Los flujos de
energía de la manada que alimentaban a Raymond eran ligeramente más
pequeños a medida que las dudas del grupo se agrupaban.
—Por cierto —dije—, ¿dónde está Dmitri? ¿No es tu segundo al
mando? —Estaba aliviada de que Dmitri no estuviera aquí. Si mi amigo
más viejo y compañero de manada se había puesto en mi contra, hubiese
quedado desolada.
—A dónde yo envíe a Dmitri no es asunto tuyo, Luna —respondió
Raymond, cortante.
—¿Es porque Dmitri estaba en contra de tu loco plan? —pregunté. En
este punto, no estaba discutiendo con Raymond; estaba presentándoles
argumentos a la manada—. De hecho, no veo a ningún viejo miembro de la
manada. Solo tus «experimentos» parecen seguirte ahora.
—Cambiarás a tu forma de loba para aparearte —insistió Raymond.
—¿Quieres que cambie? —pregunté—. Claro, solo déjame salir, y te
mostraré lo que mi loba puede hacer. —Miré hacia mis crecientes garras,
fingiendo desinterés—. A menos que le tengas miedo a mi desafío. —
Levanté la vista hacia él con una mirada de ojos grandes, directamente
desafiando su autoridad delante de la camada. Fui premiada al ver que una
vena comenzó a pulsar en la frente de Raymond.
Ahora estaba confiada de que podía controlar mi cambio, incluso con el
dolor producido por el collar.
—Tú, una perra en celo, ¿quieres desafiar a tu alfa? —se rió Raymond.
Ante mi mirada continua, le dijo a A.A. Ron— Déjala salir.
A.A. Ron dio un paso hacia adelante y le sonreí. Se detuvo a mitad de
camino hacia la jaula, con temor a acercarse más a mis garras. Era más
inteligente de lo que parecía. Finalmente me alejé hacia el fondo de la jaula
y dije, burlándome— No te preocupes, A.A. Ron. No te lastimaré. —Pausé
unos segundo antes de añadir— Por ahora.
Mordiéndose el labio, A.A. Ron insertó la llave y abrió la cerradura.
Retuve a mi loba, previniendo que tomara el control y saliera de apuro de la
jaula. Me paré afuera de la jaula y me estiré; mi cuerpo completamente
desnudo debió haberles dado vergüenza a los cachorros, ya que alejaron las
miradas. ¿Cómo había criado Raymond a estas pobres criaturas?
Caminé hacia el medio de la habitación y junté las manos. Frotando las
palmas rápidamente, provoqué a Raymond—. Vamos, alfa. Muéstrame lo
que tienes. —Esperaba que el enojo lo volviera descuidado. Necesitaba
todas las ventajas que pudiera conseguir. Mi ventaja era que Raymond no
quería matarme, solo aparearse conmigo hasta la muerte. Estaría reacio a
darme un golpe mortal. «¿Alguna otra ventaja?» No se me ocurrió ninguna.
Con ese pensamiento, comenzamos un encuentro en el centro de la
habitación.
Una lucha entre Raymond, el alfa de la manada, impulsado por la
energía de docenas de hombres lobo, y yo, una mujer solitaria de la mitad
de su tamaño y peso.
Como era de esperarse, Raymond intentó utilizar su velocidad superior
y alcance para darme una lección. Le sonrió a la camada, sin siquiera
mirarme, y se deslizó más cerca, extendiendo la mano en un golpe a mano
abierta. Como una bofetada que un padre utilizaría para castigar a un
cachorro.
El golpe casi cae, y hubiese terminado la pelea en ese momento. Pero
una cosa extraña ocurrió mientras avanzaba hacia mí. Podía ver un perfil
fantasma de su ataque un par de segundos preciosos antes de que ocurriera.
Logré alejarme a velocidad normal, haciendo que su golpe veloz fallara.
Pestañeé un segundo, sorprendida. ¡Así era cómo Mason había logrado
evadir los ataques de Ingrid y Dmitri! La sensibilidad ante el flujo de
energía mágica de alguna manera me permitía predecir el siguiente
movimiento de Raymond.
Siguió una ráfaga de puñetazos y arañazos, mucho más rápidos que los
ataques de Dmitri. Incluso Mason hubiese tenido dificultades con estos. Los
reflejos humanos, incluso aquellos mejorados por la precognición, no
podrían estar por delante de los de un alfa.
Desafortunadamente para Raymond, mis reflejos no eran humanos; eran
los de una mujer lobo. Evadí la mayoría de sus ataques, y fui capaz de
aminorar el impacto de los que lograban llegar al moverme en la dirección
del golpe. Aunque el esfuerzo era agotador, hice lo mejor que pude por
hacerlo ver fácil.
Nos movimos por la habitación, con él atacándome y yo evitándolo.
Podía ver cómo aumentaba su frustración—la furia de un violador al que se
le estaba negando su presa. Yo ya jadeaba para respirar, mientras él solo
respiraba profundo. De todas formas, era algo que nunca antes había
logrado hacer—cansar a un alfa.
Los intentos de Raymond por arrinconarme no tuvieron éxito. La
habitación era lo suficientemente grande como para evitar su alcance y
hacer maniobras para salir del camino. Luego de un rato, me di cuenta de
que para los observadores, debía parecer como si estuviéramos bailando.
Después de varios minutos más de esto, dije— Realmente disfruto de
bailar contigo. Quizás podamos salir en «Bailando con Lobos» el año que
viene.
Mi chiste cayó sobre oídos sordos. Raymond estaba demasiado enojado
como para escuchar, y la camada nunca había visto ni la película de Kevin
Costner, ni el programa de televisión. Estaba gastando mi mejor material en
un montón de niños con los cerebros lavados.
¿Qué ventaja tenía? Necesitaba un arma, algo que sorprendiera a
Raymond. Si tan solo me hubiera quedado con ese cuchillo corta-lobos de
Mason. Empujé ese pensamiento hacia un lado; se me hubiera quitado
cuando estaba inconsciente. ¿Qué tenía? Colmillos y garras, a los cuales
Raymond estaba acostumbrado a ver y evitar.
Acostumbrado a ver. Con una idea, extendí mis garras a su largo
completo, a la vez que imaginé que mi esmalte de uñas era transparente.
Podía sentir las garras, filosas y listas para matar, pero eran invisibles.
En nuestro siguiente intercambio de golpes, manoteé hacia la cara de
Raymond, obviamente le erré. Resopló y ni siquiera se molestó en eludirlo;
mi bofetada no tendría fuerza suficiente para herirlo. Se sorprendió cuando
mis garras invisibles arañaron sus ojos y cara. Fui premiada ante la imagen
de un ojo destrozado y cuatro profundas marcas de garras atravesándole la
cara.
Pude verlo en los ojos de Raymond el momento en que decidió ponerse
serio conmigo. En un instante, se transformó a su forma de lobo—mucho
más fuerte y rápido que mi forma humana, que no sería competencia
alguna. Incluso mis nuevas habilidades predictivas no podrían ayudar con la
velocidad de su ataque. El cambio a forma de lobo no curó sus heridas por
completo; seguía enceguecido en un ojo, aunque podía ver cómo los tejidos
se volvían a tejer y se formaba un ojo nuevo. Maldición, ¿acaso este
bastardo era indestructible? Contra su forma de lobo, tenía muy pocas
probabilidades.
De todas formas, habían algunas cosas en las cuales la forma humana
era excelente. Me di la vuelta y corrí contra la pared, desencadenando su
reflejo de cazador. Me siguió a gran velocidad, ganando terreno con cada
paso. Cuando la pared se acercó, levanté un pie por delante y lo apoyé
contra la pared y entonces levanté el otro. Durante un microsegundo, mi
impulso hacia delante se volvió impulso hacia arriba y quedé corriendo
hacia el techo.
Raymond debió haber visto lo que se venía, pero era demasiado tarde.
Traicionado por la falta de profundidad de percepción, continuó con su
descarga. Su velocidad y peso adicional hacían que fuera imposible de
detener, y se estrelló contra la pared sólida de cemento con un tremendo
estruendo.
Mi impulso se terminó cerca del techo, y empujé lo más fuerte que pude
con ambas piernas, propulsándome sobre la forma de Raymond. Giré en
medio del aire y aterricé en ambos pies detrás de Raymond.
Estaba lista para encerrar el cuerpo hundido de Raymond cuando el puto
A.A. Ron decidió ayudar. Presionó el botón del maldito collar de nuevo. Sin
estar preparada para el choque, me tropecé y caí.
Mi loba estaba enfurecida. Miré desde Raymond, tan cerca de ser
derrotado, hacia la sonrisa malvada sobre la cara de A.A. Ron, y tomé una
decisión. Ignorando el dolor del collar, cambié a loba y salté hacia A.A.
Ron.
Su sonrisa cambió a horror cuando vio la velocidad y barbarie de una
mujer lobo madura en su contra. Comenzó a cambiar cuando corrí hacia él,
pero sus garras y colmillos solo se habían extendido cerca de media pulgada
cuando ya estaba sobre él.
Vi cómo sus ojos cambiaron a altramuz justo antes de que mis colmillos
encontraran su cuello y el peso de mi ataque lo dirigiera al suelo. La loba se
alimentó de la dulce sangre de A.A. Ron mientras arrancábamos trozos de
carne de su cuerpo.
Los otros compañeros de camada se acercaron y los miramos con un
gruñido bajo. Nadie me iba a quitar mi presa. El grupo se detuvo, aterrados
ante este despliegue de barbarie. Los ojos de A.A. Ron volvieron a su forma
humana mientras convulsionaba débilmente. Entonces la luz de su vida se
desvaneció de sus ojos a medida que la muerte lo abrazaba.
Enfrentarme a los cachorros me había forzado a darle la espalda a
Raymond, lo cual fue un enorme error. Con la capacidad de recuperación de
un alfa, logró sacudirse la mayoría del daño. Lo sentí acercándose pero no
pude darme vuelta a tiempo de salvarme de su ataque.
Sentí cómo su mandíbula se cerraba sobre mi pata trasera, mordiendo
con una fuerza enorme, y rompiendo los huesos. Me levantó en su boca y
masticó mi carne, dislocando mi pata trasera, antes de lanzarme lejos de los
restos de A.A. Ron.
Aterricé junto a la jaula, con demasiadas heridas como para
catalogarlas. Temía que cambiar de nuevo a forma humana sería imposible
hasta que la loba se curara. Las heridas que eran meramente amenazantes
para un lobo podrían ser inmediatamente fatales para un humano.
De todas formas, yo seguía siendo desafiante. Me puse de pie y le gruñí
a Raymond. Aunque no podía saltar y arañar, estaba decidida a continuar
con la pelea.
Raymond cambió a forma humana. También se puso de pie, pero
dándole preferencia a una pierna. Un brazo colgaba más abajo que el otro,
indicando una clavícula rota. Estaba curándose mientras lo miraba,
drenando energía de su propia manada. Incluso con lo veloz que era esa
curación, impulsada por la fuerza de vida robada, tomaría algo de tiempo.
Por primera vez, vi una mirada de temor en la cara de Raymond. La
loba y yo nos regocijamos en su temor. Titubeaba en abordarme, incluso
con lo maltrecha y herida que estaba; me temía.
Se redobló con un quejido y levantó el control remoto del collar.
Girando el interruptor al máximo, presionó el botón con un dedo
tembloroso.
Eso es lo último que recuerdo.
Desperté de nuevo en la jaula, varias horas después, aún en forma de
loba. Mis heridas eran severas, pero una revisión interna demostró que no
eran mortales. Los bastardos no habían recargado los cuencos de agua y
comida para cachorros. Lamí el cuenco del agua e incluso tragué los
últimos bocados de comida para cachorros. Después del sabor dulce de la
sangre de A.A. Ron, la comida era asquerosa. Pero necesitaría mucha
energía para curarme.
Cerca del amanecer, mientras la manada se entregaba al sueño luego de
esa noche, desperté. Afuera de la jaula, una de las botellas de agua estaba
tentadoramente justo fuera de mi alcance. Pero mientras miraba, la botella
se levantó y flotó hasta aterrizar delante de mí. «¿Acaso yo hice eso?»
Entonces escuché una voz familiar afuera de la jaula.
—Luna, siempre pareces estar en problemas cuando te encuentro.
EL GRAN ESCAPE

L a loba se despertó de golpe ante la voz. Arrepintiéndose de la


necesidad y el próximo dolor, cambiamos a forma humana. Tomé la
botella ansiosamente, la destapé, y bebí. Ya fuera que la trajo magia,
Mason, o una alucinación, el agua sabía dulce. Finalmente, mi garganta
seca pudo formar palabras.
—¿Quién es? —pregunté, con precaución de que fueran más trucos de
los amigos magos de Raymond.
—Lunática —escuché—, no me digas que ya te has olvidado de mí.
—¿Mason? —pregunté—. ¿Qué diablos haces aquí?
—También me agrada verte de nuevo —dijo la voz incorpórea.
—¿Por qué no estás muerto?
Mirando en la dirección de su voz, pude distinguir un perfil
transparente, adornado con rizos de magia. Había podido redirigir luz
alrededor de su cuerpo para lograr la invisibilidad, así como ocultar su olor
y ruidos.
—Los magos son difíciles de matar —dijo.
—También los lobos —dije—. Pero no es imposible, para ninguno de
los dos. —Sacudiendo la cabeza ante la comprensión de que ahora temía
más por su vida que por la mía, dije— Debes irte. A mí no me matarán
porque me necesitan para la siguiente generación. Pero nadie aquí dudaría
en matar a un mago que se ha colado.
—Yo creo que ambos deberíamos irnos —dijo. Podía ver el perfil de sus
dedos mientras agarraba las barras de acero de mi jaula—. Solo debo
romper estas barras, y podemos salir.
—Mason —dije—, ni mi loba pudo doblar esas barras, y ella es mucho
más fuerte que tú. La magia evita el hierro y acero; no puedes hacerle nada
a las barras. Debes irte ya.
—Hmm —murmuró—. «La magia evita el hierro y el acero». ¿Cómo
sabes eso? —Pude ver cómo el perfil de su cabeza se inclinaba mientras me
miraba. Podía imaginar la ceja levantada.
—Porque fue casi imposible hacer que los rizos de energía mágica
lograran entrar entre las barras —dije.
—Como si pudieras ver… —dijo, y continuó— ¡Puedes ver la energía
de la magia! Oh, esto es asombroso.
—Sí, sí —dije—, es asombroso y todo eso. Pero debes irte de aquí. La
magia no puede afectar estas barras y… —Dejé de hablar porque Mason
estaba haciendo algo con magia. Lo escuché murmurar algo acerca de «la
curva de energía vinculante» bajo su aliento. Pero eso no significaba nada
para mí.
Mientras hablaba, una línea fina apareció en la barra, cerca de una
pulgada de la parte superior. La línea se ensanchó y una sección de la barra
se volvió líquida y fluyó hacia el suelo. Una olfateada me reveló que era el
metal líquido, mercurio. Una línea similar apareció en la parte inferior de la
barra, y el proceso se repitió.
Mason se movió hacia la siguiente barra y repitió el proceso. Sin
embargo, le tomó más tiempo, y pude escuchar su respiración forzada.
Mientras trabajaba, examiné los flujos de magia alrededor de sus manos.
Entonces se me ocurrió: si era lo suficientemente poderoso como para
transformar metales base en oro, podía manipular el hierro y acero.
Pero no era fácil. Con dos barras removidas, tuvo que tomar un
descanso—. Solo unos minutos más y hago la última barra— dijo.
Examiné el hueco y lo medí en contraposición a mi trasero más delgado
y heridas. Un mes de dieta de hambruna ayudaba mucho a adelgazar—. Se
ve suficientemente grande —dije.
Apretando los dientes, saqué la cabeza y los hombros por el hueco.
Entonces las manos invisibles de Mason tomaron las mías y ayudaron a
sacarme a rastras. Me mordí el labio mientras mi pierna dañada era pasada
por el espacio. Finalmente, estaba afuera, sobre pies inestables.
—¿Y la cámara? —pregunté, apuntando hacia la unidad en la esquina.
«Maldición, debí advertirle antes».
—No es un problema —dijo—. Está puesta en bucle. Todo lo que verán
es que duermes durante el día.
El Mason invisible tomó mi mano y me llevó hacia la puerta. Desnuda,
severamente herida, y muerta de hambre, jamás me había sentido mejor.
Mientras pasábamos el charco de sangre donde había atacado a A.A.
Ron, Mason dijo— Cuando vi toda la sangre aquí, y tus heridas, estaba
seguro que estabas muerta.
—Deberías ver cómo quedó el otro —dije.
—¿Quién era? Raymond, espero.
—No tuve tanta suerte. Raymond sobrevivió. Eso es lo que quedó de mi
hermano menor.
Escuché cómo tomaba una pequeña bocanada de aire y se detuvo en el
camino. Pensé que finalmente lo había sorprendido lo suficiente como para
que me dejara a mí y a todos los hombres lobo por detrás. En su lugar,
después de respirar profundo, dijo— La rivalidad entre hermanos en los
clanes de hombres lobo es realmente complicada —y tiró de mi brazo,
continuando hacia la puerta.
Cuando llegamos a la puerta, susurró— No hablaremos más hasta que
estemos fuera del recinto.
Con un gesto invisible, destrabó la puerta y nos guió hacia el pasillo.
Las luces aquí estaban puestas en un tono bajo. Luego de varios pasos, el
dolor de caminar rápidamente se volvió más severo. Fue entonces que me di
cuenta que Mason había puesto un hechizo para acallar los sonidos para
evitar que los agudos oídos de los lobos se despertaran con nuestro pasar.
Aliviada, permití que mi pierna herida pisoteara.
Las escaleras fueron una prueba, y podía sentir cómo mi pierna a medio
curar se desgarraba nuevamente—. No creo que logre salir, Mason —
susurré, rompiendo su orden de no hablar.
—Solo un poco más —urgió—. Cuando estemos lo suficientemente
lejos, podré usar magia para acelerar tu curación.
Finalmente logramos salir del edificio, conmigo apoyándome
fuertemente en Mason. El sol estaba tan brillante que tuve que pestañear
para frenar las lágrimas—no tenía nada que ver con mi primer contacto con
luz solar y aire fresco en más de un mes. El sol se atenuó ligeramente, y me
di cuenta que Mason había extendido su capa de invisibilidad para cubrirme
a mí, también.
A unas doscientas yardas de distancia, el bosque nos llamaba—la
oscuridad de los árboles, la acogedora sombra, el respiro fresco lejos del
sol. Mi loba levantó las orejas y nos urgió hacia adelante. Deseaba correr y
encontrar un lugar dónde curarse.
Trastabillamos por el terreno lleno de grava, con la preocupación
creciendo con cada momento. Noté que mis pasos dejaban huellas
ensangrentadas en la grava. Eso haría que le resultara fácil a Raymond
rastrearnos hasta el bosque. Solo esperaba que Mason tuviera más truquitos
mágicos bajo su manga invisible.
Adentrarnos al bosque, mi bosque, fue como salir de una calle ruidosa y
congestionada para entrar a una iglesia silenciosa. Aquí reinaba la
naturaleza y toda señal del hombre era eliminada. El dolor en mi pierna y
costado se aminoró, y mis pasos se volvieron más veloces. El solo estar
aquí me hacía sentir mejor. De todas formas, seguía siendo muy lenta.
Masón se quitó la capa de invisibilidad, revelando su forma. Lo miré,
impactada. Se veía delgado y envejecido, con mechones blancos entre su
cabello rubio, como si estuviera recuperándose de una enfermedad seria.
«No jodas. El mes pasado casi fue carne molida. Al menos ahora camina».
Tiré de su brazo, ansiosa por alejarnos del recinto.
—Hay algo que debo hacer primero —dijo—. Pueden rastrearte con ese
collar.
Mis manos volaron hacia el maldito collar. Me había olvidado de que
seguía con él puesto. Ahora su peso parecía aumentar con la noción del
peligro añadido.
—No pude quitarlo —dije—, incluso con toda mi fuerza y mis garras.
—¿Acaso nuestro escape ya estaba condenado?
Mason acarició mis mejillas con las manos, luego dejó caer las manos a
mi collar. Sentí cómo sus dedos se movían, sentí la comezón de la magia
contra mi cuello, enviando escalofríos por mi columna.
—Solo requiere un tacto delicado —murmuró. Dijo un hechizo en ese
idioma que lastimaba mis oídos, luego separó las manos. El collar cayó al
suelo. Pensé que salir sería un alivio, pero que removiera el collar fue diez
veces más bienvenido. Se inclinó y levantó el collar.
—Destrúyelo —gruñí.
—No es tan fácil —dijo—. Tiene unos hechizos protectores. La energía
que necesitaría para destruirlo despertaría a todos en el recinto.
—Entonces déjalo —dije, girando hacia el bosque.
—No. Si lo encuentran, sabrán dónde nos detuvimos y seguirán nuestro
rastro desde aquí.
—Mason —dije—, realmente quiero huir tan rápido como sea posible.
—La velocidad no nos ayudará contra la manada —dijo—. Esto
requiere una solución más creativa.
Alrededor de su cintura había una de esas riñoneras que algunos
excursionistas usaban. Metió la mano y sacó un pequeño vial. Cuando abrió
la tapa, el olor increíblemente atractivo a feromonas de Naomi-san salió en
un torrente. Rápidamente di un paso hacia atrás y resoplé la nariz para
aclarar ese olor. Mientras mantenía la respiración y me movía para quedar
contra el viento, Mason volcó varias gotas del perfume en el suelo.
Cualquier hombre lobo que viniera por aquí enloquecería con el olor.
Diablos, quizás hasta se pelearían entre ellos hasta dejarse en trizas.
Mason guardó el vial y nos movimos contra el viento, poniendo una
distancia entre mi nariz sensible y el olor. Finalmente llegamos a otro claro,
donde Mason examinó el collar y miró a sus alrededores en el bosque,
moviéndose según los vientos de la magia—. Debo pedir ayuda.
Me mordí el labio para evitar responder enojada acerca de la demora. Si
Mason tenía un plan, yo tendría que seguirlo. Había hecho más por mí en
los últimos treinta minutos, de lo que yo había podido hacer por mi cuenta
en los últimos treinta días—. De acuerdo —dije—, ¿qué necesitas que
haga?
—Quédate aquí mientras me adentro más en el bosque —dijo—.
Nuestra ayuda no se acercará si siente que hay un depredador en el área.
En mi estado destartalado, no me sentía como una depredadora, pero
Mason debía tener sus razones. Me dejé caer al suelo, feliz de tener la
oportunidad de descansar, pero ansiosa por ponernos en marcha.
Revisando la riñonera, sacó algo que parecía una guirnalda minúscula.
Olía a bosques exóticos, con el ligerísimo aroma de la amiga Upsorn Sriha
de Mason, Pe-Jennie.
Se fue caminando rápidamente, deteniéndose a unos veinte pies y contra
viento de mí para que mi olor no alertara a su ayuda. Colocando la
guirnalda delante de su boca, comenzó a cantar.
A diferencia de las palabras de sus hechizos anteriores, estas palabras
eran diferentes—tranquilizadoras. Cantó en un lenguaje que era solo de
cambios de tono, dentro y fuera del rango humano. Bajo el efecto de esa
canción, soñé con correr por los bosques frescos, calentándome bajo el sol
del verano, bebiendo de charcos claros, lamiendo sal de una roca, comiendo
los brotes verdes más frescos, y frotando cuernos picosos contra los troncos
de los árboles.
La canción terminó, pero yo seguía de ensueño.
«Espera, los lobos no comen brotes verdes, y no tenemos cuernos».
Sacudí la cabeza para despejar los efectos del hechizo. Pestañeé y vi que
había un enorme ciervo parado delante de Mason, y parecía estar hablando
con él. Mi loba intentó venir al frente ante la imagen de una presa fácil
dentro de una distancia llamativa.
Regañé a la loba. Esta bestia no era una «presa fácil»; esos cuernos
podían matar a un lobo normal y dañar severamente a un hombre lobo.
Haría un trabajo fácil con nuestro cuerpo maltrecho. Incluso una manada
tendría problemas con este monstruo.
Observar su interacción era extraño; ¿acaso Mason estaba negociando
con el ciervo? El ciervo asintió, luego bajó su cabeza para traer sus cuernos
al nivel de Mason. En la base del cuerno, Mason colocó la guirnalda, que
pareció adherirse. En el otro cuerno, Mason colocó el maldito collar,
susurrando un hechizo mientras cerraba la tranca.
Con una mirada hacia mí, casi escondido detrás de los árboles, el ciervo
reconoció mi presencia. Supo que yo estaba aquí todo el tiempo. Con una
velocidad que ni un hombre lobo podría asemejar, el ciervo se fue
brincando y se fue al instante.
Mason volvió y me ayudó a ponerme de pie. Odiaba sentirme débil
delante de él, pero mi pierna hacía que fuera difícil levantarme.
—De acuerdo —dijo Mason—. El ciervo guiará a tu manada a una
cacería divertida.
—Pero podrán rastrearlo de ahora en más —dije.
—No —dijo—, le puse un hechizo a la tranca para que se abra dos
horas antes del amanecer. El ciervo estará muy lejos para cuando la manada
encuentre el collar.
El descanso había permitido que las suelas de mis pies se curaran, así
que ya no sangraba. Mason estaba a mi izquierda, el lado con la pierna
herida, y me ayudaba a caminar más hacia adentro del bosque.
Después de diez minutos, tuve que solicitar que paráramos. Mason
parecía estar impaciente, pero se detuvo. Giró hacia mí, y me di cuenta de
que estaba desnuda.
Mirando hacia abajo, a mí misma—desnuda, herida, y muerta de
hambre—dije— Quería que la primera vez que me vieras desnuda fuera
diferente.
Entonces ganó mi corazón diciendo— Para mí eres hermosa, herida,
delgada, o como loba.
Llegando a una decisión, dije— Mason, voy a tener que cambiar a loba
para moverme más rápido y curar más rápido.
—Adelante, cambia.
Respirando profundo, dije— Herida así me resulta más difícil controlar
a la loba. No sé qué tan bien vaya a reaccionar. Quizás corra hacia lo
profundo del bosque a buscar refugio. Quizás hasta te ataque.
—No te preocupes —dijo, con una sonrisa que reveló arrugas nuevas
alrededor de sus ojos—. Seré enormemente encantador. ¿Cómo podría
resistirse?

Varias horas después, cambié de nuevo a humana. Mi curación se había


acelerado mientras había sido loba; mi pierna estaba nuevamente en su
lugar y curándose, pero los huesos se habían acomodado mal, dejando una
cojera pronunciada. Di un par de pasos, pero mi rodilla también seguía
dañada.
Tenía recuerdos dispersos de nuestra travesía por el bosque. La
frustración de la loba ante lo lento que era Mason, incapaz de deslizarse por
entre los arbustos y las zarzas. Cómo tenía que descansar más seguido que
ella. Las veces que se había detenido y movido las manos sobre el rastro
que dejábamos por detrás, haciendo quién sabe qué. Incluso con la cojera en
tres patas necesaria por mis heridas, Mason era más lento que la loba.
Ahora que tenía restaurados mis pensamientos humanos, me di cuenta
de que había estado ocultando nuestro rastro para hacer que fuera más
difícil para que la manada nos encontrara.
De todas formas, la loba no lo había abandonado. Se había quedado
junto a Mason durante el día. Con dolor, impaciente, pero a fin de cuentas,
leal a este mago. ¿Podría ser que la loba estaba comenzando a confiar en
Mason? ¿No solo al nivel de «no matar ahora», sino a uno más primitivo?
Eran tantas preguntas para responder.
Estábamos en la base de un pequeño acantilado, sobre el cual caía una
cascada. Debajo de la cascada había un estanque quieto, en el cual podía ver
indicios de aletas. El exceso de agua del estanque caía más allá de la
montaña y se volvía un arroyo. Vi y olí que este era un acuífero popular
para la fauna local. Señales de su pasaje estaban todo alrededor del
estanque. Podía ver el movimiento ocasional en el pasto cuando los
animales se aproximaban al estanque, y entonces sentían a un depredador
cerca y huían de nuevo hacia el bosque.
El rocío refrescaba mi cuerpo ahora sin vellos, y temblé de manera
descontrolada. Mason me dio un solo vistazo y se quitó su camisa gruesa de
franela y me la dio. Me envolví en el calor de su camisa y olor dulce, e
inmediatamente me sentí mejor.
El camino pareció haber cansado mucho a Mason, también. Parecía
estar cansado y desgastado. Su pecho desnudo no era tan amplio como lo
recordaba. Todavía no se había recuperado de su lucha.
—Tenemos mucho de qué hablar —dije—. ¿Cómo me encontraste?
¿Cómo sanaste tan rápido? ¿Y qué diablos está ocurriendo con mis ojos?
—Tenemos unas dos horas antes de que llegue nuestro transporte —dijo
—. Tomemos un breve descanso para ese hechizo de curación y hablemos.
—Buscó dentro de su riñonera y sacó un vaso plegable y tres barritas
energéticas—. Deberías comer y beber antes de que acelere tu curación.
Ante la imagen de comida, perdí todo interés en hablar. Tomé el vaso y
caminé cojeando hasta el estanque. Doblándome con un quejido, llené el
recipiente y bebí el agua más dulce que alguna vez hubiera probado. Lo
llené siete veces más y bebí. Después de eso, engullí las tres barras
energéticas. Y después bebí más agua.
Me hallé a mí misma ojeando la riñonera nuevamente, preguntándome
si habría más de esos lujos adentro. Mason levantó una mano y dijo— Es
suficiente por ahora. Déjame trabajar en curarte.
Me guió hasta un tronco caído e hizo que me sentara. La dura corteza
era incómoda contra mi trasero desnudo, así que me puse de pie y tiré de la
larga cola de su camisa antes de sentarme nuevamente. Mientras esperaba,
Mason bebió y comió una de las barras energéticas.
—De acuerdo, doctor —dije—, veamos este mágico hechizo de
curación. —Lo decía literalmente. Ahora que podía ver ligeramente los
flujos de magia que permeaban el mundo, quería ver cómo funcionaban
estos hechizos.
Parado en el sol de la tarde, rodeado por aguas sanadoras y la calma del
bosque, Mason comenzó a juntar energía para sus hechizos. Como las
mascotas vienen cuando las llaman, flujos de energía de colores distintos
comenzaron a atravesar el aire hacia él. El azul oscuro que había encontrado
en la prisión bajo tierra, verde brillante del bosque, el amarillo brillante del
sol—y algunos otros colores de afuera del arcoíris. Todo fluía hacia él, le
daba energía, y se unía en una bola de energía blanca encima de su corazón.
Tomó esta bola de energía en sus manos, con los dedos torciéndose en
direcciones que ninguna mente humana podría seguir, y le dio forma a la
energía en un hechizo de curación. Le añadió a esta esfera con un flujo de
energía de su cuerpo. Vi con consternación que este trabajo lo estaba
drenando. Su cabello, una vez con solo mechones de blanco, ahora estaba
completamente blanco. Las arrugas de su cara se volvieron más profundas,
y su quijada se aflojó. Me moví para pararme y detenerlo, para prevenir que
se hiriera más para ayudarme a mí, pero me sacudió la cabeza.
Colocó la bola de luz, que ahora contenía un rastro de trabajo mágico
demasiado intrínseco como para que lo siguiera, sobre mi cabeza. Podía
sentir cómo la energía fluía hacia abajo desde la bola, rejuveneciendo y
acelerando mis habilidades de curación que ya eran fenomenales. Sentí
cómo mi temperatura corporal subía de golpe a medida que los tejidos
destrozados eran eliminados e instantáneamente repuestos por tejidos
nuevos. Para cuando mi temperatura había vuelto a la normalidad, el
hechizo había terminado.
Mason, más viejo y mucho más débil, cayó junto a mí sobre el tronco
del árbol. Sacó otras tres barritas energéticas y me las ofreció—. Tendrás
hambre por un rato. Debes reponer mucha energía. —Antes de que pudiera
terminar su discurso, yo ya había atacado las barras.
Con sed después de tragarme las barras energéticas, tomé el vaso de
mason y caminé hasta el estanque. Había dado tres pasos antes de darme
cuenta que mi cojera había desaparecido, así como el dolor. Los tendones
rotos y las fracturas mal curadas ya no existían. Mi pierna—más bien, todo
mi cuerpo—estaba en tan buen estado como siempre. Corrí hasta el
estanque y bebí frenéticamente.
Finalmente saciada, giré hacia Mason. Estaba trabajando en un hechizo
de auto-curación, tomando más energía de nuestro entorno. Sin embargo, en
su caso, la curación era mucho más lenta.
Parada delante de él, incliné mi cabeza para seguir los rizos de magia—.
¿Puedo ayudar? —dije.
—No realmente —dijo—. Algunas cosas simplemente se tienen que
hacer de manera difícil. Necesitaré unas semanas de descanso y curación
para volver a la normalidad.
—De todas formas —dije—, te recuperaste mucho en solo un mes.
Pensaba que estabas muerto cuando nos fuimos de Tokio.
Me miró con una sonrisa—. No fue «solo un mes»; fue más de un mes
de curación. Tuve que ir a las tierras sin sol a sanar.
—Pero no te podías mover —dije—. ¿Quién te ayudó?
—¿Recuerdas al monstruo de mi habitación adicional? —preguntó.
¿Cómo podría olvidar a esa criatura, mucho más poderosa que los
hombres lobo, y que tenía una preferencia dietaria por los magos?— ¿Él te
ayudó?
—Ella —dijo—. Pero no, ella no. Su dueño, el dragón del Lago Ashi.
El monstruo le pertenece al dragón.
—¿Y qué hacía este monstruo en tu apartamento?
—Estaba haciendo de niñero de mascotas —dijo—. El dragón se quiso
tomar unas vacaciones cortas, e hicimos un trato.
Mis pensamientos giraron por un rato. ¿Mason era amigo de un maldito
dragón? ¿Una criatura que pensaba que un monstruo que comía magos era
una mascota? Se movía en círculos más poderosos de lo que yo había
pensado. Me senté a su lado sobre el tronco del árbol.
—Entonces, el dragón te ayudó y llevó a la Tierra de Cuentos de Hadas
para que te curaras —dije—. ¿Y entonces volviste para ayudarme a
escapar? —Asintió con la cabeza—. ¿Cómo me encontraste? ¿Algún
hechizo mágico?
—Tu novi… —se corrigió—. Tu compañero de manada, Dmitri, volvió
a Tokio, buscándome. Dejó un mensaje en el Pentagram Pub y esperó hasta
que lo contacté.
Mason gesticuló hacia su cuerpo demacrado antes de continuar—
Necesitaba más tiempo para sanar aquí en la Tierra. Pero insistió con que te
ayudara antes de la siguiente luna llena.
—¿Dmitri está aquí contigo? —pregunté con esperanzas.
—No —dijo Mason—. Dijo que nunca podría volver con Raymond,
pero tampoco podría perdonárselo jamás si no te ayudaba. Dijo que tendría
que volver a casa.
Así que Dmitri había roto con Raymond. Incapaz de oponerse
directamente a su alfa, había elegido volverse un lobo solitario. Les debía
mucho a Dmitri y a Mason; no habría podido seguir mucho más tiempo en
esa jaula. Le deseaba lo mejor a Dmitri en Siberia.
Tenía tantas preguntas. Teníamos que ponernos en movimiento, pero
había algo que debía saber—. ¿Y lo de mis ojos? —pregunté—. ¿Estoy
viendo magia o me estoy volviendo loca?
—Oh, definitivamente eres loca, Lunática —dijo—. Pero eres mi tipo
de loca. Cuando tus ojos se abrieron a la magia, comenzaste a verlo todo.
O C U LTÁ N D O N O S

E staba lista para volver a forma de lobo para la siguiente etapa de


nuestro escape, pero Mason sacudió la cabeza cuando comencé a
quitarme la camiseta.
—Deberás seguir en forma humana por un rato —dijo—. Debemos
escalar este acantilado como monos.
En la luz que se atenuaba del atardecer, tuve dudas acerca de escalar.
Incluso con la visión nocturna avanzada, era peligroso escalar. Entonces
escuché los aullidos de la manada, millas detrás de nosotros. Habían
descubierto mi escape y ahora estaban al acecho. Ante esos aullidos
bestiales, todos los pensamientos del ciervo señuelo y el peligro de escalar
se fueron y salté hasta el primer afloramiento, diez pies por encima de
nuestras cabezas.
—Vamos, lentito —dije—. No quiero que esos bastardos se acerquen ni
un poco más.
La técnica de Mason para escalar era muy diferente de la mía. Yo usaba
mi fuerza superior, tanto en mis piernas como en mis manos, para saltar de
una plataforma a la otra. Mis garras extendidas aseguraban que tuviera un
buen agarre, cayera donde cayera.
Mason sacó un par de guantes de su riñonera. Combinaban con su
calzado. Cuidadosamente ajustó las tiras de los guantes y los cordones de
las zapatillas. Susurrando un hechizo de activación, se estiró hacia la pared
de roca y colocó las manos sobre el acantilado. Trepó por la cara del
acantilado como si se tratara de una araña humana, con los pies y las manos
adhiriéndose a la roca.
Cuando llegamos a la cima, los aullidos de la manada estaban más lejos;
el ciervo debió haber soltado el collar bien lejos. Pero solo era una cuestión
de tiempo antes de que encontraran el collar abandonado. Cuando eso
ocurriera, estaba segura de que Raymond usaría medios más mundanos para
encontrarnos. Ya fuera un helicóptero o un dron.
En la cima del acantilado, vi que era parte de una serie de colinas. El
siguiente era incluso más alto. Mirando hacia arriba, dije— Espero que no
tengamos que escalar toda la noche. Raymond podrá conseguir que un
helicóptero llegue hasta aquí pronto.
—No —dijo Mason—, solo debemos llegar a la cima de esta siguiente
colina. Tengo a alguien esperando con un vehículo.
Otra trepada en la oscuridad. Noté que Mason se estaba quedando para
atrás. Curarme, además del esfuerzo de la escalada, estaba agotándolo. Lo
mantuve vigilado por si se resbalaba.
Mason llamó a para cerca de unos veinte pies fáciles debajo de la cima
del acantilado. Bueno, fáciles para una persona lobo.
Hablando con voz suave, Mason dijo— Tengo a un amigo en la cima.
Es mundano. Vas a tener que ocultar tus garras de él.
Revisando su riñonera, Mason sacó una larga cuerda blanca que olía a
seda de araña. El final de la cuerda había sido atado alrededor de una pesa.
Con la mano pegada a la pared, Mason se inclinó hacia atrás lo suficiente
como para tirar el final de la cuerda por encima del borde del acantilado. La
punta con la pesa se pegó a algo encima nuestro y se adhirió. Mason tiró de
ella con todo su peso y la cuerda se mantuvo en su lugar, indicando que
estaba seguramente adherida.
Me estiré y tomé la cuerda en mi mano izquierda, sosteniéndome contra
la pared de roca con la derecha. Tiré de la línea mucho más fuerte de lo que
lo había hecho Mason, probándome a mí misma que podía sostener el peso
de ambos.
Mirando hacia abajo al largo de la cuerda que caía, dije— Sabes, yo
podía haberla tirado desde la base del acantilado. Y no hubieras tenido que
hacer tu impresión del Hombre Araña. Podíamos simplemente haber usado
la cuerda.
Mason abrió la boca para objetar, pero la cerró y sacudió la cabeza—.
Tienes razón —dijo—, paso subestimándote.
Sosteniendo la cuerda alejada de la cara del acantilado, Mason asintió la
cabeza hacia mí para que lo precediera—. Las damas primero.
—No mires mi trasero —dije, y recibí de premio una sonrisa pícara de
su parte.
Tomando la cuerda con mi mano izquierda, retraje mis garras y
comencé a escalar. Noté que Mason cambió su posición para mantenerse
directamente debajo de mí. A lo primero, me irritó que estuviera mirando
mi trasero desnudo, pero luego me di cuenta de que estaba haciéndolo por si
me resbalaba.
Muy considerado, pero innecesario, ya que rápidamente llegué a la cima
del acantilado.
Aquí arriba, los últimos rayos del sol que se ocultaba seguían visibles.
Miré hacia donde había caído la cuerda y se había pegado, esperando que
hubiera quedado atorada en una grieta o entre dos rocas. En su lugar, estaba
suelta sobre una roca desnuda. Una olfateada demostró que el nudo estaba
emanando algún tipo de pegamento. El olor me recordó a la mujer araña de
vestido rojo que había visto en Roppongi. ¿Acaso Mason estaba cobrando
favores de toda la comunidad sobrenatural de Tokio?
Giré para ver por sobre el acantilado, y vi que Mason estaba escalando
por la cuerda usando sus guantes pegajosos. Estaba respirando de manera
dificultosa y enlenteciéndose a medida que ascendía. Incluso con la cuerda
como ayuda, estaba acabándosele la energía. Pausó a unos diez pies debajo
del borde y vi el esfuerzo en su cara. Sus brazos temblaban.
—Resiste —dije—. Te ayudo a subir.
Planté mis pies descalzos, me agaché en el borde del acantilado, tomé la
cuerda en el lado alto con la mano derecha, y deslicé la mano izquierda por
la cuerda y hacia debajo del borde. Mason me miró y asintió para demostrar
que entendió mi intención.
Con un gruñido de esfuerzo, me puse de pie, tirando de Mason para
levantarlo los últimos pies y por sobre el borde, luego retrocedí para traerlo
a una distancia segura del borde.
Mason plantó sus pies, se agachó con las manos sobre las rodillas, y
respiró profundamente durante varios minutos. Finalmente juntó suficiente
aliento como para decir— Gracias, Luna —antes de murmurar—, no me
avergüenza que mi compañera sea más fuerte que yo.
Levanté una ceja y dije— ¿Compañera?
Mason se paralizó por un microsegundo, antes de recuperarse.
Puliéndose las uñas rotas contra el pecho, dijo— Quise decir que de todas
mis compañeras —pausó para añadir una palabra— amigas, eres la más
fuerte. ¿Qué pensaste que quise decir?
Mirando hacia la cuerda mágica y tierna riñonera que aparentemente
podía albergar más que un casillero, dije— No te preocupes, Mason. No
eres el hombre más fuerte, pero tienes muchos otros talentos.
Estaba por continuar cuando sentí que alguien se acercaba—un hombre
mundano, joven y en muy buena forma. Aunque todavía no era
completamente de noche, estaba usando una linterna.
—Creo que tu amigo ha llegado —dije.
Mirando hacia la luz que se sacudía, Mason silbó en voz baja. La luz se
detuvo y giró hacia nosotros. Tuve la clara sensación que había un arma
apuntando hacia nosotros. Se sentía como un punto de calor que se movía
por mi torso. ¿Sería algún efecto secundario de mi nueva sensibilidad
mágica?
El hombre silbó una respuesta a la señal de Mason. Mason respondió
con un tono diferente, y la luz bajó, así como la sensación de que nos
estaban apuntando. Mientras que el hombre se aproximaba, Mason juntó la
cuerda y la guardó en su riñonera.
—Hola, Mike —dijo Mason, dándole un nombre a nuestro ayudante—.
Gracias por esperar. Tomó más tiempo del que pensaba llegar hasta aquí.
—Hola, Mason —respondió una voz profunda—. Esta debe ser tu
amiga. —Girando hacia mí, dijo— Hola, soy Mike. Mason me contó acerca
de tus problemas con esa gente.
Mason me dijo una mirada significativa antes de responder— Sí, el
culto que secuestró a Luna tenía más seguridad de la que esperaba. Gracias
por esperar.
Mike se acercó; era un joven de cabello corto con físico impresionante,
vestido con ropa camuflada de cazador. Su olor era el de un hombre
humano normal, sin aroma a cambiante o magia. Enfundó la .45 automática
que había estado sosteniendo. Mi loba se relajó al ver que se guardó el
arma.
¿Qué historia había inventado Mason para conseguir que ayudara?
¿Escape de un culto? Por supuesto, Mike no creería que Mason estaba
ayudándome a escapar del alfa de una manada de hombres lobo. La historia
del culto encajaba mejor.
Me acerqué a Mike y estiré la mano—. Hola, Mike —dije mientras él la
estrechó—. Me llamo Luna. Gracias por la ayuda. Realmente tenía que salir
de ahí. —Mi loba inspeccionó a Mike más de cerca. Olía a aceite de armas,
hombre humano, y acero. Había varias armas por su cuerpo, además de la
pistola. La loba lo juzgó como un humano de confianza, una categoría que
no veíamos muy cerca.
Mike me miró a través de gafas gruesas, lo único que distraía de su
apariencia—. De nada… —entonces notó mi trasero desnudo debajo de la
camisa de Mason y rápidamente giró la cabeza en otra dirección—. Tengo
unos pantalones en la camioneta que puedes usar hasta que lleguemos al
pueblo.
Casi me había olvidado acerca de mi estado de desnudez. Pasar más de
un mes desnuda en una jaula, corriendo en forma de loba todo el día, y
luego escalar una montaña me habían desensibilizado. A las personas lobo
generalmente no les importa la modestia, pero algo de la forma en que Mike
alejó la mirada hizo que me sonrojara.
—Gracias, Mike —dije—. Apreciaría poder ponerme algo de ropa. Ese
culto tenía unas ideas raras con respecto a la ropa.
Caminamos hasta la camioneta de Mike, una gran todoterreno cubierta
en polvo. Abriendo la compuerta trasera, Mike revisó y sacó unas prendas,
seguidas por un par de sandalias. Mantuvo su mirada en otra dirección
mientras me vestía, demostrando ser un caballero.
Después de vestirme, le devolví a Mason su camisa—. Oye, Mike —
dije—, ya estoy vestida.
Mike miró a sus alrededores rápidamente, como si esperara que no
estuviera completamente cubierta, antes de darse vuelta por completo.
Revisó nuevamente dentro de la camioneta y abrió una nevera—. Si tienes
hambre, tengo unos sándwiches de Subway aquí para ti. ¿Quieres el
italiano, el de atún, o el Subway club?
Mi boca empezó a salivar al instante ante el olor de los sándwiches
llenos de calorías—. ¡Sí! —dije, tomando los tres. Después de un mes de
alimento para cachorros y agua, estaba lista para comer prácticamente
cualquier cosa.
Mike estiró una mano tentativamente, diciendo— Sé que estás muerta
de hambre, pero comer tanto de una podría… —Mason detuvo la mano de
Mike antes de que pudiera sacar mis garras y arañarlo.
—Solo deja que coma a su propio paso, Mike —dijo.— Debemos
movernos.
Cerrando la compuerta trasera, Mike giró hacia Mason y se mordió el
labio. Elevando la mano, empujó sus gafas gruesas más arriba sobre su
nariz—. Sabes que odio conducir en la oscuridad. Pensaba que estarías aquí
mucho más temprano.
En la distancia, escuchamos los aullidos de la manada de hombres lobo.
Estaban más cerca. Parecía que habían seguido el rastro del ciervo hasta
nuestra parada original. Podría tomar un tiempo, pero pronto estarían en la
base del acantilado. Me detuve a mitad del segundo sándwich mientras un
escalofrío me corría por la columna—. Sí —dije, devolviendo el sándwich
al envoltorio, arrepentida—, debemos irnos de aquí lo antes posible. Mason,
¿puedes conducir?
Mason miró sus manos temblorosas, y pude ver la mirada exhausta en
sus ojos—. No creo que sea seguro que yo conduzca. ¿Qué tal tú? Sé que
tienes una excelente visión nocturna.
Era mi turno de sentir vergüenza. Nunca había aprendido a conducir.
Pasar la mayoría de mi tiempo con la manada significaba que mis
compañeros de manada siempre habían sido quienes conducían—. No —
dije—, no puedo conducir. Tendrá que hacerlo Mike.
Mike seguía viéndose reacio. Maldición, ¿qué tan mala sería su vista
que ni siquiera podía confiar en ella para conducir en una noche tan clara
como esta? Estaba por intentar encantarlo, ignorando mi estado hambriento,
ropa prestada, y apariencia de vagabunda, cuando Mason interfirió.
—No hay problema, Mike —dijo mientras sacaba otro milagro más de
su riñonera. Este milagro era un par de gafas de apariencia extraña. Tenían
lentes gruesos y su marco de plástico negro estaba lleno de botones e
interruptores—. Tengo unas antiparras asféricas con visión nocturna para ti.
Mike parecía escéptico—. Pensaba que habías dicho que no estarían
listas por dos semanas más. ¿Estás seguro que funcionarán?
—Adelante, pruébalas —dijo Mason mientras le entregaba las gafas.
Usé mi nueva visión mágica sobre las antiparras y vi que lo electrónico era
solo de muestra, con hechizos intrínsecos entretejidos en el marco de las
gafas. No podía seguir los entramados, pero los hechizos estaban
compuestos principalmente de los hilos de salud y rejuvenecimiento que
Mason había utilizado antes en mí.
Sabiendo cuánto mi hechizo de restauración lo había drenado, asumí
que este debió haber tomado varios meses de fuerza vital. Odiaba que
Mason estuviera agotándose por mí, pero, sin su ayuda, yo seguiría en esa
jaula.
Mike tomó las gafas nuevas de manera cautelosa y las intercambió con
sus lentes gruesos.
—Son más ligeras que mis gafas viejas —dijo, pestañeando
rápidamente mientras los hechizos se acomodaban en su cabeza. Podía ver
cómo la magia se escurría por sus ojos. En el correr del tiempo, su visión
mejoraría. Apagando su linterna, Mike miró por el paisaje iluminado por la
luz de la luna.
—Wow —susurró—, esta cosa de visión nocturna realmente funciona.
Puedo ver casi tan bien como de día.
—No lo olvides, Mike —dijo Mason con su mejor voz de vendedor—.
Si las usas durante dos semanas, las ópticas adaptativas condicionarán tus
ojos y corregirán tu visión. Algunos de nuestros pacientes de prueba han
notado que el efecto de visión nocturna mejorada ha persistido incluso
después de que dejaron de usar las gafas.
Mike cerró sus gafas viejas y las colocó dentro de un bolsillo de su
camisa—. Debo admitir que estaba escéptico, doctor. Pero puedo ver mucho
mejor ahora. Si estas gafas arreglan mis ojos, podré ingresar al programa.
—Te lo garantizo —dijo Mason con confianza—. Dos semanas usando
las gafas arreglará tus problemas.
Con la confianza inspirada por las gafas mágicas, Mike caminó hasta el
lado del conductor y abrió la puerta. Mason y yo entramos, conmigo atrás y
Mason en el asiento del acompañante. Mi loba se quejó suavemente ante
nuestra separación, pero se calmó cuando volví mi atención a la mitad
restante de mi sándwich.
El motor se encendió. Cuando fue a tocar el interruptor de las luces,
Mason levantó la mano—. Mike, intenta conducir sin las luces. La visión
nocturna debería ser suficientemente buena como para conducir con eso.
Mike apretó los ojos por un segundo, y vi un destello de magia de las
gafas impulsarse hacia sus ojos. Tuve la sensación de que la cantidad de
fotorreceptores de sus ojos de repente se duplicó.
Comenzamos a un paso lento, y sentí una urgencia creciente por
alejarnos del área de la manada. Me aferré a mi impaciencia y de premio,
unos minutos después, Mike aumentó la velocidad. Solo le había tomado
unos minutos acostumbrarse a su nueva visión.
A medida que el terror se retractaba, el hambre avanzaba. Di otro
bocado del sándwich, saboreando la carne preservada, los pimientos y la
cebolla, y la lamida de mayonesa. Estaba en el primer bocado del tercer
sándwich cuando me di cuenta de que Mason solo había comido una barra
de granola y agua en todo el día.
—Oye, Mason —dije, tocando su hombro—. ¿Quieres la mitad de mi
sándwich? —La loba odiaba renunciar a cualquier comida después de
nuestro calvario, pero Mason también necesitaba comer.
Mason me sonrió por sobre el hombro—. No, Luna —dijo—, tú
necesitas eso más que yo. Además, tenemos más en la nevera. —Se inclinó
y sacó una lata de Coca-Cola de adentro de un recipiente sobre los tablones
—. ¿Quieres un trago?
A mi loba no le gustaban las gaseosas, pero mi urgencia por beber esta
agua dulce llena de calorías superó su reticencia. Terminé la Coca en
minutos y tuve que acallar un eructo.
—Mason, realmente necesito descansar. ¿Te molesta si me acurruco
aquí atrás y duermo? —Por primera vez en más de un mes, me sentía lo
suficientemente segura como para relajarme.
Antes de que pudiera terminar de decirme— No hay problema, —yo ya
estaba acurrucada en el asiento trasero. El asiento era demasiado corto para
mí, pero la loba estaba acostumbrada a acurrucarse. Sin embargo, cuando
cerré los ojos, tuve la sensación de que el maldito collar estaba de nuevo
alrededor de mi cuello. Una voz minúscula susurró «Nunca escaparás del
collar».
Abrí los ojos de golpe. No había sido la loba y no había sido yo. ¿Una
pesadilla? Alejé la voz mentalmente, encerrándola en una jaula en el fondo
de mi mente, de la misma manera que lo había hecho con los pensamientos
intrusivos durante mis meditaciones. Me di la vuelta para que mi cabeza
estuviera del lado del auto en el que iba Mason. No fue sino hasta que me di
cuenta de lo reconfortada que estaba por su olor cerca que me di cuenta que
la loba había elegido esta posición. La voz interna estaba callada y
finalmente me sentí segura. Justo antes de dormirme, estiré la mano y toqué
su brazo.
Dormí durante esa larga noche, despertando de vez en cuando para
escuchar la conversación de Mason y Mike. Hablaban como viejos amigos,
aunque sus charlas indicaban que solo se habían conocido recientemente.
—¿Te meterás en problemas por haber tomado estas antiparras de
DARPA? —preguntó Mike.
—No realmente —dijo Mason—. Yo las construí. El proyecto va a ser
abandonado; nadie las extrañará.
—No puedo creer que el gobierno detendría un programa para darles
visión perfecta a los soldados. Diablos, solo lo de visión nocturna haría que
las Fuerzas Especiales se excitaran.
—Mike, ese es el problema con las burocracias del gobierno. La
decisión fue tomada por un panel del congreso que no pudo ver nuestros
reportes. Ni siquiera pudieron ver el prototipo que llevas puesto. Solo un
montón de contadores que sienten su poder.
—Sigue pareciendo una manera terrible de dirigir el gobierno —dijo
Mike.
Mason cambió el tema de su historia y hacia la vida y los sueños de
Mike. Mike volvió a contar su historia: hijo de un soldado que murió
durante el servicio, criado por una madre soltera, rechazado por la milicia a
la que idolatraba, debido a su mala visión.
Mi mente somnolienta puso varias piezas del rompecabezas juntas con
respecto al verdadero talento de Mason. No solo era un mago poderoso;
tenía la capacidad de conectar con casi cualquier persona. La lista de
personas que había convencido de que me ayudaran iba desde mundanos
como Mike a una linda Upsorn Sriha tailandesa mitad ciervo, a la kitsune
caótica, a una diosa araña inhumana. Diablos, hasta había conseguido ayuda
de mi compañero de manada exiliado, Dmitri. Mason era algo especial.
Reconfortada por la presencia de Mason y Mike, dormí toda la noche,
únicamente despertando ligeramente cuando sentí que el vehículo se movió
de la agreste calle secundaria a la autopista.
El amanecer nos trajo a un motel fuera del camino a casi doscientas
millas del recinto. Mike salió rápidamente y corrió a pagar una habitación.
Pronto estábamos sentados en una habitación barata, bebiendo café
comprado. Bebí, pero extrañaba fuertemente la infusión maravillosa que
Mason me había preparado antes.
—De acuerdo, Mike —dijo Mason—. Debemos separarnos aquí.
Mike tocó sus gafas, se mordió el labio, y, reacio, se las quitó—.
Supongo que debería devolverlas.
Mason sacudió la cabeza— No. Son tuyas. Sigues teniendo que usarlas
durante dos semanas para permitir que las ópticas entrenen tu visión.
Después de eso, puedes descartarlas.
—¿Acaso no valen como un millón de dólares? —preguntó Mike.
—Varios millones, a decir verdad —dijo Mason—. El precio habría
bajado si hubiésemos podido entrar en producción. Pero el proyecto fue
archivado y la investigación se volvió clasificada.
—Confías demasiado en mí. ¿Qué evitaría que se los vendiera a
alguien? Debe haber mucha gente que mataría por estos.
—Bueno —dijo Mason—, han sido ajustados a tus parámetros. No
funcionarán para nadie más. Algunos de los componentes se degradarán
dentro de dos semanas, así que serán inútiles después de eso. Y, además de
eso, confío en ti. No harías nada por lastimarnos a mi familia o a mí—.
Aquí me miró a mí y entendí la indirecta.
—Mike —dije mientras me ponía de pie—, quiero agradecerte por toda
tu ayuda antes de que te vayas. ¿Puedo darte un abrazo?
Mike se puso de pie y me acerqué a él. A lo primero estaba tieso
mientras lo abrazaba, apoyando mi cabeza contra su hombro, pero
finalmente puso sus brazos a mi alrededor.
Después de algunos minutos, Mike me soltó. Me sorprendió sentir
lágrimas en mis ojos. ¿Qué había ocurrido con la mujer lobo fuerte y dura?
—Luna —dijo—, lamento lo que te ha ocurrido, pero estoy seguro que
estarás bien.
Se fue y escuchamos el rugido del motor de su todoterreno mientras se
alejaba.
Mason se veía incluso más demacrado y cansado que anoche. Mientras
yo me había dormido en la parte trasera de la camioneta, había mantenido
protecciones mágicas sobre nuestro auto, así como mantenido
conversaciones con Mike.
Mason gesticuló hacia la cama—. ¿Quieres dormir un rato? Puedo
mantener vigilia.
Olfateando profundo, decidí las prioridades—. No —dije—, necesito
ducharme y lavarme el cabello. —Y la oportunidad de utilizar un inodoro
que no fuera una cubeta plástica era llamadora.
—Oh, sí —dijo Mason, mientras tomaba una bolsa de al lado de la
cama. ¿Cuándo había tenido tiempo de hacer compras?— Tengo tu champú
y jabón favoritos. Los recordaba de tu hotel en Tokio.
Abrí la bolsa y vi que había encontrado el champú y jabón sin olor que
mi loba prefería. Salté y lo abracé por su consideración.
Mason dio una olfateada obvia y dijo— Sí, deberías usar esto pronto.
Los demás residentes de aquí podrían comenzar a quejarse—. Le di una
mirada de reproche hasta que sonrió.
Si había vuelto a las bromas, sabía que estaba recuperándose. Me dirigí
al pequeño baño y pasé una hora entre lujos. Solo debatí durante un minuto
con respecto a cuán suave debía estar para mi salvador. Finalmente salí con
una toalla envuelta alrededor de mi cuerpo.
Mi atención de repente se dirigió hacia la mesa, donde varias bolsas de
McDonald’s emitían el olor a comida rápida.
—Bendito seas, Mason —dije—. ¿Cómo sabías que tendría hambre de
nuevo?
Mason miró mis piernas flacas y se rió—. Te engordaré durante el
próximo mes solo para volverte a tu apariencia hermosa de siempre.
—Déjame vestirme y ahí podremos comer —dije. Mientras iba a
quitarme la toalla, Mason se dio la vuelta para darme algo de privacidad.
Qué tierno. Después de todo lo que habíamos vivido, aún le preocupaban
mis sentimientos. Sin embargo, cuando miré mis pantalones viejos, me
detuve. Maldición, no quería volver a ponerme esos. ¿Era vanidoso de mi
parte que no quisiera que Mason me viera envuelta en sudaderos grandes?
—Mason —dije como excusa—, debo lavar estos pantalones antes de
poder usarlos de nuevo—. De repente extrañé el vestido y los zapatos
mágicos que Mason había hecho para mí. Esa ropa, junto con mi botella de
esmalte de uñas mágico, probablemente seguía en el recinto. Maldito
Raymond.
—No te preocupes —dijo—. Tengo reemplazos para ti—. Gesticuló
hacia una bolsa que no había visto. Una revisión rápida me indicó que había
ido a un Walmart a recoger un surtido de ropa interior, pantalones vaqueros,
y camisetas. Hasta había conseguido algunos zapatos planos de mi talle. ¡Y
un cepillo para el pelo! Había extrañado mis sesiones de acicalamiento.
Tomé el cepillo y comencé a pasármelo por el cabello.
«Hm, no hay ningún sostén ni pantimedias». Había notado mi
preferencia por no tener restricciones. Los diseños no eran lo que yo
hubiera elegido, pero era un hombre. No podía esperarlo todo. Había
desterrado ese pensamiento egocéntrico y saqué los artículos que
necesitaría, y me vestí rápidamente.
—De acuerdo —dije—, puedes darte la vuelta.
Me miró con una sonrisa mientras hice una pirueta para él. Nada
especial—vaqueros, una camiseta de algodón con una impresión de una
flor, y un par de zapatos planos de cuero negro. Pero su silbido de
apreciación me hizo sonrojar. ¿Era esto algo que le ocurría a las chicas
mundanas?
Nos sentamos en la mesa y comimos nuestro festín. Mason logró
tragarse una doble Cuarto de Libra y una orden de patatas fritas, mientras
yo me terminé todo lo demás. Estaba ojeando sus últimas tres patatas y
lamiéndome los labios mientras él bebía su Coca-Cola. Con una sonrisa,
empujó sus últimas patatas hacia mí.
Finalmente me sentí saciada y me puse de pie para estirarme. Mirando
hacia la cama acogedora, giré hacia Mason y elevé una ceja, invitándolo—.
¿Estás listo para una siesta? —pregunté con mi sonrisa más atractiva.
Mason sacudió la cabeza, arrepentido—. Necesito darme una ducha y
afeitarme —dijo—. No tengo tu talento para quedar suave. Puedes tomar
una siesta mientras me lavo.
De repente sentí cómo el estrés del mes anterior finalmente se me
acercaba. Una ola de fatiga me abrazó, culminando con un bostezo. La
siesta en la parte trasera de la camioneta no había sido suficiente para
ponerme al día con el descanso.
Me quité los zapatos y acurruqué sobre la cama. Mason acarició mi
mejilla antes de irse al baño. Fui arrullada hasta dormirme con los ruidos de
Mason en la ducha. Incluso recordó dejar la puerta abierta para que mi loba
no se preocupara.
Después de lo que pareció ser minutos, pero resultó ser un par de horas,
Mason me despertó. Estiré la mano hacia él con sueño, ansiosa por
compartir una cama con él, pero se retrajo.
Acariciando mi cabello, dijo— Realmente debemos irnos.
—¿Irnos? —pregunté—. Pensaba que íbamos a quedarnos toda la
noche. —El sol de la tarde estaba asomándose a través de la cortina. Mi
loba quería hacer guarida aquí hasta que nos recuperáramos.
—Lo siento —dijo—. Debemos asumir que tu manada rastreará a Mike
o a su vehículo.
—Pero Mike no hablaría —dije. Entonces me di cuenta de que
Raymond no necesitaría que Mike hablara. Mike tendría mi olor por todo el
cuerpo debido a nuestro abrazo, así como el olor de esta área. Diablos, mi
olor también estaba en todos lados en la todoterreno de Mike.
Probablemente había otras cosas que Raymond podría hacer para
rastrearnos. ¿Mike habría usado su tarjeta de crédito para pagar la
habitación? ¿Habría una cámara de seguridad en la entrada del motel?
Mason abrió la boca para explicarlo, pero simplemente salté de la cama
—. No importa —dije—. Entiendo. Vamos.
Empaqué nuestras cosas rápidamente, dejando las ropas sucias que tanto
Mason como yo habíamos usado.
Salimos hacia la cálida luz del sol. Cerré la puerta con arrepentimiento.
¿Durante cuánto tiempo más el alfa loco este iba a seguir persiguiéndonos?
¿Alguna vez tendría la oportunidad de descansar? Nos dirigimos hacia el
estacionamiento.
—Nos conseguí otro auto —dijo Mason. Usó un control remoto y abrió
el maletero de un Ford Fusion rojo oscuro. Tiré nuestros bolsos hacia
adentro y caminé alrededor hasta el lado del pasajero.
—¿Estás bien como para conducir? —pregunté. Aunque no había
dormido, se veía más descansado.
—Estoy bien —dijo—. Logré hacer una hora de meditación y absorbí
un poco de magia del ambiente.
Mientras nos adentrábamos a la autopista, Mason revisó su riñonera y
sacó una licencia de conducir. Me la entregó. Miré la licencia de conducir
aparentemente real que tenía mi imagen, pero detalles completamente
incorrectos.
—¿Selene Lupobianco? —pregunté, leyendo el nombre que Mason
había elegido como alias para mí—. ¿No es un poco obvio? —Entonces se
me ocurrió otra cosa: ese nombre me sonaba demasiado familiar. Miré,
enfadada, hacia Mason, quien continuaba conduciendo sin mirar hacia mí.
—¿Es la mujer lobo de ese cursi libro romántico, la que siempre está en
celo y a quien le gusta tener un maldito collar alrededor de su cuello?
—Así que has leído «Cincuenta Sombras de Graywolf» —dijo Mason
—. ¿Lo disfrutaste?
Sentí una oleada de furia—. Esa escritora no sabe nada acerca de las
personas lobo, en especial las mujeres lobo. —Estaba por comenzar con una
diatriba acerca de cómo los autores de romance escriben prosas
grandilocuentes sin saber nada acerca del tema cuando noté cómo se
sacudían los hombros de Mason mientras suprimía su risa.
Mirando hacia mi licencia, vi que las letras se habían reorganizado para
ser un nombre más mundano. Ahora me llamaba Ivanna Howell. Otro juego
de palabras, pero uno con el cual podría vivir.
¿Sería posible que en algún momento me pudiera llegar a acostumbrar a
este chistoso mago?
A LA FUGA

D espués de dos horas más conduciendo, llegamos a la Interestatal 90 y


giramos hacia el sur, en dirección a Wyoming. Nos detuvimos en el
Walmart más cercano, en Sheridan. Realmente necesitaba comprar
más ropa y artículos personales, pero los bolsillos de mis vaqueros
prestados estaban vacíos. «Nunca más serás libre. Estás en bancarrota y
siendo cazada». Maldita voz en mi mente, vete.
Giré hacia Mason, odiando tener que rogarle, el enojo volviéndose
resentimiento. Una mirada hacia mi cara y dijo— Oh, espera. Tengo algo
para ti.
¿Iba a sacudir un poco de dinero delante de mí y esperar gratitud? En lo
profundo de mi ser, me di cuenta que parte de mi enojo era impulsado por
hambre y trauma reciente. La loba y yo no teníamos un enemigo al cual
atacar, así que elegimos el objetivo más cercano.
Revisó esa riñonera de apariencia graciosa y sacó una tarjeta de crédito.
Era una tarjeta Visa platina con el nombre de Ivanna Howell grabado—.
Esto es para ti —dijo—. El nombre siempre combinará con tu licencia de
conducir.
Tomando la tarjeta—otro collar—dije— De acuerdo, gracias. Pero
seamos claros: no me gusta deberle nada a nadie. Registraré mis gastos y te
devolveré el dinero.
—¿Me devolverás el dinero? —preguntó—. ¿Por qué crees que tienes
que devolverme el dinero?
—¡Porque no quiero depender de nadie! —dije—. Obtendré un empleo
y devolveré el dinero.
—¿Qué clase de empleo conseguirías? —preguntó con una sonrisa
enfurecedora.
—¡Mesera, lavaplatos, algo! —dije—. Diablos, sería una bailarina
exótica si significa que puedo vivir de la manera que quiero. —De repente
sentí que estaba al borde de las lágrimas.
—¿Bailarina exótica? —dijo Mason—. Pagaría por ver eso. Vamos a
conducir por Reno. Estoy seguro que podrás encontrar algo que se adecúe a
tus talentos allí. Pero tendrás que engordar primero. Sigues demasiado
delgada.
—De acuerdo —gruñí—. Déjame en Reno. Diablos, déjame aquí.
Trabajaré en este McDonald’s hasta que tenga para pagar el pasaje del
autobús.
—¿Así que bailarina exótica? —preguntó—. ¿Tienes problemas
paternales? —Su sonrisa era enfurecedora. «¿Ves cómo se burla de ti?
Mátalo ya».
Mi enojo estalló y sentí cómo mis uñas crecían. La sonrisa cayó de la
cara de Mason y rápidamente levantó ambas manos.— Para, por favor —
dijo—. Lo siento. Eso fue realmente insensible. Déjame comprarte el
almuerzo en McDonald’s así podemos superar esto.
—Bien —dije. Sentí cómo mi boca formaba una línea firme. ¿Quién
diablos era este mago imbécil como para hablarme de problemas
paternales?— Puedo entregar una solicitud de empleo allí.
Mientras me estiraba para tomar la manija de la puerta, Mason estiró la
mano, pero se detuvo justo antes de tomar mi brazo—. Quizás tendría que
haber comenzado con esto —dijo—. Tienes dinero. Tu compañero de
manada, Dmitri, dejó un fajo de dinero para ti. Dijo que era tu parte del
subsidio trimestral. Es lo que le da fondos a esa tarjeta de crédito.
—¿Qué? —dije—. ¿Por qué no me dijiste? ¿Por qué pasar por toda esa
basura?
Estaba llena de emociones en conflicto; felicidad porque Dmitri había
ayudado, enojo ante el chiste de Mason, y confusión acerca de mi futuro.
Inhalando profundo, le pregunté a mi loba qué debía hacer. «¡Come!»
ordenó. Esa es mi loba, siempre tan práctica. La voz minúscula que votaba
por matar a Mason fue empujada hacia el fondo de mi mente.
Con una gran fuerza de voluntad, calmé mi enojo. Mason estaba
mirando fijamente hacia mis manos. Una mirada de alivio pasó por su cara
cuando mis uñas se retrajeron a su largo normal.
—A veces mi sentido del humor es, hmm, sobrenatural —dijo—. Si
pasas suficiente tiempo escuchando a espíritus, hadas, y dragones, tu
sentido del humor también se alterará.
Revisó la riñonera de nuevo y sacó un fajo de dólares estadounidenses
—. Aquí tienes cinco mil dólares de tus fondos. Déjame saber cómo quieres
el resto.
—De acuerdo —dije mientras dividía el dinero y lo guardé en mis
bolsillos. Efectivo, tarjeta de crédito, licencia de conducir. Maldición,
necesitaba conseguir una cartera.
Mirándolo con ojos enfadados, decidí que realmente no había querido
herirme con su broma. Sonreí para alivianar el humor—. Ahora que tengo
dinero, compraré el almuerzo.
—Maldición, debí haber elegido un lugar más lujoso —dijo. Abrió su
puerta y salió del auto.
Saliendo de mi lado, cerré la puerta y me apoyé sobre el capó del auto
—. Claro que no —dije—. Cuando pagabas tú, era McDonald’s. Ahora que
yo pago, no dejaré que cambies a un lugar más costoso.
—McDonald’s es, entonces —dijo. Caminando alrededor del auto,
estiró la mano y esperó a que la tomara antes de dirigirnos hacia el
restaurante—. Perdí el rastro. ¿Qué número de cita es esta? —preguntó—.
¿Sacarte de la prisión cuenta? ¿Nuestra aventura de caminata por el bosque
y escalada?
Hicimos la fila y dimos nuestras órdenes. El adolescente detrás del
mostrador tuvo que llenar cuatro bandejas para incluir toda nuestra comida.
Pasaba mirando hacia todos lados, como si buscara el resto de nuestro
grupo.
Elegimos una mesa afuera, aunque el viento estaba fresco. Mi loba
siempre prefería el sentimiento de libertad por sobre la comodidad.
Mientras comenzaba con la primera de mis cuatro Dobles Cuarto de Libras,
vi que Mason movía sus dedos. Se detuvo e intentó de nuevo. Nada.
Entonces una tercera vez. Esta vez, una de esas burbujas de silencio brotó
alrededor nuestro.
Distraída por la comida suculenta, alimenté a la loba con hamburguesas,
patatas fritas, y Coca-Cola hasta que la persistente hambre fue satisfecha.
Sabía que tendría hambre de nuevo en solo unas horas. El daño de mi
cuerpo había sido extenso. Mason había sanado la mayoría de mis heridas,
pero seguía lejos de estar normal.
Mason me acompañó con cada bocado, su cuerpo delgado y envejecido
guardando una increíble cantidad de comida. Cuando ambos nos estiramos
para tomar el último paquete de patatas fritas, se rió y me gesticuló para que
las tomara.
—Comes mucho para ser un mago —dije.
—He mejorado mi metabolismo para recuperarme más rápido —dijo.
—¿Recuperarte?
Gesticulando hacia su cuerpo delgado, cara arrugada, y cabello blanco,
dijo— No planeo quedarme así. Llevará mucho trabajo, pero volveré a mi
condición prima.
—¿Puedes rejuvenecerte? —pregunté. Sentí un momento de vergüenza
por el hecho de que mejorara su apariencia me importara tanto, y entonces
me reproché nuevamente mientras pensé que los dos nos veíamos como una
prostituta flaca adicta a las metanfetaminas y su cliente anciano.
—No es realmente rejuvenecimiento —dijo—, es más como
reconstrucción. En todo caso, un par de semanas de cuidados amorosos y
seré el sinvergüenza encantador que conociste en Tokio.
Masticando la última patata frita, levanté una ceja y dije—
Sinvergüenza, sí. Encantador, no estoy muy segura. ¿Sigues con el impulso
de Príncipe Encantador?
—Por supuesto, milady loba. —Gesticuló como si estuviese quitándose
una gorra con plumas—. Para nuestra siguiente comida, te llevaré al
restaurante de mi padre.
Ante mi mirada perpleja, continuó— El rey de las hamburguesas. —
Señaló hacia el otro lado de la calle, donde el rival de McDonald’s, Burger
King, estaba ubicado.
Un chiste tonto, pero me hizo reír. Bebí mi Coca de a sorbos, ignorando
el asco que sentía mi loba por la bebida efervescente.
Era hora de discutir logísticas, lo cual para mí significaba compras—.
¿Cuánto dinero tengo? Necesito recoger muchas cosas.
—Cerca de un cuarto de millón de dólares —dijo.
Me ahogué con la Coca. Eso era mucho dinero para un subsidio
trimestral. ¿Acaso Raymond estaba obteniendo esa cantidad de parte del
gobierno por cada uno de nosotros?
Pensándolo mejor, probablemente era el último dinero que vería de la
manada, y no duraría para siempre. Todavía necesitaba conseguir un
empleo. Aunque con esa cantidad de dinero, la posición de bailarina exótica
tendría que mantenerse vacante por ahora.
—Eso debería ser suficiente para mis compras —dije.
—Recuerda que tengo un maletero pequeño —dijo—. No exageres.
—Solo lo esencial.
—Tres horas después, con un maletero lleno de «lo esencial»,
estábamos listos para volver a la carretera. Había podido cambiarme y
ponerme otra ropa, una blusa con una falda de rojo brillante y zapatos que
combinaban. Mis uñas de las manos y los pies eran de un tono ligeramente
más oscuro de carmesí.
Mason había pasado el rato meditando. Bueno, eso fue lo que él dijo. A
mí me pareció más como un anciano durmiendo en el auto.
Condujimos lentamente por la I-90, con Mason al volante. A pesar del
frío, bajé mi ventanilla, ocasionalmente sentándome hacia atrás, cerrando
los ojos, e inhalando el montón de aromas que encontramos. Era algo que
hacía feliz a la loba. Mason fue lo suficientemente considerado como para
mantener la radio apagada, y viajamos en silencio cómodo durante cerca de
dos horas.
En el fondo de mi mente, sentía una creciente inquietud. Algo estaba
diferente. La corriente de olores seguía siendo emocionante, pero ahora
había destellos de luz que ocurrían incluso con mis ojos cerrados. ¿Sería un
remanente del estrés de un confinamiento a largo plazo y dieta de
hambruna? Me senté hacia atrás en mi asiento e intenté calmar mi corazón.
Mason debió haber notado algo, porque eventualmente dijo —¿Los
destellos te molestan?
—¿Qué diablos? —dije, abriendo los ojos y sentándome hacia adelante
—. ¿Tú también puedes verlos?
—Todo el tiempo —dijo—. Has sido sensibilizado a la magia. Causará
algunos problemas.
—¿Problemas? ¿Qué problemas? ¿Puedes hacer que se detenga?
Quedó en silencio durante varios minutos—. Yo no puedo detenerlo más
de lo que se puede detener a un bebé de nacer. Se volverá cada vez más
fuerte…
—¿Hasta que? —pregunté.
—Hasta que llegues a tu potencial máximo.
Sentí el maldito collar de nuevo y la voz minúscula susurró «La magia
es un collar, un collar que te arrastrará a la locura».
De repente el auto era demasiado limitante. Sin darme cuenta, mi loba
se acercó a la superficie y sentí cómo mis ojos cambiaban detrás de las
gafas de sol. Una mirada hacia mis uñas demostró que estaban cerca del
largo máximo.
—Mason —dije—, realmente necesito salir de este auto. ¡Ya!
Sin dudarlo, Mason se detuvo al costado de la autopista y desbloqueó
las puertas. Salí de un salto, dejando mis zapatos nuevos atrás. Cuando me
quité las gafas de sol y las tiré sobre el asiento, Mason suspiró al ver lo
cerca que estaba la loba de la superficie. Un auto pasó a la izquierda, se
detuvo por un momento, y se fue rápidamente cuando Mason les señaló que
continuaran.
Estaba de rodillas junto al auto. Con una mano con las garras largas,
destrocé mi blusa y falda nuevas a medida que el vello comenzó a brotar.
«Al menos esta vez era ropa de Walmart, pensé».
—Necesito estar sola —dije.
—Entiendo —dijo Mason—. Conseguiré un hotel en el siguiente pueblo
y esperaré por ti.
—No te molestes —gruñí—, no sé si volveré.
Con la transformación completa, la loba se dio la vuelta y miró al
humano. Con solo el más mínimo arrepentimiento, giramos hacia el bosque
cercano.

Diez días después, volví al mismo lugar sobre la autopista. Hacía frío en la
oscuridad previa al amanecer, pero volví a forma humana de nuevo. Por
supuesto, Mason ya se había ido hacía mucho tiempo. Los malditos magos,
tan poco fiables. Y el bastardo me había infectado con algún tipo de virus
que me había vuelto sensible a la magia. Como si ser mujer lobo no fuese
suficiente estrés en la vida de una chica.
Mi ropa destrozada se había volado, junto con cualquier esperanza de
volver a usarla.
En la distancia, aparecieron las luces de un auto. Lo consideré por un
momento. Una mujer desnuda solicitando un aventón de noche generaría
muchas preguntas. Pero levanté las manos de todas formas.
Antes de que el auto entrara al rango de visión de los ojos humanos,
tuve otro de esos destellos mágicos. El auto distante fue cubierto por un
brillo rojo enfermizo que hizo que sintiera escalofríos. Me tiré hacia el
costado, caí por la pendiente, y me oculté hasta que el auto terminara de
pasar. No estaba segura de por qué había hecho eso hasta que la brisa me
trajo el olor de los ocupantes del auto. Mi loba interna retrocedió, asqueada.
«No gente amable» juzgó. El tipo de gente que estaría feliz de «ayudar» a
una mujer desnuda en medio de la nada. Así que quizás esto de la magia no
estaba tan mal si me ayudaba a evitar tener que matar a algunos humanos.
Me agaché y olfateé. ¡Allí! El más suave rastro del maldito mago. Sin
saber exactamente por qué, cambié de nuevo a loba y comencé a trotar por
la ruta en la dirección en la cual había conducido Mason.
El trote sin cansancio de la loba me trajo cerca de quince millas en la
siguiente hora, con el olor de Mason creciendo lentamente con cada milla.
Por supuesto, si se había mantenido conduciendo, podría estar en cualquier
lugar de los Estados Unidos ahora. Aunque yo era fuerte, rápida, y ruda,
igual no podía asemejar la velocidad de un auto en la interestatal. Mi
humana medio vacilaba con respecto a la poca fiabilidad de los magos y la
esperanza de que Mason fuera diferente. La loba ignoró el debate interno y
continuó avanzando.
Las luces del siguiente pueblo aparecieron en el horizonte, cerca de dos
millas de distancia. Me alejé de la autopista y troté por una calle secundaria.
Un humano podría haber leído los carteles, pero la loba los ignoró,
impulsada únicamente por el olor y la audición. Me desconecté de la
travesía, dejando que la loba encontrara su camino. Cuanto antes se diera
cuenta de que Mason se había ido, antes podríamos continuar con nuestras
vidas.
Dejar que la loba condujera era como cerrar los ojos y caminar dormida.
La siguiente vez que estuve consciente, estábamos en el estacionamiento de
un motel, trotando felizmente alrededor de un auto familiar. Resistí el
impulso de marcar el auto, y en su lugar olfateé la puerta de la habitación
más cerca del auto.
Una larga olfateada debajo de la puerta reveló un olor que hizo que mi
corazón se acelerara. Luché contra el impulso de arañar la puerta. Estaba
aquí. Pero, ¿y qué? No nos había abandonado esta vez, pero, ¿qué tal la
próxima?
Mentalmente tiré de la loba, instándola a que dejara a este hombre atrás,
pero en lugar de venir, dejó escapar un pequeño quejido. «Shh», exhorté.
De todas formas, él no pudo haberlo escuchado. La loba se alejó de la
puerta lentamente.
La puerta se abrió de golpe, revelando a un Mason sin remera—. Hola,
Luna —dijo—, tengo pizza. ¿Quieres entrar?
La traidora loba dio un salto adentro, sacudiendo la cola como un
maldito cachorro. Olfateó sus manos y entrepierna, regocijándose en su
olor. Él alejó su cabeza—. Luna, por favor. Solo tu otra mitad puede hacer
eso.
Maldito mago bromista. Cambié a humana, me puse de pie, y coloqué
mis manos en mis caderas—. ¡Mi mitad humana definitivamente no
olfateará tu entrepierna pronto! —dijo.
—Entonces —dijo—, ¿hay chances de que sí después?
Tuve que volver a reproducir la conversación en mi cabeza. ¿En serio le
había dicho «pronto»?
—Bastardo —murmuré, entonces me deslicé entre sus brazos.
Acariciando su cuello con mi cara para obtener más de su olor hacía que
corrieran cosquillas calientes por mi espalda. Si mi forma humana tuviera
una cola, estaría sacudiéndola.
Miré hacia su cara, notando que la mayoría de las arrugas había
desaparecido y que el cabello rubio ahora solo tenía mechones blancos.
Acarició la parte de atrás de mi cabeza, tomándola en su palma y
trayendo mis labios cerca de los de él, sensible a cualquier señal de duda.
Sus labios eran suaves y podía sentir el ligerísimo cosquilleo de magia que
corría por su cuerpo mientras nos besábamos.
Luego de un largo, largo rato que pareció muy corto, se alejó y dijo—
Nuestras vidas acaban de volverse más complicadas. —Su pulgar derecho
estaba haciendo círculos en mi pezón izquierdo, enviando cosquilleos
cálidos por todo mi cuerpo.
Estaba lista para acercarme cuando miré hacia su mano y noté el estado
de mi cuerpo. Estaba sucia, mis piernas estaban velludas, y apostaba a que
mi aliento olía a cadáver de conejo. Aunque a Mason parecía no molestarle,
necesitaba higienizarme.
—Por favor —dije, cuando su mano se estiró hacia abajo para acariciar
mi espalda baja.
—No lo hagas —susurré cuando su mano derecha se deslizó hacia abajo
y a mi alrededor para unirse con la izquierda en la caricia.
—Detente —dije, alejándolo con manos temblorosas—. Necesito
higienizarme y vestirme.
Esperaba enojo, como cuando había rechazado a Raymond. En su lugar,
se alejó y cruzó los brazos. Inclinó la cabeza y sonrió—. No es problema.
Tenemos todo el tiempo del mundo.
Respiré profundo y recuperé el autocontrol. De repente, sentí vergüenza
por mi desnudez. Mirando hacia la esquina, vi que Mason había traído todas
mis compras. Hice un gesto de «date la vuelta» cuando noté su mirada.
Levantó una ceja, pero cumplió.
Caminé hacia las bolsas y comencé a revisar. ¿Dónde estaba el cepillo?
Oh, Dios, allí estaba el cepillo dental que tan desesperadamente necesitaba.
Mi jabón y champú estaban empacados en un kit minúsculo, el cual tomé.
Mientras entraba al baño con mis cosas, dije— Saldré en unos minutos.
Tenemos mucho de qué hablar.
—¿Solo hablar?
Ignorando su pregunta, cerré la puerta. Por primera vez, mi loba no
estaba nerviosa con una puerta cerrada. Le presenté una pregunta a mi alter-
ego. Me presentó una imagen de Mason, con orejas y cola, haciendo
guardia afuera de la puerta, protegiéndonos. ¿Confiaba en Mason lo
suficiente como para dejarlo hacer guardia?
Sacudí la cabeza ante su cambio de actitud, y proseguí con mi ducha.
Deleitándome en el agua caliente y la sensación de las burbujas lujosas en
mi cabello, reflexioné acerca de las diferencias entre mis estados. Por un
lado, me encantaba el fresco bosque, cubierto por sombras, con arroyos
fríos y claros cálidos. Por el otro lado, me encantaba el lujo de un baño
completamente asignado.
Enjuagándome en la ducha, debatí sobre cuán suave debía estar.
Habíamos hablado de bailarinas exóticas. ¿Esperaba que estuviera así de
calva? Mi loba olfateó en tono de burla. Sí, estaba cavilando acerca de esto.
Simplemente iría con mi acicalamiento normal.
De acuerdo, axilas y piernas: completamente suaves. Otras áreas: vello
mínimo, estilo como para traje de baño, pero no como para tanga. Terminé
por cepillar mis dientes cuidadosamente, y secar y cepillar mi cabello.
Mientras me cepillaba el cabello, noté mis uñas. Seguía usando el
esmalte de uñas mágico de Mason. ¿Qué color debería usar? ¿Rojo
brillante? No, demasiado distrayente. ¿Qué tal un rosa pálido? De acuerdo.
Envolviendo una toalla alrededor de mi cuerpo, salí del baño. Mason
estaba sentado de piernas cruzadas sobre la cama, con rizos de magia del
ambiente circulando alrededor de su forma. Cuando me notó, los rizos
fluyeron hacia su pecho. Se veía incluso más joven que cuando había
abierto la puerta, casi con su apariencia de Tokio.
El olor a pizza caliente llenaba la habitación y sentí cómo se me hacía
agua la boca. Mason me vio tragar y preguntó— ¿Tienes hambre?
—Sí —dije—. Siempre.
Se levantó de la cama de un salto y caminó hasta la mesa, que tenía una
pila de cajas de pizza. Abriendo la caja de arriba del todo envió más del
olor delicioso por toda la habitación. El único conejo que había cazado y
comido crudo hacía dos días se desvaneció de mi memoria.
Mason gesticuló hacia una silla en la mesa minúscula y sacó otra para sí
mismo. Tomé un trozo de masuda delicia y comencé a comer.
Media pizza después, me detuve a beber agua. Mason había mantenido
el paso y estaba terminando el último trozo mientras yo bebía.
Terminando su último bocado, cerró la caja, levantó las manos, e hizo
un gesto. La caja de arriba del todo desapareció en un soplido de vapor. Los
patrones que utilizó para realizar el truco eran encantadores, y encontré que
mis manos intentaban imitar sus gestos.
—Espera —dijo—, ¡no hagas eso! Desintegrarás nuestra pizza.
Sorprendida, me di cuenta que había estado por hacer magia de verdad.
Teníamos mucho de qué hablar.
—¿Le agregaste magia a esas pizzas? —pregunté—. Nadie entrega tan
temprano en la mañana.
—Son pizzas mundanas —respondió—. Simplemente las «congelé» con
magia para que se mantuvieran frescas.
—Así que estos hechizos, los hechizos de «congelar» y «desintegrar»
—dije—, ¿solo funcionan con objetos inanimados?
Mirándome sorprendido, dijo— Es correcto. Hay otras restricciones.
Pero, sí, solo sirven para los objetos inanimados. ¿Cómo supiste?
—Si hubieras tenido un hechizo que hiciera que Raymond desapareciera
en un soplido de humo, ya lo habrías usado.
Segura y bien alimentada por primera vez en más de una semana, tuve
que luchar contra un bostezo. Demasiada información, demasiados
cambios, demasiada confusión.
Mason notó mi bostezo y se puso de pie— Me parece que necesitas
descansar. ¿Quieres tomar una siesta?
Viendo el sol de la mañana que entraba por las cortinas, de repente me
sentí exhausta. ¿Habíamos estado hablando tanto rato? La idea de
arrastrarme a la cama y dormir era irresistible.
—Quizás solo unos minutos —dije. Caminé hasta la cama y bajé los
cobertores. Tuve un momento de duda antes de quitarme la toalla, ¿acaso
Mason tomaría esto como una invitación? ¿Sería posible que rechazaría la
invitación? Mi loba resopló en tono de burla. Me quité la toalla y metí
debajo de los cobertores, con la sensación suave de las sábanas frescas
siendo un bálsamo para mi cuerpo.
Una mirada hacia Mason demostró que ni siquiera había notado mi
debate interno. Estaba mirando hacia el vacío, moviendo las manos como
un conductor de orquesta, construyendo algo con su magia, algo compuesto
por magia, sueños, y deseos. Deseaba poder seguir los pensamientos del
mago loco.
—¿Mason? —susurré—. ¿Quieres venir conmigo?
Se dio la vuelta y sonrió—. Más que nada —dijo—. Pero aún tengo que
terminar de trabajar en nuestras proyecciones. Toma tu siesta y hablaremos
cuando te levantes.
Ligeramente decepcionada, le pregunté a mi loba qué debíamos hacer.
Una vez más, envió esa extraña imagen de Mason, con orejas y cola,
haciendo guardia mientras descansábamos. Superada en votos, cerré los
ojos y caí en un estupor sin sueños.
Cuando desperté, eran más de las seis p.m. No fue sino hasta ese
momento que me di cuenta de l cansada que había estado. Los hombres
lobo tienen tremendas capacidades físicas, pero debíamos descansar y
recargar. Abrí los ojos y vi a Mason sentado en el suelo con esa posición
Zen que le gustaba, mirando hacia la puerta. Aunque su postura no cambió,
pude ver que sabía que yo estaba despierta.
—Buenos días, Bella Durmiente —bromeó—. ¿Tuviste una linda
siesta?
—Cenicienta, Bella Durmiente —dije—, decídete. —Mientras me
sentaba en la cama, cubriéndome con las sábanas, continué —Y para
responder a tu pregunta, fue una muy linda siesta.
Ojeé la distancia entre la cama y el baño, decidiendo si hacerla en ropa
interior o si envolver las sábanas alrededor de mi cuerpo, cuando vi que
Mason había dejado una bata de ducha al pie de la cama. Sabía que era
tonto preocuparme por la desnudez después de todo lo que habíamos
vivido, pero algunos hábitos son difíciles de olvidar. Tomé la bata y me la
deslicé encima mientras me ponía de pie.
Mason esperó a que estuviera cubierta antes de ponerse de pie y darse la
vuelta. Su sonrisa alegró mi corazón.
—¿Pudiste dormir? —pregunté.
—No realmente —dijo. —Los magos pueden pasar mucho tiempo sin
dormir.
Ante mi ceja levantada, continuó —Dormir en las tierras del crepúsculo
puede ser peligroso. Allí, los sueños de los magos son poderosos; las
pesadillas de los magos son terribles. Tenemos técnicas para posponer el
sueño.
¿Así que nunca duermen?— —pregunté. ¿Acaso no lo había visto
dormir antes?
—Oh, sí —dijo—. Me encanta dormir. Pero hasta que no se resuelva la
situación con Raymond, necesito mantenerlo al mínimo.
La idea de Raymond allí afuera aún, persiguiéndome, hizo que corriera
un escalofrío por mi espalda. De repente necesité usar el baño. Mientras
pasaba por la puerta del baño, dije— Tenemos mucho de qué hablar.
Después de una visita al baño que incluyó una ducha rápida y que me
cepillara los dientes, salí para encontrar que Mason estaba en la puerta,
aceptando más pizza de un repartidor.
Después de colocar las pizzas sobre la mesa, Mason preguntó— ¿Tienes
hambre?
La loba olió la comida y sacudió la cola. Yo solo asentí con la cabeza.
Mientras comíamos, discutimos magia. Algunas de las reglas no tenían
sentido, a algunas las entendí, y a otras solo la loba las entendió. Estas eran
todas cosas que los hombres lobo nunca discutían. Al ser resistentes a la
magia, la ignoramos como un pez ignoraría una lluvia de verano.
Mientras terminábamos la primera pizza, durante una discusión
particularmente extraña acerca de usar el aire como un arma, tuve que
pausar unos minutos para procesar mis pensamientos.
—¿Estás seguro de que necesito aprender esto?
—Sí —dijo—, aprender a protegerte es la única forma de evitar que la
magia te abrume. Ahora que estás sensibilizada ante la magia, no puedes
ignorarla.
—¿Así que el parpadeo comenzará nuevamente? —pregunté—. Estoy
cansada de la magia. Hace que me duela la cabeza y confunde a mi loba.
Abriendo la segunda pizza, una Amantes de la Carne Deluxe, Mason
dijo— Sí. Como estaba por decir antes de que salieras corriendo,
necesitarás aprender un poco de autodefensa mágica básica.
Ambos nos concentramos en comer por unos minutos antes de que yo
preguntara —¿Autodefensa? Quizás no necesite eso. No he visto las luces
desde que volví a mi forma. Y la loba no notó nada demasiado perturbador
mientras estuvimos cazando. Los hombres lobo están supuestos a ser
resistentes a la magia. —Tomando otro bocado, mastiqué y pensé, antes de
decir— Quizás lo de la magia puede ser ignorado.
Con una sacudida de la mano y una palabra susurrada, las paredes de la
habitación del motel cambió. Lo que antes había sido paredes pintadas de
beige ahora revelaron estar cubiertas con glifos y sigilos. Cada uno brillaba
en un color distinto del espectro, algunos en colores que estaban por fuera
del rango humano.
—Estamos en un área protegida —dijo—. Hice esto para mantener
fuera las influencias mágicas. No son tan buenos como los de mi
apartamento, pero siguen siendo bastante buenos.
Poniéndome de pie y dejando mi trozo de pizza, caminé hasta la puerta,
que era lo que tenía los diseños más elaborados. Inclinándome, examiné el
diseño. Comenzaba cerca de tres pies del suelo, y continuaba hasta abajo y
hacia el suelo. Tenía la extraña apariencia de uno de esos rompecabezas de
perspectiva de los libros para niños. Girando la cabeza de una manera u otra
traía una imagen completamente diferente. Estiré la mano y seguí el perfil
con mis dedos.
Un «ahem» murmurado de Mason y me di cuenta que había estado
exponiéndole mi trasero mientras me inclinaba con la bata corta. La loba lo
hubiese considerado una presentación para aparearse. Diablos, quizás yo
también.
Me puse de pie rápidamente y alisé la bata para que cubriera mi trasero.
Entonces me di la vuelta rápidamente para ver si Mason estaba mirando.
Mason estaba sentado allí con la cabeza en otra dirección, fingiendo como
si no hubiese visto nada. Lentamente tomó otro bocado de su pizza.
—¿Así que estos dibujos mantienen el juju malo afuera?
Sonrió ante mi terminología, pero asintió la cabeza—. También
previenen que nuestras energías mágicas se escurran hacia afuera y puedan
ser rastreadas.
Volví a la silla y me senté. Tomando otro trozo de pizza, tomé un
bocado antes de preguntar— ¿Nuestras energías mágicas? Yo no me siento
diferente. No siento estar emitiendo ninguna energía.
—Oh, pero lo estás —dijo—. Estás expulsando una gran cantidad de
energía.
Sonreí ante el cumplido, pero sus siguientes palabras quitaron la sonrisa
de mi cara—. Es por eso que serás plagada y atacada por diablillos y
demonios.
Dejando mi trozo de pizza a medio comer, dije— ¿Qué quieres decir
con eso? —Mi loba, alertada por la posibilidad de un ataque, se acercó más
a la superficie y pude sentir cómo mis ojos cambiaban—. ¿Acaso esto de la
magia es una maldición?
—No lo creo —dijo Mason—, añade a tu belleza. —Cambiando el tema
de la manera enfurecedora que lo había hecho, continuó— ¿Sabías que tus
ojos son azules sin importar si eres humana o loba? Solo el tono cambia.
—Sí —respondí bruscamente—. Lo sé. La mayoría de los lobos con
ojos azules los pierden al envejecer y se vuelven marrones o ámbar.
Volvamos al tema. ¿Esto de la magia es una maldición? —«¿Además me
volverá loca? Por supuesto».
—Brillar tan fuertemente te hace visible al mundo no visible —dijo—.
Hay muchas criaturas que desearían escalizarte o drenarte. Susurrarán
secretos en tus oídos, ofreciendo poder, halagos, y amenazas hasta que
sucumbas.
—¿Es por eso que todos los magos son locos? —pregunté.
Pareció ofenderse—. No todos nos volvemos locos —dijo—. Solo
aquellos que no son entrenados, son débiles de magia, o son mal heridos se
vuelven susceptibles a nuestros demonios.
—¿Así que existe la posibilidad? —pregunté bruscamente.
Reacio, asintió la cabeza antes de decir— Pero siempre y cuando estés
conmigo, bajo estas protecciones, no serás visible para ellos. De esa
manera…
«Siempre y cuando estés conmigo…» Sentí el collar fantasma alrededor
de mi cuello de nuevo. El enojo surgió y mis uñas crecieron— ¿Así que esta
protección mágica tuya solo es otro collar?
Me miró, incrédulo—. Claro que no. No te obligaré a quedarte. Te
ayudaré estableciendo protecciones y enseñándote cómo hacerlo por tu
cuenta. Tomará algunos días repasar los símbolos y rituales, pero deberías
de poder ir a cualquier lado después de eso.
Interrogué a mi loba; mi imagen mental de ella mostrándola sentada y
sacudiendo la cabeza. «¡Quieta!» ordenó, como si yo fuera la desobediente.
Maldición, estaba superada en números por Mason y mi alter-ego. Miré mis
uñas, respiré profundo, e hice que se retrajeran a tamaño de humano.
—Perdón por reaccionar de forma desproporcionada —dije—. Soy muy
sensible a las preguntas relacionadas con la salud mental. Con la loba, ya
soy bipolar. Añadir diablillos y demonios a la mezcla simplemente es
demasiado.
—¿La loba y tú no siempre están de acuerdo? —preguntó.
—Yo manejo las planificaciones; la loba maneja las cosas por instinto.
A veces hay conflictos.
—¿Qué te está diciendo la loba que hagas? —preguntó.
—Quieta —admití.
—¿Y qué quiere hacer la mitad humana de Luna? —preguntó mientras
se estiraba y tomaba mi mano. Se sentía tan bien ser tocada. Las voces
internas estaban en silencio.
Mordiéndome el labio, decidí. Por primera vez, la loba y yo estábamos
de acuerdo con nuestros sentimientos hacia un hombre.
Poniéndome de pie y moviéndome hacia su lado de la mesa, me deslicé
hacia su regazo.
—Me quedaré quieta —susurré.
ACARICIANDO A L A LOBA

A nte un gesto de Mason, las luces en la habitación se atenuaron y la


radio comenzó a reproducir una canción vieja de Barry White. No
me quedó otra más que reírme de su selección—. ¿Esa es la mejor
música que se te pudo ocurrir?
La música cambió a una versión acústica de «Hold On, We’re Going
Home», mucho más conducente al romance que Barry White.
Se puso de pie conmigo en sus brazos, una hazaña que la mayoría de los
humanos no podría hacer. Me encantaba cómo se sentía tener un hombre lo
suficientemente fuerte como para levantarme; me recordaba a cuando era
una niña pequeña. Probablemente era más fuerte que él, físicamente, pero él
era fuerte mental y mágicamente.
Me llevó hasta la cama y me acostó sobre los cobertores antes de
removerse sus pantalones. Vestido únicamente en ropa interior, se deslizó a
mi lado, su cuerpo más cálido que el de un humano normal—
probablemente porque había agilizado su metabolismo para curarse.
Tuve una preocupación momentánea de que quizás necesitara más
tiempo para recuperarse. Pero ese pensamiento escapó cuando me besó
nuevamente. Retractándose, se elevó hasta una posición sentado y
suavemente tiró de mi envoltura de toalla, revelando mis pezones ya rígidos
—. Eres hermosa —dijo, enviando un cosquilleo por mi espalda.
Entonces se inclinó y besó mi pezón izquierdo, sus labios cálidos
envolviéndose alrededor de mi carne endurecida y su lengua moviéndose
rápidamente sobre la punta. Respiré profundo, nuestros olores mezclándose
en mi nariz.
—Sabes —dijo—, eres mi primer mujer lobo.
—Eres mi primer… —Mi voz se silenció cuando llegó a mi otro pezón.
Alejó la cabeza—. ¿Mago? —terminó.
Traje su cabeza de nuevo hacia mí; había acabado el tiempo de hablar.
Mientras se movía y besaba mi cuello, enviando más cosquilleos por mi
cuerpo, interrogué a mi loba. Estaba preocupada de que cambiara de
opinión y objetara a esto. En su lugar, tuve una imagen de ella con los ojos
cerrados y la lengua hacia afuera.
Mason se movió hacia más arriba y acarició mi oreja con su cara,
susurrando lo bien que se sentía mi cuerpo debajo de sus manos, cuán dulce
sabía mi piel, cuánto lo excitaba. Se inclinó para darme un beso, sus manos
sin parar en ningún momento mientras acariciaban mi cuerpo. Luego de un
largo y persistente beso, tanteó mis labios con la punta de su lengua y yo
ansiosamente abrí mi boca para un beso profundo.
Respiraba profundamente, arqueando mi espalda para acercarme más a
él. Cuando se sentó hacia atrás y tiró de la toalla, arqueé mi espalda para
facilitarlo para él. Miró mi cuerpo con pasión en los ojos.
Me sentí ligeramente avergonzada, hasta que dijo —Eres incluso más
hermosa de lo que había imaginado. —Todo mentiras, obviamente. Me
había visto desnuda antes, simplemente no había sido en este estado de
excitación. Corrió las manos por mis piernas, remarcando la suavidad de la
cual una vez se había burlado.
Nos unimos en pasión y tuve que morderme el labio y luchar para evitar
que mi loba aullara. Eso hubiese detenido el espectáculo.
La noche transcurrió con exploración y disfrute, cada hora que pasaba
acercándonos cada vez más. Nos levantamos ocasionalmente para comer,
beber, y ducharnos.
Cuando llegó el amanecer, enviando rayos de luz por entre las cortinas,
caímos en un estupor, saciados en todos nuestros sentidos.

Nos despertamos en la tarde. Yo estaba acurrucada entre sus brazos,


sintiéndome protegida. Miré cómo pequeñísimos destellos de fuerza mágica
viajaban por sobre su cuerpo, invisibles para todos menos los magos. Mi
visión se estaba volviendo más fuerte, y estaba volviéndose más difícil
ignorar los rizos de magia.
Sintiendo mi atención, Mason abrió los ojos y me saludó con una
sonrisa perezosa.
—Buenos días, Lunática —dijo—. ¿Dormiste bien?
—Buenas tardes, Responsable —corregí—. Sí, muy bien. Mejor de lo
que lo había hecho en años.
Cuestioné a mi loba y al instante estaba levantada y lista para salir. Se
sentía segura aquí con Mason pero estaba siempre ansiosa por olfatear áreas
nuevas.
—Salgamos a almorzar —dijo—. Uno de los reinos de hamburguesas
de mi padre está cerca de aquí.
Ante la mención de comida, mi estómago gruñó, con un eco de mi loba
interna. Bueno, habíamos quemado mucha energía anoche.
Con una ducha rápida, estábamos listos para salir. Bueno, una ducha
rápida para Mason. Me tomé un tiempo para embellecerme un poco,
seleccionando una blusa con un patrón y una falda corta, así como un par de
zapatos altos muy imprácticos. Era agradable que Mason fuera lo
suficientemente alto como para que yo no tuviera que usar zapatos planos.
Un ligerísimo toque de mi perfume cítrico y una pasada rápida de lápiz
labial coral, y estaba lista para partir. Tomé mi cartera, revisé el contenido,
y giré y encontré a Mason sentado en su silla, mirando hacia la nada.
—Oye, Responsable —dije—, estoy lista para salir.
Volvió de golpe a la realidad y respondió— De acuerdo, Lunática, yo
también.
Se puso de pie y tomó mi mano, enviando cosquilleos por mi brazo.
¿Sabría cómo reaccionaba ante su magia? ¿Él también sentiría la misma
corriente? La sonrisa de su cara me decía que sentía algo.
Un viaje corto nos trajo hasta el centro comercial local. Había un
Walmart, por supuesto, así como varias otras tiendas. En la entrada de
Burger King, se detuvo y miró hacia el espacio durante varios segundos. Lo
que quizás se vio como el acto de un cerebro distraído era, en realidad, que
estaba evaluando el área en busca de amenazas mágicas. Ahora que yo
podía ver un poco de lo que él veía, tenía más sentido.
Olfateé el lugar: hamburguesas, patatas fritas, aceite de cocina, y
humanos. Nada fuera de lo ordinario, solo gente normal. Finalmente
atravesamos la entrada y nos dirigimos hacia el mostrador.
Una adolescente nos recibió para tomar nuestra orden. Una olfateada me
dijo que estaba embarazada, pero probablemente no lo sabía aún. Mantuve
la boca cerrada, indispuesta a divulgar esa información.
Mason debió haber estado comenzando a ralentizar su metabolismo,
pidiendo solo dos Whoppers Bacon con Queso, patatas fritas, y una Coca-
Cola. Yo ordené lo mismo, pero con una segunda Coca más, y añadí un
sándwich de pollo grillado y una Cheesecake de Oreo.
La adolescente miró mi orden y preguntó— ¿Será con una Coca regular
o de dieta, señora?
—Regular —dije mientras Mason llevaba la primera bandeja llena a una
mesa afuera. Cuando estuvo fuera del rango para escucharme, le susurré a
la chica— Deberías comenzar a comer más. Tu bebé necesitará toda la
nutrición que pueda recibir.
—¿¡Qué!? —dijo—. No estoy embaraza… vi cómo su cara cambió
cuando la comprensión le llegó de golpe. Puso mi Coca-Cola sobre la
mesada de golpe y corrió hacia el fondo. Probablemente se fue a la farmacia
a comprar un kit de prueba de embarazo casera.
Me encontré con Mason en la mesa afuera. Lamentaba un poco por
dejar que la chica se enterara que su vida estaba por ser alterada, pero ella
no debió haberme molestado con la Coca-Cola de dieta y llamado «señora».
—¿Problemas con la cajera? —preguntó Mason.
—Hizo un comentario mordaz acerca de mis hábitos alimenticios —dije
—. Solo le hice saber cómo sus hábitos alimenticios cambiarían pronto.
—A mí me gustan tus hábitos alimenticios —dijo Mason mientras yo
tomaba un bocado de mi primera hamburguesa. Comenzó con la suya
propia, tomando bocados más pequeños.
—Bueno —dije—, yo sí como por dos. —Hubo un silencio repentino a
nuestro alrededor; incluso el crujido bajo de la magia estaba sometido.
Levanté la cabeza y vi a Mason, congelado con la hamburguesa a mitad de
camino hacia su boca. Por primera vez desde que lo había conocido, estaba
sin palabras.
Rápidamente evalué lo que acababa de decir, y me di cuenta de cómo lo
había interpretado él.
Mirándolo fijo, dije— Escucha, Responsable, siempre como por dos. Mi
loba y yo.
La mirada de alivio en su cara fue tan exagerada que no me quedó más
opción que reírme—. Así que si alguna vez me dices que estás comiendo
por tres, ¿allí sí debo preocuparme?
—Sí —dije—. Es demasiado temprano como para estar hablando de
bebés.

Un par de horas después, estábamos empacados y de vuelta en el auto,


yendo hacia el sur por la I-25, hacia Casper. El auto parecía estar más
callado; los destellos mágicos que entraban por las ventanas estaban más
sometidos. Era un oasis de calma.
—¿Por qué el auto está tan, ehm, silencioso? —pregunté.
—¿Silencioso?
—Es difícil de describir. El ruido físico es el mismo, pero el ruido físico
es más bajo. Como la habitación del motel.
—Oh, sí —dijo Mason—. Mientras deambulabas por el bosque, hice
unos trabajos en el auto. Protecciones de influencia mágica, unos embrujos
de prevención de accidentes, y algo más. —Chasqueó los dedos y el color
del auto cambio al instante de ser un rojo brillante a un azul oscuro—.
Modo camuflaje para las cámaras de tráfico y la policía.
—Impresionante —dije. Moría por saber cómo había hecho esto, pero
hacer trabajos de hechizos en un vehículo en movimiento no era buena idea.
Interrogué a mi loba para ver si estaba interesada, pero bostezó y bajó la
cabeza para tomar una siesta.
—Gracias —dijo Mason.
—¿Hacia dónde nos dirigimos? —pregunté.
—Tengo a «alguien» en Casper a quien debemos visitar.
—La forma en que dijo alguien hizo que se levantaran mis orejas de
loba—. ¿Este alguien es hombre o mujer?
—¿Por qué impor… —se detuvo con una risa—. Es mujer, y es una
bruja, y una vieja amiga.
—¿Es una ex? —pregunté en mi tono más inocente.
—No —dijo—, es una bruja. Los magos y las brujas nunca se llevan
bien.
—Sí —dije—, recuerdo a Ingrid. ¿Por qué a esta bruja no la alteras
como a Ingrid?
—Patty es Wicca —dijo—. Las únicas brujas en las cuales se puede
confiar. Hacen un juramento de no hacer daño.
—Entonces —pregunté, intentando no parecer celosa—, ¿qué hace una
Wicca en Casper?
—Patty es psiquiatra —dijo—. Trabaja con niños y adolescentes
complicados.
—Psiquiatra —dije—. Mucha educación. Debe tener unos…
—Más de treinta —Mason terminó por mí. Entonces me miró de
manera sospechosa—. ¿Estás celosa?
La loba y yo ignoramos la mufa, mirando en dirección opuesta a Mason
—. Por supuesto que no —dije—. Solo quiero saber con quién y en qué nos
estamos involucrando.
—Tenemos una relación profesional —dijo—. Patty trabaja con
adolescentes complicados. Algunos tienen desequilibrios químicos, algunos
solo son imbéciles, algunos solo están desatando su ira debido a ambientes
tóxicos en el hogar, o a falta de apoyo social. Y unos muy pocos están
perseguidos por demonios. Yo la ayudo a deshacerse de los demonios de sus
pacientes.
—¿No vuelven? —pregunté.
Mirando directo hacia adelante, Mason dijo —Con los que lidio yo,
nunca vuelven.
—¿Entonces por qué se molestan con Patty? —pregunté—. ¿Por qué no
te usan solo a ti?
—Patty es experta entrenando a la gente para que se defiendan de sus
demonios. Después de que ella los entrena, los pacientes pueden bloquear
las futuras posesiones.
—¿Y qué beneficio sacas tú de esta relación? —pregunté.
—Por lo general, dinero —dijo—. Esta vez, le pediré que te entrene.
Giré y lo miré—. Pensaba que tú ibas a hacer eso. —No podía
imaginarme acostada en un diván contándole a una persona todos mis
problemas. Yo tenía a mi loba para conversar; no necesitaba tener a nadie
más husmeando en mi cerebro.
Mason sacó la mano del volante y se estiró para apretar la mía—.
Somos demasiado cercanos como para eso —dijo—. De todas formas, Patty
es mucho mejor que yo en ese aspecto de la magia.

Nos detuvimos en un Holiday Inn esa tarde. Me duché mientras Mason


establecía sus protecciones.
Cuando salí del baño, Mason dijo— Vístete lindo. Quiero sacarte a
cenar.
—¿Al palacio de hamburguesas del rey? —resoplé.
—No —se rió—. Suficiente comida rápida. Vamos a comer unos filetes
enormes en el Fire Rock Steakhouse.
Ante la mención de filetes, mi loba interna comenzó a salivar y sentí la
humedad en mi propia boca.
—También tienen unos platos excelentes de pollo o pasta —Mason
añadió.
Me tuviste con los filetes —dije—. Ahora ve a ducharte mientras me
preparo.
¿Ahora, qué había elegido que fuera lo suficientemente elegante como
para una noche afuera? Realmente extrañaba el pequeño vestido negro que
cambiaba de color, forma, y estilo que había perdido. Quizás Mason podría
enseñarme a hacer ese truco en el futuro.
Después de considerar mis tres atuendos más lujosos, elegí un vestido
negro, con escote pronunciado, falda corta, y ajustado todo alreddor. Las
comidas recientes me habían llevado nuevamente a tener la figura de antes
de ser aprisionada. Bueno, las comidas y mejoras mágicas.
Calzado; hmm. Tenía un par de zapatos con tacones de prostituta que
irían bien. No eran Tory Burch, pero sí adecuados. Incluso tenía una cartera
que combinaba con los zapatos. En solo unos minutos, estaba vestida y
mirándome en el espejo. Los zapatos eran abiertos, así que necesitaba que
combinaran mi manicura y pedicura con los colores que elegí. Con la
concentración de un momento, tuve el tono exacto que deseaba.
Envolviendo la toalla alrededor de mis hombros, me cepillé el cabello.
Con mi recuperación, había vuelto a la textura brillante y negra que me
encantaba. ¿Quizás debía dejarlo crecer más? No había tiempo para un
estilo nuevo ahora. De todas formas odiaba los salones de belleza. Los
olores eran demasiado para mi nariz sensible.
Nada más de maquillaje salvo por un poco de brillo labial que
combinaba con mis uñas. No me gustaba el maquillaje, Mason estaba de
acuerdo, y la loba lo odiaba. De todas formas, mi infancia no había incluido
mucha práctica con el maquillaje. Mamá era genial, pero cuando cambió,
había comenzado a evitar los olores y el maquillaje. Extrañé mucho de la
vida normal cuando estuve con la manada.
Finalmente, remover la toalla reveló una mujer lobo perfecta para las
fotos. Mirar mi imagen en el espejo me hizo llorar, y no sabía por qué.
Entonces se me ocurrió de golpe. Me parecía mucho a mi madre, antes de
que fuera forzada a sucumbir ante Raymond.
Sacudiendo la cabeza, puse ese pensamiento a un lado. Mamá estaba
siendo cuidada por la manada y no había nada que yo pudiera hacer por ella
hasta que el enredo que era mi vida fuera enderezado. Había hecho un
juramento de que iba a cuidar de ella tan pronto como fuera posible, pero
sabía que podría demorar meses o años.
Para el toque final, tomé la botella de perfume. Mi loba interna bajó la
cabeza y se cubrió la nariz con las patas. «Graciosa» le pensé. Encontrando
un lugar libre, rocié una nube de perfume al aire, aguanté la respiración, y la
atravesé. Esto esparció el perfume sobre mi ropa y cabello. Aguanté la
respiración contando hasta diez, y abrí la puerta para dispersar la nube.
Sin querer arrugar el vestido, me mantuve de pie y navegué por los
canales de televisión hasta que Mason terminó en el baño. Salió, usando
solo una toalla alrededor de la cintura, y me tomé un momento para admirar
a este extraño hombre que había llegado a mi vida.
—Oh, maldición —dijo—. ¿Ya estás lista? Estoy sorprendido. ¿Cómo
lo hiciste?
—Velocidad de hombre lobo —dije—, no hay mucha ropa de la cual
pueda elegir. Hambre.
Caminó hasta su bolso y sacó unos pantalones y una camisa linda. Noté
que eligió una camisa azul que combinaba con mis ojos. ¿Coincidencia?
Con los magos, ¿quién sabría? Pero la ropa estaba un poco arrugada.
Colocó la camisa en una percha y la colgó sobre la puerta del baño y
después hizo lo mismo con los pantalones. Susurró unas palabras y pasó las
manos por la ropa. Se alisó y quedó sin arrugas. Los colores se veían
incluso más brillantes.
Examiné su cuerpo mientras trabajaba. Se veía cada vez más joven y en
forma. «¿Wow, se le están marcando los abdominales?» Decidí molestarlo.
—Si te vuelves un adolescente, terminaré contigo —dije.
—¿No estás interesada en un adolescente cachondo? —preguntó
mientras jugaba con las cejas.
—¿Sabes cuán avergonzada si te piden identificación en el restaurante?
Parecería que soy una robacunas.
—No te preocupes —dijo—. No retrocederé más. Quiero estar igual a
cuando nos conocimos.
Caminando hasta su bolso, hizo ese gesto de «date la vuelta», el mismo
que había usado con él antes. Levanté una ceja y dije— ¿Así que ahora eres
tímido?
Se rió y dijo— Simplemente sé que me distraeré. No quiero perderme
de presumirte en el centro de la ciudad de Casper.
Volví mi atención a la televisión y revisé otros canales más mientras él
se preparaba. Dentro de unos minutos, estaba vestido. Caminó hasta el
espejo, se miró de manera crítica, y corrió los dedos por el cabello húmedo.
Cuando terminó, su cabello estaba perfectamente cortado y seco, sin rastro
alguno de esos pelos blancos. Ni siquiera uno solo estaba fuera de lugar. Si
yo pudiera aprender a hacer eso, no tendría que volver a visitar un
asqueroso salón de belleza.
Sintiendo cómo mi hambre aumentaba, me puse mis gafas de sol antes
de salir del hotel. No quería asustar a los humanos.

En el restaurante, de inmediato fuimos sentados y nos entregaron menúes.


En lugar de leer el menú, olfateé profundo, capturando los aromas de las
elecciones de todos los demás comensales. Supe qué queríamos la loba y
yo.
El mesero pidió nuestras órdenes y dije— Carpaccio de res como
entrada. Y después el Porterhouse. Muy crudo. Batatas fritas y macarrones
con queso y langosta de acompañamiento.
—Madam —dijo—, ¿eres consciente de que el Porterhouse pesa
veintiocho onzas?
Con mi sonrisa de «loba hambrienta», me bajé las gafas de sol para que
pudiera ver mis ojos—. Creo que puedo con eso.
Abruptamente miró hacia otro lado, diciendo— Sí, señora—. No
recordaría los ojos, solo el hambre.
Tomó la orden de Mason: una ensalada de filete para comenzar, luego
prime rib, con los mismos acompañamientos que yo ordené. Además pidió
una botella de un vino tinto italiano.
Usando mis oídos de loba, escaneé el restaurante para ver si había
alguien hablando de nosotros. Sin contar la sorpresa del mesero hacia
nuestra orden, nadie tenía nada para decir. Respiré profundo y me relajé.
Uno de mis problemas en Tokio había sido no ser capaz de seguir las
conversaciones que nos rodeaban. ¿Podría aprender japonés?
Notando mi introspección, Mason preguntó— ¿En qué estás pensando?
—Solo pensaba en Tokio —respondí—. ¿Te interesa volver?
—Tengo obligaciones —dijo—, deudas que deben ser pagadas. Debo
volver.
—¿No puedes simplemente crear oro con magia y pagarlas desde aquí?
—Estas deudas se deben pagar con acciones, no dinero —dijo.
Fue entonces que me di cuenta cuántos favores había pedido para
ayudarme a escapar. La asistencia del dragón; la guirnalda minúscula con el
ciervo; la cuerda de seda mágica, junto con los zapatos y guantes. Quizás
otros de los cuales yo no sabía.
El vino llegó y bebí mientras pensaba. ¿Yo quería volver a Tokio? ¿Esa
tierra lejana llena de extraños sobrenaturales? ¿Donde no podía siquiera
entender el idioma? Más importante, ¿Mason quería que yo fuera con él?
Después de todo, había dicho «yo» varias veces, pero nunca «nosotros».
Las entradas llegaron y fueron consumidas rápidamente. Charlamos
ligeramente, pero la pregunta permanecía en el fondo de mi mente.
Cuando llegaron los filetes, Mason pidió otra botella del mismo vino.
Mi Porterhouse estaba excelente—lo suficientemente cruda como para
satisfacer a mi loba, y lo suficientemente tierna como para que cada bocado
fuera un placer.
Terminando el último bocado de mi filete, dije— Entonces, ¿Tokio?
—Sí —dijo, asintiendo firmemente.
Finalmente tuve el sentido de interrogar a mi loba. ¿Qué quería?
Proyecté una imagen de Tokio, compuesta por los olores, sonidos, y sabores
de esa ciudad extraña. Sacudió la cola de manera entusiasta. Así que yo
quería ir, la loba quería ir, pero, ¿acaso Mason quería que nosotras
fuéramos?
Levanté la ceja y esperé. Y esperé. Y esperé. Me miró, confundido.
¿Acaso no sabía que quería que me invitara? «¡No te quiere!» Sentí el collar
fantasma alrededor de mi cuello.
—¿Por qué me miras raro? —finalmente dijo.
—¿Qué quieres decir con «raro»? —pregunté.
—Como si estuvieras esperando algo —dijo—. Mira, viajar de regreso a
Tokio no puede ser evitado.
Me senté hacia atrás y crucé los brazos. Parecía que otro maldito
hombre iba a abandonarme. Mis ojos ardían por las lágrimas y empujé las
gafas de sol en mi nariz para ocultarlas.
El mesero vino a revisarnos, notó el frío en el aire, y dijo—
Simplemente llámenme si necesitan algo más.
Bebiendo su vino, Mason preguntó—¿Quieres algo más?
—No —dije—, estoy bien. «Bien sola, bien sin familia, sin amigos, sin
hogar». Mis uñas comenzaron a crecer.
Mason notó mis uñas y dijo— Escucha, no te enojes. Podemos volver a
visitar…
Estaba fuera de mi silla y lista para salir corriendo cuando registré el
«podemos». Me detuve de repente y tomé su hombro con mi mano con
garras. Hizo un gesto de dolor ante mi agarre, pero no se alejó—. ¿Qué
quieres decir con «podemos»? —pregunté.
Tocando mi mano, dijo— A menos que no quieras venir conmigo. Eso
es decisión tuya. Pensaba que teníamos algo bueno. Pero si tanto deseas ser
libre, no te retendré. —Parecía un niño que acababa de perder su helado.
Reproduje la conversación en mi mente, intentando entender cómo se
había desviado tanto. Nunca había dicho «nosotros» hasta este momento,
había simplemente asumido que yo sabría de qué hablaba. Miré hacia mi
mano sobre su hombro, notando que las garras ya se habían retraído.
Continuó frotando mi mano, enviando esas cosquillas por mi brazo. El peso
del collar fantasma se levantó y pude respirar profundo. Empujé la voz
dudosa hacia un rincón profundo de mi mente.
Le sonreí y dije— Por supuesto que «queremos» ir contigo a Tokio.
Ahora debo ir al baño. Pídele un menú de postres al mesero. —Mientras me
alejaba, podía ver cómo mi loba sacudía la cola.
EXORCIZANDO DEMONIOS
I NT E R N O S

A la mañana siguiente, el sol brillando a través de las cortinas del hotel


me despertaron de un sueño complicado.
«Seguía a Mason por miles de corredores de aeropuerto,
corriendo para abordar un vuelo. Pero sin importar cuán rápido corriera, no
podía alcanzarlo.
En la puerta de salidas, vi a Mason pasar el pasaje por encima del
escáner, el cual hizo un pitido y lo dejó pasar. Vi la parte de atrás de su
cabeza desaparecer por el camino. Finalmente llegó al escáner, pero cuando
pasé mi pasaje por encima del lente, escuché un ruido discordante y vi una
luz roja. El torniquete no abrió para dejarme pasar. Intenté escanear mi
boleto varias veces, con el mismo resultado. Cuando di vuelta el pasaje, vi
que el mío estaba en blanco.
Mientras estaba parada allí como una idiota, el avió se alejó. Lo último
que vi de Mason fue a través de la ventana en la sección de primera clase.
Estaba sonriendo y conversando con una aeromoza. Me agaché en el suelo
del aeropuerto, aullando por el dolor y la pérdida».
Sacudiendo la cabeza para sacar las lágrimas de mis ojos, escuché una
voz odiosa—. Buenos días, Lunática. ¿Cómo dormiste?
—¡Bastardo! —grité, lenvantándome de un salto de la cama. Poner mis
manos sobre su cuello se sintió tan bien. Se ahogó, ya fuera para hacer una
pregunta o murmurar un hechizo, incapaz de hablar debido a mis manos. En
mi vista periférica, vi cómo sus manos se levantaron, con los dedos
torciéndose para comenzar los gestos de un hechizo. Me preparé para
exprimirle la vida.
En su lugar, estiró los dedos y subió la mano derecha hacia mi cabeza, y
acarició mi cabello. Mis manos temblaron y soltaron su agarre. Llamé a mi
loba a que usara su fuerza para finalizarlo. Tuve una loca imagen mental de
mi loba, con un collar, tirando de mí para alejarme de Mason.
De repente estuve completamente consciente, liberando mi agarre en el
cuello de Mason y cubriendo mi cara con mis manos—. ¿Qué mierda estoy
haciendo?
—Luna —dijo con voz rasposa—, ¿por qué me atacaste?
—Había un aeropuerto con corredores largos, después el boleto… —
Quedé en silencio. El sueño ya no tenía sentido alguno. Podía sentir el más
ligero olor a azufre, como si alguien hubiese encendido un fósforo afuera.
Unas manos fuertes sobre mis hombros me trajeron más cerca de él. Lo
escuché tragar y luego dijo— Luna, mírame.
Sacudí la cabeza, manteniendo la cara cubierta. Repitió— Luna, mírame
—y bajó mis manos lentamente. Podía haber resistido con mi fuerza
superior, pero dejé que me descubriera la cara.
Miró mis ojos llenos de lágrimas un largo rato, como si estuviera
tanteando mis almas.
Ganó mi corazón al traerme hacia sí para un abrazo—. Está bien —dijo
—. Sé lo que ocurrió.
Me sentía segura en sus brazos. Un nudo de tensión se liberó en mi
pecho y sentí la lengua fantasma de mi loba lamiendo mi mejilla.
—¿Qué ocurrió? —pregunté.
—Has sido poseída por un demonio —dijo.
Sentí un destello de enojo y lo alejé lo más fuerte que pude. Rebotó
contra la pared, tirando una lámpara con el impacto. Se levantó
rápidamente, frotando su hombro derecho.
—Estoy cansada de tus malditas bromas —gruñí mientras mis uñas
crecían.
Mason se puso de pie y deslizó unos pies, colocándose junto al espejo
montado en la pared—. Es así cómo sé que estás poseída. Mis bromas son
del mejor nivel. Solo un estúpido demonio no las entendería.
Mi visión se volvió roja. Incluso en mi cacería más salvaje, nunca había
sentido tanta furia. Caminé lentamente hacia Mason, ignorando el tire de mi
loba fantasma. Paso a paso, la muerte acorralaba a Mason, quien estaba
parado congelado.
Justo cuando quedé dentro del rango de ataque, del rango para arañar,
del rango para destripar, dijo fuertemente— ¡Luna, mira el espejo!
Sentí cómo mi cabeza giró hacia el espejo, con el cuello temblando con
el esfuerzo, como si no quisiera mirar. Cabello despeinado, colmillos
gruñendo, orejas puntiagudas—todo normal, pero había algo en los ojos. En
lugar de mi azul de siempre, el cual mantenía en ambas formas, mis ojos
tenían pupilas rojas rodeadas por amarillo.
Una pequeña voz dijo «Está burlándose de tu apariencia. ¡Mátalo!».
«¿Qué diablos?» Tan pronto como noté los ojos, y examiné mis
sentimientos, sentí el cambio en la voz interna. El enojo se disipó y vi cómo
mis ojos cambiaron a azul. Con fuerza de voluntad, alejé mi atención de la
voz, acariciando a mi loba fantasma.
La voz se volvió cada vez más tenue, como si bajara el volumen en un
infomercial. «¡Pero espera! ¡Hay más! ¡Quiero hacerte más fuerte; mejor!
¡Solo escucha!»
En el espejo, mis rasgos regresaron completamente a humano. Miré
cuidadosamente hacia mis ojos para ver si había algún rastro de rojo o
amarillo. ¿Acaso eso fue un minúsculo destello de colores inhumanos?
—¿Qué diablos acaba de ocurrir? —murmuré mientras miraba hacia el
espejo.
—Tienes un demonio parásito —dijo Mason. Estiró una mano tentativa,
lo suficientemente lento como para permitirme alejarme, y acarició mi
cabello.
—Los lobos no agarran demonios —dije y me corregí—, nunca he
escuchado que los lobos agarren demonios.
—Normalmente, no —dijo—. Pero no eres una mujer lobo normal. Has
sido sensibilizado a la magia.
Sus caricias en mi cabello habían alisado el desorden. Mi cabello ahora
estaba bien cepillado y tan brillante como si recién lo hubiera lavado. Giré
mi mejilla hacia su mano, y se detuvo. El calor de su palma, combinado con
el cosquilleo de la magia, era una comodidad. El cosquilleo de magia que
ningún otro hombre lobo podía sentir.
—Realmente no puedo explicarlo —dijo—. La mayoría de las personas
lobo son resistentes a la magia. Los hechizos rebotan, las maldiciones
repuntan, la magia se anula. Toma mucho poder o habilidad poder afectar a
uno. —Bajando las manos, continuó— Diablos, incluso los ataques físicos
casi nunca funcionan. Las personas lobo son tan fuertes que lanzarles
misiles mágicos solo los hace enojar.
Tenía mis propias ideas de por qué era tan sensible a la magia, pero no
era nada que quisiera compartir con el mundo—. ¿Cómo me deshago de
este maldito demonio?
—La Dra. Patrizia puede encargarse de eso —dijo—. Tenemos una cita
con ella esta mañana. La llamaré y le haré saber que necesitamos un
exorcismo.
Dijo que era como recibir una inyección de antibióticos. Solo de rutina,
solo remover a este maldito demonio de tu mente, a este sádico bastardo
enfurecedor y que come espíritus. Sentí cómo mi loba gruñó y me di cuenta
de que el destello de enojo no era yo; era el demonio nuevamente,
intentando jugar conmigo. Para impulsarme a un desenfreno enloquecido.
Creé una jaula mentalmente y coloqué al demonio adentro, luego hice
una jaula más pequeña para apretarlo, luego más pequeña. La voz
minúscula se desvaneció por completo.
Cuando salí de la ducha, me sorprendió encontrar a Mason vestido de
traje profesional. No era el estilo despreocupado que utilizaba siempre.
Ante mi ceja levantada, dijo— Solo es que necesito verme profesional
para la doctora y sus pacientes.
—Dra. Patty, la bruja curandera —dije—. Esperaba faldas de pasto y
una máscara.
—Es una bruja y cura porque es doctora —dijo—. Pero no es una bruja
curandera. Prefiere los trajes de vestir y colores pastel.
La forma en que estaba vestido hizo que cambiara de opinión con
respecto a mi propia elección. Rechacé la combinación de pantalones
vaqueros y un jersey por una falda a cuadros y chaqueta que combinara.
Debajo de la chaqueta, vestía una blusa celeste pastel. Un vistazo en el
espejo para revisar mi apariencia y retocar el lápiz labial rosa coral. Obligué
el esmalte de mis uñas a que combinara con la blusa. Mirando mis manos
vacías, lamenté no poder usar joyas. Cualquier anillo se perdería cuando
cambiaba, las cadenas se sentían como collares, y los aretes se caerían con
el cambio. Me conformé con que mis gafas de sol fueran el único accesorio
que pudiera usar.
Un viaje rápido hasta el centro y ya estábamos en la oficina de la
doctora. Entrando al vestíbulo, sentí un escalofrío, el cual se intensificó a
medida que nos acercábamos al elevador. A medida que entrábamos, las
paredes del elevador parecieron achicarse. ¿Claustrofobia? Ni siquiera
había tenido eso cuando había pasado un mes en una jaula. Odiaba no tener
libertad, pero eso no conducía a ataques de pánico. Reconocí los
sentimientos como que venían del demonio enjaulado.
Mason notó mi inquietud y tomó mi mano—. ¿Ocurre algo, Luna?
Le sonreí—. El maldito demonio está sacudiendo las barras de su jaula.
Nada que no pueda manejar. —Achiqué la jaula un poco, y la sensación
desapareció.
Entramos a una oficina. El doctor tenía una sala de espera con varias
sillas y una recepcionista en un escritorio. Mientras Mason se presentaba
con la recepcionista, yo la examiné. Mujer humana normal, veintitantos,
gafas grandes, olía a los tragos de anoche y a un novio.
Vi cómo su sonrisa se congeló cuando miró la pantalla de su
computadora para buscar nuestra cita. Enfocándome en sus lentes, que
reflejaban la pantalla del monitor, vi que la Dra. Patrizia tenía una nota al
lado de mi nombre—«Licana».
Con una calma exagerada, dijo— Dr. Carter, la Dra. Patrizia ya estará
contigo.
Giramos hacia la habitación y nos sentamos. Había tres otras personas
en la sala de espera. Sentadas a nuestra izquierda había una madre y una
chica joven—asumo que prepúber. Como persona lobo, no era buena
juzgando las edades de los niños. Nosotros envejecemos a velocidades muy
diferentes.
La niña susurró— Esa señora tiene una loba con ojos azules
persiguiéndola, Mamá.
Ante la sacudida de cabeza de su madre, la niña continuó— No, es un
fantasma de una loba.
Cualquier comentario que yo pudiera hacer solo le daría problemas a la
niña, así que me mantuve en silencio, pero olfateé para ver si era humana.
«Dulce y picante, y toda cosa de bruja». Maldición, la chica era una bruja.
La madre era mundana, vestida con ropa de Walmart. Sus zapatos estaban
desgastados. La chica estaba usando un atuendo nuevo de estilo plegado. La
madre sacó un celular antiguo de tapita para revisar la hora, mientras la niña
comenzaba algún tipo de juego en un iPhone nuevo.
Esperaba que la doctora pudiera evitar que la chica se volviera malvada.
La otra paciente era una chica mayor, quizás adolescente, vestida toda
de negro. Estaba sentada de manera desgarbada en su silla. Levantó la vista
de su celular, me miró y dijo— Excelente loba, señora. —Mientras sonreía
ante el comentario aparentemente loco, la olí. Demasiado perfume,
cubriendo su cuerpo, cabello, y ropa sucia. El olor a azufre casi ocultaba el
olor a bruja. Heridas recientes—cortes, pero ningún vendaje visible.
Más rápido que un parpadeo, los ojos de la adolescente destellaron rojo
y amarillo. La pobre chica tenía un demonio usándola. Sentí cómo mis
propios ojos cambiaron, y sentí el gruñido de mi loba interna. La cara de la
chica se congeló y volvió hacia su celular, ignorándome. Afortunadamente,
seguía usando mis gafas de sol.
Cerca de cinco minutos después de que nos sentaran, la puerta se abrió
y la Dra. Patrizia salió. Había estado esperando a una mujer rubia, alta, y
delgada. En su lugar, la Dra. Patrizia era una mujer latina baja y retacona
que vestía un traje verde pastel.
Cuando nos levantamos para saludarla, sentí los olores que salían de su
oficina. El olor a decenas de hierbas y especias, algunas frescas y otras
secas, flotaron hasta el área de espera. También sentí el olor a galletas
recién horneadas. La doctora misma olía a bruja, pero no tenía el tinte de
tinta de tatuaje que había tenido Ingrid.
—Sharon —le dijo a la adolescente—, ¿por qué no pasas y te pones
cómoda? Ya entro. Sírvete unas galletas.
La chica pasó prácticamente arrastrándose por la puerta, y noté que era
más gruesa que una puerta común de oficina, y que la cerradura era
compleja. ¿A prueba de sonido y puerta reforzada? Supuse que debía estar
lista para los pacientes complicados.
—Dra. Patrizia —dijo Mason—, me gustaría presentarte a Luna.
—«Hmm, no me llamó su novia». ¿Acaso eso fue un destello de celos de
mi parte o del demonio?
El agarre de la Dra. Patrizia era sorprendentemente fuerte para una
bruja. Cuando nuestras manos se tocaron, sentí el cosquilleo de la magia
corriendo por mi brazo mientras ella me evaluaba. Podía sentir algo como
dedos minúsculos que tocaban las barras de la jaula que mantenía a mi
demonio en su lugar. La doctora se veía sorprendida, entonces me dio la
sonrisa más cálida que había visto desde que Mamá quedó perdida.
—Es un placer conocerte, Luna —dijo, soltando mi mano—. Si no te
importa esperar aquí afuera, el Dr. Carter y yo hablaremos con Sharon.
Me senté nuevamente en mi silla, aburrida y nerviosa. La pequeña rubia
estaba volviéndose inquieta—. Mamá, quiero una barra de dulce.
—No, cariño. Eso arruinará tu almuerzo después.
—Mamá, quiero una barra de dulce ahora. —La entonación rara hizo
que corrieran escalofríos por mi espalda. La cara de la madre se puso en
blanco, y el olor a magia en uso flotó por la habitación.
La madre se puso de pie tiesamente y abandonó la habitación sin mirar
atrás.
«La pequeña perra está usando magia para controlar a su madre». Qué
lástima, no es mi problema. Probablemente era por esto que estaban aquí
para ver a la Dra. Patrizia.
La niña se rió de la reacción de su madre y brincó a pararse delante de
mí—. Quiero jugar con tu loba —dijo.
—No quiere jugar contigo —dije—. Ahora regresa y espera a tu madre.
—¡Quiero jugar con tu loba! —el olor a magia emanó de ella en olas.
La compulsión me cubrió, pero se encontró con una resistencia de
acero. Ni la loba ni yo queríamos jugar—. Vete, niña —dije—. Antes de
que mi loba decida jugar contigo.
Me bajé las gafas de sol y dejé que viera cómo mis ojos cambiaban de
humanos a de lobo. Entonces estiré la mano y broté garras. Las garras
filosas se detuvieron a una pulgada de sus ojos, y se paralizó en su lugar.
Incluso el niño menos inteligente sabía cuando tenía a un depredador
parado delante de él. Mi loba fantasma emitió un gruñido bajo, lleno de los
sonidos subsónicos que advertían de los terrores que se vendrían.
Quizás era demasiado sensible porque mi madre había sido maltratada,
pero esta cachorra necesitaba aprender una lección.
Tragó y abrió la boca para hablar, pero solo balbuceó un par de veces
antes de retractarse lentamente. Casi había regresado a su silla, cuando le
dije— Oye, niña.
—¿Sí? —dijo.
Levanté una ceja y esperé.
—¿Sí, señora? —dijo.
—Deberías de tratar mejor a tu madre —dije—. Pasas dándole órdenes
y quizás encuentres a mi loba en tu armario alguna noche. —Retraje mis
garras y levanté mis gafas de sol.
La recepcionista había ignorado nuestro pequeña interacción interna,
absorta en mandar mensajes de texto en el celular que tenía debajo del
escritorio.
La madre volvió, caminando de manera tiesa, con una Coca-Cola y una
barra de dulce. Le entregó la barra de caramelo a la chica.
La niña miró hacia su madre y luego hacia mí, tembló, y dijo— Gracias,
mami. Creo que debo esperar hasta después del almuerzo para comer el
caramelo. —El hedor a magia se disipó y los ojos de la mujer se volvieron
claros.
—De acuerdo, cariño —dijo—. Lo colocaré en mi cartera.
La niña se movió para sentarse en otra silla, dejando a su madre entre
ella y yo. Cada pocos minutos, miraba desde atrás de su madre para
asegurarse de que no estuviera acosándola.
Después de otros treinta minutos, la puerta interna se abrió y la
adolescente salió, seguida por la Dra. Patrizia y Mason. Los miré de cerca.
Los ojos de la chica estaban rojos, pero no por un demonio; había estado
llorando fuertemente. Su rímel estaba arruinado, pero parecía más liviana,
más vibrante. El ligero olor a azufre que acababa de aprender a asociar con
la posesión demoníaca había desaparecido.
—De acuerdo, Sharon —dijo la Dra. Patrizia—. Te veremos la semana
que viene y hablaremos de la escuela.
La chica de repente se dio la vuelta y abrazó a la doctora. La Dra.
Patrizia le devolvió el abrazo. Podía sentir cómo olas de empatía fluían de
su interior.
Finalmente, la chica se fue. La Dra. Patrizia miró por la habitación.
Tenía una expresión confusa en su cara mientras miraba de mí a la niña.
Podía sentir que algo había cambiado.
—Sra. Brunella, Agatha —dijo la doctora—, cerraré esta consulta y ya
estoy con ustedes.
La mujer dijo— No hay problema, doctora. Sigue siendo demasiado
temprano para nuestra cita. —Entonces miró hacia su hija como si esperara
un berrinche.
La niña, Agatha, me miró y se ocultó detrás de su mamá—. Sí, doctora.
Esperaremos.
Con una mirada sorprendida, la doctora giró y abrió la puerta.
—Luna —dijo la Dra. Patrizia—, por favor ven con nosotros.
Entré a la habitación. «No es una habitación; ¡es una jaula a prueba de
sonidos! ¡Pueden hacerme cualquier cosa aquí!» Aplasté la voz minúscula
del demonio. Mason no me habría salvado la vida solo para traerme a un
lugar para ser herida. De todas formas, sentí un poco de preocupación
cuando la puerta se cerró con un golpe. La loba miró a nuestro alrededor y
decidió que podríamos sobrevivir a una caída desde la ventana del cuarto
piso. Tener una ruta de escape, sin importar cuán peligrosa, calmaba a la
loba.
—Luna —dijo la doctora—, no lo tomes a mal. Pero, ¿qué le hiciste a
Agatha?
—Solo le recordé que no está en la cima de la cadena alimenticia —
respondí—. Los niños malcriados que no aprecian los sacrificios de una
madre me irritan.
—Ya veo —dijo. Entonces caminó hasta unas sillas en el medio de la
oficina, indicando dónde quería que Mason y yo nos sentáramos.
Había una pequeña mesa entre nosotras, con un plato cubierto sobre
ella. Le quitó la cubierta para revelar una docena de galletas de canela
recién horneadas—. Por favor, sírvete —dijo la doctora.
Las galletas olían maravilloso, y no pudimos detectar trazas de nada
más que harina, huevos, y canela. Tomé cuatro y comencé a comer. Mason
tomó una.
La doctora me miró fijo, y sentí el cosquilleo de la magia evaluando.
Mientras ella miraba mi interior, yo examiné su oficina. Un diploma en su
pared declaraba que su nombre completo era Dra. Ana Gabriela Patrizia.
Qué gracioso, pensaba que Patrizia era su primer nombre. Las bibliotecas
tenían una variedad de libros sobre varios temas, con abundancia de guías
para viajeros. La doctora era una exploradora. Había otros libros que eran
infantiles y cuentos de hadas.
Sorprendida, me di cuenta de que muchos de los libros estaban en
idiomas extraños, recordándome a la biblioteca de mi madre. A la cual ya
no entraba ahora.
—Entonces, Luna —dijo la doctora—, ¿crees que tienes un demonio en
tu interior?
Mirándola a los ojos, dejé que el demonio minúsculo mirara a través de
las barras de su jaula. Sentí cómo mis ojos cambiaban. Ahora al frente de
mi consciencia, la voz del demonio era más fuerte. «¡Me va a lastimar!
¡Huye!»
—Claramente eso espero —dije, respondiendo tanto a la doctora, como
al demonio—. ¿No puedes verlo? ¿A lo del demonio?
—¿Esperas tener un demonio? —preguntó la doctora mientras yo
empujaba al pequeño bastardo a la oscuridad.
—Bueno, sí —dije—. De lo contrario, solo estoy loca. Y los lobos que
se vuelven locos son matados.
—No estás loca —dijo Mason—. Tanto la doctora como yo hemos visto
las señales de posesión demoníaca. Solo debemos asegurarnos.
—Claro —respondí—. Así como esa chica, Sharon. Era claro que tenía
un demonio en su interior.
—¿Cómo lo notaste? —preguntó la Dra. Patrizia.
—Los ojos, la actitud, el olor a azufre —dije.
Mason y la doctora intercambiaron una mirada. Me di cuenta de que lo
que era obvio para mí y para mi loba quizás no era tan obvio para ellos.
—Tomó varias visitas y una cantidad enorme de pruebas para
determinar que Sharon estaba poseída —dijo la Dra. Patrizia—. ¿Estás
diciendo que puedes olfatearlos?
¿Semanas de pruebas, mientras ese monstruo torturaba a la adolescente?
Acaricié a mi loba. ¿Estábamos seguras de que podíamos olfatear la
posesión demoníaca? Sí, ahora que sabíamos qué buscábamos.
Asentí con confianza y dije— ¿Por qué no los exorcizan a todos? ¿En
lugar de dejar que los chicos sufran?
Mason respondió— Realizar un exorcismo donde no hay un demonio es
nocivo para la mente del paciente. Sería como dar antibióticos potentes
cuando no hay una infección presente. No haría bien, y podría causar daño.
—¿Y la otra niña? —preguntó la Dra. Patrizia—. ¿Qué ocurre con ella?
¿Está poseída?
—No —respondí—, solo es una perra malcriada. Quise decir bruja.
La doctora anotaba en su cuaderno. Mason volvió la conversación a
nuestros problemas—. Creo que Luna tiene un demonio.
«¿Creo?» ¿Acaso no lo sabía?
—¿Cuáles fueron las señales? —preguntó la doctora.
—Cambios de humor. Ataques sin provocación. Pérdida del sentido del
humor —dijo—. Además vi un destello de rojo en sus ojos cuando se enojó.
La doctora me miró, apreciándome—. ¿Pero estás segura de tener un
demonio?
—Sí —dije—, el maldito está en una jaula en mi mente. —Para
molestarla a ella y al demonio, dije— Y nunca va a salir con vida.
Hubo un escalofrío en la porción delimitada de mi mente y una voz
minúscula dijo «Oye, no es necesario eso. Puedo ayudarte a hacer muchas
cosas». Lo ignoré.
—Bueno —dijo la Dra. Patrizia mientras se ponía de pie—. Si estás
segura. Terminemos con esto. —Dando un paso hacia atrás de su escritorio,
se estiró hacia abajo y sacó un curioso recipiente de vidrio. Tenía una forma
que se movía hacia esos espacios donde la visión humana no podía seguir.
Me daba un ligero dolor de cabeza mirarlo.
—Esto es una botella Klein —dijo la doctora—. Tiene propiedades que
hacían que fuera ideal para impresionar a los demonios. —Mirar la botella
hacía que el demonio comenzara a gritar. Sonreí ante la idea de guardar al
pequeño bastardo.
La Dra. Patrizia miró hacia Mason y asintió la cabeza. Mason sacudió
las manos y dijo incoherencias. La alfombra, que no había notado cuando
entré, comenzó a brillar con formas geométricas. Mi silla ahora estaba en el
centro de un pentagrama dentro de un círculo. Un extraño silencio me
abrumó, como si el mundo externo hubiese sido separado.
La Dra. Patrizia se arrodilló al borde de mi círculo, en el punto norte del
pentagrama, y acostó la botella con el cuello apuntando hacia mí. El borde
de la botella rompía la línea del círculo. Siguiendo la línea del círculo ahora
mostraba que fluía por la botella, hacia adentro y hacia afuera, hacia
adentro y hacia afuera, y luego continuaba alrededor de mi silla.
Sorprendida, noté que había estado siguiendo el flujo del borde del
círculo durante varios minutos.
—Luna —dijo la doctora firmemente— ¡Libera tu demonio!
«Por favor, por favor no me envíes a ahí» dijo la voz en mi mente. Abrí
las puertas de la jaula y el demonio salió. Donde antes había deambulado
grandiosamente, enviando pensamientos de odio, traición, y celos, ahora
rogaba que lo perdonara.
El pequeño bastardo no sabía que los hombres lobo no perdonan. Le
pateé el trasero mentalmente y salió disparado de mi cabeza y hacia la boca
de la botella. Mi imagen mental de él era de un hombre corriendo en una
cinta ergométrica, corriendo a toda velocidad, pero sin hacer progreso
mientras corría por el interior de la botella.
La Dra. Patrizia removió la botella, y la línea del pentagrama volvió a
su forma original. Miró hacia la botella y se estremeció. Me pregunté cómo
sería que una bruja percibiera a un demonio.
Mason y la doctora intercambiaron una mirada, y me pregunté qué
estaba mal—. ¿Estás segura que está limpia? —preguntó la doctora.
—Quizás deberíamos hacer unas pruebas más —dijo Mason.
—Oigan —dije, sacudiendo las manos—. Estoy aquí. Puedo asegurarles
que el bastardo se ha ido. —Me incliné hacia adelante para tomar otra
galleta de la mesa, rompiendo el límite del pentagrama. Un cosquilleo
musical acompañó la rotura del escudo. Una inhalación profunda de la Dra.
Patrizia fue la única señal de que no debí haber podido hacer eso.
—Lo siento —dije—. No sabía que eso rompería tu pentagrama.
Respirando profundo, dijo— No te preocupes por eso, Luna. Siempre
podemos hacer otro.
—Al menos eso demuestra que ya no está infectada —dijo Mason—.
Ningún demonio podría atravesar uno de mis pentagramas.
Decidiendo cambiar de tema, pregunté— ¿Qué van a hacer con el
demonio?
—No puedo matarlos —dijo ella—, así que los aprisiono en su lugar.
—¿No puedes matar al demonio? —pregunté.
Mason sacudió la cabeza detrás de la doctora y dijo la palabra «Wicca»
en silencio.
—Estamos juradas a no hacer daño —dijo la doctora.
—¿Ni siquiera si el monstruo merece ser eliminado? —pregunté—. Son
violadores. Violadores mentales. Diablos, déjame ponerle mis garras
encima al bastardo y me encargo yo de él.
Mirando hacia la botella que alteraba el espacio y que tenía en sus
manos, la doctora suspiró—. Sería fácil. Pero estaría mal. A veces lo que es
fácil no es lo correcto. —Caminó hasta una pared, susurró una palabra que
no pude escuchar, hizo un gesto que no pudimos ver, y una sección de la
pared se movió hacia un lado. Adentro había tres estantes. Sobre los
estantes, había cerca de una docena de estas botellas Klein, de tamaños
distintos; algunas más grandes y otras más pequeñas. Ocho de las botellas
tenían un demonio adentro.
Uno miró con la cara de la chica, Sharon. «¡Por favor, líberame! La
bruja atrapó mi alma y dejó al demonio en mi cuerpo».
—Lo siento —dije, tocándome la nariz—, eso no funcionará. No puedes
engañar la nariz de un lobo. —La cara se volvió la de una bestia gruñendo.
Ignorando mi comentario, la doctora se estiró para alcanzar el estante
superior y bajó un amuleto. Tenía una red de poder tejida firmemente que lo
rodeaba. La Dra. Patrizia le entregó el amuleto a Mason—. El pago por las
botellas y tu asistencia.
Mason tomó el amuleto y lo examinó de cerca—. ¿Estás seguro? —
preguntó—. Esto es mucho más de lo que esperaba.
—Sí, estoy segura —dijo—. Por favor acéptalo. Lo necesitarás muy
pronto.
Quería preguntar por qué era importante que Mason tomara el amuleto,
en lugar de efectivo u oro.
Mirando a la Dra. Patrizia con ojos dudosos, Mason dijo— ¿Ninguna
otra pista? ¿Solo «lo necesitarás»?
—Sabes las reglas —respondió—. Cita en Samarra.
Mason abrió la boca para protestar, pero vio la expresión decidida en la
cara de la Dra. Patrizia—. De acuerdo, doc. Gracias por el amuleto.
Entonces se aflojó la corbata y colocó la cadena alrededor de su cuello,
guardando el amuleto. Mientras él se volvía a anudar la corbata, la Dra.
Patrizia dijo— Tengo otra cita ahora—. Se alejó de la pared y esta se
deslizó nuevamente a su lugar, ocultando los artilugios mágicos que tenía
almacenados allí.
Entendiendo la indirecta, Mason tomó mi mano—. Doctora, fue un
placer trabajar contigo de nuevo. Llámame si necesitas más botellas.
La Dra. Patrizia abrió la puerta y gesticuló para que Mason saliera.
Mientras caminaba detrás de él, ella me tocó el brazo—. Luna —dijo—,
¿podemos hablar?
Gesticulándole a Mason que continuara, giré hacia la doctora mientras
ella cerraba la puerta—. ¿Es ahora que me entregas la factura?
Sacudió la cabeza rápidamente—. No, no —dijo—. Las botellas de
Mason son más que pago suficiente por esta sesión. Quería preguntar si
estarías dispuesta a tener consultas conmigo. Tu habilidad para ver
demonios sería de gran ayuda.
Estaba por decir que sí cuando se me ocurrió algo—. Quizás podamos
llegar a un acuerdo —dije—. ¿Qué sabes acerca de restaurar recuerdos
perdidos? —Odiaba negociar con las almas de brujas pequeñas, pero
necesitaba ayuda con mamá.
En los siguientes minutos, habíamos llegado a un acuerdo de una
consulta. Un acuerdo que incluía un pago notorio por cada demonio
identificado y eliminado. Entonces, cuando la situación de la manada
estuviera resuelta, la Dra. Patrizia examinaría a mi mamá y la ayudaría de
cualquier forma que pudiera.
Mientras estrechaba mi mano, tuve que reírme de la idea de nosotras
trabajando juntas, la loba asesina y la Wicca pacifista. Quería discutir el
caso de mi madre, pero la doctora tenía otros pacientes esperando.
Abriendo la puerta de la oficina la doctora me acompañó a la salida y se
despidió. Entonces invitó a la madre y a su malcriada a que entraran.

En el auto, de camino hacia el hotel, tuve que preguntar— ¿Qué hace ese
collar?
—Redirige los impulsos de quien lo usa —dijo.
—¿Qué?
—Como un cinturón de seguridad o una armadura, protege a quien lo
usa de los choques repentinos —dijo—. Con esto alrededor de mi cuello,
podría saltar de un edificio de veinte pisos y sobreviviría a la caída.
Pensando en nuestra carrera en Tokio, lo recordé haciendo algo como
eso para detenerse.
—Te he visto redirigir el impulso sin ningún artilugio —dije.
—Esto es rápido, mucho más rápido —dijo—, es automático.
Cambiando de tema, pregunté— ¿De qué se trataba esa charla de «Cita
en Samarra»?
—La Dra. Patrizia tiene un toque de la Vista —dijo Mason—. A veces
puede ver el futuro. La historia de Samarra se trata de evitar el destino.
Entonces recordé la historia—algo acerca de un hombre que veía a la
Muerte, corriendo para evitarla, y después encontrando que el lugar a donde
había huido era dónde tenía la cita con la Muerte.
«¿Estamos listas para enfrentar a la muerte?» le pregunté a mi loba.
Resopló y me envió una imagen; una figura con una capa oscura
arrastrándose para alejarse de nosotras, usando sus manos de esqueleto,
mientras comíamos felices piernas huesudas. La muerte puede llegar, pero
le esperaba una gran lucha.
Llegamos al hotel en la tarde, y me di cuenta que estaba famélica. Las
galletas habían sido riquísimas, pero no muy llenadoras. Mi apetito había
sido arruinado por la preocupación por el demonio. Ahora que el pequeño
parásito se había ido, me sentía mucho mejor. Y hambrienta.
—Sabes, Mason —dije—. Realmente me gustó ese restaurante de
filetes. ¿Podemos comer allí de nuevo?
—Donde quieras, Luna —dijo. Tomó mi mano y sentí el cosquilleo de
la magia en su toque.
Caminamos juntos, tomados de la mano, con un futuro brillante por
delante de nosotros. Entonces vi un destello momentáneo y la mano de
Mason dejó la mía. Sentí cómo una mano enorme, con garras largas, se
envolvió alrededor de mi cuello desde atrás.
—Hola, Luna —dijo Raymond.— ¿Me extrañaste?
C ITA C O N R AY M O N D

R aymond me levantó del suelo con una sola mano, dejando mis pies
colgando por sobre la acera. Mis zapatos cayeron al suelo.
Lo escuché olfatear y luego resoplar—. ¡Apestas a ese mago! —
dijo—. Cuando regresemos al recinto, habrá que fregarte para eliminar ese
hedor.
Mi visión se estaba poniendo roja. Podía aguantar la respiración un
largo rato, pero eventualmente me desmayaría. Con mi visión mientras se
debilitaba, podía ver al mago mellizo restante dar un paso desde una portera
cercana. Así que así fue que el bastardo se había ocultado de mis sentidos
de loba.
Broté mis garras y llevé mis manos hacia atrás de mi cabeza para tomar
la muñeca de Raymond, enterrando las uñas profundamente. El problema
con estar colgando era que no tenía forma de impulsarme para alejarme.
Levanté mis rodillas hacia mi pecho, apoyada con los dos brazos en la
muñeca de Raymond, y pateé hacia atrás lo más fuerte que pude.
De premio recibí un «uff» de Raymond y su agarre se soltó. Me escurrí
y giré para encarar a mi enemigo. No se veía herido. Ni siquiera se veía
enojado. No había cicatrices ni heridas de nuestra última pelea. Diablos,
había hundido su cabeza, roto varios huesos, y sacado un ojo; ahora se veía
como si nada le hubiera ocurrido. ¿Qué tomaría detener a este bastardo?
Frotó su panza donde mis pies habían conectado y dijo— Atrevida. Me
gusta. Esto será divertido.
—Bastardo —dije—. Pateé tu trasero la última vez, y lo haré de nuevo.
Inclinó la cabeza y sonrió, mostrando una cantidad inhumana de dientes
—. Te subestimé, pensé que serías agradecida por mi bondad —dijo—. En
su lugar, me atacaste y mataste a Aaron.
Por sobre su hombro, podía ver dónde había aterrizado Mason sobre un
auto a unos cincuenta pies de distancia, aplastándolo—un impacto que
hubiera matado a cualquier humano y muchos hombres lobo. Entonces vi
que sus dedos se torcieron. ¡Estaba vivo! Tenía que mantener a Raymond
concentrado en mí.
Inicié el cambio a mi forma de loba, mi forma más fuerte. Mis garras
traseras se extendieron y mis colmillos se alargaron. Una sacudida de mi
cabeza y las gafas de sol salieron volando, revelando mis ojos lupinos. Pero
antes de que la transformación estuviera completa, Raymond utilizó su
control de alfa para detener mi cambio. «Maldición».
—Pateé tu trasero siendo humana la última vez —provoqué—. ¿No lo
recuerdas? Y esta vez no tienes a la Brigada A para que te ayude.
Lo vi mirar atrás mío y solo tuve la advertencia de un momento cuando
un relámpago chocó contra mi trasero desde mi derecha. Un remolino de
pensamientos pasó por mi mente. ¿Por qué no estaba muerta o
inconsciente? Entonces miré la estructura del rayo que me había golpeado.
La energía había sido derivada a un compartimento de almacenamiento
mental. El exceso se esparció por todo mi cuerpo, causando que cada vello
se pusiera de punta. ¿Cuándo había aprendido a absorber relámpagos?
Miré al mago, que tragó visiblemente—. Imbécil —dije—, arruinaste
mi peinado. —El mago vio el odio en mis ojos y dio un paso hacia atrás—.
¡El mejor de ustedes murió en Tokio! —gruñí y su cara se volvió pálida.
No era realmente ruda, solo quería mantener su atención enfocada en mí
mientras Mason luchaba por levantarse de dónde había caído.
Había sido rescatada por mis crecientes habilidades mágicas, las cuales
me permitían almacenar y redirigir el relámpago. Pero, ¿qué podría hacer
con este relámpago adicional? Estaba comenzando a doler, quemando en mi
mente, ansioso por escapar. ¿Se lo disparaba al maldito mago? No, él lo
había generado; probablemente estaba protegido. Levanté la mano izquierda
y electrocuté a Raymond, añadiendo mi propia energía al rayo. Sentí cómo
mi cabello cayó a la normalidad.
Se sacudió como un hombre al que acababan de electrocutar con una
pistola paralizante, pero se recuperó rápidamente. Maldición, tenía la
esperanza de volverlo una pila humeante de carne. Raymond no tenía
magia, pero el rayo no lo había matado. Nuestra resistencia loba natural
contra la magia y las lesiones lo estaba protegiendo.
El mago fue paralizado, aunque fuera por un segundo, y volví mi
atención a Raymond. Respiré profundo y el hedor a ozono del relámpago
quemó mi nariz, luego fue rápidamente alejado con el viento.
Ignoré al mago por el momento, concentrándome en el peligro mayor:
Raymond. Los dos estábamos en esa forma mitad humana, mitad lobo, la
mejor forma para pelear, combinando garras y colmillos de lobo con la
agilidad y planificación humana.
Intenté usar el truco con el esmalte de uñas mágico, obligándolo a
quedar invisible para ocultar el largo de mis garras. Arrinconando a
Raymond, manoteé hacia su cara con mi mano derecha, esperando arañarlo
con mis garras transparentes, mientras que mi mano surgía con un golpe
que lo hubiera destripado si hubiera conectado.
Pero él era demasiado inteligente como para caer con el mismo truco
dos veces. Lo esquivó y bloqueó mi golpe de la mano derecha y su mano
derecha golpeó la mía izquierda hacia un lado. Sus garras desgarraron a
través de mi vestido, dejando arañazos profundos en mi vientre.
«Maldición, otro vestido destruido».
Me mantuve cerca de Raymond, sabiendo que la única cosa que evitaba
que el maldito mago me electrocutara desde atrás era el hecho de que si lo
hacía también electrocutaría a Raymond.
Como antes, podía ver los movimientos que Raymond planificaba.
Como una imagen fantasma, podía notar lo que estaba por hacer.
Demasiado rápido como para que un humano reaccionara, pero estas
advertencias prescientes me permitían esquivar o bloquear la mayoría de los
golpes de Raymond.
Una parte distante de mi mente registró la ráfaga de golpes y bloqueos
como un estruendo continuo, ocurriendo demasiado rápido como para hacer
sonidos separados. También noté que los peatones se estaban alejando de
nuestra área, caminando en otra dirección calmadamente, aunque estábamos
haciendo más ruido que un choque de trenes. Más de los trucos de ese mago
para evitar revelarnos ante los mundanos.
Aunque igualaba a Raymond en velocidad, él era más fuerte. También
tenía acceso a la energía de una manada completa y no parecía estar
cansándose. Comencé a sentir los efectos de sus golpes, aunque era capaz
de desviar la mayoría de la energía.
Entonces noté que Raymond me estaba moviendo para girar mi lado
hacia el mago. Cuando su cuerpo estaba fuera del camino de la destrucción,
el mago podría desencadenar un hechizo sobre mí. Escuché al mago
comenzando a enunciar un encanto y sentí el cosquilleo de magia
aumentando. Era solo una cuestión de segundos antes de que fuera
electrocutada.
Raymond abruptamente dio un paso hacia atrás, dándole al mago lugar
para desencadenar su hechizo. El mago tenía ambas manos levantadas, con
los dedos torciéndose en direcciones imposibles, con palabras de poder
fluyendo de su boca, listo para desencadenar el infierno sobre mí.
Pero perdió el equilibrio por una ráfaga de viento tan fuerte que pareció
un sólido. El mago voló por los aires y se hubiera impactado contra el lado
de un edificio, pero logró detenerse. Giró y comenzó a acercarse a nosotros,
mirando fijo a su oponente.
Mason entró a nuestro rango de visión, brillando del poder, con los ojos
ardiendo del enojo. Aparentaba estar ileso, aunque su traje colgaba de su
cuerpo como harapos. Preparó otro hechizo de viento y se lo lanzó al mago,
solo para que el mago lo volviera una ligera brisa.
Raymond escupió— ¿Cómo sobrevivió a esa caída?
—Sobrevivió porque es mejor que tú —provoqué—, y ahora está
enojado. —Le envié un agradecimiento silencioso a la bruja curandera.
Raymond volvió su atención hacia mí de nuevo con una mirada
calculadora en sus ojos. Si pudiera sacarme de la pelea, él y el mago
podrían derrotar a Mason. Raymond presionó su ataque, los golpes y
arañazos viniendo mucho más rápido ahora. Incluso con la ventaja de saber
de dónde venía su próximo golpe, los mismos comenzaron a llegar.
Con una gran sorpresa, noté que Raymond ya no estaba luchando para
volverme su pareja; estaba luchando por matarme como rival. Quizás no
debía haberlo provocado tanto con lo de Mason.
Me hizo retroceder hacia una esquina. Necesitaba lugar para evitar sus
golpes, algo que ya no tenía. Necesitaba alejarme. Por sobre el hombro de
Raymond, vi a los dos magos tirando hechizos, ninguno realmente
afectando al otro. Parecía un empate.
Desesperada por hacer lugar, esperé el siguiente arañazo de Raymond.
En lugar de esquivar, me incliné hacia atrás. Las puntas de sus garras no
tocaron mis ojos por una distancia mínima. Mientras su mano continuó más
allá de su cara, tomé su muñeca con ambas manos con garras. Me levanté
con ambos pies, tirando de su brazo en simultáneo. Como resultado, mi
salto hacia arriba fue aumentado por el tire de su brazo. Levanté las piernas
lo más alto que pude, trayendo mis garras traseras hacia el ataque.
De repente mis pies con garras estaban en su cara, arañando hacia abajo.
Antes de que él pudiera reaccionar, utilicé el impulso logrado por hacer que
mis garras se enterraran en su cara para saltar por sobre su cabeza. Aterricé
cerca de diez pies detrás de él, cerca de Mason, y giré para ver si mis garras
habían hecho una diferencia.
Maldición. Le había errado a sus ojos, y las heridas ya estaban sanando.
Respiré profundo, lista para vadear nuevamente, cuando Mason hizo un
ruido. Eché un vistazo e intercambié una mirada con él. Él me miró y
después hacia el mago mientras asentía con la cabeza. Entonces miró a
Raymond y asintió nuevamente.
¿Qué diablos quería decir eso? Entonces se me ocurrió. Quería
intercambiar oponentes. ¿Acaso yo sería mejor luchando contra el mago?
¿Quién podría saberlo? Pero el emparejamiento actual no nos iba a permitir
ganar. Asentí una vez y salté hacia el mago.
En mi vida periférica, vi que Mason golpeó a Raymond con uno de esos
golpes de aire sólido, reventándolo contra el lado del edificio.
Arrinconando al mago, gruñí fuerte, enviando los sonidos subsónicos
que aterraban a los humanos. Vi el miedo en su cara, pero se recuperó lo
suficientemente rápido como para realizar un hechizo de escudo. Mis garras
se deslizaron por su escudo invisible. Re-enfoqué mis ojos y de repente
pude ver el escudo—una fina red de magia que servía para redistribuir
cualquier ataque dirigido hacia el mago.
Pero podía ver el patrón. A medida que cada uno de mis golpes daba
contra el escudo, podía ver el flujo de energía. La energía se acumulaba en
ciertos puntos, acumulándose con cada golpe. ¿Acaso podrían ser puntos
débiles? Golpeé contra él varias veces en un segundo, acumulando la
energía en esos puntos, y luego arañé con toda mi fuerza en el punto débil.
Su protección reventó como una burbuja de jabón. Sentí cómo mi boca
se transformaba en un hocico, lo mejor para desgarrar su garganta. Con un
manotazo desesperado, gesticuló nuevamente y sentí el cosquilleo que
ponía los pelos de punta que precedía un choque eléctrico.
El crujido de los relámpagos me ensordeció cuando un rayo golpeó el
suelo a mis pies. Sentí el cosquilleo de la magia en mi piel y supe que había
desviado el rayo en el último segundo. Pestañeé el eco del destello y mi
audición regresó mientras mi sanación impulsada por mi poder lobo se
activó.
El mago ahora estaba a unos diez pies de distancia. Revertí mi hocico a
forma humana para provocarlo.— El relámpago no funcionó la última vez,
y de nuevo no funcionará. —Di un paso hacia él.
Lanzó un hechizo y de repente sentí como si estuviera manoteando
dentro de arenas movedizas. ¿Algún tipo de hechizo que alteraba la
gravedad? Daba lo mismo; no era lo suficientemente fuerte como para
detenerme, solo ralentizarme. Di un paso más hacia él, luchando contra la
presión.
El ceño del mago se frunció en concentración y la presión aumentó,
ralentizándome incluso más. Redoblé mis esfuerzos y continué
moviéndome hacia él.
Estaba a solo unos pies de distancia, casi dentro del alcance de mis
garras. «Solo un poco más de esfuerzo». Pero el bastardo tenía una sonrisa
burlona en su cara, como si tuviera un secreto.
Habló en un lenguaje que no entendí, palabras que se deslizaron dentro
de mi cerebro, buscando alojarse. Pero las palabras no encontraron albergue
allí y se volvieron a deslizar fuera, dejándome sintiéndome sucia—. Detén
esa mierda —dije—. Hace cosquillas.
—Pero el demonio —dijo.
De repente se volvió claro quién me había infectado con ese demonio.
—¿El que estaba adentro del collar? —pregunté. Asintió
involuntariamente y confirmó mis sospechas.
—Me comí al puto demonio —gruñí—, igual a como te comeré a ti. —
Extendí mi hocico, brotando más dientes, dientes más filosos, y acosé al
mago. Había usado todos sus trucos, todo su poder—pero no había sido
capaz de derrotarme.
La sensación de arenas movedizas desapareció, permitiendo
movimiento normal. Un manotazo de mis garras y estaba en el suelo,
sangrando de su brazo arañado. Mientras mis dientes se acercaban a su
garganta, susurró— Piedad.
Pero no había piedad, ni dentro de mí, ni de la loba. Su sangre era dulce,
con un cosquilleo de magia, mientras comíamos.
Momentos después, me sacudí hasta concientizarme del frenesí de
matanza. Todavía estaba Mason para ayudar. Giré y los vi enfrentándose el
uno al otro, con Mason luciendo desganado y arañado en varios lugares,
vacilando de pie. Raymond se veía mejor, pero podía ver que había usado
todas sus reservas.
—Creo que deberíamos discutir la renuncia —dijo Mason.
—¿Renuncia? —resopló Raymond—. Muéstrame tu cuello, mago, y te
mataré. No aceptaré tu renuncia.
Respirando profundo, Mason dijo— En realidad, estaba hablando de
que tú renunciaras ante mí. Muéstrame tu cuello y sobrevive como mi
mascota.
Ante la palabra «mascota», Raymond gritó y saltó. Me agaché para
saltar e interceptarlo, pero antes de que pudiera moverme, Mason gesticuló
y Raymond se detuvo en el aire, atrapado en una red de hilos mágicos.
Mason lo había provocado para que saltara hacia su trampa.
Raymond flotó en el aire como un globo de helio, toda su gran fuerza
inútil sin dominio de sus brazos o piernas. Mi visión mágica mostró un
capullo de aire sólido envuelto alrededor de Raymond, inmovilizándolo
como un yeso de cuerpo completo. Ingenioso—la magia simplemente se
deslizaba de los hombres lobo, pero estaba siendo sostenido por el aire, no
la magia.
De todas formas, podía ver la red de magia que forzaba al aire a
solidificar. Sabía cómo romper el hechizo a través de la combinación
correcta de fuerza y magia. Almacené la información por si algún mago
intentaba utilizar el mismo truco sobre mí.
Mason caminó a su alrededor hasta que estaba atrás de Raymond.
Estirándose hacia arriba con un dedo, Mason tocó la pierna de Raymond. El
chasquido de hueso roto se pudo escuchar a través del estacionamiento.
Raymond aulló del dolor.
Mason hizo un gesto y una burbuja de silencio brotó a nuestro
alrededor.
Raymond estaba mirando fijo hacia Mason con una mirada de odio
intenso. Mason se estiró una vez más con el dedo y tocó la otra pierna de
Raymond. El chasquido de hueso roto fue incluso más fuerte esta vez.
—Ríndete —dijo Mason.
—No, nunca —dijo Raymond. Ahora un brazo chasqueó. Esos huesos,
más duros que el acero, estaban derrumbándose bajo la magia de Mason
como tiza.
—Ríndete —dijo Mason.
Tomó varios segundos y varias respiraciones profundas, pero finalmente
Raymond respondió— No—, dijo, entonces, con un susurro— nunca.
Otro chasquido fuerte y el brazo izquierdo se rompió.
—Tienes otros doscientos huesos más —dijo Mason—. Puedo continuar
todo el día. ¿Te rindes?
—No —susurró Raymond.
Mirándome, Mason dijo— Podría simplemente matarlo, ¿sabes? —
Poniendo el dedo en su mentón, continuó —O enviarlo a las tierras sin sol,
que nunca más vea a su lobo.
La cabeza de Raymond se movió de golpe ante esto, pero se mantuvo en
silencio.
Temblé ante la idea de la separación, incluso para un monstruo como
Raymond, pero sacudí la cabeza—. Que un mago lo matara dejaría a la
manada en caos. Debe someterse ante ti y mantenerse con la manada—.
Mason no entendía las políticas de manada. Tenía que haber un alfa, y el
viejo alfa debía visiblemente someterse ante el nuevo alfa. En la ausencia
de una sucesión clara, la manada lucharía entre ellos para seleccionar un
alfa nuevo.
La idea de que este bastardo deambulara libremente algún día me daba
asco, pero tenía que actuar en el mejor interés de la manada, incluso los
cachorros desorientados que seguían a Raymond. Si la jerarquía de la
manada se desplomaba, también lo haría nuestro arreglo con el gobierno.
Los tanques y las bombas arrasarían con nuestras tierras, matando a los
culpables y a los inocentes a la vez.
Mason caminó alrededor de Raymond, cuyo cuerpo flotante giró
obedientemente para que Mason pudiera verlo a los ojos—. Qué lástima,
Raymond —dijo Mason sin romper la mirada—. Luna dice que no puedo
matar o exiliarte. Parece que será un día largo para ti. —Mason se estiró
nuevamente y tocó la clavícula izquierda de Raymond, rompiéndola. Fue
entonces que noté que las heridas de Raymond no se estaban curando.
Mason lo había cortado de las energías de la manada.
—Solo muéstrame tu vientre y me detendré —dijo Mason—. Te dejaré
sanar. Aún puedes dirigir la manada.
—Como teniente de Mason —intervine, solo para dejar claro el arreglo.
—No —dijo Raymond, seguido por un quejido. Pude notar que estaba
teniendo dificultades para mantener la mirada de Mason.
—Entrégate —dijo Mason mientras se estiraba y rompía la clavícula del
lado derecho de Raymond—. Tu correa será larga. Rara vez nos verás a
Luna o a mí.
Mordiéndose los labios, Raymond ya no podía mantener la mirada fría
de Mason. Durante solo un segundo, miró en otra dirección. Después de
eso, aunque trajo sus ojos hacia la mirada, se había acabado. Temblando
descontrolado, Raymond agachó la cabeza y susurró— Me entrego.
Me elevé de mi cuclilla de pelea y retraje mis garras. Miré hacia abajo,
a mi vestido arruinado e intenté mantener juntas las secciones desgarradas,
pero me rendí. Todavía podía saborear la sangre del mago en mi boca y
desesperadamente quise cepillarme los dientes, pero necesitábamos
completar la transferencia del título.
—Mason —dije—, acuéstalo sobre su espalda. Después coloca tu pie
sobre su cuello.
Con un gesto, Mason giró el cuerpo flotante de Raymond y lo dejó
acomodarse sobre su espalda. Raymond intentó moverse, pero sus
extremidades rotas lo detuvieron. Mason caminó hacia él, sin romper
contacto visual por un solo momento, y colocó su pie sobre el cuello de
Raymond. Un suspiro escapó de la boca de Raymond y pareció marchitarse.
—No me digas que debo orinarle encima para cimentar mi dominancia
—dijo Mason.
—Claro que no —dije—. No somos perros. —Sacudiendo la cabeza
ante su ignorancia, me acerqué y junté mis zapatos.
Saltando sobre un pie para colocármelos, vi a Mason inclinándose sobre
Raymond, con el pie aún firmemente sobre su cuello. Estaba gesticulando y
susurrando un hechizo.
Enfoqué mis ojos en el espectro mágico y vi que Mason había llevado
un hilo plateado de magia desde su corazón hasta la cabeza de Raymond.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—Seguro —dijo Mason—. Tienes tus formas de control… —gesticuló
hacia su pie sobre el cuello de Raymond— …y yo tengo las mías.
Vi mi confusión reflejada en los ojos de Raymond, y tuve que preguntar
— ¿Seguro?
—Un enlace vita entre Raymond y yo —dijo.
—¿Qué hace?
Mason apretó los labios mientras pensaba en la mejor explicación y
finalmente dijo— Si yo muero, él muere.
Ante el brillo de esperanza en los ojos de Raymond, pregunté— ¿Y si lo
matan o se suicida?
—Oh, es un enlace de una sola vía —dijo Mason, ignorando la mirada
de desespero en la cara de Raymond—. Si él muere, yo recibo su fuerza de
vida restante. Nada de lo que él pueda hacer —dijo Mason, presionando su
pie con más fuerza sobre el cuello de Raymond—, puede herirme.
Con ese detalle abordado, Mason finalmente sacó su pie de encima de
Raymond y liberó el hechizo que prevenía que se sanara. Hizo un gesto y el
flujo de energía de la manada corrió por el cuerpo de Raymond, el cual se
estremeció mientras comenzaba a curar. El hechizo de contención seguía
allí, y pensé que Mason estaba aprontándose para un posible ataque.
Entonces una mirada más de cerca demostró que el hechizo de contención
en realidad estaba en realidad enderezando los brazos y piernas de
Raymond, sosteniéndolos en su lugar mientras se curaban a velocidad de
hombre lobo. Como un yeso mágico para el cuerpo.
La energía de la manada no se detuvo en Raymond. Podía verla rugir a
través de ese enlace plateado y hacia el cuerpo de Mason. Sus magulladuras
desvanecieron mientras miraba, sus cortes se curaron, y se veía revivido.
Solo la tierra y la ropa rota indicaban que acababa de estar en una pelea por
su vida.
Miré alrededor del estacionamiento destruido. Una ambulancia estaba
en la escena, juntando el cuerpo mutilado del mago. Dos camiones de
bomberos estaban en la punta lejana del estacionamiento y había bomberos
extinguiendo la llamarada donde algunos de los autos se habían incendiado.
Un equipo de noticias estaba cerca y podía escuchar cómo un presentador
decía— …tormenta fuera de lo normal. Un tornado tocó solo esta sección
de Casper. El destrozo es alarmante, pero la tormenta parece haberse
disipado. Por ahora, solo tenemos un fallecimiento confirmado. —Los
mundanos ignoraban la evidencia de lo sobrenatural.
Me pregunté por un segundo por qué nadie estaba intentando arrestar o
entrevistarnos. Mason vio mi mirada y tiró de su propia oreja. «Oh, claro».
El hechizo del cono del silencio también prevenía que nos notaran. Bien,
porque yo estaba hecha un desastre.
Raymond se elevó lentamente, mirando hacia Mason para obtener
permiso antes de ponerse de pie. Se lamió los labios, obviamente esperando
órdenes.
—Ray —dijo Mason, utilizando una forma de dirigirse hacia él que
hubiese garantizado una golpiza antes—, quiero que regreses al recinto y
les cuentes a todos que tienen un alfa nuevo. Además quiero que la manada
pague por todos los daños de aquí.
—Tienen seguro —murmuró Raymond.
—El cual no necesitarán, porque pagaremos por los daños —refutó
Mason—. Hazlo.
—Sí, te escucho.
Mientras Raymond giraba para irse, Mason dijo— ¿Ray? —Raymond
se volteó con una expresión amarga en la cara.
Mason no dijo nada, solo levantó una ceja, cuestionando.
Finalmente, como si estuviera masticando vidrio, Raymond dijo— Sí,
señor. Pagaremos por los daños.
Tuve un recuerdo de mi conversación con la niña bruja. Me sorprendí al
notar que estaba comparando al monstruo Raymond con la malcriada, una
medida de cuán lejos había caído en mi estimación.
Mientras Raymond se iba cojeando, aún sin curar por completo, escuché
un suspiro de Mason—. Creo que va a ser problemático en el futuro.
—Lo manejaremos —dije.
Mason ofreció su codo. Tomé su brazo y caminamos de regreso al hotel,
rodeados por su cono de silencio.

Uno creería que después de que la batalla fuese ganada, la mujer lobo y su
compañero podrían volver a sus vidas.
¡Ni modo! Tomó varias semanas de trabajo en el recinto para establecer
la jerarquía nueva. Llamamos a Dmitri y lo volvimos el segundo al mando,
y establecimos un nuevo itinerario de entrenamiento para los cachorros, con
un énfasis en la cooperación. Finalmente, los detalles que requerían nuestra
presencia habían acabado. Estábamos empacados y listos para partir.
Solo tenía una última obligación de la cual encargarme.
Caminé hasta la habitación y encontré a mi madre, en forma humana,
sentada en una silla. Físicamente, estaba bien. La curación de lobo hacía
que se viera como si tuviera cuarenta años humanos, pero la mirada vacía
que me dio casi hizo que se me partiera el corazón. Sus recuerdos habían
partido y ella ya casi no estaba.
—Grace —dijo, llamándome por el nombre de su hermana fallecida.
Quizás me parecía a ella.
—No —dije, sentándome y tomando su mano—, soy Luna.
—¿Luna? —dijo—. No conozco a ninguna Luna.
Me mordí el labio para evitar llorar. ¿Qué podría decirle? ¿Cuánto
entendería?
—Me voy a ir por un tiempo —dije—. Debo ir a una escuela de magia.
—Entonces, apresurada— Estudiaré mucho. Y volveré y cuidaré de tu
jardín de recuerdos. Mason dice que es imposible, pero no le creo.
—¿Te vas?
—Solo por un tiempo —besé su mejilla—. Volveré tan pronto como
pueda. Te quiero —dije, levantándome de la silla.
—Yo también te quiero, Grace —dijo en eco mientras me alejaba de la
habitación.
EPÍLOGO

M iré a mis alrededores en el bar. Cuando entré por primera vez a este
lugar, hacía tan poco tiempo atrás, había estado lleno de extraños y
enemigos. Los olores habían sido tan extraños, los susurros en
japonés confusos. Ahora solo parecía una querida guarida.
En la esquina estaban sentados los guardianes de Bunny en grupo, todos
bebiendo refrescos. A pesar de sus edades, se abstenían de beber alcohol.
La familiar de Bunny, la gata negra parlante que odiaba, estaba descansando
cerca de ellos. Luego de un tenso enfrentamiento, la loba finalmente había
hecho las paces con la mascota de boca mordaz.
A una mesa de distancia, estaba descansando un grupo de los kitsune
locos. Definitivamente no se abstenían del alcohol y eran el grupo más
ruidoso del bar. Ante mi vistazo, Naomi-san sonrió, movió la cola, y
levantó su trago en forma de brindis. Le respondí a su brindis con uno
propio y bebí un sorbo de mi Johnnie Walker. Sí, la exposición a Mason
había cambiado mis gustos en los licores.
La Upsorn Sriha de piernas largas, Pe-Jennie, estaba sentada en otra
mesa. A pesar del largo de sus piernas, que deberían haberle dado
apariencia torpe, exudaba gracia. Su enorme novio yak, por el otro lado,
tenía que juntar dos sillas para poder sentarse. Las sillas se quejaban bajo su
peso. Las cicatrices de su encuentro con Raymond ya casi se habían
desvanecido. Pe-Jennie también elevó su copa, sosteniéndola entre sus
manos en el gesto de «wai», combinando el saludo tailandés con un brindis
occidental. Tenía una enorme sonrisa en la cara, mientras que el yak solo
bebía con una expresión sombría. Pensándolo bien, nunca lo había visto
sonreír.
Incluso la diosa araña estaba presente, en su forma humana. No era
realmente alguien a quien le gustaran las personas; más bien alguien que
comía personas, así que me sorprendió que estuviera aquí. Quizás Mason la
había llamado. Tenía talento para encontrar amistades en lugares poco
probables. Aunque el bar estaba lleno, ella tenía una mesa entera para ella
sola. Probablemente porque era una asesina sedienta de sangre. La copa que
levantó contenía un líquido rojo sospechoso que definitivamente no era
vino.
Me di la vuelta y miré a Mason, mi apoyo, mi Responsable. Hizo esa
sonrisa que podía derretir mi corazón y que veía con tan poca frecuencia.
—Entonces, Lunática —preguntó—, ¿en qué piensas?
—¿Qué? —pregunté—. ¿No puedes utilizar tu magia para leer mi
mente?
Su mirada era irritante, pero la acepté con calma, sabiendo que no había
peligro allí. En este punto de nuestra relación, la loba le permitía que fijara
su mirada con nosotras.
—No —dijo—, no funciona de esa manera. De todas formas, no te
espiaría de esa manera.
No, no lo haría. Era extraño estar en una relación con un hombre que
fuera honesto y confiable, que no estuviera interesado en utilizarme para
sus planes diabólicos de dominio del mundo.
Me incliné, colocando mi nariz contra su cuello, inhalando
profundamente. El olor a humano, mezclado con el cosquilleo de la magia
en mi nariz, señalaban que era un mago. Mi mago.
—Estaba comunicándome con mi loba —dije, finalmente respondiendo
a su pregunta.
—¿Qué dice la loba? —preguntó.
Nuevamente, miré hacia Mason, luego hacia el grupo en el bar.
Uniéndome con la loba, emití una pregunta silenciosa para obtener su
opinión acerca de este grupo desigual. Solo quedé ligeramente sorprendida
al escuchar su juicio.
«Manada» dijo.
Volteé mi mirada hacia Mason y repetí mi pregunta.
«Compañero» dijo la loba, moviendo su cola imaginaria.
Querido Lector,
Gracias por arriesgarte con mi libro.
Espero que hayas disfrutado del primer libro de las aventuras de la
pareja más improbable en la Fantasía Urbana, la Lunática y el Responsable.
Si disfrutaste del libro, me encantaría si pudieras dejar una reseña en
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Reseña de Legado Licano - Presa

Pero la diversión aún no termina. Hay muchos libros más en la serie. Hay
más aventuras pendientes para Luna y Mason.
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Legado Licano - Depredador

A continuación puedes encontrar un pequeño extracto de Legado Licano -


Depredador, donde el nuevo compañero de manada de Luna tiene un
encuentro con un místico gángster yakuza:

Kuga tradujo— Ono-san dice que cualquiera de sus hombres puede derrotar
a un perro—. Pareció avergonzada por esta declaración.
—Elige al mejor que tengas, niño lindo —dijo Logan—, y le patearé el
trasero.
Ono asintió y varias cosas ocurrieron a la misma vez. Los gángsters se
acercaron y sacaron todas las mesas del camino, dejando un área vacía más
grande que un ring de boxeo cerca del bar.
Un yakuza salió del fondo de la multitud, quitándose la chaqueta triple-
x-grande para revelar un físico de sumo. Se arrancó la corbata y pisoteó
hacia el área abierta. El bastardo debía pesar trescientas libras, pero se
movía de manera tan ligera como una bailarina.
Logan se levantó de su silla y caminó hacia el área abierta. Su forma
parecía una caña junto a una bola de bolos mientras se enfrentaba al
campeón yakuza. La multitud sonreía en anticipación de la paliza que el
hombre lobo barrigón estaba por recibir de parte del campeón.
Logan golpeó su puño derecho contra su palma izquierda, produciendo
un sonido similar a un relámpago. Algunos de los espectadores perdieron la
sonrisa. Era aparente que Logan tenía algo más que le funcionaba.
No hubo ninguna campana, ninguna señal de que debían comenzar, solo
dos criaturas inhumanamente fuertes corriendo una hacia la otra en el
mismo instante. Logan aterrizó varios golpes en el abdomen del yakuza que
hubieran pulverizado bloques de hormigón—solo para sorprenderse cuando
el luchador se sacudió los puñetazos y se rió. Entonces golpeó a Logan con
un puñetazo que no pareció poderoso, pero lo envió precipitando hacia el
bar. Escuché el crujido de costillas cuando Logan golpeó el bar. Este yakuza
tenía algo adicional ocurriendo. Había algún tipo de magia envolviendo su
cuerpo.
Me removí las gafas de sol para poder ver mejor la red intrínseca de
energías que componían esa red protectora que rodeaba al cuerpo del
luchador. Incluso a través de su ropa, sus tatuajes brillaban en el espectro
mágico. Podía ver que la red generada por sus tatuajes tanto absorbía y
redireccionaba energía, permitiéndole absorber una tremenda cantidad de
castigo. De hecho, parecía que la energía de los puñetazos de Logan
añadían a su fuerza.
Era mucho más sofisticado que cualquier cosa que tuvieran Ingrid o sus
brujas.
Los puñetazos de Logan no estaban teniendo efecto. Golpes que
hubieran pulverizado bloques simplemente rebotaban sobre este luchador.
Podía ver cómo la energía de cada golpe era absorbida por los tatuajes,
cargándolos como a una batería.
Logan estaba agitado y sudando, como un boxeador que acababa de
pasar tres minutos golpeando la bolsa de arena lo más fuerte posible. Y con
el mismo efecto: su oponente no parecía estar mínimamente cansado por
todo este despliegue.
Logan cambió su ataque de ser puñetazos a arañazos con sus garras de
hombre lobo, pero tuvo el mismo efecto. Sus garras se deslizaban sobre su
oponente como si el otro estuviera cubierto por teflón. Cada arañazo
también transfería energía para que se almacenara como fuerza para el
misterioso campo de fuerza del yakuza.
Miré fijo al luchador yakuza, utilizando mis sentidos nuevos para
rastrear las energías de sus tatuajes. Había algo en la forma en que
funcionaban, algo como un nexo dentro de la red de energías. Si tan solo
estuviera más cerca, si pudiera tocar al luchador, estaba segura que podría
dejar a esas protecciones inertes. Solo tomaría un segundo.
Finalmente el yakuza devolvió los golpes, una fusilada de puñetazos
golpeando a Logan en menos de un segundo. Su puñetazo final aplastó la
cara de Logan y lo envió hacia atrás contra el bar nuevamente. Logan se
desplomó al suelo, con la cabeza colgando.
La lucha también había sido difícil para el luchador yakuza. Estaba
exhausto, inclinado con las manos apoyadas en las rodillas, jadeando para
respirar. Así que la batalla le había costado algo. De todas formas, él seguía
de pie, y Logan estaba en el suelo.
Los espectadores estaban sonriendo, esperando a que Logan se rindiera.
Logan levantó la mano y escupió un diente de lobo hacia su palma.
—Vamos, enano —susurré con un tono tan bajo que solo Logan podría
escucharlo—, no avergüences a la manada. —Envié un destello de ese
poder lunar de mi amuleto por el enlace de la manada. De costado, vi a
Kuga temblar mientras un poco de la energía se desbordaba hacia ella.
Logan deslizó el diente hacia adentro del bolsillo de su camisa y estiró
lentamente la mano derecha para tomar el borde del bar. Se levantó con los
pies temblando, apoyándose contra el bar como soporte. Incluso con toda la
energía que le estaba enviando, se estaba curando muy lento.
El yakuza sumo seguía inclinado, jadeando para respirar.
Entonces Logan dijo —Segunda ronda, imbécil.

Revisa el siguiente volumen de la serie para descubrir cómo termina esta


pelea.

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CONOCE A L A AUTORA

V eronica Singer es una autora lograda que recientemente se


aventuró a escribir dentro de su género preferido: Romance
Paranormal.

Una viajera mundial que ha vivido en muchos países, puede disfrutar


de los sofisticados placeres de Tokio, así como los menos sofisticados
placeres de los tugurios animosos de Nueva York.

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